anna


Ana es una maestra de escuela de 30 años con una historia inicia 5 años antes de comprobaciones repetitivas de sus boletines de calificaciones; repetición de su ruta de conducción y pensamientos persistentes acerca de males que puedan afectar a sus padres así como preocupación excesiva por su salud y dificultades para ir a comprar comestibles ella sola.

Las conductas de comprobación aparecieron por primera vez cuando Ana iba al instituto, cuando tenia que comprobar que la estufa estuviese apagada antes de salir de casa. Recuerda que sus rituales aumentaron progresivamente durante la facultad y en esa época empezó a leer una y otra vez las páginas de los libros antes de los exámenes.

Durante los últimos 5 años, la paciente ha sufrido unas escalada de sus síntomas. Puede pasar perfectamente 3 o 4 horas ocupada con sus rituales de comprobación. Emplea al menos una hora yendo y viniendo al comprobar los quemadores de la cocina, la estufa y la puerta principal. Una vez ha quedado convencida de que todo esta bien, vuelven las ideas obsesivas, y necesita comprobarlo todo de nuevo, ya que piensa que si no lo hace la casa se quemará o entrará algún ladrón. Suele pasar varias veces con su coche por el mismo sitio, por miedo a haber atropellado a alguien o tropezado con algo. Su agenda es una verdadera pesadilla, ya que tiene que comprobar una y otra vez todo lo que se ha registrado. Afirma que hay una asociación entre los pensamientos obsesivos sobre los males que pueden afectar a sus padres y sus comportamientos repetitivos. Por ejemplo, cree que debe llamar a su madre cada día por la mañana y por la noche, sin importarle los inconvenientes que esto suponga. Dice que esta obsesionada con la idea de que, si un día deja de llamar, su madre puede sufrir un infarto y morir, y será por su culpa, por haberse olvidado de llamarla.

Cuando habla con el especialista, Ana es capaz de reconocer que sus miedos son absurdos; sin embargo, le parece casi imposible no hacer estas llamadas diarias sin sentirse extremadamente ansiosa y asustada. La paciente también reza oraciones de un modo ritual, teniendo que empezar de nuevo cada vez que comete el más mínimo error. Dice que estas oraciones garantizan que sus padres seguirán gozando de buena salud. Una vez más, en el contexto de la consulta puede admitir que, si un día deja de rezar estas oraciones lo más probable es que la salud de sus padres no resulte afectada. No obstante, también comenta que cuando intenta excluir este ritual de sus rutinas, se siente muy asustada y culpable. La paciente también sufre numerosos pensamientos obsesivos y una gran ansiedad respecto a su salud, que no mejoran con la ejercitación de los rituales.

Además de los pensamientos obsesivos y rituales, Ana describe cierta tristeza que aparece de forma intermitente pero afirma que no sufre ninguna aleta ración afectiva persistente, ni signo o síntoma de un trastorno del estado de ánimo. No presenta ninguna historia previa de trastorno de la conducta alimentaria ni de trastorno por tics.

En los últimos 5 años, Ana se ha ido aislando progresivamente a causa de sus rituales y de sus ideas obsesivas. No va sola a comprar a la tienda de comestibles por que la aterroriza que pueda hacer algo que la ponga en ridículo. Por tanto, solo sale de compras cuando la acompaña su marido o alguna amiga. Su aislamiento social y su necesidad de estar con su marido cada vez que sale han aumentado la tensión entre los cónyuges. Además de su tendencia a aislarse de los demás, la paciente ha empezado a tener dudas sobre si quiere tener un hijo o no. Su ambivalencia sobre un posible embarazo también contribuye al conflicto conyugal.

Ana acude a su primera entrevista psiquiatrita accediendo a las demandas de su esposo, quien había leído algo sobre nuevas investigaciones y nuevos programas terapéuticos para el Trastorno Obsesivo-Compulsivo, y la animó a buscar un posible tratamiento. Para Ana esto supone una tarea difícil, ya que tuvo una experiencia negativa cuando le comento lo que le pasaba a su ginecólogo. La paciente dice que se sintió humillada y que no quería buscar ningún tratamiento hasta que la insistencia de su marido le convenció a hacerlo.

Sus antecedentes médicos son irrelevantes con la excepción de leves cambios de humor premenstruales. Asegura que no ha sufrido de ningún traumatismo craneal ni infección del Sistema Nervioso Central. Su historia familiar incluye supersticiones, una extrema meticulosidad y comportamientos de acumulación en la madre y la abuela materna. También parece probable que haya una historia familiar de tics motores en el padre de la paciente y en dos tíos paternos. Ana no tiene antecedentes de abuso de alcohol u otras sustancias.

