La otra contaminación




La otra contaminación
Escrito por Dr. Ernesto Lammoglia
jueves, 25 de septiembre de 2008
Está muy bien que todos empecemos a cuidar el medio ambiente, pero también es necesario observar los estresantes emocionales que nos dañan.

Al hablar de contaminación, solemos pensar en la calidad del aire, el agua y la tierra. Sin embargo, el medio ambiente también está siendo contaminado con la violencia, el ruido, la insatisfacción, el egoísmo, la manipulación, el consumismo, el miedo y la intolerancia. Los efectos nocivos de estos elementos afectan nuestro nivel afectivo y emocional y, como consecuencia, nuestra salud.

El mundo moderno, con sus grandes avances tecnológicos, pretende olvidar que el ser humano, además de ser material, también es un ser emocional. Por más que la humanidad procure separarse de la naturaleza, sigue siendo parte de ella y los individuos no pueden funcionar como máquinas, no importa cuánto lo intenten.

Ahora, frente a los resultados desastrosos de la explotación indiscriminada de los recursos naturales y la peligrosa contaminación atmosférica, el tema cobra importancia y se hace un llamado de alerta para corregir el rumbo. Está muy bien que se cree una conciencia y todos empecemos a cuidar el medio ambiente cambiando muchas de nuestras actitudes. Pero también es necesario observar los estresantes emocionales que nos están dañando. Las notas rojas que llenan los noticieros, por ejemplo, generan angustia y desasosiego. Mas no se quedan ahí: la gente se contagia y el delito y la tragedia se vuelven el principal tema de conversación en las reuniones sociales, en los centros de trabajo y en las familias. Así, el temor va ocupando un lugar primordial en nuestra vida.

El miedo no es la única toxina emocional que nos afecta. La violencia también se contagia y llega a la familia en forma de insultos y todo tipo de agresiones. Está también el consumismo alentado por una publicidad manipuladora que nos hace sentir seres de segunda si no somos capaces de obtener tal o cual cosa. Hay madres que se sienten culpables por no poder dar a sus hijos todos esos productos que los anunciantes presentan como “indispensables” para el buen desarrollo de un niño. Para quien se deja manipular, la vida se convierte en una carrera desenfrenada buscando la manera de obtener todo eso que, a la larga, nunca será suficiente.


Al igual que la contaminación del aire, estos tóxicos emocionales dañan la salud del organismo y nos dañan a todos los que, finalmente, formamos parte del mismo sistema. De la misma manera en que uno puede dejar de fumar, cuidar el agua y ahorrar energía, se puede también dejar de formar parte de la contaminación emocional. No hay ninguna necesidad de hablar sólo de tragedias, ni de escuchar la misma noticia catastrófica una y otra vez. Tampoco es necesario hacer esfuerzos inhumanos para comprar todo lo que la publicidad nos quiere vender.

El ambiente emocional también requiere respeto y responsabilidad, reflexionar en cuáles son, finalmente, nuestras prioridades y valores. Nuestro hogar puede estar pulcro y libre de substancias tóxicas, pero contaminado con un ambiente de violencia, miedo, desconfianza y tristeza. El estrés emocional también asesina, aunque sus víctimas no sean noticia.

De la misma manera en que uno puede dejar de fumar, cuidar el agua y ahorrar energía, se puede también dejar de formar parte de la contaminación emocional.

Hay que emprender la aventura interior de sacar la basura al exterior.


Hay que emprender la aventura interior de sacar la basura al exterior.

Los ecosistemas en el planeta están sufriendo los embates de la contaminación; y el calentamiento global es un hecho que se comprueba día a día.

Los efectos nocivos alcanzan también nuestra interioridad, afectando nuestro nivel afectivo y emocional, cuando somos testigos o actores de la violencia en las calles, la intolerancia social, la manipulación, las violaciones, la insatisfacción, la codicia, las dificultades para relacionarse, el malestar colectivo, el consumo exagerado, la incomunicación a pesar de la profusión de medios y de celulares, el egoísmo, la delincuencia o las drogas.

Todas estas toxinas invaden nuestro ecosistema y envenenan nuestro medio ambiente espiritual y psíquico.

Algunos afirman que la contaminación emocional supera con creces a la atmosférica; la mente inteligente avanza tecnológicamente mientras que la conciencia individual retrocede.

Esta disociación entre inteligencia racional y emoción comenzó con la revolución industrial, cuando el hombre se comienza a separar de la naturaleza como si no formara parte de ella, transformándose él también en una máquina más, cuyo propósito se reduce a producir bienes.

Pero el hombre además de ser material es también un ser emocional, que tiene que lograr el equilibrio desarrollándose plenamente en forma integral, tanto a nivel mental como emocional.

La disociación produce depresión, dificultades de adaptación, inconformismo, miedo, adicciones y autodestrucción.

La ecología ambiental propone una serie de soluciones viables para frenar el proceso de contaminación; y de la misma manera existen formas de disminuir las toxinas emocionales.

Aprender a tomar las propias decisiones empleando el criterio de la propia conciencia, sería un arma poderosa para emprender el difícil camino de purificar nuestro ecosistema.

Ejercer nuestra libertad actuando en función de objetivos tanto propios como comunes y hacernos responsables de nuestra decisiones, estando dispuestos a pagar los costos necesarios y comprometiéndonos.

Comenzar a respetar el propio ritmo vital saliendo del vértigo externo que exige esfuerzos inhumanos, posibles sólo para las máquinas.

Prevenir dificultades teniendo una vida moderada, sin excesos, sin derrochar energías que deterioran y desequilibran el sistema.

Jugar limpio, para mantener el sistema libre de impurezas que perturban su funcionamiento.

Aplicar el principio del amor y respeto intentando el crecimiento personal comparándonos con el propio potencial y no con los de los demás.

Evitar propagar rumores poco confiables, expresar juicios de valores, insultos, y modificar el punto de vista negativo tornándolo positivo.

Practicar la espiritualidad en lo cotidiano, viendo los hechos desde una perspectiva más alta.

Aceptar que no todo tiene que ser cambiado según nuestra forma de pensar, discriminando el nivel de validez de nuestras afirmaciones.

Eliminar la queja, que ya se ha institucionalizado y transformarla en ideas creativas para solucionar problemas concretos.

Ayudar a los demás, sin esperar resultados, es la forma perfecta de obtener todo lo que uno quiere, volviendo a los verdaderos valores que sostienen que dar es más gratificante que recibir.

Aceptar la incertidumbre como forma de vida, viviendo el momento, porque la seguridad no existe.

Priorizar a las personas que son únicas antes que a las cosas que son efímeras.

Colaborar desde la individualidad para el mantenimiento en el hogar de un ambiente humano y pacífico, de sinceridad y pureza.

Cuando la mente se intoxica



Cuando la mente se intoxica


Si usted reúne dos o más de estas características:
• Baja resistencia a infecciones
• Fatiga
• Inestabilidad
• Ansiedad frecuente y obsesiones
• Irritabilidad
• Trastornos del sueño • Depresión
• Dolor de cabeza habitual
• Susceptibilidad a resfriarse
…es muy probable que padezca algún grado de intoxicación emocional.
Esto es simplemente que su mente, a raíz de conflictos laborales, familiares, afectivos, etcétera, produce lo que podríamos denominar toxinas psicológicas que afectan su sistema de defensas, haciéndolo vulnerable.
Prestarse atención a uno mismo es la clave, para que ante estas señales de alarma se pueda reaccionar con rapidez y buscar consejo de un especialista

CARACTERÍSTICAS Y TRATAMIENTO DEL TRASTORNO OBSESIVO RESISTENTE AL TRATAMIENTO


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CARACTERÍSTICAS Y TRATAMIENTO DEL TRASTORNO OBSESIVO RESISTENTE AL TRATAMIENTO



Daniel Navarro Bayón
FISLEM. Consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha (Toledo)

Este artículo presenta el perfil clínico del trastorno obsesivo resistente a las intervenciones terapéuticas de primera elección (cognitivo-conductuales y farmacológicas). No existen criterios claros en la definición del concepto de resistencia al tratamiento para los pacientes obsesivos. Para considerar a un paciente como resistente se pueden considerar los siguientes criterios: el paciente ha recibido un mínimo de dos ensayos de tratamiento con fármacos de primera elección (clomipramina o fluvoxamina), haber pasado por un programa de exposición y prevención de respuesta y observar una reducción de los síntomas de menos del 65% (medido en frecuencia de obsesiones, duración, malestar asociado, interferencia y control percibido sobre las obsesiones). Se consideran las neutralizaciones como un elemento clave que determina la refractariedad al tratamiento y que están asociadas especialmente al trastorno obsesivo puro. Existen tres enfoques predominantes para el tratamiento de estos pacientes: terapia conductual, terapia cognitiva y terapia médica.

Characteristics and treatment of treatment-resistant obsessive disorder. This article describes the clinical profile referring obsessive patients without manifiest compulsions as a subtype of treatment-resistant obsessive-compulsive disorder (OCD), with poor response to effective treatment approaches (cognitive-behavioral therapy and pharmacotherapy). There are no clear criteria when defining the concept of treatment refractory patients. A number of factors such as partial response to pharmacotherapy of frist choice (clomipramine and fluvoxamine) and to observe a small reduction in the symptomps with intensive trials of exposure and response prevention therapy (of at least the 65%) are considered posible causes of treatment-resistant disorder. The neutralization of obsessive thoughts is considered as a key element associated to obsessive disorder wich determines the refractoriness to the treatment. Revising the therapies used with resistant obsessive disorder we find three prevailing approaches: behavioural therapy, cognitive therapy and medical therapy. It is suggested that future clinical research should focus on this refractory group.



El Trastorno Obsesivo-compulsivo (TOC) representa en la actualidad un tema central dentro de la psicopatología. Se estima una prevalencia global del TOC del 2,5% (DSM-IV-R, 2002) y algunos autores recientemente arrojan datos del 3% (Jenike, 2001). Estos índices de prevalencia suelen ser constantes en los diferentes países donde se ha estudiado, con independencia de la cultura o la localización geográfica. Pueden considerarse terapéuticamente relevantes ya que son mayores que los estimados para otras patologías consideradas «de primera línea», como, por ejemplo, la esquizofrenia o la anorexia nerviosa.

Cuando se habla del TOC, con frecuencia se habla de obsesiones en forma de pensamientos repetitivos que generan una fuente de angustia al sujeto que las padece y que van asociadas a alguna conducta motora o acto mental que se realiza de forma compulsiva y repetitiva para reducir dicha angustia. Sin embargo, existe una variante del TOC que no va acompañado de compulsiones, tal como aparecen definidas en el DSM-IV (APA, 1994). Aunque Salkovskis (1999) y anteriormente Rachman (1976) ya afirmaron que las obsesiones sin compulsiones manifiestas pueden ser consideradas como un subtipo de TOC en el que la evitación y compulsión se manifiestan de forma encubierta, vamos a considerar esta variante de TOC como un «estatus obsesivo» diferente a la compulsión mental descrita en el DSM-IV (APA, 1994) («… actos mentales (p.e., rezar, contar o repetir palabras en silencio) de carácter repetitivo, … con arreglo a ciertas reglas que deben seguir estrictamente»), y con características diferenciales de las definiciones tradicionales. Dicho cuadro obsesivo comparte las características funcionales con el resto de pacientes con TOC que presentan compulsiones manifiestas o encubiertas, considerando las diferencias como topográficas y asociadas a la manifestación de ciertas neutralizaciones en respuesta a la obsesión. La tendencia a ocultar su problema es más fuerte que en el caso del TOC con rituales manifiestos, lo que hace que se tarde más en recurrir a ayuda profesional y facilita que, con el tiempo, aparezcan complicaciones adicionales debido a la cronificación del problema, que le va a ir incapacitando cada vez más por la instauración de repertorios de actos mentales y conductas relacionadas con sus obsesiones.

En este caso no hay rituales o compulsiones claras asociadas a la obsesión. Tampoco aparecen estímulos antecedentes desencadenantes de la obsesión. De estas diferencias se deduce que las técnicas de intervención cognitivas y/o conductuales tienen que introducir importantes variaciones a las propuestas actuales (Exposición y Prevención de Respuesta).

El presente artículo también considera que en las clasificaciones psicopatológicas tales como el DSM-IV (APA, 1994, 2002) el término Obsesivo-compulsivo se reserva para clasificar trastornos asociados a compulsiones, siendo éste un enfoque limitado para el cuadro clínico. Se pretende definir el cuadro obsesivo sobre la base de los síntomas frecuentes observados en la clínica que pueden mediatizar la respuesta al tratamiento. Se trata de comprender las variables asociadas al trastorno, así como lo que sabemos sobre la resistencia a los tratamientos.

Obsesiones resistentes al tratamiento

En las últimas décadas el desarrollo de técnicas psicológicas para el tratamiento de las obsesiones ha sido determinante en la reducción de la severidad de los síntomas obsesivos en pacientes con TOC. También los tratamientos farmacológicos han contribuido en mejorar la calidad de vida de los pacientes. Pero a pesar de todo ello son también evidentes las limitaciones. Eisen et al. (1999) realizaron un seguimiento de 77 pacientes a lo largo de 2 años que habían recibido tratamientos de primera elección (terapia cognitivo-conductual o terapia farmacológica) y encontraron que, tras los dos años del tratamiento, la probabilidad de remisión completa era sólo del 12% de los pacientes. El 47% presentaba una remisión parcial de la sintomatología. La probabilidad de recaída era del 50%. En esta línea se ha visto que las tasas de recuperación espontánea para los síntomas residuales están por debajo del 25% (Marks, 1991), con lo cual, cabe esperar que, aproximadamente, el 80% de los pacientes que quedan con síntomas activos tras el tratamiento se cronificarán, aumentando considerablemente el riesgo de recaídas. Estos síntomas resistentes en forma de obsesiones (actos mentales, dudas obsesivas, imágenes, etc.) y neutralizaciones (evitaciones, reaseguraciones, supresiones de pensamientos, etc.) que tienden a persistir en el tiempo suelen asociarse con discapacidades en la vida cotidiana que si no se abordan adecuadamente pueden conducir al paciente a un permanente estilo de vida restrictivo y discapacitante. La mayoría de los pacientes que han pasado por un tratamiento médico van a continuar con tratamiento farmacológico durante períodos que oscilan entre los 2 y 6 años como mínimo (Park, Jefferson y Greist, 2000). Además, el fármaco no tiene resultados sobre la recuperación de hábitos y funciones que han ido perdiendo debido a la automatización de patrones conductuales rígidos asociados al trastorno.

Si consideramos los factores pronósticos de la eficacia de los tratamientos psicológicos para el TOC se ha comprobado que los pacientes con obsesiones puras son los que quedan con mayor rango de síntomas residuales resistentes a las intervenciones realizadas. Este rango de síntomas no es nada desdeñable, llegando a quedar tasas del 50% de síntomas obsesivos que no han respondido al tratamiento (citado en Cruzado, 1997).

Este núcleo de pacientes que permanece con sintomatología pueden presentar dificultades de convivencia y síntomas depresivos que agravan el cuadro. También su funcionamiento cognitivo-neurobiológico puede sufrir un deterioro importante, con anomalías funcionales (entre otros: hipermetabolismo frontobasal, disminución metabólica en áreas temporoparietales, deterioro en la flexibilidad cognitiva) que van a condicionar seriamente el proceso de aprendizaje de habilidades de afrontamiento de las técnicas cognitivo-conductuales (Arnedo, Roldán y Morell, 1996; Navarro y Puigcerver, 1998).

Todo este panorama ha hecho que los clínicos reconozcan las limitaciones de los tratamientos disponibles actualmente y empiecen a reconsiderar de forma integrada el concepto y los tratamientos para el TOC y especialmente para los que presentan sintomatología resistente (Goodman, Rudorfer y Maser, 2000).

