Un niño de diez años cree ser el único culpable de los atentados del 11-S

Afirma que el 11-S se produjo porque no pisó una marca blanca.

Además dice que fue obligado a cambiar sus pasos y por eso, aunque lo intentó con todas sus fuerzas, no pudo plantar el pie sobre la marca.
ESPECIAL: 11-S: El día que cambió el mundo

Minuteca todo sobre: 11-S
Un niño de diez años con un trastorno obsesivo-compulsivo (un desorden de ansiedad que produce conductas repetitivas sin sentido) y el síndrome de Tourette (los enfermos que lo padecen pronuncian frases y sonidos involuntarios) piensa que por su culpa se produjeron los ataques terroristas del 11-S.

El chico no para de repetir al grupo de psicólogos que lo tratan que el 11-S se produjo porque no pisó una determinada marca blanca el citado día de 2001.

El niño también padece el síndrome de TouretteLos expertos del University College de Londres, que han analizado al niño, creen que es la primera vez en el mundo que alguien se culpa de este ataque terrorista, según publica el Daily Telegraph .
Aunque el joven paciente ha sido tratado con una serie de medicamentos específicos para este tipo de trastornos, según explica la psicóloga del UCL, Mary Robinson, sigue culpándose y recuerda casi todos los días como fue forzado a cambiar sus pasos para no pisar la marca blanca.

fuente:20 minutos

BLANCO & NEGRO
El trastorno obsesivo



La gente que padece trastorno obsesivo compulsivo tiene recurrentes obsesiones o compulsiones que son severas, pues consume gran parte del día en estas conductas y causa marcada molestia o incapacidad. Estas personas reconocen sus actitudes como irracionales o excesivas pero no pueden dejar de hacerlas. Las obsesiones son como imágenes, impulsos o pensamientos que son persistentes y recurrentes y que son vividos como intrusivos e inapropiados, causando ansiedad o incomodidad. Las personas que padecen esa patología mental, tratan de ignorar o suprimir estos pensamientos o de neutralizarlos con otros pensamientos o acciones cayendo en verdaderos y complejos rituales. Pero reconocen que estas imágenes o preocupaciones son producto de su propia mente.

Las compulsiones son definidas como conductas o actos mentales repetitivos (repetir palabras, contar, abrir y cerrar) con lo que las personas sienten que les permiten manejarse con las obsesiones y tratan de aplicar los rituales de manera rígida e inmutable. Estas conductas repetitivas tratan de prevenir o reducir la angustia o los miedos. Pero estas conductas ritualistas son poco adaptativas, constriñendo la vida e impidiendo buscar una salida realista a esa angustia o a los miedos.

En cierto momento estas personas (salvo los niños) reconocen que sus obsesiones y compulsiones son excesivas e irreales. Estas actitudes producen marcada incomodidad interfiriendo con sus hábitos, trabajos y ocupaciones y suelen insumir más de 1 hora del día en su realización. Cuando la obsesión es contra una persona, pueden pasar años descalificándola, el fin será destruirla, y seguramente si no se hacen tratar a tiempo, lo logran.

fuente:ADRIANA BEATRIZ CORREAS - DOCENTE


Neurosis obsesiva-compulsiva

Es muy frecuente escuchar a las personas decir entre sus pláticas cotidianas ”está neurótica no le hagan caso” o “ya sabes que es un neurótico”; como si al hacer esta referencia fuera algo normal o no tuviera ninguna importancia


Lo cierto es que la neurosis es una enfermedad emocional, que quien la padece, y si es de tipo obsesiva no la pasa tan bien como tan simple puede parecer, ya que es una patología en la que se vive en constante tensión y ansiedad.

Freud en su escrito Obsesiones y Fobias señala que en toda obsesión hay dos cosas:
1) una idea que se impone al enfermo;
2) un estado emotivo asociado.

Mientras que en las fobias, ese estado emotivo es siempre la angustia; en las obsesiones puede ser, con la misma intensidad que la ansiedad, otro estado emotivo, como la duda, el remordimiento, la cólera.

Es bastante evidente que en las obsesiones el estado emotivo constituye el elemento principal porque es el que permanece sin alteración, mientras que la idea asociada es la que varía. Esto puede comprobarse siempre dentro de los antecedentes del enfermo, y en el origen de la obsesión, la idea original sustituida; es este enlace falso, entre el estado emotivo y la idea asociada, la que explica el carácter absurdo propio de las obsesiones.

Después de Freud, otros autores refieren que la neurosis obsesiva compulsiva se caracteriza por la presencia de ideas, sentimientos e impulsos no deseados por el sujeto, quien a pesar de sus esfuerzos, se imponen de manera intrusiva en su mente, acompañándose de desagrado y ansiedad.

La sintomatología clínica esta definida por la presencia de obsesiones y compulsiones.
Las obsesiones son descritas como la presencia de pensamiento, idea, recuerdo, etc. no deseado por el individuo y que se introduce imperativamente en la conciencia de éste. Los pensamientos obsesivos pueden consistir en dudas temores, cavilaciones, prohibiciones etc.

Por otro lado, las compulsiones son impulsos intrusivos repetitivos e indeseables que mueven al sujeto a realizar un acto cuya finalidad es la de conjurar la ansiedad producida por las obsesiones: ideativas (duda obsesiva), fóbicas (generan mucha ansiedad porque lo temido no es una situación real, sino el pensamiento de esta situación), e impulsivas (consisten en el temor a realizar un acto agresivo ya sea contra sí mismo o contra los demás; también expresan las pulsiones sádicas infantiles contra las que se ha empleado el mecanismo de aislamiento afectivo).

Se manifiestan como exageraciones, o caricaturas de un comportamiento habitual, tales como: lavados repetitivos de manos, ropa, etc. Por el temor constante a infectarse o ensuciarse. Al mismo tiempo, el individuo experimenta un sentimiento de incompletud y esto hace que repita una y otra vez la misma conducta. En casos graves cuando ya el enfermo no se puede dedicar a otra cosa se le llama psicosis obsesiva.

Personalidad obsesiva:
El individuo obsesivo se encuentra envuelto en un conflicto entre obediencia y desafío; como si constantemente se estuviera preguntando, si debe ser bueno, o puede ser malo, llevando esto a alternar sus emociones entre miedo e ira: miedo de ser atacado por su mala conducta y sea castigado por ella, e ira por el hecho de abandonar sus deseos y someterse a la autoridad.

Este conflicto tiene su origen en la experiencia de la niñez (etapa anal del desarrollo), y por lo mismo es expresada en términos infantiles; como la obediencia y el desafío.

Este tipo de paciente es el más fácil de reconocer y la obsesión es el más estereotipado de los síndromes clínicos principales.

