"No piense en un oso blanco"

La obsesión

TIENE CURA

Es un médico campechano y extrovertido, colabora con Channel 4, en un programa de divulgación e información sobre trastornos psicológicos y su tratamiento. En los últimos veinte años se ha dedicado al trastorno obsesivo compulsivo (¿recuerdan a Jack Nicholson en ´Mejor imposible´?), que hasta hace poco estaba considerado una rara enfermedad psiquiátrica que no respondía al tratamiento. Hoy es reconocido como un problema común que afecta a un 2-3% de la población, es más frecuente que la esquizofrenia o la anorexia. El problema es que esos pacientes tardan en ir al médico unos siete años. En cuanto a los hipocondriacos, otra de sus especialidades, nos previene de la gravedad de algunos casos, pero asegura que tienen cura.
Paul_salkovskis

PAUL SALKOVSKIS · EXPERTO EN HIPOCONDRIASIS Y EN ANSIEDAD

"No piense en un oso blanco"

Tengo 51 años. Nací en el norte de Inglaterra y vivo en Kent. Estoy casado y tengo dos hijos. Trabajo en el Instituto de Psiquiatría de Londres. Soy socialista y me preocupa el servicio de salud nacional, mal resuelto. Soy ateo. He venido a dar una charla al V Congreso Mundial de Terapias Cognitivas y Conductuales de Barcelona

- Los hipocondriacos son enfermos imaginarios?

- Ellos prefieren que les llamen personas que sufren ansiedad por la salud precisamente porque no es una enfermedad imaginaria.

- ¿Y por qué a uno le da por preocuparse por su salud hasta enfermar?

- Normalmente debido a historiales familiares de enfermedad. Estos pacientes van de médico en médico hasta asegurarse de que están perfectamente.

- Nadie está perfectamente a partir de cierta edad.

- Por eso siguen preocupándose y buscando la confirmación de que están sanos. Al centrarse cada vez más en su organismo desarrollan síntomas.

- ¿Qué tipo de síntomas?

- Si, por ejemplo, imaginan que tienen cáncer de garganta y se tocan continuamente, se acaba inflamando algún ganglio, es decir, teniendo problemas por su conducta. A la vez todo eso provoca un cambio en el estado de ánimo que desemboca en depresión o ansiedad.

- Parece miedo a la muerte.

- Si fuera eso, no se suicidarían, y es una enfermedad asociada a altos índices de suicidio. Se imaginan a sí mismos dependientes de la familia, perdiendo la dignidad, con mucho dolor, deteriorados.

- ¿A qué tipo de enfermedad temen?

- Eso va variando, antes temían más al cáncer y ahora tenemos más pacientes con miedo a padecer sida, enfermedades neurológicas o la enfermedad de las vacas locas.

- ¿Qué hay detrás de esa percepción?

- Creencias; por ejemplo, creer que si te pones enfermo tu familia te abandonará.

- ¿Hay rasgos de personalidad que se repitan en estos enfermos?

- El perfeccionismo y la dificultad de tolerar la incertidumbre.

- ¿Cómo los cura?

- Desde hace diez años con terapia cognitiva conductual, doce sesiones en las que se tratan las creencias del paciente y los comportamientos que agravan el problema.

- ¿Ha visto Mejor imposible de Jack Nicholson?

- Sí, es la historia, muy bien contada, de un hombre con trastorno obsesivo compulsivo; ya sabe: lavarse las manos continuamente, comprobar mil veces que la puerta esté bien cerrada, pensamientos de violencia y agresión contra otras personas…

-... pero que no se llevan a término.

- No. Las obsesiones son pensamientos intrusivos que todos tenemos, el problema viene cuando te los tomas en serio.

- Eso es muy filosófico.

- El pensamiento se convierte en obsesivo y desencadena la convulsión cuando intentas no pensar en ello. Si yo le digo: "No piense en un oso blanco", no puede hacerlo.

- Todos tenemos pensamientos intrusivos, ¿cómo los podemos combatir?

- No hay que combatirlos, sino todo lo contrario, dejar que estén ahí y centrarse en otras prioridades. En realidad son pensamientos muy valiosos, que nos hacen creativos. Fíjese cómo se queda la gente cuando le hacen una lobotomía.

- Pero los pensamientos intrusivos son bastante estúpidos.

- En situaciones en que uno es vulnerable le hacen sentir fatal y dejan de ser estúpidos.

- Por eso son estúpidos, porque te hacen sentir mal sin sentido.

- A menudo los pensamientos intrusivos son lo contrario que uno piensa normalmente, para una madre amante de sus hijos sería matar a su hijo, para una persona muy religiosa serían pensamientos blasfemos. El problema es que los enfermos creen que sus pensamientos pueden llegar a dominarlos.

- ¿Alguien se libra de la ansiedad?

- Los psicópatas no la padecen, no temen las consecuencias de sus actos. Es el otro extremo del trastorno obsesivo compulsivo.

- La ansiedad en un sistema de defensa.

- Sí, y hay gente que tiene un grado de ansiedad tan bajo que se pueden matar accidentalmente. Pero está claro que la ansiedad extrema es una enfermedad moderna.

- ¿Por qué sufrimos tanta ansiedad?

- Porque hoy tenemos mucho que perder.

- ¿La reflexión sería una manera de combatir la ansiedad?

- La reflexión es necesaria, pero a mucha gente le produciría más ansiedad.

- ¿Mejor mirar a lo lejos?

- Buena propuesta, mantener los ojos en el horizonte, porque eso te indica adónde estás yendo. También es bueno meditar, pero meditar requiere estar en el momento presente. Quizá lo que habría que hacer es una combinación de los dos.

- ¿Qué paciente le ha sorprendido más?

- Una mujer de 72 años con trastorno obsesivo compulsivo desde los 14, que en un tratamiento de cinco horas estaba curada.

- ¿Qué le dijo para ser tan convincente?

- Su pensamiento obsesivo era que iba a hacer daño a los demás y el tratamiento consistió en mostrarle que no era cierto. Justamente la confronté a aquellas situaciones que ella evitaba, como hacer pasteles de chocolate porque pensaba que no podría evitar poner cristales dentro.

- ¿Y el pastel se lo comió usted?

- Sí, el mejor pastel de chocolate que jamás he probado.

- ¿Qué es lo que más le sorprende de la mente humana?

- La capacidad de la gente de ignorar los problemas y no buscar ayuda. Y que esas personas que ves tan amables y gentiles también están llenas de ansiedades, las experiencias difíciles pueden afectarnos muy negativamente a cualquier edad, somos muy frágiles.

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fuente:IMA SANCHÍS
Ayer fue un buen día. al final no hubo cirugía lo hemos dejado para más adelante. cuando le comente a el cirujano que estaba cuatro días sin tomar la medicación me pregunto extrañado quien te ha dicho eso y le dije nadie pero tengo miedo de que interactué con la anestesia o que se yo y me ha tranquilizado diciéndome que eso no ocurrirá cosa que ya me dijo mi médico y me ha dicho que es una locura estar cuatro días si tomarla. Ahora estoy más tranquila aunque la verdad es que he estado bastante bien estos días que no lo he tomado y eso me ha llevado a fantasear con la idea de dejar la medicación y la posibilidad de seguir bien pero no lo hare se que la necesito y espero seguir mejorando como hasta ahora y volver a ser la persona que era antes de esta obsesión y que sea más llevadero el toc deseo de todo corazón volver a ser yo sin esta fobia hacia la mitad de la humanidad

