obxesiones religiosas sexuales


maria tiene 72 años. esta hospitalizada tras ua tentativa de suicido con medicamentos.se muestra reticente a contar sus pensamientos y explicar lo que le pasa su marido dice que cada vez se pasaba mas tiempo en la iglesia rezando.ultimamente se confesaba dos y tres veces al dia lo que llego a enfadar al cura de la parroquia.despues de varios dias de hospitalizacion.comence ha sospechar que detras de la incapacidad de maria para hablar de de la causa de sus plegarias.habia algun tema de obsesion sexual. intente quitarle el sentimiento de culpa contandole algunas historias de obsesiones religiosas al final me confeso lo siguiente: cuando estoy rezando delante de la cruz, de repente me imagino a cristo en plena ereccion debajo del taparrabos repito mis plegarias pido perdon,pero le veo de nuevo en ereccion realmente no le veo no sufro alucinaciones pero.cuando miro a la cruz y lo que veo es a cristo crucificado por los pecados de los hombres la idea que me asalta es que puede estar en erecion pienso que cristo que ha dado su vida por todos nosotros,esta tenso,es un pecado imperdonable!me he confesado con el cura me ha dicho que es un pecado grave me ha puesto penitencia.cuanto mas rezo mas me asalta la idea.cada vez me confieso mas.el cura ya no quiere confesarme. eso es lo que me ha decidido a poner fin a mis dias,para encontrarme con el señor e implorarle su perdon.
fuente:como aprender a vivir con el trastorno obsesivo compulsivo.

obsesiones sexuales


necrofilia,zoofilia,homosexualidad, todo es posible.estas obsesiones son, si cabe aun mas deprimentes.las personas aquejadas de ellas se sienten terriblemente avergonzadas y muy afectadas.mientras el riesgo de error se vive como un exceso de meticulosidad,sin un juicio de valor demasiado negativo.las obsesiones sexuales provocan una duda en los individuos afectados "¿sere un sadico?" "¿sere un depravado?", se preguntan.en estos casos los individuos que padecen de trastorno obsesivo compulsivo presentan un alto riesgo suicida. en raras ocasiones los temas de la obsesiones sexuales van aislados, lo que ayuda por otra parte a diferenciar entre fantasmas y obsesion hemos visto que las obsesiones sexuales suelen ir unidas al tema de agresividad en su faceta de violacion pero tambien se suelen asociar con el tema de la contaminacion la mancha moral se combierte entonces en suciedad fisica
fuentecomo aprender a convivir con el trastorno obsesivo compulsivo


No puedo dejar de repetir por un rato una palabra o una canción en mi mente…Es TOC?
El hecho de que se “nos pegue” una canción o una frase o un jingle, es algo natural en las personas y no habría de que preocuparse, porque va desapareciendo naturalmente. Pero si esto viene acompañado de la necesidad imperiosa de realizarlo intencionalmente para que no suceda algo malo o para bajar la ansiedad, podría estar tratándose de TOC. Las compulsiones son actos o conductas estereotipadas, repetitivas e intencionales, que tienen como finalidad, aliviar la ansiedad o el malestar provocado por una determinada obsesión (idea, pensamiento o imagen que se presenta en forma intrusiva).


Hay cura para el TOC?
El TOC es un trastorno severo, pero posible de ser tratado. En la actualidad se cuenta con terapias específicas como la Cognitiva-Comportamental y farmacoterapia adecuada que permiten lograr notable mejoría.


¿La meditación ayuda a calmar la ansiedad?
La meditación es uno de los tantos recursos que pueden ser aplicados para calmar la ansiedad. Los ejercicios de relajación: Por ejemplo, el entrenamiento en respiración diafragmática o tensión-relajación muscular, también son efectivos para disminuir el malestar ocasionado por la ansiedad. Es importante evaluar cuales son los recursos más apropiados para cada uno, ya que para algunas personas determinados ejercicios pueden potenciar los síntomas físicos y cognitivos de ansiedad.


¿Cuál es la diferencia entre miedo y fobia?
El miedo es un fenómeno psicológico normal para el ser humano. Su finalidad es señalar la presencia de peligro. Permite al individuo generar medios y recursos para resolver situaciones estresantes.
La fobia es un trastorno caracterizado por un miedo intenso, persistente, excesivo e irracional hacia objetos o situaciones concretas que, por lo general, se acompaña por el aumento de ansiedad y una pronunciada tendencia a evitarlos.



[11] ¿El calor excesivo me puede activar un ataque de pánico?
Lo que puede activar un ataque de pánico es la atribución o interpretación subjetiva que se le otorgue a los síntomas provocados por el calor.
Por ejemplo: Si creo que el agobio y la transpiración excesiva, producidos por el intenso calor, son peligrosos o que mi vida corre peligro; es posible que se active un ataque de pánico. No por el calor mismo sino por el pensamiento a cerca de él.



[12] ¿Cómo se tratan las fobias?
El tratamiento que ha demostrado mayor eficacia para ayudar a las personas a superar a las fobias o cualquiera de los trastornos de ansiedad, es conocido como terapia cognitiva comportamental (TCC), ya que permite mantener a largo plazo los logros alcanzados.
El componente cognitivo se focaliza en identificar, desafiar y modificar las cogniciones erróneas que condicionan la aparición de ansiedad y temor ante una situación u objeto determinado.



[13] ¿Cómo afecta el alcohol a la Ansiedad?
El alcohol puede interactuar con la Ansiedad en diferentes formas.
Muchas veces funciona como lubricante social, ya que su uso puede ayudar a disminuir los niveles de ansiedad, suavizando las restricciones e inhibiciones sociales.
Desafortunadamente, estos beneficios contrastan con el lado oscuro del uso de alcohol, incluyendo:
Equilibrio pobre, memoria y juicio perjudicados, problemas con el pensamiento analítico. Estos perjuicios pueden llevar a la persona a sentirse más vulnerable, y ansiosa.
Puede llevar a una sensación de profunda tristeza, y en algunos casos pueden aparecer ataques de pánico.
Si la persona utiliza el alcohol como único recurso para relajarse es posible que éste patrón se repita continuamente. El peligro de ello es el desarrollo de una adicción al alcohol.



[14] ¿Es lo mismo stress que ansiedad?
Usualmente son términos que se usan como sinónimos, aunque no lo son.
Una de las diferencias es que en el caso del stress, éste implica demandas y presiones externas.
Mientras tanto, la Ansiedad, es una experiencia interna.
Las personas con Ansiedad la perciben como irracional. Alguien puede sentirse ansioso sin saber porqué, o como respuesta a una preocupación que reconoce como no significativa.
“Stress” significa fuerza impulsora, demanda de energía.
El stress es percibido más razonable, es visto como respuesta a nuevos desafíos, a situaciones nuevas.
Cuando las respuestas se adaptan al estímulo, entonces se dice que hay un “buen stress”, indispensable para el desarrollo y para la adaptación al medio.



[15] ¿Porqué tengo que realizar tareas entre sesión y sesión?
Para lograr mayor efectividad en el tratamiento, se le indican al pacientes tareas entre sesiones.
Estas tareas son las que realmente hacen la diferencia, aumentando las probabilidades de éxito en el tratamiento.
Si has pasado gran parte de tu vida pensando negativamente, por ej, reentrenar tu forma de pensar va a requerir tiempo y práctica.
Pensar negativamente y de forma irracional es un hábito. No puedes simplemente dejar de pensar de esa forma. Es necesario trabajar comprometida y sistemáticamente para aprender a reemplazar tus creencias irracionales, por creencias más realistas. Las tareas permiten provocar y afirmar cambios positivos en las creencias.




[16] ¿La Ansiedad es siempre algo malo?
No. La Ansiedad es una emoción adaptativa, que aparece ante un desafío o peligro futuro o presente. Su función es la de motivar conductas apropiadas para superar dicha situación y su duración está en relación a la magnitud y a la resolución del problema que la desencadenó.
La Ansiedad patológica es una respuesta exagerada, no necesariamente ligada a un peligro, situación u objeto externo, que puede llegar a resultar incapacitante, al punto de condicionar la conducta de un individuo. O sea, la ansiedad es una respuesta normal, que puede transformarse en patológica.
Es considerada saludable cuando nos motiva a tomar acción para un logro. Tal como un buen reloj alarma, la ansiedad puede señalar que es tiempo de actuar. En los trastornos de ansiedad este “reloj alarma” funciona de una manera alterada.




[17] ¿Puedo eliminar 100% mi Ansiedad?
Teniendo en cuenta la respuesta anterior, diremos que las emociones no son un fenómeno de todo o nada, sino que se presenta en grados.
Cierto grado de ansiedad es positivo, necesario y nos llevará a lograr objetivos. Puede servir como motor para el cambio, para mejorar.
Un nivel cero de ansiedad es irreal e imposible. Por ello,” luchar contra los síntomas” no hace más que intensificarlos. La psicoterapia permite reestrenarnos en el manejo de los niveles inadecuados de ansiedad y producir cambios duraderos.




[18] ¿Puedo mejorar sin medicación?
Si, en algunos casos se puede mejorar sin medicación. Depende del tipo de dificultad que padezcas y las características de la misma. Es importante que el profesional que diagnostique el trastorno de ansiedad tome en cuenta todos los factores a la hora de decidir que tipo de tratamiento es el adecuado para cada persona en particular. La medicación es una herramienta que permite el mejor desarrollo de la psicoterapia.
A través de la psicoterapia puedes desarrollar habilidades y herramientas que te ayudarán a combatir niveles inapropiados de ansiedad..
Tu motivación para mejorar es clave en la efectividad de la terapia ya que deberás enfrentar las fuentes de tu ansiedad, lo que producirá malestar temporal, para luego alcanzar la mejoría.




[19] ¿Alcanza con saber porqué tengo ansiedad para mejorar?
Si bien saber porqué surge la ansiedad, y conocer el círculo que la perpetúa es primordial para empezar a trabajar, resulta insuficiente para el logro de una mejoría completa.
Es necesario trabajar sobre la reestructuración de los pensamientos y cambios de algunas conductas perpetuadoras.
Análogamente, podemos decir que si bien conocer el funcionamiento del motor de un auto nos proporciona información adicional, no es suficiente para lograr conducirlo.




[20] ¿Qué es la hiperventilación?
Es un fenómeno que se produce cuando se acelera el ritmo respiratorio. Esto produce que a nivel pulmonar se produzca un intercambio gaseoso con una proporción incorrecta de dióxido de carbono, lo que produce sensaciones como mareo, aceleración del ritmo cardíaco, sensación de ahogo (no ahogo real) y temblores. Cuando una persona está ansiosa tiende a hiperventilar.




[21] ¿Qué es la respiración diafragmática?
Es un ejercicio que consiste en regular la cantidad de inspiraciones y exhalaciones, imponiendo un ritmo personal que permita la relajación y disminuir el grado de hiperventilación.
Diafragmática significa que se utiliza este músculo para controlar la respiración. Se la suele llamar también abdominal, ya que al utilizar el diafragma este desciende al inspirar y los pulmones tienen mayor capacidad para realizar el intercambio gaseoso.




[22] ¿Puedo realizar actividad física si tengo ataques de pánico?
Si, los ataques de pánico no impiden el desarrollo normal de cualquier actividad física.




