Prevenir la fatiga mental



Prevenir la fatiga mental
Prevención de la fatiga
En el mundo laboral, los problemas de fatiga mental deben abordarse desde el estudio de todas las condiciones del trabajo, de las exigencias del mismo sobre la persona y de los recursos de ésta para dar respuesta a tales demandas en tales condiciones. La prevención de la fatiga debe empezar desde el diseño de las condiciones de trabajo y la definición de los puestos de trabajo (11).

Intervenciones dirigidas a prevenir la fatiga desde un enfoque organizacional

Las intervenciones dirigidas a prevenir la fatiga desde un enfoque organizacional se centran en la mejora de las condiciones de trabajo y en la reformulación del contenido del puesto de trabajo.

La mejora de las condiciones de trabajo debe apoyarse en el estudio de las condiciones ambientales (iluminación, ruido, calidad del aire, condiciones termohigrométricas); de los elementos que configuran el equipamiento del puesto (mobiliario, útiles y herramientas de trabajo, incluida la información y documentación que se maneja y el tipo de soporte de esta información); de las exigencias de tratamiento de las informaciones (movilización de recursos atencionales, de memorización, de cálculo numérico, de razonamiento lógico, de solución de problemas y toma de decisiones); y de la distribución del tiempo de trabajo (jornadas y horarios). De este estudio pueden surgir intervenciones como: la eliminación de ruidos, la adquisición del mobiliario adecuado y su correcta ubicación, la mejora de los útiles de trabajo como ayudas en el tratamiento de la información, la eliminación de jornadas de trabajo muy largas, la flexibilización de los horarios de trabajo, la posibilidad de poder realizar pausas, y disponer de un lugar adecuado para ello, etc. El fin último debería ser la adaptación de las condiciones de trabajo a las características de la personas que lo desarrollan.

La reformulación del contenido del puesto de trabajo puede dotarlo de tareas variadas y con significado para quien las realiza. Además puede dar la posibilidad de definir (mediante acuerdo con la/s persona/s interesadas) metas de trabajo parciales (objetivos específicos) que se puedan alcanzar a lo largo de la jornada de trabajo (procurando que los plazos no sean demasiado justos, evitando tener "agendas calientes o apretadas"). El logro de estas metas, favorece la sensación de que se terminan cosas y actúa, por un lado, como incentivo y, por otro, como marcador de pausas naturales (entre metas). También se debería procurar autonomía en la realización de las tareas y eliminar cualquier forma de presión psicológica en el trabajo.

Una de las recomendaciones más universales para prevenir la fatiga consiste en la organización del tiempo de trabajo de manera que permita la realización de pausas. La razón para ello es que la recuperación tras un trabajo de actividad mental se consigue principalmente por un descanso más que por un cambio de actividad (7, 9). En algunos puestos de trabajo, aparentemente, puede parecer que se realizan muchas pausas porque se tiene un concepto muy amplio de lo que son las pausas. Para el tema que aquí se trata, no se pueden entender como pausas los tiempos que se está en alerta, en espera, en actividades sociales de fortalecimiento de relaciones (con clientes internos o externos) etc.

Si se realizan pausas a lo largo de la jornada de trabajo, se puede prevenir el estado de fatiga. Pero para que las pausas sean realmente efectivas deben permitir desconectar de los temas del trabajo y que la persona pueda apartarse físicamente del puesto de trabajo, cambiando el foco de atención.

¿Cuándo hacer pausas? Las pausas deberían realizarse espontáneamente a lo largo de la jornada laboral, en el momento en que se percibe su necesidad ya que la autodistribución de las pausas potencia su poder reparador; sin embargo, cuando esto no es posible, por razones diversas (personales, técnicas u organizativas), se hace necesario un sistema de regulación de los descansos. En estos casos, hay que tener en consideración las diferencias personales, pues juegan un importante papel en cuanto al significado que se otorga a las pausas. Así, por ejemplo, es posible que para una persona que está abstraída en la realización de un trabajo y que considera que progresa en su realización, las pausas impuestas pueden suponerle un esfuerzo suplementario en el momento de continuar el trabajo y sean vividas como interrupciones molestas, mientras que para otra persona las pausas impuestas sean interrupciones oportunas porque le marcan la pauta de descansos (evitando llegar al agotamiento) y no le supone un esfuerzo extraordinario retomar el trabajo y el ritmo previos.

¿Cuántas pausas? ¿De qué duración? ¿Para qué? Siempre hay que tener presente que el número, la duración y la distribución de las pausas a lo largo de la jornada de trabajo están en función de la intensidad del mismo, es decir, de las condiciones y exigencias del trabajo y de la capacidad de resistencia de la persona. La capacidad reparadora de las pausas reside en la posibilidad que éstas ofrecen para cortar por unos minutos la actividad que se realiza y cambiar incluso de entorno, permitiendo desconectar realmente del trabajo.

Estrategias individuales para afrontar y para prevenir la fatiga
Ante la sensación de fatiga se suelen desarrollar algunas estrategias de afrontamiento individuales que permiten cierta continuidad de la actividad laboral, mientras el descanso no es posible (4); por ejemplo: se hace más lento el ritmo de trabajo, se realizan comprobaciones del trabajo con mayor detalle de lo normal, se utiliza mayor número de recordatorios externos para ayudar a la memoria (aligerando su carga) y se evitan las tareas más críticas (si pueden posponerse). Pero estas estrategias pueden fracasar cuando la presión de tiempo es importante y no se dispone de recursos materiales y humanos que funcionen como puntos de apoyo.

En definitiva, la contribución personal de más éxito para afrontar la fatiga consiste en su prevención mediante el fortalecimiento de la propia capacidad de resistencia a la misma. Cada persona tiene una capacidad de resistencia a la fatiga que se ve modulada por sus características personales (por ejemplo, la edad) y por otros factores como: los hábitos de alimentación, de descanso y de ejercicio (6). Actuando sobre estos factores, adquiriendo y manteniendo hábitos saludables: una alimentación saludable, la práctica regular de ejercicio físico moderado y un buen patrón de descanso se influye positivamente no sólo en la propia salud, sino también en la capacidad de resistencia a la fatiga, como se comenta a continuación.

Alimentación

El papel que juega la dieta en la aparición y mantenimiento de la sensación de fatiga es muy importante. Una dieta que no sea equilibrada y la irregularidad en la ingesta afectan a todo el organismo. Este se resiente y ante la carencia de algún elemento nutritivo puede reaccionar más lentamente de lo normal (a causa de la reducción de energía disponible), perdiendo fuerzas, y con sensaciones de desfallecimiento y de cansancio. Cuando la pauta de ingesta es irregular en el horario y las cantidades de comida no guardan el equilibrio debido en función del momento de la jornada y de la actividad, pueden presentarse diversos problemas: mala masticación y peor digestión (por ejemplo, cuando se come compulsivamente después de muchas horas de no comer) e incluso dificultar un adecuado descanso (por ejemplo, cuando la última comida de la jornada es muy abundante y se toma justo antes de ir a dormir).

Patrón de descanso

Todas las personas adultas tienen unas necesidades de descanso y necesitan dormir un número de horas seguidas que, por término medio, se admite que son unas ocho horas. No obstante, hay adultos que necesitan más horas de sueño que otros para sentirse realmente descansados; además, estas horas deben dormirse, preferentemente, en el período nocturno de cada día.

Cuando se trabaja en un sistema de turnos que incluye noches o que por su distribución horaria se solapa con tramos nocturnos o matutinos del descanso se producen alteraciones del patrón de descanso, que se vuelve muy irregular y pierde eficacia reparadora. Por otra parte, la falta moderada de sueño tiene repercusiones en la capacidad de coordinación y así se ha puesto de manifiesto en el caso de las personas que conducen vehículos. Del estudio (5) de la relación entre los efectos del cansancio (por la falta de sueño) y determinadas concentraciones de alcohol en sangre entre conductores de vehículos se ha encontrado que el deterioro de la capacidad de coordinación que se produce por una moderada falta de sueño es equivalente a la producida cuando se tiene una concentración de alcohol en sangre del 0,05%.

En general, cada persona tiene unas necesidades de descanso que suele cubrir con cierta regularidad a lo largo de cada día y esto es lo que constituye su patrón de descanso. La cantidad y calidad características del patrón de descanso afectan a la capacidad de resistencia del organismo ante la fatiga. En concreto, la mala higiene del sueño interfiere en la actividad de la persona provocando no sólo somnolencia sino también síntomas de fatiga mental (problemas de concentración, irritabilidad, etc.). Normalmente, en algún momento de la vida se presentan circunstancias que rompen temporalmente el patrón de descanso. Por ejemplo: las modificaciones de la vivienda por obras o traslados, los cambios en el núcleo familiar por incorporaciones o ausencias, etc. Las alteraciones temporales del patrón de descanso son una forma de respuesta normal ante circunstancias como las ya mencionadas y remiten espontáneamente conforme se reestructura la nueva situación y se resuelven los problemas. Sin embargo, cuando estas alteraciones se hacen repetitivas conviene estudiar su origen para recuperar la normalidad y ayudarse, si es preciso, con algunas medidas tales como: reducir la ingesta de bebidas excitantes, no tomar bebidas alcohólicas (pues interfieren en el sueño profundo), seguir un horario regular, realizar ejercicio de forma moderada y en caso necesario, pedir ayuda a un profesional.

Ejercicio físico

El ejercicio físico de intensidad moderada y practicado con regularidad suele estar indicado para todas las personas cuyas exigencias laborales son mayoritariamente de tipo sedentario. La falta de ejercicio favorece la flaccidez muscular y la aparición de la sensación de cansancio cuando se realiza algún esfuerzo físico moderado; además, puede afectar no sólo a la capacidad de resistencia física sino también a la emocional pues, como ya se ha dicho, la fatiga repercute de manera global sobre todo el organismo. Por ello, la práctica regular de un ejercicio físico moderado contribuye por un lado, a mejorar el propio tono muscular y por otro lado, ayuda a afrontar las tensiones emocionales de cada día y a optimizar el potencial reparador que tiene el descanso. Sin embargo, puede darse el caso de que la misma sensación de fatiga mental se acompañe de una desgana hacia cualquier práctica de ejercicio físico y es precisamente éste, un contribuyente a la recuperación de la persona.

la importancia del descanso


Por qué los médicos deberían prescribir un día de reposo

“Doctor, me encuentro estresado, nervioso, y me resfrío frecuentemente”, dijo Juan a su médico de familia cuando hubo entrado apresuradamente en el consultorio.

Después de realizar varias preguntas y de practicar algunos exámenes médicos, el doctor finalmente se dispuso a extender la receta. Juan esperaba ansiosamente ese momento. Guardó la receta en su bolsillo, y se dirigió rápidamente a la farmacia, pensando que el médico le había prescrito un tonificante nervioso o un nuevo estimulante inmunitario.

—Lo siento, este remedio que le han prescrito no se encuentra a la venta –dijo el farmacéutico a Juan—. Debe conseguirlo usted mismo. Mire lo que dice su receta:

Vitamina R: Un día de reposo por semana.