cuento toc El bello verano I


Al día siguiente de volver de Inglaterra, Pablo quedó con Iván en la cafetería de siempre. Por algún motivo, solían pasar chicas guapísimas por aquella plaza. Se alegró al descubrir que eso no había cambiado. Iba reencontrándose poco a poco con todas aquellas sensaciones que, hacía un tiempo, habían formado parte de su rutina: el reflejo del sol sobre la mesa metálica, los niños correteando, las madres chillando, el Rimel de la camarera rumana, las conversaciones con Iván. Los mismos temas, con otras caras. Iván le habló de una chica nueva, pero parecía la misma historia de siempre y Pablo no sabía qué decirle, ni si valía la pena empañar su ilusión. Ni tampoco sabía qué contarle. Buscó alguna anécdota de su primer año de profesor de instituto en Nottingham, algo gracioso, simpático. Acabó hablándole de las notas que habían sacado sus alumnos de A level y del intercambio que estaba organizando para el curso siguiente. A Iván le costaba mantener la atención y a él mismo le costaba interesarse por lo que estaba diciendo. Era más fácil preguntarle por amigos comunes o escucharle contar anécdotas de la universidad, por donde Pablo no pasaba desde hacía dos años.
Era extraño volver al cariño de sus padres, a las viejas reglas, a dormirse en el sofá mirando programas del corazón con la gata ronroneando sobre el pecho. Pablo y Iván iban en bicicleta a la playa y solían pasarse por el apartamento de Sara, que aquel verano estaba preciosa. Los fines de semana salían por Benicassim y un par de veces acabaron bañándose en pelotas a las tantas de la madrugada. Pablo tenía recuerdos difusos del FIB, recordaba que unos hijos de puta le habían roto la luna del coche a Roberto. Allí se hizo sus primeras rayas de speed. También fueron a Acuarama. Y salieron por Castellón. Quedaban para tomar unas cervezas en el pub irlandés y a veces acababan en un bar de putas que no cerraba nunca y Pablo se le tiraba a Sara al morro. Una vez acabaron los dos por el suelo. Al día siguiente Sara estaba llena de moratones. La verdad es que muy bien.
Una noche, mientras miraba la tele con sus padres, Pablo les habló de un pequeño aparato electrónico que utilizaban en el instituto para pasar lista. Estaba un poco preocupado porque pensaba que se lo había dejado encendido. Les dijo que a veces pensaba en coger un avión para volver al instituto a comprobarlo. Tenía miedo de provocar un incendio. Les confesó que llevaba todo el verano atormentándose por aquello, que no había conseguido sacárselo de la cabeza ni medio segundo, que vivía una pesadilla. Pablo sentía arcadas de vergüenza, pero no paraba de reírse y hacer bromas. Veía el miedo a lo lejos, como un espectro que le controlaba desde la distancia. De repente, sintió que había empezado a hablar en un idioma inventado, incomprensible para sus padres y que ellos le miraban disimulando, aterrorizados. Menuda tontería, ¿verdad? Pues claro que es una tontería, no te preocupes por la maquinita esa. No os preocupéis vosotros. Por qué íbamos a preocuparnos, le contestaron, pero Pablo percibía la angustia en sus caras. Ahora que os lo he contado ya me lo he sacado de la cabeza. ¿Seguro que estás bien? Sí, estoy genial.
Una semana después, encerrado en su habitación, Pablo buscaba frenéticamente el teléfono de algún psiquiatra. Por mucho que lo intentara, no podía dejar de pensar en la maldita máquina. Pasaba las noches repasando si había, o no, apretado el botón de apagado. Tan sólo se le iba de la cabeza cuando le asaltaban pensamientos aún más terroríficos: su gata suicidándose por una ventana, su madre asfixiada por un escape de gas. Algo no le funcionaba bien en la cabeza y tenía que arreglarlo antes de volver a Inglaterra, porque en Inglaterra no podía hacer nada, allí todo era imposible. Le quedaban dos semanas de vacaciones, sólo dos semanas y Iván no hacía más que llamarle para tomar café.
La consulta del psiquiatra estaba en una calle interminable que, en sus años de instituto, Pablo había recorrido soñoliento todas las mañanas. Pero ahora parecía el decorado de una película sin argumento y Pablo caminaba sobre piernas de gelatina. Se sacó un folio arrugado del bolsillo y se quedó un rato observando la dirección que tenía apuntada en él. Algo más adelante, comprobó de nuevo la dirección y llamó a un timbre. Subió al tercer piso. Llamó a una puerta y una mujer con bata blanca le llevó a una habitación.
-Enseguida le hago pasar –dijo la mujer y cerró la puerta.
El clic del pestillo le recordó al momento en el que te bajan la barra de seguridad en una atracción de feria. Cuando te das cuenta de que no hay vuelta atrás y, en realidad, tú no querías subirte. El segundo antes de asomarte al abismo. Las paredes de la habitación empezaron a dar vueltas. Sobre la mesa de café se amontonaban incontables revistas. La cantante Alaska le observaba desafiantemente desde una de ellas, junto a una frase que decía: «Atrévete a ser tú mismo». Pablo sintió una horrible sacudida de miedo y vergüenza. ¿Cómo iba a explicar lo que le estaba pasando? Deseó tener un problema real, cualquier cosa, algo que no sonara tan patético. ¿Y si el psiquiatra tampoco le entendía? ¿Y si se reía de él? Pero había un terror aún mayor, algo a lo que ni siquiera se atrevía a mirar directamente: el miedo a descubrir que, desde siempre, algo había estado funcionando rematadamente mal en su cabeza; el miedo a que ese hombre le dijera que estaba loco. Aquello lo invalidaría todo. Sus pensamientos serían el resultado de una ecuación errónea; sus sentimientos no habrían sido más que síntomas. Se abrió la puerta. La recepcionista le dirigió una violenta sonrisa y le hizo pasar a la consulta.

El psiquiatra le esperaba sentado detrás de una mesa. Tras él, una ventana abierta de par en par, que dejaba entrar todo el ruido de la calle, le robaba la intimidad al ambiente. Sin embargo, al sentarse, Pablo experimentó una sorprendente sensación de ligereza. A través de la ventana vio el cielo azul y el sol reflejado en los edificios. Pablo se preguntó qué coño estaba haciendo allí. ¿Por qué no estaba ahora en la playa?
La imagen del psiquiatra, un señor de cincuenta y tantos de aspecto bastante anodino, le decepcionó enormemente. Pero, ¿qué se esperaba? Un ser deslumbrante. Se había imaginado al psiquiatra como una persona extraordinaria, una especie de gurú que, por arte de magia, le daría la solución a sus problemas. Sentía que sólo alguien así podía ayudarle. A primera vista, ese señor, que se peinaba de lado para cubrirse la calva, tenía poco que ver con lo que se había imaginado.
El psiquiatra tosió.
—A ver… ejem… vamos a ver… —hablaba con un tono extraño, como si le pesara la voz— ¿Qué problema tienes?
Nada le apetecía menos que contarle sus intimidades a un hombre que le estaba haciendo sentir como si estuviera en la oficina del paro, pero tenía que intentarlo. Si quería le ayudara, Pablo tenía que poner algo de su parte, así que se lanzó: «Mire, yo es que tengo un aparatito para pasar lista …» Pablo se dio cuenta de que se había puesto a hablar con voz de pitufo. ¡Era horrible! No importaba, ahora podía no dejar de hablar, fuera como fuera tenía que contárselo. Pero ninguna de sus frases acababa de cobrar sentido y cuanto más intentaba explicarse, más tenía la sensación de estar enmarañándolo todo. De repente sintió que ya lo había dicho todo y dejó de hablar, como quien cierra un grifo de golpe.
Pablo se quedó en suspenso, a la espera de la reacción del psiquiatra. El psiquiatra se limitó a mirarle, primero de forma inexpresiva. Luego echó la cabeza hacia atrás y abrió los ojos de forma poco natural, al tiempo que separaba levemente los labios. Pablo relacionó inmediatamente aquella expresión con la cara que ponía su profesor de historia del instituto cuando quería humillarle. ¿Con qué derecho le miraba así? ¿Quién se creía que era?
—Bueno... esto... sí... a ver... —dijo el psiquiatra.
No podía creérselo, este hombre no sabía ni hablar.
—A ver... —siguió el psiquiatra— a ver... puedes decirme... mmmm...
—¿¿Qué?? —le interrumpió Pablo.
El psiquiatra se quedó en silencio y, tras dirigirle una poco complaciente mirada, le formuló una pregunta sin que en su voz se produjera la más mínima vacilación:
—¿Es la primera vez que te pasa esto o es algo que te ha pasado continuamente a lo largo de tu vida?
Pablo estuvo a punto de contestar: No, sólo ahora... Pero, joder, era una buena pregunta, una pregunta realmente buena. Pablo miró al psiquiatra buscando algún indicio de malevolencia. Nada, tenía la misma cara de cartón que al principio. Pablo sentía que había algo tremendamente peligroso en aquella pregunta. ¿Era la primera vez que le pasaba aquello o era algo que le había pasado continuamente a lo largo de su vida? ¿Estaban hablando de un resfriado pasajero o de una enfermedad crónica? Descubrió con pavor que no era, ni mucho menos, la primera vez que le pasaba, que en incontables ocasiones (que parecía que abarcaran la mayor parte de su vida) había vivido atormentado por una preocupación u otra, por angustias que le habían destrozado la existencia. Su vida le pareció una sucesión de nudos estrangulados, una desquiciada acumulación de ansiedades, una pesadilla absolutamente invivible.
—¿Qué me pasa? — preguntó, con una angustia desmedida.
—Tienes un trastorno obsesivo compulsivo.
Pablo vio a su amor propio lanzándose por un oscuro abismo y luego lo vio al fondo del pozo mirando de un lado a otro, buscando frenéticamente, sin encontrar nada. Se lo había confirmado, estaba mal de la cabeza. Pero, ¿tenía arreglo? ¿Aquel hombre podía ayudarle? Por favor, si puede hacerlo, hágalo ahora. Saque su varita mágica y transfórmeme en algo, en un príncipe, en lo que sea, pero no me deje convertido en este sapo horrible.
Pero el psiquiatra no era un hombre que creyera en milagros. Dado el poco tiempo con el que contaban, sólo se le ocurrían dos opciones: los libros de autoayuda y la medicación.
Pablo salió de la consulta y desanduvo sus pasos por aquella calle interminable. Se sentía como si, tras una explosión silenciosa, todo se hubiera desmoronado en su interior. Entró en una librería tras otra hasta que dio con el libro que le había recomendado el psiquiatra: Venza sus obsesiones. A escondidas, aquella misma noche —sus padres no debían saber nada—, lo devoró de cabo a rabo, buscando en vano las palabras mágicas que le sacaran de aquel estado. Antes de la siguiente cita, tuvo tiempo de leerse tres libros más: La obsesión con el perfeccionismo, La obsesión compulsiva: cómo tratarla y Trastorno obsesivo compulsivo: 100 preguntas. Pero en ellos no encontró ninguna respuesta; encontró una colección de técnicas (a cual más absurda) y mucha desesperanza. Leyó infinidad de historias de obsesivos compulsivos. Le parecieron personas horribles, gente amargada, gris, cuadriculada, tensa, incapaz de querer realmente, que se pasaba la vida comprobando interruptores o trabajando hasta caer enfermos. Todo lo contrario de lo que a él le gustaría ser. Pero lo peor era que en aquellos libros no había esperanza. Casi todos los obsesivos arrastraban el trastorno durante toda la vida. Los índices de recuperación eran irrisorios. Si te había tocado aquella enfermedad, estabas jodido. ¿Él era como ellos? ¿Estaba condenado a vivir con ese sufrimiento? No, él no era así. En el fondo, era una persona alegre, espontánea... Pablo miró hacia su interior y se preguntó si de verdad era así, o si, por el contrario, estaba engañándose una vez más.

