Una de cada 50 personas sufre el trastorno obsesivo compulsivo


Una de cada 50 personas sufre el trastorno obsesivo compulsivo






Es una enfermedad que consiste en ser avasallado por pensamientos violentos y angustiantes y en hacer rituales para evitarlos. Puede aparecer en la infancia y se trata con medicación y psicoterapia.







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Laura Haimovichi
Ramiro usa guantes aunque sea verano. Tiene miedo de contaminarse.


En una hora, María verificó 30 veces que su oficina estuviera cerrada.


Graciela acumula cajas. No sabe para qué pero no puede dejar de guardarlas.


Martín ordenó por vigésima vez los papeles de su escritorio. Quiere estudiar, pero apoya una taza y altera el orden. En vez de estudiar, comienza a ordenar de nuevo.


Julián duda de todo. Dejó de vivir solo porque no sabe qué comer ni qué ponerse. Su mamá lo hace por él. Julián no puede elegir.

Obsesión por la limpieza, por verificar todo, por acumular, por ordenar simétricamente y no poder elegir. Esas son cinco formas en que puede llegar a expresarse el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), una enfermedad psiquiátrica que altera la vida de quien lo sufre.

Aunque puede adoptar diferentes formas, el TOC tiene dos características básicas: ser avasallado por ideas o imágenes violentas y angustiantes denominadas "bizarras" (por ejemplo: creer que se va a tener cáncer por "contagio"), y realizar "rituales" para intentar neutralizar las obsesiones (como bañarse treinta veces por día). La persona con TOC cree que si no concreta el ritual, se va a desencadenar un hecho trágico.

Claro que esos rasgos deben persistir durante mucho tiempo para considerarse una enfermedad. Y en el caso de los chicos, esos rasgos no deben confundirse con la necesidad de repetición que forma parte de su proceso de aprendizaje.

El Trastorno Obsesivo Compulsivo es el problema que padece el personaje que encarna Adrián Suar en su nueva película, El día que me amen. Antes, Jack Nicholson había animado a un exitoso escritor con TOC, en la película Mejor imposible, donde usaba guantes para no "contagiarse la suciedad" y caminaba evitando tocar las unión de las baldosas.

Según la Asociación Americana de Desórdenes de la Ansiedad, al TOC —llamado antiguamente "locura razonante" porque los enfermos se dan cuenta de lo que les pasa pero no lo pueden evitar— lo padecen una de cada 50 personas adultas y uno de cada 200 chicos.

Para el doctor Oscar Carrión y el psicólogo Gustavo Bustamante, presidente y vice de la Fundación Fobia Club, puede aparecer en la infancia, aunque la persona obsesiva compulsiva —o su familiar— suelen demorar hasta siete años en recurrir a un especialista. "Para que surja son necesarios una carga genética, una lesión física como haber sufrido meningitis o tener padres con TOC", señala el doctor Carrión.

A diferencia del psicótico, que está enajenado de la realidad, el obsesivo compulsivo sabe qué le pasa, se siente ridículo y hasta humillado por lo que le sucede. A tal punto que, en muchos casos, a sus síntomas le suma la fobia social, es decir el miedo a relacionarse con los demás.

"Cuando las obsesiones y compulsiones no son pasajeras e interfieren en un normal desarrollo de la vida conviene consultar a un especialista", dice Bustamante.

La modalidad terapéutica actual es combinar psicofármacos, como la clomipramina, con psicoterapia. "Al tratamiento con medicamentos, nosotros le sumamos la terapia cognitiva comportamental. Creemos que el trabajo en grupo es muy eficaz porque genera esperanza, la idea de que no se está solo y un mecanismo de identificación que genera una competitividad sana", explica el doctor Carrión. El Fobia Club organiza todos los martes a las 18.30 charlas gratuitas en Junín 1445, (4804-3750) Capital. Se puede también consultar en Internet: www.fobiaclub.com

La terapia cognitiva trabaja sobre el modelo del procesamiento de la información. Lleva gradualmente al paciente a que enfrente la situación que teme evitando el ritual compulsivo "para que desconfirme" su idea rara. Es limitada en el tiempo y centrada en el aquí y el ahora del paciente con un programa de tareas para realizar en su entorno habitual.

¿es esto lo que piensan de nosotros los psicologos?. 2 veredicto culpables de ser toc.


NEUROSIS OBSESIVA





El deber, objeto mismo de un mandato al mismo tiempo que expresión negativa de éste, es uno de los efectos primordiales de la obsesión.



El obsesivo es esclavo, prisionero, condenado a trabajos forzados.



Una vía se le ofrece a este Hombre-de-la-madre: la que conduce al padre, cuya voz fue tan débil que casi se volvió inaudible para la pareja imaginaria formada por la madre-hijo.



¿”Buena madre” la del obsesivo? ¿”Mala madre” de la histérica? ¿Qué papel jugará la madre en la formación del súper-yo tan intransigente del obsesivo? No obstante, es el súper-yo el que traza la vía hacia la realidad y ordena un goce que el sujeto rechaza y del que se defenderá en la cura psicoanalítica.



Asediado, el obsesivo no teme a nada tanto como a la brecha por la que alguna cosa indefinible y no controlable se introduce en su economía, cuyo fundamento es la homeostasis.



El obsesivo se asemeja a una formidable fortaleza que monta guardia al borde de un desierto.



La neurosis obsesiva es una forma de defensa contra toda tentativa de acercamiento o de aprehensión. Una defensa erigida no contra el otro, sino contra el goce del Otro.



La defensa sostendrá al deber, no sólo participa de la estructura, sino de la del fantasma y del deseo.



Sintomatología



El histérico organiza su sintomatología con el objeto de afirmar su subjetividad, su ser de sujeto, el obsesivo organiza la suya para salvar su subjetividad, y no para deshacerse de ella.



En la histeria la motivación inconsciente de las conductas está dominada por el principio del placer. En la obsesión por una trasgresión de ese principio.



Conducta



Si la conducta de la Histeria tiene como finalidad recrear un estado centrado en el objeto, en tanto que este es el soporte de una aversión, de una insatisfacción, en el caso del obsesivo, se presume que el objeto debe de haber aportado demasiado placer. Él siempre se las ingenia para evitar la finalidad y el fin de su deseo. El modo de funcionamiento del principio del placer es, en el obsesivo, evitar todo exceso. Este principio gobierna la búsqueda del objeto según las leyes de organización de la memoria, y esta búsqueda tiene desvíos que conservan el objeto a distancia, puesto que para él el objeto se fusiona con el objeto primordial.



Una madre fuera de la ley



La neurosis obsesiva se constituye en torno a la castración de la madre.



En relación al padre, el niño no ha dejado de desplegar una actividad continua e insistente no para sustituirlo, sino para solicitar su interposición explícita respecto a la madre. El obsesivo necesita un padre que se presente y permanezca como tal. Necesita asegurarse de que el lugar no puede ser ocupado.



Estas madres están fuera de la ley porque no dejan ninguna plaza vacante para la intercesión de una ley tercera que mediatizaría la fusión entre ellas y el niño.



El niño sirve a la madre, necesita al menos de este objeto, el niño, para decirle al padre que él es impotente, fallido. El niño es un medio, un órgano, para la madre. Así, el Nombre-del –padre no está de ningún modo forcluido; el deseo de la madre continúa estando referido al padre.



El obsesivo busca ser reconocido como sujeto; tal es su deseo, capturado en la trampa del deseo del Otro, por el que debe pasar. En lo que respecta a su libertad, ella se juega en otro terreno. El busca ante todo, hasta el punto de arriesgara perder la vida, un reconocimiento del Otro. A través de esa mirada del otro le es devuelta su propia imagen.



La madre toma a su hijo por un residuo, un resto-desperdicio, una basura: representantes del objeto a. El obsesivo no se verá nunca a si mismo más que como el Otro lo ve, puesto que este objeto es sin imagen: es vacío, es el agujero en el espejo, lo que falta en el cuadro.



Entre él y el Otro, instala una barrera infranqueable que se obligará a mantener. Dedicará su vida a construirla, agotará su tiempo y su energía en garantizarla.



La castración del Otro implica entonces que él, en tanto objeto que palia la falta del Otro, desaparezca.



Nos es necesario admitir que el obsesivo quiere estar muerto respecto al saber del Otro: hacerse el muerto para salvar su estatuto de sujeto.



En el fundamento del síntoma: la madre



Lo que genera la neurosis es el encuentro de un fallo del garante en la castración del Otro simbólico.



Follar es el acto del que el obsesivo es incapaz. Con frecuencia, la vida sexual de este sujeto es de una enorme pobreza. En cambio, hacerse follar es una de sus desgracias y favoritas experiencias cotidianas.



Eclipse del sujeto



El obsesivo se presenta más dividido que nadie, al punto de que, cuando se le ocurre una idea, a ésta le sigue otra. Todo está en él simbolizado, excepto su deseo.



Su modo de salvaguardar el falo lo preserva como sujeto deseante, aun cuando el precio sea la angustia. A través de ella, él sostiene su deseo. Decir que el obsesivo sostiene su deseo como imposible, significa que incluso si, debe hacerlo pasar por su propia cadena a trabajos forzados; esto comprende incluso los goces austeros o los sacrificios y mutilaciones que se impone, en distintos grados, en el dominio de sus deseos. Por cada satisfacción, un sacrificio en el altar del deseo del Otro.



Desde el momento en que se afirma el deseo del Otro, el obsesivo desaparece. Negándolo, podrá afirmar y sostener la permanencia y la consistencia de su yo.



Una castración que salvaguardar



En una pura mascarada, la madre muestra al padre que su hijo puede cumplir el papel que él no es capaz de sostener. En este sentido, ella permanece en la demanda frente a su compañero-esposo, a quien no desea. El niño mantiene a distancia esta verdad de la pareja. Hijo imaginario de un hombre imaginario, el sujeto se encuentra desde entonces en conflicto en este lugar en el que el Otro se impone, exhibiendo y rechazando la castración. De allí esta observación de Lacan:



“ El obsesivo es alguien que no está nunca verdaderamente allí (..) donde hay en juego alguna cosa que podría ser calificada como su deseo”.



La modalidad obsesiva de defensa contra el deseo es doble: esta defensa contra su propio deseo, que caracteriza al niño, es también defensa contra el deseo de la madre.



Con el obsesivo nos enfrentamos a una especie de mascarada de la masculinidad; la diferencia de sexos no está en juego. Las cosas son para él asunto de vida o muerte.



En su falso semblante de masculinidad, el obsesivo será desenmascarado por su compañera de elección, la histérica, para quien la cosa es fácil, puesto que todo hombre no puede ser más que falso.



La angustia



La angustia se manifiesta en el obsesivo cuando él se ve identificado con el objeto que causa el deseo del Otro.

El obsesivo quiere sacrificarse, pero a condición de que el Otro no goce.



El deseo del Otro dirigido al ser, es un deseo que tiene por efecto anular al sujeto, puesto que éste se convierte en objeto causa del deseo del Otro. El obsesivo no sabe qué objeto él es para el Otro.



Del síntoma a los fantasmas



En el obsesivo, todo acercamiento al objeto de su deseo chocará con “un verdadera bajada tensión libidinal”. Para que el deseo se mantenga, el objeto deberá permanecer velado, a distancia.



Mantener el deseo a distancia



En el obsesivo, la dificultad causa y sostiene el deseo. El Otro queda en posición de omnipotencia sobre todo por su poder de rechazo y no por su poder de frustración.



Es desde esta posición que se determina la estructura del obsesivo: el Otro lo posee y lo arruina. El obsesivo debe mantenerse a cierta distancia de su deseo para que ese deseo subsista. La prohibición tiene por función sostener el deseo.



El problema del obsesivo no es, como en la fobia, saber si la madre tiene o no al falo, sino saber lo concerniente a su deseo; si é es o no eso que desea al Otro.



El obsesivo se sitúa en una problemática del ser: es necesario destruir el objeto que causa el deseo del Otro. De allí el retorno de la pulsión sobre la propia persona, dado que la madre lo señala a él como objeto sustitutivo. De él depende entonces destruirse. En sus impulsos agresivos manifiesta hasta qué punto el falo es para él algo peligroso. En consecuencia, si él es el falo, no sólo es objeto, sino que es peligroso. Contaminar o ser contaminado.



La agresividad hacia su compañera es clara. El otro se toma a sí mismo por el falo. Es a ese título que él puede querer destruirlo. Pero siempre se trata de la misma formulación: “Tú quieres destruir eso que ella (la madre) te demanda ser”.



Para el obsesivo, todo lo que aparece en el campo del deseo está ligado a la culpabilidad. “El deseo es una demanda sometida a la ley”. Lacan llega a afirmar: “El deseo es la ley”. Para el obsesivo, toma “un carácter de condición absoluta”.



El Otro no debe desear, porque entonces sería necesario ser el objeto de su demanda y morir como ser-sujeto-deseante.



El sujeto estructurado bajo el modo obsesivo necesita ocupar siempre una tercera posición frente al deseo del Otro, para que se sostenga la relación con su propio deseo y el objeto que lo causa.

Estructura y obsesión: un discurso



En la escritura del fantasma del obsesivo, él es a’ y no a, porque nada podría identificarse a un vacío. El objeto a minúscula no es más de lo que es el gran Otro.



A diferencia de la histérica, que busca e interroga al amo para someterlo mejor, el obsesivo cuestiona aquello que lo domina, aquello a lo que él está sometido. Sostiene su posición de sometimiento.



El vacío emocional es patente: “Si aman a una mujer, no la desean, y si la desean no pueden amarla (…) fallo singular de la impotencia psíquica en cuanto que el objeto elegido para eludir el incesto les recuerde en algún rasgo (…), el objeto que de eludir se trate”.



