La otra contaminación




La otra contaminación
Escrito por Dr. Ernesto Lammoglia
jueves, 25 de septiembre de 2008
Está muy bien que todos empecemos a cuidar el medio ambiente, pero también es necesario observar los estresantes emocionales que nos dañan.

Al hablar de contaminación, solemos pensar en la calidad del aire, el agua y la tierra. Sin embargo, el medio ambiente también está siendo contaminado con la violencia, el ruido, la insatisfacción, el egoísmo, la manipulación, el consumismo, el miedo y la intolerancia. Los efectos nocivos de estos elementos afectan nuestro nivel afectivo y emocional y, como consecuencia, nuestra salud.

El mundo moderno, con sus grandes avances tecnológicos, pretende olvidar que el ser humano, además de ser material, también es un ser emocional. Por más que la humanidad procure separarse de la naturaleza, sigue siendo parte de ella y los individuos no pueden funcionar como máquinas, no importa cuánto lo intenten.

Ahora, frente a los resultados desastrosos de la explotación indiscriminada de los recursos naturales y la peligrosa contaminación atmosférica, el tema cobra importancia y se hace un llamado de alerta para corregir el rumbo. Está muy bien que se cree una conciencia y todos empecemos a cuidar el medio ambiente cambiando muchas de nuestras actitudes. Pero también es necesario observar los estresantes emocionales que nos están dañando. Las notas rojas que llenan los noticieros, por ejemplo, generan angustia y desasosiego. Mas no se quedan ahí: la gente se contagia y el delito y la tragedia se vuelven el principal tema de conversación en las reuniones sociales, en los centros de trabajo y en las familias. Así, el temor va ocupando un lugar primordial en nuestra vida.

El miedo no es la única toxina emocional que nos afecta. La violencia también se contagia y llega a la familia en forma de insultos y todo tipo de agresiones. Está también el consumismo alentado por una publicidad manipuladora que nos hace sentir seres de segunda si no somos capaces de obtener tal o cual cosa. Hay madres que se sienten culpables por no poder dar a sus hijos todos esos productos que los anunciantes presentan como “indispensables” para el buen desarrollo de un niño. Para quien se deja manipular, la vida se convierte en una carrera desenfrenada buscando la manera de obtener todo eso que, a la larga, nunca será suficiente.


Al igual que la contaminación del aire, estos tóxicos emocionales dañan la salud del organismo y nos dañan a todos los que, finalmente, formamos parte del mismo sistema. De la misma manera en que uno puede dejar de fumar, cuidar el agua y ahorrar energía, se puede también dejar de formar parte de la contaminación emocional. No hay ninguna necesidad de hablar sólo de tragedias, ni de escuchar la misma noticia catastrófica una y otra vez. Tampoco es necesario hacer esfuerzos inhumanos para comprar todo lo que la publicidad nos quiere vender.

El ambiente emocional también requiere respeto y responsabilidad, reflexionar en cuáles son, finalmente, nuestras prioridades y valores. Nuestro hogar puede estar pulcro y libre de substancias tóxicas, pero contaminado con un ambiente de violencia, miedo, desconfianza y tristeza. El estrés emocional también asesina, aunque sus víctimas no sean noticia.

De la misma manera en que uno puede dejar de fumar, cuidar el agua y ahorrar energía, se puede también dejar de formar parte de la contaminación emocional.