En la segunda visita Pablo entró embravecido.
—¡Este libro no sirve de nada! —le gritó al psiquiatra, arrojándolo sobre la mesa.
Luego empezó a burlarse de su contenido del libro, de ese tono taan americano y enseguida pasó a criticar al psiquiatra y a su maravilloso diagnóstico. Un poco apresurado, ¿no? No me conoces de nada y me metes en el mismo saco que esta gente. ¡Yo no soy como ellos! ¿Por qué tengo que creerte?
—Si no quieres, no me creas —le contestó el psiquiatra.
Aquel hombre empezó a sorprenderle. Ignorando el tono agresivo de Pablo, le respondió a todo lo que le había planteado. Con cuatro palabras, desmontó el universo en blanco y negro en el que se había metido. Se podía tener una personalidad obsesiva rígida o ser una persona con tendencia a la obsesividad en determinadas circunstancias. No ganaba nada pensando que era un caso crónico sin posibilidad de cura. Evidentemente, en los libros hablan de los casos más graves, pero no debía asustarse. Sin embargo, debía asumir que no iba a cambiar de la noche a la mañana. Se había pasado la vida obsesionándose, era evidente que, en el futuro, iba a seguir haciéndolo. «Tienes mucho que aprender sobre ti mismo», le dijo. A Pablo le fascinó el tono calmado y distante con el que le estaba hablando. Sus palabras abrían nuevas incógnitas, pero, al mismo tiempo, parecían simplificarlo todo y tenían un efecto tranquilizador sobre él. Por primera vez, sintió una cierta admiración hacia aquel hombre. Después de todo, resultaba que sí que tenía respuestas. Era un gurú, distinto al que había imaginado, un gurú casposo —a juzgar por la nieve que cubría sus hombros—, pero, al fin y al cabo, un maestro y, al parecer, él era el típico discípulo torpe que esperaba ver la luz el primer día.
—Esto te va a seguir pasando hasta que te sometas a un proceso de psicoanálisis profundo, que puede llevar meses o años.
Pablo salió de su ensoñación y se volvió a alarmar. ¿Pero no se daba cuenta de que no tenía tiempo? Necesitaba curarse ahora, antes de volver a Inglaterra, allí todo era imposible.
El psiquiatra volvió a sugerir la medicación, a la que Pablo se había negado enérgicamente en la primera sesión. Le habló de un antidepresivo llamado Seroxat que se utilizaba en casos de obsesión compulsiva. Pero, en el fondo, Pablo seguía sin confiar en él.
—¿Pero estas pastillas no te dejan medio zombi?
El psiquiatra no contestó. A Pablo le pareció percibir un poso de hastío en sus ojos, hasta que se dio cuenta de que no le miraba a él, sino a un punto indefinido de la habitación. Su cabeza se había ido a otra parte. Este hombre no está bien, pensó Pablo. El psiquiatra bajó la mirada y se sacó un paquete de Ducados del bolsillo. Se puso un cigarro en la boca y le ofreció uno a Pablo.
—Hay algo que debes saber —dijo, con una voz que se había vuelto más profunda—, estas pastillas pueden tener efectos secundarios...
—¿Como qué? —contestó Pablo, ciertamente intimidado por los últimos movimientos de aquel hombre.
—Retrasan la eyaculación...
A Pablo se le escapó una risita. Tendría gracia que, de rebote, acabara solucionando otro problema que le tenía amargado desde hacía tiempo. El psiquiatra sonrió al ver la reacción de Pablo.
—Claro..., eso puede ser hasta bueno.
En los ocho últimos minutos de consulta empezaron a sentirse cómodos el uno con el otro. Se rieron bastante hablando de los otros efectos secundarios de las pastillas. No obstante, antes de despedirse, el psiquiatra insistió en que, aunque pudiera funcionar, la medicación era sólo una solución temporal. Si dejaba de tomarla lo más seguro es que recayera.

Sus padres le ayudaron a meter las maletas en el taxi. Pablo se despidió de ellos agradeciéndoles el verano, diciéndoles que iba a estar muy bien. Se pasó el viaje escribiendo en una libreta, mientras en el tren ponían una película de un gnomo policía que no paraba de chillar.
Aquella noche se alojó en una pensión de Barcelona, un lugar oscuro y sin decoración en el que se oían las conversaciones de las habitaciones contiguas. Pablo estuvo un rato encerrado en su habitación, apuntando cosas en la libreta. Luego salió a la calle. Al lado del hotel había una sala X. Pablo pasó por delante sin levantar la mirada. Entró en un bar y se pidió un bocadillo de lomo con queso y una Coca-Cola. La comida tenía un sabor sucio. Los ruidos del telediario y de la máquina tragaperras le parecieron groseros e inhumanos, como los ruidos de un país extranjero. A la vuelta se decidió a entrar en la Sala X. La película ya había empezado, pero Pablo insistió en entrar. En la pantalla había un hombre barbudo acostado con dos rubias morbosas que le acariciaban sinuosamente el cuerpo con sus largas extremidades. La cámara se movía sobre sus cuerpos cubiertos de fluidos y luego volvía a sus caras. Eran todo sonrisas. Entre los tres había una extraña complicidad, en realidad, parecían muy felices. Él las miraba y bromeaba; ellas se reían divertidas, exhaustas y le daban besos. Un fundido en negro puso final a la historia. A Pablo le hubiera gustado ver lo que había pasado antes, lo que les había llevado a aquel estado de armonía. Pero enseguida comenzó otra escena en la que dos tíos bastante macarras empezaron a introducir todo tipo de objetos por el ano de una mujer que tenía unas tetas falsas horribles. Se suponía que aquello debía ser excitante, pero a Pablo le resultó bastante repulsivo. Se sucedían crueles planos detalle del culo de la chica, que estaba lleno de estrías. Algunos objetos salían manchados de mierda. A Pablo le hubiera gustado hacerse una paja, pero no sabía si estaba permitido. De vez en cuando pasaba un hombre con una linterna. En el cine había cuatro o cinco personas más. Un hombre se sentó en la fila de Pablo y luego se acercó un poco más a su asiento. Pablo se cambió de fila. Al poco tiempo, el hombre se sentó a su lado. La película terminó. Se encendieron unas luces grises de neón. Pablo se levantó temblando y se dirigió a la salida intentando no mirar a los viejos que subían por el pasillo como almas en pena. En la pensión se masturbó sin ganas y luego se pasó la noche mirando cómo se movía una cortina.
Se despertó con una convulsión de pánico. Sin embargo, mientras viajaba hacia el aeropuerto mirando los edificios a través de la ventanilla del taxi, la mente empezó a funcionarle con una claridad inusitada. Recordó que en uno de aquellos libros había leído que la obsesión era un mecanismo de distracción. La preocupación obsesiva pocas veces era el problema real, sino más bien una forma de distraerse de los problemas que realmente debían afrontarse. Probablemente eso es lo que le pasaba a él. Así que debía analizar qué cosas no funcionaban en su vida. Empezó a hacer una lista: trabajaba demasiado, no desconectaba del trabajo, se le desmadraban los alumnos, no tenía amigos, ni vida amorosa, ni vida sexual, iba solo a todas partes, no comía bien, no hacía ejercicio, se pasaba el día pensando, echaba de menos el sol… No estaba mal para empezar. Éstas eran las cosas que tenía que cambiar. Era más sencillo de lo que parecía. Empezaría por limitar el tiempo que le dedicaba al trabajo. Durante el vuelo estuvo haciéndose un horario, con tiempo reservado para el ocio. Todo iba cobrando forma... ¿Dónde podía conocer mujeres interesantes? ¿Y si ponía un anuncio en el periódico? Pablo dejó a un lado la libreta y cerró los ojos. Se despertó sintiendo que una fuerza invisible le arrastraba desde el estómago contra su voluntad. Miró por la ventanilla y vio el cielo gris plomizo y la oscura hierba acercándose vertiginosamente. Todo había cobrado mayor densidad: las gotas de lluvia contra el cristal, el olor de la moqueta del aeropuerto, la cola de gente ante el control de pasaportes. Echó de menos ese aire de mar que ni siquiera había disfrutado. Entraba de nuevo en la ciénaga. Ahora recordaba su vida en aquel país: la omnipresencia del trabajo, los paseos solitarios por centros comerciales, soledad en los cines, en las cafeterías. Volvería a ser un profesor nefasto, a la acumulación caótica de papeles y libretas. Volvería a verse atrapado en una jaula con alumnos, pequeños tigres que se movían como dóciles gatos o abrían aquellas fauces monstruosas, mostrando sus enormes colmillos, todo bocas y rugidos, oscuridad. La existencia dentro del engrudo. ¿De verdad creía que iba a cambiarla? ¿Con qué tiempo, con qué energía? Si apenas llegaba a sacar la cabeza para respirar. A eso volvía: a la infelicidad continua, al estrés permanente, a la vida espantosa. Aguantaría allí hasta que se le acabaran las fuerzas, hasta que acabara de volverse loco



fuente: papagayo desplumado

los consejos que siguen han sido adaptados para todo tipo de transtornos, y proceden de un sencillo pero muy buen folleto informativo.


los consejos que siguen han sido adaptados para todo tipo de transtornos, y proceden de un sencillo pero muy buen folleto informativo.

Depende de cual sea el trastorno, el familiar o amigo, se ve desbordado para saber como debe de tratar a una persona que convive con un trastornos psicológico. Las reacciones que puede tener una persona que vive en esta situación pueden ser impredecibles y muy desconcertantes ya acabar con la paciencia del más pintado
Puede estar todo el día en la cama, sin ganas de hacer nada, en silencio o en una continua queja, en otros casos, esta sobreestimulado, ansioso, irritable, discutidor. En algunos otros trastornos, habrá otro tipo de conductas dificiles de soportar.

Consejos (habrá que valorar cada caso)

1. No esconder el problema

Mucha gente cree que todo va a solucionarse espontaneamente, se dicen que hay que “darle tiempo” y ya pasará. Cuando el trastorno es real, no hay otra opción que afrontarlo, porque si no se permite que se manifieste, su energia reprimida, saldrá por cualquier via inesperada.