Definición de TOC resistente al tratamiento

Aunque el TOC como entidad diagnóstica ha sido reconocida, descrita y estudiada clínicamente, no ha sido así en aquellos casos que, aun encajando en esta entidad, presentan algunas diferencias en su perfil clínico y en la respuesta a los enfoques terapéuticos tradicionales. De hecho, la investigación sobre el TOC, tal como la han diagnosticado los sistemas de clasificación de la APA (1980, 1987, 1994) y de la OMS (1992), no permite juzgar qué datos se refieren a obsesivos puros y a obsesivos en general. Es más, existe una gran probabilidad de que una gran mayoría de los pacientes tratados hayan recibido el tratamiento después de recibir un diagnóstico general de TOC. Esto ha dificultado averiguar las razones por las que un mismo tratamiento funciona bien en unos casos y no en otros. De ahí la dificultad de exponer con claridad qué personas con qué tipo de TOC responderá a qué procedimientos.

Seguidamente se presenta una revisión que trata de hacer un reflejo del panorama actual sobre el tema, panorama que nos lleva a la confusión en muchos aspectos. Se hará un intento de clarificar las variables más significativas relacionadas con la resistencia al tratamiento, con el objetivo de esclarecer el perfil clínico.

Resulta difícil estimar cuántos pacientes presentan resistencia al tratamiento porque no existen criterios claros en la definición del concepto de resistencia al tratamiento. Haciendo una revisión de la literatura publicada sobre TOC y resistencia al tratamiento nos encontramos con problemas metodológicos importantes. Veamos algunos de ellos:

a) El 90% de lo publicado sobre el tema es de corte biológico, considerando el TOC resistente como una enfermedad de difícil tratamiento. No obstante, la evidencia disponible actualmente permite cuestionar la consideración de que toda la variedad y complejidad de los síntomas obsesivos responde a una misma e hipotética causa biológica.

b) La investigación se centra únicamente en la categoría diagnóstica global del TOC en base a sistemas de clasificación como el DSM-IV (APA, 1994, 2002). El resultado inevitable de esta estrategia es considerar a los pacientes con TOC resistente como un todo homogéneo, tanto los que presentan rituales manifiestos como encubiertos, como los que no presentan rituales. Esto impide saber, por ejemplo, cuántos pacientes presentan obsesiones puras dentro de estos grupos, o generar hipótesis sobre factores causales para la resistencia de determinados síntomas del TOC (obsesiones, compulsiones, etc.). Este planteamiento también hace que dentro de la definición de «refractario» o «resistente» se engloben en los estudios pacientes diagnosticados con TOC pero que presentan gran heterogeneidad: deterioros orgánicos, rango de edad, depresión asociada, tratamientos recibidos anteriormente, tipo de síntomas, etc. Es difícil que los pacientes denominados como refractarios en estos grupos tengan algo en común entre sí que se relacione con tal refractariedad o resistencia.

c) La consideración de resistencia al tratamiento depende de la adscripción teórica del autor, considerándose factores muy dispares para definir la resistencia: no respuesta al tratamiento farmacológico pautado, tener trastornos comórbidos, sintomatología activa durante dos años o más tras el tratamiento, deterioro orgánico asociado, predominancia de determinadas obsesiones («acumuladores» y «repetidores»), falta de motivación por el tratamiento, problemas para que la ansiedad se habitúe en los ejercicios de exposición, etc.

d) El instrumento mayormente utilizado en los estudios es la escala obsesivo-compulsiva Yale-Brown (Goodman et al., 1989) que sirve para fijar la severidad del trastorno en base a su topografía, pero no posibilita la identificación de qué variables están asociadas a la resistencia de qué síntomas específicos y cómo esas variables interaccionan con esos síntomas para formar la resistencia.

En función de lo anterior se podría dudar de la utilidad de distinguir al trastorno obsesivo resistente con base en los criterios diagnósticos del DSM-IV (APA, 1994). En este caso quizás el estudio de las variables y síntomas asociados al trastorno obsesivo pueden hacer más comprensible al cuadro resistente, así como conducirlo a estrategias para el tratamiento.

Haciendo un esfuerzo integrador que recoja lo que hoy sabemos para considerar a un paciente como resistente, de forma general se podrían considerar como mínimo los siguientes criterios: el paciente ha recibido un mínimo de dos ensayos de tratamiento con fármacos de primera elección (clomipramina y fluvoxamina, con dosis entre 100 y 300 mg/día, de duración mínima de 10 semanas), haber pasado por un programa de exposición y prevención de respuesta (de duración mínima de 12 semanas, con sesiones de exposición de entre 30 y 90 minutos, con sesiones frecuentes - mínimo de 2 por semana y con autoexposiciones diarias –práctica masiva–) y observar una reducción de los síntomas de menos del 65% (medido en frecuencia de obsesiones, duración, malestar asociado, interferencia y control percibido sobre las obsesiones).

Los componentes fundamentales de todos los trastornos obsesivos son la pérdida de control sobre las obsesiones y el control negativo de las mismas. El individuo que padece obsesiones aprende todo un repertorio de conductas que están controladas por reforzadores negativos, son lo que más adelante vamos a llamar «neutralizaciones». Estas neutralizaciones están orientadas a evitar o escapar del impacto emocional negativo que supone experimentar las obsesiones, así como de las consecuencias temidas que sucederían si el individuo no hace algo por evitarlo. Desde esta perspectiva cabe esperar la supeditación del estilo de vida del individuo al mantenimiento de patrones de pensamiento y comportamientos obsesivos, con interferencias significativas en áreas de funcionamiento cotidiano (relaciones, ocio, trabajo, familia, etc.).

Poder precisar cuándo un caso va a ser refractario al tratamiento nos permitiría ajustar los tratamientos de la forma más adecuada, evitar perder tiempo gastando recursos terapéuticos ineficaces, así como diseñar protocolos de tratamiento específicos para estos casos. Los casos con TOC que son resistentes presentan unas características determinadas. Rosqvist, Thomas y Egan (2002) consideran que un paciente con TOC es refractario cuando ha pasado por terapia de conducta, terapia cognitiva o tratamiento farmacológico sin reducción significativa de los síntomas obsesivos. Otros autores consideran que el hecho de haber recibido tratamiento con inhibidores serotoninérgicos durante un período mínimo de 6 meses con ausencia de mejoría es el principal criterio para considerar el cuadro obsesivo como resistente (Marazzitti et al., 2001). Yargura-Tobias, Anderson y Nerizoglu (2000) afirman que el 30% de todos los pacientes con TOC van a ser refractarios al tratamiento. Estos autores describen el perfil de pacientes refractarios: indiferencia ante su trastorno, ausencia de motivación, no experimentan ansiedad durante los ejercicios de exposición, tienen un patrón de pensamiento rígido y concreto y tienen algún tipo de deterioro orgánico. Los autores explican la falta de respuesta al tratamiento y este perfil en base a alteraciones anatómico-cerebrales. Otros aspectos que se han señalado como posibles causantes de la escasa respuesta a los tratamientos con exposición y prevención de respuesta son los niveles altos de depresión y la existencia de ideas sobrevaloradas (Cruzado, 1993). Desde un punto de vista médico, Pigott y Seay (2000) han considerado como factores asociados a la resistencia el tener un diagnóstico poco preciso, presentar trastornos psiquiátricos concurrentes y una duración y dosis farmacológica inadecuada. Abramowitz et al. (2000) establecen tres aspectos que pueden asociarse a una pobre respuesta a los tratamientos cognitivo-conductuales: presentar trastorno depresivo asociado, fallos en la habituación de la ansiedad durante la exposición y la falta de motivación para la terapia. Algo menos preciso, pero muy interesante desde el punto de vista terapéutico, establecen Newth y Rachman (2001) señalando que la ocultación o encubrimiento de los síntomas podría considerarse un factor que predijera la falta de eficacia de los tratamientos cognitivos y de exposición. Otros factores que también pueden influir son que no se haya hecho un diagnóstico correcto y la falta de cumplimiento de las prescripciones del tratamiento

Sin duda, todavía no existe una causa concluyente que dé explicación a la falta de respuesta al tratamiento de algunos pacientes. Pero, considerando los datos actuales, podemos hablar de algunas variables que pueden mediatizar los resultados clínicos y contribuir a que el paciente ofrezca mayor o menor resistencia al tratamiento (Cuadro 1).

El objetivo de este perfil es poder identificar a priori este tipo de casos, utilizando un conjunto coherente y fundamentado de criterios descriptivos que nos puedan poner en la pista de cuándo un paciente va a ser resistente a las intervenciones de primera elección.

Neutralizaciones: manifestaciones de la obsesión en la vida cotidiana

Autores como Newth y Rachman (2001) señalan que si el paciente desarrolla pautas para encubrir su problema obsesivo es un intento de protegerse ante posibles consecuencias catastróficas asociadas a las obsesiones. Este encubrimiento le situaría en una situación desfavorable, ya que impide la exposición a interpretaciones alternativas para sus pensamientos obsesivos. Por tanto, el paciente es capaz de reprimir a duras penas su patología, lo que le va a hacer estar en tensión en lugares, con personas y en momentos que cada vez se van a ir generalizando y ampliando, provocando importantes restricciones en su funcionamiento diario. Mediante lo que podríamos denominar un «aprendizaje obsesivo», el sujeto aprende un repertorio de neutralizaciones cada vez más amplio. La finalidad de estas neutralizaciones va a ser doble: por un lado pretenden reducir el malestar asociado a las obsesiones, por otro lado pretenden impedir o neutralizar posibles consecuencias temidas.

Con el tiempo, el patrón de neutralizaciones puede llegar a ser extraordinariamente complejo y estar tan automatizado que el sujeto pierde la capacidad de discriminar cuándo se encuentra bajo la obsesión, cuándo se encuentra neutralizándola o cuándo se encuentra afrontándola. Es fácil que los sujetos, con los años, adopten formas de vida rígidas, adaptando su forma de comportarse y relacionarse a unos cánones obsesivos. Pueden buscar estrategias de afrontamiento que les preparen para exponerse a situaciones difíciles, buscar explicaciones que justifiquen su nerviosismo aparente, intentar pasar por despistados o maniáticos o evitar determinadas situaciones deliberadamente. Cada vez se pueden ir añadiendo más neutralizaciones en función de la aparición de los estímulos considerados como peligrosos, esto hace que surjan muchas complicaciones asociadas facilitando la pérdida de gratificaciones, aislamiento social, sentimientos de inadecuación, alteraciones emocionales u otros trastornos de ansiedad, lo que va a complicar el tratamiento de estos casos.

Las neutralizaciones son el factor nuclear del trastorno por las implicaciones clínicas que arrastran: impiden acudir a tratamiento antes, aparecen complicaciones adicionales, desarrollan un patrón de interpretaciones irracionales bien instaurado, y con importantes dificultades para reconocer el sentido irracional de sus obsesiones (Newth y Rachman, 2001). En este artículo vamos a considerar que las neutralizaciones son un elemento que determina la resistencia o refractariedad al tratamiento y que están asociadas especialmente al trastorno obsesivo puro.

La neutralización de los obsesivos puros se trata de un elemento más amplio que lo que se entiende en el DSM-IV (APA, 1994) por compulsión mental del TOC. Siguiendo con la argumentación de la introducción y de acuerdo con otros autores, se puede afirmar que las compulsiones cognitivas o mentales del TOC se han definido de forma limitada. Basándonos en la definición de Freeston y Ladouceur (1996), la neutralización en los pacientes con obsesiones puras englobaría rituales cognitivos, intentos de poner en orden y estrategias de afrontamiento. La neutralización abarcaría todo el repertorio que va más allá de la compulsión entendida como algo repetitivo, ejecutado siempre de la misma manera o de acuerdo a ciertas reglas (APA, 1994). No se trata aquí de trazar límites claros entre neutralización o compulsión, sino de entender la neutralización como un concepto más amplio. No existen diferencias desde una perspectiva funcional entre ambos conceptos, aunque sí topográficas y esto último es lo que puede condicionar el diseño y resultado de las intervenciones.

El equipo de Freeston (Freeston, Ladouceur, Gagnon y Thibodeau, 1991; Freeston, Ladouceur, Provencher y Blais, 1995; Freeston y Ladouceur, 1996) lleva varios años estudiando la manera en que los sujetos tratan de neutralizar sus obsesiones. Resumiendo estos estudios, la mayoría de los individuos que experimentan obsesiones realizan alguna de las siguientes acciones: tranquilizarse, realizar acciones mentales, distraerse, detener el pensamiento y hacer evitaciones físicas.

Por tanto, el mecanismo responsable del mantenimiento a lo largo del tiempo del trastorno es la neutralización en sí misma, mediante procesos de reforzamiento negativo. Cada vez que el sujeto lleva a cabo una neutralización se hace más fuerte la asociación entre el pensamiento obsesivo y la consecuencia obsesiva asociada al mismo, lo que automatiza cada vez más la neutralización en respuesta a la obsesión. Newth y Rachman (2001) han clasificado estos actos de seguridad en supresión de pensamientos, conductas de evitación y encubrimiento de síntomas. Todos estos aspectos tendrían la misma funcionalidad sobrevalorada de seguridad, lo que mantiene el trastorno, ya que agravan el significado catastrófico de las obsesiones. Por otro lado, Janeck y Calamari (1999) han comprobado que, como cabía esperar, la supresión o neutralización de pensamientos obsesivos incrementa el «efecto de rebote» de los mismos, haciéndose más frecuentes o intensos en el caso de los sujetos con TOC. Sin embargo, este efecto se encuentra en menor medida en sujetos normales que utilizan la supresión de pensamientos intrusivos. Esto arroja la idea de que la neutralización está directamente relacionada con el grado de creencia que el sujeto tenga sobre la ocurrencia de las consecuencias temidas. En los sujetos con TOC esta creencia puede estar sobrevalorada. La causa de este exceso de valor otorgado a tales ideas puede estar en aspectos subyacentes: perfeccionismo, la exagerada estimación de riesgos en la vida diaria y una especial sensibilidad a experimentar ansiedad (Hanton, 1999).

De todo lo anterior se deduce la importancia que toman las variables cognitivas en el desarrollo y mantenimiento del trastorno, ya que mientras mayor sea la convicción en las consecuencias temidas mayor será la urgencia de neutralizarlas. La importancia otorgada a las consecuencias temidas se derivará directamente de la interpretación que se hace sobre la importancia de la obsesión. Para una revisión de cómo influyen las variables cognitivas en el desarrollo y mantenimiento del TOC se remite al trabajo de Gavino (2001), que señala las creencias erróneas que están en la base del trastorno: exceso de responsabilidad, necesidad de certeza, sobreestimación de amenazas percibidas y sus consecuencias negativas, creencia de que la ansiedad es inaceptable/peligrosa. También en esta línea de estudio, Rassin et al. (2000) encontraron que el modelo que mejor se ajusta al desarrollo de la sintomatología obsesivo-compulsiva es un modelo de fusión entre los pensamientos y la conducta.

El rango de temas y de neutralizaciones puede ser interminable y depende de cada persona. Por tanto, no interesa tanto el contenido específico de cada obsesión como las interpretaciones asociadas a la misma, que es lo que va a llevar a experimentar la urgencia de realizar la neutralización.

Tratamientos y eficacia para el toc resistente

Aplicando exposición y prevención de respuesta, el promedio de estudios encuentra que estas técnicas son altamente eficaces para el TOC tradicional, informando de mejorías en el 85% de los pacientes y con porcentajes de reducción de los síntomas obsesivos y compulsivos de hasta el 75% (Cruzado, 1997). Sin embargo, es conveniente señalar que la mayoría de los estudios sobre la eficacia de las técnicas conductuales se han realizado sobre casos que incluían rituales compulsivos manifiestos, tales como compulsiones de lavado o de comprobación. Si consideramos la aplicación de estas técnicas para los obsesivos puros nos encontramos que el porcentaje de pacientes mejorados baja al 50% y el porcentaje de reducción de síntomas es del 50% (Stekette y Lam, 1993). Por otra parte, algunos autores afirman que, a pesar de los resultados positivos obtenidos por los tratamientos conductuales y farmacológicos en la pasada década, menos del 50% de casos se benefician significativamente de los tratamientos actualmente disponibles para toda clase de TOC (Goodman et al., 2000).