[23] ¿Cómo puede ayudarme el ejercicio físico para el trastorno de pánico?
Es altamente recomendable realizar ejercicios aeróbicos de intensidad media e ir aumentando la frecuencia semanal a dos o tres veces por semana. Esto tiene el efecto de exponerse a sentir el aumento del ritmo cardíaco, para las personas que temen a éste síntoma. También, el trabajo muscular permite una relajación posterior y la liberación de endorfinas que producen una sensación de bienestar psicofísico.




[24] ¿Cómo se activa un ataque de pánico?
Determinados pensamientos, sensaciones o imágenes pueden “encender” el sistema de alarma generando la activación del sistema nervioso simpático, que es el responsable de acelerar los sistemas corporales (aumento del ritmo cardíaco, respiratorio que produce una sensación que puede ir desde inquietud hasta aceleración intensa). Al interpretar estas sensaciones físicas como fuera de control o las imágenes como catastróficas, comienza un circuito negativo de intentos fallidos por controlarlas, lo que aumenta la sensación de descontrol y se intensifican las imágenes o pensamientos negativos, extremos y catastróficos, como “me voy a desmayar”, “me va a dar un infarto”, “pierdo el control”, etc. La persona queda con miedo a que vuelva a suceder ya que hay una interpretación distorsionada acerca de cómo se desarrolla este circuito y los niveles de tensión cotidiana van aumentando. La hipervigilancia y el monitoreo corporal de las sensaciones predisponen a que la persona evalúe de una manera equivocada cualquier sensación natural y esto activa de nuevo el circuito disfuncional que es el ataque de pánico.




[25] ¿La postergación y la ansiedad están relacionadas?
Las personas que se sienten ansiosas acerca de una situación pueden dilatar la realización que requiera dicha situación. . Aparecen pensamientos frecuentes como “Es muy difícil”, “No lo voy a poder hacer bien”, “me da miedo”. Estos pensamientos generan a su vez un aumento de la ansiedad, y cuando la persona se reencuentra ante la situación, esta se percibe como inalcanzable, postergando nuevamente. La postergación es un tipo de evitación encubierta que se produce frecuentemente en personas ansiosas y por sobre todas las cosas en personas con ansiedad de desempeño.




[26] ¿Es posible aprender a postergar menos?
Las formas de modificar la postergación incluyen cambios en los pensamientos y las conductas. Los pensamientos más flexibles contribuyen a modificar la postergación, por ejemplo: “es difícil, pero tengo que intentarlo”, “me da miedo, pero no es peligroso”, son algunas de las cosas que suelen decirse las personas para alentarse.
De todas maneras, la única forma de no postergar es accionar. Para ello hay que establecer objetivos posibles que vayan desde un menor nivel de dificultad e ir trabajando pasa por paso sobre ellos.




[27] ¿Qué puedo hacer para parar un ataque de pánico?
Lo mejor que se puede hacer para disminuir la intensidad de un ataque de pánico es recordar que no hay que hacer esfuerzos para detener nada. La lucha contra los síntomas no ayuda, sino que hace que las sensaciones se intensifiquen. A pesar que los síntomas son desagradables, no son peligrosos. Recuerde que los ataques de pánico duran unos minutos y que nada de lo que pase en esos momentos dañará su salud. Lo mejor es dejarlos fluir, utilizando algunas técnicas de las que se aprenden en la psicoterapia y tratar de relajarse lo mejor que se pueda. La terapia cognitiva comportamental ofrece las herramientas ideales para manejar los ataques de pánico .




[28] ¿Qué es la preocupación excesiva?
La preocupación es el proceso normal a través del cual las personas tratamos de solucionar o prevenir alguna situación problemática .¿Cuando hay inadecuación?
Por defecto, es decir frente a un problema no aparece ansiedad ni se moviliza ningún recurso, o por exceso, cuando la activación aparece ante cualquier estímulo.
Una de las dificultades para encontrar el límite entre la preocupación adecuada y la inadecuada está marcada por la subjetividad. Cada uno de nosotros se preocupa por diferentes cuestiones y con distintas intensidades. Por ejemplo algunas personas se preocupan mucho por la posibilidad de que su automóvil pueda sufrir un daño y a otras no les importa el asunto. Es necesario analizar la relación entre el tema particular que provoca preocupación y el monto de malestar que se moviliza cada vez que aparece este. Cuando frente a pequeñeces nos ponemos nerviosos y no podemos controlar la necesidad de estar pendientes de ellas o cuando ocupamos demasiado tiempo con algo en mente, pensando que puede ocurrir algo malo aunque sea improbable, estamos frente a un cuadro de preocupación excesiva.




[29] ¿Mi mamá se preocupa todo el tiempo y yo también tiendo a preocuparme, significa que heredé esa tendencia?
La tendencia a la preocupación puede llegar a transmitirse a través de distintas vías, en el caso de las personas que se preocupan excesivamente y padecen trastorno de ansiedad generalizada (TAG) hay antecedentes genéticos, padres ansiosos, entornos en los que se utilizan conductas evitativas y se evalúan todo el tiempo las amenazas




[30] ¿Ser perfeccionista puede llevarme a la ansiedad?
Las tendencias perfeccionistas están ligadas a diferentes trastornos de ansiedad. La primera en haber sido estudiada fue la relación con el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) . Muchos de estos pacientes tienen la necesidad de que sus cosas estén ordenadas de una manera en particular o se ponen muy ansiosos por dar un ejemplo.
También se han encontrado tendencias perfeccionistas entre las personas que padecen fobia social (FS), ya que registran una gran preocupación por la posibilidad de cometer errores y ser evaluados negativamente como consecuencia de ello. Además tienen criterios de evaluación muy estrictos si algo no salió perfecto no sirve. Una persona perfeccionista que no sepa moderar sus exigencias es vulnerable a padecer ansiedad
osibles. Lo que genera un clima en el que el miedo y la preocupación sean una moneda corriente.




[31] ¿Es normal preocuparme por lo que la gente piensa de mi?
Por supuesto que algún grado de preocupación por lo que los otros piensan de nosotros es natural y normal. Vivimos en sociedad y todos necesitamos un grado de aceptación de parte de los demás. Sin embargo en algunos casos esa preocupación se torna exagerada, y nos acosa frente a cualquier situación cotidiana la idea que van a pensar negativamente de nosotros. Cuando esta preocupación es tan intensa que nos hace evitar actuar frente a los otros, entonces puede que estemos padeciendo un trastorno de ansiedad llamado: Fobia Social.




[32] ¿Qué es la preocupación?
Es el proceso mental normal por el que las personas tratamos de prevenir. Prevenir qué? Por supuesto que lo que tratamos de prevenir es que algo resulte mal. Por ello, es que tratar de diseñar una estrategia para evitar tener un problema o para solucionarlo es el objetivo principal de la preocupación.

En psicofarmacología no existen las biografías de Juan, de Pedro o de María


En psicofarmacología no existen las biografías de Juan, de Pedro o de María ni
cuando se recetan neurolépticos, ni cuando se recetan antidepresivos, ni cuando se recetan estimulantes, ni cuando se recetan tranquilizantes. No hay personas en psiquiatría biológica —o siquiatría biologicista como prefiero llamarla—, sólo radicales bioquímicos que hay que normalizar mediante otras sustancias químicas. En una época que busca soluciones fáciles para los problemas del mundo no es necesario hurgar en el pasado. Basta con calcular la dosis de las píldoras de la felicidad, sea Prozac o cualquier otra. Esto sucede también con el abuso de drogas ilegales y la única diferencia es que los psicofármacos son legales. Aproximadamente treinta millones de personas han tomado Prozac (fluoxetina), droga a la que revistas como Newsweek le ha hecho propaganda con artículos de portada. La situación apunta cada vez más a los escenarios de El mundo feliz de Aldous Huxley donde, a instancias del Estado, todo ciudadano tomaba la droga llamada soma.

En la profesión médica los factores ambientales que aguijonean nuestras almas han desaparecido del mapa. Si la filosofía de los siquiatras biologicistas estuviera en lo cierto, todas nuestras pasiones, traumas y conflictos, amores y temores son resultado no de nuestros deseos en pugna con el mundo externo, sino de los vaivenes de pequeños polipéptidos en nuestros cuerpos que se transforman en desesperación. En el prefacio de algunas ediciones del DSM se dice que el futuro borrará completamente la “desafortunada” distinción entre el concepto popular de perturbación mental y la enfermedad física. El 1 de enero de 1990 California se convirtió en el primer estado norteamericano en aceptar el principal dogma en siquiatría: que las perturbaciones mentales son, en realidad, enfermedades originadas en disfunciones cerebrales. Por ejemplo, se afirma que un alta de dopamina causa la locura, y una baja de serotonina, la depresión. (Esto me recuerda que para Benjamin Rush, el padre de la siquiatría norteamericana, la locura era causada por una baja de circulación sanguínea en la cabeza.) Dato curioso: a los animales en estado silvestre no les falla la serotonina ni se deprimen. Pero por razones que los siquiatras biologicistas no se explican, a millones de seres humanos nos falla constantemente. La siquiatría biorreduccionista es cualquier cosa en que se hable de supuestas anormalidades biológicas en el cuerpo más bien que en la familia o medio social: como estudiar el trauma no como reacción ante un acto que nos ultraja —digamos, la violación incestuosa a Dora—, sino al lóbulo temporal de la ultrajada, hacia donde se dirige el tratamiento. Las drogas, o el martillazo eléctrico del electroshock, son resultado del axioma médico. El que sólo sabe usar el martillo trata todas las cosas como si fueran clavos.

No caricaturizo a la profesión. En noviembre de 2002 sostuve una larga discusión con el doctor Miguel Pérez de la Mora, un médico experimental de fisiología celular del Departamento de Biofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y director de la Academia Mexicana de Ciencias. En la discusión con Pérez de la Mora me llamó enormemente la atención que, cuando mencioné el estado mental de los judíos en el campo de concentración Auschwitz, mi disputador saltara inmediatamente al tema de la amígdala y el ansia que él estudia en su laboratorio: un ansia entendida de manera estrictamente biológica. En nuestra discusión tardé un buen tiempo en hacerle ver lo obvio al doctor: que la causa de las perturbaciones mentales de los judíos eran las brutalidades del campo nazi. Pero aún concedido este punto Pérez de la Mora añadió —sin pruebas de laboratorio— que sólo aquellos judíos que tenían una predisposición genética podrían haber sido quienes se trastornaron. ¡Para este neurólogo y sus colegas Auschwitz fue un mero “mecanismo disparador” del trastorno de un prisionero cuya biología, presuntamente, ya estaba defectuosa!

Debo aclarar que el concepto de “mecanismo disparador”, “detonador” o “desencadenante” de un supuesto trastorno mental latente es uno de los principales mantras del siquiatra, y ejemplifica lo que he llamado biorreduccionismo. Para el biorreduccionista, la historia de la Alemania nazi, el antisemitismo genocida, los derechos humanos y el trauma psicológico pasan a segundo plano, y lo único que al hombre de ciencia le interesa es el proyecto genoma y la búsqueda del “gen” responsable del trastorno (u otra línea estrictamente biológica). Por ejemplo, la especialidad de Pérez de la Mora es estudiar los trastornos de ansiedad en los laboratorios de la UNAM, y durante nuestra discusión me confesó que la firma que manufactura la droga siquiátrica Valium ha financiado su investigación. Le llamé la atención a Pérez de la Mora que una investigación financiada por las mismas compañías de drogas produce resultados con un claro sesgo biologicista. El eminente científico mexicano me respondió que muy pocas veces los investigadores se venden a las compañías.