2. Comprender que buscar un culpable es inútil.

Ni la familia, ni los amigos, ni el propio afectado, son culpables de la situación. Deben evitarse los reproches por el pasado o presente. Es importante darse cuenta que las reacciones del afectado, no están ni remotamente relacionadas con una tendencia a la vagancia, comodidad, mala fe o rencor.

3. Ocuparse en lugar de preocuparse

La no existencia de culpables, no implica que no haya habido conductas que favorezcan el mantenimiento de el trastorno. Generalmente la familia o el entorno de amigos intimos, es un sistema donde todo está en equilibrio con todo. Por ello es importante darse cuenta que reequilibrar nuestra parte, que de alguna manera, está descompensada, favorecera la tendencia del sistema a volver a equilibrarse. Nuestro propio cambio, induce espontaneamente el cambio en los demás¡.

Familiares y amigos deben ser sinceros sobre si mismos, descubrir en que pueden mejorar.

APRENDER A RECONOCER LOS SÍNTOMAS Y CICLOS DE LA ENFERMEDAD

Cada persona tiene su caracter y forma de expresarlo. Tenemos que diferenciar lo que no nos gusta de la conducta de una persona afectada DE LO QUE ES PATOLÓGICO, PROPIO DE SU TRASTORNO.

Podemos aprovechar los ciclos positivos de el problema, para llegar a acuerdos con el afectado, en relación a que hacer de forma comunitaria, cuando aparezca cada uno de sus sintomas.

Es importante reconocer los períodos y las fases de la enfermedad para cada persona, y así poder preveer y ayudar de manera diferenciada, en los peores momentos de la misma. Para ello podemos contar con el apoyo del terapeuta y del propio afectado/a.

ACTUAR CON SERENIDAD Y CONSECUENTEMENTE CON EL CONOCIMIENTO DEL TRASTORNO

Cuando la situación crítica se presenta, no podemos exigir que se calme,que ponga voluntad o adopte una actitud de sentido común. LA INCAPACIDAD PARA HACERLO ES JUSTAMENTE EL PROBLEMA. No intentemos discutir con él o convencerle de lo que debe hacer. Su imposibilidad de ser crítico consigo mismo, es otro sintoma más de el trastorno.

La experiencia va a darnos las pistas para conocer lo que puede contrarrestrar la situación crítica por la que el afectado está pasando.

Se puede intentar distraer su atención con algo que suela resultarle agradable, mejor esto que pretender que se anime porque sí, cuando se encuentra mal. Empujarle, con psicología, amor y paciencia, a actividades que requieran energia, es mejor que exigirle que se calme cuando se encuentra realmente mal.

ENCAMINAR AL ENFERMO AL TRATAMIENTO MÁS ADECUADO

Ayudarle a encontrar un terapeuta adecuado a su caso, moviendose en áreas donde el afectado no puede moverse por ejemplo.
Es tan importante ser constante con la medicación cuando la situación es grave y cuando confiamos en el terapeuta, como nunca dejar todo en manos de la medicación.

Es necesaria una vida equilibrada, con unos horarios y una comida sana.

Si existen grupos de ayuda mutua, y estes grupos demuestran ser positivos en la practica para el afectado -hay personas que se sienten mejor siendo comprendidas por otras y otras se sienten peor al “hablar” y escuchar problemas-, es un recurso interesante a tener en cuenta, que en muchos casos supone la diferencia entre mejorar o estancarse.

GUIA MULTIMODAL DE 2º ORDEN DEL TRASTORNO OBSESIVO - COMPULSIVO


Nombre: Edad: Fecha: NºHª:

1.AREA COGNITIVA

(1) Preguntar por tipo de imágenes o impulsos recurrentes o persistentes que se imponen a la conciencia del sujeto y que són considerados absurdos por este. Pedirle que las describa.
(2) Preguntar si aparecen ideas obsesivas del tipo: hacer daño a los demás, contaminarse, imágenes o impulsos sexuales, temores a perder cosas, ideas religiosas, decir o recordar cosas con precisión, temores supersticiosos, y otros
(3) Preguntar por rituales mentales que sirven para reducir el temor de las obsesiones como: contar números, rezar para obtener perdón, hacer listas mentales para recordar, sustituir imágenes molestas por otras, etc.
(4) Preguntar al sujeto y familiares por creencias o actitudes generales o de rasgo de persona-
lidad : ¿Se/le considera perfecccionista, muy responsable, con tendencia a estar seguro de lo que hace o de tenerlo todo controlado o previsto?. Pedir ejemplos al paciente y sus familiares sobre su "forma de ser"
(5) Preguntar por el grado de creeencia que el sujeto concede a lo razonable de sus obsesiones
(6) Preguntar sobre los temores subjetivos que ocurririan si no se realizara la obsesión o la compulsión (p.e ¿Que teme que pasaria si no se lavara asi las manos?. Seguir preguntando sobre la respuesta dada, hasta llegar al temor subyacente) Esto es el método cognitivo de la flecha descendente.

2.AREA AFECTIVA

(1) Preguntar por la presencia de sintomas de ansiedad , irrritabilidad ,depresión y temores fóbicos asociados
(2) Preguntar sobre el estilo afectivo del sujeto: "abierto y cordial" versus "serio y reservado"
(3) Pedir que el sujeto describa la ansiedad que aparece cuando tiene las obsesiones

3.AREA SOMATICA

(1) Preguntar sobre habitos de salud (comida,aseo, ejercicio, cuidado del aspecto) y enfermedades físicas que pueden asociarse a los temores obsesivos
(2) Preguntar al paciente y familiares por los antecedentes familiares sobre epilepsias, traumatismos craneales y otras enfermedades neurológicas en la familia o el paciente; a fin de diagnóstico diferencial.

4.AREA INTERPERSONAL

(1) Preguntar sobre el grado de deterioro e interferencia del problema sobre la vida sociolaboral
(2) Preguntar por la reacción habitual del entorno familiar a las obsesiones, rituales y compulsiones del sujeto; y también de como les afecta a ellos
(3) Preguntar por la vida de ocio/social del sujeto : ¿escasa respecto al tiempo dedicado al trabajo/estudio?

5.AREA CONDUCTUAL

(1) Preguntar por la presencia de actos compulsivos: actos repetitivos encaminados a reducir la ansiedad de las obsesiones. Pedir ejemplos.
(2) Observar si el sujeto utiliza la estrategia compulsiva con el médico o sanitario de pedir o preguntar con frecuencia solicitudes de tranquilidad al "experto"
(3) Preguntar por compulsiones típicas como: lavar o limpiar por temor a la contaminación, comprobación del gas, cerradura, etc,
(4) Preguntar sobre rituales (actos que se siguen en una secuencia rígida para evitar un temor) : rituales de orden (alinear objetos p.e), rituales de ahorro o colección (acumular objetos poco valiosos o utiles), lentitud obsesiva (p.e largas horas para hacer algo)

fuente:psicología online

muy interesante como detectar mentirosos


Si quieres saber si tu novia está saliendo con tu mejor amigo y ambos te andan mintiendo al respecto, lo mejor es que te guíes por los consejos que da el Dr. David Lewis en su libro “El lenguaje secreto del éxito”. Un mentiroso patológico casi siempre engañará a quienes no estén familiarizados con el lenguaje no verbal. Pero si aprendes a detectar sus movimientos, no necesitarás hacerlos pasar por la molesta e incómoda prueba del detector de mentiras. Sabrás que te están engañando de frente con sólo mirarlos. Los mentirosos actúan todos igual, es decir, son todos igual de mentirosos. Algunas de las guías para descubrirlos son;

Gesticulan menos que una estatua: Los mentirosos tienden a eliminar el uso del gesto. Saben que el menor movimiento maxilo-facial podría ser interpretado como una prueba de su nerviosismo.

Esconden las manos: Las manos tratan de dejarlas fuera de la vista, detrás de la espalda o metidas en los bolsillos. Sin embargo, la tensión que provoca mentir puede traicionarlos mediante el movimiento de llaves u objetos que tengan en los bolsillos.

Se tocan la cara: Especialmente la barbilla, el cuello y las orejas. Tocarse la oreja es un intento inconsciente por parte del mentiroso de ocultar el engaño.

Se rascan el cuello como si fueran a acabar en una guillotina: Es signo de cómo la tensión física estimula los nervios del cuello y provoca una sensación de hormigueo.

Se tocan los ojos: Esto responde al deseo de cubrirse los ojos y no mirar a la persona a quien se le está mintiendo.

La nariz los delata: No es que les crezca la nariz, sería demasiado evidente. Pero tocarse la nariz es un gesto revelador, una forma inconsciente de taparse la boca.

un dia gris

Hoy no he tenido un buen día llevo desde el lunes sin tomar la medicación por que mañana me tengo que hacer una pequeña cirugía y a pesar de que mi medico es de la opinión de que no perjudica me quedo más tranquila de este modo. Siempre me parece curioso lo de los cambios ayer estaba bien relajada sin obsesiones casi. y hoy sin embargo todo lo contrario me he levantado con el pie izquierdo he ido a llevar el coche a el taller y después a comprar a el súper y de repente oigo una cancioncita machacona cantada por una señora L que me ha revuelto el estomago. Y pensar que antes me gustaban sus canciones. y cuando llego a casa me encuentro con que nuestro querido familiar el estafador inocente . a dado señales de vida a llamado a mi chico para preguntarle.
Es verdad que estás trabajando? es que me lo han comentado sabes. jajaja i ya de paso para decirte que he visto un cartel en un sitio que necesitan gente por si tu mujer se quiere pasar. a llamado para reírse de nosotros una vez más con esa falsa moral que le caracteriza y todavía ira diciendo por ahí que mi chico trabaja gracias a él. No sé cómo puede dormir por las noche con el daño que ha hecho lo cierto es que era lo que me faltaba para arreglar el día. Ya en el desayuno
ponemos la tele y como no. la programación la hacen pensando en mí la primera escena tipo L
no se ha visto nada pero me ha sobrado y con el desayuno a otro sitio. Esta tarde he tenido que ir a comprar otra vez y ha sido angustioso hasta el punto de que esta noche cenando me ha sentado mal la cena de la ansiedad acumulada que tenia. Hoy ha sido un día para olvidar.
Menos mal que puedo contar con mi cielo que me consuela diciendo no te preocupes es algo pasajero date tiempo pasara

Identifican la proteína esencial para que persistan los recuerdos


Un equipo de investigadores argentinos logró identificar una proteína capaz de convertir un recuerdo pasajero en uno perdurable, informó hoy el diario local La Nación.