En este padecimiento se hace uso de los siguientes mecanismos de defensa.

a) Aislamiento afectivo, que consiste en separar la representación, ya sea en forma de impulso o de idea de su afecto, debido a que aquella puede permanecer en la consciencia, puesto que se halla privada de toda conexión asociativa. Cuando este mecanismo tiene éxito el enfermo experimenta el impulso como algo que le es ajeno, extraño.

b) Intelectualización: está al servicio de aplacar el sentimiento de culpa consciente mediante explicaciones inconscientes de todo lo que le ocurre al individuo.

c) Anulación: es un proceso activo que consiste en deshacer psíquicamente lo que acaba de realizarse, tratando de conseguir que las representaciones conflictivas en los pensamientos, los actos y el comportamiento sean considerados como inexistentes.

d) Formación reactiva: implica el desarrollo de pautas de comportamiento, deseos y sentimientos que son exactamente opuestos a los impulsos reprimidos. Continuamente en la lucha contra sus impulsos sádicos, el obsesivo desarrolla actitudes conscientes totalmente contrarias a ellos.

La ambivalencia es propia de la segunda fase del desarrollo infantil, se refiere a la existencia de amor y odio al mismo tiempo; los neuróticos obsesivos experimentan en ocasiones conscientemente estos sentimientos hacia la misma persona. También se hace uso del desplazamiento hacia lo insignificante y rituales compulsivos. La preocupación por la puntualidad, la escrupulosidad, la pulcritud, el orden y el cumplimiento estricto, de las obligaciones se derivan del temor de la autoridad.

El individuo con esta patología presenta sentimiento de culpa inconsciente y fracaso ante el éxito, por no haber cumplido a su juicio consciente con lo que para él habían forjado sus figuras paternas; este sentimiento lo deja convencido de haberlas frustrado, de ahí que, una de las sensaciones predominantes en el sujeto obsesivo sea la certeza consciente de estar cometiendo fraude ante las demás personas, que al parecer del sujeto, lo valoran en más de lo que realmente vale. Por lo mismo, se considera permanentemente obligado a estar ”limpio”, a ser “perfecto”, a ser capaz de resolver tanto los problemas propios como los ajenos, a ser paladín de lo que debe ser justo.

En realidad, como le es imposible alcanzar semejante cumbre de perfección, se siente “sucio”, “imperfecto”, duda de su capacidad de mantenerse justiciero y considera que no se avocó con suficiente ahínco a la tarea de resolver absolutamente todos los problemas ajenos o propios. Ante tanta carga de responsabilidades no es de extrañar que el obsesivo compulsivo quien no se puede permitir el lujo de olvidar ningún dato, es decir, de reprimir una idea, busque inconscientemente alivio a su patología, reprimiendo el afecto o más bien reprimiendo la capacidad de sentir el afecto, ya que es frase repetitiva que los obsesivos digan “sé que estoy intensamente enojado o enamorado o desilusionado, etc. pero…no lo siento”.

En este tipo de neuróticos existe el sentimiento de grandeza, que tiene como función capacitar ilusoriamente al sujeto para realizar la gran tarea que se siente obligado a cumplir. Por eso, la parte psíquica que representa la conciencia moral del obsesivo es sentida como perseguidora, ya que siempre demanda del individuo más de lo que él puede dar, sin importar cuanto haya dado ya.

Los obsesivos consideran que el mundo no puede girar sin ellos.
Suelen vivir su sexualidad como sucia, equiparando a nivel inconsciente las secreciones corporales con las heces y contabilizando el número de parejas y coitos. Se desorganizan cuando el mundo los obliga a realizar actos que repudia su conciencia moral, y cuando tienen que enfrentar un nuevo rol en su vida.

Es importante comentar que estos individuos al dejar de hacer uso de las defensas obsesivas, pueden llegar a desorganizarse emocionalmente, pero por otro lado les dan cierta estructura psíquica, siéndoles de gran utilidad, tanto en el área intelectual como en la laboral.

En el aspecto social, estos enfermos manifiestan una gran dificultad para mantener buenas relaciones interpersonales, ya que por la perfección que pretenden lograr de quienes les rodean, llegan a provocar mucho enojo, siendo difíciles de tolerar.

