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fobias y obsesiones


En primer lugar, es necesario hacer una distinción fundamental. Tanto las fobias como las obsesiones son síntomas, en muchas ocasiones se presentan juntos, es decir dentro del mismo cuadro patológico y/o en la misma persona que lo sufre; sin embargo, las obsesiones pertenecen a una estructura clínica definida, la neurosis obsesiva; y en cambio las fobias, no arman una estructura clínica, esto es, que pueden existir fobias, como síntoma en otras estructuras clínicas como la histeria y la psicosis.

También es posible encontrarnos con elementos obsesivos en otras estructuras clínicas como la histeria ( ya que podriamos decir que no existen cuadros clínicos puros).

Esto nos permite argumentar que las obsesiones están plenamente integradas en el cuadro de las neurosis obsesiva.


Empecemos con las fobias. Casi todas las personas han experimentado, a lo largo de su trayectoria vital, temores,. En la infancia, éstos se plantean dentro del propio desarrollo y maduración del niño( pesadillas, animadversión a animales pequeños y grandes ,etc.).

Las fobias tratan de un temor irracional, incontrolable frente a un objeto, situación o personas determinadas, que derivan en un afecto especifico: la angustia. Ante la aparición de ésta, el sujeto plantea una distancia de seguridad, que atempere la misma, o bien la propia evitación del estímulo que suscita la angustia.

Podemos citar dos grupos que se caracterizan por el objeto de la angustia: las fobias de carácter común ( aquellas personas que sienten miedo, muchas veces en demasía, a la soledad, la muerte, la enfermedad, la noche) y las fobias ocasionales, donde la angustia emerge en circunstancias especificas: agorafobia, temor a los espacios abiertos, y la claustrofobia, espacios cerrados. Se diferencian del primer grupo, que éstas últimas no inspiran temor en las personas sanas.

En los últimos años, se añade una nueva sintomatología: fobia social; temor al contacto de relación con las personas, creándose una situación de angustia emergente ante la exposición personal en las relaciones humanas.

En las obsesiones, se trata, por un lado, de representaciones mentales, ideas, que se presentan en la mente de una persona de carácter irrefrenable y, en la mayoría de las veces insoportable. Bien emergen en una proposición de dos términos “ si hago tal cosa, sucederá otra” – ésta segunda parte de la proposición es mortal -, o bien con objetos concretos y cotidianos – sillas, mesas, pomos de puertas, telefonos, almohadas, etc –Y por otra, el estado emotivo: la angustia, la ira, la duda y el remordimiento – la culpa-. La parte importante en las obsesiones es ésta última, la afectiva. Persiste, a pesar de que el motivo asociado pueda variar o transformarse a lo largo del tiempo. Las personas que dudan, lo pueden realizar en muchos elementos o cosas, sin embargo el estado afectivo es el mismo, permanece de forma intacta.

Este estado está justificado, es algo que proviene de la propia historia de la persona con un sello patológico determinado y que se eterniza. Lo que varía en el tiempo, no es el afecto suscitado, sino las ideas asociadas a él. De tal forma que podemos encontrar representaciones mentales que suscitan un afecto de culpa muy intenso, y en cambio no está justificado que deriven en dicho afecto, esto es, podemos tener ideas inocuas asociadas a sentimientos de culpa muy intensos.

Estas ideas son sustitutivas de la original, que sí justifica el afecto concomitante señalado. Estas ideas, representaciones mentales, han sido reprimidas, que no olvidadas, por el sujeto, justamente por lo que suponen para la propia persona. Además, estas sustituciones, desplazamientos en fin, permiten atemperar el monto afectivo resultante porque pueden caer en la racionalización del sujeto y le ayudan a no vivir permanentemente angustiado. Igualmente, para ejercer la defensa contra la angustia, la persona puede desplegar un ritual determinado, que impide que “algo” suceda ( “ si coloco la ropa en este lugar y de esta forma, esto indicará que mañana todo irá bien” ).

Estas ideas o representaciones mentales se postulan a descubrir en un proceso terapéutico. Han sido reprimidas y sustituidas porque son inconciliables para el yo de un sujeto; y en cambio lo que permanece de forma invariable es el carácter insoportable del afecto derivado.

Los ejemplos de obsesiones son los pensamientos negativos, que una y otra vez se imponen al sujeto, sin que la persona pueda hacer “algo” para sustraerse a ellos. Podemos plantear la obsesión como un intento de solución a un temor particular que soporta una persona.