La estructura obsesiva puede ser considerada como una verdadera enfermedad del saber. La histérica atribuye al Otro o bien un saber muy potente o uno débil; el obsesivo toma enteramente a su cargo las dificultades de su posición con respecto al saber, ahorrándole al Otro ese problema. Cuanto más cree más duda. La histérica no duda de nada y no cree a nadie.



Lo que el Otro demanda es el amor, un amor exclusivo. El objeto demandado es prueba de este amor. Esta demanda insaciable suscita la oscilación de la duda: o el amo o el deseo: o el yo o el desecho. Y ello tanto más cuanto que no hay amor sin odio. A ese yo, el obsesivo lo rodeará de todos sus cuidados: amor por el semejante; otro sí-mismo; en cuanto a él, es un desecho.



Ahora bien, la identificación imaginaria se sostiene porque no tolera el desecho. Los semejantes, que no están allí sino para proteger la angustia, son también el obstáculo que el sujeto mantiene en la vía de su deseo. Sin embargo, el persevera en su deseo. El odio resurgirá para destruir el obstáculo: él mismo.



Cuando el odio vuelve, él retrocede y duda aún más. La duda responde a una situación en la que la falta se borra; es una tentativa de reintroducir la falta.



Los componentes sádicos del obsesivo son: en primer lugar impulsos de autodestrucción.



El fantasma, vía de la realización del deseo.



El fantasma está estrechamente ligado al goce.

Fórmula del fantasma del obsesivo:

A ◊ φ (a, a’, a.’’, a’’’,…).



Los diferentes tipos de neurosis pueden observarse en el modo de organización del fantasma. Cada una de las estrategias aparece como una respuesta a la cuestión del deseo del Otro y se manifiesta estructurada allí por el fantasma según dos modalidades bien específicas. Pero cualquiera sea la neurosis, el fantasma permanece como la relación del sujeto con aquello que lo barra: el objeto perdido.

Para ser sujeto – y no falo imaginario de la madre- el obsesivo puede decidirse, a pesar de la dificultad, a ir en busca de su deseo por medio del análisis.



Impedido por la duda, el obsesivo se encuentra entre dos opciones: por un lado se defiende contra su deseo, por el otro, contra el goce supuesto del Otro: ¿Quién desea?. En ese punto de incomodidad aparece un goce que no engaña. Es un horror del cual es paciente no parece tener la menor conciencia.



Rasgos de “perversión”



El perverso desafía fundamentalmente a la ley del padre y, en el registro de esta dialéctica del ser fálico, hace intervenir la ley de su deseo, a la que impone como única ley, negando que ella deba fundarse en la ley del deseo del Otro.



El obsesivo goza de la idea torturante de ser el objeto adecuado al goce del Otro. Él está presente, en un sentido pleno, entre sus objetos. Su fantasma está fijado a su goce por esos significados privilegiados.



El obsesivo presenta una subordinación, una sujeción muy particular a ciertas personas. El obsesivo con frecuencia es incapaz de manifestar los sentimientos que experimenta, pero rechaza las lecturas que se pueden hacer de ello. Si bien coloca su deseo en la demanda del Otro, su goce no es ser el objeto del goce del Otro.



El deseo del Otro está, en principio, mediatizado por el significante fálico, ese que precisamente hace huir al obsesivo. Pero para que el deseo subsista, ese significante es necesario. El objeto está en manos del Otro, quien lo pone en peligro con una amenaza constante de destrucción. Denigrar el falo a través del cual puede presentarse el Otro es una finalidad que opone radicalmente el obsesivo con la histérica, quien cree en un Otro absoluto, ya sea un padre imaginario, un profesor.. El falo degradado será el referente de todo el mundo de objetos intercambiables del obsesivo.



El obsesivo señala con mayor agudeza la falla del Otro en ese punto preciso en el que el sujeto se desvanece. Felizmente nunca encontrará el complemento necesario para asegurar su deseo, al que busca en el campo del ideal del yo.



Del denominado sadismo al autosadismo.



Si el masoquista toma posición frente al Otro haciéndose para él objeto de goce, el obsesivo, por su parte, se prohíbe todo goce. Su goce está en esa prohibición misma. No será sádico ni masoquista, o todavía más, lo uno y lo otro. Busca y apunta al sujeto – él mismo- para desenmascarar allí el objeto – él mismo- posible causa del goce del Otro.



Los histéricos, temiendo la castración o la pérdida de amor, intentan influir sobre su entorno directamente. El obsesivo teme más la pérdida de protección de su propio super-yo; tiene miedo de tener que despreciarse a sí mismo. En consecuencia, importa poco lo que digan o hagan los objetos; él interpreta todo como perdones o acusaciones.

Soporte para una identificación



La histérica se empeña en destruir el deseo del otro y se encuentra en la incapacidad total de desear si el otro no expresa un deseo que haga de soporte al suyo; ella no puede desear sino el objeto del deseo del otro, lo que desencadenará una agresividad sin límites hacia el semejante que “le oculta cosas”.



Lazo social, a distancia de una mirada



El obsesivo tiene relación con tres mujeres: una para follar, una para amar y una para desear. La que es para amar es la mujer a la que no se acercará, ella es la mujer imaginaria que representa el falo y el goce prohibido; la mujer para follar es aquella a la que puede denigrar en la medida en que ella es objeto de intercambio, el falo que él execra: la mujer para desear es puramente simbólica.



Los objetivos de los síntomas obsesivos son: 1) construir o conservar intacto su yo ideal, 2) evitar un juicio a toda costa, así como los efectos del super-yo que lo acompañan y que engendran culpabilidad y angustia, 3) excluir toda alteridad que se situaría como siendo o representando al falo.



El padre, el deber y el analista



Situar la neurosis obsesiva del lado del discurso del amo es un fantasma de la histérica.



El obsesivo detesta todo lugar de dominio, pero le fascina aquello que es portador del imperativo de goce a acallar: la histérica.



Cuando el obsesivo encuentra en el otro a alguien susceptible de encarnar al Otro que goza, ya nada funciona. Él busca un otro que sirva de pantalla al Otro. Si esta función falla, los dos registros, simbólico y real, se confunden. El enunciado superyoico, el deseo, el amo, la muerte, el goce, la verdad, todo esta anudado a la imagen del alter ego y surge al mismo tiempo.



El obsesivo es una máquina de producir amo; pero un amo cuyos enunciados utilizará para borrar un goce que quiere ignorar para salvaguardar su fantasma. Para hacerlo, mantendrá cuidadosamente a distancia el lugar del Otro, donde se plantean las cuestiones del saber, el falo, el goce y la castración.



Lugar del analista



Para que sea posible recorrer un camino junto a otro susceptible de encarnar al sujeto supuesto saber, es necesario que el otro se convierta en Otro. Con las condiciones que llevan al obsesivo al análisis, la transferencia está establecida a priori. Si no oponemos al paciente un silencio que constituya un precipicio hacia la angustia y la muerte, lo más frecuente es que él sea un fiel aliado de la cura. Sus defensas son otros tantos índices del saber que detenta. Conoce bien su historia; sabe algo del deseo. Nos corresponde no atemorizarlo en sus movimientos de aproximación.



En un análisis, lo que sobre todo no debemos hacer es orientar al paciente hacia aquello que él no dejaría de leer como un orden surgido del deseo del analista. Un obsesivo que llega al análisis ya ha dicho no a la crueldad del Otro, a su traición. El Otro ya no merece su crédito. El orden simbólico es engañoso.



Si todo paciente dirige al analista una demanda implícita de reconocimiento, el obsesivo, por su parte, lo hace de una manera particularmente tangencial.



En la cura de estos pacientes, el psicoanalista sólo puede hacer signo.



Lo que hace entrar a un histérico en análisis es lo que hace salir al obsesivo.



Con el obsesivo, quizás se trate menos de no responder a la demanda que de hacer silencio a la menor emergencia del deseo.



¿Qué sentimientos han podido habitar, pues, en un niño cuyo padre no pudo reconocerlo más que como desecho y cuya madre no ha podido entreverlo sino como objeto apto para dejarla insatisfecha?



Sepamos oír su no: no reactivar a la madre y a su deseo letal. No ser el salvador de su subjetividad.

Resumen, “El infierno del deber, El discurso del obsesivo”. Denise Lachaud. Ed. del Serbal
http://217.126.81.33:501/psico/sesion/ficheros_publico/descargaficheros.php?opcion=colaboraciones&codigo=93

Explorando el papel que el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) tuvo que jugar en la desaparición de Howard Hughes


Explorando el papel que el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) tuvo que jugar en la desaparición de Howard Hughes

El Aviador, la película, que ganó Oscars en el 2001, cuenta la historia de los primeros cuarenta años la vida de Howard Hughes. Un hombre obsesionado con las mujeres hermosas (ninguna de las cuales lo hizo en una relación duradera con él), con la fabricación de películas (ninguna creadas en el molde de los clásicos como Ciudadano Kane, Lo que el viento se llevó o Casablanca), y con el diseño y vuelo de aviones más grandes y rápidos hasta cerca de su propio fallecimiento. Hughes padecía otra obsesión, ahora reconocida como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC).

La enfermedad no es tan poco frecuente: 1 de cada 50 de la población padece de la misma. El TOC se manifiesta por pensamientos obsesivos y comportamientos compulsivos. Hughes estaba obsesionado por la amenaza de infecciones microbianas de los alimentos y de su entorno, y reaccionó evitando el contacto con posibles fuentes de suciedad y por el lavado constante de las manos. Típico de los enfermos de TOC, tampoco podía dejar de repetir una y otra vez ciertas frases que le venían a la mente.
¿Que subyace en el TOC?

En lo profundo de nuestro cerebro se encuentra una estructura llamada cuerpo estriado. Esta se compone de dos partes conocidas como el núcleo caudado y putamen. Cada parte consta de una masa de células nerviosas, que están involucradas en el procesamiento de mensajes de otras partes del cerebro. Los mensajes tienen que ver con la información sensorial (como ver una mancha de polvo) y con la traducción de esa información en los movimientos del cuerpo (como frotar las manos). En las personas con TOC, parece que el núcleo caudado puede no estar funcionando correctamente.

Normalmente la traducción de las entradas sensoriales en salidas motrices (movimientos de partes del cuerpo a través de la inervación de músculos particulares) es suave y finita: se ve una mancha de polvo, las manos reaccionan para limpiarlas. Fin de la historia. Algunos sentimientos mal dirigidos y movimientos extraviados son de alguna manera filtrados. En el TOC el mecanismo de filtrado es defectuoso. Movimientos obsesivos, como frotarse las manos o la repetición de frases, son los resultados.

El Dr. Jeffrey Schwartz, un neurocientífico de la UCLA y director del Instituto de Westwood para los trastornos de ansiedad, aconsejó a Martin Scorsese (Director de “El Aviador”) y Leonardo DiCaprio (quien interpretó a Hughes) sobre las manifestaciones del trastorno obsesivo compulsivo. Él está bien calificado para hacerlo. Muchos de sus pacientes padecen de TOC, y su libro, Cerebro y Mente, fue lo primero que lo condujo a DiCaprio. La estrella de cine luego pasó varios días con algunos de los pacientes de Schwartz.

Nadie tenía ni idea de cuáles eran las causas del trastorno obsesivo compulsivo en esos días. Como resultado, las personas con los síntomas eran estigmatizados y no se trataban adecuadamente, si es que se trataban, dice Schwartz. Ahora la situación ha cambiado. La terapia de conducta, de la mano del Dr. Schwartz, parece ser un éxito notable. Depende en que el paciente reconozca que los pensamientos que conducen a su comportamiento particular son resultado de las señales inadecuadas en el cuerpo estriado y aprenda a no reaccionar ante ellas. La terapia no es muy diferente a la utilizada para curar una fobia a las serpientes teniendo una pitón en el regazo y aprendiendo a acariciarla.

El tratamiento del Dr. Schwartz consiste en enseñar al paciente una serie de pasos que él/ella tiene que seguir. La esencia es reconocer los pensamientos intrusivos, e insta a reetiquetar los pensamientos obsesivos y compulsiones. Por ejemplo, aprender a decir “no siento la necesidad de lavarme las manos” Siento una necesidad compulsiva de realizar la acción de lavar mis manos.

Para otras obsesiones y compulsiones, como puertas y aparatos de chequeos, y conteo innecesario de ciertos objetos (no necesito revisar la puerta: la cerré con llave, y así sucesivamente). El objetivo es controlar las respuestas de los pensamientos, e instar, a no tratar de controlar y apresurar los pensamientos mismos. Si los pacientes aprenden a realizar estas acciones sobre una base diaria, y continúan con estas medidas esencialmente autodidactas por períodos de semanas o meses, su TOC gradualmente se va a curar.

El TOC de Hughes no fue tratado: simplemente se convirtió en un recluso y murió en gran parte del hambre – a los 71 años de edad – solo en una habitación del Hotel Acapulco Princess en México, con las ventanas y la puerta selladas por cinta adhesiva.

Aquellos que han visto “El Aviador” recordarán las últimas palabras de la película, que narrado obsesivamente por Leonardo DiCaprio como Howard Hughes: El camino hacia el futuro, el camino hacia el futuro, el camino hacia el futuro. Creo que la película nos recuerda tres hechos. Uno al que ya me he referido: el TOC ya no debe ser considerado como un estigma, sino un trastorno tratable.