Juan se tomó en serio la prescripción de su médico. Hizo reajustes en su programa de trabajo, se informó acerca de la posología, es decir, de la forma de “tomar” tan original vitamina, y empezó el tratamiento. Después de haber ingerido varias “dosis”, es decir, después de haber tomado varias veces ese día de descanso semanal prescrito por el médico, notó los primeros efectos beneficiosos. La salud de Juan empezó a mejorar, al igual que su actitud mental y su vida espiritual. Curiosamente, aunque trabajaba un día menos por semana, rendía más y prosperaba económicamente. La receta de su médico funcionaba.
La importancia de los biorritmos

La experiencia de Juan es la de muchos que han descubierto las ventajas de respetar el día de descanso semanal. Al igual que descansar adecuadamente cada día durante ocho horas, un día de reposo semanal resulta beneficioso para la salud.

¿Existe una razón fisiológica por la que necesitamos reposar un día de cada siete? ¿Tenía algún fundamento científico el médico de Juan para recetarle un día de reposo por semana? ¿O se trata simplemente de una costumbre cultural sin relación con las necesidades biológicas, psicológicas y espirituales del ser humano?

Una de las características más notables de los seres vivos es que están sujetos a ritmos, es decir, a oscilaciones periódicas de sus funciones vitales. La vida es ritmo. Los ritmos biológicos que dependen del movimiento de la tierra alrededor del sol resultan más evidentes. Cada día se producen oscilaciones rítmicas, por ejemplo:

En la temperatura corporal, que alcanza su máximo a la tarde; en la frecuencia cardiaca, que aumenta durante el día y llega al mínimo a partir de la cuarta hora de sueño nocturno; en el funcionamiento de diversos órganos como los riñones o el hígado, que reducen su actividad por la noche, o en la secreción de hormonas como los corticoides, que alcanzan su máximo a las diez de la mañana.

Sin embargo, existen otros ritmos que no dependen de ningún fenómeno astronómico. Son ritmos llamados endógenos, porque parecen depender de un reloj interno inherente al propio organismo, que funciona independiente de la intensidad de la radiación solar exterior. El más notable de esos ritmos endógenos es el llamado ritmo circaseptano, porque se repite cada siete días. ¿Por qué cada siete días? No existe una respuesta científica satisfactoria, debido a que no se conoce ningún fenómeno físico en la naturaleza ni en el cosmos que se repita cada siete días.

Se ha comprobado que la frecuencia de los accidentes cerebrovasculares,1 de las hemorragias cerebrales subaracnoideas,2 y de las crisis coronarias,3 sigue ciclos de siete días, debido posiblemente a que también la presión arterial oscila con un ritmo semanal. El ritmo de mitosis (divisiones celulares) en nuestro organismo, también sigue un ciclo semanal, lo que resulta importante para optimizar la administración de medicamentos contra el cáncer, como la quimioterapia.4

Curiosamente, también se han observado estos ritmos endógenos de siete días, independientes de los factores ambientales, en otros seres vivos como los ratones, en algunos insectos, e incluso en algas verdes marinas del género Acetabularia.5 Hay investigadores que se preguntan por qué las algas microscópicas que forman parte del fitoplancton saben medir las semanas.6 Los ritmos biológicos, y en particular los de ciclo semanal (circaseptanos) no relacionados con fenómenos astronómicos, suscitan un interés creciente entre los científicos.7
Ritmos de actividad y reposo

Al igual que existen ritmos diarios (circadianos) y semanales (circaseptanos) para determinadas funciones biológicas de los seres vivos, también existen ritmos similares para los períodos de actividad y descanso. Llevamos incorporados relojes biológicos que determinan cuando necesitamos reposar.

El reposo a intervalos repetidos de forma regular, es decir, rítmico, resulta imprescindible para la salud, entendida ésta como el completo bienestar físico, mental, social y espiritual. El reposo regular resulta necesario:

1. Para la vida física: Durante las horas de reposo, las células de nuestros órganos eliminan las sustancias de desecho acumuladas en las horas de actividad, aumentan las defensas, se reparan las heridas y otros daños producidos en el organismo y se acumula energía química para el siguiente período de trabajo.

2. Para la actividad mental: El pensamiento, la memoria, el juicio y otras funciones de la mente mejoran después del reposo regular.

3. Para la vida espiritual: Los ciclos de reposo, ya sean diarios o semanales, favorecen el desarrollo de las funciones superiores del ser humano, como la sensibilidad espiritual y la creatividad.

fuente: Jorge Pamplona
Tomado de El Centinela®

somos lo que comemos



TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD
La definición de este conjunto de patologías, como vemos, es muy compleja pero un punto de partida puede ser la descripción de personalidad como un conjunto de cualidades del individuo que le permiten una organización interior de los sistemas psicofísicos que lo constituyen y que será determinante para su adaptación y comportamiento con el medio. Desde ese punto de vista, dentro de los trastornos de la personalidad se pueden hacer tres apartados en función de la similitud de sus características:
1) Trastornos de la personalidad afectivo, paranoide, esquizoide y esquizotípico. Se caracterizan por un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto. Este patrón se puede manifestar en diferentes áreas: cognición, afectividad, actividad interpersonal y control de los impulsos.
2) Trastornos de la personalidad antisocial, límite, histriónico y narcisista. Presentan un patrón inflexible y se extienden a una amplia gama de situaciones personales y sociales.
3) Trastornos de la personalidad por evitación, por dependencia, obsesivos compulsivos y no especificados. Provocan un malestar clínicamente significativo con claro deterioro social y laboral.

RECOMENDACIONES GENERALES
La Psicoterapia es fundamental en todos los tratamientos relacionados con los desórdenes mentales pero ante todo conviene:
-Eliminar excitantes como el café, el té y toda bebida estimulante dado que estresan las cápsulas suprarrenales incidiendo directamente sobre el sistema nervioso (dosis superiores a siete tazas de café pueden incluso producir ataques de pánico).
-Evitar el tabaco ya que aumenta la secreción de adrenalina alterando -como en el caso anterior- la función de las cápsulas suprarrenales.
-Realizar actividades al aire libre con regularidad a fin de provocar sensaciones agradables.
-Apuntarse a terapias como la Meditación, la Visualización, la Relajación, el Yoga, el Tai-Chi, etc.
-Controlar las horas de sueño procurando un descanso lo más saludable posible.
-Evitar todas las sustancias que produzcan excitación nerviosa.
-Limitar la ingesta de azúcares (bollería, pastelería y demás carbohidratos refinados) pues irritan el sistema nervioso.
-Eliminar en la medida de lo posible todos los elementos que se hayan reconocido como estresantes ya que pueden ser causa de un brote.

ALIMENTOS ADECUADOS
Aguacate. Por su contenido en vitamina B6 y ácidos grasos esenciales.
Almendras. Porque mejora la actividad muscular y nerviosa. Contiene calcio, magnesio y potasio favoreciendo el equilibrio del sistema nervioso.
Anacardo. Es rico en magnesio y vitaminas B1 y B2 cuya carencia produce nerviosismo e irritabilidad.
Avena. Proporciona hidratos de carbono, AGE y vitaminas del grupo B. Contiene además una sustancia llamada avenina de suave acción sedante.
Cereales integrales. Contienen vitaminas del grupo B y fibra. Además favorecen la síntesis de triptófano, precursor de la serotonina, conocido neurotransmisor de acción sedante.
Frutos secos. Ricos en AGE, lecitina y fósforo favorecen el buen estado del cerebro.
Garbanzos. Aportan proteínas, hidratos de carbono y vitaminas del grupo B de forma bastante equilibrada.
Germen de trigo. De gran valor nutritivo -contiene proteínas, grasas insaturadas, vitaminas y minerales- equilibra y tonifica el sistema nervioso.
Jalea real. Nutre y tonifica el sistema nervioso.
Lechuga. Posee acción sedante.
Lecitina de soja. Fosfolípido que forma parte de la membrana de las neuronas facilitando la transmisión de impulsos nerviosos.
Legumbres. Contienen proteínas, hidratos de carbono complejos y vitaminas del grupo B.
Levadura de cerveza. Rica en vitaminas del grupo B y otras vitaminas y minerales.
Nuez de brasil. Rica en vitamina B1, necesaria para la estabilidad del sistema nervioso
Nueces. Ricas en AGE, lecitina, fósforo y vitamina B6 que tonifican el sistema nervioso.
Piñones. Contienen vitamina B1, hierro y proteínas.
Plátano. Ricos en vitamina B6, hidratos de carbono, potasio y magnesio.
Polen. Es un concentrado de nutrientes con efectos tonificantes y revitalizantes. Debe ser consumido en forma micronizada pues de lo contrario no se asimila.
Como vemos, las vitaminas del grupo B -entre otras sustancias- son imprescindibles.

COMPLEMENTACIÓN
Tirosina y fenilalanina. Estos aminoácidos actúan como precursores en el metabolismo de neurotransmisores como la dopamina -que en cierto modo regula el "centro de placer"- y la norepinefrina -imprescindible para una adecuada atención-. Conviene recordar en cualquier caso que no es aconsejable su ingesta su se están tomando inhibidores MAO, antidepresivos tricíclicos o inhibidores de la recaptación de la serotonina -como el Prozac- ni en caso de hipertensión, distrofia muscular, cáncer, taquicardias, glaucoma o alteraciones tiroideas.
La fenilalanina, sin embargo, puede convertirse en feniletilamina, sustancia que eleva el estado de ánimo.
Ácido fólico, niacina, vitamina C y cobre. Imprescindibles para estimular los procesos metabólicos derivados a partir de la tirosina.
GABA. Se trata de un neurotransmisor que induce a la relajación, la analgesia y el sueño. Impide el exceso de adrenalina y otros productos tóxicos. Es un reconocido anticonvulsionante y antiespasmódico. Junto a la glutamina mejora el rendimiento mental disminuido.
Ácido glutámico. Es necesario tomarlo como L-Glutamina porque es la única forma en que esta sustancia puede atravesar la barrera hematoencefálica. Posteriormente, ya en el cerebro, se transforma en ácido glutámico. Actúa equilibrando la excitación y el letargo. Disminuye considerablemente la fatiga mental.
Ácido aspártico. Se utiliza en los trastornos emocionales y de conducta. Es necesario para la buena función cerebral.
Serotonina. Es el estabilizador natural del estado de ánimo. La serotonina es un neurotransmisor esencial que se encuentra implicado en multitud de funciones relacionadas con la salud mental. Niveles bajos de serotonina están directamente relacionados con la violencia, los comportamientos agresivos y las conductas suicidas. Es sintetizada a partir del aminoácido L-Triptófano. La deficiencia de serotonina es frecuente ya que la presencia de triptófano en los alimentos no es excesiva.
Triptófano. Además de ser necesario para sintetizar serotonina es también indispensable como precursor directo de la vitamina B3 (niacina). Una deficiencia de triptófano combinada con una ingesta inadecuada e insuficiente de vitamina B3 puede contribuir a la aparición de problemas diversos relacionados con el sistema nervioso.
Ácidos grasos esenciales Omega-3. El consumo de estas grasas puede ayudar a mejorar los síntomas de algunas enfermedades psiquiátricas -como la esquizofrenia- actuando como estabilizadores eficaces del estado de ánimo.
Vitamina B1 (tiamina). Es necesaria para convertir la glucosa en "combustible". Sin ella el cerebro disminuye su actividad por falta de energía.
Vitamina B3 (niacina). Su deficiencia se relaciona con agitación, ansiedad, enlentecimiento físico y mental y hasta psicosis y demencia en los casos más extremos. Autores como Hoffer y Osmond la han utilizado con éxito en el tratamiento de la esquizofrenia.
Vitamina B6 (piridoxina). Es esencial en la síntesis de los neurotransmisores. La epilepsia, los trastornos de la atención, la esquizofrenia y el autismo están entre los trastornos neurológicos y mentales cuyo tratamiento depende -al menos en parte- de la piridoxina como demostró Atkins en1999.
Vitamina B12 (cianocobalamina). La carencia de esta vitamina se asocia con alteraciones en el estado de ánimo, paranoia, confusión, irritabilidad, demencia, alucinaciones y manías.
Ácido fólico. Es fundamental para sintetizar muchos neurotransmisores. Síntomas asociados a su déficit incluyen sensaciones de fatiga e incluso demencia.
Vitamina C. Es una vitamina fundamental en la salud mental ya que puede reducir de forma significativa los síntomas maniacos y depresivos.
Sodio, potasio y magnesio. Se trata de minerales indispensables porque actúan como mediadores en rutas metabólicas relacionadas con los neurotransmisores. Zinc. Su deficiencia puede provocar irritabilidad, enlentecimiento mental y trastornos emocionales ya que es un cofactor fundamental en muchos procesos metabólicos relacionados con la función cerebral.
Fosfatidilserina. Es un fosfolípido presente en la membrana celular y que predomina en el cerebro. Atraviesa la barrera hematoencefálica rápidamente por lo que actúa inmediatamente después de tomarlo. Participa en la producción y liberación de neurotransmisores.
Inositol. Mejora la expresión verbal y la capacidad de orientación del paciente.
Acetil-L-Cartinina. Mejora la actividad cognitiva y facilita mejores periodos de sueño.
NADH. Tiene la capacidad de mejorar la función cognitiva, la conducta y el estado de ánimo. Y, sobre todo, es capaz de estimular la biosíntesis de dopamina, adrenalina y noradrenalina.
S-Adenosil-L-Metionina (SAM). Esta sustancia se produce a partir de moléculas de ATP y L-metionina. Es esencial en la formación de neurotransmisores.