En la evaluación inicial, el examen del estado mental de la paciente revela un incremento de los movimientos motores, un afecto distimico/ansioso y llanto intermitente. No se evidencian trastornos del contenido o el curso del pensamiento.

Enfoques de orientación psicoanalítica para el tratamiento del trastorno obsesivo-compulsivo


Enfoques de orientación psicoanalítica para el tratamiento del trastorno obsesivo-compulsivo

Psychoanalytically Informed Approaches to the Treatment of Obsessive-Compulsive Disorder. Publicado originariamente en Psychoanalytic Inquiry: A Topical Journal for Mental Health Professionals, vol. 21, no. 2, p. 208-221 (2001). Copyright © 1999 de Melvin Bornstein, Joseph Lichtenberg & Donald Silver. Traducido y publicado con autorización de The Analytic Press, Inc.

Traducción: Mª Rosa Salanova García-Mauriño

A medida que la investigación en neurociencia ha descubierto las bases genéticas / biológicas del trastorno obsesivo compulsivo (TOC), se ha llegado a un amplio consenso de que los tratamientos de elección para esta enfermedad son la terapia conductual y un inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina. No obstante, los enfoques de orientación psicoanalítica tienen todavía mucho que ofrecer en un plan de tratamiento general. Los síntomas determinados biológicamente tienen significados inconscientes para el paciente que pueden llevarle a dedicar mucho esfuerzo en mantener los síntomas. También los factores psicodinámicos pueden estar involucrados en provocar que los síntomas se desencadenen y exacerben. Además, las compulsiones y los pensamientos obsesivos tienen casi siempre significados interpersonales que hay que abordar. Los miembros de la familia y otras personas, lo que incluye a los terapeutas, pueden sentirse forzados a acomodarse a la enfermedad respondiendo a comportamientos coercitivos del paciente. Finalmente, en muchos casos, los rasgos caracteriales de los individuos con TOC tienden a debilitar los esfuerzos terapéuticos y puede ser necesaria una terapia de orientación psicoanalítica para tratarlos.

Históricamente se ha considerado a dos entidades clínicas, la neurosis histérica y la neurosis obsesivo - compulsiva, las condiciones modelo para el tratamiento psicoanalítico. Mientras que el psicoanálisis nació de las experiencias con la histeria, el escrito clásico de Freud de 1909 sobre “El hombre de las ratas” introdujo la neurosis obsesivo-compulsiva en la literatura psicoanalítica con una formulación psicodinámica rica y convincente de los síntomas. Desde ese momento, la formulación clásica, comúnmente aceptada en los círculos analíticos, fue que la ansiedad provocada por la situación edípica producía en el neurótico obsesivo-compulsivo la regresión a una constelación de defensas de la fase anal que incluían la formación reactiva, hacer y anulación y el aislamiento del afecto. Con frecuencia se consideraba que esta regresión era más probable por la presencia de las fijaciones anales de larga data resultantes de las alteraciones durante la fase de entrenamiento de control de esfínteres (Nemiah, 1988).

A pesar de la tradición de larga data de tratar la neurosis obsesivo-compulsiva con psicoanálisis, los informes sobre curas sintomáticas con tratamiento psicoanalítico son virtualmente inexistentes (Zetzel, 1970; Malan, 1979; Jenike, Baer y Minichiello, 1986; Nemiah, 1988; Perse, 1988).

De forma paralela a la toma de conciencia de que el psicoanálisis no altera los síntomas obsesivo - compulsivos, se ha dado una creciente tendencia dentro de la psiquiatría a considerar que el trastorno tiene una etiología con mucha base biológica. De hecho, el cambio de la nomenclatura en el DSM-III de neurosis obsesivo-compulsiva a trastorno obsesivo compulsivo (TOC) refleja un punto de vista ampliamente mantenido de que los mecanismos neuróticos, tal como los definía tradicionalmente la teoría psicoanalítica, no guardan una relación específica con la etiología del TOC.