2000 Leslie E. Packer, PhD. Todos los derechos reservados. Versión española de M.D. Cebrián-de-Miguel 1Compulsiones y obsesiones más frecuentes Las obsesiones son pensamientos intrusivos no deseados e irracionales que generalmente producen ansiedad al sujeto. Las compulsiones son conductas rituales y estereotipadas en las que entra el sujeto, normalmente como respuesta al pensamiento obsesivo, si bien, en algunos casos, basta para ello con que el sujeto tenga esa sensación de retortijones en el estómagoque simplemente le lleva a “tiene” que hacerlos. Obsesiones habitualesLa investigación intercultural realizada sugiere que ciertos temas tienden a producirse en todas las razas, culturas y sociedades. Los temas que a continuación se relacionan figuran entre los más recurrentes: - Contaminación (gérmenes, suciedad, productos químicos). Este es uno de los síntomas más habituales en materia de prevalencia a lo largo de la vida. Los sujetos pueden tener un miedo morboso a contraer SIDA u otro tipo de infecciones, pueden tener miedo a tocar los grifos del baño, y pueden manifestar una horrible ansiedad si alguna persona toca su comida. - Duda. Un sujeto con TOC puede conducir en sentido descendente por una calle y, de repente, sentir miedo a atropellar a alguien. - Orden o simetría específica. Los objetos han de estar alineados o colocados de una forma determinada. La simetría se conoce también como “nivelar” . - Sentir la necesidad de tener las cosas “justo así” o “ bien”. - Imágenes agresivas u horrorosas (miedo a hacer daño a la familia o a la propia muerteo la de otras personas).- Imágenes sexuales (temas especialmente inapropiados). - Temas morales o religiosos o “escrupulosidad”. - Necesidad de experimentar una determinada sensación (como quemar o cortar). - Tener que ser perfecto en algo. - Obsesiones numéricas: los números como propiedades mágicas o inductoras del miedo. Conviene destacar que los niños o niñas suelen carecer de elementos de autoanálisispara detectar la irracionalidad de las obsesiones y compulsiones, y que pueden creer que todo el mundo piensa y siente como ellos. Cuando un niño o un adulto tiene esa capacidad deintrospección, a menudo sienten el miedo a hablar de sus obsesiones a otras personas por temor a que se les tome por “locos”. De hecho, muchos pacientes con TOC cuentan que “seconsideraban locos” hasta que se les diagnosticó y se les explicó el trastorno que padecían. Compulsiones habituales.- Rituales de lavado e higiene. - Contar cosas: puede combinarse con otras compulsiones. Contar es frecuentemente un “ritual silencioso”. Los profesores y los empleadores pueden no darse cuenta deque la persona en cuestión tiene que contar mentalmente las cosas al tiempo que intenta procesar o completar el trabajo. Ya que la duda acompaña al TOC, esprobable que dicho sujeto comience, de repente, a tener dudas sobre si ha contado correctamente y, en consecuencia, tener que empezar a hacerlo desde el principio. - Comprobar y recomprobar. Las personas con TOC comprobarán yverificarán
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© 2000 Leslie E. Packer, PhD. Todos los derechos reservados. Versión española de M.D. Cebrián-de-Miguel 2excesivamente todo, ya se trate de ver si han cerrado la puerta, han apagado el horno o cerrado el grifo en la cocina, o de comprobar que no han atropellado a ningunapersona. No es infrecuente que los pacientes con este trastorno lleguen tarde al colegioo al trabajo, debido a que invierten un tiempo excesivo en revisar y recomprobar todo en la casa. Es posible que, tanto en el colegio como en el trabajo, no entreguen a tiempo los ejercicios y tareas demandadas porque se encuentren verificando yvolviendo a revisar de forma compulsiva su trabajo.- Ahorrar o atesorar. - Buscar palabras tranquilizadoras /conformidad en otras personas. - Ordenar o arreglar cosas o hacer cosas una y otra vez, hasta que se alcanza la sensación de “justo así”. Es como arrascarse una picazón hasta conseguir exac-tamente la sensación necesaria que nos dice que ya podemos parar. Un niño con TOC puede estar jugueteando con su ropa o pellizcarse o chupar o tocar hasta obtener la sensación de “justo así”. De igual forma, una niña puede pedir a sumadre o su padre que le cuente una y otra vez el cuento con el que se duerme,hasta que las veces que éste o ésta lo cuenta sean tantas como las que el niño necesita oirlo. Si el padre intentara recortar la historia o no le proporcionara el “igual” a lo que el niño tuviera que escuchar, éste repetiría “cuéntamelo otra vez”. - Perfeccionismo. Los niños que tienen compulsiones de perfeccionismo en elcolegio, pueden sentir la necesidad de borrar y volver a hacer el ejercicio de clase hasta llegar incluso a hacer agujeros en la hoja de tanto rehacerlos. El perfec-cionismo puede llevarles a quedarse levantados hasta altas horas de la noche hasta que consiguen la perfección en sus deberes. Un signo de perfeccionismo en la escritura puede observarse en la repetición continuada del movimiento circular de hacer el punto de la letra i, hasta que sea perfectamente redondo y negro, y hasta que un formulario electrónico para cumplimentar tenga los círculos en negro perfectamente rellenos (y en el que, por lo general, se dejarán restos de haber efectuado muchas rectificaciones y haber borrado varias veces). - Rezar, parlotear. Algunos sujetos se ponen a rezar sistemáticamente como formade hacer penitencia o de blindarse contra pensamientos amedrentadores. Los niños que tienen obsesiones de escrúpulos pueden sentirse obligados a hablar en voz alta cuando alguna persona ha sido errónea o falsamente acusada.- Compulsiones de repetición. Un ejemplo de este tipo es el del niño o niña que tieneque leer hacia atrás una línea que acaba de leer hacia delante para evitar que suceda algo terrible, o el de la persona que tiene que andar hacia delante y luego hacia atrás por su pasillo un determinado número de veces, o salir por una puerta, de una determinada forma, un número de veces específico. - Evitación compulsiva. Cuando un lugar o situación determinada ha quedad asociada a una conducta compulsiva, es posible que la persona empiece a evitar la situación o el lugar, por miedo a perder el control y quedarse “paralizados”realizando el ritual. En otros casos, un suceso o estímulo concreto puede ir asociado a pensamientos terroríficos y, entonces, el sujeto intentará evitar ese estímulo.

casos toc



La finalidad de este texto es la reflexión psicopatológica de los pacientes que sufren de Trastorno Obsesivo Compulsivo, TOC, o "neurosis obsesiva".

Se adjuntas casos clínicos, extraídos de mi casuística, con el afán de reivindicar la clínica y semiología psiquiátrica.



Veamos pues, algunos ejemplos clínicos de TOC.

Pacientes con neurosis obsesiva.



Tipo reflexión obsesiva, racionalización obsesiva sobre temáticas filosóficas.

Caso 1. Varón 30 años.

-Rumiación obsesiva, tipo reflexión filosófica sobre la existencia humana.

Ideas que me obligan a reflexionar: una idea fija, intrusa, persistente, que me obliga a una reflexión obsesiva:

-¿Qué soy?. ¿quién soy?. “Que no soy nadie, que no soy nada”

-“El contraste de mi ser, con el universo: “Yo tan pequeño, versus el espacio inmenso, el cosmos infinito”.

-Reflexión obsesiva sobre el paso del tiempo:

“Vivo la lentitud del tiempo, y la necesidad de percatarme del paso del tiempo”.

“obligado a contar el tiempo, a contar los segundos, los minutos,....¿hasta la infinitud?”. (fijación por comprobar las manecillas del reloj, que se mueven, que transcurre el tiempo).

-Reflexión obsesiva sobre la vida y la muerte.

-¿Cuál es mi posición ante el mundo?. “El mundo seguirá sin mí”.

-Pensar sobre la muerte, la vida después de la muerte, ¿existe Dios?.

-¿el sentido de la vida?: “No encuentro sentido a nada, y empiezo a preguntarme cosas, y a dudar de todo”.

Búsqueda de antagonizar el pensamiento, cantar, gritar, para antagonizar la obsesión cognitiva reflexiva. Asociado a manía de comprobar y reflexionar sobre todo.



Caso 2. Varón de 25 años.

-Duda obsesiva sobre la identidad: idea de extrañeza yoica.

Necesidad de comprobarse a sí mismo, duda obsesiva sobre la propia existencia:

¿cómo sé que existo realmente?.

Necesidad de verificaciones variadas: el paso del tiempo, y mi imagen en el espejo.

“Un día creer que no era yo, necesidad de asegurarme de ser yo”



-Duda obsesiva sobre la corporalidad, e identidad física: mirarse al espejo, repasar los rasgos faciales, y físicos. ¡compulsión por mirarme¡. ¿si no me miro en el espejo me deformaré?. (asociado a ritual de auto-observación especular)

-Obligación –obsesiva- de mirarme en todos los espejos, y varias veces.

Ver también “dismorfofobia”: idea de fealdad, o malformación física.



Casos obsesivos de fijación corporal:

-Mirar mi nariz repetidamente, medirla, volver a mirarla, creer que es grande, deforme,...hasta ponerme pinzas, y deformarla.

-“Mi pelo es graso, y lacio, y me quedo calvo: lo miro, remiro, peino y repeino, lo repaso todo, no me lavo, no dejo que me lo toquen, es una idea fija, obsesiva,...que me aflige y me hace sentir feo, y evito mirar a la cara, salir a la calle”.