Haciendo una revisión sobre los tratamientos aplicados a los pacientes resistentes nos encontramos con tres enfoques predominantes: terapia conductual, terapia cognitiva y terapia médica (farmacología y cirugía). La terapia cognitivo-conductual parece ser un enfoque acertado para estos casos, así como distintas variantes del tratamiento farmacológico. Sin embargo, las mejorías suelen ser parciales, necesitando el paciente el mantenimiento de la terapia durante períodos indefinidos. Por otro lado, y aunque con mucha controversia, la cirugía para los pacientes que no responden a los anteriores tratamientos puede ser efectiva para un tercio de los pacientes, pudiendo beneficiarse tras la intervención quirúrgica de las técnicas tradicionales (Jenike, 2000; Park et al., 2000).

El objetivo de los clínicos está actualmente en este núcleo de pacientes refractarios y la forma de mejorar los tratamientos para esta población (Goodman et al., 2000). Cabe destacar la escasez de publicaciones acerca de la eficacia de intervenciones psicológicas con el TOC resistente. Otro aspecto que cabe considerar es que no queda claro si la combinación de tratamientos conduce a un mayor éxito de estos pacientes, siendo la literatura muy escasa y contradictoria (Franklin y Foa, 2002; O’Connor et al., 1999).

En la mayoría de los estudios efectuados con pacientes obsesivos y resistentes sólo se ha tenido en cuenta como factor de resistencia la respuesta al tratamiento de los pacientes diagnosticados previamente de TOC, más que el análisis de los síntomas obsesivos asociados. Por tanto, y haciendo referencia a las consideraciones hechas para la definición del TOC resistente, a continuación se hace una revisión sobre los resultados más recientes y destacables de la investigación relativa a la resistencia del TOC. La mayoría de los estudios se centran únicamente en alguno de los factores relacionados con la resistencia indicados en el Cuadro 1.

Conclusiones

Podemos concluir que faltan aún muchos interrogantes que todavía quedan sin resolver en el caso del trastorno obsesivo resistente. Variables como perfil clínico del TOC (presencia o ausencia de estímulos externos antecedentes de obsesiones, sintomatología ansiosa o depresiva añadida, naturaleza manifiesta o encubierta de los síntomas, cronicidad del trastorno, resistencia a tratamientos convencionales), la combinación de tratamientos (conductuales, cognitivos y farmacológicos) y el orden óptimo de aplicación de tratamientos tienen que ser consideradas para la elección de la intervención terapéutica que se aplique al paciente.

Teniendo en cuenta los datos obtenidos sobre este tema, sería recomendable para la práctica clínica poner en juego el cambio de la percepción teórica sobre el trastorno, así como los resultados de la investigación relacionada con ello. Más que seguir estudiando acerca de la eficacia de las distintas intervenciones por separado o comparativamente, las investigaciones desde la biología, la neurociencia y la psicología clínica podrían entrelazarse y combinarse para avanzar en el abordaje terapéutico del trastorno.

El tratamiento de estos casos exige un conocimiento profundo de todas las técnicas que se han demostrado eficaces para el TOC. El terapeuta debe buscar la mejor combinación de tratamientos para cada paciente resistente que incremente la probabilidad de eficacia. Esta premisa parte de la limitación de los abordajes tradicionales que van orientados a una única variable (biológica, cognitiva o conductual) para aquellos casos que no parecen responder a dichas intervenciones. Hoy no existen datos consistentes que permiten aclarar cuál sería la mejor combinación de técnicas que facilitarán el resultado de la intervención. Tampoco sabemos si el efecto positivo de las técnicas sería sumativo o provendría de una interacción dinámica de las mismas. Recientes hallazgos arrojan pistas de que determinado tipo de combinaciones de los tratamientos puede potenciar los beneficios de las intervenciones para los casos resistentes. O’Connor et al. (1999) encontraron que si se introduce la terapia cognitiva conductual después de un período de administración de fármacos provoca mayores mejorías que realizar la combinación simultáneamente.

A pesar de los resultados positivos ofrecidos hasta el momento por la terapia cognitiva y la terapia conductual, los datos aún son contradictorios y se necesita clarificar qué aporta cada tratamiento. Seguramente la disparidad de resultados sea un reflejo de la heterogeneidad de los grupos de pacientes que participan en los estudios.

creo que es hora,

¿Cómo curar OCD?


¿Cómo curar OCD?

Las medicaciones más eficaces son inhibidores selectivos del reuptake del serotonin, tales como fluoxetine (Prozac), paroxetine (Paxil), sertraline (Zoloft), y fluvoxamine (Luvox); y antidepresivos tricíclicos tales como clomipramine (Anafranil). Estas drogas ayudan a disminuir la frecuencia y la intensidad de las obsesiones y de las obligaciones. La mejora toma generalmente tres o más semanas y el paciente tendrá que continuar la medicación indefinidamente.

Las terapias del comportamiento - terapia de aversión, pensamiento que para, el cambiar del pensamiento, el inundar, terapia de la implosión, y prevención de la exposición y de la respuesta - también han sido eficaces.

Los tratamientos eficaces para el desorden obligatorio obsesivo están disponibles, y la investigación está rindiendo las nuevas, mejoradas terapias que pueden ayudar a la mayoría de la gente con OCD y otros desórdenes de ansiedad conducen vidas productivas, satisfacientes.

Los tratamientos eficaces para cada uno de los desórdenes de ansiedad tales como desorden obligatorio obsesivo (OCD) se han desarrollado con la investigación. Dos tipos de tratamiento están generalmente disponibles para una desorden-medicación de la ansiedad y los tipos específicos de sicoterapia (a veces llamada “terapia de la charla”). Ambos acercamientos pueden ser eficaces para la mayoría de los desórdenes. La opción de una o la otra, o ambas, depende del paciente y de la preferencia del doctor, y también del desorden de ansiedad particular. Por ejemplo, solamente la sicoterapia se ha encontrado eficaz para los phobias específicos. Al elegir un therapist, debes descubrir si las medicaciones estarán disponibles si están necesitadas.
¿Cómo curar el desorden obligatorio obsesivo (OCD) por Medication?

Los siquiatras u otros médicos pueden prescribir las medicaciones para los desórdenes de ansiedad tales como desorden Obsesivo-Obligatorio (OCD). Estos doctores trabajan a menudo de cerca con los psicólogos, los trabajadores sociales, o los consejeros que proporcionan sicoterapia. Aunque las medicaciones no curarán un desorden de ansiedad, pueden guardar los síntomas bajo control y permitirte conducir una vida normal, satisfaciente.
¿Cómo curar el desorden obligatorio obsesivo (OCD) por Psychotherapy?

La sicoterapia implica el hablar con un profesional de salud mental entrenado, tal como un siquiatra, un psicólogo, un trabajador social, o un consejero para aprender cómo ocuparse de problemas como desórdenes de ansiedad tales como desorden Obsesivo-Obligatorio (OCD).
Línea de fondo para curar OCD:

La medicación se puede combinar con sicoterapia, y para mucha gente éste es el mejor acercamiento al tratamiento. Según lo indicado anterior, es importante dar a cualquier tratamiento un ensayo justo. Y si un acercamiento no trabaja, las probabilidades son que otra una voluntad, no da tan para arriba.

Si te has recuperado de un desorden de ansiedad, y más adelante se repite, no considerarte una “falta del tratamiento.” Las repeticiones se pueden tratar con eficacia, apenas como un episodio inicial. De hecho, las habilidades que aprendiste haciendo frente al episodio inicial pueden ser provechosas en hacer frente a un revés.

* Animar las actividades de diversión activas, tales como silbar o tarareo de una consonancia, para divertir la atención de los pensamientos indeseados y para promover una experiencia agradable.
* Ayudar al paciente a desarrollar nuevas maneras de solucionar problemas. y cultivar habilidades que hacen frente más eficaces fijando límites en comportamiento inaceptable (por ejemplo, limitando el número de épocas por día ella puede complacer en comportamiento obligatorio). Acortar gradualmente el tiempo dado un plazo. Ayudar a tu foco en otras sensaciones o problemas para el resto del tiempo.
* Identificar la penetración y el comportamiento mejorado (comportamiento obligatorio reducido y pocos pensamientos obsesivos). Evaluar los cambios del comportamiento por tus propias observaciones y los informes del paciente.
* Identificar los asuntos que disturban de la conversación que reflejan ansiedad o terror subyacente.
* Ayudar al paciente a identificar progreso y a fijar expectativas realistas del hersell y de otros.
* Trabajar con el paciente y otros miembros del equipo del tratamiento para establecer metas del comportamiento y para ayudar al paciente a tolerar ansiedad en perseguir estas metas.

« LOS BENEFICIOS DEL BUEN HUMOR »


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EL ABRAXAS GNÓSTICO Nº 1-2



« LOS BENEFICIOS DEL BUEN HUMOR »


Es de sabios tomarse la vida con buen humor, ver el lado positivo de las cosas y ser optimista. El clásico ejemplo de percibir el vaso medio lleno o medio vacío es simplemente una elección, como también es una elección estar de buen humor o de mal humor.


El optimismo, el buen humor o la risa son características del ser humano sanas y necesarias, y la ciencia médica ha empezado a tomarlo muy en serio; ha empezado a comprobar lo que las antiguas culturas ya sabían: que esta actitud equilibra nuestras vidas física y espiritual.


Un antiguo tratado taoista dice que al sonreír los órganos internos producen una secreción que nutre todo el cuerpo, mientras que el enfado hace que se genere una secreción repleta de componentes tóxicos, de venenos que bloquean los canales energéticos por donde fluye el chi, la energía vital. Por ello aconseja un viejo proverbio chino: “Para estar sano hay que reír al menos 30 veces al día”. En las tribus de los indios norteamericanos existió una especie de doctor cómico que usaba la risa para hacer sanar a los enfermos. Y en las cortes medievales, la figura del bufón era muy apreciada por los reyes.
La alegría como fuente de salud, también, aparece en la Biblia, donde es posible leer: "Un corazón alegre es como una buena medicina, pero un espíritu deprimido seca los huesos", o “La mejor medicina es un ánimo gozoso” (Salomón).


La risa, junto con el habla, diferencia al hombre de las otras especies animales. Lo chocante es que en vez de ir aumentando y perfeccionándose con el tiempo, como el habla, la capacidad de reír va disminuyendo en relación inversamente proporcional a la edad. En general, cuanto mayor es una persona, menos se ríe. Algunos estudios dicen que hasta los seis años, un niño ríe unas 300 veces al día, sin pararse a pensar si conviene o no; sin embargo, el adulto más risueño no suele sonreír más de 100 veces al día, y los menos alegres no pasan de 15, si llegan.


¿Los años nos van amargando la vida? No necesariamente. Incluso, podemos recuperar una actitud perdida, sin darnos cuenta, en algún recodo de la vida. Podemos reconquistar la dulzura que emana de la sonrisa de un niño y cultivar la alegría en el corazón.

La risa es salud

En el siglo XVI, François Rabelais, médico de profesión, conocía las bondades de la risa, y escribió las humorísticas aventuras de Gargantua y Pantagruel utilizándolas para hacer reír a sus pacientes y aliviarlos, de esto modo, de sus males.


Actualmente, tenemos la experiencia del doctor Hunt “Patch” Adams, personificado en el cine por Robin Wiliams. Adams tras una depresión que padeció en su adolescencia decidió seguir la carrera de medicina y después de su graduación fundó una asociación dedicada a impulsar un trato medico más humano a los paciente. Su tratamiento se caracteriza por el uso del humor para calmar las ansiedades de sus pacientes y ayudarlos a sanar. Patch, se basa en la filosofía de tratar al paciente y no solamente a la enfermedad. “La compasión, el compromiso y la simpatía -sostiene Adams- tienen tanto valor médico como los avances tecnológicos en la medicina”. Para este médico, la clave de su terapia es entender el humor y la alegría como fuente saludables necesarias para afrontar la vida.


A tal punto, se empieza a tener en cuenta la alegría, como factor decisivo en la salud, que desde hace una década, existe una asociación medica estadounidense para la terapia con humor, formada por profesionales sanitarios como médicos, enfermeras, y psicólogos clínicos. Esta agrupación dice en sus estatutos que está “comprometida con el avance del conocimiento y la comprensión del humor y la risa en relación con la curación y el bien estar”. Las ideas de esta asociación, que consideran la risa y el humor como una medicina barata y segura, parten y se basan en algunos estudios que muestran como la risa beneficia la salud en general.


Los especialistas han descubierto que la risa es un buen medicamento que renueva la energía del enfermo y le estimula ante su padecimiento; aseguran que cada vez que reímos se liberan endorfinas, unas hormonas que detienen el dolor y nos llenan de optimismo y ganas de vivir.


En realidad todos sabemos que bien se siente uno después de unos momentos de alegría y buen humor, mas existen numerosos estudios científicos que confirman con números el poder benefactor de todo ello.


Los estudios realizados desde los años 80 son innumerables. Todo lo que es medible desde el punto de vista bioquímico está siendo analizado, y ya está científicamente comprobado los beneficios del buen humor.


Los análisis realizados a un grupo de pacientes después de ver una película cómica, indicaban que la concentración de inmunoglobulina de la saliva, subía al doble o que el cortisol, hormona inmuno-depresora que baja las defensas del organismo, disminuía su concentración en la sangre. En Estados Unidos, de forma experimental, con terapias que estimulan la risa, se han logrado grandes mejoras en enfermedades, como ulcera, infartos y hasta determinados tipos de tumores. Por lo que en bastantes hospitales existe una Sala de Risa, aprovisionada con las últimas novedades en comedias de video y literatura de humor.


A grandes rasgos, se puede decir que la risa: fortalece el sistema inmunológico porque aumenta el nivel de células T que defienden al organismo de tumores y virus. Reduce los niveles de hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol y la epinefrina. Relaja los músculos. Mejora el sistema cardiovascular, aumenta la circulación de oxigeno, estimula el sistema nervioso, e incrementa la producción de endorfinas, antidepresivo natural. Alivia los síntomas de la depresión, la ansiedad, las obsesiones (cuando se ríe, no se piensa) y los desordenes psicosomáticos. Hace parecer mas joven, reduce el ronquido, mejora las relaciones interpersonales, mejora la auto estima, produce sensación de bienestar.


Si bien los médicos, a todos estos beneficios, le buscan causas físicas y llaman a la endorfina la “hormona de la felicidad”, es un hecho que las emociones positivas y el buen humor tienen un efecto reparador en el cuerpo y en el alma del ser humano.

Usted, ¿sonríe?

¿Mucho, poco o nada? Merece la pena poner atención a esta pregunta porque la sonrisa es síntoma de calidad de vida personal y social.


Para comprobarlo, se puede realizar este ejercicio: caminar por la calle unos minutos con gesto muy serio y durante otros minutos con una sonrisa, aunque sea chiquita. Verá que cuando sonríe, la gente se fija más y mejor en usted, también comprobará que es contagioso pues muchas personas le devolverán la sonrisa. El resultado será una sensación interior de buen humor que instantes antes le hubiera parecido imposible que fuera suya.


Como hemos dicho la sonrisa es natural en los seres humanos, a las 36 horas un recién nacido ya es capaz de sonreír a su madre, y es obvio que los niños ríen con mucha mas frecuencia que los adultos.
La mayoría de las personas al llegar a la edad madura, aunque nada malo les pase en su vida, ya no creen que puedan ser felices. Inconscientemente, van acumulando emociones negativas por las experiencias fallidas, el resentimiento, la frustración, la culpa, el temor, las tensiones del día a día, o por problemas nimios como discusiones con el vecino porque escucha la música a todo volumen. Así, con las preocupaciones y angustias la gente se olvida de sonreír.


También, una vida cada vez menos natural, la prisa, el exceso de trabajo u obligaciones nos hacen perder la sonrisa. Lo cual nos indica que necesitamos aprender a relajarnos física y sicológicamente para prestar un poco de atención a nuestro alrededor (y sorprendernos al encontrar muchas cosas y personas que nos invitan a sonreír), y para, en último caso, poder reírnos de nosotros mismos, de tantas cosas a las que damos importancia y no la tienen.