La evidencia de los componentes biológicos en la etiología es convincente. Los pacientes con TOC exhiben (en comparación con los sujetos control normales) un incremento del metabolismo en la corteza orbitofrontal, la corteza cingulada anterior y el núcleo caudado (Baxter et al., 1987; Swedo et al., 1989). Otras líneas de evidencia incluyen una tasa mayor de concordancia de TOC en los gemelos monocigóticos y dicigóticos, un incremento de la prevalencia en pacientes con el síndrome de Tourette (y en sus familias) y una respuesta dramática en algunos pacientes a la psicocirugía (Elkins, Rapopart y Libsky, 1980; Lieberman, 1984; Turner, Bieder y Nathan, 1985). Además, Luxenberb et al. (1988) demostraron con el uso de la tomografía computarizada que el volumen del núcleo caudado es significativamente menor en los pacientes con TOC al compararlos con individuos sanos usados como control. Los pacientes con TOC también muestran de forma significativa más signos de disfunción del sistema nervioso central que los controles (Hollander et al., 1990). Uno de los últimos resultados más sorprendentes sobre los pacientes con TOC, que también sugieren un componente biológico, en la etiología es el hecho de que no existe ninguna respuesta placebo (Mavissakalian, Jones y Olson, 1990). Este resultado está en marcado contraste con condiciones como el trastorno de pánico que pueden tener de un 25 a un 40 por ciento de respuesta placebo (Gabbard, 1992).

Ahora están surgiendo modelos animales para el TOC que sugieren que las anormalidades de la serotonina tienen un peso importante en la patogénesis del TOC (Greist y Jefferson, 1995). Muchos de estos, como el lamido de las patas, una conducta de acicalamiento en perros grandes, que es muy similar a la conducta obsesivo-compulsiva de los humanos, parece responder a potentes inhibidores de la recaptación de la serotonina (Rapaport, Ryland y Kriete, 1992). Además, los inhibidores potentes de la recaptación de la serotonina son también efectivos en el tratamiento del TOC en humanos (Greist y Jefferson, 1995).

Parte de la dificultad en el campo proviene de la diferenciación entre trastorno de la personalidad obsesivo -compulsiva (TPOC), que responde muy bien al psicoanálisis, y el TOC. A pesar de la tendencia histórica a considerar las dos condiciones como parte del mismo continuo de enfermedad, hay ahora evidencia sustancial de que son dos entidades bastante distintas (Pitman y Jenike, 1989; Baer et al, 1990; Stein y Hollander, 1993). De hecho, sólo en torno a un seis por ciento de los pacientes con TOC tienen también trastorno de la personalidad obsesivo -compulsiva. En general, los pacientes con TOC ven sus síntomas de forma más egodistónica y, por tanto, tienen como resultado un mayor sufrimiento. Con frecuencia, los rasgos de los pacientes con TPOC son egosintónicos y pueden causar más sufrimiento en personas significativas para el paciente que en el propio paciente. Esta distinción tiene ciertas limitaciones y los clínicos deberían tener en mente que algunos pacientes con TOC también vivencian sus síntomas de forma algo egosintónica (Rasmussen y Eisen, 1989; McCullough y Maltsberger, 1995). En este trabajo me centraré específicamente en los enfoques de orientación para el TOC más que para el TPOC.

En una época en la que la terapia conductual y los inhibidores de la recaptación de la serotonina se han convertido en tratamientos de elección muy aceptados en los pacientes con TOC (Greist y Jefferson, 1995), corremos el riesgo de relegar a la historia los enfoques de orientación psicoanalítica y, por tanto, privar a muchos de nuestros pacientes de un componente necesario y valioso para el arsenal terapéutico utilizado con los pacientes con TOC. A pesar de la impresionante investigación en las neurociencias sobre las bases biológicas del TOC, los clínicos de orientación psicoanalítica tienen todavía mucho que aportar para un plan global de tratamiento de tales pacientes.

Las estrategias de tratamiento para el TOC que articularé se pueden clasificar de manera amplia en la categoría de psiquiatría psicodinámica (en contraposición a la psicoterapia psicodinámica). He definido con anterioridad la psiquiatría psicodinámica de la siguiente forma: “Un enfoque para el diagnóstico y el tratamiento que se caracteriza por una forma de pensar tanto sobre los pacientes como sobre los clínicos que incluye el conflicto inconsciente, los déficits y las distorsiones de las estructuras intrapsíquicas, y las relaciones objetales internas” (Gabbard, 1994b, p. 4-5). Tal como implica esta definición, el clínico psicodinámico siempre piensa en términos de significado inconsciente, transferencia, contratransferencia y resistencia, incluso cuando no se dedican a la psicoterapia psicoanalítica o psicoanálisis ortodoxos. Por ejemplo, un clínico psicodinámico puede prescribir un inhibidor de la recaptación de la serotonina a un paciente con TOC y a la vez pensar en las interacciones con el paciente desde una perspectiva psicodinámica. Este enfoque de orientación psicoanalítica implica un modelo conceptual particular para comprender la enfermedad del TOC.