La segunda es que las ambiciones Hughes no excluyen la realización de dinero. Si Hughes no es el legado de sus películas o sus aviones (o descendientes de bonito), es en el éxito final de sus operaciones financieras. Antes de morir, dejó su fortuna para financiar todo lo que se ha convertido en una de las mayores fundaciones privadas de medicina en el mundo: el Instituto Médico Howard Hughes. La filantropía de Hughes lo pone firmemente junto a los hombres como Andrew Carnegie, Sir Henry Wellcome, y John D. Rockefeller. ¿De qué otro magnate del cine se puede decir lo mismo?

El tercer punto se refiere a mi encuentro con Jeffrey Schwartz, en Pasadena, California, como resultado de una entrevista para una revista titulada Vision Journal for a New World. Esta es la revista interna de una organización llamada Vision. Su objetivo es llevar la esperanza de que era inherente a la Iglesia Cristiana temprana la vuelta al mundo sin dogma litúrgica, de Judíos y Cristianos, Musulmanes y no creyentes por igual.

Ahora, ¿Qué hay de malo en eso?



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¿Qué es la ansiedad?


Trastornos de ansiedad

(Anxiety Disorders)
¿Qué es la ansiedad?

Liam siempre ha estado al cuidado de su hermano menor Sam. Pero cada vez que Sam llega tarde de su entrenamiento de fútbol, se preocupa tanto que no puede concentrarse en sus deberes. Liam mira el reloj, se preocupa e imagina lo peor: vienen a su mente imágenes de accidentes de autobús y teme, sin ninguna razón particular, que Sam pueda estar herido o muerto. Sólo cuando Sam llega a casa sano y salvo, Liam puede finalmente relajarse.

Es completamente normal preocuparse cuando las cosas se ponen estresantes y complicadas. Pero si las preocupaciones se vuelven abrumadoras, puedes sentir que están dirigiendo tu vida. Si pasas demasiado tiempo preocupado o nervioso, o si tienes dificultades para dormir por la ansiedad, presta atención a tus pensamientos y sentimientos. Pueden ser síntomas de un problema o un trastorno de ansiedad.

La ansiedad es una reacción humana natural que afecta a la mente y al cuerpo. Tiene una importante función básica de supervivencia: la ansiedad es un sistema de alarma que se activa cuando una persona percibe un peligro o una amenaza.

Cuando el cuerpo y la mente reaccionan al peligro o la amenaza, una persona siente sensaciones físicas de ansiedad: cosas como la aceleración del ritmo cardíaco y respiratorio, tensión muscular, las palmas de las manos que sudan, un malestar en el estómago y temblor en las manos y las piernas. Estas sensaciones son parte de la respuesta del cuerpo de "huir o luchar". Están provocadas por un aumento de la producción de adrenalina y otras sustancias químicas que preparan al cuerpo para escapar rápidamente del peligro. Pueden presentarse como síntomas leves o extremos.

La respuesta de lucha o huida ocurre instantáneamente cuando una persona siente una amenaza. Pocos segundos después, la parte del cerebro encargada de pensar (la corteza) empieza a procesar la situación y a evaluar si la amenaza es real, y en tal caso, cómo manejarla. Si la corteza envía la señal de no hay peligro, la respuesta de lucha o huida se desactiva y el sistema nervioso puede relajarse.

Si la mente razona que una amenaza puede durar, los sentimientos de ansiedad se prolongan, manteniendo alerta a la persona. Las sensaciones físicas, como la respiración rápida u superficial, las palpitaciones, la tensión muscular y el sudor en las palmas pueden continuar también.
Ansiedad normal

Todo el mundo experimenta sentimientos de ansiedad de vez en cuando. La ansiedad puede describirse como un sentimiento de inquietud, nerviosismo, preocupación, temor o pánico por lo que está a punto de ocurrir o puede ocurrir. Mientras que el miedo es la emoción que sentimos en presencia de una amenaza, la ansiedad es una sensación de un peligro, problema o amenaza que está por suceder.

Los sentimientos de ansiedad pueden ser leves o intensos (o intermedios entre ambos extremos), dependiendo de la persona y de la situación. La ansiedad leve puede sentirse como inquietud o nerviosismo. La ansiedad más intensa puede sentirse como miedo, terror o pánico. La preocupación y los sentimientos de tensión y estrés son formas de ansiedad. También lo son el miedo escénico o la timidez ante la posibilidad de conocer a gente nueva.

Es natural que ante situaciones nuevas, desconocidas o que suponen un desafío se produzcan sentimientos de ansiedad y nerviosismo. Tener que enfrentar un examen, una fecha especial o una presentación importante para la escuela puede desencadenar una ansiedad normal. Aunque estas situaciones no representan una verdadera amenaza para la seguridad de la persona, pueden hacer que alguien se sienta "amenazado" por la posible vergüenza, preocupado por cometer un error, por adaptarse a la situación, por atrancarse con las palabras, por ser aceptado o rechazado o por perder su orgullo. Las sensaciones físicas —como las palpitaciones, las manos sudorosas o las molestias en el estómago— pueden también estar presentes en la ansiedad normal.

Como la ansiedad hace que una persona se ponga en alerta, se concentre y se prepare para enfrentar posibles problemas, la ansiedad puede ayudarnos a hacerlo lo mejor posible en situaciones que requieren nuestra actuación. Pero la ansiedad que es demasiado fuerte puede impedir que demos lo mejor de nosotros. Demasiada ansiedad puede hacer que una persona se sienta abrumada, cohibida e incapaz de hacer lo que necesita hacer.
Trastornos de ansiedad

Los trastornos de ansiedad son problemas de salud mental que se relacionan con experimentar en exceso ansiedad, miedo, nerviosismo, preocupación o terror. La ansiedad demasiado constante o demasiado intensa puede hacer que una persona se sienta preocupada, distraída, tensa y siempre alerta.

La ansiedad ante los examenesLos trastornos de ansiedad se encuentran entre los problemas de salud mental más comunes. Afectan a personas de todas las edades, incluidos los adultos, niños y adolescentes. Hay muchos diferentes tipos de trastornos de ansiedad, con síntomas diferentes. Sin embargo, todos tienen una cosa en común: la ansiedad se presenta con demasiada frecuencia, es demasiado intensa, es desproporcionada respecto a la situación del momento e interfiere en la vida diaria de la persona y en su felicidad.

Los síntomas del trastorno de ansiedad pueden presentarse de repente o aumentar poco a poco y persistir hasta que la persona empieza a darse cuenta de que no está bien. A veces la ansiedad crea una sensación de fatalidad y aprensión que parece producirse sin ninguna razón. Es habitual en los que sufren de trastorno de ansiedad no saber qué está causando las emociones, preocupaciones y sensaciones que tienen.

Los diferentes trastornos de ansiedad se denominan con nombres que reflejan sus síntomas específicos.

* Ansiedad generalizada. Este común trastorno de ansiedad hace que una persona se preocupe excesivamente sobre muchas cosas. Alguien con ansiedad generalizada se preocupa excesivamente sobre la escuela, la salud, la seguridad de sus familiares y el futuro. Puede que siempre piense en lo peor que puede ocurrir.

Además de la preocupación y el terror, las personas con ansiedad generalizada tienen síntomas físicos, como dolor en el pecho, dolor de cabeza, cansancio, tensión muscular, dolor de estómago y vómitos. La ansiedad generalizada puede llevar a que una persona falte a la escuela o evite actividades sociales. En la ansiedad generalizada, las preocupaciones se sienten como una carga, haciendo que la vida se viva como algo agobiante o con una sensación de no tener control.
* Trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Para una persona con TOC, la ansiedad toma la forma de obsesiones (pensamientos negativos) y compulsiones (acciones para intentar aliviar la ansiedad).
* Fobias. Son temores intensos a situaciones específicas o a cosas que no son realmente peligrosas, como las alturas, los perros o caerse en un avión. Las fobias normalmente hacen que las personas eviten las cosas que le provocan miedo.
* Fobia social (ansiedad social). Esta intensa ansiedad se desencadena por situaciones sociales o por hablar delante de otros. Una forma extrema llamada mutismo selectivo provoca que los niños y los adolescentes tengan demasiado miedo como para hablar en ciertas situaciones.
* Crisis de angustia. Estos episodios de ansiedad pueden ocurrir sin una razón aparente. Una persona que sufre una crisis de angustia tiene síntomas físicos repentinos e intensos que pueden incluir palpitaciones, sensación de ahogo o falta de aliento, mareo, entumecimiento o sensación de hormigueo causados por una hiperactividad de las respuestas normales del organismo ante el miedo. La agorafobia es un intenso miedo a los ataques de pánico que hace que la persona evite ir a cualquier lugar donde sea posible que sufra un ataque de pánico.
* Trastorno de estrés postraumático (TEPT). Este tipo de trastorno de ansiedad es consecuencia de una experiencia del pasado traumática o aterradora. Los síntomas incluyen recurrencia de recuerdos de la experiencia, pesadillas y temor constante después del acontecimiento.

Cómo afectan los trastornos de ansiedad a las personas

Para las personas que sufren trastornos de ansiedad, los síntomas pueden sentirse extraños y provocarles confusión al principio. Para algunos, las sensaciones físicas pueden ser fuertes e inquietantes. Para otros los sentimientos de miedo y fatalidad pueden presentarse sin ninguna razón aparente que pueda hacerles sentirse asustados, desprotegidos o en guardia. Las preocupaciones constantes pueden hacer que una persona se sienta abrumada por cualquier pequeña cosa. Todo esto puede afectar a la concentración, la confianza, el sueño, el hambre y el aspecto.

Las personas con trastornos de ansiedad pueden evitar hablar de sus preocupaciones, creyendo que los demás podrían no entenderlos. Quizá teman ser juzgados injustamente, o que se les considere débiles o temerosos. Aunque los trastornos de ansiedad son comunes, las personas que los sufren pueden sentirse incomprendidas o solas.

Algunas personas con trastornos de ansiedad pueden culpabilizarse. Tal vez se sientan incómodas o avergonzadas, o piensen erróneamente que la ansiedad es una debilidad o un defecto personal. La ansiedad puede hacer que la gente evite ir a lugares o realizar actividades que les gustan.

La buena noticia es que en la actualidad los médicos entienden los trastornos de ansiedad mejor que antes y, con tratamiento, una persona puede sentirse mejor.
¿Qué causa los trastornos de ansiedad?

Los expertos no saben exactamente qué causa los trastornos de ansiedad. Parece que hay varios aspectos que intervienen, como la genética, la bioquímica del cerebro, una respuesta hiperactiva de lucha o huida, circunstancias estresantes de la vida y comportamiento aprendido.

Alguien que tenga un familia con un trastorno de ansiedad tiene una probabilidad mayor de de desarrollarlo también. Esto puede estar relacionado con los genes que afectan la química del cerebro y la regulación de unas sustancias químicas que se denominan neurotransmisores. Pero no todo el mundo que tiene familiares con un trastorno de ansiedad desarrollará problemas de ansiedad.

Las cosas que le ocurren a una persona en la vida pueden favorecer la aparición de los trastornos de ansiedad. Los terribles acontecimientos traumáticos que causan el TEPT son un buen ejemplo.

Criarse en una familia donde otros tienen miedo o están ansiosos puede "enseñar" a un niño a ver el mundo como un lugar peligroso. Del mismo modo, si una persona crece en un ambiente que es realmente peligroso (si hay violencia en la familia del niño o en la comunidad, por ejemplo), aprenderá a tener miedo o a esperar lo peor.

Aunque todo el mundo experimenta una ansiedad normal en ciertas situaciones, la mayoría de las personas —incluso las que experimentan situaciones traumáticas— no desarrollan trastornos de ansiedad. Y las personas que desarrollan trastornos de ansiedad pueden encontrar alivio con un tratamiento y cuidados adecuados. Pueden aprender maneras de manejar la ansiedad y sentirse más relajados y en paz.
¿Cómo se tratan los trastornos de ansiedad?

Para el tratamiento de los trastornos de ansiedad se debe acudir a profesionales de salud mental o a terapeutas. Un terapeuta puede estudiar los síntomas que presenta una persona, diagnosticar el trastorno de ansiedad específico e idear un plan para ayudar a que la persona encuentre alivio.

A menudo se utiliza un tipo concreto de psicoterapia que se conoce como terapia cognitivo-conductual (TCC). En la terapia cognitivo-conductual una persona aprende nuevas maneras de pensar y actuar en situaciones que pueden causar ansiedad y cómo manejar y enfrentarse al estrés. El terapeuta proporciona apoyo y orientación y enseña nuevas habilidades de afrontamiento, como técnicas de relajación o ejercicios de respiración. A veces, pero no siempre, se utiliza medicación como parte del tratamiento para la ansiedad.
¿Qué hacer?

Tratar el problema puede ayudar a que la persona se sienta que es otra vez ella misma, que se encuentra relajada y preparada para las cosas buenas de la vida. Alguien que esté experimentando un trastorno de ansiedad debería:

* Hablar con alguno de sus padres o con otro adulto sobre sus sensaciones físicas, preocupaciones y temores. Como los trastornos de ansiedad no desaparecen a menos que se traten, es importante decírselo a alguien que pueda ayudar. Si tus padres no te entienden, habla con un consejero escolar, con un religioso o con otro adulto en quien confíes.
* Acude a hacerte una revisión. Ve a ver a un médico que te asegure que no hay ningún problema físico que pueda estar causando los síntomas.
* Trabaja con un profesional de salud mental. Pide a un médico, enfermera o consejero escolar que te recomienden a alguien que pueda tratar problemas de ansiedad. Averiguar qué está causando los síntomas puede ser un gran alivio.
* Haz ejercicio de manera regular y come y duerme bien. Esto proporcionará a tu cuerpo y tu cerebro el combustible y el tiempo necesario para recargarse.