(Recuerde que tanto el tratamiento a seguir como las dosis son trabajo de un especialista de la salud por lo que este artículo sólo tiene carácter orientativo e ilustrativo).

fuente:discoveri salud

inositol


Inositol
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Alguna vez fue considerado como una vitamina, el inositol puede ser formado en los tejidos corporales, a partir de los azúcares de la dieta, una vez que se convierten en glucosa-6-fosfato. El inositol también está presente en la dieta, proveniente del pescado, la carne, el pollo y los productos lácteos. Los granos de los cereales y las nueces son una fuente de inositol completamente fosforilado, el cual llamamos fitato. El inositol simple también es conocido como mioinositol, y el fitato es hexafosfato de mioinositol. El mioinositol es un anillo de 6 carbonos, sin dobles ligaduras, y existe un hidrógeno y un hidroxilo (OH), unidos a cada uno de los seis carbonos.

Existen varias formas de suplementos nutricionales del inositol: el mioinositol (por lo general, en las fórmulas del complejo de la vitamina B), hexafosfato de mioinositol (menos deseable, ya que es un quelador del hierro +2, calcio, zinc y cobre), fosfatidilinositol (el cual puede encontrarse en las fórmulas de colina o fosfatidilcolina) y el hexanicotinato de inositol (un suplemento con una generalmente elevada dosis de niacina). Algo del hexafosfato de mioinositol es desfosforilado en el intestino delgado de la zona ciliada de la mucosa por la fitasa, y es adicionado al mioinositol de la dieta para su absorción. Cuando eso sucede, sin embargo, los iones cercanos de elementos (minerales), pueden formarse como fosfatos insolubles. Las sales metálicas de los fosfatos insolubles como el fosfato de zinc, no son bioaccesibles y se pierden en las heces.

Un importante uso terapéutico de esta química es el alivio de comportamientos obsesivo-compulsivos, o el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), (Fux, Levine et al Am.J. Psychiatry 153 no.9 [1996] p 1219-21). Los estudios iniciales por Fux et al., utilizaron enormes dosis de inositol, pero estudios posteriores indicaron que cantidades menores, tales como 2000 mg/d (adultos), son efectivas para aliviar el TOC en algunos individuos. Debido a que una fracción significativa de la población autista presenta comportamientos obsesivo-compulsivos, algunos padres y médicos han intentado el inositol de algunas tiendas de suplementos nutricionales. La evidencia y los testimonios son que puede resultar benéfico, y no he recibido ninguna noticia de reacciones adversas con su uso. La guía de referencia farmacéutica para los Suplementos Nutricionales (Thomson, 2000 p.223) declara: "No se observan efectos adversos significativos… con el uso de una dosis diaria de 8.8 gramos de hexafosfato de inositol tomado durante varios meses".

La Dra. Miriam Jang, quien practica en California, ha utilizado ampliamente el inositol tanto para el TOC como para las conductas agresivas en los niños y adultos, dentro del espectro del autismo. Ella encuentra que dosis más bajas a menudo son efectivas para los comportamientos obsesivo-compulsivos, pero que dosis más elevadas, hasta de 10 gramos/día, pueden ser necesarias para aliviar conductas agresivas, destructivas, especialmente en adultos. La Dra. Jang también reporta que el inositol, administrado en polvo, es de sabor dulce y ella no está al tanto de ningún efecto adverso. Reporta, de hecho, éxito con inositol para un adulto de 25 años de edad, quien iba a ser hospitalizado debido al peligro de agredir físicamente a otros en su familia. Diez gramos de inositol por día aliviaron ese problema, y el individuo se tornó más calmado, y un miembro más seguro en la familia.

El inositol es un nutriente que merece más estudio por los científicos y los clínicos que tratan con el autismo. Los éxitos clínicos de la Dra. Jang indican que existe algo más en el inositol, que sus propiedades similares a las vitaminas. Sus beneficios están probablemente asociados con las interacciones que el inositol fosforilado tiene con la transmisión celular de mensajes y la subsecuente fosforilación de las proteínas. No se conoce que el fosfato de inositol fosforile el ADP para formar ATP (como puede hacerlo el fosfato de creatina), y no fosforila el GDP para formar GTP (como puede hacerlo el ATP). En vez de ello, el inositol fosforilado se involucra después, como un ?segundo mensajero?, operando internamente en la interfase de la membrana celular y el citosol.

El inositol como fosfatidilinositol-4,5-difosfato es hidrolizado para formar diacilglicerol y trifosfato de inositol (TPI) por la enzima fosfolipasa C, siguiendo una señal del receptor más el sistema de la proteína G. El diacilglicerol permanece en la membrana celular y proporciona una señal química para otra enzima, la proteína C kinasa. El trifosfato de inositol abandona la membrana, y se dirige hacia el citosol en donde puede liberar el calcio para iniciar una serie de respuestas químicas. Las investigaciones recientes muestran que puede proporcionar fosfato para la fosforilación de proteínas.

El inositol no requerido es catabolizado hacia el ácido D-glucurónico, el cual entonces puede ser combinado con la uridina fosforilada, para formar el UDP glucuronato. Este puede ser utilizado como un agente conjugante para la desintoxicación de muchas sustancias hidrofóbicas y xenobióticas. El D-glucuronato también es procesado en D-xilulosa fosforilada, la cual puede ser utilizada en la secuencia metabólica, conocida como la ?vía de la hexosa monofosfato?. Esta secuencia genera el NADPH, el cual es necesario para la regeneración del glutatión reducido, GSH, a partir de GSSG

jorge bucai


Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo. De repente un derrumbe los dejó aislados del afuera sellando la salida. En silencio cada uno miró a los demás. Con su experiencia se dieron cuenta de que el problema sería el oxígeno. Si hacían todo bien les quedaba unas tres horas de aire, cuanto mucho tres horas y media. Mucha gente de afuera sabían que estaban allí atrapados, pero un derrumbe como ese significaba horadar otra vez la mina, podrían hacerlo antes de que se termine el aire? Los mineros decidieron que debían ahorrar todo el oxígeno que pudieran. Acordaron hacer el menor esfuerzo físico, apagaron las lámparas que llevaban y se tendieron en silencio en el piso....era difícil calcular el tiempo que pasaba... incidental- mente uno tenía reloj. Hacía él iban todas las preguntas ¿cuánto tiempo pasó? ¿Cuánto falta? ¿Y ahora? El tiempo se estiraba, cada minuto parecía una hora y la desesperación agravaba más la tensión. El jefe se dio cuenta que si seguían así, la ansiedad los haría respirar más rápidamente y esto los podía matar. ordenó a el que tenía el reloj que sólo él controlara el paso del tiempo y avisara cada media hora. Cumpliendo la orden, a la primera media hora dijo "ha pasado media hora" Hubo un murmullo entre ellos y una angustia que se sentía en el aire.. El hombre del reloj se dio cuenta de que a medida que pasaba el tiempo, iba a ser cada vez más terrible comunicarles que el minuto final se acercaba. Sin consultar a nadie decidió que ellos no merecían morir sufriendo. Así que la próxima vez que les informó la media hora habían pasado 45 minutos. No había manera de notar la diferencia. Apoyado en el éxito del engaño de la tercera información la dio casi una hora después... así siguió el del reloj, cada hora completa les informaba que había pasado media hora. ...La cuadrilla apuraba la tarea de rescate, sabían en qué cámara estaban atrapados y que sería difícil poder llegar antes de cuatro horas. Llegaron a las cuatro horas y media. Lo más probable era encontrar a los seis mineros muertos. Encontraron vivos a cinco de ellos.
Solamente uno había muerto de asfixia... el que tenía el reloj. Esta es la fuerza que tienen las creencias en nuestras vidas. Esto es lo que nuestros condicionamientos pueden llegar a hacer de nosotros.

un poquito de humor de rescate para un mal dia


Hola, buenas.
-Buenos días tenga usted. ¿Qué desea?
-Quería saber si esta es la isla de los TOCados.
-Sí lo es.
-Quería quedarme a vivir aquí.
-Ah. Muy bien. Qué obsesión tiene usted.
-La obsesión de que no quiero a mi novio.
-Ah. Vale. Muy bien.
-¿No me va a preguntar si acaso es que no lo quiero de verdad?
-Señora. Esto es la isla de los TOCados. Aquí no hacemos esas preguntas. El único problema que veo es que su novio no puede venir a vivir aquí con usted.
-Me lo imaginaba.
-Salvo que esté TOCado, claro está. ¿Lo está?
-No me parece.
-¿Tiene usted también obsesiones acerca de si es lesbiana?
-No.
-Vaya por Dios. Era por darle cobijo en la choza de Samux, que tiene obsesiones de homosexualidad.
-Pues no, no las tengo. Lo siento.
-Sé de casos -pero no tenemos ninguno aún en la isla- de gente que tiene la misma obsesión que usted. Es que aquí leemos -como invitados nada más- lo que se escribe en el foro de ATOC. ¿Le suena?
-Sí, me suena de algo. Sí.
-Pues deje a su novio una temporada y venga usted otra vez aquí con un par de esas personas y les habilitaremos una choza especializada en TOC de duda sobre si se quiere al novio o a la novia. ¿De acuerdo?
-De acuerdo. ¿De cuánto plazo dispongo?
-De toda su vida, señora mía. Por cierto... ¿Cómo se llama usted?
-Toc?
-Vale, Toc? Así con interrogación?
-Sí, es que no estoy muy segura de tener TOC.
-Mire, señora mía: lo suyo tiene toda la pinta de ser un TOC. Que no haya en la isla nadie como usted no importa. Ya le digo que en el foro de ATOC hay varios. Convénzalos usted de que vengan consigo porque habilitamos chozas para un mínimo de dos personas.