El modelo de diátesis/estrés del TOC

Una evidencia creciente sugiere que muchos de los trastornos psiquiátricos principales se pueden comprender mejor en base a un modelo de diátesis/estrés (Gabbard, 1992, 1994a). Aunque es evidente que en la etiología y patogénesis del TOC actúan procesos genéticos, los estresores psicológicos también parecen ser importantes. Los clínicos han observado desde hace tiempo que el aumento del estrés o la reaparición de problemas que ya habían precipitado el TOC pueden empeorar los síntomas, mientras que la reducción de la tensión puede mejorarlos (Black, 1974). Alguna investigación que llama a la reflexión sugiere que los temas relativos al cuidado de los hijos y el embarazo pueden tener una influencia significativa sobre los síntomas del TOC. Por ejemplo, Buttolph y Holland (1889) descubrieron que el 69 por ciento de los pacientes con TOC podían relacionar la exacerbación o aparición de sus síntomas con el cuidado de sus hijos, el embarazo o el parto. En un estudio de 106 mujeres que padecían TOC, Neziroglu, Anemone y Yaryura-Tobías (1992) observaron que el embarazo estaba asociado a la aparición de los síntomas del TOC más que a cualquier otro acontecimiento de la vida. De hecho, el 39 por ciento de aquellas pacientes con niños experimentaron los síntomas por primera vez durante el embarazo. Cinco mujeres del estudio habían tenido un aborto, espontáneo o provocado, y cuatro de esas cinco observaron que los síntomas del TOC surgían o se exacerbaban cuando estuvieron embarazadas.

En mi propia experiencia clínica, con madres jóvenes o embarazadas con TOC, he observado con frecuencia un nexo entre el incremento de la intensidad de los síntomas del TOC y un aumento en la agresión inconsciente o apenas consciente hacia el niño. Por ejemplo, una madre primeriza con TOC de un bebé de seis meses decía que apagaba inmediatamente la televisión cada vez que en las noticias o un programa de entrevistas aparecía un debate sobre el abuso parental a un niño. En el transcurso de la psicoterapia reconoció hasta que punto luchaba contra abrumadores deseos asesinos hacia su hijo. Aunque la forma que adoptaban los pensamientos obsesivos a menudo sugería que un desastre del exterior mataría al niño, la exploración dinámica ayudó al paciente a comprender que la amenaza que temía realmente procedía de su interior más que de fuentes externas.

Parte de este modelo conceptual es que los síntomas, con independencia de la influencia biológica que tengan, tienen significados, conscientes o inconscientes, para el paciente. Como observé en una comunicación previa (Gabbard, 1992), con frecuencia los conflictos psicodinámicos se apropian de las fuerzas bioquímicas del cerebro y las utilizan como vehículo de expresión. En esa comunicación describí a un joven que había controlado completamente la vida de su madre hasta el punto que ella dejó su trabajo para permanecer en casa con él y satisfacer todas sus necesidades. Al mismo tiempo, el padre se vio forzado por el joven a permanecer en una habitación aparte de la casa para no contaminar a su hijo con “gérmenes” del mundo exterior. A este respecto, los síntomas del TOC sirvieron como forma de facilitar un triunfo edípico inconsciente en el cual el joven tenía a su madre toda para él, mientras su padre estaba fuera de escena.

En este caso, era de gran importancia la resistencia del paciente a cualquier tipo de tratamiento psiquiátrico. Había rechazado acudir al psiquiatra y aceptar medicación con alguna eficacia probada en el TOC. Sólo cuando se pudo encarar y comprender su resistencia el paciente fue capaz de colaborar en un programa de tratamiento global. Por consiguiente, el descubrimiento de la intensa dependencia respecto a su madre y su deseo de continuar en su conflictivo triunfo edípico, obtenido en base a la comprensión dinámica, tuvo que ser encarado antes de que finalmente accediera a toma clomipramina.