La administración de esa proteína sería la pieza clave para promover la persistencia y el almacenamiento de largo plazo de la memoria, señalaron los científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

El año pasado el equipo había descubierto que un recuerdo sólo persiste en el tiempo si cierto número de horas después de haberlo adquirido el cerebro sintetiza una proteína cuyas sigla en inglés son BDNF.

«En ese experimento, si se producía la síntesis de BDNF, los recuerdos duraban doce días, pero si la bloqueábamos, sólo dos. En este trabajo nos hicimos otra pregunta: ¿es posible convertir un recuerdo pasajero en persistente?», recordó uno de los investigadores, Pedro Beckinschtein.

Para probar su hipótesis, el equipo -entre cuyos integrantes también hay un miembro del brasileño Centro de Memoria de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul- comparó en roedores los efectos de dos protocolos de entrenamiento.

«En ambos, si las ratas bajaban de una plataforma se encontraban con una parrilla que les daba un golpe de electricidad, pero en un caso el shock era más suave que en el otro», describió Beckinschtein.

El experto agregó que mientras «un grupo formaba recuerdos que persistían durante doce días, el que recibía el golpe más suave sólo por dos, pero entonces a los animales del segundo grupo se les inyectaba BDNF en el hipocampo durante la fase de 'estabilización diferida' del recuerdo».

«Cuando medimos lo que tardaban en descender de la plataforma e hicimos el análisis estadístico, el efecto fue clarísimo: en el grupo que debió haber formado una memoria pasajera, tras la inyección de BDNF se había formado una memoria persistente», detalló.

Para otro de los investigadores, Jorge Medina, el hallazgo abre perspectivas insospechadas y «lo importante de este experimento es que demuestra que en principio sería posible modificar la duración de los recuerdos».

«Por ejemplo -dijo-, si uno pudiera intervenir bloqueando el sistema que genera persistencia cuando a una persona le ocurre algo traumático, podría hacer que ese recuerdo durara poco. Es decir, si pudiera manipular naturalmente o con fármacos la síntesis de BDNF, podría controlar su duración».

Medina dijo que tras los experimentos con animales el objetivo de los investigadores «es probar que este período de doce horas también actúa en las personas».

informacion para pacientes










El trastorno obsesivo compulsivo (T.O.C. u O.C.D.)

Considerado como una condición psiquiátrica grave refractaria a todo tratamiento, es hoy reconocido como un problema común que afecta al 2 – 3% de la población general. Basándose en estas cifras, se estima que existen más de 100 millones de personas que sufren de T.O.C. en todo el mundo.

El descubrimiento reciente de que los pacientes que sufren de T.O.C. responden positivamente a un grupo farmacológico particular ha venido a cambiar este punto de vista. Hoy no existen terapias para tratar a los pacientes con T.O.C., sino que el énfasis respecto a las causas de la enfermedad ya no está centrado en los factores psicológicos sino en la bioquímica cerebral. Como consecuencia, en los últimos años se ha producido un auge en la investigación de las causas bioquímicas de este padecimiento.

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Cuadro clínico prevalencia

La prevalencia del T.O.C. en la población general es cercana al 2 – 3%. En orden de frecuencia, el T.O.C. ocupa el segundo lugar entre todas las enfermedades psiquiátricas después de la depresión. Hoy se estima que su prevalencia supera la de la esquizofrenia, el trastorno por angustia (“panic disorder”) y la anorexia nerviosa. En la práctica, puede decirse que una de cada 50 personas sufre de T.O.C.

El T.O.C. afecta a hombres y mujeres de todas las edades y grupos étnicos, y por lo común comienza en la adolescencia o en los años iniciales de la vida adulta. Tiempo atrás, los pacientes esperaban unos siete años después del comienzo de sus síntomas, para pedir ayuda facultativa, y ello sólo si los síntomas eran lo suficientemente graves como para perturbar su vida social o su trabajo.

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¿Por qué razón sólo recientemente se ha reconocido el T.O.C. como una afección frecuente?

Generalmente, los pacientes que sufren un T.O.C. mantienen una extrema reserva acerca de sus síntomas y tienden a esconderlos antes que buscar la ayuda apropiada. Con frecuencia, los síntomas obsesivo-compulsivos son egodistónicos, es decir que el paciente los considera insensatos o excesivos, y por lo tanto, se siente avergonzado. En muchos casos, el contenido de las ideas obsesivas tiene que ver con el causar daño a otros, lo que dificulta aún más su revelación.

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¿Cuál es la probabilidad de que los pacientes con T.O.C. padezcan otras enfermedades?

Un 70 – 80% de los pacientes con T.O.C. desarrollan depresión. Muchos de ellos consultan por depresión o por otros fenómenos secundarios al T.O.C., como por ejemplo irritación cutánea, sin revelar la causa del problema, a menos que se les interrogue específicamente. Por tal razón, es de suma importancia que tanto las ideas obsesivas como las compulsiones del paciente sean discutidas con el médico.

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Características del T.O.C.

El T.O.C., es un trastorno crónico y debilitante. Fundamentalmente, se caracteriza por pensamientos recurrentes, invasores y no deseados por el paciente (obsesiones) que causan ansiedad y/o conductas irracionales, repetitivas y ritualísticas que el sujeto se ve obligado a llevar a cabo (compulsiones).

Entre los síntomas comunes de este trastorno están las obsesiones sobre contaminación y el temor de agredir a otras personas. Entre las compulsiones, se encuentran las conductas excesivas de verificación, lavado, cálculo, ordenación, organización y acumulación. La mayoría de los pacientes con T.O.C., presentan síntomas obsesivo–compulsivos múltiples.

Frecuencia de los síntomas obsesivo-compulsivos:

Obsesiones % de 200 pacientes

Contaminación

45

Duda patológica

42

Desagrado con las funciones fisiológicas

36

Necesidad de orden o simetría

31

Agresión

28

Sexual

26

Obsesiones múltiples

60

Compulsiones % de 200 pacientes

Verificación

63

Lavado

50

Cálculo

36

Interrogación/ confesión

31

Simetría/ precisión

28

Acumulación

18

Compulsiones múltiples

48


Generalmente el T.O.C. se mantiene durante muchos años, en ese tiempo los síntomas pueden variar en intensidad. Al principio el paciente puede ser capaz de mantener su sintomatología obsesiva-compulsiva bajo control. A veces los rituales compulsivos ocupan tanto tiempo que pasan a dominar toda la vida del individuo, entorpeciéndola seriamente. En otros casos, el paciente se adapta mejor a sus síntomas obsesivo-compulsivos aunque su rutina diaria se ve afectada de forma significativa.

A continuación se describen cuatro casos que ilustran formas típicas del T.O.C.

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Temor a la contaminación

Una estudiante adolescente está convencida de que si toca los tiradores de las puertas u otros objetos se contaminará con microbios y suciedad. Ella emplea largas horas del día en el lavado de sus manos y evita todo trato social con otras personas debido al temor de contaminarse.

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Verificación compulsiva

Una joven madre está persuadida de que causará daños a sus hijos. Incapaz de apartar de su mente tales pensamientos obsesivos, ella comprueba una y otra vez en los paquetes la composición de los alimentos, con el fin de asegurarse de que no va a envenenar a sus hijos.
Un vendedor con éxito, está convencido de que un bulto en el camino es un cuerpo humano y de que mientras conducía ha tenido a una persona. Como consecuencia de esto emplea diariamente largas horas en desandar su recorrido para asegurarse que no hay ningún herido que yace en la carretera.

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Tareas repetitivas

Un abogado de mediana edad se ve obligado a contar y luego ordenar en forma precisa los objetos de una repisa. Antes de marcharse a la oficina, se obliga a realizar esta secuencia hasta quedar enteramente satisfecho. Si comete errores, debe repetir el ritual desde el principio, lo que con frecuencia le hace llegar muy tarde a su trabajo.

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¿Todos los pacientes con T.O.C. presentan síntomas obsesivos compulsivos?

La mayoría de los pacientes presenta síntomas de ambos tipos, obsesivos y compulsivos. Sólo unos pocos muestran obsesiones o compulsiones en forma aislada.

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¿Se dan cuenta los afectados de T.O.C. de que su conducta es anormal?

por lo general los que sufren este trastorno se dan perfecta cuenta de lo irracional de su conducta. A menudo esta percepción les hace temer que los demás les crean “locos” y les hace reservados acerca de sus síntomas. A su vez, ello contribuye a aumentar su resistencia a recibir tratamiento.

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¿Cómo se puede distinguir entre conducta compulsiva y perfeccionismo?

El T.O.C. no debe ser confundido con los rasgos de meticulosidad y exactitud, relacionados con la obtención de altos niveles de ejecución en el trabajo o en el ocio. El perfeccionista cree que todos deberían esforzarse en conseguir su elevado nivel, mientras que el aquejado de T.O.C. tiene conciencia de que sus obsesiones y compulsiones carecen de sentido y son excesivas. Bien desearía el paciente librarse de las dificultades que le ocasionan esos síntomas. El ímpetu que impulsa al perfeccionista difiere fundamentalmente de la autodestructividad que caracteriza a esas obsesiones y rituales que abruman a la víctima del T.O.C.