fuente:xuan

hoy me encuentro que he tocado fondo, y a pesar de lo que dicen de que cuando has tocado fondo, no puedes mas que salir a la superficie, mi experiencia indica, lo contrario, es como si estuvieses, en el oceano luchando, por alcanzar la superficie y cuando crees, que estas cerca te vuelves, a hundir hasta el fondo para volver a salir y asi una y otra vez.

premio



http://toc-ados.iespana.es
albun de fotos de xuan asturiano donde tod@s l@s tocados podemos participar con
nuestro arte

http://toc-ados.blogspot.com
famosa isla anteriormente utilizada por los de las serie perdidos con todos lo que un tocado pueda necesitar y por lo que se sabe con propiedades curativas encontrada por xuan

http://www.tocenalerta.blogspot.com
web que de una compañera tocada que espero actualize muy pronto por que cer que al igual que yo muchos nos sentimos identificados con las cosas que cuentas

http://diariodeuntoc.blogspot.com
web de adrian

http://blogs.clarin.com/tengotoc/2008/6/24/red-gente-con-toc
interesante blog sobre el toc

http://community.livejournal.com/gatolandia
gatolandia web de referencia para todos los padres de gatitos

Bueno, y ahora mis 6 valores importantes:

1.-la familia a pesar de que en esta sociedad en la que vivimos pesa mas el dinero.

2.- la verdad

3.- la empatia

4.- la tranquilidad de una vida sin obsesiones

5.- la honestidad

6.- la amistad de verdad
Las 6 cosas que no son valores y que detesto:

1.- La envidia

2.- La codicia

3.- La mentira

4.- La violencia, el odio

5.- La frialdad

6.- La indiferencia sobre todo ante las cosas importantes.

totalmente de acuerdo en esta ultima parte

muchas gracias por este premio a susipop http://susipop.blogspot.com

DEL SUFRIMIENTO A LA PAZ




LAS OBSESIONES

Las obsesiones.

Un sujeto está en su habitación. Entra un enemigo en ese recinto y cierra la puerta. El sujeto no puede expulsar al intruso, ni tampoco puede salir. Eso es la obsesión.

Yo he quedado asustado en más de una ocasión al comprobar cómo el fenómeno de la obsesión es un mar sin fondo y sin orillas de sufrimiento. Decenas de veces me he sentido absolutamente impotente, con el natural abatimiento que causa toda impotencia, para liberar a muchas personas de sus obsesivos círculos cerrados. El fenómeno está emparentado con la ansiedad y la angustia, pero en sí mismo es otra cosa. Entre ambas -obsesión y ansiedad-angustia- hay una relación de causa a efecto, a modo de un círculo vicioso, como veremos; pero encierran, repito, contenidos específicamente distintos.

El yo se siente ajeno a la representatividad obsesiva, como si un cuerpo extraño se hubiera incrustado en la personalidad. Se trata, en definitiva, de representaciones que se le imponen al sujeto y se le hacen presentes en el primer plano de la conciencia contra su voluntad; y le resulta difícil, casi imposible, alejarlas. Lo específico de la obsesión es, pues, que el sujeto que la padece se siente dominado; se da cuenta de que el contenido obsesivo carece de sentido y que se ha instalado ahí sin motivo alguno. Pero, a pesar de todo, se siente impotente para ahuyentarlo. Esto es lo más característico del fenómeno obsesivo. La mayor desdicha que puede experimentar un hombre es el no poder ser señor de sí mismo, el sentir se interiormente vigilado y paralizado por la presencia de un gendarme; es como si le hubieran encadenado de pies y manos, como si su libertad hubiera sido gravemente herida en un ala y se sintiera totalmente impotente para volar, para ser verdaderamente dueño y señor de sí mismo, de su propio mundo.

Una vez más tenemos que precisar que no estamos hablando aquí de enfermos obsesivos, que necesitan una atención clínica, sino de aquellos que se ingenian para disimular su situación, y consiguen conducirse en la sociedad como personas normales, lo que, ya de por sí, es un indicador de que no se trata de enfermos clínicos; pero, al mismo tiempo, sufren intensamente, si bien a intervalos y en una variada escala de altibajos. De hecho, la obsesión acaba convirtiéndose en uno de los más abundosos surtidores de sufrimiento humano.

Ejemplos: Las representaciones obsesivas se dan en la más variada gama de matices, tonalidades e intensidad. El pueblo se expresa con una frase plenamente certera y feliz cuando dice: se le pone, se le puso.

Una mujer vivió durante muchos años cuidando de su padre, enfermo, y lo hizo con esmero y cariño. Meses después de fallecido el progenitor, se le puso en la cabeza a la hija que no había cuidado con suficiente solicitud a su padre mientras vivió. Se daba cuenta de que este pensamiento no tenía base alguna, pero no podía evitar que la dominara; y la dominó hasta el punto de que, cuando yo la conocí, vivía en una angustia mortal, al borde de la depresión.

Hay personas a las que, en lo mejor de una fiesta o en el día más feliz, se les pone la idea de que aquello va a acabar; y esta idea las domina de tal manera que las incapacita totalmente para disfrutar. He conocido personas a quienes le sucede lo siguiente: al acostarse, por la noche, se les pone la obsesión de que, si se duermen, la muerte les va a sorprender en pleno sueño y van a morir sin darse cuenta. Y esta idea fija les provoca una ansiedad tal que les impide dormir. En los preparativos del viaje abren siete veces las maletas para comprobar si han metido algún objeto importante, u otras tantas veces vuelven a casa o se levantan de la cama para averiguar si la puerta estaba bien cerrada, o necesitan lavarse las manos o los dientes una y otra vez.

El pensamiento obsesivo se manifiesta frecuentemente en forma de interrogación, la cual incluye el miedo, que, a su vez, es un auténtico detonante: ¿Y si no duermo esta noche? Esta duda se toma obsesión, y la obsesión en angustia, y la angustia les impide dormir. ¿Y si me pongo colorado ante esta persona? La idea fija y el miedo desencadenan un proceso, y le salen todos los colores. Lo que tanto temía y se esforzaba por reprimir, se le impone. ¿Quién sabe si la presencia de fulano en la sala, durante mi charla, no me pondrá nervioso? Y, efectivamente, la fijación de esa persona le bloquea completamente la inspiración. El barullo de la calle, el tictac del reloj, el ruido del agua, ¿no me perturbarán el sueño? Y se lo perturban. ¿No me impedirá estudiar el ruido del televisor? Y, por supuesto, se lo impide; pero no es el ruido, sino la idea obsesiva del ruido. . ¿No me impedirán dormir los ronquidos de mi compañero de habitación? Y claro que sé lo impiden; pero no son los ronquidos, sino la idea fija de los ronquidos. Sabes que aquella persona piensa y dice que tú eres antipático. Te encuentras con ella, tratas de mostrarte simpático, pero te comportas con mayor torpeza que nunca. La idea obsesiva desencadena el proceso contrario: lo que intentabas evitar se te impone y domina. Y si no doy bien la lección, si esta operación no me resulta, si se me olvida toda la materia de examen? Y claro que se le olvida, y opera desmañadamente, y da la lección de la manera más deslucida. La mayor parte de las llamadas dudas de fe se reducen a eso: el miedo represivo hace que aquello que se quiere evitar se le imponga y lo domine a uno. No son, pues, dudas de fe, sino reacciones psicológicas. La misma cosa acontece con los pensamientos o deseos deshonestos: lo que se teme y reprime contraataca en la medida en que se reprime; es como un resorte demasiado apretado: cuanto más se lo fuerza, más fácilmente salta. La duda degenera casi siempre en inquietud obsesiva; en relación con la salvación eterna, se plantea de esta forma: ¿quién sabe si me salvaré? ¿Y si estuviera predestinado a la condenación eterna?

He conocido sacerdotes ya ancianos con dudas (duda obsesiva) acerca de la validez de su vocación, y, por consiguiente, de sus misas y confesiones. ¿Cabe angustia mayor? La religión sobre todo si está basada en la culpa y el temor, es una de las fuentes más profundas de obsesión y angustia. Hay personas que se confiesan diariamente, y aun varias veces por día, porque se les pone en la cabeza que no manifestaron bien sus pecados. Y cuantas más veces se confiesan, más intranquilos están..., pensando si habrán consentido en tales o cuales pensamientos o imaginaciones. i Una tortura! Y dicen: si yo no tuviera el aguijón de estos escrúpulos sería la criatura más dichosa del mundo. Sobre su historia tiene setenta y cinco recuerdos halagüeños y tan sólo cinco negativos. Pero se les ponen e imponen en el primer plano de la conciencia esos cinco puntos negros, de tal manera que acaban dominando todo su horizonte histórico, como si su vida se resumiera en esos cinco recuerdos negativos, resultándoles imposible realizar una evaluación correcta acerca de sí mismos. Un solo fracaso les obsesiona a algunos de tal manera que, por largos años, respiran por esa herida; y desencadena en su interior un proceso general de inseguridad y de complejos de inferioridad, perturbando notablemente el desarrollo armónico de la personalidad y orientándola hacia actitudes pesimistas y reacciones negativas. De pronto, el rencor adquiere en algunas personas caracteres obsesivos: el personaje más desagradable (un "enemigo") invade su mente y se instala en ella con rasgos tan indelebles que son incapaces de expulsarlo. Y viven dominados por el recuerdo de ese "enemigo".

Ciertas fobias o manías contra una determinada persona tienen también un carácter obsesivo. Se trata de un impulso insuperable e incontrolable de antipatía; una obsesión que nació y vive a despecho del sujeto afectado; pero ahí está, y ¿quién podría desplazarla? Las presunciones o aprensiones son ideas fijas revesten la mente del sujeto de tal realismo que nadie convencerle de que lo que está suponiendo no » objetivo: fulano está en contra de mí; aquí nadie me quiere; el jefe ya se enteró; aquellos otros me han retirado su confianza; aquél no pasó a saludarme, lo que quiere decir que le "soplaron" lo que dije de él; entre bastidores están tramando desplazarme del cargo; ya nadie cree en mí... Son suposiciones que carecen de todo fundamento. Puros fantasmas. Pero estas personas los revisten en su imaginación de un realismo tal que los viven con caracteres de pesadilla. ¡Cuántas veces he visto despuntar la aurora de la alegría en sus rostros tan sólo con este toque de clarín!: ¡ Despierta!, todo eso es mentira, un puro fantasma de tu mente. Hay casos en los que no se dan propiamente contenidos, sino estados obsesivos; y esto es más grave. Estos sujetos no son torturados por obsesiones con perfiles concretos, sino por una confusa mezcla de recuerdos que los agobian, sombras que los entristecen, ansiedades que los turban, inquietudes punzantes llegadas en oleadas sucesivas sin que se sepa exactamente de dónde provienen ni a dónde los llevan, fondos oscuros, mundos ignotos, impresiones irracionales, sensaciones sin rostro..., todo lo cual envuelve a esas personas en un clima de temor confuso y oscuro, como si mil fieras invisibles se les cruzaran en el camino. Estos estados se dan en ciertas personas y en determinadas circunstancias, y, probablemente, necesitan atención clínica.