Consecuencias para el tratamiento

Al considerar las onsecuencias para el tratamiento del TOC, la viñeta del caso anterior pone de relieve puntos extraordinariamente cruciales - como por ejemplo que muchos pacientes con TOC se aferran a sus síntomas por sus significados especiales y por el control interpersonal que ejercen sobre los demás. Por tanto pueden no mostrar interés en realizar el trabajo de la terapia de conducta o no cumplir con la medicación. De hecho muchas pruebas controladas excluyen a estos problemáticos pacientes por su escasa motivación o su negativa a seguir las instrucciones y, por tanto, la investigación empírica sobre el TOC puede no encarar de forma adecuada a este subgrupo de pacientes.

Incluso cuando los pacientes con TOC siguen las normas del tratamiento, los resultados están lejos de ser ideales. Por ejemplo, en el amplio proyecto multicentro para estudiar la eficacia de la clomipramina, la reducción principal de síntomas tras 10 semanas de tratamiento fue sólo de 38 al 44 por ciento ( Comipramine Collaborative Study Group, 1991). Es más, muchos pacientes tienen recaídas con clomipramina u otros inhibidores de la recaptación de la serotonina si no se ha combinado con terapia conductual (Zetin y Kramer, 1992). La modificación de conducta que incluye la exposición en vivo combinada con la prevención de respuesta parece tener los mejores resultados (Barlow y Beck, 1984), pero también se produce una alta tasa de recaídas con esta modalidad, lo que requiere una amplia cooperación del paciente (Marks, 1981).

Con frecuencia, los pacientes con TOC tienen considerables dificultades en las relaciones interpersonales, tanto con los miembros de la familia como en el trabajo o en otros entornos sociales. El diagnóstico del TOC está asociado con un alto riesgo de separación o divorcio (Zetin y Kramer, 1992). Los enfoques psicodinámicos son muy útiles para ayudar a clarificar y abordar los problemas de relación con los que se topa la enfermedad. La identificación de los estresores y sus significados particulares para los pacientes también puede ayudar, tanto al paciente como a los miembros de la familia, a ser conscientes de los acontecimientos que precipitan el trastorno y a intentar reducir su impacto o evitarlos en la medida de lo posible.

El substrato neurobiológico del TOC conduce a ciertos tipos de pautas inconscientes en las relaciones que, en última instancia, se internalizan como relaciones objetales características del paciente. A continuación éstas se reexternalizan en las relaciones familiares y extrafamiliares para crear una gran cantidad de problemas. La ventaja de la orientación psicodinámica en el tratamiento es que permite examinar la evolución de la transferencia -contratransferencia de manera sistemática como una forma de ayudar a los pacientes a comprender sus problemas relacionales en otros contextos.

El Sr. A era un hombre soltero de 26 años que fue admitido en una unidad de un hospital psiquiátrico porque sus síntomas le estaban convirtiendo prácticamente en un inválido y porque se había negado a cooperar con los enfoques de farmacoterapia y terapia de conducta. Estaba preocupado por la posibilidad de que sus padres hubieran cogido el virus del SIDA en el camino a casa desde sus respectivos trabajos y estaba convencido de que la casa necesitaba una desinfección minuciosa para impedir que él entrara en contacto con el virus. Sus padres se habían aliado con él en su insistencia de que cada mueble fuera pulverizado y limpiado a fondo. Cada tarde realizaban sistemáticamente el ritual de rociar y limpiar gran parte de la casa bajo la dirección del paciente.

Cuando el Sr. A ingresó en la unidad del hospital, pidió a su enfermero los detalles del ocupante anterior de su habitación. El enfermero le explicó que esa información era confidencial y no podía compartirla con él. No obstante, siguió haciendo preguntas, en particular las relacionadas con los hábitos de masturbación del anterior ocupante. Se obsesionó con la idea de que podía haber manchas de semen en su habitación que podían transmitirle la infección del VIH. En mis entrevistas diarias con él, gran parte de nuestras conversaciones se consumía con esa posibilidad. A pesar de lo absurdo de este temor, su insistencia de que discutiéramos la posibilidad de la contaminación del VIH era de un gran poder coercitivo, hasta tal punto que me descubría a mi mismo dedicando grandes esfuerzos para argumentar desde un punto de vista racional y lógico que sus temores eran, fundamentalmente, irracionales. La demanda del Sr. A. de que participara con él en un diálogo sobre el VIH tenía asociada una cualidad de ser obligatoria. Me sentía invadido y empujado a un tipo de folie à deux en la que ninguna otra cosa fuera importante para nosotros dos. En resumen, me había convertido en una extensión del Sr. A.

Una mañana, haciendo la ronda, entré en su habitación y encontré al enfermero del Sr. A con espray desinfectante en una mano y una toalla de papel en la otra “descontaminando” el mobiliario de la habitación del Sr. A. El enfermero parecía bastante avergonzado por haber sido descubierto coaligado con el temor de contaminación del paciente.