La realidad es que la manera como las multinacionales farmacéuticas compran a los científicos es infinitamente más sutil que el soborno directo. Roche, que manufactura Valium, simplemente financia a los profesionales que postulan hipótesis biológicas, y a ningún otro. Jamás Roche o la competencia nos daría un centavo a quienes investigamos el trauma psicológico. Nuestra línea de investigación es una propuesta libertaria que requiere de ingeniería social y cambios en la familia nuclear para evitar el maltrato hacia los niños. Pero en un mundo conservador nadie quiere financiar al investigador que pone en el banquillo de los acusados a los padres. Por ejemplo, ninguna institución financió la investigación para escribir este libro. En cambio, el modelo médico droga al niño maltratado sin promover cambio social alguno: sólo así goza del beneplácito de la sociedad. Si la ansiedad que estudia Pérez de la Mora, el pánico, la depresión, las adicciones, las fobias, la manía, las obsesiones y las compulsiones son resultado de una biología anormal, el contenido humano y existencial de estas experiencias se vuelve irrelevante.

El pensamiento de nuestra época está siendo confinado a un mundo unidimensional por lo que a salud mental respecta. El biorreduccionismo, la ideología de los médicos con anteojeras que no quieren ver a los lados sociales, es una doctrina cuyo marco conceptual es bastante simple: determinismo y reduccionismo (“Tu biología es tu destino”). Pero como los siquiatras y neurólogos nos presentan esa doctrina con toda su sofisticación científica, el asunto aparentemente es complicado. La siguiente analogía szasziana ilustra lo simple que, en el fondo, la biosiquiatría es.
fuente:Alice Miller

LAS EMOCIONES TOXICAS: DATOS CLINICOS


LAS EMOCIONES TOXICAS: DATOS CLINICOS
Pero, a pesar de tales pruebas, la inmensa mayoría de los médicos siguen mostrándose renuentes a aceptar la relevancia clínica de las emociones. Si bien es cierto que existen numerosas investigaciones que demuestran que el estrés y las emociones negativas debilitan la eficacia de distintos tipos de células inmunológicas, no siempre queda claro que su alcance establezca algún tipo de diferencia clínica.
Pero el hecho es que cada vez son más los médicos que reconocen la incidencia de las emociones en el desarrollo de la enfermedad. El doctor Camran Nezhat, eminente cirujano ginecológico de la Universidad de Stanford, afirma que «cuando una mujer a quien voy a intervenir quirúrgicamente me dice que tiene miedo, postergo de inmediato la intervención», y luego prosigue diciendo «todos los cirujanos saben que la gente muy asustada no responde adecuadamente a una intervención quirúrgica, ya que tienden a sangrar en exceso, son más propensos a las infecciones y a las complicaciones y tardan más tiempo en recuperarse. Es mucho mejor, por tanto, que el paciente se halle completamente sereno».
Es evidente que el pánico y la ansiedad aumentan la tensión arterial y que, en consecuencia, las venas dilatadas por la presión sanguínea sangran más profusamente cuando son seccionadas por el bisturí del cirujano. El sangrado excesivo —recordémoslo— constituye una de las principales complicaciones a las que se enfrenta toda intervención quirúrgica, una complicación que a veces puede terminar conduciendo hasta la misma muerte.
Pero más allá de estos datos anecdóticos cada vez es mayor la información que subraya la importancia clínica de las emocines. Es posible que los datos más convincentes al respecto procedan de un metaanálisis que revisa los resultados de 101 investigaciones llevadas a cabo con miles de personas. Este metaestudio confirma hasta qué punto resultan nocivas para la salud las emociones perturbadoras « y demuestra que las personas que sufren de ansiedad crónica, largos episodios de melancolía y pesimismo, tensión excesiva, irritación constante, y escepticismo y desconfianza extrema, son doblemente propensas a contraer enfermedades como el asma, la artritis, la jaqueca, la úlcera péptica y las enfermedades cardíacas (cada una de la cuales engloba un amplio abanico de dolencias)». Las emociones negativas son, pues, un factor de riesgo para el desarrollo de la enfermedad, similar al tabaquismo o al colesterol en lo que concierne a las enfermedades cardíacas. En resumen, pues, las emociones negativas constituyen una seria amenaza para la salud.
Habría que matizar, por último, que la presencia de una amplia correlación estadística no significa, en modo alguno, que todas las personas que experimentan estos sentimientos crónicos terminen siendo presa de alguna de estas enfermedades, pero la evidencia del papel que desempeñan las emociones es, con mucho, más amplia de lo que nos sugiere este metaestudio. Si prestamos atención a los datos relativos a emociones concretas, especialmente a las tres principales —la ira, la ansiedad y la depresión—, no cabe la menor duda de la relevancia clínica de las emociones, aun cuando los mecanismos biológicos concretos mediante los cuales actúan todavía no hayan sido completamente elucidados.

LA AMIGDALA



La amígdala del ser humano es una estructura relativamente grande en comparación con la de nuestros parientes evolutivos, los primates. Existen, en realidad, dos amígdalas que constituyen un conglomerado de estructuras interconectadas en forma de almendra (de ahí su nombre, un término que se deriva del vocablo griego que significa «almendra»), y se hallan encima del tallo encefálico, cerca de la base del anillo limbico, ligeramente desplazadas hacia delante.
El hipocampo y la amígdala fueron dos piezas clave del primitivo «cerebro olfativo» que, a lo largo del proceso evolutivo, terminó dando origen al córtex y posteriormente al neocórtex. La amígdala está especializada en las cuestiones emocionales y en la actualidad se considera como una estructura limbica muy ligada a los procesos del aprendizaje y la memoria. La interrupción de las conexiones existentes entre la amígdala y el resto del cerebro provoca una asombrosa ineptitud para calibrar el significado emocional de los acontecimientos, una condición que a veces se llama «ceguera afectiva».
A falta de toda carga emocional, los encuentros interpersonales pierden todo su sentido. Un joven cuya amígdala se extirpó quirúrgicamente para evitar que sufriera ataques graves perdió todo interés en las personas y prefería sentarse a solas, ajeno a todo contacto humano. Seguía siendo perfectamente capaz de mantener una conversación, pero ya no podía reconocer a sus amigos íntimos, a sus parientes ni siquiera a su misma madre, y permanecía completamente impasible ante la angustia que les producía su indiferencia. La ausencia funcional de la amígdala parecía impedirle todo reconocimiento de los sentimientos y todo sentimiento sobre sus propios sentimientos. La amígdala constituye, pues, una especie de depósito de la memoria emocional y, en consecuencia, también se la puede considerar como un depósito de significado. Es por ello por lo que una vida sin amígdala es una vida despojada de todo significado personal.
Pero la amígdala no sólo está ligada a los afectos sino que también está relacionada con las pasiones. Aquellos animales a los que se les ha seccionado o extirpado quirúrgicamente la amígdala carecen de sentimientos de miedo y de rabia, renuncian a la necesidad de competir y de cooperar, pierden toda sensación del lugar que ocupan dentro del orden social y su emoción se halla embotada y ausente. El llanto, un rasgo emocional típicamente humano, es activado por la amígdala y por una estructura próxima a ella, el gyrus cingulatus. Cuando uno se siente apoyado, consolado y confortado, esas mismas regiones cerebrales se ocupan de mitigar los sollozos pero, sin amígdala, ni siquiera es posible el desahogo que proporcionan las lágrimas.
Joseph LeDoux, un neurocientífico del Center for Neural Science de la Universidad de Nueva York, fue el primero en descubrir el Importante papel desempeñado por la amígdala en el cerebro emocional. LeDoux forma parte de una nueva hornada de neurocientíficos que, utilizando métodos y tecnologías innovadoras, se han dedicado a cartografiar el funcionamiento del cerebro con un nivel de precisión anteriormente desconocido que pone al descubierto misterios de la mente inaccesibles para las generaciones anteriores. Sus descubrimientos sobre los circuitos nerviosos del cerebro emocional han llegado a desarticular las antiguas nociones existentes sobre el sistema límbico, asignando a la amígdala un papel central y otorgando a otras estructuras límbicas funciones muy diversas.
La investigación llevada a cabo por LeDoux explica la forma en que la amígdala asume el control cuando el cerebro pensante, el neocórtex, todavía no ha llegado a tomar ninguna decisión.
Como veremos, el funcionamiento de la amígdala y su interrelación con el neocórtex constituyen el núcleo mismo de la inteligencia emocional.
EL REPETIDOR NEURONAL
Los momentos más interesantes para comprender el poder de las emociones en nuestra vida mental son aquéllos en los que nos vemos inmersos en acciones pasionales de las que más tarde, una vez que las aguas han vuelto a su cauce, nos arrepentimos.