Causas y remedios

He ahí la obsesión: noche de fantasmas, mar sin fondo de angustia y ansiedad. Leyendo las páginas precedentes, el lector se habrá preguntado: y ¿qué hacer para ahuyentar tantas sombras? El fenómeno es sumamente complejo. Hay personas cuya constitución genética, recibida a través de los cauces hereditarios, es muy proclive a las fijaciones obsesivas. Basta con que en su entorno vital haga, de pronto, su aparición un factor estimulante, a modo de detonador, y entran rápidamente en crisis, se sienten sitia- das por la obsesión y no ven la manera de salir de esa situación. Estos detonantes pueden tener tonalidades muy distintas. Podríamos multiplicar los ejemplos para demostrar cómo un mismo motivo, que a unos les provoca un pavor obsesivo, a, otros los deja fríos; o lo que hoy asusta y obsesiona a una persona, al mes siguiente no le causa ningún efecto, y viceversa. Como veremos; el fenómeno depende también de los estados de ánimo: cuando un sujeto se halla en un estado altamente nervioso o dispersivo, normalmente será fácil presa de las obsesiones, lo que no sucederá cuando se encuentra tranquilo y en una situación normal. . En otras ocasiones se dan una serie de motivaciones y móviles que, desde la oscuridad, actúan sobre la persona. En este caso, los contenidos obsesivos se hallan ligados a la historia vital intena de la persona, en la que unas vivencias se engarzan con otras, emergiendo en la obsesión como una síntesis de carácter simbólico entretejida de acontecimientos pasados. En este caso, un buen tratamiento de psicoanálisis puede ayudar a descubrir y sacar a la luz las oscuras motivaciones que engendraron la obsesión. Con frecuencia, el mero hecho de tomar conciencia de lo que sucede en el misterioso plano de los submundos interiores suele ser _el principio de la curación.

No nos estamos refiriendo aquí, lo repetimos una vez más, a los enfermos obsesivos, aquellos que necesitan una atención médica, sino a los que son obsesivos, sin olvidar que también éstos pueden caer, por emergencia, en crisis insostenibles. Según he podido observar, estos obsesivos normales entran casi siempre en este temible círculo vicioso: la vida agitada, las pesadas responsabilidades, así como un entorno vital estridente y subyugador, conducen a olas personas a una desintegración de la unidad interior, que rápidamente deriva en fatiga cerebral, ya que, en fin de cuentas, toda dispersión no es sino una pérdida de energías, como también sucede con la desintegración del átomo. Esta fatiga cerebral deriva inmediatamente en fatiga mental. Y fatiga mental no es otra cosa que debilidad mental, o lo que es lo mismo, incapacidad de ser señor de Sí mismo, de adueñarse del curso de la propia actividad interior. El sujeto se siente impotente para retener y controlar las riendas de sus recuerdos, imágenes y emociones. ES la impotencia. Al Sentirse la persona mentalmente débil, los pensamientos y recuerdos, por lo general desagradables y sin motivo ni razón de ser, se instalan en ella, apoderándose con facilidad de su mente y ocupando todo su territorio. Y siendo el enemigo -la obsesión- más fuerte que el dueño de la casa -la mente- ésta acaba siendo derrotada por aquélla. Viéndose dominado e impotente para enfrentar al enemigo, el hombre es fácil presa de la. angustia- ansiedad, que, a su vez, produce una fatiga y debilidad mentales cada vez mayores. Cuanto mayor es la debilidad mental, mayor es la fuerza de las obsesiones para adueñarse, sin contrapeso, del hombre, con la secuela de una angustia cada vez más intensa. Este es el círculo vicioso, mortífero y fatal, que mantiene a tantas personas, y por tanto tiempo, presas de insufribles agonías.

fuente:DEL SUFRIMIENTO A LA PAZ
IGNACIO LARRAÑAGA

Las obsesiones

¿Quién no ha tenido alguna vez ideas o preocupaciones que de forma repetitiva le asaltan sin que sepa alejarlas para vivir sin su pernicioso influjo?
No son pocos quienes dudan sistemáticamente si han cerrado bien la puerta, desconectado el gas, apagado la luz... y vuelven una y otra vez a confirmar que, efectivamente, sí lo habían hecho. Otras personas ritualizan su vida cotidiana con manías como contar las baldosas de las cocinas o los peldaños de las escaleras, no pisar las rayas del suelo, retener las matrículas de los coches, ocupar siempre el mismo asiento en las reuniones o comidas, portar un objeto inútil en el bolsillo... Pero esto no son sino manifestaciones casi anecdóticas de unas costumbres que pueden convertirse en un verdadero problema psicológico. Todos tenemos hábitos que, a pesar de que merezcan el calificactivo de manías, consideramos normales. Pero cuando estos pensamientos o manías hacen sufrir nos encontramos con los trastornos obsesivo compulsivos. Las obsesiones son pensamientos que se repiten de forma insistente a pesar de la voluntad del individuo, y que escapan a su control.
Si los pensamientos obsesivos se convierten en gestos de conducta casi automática, devienen en compulsiones, acciones o manías que la persona se ve forzada a ejecutar para sentirse bien o, al menos, tranquila. Es consciente de lo absurdas e irracionales que son, pero se siente incapaz de eludirlas. Cuando las compulsiones se asocian entre sí, formando una cadena, se convierten en rituales patológicos.
Catálogo de rituales obsesivos
Casi siempre están relacionados con:
La limpieza. Quienes los padecen tiene pavor a quedar contaminados con lo que tocan o rozan y se lavan repetidamente las manos. Incluso llegan a evitar dar la mano o cualquier contacto físico en los saludos. Una motita de polvo en un mueble les parece algo horrible.
El orden. No soportan que alguna cosa se halle, siquiera temporalmente, fuera de su sitio. Incluso si ocupan su lugar debe ser en simetría o en conformidad con los ángulos de la mesa. Tampoco soportan que los demás no cumplan con esos cánones del orden compulsivo y las personas que conviven en la casa, sean adultos o no, habrán de cumplir estrictamente con las normas de orden y limpieza impuestas por el afectado por esta manía.
Comportamientos indecisos. Por ejemplo, comprueban una y otra vez cómo está la casa antes de cerrar la puerta. Y aun así, vuelven a entrar después de haber cerrado. Ante cualquier decisión, por nimia que sea, lo pensarán durante meses. Y, una vez adoptada, dudarán si fue acertada. Y reflexionarán incasablemente sobre si han hecho bien, o consultarán con otras fuentes.
Distinguir los pensamientos obsesivos
Todos tenemos manías, preocupaciones o pensamientos repetidos. Pero si la obsesión llega a dificultar o impedir las relaciones sociales, si la persona pierde libertad... nos hallamos ante un trastorno obsesivo compulsivo que puede requerir de la intervención de un especialista. Resultaría interminable enumerar las consecuencias que pueden acarrear los pensamientos irracionales en quienes los padecen y en quienes conviven con estas personas. El catálogo es muy amplio, desde los inconvenientes más triviales hasta los desenlaces más dramáticos. Y todo ello sólo por haber interpretado distorsionadamente la realidad. Ya en el siglo I, Epicteto, un filósofo estoico, afirmaba que «los hombres no se perturban por causa de las cosas, sino por la interpretación que hacen de ellas». En cualquier caso, lo interesante es saber cómo librarse de las obsesiones y hacer frente a estos pensamientos irracionales y distorsionados. Y, consecuentemente, cómo conseguir vencer a las conductas compulsivas.
La psicología científica, de la mano de autores como Ellis, Beck, Mahoney o Golfried, ha alumbrado la Reestructuración Cognitiva, una técnica psicológica cuyo objetivo es identificar, analizar y modificar las interpretaciones o pensamientos erróneos que las personas experimentan en determinadas situaciones o tienen acerca de otras personas.
Los pensamientos negativos
El pensamiento, en general, es un diálogo con nosotros mismos en el que terminamos haciendo afirmaciones sobre determinadas situaciones. Pueden ser positivos si nos hacen sentir bien y nos ayudan; o negativos, si nos originan emociones negativas o nos hacen sufrir. Serán racionales si se corresponden con lo que sucede objetivamente en la realidad, e irracionales si se alejan de lo que sucede.
Los pensamientos que causan más sufrimiento son los irracionales negativos. Describamos algunos:
Pensamiento filtrante. Se toman los detalles negativos y se magnifican, sin filtrar los aspectos positivos de la situación.
Pensamiento polarizado. El maniqueismo: las cosas son blancas o negras. La persona ha de ser perfecta; si no, es un fracasado. No hay término medio.
Sobregeneralización del pensamiento. Se extrae una conclusión general de un simple incidente. Si ocurre algo malo en una ocasión, se esperará que ocurra una y otra vez.
Interpretación del pensamiento. Creemos saber qué sienten los demás y por qué se comportan como lo hacen. Nos vemos capaces de adivinar lo que sienten los demás acerca de nosotros.
Visión catastrofista. Se vaticina, se espera y se teme irracionalmente, el desastre. El individuo se entera de un problema y empieza a decirse «¿y si ocurre que...?», «¿y si me sucede a mí?»
Personalización. Creemos que todo lo que la gente hace o dice es una forma de reacción hacia nosotros. Y nos comparamos con los demás, intentando determinar quién es más elegante, quién es más brillante, quién tiene aspecto más saludable.
Culpabilidad. Mantiene que los demás son responsables de su sufrimiento o adopta el punto de vista opuesto y se culpa a sí mismo de los problemas ajenos.
Cómo actuar ante los pensamientos irracionales negativos
Seamos conscientes de la influencia que tienen sobre nuestra conducta y emociones. Los pensamientos son esos monólogos que mantenemos con nosotros mismos interpretando la realidad que nos rodea y a nosotros mismos. Pero son sólo hipótesis a demostrar.
Identificar los pensamientos, determinar en qué medida son objetivas esas interpretaciones de la realidad, hasta qué punto son racionales. Y hasta qué punto son polizones que se han colado sin nuestro permiso y nos hacen sufrir sin razón. La alarma salta cuando nos producen emociones negativas como miedo, angustia o tristeza. Desenmascaremos entonces al polizón y examinémoslo sobre la racionalidad y la adecuación con la realidad.
Analizarlos, partiendo de que son sólo hipótesis a demostrar y que pensar algo no significa que sea cierto.
Cómo analizar si los pensamientos se ajustan a la realidad.
Qué datos objetivos de la realidad apoyan e invalidan ese pensamiento.
Con qué argumentos se defendería ese pensamiento ante otra persona.
Qué probabilidad existe de que suceda lo que se piensa.
Si lo tuviera otra persona, qué le diría yo para demostrarle que está en un error.
Es esa la única forma de interpretar la situación o existen otras.
Cómo analizar si influyen en los estados emocionales y en las conductas.
¿Me ayuda a conseguir mis objetivos?
¿Me hace bien o me hace daño?
¿Cómo influye en mi estado de ánimo?
¿Cómo influye en mi conducta?
Cómo analizar qué ocurriría si lo que se piensa fuera cierto.
Incluso si lo que pienso es correcto, ¿es realmente una catástrofe?
¿Qué consecuencias reales tendría para mí si ocurriera?
Si es así, ¿está justificado que me descomponga tanto?
Si lo malo ocurre, ¿será para siempre? ¿O algo temporal?

fuente: infoansiedad

El Misterio y las obsesiones de Disney



El Misterio y las obsesiones de Disney

No tengo ninguna prueba de lo que he de escribir en este artículo. Tal vez apueste por la especulación, la fantasía o simplemente asaltado por el ocio me dedique a deshacer el ovillo para encontrar el núcleo de un asunto asaz misterioso, enigmático y de patético alcance. Sin embargo, el vacío se cierne con pesada lentitud sobre un icono de la industria del entretenimiento de los Estados Unidos: Walt Disney.