Cuando más tarde me reuní con el enfermero le expliqué que podía empatizar con su dilema - es decir, que la necesidad del Sr. A de hablar de su obsesión y de iniciar rituales para asegurarse que la habitación estaba descontaminada era tan sumamente obligante que cualquiera se podía ver arrastrado con facilidad a actuar en connivencia con ello. Señalé al enfermero que, a través de la identificación proyectiva, el paciente lo había tiranizado de la misma forma que había tiranizado a sus padres en casa. Compartí con el enfermero la consagrada visión del hospital psicoanalítico como un lugar donde un paciente recrea su situación familiar (más precisamente, su mundo objetal interno) en el entorno del hospital con diversos miembros de la plantilla (Gabbard, 1988).

Cuando el enfermero se negó a involucrarse en tal alianza tras ese incidente, el Sr. A se indignó mucho. El alcance de lo que él creía su derecho era sorprendente. Claramente tenía la expectativa de que la gente de su entorno debía comportarse como extensiones narcisistas de sí mismo. Negaba de forma masiva la autonomía y subjetividad de cualquier otro en su vida, existían sólo para responder a sus necesidades y su control omnipotente era enormemente deshumanizador.

Empleé buena parte del tiempo de mis reuniones con él en señalar su pauta en las relaciones objetales, tanto en sus relaciones con el enfermero, conmigo en la unidad, como con sus padres en casa. Clarifiqué con él que su sensación de urgencia sobre la naturaleza catastrófica de sus pensamientos en relación con la contaminación del VIH, provocaba que los demás sintieran que tenían que hacer lo que a él se le antojara o habrían consecuencias funestas. Aunque este enfoque no redujo directamente sus síntomas obsesivo - compulsivos, fue de un extraordinario valor para ayudarle a desarrollar una mayor empatía hacia los demás y a considerarlos sujetos en vez de objetos bajo su control omnipotente. En las sesiones del asistente social con los padres y el Sr. A, se realizó un gran progreso en ayudar a los padres a ver que, a largo plazo, aliarse con sus necesidades de “descontaminación” no era lo mejor para él. Los padres sintieron un gran alivio al recibir permiso del trabajador social y, con el tiempo, del Sr. A, para actuar según sus propias necesidades en vez de someterse a la conducta de control del Sr. A.

Otra razón convincente para incorporar nuestras estrategias psicodinámicas con los pacientes con TOC es el hecho de que muchos tienen temas caracteriales que sirven como poderosas resistencias a formas de tratamiento tales como la terapia de conducta o la farmacoterapia. De hecho Baer et al. (1990) descubrieron que la presencia de trastornos esquizotípico, borderline y evitativo de la personalidad, predecían un resultado de tratamiento pobre en pacientes con TOC tratados con clomipramina. Más aun, incluso cuando los pacientes no cumplen todos los criterios del DSM - IV para un trastorno de la personalidad, aún pueden tener rasgos caracteriales importantes que interfieren con la ejecución de un programa de tratamiento amplio.

En otro estudio (Aubuschon y Malatesta, 1994), se trató a 31 pacientes con TOC con un trastorno comórbido de la personalidad con una amplia gama de terapia conductual. Se comparó sus resultados con los de un grupo de pacientes con TOC sin trastornos de la personalidad comórbida. Se consideró que esos pacientes con trastornos de la personalidad eran más difíciles de tratar y que tenían más posibilidades de finalizar la terapia conductual de forma prematura y que requerirían más hospitalizaciones psiquiátricas que los pacientes con TOC sin trastornos de la personalidad.

El señor B. era un divorciado de 38 años que había tenido éxito en un puesto directivo hasta que se volvió incapaz de funcionar de forma efectiva en el trabajo debido a la presencia de pensamientos obsesivos y rituales compulsivos. A pesar de que tenía desde hacía tiempo un trastorno paranoide de la personalidad y algunos síntomas leves de TOC, su funcionamiento nunca se había visto afectado hasta que su padre enfermó y murió dos años antes de buscar tratamiento conmigo. Sus obsesiones y conducta ritualista empeoraron de forma dramática a la muerte de su padre, hasta tal punto que no pudo funcionar de forma efectiva en el trabajo.