¿Cómo podemos volvemos irracionales con tanta facilidad? Tomemos, por ejemplo, el caso de una joven que condujo durante un par de horas para ir a Boston y almorzar y pasar el día con su novio. Durante la comida él le regaló un cartel español muy difícil de encontrar y por el que había estado suspirando desde hacia meses. Pero todo pareció desvanecerse cuando ella le sugirió que fueran al cine y él respondió que no podían pasar el día juntos porque tenía entrenamiento de béisbol. Dolida y recelosa, nuestra amiga rompió entonces a llorar, salió del café y arrojó el cartel a un cubo de la basura. Meses más tarde, recordando el incidente, estaba más arrepentida por la pérdida del cartel que por haberse marchado con cajas destempladas.
No hace mucho tiempo que la ciencia ha descubierto el papel esencial desempeñado por la amígdala cuando los sentimientos impulsivos desbordan la razón. Una de las funciones de la amígdala consiste en escudriñar las percepciones en busca de alguna clase de amenaza. De este modo, la amígdala se convierte en un importante vigía de la vida mental, una especie de centinela psicológico que afronta toda situación, toda percepción, considerando una sola cuestión, la más primitiva de todas: «¿Es algo que odio? ¿Que me pueda herir? ¿A lo que temo?» En el caso de que la respuesta a esta pregunta sea afirmativa, la amígdala reaccionará al momento poniendo en funcionamiento todos sus recursos neurales y cablegrafiando un mensaje urgente a todas las regiones del cerebro.
En la arquitectura cerebral, la amígdala constituye una especie de servicio de vigilancia dispuesto a alertar a los bomberos, la policía y los vecinos ante cualquier señal de alarma. En el caso de que, por ejemplo, suene la alarma de miedo, la amígdala envía mensajes urgentes a cada uno de los centros fundamentales del cerebro, disparando la secreción de las hormonas corporales que predisponen a la lucha o a la huida, activando los centros del movimiento y estimulando el sistema cardiovascular, los músculos y las vísceras: La amígdala también es la encargada de activar la secreción de dosis masivas de noradrenalina, la hormona que aumenta la reactividad de ciertas regiones cerebrales clave. entre las que destacan aquéllas que estimulan los sentidos y ponen el cerebro en estado de alerta. Otras señales adicionales procedentes de la amígdala también se encargan de que el tallo encefálico inmovilice el rostro en una expresión de miedo, paralizando al mismo tiempo aquellos músculos que no tengan que ver con la situación, aumentando la frecuencia cardiaca y la tensión sanguínea y enlenteciendo la respiración. Otras señales de la amígdala dirigen la atención hacia la fuente del miedo y predisponen a los músculos para reaccionar en consecuencia. Simultáneamente los sistemas de la memoria cortical se imponen sobre cualquier otra faceta de pensamiento en un intento de recuperar todo conocimiento que resulte relevante para la emergencia presente.
Estos son algunos de los cambios cuidadosamente coordinados y orquestados por la amígdala en su función rectora del cerebro (véase el apéndice C para tener una visión más detallada a este respecto). De este modo, la extensa red de conexiones neuronales de la amígdala permite, durante una crisis emocional, reclutar y dirigir una gran parte del cerebro, incluida la mente racional.
EL CENTINELA EMOCIONAL
Un amigo me contó que, hace unos años, se hallaba de vacaciones en Inglaterra almorzando en la terraza de un café ubicado junto a un canal. Luego dio un paseo por la orilla del canal cuando de pronto, vio a una niña que miraba aterrada el agua. Antes de poder formarse una idea clara y darse cuenta de lo que pasaba, ya había saltado al canal, sin quitarse la chaqueta ni los zapatos. Sólo una vez en el agua comprendió que la chica miraba a un niño que estaba ahogándose y a quien finalmente pudo terminar rescatando.
¿Qué fue lo que le hizo saltar al agua antes incluso de darse cuenta del motivo de su reacción? La respuesta, en mi opinión, hay que buscarla en la amígdala.
En uno de los descubrimientos más interesantes realizados en la última década sobre la emoción, LeDoux descubrió el papel privilegiado que desempeña la amígdala en la dinámica cerebral como una especie de centinela emocional capaz de secuestrar al cerebro. Esta investigación ha demostrado que la primera estación cerebral por la que pasan las señales sensoriales procedentes de los ojos o de los oídos es el tálamo y, a partir de ahí y a través de una sola sinapsis, la amígdala. Otra vía procedente del tálamo lleva la señal hasta el neocórtex, el cerebro pensante. Esa ramificación permite que la amígdala comience a responder antes de que el neocórtex haya ponderado la información a través de diferentes niveles de circuitos cerebrales, se aperciba plenamente de lo que ocurre y finalmente emita una respuesta más adaptada a la situación.
La investigación realizada por LeDoux constituye una auténtica revolución en nuestra comprensión de la vida emocional que revela por vez primera la existencia de vías nerviosas para los sentimientos que eluden el neocórtex. Este circuito explicaría el gran poder de las emociones para desbordar a la razón porque los sentimientos que siguen este camino directo a la amígdala son los más intensos y primitivos.
Hasta hace poco, la visión convencional de la neurociencia ha sido que el ojo, el oído y otros órganos sensoriales transmiten señales al tálamo y. desde ahí, a las regiones del neocórtex encargadas de procesar las impresiones sensoriales y organizarlas tal y como las percibimos. En el neocórtex, las señales se interpretan para reconocer lo que es cada objeto y lo que significa su presencia. Desde el neocórtex —sostiene la vieja teoría— las señales se envían al sistema límbico y, desde ahí, las vías eferentes irradian las respuestas apropiadas al resto del cuerpo. Ésta es la forma en la que funciona la mayor parte del tiempo, pero LeDoux descubrió, junto a la larga vía neuronal que va al córtex, la existencia de una pequeña estructura neuronal que comunica directamente el tálamo con la amígdala. Esta vía secundaria y más corta —una especie de atajo— permite que la amígdala reciba algunas señales directamente de los sentidos y emita una respuesta antes de que sean registradas por el neocórtex.
Este descubrimiento ha dejado obsoleta la antigua noción de que la amígdala depende de las señales procedentes del neocórtex para formular su respuesta emocional a causa de la existencia de esta vía de emergencia capaz de desencadenar una respuesta emocional gracias un circuito reverberante paralelo que conecta la amígdala con el neocórtex. Por ello la amígdala puede llevarnos a actuar antes incluso de que el más lento —aunque ciertamente más informado— neocórtex despliegue sus también más refinados planes de acción.
El hallazgo de LeDoux ha transformado la noción prevalente sobre los caminos seguidos por las emociones a través de su investigación del miedo en los animales. En un experimento concluyente, LeDoux destruyó el córtex auditivo de las ratas y luego las expuso a un sonido que iba acompañado de una descarga eléctrica. Las ratas no tardaron en aprender a temer el sonido. aun cuando su neocórtex no llegara a registrarlo. En este caso, el sonido seguía la ruta directa del oído al tálamo y, desde allí, a la amígdala, saltándose todos los circuitos principales. Las ratas, en suma, habían aprendido una reacción emocional sin la menor implicación de las estructuras corticales superiores. En tal caso, la amígdala percibía, recordaba y orquestaba el miedo de una manera completamente independiente de toda participación cortical. Según me dijo LeDoux: «anatómicamente hablando, el sistema emocional puede actuar independientemente del neocórtex. Existen ciertas reacciones y recuerdos emocionales que tienen lugar sin la menor participación cognitiva consciente».
La amígdala puede albergar y activar repertorios de recuerdos y de respuestas que llevamos a cabo sin que nos demos cuenta del motivo por el que lo hacemos, porque el atajo que va del tálamo a la amígdala deja completamente de lado al neocórtex. Este atajo permite que la amígdala sea una especie de almacén de las impresiones y los recuerdos emocionales de los que nunca hemos sido plena. Una señal visual va de la retina al tálamo, en donde se traduce al lenguaje del cerebro. La mayor parte de este mensaje va después al cortex visual, en donde se analiza y evalúa en busca de su significado para emitir la respuesta apropiada. Si esta respuesta es emocional, una señal se dirige a la amígdala para activar los centros emocionales, pero una pequeña porción de la señal original va directamente desde el tálamo a la amígdala por una vía más corta, permitiendo una respuesta más rápida (aunque ciertamente también más imprecisa).
De este modo la amígdala puede desencadenar una respuesta antes de que los centros corticales hayan comprendido completamente lo que está ocurriendo.
RESPUESTA DE LUCHA O HUIDA
Aumento de la frecuencia cardiaca y de la tensión arterial. La musculatura larga se prepara para responder rápidamente.