Intenta ser paciente y mantenerte positivo. Puede que tardes un tiempo en sentirte mejor y en encontrar el valor para enfrentar tus miedos. Pero abandonar la preocupación dejará más espacio para que experimentes mayor felicidad y diversión.

Revisado por: D'Arcy Lyness, PhD
http://kidshealth.org/PageManager.jsp?dn=KidsHealth&lic=1&ps=207&cat_id=20277&article_set=74995

a cada cual le ataca el toc con lo que mas seguro esta


hola a todos,
sigo contando un poco mi historia, ya he escrito por aqí, tengo 38 años, voy a ser padre en breve y quiero a mi novia con locura. Pero me siento atraido por los chicos...incluso mas que por las chicas, aunqeu las relaciones con mi novia son buenas, me lo paso bien...que me pasa? es esto compatible?
yo lo unico que a veces me alivia es cuando pienso y siento que , vale, tengo que aceptar la realidad por "dura" que sea, mi cuerpo siente como siente, quiero a mi novia y a mi futuro hijo y no quiero separarme de ellos...pero hay veces que esto no me vale, porqeu pienso que he sido miedoso, no me he atrevido a salir del armario etc...
que sepan qeu mi novia sabe y ha sabido todo esto desde que empezamos la relación, de hecho empezamos como amigos contándole yo este problema, aún así ella ha querido tener el niño, y me apoya en todo y le cuento todo.
pero aún así hay veces que me siento culpable.
tambien decir que he tenido otro tipo de obsesiones aunqeu la de ser gay es la que me ha triturado más.
actualmente estoy de baja laboral aunqeu espero volver ya la semana que viene, y llevo un año en tratamiento con anafranil, prozac y rivotril, aunque llevo desde los 20 en tratamientso intermitentes, dependiendo de la época.

Que pensáis de todo esto? Alguno ha pasado por lo mismo?

Muchas gracias por vuestra ayuda y comprensión.

Ismael
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Título del mensaje: Re: obsesion homosexualidad...o realidad?
eneco escribió:
hola a todos,
sigo contando un poco mi historia, ya he escrito por aqí, tengo 38 años, voy a ser padre en breve y quiero a mi novia con locura. Pero me siento atraido por los chicos...incluso mas que por las chicas, aunqeu las relaciones con mi novia son buenas, me lo paso bien...que me pasa? es esto compatible?


Es compatible. Dale gusto al cuerpo y andiamo via.







MensajePublicado: Sab 10 10UTC Jul, 2010 3:07 am Título del mensaje: Responder citando
Very Happy Very Happy Hola buenas noches...Eneco,trata de tomarte las cosas con calma,el AMOR es el sentimiento + hermoso y sincero que puede sentir una persona x otra ,es algo maravilloso ,te hace sentirte viva logra lo imposible.No lo vivas con culpa ,la unica persona que puede desidir sos vos ..si te atormenta esa idea ,lo que podrias hacer es charlarlo con tu psikiatra o con tu terapeuta ..disfruta el momento trata de ser feliz y AMAR CON EL CORAZON ...Te mando un beso grande y un abarzo Wink Wink Wink Wink
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TOCAME





MensajePublicado: Mie 28 28UTC Jul, 2010 11:54 pm Título del mensaje: Responder citando
yo te doy la solucion, acuestate con un tio y de Very Happy jaras la medicacion








disculpa mi pregunta, seguro que tu psiquiatra tambien te la ha realizado
tu has tenido relaciones sexuales con un hombre?
es que yo cuando tenia el TOC impulsivo al maximo a los 16 años, tenia un lio tant mental que hubo un tiempo que casi tenia claro que era gay
por eso me hace sospechar lo que dices, llegar a la relacion sexual con un miembro del mismo sexo es la comprobacion clave
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TOCAME
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MensajePublicado: Vie 30 30UTC Jul, 2010 2:13 am Título del mensaje: Responder citando
hola, yo soy gay, y creo que ningun psiquiatra haria una prueba como yo le he propuesto a Eneco.Por que se la he propuesto yo? porque estoy convencido de que eneco no es gay, creo que confunde una cosa: a Eneco le gustan los hombres esteticamente, vamos que sabe cuando un tio esta bueno y cuando otro no, y confunde esto con que le gustan los hombres sexualmente, por eso le propongo que se acueste con un tio y comprobara que simplemente es que tiene buen gusto pero que de gay nada. Esa es mi teoria Very Happy
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eneco
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MensajePublicado: Vie 30 30UTC Jul, 2010 10:24 am Título del mensaje: Responder citando
hola
os agradezco un montón vuestras opiniones.
se me olvidó deciros que ya he probado varias veces con tíos, en saunas, cruisings y demás; todas las veces iba a estos sitios arrastrado por una ansiedad enorme, como si me diera igual todo, y después de la experiencia, me sentía fatal, bueno, fatal es decir poco. A punto estuve una vez de matarme con el coche, cuando estaba llorando a rabiar...
pero claro, tambien pensaba...a lo mejor es qeu me desespero porqeu todavía no me acepto, no tengo c. de salir del armario...
pero no se, sentía que había algo más, además qeu a mi novia (pq ésto lo hacía con mi novia, siempre eso sí, contándoselo a ella, hasta hicimos un acuerdo de separación para que yo probara y en función de ello, lo dejábamos o no)
pues eso qeu a mi novia, despues de estas experiencias, notaba que la quería aún más, qeu no quería perderla, aparte que con ella siempre me lo he pasado muy bien en la cama...en fin.

bueno, ahora estoy mas estabilizado, con la medicación, y ahora siento que efectivamente esto es un trastorno que debe tratarse, que lo de la homosexualidad es una de las tantas obsesiones que he tenido y que las escapadas que hacía a sitios gays era lo peor que podía hacer.
no me reconforta el hecho de qeu me digan eres gay o no lo eres, lo que me reconforta es que quiero estar bien, ahora me encuentro bien, estoy agusto con mi novia, vamos a tener un niño, y de momento quiero esta vida...que en el futuro me enamoro de otra tía, o de otro tío? pues nada, ya se verá...esto es lo que me reconforta...

pero es increible lo que puede hacer el toc, la confusión mental a la que he llegado a veces es inhumana.

muchas gracias por vuestro apoyo.
saludos.
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TOCAME



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Responder citando
me alegro un monton que hayas sabido que la homosexualidad es y puede ser una de tantasobsesiones, fijate, yo tuve durante una epoca la obsesion de que no era gay de que en realidad no me gustaban los tios, lo pase fatal. y si es verda el TOC es la muerte en vida, no obstante me alegro de tu mejoria, que te vaya bien, y los niños dicen que siempre vienen con un pan bajo el brazo. suerte Very Happy
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Ismael
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Registrado: 08 Nov 2009
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MensajePublicado: Vie 06 06UTC Ago, 2010 12:07 am Título del mensaje: Responder citando
Miedo = obsesión.
Sin miedo no existirá jamás la obsesión.
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susana
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Registrado: 15 Mar 2009
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¿Qué debo saber si padezco T.O.C.?


¿Qué debo saber si padezco T.O.C.?
No existe un diagnóstico fiable para este trastorno. El diagnóstico está basado en la entrevista con el paciente por parte de un experimentado profesional de la salud mental. Quizá algún día cuando sepamos más acerca de las características biológicas del T.O.C. se podrá disponer de marcadores genéticos o patrones en escáneres cerebrales que confirmen el diagnóstico. Pero no por ahora.
Por ejemplo, veamos una persona que muestra síntomas de T.O.C. después de haber padecido un traumatismo en la cabeza a la edad de 45 años. Sería razonable suponer la posibilidad de que una herida aguda en la cabeza pueda haber ocasionado los síntomas del mencionado trastorno.
Otro ejemplo podría ser el de una niña de 10 años que de repente desarrolle una fobia hacia los gérmenes y empiece a lavarse las manos constantemente y de una forma innecesaria y que también muestre espasmos en sus brazos. Supongamos que estos síntomas aparecen después de haber tenido un problema agudo de infección en el cuello.
Aunque tales desencadenantes no son típicos de T.O.C. existen razones para creer que algunos casos pueden precipitarse por una reacción anormal del sistema de inmunidad a una infección respiratoria superior. La Dra. Sue Swedo, del National Institute of Mental Health ha definido el término PANDAS para referirse a esta variedad del T.O.C. La mayoría de los casos empiezan de modo poco llamativo y gradualmente se convierten en más aparentes después de meses o años. Es sólo practicando una retrospectiva del hecho que uno se da cuenta de alguna de las señales incipientes de la enfermedad.
Sin embargo, hay algunas pistas que pueden determinar si se padece T.O.C. En efecto, la mayoría de personas con el trastorno se diagnostican ellas mismas. El proceso de descubrir el T.O.C. a menudo empieza viendo algún programa dedicado a ello en TV o leyendo el periódico, una revista o un artículo en Internet como lo está haciendo ahora.
Muchas personas con T.O.C. se sienten únicas en el mundo hasta que oyen la historia de alguien que, como ellos, tienen el trastorno. Piensan que están perdiendo la razón hasta que se dan cuenta de que están padeciendo una enfermedad con bases bien definidas y que tiene un nombre. Finalmente tienen un punto de esperanza al saber que los científicos están haciendo progresos en este campo.
A menudo, transcurre algún tiempo hasta que encuentran ayuda para su enfermedad y saber que existe tratamiento para ésta. Cuando se les pregunta, las razones dadas pueden ser diversas y embarazosas, los síntomas del T.O.C. suelen ser tan desagradables y de índole privada que resulta difícil compartirlas, incluso con personas queridas y profesionales especializados. Un dispositivo utilizado para reducir la vergüenza de compartir material tan sensible puede ser el hacer una relación de características del comportamiento obsesivo-compulsivo. Aunque es mejor hacerlo en persona, algunas individuos prefieren rellenar un cuestionario.
En ocasiones, los ejemplos resultan absurdos y uno no puede imaginarse cómo alguien en su sano juicio podría experimentar tales pensamientos o involucrarse en esos comportamientos. En otras, las preguntas van directas al objetivo y parece que la relación fuese hecha para cada uno en particular.
Para los psicoterapeutas clínicos experimentados ninguno de los pensamientos o comportamientos parecen extraños o fuera de contexto. Son producto de la enfermedad “hipos en el cerebro” como la Dra. Judith Rapoport, los denominó una vez.
Los síntomas del T.O.C. no influencian la percepción que el clínico tiene sobre la persona y su aflicción, al igual que en el médico el pus de una herida infectada no lo hace sobre la moral de un paciente.
Por: Dr. Michael DEMITRI

PSYCHCENTRAL

El día a día de un obsesivo



El día a día de un obsesivo
Las obsesiones son persistentes ideas, pensamientos, impulsos o imágenes que son experimentadas como intrusivas e inapropiadas y que causan marcada ansiedad o angustia. Las características de intrusión e inapropiedad de las obsesiones han sido descriptas como "ego distónicas". Esto se refiere a la sensación del individuo de que el contenido de la obsesión le es extraño, no está dentro de su control y no es la classe de pensamiento que esperaría tener. De cualquier modo, el individuo es capaz de reconocer que las obsesiones son producto de su propia mente y que no son impuestas desde fuera (como en la inducción de pensamiento).

Las obsesiones más frecuentes son pensamientos repetidos sobre la contaminación ejm. contaminarse al estrechar la mano) dudas repetidas (ejm. preguntarse si se ha realizado algún acto como dañar a alguien en un accidente de tráfico o haber dejado una puerta sin cerrar), la necesidad de disponer las cosas en un orden determinado (ejm. experimenta angustia intensa cuando los objetos están desordenados o asimétricos), impulsos agresivos u horrendos (ejm. herir al propio hijo o gritar una obscenidad en la iglesia) e imaginaciones sexuales (ejm. una imagen pornográfica recurrente). Los pensamientos, impulsos o imágenes no son simples preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real (ejm. inquietudes normales de la vida como el dinero, trabajo o estudios) y es improbable que estén relacionados con problemas reales.

El individuo con obsesiones generalmente trata de ignorar, suprimir cada pensamiento o impulso o de neutralizarlos con otro pensamiento o acción (una compulsión). Por ejemplo, el sujeto lleno de dudas acerca de si ha cerrado el gas intenta neutralizarlas comprobando repetidamente para asegurarse de que está apagado.

Por definción, los adultos con Trastornos Obsesivos Compulsivos, han reconocido en algún momento que las obsesiones o compulsiones son excesivas e irracionales. Este requisito no se aplica a los niños, ya que ellos pueden carecer del conocimiento suficiente para emitir este juicio. Sin embargo, incluso los adultos tienen un gran margen de perspicacia hacia la irracionalidad de las obsesiones o compulsiones. Algunos individuos están dudosos acerca de la racionalidad de sus obsesiones o compulsiones, y esa intuición del individuo puede variar según las situaciones y el tiempo. Por ejemplo, el sujeto puede reconocer como irracional una compulsión de contaminación cuando es discutida en una situación a salvo (como en la consulta del psicólogo), pero no cuando cuando debe manipular dinero.

En aquellas situaciones en las que el individuo reconoce que las obsesiones y complusiones son irracionales, él o ella puede desear o intentar resistirse a ellas. cuando intenta resistirse a una compulsión, el sujeto puede experimentar una sensación de creciente ansiedad o tensión que es a menudo aliviada rindiéndose a la compulsión. Durante el trastorno, tras repetidos intentos de resistir las obsesiones o compulsiones, el individuo puede ceder a ellas, no mucho después de experimentar el deseo de resistirlas, y puede incorporarlas a sus rutinas cotidianas.