El paciente se había enfadado con su padre la última vez que lo vio antes de su muerte y se sentía extraordinariamente culpable por el hecho de que su último encuentro fuera uno tan rabioso. El día anterior al funeral de su padre, el Sr. B se había hecho daño en la espalda jugando al baseball y durante el funeral sufrió un dolor lumbar tan grave que necesitó tomar narcóticos. A pesar de que dejó de tomarlos después de varios días, su dolor de espalda continuó junto con el empeoramiento de los pensamientos obsesivos. El contenido de estos pensamientos se centraba fundamentalmente en su daño potencial a otros. Por ejemplo, tenía miedo de que si iba al trabajo abriría la puerta del servicio de caballeros y dañaría gravemente a alguien que saliera, golpeándole con la puerta.

De niño, el Sr. B había intentado anular la rabia hacia sus padres con varias formas de conducta ritualista. El empeoramiento gradual de sus rituales desde la muerte de su padre reflejaba su convicción inconsciente de que había causado la muerte de su padre por la intensidad de su rabia. Una variedad de rituales, que incluía conducir ida y vuelta al trabajo hasta ocho o diez veces, estaban destinados a anular la muerte mediante el incrementar los rituales.

Había visto a dos clínicos antes de acudir a que le ayudara. Inicialmente había intentado una terapia cognitivo-conductual que se centraba exclusivamente en sus síntomas. Finalmente los dejó porque sentía que el terapeuta cognitivo-conductual no le ayudaba. Me dijo que le había explicado repetidamente a su terapeuta que era consciente de lo ridículas que eran las distorsiones cognitivas, pero que la conciencia de su naturaleza irracional no lo ayudaba a cambiar los pensamientos.

A continuación acudió a un psiquiatra que se ofreció a prescribirle clomipramina. Leía todo material que caía en sus manos en relación a la medicación pero rechazaba tomarla. Por su orientación paranoide básica hacia el mundo, estaba convencido de que la medicación le destruiría de alguna forma o que, como mínimo, le causaría efectos secundarios difíciles de controlar.

Cuando finalmente vino a verme pasé mucho tiempo trabajando con él su resistencia a tomar medicación. Señalé que parecía estar muy preocupado de que su ira hubiera herido a su padre. En respuesta a esa observación, afirmaba repetidamente que, de hecho, no era una persona irascible. Con frecuencia, su ira aumentaba a medida que insistía sobre la idea de que había superado cualquier problema con la ira. Finalmente, tras mucho trabajo sobre sus rasgos caracteriales paranoides, estuvo de acuerdo en tomar la clomipramina. Lo hizo durante aproximadamente un año en dosis terapéuticas máximas pero no experimentó cambio alguno.

Entonces pasó por un período de meses en el que se obsesionó acerca de si sería recomendable que probara fluoxetina. Volvió a leer mucho sobre fluoxetina y trabajó conmigo sus ideas paranoides relativas a los efectos secundarios. Tras unos meses de discutirlo, intentó tomar fluoxetina pero, después de dos meses, sintió que estaba cada vez peor y suspendió el tratamiento.

A pesar de su falta de éxito con la farmacoterapia y la terapia cognitivo-conductual, persistió en su terapia psicodinámica individual y, poco a poco mejoró en muchas áreas de su vida. Aunque sus síntomas eran manejables, no desaparecieron. Por otro lado, su personalidad paranoide mejoró de muchas formas significativas. Se hizo menos rígido y muy abierto a considerar ideas que había rechazado con anterioridad. Llegó a ser capaz de formar una confiada alianza terapéutica conmigo y, relacionada con esta confianza, se hizo mucho menos hostil. También fue capaz de tener una relación sexual significativa y mutuamente gratificante con una mujer, algo que con anterioridad había sido impensable por su paranoia. Se volvió mucho menos aislado y creó también otras relaciones. Incluso volvió a trabajar a media jornada a medida que su ansiedad por los síntomas del TOC se hizo menos molesta. En resumen, había hecho una adaptación a sus síntomas que enriquecieron mucho su calidad de vida.

Conclusiones

Estas breves ilustraciones clínicas destacan el papel vigente del tratamiento de orientación psicoanalitica para pacientes que padecen un trastorno obsesivo-compulsivo. A pesar de la presencia de los determinantes biológicos que pueden generar los síntomas del TOC, estos síntomas son ricos en significado inconsciente, lo que puede causar que los pacientes se esfuercen mucho en mantener sus síntomas. La comprensión psicodinámica del significado de esos síntomas pueden ser de gran ayuda para mejorar el cumplimiento de los programas de tratamiento con fármacos o de terapia conductual.