La historia oficial de este personaje dice que nació en la ciudad de Chicago, el 5 de diciembre de 1901 y falleció en Los Ángeles el 15 de diciembre de 1966. En medio de esas dos fechas fundó junto con su hermano Roy, la Compañía Disney, corporación múltiple que genera impresionantes ingresos por el orden de los 30 mil millones de dólares al año.

Los principales insumos de esta compañía, como ya se sabe, es un parque de diversiones gigantesco y la producción cinematográfica, inocentes historietas sobre la vida de animales con tendencias humanas, ficciones y todo tipo de películas donde, por supuesto, la relación de los hechos responda a los intereses del sistema.

Pero existe una oscura leyenda no solo sobre los orígenes de este enigmático individuo, sino también sobre su vida personal, sobre sus vicios y sus obsesiones.

Según algunas fuentes, el emblemático productor y director estadounidense, no nación donde se ha dicho antes; es decir, en la ciudad de los vientos, Chicago, sino que vio su primera luz en un escondido pueblo del sur de España donde fue bautizado como José Elías Guirao Zamora.

Los mismos informantes, ante mi estupefacción, continuaron con su brumoso relato y contaron que la madre de José Elías (Walter Elías Disney), se hincaba ante las carencias y con famélica desesperación lo dio en adopción a una familia estadounidense que pasaba sus vacaciones por aquellos lugares de la hispana península.

Avasallada por la pobreza, no sintió tanto remordimiento por ver partir a su pequeño hijo, a la sazón de unos dos años, hacia un mundo desconocido, hacia lugares que ni siquiera podía pronunciar.

Los nuevos padres del futuro realizador vivían en Chicago. Cambiaron el nombre del pequeño José por uno con más vibración anglosajona. Entonces surge Walter Elías Disney o para las crónicas y los anales de la modernidad, simplemente Walt.

Hasta aquí la primera parte de la leyenda, de la oscura relación de los hechos que nos ubican ahora en la vida adulta del creador del universo infantil más fantasioso de la historia, de los personajes más alegres y queridos de los niños y niñas de todo el mundo.

En este momento vemos a Walt con 24 años. Es el 25 de julio de 1925 y está junto a la mujer de la cual se ha enamorado. Frente a ellos el juez que los ha de casar. Ella se llama Lilian Bounds. Poco se sabe de ella, tan solo que fue una mujer de temperamento tenaz y tolerante.

Al salir del recinto, los nuevos esposos se dirigen hacia Los Ángeles donde habrían de pasar la luna de miel. Tomaron un tren que sería recorrido nerviosamente por Walt vagón por vagón, en una desquiciada y frenética expresión de neurosis, todavía sin declarar, sin diagnosticar.

Se dice que al caer la noche y estar junta la pareja en su habitación, champaña de por medio, cama con sábanas de seda, rojos cortinajes hasta el embaldosado, Disney no pudo consumar el acto matrimonial. No tuvo solvencia en sus gónadas para cumplir con su deber en el tálamo nupcial. Oscura su respuesta, se dice, cuando para excusarse dice a Lilian que lo taladraba un feroz dolor de muelas.

¿Entendería la esposa que esta reacción formaba parte del desequilibrio de su marido, saturado de pánico, abordado por el miedo ante la nueva situación personal con carácter de intimidad que enfrentaba?

Los mismos informantes nos han dicho que para, supuestamente, soportar los espuelazos del dolor de muelas, Disney se pasó la mayor parte de la noche lustrando obsesivamente sus zapatos, hasta que rendido al llegar la madrugada se desmoronó como un fardo sobre un sillón.

Quien llevó alegría a generaciones de niños y niñas, solía caer en profundos abismos de tinieblas depresivas. En esos momentos, ignoraba a Lilian, se metía en su oficina y clausuraba la puerta, ajeno al mundo, distante de la realidad. Al concluir los embates de la crisis, Disney se asomaba con cautela a la puerta, miraba en derredor y la suerte le acompañaba y nadie osaba deformar la simetría del recinto, se deslizaba con precaución hacia su escritorio.

Cuando dibujaba o escribía estaba tan absorto en su universo que no se percataba de la presencia de Lilian, la única persona que traspasaba las barreras prohibidas. Entonces era cuando el bonachón y sonriente Disney, se convertía en un feroz depredador emocional y lanzaba todo tipo de denuestos contra su mujer, quien arrasados los ojos por las lágrimas, se lanzaba en rauda carrera hacia cualquier sitio distante.

En la jornada de trabajo mostraba a la fervorosa fiera e injuriaba a quienes tenían la soberbia iniciativa de quebrantar sus reglas, las que eran aceptables: no consumir alcohol y no decir palabrotas.

Era un patrón intolerante que lanzaba a la calle a quienes cometían el más nimio error, sobre todo si el empleado cometía el elemental y sacrílego error de verlo sometido por los efluvios del alcohol y avasallado por la ira que le hacían maldecir cualquier cosa.

Fue un hombre obsesivo, maniático, dipsómano e inseguro. Tenía serios problemas de identidad y en ocasiones, según mis fuentes, olvidaba quién era. Quizás por haber conocido sus humildes orígenes y lo frágil que se le presentaba su vida ante esta caja de Pandora abierta.

Además de sus prolongadas temporadas al borde del precipicio del dolor, sumergido en las fauces de la depresión, Disney deliraba sobre secretas actividades de espionaje a favor de los nazis.

Dicen que por aquellos tiempos de fervor anticomunista, el FBI le hizo creer que grupos de comunistas conspiraban contra el país y lo convenció de espiar a sus colegas. En este momento surge toda la leyenda arriba descrita. Edgar Hoover convence a este hombre atormentado de que no era estadounidense y que para ganarse la confianza del gobierno debería colaborar en todo lo que se le pidiera. Entonces, lo cita a su despacho y le muestra la foto de una mujer de oscuros ojos y trenzas sedosas, con un vestido de opaca tela que le mira desde una habitación desnuda y visiblemente húmeda y trabajada por la pobreza.

Le dice que esa es su madre y que su nombre era Isabel Zamora, muerta hacía tiempo en algún remoto villorrio español. Después de salir Disney, el jefe de la agencia federal sonríe con malicia y dice a su asistente: "el mundo gusta de ser engañado, así que engañemosle".

