maria


detalle.
DOMINAR LAS OBSESIONES
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EL CASO DE MARÍA1: “¿Soy una madre psicópata?”
María tiene 25 años. Recientemente se ha casado y ha tenido un
niño. Cuando nació su hijo dejó de trabajar en los almacenes de fruta
de su pueblo. Ahora se dedica a cuidar a su hijo y a ayudar a su
marido con el papeleo de un pequeño negocio. Al principio, como
todas las madres, se estresó mucho con los cuidados que requiere
un bebé. Terminaba tan cansada que lo acostaba con ella en la cama
para que se quedara dormido. Un día, preparando la comida en la
cocina, tenía al niño sentado en la trona. Cogió un cuchillo para
pelar unas patatas y cuando lo miró, le pasó por la cabeza un pensamiento
que retumbó como un trueno: “¿y si se lo clavara al
niño...?”. Sintió tal terror que se quedó paralizada. Tras notar un escalofrío
que le recorrió el cuerpo, el cuchillo se le cayó de las manos.
Inmediatamente fue a abrazar a su hijo llorando, como si tuviera
que protegerle de algo. A partir de ese momento, empezó a no
meterlo en la cama, por si se quedaba dormida y lo asfixiaba con su
cuerpo. En la cocina, si su hijo estaba cerca, no cogía los cuchillos.
Los tenía metidos en un cajón al fondo, para que no le fuera fácil
sacarlos. Cuando no había más remedio que coger un cuchillo para
pelar algo a su hijo, si podía, lo hacía fuera de su vista o intentaba
que alguien estuviese presente.
EL CASO DE ADELA: “Comprobar bien es complicado”
Adela estaba casada. Había intentado tener hijos, pero no se
quedaba embarazada. Tenía 37 años. Su marido decía que era una
“maniática”. Antes de ir a acostarse, comprobaba la llave del gas.
Esto no tenía nada de particular, lo hace mucha gente. Pero ella tardaba
quince minutos. Primero la cerraba. Luego, para estar más
segura, volvía a abrirla y la cerraba de nuevo. Cuando se retiraba
INTRODUCCIÓN: ¿SOY OBSESIVO?
1. Los nombres y otros datos que podrían identificar a nuestros pacientes han
sido modificados para preservar su anonimato.
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de la tubería, le asaltaba la duda: “¿La habré cerrado bien?”. Entonces
volvía y la comprobaba de nuevo. Solía apretar hacia la izquierda,
hasta que se convencía de que la llave estaba cerrada. Pero al
retirarse a su habitación, volvía a asaltarle la dichosa pregunta:
“¿La habré cerrado bien?” y empezaba a sentir un sudor frío y una
inquietud, que sólo desaparecía cuando se levantaba y volvía a
comprobar la llave. A veces era tan angustiosa la pregunta, que le
pedía a su marido que la comprobara él, porque ella ya no podía
más. Cuando su marido volvía a la habitación, le preguntaba:
“¿Estás seguro de haberla cerrado bien?”. Él siempre decía que sí,
pero ella insistía: “¿Estás seguro?”. Incluso le pedía que volviera a
comprobarlo, hasta que él se enfadaba. Algunos días ella se dormía
llorando.
Cuando salía de casa, tenía que cerrar con llave y darle tres vueltas.
Esto parece simple, muchas cerraduras tienen tres vueltas. Pero
ella tenía que hacerlo en absoluto silencio. Si había dado la primera
vuelta y de repente aparecía un vecino, hacía como que se le había
olvidado algo y entraba en casa otra vez. Volvía a salir después y
comenzaba de nuevo la operación. Si mientras lo hacía se oía el
ascensor u oía cualquier otro ruido, tenía que empezar de nuevo,
hasta que oyese perfectamente el sonido de cada vuelta. Cuando,
por fin pudo salir a la calle, había tardado 20 minutos en cerrar la
puerta.
Antes de salir de casa, tenía que comprobar que todas las ventanas
estuvieran cerradas. Esto suponía ir habitación por habitación y
comprobar el picaporte. Normalmente lo agarraba con la mano y lo
giraba tres veces, hasta convencerse de que el picaporte estaba perfectamente
cerrado. Cuando ya había hecho el recorrido por toda la
casa, frecuentemente le asaltaba la duda del picaporte de una determinada
habitación. No recordaba si lo había comprobado tres veces
y volvía para asegurarse. Como ya estaba un poco insegura, volvía a
recorrer otra vez todas las habitaciones por si acaso... Salir de casa
podía llevarle entre 20 minutos y dos horas.

fuente: 132
DOMINAR LAS OBSESIONES
Una guía para pacientes