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¿Qué se sabe de las causas del T.O.C.?

El T.O.C. fue considerado como una enfermedad de origen psicológico, relacionada con actitudes profundamente enraizadas en ciertas experiencias de la infancia, como por ejemplo un énfasis exagerado en la limpieza. Sin embargo, el descubrimiento reciente de que los pacientes que padecen T.O.C. responden a una determinada familia de fármacos ha proporcionado un indicio de que la enfermedad tiene una causa neurobiológica. El factor clave en este trastorno parece ser la serotonina, un neurotransmisor natural que se encuentra en el cerebro como partícipe del proceso de transmisión de los impulsos nerviosos. Investigaciones recientes que han utilizado técnicas capaces de evaluar el funcionamiento cerebral han demostrado que los pacientes con T.O.C. tienen un patrón de actividad cerebral que difiere del que se encuentra en individuos normales o en aquellos que padecen otras enfermedades mentales, añadiendo así una nueva evidencia a favor de la teoría biológica del T.O.C.

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¿Puede la depresión causar el T.O.C.?

Debido a la elevada incidencia de depresión que se observa entre los pacientes con T.O.C., se ha creído durante mucho tiempo que ese desorden sobrevenía como consecuencia de la enfermedad depresiva. En la actualidad se piensa que en la gran mayoría de los casos, la depresión ocurre como complicación del T.O.C. y que estos dos trastornos tienen una causa neurobiológica diferente.

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¿Es el T.O.C. un trastorno familiar hereditario?

Se desconoce hasta que punto es ésta una enfermedad hereditaria, aunque existe alguna evidencia que sugiere que puede ocurrir en generaciones sucesivas de una misma familia.

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¿Puede el T.O.C. ser diagnosticado con facilidad?

Sí. La comprensión de la naturaleza de este trastorno y su reconocimiento han mejorado mucho en la última década, de modo que hoy resulta más fácil para los psiquiatras realizar un diagnóstico correcto.
Naturalmente, ello sólo puede ser posible so el afectado es capaz de revelar al médico sus pensamientos obsesivos y sus conductas compulsivas de manera franca y completa.

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El tratamiento de T.O.C.

Las perspectivas para las víctimas del T.O.C. han cambiado en la última década. Los enfoques psicoanalíticos tradicionales, basados en la exploración de origen infantil del desorden no han resultado, en definitiva, ser eficaces.

La escena ha venido a cambiar considerablemente con el reciente descubrimiento de que los pacientes de T.O.C. responden a una familia particular de fármacos que poseen un efecto específico en la acción de la serotonina en el cerebro. Aún cuando estos medicamentos no logren siempre curar el T.O.C. por completo, su advenimiento, unido al desarrollo de formas específicas de terapias conductuales, ofrece al paciente una reducción muy significativa de la incapacitante sintomatología obsesivo-compulsiva que a menudo llega a perturbar su vida en forma substancial.
Resulta importante hacer un diagnóstico preciso del T.O.C. puesto que son los fármacos de un grupo específico el de los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina, los únicos que se muestran eficaces en este trastorno. Las benzodiacepinas, los antipsicóticos y la mayoría de los antidepresivos, no son eficaces en este sentido.

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¿Puede el T.O.C. curarse sin tratamiento?

En la mayoría de los casos, el T.O.C. es un padecimiento crónico. El trastorno por lo general dura muchos años con síntomas obsesivo-compulsivos que varían en intensidad. Sin embargo, una pequeña proporción de pacientes sufre un episodio único. El tratamiento farmacológico en combinación con la terapia conductual ofrece a estos pacientes la mejor esperanza de mejoría.

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¿En que consiste la terapia conductual para el T.O.C.?

Esta terapia se base en un programa estructurado, diseñado específicamente para cada paciente, cuyo objetivo es controlar la conducta ritualística. La terapia conductual se concentra en los síntomas y no en las supuestas causas, y aspira a cambiar la conducta de los pacientes haciéndoles enfrentar sus temores (terapia de exposición) y luego impidiéndoles la ejecución de sus rituales compulsivos (terapia de prevención de la respuesta). En muchos casos, los fármacos de efecto antiobsesivo pueden disminuir la intensidad de los síntomas a un nivel donde la terapia conductual puede ser adicional.

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¿Cuánto dura el tratamiento?

En los pacientes tratados farmacológicamente pueden requerirse hasta dos meses para que se observen efectos benéficos significativos, y aún bastante más para que se obtengan efectos máximos. Por el momento no está claro cuánto debe durar el tratamiento, pero si se considera la naturaleza crónica del padecimiento, la decisión de disminuir la dosis o concluir el tratamiento habitualmente ha de tomarse después de un año, por lo menos.

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¿Qué se debe hacer para tratar pacientes que sufren conjuntamente Depresión y T.O.C.?

Afortunadamente, todos los medicamentos eficaces en el T.O.C. son también efectivos en la depresión (aunque no todos los antidepresivos son eficaces en el T.O.C.). Por lo tanto, los fármacos con efecto antiobsesivo servirán también para tratar la depresión cuando ambos trastornos aparecen asociados.

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Información para los pacientes y sus familiares

Si Ud., un miembro de su familia o un amigo sufre de este trastorno le interesará saber que ahora se puede hacer mucho para ayudar al paciente, particularmente porque en la actualidad el T.O.C. es más ampliamente reconocido y existe un tratamiento eficaz.

Una persona con T.O.C. se da cuenta de que tiene un problema, ya que es característico en esta dolencia el tener conciencia de lo anormal de la conducta compulsiva. Familiares y amigos pueden también saber que el problema existe y en un deseo de apoyar el paciente aquejado del T.O.C., pueden colaborar en sus rituales, justificar los mismos o aparentar que ellos no existen.

El T.O.C. comúnmente está asociado con sentimientos de culpabilidad por parte del paciente, y ede enfado por parte de la familia. Pero, ya que se considera que el T.O.C. es un trastorno de origen bioquímico, resulta inapropiado culpar a nadie. En vez de ello, todas las energías debieran estar encaminadas hacia la obtención de un tratamiento adecuado y eficaz, el que hoy está disponible para todos los que padecen de T.O.C.

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Si Ud. Sufre de T.O.C. ¿Qué puede hacer para ayudarse a sí mismo?

En primer lugar, debe Ud. darse cuenta de que no está solo. Una de cada 50 personas padece el trastorno y con toda probabilidad sufre de obsesiones y compulsiones que son muy similares a las suyas.

En segundo lugar, Ud. no se está volviendo loco, y no hay razón alguna para avergonzarse de tener T.O.C.

Reconozca que sus obsesiones y su conducta compulsiva están, por naturaleza, más allá de su control.

En tercer lugar, discuta sus síntomas con su médico en forma franca y completa. Este profesional se encuentra familiarizado con este trastorno, ha de tomar en serio sus síntomas y está capacitado para tratarlos en forma efectiva.

En cuarto lugar, cumpla y mantenga el tratamiento aún cuando al principio la presencia de efectos colaterales pueda resultar desalentadora. Tome en cuenta que el tratamiento puede tardar varias semanas en producir efectos terapéuticos.

En quinto lugar, manténgase activo y salga de casa. Afrontar sus temores y evitar llevar a cabo sus conductas compulsivas le resultará beneficioso al reducir la influencia que el T.O.C. ejerce en su vida.

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¿Cómo puede Ud. ayudar a alguien que padece de T.O.C.?

En primer lugar, no culpe a la víctima. El T.O.C. no tiene nada que ver con ninguna debilidad de carácter y el paciente no alberga intención alguna de perturbar la vida de Ud.

En segundo lugar, haga todo lo posible para alentar al paciente a que obtenga ayuda profesional y apoye sus esfuerzos para tratarse.

En tercer lugar, evite verse envuelto en las obsesiones y compulsiones del paciente, ya que ello sólo actúa como reforzamiento de sus conductas patológicas. Ud. puede demostrar su preocupación y solicitud por el paciente por otros medios.

En cuarto lugar, trate de disminuir el impacto de la conducta obsesivo-compulsiva concentrándose en una relación normal con el paciente.

En quinto lugar, estimule y aliente cualquier logro, por pequeño que parezca, que el paciente obtenga en su lucha por superar sus síntomas.

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Información proporcionada por el: Laboratorio Pfizer