mente conscientes. ¡Y LeDoux afirma que es precisamente el papel subterráneo desempeñado por la amígdala en la memoria el que explica, por ejemplo, un sorprendente experimento en el que las personas adquirieron una preferencia por figuras geométricas extrañas cuyas imágenes habían visto previamente a tal velocidad que ni siquiera les había permitido ser conscientes de ellas!. Otra investigación ha demostrado que, durante los primeros milisegundos de cualquier percepción, no sólo sabemos inconscientemente de qué se trata sino que también decidimos si nos gusta o nos desagrada. De este modo, nuestro «inconsciente cognitivo» no sólo presenta a nuestra conciencia la identidad de lo que vemos sino que también le ofrece nuestra propia opinión al respecto. Nuestras emociones tienen una mente propia, una mente cuyas conclusiones pueden ser completamente distintas a las sostenidas por nuestra mente racional.
EL ESPECIALISTA EN LA MEMORIA EMOCIONAL
Las opiniones inconscientes son recuerdos emocionales que se almacenan en la amígdala. La investigación llevada a cabo por LeDoux y otros neurocientíficos parece sugerir que el hipocampo —que durante mucho tiempo se había considerado como la estructura clave del sistema límbico— no tiene tanto que ver con la emisión de respuestas emocionales como con el hecho de registrar y dar sentido a las pautas perceptivas. La principal actividad del hipocampo consiste en proporcionar una aguda memoria del contexto, algo que es vital para el significado emocional. Es el hipocampo el que reconoce el diferente significado de, pongamos por caso, un oso en el zoológico y un oso en el jardín de su casa.
Y si el hipocampo es el que registra los hechos puros, la amígdala, por su parte, es la encargada de registrar el clima emocional que acompaña a estos hechos. Si, por ejemplo, al tratar de adelantar a un coche en una vía de dos carriles estimamos mal las distancias y tenemos una colisión frontal, el hipocampo registra los detalles concretos del accidente, qué anchura tenía la calzada, quién se hallaba con nosotros y qué aspecto tenía el otro vehículo. Pero es la amígdala la que, a partir de ese momento, desencadenará en nosotros un impulso de ansiedad cada vez que nos dispongamos a adelantar en circunstancias similares. Como me dijo LeDoux: «el hipocampo es una estructura fundamental para reconocer un rostro como el de su prima, pero es la amígdala la que le agrega el clima emocional de que no parece tenerla en mucha estima».
El cerebro utiliza un método simple pero muy ingenioso para registrar con especial intensidad los recuerdos emocionales, ya que los mismos sistemas de alerta neuroquimicos que preparan al cuerpo para reaccionar ante cualquier amenaza —luchando o escapando— también se encargan de grabar vívidamente este momento en la memoria. En caso de estrés o de ansiedad, o incluso en el caso de una intensa alegría, un nervio que conecta el cerebro con las glándulas suprarrenales (situadas encima de los riñones), estimulando la secreción de las hormonas adrenalina y noradrenalina, disponiendo así al cuerpo para responder ante una urgencia. Estas hormonas activan determinados receptores del nervio vago, encargado, entre otras muchas cosas, de transmitir los mensajes procedentes del cerebro que regulan la actividad cardiaca y, a su vez, devuelve señales al cerebro, activado también por estas mismas hormonas. Y el principal receptor de este tipo de señales son las neuronas de la amígdala que, una vez activadas, se ocupan de que otras regiones cerebrales fortalezcan el recuerdo de lo que está ocurriendo.
Esta activación de la amígdala parece provocar una intensificación emocional que también profundiza la grabación de esas situaciones. Este es el motivo por el cual, por ejemplo, recordamos a dónde fuimos en nuestra primera cita o qué estábamos haciendo cuando oímos la noticia de la explosión de la lanzadera espacial Challenger. Cuanto más intensa es la activación de la amígdala, más profunda es la impronta y más indeleble la huella que dejan en nosotros las experiencias que nos han asustado o nos han emocionado. Esto significa, en efecto, que el cerebro dispone de dos sistemas de registro, uno para los hechos ordinarios y otro para los recuerdos con una intensa carga emocional, algo que tiene un gran interés desde el punto de vista evolutivo porque garantiza que los animales tengan recuerdos particularmente vívidos de lo que les amenaza y de lo que les agrada.
Pero, además de todo lo que acabamos de ver, los recuerdos emocionales pueden llegar a convenirse en falsas guías de acción para el momento presente.
UN SISTEMADE ALARMA NEURONAL ANTICUADO
Uno de los inconvenientes de este sistema de alarma neuronal es que, con más frecuencia de la deseable, el mensaje de urgencia mandado por la amígdala suele ser obsoleto, especialmente en el cambiante mundo social en el que nos movemos los seres humanos. Como almacén de la memoria emocional, la amígdala escruta la experiencia presente y la compara con lo que sucedió en el pasado. Su método de comparación es asociativo, es decir que equipara cualquier situación presente a otra pasada por el mero hecho de compartir unos pocos rasgos característicos similares. En este sentido se trata de un sistema rudimentario que no se detiene a verificar la adecuación o no de sus conclusiones y actúa antes de confirmar la gravedad de la situación. Por esto que nos hace reaccionar al presente con respuestas que fueron grabadas hace ya mucho tiempo, con pensamientos, emociones y reacciones aprendidas en respuesta a acontecimientos vagamente similares, lo suficientemente similares como para llegar a activar la amígdala.
No es de extrañar que una antigua enfermera de la marina, traumatizada por las espantosas heridas que una vez tuvo que atender en tiempo de guerra, se viera súbitamente desbordada por una mezcla de miedo, repugnancia y pánico cuando, años más tarde, abrió la puerta de un armario en el que su hijo pequeño había escondido un hediondo pañal. Bastó con que la amígdala reconociera unos pocos elementos similares a un peligro pasado para que terminara decretando el estado de alarma. El problema es que, junto a esos recuerdos cargados emocionalmente, que tienen el poder de desencadenar una respuesta en un momento crítico, coexisten también formas de respuesta obsoletas.
En tales momentos la imprecisión del cerebro emocional, se ve acentuada por el hecho de que muchos de los recuerdos emocionales más intensos proceden de los primeros años de la vida y de las relaciones que el niño mantuvo con las personas que le criaron (especialmente de las situaciones traumáticas, como palizas o abandonos). Durante ese temprano período de la vida, otras estructuras cerebrales, especialmente el hipocampo (esencial para el recuerdo emocional) y el neocórtex (sede del pensamiento racional) todavía no se encuentran plenamente maduros. En el caso del recuerdo, la amígdala y el hipocampo trabajan conjuntamente y cada una de estas estructuras se ocupa de almacenar y recuperar independientemente un determinado tipo de información. Así, mientras que el hipocampo recupera datos puros, la amígdala determina si esa información posee una carga emocional. Pero la amígdala del niño suele madurar mucho más rápidamente.
LeDoux ha estudiado el papel desempeñado por la amígdala en la infancia y ha llegado a una conclusión que parece respaldar uno de los principios fundamentales del pensamiento psicoanalítico, es decir, que la interacción —los encuentros y desencuentros— entre el niño y sus cuidadores durante los primeros años de vida constituye un auténtico aprendizaje emocional. En opinión de LeDoux, este aprendizaje emocional es tan poderoso y resulta tan difícil de comprender para el adulto porque está grabado en la amígdala con la impronta tosca y no verbal propia de la vida emocional. Estas primeras lecciones emocionales se impartieron en un tiempo en el que el niño todavía carecía de palabras y, en consecuencia, cuando se reactiva el correspondiente recuerdo emocional en la vida adulta, no existen pensamientos articulados sobre la respuesta que debemos tomar. El motivo que explica el desconcierto ante nuestros propios estallidos emocionales es que suelen datar de un período tan temprano que las cosas nos desconcertaban y ni siquiera disponíamos de palabras para comprender lo que sucedía. Nuestros sentimientos tal vez sean caóticos, pero las palabras con las que nos referimos a esos recuerdos no lo son.
CUANDO LAS EMOCIONES SON RÁPIDAS Y TOSCAS
Serían las tres de la mañana cuando un ruido estrepitoso procedente de un rincón de mi dormitorio me despertó bruscamente, como si el techo se estuviera desmoronando y todo el contenido de la buhardilla cayera al suelo. Inmediatamente salté de la cama y salí de la habitación, pero después de mirar cuidadosamente descubrí que lo único que se había caído era la pila de cajas que mi esposa había amontonado en la esquina el día anterior para ordenar el armario. Nada había caído de la buhardilla; de hecho, ni siquiera había buhardilla. El techo estaba intacto.., y yo también lo estaba.
Ese salto de la cama medio dormido —que realmente podría haberme salvado la vida en el caso de que el techo ciertamente se hubiera desplomado— ilustra a la perfección el poder de la amígdala para impulsamos a la acción en caso de peligro antes de que el neocórtex tenga tiempo para registrar siquiera lo que ha ocurrido. En circunstancias así, el atajo que va desde el ojo —o el oído— hasta el tálamo y la amígdala resulta crucial porque nos proporciona un tiempo precioso cuando la proximidad del peligro exige de nosotros una respuesta inmediata. Pero el circuito que conecta el tálamo con la amígdala sólo se encarga de transmitir una pequeña fracción de los mensajes sensoriales y la mayor parte de la información circula por la vía principal hasta el neocórtex. Por esto, lo que la amígdala registra a través de esta vía rápida es, en el mejor de los casos, una señal muy tosca, la estrictamente necesaria para activar la señal de alarma. Como dice LeDoux: «Basta con saber que algo puede resultar peligroso». Esa vía directa supone un ahorro valiosísimo en términos de tiempo cerebral (que, recordémoslo, se mide en milésimas de segundo). La amígdala de una rata, por ejemplo, puede responder a una determinada percepción en apenas doce milisegundos mientras que el camino que conduce desde el tálamo hasta el neocórtex y la amígdala requiere el doble de tiempo. (En los seres humanos todavía no se ha llevado a cabo esta medición pero, en cualquiera de los casos, la proporción existente entre ambas vías sería aproximadamente la misma.)
La importancia evolutiva de esta ruta directa debe haber sido extraordinaria, al ofrecer una respuesta rápida que permitió ganar unos milisegundos críticos ante las situaciones peligrosas. Y es muy probable que esos milisegundos salvaran literalmente la vida de muchos de nuestros antepasados porque esa configuración ha terminado quedando impresa en el cerebro de todo protomamifero, incluyendo el de usted y el mío propio. De hecho, aunque ese circuito desempeñe un papel limitado en la vida mental del ser humano —restringido casi exclusivamente a las crisis emocionales— la mayor parte de la vida mental de los pájaros, de los peces y de los reptiles gira en tomo a él, dado que su misma supervivencia depende de escrutar constantemente el entorno en busca de predadores y de presas. Según LeDoux: «El rudimentario cerebro menor de los mamíferos es el principal cerebro de los no mamíferos, un cerebro que permite una respuesta emocional muy veloz. Pero, aunque veloz, se trata también, al mismo tiempo, de una respuesta muy tosca, porque las células implicadas sólo permiten un procesamiento rápido, pero también impreciso».
Tal vez esta imprecisión resulte adecuada, por ejemplo, en el caso de una ardilla, porque en tal situación se halla al servicio de la supervivencia y le permite escapar ante el menor asomo de peligro o correr detrás de cualquier indicio de algo comestible, pero en la vida emocional del ser humano esa vaguedad puede llegar a tener consecuencias desastrosas para nuestras relaciones, porque implica, figurativamente hablando, que podemos escapar o lanzarnos irracionalmente sobre alguna persona o sobre alguna cosa. (Consideremos en este sentido, por ejemplo, el caso de aquella camarera que derramó una bandeja con seis platos en cuanto vislumbró la figura de una mujer con una enorme cabellera pelirroja y rizada exactamente igual a la de la mujer por la que la había abandonado su ex-marido.)
Estas rudimentarias confusiones emocionales, basadas en sentir antes que en el pensar, son calificadas por LeDoux como «emociones precognitivas», reacciones basadas en impulsos neuronales fragmentarios, en bits de información sensorial que no han terminado de organizarse para configurar un objeto reconocible. Se trata de una forma elemental de información sensorial, una especie de «adivina la canción» neuronal —ese juego que consiste en adivinar el nombre de una melodía tras haber escuchado tan sólo unas pocas notas—, de intuir una percepción global apenas percibidos unos pocos rasgos. De este modo, cuando la amígdala experimenta una determinada pauta sensorial como algo urgente, no busca en modo alguno confirmar esa percepción, sino que simplemente extrae una conclusión apresurada y dispara una respuesta.
No deberíamos sorprendemos de que el lado oscuro de nuestras emociones más intensas nos resulte incomprensible, especialmente en el caso de que estemos atrapados en ellas. La amígdala puede reaccionar con un arrebato de rabia o de miedo antes de que el córtex sepa lo que está ocurriendo, porque la emoción se pone en marcha antes que el pensamiento y de un modo completamente independiente de él.
EL GESTOR DE LAS EMOCIONES
El día en que Jessica, la hija de seis años de una amiga, pasó su primera noche en casa de una compañera, mi amiga se hallaba tan nerviosa como ella. Durante todo el día había tratado de que Jessica no se diera cuenta de su ansiedad pero, cuando estaba a punto de acostarse, sonó el timbre del teléfono y mi amiga soltó de inmediato el cepillo de dientes y corrió hacia el teléfono, con el corazón en un puño, mientras por su mente desfilaba todo tipo de imágenes de Jessica en peligro.