NATURALEZA


NATURALEZA
Salkovskis y Kirk (1989) presentan el siguiente caso de un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC): “Una paciente tenía el pensamiento (obsesión) de que podía transmitir el cáncer a su fami-lia y fregaba sus manos (compulsión) con desinfectante hasta 40 veces al día de 5 a 20 minutos cada vez. Sabía que el cáncer no se transmite por contacto (aunque no podía estar 100% segura) y la mayoría del tiempo se daba cuenta de que su lavado era inútil y perturbador. Sin embargo, cuando tenía la obsesión, experimentaba ansiedad y malestar, y sólo lavándose podía tener la cer-teza de no hacer daño a su familia. Su lavado era estereotipado e implicaba el fregado de cada dedo y parte de la mano en un orden estricto (si no, tenía que repetir el lavado) y empleando mo-vimientos afectados y estereotipados”. Otro ejemplo de obsesiones y compulsiones puede verse en la tabla 1.
Según el DSM-IV (American Psychiatric Association, 1994), los criterios para poder hablar de trastorno obsesivo-compulsivo son:
a) Presencia de obsesiones o compulsiones recurrentes.
b) Estas son lo bastante graves como para producir pérdida de tiempo (más de una hora dia-ria), malestar acusado o deterioro significativo en el funcionamiento de la persona.
c) En algún momento en el curso del trastorno la persona (excepto en el caso de los niños) ha reconocido que sus obsesiones o compulsiones son excesivas o irrazonables.
d) En el caso de que otro trastorno del Eje I esté presente, el contenido de las obsesiones o compulsiones no está limitado a él (p.ej., preocupación por la comida en un trastorno ali-mentario, arrancarse el pelo en la tricotilomanía, inquietud por la apariencia en el trastor-no dismórfico corporal, preocupación por las drogas en el trastorno de consumo de sus-tancias, preocupación por tener una enfermedad grave en la hipocondría, preocupación por deseos o fantasías sexuales en una parafilia, o rumiaciones de culpa en el trastorno depresivo mayor).
e) El trastorno no es debido a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p.ej., dro-gas, fármacos) o a una condición médica general (American Psychiatric Association, 1994). Una explicación detallada de estos criterios aparece en la tabla 2.
Los Criterios Diagnósticos de Investigación de la CIE-10 (Organización Mundial de la Salud, 1994/2000) para el trastorno obsesivo-compulsivo distinguen obsesiones de compulsiones en fun-ción de si se trata de pensamientos, ideas o imágenes (obsesiones) o actos (compulsiones). En cambio, el DSM-IV establece esta diferencia dependiendo de si el pensamiento, idea o imagen
TOC - 3
produce ansiedad o malestar, o si previene o reduce dichos síntomas. Por lo tanto, según el DSM-IV, pueden existir compulsiones de tipo cognitivo, que serían consideradas obsesiones según la CIE-10. Además, los criterios diagnósticos de la CIE especifican una duración mínima de los sín-tomas de por lo menos 2 semanas. En tercer lugar, debe haber al menos una obsesión o compul-sión que el paciente reconoce como excesiva o irracional. Cuarto, debe haber al menos una obse-sión o compulsión que es resistida sin éxito, aunque haya otras a los que la persona ya no se resis-ta. Por último, en vez de la poca conciencia de trastorno, se especifica si predominan las obsesio-nes, las compulsiones o si ambas son igualmente intensas.
El grado de concordancia entre el DSM-IV y la CIE-10 es sólo moderado. En el estudio de Andrews, Slade y Peters (1999), sólo el 64% de los casos con un diagnóstico positivo según uno de estos sistemas tuvo un diagnóstico positivo en ambos sistemas.
Las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que son experimentados (al menos inicialmente) como intrusos e inapropiados (egodistónicos) y que cau-san ansiedad o malestar acusados. Aunque la persona considera que las obsesiones no son el tipo de pensamientos que esperaría tener, reconoce que son el producto de su propia mente (aunque involuntarias) y que no vienen impuestas desde fuera, como ocurre en la inserción de pensamien-to. La frecuencia y duración de las obsesiones varían mucho entre pacientes; algunos informan de dos o tres obsesiones por día que duran largo tiempo cada una de ellas, mientras que otros infor-man de múltiples ocurrencias obsesivas al día, pero de breve duración.
Los contenidos más frecuentes de las obsesiones tienen que ver con la contaminación (p.ej., al dar la mano o tocar ciertas cosas o sustancias), dudas repetidas (p.ej., sobre si se ha cerrado el gas o la puerta o si se ha atropellado a alguien) e impulsos de carácter agresivo u horrendo (p.ej., hacer daño o matar a un hijo o proferir obscenidades en una iglesia). Estas obse-siones implican hacerse daño a sí mismo o causar daño a otros. Otras obsesiones hacen referencia a la necesidad de tener las cosas en un orden determinado (lo que lleva a un intenso malestar ante cosas desordenadas o asimétricas), contenido religioso (p.ej., pensamientos blasfemos), imáge-nes sexuales (p.ej., una escena pornográfica) y acumulación. El problema principal de algunos pacientes son las rumiaciones obsesivas: pasar larguísimos periodos de tiempo pensando de for-ma improductiva sobre cualquier asunto tal como una cuestión filosófica, religiosa o familiar. La tabla 3 presenta la frecuencia de diferentes obsesiones en niños y adolescentes.
La mayoría de las obsesiones implican la anticipación de consecuencias negativas si uno se expone a las situaciones que desencadenan aquellas y/o no lleva a cabo alguna acción protectora (compulsión). Ejemplos son contraer una enfermedad, provocar una explosión o un incendio, con-tagiar a alguien, atropellar a un niño, provocar un daño no especificado a alguna persona, matar realmente a alguien, ser castigado por Dios, ir al infierno. Conviene señalar que una obsesión no siempre implica miedo a un daño específico; un tercio de los pacientes informan sólo de una no-ción vaga de daño (“algo malo le sucederá a mi hijo”) o dicen experimentar simplemente un malestar que no pueden tolerar si no llevan a cabo el ritual. Así, un paciente puede experimentar un intenso malestar ante cosas desordenadas o asimétricas sin anticipar consecuencias nocivas por el estado de desorden; mientras que otro paciente puede pensar que si no ordena o pone bien las cosas, él o su familia sufrirán un accidente.
Las obsesiones no son simplemente preocupaciones excesivas sobre problemas cotidianos o de la vida real (p.ej., laborales, académicos, sociales, económicos) y, de hecho, no suelen estar relacionadas con problemas de este tipo. A diferencia de las obsesiones, las preocupaciones tienen que ver con problemas de la vida cotidiana y son egosintónicas (American Psychiatric Associa-tion, 1994; para más información, véase Turner, Beidel y Stanley, 1992). Las rumiaciones de-presivas tampoco son obsesiones; las primeras son ideas pesimistas sobre sí mismo y el mundo y, a diferencia de las obsesiones, no hay intentos para ignorarlas o suprimirlas.
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El paciente con obsesiones intenta pasarlas por alto o suprimirlas o bien neutralizarlas con algún otro pensamiento o acción, es decir, con alguna compulsión. Las compulsiones son conduc-tas (p.ej., lavarse las manos, ordenar, comprobar) o actos mentales (p.ej., rezar, contar, repetir palabras o pensamientos en silencio, repasar mentalmente acciones previas, formar contraimáge-nes) repetitivos que la persona se siente impulsada a realizar en respuesta a una obsesión o de acuerdo con reglas que deben ser aplicadas rígidamente (p.ej., llevar a cabo una acción, como vestirse o lavarse, de acuerdo con estrictas reglas propias y sin que se pueda explicar por qué se llevan a cabo). La mayoría de autores emplean el término ritual como sinónimo de compulsión, aunque otros los distinguen; así, según Botella y Robert (1995), los rituales son compulsiones manifiestas o encubiertas que siguen un patrón rígido y una secuencia de pasos o etapas con un principio y un final bien definido.
Las compulsiones están dirigidas no a proporcionar placer, sino a prevenir o reducir el males-tar (o el aumento de este) o a prevenir algún acontecimiento o situación temidos (p.ej., consecuen-cias desastrosas como matar al alguien o ir al infierno); sin embargo, no están conectadas de for-ma realista con aquello que pretenden neutralizar o prevenir o bien son claramente excesivas. Así, el paciente obsesionado con contaminarse puede lavarse las manos decenas de veces; el que tiene dudas de haber apagado el gas puede comprobar la llave cada pocos minutos; y al que le asaltan pensamientos blasfemos indeseados puede contar de 7 en 7 hasta 1.000 por cada pensamiento (American Psychiatric Association, 1994). Aunque el 90% de las compulsiones van dirigidas a reducir el malestar o prevenir un daño, el 10% no se relacionan con las obsesiones según autoin-formes de los pacientes (Foa y cols., 1995, citado en Kozak y Foa, 1997).
Conviene enfatizar que las compulsiones pueden ser no sólo conductas motoras, sino también acciones encubiertas tales como repetirse internamente cosas (p.ej., una oración o la expresión “no lo haré”), repasar mentalmente lo que uno ha hecho para asegurarse de que no se han cometi-do errores o acciones inmorales, contar en silencio o formar contraimágenes (p.ej., imaginarse a la familia sana y salva). Es más, estas acciones mentales neutralizadoras pueden ser topográfi-camente idénticas a la obsesión, aunque con una finalidad diferente (neutralizar el malestar o acontecimientos temidos). Así, una persona con la obsesión de que alguien le atacará, puede neu-tralizarla repitiendo este pensamiento un número determinado de veces. Y otra obsesionada con que ha podido hacer algo malo (p.ej., enviar una carta comprometedora), puede repasar varias veces sus acciones para asegurarse de que no lo ha hecho. Hasta el 50-60% de los casos con TOC en estudios epidemiológicos presentan obsesiones sin compulsiones manifiestas. Las compulsio-nes mentales parecen más frecuentes en pacientes que presentan obsesiones de contenido religio-so, agresivo o sexual (Abramowitz y cols., 2003).
Por orden, las compulsiones más frecuentes implican en primer lugar lavarse/limpiar y com-probar; luego, rituales mentales, repetir acciones, pedir o exigir certeza, ordenar, acumular y con-tar. Es más probable que estas compulsiones ocurran en casa que en presencia de compañeros o extraños. En niños y adolescentes los rituales más frecuentes son lavarse, repetir acciones, com-probar, tocar, contar y ordenar (véase la tabla 3). Estos no suelen ser egodistónicos, por lo que los niños no suelen solicitar ayuda por sí mismos. Los problemas para concentrarse pueden conducir a una disminución del rendimiento escolar (American Psychiatric Association, 1994; Bragado, 1994).
Junto a las obsesiones y compulsiones se da una evitación de las situaciones que facilitan el surgimiento de las obsesiones correspondientes. En las obsesiones de contaminación pueden evitarse los aseos públicos o estrechar la mano o, incluso, salir a la calle y recibir visitas; en las de hacer daño a los hijos, quedarse sólo con ellos o tener cuchillos de cocina en casa; en las de atro-pellar a alguien, conducir. En ocasiones, la evitación es más sutil: conducir sólo cuando hay poca gente por la calle, limitar el tiempo que se permanece fuera de casa para no tener que usar váteres
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públicos, abrir las puertas con el codo, llevar calcetines sin goma para no tocarse los pies al qui-társelos, etc. Es fácil encontrar sentimientos de culpa y un sentido patológico de la responsabili-dad.
Algunos de los ejemplos de obsesiones, compulsiones y conductas de evitación más co-munes se presentan a continuación clasificadas por temas (Cruzado, 1998; Salkovskis y Kirk, 1989; Steketee, 1999).
- Contaminación. Obsesiones sobre sufrir daño o contagiar a otros por contacto con sus-tancias que se piensa son peligrosas, por ejemplo, suciedad, gérmenes, orina, heces, san-gre, semen, secreciones vaginales, animales, productos de limpieza para el hogar, radia-ción, etc. Compulsiones típicas son lavarse o ducharse concienzudamente, desinfectarse, limpiar cosas, buscar tranquilización. Además, se tiende a evitar el contacto con los obje-tos contaminados (p.ej., bolsas de basura, personas con ciertas enfermedades, hospitales, lavabos públicos, pomos de puertas) y aparecen conductas defensivas como coger las co-sas con guantes, abrir las puertas con los codos o pedir a otros que manipulen los objetos considerados contaminados. Un ejemplo concreto es que si una persona tiene la obsesión “el peine del peluquero tiene el virus del SIDA”, puede llamar al doctor, comprobar el cuerpo para los síntomas del SIDA, lavarse las manos y el cabello y esterilizar todas las cosas que los demás puedan tocar.
- Daño accidental no debido a contaminación o violencia física; por ejemplo, accidente, enfermedad. Obsesiones sobre dejarse la llave del gas o la puerta de casa abierta, un fue-go encendido o aparatos eléctricos conectados; haber atropellado a alguien; hacerse daño con un objeto afilado; escribir cosas comprometedoras; pensar que a un familiar le ocurri-rá algo grave; pensar que se pondrá veneno o cristales en la comida. Compulsiones: com-probar repetidamente la llave del gas, puerta, quemadores o aparatos (en ocasiones la comprobación puede ser mental); telefonear a hospitales o policía, rehacer la ruta, com-probar golpes o marcas en el coche, leer los periódicos al día siguiente; observarse dete-nidamente para comprobar si se está herido; comprobar repetidamente lo escrito; telefo-near, repetir ciertas jaculatorias, caminar de determinada manera o tocar ciertos objetos; revisar la comida. Los pacientes creen que si no realizan las comprobaciones, se produci-rá una catástrofe de la que serán responsables.