(estudiar la diferencia fenomenológica con delirios de fealdad corporal, dismorfofobia, y delirio de desprendimiento de mal olor corporal)





Caso 3. Varón 40 años.

Comprobación, cognición mágica y clínica psicótica:

“necesidad –obsesiva- de dejar la pasta de dientes hacia la derecha, y cerrar el tape sin mirar, por si me quedo encerrado.

Obsesión: “¡Me puedo quedar encerrado dentro de una botella de agua”¡

Compulsión ritual: Comprobar que la cierro, y pensar que estoy fuera.



Antagonismo obsesivo, con significado mágico.

-Si pienso en “no”, tengo que imaginarme el “sí”.

-“Pensando algo bueno, puede pasar algo malo. Si pienso en mi madre, creo que por este motivo le pasará algo malo”..

La conducta se ritualiza según el pensamiento mágico: “botones, atarme las botas, etc. debo de estar pensando en algo bueno, y en alguien indiferente, por temor a la idea de muerte de un ser querido”.

-Al vestirme, o para cualquier actividad, sólo puedo hacerlo si pienso en el “sí”.

-Si oigo música, debo de antagonizar palabras, pensando en el si. Repetir la música, hasta que asocio a la palabra el “si”.

-Al cruzar un semáforo, tocar con la mano izquierda, por si un familiar cae enfermo.

-Si leo palabras “dormir”, creo que no podré despertar.

Solución mágica y ritual: imaginar una barra blanca, brillante, que oculta la palabra “mágica”.

Fenómenos de autoscopia, de desplazamiento del yo: me siento detrás de mí, como si escuchase mi propia voz. (en un paciente en particular. No siendo típico de la patología obsesiva)



Caso 4. Delirio de contaminación por brea.

Mujer. 35 años.

-“El buzón permanece sucio. Debo usar guantes y pinzas para coger las cartas, colocarlas en un plástico, que no toquen la mesa, ni la ropa”.

-Lugares sucios, a los que no se puede acceder, ni tocar, por temor a extender la suciedad.

-Impido que mis hijos y marido se acerquen, si lo tocan, les obligo a cambiarse de ropa, y lavarse, tirar la ropa que creo que está contaminada.

-Zapatos, ropa manchada de brea, que debe ser guardada en un armario “sucio”.

-Una amiga habló sobre la “brea”, ya no podrá entrar en mi casa, ni yo ir a la suya.

Evitar los pomos, paredes, calles sucias, y necesidad de rituales de lavado de manos, de forma repetida y ritualizada.

“No me puede tocar mi hija, hasta que no se lava, y le lavo la ropa de la calle”.



Caso 5. Varón con neurosis obsesiva. 50 años.

“si cojo algún objeto del suelo, me siento sucio, y debo ir a casa, a lavarme, ducharme por completo, cambiarme de ropa”.

-Ducharme, e ir al rellano de la casa, depositar una monedad (de 1 €) debajo del felpudo, sólo así me siento bien. Si no lo hago temo una desgracia.”

-Escribir en papeles las palabras que se me ocurren, si no las escribo no me quedo tranquilo, se queda la palabra en el aire, y creo que pasará algo grave.

-Repasar la conversación dicha, buscar las palabras en el María Moliner, comprobar que han sido bien dichas, que son las correctas.

Rituales agresivos sobre terceras personas:

“Golpear con el nudillo del dedo, un diente de mi mujer hasta que salga sangre, sólo así me quedo tranquilo”

Un caso de Cleptomanía obsesiva: sic “fumaban a mi lado, me sentí sucio, hasta que robé un mechero no me quedé tranquilo”. En ocasiones, siento la necesidad imperiosa de coger objetos de las tiendas, para librarme de las obsesiones.



Caso 6. Vida condicionada por los números:

Mujer de 65 años:

“Toda mi vida depende de los números” , “los hay buenos –p.ej: el 4 y el 7-, y malos como el 8”.

“Vivo encarcelada”. “con mis números y mis obsesiones”. “tengo la obligación de vivir, por haber tenido la desgracia de nacer”.

-Obsesión por contar todos mis actos:

-“Para beber agua, tengo que contar el número de tragos”

-“No puedo dejar el vaso, sino es con un número bueno”.

Apagar la TV bajando el sonido, o taparme los oídos, para no oír la última palabra, y evitar preguntarme. ¿cuántas letras tiene?. Necesidad de buscar otra palabra con las mismas letras.

-Andar por la calle, entrar en la iglesia, beber, comer, tocar los objetos, todo está condicionado por los números mágicos.



Caso 7. Niño de 12 años con neurosis obsesiva de inicio infantil. "Manía de hablar al revés".

“sufro de la manía de deletrear todas la palabras que digo”, “debo repetir los dígitos de una cifra, y deletrear al revés todas las palabras”

Si digo: No me pasa nada, debo decir: “on em asap adan”.

Si digo: “yotse neib”, quiero decir: “Estoy bien”.



Caso 8. Rituales protectores en mujer de 60 años.

“Debo escupir en el suelo, o en la silla”. “debo de mojarme los oídos con saliva”.

Si no escupo, ya no estaré bien, ya no seré tan perfecta, con mis cinco sentidos.

Para prevenir algo, para tener éxito, “un examen, una cita, etc.”, “ya es parte de mi vida”.

Rituales más simples, que acompañan la vida diaria, y que pueden pasar inadvertidos a los otros: “levantarme, ir a la puerta, tocarla, volver a sentarme”. “Levantarme, o ir andando, y dar un giro sobre mí misma”.



Caso 9. Joven con neurosis obsesiva tipo: Impulso irrefrenable a blasfemar.

Sic “ya de niño, estando en misa, me entraban ganas de blasfemar”.

“Para aliviarme, pensé en una blasfemia. Después me sentía un pecador, que decía sacrilegios, y empecé con rituales de rezos y oraciones, para calmarme”.

Creo que no soy dueño de mis pensamientos, que se me pueden escapar las palabras blasfemas. “En la mente, se me representan imágenes de sexo, y me tengo que rezar”.



Caso 10. Mujer que sufre de miedos irracionales.

“mi mente es como una cárcel, miedos irracionales a cosas que no son. Mis pensamientos contaminan lo que toco”.

Si llevo algo en las manos, y pienso en arsénico, puede contagiarse.

-Tiro los alimentos a la basura, la comida, y también ropa, por si se ha contaminado, a través de mis pensamientos forzados.

-Al pensar en algún tóxico, se me contaminan las cosas.

-Me impongo controlar mis palabras e ideas, repetir mi conducta –lavarme las manos, los platos 15 veces- hasta que mi pensamiento cambia.