el caso de dolores

El caso de María Dolores: “Podría contaminarme.”
María Dolores es una señora de 36 años que trabaja como jefa de laboratorio en una empresa química. Desde hace un tiempo nota que se ha vuelto “más escrupulosa”. Siente a menudo que se puede contaminar y que puede contaminar a otros. Esto le obliga a lavarse las manos cada vez con más frecuencia, llegando a los 30 lavados diarios. En su trabajo manipula sustancias químicas peligrosas que justifican adoptar ciertas medidas de precaución. No obstante, reconoce que su cautela va más allá de lo razonable y acude a consulta psicológica precisamente porque teme que los demás puedan “notar algo” y considerar que ella es “rara”, lo que le impediría —según sus palabras— la promoción en su empresa. Cuando indagamos en su vida privada encontramos que esa “cautela” también se presentaba en casa: necesitaba lavarse las manos casi tantas veces como en el trabajo, la ducha duraba unos 30-40 minutos y debía seguir un orden concreto de modo estricto, cada lavado debía realizarse de un modo determinado para prevenir el contagio de gérmenes que podían quedar en el lavabo. En ocasiones los lavados debían repetirse más de lo habitual, hasta lograr una sensación de descontaminación completa. Lo que más le angustiaba era verse encerrada en una situación absurda: sabía que no se estaba contaminando con nada, pero le producía tanta ansiedad no lavarse que se veía obligada a ello, una y otra vez.
El trastorno
Lo característico del trastorno obsesivo-compulsivo es, precisamente, la presencia de obsesiones y compulsiones . Las obsesiones son pensamientos o imágenes que se entrometen en nuestra cabeza de forma involuntaria y que no los sentimos como propios. Es frecuente que quien sufre las obsesiones las considere absurdas, cuando no descabelladas. Alguno de mis pacientes ha tenido obsesiones realmente angustiosas. Una madre amorosa de sus niños temía hacer daño a sus hijos cuando le venían imágenes en las que se veía a sí misma apuñalándolos. Tenía miedo de ser realmente una persona con instintos homicidas y estaba profundamente deprimida por tantos pensamientos de ese tipo. Cuanto más luchaba por quitarse esas ideas de la cabeza, más le venían; y se veía impotente para controlar sus pensamientos.
Otro de mis pacientes definió muy bien la esencia de las obsesiones. Para él, las obsesiones son como abejas que te aguijonean sin cesar, una tras otra o varias al mismo tiempo. “Cuanto más luchas por espantar a las abejas, más te atacan” —concluía—.
Los tipos de obsesiones que se pueden padecer son muy variados:
Obsesiones de tipo agresivo: Miedo a dañar a otras personas, a uno mismo, a proferir insultos, blasfemias u obscenidades, miedo a cometer crímenes o aparecer como responsable de errores, fracasos o catástrofes, imágenes horribles o violentas, etc.
Obsesiones de contaminación: Preocupación por los gérmenes, la suciedad o los productos químicos, preocupación por las secreciones corporales (orina, heces, saliva), preocupación por contraer enfermedades, etc.
Obsesiones de contenido sexual: Miedo a ser homosexual, pedófilo o a cometer incesto, tener pensamientos sexuales considerados perversos o prohibidos y vivirlos con angustia.
Otros tipos: Miedo a no hablar, recordar o pensar correctamente, necesidad de orden, exactitud o simetría, necesidad de coleccionar cosas inútiles, etc.
Es frecuente que además de las obsesiones, el paciente presente compulsiones. Las compulsiones son acciones o pensamientos que realizamos para neutralizar o anular las obsesiones, con el objeto de sentirnos menos angustiados. Al no tener las compulsiones una lógica razonable para erradicar las obsesiones, los actos compulsivos sólo alivian la ansiedad de forma transitoria.
Los tipos de compulsiones suelen estar relacionados con las obsesiones que se padecen. Así, cuando tenemos miedo a la contaminación, evitamos tocar objetos o personas que creemos pueden estar contaminadas y, si eso no es posible, necesitamos lavarnos de forma compulsiva. Algunas compulsiones frecuentes son: lavado de manos, comprobar puertas (ventanas, llave del gas, aparatos eléctricos, etc.), acumular objetos inservibles y rezar de forma compulsiva.
En algunos casos las compulsiones son múltiples y se deben realizar en un orden determinado para producir un mínimo de alivio. Esto es lo que llamamos un ritual. En este caso, la ducha diaria, por ejemplo, puede durar 40 ó 60 minutos, o más incluso, porque debe hacerse en una secuencia estricta y si se produce algún error, por pequeño que sea, se debe comenzar toda la secuencia desde el principio.
La clave del trastorno
Todas las personas podemos experimentar, en un momento u otro de nuestra vida, imágenes o pensamientos absurdos y que nos vienen de forma involuntaria. Ése no es el problema. La clave está en cómo nos sentimos y qué hacemos cuando nos vienen esos pensamientos y esas imágenes. En la medida en la que me creo esos pensamientos, me siento de un modo distinto que si los descarto como absurdos y transitorios. Me explico: si me viene a la mente la imagen violenta de apuñalar a mi hijo, yo puedo pensar que eso es absurdo, porque yo quiero a mi hijo y no soy ningún homicida. Puedo pensar, tras leer este libro, que ese tipo de imágenes vienen de forma involuntaria, generalmente en situaciones de cierta tensión, pero que no revelan nada sobre mi forma de ser o mis instintos reales. En ese caso, no llegará a convertirse ese pensamiento en obsesión, ni se hará repetitivo, ni generará malestar.
Pero si yo cuestiono mi forma de ser y dudo sobre si sería capaz de cometer dicho crimen, si doy crédito a esos pensamientos, si me involucro, entonces comienza a tomar forma toda la alteración obsesiva. Dedico más atención a esos pensamientos y esos pensamientos se refuerzan, como cuando te quieres quitar una canción pegadiza de la cabeza; cuanto más tratas de echarla u olvidarla, más te viene.
Las compulsiones comienzan como una forma inicial de aliviar el malestar que genera la obsesión (“Si tengo miedo a contaminarme, pues me lavo y ya está”). Y al principio funciona. Realmente me siento mejor tras hacer la compulsión. Pero eso sólo es el principio del problema. Posteriormente, gracias a que he dado crédito a mis obsesiones, éstas me pasan factura llegando a extorsionar mi mente cada vez con más frecuencia. Porque cuanto más piensas en algo, más inevitable se hace seguir pensando en eso y tenerlo más presente. Conforme se consolida el trastorno obsesivo-compulsivo, el alivio de las compulsiones es cada vez menor y la necesidad de hacer más compulsiones aumenta sin producir alivio, llegando a ocupar cada vez más tiempo.


fuente:ansede.com

Toc Toc

TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO

Toc Toc

El Trastorno Obsesivo Compulsivo golpea a la puerta de la vida de una persona o una familia. Se trata de una enfermedad mental que tiene dos componentes fundamentales; las ideas obsesivas y los rituales compulsivos. Las ideas obsesivas se diferencian de las demás ideas por su carácter intrusivo y la ansiedad que le generan a la persona que las padece. Por ejemplo, a un padre responsable le viene la idea de que empujará a su querido hijo a las vías del tren, a un adolescente le asalta la idea de que tomará un cuchillo y apuñalará a la novia u otro ser querido. Un ama de casa siente que sus manos pueden estar contaminadas con microbios, una niña cree que puede haber alguien debajo de su cama. La lista de ideas obsesivas es infinita. Como respuesta a estas ideas obsesivas que generan mucha ansiedad aparecen los rituales compulsivos para tratar de neutralizar la ansiedad que generaron dichas ideas. La lista de rituales es tan infinita como la de ideas obsesivas. El padre que temía arrojar a su hijo al tren podrá contar números hasta tal cifra de una forma particular o podrá caminar por las calles esquivando las uniones de las baldosas, el adolescente podrá por ejemplo comprar compulsivamente flores a la persona que imaginó apuñalar, el ama de casa se lavará las manos decenas de veces, desinfectará cada rincón de la casa minuciosamente, la niña no se dormirá hasta haber verificado cuidadosamente que no hay nadie bajo su cama por ejemplo.La relación entre las ideas obsesivas y los rituales compulsivos puede ser lógica o no. Y puede darse en algunos casos que este solo presente el componente de las ideas obsesivas.

Una gran cantidad de personas sufre este trastorno en el mundo y en la Argentina. Se diagnostica el trastorno cuando la magnitud de los síntomas interfiere con la vida de la persona, impidiéndole, en los casos más severos, trabajar y tener una vida social normal. El trastorno suele aparecer a principios de la adolescencia, aunque puede llegar a aparecer en algunos casos despues de los treinta años. Se instala lentamente y comienza a interferir con distintas actividades del individuo y su familia. Mientras más tiempo se deje progresar el trastorno más difícil será la curación. Existen tratamientos protocolizados acerca del TOC, no muy conocidos por la mayoría de los terapeutas del país, que posibilitan una mejoría del trastorno y en algunos casos su cura. El tratamiento comienza eliminando primero los rituales compulsivos a través de una técnica que se llama EPR (Exposición y Prevención de Respuesta) lo que también reduce la carga de ansiedad que trae la idea obsesiva. Después se trabaja con diferentes técnicas sobre las ideas obsesivas remanentes. Los tratamientos Standard que combinan una terapia cognitivo conductual con farmacoterapia duran entre 10 y 20 sesiones. La acción conjunta de la medicación y la psicoterapia es la que ha demostrado los mejores resultados de recuperación a largo plazo de esta enfermedad.