La risa, el humor constituyen un factor de libertad y de rebeldía del hombre: contra el tedio, contra lo absurdo y, sobre todo, contra uno y el elevado autoconcepto de sí mismo. Lo explica así, un escritor francés en su tratado sobre la risa: uno se cree muy importante, va caminando por la calle con toda su pompa y su dignidad a cuestas, y, de repente, se despista, choca contra una farola y se cae estrepitosamente; toda la rigidez y vanidad del caminante se reduce a escombros, a las carcajadas de los que lo ven y, con un poco de suerte, a las suyas propias.


Ese que se ríe de sí mismo al tropezar en la calle, según P.garcía, humorista de los tiempos de La Codorniz, difícilmente será un español; para este humorista, el español es de los tipos con menos sentido del humor del mundo. Y todo por su desmesurado sentido del ridículo. Nos podemos reír del prójimo, pero de nosotros que no se ría nadie. Por ejemplo, es típico entre los estudiantes españoles su bloqueo a chapurrear en el poco o mucho inglés que van aprendiendo, y todo por miedo a una hipotética mofa y escarnio público que sólo existe en su imaginación.

“Pecamos de autoimportancia que es la mentalidad más enferma que puede tener una persona. Si te tomas demasiado en serio, ya no eres serio, sino ridículo, y encima ya no eres digno, sino desgraciado” dice el psicólogo Luis Muñiz. En este sentido Muñiz cree que el humor, la risa, es la mejor vacuna contra la soberbia, la intolerancia y la opresión, y “si el ser humano no aprende a reírse de sí mismo, se ahoga en la soledad abrumadora del dogmatismo y recurre a la larga a la violencia como sustituto del humor y de la ternura para relacionarse con los demás”.

Recuperar el don de la risa

Más allá del caudal de optimismo que cada uno tiene, en base a su educación, experiencia, personalidad, etc., se pueden generar hábitos positivos.


Algunas personas tienen una gran capacidad de rescatar el mejor lado de las cosas, mientras, que otras sólo ven las dificultades. La buena noticia, es que a ser optimistas también se aprende.
Para los que perdieron la risa se sugiere lo siguiente: empezar sonriendo muscularmente frente al espejo. Observar la reconfortante imagen de una cara sonriente. Practicar y entrenarse diariamente en la conducta de la risa y de la sonrisa.


Pues, los hábitos determinan la forma de vida, incluso los más pequeños tienen gran influencia. Uno de los primeros pasos consiste en cuidar el lenguaje. Si continuamente se habla de penas y desgracias, sin duda será muy difícil tener ganas de reírse.


Para recuperar la facilidad de reír se han de eliminar los malos hábitos como las objeciones, las quejas, el pesimismo, etc. Se ha de abandonar el hábito de protestar y de hablar negativamente, de implicarse en comentarios desagradables y críticas.


Esto puede parecer algo que se corresponde a un mundo ideal y no al que vivimos, y que el optimista es alguien que vive fuera de la realidad; por el contrario, un sano optimismo ante las dificultades y reveses nos da el ánimo necesario como para pensar en las posibles soluciones, y actuar sin dejarse caer ante el primer contratiempo.


Mas cuando dejamos que una situación nos provoque emociones negativas, nos encontramos atrapados por el problema y resulta difícil ver una solución; en estos casos, se puede recurrir al sentido del humor como herramienta para salir del problema y ver las cosas desde una perspectiva más amplia y realista; porque que el humor es catártico (liberador), permite aclarar el panorama, limpiar las emociones y renovar el cuerpo para entrar en acción.


Puesto que el humor es una excelente estrategia para resolver conflictos y estimular la creatividad, resulta ser un recurso natural para combatir el estrés personal y profesional. Se ha comprobado que el humor en el lugar del trabajo, tiene una importancia vital, ya que mejora la motivación, el compromiso y la cooperación de los empleados.


Incuestionablemente, el sentido del humor abre las puertas para una mejor comunicación con los demás. A veces, nos sentimos molestos o preocupados, entonces un comentario humorístico, exagerado sobre lo que nos pasa, lleva a la risa, lo cual nos relaja y hace más fácil la comunicación.
Esta risa sincera invoca sentimientos de alegría y de felicidad. Y cuando uno esta alegre y feliz, es más fácil pensar creativamente acerca de un problema que cuando nuestra mente esta llena de sentimientos de desesperanza e inadecuación.


La sonrisa de la sinceridad y el perfume de la cortesía realizan verdaderos milagros en el mundo social y personal. Mas es urgente distinguir entre la sonrisa de la sinceridad y la sonrisa mecánica. La sonrisa de la sinceridad sale del mismo fondo del alma. La sonrisa mecánica es una mueca hipócrita y tenebrosa.
Es necesario aprender a sonreír sinceramente, para gozar y mirar con cariño a los demás. Si queremos que la gente se sienta feliz con uno, uno ha de sentirse feliz con los demás. Si, por ejemplo, uno no se siente feliz con su trabajo, si no quiere sonreír, es aconsejable escuchar buena música que nos ayudará a cambiar el carácter. Cuando oímos buena música, cuando pasamos largos ratos absorbidos escuchando buena música, elevamos nuestra mente a niveles más altos de conciencia y conseguimos concentrarnos en pensamientos y sentimientos fuertes y nobles.


Así podemos triunfar en la vida: sonriendo siempre llenos de sinceridad, viviendo alegres, trabajando con gusto y la suerte nos sonreirá dondequiera que sea.

M.A.S.

Técnicas de Manejo Emocional:





Técnicas de Manejo Emocional:


Una forma sencilla de controlar nuestra propia conducta es eliminar o restringir los estímulos desencadenantes de las acciones que queremos evitar, y favorecer la aparición de los que facilitan la conducta apropiada. Es una forma de decir que podemos tener cierto auto-control sobre lo que nos rodea y especialmente sobre nuestra propia conducta. Ejemplos de ese auto-control son: poner una carta en un sitio visible para recordar llevarla al correo, cerrar con llave las bebidas alcohólicas o darle a un amigo un paquete de tabaco para evitar fumar. Todas ellas son técnicas de control del estímulo que deseamos evitar.

Muchas de nuestras conductas o pensamientos acaban siendo automáticos, Una forma de controlarlos sería pensar sobre ellos, pensar sobre nosotros, auto-observarse y analizar ese automatismo para poder corregirlo. “Conócete a ti mismo” tiene mucho que ver con “conoce las variables que te controlan”. Muchas conductas empiezan a modificarse por el hecho mismo de estarla observando.

Controlar una conducta vemos que es posible e igualmente podemos tener cierto gobierno sobre nuestros pensamientos. Conviene primero aprender a desterrar de nuestro pensamiento las creencias irracionales. Por ejemplo, es una idea irracional la necesidad de “ser amado por todos”, o la creencia de que “es más fácil evitar que enfrentarse a las dificultades”, la consideración de que “uno tiene que ser eficaz en todas las materias y en todas las ocasiones”, o la creencia de que “la felicidad es algo externo y azaroso”. Estos pensamientos son “catastrofistas”, negativistas y proféticos (generan sugestión), y por tanto tienen que modificarse. Es frecuente que uno se agreda a sí mismo interiormente y se fuerce a una visión de las cosas pesimista y no favorable. Conviene “controlar” lo que nos decimos interiormente a cerca de las cosas que nos ocurren. El cómo elaboremos lo que ocurre hace depender lo que sintamos sobre lo que ocurre. Lo vemos en un esquema:



“Algo ocurre en el exterior”. “Interpreto”, “algo me digo” “Siento” en función del mensaje
a cerca de lo que ha ocurrido” que me he dicho antes”.

A simplemente ocurre, no siempre lo podemos controlar. En la medida en que controle B, podré controlar C.



Pautas concretas de actuación :


Utilizar la técnica de sustitución de ideas: “Una idea se saca con otra idea”, al igual que una mano se lava con otra mano o una espina se saca con otra espina.
Es importante tener en cuenta que cuando una idea es persistente y “tozuda” no es objetiva, conviene “dejarla enfriar”, tomar cierta distancia – tiempo - para verla mejor. “La montaña para el escalador se observa mejor desde la llanura”.
Buscar distracciones alternativas que “nos saquen” de ese laberinto de ideas. Es recomendable tener preparado un “archivo” de pensamientos positivos o imágenes que nos guste evocar o recordar, y puedan servir de antídoto para aquellas que buscamos evitar. Utilizar la imaginación y la creatividad.
Detención de pensamiento: Decirse interiormente “stop” y parar inmediatamente de pensar sobre ese tema cuando notemos que estamos sintiendo angustia o como si estuviéramos en un laberinto.
Exteriorizar y sobre todo verbalizar lo que pienso con otra persona ayuda mucho a destensar, a desliar y sobre todo a relativizar. Una idea puede verse más clara desde fuera que desde dentro, si alguien nos la refleja desde fuera nos ayuda
Suele ser positivo combinar técnicas de detención de pensamiento con otras de relajación, que a la vez ayuden a distanciarse del pensamiento para centrarse más en las sensaciones corporales, estímulos externos, etc.
Está comprobado que la soledad suele ser un caldo de cultivo que favorece e incluso incrementa el pensamiento obsesivo. Una persona aislada o con dificultades para convivir suele manifestar notables manías, conductas estereotipadas o ideas cerradas. Convivir suele ser difícil pero es muy sano, es una forma de exteriorizar. La soledad no es siempre buena consejera.
El sentido del humor suele ser un excelente ingrediente para aliviar los pensamientos “retorcidos”. Ayuda a que uno mismo tome distancia de sus propios problemas y a relativizar.
Es muy importante reforzar los progresos y elogiar los logros conseguidos, incluso premiar los avances para consolidarlos.

Cuando Pensamientos Indeseados Toman Control: Trastorno


http://lacomunidad.elpais.com/la-nada-cotidiana/2007/11/7/las-dudas-miedo-y-obsesion
fuente:irene
fuente:La nada cotidiana

¡Qué delgada es la línea que separa estos estados de ánimo! Parece que no pero resulta “relativamente sencillo” empezar dudando y acabar viviendo en consecuencia a una obsesión.

Dudar es sano, es bueno y es positivo; bajo mi punto de vista creo que es uno de los motores de la evolución humana. Si Newton no se hubiera planteado por qué el cayó una manzana en la cabeza, ni le hubiera dado por pensar “y si fuera porque…” puede que no hubiera escrito jamás la ley de la gravitación universal, ¿no?

Pero como todo blanco tiene su opuesto… la duda puede llegar a ser el principio de una obsesión, de un estado emocional paralizado por el miedo y de actuar y vivir coherentemente con lo que se cree en ese momento independientemente de su veracidad o no. La obsesión comienza siempre con una idea o una situación de incertidumbre que nos asusta o que nos genera temor. Por ejemplo, yo tengo la costumbre de cerrar la puerta de casa con llave por la noche, pero si caigo en la tentación de volver a comprobar lo que estoy haciendo, estoy activando (seguramente de una manera inconsciente) la secuencia ‘duda-comprovación’ que me obliga a asegurarme cada vez que me asalta la duda para así quedarme más tranquila. Cuanto más lo hago, más necesidad tengo de hacerlo, hasta el punto que la repetición se convierte en compulsión y ya estoy totalmente presa del miedo a no haber cerrado la puerta… más de una vez he bajado al parking en plena noche para comprobar que el coche estaba cerrado!!

Este ejemplo de la llave por la noche puede resultar trivial, pero no lo es tanto cuando empiezas a dudar de las personas que te importan, de ti misma o de tus actos y tu desarrollo en la vida. Se activan de igual forma estos mecanismos que acaban autodestruyéndonos o alejándonos de esas personas queridas. Y es que una persona obsesionada utiliza una lógica correcta para responder a preguntas “equivocadas”, a veces el error está en lo qué nos preguntamos y de éste modo estamos alimentando unas inseguridades que nos paralizan, nos bloquean y nos impiden ver más allá de nuestro miedo. Más allá de lo oscuro y de lo negro.

Mi experiencia me ha llevado a la conclusión de que no existen soluciones teóricas para la vida, que más que pensarla; la vida está para vivirla y que la acción es el mejor antídoto contra la inseguridad. Y que el fracaso hay que intentar relativizarlo, no significa que nada te importe, no significa no implicarte en nada, significa darle la vuelta a todo y, por muy difícil que resulte mantener una actitud observadora ante las ideas que nos asaltan, sin intervenir ni combatir. Dejarlo pasar, aprender de lo que sucedió pero no abrazarnos a ese hecho que ya no podemos modificar y que seguramente nuestra actitud solamente lo empeorará o nos hará más daño. Desde aquí os puedo decir que la intención excesiva paraliza la consecución de aquello que se desea con todas las fuerzas. No es fácil… se recae… pero todo se puede superar y ya no os digo ¡!lo que se aprende!!

mas vale trastorno conocido... Seis enfermedades mentales poco comunes En los recovecos de la mente, se esconden misterios de difícil comprensión.



fuente:http://www.publico.es/ciencias/027841/psicorarezas/enfermedades/mentales/poco/comunes


Seis enfermedades mentales poco comunes
En los recovecos de la mente, se esconden misterios de difícil comprensión. He aquí algunos de los más extraños síndromes psíquicos conocidos.



Amnesia extrema: Cuando todo es comenzar
Al músico británico Clive Wearing, una infección cerebral le robó la memoria. Sólo era capaz de retener lo que le había sucedido durante los últimos segundos y se olvidó de casi todo su pasado. Meses después de los primeros síntomas de uno de los casos más extremos de amnesia conocidos, comenzó a escribir un diario para tratar de reconstruir la continuidad que la enfermedad le había arrebatado. Las notas de Wearing son sólo un registro de afirmaciones repetitivas, que reflejan la agonía causada por la pérdida de la capacidad de tener experiencias y de la consciencia misma.

Pese a no poder acumular recuerdos, Wearing sabía que algo no andaba bien. Su mujer cuenta en un libro sobre la enfermedad de su marido cómo le encontraba mirando ensimismado un objeto que tenía en la palma de la mano. Lo cubría con la otra y lo volvía a descubrir. “Cada vez es distinto, ¿cómo es posible?”, afirmaba.

La confusión de los primeros meses dio paso a la agonía y ésta, a una profunda depresión. Acabó ingresado en un hospital psiquiátrico durante seis años. Nunca fue capaz de reconocer como propia la habitación en la que pasó todo ese tiempo. En un artículo publicado en The New Yorker hace unos meses, el neurólogo Oliver Sacks recordaba una frase de Wearing que reflejaba su sufrimiento. “¿Puedes imaginarte una noche de cinco años? Sin sueños, sin estar despierto, sin gusto, sin vista, sin sonido, nada de nada. Es como estar muerto. Llegué a la conclusión de que estaba muerto”.

En este periodo, sólo las visitas de su mujer Deborah le ofrecían alivio. Pero en el momento en que ella le abandonaba, la angustia regresaba. Cuando su esposa llegaba a casa, ya tenía un mensaje en el contestador: “Por favor, ven a verme cariño. Hace siglos que no te he visto. Por favor, vuela hasta aquí a la velocidad de la luz”.

Tras siete años de internamiento, Wearing se fue a vivir con su esposa a una casa en el campo. Su memoria no mejoró, pero sí su estado de ánimo. Hace dos años, Sacks visitó al matrimonio en el Reino Unido. El músico saludaba a su mujer decenas de veces en pocos minutos como si ella acabase de entrar en la habitación. En un momento, el neurólogo le enseño a Wearing el libro que había escrito su mujer narrando sus años de convivencia con la amnesia. El músico mostró su sorpresa y felicitó a su esposa. Después, le dio un abrazo emocionado. La escena se repitió varias veces más en unos minutos, con las mismas muestras de cariño, alegría y asombro.

En el despertar continuo de Clive Wearing, sólo dos cosas daban continuidad a su vida, según cuenta Sacks. La música, que seguía practicando sin merma aparente pese a la amnesia, y el amor por su esposa, que se mostraba ante sus ojos como la mujer conocida con la que llevaba años casado, pero diferente y fascinante en cada instante de su vida.
Síndrome de Williams: Una sorpresa musical

Pese a su amnesia extrema, Clive Wearing mantuvo sus talentos musicales. Era como si la música se mantuviese a salvo en algún lugar del cerebro que no había sido dañado por el virus. Algo similar sucede con Gloria Lenhoff. Esta mujer de 51 años no es capaz de hacer una resta simple o distinguir la derecha de la izquierda. Su cociente intelectual es de 55 y su cerebro es un 20% más pequeño que la media. Sin embargo, es capaz de cantar como pocas personas en el mundo pueden hacerlo.