-Si al colgar la ropa pienso “arsénico”, tengo que volver a lavarla. Le hago colgar la ropa a mi marido, el no sabe el motivo real, de mi conducta.



Inicio de mis miedos obsesivos e irracionales: En un viaje, al pasear por la calle, vi jeringuillas usadas, y tuve que tirar toda mi ropa. ¡como si hubiera podido cogerlas sin querer y pincharme, dudaba, muy insegura¡.



La obsesión con la palabra diablo: me dio por pensar en el diablo, por posesiones, por repetir la palabra “diablo”, y pensar que sucedería una desgracia.

Tenía que repetir todos mis movimientos hasta lograr pensar en la palabra “buena”, para deshacer la relación.

“mi mente es como una cárcel”. (expresión típica de muchos de nuestros pacientes)





Caso 11. Miedo a la basura, a los productos de limpieza considerados tóxicos.

P.ej: fobia y obsesión a la lejía.

“Miedo a salir a la calle, a tocar basuras". "Miedo a los productos de limpieza".

"Temor a la contaminación por lejía". "creo que tocado la lejía". "Hago lavar a mis hijos, y les obligo a cambiar de ropa, por que creía que había tocado lejía”



Caso 12. Mujer con ideas obsesivas de contenido sexual.

“Idea obsesiva de mirar el culo a los hombres por la calle”,

“el temor a perder el control, de tocar el culo a los hombres que pasan”.

“Me contengo, lucho contra la idea, lo evito con una gran lucha”.

-Fobias obsesivas de impulsión añadidas:

También, ideas de agredir a mi hijo, de clavarle un cuchillo, que evito, y me parecen odiosas. Miedo a los cuchillos, a las tijeras y agujas, los evito, los guardo en un cajón para no verlos.



Caso 13. “No puedo escribir cartas por temor a decir obscenidades e insultos”.

“sufro de un intenso temor a escribir palabrotas, obscenidades, e insultos en las cartas”. –“Tengo la obligación de releer las cartas que escribo muchas veces, de volver a leer. Pero dudo, no me convenzo, y si he leído mal, y si he escrito una palabra sin darme cuenta”

- “No me atrevo a echar la carta, ya no escribo postales, ni cartas a la familia, y amigos”.



Caso 14. Joven con obsesión por la perfección en los detalles, y que por ello sufre de lentitud obsesiva primaria. Obsesión por la "perfección" de los objetos y ropas.

-sic “Con 23 años, en la universidad, me obsesioné con la escritura”. “Las letras debía estar perfectas, rectas, y bien hechas, excelente caligrafía, ...perfecta”.

“Tenía que repasar letra por letra, comprobar la forma, no soportaba la imperfección caligráfica. (indiferente al contenido verbal)

-Después los libros. Repasar hoja a hoja, buscar dobleces, rayas, imperfecciones, hasta tirarlos a la basura recién comprados.

-Después los objetos de todo tipo: mirarlos a fondo, remirar, imaginármelos, tocarlos, repasarlos a fondo, hasta encontrar un defecto mínimo pero intolerable, y que me provoca gran irritabilidad. La ropa, mis zapatos, camisas, etc,..la mayoría no puedo estrenarlas, porque están con alguna falta, mancha, raya, o imperfección.



-Hasta dos horas para vestirme. Porque repaso todo, lo miro, y remiro, me quedo absorto, y no avanzo. Ensimismado, repaso todas las costuras, botones, dobleces, hasta que puedo avanzar, muchos días no me puedo vestir por no acabar de mirarlo todo bien.

Hasta cerrar los ojos para evitar fijarme en los defectos de la puerta, el baño, la pintura, etc,...me encerré un mes en la habitación para no ver los objetos, y evitar vestirme...”





Caso 15. Varón con miedo obsesivo al contagio del sida a través del tacto.

Duda obsesiva de escrúpulo a la enfermedad del SIDA.

-“Si veo una mancha roja, creo que es sangre.

-“Si veo un chicle en la calle, creo que lo he tocado, que lo he chupado, y que está contaminado”

-“Cualquier mancha roja, creo que la he podido tocar, que puede ser de sangre”

-“ Dudo, reconozco que no me he agachado, pero creo que estoy sucio, que tengo las manos sucias de la mancha, debo de lavarme y lavarme repetidas veces.

“llevo la idea fija en la cabeza durante días”. Por el contrario, soy cazador y me encanta abrir en canal a las presas, y no sufro por la sangre de los animales.



Caso 16. Mujer, 55 años, duda obesiva de contaminar la comida con jabón, o detergentes.

Temor obsesivo a provocar envenenamiento en su familia.

"¿Y si he echado -sin ser consciente- jabón en la comida?".

Necesidad de tirar la comida ante la duda. Necesidad de esconder y alejar los productos de limpieza de la cocina. Imposibilidad de cocinar si ha tocado recientemente el jabón de labar o detergente.

Reconoce lo exagerado e injustifiacdo de su obsesión, pero persiste la inseguridad y la duda obsesiva.

La preocupación patológica


La preocupación patológica
La preocupación ha sido considerada durante mucho tiempo como un componente más de la ansiedad e incluso inseparable de ella (O’Neill, 1985). El hecho de que se haya identificado como el elemento característico para el diagnóstico del trastorno de ansiedad generalizada ha disparado los estudios sobre ella, sobre todo en los últimos 20 años. Ello ha permitido entender algunas de sus características y plantear alternativas que abren nuevas perspectivas en el tratamiento cognitivo conductual de ese trastorno.

La preocupación aparece, en general y sin que se pueda considerar patológica, como un intento de resolver un problema que amenaza fijando un curso de acción adecuado y se convertirá en problemática cuando no llegue a buen término su función. Cuando detectamos la presencia de un problema, comenzamos de inmediato su afrontamiento. Si las circunstancias lo permiten, nos ayudamos del lenguaje interno (pensamiento) para resolverlo. Nuestro lenguaje nos sirve para simular nuestro comportamiento futuro y prever sus consecuencias sin necesidad de actuar. Comenzamos a planificar nuestra reacción y la preocupación surge dentro del proceso cognitivo que tiene como función determinar el curso de acción más conveniente para nosotros. Por tanto, la preocupación aparece asociada a la planificación de nuestras acciones y como tal entra dentro de la normalidad más absoluta y se puede estudiar junto a otras conductas de planificación en el contexto de la toma de decisiones y la resolución de problemas.

La ansiedad surge junto a una activación de nuestro cuerpo para hacer frente a una amenaza, luchando o huyendo, por ello, el análisis de los procesos que aparecen unidos a ella, se ha de hacer considerando que son parte del afrontamiento de lo que se teme. La preocupación se incluye en la actividad cognitiva que prepara la reacción al peligro; por tanto, la preocupación asociada a la ansiedad es un factor que interviene en el enfrentamiento de cualquier amenaza y por eso se puede detectar frecuentemente en cualquier persona y como un elemento relevante en todos los sujetos que presentan un trastorno de ansiedad.