Las obsesiones y compulsiones pueden causar una gran angustia, pueden llevar mucho tiempo (costar más de una hora al día), o interferir significativamente en la rutina normal del individuo, en su labor ocupacional, actividades sociales o en sus relaciones de amistad con otros. Las obsesiones o compulsiones pueden sustituir conductas útiles y satisfactorias y pueden ser altamente desorganizadas por actos globales. Debido a que intrusiones obsesivas pueden distraer, frecuentemente resultan ineficientes para realizar tareas cognitivas que requieren concentración, como puede ser leer o realizar operaciones numéricas. Además, algunos individuos evitan aquellos objetos o situaciones que les provocan obsesiones o compulsiones. Cada evitación puede generalizarse y restringir severamente el funcionamiento global.

(visto en http://www.cop.es/)

TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO


TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO

Rasgos Diagnósticos de la Obsesion

Los rasgos esenciales del trastorno obsesivo-compulsivo son recurrentes obsesiones de actos compulsivos (criterio A) lo bastente severos como para producir pérdida de tiempo (ejem. más de una hora al día) o causan notable angustia o significativo perjucio (Criterio C). En algún momento durante el curso del trastorno, la persona ha reconocido que las obsesiones o compulsiones son excesivas e irracionales (Criterio B). Si otro desorden del Eje I está presente, el contenido de las obsesiones o compulsiones no se limita a él (Criterio D). El trastorno no es debido a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (ejm. abuso de drogas, una medicación) ni a una condición médica general (Criterio E).

Las obsesiones son persistentes ideas, pensamientos, impulsos o imágenes que son experimentadas como intrusivas e inapropiadas y que causan marcada ansiedad o angustia. Las características de intrusión e inapropiedad de las obsesiones han sido descriptas como "ego distónicas". Esto se refiere a la sensación del individuo de que el contenido de la obsesión le es extraño, no está dentro de su control y no es la classe de pensamiento que esperaría tener. De cualquier modo, el individuo es capaz de reconocer que las obsesiones son producto de su propia mente y que no son impuestas desde fuera (como en la inducción de pensamiento).

Las obsesiones más frecuentes son pensamientos repetidos sobre la contaminación (ejm. contaminarse al estrechar la mano) dudas repetidas (ejm. preguntarse si se ha realizado algún acto como dañar a alguien en un accidente de tráfico o haber dejado una puerta sin cerrar), la necesidad de disponer las cosas en un orden determinado (ejm. experimenta angustia intensa cuando los objetos están desordenados o asimétricos), impulsos agresivos u horrendos (ejm. herir al propio hijo o gritar una obscenidad en la iglesia) e imaginaciones sexuales (ejm. una imagen pornográfica recurrente). Los ppensamientos, impulsos o imágenes no son simples preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real (ejm. inquietudes normales de la vida como el dinero, trabajo o estudios) y es improbable que estén relacionados con problemas reales.

El individuo con obssesiones generalmente trata de ignorar, suprimir cada pensamiento o impulso o de neutralizarlos con otro pensamiento o acción (una compulsión). Por ejemplo, el sujeto lleno de dudas acerca de si ha cerrado el gas intenta neutralizarlas comprobando repetidamente para asegurarse de que está apagado.

Las COMPULSIONES son conductas repetitivas (lavarse las manos, ordenar, comprobar algo) o actos mentales (rezar, contar, repetir palabras en silencio) cuyo objetivo es el de evitar o reducir la ansiedad o la angustia, en vez del de dar placer o gratificación. En la mayoría de los casos, la persona se siente conducida a realizar la complusión para reducir la ansiedad que acompñaa a una obsesión o para evitar una situación desagradable. Por ejemplo, los individuos con loa obsesión de copntaminarse, pueden reducir su angustia mental lavándose las manos hasta dejarlas en carne viva; la angustia de las personas con la obsesión de habrese dejado la puerta sin cerrar, puede conducirles a comprobar el cerrojo cada pocos minutos; la angustia por pensamientos blasfémicos no deseados puede encontrar alivio contando desde 10 hacia atrás y hacia adelante 100 veces por cada pensamiento. En algunos casos, los individuos realizan actyos rígidos o estereotipados de acuerdo con unas complejas reglas de idiosincrasia sin ser capaces de indicar por qué las están haciendo. Por definición, las compulsiones son o claramente excesivas o no están conectadas de un aforma realista con aquello para lo que tendrían que prevenir o neutralizar. La compulsiones más frecuentes incluyen lavarse y limpiar, contar, comprobar, preguntar o pedir conformación, repetir actos y ordenar.

Por definción, los adultos con Trastornos Obsesivos Compulsivos, han reconocido en algún momento que las obsesiones o compulsiones son excesivas e irracionales. Este requisito no se aplica a los niños, ya que ellos pueden carecer del conocimiento suficiente para emitir este juicio. Sin embargo, incluso los adultos tienen un gran margen de perspicacia hacia la irracionalidad de las obsesiones o compulsiones. Algunos individuos están dudosos acerca de la racionalidad de sus obsesiones o compulsiones, y esa intuición del individuo puede variar según las situaciones y el tiempo. Por ejemplo, el sujeto puede reconocer como irracional una compulsión de contaminación cuando es discutida en una situación a salvo (como en la consulta del psicólogo), pero no cuando cuando debe manipular dinero. En aquellas situaciones en las que el individuo reconoce que las obsesiones y complusiones son irracionales, él o ella puede desear o intentar resistirse a ellas. cuando intenta resistirse a una compulsión, el sujeto puede experimentar una sensación de creciente ansiedad o tensión que es a menudo aliviada rindiéndose a la compulsión. Durante el trastorno, tras repetidos intentos de resistir las obsesiones o compulsiones, el individuo puede ceder a ellas, no mucho después de experimentar el deseo de resistirlas, y puede incorporarlas a sus rutinas cotidianas.

Las obsesiones y compulsiones pueden causar una gran angustia, pueden llevar mucho tiempo (costar más de una hora al día), o interferir significativamente en la rutina normal del individuo, en su labor ocupacional, actividades sociales o en sus relaciones de amistad con otros. Las obsesiones o compulsiones pueden sustituir conductas útiles y satisfactorias y pueden ser altamente desorganizadas por actos globales. Debido a que intrusiones obsesivas pueden distraer, frecuentemente resultan ineficientes para realizar tareas cognitivas que requieren concentración, como puede ser leer o realizar operaciones numéricas. Además, algunos individuos evitan aquellos objetos o situaciones que les provocan obsesiones o compulsiones. Cada evitación puede generalizarse y restringir severamnete el funcionamiento global.


Asistencia Psicológica Ramon Llull
http://www.cop.es/colegiados/A-00512/obsesion.dsm4.html

No podemos elegir lo que nos pasa, pero sí qué hacemos con ello


Izabela Zych: «No podemos elegir lo que nos pasa, pero sí qué hacemos con ello»

La investigadora de la Universidad de Granada acaba de publicar el libro 'Cómo recuperar el control de tu vida'

«Cuando estamos en una situación difícil, a veces actuamos de forma destructiva» «Nuestra sociedad está acostumbrada a castigar y no a premiar» «Si estamos predispuestos a vivir una situación, al final suele ocurrir»
Nacida cerca de Cracovia (Polonia), Izabela Zych llegó a Granada como estudiante de Erasmus, pero se enamoró de España y se quedó. Es doctora por la Universidad de Granada, investigadora en el grupo del catedrático Gualberto Buela-Casal y tiene una consulta de psicología en Sevilla. Acaba de publicar en la colección SOS Psicología Útil de Anaya el libro 'Cómo recuperar el control de tu vida'.
-En el libro señala que en la sociedad actual la vida ha mejorado desde el punto de vista material, pero son más frecuentes trastornos como la ansiedad, las fobias o la depresión, y quienes los sufren tienen la sensación de perder el control sobre su vida. ¿Por qué?
-Curiosamente, parece que cuanto más control tenemos sobre nuestro entorno, más descontroladas están nuestras vidas. Eso ocurre, sobre todo, cuando las personas creen erróneamente que su felicidad depende de sus circunstancias o de los demás y no de ellas mismas. Con frecuencia nos encontramos con gente que dice que sería feliz si tuviese un trabajo mejor, si su pareja se comportase de otra forma, si viviese en un sitio distinto, etcétera. Esas personas se empeñan en intentar conseguir un entorno perfecto, pretenden controlar la conducta de los demás y eliminar por completo todo el malestar, dejando de lado lo que realmente importa y lo que sí pueden controlar, es decir, su propia vida.
-¿Hay un patrón común en los problemas que ve en su consulta?
-El patrón común consiste en empeñarnos en controlar lo que no está en nuestras manos y dejar de lado lo que depende de nosotros. Por ejemplo, imaginemos a una persona que pierde su puesto de trabajo debido a la crisis económica. Hay quien se hunde porque entiende que, si no tiene trabajo, no tiene sentido ni siquiera levantarse de la cama. Además, si salir de su casa le provoca ansiedad, entonces prefiere no hacerlo y así evita tenerla. Esa persona intentaría controlar lo incontrolable, es decir, exigiría tener ese mismo puesto de trabajo, aunque fuese imposible, y se centraría exclusivamente en no tener ansiedad. De esta manera, dejaría de lado lo que sí podría controlar, por ejemplo, levantarse de la cama, apoyar a su familia o buscar un nuevo empleo o cualquier otra ocupación útil. Paradójicamente, terminaría con más ansiedad y menos oportunidades de trabajo. Por tanto, en términos muy generales, se puede decir que el patrón común tiene que ver con buscar la felicidad fuera de nosotros y olvidarnos de que nosotros somos los responsables de nuestras vidas y emociones. No podemos elegir lo que nos ocurre, pero sí qué hacemos con ello.
-El libro es muy práctico: invita al lector a razonar de forma ordenada y a hacer 'ejercicios' que le ayudarán a modificar pensamientos y emprender acciones para mejorar su vida. ¿Esta es la base de la terapia cognitivo-conductual?
-Así es. La terapia cognitivo-conductual que, por cierto, es el enfoque validado científicamente como tratamiento para la mayoría de los trastornos psicológicos, consiste en cambiar, por un lado, nuestros pensamientos y, por el otro, nuestra conducta. Se ha demostrado que el malestar patológico aparece cuando pensamos de manera irracional que no se corresponde con la realidad y cuando cometemos errores típicos de pensamiento que desembocan en fuertes emociones negativas. También se ha demostrado que podemos aprender a pensar de forma más racional y así vivir mucho más felices. No obstante, eso no es suficiente para conseguir el control sobre nuestras vidas. El segundo componente más importante de este enfoque terapéutico es la acción, que es la que nos lleva a un verdadero control, no sólo de la emoción, sino sobre todo de nuestra vida.
Profecía autocumplida
-¿Cómo puede una persona romper un círculo vicioso negativo y entrar en uno positivo?
-Un círculo vicioso negativo aparece cuando estamos en una situación difícil y actuamos de una forma destructiva, que hace que, en vez de mejorar, empeoremos todavía más nuestra vida. Para entrar en un círculo vicioso positivo, hay que emprender acciones que nos lleven hacia lo que realmente nos importa, nuestros objetivos y valores.
-La profecía autocumplida es un mecanismo que dificulta la vida de muchas personas. ¿Por qué es tan difícil detectarla?
-Cuando tenemos una actitud predeterminada y estamos predispuestos a vivir una situación, sobre todo negativa, y después ésta ocurre de verdad, se puede tratar de la llamada profecía autocumplida, es decir, una predicción que se cumple sola. Es difícil detectarla porque no nos damos cuenta de que actuamos de tal manera que nosotros mismos provocamos que pase lo que no queremos que ocurra. Por ejemplo, si creemos que nuestros nuevos vecinos nos caerán mal, incluso antes de conocerlos, lo más probable es que así sea, porque sin querer, tenderemos a comportarnos con ellos de manera fría y distante. No obstante, también podemos entrenarnos en detectar y prevenir esa profecía.
-Dedica un capítulo a explicar cómo funcionan los 'premios' y los 'castigos' ante la conducta de otras personas.
-En realidad, no podemos cambiar la conducta de los demás, sólo lo pueden hacer ellos mismos. Lo que sí podemos hacer es reforzar su parte positiva, expresar claramente qué es lo que hacen bien y así influir en su comportamiento. Nuestra sociedad está muy acostumbrada a 'castigar', es decir, regañar y quejarse cuando hay algo que nos molesta, y raramente a 'premiar', es decir, reconocer y alabar lo que es de nuestro agrado. Así, enseñamos a los demás lo que nos disgusta pero no lo que sí nos parece bien. Ese capítulo promueve un cambio de enfoque que, sin duda, funciona mucho mejor.
-A lo largo del texto advierte varias veces que un libro de autoayuda no puede sustituir al psicólogo, y anima a los lectores a consultar con un terapeuta. No todos los autores son tan responsables...
-Aparte de ejercer como psicóloga en mi consulta, también me dedico a la investigación en este campo. Y los estudios científicos han demostrado claramente que los trastornos psicológicos no se curan mediante libros de autoayuda y que nada puede sustituir el trabajo de un buen terapeuta, con conocimientos teóricos y prácticos. No obstante, también se ha demostrado que un libro basado en los hallazgos científicos y con ejercicios prácticos puede ser de gran ayuda. Lo mejor que podemos hacer es usar el sentido común y consultar con un terapeuta si tenemos problemas importantes.

origen . ideal.es
--
Jaume Guinot
Gabinete de Psicologia - Colegiado 17674
Web:
http://www.psicologiagranollers.com
Blog:
http://psicologiagranollers.blogger.com
http://psicologiagranollers.blogspot.com/2010/09/izabela-zych-no-podemos-elegir-lo-que.html

Diferencias entre hombres y mujeres en los trastornos de ansiedad:
una aproximación psicobiológica
[pp. 20-29]

M. Carmen Arenas (Dpto. Psicobiología, Facultad de Psicología, Universitat de Valencia),
Araceli Puigcerver (Dpto. Psicobiología y Metodología de las Ciencias del Comportamiento, Facultad de Psicología, Universidad de Málaga)


Los trastornos de ansiedad son, en la actualidad, enfermedades psiquiátricas muy frecuentes e incapacitantes. Las mujeres en edad reproductiva son más vulnerables a desarrollar trastornos de ansiedad, aproximadamente entre 2 a 3 veces más que los hombres. Ser hombre o mujer no sólo puede influir en la prevalencia de los trastornos mentales, sino también en la manifestación y expresión de los síntomas, la voluntad para solicitar asistencia médica o psicológica, el curso de la enfermedad, incluso en la respuesta al tratamiento. Cada vez hay pruebas más sólidas de que existen diferencias entre ambos sexos respecto a la anatomía cerebral, la neuroquímica y los patrones de activación y respuesta a los estímulos ambientales; diferencias que pueden influir en la etiología y el curso de los trastornos psiquiátricos. Sin embargo, poco se conoce sobre los factores de riesgo que inducen a las mujeres a desarrollar ciertas psicopatologías. Por ello, en este trabajo pretendemos presentar una breve revisión sobre los aspectos psicobiológicos que pueden contribuir a las diferencias de sexo en los trastornos de ansiedad.