«¡Jessica!» —dijo mi amiga, descolgando bruscamente el teléfono. Y entonces escuchó la voz de una mujer disculpándose por haberse equivocado de número. Ante aquello, la madre de Jessica, recuperando de golpe la compostura, replicó mesuradamente: « ¿Con qué número desea hablar?» El hecho es que, mientras la amígdala prepara una reacción ansiosa e impulsiva, otra parte del cerebro emocional se encarga de elaborar una respuesta más adecuada. El regulador cerebral que desconecta los impulsos de la amígdala parece encontrarse en el otro extremo de una de las principales vías nerviosas que van al neocórtex, en el lóbulo prefrontal, que se halla inmediatamente detrás de la frente. El córtex prefrontal parece ponerse en funcionamiento cuando alguien tiene miedo o está enojado pero sofoca o controla el sentimiento para afrontar de un modo más eficaz la situación presente o cuando una evaluación posterior exige una respuesta completamente diferente, como ocurrió en el caso de mi amiga. De este modo, el área prefrontal constituye una especie de modulador de las respuestas proporcionadas por la amígdala y otras regiones del sistema límbico, permitiendo la emisión de una respuesta más analítica y proporcionada.
Habitualmente, las áreas prefrontales gobiernan nuestras reacciones emocionales. Recordemos que el camino nervioso más largo de los que sigue la información sensorial procedente del tálamo, no va a la amígdala sino al neocórtex y a sus muchos centros para asumir y dar sentido a lo que se percibe. Y esa información y nuestra respuesta correspondiente las coordinan los lobulos prefrontales, la sede de la planificación y de la organización de acciones tendentes a un objetivo determinado, incluyendo las acciones emocionales. En el neocórtex, una serie de circuitos registra y analiza esta información, la comprende y organiza gracias a los lóbulos prefrontales, y si, a lo largo de ese proceso, se requiere una respuesta emocional, es el lóbulo prefrontal quien la dicta, trabajando en equipo con la amígdala y otros circuitos del cerebro emocional.
Este suele ser el proceso normal de elaboración de una respuesta, un proceso que —con la sola excepción de las urgencias emocionales— tiene en cuenta el discernimiento. Así pues, cuando una emoción se dispara, los lóbulos prefrontales ponderan los riesgos y los beneficios de las diversas acciones posibles y apuestan por la que consideran más adecuada. Cuándo atacar y cuándo huir, en el caso de los animales, y cuándo atacar, cuándo huir, y también cuándo tranquilizar, cuándo disuadir, cuándo buscar la simpatía de los demás, cuándo permanecer a la defensiva, cuándo despertar el sentimiento de culpa, cuándo quejarse, cuándo alardear, cuándo despreciar, etcétera —mediante todo nuestro amplio repertorio de artificios emocionales— en el caso de los seres humanos.
El tiempo cerebral invertido en la respuesta neocortical es mayor que el que requiere el mecanismo del secuestro emocional porque las vías nerviosas implicadas son más largas... pero no debemos olvidar que también se trata de una respuesta más juiciosa y más considerada porque, en este caso, el pensamiento precede al sentimiento. El neocórtex es el responsable de que nos entristezcamos cuando experimentamos una pérdida, de que nos alegremos después de haber conseguido algo que considerábamos importante o de que nos sintamos dolidos o encolerizados por lo que alguien nos ha dicho o nos ha hecho.
Del mismo modo que sucede con la amígdala, sin el concurso de los lóbulos prefrontales gran parte de nuestra vida emocional desaparecería porque sin comprensión de que algo merece una respuesta emocional, no hay respuesta emocional alguna. Desde la aparición (en la década de los cuarenta) de la tristemente famosa «cura» quirúrgica de la enfermedad mental —la lobotomía prefrontal, una operación que consistía en seccionar las conexiones existentes entre el córtex prefrontal y el cerebro inferior o en extirpar parcialmente (con frecuencia de un modo bastante torpe)
una parte de los lóbulos prefrontales— los neurólogos han sospechado que éstos desempeñan un importante papel en la vida emocional. En aquella época, anterior a la aparición de una medicación eficaz para el tratamiento de la enfermedad mental, la lobotomía era aclamada como el tratamiento para resolver los problemas mentales más graves: ¡corta los vínculos entre los lóbulos prefrontales y el resto del cerebro y «liberarás» al paciente de su trastorno!... sin embargo, la eliminación de conexiones nerviosas clave terminaba también, por desgracia, «liberando» al paciente de su vida emocional, porque se había destruido su circuito maestro.
El secuestro emocional parece implicar dos dinámicas distintas: la activación de la amígdala y el fracaso en activar los procesos neocorticales que suelen mantener equilibradas nuestras respuestas emocionales. En esos momentos, la mente racional se ve desbordada por la mente emocional y lo mismo ocurre con la función del córtex prefrontal como un gestor eficaz de las emociones sopesando las reacciones antes de actuar y amortiguando las señales de activación enviadas por la amígdala y otros centros límbicos, como un padre que impide que su hijo se comporte arrebatando todo lo que quiere y le enseña a pedirlo (o a esperar).’ El interruptor que «apaga» la emoción perturbadora parece hallarse en el lóbulo prefrontal izquierdo. Los neurofisiólogos que han estudiado los estados de ánimo de pacientes con lesiones en el lóbulo prefrontal han llegado a la conclusión de que una de las funciones del lóbulo prefrontal izquierdo consiste en actuar como una especie de termostato neural que regula las emociones desagradables. Así pues, el lóbulo prefrontal derecho es la sede de sentimientos negativos como el miedo y la agresividad. mientras que el lóbulo prefrontal izquierdo los tiene a raya. muy probablemente inhibiendo el lóbulo derecho. En un determinado estudio, por ejemplo, los pacientes con lesiones en el córtex prefrontal izquierdo eran proclives a experimentar miedos y preocupaciones catastrofistas mientras que aquéllos otros con lesiones en el córtex prefrontal derecho eran «desproporcionadamente joviales», bromeaban continuamente durante las pruebas neurológicas y estaban tan despreocupados que no ponían el menor cuidado en lo que estaban haciendo.
Éste fue precisamente el caso de un marido feliz, un hombre al que se le había extirpado parcialmente el lóbulo prefrontal derecho para eliminar una malformación cerebral, una operación después de la cual había experimentado un auténtico cambio de personalidad que le convirtió en una persona más amable y —según dijo la mar de contenta su esposa a los médicos— más afectiva. El lóbulo prefrontal izquierdo, en suma, parece formar parte de un circuito que se encarga de desconectar—O, al menos, de atenuar parcialmente— los impulsos emocionales más negativos. Así pues, si la amígdala constituye una especie de señal de alarma, el lóbulo prefrontal izquierdo, por su parte, parece ser el interruptor que «desconecta» las emociones más perturbadoras, como si la amígdala propusiera y el lóbulo prefrontal dispusiera. De este modo, las conexiones nerviosas existentes entre el córtex prefrontal y el sistema límbico no sólo resultan esenciales para llevar a cabo un ajuste fino de las emociones sino que también lo son para ayudamos a navegar a través de las decisiones vitales más importantes.
ARMONIZANDO LA EMOCIÓN Y EL PENSAMIENTO
Las conexiones existentes entre la amígdala (y las estructuras límbicas relacionadas con ella) y el neocórtex constituyen el centro de gravedad de las luchas y de los tratados de cooperación existentes entre el corazón y la cabeza, entre los pensamientos y los sentimientos. Esta vía nerviosa, en suma, explicaría el motivo por el cual la emoción es algo tan fundamental para pensar eficazmente, tanto para tomar decisiones inteligentes como para permitimos simplemente pensar con claridad.
Consideremos el poder de las emociones para obstaculizar el pensamiento mismo. Los neurocientíficos utilizan el término «memoria de trabajo» para referirse a la capacidad de la atención para mantener en la mente los datos esenciales para el desempeño de una determinada tarea o problema (ya sea para descubrir los rasgos ideales que uno busca en una casa mientras hojea folletos de inmobiliarias como para considerar los elementos que intervienen en una de las pruebas de un test de razonamiento). La corteza prefrontal es la región del cerebro que se encarga de la memoria de trabajo. Pero, como acabamos de ver, existe una importante vía nerviosa que conecta los lóbulos prefrontales con el sistema límbico, lo cual significa que las señales de las emociones intensas —ansiedad, cólera y similares— pueden ocasionar parásitos neurales que saboteen la capacidad del lóbulo prefrontal para mantener la memoria de trabajo. Éste es el motivo por el cual, cuando estamos emocionalmente perturbados, solemos decir que «no puedo pensar bien» y también permite explicar por qué la tensión emocional prolongada puede obstaculizar las facultades intelectuales del niño y dificultar así su capacidad de aprendizaje.
Estos déficit no los registra siempre los tests que miden el CI, aunque pueden ser determinados por análisis neuropsicológicos más precisos y colegidos de la continua agitación e impulsividad del niño. En un estudio llevado a cabo con alumnos de escuelas primarias que, a pesar de tener un CI por encima de la media, mostraban un pobre rendimiento académico, las pruebas neuropsicológicas determinaron claramente la presencia de un desequilibrio en el funcionamiento de la corteza frontal. Se trataba de niños impulsivos y ansiosos, a menudo desorganizados y problemáticos, que parecían tener un escaso control prefrontal sobre sus impulsos límbicos. Este tipo de niños presenta un elevado riesgo de problemas de fracaso escolar, alcoholismo y delincuencia, pero no tanto porque su potencial intelectual sea bajo sino porque su control sobre su vida emocional se halla severamente restringido. El cerebro emocional, completamente separado de aquellas regiones del cerebro cuantificadas por las pruebas corrientes del Cl, controla igualmente la rabia y la compasión. Se trata de circuitos emocionales que son esculpidos por la experiencia a lo largo de toda la infancia y que no deberíamos dejar completamente en manos del azar.
También hay que tener en cuenta el papel que desempeñan las emociones hasta en las decisiones más «racionales». En su intento de comprensión de la vida mental, el doctor Antonio Damasio, un neurólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Iowa, ha llevado a cabo un meticuloso estudio de los daños que presentan aquellos pacientes que tienen lesionadas las conexiones existentes entre la amígdala y el lóbulo prefrontal. En tales pacientes, el proceso de toma de decisiones se encuentra muy deteriorado aunque no presenten el menor menoscabo de su CI o de cualquier otro tipo de habilidades cognitivas. Pero, a pesar de que sus capacidades intelectuales permanezcan intactas, sus decisiones laborales y personales son desastrosas e incluso pueden obsesionarse con algo tan nimio como concertar una cita.
Según el doctor Damasio, el proceso de toma de decisiones de estas personas se halla deteriorado porque han perdido el acceso a su aprendizaje emocional. En este sentido. el circuito de la amígdala prefrontal constituye una encrucijada entre el pensamiento y la emoción, una puerta de acceso a los gustos y disgustos que el sujeto ha adquirido en el curso de la vida. Separadas de la memoria emocional de la amígdala, las valoraciones realizadas por el neocórtex dejan de desencadenar las reacciones emocionales que se le asociaron en el pasado y todo asume una gris neutralidad. En tal caso, cualquier estímulo, ya se trate de un animal favorito o de una persona detestable, deja de despertar atracción o rechazo; esos pacientes han «olvidado» todo aprendizaje emocional porque han perdido el acceso al lugar en el que éste se asienta, la amígdala.
Estas averiguaciones condujeron al doctor Damasio a la conclusión contraintuitiva de que los sentimientos son indispensables para la toma racional de decisiones, porque nos orientan en la dirección adecuada para sacar el mejor provecho a las posibilidades que nos ofrece la fría lógica. Mientras que el mundo suele presentarnos un desbordante despliegue de posibilidades (¿En qué debería invertir los ahorros de mi jubilación? ¿Con quién debería casarme?), el aprendizaje emocional que la vida nos ha proporcionado nos ayuda a eliminar ciertas opciones y a destacar otras. Es así cómo —arguye el doctor Damasio— el cerebro emocional se halla tan implicado en el razonamiento como lo está el cerebro pensante.
Las emociones, pues, son importantes para el ejercicio de la razón. En la danza entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras decisiones instante tras instante, trabajando mano a mano con la mente racional y capacitando —o incapacitando— al pensamiento mismo. Y del mismo modo, el cerebro pensante desempeña un papel fundamental en nuestras emociones, exceptuando aquellos momentos en los que las emociones se desbordan y el cerebro emocional asume por completo el control de la situación.
En cierto modo, tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia emocional y nuestro funcionamiento en la vida está determinado por ambos. Por ello no es el CI lo único que debemos tener en cuenta, sino que también deberemos considerar la inteligencia emocional. De hecho, el intelecto no puede funcionar adecuadamente sin el concurso de la inteligencia emocional, y la adecuada complementación entre el sistema límbico y el neocórtex, entre la amígdala y los lóbulos prefrontales, exige la participación armónica entre ambos. Sólo entonces podremos hablar con propiedad de inteligencia emocional y de capacidad intelectual.
Esto vuelve a poner sobre el tapete el viejo problema de la contradicción existente entre la razón y el sentimiento. No es que nosotros pretendamos eliminar la emoción y poner la razón en su lugar —como quería Erasmo-, sino que nuestra intención es la de descubrir el modo inteligente de armonizar ambas funciones. El viejo paradigma proponía un ideal de razón liberada de los impulsos de la emoción, El nuevo paradigma, por su parte, propone armonizar la cabeza y el corazón. Pero, para llevar a cabo adecuadamente esta tarea, deberemos comprender con más claridad lo que significa utilizar inteligentemente las emociones