Tiene el síndrome de Williams, un mal que, junto con las limitaciones intelectuales y físicas, proporciona una musicalidad extraordinaria a algunas de las personas que lo sufren. Lenhoff, gracias al esfuerzo de su padre para que desarrollase todo su talento, es capaz de cantar como una soprano profesional en varios idiomas. Como no pudo aprender a leer música, cada nota y cada palabra de las decenas de canciones que incluye su repertorio está grabada en un cerebro incapaz de retener otro tipo de informaciones aparentemente más simples. La historia de este triunfo la cuenta su padre en el libro The (Strangest) Song.
Síndrome de Capgras: amigos que se vuelven extraños

El síndrome de Capgras es otro de las angustiantes espejismos que puede elaborar una mente dañada. La psiquiatra Carol Berman contaba recientemente en The New York Times cómo una de sus pacientes llegó un día a casa y se encontró con un extraño sentado en el salón de su casa. De algún modo, el tipo le resultaba familiar, pero no sabía decir por qué. Las cosas se complicaron cuando el hombre se acercó a ella y trató de darle un beso. Le rechazó y se sentaron a hablar. Él tenía una voz parecida a la de su marido y sabía muchas cosas sobre su vida, pero no era él. Para ella estaba claro: un impostor le había reemplazado.

En esta enfermedad, se disocia la percepción del reconocimiento, un problema que algunos neurólogos atribuyen a una causa orgánica aún desconocida. Los psicoanalistas, por su parte, consideran que el mal aparece cuando algún tipo de carácter negativo se debe asociar a un ser querido. Por un sentido de culpa, estos sentimientos se atribuyen a un doble que puede ser rechazado sin ningún problema. Este trastorno esquizoafectivo, similar a la esquizofrenia, puede tratarse con fármacos.
Síndrome del acento extranjero: hablar con la voz de otros

Después de un ataque, un golpe fuerte o una infección cerebral, el despertar puede venir acompañado de sorpresas. Uno de estos cambios es el conocido como síndrome del acento extranjero. Los afectados salen del coma y hablan su idioma como si fuesen una persona de otro país.
Una de los primeros casos de este fenómeno se observó durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces, una mujer noruega, que había sufrido daños cerebrales a causa de heridas de metralla, se despertó tras la operación a la que fue sometida con un fuente acento alemán. Este problema, que en muchos casos es reversible y no provoca grandes problemas, le supuso a la pobre señora un gran número de conflictos en su comunidad al ser identificada como germana.

Las personas afectadas por este síndrome no hablan en realidad con acento extranjero, sino que modifican sus patrones del habla, alargan algunas sílabas o se vuelven incapaces de pronunciar determinados
sonidos.

Algunos de los afectados afirman que el síndrome les ha provocado problemas de identidad.
Prosopagnosia: todas las caras son la misma

En 1947, el neurólogo alemán Joachim Bodamer publicó la descripción de un hombre de 24 años al que había tratado en 1944. El joven había recibido un balazo en la cabeza que le había dañado algunas áreas del cerebro asociadas con el procesado de imágenes. Durante varias semanas, el paciente permaneció ciego y cuando recuperó la vista, continuó teniendo dificultades para percibir la forma y el color.

Además de estos problemas, el enfermo tenía otro más peculiar. “S. reconoce una cara como tal, en relación a otras cosas, pero no puede asignar una cara a su propietario”, explicaba Bodamer. “Para él, las caras no tenían expresión ni significado”, añadía. El paciente era incapaz incluso de reconocer su propio rostro cuando se miraba en el espejo. Para superar este problema y poder reconocer a sus congéneres, S. se centraba en otras claves visuales, como el pelo. Aunque en algunas ocasiones la prosopagnosia podría aparecer por motivos psicológicos, casi siempre es fruto de una lesión cerebral.

El estudio de este tipo de problema neurológico puede servir para comprender cómo organiza la información visual el cerebro.
Síndrome de Cotard: el mal del cadáver ambulante

El neurólogo francés Jules Cotard describió en 1891 varios casos de un extraño síndrome. Los pacientes, depresivos melancólicos, no sólo afirmaban haber perdido propiedades, seres queridos o la salud. Aseguraban que les faltaban los intestinos o el corazón y algunos llegaban a decir que estaban muertos.

El médico Richard Christensen cuenta un caso reciente de un hombre que acabó viviendo en la calle en Florida. Como no tenía seguro sanitario ni medios para pagar un médico, el paciente K. no fue diagnosticado por un psiquiatra hasta varias semanas después de asegurar que se “había derretido” y ya “estaba muerto”.

Tras varias semanas de (erróneo) tratamiento para la esquizofrenia, K. continuó asegurando que era un cadáver ambulante. “Mi cerebro se ha podrido”, “he perdido parte de las vísceras” o “estoy muerto” eran algunas de sus afirmaciones más habituales. Otros afectados por el síndrome de Cotard han llegado a afirmar que se encontraban en el infierno o que por motivos espirituales no podían morir de muerte natural.

Esclavos del Pensamiento



fuente:http://centroima.blogspot.com/2008/11/el-trastorno-obsesivo-compulsivo.html

El Trastorno Obsesivo Compulsivo: Esclavos del Pensamiento
“No podía tocar ningún picaporte fuera de mi casa. Cuando por accidente rozaba o creía haber rozado alguno, tenía que lavarme las manos durante varios minutos, para asegurarme que no quedara ningún germen en mi piel.”

“Al principio tenía que verificar, antes de irme a dormir, que las puertas y ventanas estuvieran cerradas, aún cuando había sido yo mismo el que las había cerrado. Luego se agregó la llave de paso del gas. Con el tiempo la situación se volvió más incómoda. Debía levantarme de la cama por temor a no haberme fijado bien.
Actualmente me levanto entre cinco y seis veces antes de poder dormirme.”

En las personas que sufren de Trastorno Obsesivo Compulsivo se presentan pensamientos absurdos y negativos que se repiten constantemente. A pesar de que quien los sufre intenta rechazarlos, resulta muy difícil lograr que se vayan.

“Un día iba manejando mi auto y por un ruido que escuché se me ocurrió que podría haber atropellado a alguien sin darme cuenta. Me detuve para mirar hacia atrás y comprobé que no había pasado nada. Pero a partir de entonces ya no pude manejar sin que me asaltara esa duda, y la angustia consecuente. Comencé entonces a volver sobre mi recorrido para comprobar que nada hubiera sucedido. Hasta que finalmente decidí dejar de manejar.”

A los pensamientos de este tipo se los llama obsesiones. Los temas más frecuentes de las obsesiones son el temor a los gérmenes (al contagio, a la suciedad), el temor de hacer daño a algún ser querido o a sí mismo, de causar un accidente, ideas perturbadoras acerca de la sexualidad o la religiosidad, dudas repetitivas sobre diversos temas, etc.

“Cuando me viene un pensamiento malo tengo que contar los números pares hasta cien en forma continua. Si durante el conteo ocurre un error o distracción, tengo que comenzar de nuevo desde el principio”.

“En el momento en que me vienen esas imágenes horribles y absurdas cierro muy fuerte los ojos. Así logro que se vayan, aunque es frecuente que tenga que hacerlo varias veces seguidas para lograrlo”

Las cosas que la persona que sufre de este problema se ve obligada a realizar una y otra vez como un intento de controlar los pensamientos obsesivos se llaman compulsiones.

A veces las compulsiones son más complejas, implicando actos más elaborados: caminar sin tocar los bordes de las baldosas, acomodar los objetos en forma simétrica, etc. A este tipo de actos lo denominamos ritual.
Los rituales pueden consumir mucho tiempo hasta que el individuo pueda sentirse más tranquilo y continuar con su actividad normal. Esto suele generar problemas de puntualidad y de cumplimiento de las cuestiones cotidianas.
Una de las consecuencias de los problemas descriptos es la progresiva evitación de determinadas obligaciones o responsabilidades, ya que la persona con obsesiones sabe que dado su trastorno se le harán de difícil cumplimiento. Así, suele producirse el abandono de estudios o de trabajos, con las dificultades para progresar que eso conlleva. Esta pérdida de posibilidades es más lamentable aún teniendo en cuenta que estos pacientes suelen presentar un alto nivel intelectual.

¿Qué es el Trastorno Obsesivo Compulsivo?

Es una enfermedad real, con componentes hereditarios, que se origina en una desregulación de ciertos circuitos neuroquímicos.
Su curso tiende a ser crónico con fluctuaciones en la intensidad de sus síntomas.
Suele comenzar en la adolescencia o en los primeros años de la vida adulta. También es frecuente su inicio en la infancia.
Es bastante frecuente, ocurriendo en un 2,5% de la población.

¿Existe algún tratamiento efectivo? ¿Qué puedo hacer para sentirme mejor?


Lo primero que se debe hacer es reconocer que lo que le está ocurriendo no es “un modo de ser” sino una patología. Cuando las obsesiones y compulsiones se vuelven muy frecuentes provocando un deterioro significativo en la calidad de vida, sin lugar a dudas podemos afirmar que estamos frente a una enfermedad y no frente a un tipo de carácter.

Luego debe consultarse a un especialista con experiencia en este tipo de casos. El Trastorno Obsesivo Compulsivo responde a tratamientos específicos, que por lo general constan de medicación y terapia cognitivo conductual (específicamente, métodos de exposición con prevención de respuesta). La tasa de recuperación es elevada, si bien el grado de la misma depende de cada caso en particular. Llamamos recuperación a la vuelta progresiva a una actividad cotidiana y desarrollo socio laboral normal.

Dr. Pablo Resnik

Terapia Cognitivo Conductual


http://psicologia.laguia2000.com/psicologia-cognitiva/terapia-cognitivo-conductual


Libérese de pensamientos que lo hacen sentir mal, haciendo una terapia cognitivo conductual.

Hasta no hace mucho tiempo, para el tratamiento de depresiones y trastornos obsesivos compulsivos, muchos psicólogos se centraban en las causas internas profundas de tales perturbaciones, lo cual demandaba largos períodos de tiempo.

La vida moderna y los altos costos profesionales exigieron la implementación de una modalidad terapéutica más ágil que en muchos casos resulta una solución eficaz.

Técnicas cognitivas y conductuales combinadas son las que dan lugar a una terapia cognitivo conductual. El enfoque terapéutico es de objetivos limitados, se centra en el motivo de la consulta e intenta obtener resultados.

Por medio del condicionamiento clásico se logran la extinción de las conductas que se desean erradicar y el aprendizaje de comportamientos más adecuados para la adquisición de nuevos hábitos.

La cognición se relaciona con el proceso de percepción, porque cada individuo es único y tiende a ver las cosas en forma diferente según sus experiencias, valores, prejuicios, creencias, preferencias, estados mentales y nivel de conocimiento. Pero también se observa una tendencia común hacia el fracaso, una visión negativa del futuro y del mundo, en los pacientes depresivos.

Los pensamientos son los que causan las emociones y los patrones cognitivos negativos originan estados emocionales depresivos que se tratan de encubrir con síntomas obsesivos.

Es necesario detectar durante la terapia las situaciones que deprimen al paciente y cuáles son los pensamientos negativos que le sugieren cuando éstas ocurren.

Es indispensable que la persona pueda evidenciar la ineficacia de las conductas implementadas en esas circunstancias y pueda apreciar los sentimientos negativos y la experiencia que le proporcionaron.

Se deben identificar los pensamientos irracionales y tratar de reemplazar esos viejos hábitos por otros más positivos.

No se trata solamente de pensar en positivo sino de generar una mayor autoestima mediante una correcta auto evaluación del paciente que le permita ser más optimista.

El tratamiento cognitivo corrige las distorsiones de la percepción y produce una reestructuración del pensamiento.

La persona depresiva tiene una visión negativa de sí mismo, de los demás, del futuro y del mundo.

El abordaje terapéutico se centra en las creencias, las emociones, los síntomas físicos y el comportamiento del sujeto, es decir, cómo piensa, qué siente, qué dificultades tiene y cómo se comporta.

El interés del terapeuta no está puesto en averiguar por qué esa persona piensa de una determinada manera, ni por qué tiene esos síntomas, sentimientos y comportamientos; sino en hallar la forma de resolver estos problemas.

Esta forma de psicoterapia comenzó a desarrollarse en la década de los años ochenta, tiene fundamento científico y una alta eficacia. Abarca la atención de pacientes con problemas emocionales y mentales y lo ayuda en la búsqueda de su orientación existencial.

Uno de los precursores en llevar a la práctica esta modalidad terapéutica combinada, fue el psiquiatra norteamericano Albert Ellis, recientemente fallecido, que desilusionado de las terapias psicoanalíticas se atrevió a desarrollar esta operativa que propone al paciente modificar sus emociones negativas y dañinas por nuevos comportamientos más saludables.

Experimentó en carne propia la timidez siendo muy joven y se decidió a practicar una técnica propia para liberarse de este sentimiento de inseguridad que lo perturbaba, sentándose en el banco de una plaza y proponiéndose hablar con todas las mujeres que pasaran.

Se dio cuenta que ninguna de las más de cien mujeres que tuvo que enfrentar, lo trató con desprecio ni lo insultó o llamó a la policía, como él pensaba.

Su pensamiento de que sería tratado en forma despectiva o rechazante estaba equivocado y pudo entonces reemplazarlo por otro de mayor confianza en él mismo y en los demás.

Ellis decía que creemos que necesitamos sentirnos amados por todo el mundo, tenemos prejuicios sexuales, religiosos, raciales y no aceptamos las cosas como son en realidad.

Nos sentimos víctimas y tendemos a eludir las situaciones amenazantes en lugar de enfrentarlas, porque no confiamos en nosotros mismos pensando que tenemos que destacarnos en todo lo que hacemos, que las heridas recibidas nunca cicatrizarán, que tenemos que controlar todo, que el sufrimiento es necesario y que las emociones nos pueden controlarse.