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Los trastornos de ansiedad y los del estado de ánimo son una de las enfermedades mentales más frecuentes en la actualidad. Sólo en Estados Unidos se estima que 1 de cada 5 personas sufrirá en su vida uno o varios de estos trastornos (Kessler et al., 1994). Según los resultados del proyecto Estudio Europeo de la Epidemiología de los Trastornos Mentales (European Study of the Epidemiology of Mental Disorders, ESEMeD), el 13,6% de la población de seis países europeos (Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Holanda y España) ha padecido algún trastorno de ansiedad a lo largo de su vida (prevalencia-vida) y el 6,4% en el último año del estudio (prevalencia-año) (Alonso et al., 2004).
Las mujeres en edad reproductiva son más vulnerables a desarrollar trastornos de ansiedad que los hombres, aproximadamente entre 2 a 3 veces más. De hecho, el 17,5% de las mujeres frente al 9,5% de los hombres habían sufrido algún trastorno de ansiedad a lo largo de su vida; mientras que el 8,7% de las mujeres frente al 3,8% de los hombres habían padecido un trastorno de ansiedad en el último año (Alonso et al., 2004; Carrasco-Galán y Espinar-Fellmann, 2008). Ser hombre o mujer no sólo puede influir en la prevalencia de los trastornos mentales, sino también en la manifestación y expresión de los síntomas, la voluntad para solicitar asistencia médica o psicológica, el curso de la enfermedad, incluso en la respuesta al tratamiento (Phillips y First, 2009; Wisner y Dolan-Sewell, 2009).
El estudio de las diferencias de género en los trastornos mentales es un campo de investigación que recientemente está en alza a nivel preclínico (Horst et al., 2009). Una búsqueda en el MedLine utilizando los términos sexo (sex), género (gender) y ansiedad (anxiety) nos revela que el número de trabajos con seres humanos publicados en inglés en 1990 fue de 96, frente a los 664 en 2006 (Wisner y Dolan-Sewell, 2009). Sin embargo, todavía hace falta mucha investigación para aclarar la relación entre género y psicopatología, como vienen denunciando instituciones internacionales de la salud como American Psychological Association, American Psychiatric Association, National Institute of Mental Health y la Organización Mundial de la Salud (OMS) (Phillips y First, 2009; Wisner y Dolan-Sewell, 2009). La OMS considera que no se estaba prestado apenas atención a los determinantes específicos de cada sexo en los mecanismos que promueven y protegen la salud mental y fomentan la resistencia al estrés y a la adversidad (OMS, 2000). Dos de los objetivos principales que se propuso esta institución al respecto, fueron recoger datos de la prevalencia y las causas de los problemas de salud mental en las mujeres, así como de los factores mediadores y protectores, para formular y poner en funcionamiento medidas de salud que atiendan las necesidades y preocupaciones concretas de las mujeres desde la infancia hasta la vejez (OMS, 2001).
Se han identificado un conjunto de factores que pueden explicar el predominio femenino en los trastornos de ansiedad, así como las diferencias entre los sexos en otros trastornos psiquiátricos. Un grupo de estos factores serían los psicosociales y socioculturales que incluyen diferencias en el tipo de afrontamiento de la persona, rol sexual, pobreza, nivel educativo, estado civil, nivel de ingresos, apoyo social, aislamiento social, adversidades durante la infancia, cambios sociales, normas culturales y vulnerabilidad a la exposición y reactividad ante acontecimientos vitales estresantes. Otros factores que sugieren diferencias de sexo son la comorbilidad previa, la predisposición genética, los rasgos de la personalidad, las hormonas sexuales, la reactividad endocrina frente al estrés, los sistemas de neurotransmisión y los determinantes neuropsicológicos (Grant y Weissman, 2009). Hay consenso en considerar que los factores psicosociales y socioculturales no pueden explicar todas las diferencias observadas entre ambos sexos, y dada la coherencia de los hallazgos en los distintos grupos culturales, la conclusión es que las diferencias de género en las tasas de los trastornos psiquiátricos son en gran parte psicobiológicas. Evaluar cuales de los factores explicativos de las diferencias entre los sexos son de naturaleza biológica y cuales de naturaleza social, nos permitirá conocer cuales son inmutables y cuales no (Dalla y Shors, 2009).

A pesar de la escasez de estudios, cada vez hay más pruebas sólidas de que existen diferencias entre ambos sexos respecto a la anatomía cerebral, la neuroquímica y los patrones de activación y respuesta a los estímulos ambientales, así como diferencias respecto a la fisiología y fisiopatología de otros sistemas corporales, diferencias que pueden influir en la etiología y el curso de los trastornos psiquiátricos (Altemus, 2009). Por ello, en este trabajo pretendemos presentar una panorámica general de la investigación que se está llevando a cabo sobre los aspectos psicobiológicos que pueden contribuir a las diferencias de sexo en la prevalencia, los patrones sintomáticos y las respuestas terapéuticas centrándonos en el contexto de los trastornos de ansiedad.