fuente:daniel goleman
inteligencia emocional

Reducción del temor por medio de psicoterapias. Hallazgos recientes, direcciones futuras.


Hasta hace poco, una considerable evidencia sugería que los tratamientos que provocaban una mejoría duradera en los trastornos de ansiedad eran exitosos porque incluían algún tipo de exposición sistemática al estímulo temido (exposición en imaginación, en vivo, vicaria, rápida, lenta, continua, intermitente) (Marks,1973). En gran número de pruebas controladas al azar (RCTs), los tratamientos sin exposición fueron ineficaces ( relajación, modelado sin exposición, evitación inducida, reaseguro), mientras que permanecía intacta la eficacia de las variantes de exposición cuando fueron omitidos los elementos de no-exposición (como la relajación).

Se denominó habituación a la reducción del temor como respuesta a señales a las que un sujeto es expuesto repetidamente -sobre todo si se lo hace durante períodos prolongados-. Si la respuesta inicialmente había estado condicionada, su atenuación fue llamada extinción. Aunque la habituación y la extinción pueden diferir algo, la habituaciónes usada aquí para denotar ambos procesos debido a sus muchas similitudes. La habituación es un antiguo mecanismo evolutivo que aparece en las especies unicelulares y dentro de especies multicelulares tanto en células inmunes como endocrinas así como también en neuronas. Su fuerza es ampliamente proporcional al grado de exposición.

Los defectos del principio de exposición


La idea de que la exposición sea necesaria para vencer el temor se topó con anomalías (Marks,1987) que podrían ser explicadas conservando el papel de la exposición. Cuando la auto-exposición no pudo ayudar a determinados pacientes esto fue atribuído a que éstos no se habían comprometido o la exposición no se había operado debido a la evitación ( ya sea mental -por ejemplo: la disociación, la distracción-, ya sea conductual - por ejemplo el escape, los rituales de neutralización-, o bien bioquímica -por ejemplo benzodiacepinas, alcohol-). Se dijo que dicha evitación impide que las señales de temor alcancen aquellas partes del cerebro que procesan la emoción. De modo semejante, cuando la exposición condujo a la sensibilización más que a la habituación durante el inicio o la reiteración de los trastornos de ansiedad, esto se clarificaba por la evitación mental o la exposición insuficiente. Otra anomalía explicable fue que los pacientes con fobias mejoraron incluso después de escapar de la exposición toda vez que el citado temor superara cierto umbral (Crowe et al,1972;Rachman et al,1986). Sin embargo, tan pronto como esos pacientes escaparon recibieron instrucciones de regresar a la situación atemorizante. La huída pudo haberlos quitado de la pista temida demasiado brevemente como para que ella se convirtiera en un comportamiento de seguridad que marcara el fin duradero del temor.

Otras anomalías fueron difíciles de explicar. Algunos pacientes con fobias crónicas no dieron cuenta de temor o evitación de su primerísima sesión de exposición. Esta mejora fue demasiado repentina para ser explicada por habituación. Algunos pacientes mejoraron con medicación sin exposición. En algunos pacientes , el temor no disminuyó a pesar de la exposición prolongada y comprometida.

El temor puede declinar con hipnosis sin exposición, con el hecho de reasegurar la información y con la píldora placebo. (De Silva y Rachman,1981)

Mientras fueron excepcionales , tales casos fueron difíciles de estudiar. La reducción del temor por métodos de no-exposición debe ser hecha confiable antes de que se examine sistemáticamente " (Marks,1987). En la actualidad, varios estudios ofrecen prueba convergente de que los métodos de no-exposición en muchos casos redujeron el temor.

Evidencias de una reducción fidedigna del temor exposición


Tensar músculos en el caso de fobia a la sangre:
La primera RCT que se realizó para informar un tratamiento eficaz sin exposición con objeto de reducir el temor (Ost et al,1991) involucró a pacientes con fobias a las heridas sangrantes que aprendían a tensar sus músculos con la finalidad de mantener la presión arterial y así impedir los desmayos hipotensivos provocados por el hecho de ver sangre.Practicar esta habilidad fisiológica fue aún más eficaz que la exposición hasta un año después de la prueba. Los pacientes tuvieron éxito al encontrarse con sangre en el post-tratamiento sin exposición previa(o reestructuración cognitiva).



Terapia cognitiva:
El temor también disminuye en forma fidedigna con terapia cognitiva que comparte elementos con control del pensamiento (Alexander, 1928), con entrenamiento en autoinstrucciones (Meichenbaum, 1977) y con entrenamiento en el manejo de la ansiedad- (Ramm et el al, 1981). La terapia cognitiva usualmente involucra: (a) identificación y monitoreo de pensamientos negativos; (b) la evaluación de esos pensamientos por el interrogatorio socrático c) las estimaciones de probabilidad de amenaza, evidencias a favor y en contra de la amenaza y modos positivos y negativos de pensamiento; y (c) estimular pensamientos positivos y re-atribuciones alternativas.Por lo común, la exposición se añade como "experimento conductual" con el paciente al que se le pide hacer frente a la situación temida para desafiar las expectativas negativas.

La inclusión regular de la exposición en la terapia "cognitiva" ha levantado dudas acerca de si el componente cognoscitivo fue eficaz por derecho propio. Sin embargo, recientemente la terapia cognitiva sin exposición sistemática produjo reducción confiable y duradera del temor. Las RCTs para diversos trastornos de ansiedad (cada uno de los cuales logró diferenciar a la exposición respecto de los componentes de la terapia cognitiva) mostraron la eficacia similar de cada intervención a) en el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) (Van Oppen et al, 1995), b) en el trastorno de agorafobia y/o de pánico (Williams y Falbo, 1996; Hecker et al, 1998), c)en el trastorno por stress post-traumático (PTSD) (Marks et al, 1998; Tarrier et al, 1999) y d) en la hipocondría (Bouman y Visser, 1998).

Estas pruebas RCTs mejoraron trastornos de ansiedad con terapia cognitiva no obstante el hecho de que excluyeron instrucciones de exposición o experimentos conductuales. Estas pruebas en dos continentes apuntan en la misma dirección. La exposición sola y la terapia cognitiva sola son cada una suficientes, pero ni la una ni la otra son imprescindibles para reducir de forma fidedigna el temor en trastornos de la ansiedad.



Resolución de problemas (Terapia de examen de conciencia)
Una forma de terapia de resolución de problemas sin exposición (terapia de examen de conciencia) (Bowman et al, 1997) fue eficaz en el caso de una RCT para trastorno de ansiedad generalizado. Durante cuatro semanas los pacientes utilizaron un manual que los orientaba a decidir qué es lo que era importante para invertir energía en ello y pensar menos negativamente acerca de las cosas que no tenían importancia. Asistidos por una hoja de trabajo diaria los pacientes seleccionaron los problemas importantes, se les ocurrieron soluciones posibles para esos problemas y las pusieron a prueba y aprendieron a aceptar problemas insolubles. La terapia de examen de conciencia comparada con un grupo de tratamiento diferido redujo la ansiedad significativamente en la prueba follow-up a los tres meses.



Meditación atenta
La meditación atenta enseña a las personas a hacer frente a incomodidades- incluyendo el temor- (Kabat-Zinn, 1996) por lo general en sesiones diarias de una hora de duración durante ocho semanas-. Las personas entrenadas en meditación atenta no reportaron ninguna señal de angustia en su primer encuentro con las situaciones desagradables que eran evitadas hasta ese momento a pesar de no experimentar ninguna exposición sistemática o terapia cognitiva. En los RCTs la meditación atenta aceleró la cicatrización de psoriasis (Kabat-Zinn et al, 1998), redujo las reapariciones de depresión; incluyó aprender a respetar a los pensamientos como pensamientos justificados sin reaccionar (lo que nos recuerda a la exposición en la imaginación e inoculación del stress) La meditación atenta también entrena la atención en la respiración ,relajación y Hatha Yoga. No enseña a resolver problemas ni a rotular cognoscitivamente a los pensamientos como positivos, negativos, o defectuosos, y no desafían creencias.

Es necesario examinar las RCTs en los trastornos de ansiedad.




Medicación
En las RCTs, los trastornos de ansiedad mejoraron con antidepresivos pese a la atmósfera inicial y ausencia de instrucciones de exposición. Sin embargo, a menudo la mejoría se perdía cuando la medicación era discontinuada (Liebowitz, 1998) mientras que los logros de las psicoterapias efectivas discutidas más arriba se mantuvieron en el post-tratamiento.



Cuestiones que aparecieron a partir de la reducción del temor sin exposición
Los descubrimientos anteriores desafían la idea de que la exposición es esencial para reducir la ansiedad y plantea interrogantes acerca de cómo el temor se reduce por tales diversos métodos.

¿Actúa la exposición meramente por reestructuración cognitiva?
A través de las especies evolutivas la exposición reduce gradualmente la evitación, el temor subjetivo y las respuestas fisiológicas a las señales a las que un sujeto esté expuesto. En los seres humanos también modifica pensamientos, actitudes y creencias. Es poco probable que el cambio cognoscitivo sea el camino primario para la reducción del temor durante la exposición. En primer lugar, a menudo las cogniciones cambian sólo después de que hayan disminuido la evitación, el temor y las reacciones fisiológicas. En segundo lugar, la exposición reduce respuestas incluso en invertebrados y en unicelulares; hablar de sus cogniciones o expectativas o sentido del control expandiría el significado de estos términos. En tercer lugar, el temor en la terapia de exposición disminuye a pesar de que las expectativas negativas expresadas sean confirmadas. Las personas con hemofobia esperan desmayarse, -y de hecho se desmayan - al ver sangre al comienzo de la terapia de la exposición, pero mejoran a pesar de su síncope. Los agorafóbicos mejoran induciendo deliberadamente el pánico temido y resistiéndolo hasta que se apacigua.



¿Actúa la terapia cognitiva sólo cambiando creencias?
La terapia cognitiva da por supuesto que la angustia es mantenida por creencias negativas o pensamientos y los intenta modificar . Las creencias en la línea de base y durante el tratamiento ciertamente predijeron el resultado en el trastorno de pánico-agorafobia (Hoffart, 1995). Sin embargo, otra evidencia implica que la terapia cognitiva también puede actuar en forma no-cognoscitiva. Primero, en un ensayo RCT de terapia cognitiva para PTSD(trastorno de stress postraumático) las creencias blanco que fueron modificadas ,lo hicieron después de que los comportamientos y los síntomas habían mejorado (Livanou, 1998 ); alguna se había alterado marginalmente cerca del mismo punto de valoración donde comportamiento y síntomas fueron mejorados mucho, pero no las creencias modificadas antes de que el comportamiento y síntomas lo hiciesen. Segundo, la mayoría de pacientes con pánico-agorafobia no informaron espontáneamente los pensamientos catastróficos a los que apunta el pánico y que son el blanco de la terapia cognitiva (Basoglu y Mineka, 1992) . ¿Son a veces tales pensamientos sugeridos a los pacientes más bien que obtenidos de ellos? Tercero, los pensamientos catastróficos pueden calmar más que aterrorizar. Una mujer agorafóbica soportó el pánico invocando las imágenes horrorosas de un tigre devorándola que ella había visualizado durante una terapia de exposición no aplicable (Watson y Marks, 1971). Los pacientes mejoran con intención paradójica imaginando por breve tiempo escenas aterradoras para reducir el temor - en forma suficientemente breve como para producir habituación o acostumbramiento). Lo que es visualizado puede ser menos vital ,reforzando, forjando, preparando, controlando para afrontar lo peor.



La integración de descubrimientos


Componentes que reducen el temor potencial en varios tratamientos
La tabla 1 despliega los componentes de cuatro tratamientos que fueron efectivos para los trastornos de ansiedad en los RCTs (exposición, cognitivo, tensión de músculos ,y resolución de problemas),los componentes de otro que parece prometedor en trabajos no controlados (meditación atenta), y dos tratamientos que resultaron ineficaces en los RCTs (relajación (poco-aplicada),y evitación ).


Tabla 1: Componentes de tratamiento genéricos y específicos







Los cuatro tratamientos efectivos incluyen los siguientes cuatro componentes: a) un set de un tratamiento, b) análisis razonado, c) asignación de tareas para el hogar (excepto para tensión de músculos) y d) mantenimiento diario. La tarea para el hogar y el contenido diario difieren. Ellos incluyen: 1) en la exposición: permanecer ante la situación temida; 2) en la terapia cognitiva: vigilancia, supervisión, observación, control y cambio de pensamientos ;3) en el entrenamiento en tensionar los músculos para la hemofobia :el músculo tensándose, 4) en resolución de problemas: listar y ocuparse de problemas.