La preocupación como afrontamiento de los problemas dentro de la normalidad está asociada a creencias de que es positivo preocuparse, puesto que colabora en la solución. Así en un estudio con sujetos normales encontraron las siguientes creencias positivas acerca de la preocupación: Motivarse para hacer las cosas; definir como prevenir o evitar sucesos negativos; prepararse para lo peor; resolver problemas; reducir la probabilidad de sucesos negativos, que es una creencia supersticiosa (Dugas, Buhr, y Ladouceur, 2004). Sin embargo, la preocupación patológica no reduce la probabilidad de resultados negativos ni aumenta la probabilidad de un afrontamiento exitoso ni es efectiva para resolver problemas concretos (Roemer y Orsillo, 2002, Wells, 2004). Pero las personas con trastorno de ansiedad generalizada se preocupan de sucesos con baja probabilidad y lo hacen de forma continuada. Como cuando se preocupan no ocurren los sucesos temidos, debido en realidad a su baja probabilidad, se refuerza la preocupación y la creencia en su eficacia. Es una confirmación supersticiosa, porque la no ocurrencia del suceso no está relacionada con preocuparse o no. Por ejemplo, cuando se preocupan con el objetivo de conseguir reducir la probabilidad de un accidente, como el accidente no ocurre, se refuerza la conducta de preocuparse.

La incertidumbre
Para los individuos que desarrollan un trastorno de ansiedad generalizada la amenaza mayor es la incertidumbre (Dugas, Gagnon, Ladouceur y Freeston, 1998). Para ellos es más problemático no saber cuando se van a morir, que el hecho mismo de morirse. Pueden llegar a decir que preferirían que les asegurasen que no van a fallecer hasta los 50 años que no saberlo y poder vivir con la duda hasta los 80. Otro ejemplo es la incertidumbre que surge ante la muerte y la existencia de vida después. Para los sujetos con baja tolerancia a la incertidumbre el problema no es si va a existir la vida después de la muerte, sino la incertidumbre de no saber si va a existir o no. Dugas y colaboradores consideran que existen disparadores de la preocupación, que pueden ser situaciones, estados de ánimo o sucesos de la vida cuando generan amenazas, o pueden ser vistos como tales. Aparecen en esas circunstancia pensamientos de la forma “¿Y si...?” que generan incertidumbre y para evitarla se pone en marcha la preocupación. El proceso ocurre con mayor probabilidad cuando se tienen las creencias de que la preocupación es buena porque nos prepara para afrontar la amenaza, o que evita decepciones, o que nos ayuda a proteger a los que queremos.

La preocupación como paliativo de la ansiedad
Al ser la preocupación una parte de la resolución de problemas que nos causan ansiedad, solamente el hecho de empezar a pensar en solucionar un problema significa que se ha comenzado su afrontamiento y, así, aumentamos la probabilidad de librarnos del peligro previsto y ya nos comenzamos a calmar, porque hemos iniciado la resolución del problema.

Se ha demostrado que la preocupación tiene un impacto directo sobre la ansiedad, en concreto sobre el tono vagal que incluye los latidos del corazón y la respiración. Es una reducción de determinadas formas de activación que, sin embargo, genera otras también desagradables como la tensión muscular y la inquietud. Al pensar, generamos imágenes o palabras; pero en la preocupación patológica se hace solamente de forma verbal, (Borkovec e Inz, 1990) alcanzando de esta forma un alto nivel de abstracción que aleja de la realidad de la amenaza más que las imágenes y nos permite, además, aplicar la lógica, lo que facilita llegar a soluciones más coherentes. Roemer y Orsillo (2002) dan gran importancia a este hecho y afirman que la forma más llamativa de evitación en el trastorno de ansiedad generalizada es la evitación de estímulos o experiencias internos, aunque irónicamente la preocupación se convierte en una experiencia interna no deseada. Así se explica como pueden darse simultáneamente dos procesos aparentemente contradictorios, la disminución de la ansiedad y el aumento de la tensión muscular.

Pero no es ese el único camino por el que la preocupación se convierte en una conducta de evitación, que rebaja la ansiedad: Muchas veces los sujetos con trastorno de ansiedad generalizada, al preocuparse de sucesos muy poco probables, rehuyen hacerlo de problemas acuciantes a los que no quieren o no pueden enfrentarse (Borkovec, Alcaine, y Behar, 2004). Si se preocupan porque es posible que caigan enfermos, no les quedará tiempo para pensar que las relaciones con su pareja no son agradables y que no ven posibilidades de mejorarlas. Se evita así la experiencia de la ansiedad al preocuparse de problemas menores para no afrontar aquellos que causarían mayor ansiedad y que no son solucionables. Al ocupar los recursos mentales en los temas que causan menor sufrimiento se impiden los pensamientos más amenazantes. Preocupándose de problemas terribles, aunque poco probables, se cree que se está haciendo todo lo posible para solucionar problemas; aunque en realidad los estén evitando. La quintaesencia de este proceso consiste en que los humanos puede crear estrés para excluir un dolor posterior mayor (Borkovec, Alcaine, y Behar, 2004).

Preocuparse por estar preocupado
Wells (1999, 2002, 2004, Wells and Matthew s, 1994) considera que tanto las creencias positivas acerca de la preocupación como las negativas pueden llevar a convertirla a ella misma en una amenaza. Este autor explica que cuando se piensa de forma rígida que la preocupación es buena y que hay que implementarla en todo momento, porque es imprescindible para resolver problemas o para evitar amenazas, aparece la preocupación de tipo 1. La persona inicia el desarrollo de planes de acción hasta que encuentra uno que le satisface. La forma de saber que le satisface es cuando siente o bien que es capaz de afrontar el problema o bien que ha contemplado todas las alternativas posibles; pero estos criterios suelen ser arbitrarios o supersticiosos. La persistencia y repetición de este proceso es la causa de que se implante una preocupación patológica. Finalmente se llegan a activar las creencias negativas, como considerarla incontrolable o dañina para el cuerpo o la mente de las personas, con lo que se dispara la preocupación tipo 2. En este caso se establece la metapreocupación, ya que se llega a estar preocupado por el hecho de estar preocupado, se cree que la preocupación puede volver loco o llevar a hacer locuras, o a causar un estrés tan grande que produzca finalmente una enfermedad física.

La creencia en que la preocupación es dañina se confirma a sí misma. En efecto, el análisis de la situación confirma las previsiones, porque uno comprueba que cuando se preocupa, su cabeza da vueltas y su nivel de ansiedad es muy grande lo que le hace temer por su salud; pero la primera alternativa que toma es preocuparse para encontrar la solución a su malestar, para asegurarse de que no le va a pasar nada, se establece así un círculo vicioso que incrementa la ansiedad y la creencia en la malignidad de la preocupación que se siente como incontrolable.