Diferencias sexuales en los trastornos de ansiedad

La ansiedad puede ser conceptualizada como un estado negativo con tres componentes, uno fisiológico, la hipervigilancia, otro afectivo, el miedo, y otro cognitivo, la indefensión; y cuya principal característica es la sensación de incontrolabilidad sobre posibles amenazas o daños (Chua y Dolan, 2000). Aunque la ansiedad es una reacción psicológica normal que tiene la función de prepararnos para peligros futuros, también representa el síntoma psiquiátrico más común. Todos los trastornos de ansiedad se caracterizan por presentar síntomas de ansiedad, pero son muy distintas las características de cada trastorno. El DSM-IV-TR (Diganostic and Statistical Manual of Mental Disorders) distingue entre trastorno de angustia (con agorafobia o sin ella) o agorafobia sin trastorno de angustia, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno obsesivo-compulsivo, fobia específica, fobia social, trastorno por estrés postraumático, trastorno por estrés agudo, trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica, trastorno de ansiedad inducido por sustancias y trastorno de ansiedad no especificado (American Psychiatric Association, 2000).
El trastorno de angustia se define como una alteración psiquiátrica caracterizada por ataques de pánico inesperados y repetidos. Los ataques de pánico son limitados en el tiempo, altamente aversivos y están acompañados de un amplio rango de consecuencias fisiológicas y psicológicas negativas. Los estudios epidemiológicos y clínicos han corroborado que el trastorno de angustia es doblemente frecuente en las mujeres y que su edad de inicio es diferente en cada sexo; en hombres se presenta entre los 15 y los 24 años mientras que en las mujeres se inicia algo más tarde, entre los 35 y los 44 años (Eaton et al., 1994). El trastorno de angustia en mujeres tiende a ser más severo que en los hombres y se asocia con tasas elevadas de comorbilidad con agorafobia, trastorno de ansiedad generalizada y trastorno de somatización. También encontramos diferencias sexuales en su sintomatología, ya que en las mujeres el pánico presenta predominantemente síntomas respiratorios, mientras que en los hombres son síntomas gastrointestinales acompañados de sudoración intensa (Leskin y Sheikh,
2004).
Muy recientemente, desde el campo de la neuroimagen, se ha podido comprobar cambios sexo-dimórficos en distintas estructuras cerebrales de pacientes con trastorno de angustia. Los hombres presentaron una mayor reducción en la amígdala derecha y en la corteza insular bilateral, mientras que las mujeres mostraron una disminución más marcada en el giro temporal derecho, en la corteza prefrontal dorsolateral y ventrolateral, en la corteza parietal y en el tálamo (Asami et al., 2009). Estos hallazgos confirmarían la implicación de la corteza prefrontal y de la amígdala en la patofisiología de este trastorno y ofrecerían una posible explicación de las diferencias sexuales en su sintomatología.
Las fluctuaciones hormonales se han asociado tradicionalmente con un aumento en la incidencia del trastorno de angustia en mujeres. Sin embargo, aunque no se conocen las interrelaciones concretas entre la ciclicidad menstrual y el trastorno de angustia, sí se ha verificado que los cambios en las hormonas premenstruales contribuyen a los episodios de pánico. De hecho, a pesar de que el empeoramiento premenstrual del pánico no se ha replicado en todos los estudios, sí se ha observado que las mujeres con trastorno premenstrual (TPM) tienden a presentar pánico tras la exposición a distintos agentes panicogénicos como el lactato, el CO2, o los antagonistas de la colecistoquinina (Le Melledo et al, 2000). Se conoce que los metabolitos de la progesterona pueden tener efectos ansiolíticos debido a su acción agonista sobre los receptores GABA/BZD (Seeman, 1997), por lo que una posible alteración en este complejo receptor podría explicar los factores que vinculan las respuestas de pánico, el ciclo reproductivo femenino y el TPM (Leskin y Sheik, 2004).
Otro posible mecanismo explicativo de las diferencias de sexo en la patofisiología del pánico podrían ser las diferencias descritas en la sensibilidad del receptor β-adrenérgico entre hombres y mujeres. La norepinefrina se relaciona con la etiología y sintomatología de los ataques de pánico, presentando los pacientes una respuesta anormal tras la estimulación de los receptores β-adrenérgicos. Concretamente las mujeres con trastorno de angustia presentaron una reducción en la sensibilidad del receptor que no fue observada en los hombres (Kim et al., 2004).
La agorafobia es una de las consecuencias más discapacitante del trastorno de angustia. Consiste en tener miedo a presentar ataques de pánico, lo que lleva a los sujetos a confinarse en el hogar, un espacio donde pueden controlar las actividades y los estímulos. Afecta a un 3-4% de hombres frente a un 7-9% de mujeres, presentando éstas mayor severidad en los síntomas y mayor deterioro de la calidad de vida (Altemus y Epstein, 2008; Kessler et al., 1994).
El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) consiste en una preocupación excesiva e incontrolable sobre múltiples problemas cotidianos. Entre los síntomas se incluyen la tensión muscular, la fatiga, el insomnio, la inquietud, la falta de concentración y la irritabilidad. La tasa prevalencia-vida es del 4% en los hombres, frente al 7% en las mujeres (Altemus y Epstein, 2008; Kessler et al., 1994). Esta divergencia entre los sexos comienza a una edad temprana y continúa en la adolescencia y en la edad adulta (McLean y Anderson, 2009). Son numerosos los estudios que han verificado un empeoramiento premenstrual de los síntomas del TAG (Peer et al., 2008), aunque se desconocen los mecanismos por los que algunas mujeres presentan este agravamiento del trastorno. Sin embargo, a diferencia del trastorno de angustia, el curso clínico del TAG suele ser el mismo en hombres y en mujeres, así como el riesgo de remisión y de recaídas (Yonkers y Kidner, 2002).
El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es una enfermedad severa y frecuente que afecta del 1 al 3% de la población (Weissman et al., 1994). Una persona con TOC sufre pensamientos obsesivos y repetitivos y tiene muchos miedos (a contaminarse, a herir a otros o a sí mismo, dudas morales,...) que le inducen a realizar compulsivamente conductas ritualizadas que le disminuyen la ansiedad. El TOC es el único trastorno de ansiedad que no presenta diferencias sexuales en su incidencia, a pesar de la creencia general de que el trastorno es más frecuente en los hombres (Lochner et al., 2004). No obstante, existen diferencias de sexo en la expresión y en la edad de inicio de los síntomas del trastorno, en el curso y en la respuesta al tratamiento del mismo (Torresan et al., 2009; Yonkers y Kidler, 2002). El comienzo de los primeros síntomas es más precoz en los hombres, coincidiendo con la pubertad o la primera juventud, mientras que en la mujer no suele manifestarse antes de los 20 años, normalmente asociado a embarazos (Boggetto et al., 1999). Con respecto a los síntomas, las mujeres muestran más compulsiones dañinas sobre limpieza y comprobaciones, mientras que los hombres presentan más tics, mayor gravedad en los síntomas en general y un peor pronóstico (Lochner et al., 2004).
Algunas investigaciones sobre el TOC se han centrado en las posibles influencias hormonales. Se ha observado cambios concretos en los síntomas de mujeres con TOC tanto en la fase premenstrual/menstrual, como tras el embarazo y la menopausia, confirmándose la interrelación entre los cambios cíclicos menstruales/reproductivos y las recaídas y las fluctuaciones en los síntomas de este trastorno (Lochner et al., 2004).
Como muchos trastornos psiquiátricos, el TOC tiene una predisposición genética subyacente en muchos de los pacientes. Uno de los parámetros genéticos mejor estudiados en el TOC es la expresión genética de la catecol-O-metil-transferasa (COMT). Parece que la regulación a la baja de la COMT es un factor que contribuye a la predisposición al TOC sólo en pacientes varones. Sin embargo, carecemos de una explicación completa y no se dispone de resultados concluyentes (Pooley et al., 2007; Wang et al., 2009). Aunque los datos genéticos son prometedores, de momento es prematura una conclusión sólida salvo la demostración de un patrón sexo-dimórfico en la susceptibilidad genética a presentar el TOC. Y a pesar de los avances experimentados en los últimos 10 años, se sabe aún muy poco acerca de la etiopatogénesis del trastorno, faltando todavía mucha información sobre el por qué de las diferencias de género.
Una fobia es un miedo excesivo a un objeto o situación particular. Entre las fobias específicas más comunes están las fobias a animales, con una prevalencia-vida del 5% en los hombres y del 11% en las mujeres; las fobias a situaciones como volar, sitios cerrados, o altos, con una prevalencia-vida del 9% en hombres y un 12% en mujeres; y la fobia social, que se presenta en un 11% de los hombres frente al 16% de las mujeres (Altemus y Epstein, 2008; Angst, 1997; Kessler et al., 1994). Al igual que en el TAG, no se han observado diferencias de sexo en el curso clínico de estos trastornos. A pesar de que no se dispone todavía de información acerca del impacto de las hormonas reproductivas femeninas en el curso y severidad de la ansiedad social, no se duda de la influencia de estas hormonas tanto en la conducta de evitación en las mujeres como en la ansiedad social. Se ha observado que las mujeres diagnosticadas suelen presentar un empeoramiento de los síntomas en la fase premenstrual del ciclo, al igual que las mujeres embarazadas exhiben un aumento en los niveles de ansiedad social en el primer trimestre del embarazo (Peer et al.,
2008).
El trastorno por estrés postraumático (Posttraumatic Stress Disorder, PTSD) sobreviene como consecuencia de la exposición a un evento traumático, psicológico o físico, que provoca un estrés agudo o crónico. Se caracteriza por la reexperimentación del trauma a través de sueños o flashbacks, por la hipervigilancia y por la evitación de pensamientos o estímulos que puedan recordar la situación traumática (Yehuda y LeDoux, 2007). Como la mayoría de los trastornos de ansiedad, son las mujeres quienes manifiestan en mayor proporción el PTSD, con una prevalencia-vida del 10% en las mujeres frente al 5% de los hombres (Altemus y Epstein, 2008; Kessler et al., 1995; Olff et al., 2007).
Una de las explicaciones a las diferencias de sexo en la prevalencia del PTSD es la posibilidad de que las mujeres se expongan en mayor medida a situaciones traumáticas que los hombres. Sin embargo, un exhaustivo estudio de Tolin y Foa (2006) ha demostrado que, en general, son los hombres los que se exponen con mayor frecuencia a eventos amenazantes o traumáticos (accidentes, ataques no sexuales, combate o guerra, fuego o desastres,...), estando las mujeres más expuestas sólo en el caso de abusos y ataques sexuales. Además, siguen apareciendo diferencias de sexo en el desarrollo de este trastorno a favor de la mujer, aún cuando se controla la varianza atribuible a los abusos sexuales o incluso cuando se examina la frecuencia y severidad del PTSD entre hombres y mujeres expuestos a un mismo evento traumático. Por tanto, la mayor prevalencia en las mujeres no puede explicarse por el mayor riesgo de sufrir un abuso o ataque sexual (Olff et al., 2007; Tolin y Foa, 2006).
La influencia sobre la respuesta neuroendocrina al estrés de los patrones específicos de cada sexo en la evaluación cognitiva y en los procesos de afrontamiento de la situación traumática ha sido considerada como posible causa del mayor riesgo de las mujeres a desarrollar PTSD (Olff et al., 2007). La respuesta particular a amenazas extremas, pasa de ser adaptativa a desadaptativa en función de numerosos factores; y es el proceso de evaluación del evento estresante el primer paso en la cascada de respuestas psicobiológicas. Se ha sugerido que el que las mujeres perciban el evento de forma más amenazante y con mayor pérdida de control que los hombres, puede contribuir a la mayor prevalencia del PTSD en ellas, por provocar diferencias en la respuesta del eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA). Existen evidencias de que la conducta de afrontamiento del estrés y las respuestas fisiológicas relacionadas son diferentes en roedores machos y hembras, lo cual se atribuye a diferencias anatómicas, influencias hormonales y factores ambientales. Se ha demostrado que, usando un paradigma de estrés crónico, los machos adoptan la respuesta típica de lucha o huída (“fight or flight”), mientras que las hembras mostrarían una respuesta más defensiva y pasiva, es decir, lo que se ha denominado una conducta más protectora o amistosa (“tend and befriend”) (Taylor et al., 2000); esto vendría a explicar que las hembras alojadas en grupo presenten significativamente menos efectos negativos por la exposición al estrés que las hembras alojadas individualmente, no habiéndose encontrado estas correlaciones en los machos (Horst et al., 2009). Estos datos preclínicos corroboran los estudios epidemiológicos en seres humanos que muestran un efecto protector del apoyo social sobre el riesgo a desarrollar trastornos relacionados con el estrés en las mujeres (Kendler et al., 2005).
Las principales alteraciones neuroendocrinas observadas en los sujetos con PTSD son un incremento de la activación simpática y de la hormona liberadora de la corticotropina (CRH), con una reducción del cortisol debido a una hipersensibilidad del feedback negativo en el eje HPA (Yehuda y LeDoux, 2007). Se ha observado en pacientes con una hipocortisolémia diagnosticados de PTSD tras sufrir un accidente de coche, que los hombres tenían niveles más altos de cortisol en saliva que las mujeres, presentando una variación diurna atípica diferente: mientras los hombres tendían a aumentar sus niveles, las mujeres mostraron una reducción de la concentración de cortisol a lo largo del día (Paris et al., in press). Actualmente, se considera que los niveles bajos de cortisol en orina son un predictor del grado de PTSD que presenta el sujeto, y que las alteraciones relacionadas con el cortisol en este trastorno reflejarían unos factores de vulnerabilidad preexistente al trauma (Yehuda y LeDoux, 2007; Paris et al., in press).
Otra posible explicación de las diferencias de sexo en la incidencia del PTSD podría ser el hecho de que las mujeres muestran en mayor medida la disociación peritraumática (DPT) en comparación con los hombres. La DPT es un estado de conciencia limitada o distorsionada durante el tiempo que dura el evento traumático o inmediatamente después. Se ha vinculado a una actividad reducida del eje HPA y a las respuestas defensivas y pasivas en situaciones estresantes, por lo que se ha asociado también al desarrollo de PTSD y se considera un posible predictor de este trastorno (Olff et al., 2007).
Algunos estudios han mostrado que los sujetos que presentan una mayor activación del sistema nervioso simpático durante la fase aguda tras el trauma, son los que posteriormente desarrollan el PTSD. Y aunque los niveles elevados de cortisol son más comunes en hombres que en mujeres supervivientes de una catástrofe natural, los datos disponibles también muestran una mayor presencia de síntomas fisiológicos agudos, especialmente hiperactivación, en las mujeres que en los hombres después de sufrir un desastre natural (Olff et al., 2007). Se ha sugerido que esa hiperactivación tras un estrés extremo puede dar lugar al desarrollo de “sobreconsolidación” de memorias y, así, contribuir al desarrollo del PTSD (Paris et al., in press).
Otro aspecto a considerar para entender las diferencias de sexo en la vulnerabilidad al PTSD, es el hecho de que las mujeres presentan una recuperación más lenta que los hombres en la respuesta hormonal al estrés. Se sabe que una rápida recuperación de la respuesta de estrés es importante para superar el trauma, y niveles más altos de oxitocina se han asociado a un restablecimiento del eje HPA más rápida en mujeres que en hombres después de un estrés agudo en el laboratorio (Olf et al., 2007).
Por último, indicar que existen datos que relacionan el PTSD con cambios en el sistema inmunitario que podrían justificar, en parte, las diferencias de sexo en este trastorno. Se ha descrito un incremento en la activación de los linfocitos CD45 (células de memoria del sistema inmunológico) mayor en pacientes diagnosticados con PTSD que en los controles (Wilson et al., 1999), alteraciones semejantes a las de patologías autoinmunes como el lupus eritematoso sistémico. Es conocido que las mujeres presentan una respuesta inmunitaria más vigorosa que los hombres, pero también una mayor incidencia de enfermedades autoinmunes, como el lupus eritematoso sistémico (entre 7-10 veces más), la artritis reumatoide o la esclerosis múltiple (entre 2-3 veces más) (Darnall y Suarez, 2009).

Factores psicobiológicos explicativos de las diferencias sexuales en los trastornos de ansiedad