Una Terapia Integradora para las Obsesiones, …


FUENTE:http://www.cidai.com/documentos/terapia-integradora.pdf.
Una Terapia Integradora para las Obsesiones, …
Jaime Fúster Pérez.
Psicólogo Clínico
Resumen
Desde hace más de 25 años venimos aplicando con resultados satisfactorios, nuestra
“Terapia Integradora para las Obsesiones”, las grandes olvidadas en el TOC.
Desde la Teoría General de Sistemas (TGS) que exige una visión “holística” del
individuo, puesto que ve al hombre como un “sistema abierto” a su entorno, formado por
“subsistemas” (circulatorio, nervioso…) y formando parte de “suprasistemas” (familia,
sociedad,…), nos apoyamos en la filosofía, el lenguaje, la fisiología y la psicología y muy
especialmente en la neurología: cerebro, memoria, olvido, valores y emociones, así como su
filo y ontogenia, y sus circunstancias familiares, sociales… Conocimientos que transmitimos,
en su medida, a los pacientes, para que se integren en la terapia como protagonistas, tanto de
su problema como de su resolución. Con dichos conocimientos se harán conscientes de qué
se les pide y de qué, cuando, cómo y especialmente por qué deben actuar. Aunque se sientan
apoyados por su psicólogo, con él sólo están una o dos horas a la semana, durante las
restantes han de enfrentarse solos a conocer y superar su problema, para lograr que su vida
vaya siendo cada vez más completa, autónoma y feliz.
Posteriormente la hemos ido aplicando, con éxito, a muchos otros trastornos
(hipocondrías, adicciones, fobias, celos…) en los que se dan fases obsesivas.
Palabras clave: TOC, Obsesión, Terapia Integradora, Sistema, Cerebro, Olvido.
Abstract
For the obsessional cases we started with a comprehensive therapy and later we
applied it to other mind illnesses. From the general System Theory, we can think in “man” as
a completed system which is composed by group of systems like muscle system, blood
system…; that “man” is also a part of other bigger systems like family, society and so on.
The apply this therapy we count the man phisiology, in and his mind, his neuronal conexions,
his feelings, his personal values, his memory and his oversights. We also count his family
origens in, and his social enviroment origen too.
Key word: OCD, GST, therapy, obsesión, phobia, brain, memory
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El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)
Consideramos que el lector tiene conocimientos suficientes sobre él, por lo que sólo
vamos a dar unas muy ligeras pinceladas.
Figura en el DSM-IV-TR (Lopez-Íbor, 2001) en los Trastornos de Ansiedad como
F-42.8, del que entresacamos:
En las “Obsesiones” se dan pensamientos, impulsos, imágenes recurrentes y
persistentes, intrusivos, inapropiados; a veces ridículos y casi siempre absurdos. Causan
ansiedad o malestar a quien los sufre que aunque los trata de ignorar, suprimir o neutralizar,
porque se da cuenta de que no son verdad, mediante otros pensamientos o actos (las
Compulsiones) no lo consigue. Nunca son preocupaciones excesivas sobre problemas reales.
Pueden ser preocupantes, repugnantes, obscenas, blasfémicas, carentes de sentido o pueden
tener varias de estas características juntas. La obsesión es una experiencia pasiva: sucede a la
persona (Silva y Rachman, 1995).
Las “Compulsiones”, son conductas, físicas o mentales, repetitivas que en respuesta
a obsesiones o reglas, el sujeto se ve obligado a realizar para reducir el malestar o evitar algo
temido.
Ambas son reconocidas como propias y provocan malestar clínico, pérdida de tiempo
(más de 1hora al día), e interfieren la vida diaria, familiar, laboral, social, etc.
Otros conceptos a tener presentes en el TOC son:
“El Disparador”, que desencadena la obsesión o compulsión. Puede ser “externo”,
una visión, sonido, olor…; o “interno”, pensamientos, ideas, recuerdos...
En la “Compulsión”, la existencia de “temor”, basado en una lógica arbitraria, en
donde “no se diferencia lo posible de lo probable” y “lo pensado de lo hecho”. Con mucha
frecuencia la compulsión va acompañada de un “pensamiento mágico”: “!Si no doy dos
vueltas al semáforo…puede morir mi padre…!” y de “rituales” (secuencia rígida, ordenada),
en la que una “interferencia” en su ejecución suele obligar a la repetición desde su inicio.
También hay que recordar la tendencia de los obsesivos a pedir “confirmación” a la
familia o personas más próximas, con ella sólo se logra “reforzar e incrementar” la conducta
que se debería de evitar.
Al empezar hemos dicho que la nuestra era una Terapia para las Obsesiones porque
las consideramos las “grandes olvidadas” en los tratamientos del TOC, que suelen centrarse
en las Compulsiones, como se puede ver en la siguiente cita:
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De manera implícita se da por supuesto que, una vez que desaparezcan las
compulsiones, las obsesiones desaparecerán también” (Gavino, 2005, página 137).
Actuaciones terapeúticas de aplicación en este trastorno
Los métodos Psicológicos más en boga para la resolución de este trastorno son:
- Actuación sobre la “Ansiedad”, en la que está encuadrado el TOC. “Se parte, pues,
de los planteamientos de que sin ansiedad no hay trastorno como tal, es decir no se dan las
obsesiones ni las compulsiones” (misma cita, pagina 138). Aunque tenemos claro que la
ansiedad siempre está presente en este trastorno, y por eso “siempre actuamos” para
reducirla, no está tan claro que sea siempre un antecedente obligado. La idea obsesiva puede
surgir por asociación de ideas, como veremos más adelante y ser ella la que origina la
ansiedad subsiguientemente.
-La “Prevención de Respuesta” (PR), por la que se trata de conseguir que el
paciente no realice la “Compulsión” aunque se den las circunstancias que normalmente la
desencadenan. Como también se dice en el articulo de la anterior referencia: “La PR
interviene directamente en las conductas externas. En el caso del TOC en las Compulsiones”.
La consideramos un método de elección y también la usamos.
-La “Exposición” para las Obsesiones. En la que se expone al paciente a aquellas
ideas o situaciones que le provocan ansiedad. Hemos encontrado en Internet la siguiente
información del The Harvard Mental Health, July 1995, en la que se explica como hacen la
exposición allí: “En nuestra clínica, los pacientes son expuestos durante dos horas, cinco
días a la semana durante tres semanas a situaciones, objetos, imágenes o pensamientos que
evoquen su distrés obsesivo”. Esta puede ser una de las razones por las que “alrededor del
25% de los pacientes tratados no se beneficia del PR” y de que exista también “un 25 % de
pacientes con este trastorno que rechazan este tipo de tratamiento” (Gavino, 2005, páginas
143 y 144). Porque la vemos excesivamente agresiva, larga y costosa hemos introducido
nuestra terapia.
Consideramos además que en la exposición se da otro factor que nos parece muy
importante. En ella, con esas repeticiones intencionadas y continuadas, se realiza un proceso
de aprendizaje, hiperaprendizaje decimos nosotros, que hace que en la memoria del paciente
se fije con más intensidad la idea de la que se quería librar. A pesar de ello no rechazamos la
exposición, pero preferimos empezar por otra forma de actuar más suave, la que llamamos
Olvido Activo (OA). En ella se empieza por rechazar la idea y, conocidos los mecanismos
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por los que se graba, consolida y
recupera la memoria, se actúa para evitar ese
hiperaprendizaje al que nos hemos referido.
Desde el Olvido Activo, caso de no dar el resultado apetecido es factible pasar a la
exposición, sin embargo la recíproca no es posible.
Su aplicación a otros trastornos
Tras muchos años de usarla satisfactoriamente con las obsesiones, aplicamos esta
terapia a otros desórdenes (de ahí los puntos suspensivos del título). Algunos trastornos del
“espectro de las obsesiones” y otros en los que personas que no sufren realmente un TOC,
“se obsesionan”, dicho en términos coloquiales, con determinados asuntos, enfoques y
modos de reaccionar o de responder y actúan de forma parecida a como lo harían si lo
sufrieran. En todos esos desórdenes se da lo que llamamos “fases obsesivas” porque tienen
características de las obsesiones (“… pensamientos, o imágenes recurrentes, persistentes,
intrusivos, que causan malestar significativo” DSM IV-TR)
Las vemos en las “fobias”,
“hipocondrías”, “celos”, “adicciones”,
“preocupaciones excesivas” y en otros casos en los que simplemente se requiere modificar
un viejo hábito, que quizás útil en su momento, es ahora desadaptativo y entorpecedor.
Nuestra actuación terapéutica en esa fase obsesiva, es semejante a la que proponemos para
las obsesiones.
Usando como ejemplo la fobia a los perros, distinguimos claramente dos fases:
una fase fóbica, cuando la persona se ha de enfrentar al perro y la “fase obsesiva” cuando,
sin presencia del perro, se dedica a imaginar lo horrible que sería encontrárselo. La
importancia de la fase obsesiva radica en que durante mucho tiempo, cada día, de forma
habitual, la persona tiene “vivencias fantaseadas muy intensas y emotivas” (con miedo en
este caso) sobre el motivo de su fobia, que de ese modo se consolida y crece por una
constante actualización que la mantiene presente en su conciencia la mayor parte del tiempo,
desplazando e impidiendo otras actividades o pensamientos y llegando a entorpecer los más
sencillos actos de la vida, de la misma forma que ocurre con las obsesiones.
“Las fases obsesivas”, en algunos de los casos nombrados serían:
-En los celos, cuando sin que ocurra nada, el celoso piensa en sus temores futuros
o en sus celos pasados.
-En las adicciones, el tiempo en que se fantasea en lo bonito que sería tomar, o
entretenerse con la adicción (drogas, alcohol, tabaco, juego, internet, sexo…).
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- Cuando se pretende lograr un desenamoramiento, el tiempo en que se recuerde
a la persona a la que se quiere olvidar, sean sus virtudes y encantos o defectos.
-En las hipocondrías, obsesiones y preocupaciones excesivas, cuando se piensa
intensamente en la obsesión, hipocondría o preocupación.
Terapia Integradora
La Evolución hasta llegar a esta Terapia Integradora ha ido ocurriendo
progresivamente a lo largo de años de ejercer y vivir la Psicología. Tras muchas terapias,
mucho observar, comentar, leer, estudiar e investigar; desde mi propia experiencia vital y de
un contacto, anterior y extenso, con la Investigación Operativa, desde la que me familiaricé
con una nueva forma de acercarse a la realidad, la “Teoría General de Sistemas” (TGS).
Según su creador, el biólogo Bertalanffy (1901-1973), es una “integración entre las ciencias
naturales y sociales” necesaria por el agotamiento del modelo “cartesiano-newtoniano” qué,
con sus enfoques “analítico-reduccionistas” y sus principios “mecánico-causales”, era
incapaz de explicar los organismos, las sociedades y las relaciones entre sus elementos
partiendo de una “imagen inorgánica” del mundo. Frente a ello la TGS reconoce la
“totalidad orgánica” con el “S
ISTEMA
” como modelo al que define como:
“Conjunto de partes interrelacionadas con un objetivo propio, superior y, en
ocasiones, distinto a los de las partes que lo constituyen”.
La importancia de esas interrelaciones las explica Watzlawick (1993) diciendo: “Cada
una de las partes de un sistema está relacionada de tal modo con las otras que un cambio en
una de ellas provoca un cambio en todas las demás y en el sistema total”.
A esa superioridad se la denomina “S
INERGIA
”, que suele expresarse por:
2 + 2 = 5 ó más.
Pese a la novedad del concepto es una idea tan conocida que el poeta Mario Benedetti hace
referencia a ella cuando dice en sus versos:
Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
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La visión holística del paciente
Por llegar a la Psicología desde una experiencia de varios años con ese enfoque
holístico me chocó el método “científico-analítico” con el que se nos conminaba a estudiar
al hombre. Tan sólo procedía observar sus conductas externas y era acientífico preguntar al
paciente por aquello en qué creía, pensaba o sentía. Me pareció un modo “reduccionista”,
una forma de mirar como a través de una rendija, que más que aproximarnos nos alejaba de
su realidad al no considerar aquello que lo caracterizaba como persona, cuando era
precisamente a la persona, la que disfrutaba, sufría, temía, actuaba, amaba u odiaba, “diera o
no muestras externas de ello”, a la que como Psicólogos necesitábamos conocer.
Años después, ya con muy larga experiencia profesional, refiriéndome a la necesidad
de esa visión global del hombre como sistema, decía a mis alumnos de la Facultad de
Psicología:
“Ser psicólogo y terapeuta es sencillo, solo hay que saber T
ODO
lo que ocurre”.
Ese T
ODO
incluye conocer con el máximo detalle al paciente y a su problema. Los
orígenes de ambos; la historia personal, familiar, ambiental, laboral; lo que siente, cómo vive,
cómo ha llegado a su situación actual; su fisiología, su forma de pensar, de afrontar, de
resolver; sus valores, los de su entorno, sus recuerdos, su memoria… toda su ontogenia e
incluso los factores debidos a la filogenia de nuestra especie que, naturalmente, siguen
presentes en él. Igualmente ese todo debe tener en cuenta los posibles efectos que las terapias
suelen tener sobre la persona como “sistema”, tanto en sus “subsistemas” como en los
“suprasistemas” en los que está integrado.
Por otra parte la TGS nos recuerda que aunque todos los organismos tienden a la
desorganización (E
NTROPÍA
) tratan de compensarla mediante la H
OMEOSTASIS
. Es esta una ley
conservadora, parecida a la Ley de la Inercia, en Física, que, como dice Fechner, da a los
organismos una “tendencia a la estabilidad, que pretende evitar los cambios en sus
condiciones de vida, conservando (o restableciendo) el equilibrio alcanzado”.
La consecuencia más importante, que explica muchas de las circunstancias que se dan
en nuestros pacientes y en sus problemas y que debe ser considerada como una premisa para
cualquier terapia, es:
“Las personas se acostumbran a vivir como viven”.
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Por ello el cambio que los psicólogos buscamos para nuestros pacientes, siempre será
dificil y generará resistencia y miedo, como señalaba Watzlawick en su libro “Cambio”.
También Berkowitz en “Cómo ser el mejor amigo de ti mismo”, cuenta que cuando trataba de
conseguir que un paciente suyo cambiase, este le dijo airado:
“¡Pero no se da cuenta de que si hago eso será reconocer que he estado equivocado
los cuarenta primeros años de mi vida!”
Puntos de vista múltiples
Nuestra terapia es integradora también porque consideramos la conveniencia no solo
de ver todos los aspectos del paciente-cliente, sino además verlo desde distintos enfoques
Psicológicos, aunque sea uno el dominante.
Aplicamos una terapia claramente “Cognitiva” en la que fomentamos la adquisición
de conocimientos por parte de nuestro paciente. Nos apoyámos en la “Terapia Racional-
Emotiva” de Ellis (1981) y en la “Cognitiva” de Beck (1983).
Empleamos, métodos de la “Psicología del Aprendizaje”, con el peso decisivo de los
“Refuerzos” en la adquisición o evitación de hábitos de comportamiento.
Tenemos en cuenta lo que desde la “Psicología Dinámica” se conoce como el
“Desplazamiento de Síntomas”, que en ocasiones explica la aparición de algunos como
consecuencia de situaciones vitales no afrontadas ni resueltas, que mediante ellos muestran la
necesidad de que sean atendidas y la de muchos de los “Mecanismos de Defensa”. Igualmente
nos parece importante el concepto de “Inconsciente”, en el que quedan muchas de nuestras
vivencias, siendo la definición de “Jung” la que nos parece más aceptable para cualquier
enfoque psicológico:
“El Inconsciente describe un estado de cosas extremadamente fluido: todo aquello
que conozco pero en lo que no estoy pensando en este momento; todo aquello de lo que
otrora estuve consciente pero he olvidado; todo lo que mis sentidos perciben pero que mi
mente consciente no capta; todo lo que involuntaria e inadvertidamente siento, pienso,
recuerdo, quiero y hago; todas las cosas futuras que están tomando forma en mí y que en
algún momento llegarán a la conciencia: todo eso es el contenido del inconsciente” (Daryl
Sharp, 1994).
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Con todo ello aunque admitimos el peso que su infancia pueda tener en los problemas
presentes, solemos iniciar las terapias desde el “Aquí y Ahora”.
Ciframos como objetivo la “Mejoría”, no la “total desaparición del problema”, con
frecuencia muy difícil de conseguir, por lo que su búsqueda puede ser la de una frustración.
Eso dará lugar, con mucha frecuencia, a que sea la “Aceptación” el primero de los pasos en
nuestras terapias, puesto que en ocasiones su actual trastorno ha sido una solución para
adaptarse a sus circunstancias del momento.
Desde la “Neurología” buscamos los modos y las formas en que el funcionamiento
del cerebro puede estar incidiendo, en el problema. Tenemos en cuenta el funcionamiento de
la “Memoria”, la importancia de las “Emociones”, de la “Asociación de Ideas” y el
inapreciable “Valor del Olvido”. Cómo, la reiteración de conductas, entendidas como
actividades humanas de cualquier tipo, observable o no, genera los “hábitos”, estilos de
respuesta económicos y automatizados.
La Integración del paciente en su terapia
El tercer nivel de integración de nuestra terapia, quizás el más importante, es
conseguir que nuestro cliente (paciente) adquiera el máximo de conocimientos sobre todo lo
que acabamos de nombrar, para que entendiendo por si mismo como inciden todas sus
circunstancias en él y él en ellas, vaya sabiendo con sus terapeutas, como debe de
comportarse, qué hacer para mejorar y qué conductas le pueden hacer empeorar, de forma que
“no sean un paciente obediente”, sino que por si mismo promueva las acciones más
interesantes, terapeuticamente hablando. Hemos de tener presente que con su psicólogo, desde
nuestro enfoque, estará como mucho una hora a la semana y que las restantes 167 estrá sólo
con su problema y que la adquisición de un nuevo hábito tan sólo es posible con tiempo y
reiteración.
Tratamos de conseguir que nuestros pacientes adopten un “locus de control interno”
(Rotter,1966) desde el que se sepan los principales y casi siempre los únicos actores en la
resolución de su problema.
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El Cliente y su Cerebro
Desde esa visión globalizadora nos parece especialmente importante la idea de
Rogers, de sustituir la idea de paciente por la de cliente, porque coincidimos con él en que las
terapias han de ser “CON nuestro cliente”, en vez de “SOBRE nuestro paciente”.
Para poder actuar CON él…, hemos de tener presente que las personas viven
consecuentemente a cómo piensan y sienten, a sus valores e intereses, etc. Todo eso y
consecuentemente toda acción y/o reacción que se produzca en una persona como tal, “se
produce en, desde y por su cerebro”. Como consecuencia consideramos necesario conocerlo,
así como en la forma en que se va desarrollando desde el nacimiento, aunque sólo sea a nivel
fenomenológico.
“Al tiempo de nacer, el cerebro de un niño tiene el máximo número de neuronas –
cerca de cien billones- sin embargo su volumen es solo el 26% del de un adulto” (Akarin
2002). Eso se debe a “que al nacer las conexiones neuronales son escasas y muchos de sus
axones aun no están cubiertos por la mielina, pero se crean a enorme velocidad en la
infancia” (Carter 2002, págs. 21 y 22).
Lo dicho señala la “enorme importancia de los primeros meses y años de la vida, en
si mismos y en su influencia posterior continuada”. Conforme el niño crece se ponen en
conexión un número cada vez mayor de áreas cerebrales ya que la “Mielinización” se va
extendiendo poco a poco. “Los lóbulos frontales, que no entran en juego hasta alrededor de
los seis meses, no se mielinizan del todo hasta la plenitud de la edad adulta” (Carter 2002).
Creemos que cuando Locke se refería a la “Tábula Rasa” no pensaba en lo que
acabamos de nombrar, pero la realidad es que la aparición y el crecimiento de las conexiones
entre neuronas y la mielinización de sus axones, pese a ser operaciones absolutamente
fisiológicas, son las que van integrando y conformando esa Psikhe, que aún hay psicólogos
que consideran ajena al cuerpo. Como dice Punset (2007) “El Alma está en el Cerebro”.
Neuronas, sinapsis, engramas y hábitos
Múltiples experiencias en nuestro hacer terapéutico, nos han mostrado que “Viejos
Hábitos Indeseables” de nuestros pacientes, “curados” mediante terapias adecuadas,
reaparecían de improviso tras varios años durante los que se había “confirmado y mantenido
aquella curación”. Más asombrosa que la reaparición de aquellos hábitos era la coincidencia
en la forma en que los clientes se expresaban: “He sentido absolutamente lo mismo”. Eso
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indicaba que aquellos hábitos, aunque ocultos se habían mantenido intactos a lo largo del
tiempo. Consideramos que ese hecho insistentemente repetido debe de tener un sustrato
neurológico que lo explique; de la misma forma que debe tenerlo eso, que todo el mundo
sabe, de que “andar, escribir, vestirse, leer, nadar, montar en bicicleta, etc.” nunca se olvida.
El viejo refrán español: “Genio y figura hasta la sepultura”, nos hace pensar en esas mismas
bases.
Ya “Pinillos” en su obra “Principios de Psicología” (1977), dice: “...al tocar los
aspectos biológicos de la memoria es necesario decir que las supuestas huellas o
ENGRAMAS mnésicos son, por ahora, construcciones hipotéticas muy verosímiles, pero no
entidades neurológicas realmente observadas. De alguna manera, no cabe duda, los
conocimientos retenidos por el sujeto han de estar representados en su cerebro”.
“Luria” se refiere a “la conservación duradera de HUELLAS en el sistema nervioso”
de los animales y concluye “…el cerebro humano es capaz de conservar huellas precisas del
estímulo…” durante un tiempo muy largo (Ruiz Vargas, 1994).
Así pues esos Engramas, están materialmente presentes en el cerebro (como
conjuntos de conexiones neuronales o sinapsis). Se han formado y se mantienen, amplian y
consolidan en respuesta a sensaciones, pensamientos, necesidades, ideas, acciones,
sentimientos, etc. Cada nueva vivencia estará condicionada por las informaciones anteriores,
acumuladas ya en el cerebro, pues como dice Delgado (1989) “el sistema nervioso no está
rígidamente organizado por determinación genética, sino que existe un alto grado de
adaptabilidad durante el desarrollo de las conexiones nerviosas”.
Los engramas, cánones, patrones o redes neurológicas, actúan a modo de programas
informáticos para resolver cualquier tarea, sea motora o cognitiva, pero, al ser programas
vivos (formados por sinapsis), se consolidan, actualizan, amplían y enriquecen cada vez que
entran en funcionamiento. Ellos constituyen el “sustrato neurológico” a que antes nos
referíamos al hablar de aquellos “viejos hábitos de nuestros pacientes que permanecían
intactos a lo largo de mucho tiempo”.
Está claro que la repetición perfecciona la realización de cualquier actividad, y
que en cada ejecución el cerebro da las instrucciones precisas a cada nervio, músculo u
órgano que ha de intervenir. Las personas cada vez realizan mejor sus tareas pese a que le
prestan menos atención, porque los procesos se va automatizando. Para aprender una nueva
actividad, por ejemplo montar en bicicleta, se usa la corteza cerebral, pero cuando esa
habilidad se domina, se vuelve automática y la responsabilidad de su ejecución pasa a las
neuronas de partes menos superficiales del cerebro, con lo que quedan neuronas libres en la
corteza para nuevos aprendizajes; lo mismo sucede con los actos cognoscitivos. Señala Ratey
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(2003): “Al principio se usa la corteza para aprender cuatro por cuatro o a formular una
pregunta gramaticalmente correcta, pero cuando se dominan esas tareas se transfieren a
partes inferiores del cerebro y se vuelven automáticas”.
El engrama, que da lugar al hábito, permite actuar sin que sea necesario
reflexionar cada uno de los pasos, como sí que ocurre mientras se está aprendiendo una
conducta nueva. Es por ello por lo que los hábitos son considerados métodos económicos y
auntomaticos de funcionamiento.
En los engramas, habrá “huellas genéticas y aprendidas”. De estas últimas las de los
primeros momentos de nuestra vida, tendrán mucha importancia pues habrán influido en la
construcción de la mayoría de los engramas posteriores
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. Habrá huellas de todos los actos,
situaciones, emociones, deseos y miedos, salud y enfermedades etc. Tanto de los que hemos
sido conscientes como de los que permanecen en el inconsciente.
Memoria, Olvido y Ruido
Las huellas o engramas a que nos estamos refiriendo forman la “memoria”, que se
puede definir como “la capacidad de los organismos vivos de adquirir, retener y utilizar
información o conocimiento” y cuya “función primaria en el hombre es dotarlo del
conocimiento necesario para guiar una conducta adaptativa con independencia de la
complejidad de la situación” (Ruiz Vargas, 1994). Por otra parte se ha de tener en cuenta que:
“La memoria registra todo lo que recibe, sin seleccionar nada, por lo que también registra,
recuerdos irrelevantes” (o.c.).
Cada huella mnémica, está constituída por un conjunto de imágenes, sonidos, olores,
texturas, asociados a palabras o frases con una semántica propia y también a estados
emocionales concretos. De este modo, esas huellas se interrelacionan entre sí formando
estructuras que actúan como elementos de consulta en el momento de establecer una
actividad. En esa función adaptativa de la memoria, las “Emociones”, que son las que
señalan lo que es importante, la potencian para “conseguir que aumente la probabilidad de
que los sucesos ocurridos en ese estado (emotivo) sean recordados en el futuro –y evitados, si
son desagradables-, o evocados, si agradables” (Carter, 2002, Pág. 164).
La recuperación en la memoria se ve facilitada cuando las ideas se asocian
cumpliendo las leyes de “Semejanza, Contigüidad y Causalidad” que formuló el filosofo
inglés Hume (1711-1776). En un sentido parecido Acarín recientemente (2002, pág. 197)
1
El lenguaje popular que suele ser tan expresivo dice: Las primeras papillas nunca son digeridas.
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dice: “De la misma forma que evocamos un recuerdo, como el de la maestra que de niños nos
enseñaba una canción, podemos rememorar también la emoción, el olor, los colores y las
imágenes de aquella escena, incluso cuando no recordamos la canción. El recuerdo ha
quedado disperso en distintos puntos del córtex cerebral y al estimular una parte salen los
demás detalles como si tiráramos del hilo en una madeja”.
“El OLVIDO es la incapacidad de retener o actualizar información, sea por pérdida
de la misma o por dificultad al acceso a la memoria a largo plazo”. Siempre lo hemos visto
como una deficiencia, sin embargo ya W. James sostenía que “ La función especial de la
memoria no es el recuerdo sino el Olvido”, ya que sin él sería muy difícil abstraer, razonar,
pensar y sobre todo resolver y actuar adaptativamente. Ruiz Vargas (1994) dice así
mismo:…”del mismo modo que sería un grave problema la incapacidad para olvidar
información irrelevante, lo sería aun más no poder olvidar cosas con una fuerte carga
emocional negativa, por ejemplo una violación”.
Como dijimos al hablar de las Obsesiones, nos apoyamos en usar el olvido mediante lo
que llamamos “Olvido Activo”, procurándolo voluntariamente para que no crezcan y se
consoliden determinadas ideas que consideramos indeseables.
Así ampliamos el dicho popular: “El tiempo todo lo cura”, cambiándolo por:
“El tiempo todo lo cura… si le dejas”
Y aquí hacemos clara referencia a ese modo activo de que el olvido atenúe las viejas huellas y
en especial que estas no se mantengan de actualidad permanente, cosa que ocurre cuando
alguien se obsesiona por una idea, sea esta una obsesión propiamente dicha o una
preocupación de cualquier tipo, como hemos señalado al referirnos a las “fases obsesivas”.
Si hablamos de memoria, recuperación y olvido, nos parece conveniente
hacerlo de otro factor que también influye, el RUIDO. En Teoría de la Comunicación, se
considera “ruido toda información ajena a la que se trata de transmitir, que puede
enmascararla u ocultarla y que entorpecerá la adquisición, consolidación y recuperación de
la memoria”, de tal forma que con ruido las huellas de memoria serán más débiles que sin él.
Como hemos dicho del olvido, el ruido, no siempre será nocivo y será útil para estas terapias.
También como hacemos con el olvido, frecuentemente usamos el ruido para realizar una
interferencia que dificulte tanto la grabación, como la consolidación y la recuperación de la
memoria a determinadas ideas o pensamientos que queramos extinguir, o al menos debilitar.
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Desde la base neurológica, desde las neuronas, las sinapsis, los engramas o cánones,
consideramos ahora explicables, tanto las recaídas de nuestros pacientes, no solo en estos
trastornos sino en cualquiera otro, a las que no encontrábamos justificación; como lo de que
nadar, montar en bicicleta, etc. no se olvida; la facilidad de muchos ancianos en contar viejas
historias que a veces nunca habían nombrado durante su vida; la de que una persona que había
estudiado la carrera de piano de niña, sin haberlo nunca tocado durante treinta años,
mantuviera su conocimiento y su capacidad aunque en principio se viera reducida su
habilidad manual; cosa que por otra parte es habitual para casi todo lo que en algún momento
haya sido una habilidad sea esta manual o cognitiva.
Todo ello confirma nuestras experiencias, y nos lleva a otra conclusión, que
consideramos de gran importancia porque explica muchas de las cosas que en nuestro
quehacer terapeútico no tenían explicación. Por ello a tener en cuenta en todo tipo de terapias:
“Nada de lo que se aprende se puede desaprender”.
Está claro que no nos referimos a temas de estudio, ni a las palabras sin sentido de la
psicología experimental, sino a aquello que voluntaria o involuntariamente, de forma
consciente o inconsciente hemos aprendido para adaptarnos a la realidad o a lo que en su
momento nosotros considerábamos como tal.
Por otra parte estimulamos a cualquiera a una simple reflexión individual que le servirá de
confirmación.
Cambios en nuestras terapias
El objetivo de las terapias es: Sustituir viejos hábitos indeseables por otros nuevos
más adaptativos. Refiriéndose a los hábitos, Delgado (1989) dice: “ …son una forma de
actuar rápida, ordenada y habilidosa” y, más recientemente añade: “Nuestros actos son
completamente automáticos, dependiendo de largos períodos de aprendizaje que cristalizan
almacenándose en la memoria como fórmulas de respuestas más o menos complicadas. El
automatismo robotizado de la mayoría de los pensamientos, de los sentimientos y de las
conductas es normal” (Delgado,1994).
Con lo visto creemos que hemos de cambiar en algo los modos y las ideas de nuestras
terapias.
Lo señalado sobre hábitos y engramas nos es útil para tratar de realizar “ese
sustituir” de que hablábamos, ya que, por repetición de conductas “es posible construir
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nuevos engramas” que se manifestarán en hábitos nuevos más adaptativos que sustituirán a
los viejos e inadecuados.
De todos modos hemos de recordar que “no se destruyen los viejos engramas”, que
permanecerán en nuestro cerebro. Lo que haremos intencionadamente será no usarlos, para
evitar que sigan creciendo e insistir en nuevas conductas para que crezcan y se confirmen
nuevos engramas que progresivamente por su repetición se irán haciendo más poderosos y
llegando a ocupar los primeros planos de nuestra conciencia se sobrepondrán a los antiguos.
Pero todo esto, que los psicólogos sabemos, lo han de realizar nuestros clientes. Por
ello es conveniente que sepan y entiendan lo más claramente posible, qué, por qué, para
qué y cómo han de hacer para evitar los viejos hábitos y sustituirlos por las nuevas conductas
que sugerimos, que al principio al no ser habituales tendrán que imponérselas razonadamente
a sí mismos cada vez.
Consideramos que es este el más importante de los cambios en nuestras terapias, el
de la integración y actuación de nuestros clientes en ella, de forma que cada uno sea
consciente de que sus acciones u omisiones, inciden en su terapia y producen
retroalimentaciones en prácticamente todos los sistemas que lo integran y en los que está
integrado. Es algo parecido a lo que se conoce como el efecto mariposa.
Cómo lo explicamos a nuestros pacientes
A continuación señalamos la forma en que explicamos a nuestros pacientes, lo
relativo al funcionamiento de su memoria. Se trata de un nivel muy divulgativo, que podrá
ampliarse desde los textos nombrados en la bibliografía y que conviene ajustar al nivel
cultural de cada uno.
L
A
M
EMORIA
Usando como símil una cinta magnetofónica para representar la memoria, en esta,
como en la cinta los sonidos, las percepciones (todas: sonidos, visiones, sabores, texturas,
emociones, recuerdos,…) “se graban secuencialmente”, una tras otra, conforme van
ocurriendo.
Si, por ejemplo, en la cinta queremos guardar y que se pueda recuperar con facilidad
una información, que representamos por la letra “a”, podemos grabarla en distintos lugares de
la cinta, “repitiéndola” (Figura 1); o bien, en un solo lugar de la cinta ocupar mucho espacio
como si grabáramos un sonido “a” continuado, “durante mucho tiempo” (figura 2) ; o
combinando ambos métodos. También podríamos, grabarla una sola vez con una intensidad
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de sonido mucho mayor, como un grito, que representaremos con una “A” mayúscula (Figura
3). En cualquiera de los casos la probabilidad de recuperar el sonido "a" al pasar la cinta
deprisa será mayor que si sólo se hubiese grabado una sola “a” en tono normal.