Cuando puede avanzar en el resolución de su problema y pensar en otras alternativas, lo que se le ocurre es intentar dejar de pensar en lo que le preocupa, es decir, en los problemas que el cree que le producen sus pensamientos, no quiere pensar, pero sabemos que eso es muy difícil, cuanto más se esfuerza, más presentes están sus pensamientos (Wegner, 1994; Wenzlaff, 2000). Aunque en el caso del trastorno de ansiedad generalizada Purdon (1999) encuentra que algunas veces es posible suprimirlos, seguramente ocurrirá cuando la preocupación es una conducta de evitación, pero no cuando ella misma es la fuente de la ansiedad. Por lo tanto, lo más normal es que fracase en su intento. Cuando en sus intentos de control analiza los resultados obtenidos con su esfuerzo, le surge un sentimiento de falta de capacidad de resolver el problema, que le lleva a esforzarse más y más (Sugiura, 2003), incrementando notablemente su problema. Así puede surgir otra creencia negativa de que la preocupación es incontrolable, además de potencialmente dañina lo que incrementa tremendamente la ansiedad.

Solucionar los problemas causados por la preocupación patológica se tiene que hacer saliendo del marco de procesamiento de la información en el que se está, pasando al nivel metacognitivo, en el que se tiene control de la preocupación. Si no se hiciese así, se trataría de solucionar el problema comenzando por preocuparse por él, elaborando planes que ayuden a eliminar la preocupación, por lo que se entra en un camino que no lleva más que a empeorar la situación. Para conseguir este distanciamiento Wells propone la regulación de la atención (Wells y Mathews, 1994) por medio de la cual los sujetos se fijan en sonidos externos en presencia de los estímulos que llevan a la preocupación y cuando se distraen vuelven a ellos.

Wells (2002) plantea que el elemento fundamental en la preocupación patológica es que el procesamiento de los pensamientos no se hace en un nivel metacognitivo, en el que hay control de los pensamientos. Así, quien se preocupa patológicamente ve los pensamientos como sucesos reales en lugar de considerarlos como sucesos internos que no tienen necesariamente que reflejar una realidad objetiva. De esta forma, una amenaza pensada se convierte en real en lugar de ser solamente un pensamiento, y en consecuencia se establece el objetivo de eliminarla, evaluándola e intentando establecer estrategias y conductas para reducirla, acabar con ella o vigilarla, como si fuera totalmente real. Se ha dejado a un lado el funcionamiento metacognitivo que permite que se vean a los pensamientos como procesos que se tienen que evaluar y contrastar. Funcionar en modo metacognitivo supone que la persona toma una cierta distancia de sus pensamientos y creencias, que no se consideran obligatoriamente como una representación verdadera de la realidad. Con este modelo Wells propone demostrar que la preocupación es controlable, el objetivo para solucionar el problema sería potenciar el modo metacognitivo de pensar de forma que se pudieran evaluar los pensamientos, contrastar su realidad, suspender la preocupación o redirigir la atención a sucesos más probables. Funcionando en un nivel metacognitivo se conseguiría tener un conocimiento más estructurado y desarrollar planes nuevos y efectivos y sería menos probable caer en una preocupación patológica.

Wells (2004) propone que se vaya comprobando que la preocupación es controlable, por ejemplo, sugiere que se intente aplazar indicando al paciente que solamente se preocupe durante un periodo corto y determinado al día. Se le enseña al paciente a estar aquí y ahora para poder ocupar su mente en las cosas que son importantes y que son a los que le conviene dedicarse en ese momento. La experiencia clínica nos dice que cuando la ansiedad es muy alta, lograr dejar la lucha contra lo que tememos es muy difícil, por eso la exposición a sus miedos le ayudará a rebajar la ansiedad y a poder estar en el presente.

Una vez que el paciente ha debilitado sus creencias negativas sobre la preocupación (incontrolabilidad, dañina para la salud, etc.) se atacan sus creencias positivas por las que piensa que la preocupación es una buena estrategia para controlar los resultados. En este paso, es un buen tratamiento la exposición a la imposibilidad o la falta de habilidad para predecir o controlar algunos resultados, lo que implica la aceptación del problema (Dugas et al, 1998). Lo que además ayuda a debilitar la creencia en la propia incapacidad de resolver problemas; ya que la salida del círculo vicioso en el que se ha entrado rompe la creencia en la propia incompetencia y es la forma de aumentar la creencia en la autoeficacia.

Tratamiento
Se han señalado una serie de complicaciones que hacen que la preocupación se convierta en patológica y se han apuntado soluciones que residen fundamentalmente en aceptar la incertidumbre (Dugas, y otros, 1998), en controlar los pensamientos empleando un método de entrenamiento en atención que nos ayude a tomar distancia de ellos (Wells, 1990), desarrollar una conciencia plena para no rumiar (Segal y otros, 2002), incrementar la conciencia plena para aumentar la creatividad (Langer, 2000), no evitar experiencialmente para lo que Roemer y Orsillo (2002) proponen la meditación para conseguir la conciencia plena. En todas estas soluciones juega un papel fundamental la conciencia plena (mindfulness) (Borkovec, 2002, Roemer y Orsillo, 2002).

La conciencia plena no es sencilla de conseguir, por eso desde la antigüedad se han desarrollado técnicas dirigidas a tal fin, tales como la meditación Zen y otras prácticas similares. En la actualidad se han adaptado esas técnicas a nuestra mentalidad occidental, despojándolas del contexto religioso en la que se crearon (Kabat-Zinn, 1990) con resultados muy prometedores (Baer, 2003). La profundización en el desarme del pensamiento ha encontrado una sintonía muy importante con estas técnicas, lo que ha planteado su incorporación a la terapia de aceptación y compromiso, dado el pragmatismo técnico que constituye una de las bases filosóficas de esta terapia (Hayes, et al, 1999). Es plenamente factible utilizar estas técnicas en la terapia, de forma totalmente compatible con la teoría básica (García Higuera, 2004). Es muy evidente que se pueden emplear para potenciar la aceptación de nuestras experiencias internas, ya que con ellas se pretende un distanciamiento de los pensamientos, sensaciones, sentimientos y emociones aprendiendo a observarlos sin actuar obligatoria o automáticamente, lo que coincide plenamente con los que se plantea la terapia de aceptación y compromiso.