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UNA PESADA CARGA


ARTÍCULO PUBLICADO POR JULIO BECERRA VICENTE EN EL DIARIO SAN FERNANDO INFORMACIÓN

UNA PESADA CARGA
Un día su mente le jugó una mala pasada. Su vida, que hasta ese momento transcurría sin complicaciones, empezó a tomar un rumbo incierto. Acababa de tener a su esperado bebé, su primer y ansiado hijo. Nueve meses de alegría e incertidumbre; por fin podía disfrutar de su preciado tesoro. Pero ocurrió; a las pocas semanas del nacimiento se encontraba bañando a su hijo cuando un pensamiento impactó en su mente como un proyectil: “ ¿y si le hiciera daño?”, éste pensamiento le sorprendió con su hijo en los brazos cuando lo enjuagaba, una gran inquietud e inseguridad le asaltó; otro pensamiento, éste en forma de imagen nítida de su hijo ahogado en la bañera acabó de sobresaltarla. Fue tal el impacto que sólo se le ocurrió abrazar a lo que más quería en el mundo. El bebé tranquilo y arropado en su regazo sonreía ajeno al drama personal de su madre. Lágrimas amargas rodaban por sus mejillas.

Intentó no pensar en aquello, intentaba mantenerse ocupada, pero los pensamientos volvieron a visitarla. Al principio con una frecuencia escasa pero pronto se hicieron más numerosos. No podía decir a nadie aquello tan espantoso. ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Se estaría volviendo loca?. Poco a poco empezó a desconfiar de sí misma. Comenzó por no bañar a su hijo sola, siempre pedía que alguien le acompañara en esos momentos lo cual le hacía estar tranquila. Pero los pensamientos de daño se sucedían en otras situaciones y entornos. Pronto comenzó a evitar tocar cuchillos u objetos punzantes en presencia de su hijo; poco a poco fue evitando todo lo que tuviera punta. Las imágenes se sucedían causándole un daño emocional enorme. Las personas que le rodeaban fueron percatándose del cambio sin saber con claridad lo que acontecía; episodios de llanto, desesperanza, fatiga y un buen número de síntomas eran la punta de un iceberg sumergido: su secreto. La única solución era no acercarse a su hijo. Los familiares al verla en el estado de postración al que había llegado se hicieron cargo de los cuidados del bebé lo cual era, a la vez, un alivio y una carga para ella.

Quizás usted esté pensando al igual que nuestra madre atribulada que, en realidad, se trataba de algo relacionado con algún tipo de locura.

Los pensamientos obsesivos de daño se consideraban como relativamente raros en la población general , los recientes estudios en éste sentido apuntan a que pueden ser relativamente frecuentes en formas leves del trastorno.

Las personas que lo padecen pueden tener pensamientos, ideas o imágenes persistentes que suelen ser experimentados como algo no deseado y sin sentido. “si es lo que más quiero...¿cómo podría hacerle daño? y entonces.... ¿cómo es que pienso esto?”.

Padres para los que sus hijos son lo más querido que piensan en matar a sus hijos, personas muy religiosas que tiene pensamientos continuos blasfemos, sujetos que temen a la muerte y a la enfermedad que sufren con pensamientos de suicidio, padres que sufren por tener pensamientos de tipo incestuoso con sus hijo/as etc.

Éstas personas siempre intentan contrarrestar, neutralizar o suprimir estos pensamientos o impulsos a través de algún tipo de acción (abrazar al niño, pedir mentalmente perdón a Dios, rezar o hacer penitencia, evitar pasar por determinados sitios...). Todos reconocen que esas ideas son fruto de su propia mente y no vienen impuestas desde el exterior. Todas los pensamientos y acciones que se hacen para contrarrestarlos producen una gran cantidad de malestar y/o pérdida de tiempo y, normalmente, interfieren la vida normal del individuo. Son como una mancha de aceite que, cuando se encuentra sin control, lo va contaminando todo poco a poco.

Todas éstas personas sufren un trastorno por ansiedad; todas ellas llevan una pesada carga sobre sus espaldas a menudo en forma de secreto inconfesable; es fundamental para ellas llegar a comprender la naturaleza de lo que le ocurre, es el primer paso de un tratamiento que les permitirá aprender cómo enfrentarse a esos pensamientos no deseados y a sus conductas asociadas de forma que afecten lo menos posible el curso de su vida.

En la medida de que éstos pensamientos dejan de ser un secreto inconfesable para convertirse en objeto de intervención psicológica se estará consiguiendo aminorar el peso de una carga que, a medida que pasa el tiempo sin tratamiento, crece hasta límites angustiosos. Frecuentemente éstas personas son tratadas de forma inadecuada ya que, en muchos casos, al no comunicar el sujeto lo que realmente le preocupa se les diagnostica de forma incorrecta.

La mente es como un jardín en el que, por cuidado que esté, siempre pueden nacer malas hierbas; éstas cuando se extienden sin control, pueden llegar a invadirlo hasta convertirlo en una sombra de lo que llegó a ser en su día. Las obsesiones, como las malas hierbas, se eliminan mejor cuando son pequeñas y débiles. Enfrentarse en solitario a ellas puede ser complicado y a menudo inútil. Si alguna vez en su mente nacen pensamientos perturbadores y ha leído este artículo, no lo dude, no consienta que crezcan sin control solicite ayuda profesional que le ayude a detectarlos, explicarlos, controlarlos y por último erradicarlos.