fuente:Lic. Emilio Vignes Guerrero

luz al final del tunel


hola a tod@s en estos días va ha hacer un año de esta obsesión nueva bueno ya no tan nueva. recuerdo que en los últimos meses de 2006. lo estábamos pasando muy mal como consecuencia de un engaño por parte de un familiar muy allegado que nos estafo y nos dejo sin dinero sin trabajo y pagado un préstamo a cuenta de un negocio fantasma que nos ofreció en diciembre se cumplían 6 meses de engaños y de sufrimiento para nosotros que no comprendíamos como nos podían estar haciendo tantísimo daño ni porque aun hoy año y medio después no lo sabemos y seguimos con la espina clavada en el corazón. como consecuencia de todo lo que estábamos sufriendo los tres enfermemos mi chico una ulcera sangrante, nuestro gato tuvo un eccema en la piel producido por el estrés que había en casa y yo que siempre me he considerado la mas fuerte de la casa y que podía con todo me sentía muy vulnerable a la gente y eso me extrañaba tanto creía que tenia que haber salido fortalecida de la experiencia y fue todo lo contrario quede expuesta a las circunstancias y con depresión . en esas mismas fechas tuvimos una infección de garganta muy fuerte en cuestión de horas todas las personas que estuvimos en contacto amigos,conocidos,clientes caímos enfermos. después hemos sabido que algunos tuvieron que ir a el hospital de lo mal que se llegaron a encontrar los días posteriores supongo que fue algún tipo de infección vírica que portaba algún conocido yo tarde meses en recuperarme por completo. pues por si fuese poco lo que nos había pasado aun quedaba la bomba una niña de veinte años una personita a la que consideraba mi hermana pequeña. la que perdí siendo niña y ahora tendría su edad.(y que ahora es casi de la familia ) . aprovechando la ocasión se quiso venir a vivir a nuestra cama. preferentemente conmigo yo casi me muero del asco esa noche su confesión me provoco nauseas. enferma con fiebre y en estado de shock por la información recibida aparte de que me entere que estaba esperando a una situación así o a que muriese mi marido jajaja hoy me río solo de pensarlo. al día siguiente me desperté con fiebre y con una nueva obsesión pensaba que era culpa mía que había hecho o dicho algo repasaba mentalmente la conversación no podía dejar de repasar mentalmente una y otra vez me pareció tan terrible aun hoy me lo parece
y al mismo tiempo tímidamente empezaron los pensamientos a venir si nos servia una camarera jovencita me venia el pensamiento mira amatista como te gustan a ti si compraba una crema para la piel el pensamiento era es para cuidarte para tu joven amante me repugnaban esos pensamientos no me reconocía en ellos quería que se fuesen pero cuanto menos quería tenerlos mas me venían a la cabeza a los treinta y seis años de hoy para mañana empece a pensar que me había vuelto lesbiana no podía parar de llorar recuerdo que le preguntaba a mi marido un millón de veces cada día crees que alguien se puede volver así de un día para otro y el me respondía siempre lo mismo no te preocupes se te pasara date tiempo te has obsesionado es una obsesión como tantas otras que has tenido. pero yo solo quería morirme y terminar con todo. me despertaba llorando por las noches porque tenia pesadillas con esta persona veía una imagen era como ver una fotografía y me despertaba angustiada gracias a dios nunca tuve un sueño de otro tipo si no no se que habría echo. para mi el día eran 24 horas de obsesiones que intentaba alejar rezando,contando números pares hasta cien cada vez que venia el pensamiento y chocando los dedos para neutralizar los pensamientos
cada día que pasaba me sentía peor tenia la sensación de que no era yo me había vuelto loca. me habían robado la vida y la felicidad hasta ese momento era muy feliz a pesar de mis limitaciones que no eran pocas pues tenia miedo a los murciélagos perros gatos ratas y todo lo pudiese trasmitir la enfermedad de la rabia y salir a la calle para mi era muy angustioso pues solo de ver un animal suelto ya temía que me hubiese contagiado a pesar de que no se había acercado ni siquiera a mi. también debo decir que desde ese día no he vuelto a tener miedo nunca mas ni a los murciélagos ni a nada de lo que antes me obsesionaba.pero seguía siendo angustioso salir a la calle empece a pensar en que me fijaba en todas las mujeres si miraba era por que me gustaba. tenia la ansiedad disparada no quería salir a comprar. deje de ver la tele por que analizaba el mas mínimo detalle y de oír la radio. perdí la amistad con mis amigas
por que me producía mucha ansiedad el quedar con ellas y tuve que dejar mi trabajo por que estaba agotada física y mentalmente. este texto tan largo. para mi es tan solo el resumen de la pesadilla vivida este ultimo año. siempre digo lo mismo si un día antes me hubiesen dicho que iba a tener esta obsesión me habría reído de quien me lo hubiese dicho. también debo decir que seis meses después de empezar con la medicación ahora puedo decir que cada día soy mas yo
y cada día tengo menos miedo he ganado en calidad de vida pero se que todavía me queda mucho camino. hoy puedo decir que estoy empezando a ver la luz al final de el túnel.
pero también se que pasara mucho tiempo antes de que vuelva a confiar en el ser humano

Programas de ayuda

Programas de ayuda

El hospital público Ramón y Cajal de Madrid cuenta con un programa monográfico de acceso libre a pacientes sobre el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Según Jerónimo Sáiz, jefe de Psiquiatría de este centro, todos los pacientes, familiares e interesados pueden llamar al teléfono 91 336 83 92 y solicitar una cita.

"Trabajamos en todos los aspectos clínicos y de investigación de este trastorno, que está infradiagnosticado. Los pacientes con TOC suelen ser muy reservados con relación a su problema y esperan una media de 7,5 años antes de solicitar ayuda médica", afirma Sáiz.

Este experto, en colaboración con un equipo de psiquiatras españoles, ha fundado la Asociación TOC, que facilita todo tipo de información gratuita sobre la enfermedad en el teléfono: 934 954 536 y en Internet: www.asociaciontoc.org.

Para Eduardo García Camba, jefe de Psiquiatría del hospital Universitario La Princesa de Madrid, la enfermedad genera gran sufrimiento en los propios pacientes y en su entorno. "Ellos mismos", dice, "son conscientes de lo absurdo de sus obsesiones y compulsiones, pero admiten que son esclavos de ellas. Se trata de un proceso que interfiere mucho en la convivencia y que dificulta notablemente las relaciones de pareja. Además de lo maniáticos que resultan ante los demás, a veces se comportan de un modo desabrido y desagradable, que sólo es un escudo para proteger sus sentimientos".

Sin embargo, los actuales tratamientos farmacológicos y de psicoterapia están dando unos resultados muy satisfactorios, permiten a los pacientes hacer una vida normal si son disciplinados y libran del quirófano a enfermos que hace años eran sometidos a grandes operaciones de neurocirugía, a tenor de lo que señala Francisco Alonso-Fernández, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid.





Obsesivos y compulsivos


Tienen un temor exagerado a contaminarse por gérmenes al tocar algo. Les aterroriza la idea de que fallezcan seres queridos que están sanos. Les asaltan pensamientos prohibidos, sobre todo relacionados con el sexo y lo religioso. Se imaginan la pérdida del autocontrol o el impulso irrefrenable de agresiones injustificadas hacia otros. Dudan constantemente de si han apagado el gas o la luz y si han cerrado los grifos o la puerta de casa. Éstas son algunas de las obsesiones que con más frecuencia torturan a las personas que sufren el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), obsesiones que tienen su correspondencia en algunas de las siguientes compulsiones o rituales compulsivos que esclavizan sus vidas: se lavan las manos hasta 100 veces al día; comprueban reiteradamente si han apagado la luz y el gas y si han cerrado los grifos y la puerta de casa; realizan determinados actos cotidianos (levantarse, asearse, vestirse) siempre de la misma manera, como si de un ritual parsimonioso se tratara; se ven obligados a acometer ciertos actos porque, si no, puede ocurrir una desgracia. Los más religiosos se santiguan reiteradamente o rezan cuando les asaltan pensamientos prohibidos.


La sobrevaloración del triunfo en la sociedad actual favorece la aparición del trastorno

El trastorno obsesivo-compulsivo afecta al 1%-3% de la población occidental

El rey español Felipe II es un personaje de la historia con claros rasgos obsesivo-compulsivos, según comenta en su libro Historia personal de los Austrias españoles el catedrático de psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid Francisco Alonso-Fernández. Este especialista, que habló la semana pasada sobre el trastorno obsesivo-compulsivo en los cursos de verano de la Complutense en El Escorial, recuerda la figura de "un Austria, cuyo perfeccionismo obsesivo le permitió conquistar sus mejores galas de gobernante y cuyo puritanismo le catapultó al fanatismo teñido a veces de crueldad y a la adopción de medidas fantasiosas, como la de dejar escrito en su testamento que se dijeran más de 32.000 misas por su alma".

Si hasta hace dos décadas este trastorno se consideraba poco frecuente (con una de cada 10.000 personas afectadas), tras los estudios realizados en la década de 1980 por Myers y Robins se admite que actualmente tiene una prevalencia del 1% al 3%.

"Es una enfermedad mental que ha registrado un notable aumento en los últimos años. Una razón es que disponemos de más conocimientos y medios para diagnosticarla. Pero también hay que admitir que vivimos en una sociedad que sirve de caldo de cultivo al ensalzar ideales de la ética protestante, como es alcanzar el éxito y el triunfo en esta vida para poder ganar la venidera. Ahora se sobrevaloran la escrupulosidad, el perfeccionismo y la entrega al trabajo duro", afirma Alonso-Fernández.

Su prevalencia es levemente superior en la población femenina (en una relación aproximada de 1,1 mujer por 1 hombre) y tiende a exacerbarse cuando descienden los niveles de estrógenos (periodo premenstrual y posparto). Aunque puede aparecer desde la infancia, en la mujer suele debutar a partir de los veinte, precedido por acontecimientos vitales desfavorables y se manifiesta en crisis episódicas con oscilaciones de intensidad. Sin embargo, en el hombre suele aparecer más precozmente pero de forma insidiosa y tiene un curso más continuo. Se observa que suele presentarse en personas de rango intelectual medio-alto y con un estado civil de soltería, por lo raros que resultan a los demás y lo difícil que a veces es la convivencia con ellos.

En palabras de Jerónimo Sáiz, jefe de Psiquiatría del hospital Ramón y Cajal de Madrid, las investigaciones y los métodos de neuroimagen revelan que el TOC se sustenta biológicamente en unos sistemas neuroquímicos y unos circuitos neuroanatómicos.

"En estos pacientes se observa un déficit de serotonina y una hiperactividad de la dopamina, dos neurotransmisores directamente implicados. También se encuentran alteraciones en la comunicación entre la corteza orbitaria, situada en la parte frontal del cerebro, y los ganglios basales, que son estructuras más profundas".

Como señala Eduardo García Camba, jefe de Psiquiatría del hospital Universitario de La Princesa de Madrid, en el TOC hay tres grandes tipos de conducta: lavado constante de manos y miedo a ser contaminados, comprobación y verificación continua de ciertos actos y precisión, lentitud y parsimonia en multitud de rituales.

"También les asaltan", explica, "ideas mágicas y de tipo supersticioso, como no pisar determinadas baldosas o ir siempre por el lado interior o exterior de la acera. Los que son muy religiosos se ven invadidos por inmensos sentimientos de culpa si han tenido algún pensamiento prohibido en relación con el sexo o con lo sagrado. Todo ello genera una gran carga de ansiedad y algunos incluso tienen que ser tratados por depresión. No obstante, no son agresivos, violentos ni peligrosos".

fuente:el país.com salud