García Higuera (2004) plantea una serie de técnicas para alcanzar la conciencia plena entre las que juega un papel preponderante la aceptación de las sensaciones propias. Cuando se utiliza la preocupación para reducir alguna de ellas que es desagradable, en concreto las respuestas vagales, se está entrando en la preocupación patológica. Si se utilizan las sensaciones como elementos de evaluación de los resultados futuros, que se van a obtener con las acciones planeadas, se corre el peligro de potenciar la preocupación patológica. Si se consideran como evaluaciones de los resultados reales de las acciones, se puede caer en un proceso obsesivo. Si se intenta explicar el por qué se sienten y extrapolar las consecuencias de sentirlas, se entra en un proceso de rumiación que predispone a la recaída en la depresión. Las sensaciones corporales son un elemento importante de nuestra experiencia y juegan un papel fundamental en la evitación experiencial. En consecuencia, la aceptación de las sensaciones en el camino a la conciencia plena, es un camino adecuado para conseguir resolver todos estos problemas. Se pueden ver más detalles de estas técnicas en http://www.psicoterapeutas.com/pacientes/planteamiento.htm

JOHN PIACENTINI, EXPERTO EN PSIQUIATRÍA INFANTO-JUVENIL


JOHN PIACENTINI, EXPERTO EN PSIQUIATRÍA INFANTO-JUVENIL
«Es posible detectar síntomas obsesivos en niños muy pequeños»
Piacentini ofrece estos días un curso sobre la terapia cognitiva-conductual que permite tratar este tipo de problemas


El doctor John Piacentini, ayer en Donostia. /MICHELENA

EL PERFIL
Piacentini
(Portland, 1957), es licenciado en Psicología, Psicología Clínica y Biología. Dirige el programa de psicología médica de la infancia del Instituto Semel de Neurociencias y Conducta Humana.
Ha publicado 59 trabajos en revistas especializadas y ha participado en 27 proyectos de investigación.Trastornos obsesivo-compulsivos, depresión, tics, déficit de atención, fobias sociales, anorexia, ansiedad... Son muchos los problemas que pueden mejorar con la terapia cognitiva-conductual, un elemento clave en los tratamientos no sólo de adultos, sino también de niños y adolescentes. John Piacentini, director de las clínicas del Instituto Semel de la Universidad de California, ha viajado a San Sebastián para ofrecer, entre ayer y hoy, un curso organizado por la Fundación Carlos Elósegui, de Policlínica Gipuzkoa, sobre las aplicaciones de esta terapia y a la que asisten 80 especialistas.
- Usted es el autor de un conocido manual sobre el trastorno obsesivo-compulsivo en la infancia. ¿A qué edad pueden detectarse los síntomas de este trastorno?
- Desde muy pequeños. Hay casos de niños que, según contaban sus padres, al año ya mostraban síntomas. En consulta hemos tratado a niños de tres años con síntomas muy claros, como la obsesión por ordenar metódicamente todos sus juguetes, que tienen un comportamiento repetitivo cuando comen, siguen ciertos rituales a la hora de vestirse... Estas cuestiones son comunes en niños pequeños, pero el trastorno va mucho más allá de una simple manía.
- ¿Y cómo se distingue?
- Cuando, por ejemplo, a ese niño se le desordena la fila de juguetes que tan metódicamente ha colocado, se enfada de una forma histérica que sus padres no pueden controlar, se ven incapaces de reconducir esa situación. Si interrumpes una manía, no pasa eso.
- ¿Cómo es la terapia cognitiva-conductual para tratar este trastorno?
- Para trabajar con niños es preciso la implicación de los padres, que participan activamente para conseguir reconducir esas conductas. Se trata de aplicar la terapia mediante juegos, utilizando pegatinas, juguetes... El objetivo es que sepan resolver el problema, manejar situaciones que provoquen ansiedad o nerviosismo, a controlar los síntomas... Hay muchas condiciones que pueden ser tratadas con esta terapia, y en algunos casos más agudos o crónicos es necesario combinarlo con la medicación, pero la terapia en sí permite en muchas ocasiones minimizar los síntomas para que el chaval o la persona adulta tenga una vida normal.
- ¿Cuáles son las causas del trastorno obsesivo-compulsivo?
- En la mayoría de los casos hay causas biológicas, y eso es lo que 'enciende' el trastorno, que se puede mantener y prolongar mediante lo que llamamos refuerzo negativo, que consiste en la eliminación intencionada de un estímulo aversivo. Pongamos que pienso que hay gérmenes en este café, lo que me da miedo, así que me lavo las manos y me siento mejor. Y eso me lleva a lavarme las manos cada vez más veces para sentirme mejor, y entro en una especie de espiral... Si cada vez que me pongo nervioso pensando en los gérmenes me lavo las manos, seguiré creyendo que algo malo me puede pasar y, de esta forma, problema aumenta. Con los niños lo que hacemos es intentar que toque el vaso diciéndole que vamos a ver si se pone enfermo por culpa de los gérmenes y, cuando ve que no, entiende que no es peligroso.
- ¿Cómo puede deprimirse un niño?
- Hace 20 ó 30 años la gente pensaba que no había niños deprimidos, y si mostraban los síntomas se decía que era por otra razón. Pero hemos aprendido que sí existe la depresión en la infancia, incluso en edades muy tempranas. Como en muchos de los trastornos psicológicos y psiquiátricos hay una causa biológica y genética, así que se puede heredar una predisposición, que se acelera en el caso de pérdidas, momentos traumáticos...
- ¿Es difícil diagnosticar a un niño con depresión?
- No tanto. Se suelen observar cambios en el comportamiento normal, niños que ya no disfrutan con nada, empiezan a empeorar en su rendimiento académico, dejan de practicar actividades con sus amigos, no se ilusionan, abandonan las clases de deporte, música o pintura... Suelen estar muy irritables. No es sólo que estén tristes. Hay una serie de cuestionarios y entrevistas que nos permiten diagnosticar estos casos.
- ¿Un niño deprimido será un adulto con depresión?
- No necesariamente, pero sí tiene un riesgo alto. La depresión tiende a ser crónica, así que puede haber altibajos.
- ¿Cómo viven los padres estas situaciones?
- No es nada fácil, porque ven que algo no va bien y sufren por ello, pero la gente que tienen alrededor tiende a minimizar los problemas con frases como 'tranquilo, no pasa nada, son chiquilladas y ya cambiará...'. Luego hay otro gran problema con el estigma, porque los padres sienten que quizás es su culpa, se sienten mal porque se preocupan tanto de los niños cuando otros no lo hacen. Esta situación es muy clara sobre todo con los problemas de ansiedad. Se trata de niños que tienen miedo a la oscuridad, a dormir solos, a los monstruos... Que pasen estas cosas no es algo tan excepcional, e incluso hay pediatras que recomiendan a los padres que se tranquilicen e ignoren estos síntomas. Es verdad que los niños pueden tener miedo a algo, pero estos trastornos van más allá. Todos los niños se entristecen cuando su equipo favorito pierde, y eso es normal, lo cual no significa que haya depresión.