Aclaremos que la cinta no está vacía, solo con la información “a”, como hacemos
figurar para mejor comprensión, sino que en los espacios que aparecen sin nada habrá otras
informaciones o música, palabras, ruidos, etc.
Yendo desde el símil a la memoria, representamos en cada pedazo de cinta la memoria
de las 24 horas de un día. Si se ha experimentado una vivencia, pensamiento, sensación, idea,
etc.., cuatro veces, cuatro se habrá grabado y la probabilidad de recordarla, o de que acuda a
nuestra conciencia sin pretenderlo, será mayor que si sólo lo hubiese sido una vez. Lo mismo
ocurriría si esa experiencia hubiese durado mucho tiempo (figuras 1 y 2).
Estos dos modos de “memorizar” (solos o combinados), “repetición y duración”
han sido formas clásicas de estudio (recordemos las tablas de multiplicar repetidas una y otra
vez durante mucho tiempo). La tercera opción corresponde a “vivencias de gran emoción”
(una boda, el nacimiento del primer hijo, un accidente...) que pese a ser muy breves o antigua,
se recuerdan como si se acabaran de vivir. También en la enseñanza se han usado estas formas
de estimular la memoria, mediante competiciones, desafios entre grupos, etc. y a esa forma se
le ha llamado “estudio activo” (figura 3). Con los tres sistemas, sólos o combinados, se
puede conseguir no ya un aprendizaje sino un “hiperaprendizaje”.
Hemos de tener presente además que por la “ley de asociación de ideas”
(Semejanza, Contigüidad y Causalidad) nos pueden aparecer pensamientos o recuerdos
inesperados, debido a que hayamos recibido algunos estímulos sin darnos cuenta.
Recordar es volver a vivir
Por otra parte es importante destacar que “Recordar” no es, como en algún momento se
ha dicho, extraer una ficha de un fichero, leerla y volverla a poner en el fichero. En las
personas no hay fichas sino conexiones neuronales (vivas) que resuenan juntas en un
momento dado. Por ello, “Recordar es volver a vivir” es, además del título de una vieja
canción, una afirmación correcta en cuanto al funcionamiento de la memoria. Los recuerdos
constituyen una nueva vivencia, vuelven con la carga afectiva que pudieron tener en su
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momento, pero además se adaptan a las circunstancias de cada aparición y se van
modificando (es muy significativo el título del libro: “El Cerebro nos engaña” de Rubia, J.).
La modificación de los recuerdos no es sólo en cuanto a sus valores representativos sino
incluso a nivel afectivo, de forma que “nunca volveremos a experimentar dos veces lo mismo
con absoluta exactitud” (Carter 2002). Cuantas más veces recuperemos un recuerdo más irá
creciendo y ampliándose su huella mnésica, cuanto más afectivamente lo recibamos,
indistintamente sea con afecto o rechazo, con alegría o temor, más importante lo haremos y
también más fácilmente nos volverá a nuestra conciencia.
Hemos de tener presente que en la memoria y por esa función adaptativa que es su
razón de ser, las huellas mayores corresponden a las cosas más importantes y las cosas son
importantes o por su peso afectivo o por la frecuencia con las realizamos. En todo esto hay
por lo tanto una retroalimentación que consecuentemente hace que las cosas con huella
afectiva se recuerden más que las que son neutras.
Aplicando todo lo dicho estaríamos en condiciones de hacer un buen aprendizaje,
“hiperaprendizaje”, que aquello que hemos querido aprender quede muy fijo y destacado en
la memoria. Consecuentemente es lo destacado lo que más veces nos aparecerá lo busquemos
o no; una vez más hay un refrán que nos lo confirma: “De la abundancia del corazón habla la
boca”.
Nuestro objetivo y el del propio trastorno
En el caso que estamos considerando tanto en las obsesiones como en todos los
trastornos en los que se den esas fases obsesivas que citamos, lo que pretendemos es lograr
todo lo contrario a ese hiperaprendizaje, atenuar las huellas de esas ideas. Por ello nuestra
conducta ha de ir en dirección contraría a si quisiéramos conseguirlo.
El propio trastorno que actúa como si intencionadamente quisiera mantenerse,
tendiendo a crear inseguridad en el paciente que con frecuencia se pregunta si realmente
quiere dejar de pensar en eso y si el psicólogo tendrá razón en lo que le dice. Además
favorece ese hiperaprendizaje porque:
– Repetidamente trae eses ideas, cosa “que no es posible evitar” (recordar la figura 1
y la ley de asociación de ideas).
– Ideas sobre las que normalmente se reflexiona, aunque sea tratando de rechazarlas
con razonamientos. Con ello se le dedica atención y tiempo (duración, figura 2), que
incrementa la huella en la memoria, por lo que “se deben rechazar de inmediato, sin
reflexionar sobre ellas”. Hay que tener en cuenta que el hecho de reflexionar es muy natural
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y el que hemos aprendido para resolver los problemas que se nos presentan, sin embargo
podemos darnos cuenta de que, en estos casos, nuestras reflexiones siempre son semejantes y
prácticamente nunca aportan nueva información. Se asemejan a la acción del animal que hace
girar la noria de un pozo vacío, no se obtiene más que el sufrimiento del animal.
– Además en la mayoría de las ocasiones esas ideas viene acompañadas de “temor, o
deseo”, (emociones, figura 3) incluso en los caso en los que ya hemos decidido rechazarlas,
nos produce rabia el hecho de que vuelvan a llegar, cosa por otra parte esperable (no debería
sorprendernos lo esperable) ya que son ideas muy enraizadas en nosotros. “Debemos evitar
todas las emociones anejas”, porque todas sirven para hacer más destacada e importante la
huella en nuestra memoria y repetimos, cuando más importante sea más veces y con más
intensidad nos volverá a acudir.
Resumiendo de las ideas que queremos rechazar, hemos de:
– “EVITAR:” “Repetirlas”, “reflexionar” sobre ellas (que “duren”),
“emocionarnos” positiva o negativamente por ellas, incluso “enfadarnos” por el hecho de
que lleguen.
–“PROCURAR”: “Olvidarlas, (OA)” y “entorpecer su grabación, consolidación y
recuperación en la memoria” mediante cualquier tipo de acción simultánea, que supondrá
un ruido.
El modo de hacer.
Empezamos con una evaluación exhaustiva, según dijimos al hablar de la Teoría
General de Sistemas.
Como casi todos los trastornos que hemos nombrado van acompañados de
“A
NSIEDAD
” con la que se produce una constante retroalimentación, tratamos de resolverla o
atenuarla desde el principio y estamos pendientes de su evolución durante toda la terapia.
Usamos siempre cuestionarios para determinar su nivel, como la “Escala de Hamilton”, la de
los “Life events” de Holmes y Rahe (1974) u otras.
En los casos, relativamente frecuentes, en los que hemos encontrado CRISIS