- Violencia física hacia sí mismo u otros por parte de uno mismo u otros. Obsesiones sobre tirarse al tren, matar a un hijo con un cuchillo, ahogarlo con una bolsa de plástico, apalizar a un amigo, tirar a alguien por una ventana o al tren, imágenes de asesinatos o cuerpos desmembrados. Compulsiones: pensar repetidamente que no se quiere morir, buscar tranquilización, comprobar que no se ha causado ningún daño, formar una contra-imagen. Conductas de evitación: no acercarse a las vías hasta que el tren esté parado, no quedarse solo con la persona a la que se puede dañar, ocultar cuchillos y bolsas de plásti-co, tener sólo cuchillos de plástico.
- Conducta socialmente inaceptable. Obsesiones sobre proferir o escribir obscenidades o insultos, decir algo poco respetuoso sobre una persona fallecida, robar, engañar, mentir. Compulsiones: intentar mantener el control de la conducta, preguntar a otros si uno se comportó adecuadamente en una situación dada, confesar conductas inaceptables que no se han hecho. Conducta de evitación: no acudir a situaciones sociales.
- Sexo. Obsesiones sobre órganos sexuales, actos sexuales indeseados (cometer una viola-ción, exhibirse, abusar de niños), dudas sobre la propia orientación sexual. Compulsio-nes: intentar sacar de la mente los pensamientos sexuales, pensar en otras cosas, recordar-se experiencias heterosexuales cuando asalta la obsesión de homosexualidad, realizar un
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ritual mental (p.ej., contar de 1 a 10 y de 10 a 1 cien veces). Conductas de evitación: no quedarse solo con personas del sexo preferido.
- Religión. Obsesiones: pensamientos o imágenes blasfemos (p.ej., “voy a ofrecer mi co-mida al diablo”, verse haciendo el amor con Jesucristo), pensamientos de ser castigado, dudas religiosas. Compulsiones: rezar, buscar ayuda religiosa o confesarse, hacer peni-tencia, pensar una frase que contrarreste la obsesión (p.ej., ofrecer otras cosas a Dios), formar una contraimagen de adoración a Jesucristo.
- Acumulación. Obsesiones sobre tirar cualquier cosa valiosa o cosas aparentemente poco importantes que puedan necesitarse en el futuro, sobre provocar un daño o cometer un error si se tiran ciertas cosas o sobre escrúpulos morales por malgastar. Compulsiones: acumular gran cantidad de objetos tales como revistas, facturas, apuntes, ropa, etc. que pueden llegar a llenar la casa e incluso otros lugares. La persona evita deshacerse de los objetos acumulados, que son de poco uso o valor, y puede tardar varias horas antes de decidirse a tirar algo. De un 20% a un 33% de los pacientes con TOC presentan conduc-tas de acumulación. Frost y cols. (2004) citan varias investigaciones según las cuales la acumulación puede no ser sólo un síntoma del TOC, sino un trastorno aparte en el que las personas no presentan otros síntomas del TOC.
- Orden, simetría, exactitud. Obsesiones sobre que las cosas deben estar en el sitio ade-cuado y/o simétricamente colocadas, la lectura perfectamente comprendida, la escritura perfectamente hecha, las palabras empleadas con precisión y las acciones realizadas del modo correcto de acuerdo con una secuencia o número particular; por ejemplo, “si no limpio mis dientes del modo correcto, tendré que hacerlo otra vez hasta que lo consiga”. Compulsiones: ordenar los objetos de una manera determinada, comprobar mirándose o midiendo que las partes del cuerpo son simétricas, leer con lentitud o volver a leer lo ya leído, repasar y reescribir lo escrito, preguntar sobre lo que se ha dicho, seguir una se-cuencia estricta a la hora de hacer algo como cocinar o limpiar, repetir la acción un “buen” número de veces, repetirla hasta que parezca bien.
Esto último puede conducir a la lentitud compulsiva, que es especialmente difícil de tratar. Actividades cotidianas como levantarse de la cama, asearse y vestirse pueden lle-var horas debido a la necesidad de seguir un orden programado, llevar a cabo comproba-ciones mentales y repetir las acciones que no se han realizado “bien”. La lentitud es se-lectiva, afecta a ciertas acciones, pero no a otras. Cuando hay órdenes directas o grabadas para realizar las acciones, no se produce el enlentecimiento, pero los efectos no se man-tienen.
- Muerte. Obsesión: Imágenes de seres queridos muertos. Compulsión: Imágenes de las mismas personas vivas. Conductas de evitación: No hablar de temas de muerte, leer al respecto o visitar sitios relacionados.
- Tema somático. Obsesiones sobre tener una enfermedad (cáncer, SIDA, problemas car-díacos) o algún defecto imaginado en alguna parte del cuerpo a pesar de opiniones con-trarias. Hay que establecer aquí el diagnóstico diferencial con hipocondría y trastorno dismórfico corporal. Compulsiones: Pedir a médicos y amigos que aseguren que no se tiene la enfermedad, autoobservarse (p.ej., tomarse el pulso o la temperatura), comprobar la apariencia en el espejo.
- Sin sentido (frases, imágenes, melodías, palabras, series de números carentes de senti-do). Por ejemplo, una persona que oye internamente la melodía de un programa deportivo de TV mientras lee puede repetir la acción hasta conseguir leer el mismo trozo sin escu-
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char la melodía.
- Temas diversos: a) Necesidad de recordar cosas poco importantes (matrículas, números antiguos de teléfonos, eslóganes), b) pensamientos de perder cosas, c) obsesiones sobre sonidos o ruidos (relojes, voces, etc.).
Otras compulsiones a mencionar son las de: a) contar: el paciente se ve impelido a contar numéricamente cosas como los libros de una biblioteca o las baldosas que va pisando por la calle, o el número de veces que realiza una actividad como lavarse las manos; y b) tocar: impulso de tocar superficies rugosas o calientes o de rozar a otras personas o tocarlas suavemente.
Las obsesiones y compulsiones suelen clasificarse empíricamente en distintas dimensiones (p.ej., contaminación/lavado, comprobación, orden/simetría, acumulación), lo que sugiere que el TOC puede no ser un trastorno único, sino un espectro de síndromes potencialmente coinciden-tes.
Algunas actividades como comer, jugar, consumir sustancias o practicar sexo son etiqueta-das de compulsivas cuando se llevan a cabo en exceso. Sin embargo, no son auténticas compul-siones porque la persona obtiene placer de las actividades y puede desear resistirse a las mis-mas sólo a causa de sus consecuencias nocivas.
Con relación a las obsesiones-compulsiones de limpieza, Rachman (1994, citado en Botella y Robert, 1995) ha hecho una interesante distinción entre tres problemas diferentes: polución mental (ansiedad ante la suciedad no sólo externa, sino también “interior”), ansiedad ante la su-ciedad (en general por contacto físico) y ansiedad ante la enfermedad. En un fino análisis, Rach-man destaca las similitudes y diferencias entre los tres problemas en diversos aspectos: desenca-denantes, afecto experimentado, amplitud de la amenaza (a cuántas personas afecta), tipo de ame-naza (inmediata/demorada, catastrófica o no), facilidad de invalidación de las creencias, evitación, tratamiento a elegir y facilidad de retorno del miedo. El primer problema es el más difícil de tra-tar. Un artículo más reciente sobre el miedo a la contaminación es el de Rachman (2004).
La mayoría de los pacientes con TOC presentan más de un tipo de obsesión y compulsión (el 60% de los casos clínicos). Además, la inmensa mayoría presentan tanto obsesiones como com-pulsiones (internas o externas) y al menos la mitad presentan compulsiones manifiestas. Sólo el 2% tienen obsesiones puras, sin rituales externos o internos. El 90% de las compulsiones se llevan a cabo en respuesta a las obsesiones, mientras que el 10% restante no se perciben relacionadas con una obsesión. La existencia de compulsiones sin obsesión precedente ha recibido dos explicacio-nes: a) La compulsión (p.ej., comprobar si se ha cerrado bien el coche) previene la aparición de la obsesión (Cruzado, 1998). b) Este tipo de compulsiones suelen ser de larga evolución y estereoti-padas y además muy eficaces, por lo que han llevado a la desaparición de las obsesiones y ansie-dad subsecuente, que sí existían al principio del trastorno (Salkovskis, 1985). Es de esperar que los pacientes con este tipo de compulsiones presenten poca resistencia a las mismas y experimen-ten poco malestar al realizarlas, aunque sí cuando se previene su ocurrencia.
Lee y Kwon (2003) han agrupado las distintas categorías de obsesiones en dos subtipos –autógenas y reactivas– que difieren en una serie de características, en la valoración o significado que se otorga a las mismas y en las estrategias de control subsecuentes. Los autores presentan datos obtenidos de población universitaria para apoyar su propuesta, aunque se requerirán datos con poblaciones clínicas. A continuación se describen los dos subtipos:
- Las obsesiones autógenas tienden a aparecer súbitamente y es relativamente difícil iden-tificar los estímulos que las disparan, son percibidas como egodistónicas, irracionales y aversivas, e incluyen pensamientos/impulsos/imágenes sexuales, agresivos, blasfemos e
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inmorales. Cuando se pueden identificar los estímulos disparadores, estos están conecta-dos con las obsesiones de modo asociativo o simbólico en vez de realista y lógico, tal como ocurre en el otro tipo de obsesiones. Ante las obsesiones autógenas, las personas exageran la importancia de las mismas (consideran que pensar eso es tan malo como hacerlo y/o que indica que se es una persona terrible) y consideran fundamental contro-larlas. Como estrategias de control predominan la detención del pensamiento, distracción, contraimágenes, otras compulsiones internas (rezos, contar números) y autocastigo.
- Las obsesiones reactivas son disparadas por estímulos externos identificables, son perci-bidas como relativamente realistas y racionales como para hacer algo respecto al estímulo disparador, e incluyen pensamientos sobre contaminación, suciedad, errores, accidentes, asimetría, desorden y pérdida de cosas consideradas importantes. Ante este tipo de obse-siones, las personas exageran su responsabilidad en la producción y prevención de conse-cuencias negativas. Las estrategias de control predominantes suelen ser compulsiones manifiestas de lavado, comprobación orden acumulación, etc.
Para que pueda diagnosticarse el TOC, la persona ha tenido que reconocer en algún momen-to que sus obsesiones o compulsiones son excesivas o irrazonables. Esto no se aplica a los ni-ños porque puede que no posean suficiente capacidad cognitiva para hacer tal reconocimiento. Sin embargo, incluso entre los adultos existe una gran variabilidad al respecto. Algunas personas tie-nen poca conciencia de que sus obsesiones y compulsiones son excesivas e irrazonables, mientras que en otros esta conciencia puede depender del momento y situación; así, un paciente puede re-conocer como irrazonables sus comprobaciones de si ha atropellado a alguien cuando está en la consulta, pero no cuando está conduciendo. En aquellas ocasiones en las que un paciente intenta resistirse a una compulsión que ve como irrazonable, la ansiedad puede incrementarse de tal ma-nera que se ve impulsado a llevar a cabo la compulsión con el consiguiente alivio temporal de la ansiedad. Tras sucesivos fracasos en resistirse a las obsesiones o compulsiones, la persona puede claudicar ante ellas, no volver a experimentar el deseo de resistirse e incorporar las compulsiones en sus rutinas cotidianas.
Por otra parte, cuando un paciente tiene poca conciencia de que sus obsesiones son excesivas o irrazonables (lo cual se ha constatado hasta en el 25-30% de los casos; Foa, 2004; Kozak y Foa, 1997), puede decirse que está en el límite entre las obsesiones y los delirios. Las obsesiones serían entonces ideas sobrevaloradas, esto es, ideas persistentes e irrazonables que son mantenidas con menos intensidad que las ideas delirantes (se acepta la posibilidad de que puedan no ser ciertas). La presencia de ideas sobrevaloradas está asociada a un peor pronóstico cuando se encuentran cerca del extremo delirante (5% de los casos), pero en los demás casos hay que tener en cuenta que la conciencia sobre la irracionalidad de las obsesiones es menor cuando se está muy ansioso y mejora cuando la ansiedad se reduce.
Conviene tener en cuenta que fenómenos similares a las obsesiones y compulsiones son relativamente frecuentes en la población general (Freeston y cols., 1991; Muris, Merckelback y Clavan, 1997; Rachman y de Silva, 1978, citado en Steketee, 1999). Piénsese, por ejemplo, en los pensamientos desagradables que a veces nos asaltan, en las supersticiones (tocar madera, cruzar los dedos, llevar un amuleto en situaciones difíciles como los exámenes, repetirse cierta frase), en los pensamientos utilizados para neutralizar otros pensamientos, en las conductas repetitivas de comprobación, lavado y orden y en los rituales deportivos (vestirse en un determinado orden, to-mar bebidas que dan suerte antes del partido, saltar al campo pisando con determinado pie, santi-guarse, etc.); véase también la tabla 4. Muchas de las cogniciones intrusas en población general tienen que ver con los siguientes temas: salud personal, experiencias embarazosas o dolorosas, conducta sexual personalmente inaceptable, agresión y daño, amigos o familiares sufriendo un accidente y amigo y familiares sufriendo una enfermedad.