Los dos acercamientos ineficaces (relajación y evitación) también contienen los cuatro componentes de arriba, mostrando así que no son terapéuticos de por sí. Tampoco, ni la relajación ni la evitación incluyen una resolución de problemas que involucra externalizar, atender, analizar, encuadrar y el hacer frente al problema poco a poco. Sin embargo estos elementos son administrados manera diferente en los diversos tratamientos efectivos (por ej: la exposición, o la reestructuración cognitiva, o el tensar los músculos). Como la exposición, la solución de problemas puede ser suficiente pero no necesaria para la reducción del temor, tal como está ausente en la meditación atenta.



Los tratamientos actúan sobre el síndrome emocional de la respuesta de temor


El temor- como cualquier emoción- es una red holgadamente interconectada de respuestas que se extienden a lo largo de sentimientos, pensamientos, comportamientos y eventos fisiológicos (fig. 1). Éstas son reacciones desagradables normales para la amenaza . Constituyen un síndrome emocional de respuesta . Cuando son excesivas, tales respuestas son lo que desean reducir los pacientes con trastornos de ansiedad .

Fig. 1 Representa tres dominios de síndromes emocionales de respuesta con los componentes que lo constituyen (cada uno posee mucho más que lo que se muestra en la figura ) que se conectan a otros componentes dentro y entre dominios. Algunos de ellos pueden conectar más estrechamente a través que dentro de los dominios; ciertas conexiones son unidireccionales, otras de dos vías. Los componentes particulares del temor primero pueden atenuarse por el tratamiento particular de determinados elementos del tratamiento que produzcan efectos sobre otros componentes del temor:1. El acto de exposición. 2. Reestructuración cognitiva. 3. Terapias que tensan músculos

A: Dominio subjetivo: Sentimientos y pensamientos desagradables subjetivos (urge evitar, escapar, paralizarse, orinar, defecar, etc)



B: Comportamiento: evitación, escape, congelamiento, sumisión, agresión, etc.



C: Reacciones Corporales: activaciones-inhibiciones cerebrales ,incremento o disminución de la tasa cardíaca ,sudor, respiración agitada, tensión-relajación muscular ,incremento noradrenalínico, etc



FIG:1





Un síndrome emocional se puede contener de varias maneras debilitando unas o más conexiones en su red de la respuesta. La atenuación de uno puede erosionar a otros. Algunos tratamientos pueden debilitar varios eslabones en la red del temor simultáneamente. Ciertos eslabones pueden ser unidireccionales, mientras que los otros pueden ser bidireccionales o pueden forjar una retroalimentación interactiva. (Barlow,1988). Es necesario aclarar que tan diferente actúan los distintos tratamientos con efectos diversos en cada eslabón .

Los ejemplos pueden clarificar este modelo.

La exposición parece mejorar simultáneamente sentimientos espantosos, comportamientos y reacciones fisiológicas, con los cambios cognitivos siguiendo más adelante (Marks, 1987). El proceso subyacente puede implicar la exposición atenuante del temor con el resultante cambio en creencias que reducen adicionalmente el temor , lo que facilita más exposición que reduce más aún el temor y gradualmente transformen las creencias.

La terapia cognitiva parece mejorar sentimientos espantosos, comportamientos y cogniciones. En dos RCTs, el biofeedback del ritmo cardíaco permitió a pacientes con fobias reducir la taquicardia durante la exposición pero éste no acentuó una mejora subjetiva o conductual (Marks, 1987). En contraste, la intervención fisiológica de tensar los músculos acentuó la mejora subjetiva y del comportamiento de los pacientes con fobias a la sangre (Ost et el al, 1991). Es necesario testear si la inoculación del stress o la resolución de problemas cognitivos actúan extensamente a través de la red del temor.



¿Cuántos caminos conducen a la Roma de la reducción del temor?

Un mapa provisional podría ser así: a) una autopista de la exposición que habitúa a muchos de los componentes del temor; b) una carretera cognitiva que actúa sobre los componentes cognoscitivos y/o otros componentes del temor; c) una pista fisiológica de habilidades de enfrentamiento actuando sobre problemas determinados; d) un camino de resolución de problemas sin exposición o reestructuración cognitiva que modula las emociones; y e) una huella borrosa de entrenamiento en atención como la meditación atenta e inoculación del stress. La exposición, la reestructuración cognoscitiva y la solución de problemas convergen con fuerza en un pasillo final común al extremo de la resolución de problemas. Los tres dividen fuertemente con la meditación atenta un "camino" de entrenamiento en atención que desconecta sensaciones y pensamientos de la acción automática. El tensar músculos parece ser una pista fisiológica separada.

Otras preguntas son:

¿Pueden las creencias cambiantes incentivar la exposición que reduce el temor y acelerar la velocidad de la reducción del temor durante la misma?

¿Puede la exposición reducir el temor realizando un repaso de creencias?

¿Puede la habituación de sensaciones espantosas y de reacciones corporales alterar otras creencias?

¿Qué tan importante es que antes de que los pacientes hagan la exposición practiquen resolución de problemas (exteriorizar el problema, atenderlo, analizarlo, reencuadrar y ocuparse gradualmente de aspectos de él) y demorar la acción sobre los sentimientos estridentes?

Las cogniciones pueden alterarse a través de varios caminos.

Primero: directamente, habituando pensamientos que se presentan durante la exposición o experimentos conductuales en la terapia cognitiva conductual (pej: en la mera exposición el procedimiento de "saciación semántica":al repetir palabras rápidamente muchas veces se debilita su significado). Segundo: directamente, razonando tal como se usa en terapia cognitiva. Tercero: indirectamente, por resolución de los problemas intrínsecos a aprender cómo y por qué lo hace la terapia cognitiva ,tal cómo es intrínseco a aprender como se realiza la exposición. Cuarto: indirectamente, como un efecto secundario de la habituación de comportamientos y reacciones corporales durante la exposición.

Los caminos fisiológicos de la reducción se han estudiado raramente en RCTs salvo el tensionar los músculos y el biofeedback de la frecuencia cardíaca.

Cada tratamiento puede actuar sobre aspectos particulares de la red de la respuesta del temor con efectos de dominó sobre las otras conexiones. La exposición (aplicable e inaplicable), la terapia cognitiva y la meditación atenta podrían concentrar toda la atención en tolerar los pensamientos y sensaciones sin reaccionar automáticamente frente a ellos y así también realzar el control emocional.

Enfocar la atención mejora diversas facetas de varios de los trastornos de la ansiedad, saber en qué secuencia y por cuánto tiempo, es algo que aguarda investigación. Ello podría mejorar el control no sólo sobre el temor sino sobre más emociones ( por ejemplo: la ira , los celos y el despertar sexual) haciéndolo una forma de inoculación del stress(aumentando la ansiedad). Inversamente, la administración de la ira puede también reducir la ansiedad.

Ciertos medicamentos reducen el temor tanto directa como indirectamente aliviando el bajo estado de ánimo que a menudo complica a los trastornos de ansiedad. Algunos pueden acentuar la exposición en el corto plazo pero además obstaculizar los resultados a largo plazo (Marks et al,1993). La vía neuroquímica de acción de la droga está fuera del presente documento, pero necesita incluirse en una teoría integral de la reducción del temor.



Control: ¿Constructo descriptivo o explicativo?


Los tratamientos eficaces actúan sobre aquél dominio que se denominó de formas diversas: sentido de control, de confianza, de dominio, de fortalecimiento o de auto-eficacia. Los animales se perturban más después de experiencias aversivas incontrolables e imprevisibles y se angustian menos después de permitírseles experiencias de control(Basoglu y Mineka, 1992).

El stress post-traumático después de la tortura se previene por el hecho de estar psicológicamente preparado para ella (involucró control percibido; Basoglu et el al, 1997) y se asocia con la pérdida de control percibida durante la tortura. En PTSD, el sentido de control post-tratamiento y la atribución interna de logros predijeron mantener las mejoría en la prueba follow-up. (Basoglu et al, 1994; Livanou, 1998).

Ocasionalmente, la reducción de la ansiedad por exposición fomenta la confianza para superar problemas más amplios (Marks et al, 1972; Marks y Mataix-Cols, 1997). Inversamente, un arranque de confianza por cualquier razón puede motivar la práctica de la exposición para superar fobias. La confianza puede reflejar otros mecanismos. Su crecimiento después de la terapia y correlación con mejora pudo resultar de la reducción del temor más bien que causarla. La reducción de la ansiedad no siempre se asocia a un sentido del control. Resignarse a su propio destino parece calmar, no espantar ;es una clave para algunas prácticas religiosas (que otorga intentos inútiles de control y comportamientos de reaseguro). Durante la exposición, las personas con fobia a volar intentan controlar el avión moviendo su cuerpo; aprender a validar sus movimientos incontrolables parece importante en la superación de su temor.



Direcciones para investigaciones futuras


Los mecanismos reductores del temor pueden ser clarificados. Los componentes cognoscitivos de la terapia merecen una disección.

Muchos paquetes de tratamiento incluyen la enseñanza de una habilidad fisiológica (respiración lenta y profunda para contrarrestar el pánico). Esto requiere estudios propios . Algo que requiere experimentación es saber si acrecentar la sensación de control aminora el temor es.

Los componentes de la meditación necesitan se desmontados: atención a la respiración, relajación, yoga, ver a los pensamientos como "pensamientos justificados" sin reaccionar.

Podría ayudarse la identificación de los componentes de la terapia que reducen cada faceta del temor yendo en busca de pronosticadores de mejora en cada etapa de tratamiento y en la follow-up. Se requiere registrar qué hacen, sienten y piensan los pacientes entre las sesiones .La medición del proceso puede desenmarañar mecanismos potenciales de reducción del temor tales como las creencias apuntadas, confianza, sensación de control general y específico , habilidades de afrontamiento, orientación del problema, habituación.

Advertencias


La investigación esquematizada arriba progresará más si intenta de comprobar más que apoyar las hipótesis para así separar las ovejas de una teoría respecto de las cabras de la otra. En caso de que se descarten los comportamientos de seguridad(de reaseguro) ello acentúa las mejorías,(no separa una exposición de un modelo cognitivo) porque eso hace a la exposición más funcional y también desconfirma las expectativas peligrosas. La exposición, la terapia cognitiva y otros acercamientos pueden enseñar a todos los pacientes a desenganchar pensamientos-sensaciones de la acción inmediata. La manipulación de los componentes del tratamiento para reducir el temor y concentrarse en las subsecuente secuencia podrían desentrañar cuál es primario y cual secundario de los cambios en las creencias, sentido de control, la fisiología o la evitación.

Finalmente, podría acortarse la confusión producida por el uso inconsistente de las condiciones para las aproximaciones que reduzcan el temor adoptando definiciones estándar para los componentes del tratamiento. Aunque cada rótulo es inevitable que se base en una teoría , es más útil definir los procedimientos por los cuales está construído que por la justificación lógica para hacerlos.

fuente:Isaac Marks, MD, Reuven Dar, Phd , traducción Carlos Domínguez

Publicado originalmente en : The British Journal of Psychiatry (2000) 176: 507-511