DE PANICO

, dado lo relativamente sencillo que suele ser la terapia para conseguir que al menos
no haya repeticiones, lo hacemos preferente e inicialmente. El éxito en ello, como cualquiera
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obtenido en los pacientes del TOC debe ser usado como refuerzo y apoyo a una terapia que
suele ser larga y cuya mejoría es muy paulatina.
Es también frecuente que el TOC aparezca junto algún trastorno de tipo

DEPRESIVO
”, por lo que también administramos siempre
algún cuestionario,
preferentemente el de “Beck”.
En los supuestos de que la ansiedad o la depresión fuera muy elevadas, remitiríamos el
paciente al
PSIQUIATRA
”, puesto que en tales casos no se encuentran en condiciones de
hacer frente a las importantes demandas que le vamos a hacer para que se enfrente con sus
obsesiones y/o sus compulsiones o las ideas en cualquiera de los otros trastornos
mencionados.
El cuanto al TOC y los otros trastornos citados, nuestra atención se centra en las
obsesiones y en las fases obsesivas.
Interesa que el sujeto rellene una serie de cuestionarios para determinar hasta que
punto su trastorno es importante. Usamos los cuestionarios o escalas de Padua (Inventario de
Obsesiones), la Heteroaplicada de Yale-Brown para el Trastorno Obsesivo Compulsivo,
aunque es un tanto dificultosa de administrar y corregir, el Inventario de Maudsley y una
escala del Síndrome Obsesivo. Con esta información establecemos una línea base y luego
cuando se consigue mejoría se puede volver a aplicar, porque resulta reforzador el darse
cuenta de esa mejoría.
En el TOC solemos empezar actuando en la forma habitual de las terapias cognitivo-
conductuales sobre las compulsiones, ya que por tratarse de conductas concretas es más fácil
conseguir éxitos iniciales, que aprovechamos para estimular al sujeto a que se siga
esforzando, dada la mayor dificultad de la actuación con las obsesiones.
Hemos de advertir que para resistirse a las compulsiones es inevitable el sufrimiento,
debido a la ansiedad que se genera al rechazar o disminuir sus demandas (de hecho solemos
decir que si no hay algo de sufrimiento no se va a lograr la mejoría). Podemos también
explicar que en caso de ir cediendo, las compulsiones irán siendo cada vez más insistentes,
por lo que ese sufrimiento del rechazo, tras un período relativamente corto será menor que el
que se tendría en caso de acceder a las compulsiones.
Centrados ya en las obsesiones o fases obsesivas, nuestro modo de actuar es diferente al
modelo médico, con el que seguramente llega nuestro paciente. Aquí no hablamos de
curación, de total desaparición del trastorno, se trata de construir nuevos engramas, capaces
de generar nuevos hábitos que sustituyan a los viejos. El objetivo será la mejoría en sí misma,
que por una parte indica que el camino es el adecuado, por ello la consideramos como
objetivo, no como fin, sino como refuerzo para continuar, y, por otra, permite vivir más
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cómodamente. Tampoco hablamos de pacientes, que sufren y esperan a ser curados, sino de
clientes, que colaboran activamente en su terapia.
El énfasis lo ponemos en esa integración del paciente, basada en el conocimiento de su
proceso: Cómo se originó y consolidó; cómo y qué, mantiene y hace crecer su trastorno;
armas de las que dispone para luchar contra él durante la terapia y tras ella; cuáles de sus
actuaciones son oportunas o contraproducentes para mejorar y en qué forman inciden sobre
sus hábitos y sobre los engramas de su cerebro para consolidar o atenuar el trastorno y
conseguir nuevas formas de respuesta.
Tanto a las “obsesiones” como a las ideas de las “fases obsesivas” de los otros
trastornos las llamamos “ideas inconvenientes (ii)”, porque originan angustia y aparecen con
demasiada presión, reiteración e inoportunidad, ocupan excesivo tiempo en nuestra
conciencia. Para ambos tipos usaremos los mismos métodos para combatirlas. Sin embargo
mientras que las obsesiones suelen ser absurdas (al principio de nuestra terapia las
llamábamos ideas locas) y por lo tanto prescindibles, las ideas que subyacen en los demás
casos en que se dan las fases obsesivas suelen ser reales, aunque en ocasiones sean
exageradas. El rechazar las obsesiones es más fácil dado lo absurdo de su contenido, para
rechazar las ideas inconvenientes (ii) en los otros trastornos hay que apoyarse en el hecho de
que son realmente inconvenientes y en ningún caso resolutivas del problema al que se
refieren, aunque no sean falsas, ni absurdas.
La primera acción con nuestros clientes es convencerlos de lo innecesario de esas
ideas (ii), en ambos casos, y que por lo tanto no se angustien por su llegada, que al principio
seguirá ocurriendo con frecuencia, dado lo muy cultivadas que han sido por ellos mismos, ni
tampoco por su significado, sea el que sea.
Recordando cómo se graban, consolidan, asocian y recuperan las ideas en la memoria,
deberán, como hemos reseñado en lo dicho a los pacientes:
1) Evitar la repetición, duración y emotividad de la idea inconveniente (ii).
2) Favorecer el olvido (Olvido Activo, evitando todo aquello que pudiera favorecer
el hiperaprendizaje al que nos hemos referido).
3) Facilitar el ruido, para dificultar la consolidación. (cualquier actividad
simultaneada con la (ii) actuará como ruido puesto que requerirá cierto grado de
atención, de forma que para la (ii) no se dispondrá del cien por cien).
Haciéndolo así para no reforzar su engrama, rechazándolas tranquilamente, sin emoción
(para lograrlo mejor se les enseña la “Detención de Pensamiento”). Debe quedar muy claro
que el reflexionar sobre una idea, aunque sea para rebatirla, la enraiza en la memoria (el: No
piense usted en un elefante azul, lleva a pensar en él).
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Hay que advertir para que, a más largo plazo, tampoco se asusten y sepan cómo
reaccionar cuando una idea que creían ya extinguida les aparece de nuevo (los viejos
engramas no se destruyen).
Conviene que sean conscientes que durante la mayor parte del tiempo estarán solos
frente al problema. Es conveniente por ello que aprendan a auto-reforzarse por todos sus
éxitos y todas las veces, deben considerar éxito cualquier esfuerzo, sea positivo o no su
resultado; no son fracasos las recaídas que son esperables (seguir actuando según los viejos
hábitos, no es un fracaso, pues los hábitos siempre son muy fuertes y automáticos), cuando
ocurran y es normal que ocurran, no hay que ser derrotistas y seguir actuando. Sólo se
considera fracaso el no proponerse a continuar esforzándose en el futuro.
Han de ser conscientes también que ellos son los verdaderos protagonistas de la
resolución de su problema y que “las terapias (todas) requieren tiempo, dedicación,
constancia y cierta dosis (en ocasiones alta) de sufrimiento”, al actuar contra los hábitos
establecidos. También que la inseguridad y la falta de confianza son típicas de los
obsesivos. Pese a ello deben evitar pedir confirmación (¿verdad que no es posible que yo…?)
a la familia o a los próximos. Esta ha de reforzar la actuación en pro de la terapia pero ni
tranquilizarlos ante sus dudas angustiosas, ni mucho menos facilitarles la realización de
ningún ritual de tipo compulsivo. Debe quedar claro que aunque la familia también sufre
consecuencias del problema, este es realmente su problema.
Secuencia resumida de cómo actuar ante una idea indeseable (ii)
– Llega la idea: Ni asustarse, ni enfadarse. Es normal que sigan llegando al principio,
están muy cultivadas y aprendidas. Es imposible evitarlo a corto plazo.
– Analizar la idea. Puede ser “nueva” o “conocida”.
a) Es Nueva: Reflexionar sobre ella, tomando notas (a comentar luego con el
psicólogo) para evitar entrar en “bucles de pensamiento”. Si se califica como intrascendente
o inconveniente, este debe de ser un “criterio inamovible” futuro. “Rechazarla ya siempre,
automáticamente y sin emoción”.
b) Es Conocida y calificada ya como “inconveniente”. “Rechazarla” sin
emocionarse, ni filosofar sobre ella, ya ha sido estudiada y calificada. Si no se lograr rechazar,
reflexionar con lápiz y papel, como en las nuevas.
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Estilos Obsesivos. Clases de Ideas
En muchos casos tanto en los “obsesivos” donde es frecuente que de una idea obsesiva
se pase a otra, en los “hipocondríacos”, en los que tras una enfermedad aparece otra
diferente, en algunos “adictos” que también pueden pasar de una a otra adicción, en los
“preocupados”, etc. encontraremos más que una idea o preocupación obsesiva un “estilo
obsesivo” de actuar propio de esa persona. Hay que explicar por lo tanto que podrá establecer
una especie de “clase de ideas” que en él aparecen con más frecuencia, entonces lo que debe
de tener claro es que “cualquier idea de esa clase debe de ser rechazada”.
Conclusión
En nuestra experiencia los pacientes suelen entender muy bien todo el proceso de los
engramas, memoria, olvido y ruido, especialmente el más sencillo. Les gusta conocerlo y
entienden cuándo hacen las cosas bien y cundo no, comprobando en la práctica que lo que han
aprendido es cierto, que son capaces de aplicarlo y obtener resultados.
Tras muchos años de aplicarla, primero en obsesiones y después en muchos otros
trastornos, consideramos que es una terapia muy eficaz y esperanzadora en el abordaje de las
obsesiones y de muchos otros trastornos de tipo muy diverso.
De todos modos aquí no hemos dado más que una visión general de la terapia, muchos
de los puntos requerirían un desarrollo mayor (de hecho hemos impartido cursos sobre esta
terapia de más de 20 horas de duración), pero nos saldríamos de nuestro objetivo que es
simplemente presentar esta terapia que usamos satisfactoriamente. De todos modos creemos
que con lo dicho y reflexionando sobre ella puede ser aplicable. Y facilitamos nuestro correo
por si alguien quiere realizar algún tipo de consulta.
Enero del 2008
Jaime Fúster Pérez
Psicólogo Clínico
jaime@cidai.com
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