Durante muchos años, las diferencias entre los sexos y el papel que las hormonas gonadales tenían en estas diferencias, se estudiaron exclusivamente centrándose en la conducta sexual. Actualmente, al margen de controversias, se acepta que la diferenciación sexual implica diversas variantes estructurales, químicas y funcionales entre el cerebro del varón y el de la mujer, que afectan a todos los ámbitos del sujeto (Cahill, 2006; Cahill, 2009).
Es bien conocido que la diferenciación sexual está influida por factores genéticos y hormonales, y que este proceso se lleva a cabo en varias fases distintas. Primero se establece el sexo genético o cromosómico (XX vs. XY), después el sexo gonadal (ovarios vs. testículos), posteriormente se desarrolla el fenotipo genital y, finalmente en la pubertad, se establecen los caracteres sexuales secundarios. Aunque las hormonas sexuales son elementos clave para el desarrollo de algunos de estos procesos, no hay que olvidar que el papel de estas hormonas perdura durante toda la vida del individuo, contribuyendo así, día a día, a su diferenciación sexual.
Los estudios de familias han demostrado repetidas veces que los factores genéticos juegan un papel importante, aunque no determinante, en la aparición de los trastornos de ansiedad. No obstante, las investigaciones genéticas no han presentado, hasta ahora, ningún gen o genes como candidatos que predispongan a desarrollar estos trastornos. Un posible mecanismo implicado son los alelos potencialmente vulnerables a desarrollar ansiedad, siendo uno de ellos el alelo Ser23 para el receptor 5HT2C. Los agonistas de este receptor serotoninérgico tienen efectos ansiógenos en sujetos voluntarios e incrementan los síntomas de la ansiedad en sujetos con TOC o con trastorno de angustia. Pero los resultados hasta el momento son contradictorios, pues mientras algún estudio ha encontrado que este alelo se encuentra con mayor frecuencia en mujeres que en hombres, otros trabajos han mostrado la proporción contraria (Altemus y Epstein, 2008).
Por lo que respecta a la neuroanatomía, la amígdala y el hipocampo están muy implicadas en las emociones y en la respuesta de estrés. En los últimos años, se ha demostrado que estas áreas cerebrales son sexualmente dimórficas en su estructura; mientras que la amígdala es mayor en los hombres que en las mujeres, el hipocampo es mayor en las mujeres que en los hombres. Se ha comprobado además, que la amígdala y el hipocampo reaccionan al ambiente de forma diferente en cada sexo. Cuando se evaluó la actividad de la amígdala, crucial para el recuerdo de sucesos emotivos, de sujetos que contemplaban diapositivas con imágenes perturbadoras, los hombres que manifestaron una respuesta emocional intensa, exhibieron mayor actividad en la amígdala derecha, mientras que las mujeres la mostraron en la amígdala izquierda (Cahill et al., 2001, Cahill, 2003). Se ha sugerido que estas diferencias en actividad hemisférica entre los sexos, serían responsables de que las mujeres recuerden más vivamente los detalles de un acontecimiento emotivo y de que los hombres, por el contrario, conserven un recuerdo más global del acontecimiento. En estudios con animales se ha observado que las situaciones de estrés a una edad temprana provocan también consecuencias diferentes en el cerebro de cada sexo. Mientras que la ansiedad por separación de la madre aumentaba la concentración de receptores de serotonina en la amígdala de los machos, la misma situación disminuía la concentración de tales receptores en las hembras. Si ha esto añadimos que la producción de serotonina es un 52% más elevada en el varón que en la mujer (Cahill, 2006; Cahill, 2009), resulta una línea de investigación muy interesante y prometedora para comprender la predisposición de las mujeres a desarrollar trastornos de ansiedad y del estado de ánimo.
Los estudios epidemiológicos nos muestran que las diferencias entre los sexos a desarrollar trastornos de ansiedad, surgen en la adolescencia y tienden a desaparecer en la menopausia de la mujer. Asimismo, la incidencia de estos trastornos varía según las distintas fases del ciclo hormonal en la que se encuentre la mujer. Si además tenemos en cuenta que los cambios introducidos por las hormonas reproductivas -durante la fase intrauterina y la pubertad, el ciclo menstrual, el embarazo y la menopausia-, modifican claramente la estructura y la función cerebral, todo ello sugiere que las hormonas sexuales juegan un papel determinante en la etiología y en las manifestaciones clínicas de estas patologías (Altemus, 2009; Horst et al., 2009).
Concretamente, que la ansiedad disminuya durante el embarazo y la fase luteínica del ciclo menstrual de la mujer, y que se observe un agravamiento de los síntomas de muchos trastornos de ansiedad tras el parto, parece indicar que la progesterona puede tener un papel importante en las diferencias sexuales de los trastornos de ansiedad. Altemus y Epstein (2008) han planteado una hipótesis interesante para entender la mayor vulnerabilidad de la mujer de nuestra época a desarrollar trastornos de ansiedad. Hasta el siglo pasado, hace poco tiempo evolutivamente hablando, las mujeres permanecían muchos años de su vida adulta, o embarazadas o en periodo de lactancia, lo cual equivalía a que su organismo estuviera mucho tiempo expuesto a niveles elevados de progesterona. Esta hormona y sus metabolitos incrementan la sensibilidad del receptor GABA-A, elemento clave para reducir la respuesta de ansiedad en el cerebro. Lo que plantean estas autoras es que, tal vez, el cambio en las mujeres actuales ha sido demasiado rápido, provocando que su organismo, debido a los niveles más bajos de progesterona que los que eran normales en ellas, presente una mayor susceptibilidad a desarrollar respuestas desproporcionadas y patológicas de ansiedad.
Hay una cantidad importante y creciente de bibliografía en la que se destacan los efectos moduladores de las hormonas sexuales, principalmente el estradiol, sobre numerosos sistemas neuroquímicos, tales como el GABA en los núcleos amigdalinos y los sistemas dopaminérgico, serotoninérgico, adrenérgico y colinérgico del prosencéfalo, y sobre los comportamientos asociados a estos neurotransmisores (Horst et al., 2009; McEwen y Alves, 1999; Solomon y Herman, 2009). Se ha propuesto la posibilidad de que las diferencias sexuales en los trastornos psicopatológicos puedan estar relacionadas con las diferencias entre sexos en los sistemas de neurotransmisores y neuropéptidos, destacando, entre otros, los opiáceos, la oxitocina, la vasopresina y la hormona liberadora de la corticotropina (CRH). Aunque los estudios con animales de experimentación han demostrado que muchos de estos sistemas están sustancialmente modulados por los esteroides sexuales y presentan dimorfismo sexual, todavía hay pocos estudios con seres humanos que lo corroboren (Altemus, 2009). No obstante, también, es cierto, que los efectos de las hormonas sexuales no explicarían todas las diferencias entre los sexos, pues se ha observado que no se anulan todas las diferencias con la castración de los machos o la ovariectomía de las hembras.
Como hemos visto, los trastornos de ansiedad suelen estar asociados a situaciones estresante o amenazantes y están, por tanto, muy influenciados por las hormonas del eje HPA (Paris et al., in press). Investigar la extensión de esta influencia, es crítica para entender y prevenir los riesgos asociados al estrés en estos trastornos.
Numerosos estudios han mostrado que la activación del eje HPA en respuesta al estrés es un rasgo sexualmente divergente, tanto en animales experimentales como en seres humanos (Paris et al., in press; Young et al., 2008), sin embargo, los resultados son contradictorios. En estudios preclínicos se ha observado una respuesta del eje HPA más potente en los roedores hembras que en los machos (Young, 1998). Las ratas hembras liberan corticosterona/ACTH más rápido y en mayor cantidad en respuesta a un estresor agudo que los machos (Young et al., 2008). No obstante, los estudios clínicos han indicado que son los hombres quienes presentan una respuesta mayor del eje HPA ante un estrés agudo (Kudielka et al. 2004). Concretamente, las mujeres adultas, entre la pubertad y la menopausia, presentan una respuesta del eje HPA menor que los hombres de la misma edad; y, después de la menopausia y durante la fase luteínica del ciclo menstrual, los niveles de cortisol en respuesta al estrés se incrementan acercándose a los niveles de los hombres (Kudielka y Kirschbaum, 2005).
Determinar esta relación entre sexo y respuesta al estrés puede resultar más difícil cuando se analiza en estudios con seres humanos, dado que la actividad del eje HPA evaluada en sujetos sanos puede cambiar cuando los individuos se encuentran en un estado patológico. La respuesta adaptativa a un estrés agudo se considera que produce un incremento rápido en los niveles de glucocorticoides sin afectar la actividad basal del eje HPA. Estos aumentan el arousal y la energía necesaria para la respuesta conductual de huida-o-lucha (fight-or-flight), además de incrementar la consolidación de la memoria de los eventos estresantes, lo cual puede facilitar la respuesta adaptativa en situaciones futuras similares. Por otro lado, las diferencias sexuales en respuesta a un estrés agudo pueden influir en la respuesta a un estrés crónico o implacable, teniendo implicaciones importantes para los estados patológicos asociados. A veces, debido a una sobreactivación del eje HPA, el incremento de los glucocorticoides en respuesta al estrés puede ser mayor y más persistente en el tiempo de lo que debería, o producirse ante un estresor poco robusto. Este estado alterado del eje puede provocar una disminución de los niveles basales de glucocorticoides (como se ha observado en el PTSD), o por el contrario puede incrementar la respuesta del eje (como en los trastornos de pánico y otros trastornos de ansiedad). Los factores que pueden inducir esta alteración no son bien conocidos todavía, aunque es probable que dependan de interacciones complejas entre factores epigenéticos, activacionales y organizacionales. Lo que sí se sabe bien es que el estrés crónico puede alterar una gran variedad de funciones fisiológicas periféricas (como procesos cardiovasculares, hepáticos, inmunológicos y digestivos), además de provocar reducciones centrales en la eficacia neuronal y en la neurogénesis principalmente del hipocampo (McEwen, 2002; McEwen, 2007).
Cada vez disponemos de más pruebas que indican que los animales experimentales del sexo femenino, a pesar de presentar una respuesta más potente del eje HPA al estrés, son más resistentes a muchos de los cambios neurobiológicos y comportamentales que experimentan los individuos del sexo masculino frente al estrés agudo y crónico. Una posibilidad de conciliación entre la evidente resistencia femenina a los efectos neurobiológicos del estrés y la mayor prevalencia de los trastornos de ansiedad en las mujeres, es considerar que las modificaciones neurobiológicas inducidas por el estrés en los hombres son adaptativas, lo que posiblemente vendría a prevenir la aparición de estos trastornos (Altemus, 2009). Es decir, aunque los estudios indican que las mujeres están protegidas de los efectos neurobiológicos y comportamentales del estrés, estas modificaciones que sí se observan en los hombres, tendrían en éstos un carácter adaptativo a largo plazo protegiéndoles de desarrollar trastornos de ansiedad.
Se considera que son los estrógenos, con sus efectos neuroprotectores, los que contribuyen a la resistencia de las mujeres al estrés. Estas hormonas modulan, en función de la dosis administrada, la actividad de los dos sistemas principales de respuesta al estrés, el eje HPA y el sistema nervioso autónomo (Altemus, 2009; Horst et al., 2009), llegando incluso a suprimir su respuesta tanto en las mujeres (Roca et al., 2003) como en los roedores (Young et al., 2001). Pero los andrógenos y la progesterona modifican de la misma forma la respuesta del eje HPA al estrés, por lo que también contribuirán a las diferencias sexuales observadas.
Así, para poder entender las posibles causas de las diferencias sexuales en la respuesta al estrés, hay que profundizar en la relación entre el eje Hipotalámico-Pituitario-Gonadal (HPG) y el eje HPA. Los esteroides gonadales pueden influir en los mecanismos de regulación del eje HPA a través de sus efectos sobre los receptores de los glucocorticoides, sobre los sistemas cerebrales de la CRH, y sobre la respuesta de la hipófisis y la respuesta adrenal a la CRH (Young et al., 2008). Se ha observado que las ratas hembras en la fase proestro, cuando los estrógenos presentan sus niveles más altos, incrementaban su respuesta al estrés en comparación a las hembras en otras fases del ciclo estral, incremento que era abolido con la ovariectomia y que se conseguía reinstaurar con la administración exógena de estradiol (Paris et al., in press; Young et al., 2008). De hecho, se ha comprobado que el estradiol estimula directamente la expresión de ARNm de la CRH en el núcleo paraventricular del hipotálamo, provocando un incremento en la liberación de ACTH/corticosterona en respuesta a un estresor mayor en las ratas hembras en la fase proestro que en las ratas machos (Iwasaki-Sekino et al., 2009). Sin embargo, las hembras ovariectomizadas seguían mostrando una mayor hiperreactividad al estrés que los machos intactos, posiblemente debido a un efecto inhibitorio de la testosterona sobre la respuesta de estrés (Paris et al., in press ; Young et al., 2008).
Contrariamente en las mujeres, se conoce que los niveles de cortisol en saliva cambian a lo largo del ciclo menstrual, encontrando sus niveles mayores en los días 1-5 del ciclo, cuando los niveles de estrógenos y progesterona están más bajos. Además, la elevación de los niveles de progesterona se ha asociado con un incremento de la respuesta de cortisol ante un estresor físico agudo (Paris et al., in press). Desafortunadamente, son escasos los estudios en seres humanos que controlan la fase del ciclo menstrual en la que se encuentran las mujeres investigadas.
Algunos trabajos han destacado el papel de la oxitocina y la vasopresina en las diferencias sexuales comportamentales observadas en la respuesta al estrés. La oxitocina reduce el temor, el dolor y la respuesta de estrés, potenciando al mismo tiempo los comportamientos de crianza, sexual y social. De hecho, se ha comprobado en mujeres que las respuestas al estrés están reducidas durante el embarazo y la lactancia, cuando las concentraciones de esta hormona son muy elevadas. Con respecto a la vasopresina, se han observado diferencias sexuales en las neuronas productoras de esta hormona, localizadas en los núcleos supraóptico y paraventricular del hipotálamo, siendo más grandes y mostrando una mayor actividad neuronal en hombres que en mujeres. Esta observación es congruente con el hallazgo de que la vasopresina puede provocar una respuesta del eje HPA al estrés mayor en los hombres que en las mujeres (Altemus, 2009).
Revisando la literatura existente sobre la relación entre los esteroides gonadales y el eje HPA, está claro que estas hormonas tienen un papel modulador en la regulación del eje, tanto en animales experimentales como en seres humanos. Aunque los mecanismos precisos todavía permanecen sin aclarar totalmente, es muy probable que tanto los estrógenos como las progestinas actúen sobre múltiples niveles del eje HPA. La evidencia experimental apoya un efecto antiglucocorticoide de la progesterona, mediado en parte por su acción sobre los receptores de los glucocorticoides. También, es probable que el estradiol tenga un papel central sobre la mayor resistencia de las hembras a inhibir el feedback del eje HPA. Estudios en roedores han demostrado que el tratamiento con estradiol exógeno incrementa o disminuye la respuesta de estrés dependiendo de la dosis y/o el periodo de exposición a los estrógenos (Solomon y Herman, 2009). Además, hay que tener presente que el estradiol puede incrementar la sensibilidad de la glándula adrenal al ACTH circulante, ofreciendo así un mecanismo periférico adicional para la hipersecreción de glucocorticoides en las hembras (Young et al., 2008).
Es posible que estas interacciones entre los esteroides gonadales y el eje HPA contribuyan a incrementar la prevalencia de los trastornos de ansiedad en las mujeres en comparación con los hombres (Young et al., 2008), pero es evidente que hacen falta todavía muchos más estudios para poder entender qué papel juega el sexo en las psicopatologías.

Conclusión

A lo largo de la historia, la medicina y la psiquiatría han utilizado prioritariamente machos en la investigación científica (Hughes, 2007). De manera que gran parte de los estudios sobre la etiología, curso o tratamiento de las enfermedades mentales se han realizado en sujetos del sexo masculino y no se ha reconocido que, posiblemente, existían importantes diferencias de sexo. De hecho, aunque hemos visto que los trastornos de ansiedad aparecen con mucha mayor frecuencia en mujeres, la mayoría de estudios con animales experimentales sobre estas patologías han sido llevados a cabo sólo con machos, incluso aunque las respuestas de miedo en roedores son análogas a las reacciones de ansiedad en seres humanos en términos de sustratos biológicos y ambientales (Hughes, 2007; Palanza, 2001). Este asunto no ha recibido, ni recibe la atención necesaria y resulta sorprendente la escasez de estudios realizados con el sexo femenino a lo largo de la historia de las neurociencias. Las razones de esta discriminación son inexplicables y la mayoría erróneas. En la investigación básica, se prefiere el empleo de sujetos del sexo masculino principalmente porque se considera que las fluctuaciones hormonales del ciclo estral en las hembras provocan, sobre todo en las medidas conductuales, una mayor variabilidad entre sujetos. Esta creencia ha sido desmentida en numerosos estudios, encontrándose una variabilidad intersujeto similar entre los sexos o incluso en ocasiones mayor en los machos (Hughes, 2007; Parra et al., 1999). Otra razón errónea para defender la utilización sólo de machos, es argumentar que no existen diferencias de sexo en las medidas estudiadas, por lo que no es necesario utilizar sujetos de ambos sexos resultando menos costosa así la investigación. Pero resulta curioso que cuando los estudios utilizan sólo sujetos del sexo masculino, no es justificado por los autores la utilización de un solo sexo, mientras que utilizar sólo hembras o ambos sexos, es justificado por los investigadores en los artículos (Hughes, 2007).
Como hemos expuesto, realmente no se conoce por qué las tasas de ansiedad son tan elevadas en las mujeres y se sabe muy poco sobre cuales son los factores de riesgo antecedentes. Se especula que pueden existir factores de vulnerabilidad (bioquímicos, hormonales, sociales) que expliquen esta preponderancia a los trastornos de ansiedad en la mujer. Sin embargo, hasta la fecha, no se han identificado ni dilucidado los factores que originan las diferencias de sexo en la etiología y patofisiología de los trastornos de ansiedad, siendo necesaria más investigación sobre el tema.
http://www.escritosdepsicologia.es/esp/numanteriores/vol3num1/vol3num1_3.html