El TOC es una enfermedad cuya gravedad fluctúa, por lo que una comprensión dinámica de los detonantes psicosociales puede ayudar a manejar al paciente con TOC. Por ejemplo, en el caso del Sr. B, se hizo evidente que la aparición de sus síntomas estaba íntimamente ligada a las preocupaciones por la agresión hacia los demás. En otros pacientes puede contribuir la ansiedad de dañar a niños o a bebés. Sin embargo, en otros son las ansiedades sexuales las que pueden actuar como detonante.

Casi siempre los síntomas del TOC tienen significados interpersonales que se deben tratar. Los síntomas determinados biológicamente pueden servir como el vehículo ideal para expresar conflictos con base psicodinámica. Por tanto, los miembros de la familia y las personas que tienen relaciones significativas con el paciente se pueden encontrar controlados o coaccionados a realizar conductas muy disfuncionales. Las dimensiones de transferencia - contratransferencia de la relación terapéutica con pacientes con TOC pueden aportar pistas sobre estas recurrentes pautas que se pueden encarar con provecho como parte del tratamiento.

En muchos casos, los rasgos caracteriales de los individuos con TOC tienden a minar los esfuerzos terapéuticos. Confrontar e interpretar las dimensiones caracteriales del paciente puede tener un impacto significativo sobre el manejo global del paciente. Es más, los rasgos de personalidad de los individuos con TOC pueden responder de forma dramática a la psicoterapia dinámica y, por tanto, estos pacientes pueden llevar vidas mucho más gratificantes. El caso del Sr. B demuestra un ejemplo en el cual el ajuste del paciente a la vida mejoró mucho a pesar del hecho de que los síntomas del TOC persistieron.

Finalmente, debemos ser conscientes de que un cierto porcentaje de pacientes no responderán ni a la farmacoterapia ni a la terapia de conducta. Puede ser necesario un enfoque terapéutico psicodinámico para afrontar una situación en la que no hay respuesta al tratamiento, a pesar de que el clínico deba tener objetivos modestos para la mejora de los síntomas per se. El TOC sirve como una enfermedad modelo para demostrar el valor de un enfoque integrado para el tratamiento de los trastornos psiquiátricos mayores. Las estrategias psicodinámicas continuarán teniendo un papel principal en la psiquiatría tal como ilustran las muchas formas en las cuales el pensamiento psicodinámico se aplica a condiciones tales como el TOC.

fuente:Publicado en la revista nº009
Autor: Gabbard, Glenn O.

Psicoterapia para el T.O.C.


Psicoterapia para el T.O.C.

Primeros Tratamientos
Anteriormente, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) estaba considerado como “neurótico”. Sigmund Freud, el padre de la psicoterapia prestó una atención considerable a este trastorno y creía que el trastorno abarcaba un amplio espectro que iba de la personalidad obsesivo-compulsiva a la psicosis. Su tratamiento fue el psicoanálisis, aceptado durante muchas décadas. Debido a que no se obtuvieron los resultados apetecidos, se consideró al trastorno como raro e intratable.
Incluso hoy en día las formas más populares de psicoterapia incluyen el psicoanálisis y su sucesora la terapia psicodinámica. Los objetivos de estas formas de terapia no encubren motivaciones ocultas y ganan en interiorización—por lo que se refiere a “terapia de orientación interior”. La utilización del psicoanálisis freudiano ha ido decreciendo en favor de la psicoterapia psicodinámica debido a sus rápidos resultados. El psicoanálisis tradicional puede tener un proceso amplio en el tiempo, por incluir terapeutas que tratan de no influir al paciente, esperando a que lleguen a un “renacer” por sí mismos. Este proceso lleva años, haciéndolo inaccesible para la mayoría.
Los modernos tratamientos de psicodinámica, aunque persiguen objetivos similares en cuanto a orientación interior, incluyen más interactividad por parte del psicoterapeuta, permitiendo una terapia más corta, menos de 25 sesiones por lo general. Las personas que padecen TOC tienen como mínimo algunas interiorizaciones por lo que hace a sus comportamientos, haciendo que el objetivo básico sea menos útil; la interiorización por sí misma no es suficiente para “curar” el TOC. Ahora hemos aprendido que el TOC tiene, en gran parte, una causa biológica (queremos decir, por ejemplo, que el comportamiento obsesivo no esta causado simplemente por una mala relación con la madre, sino que tiende a producirse por herencia familiar). Debido al fracaso de los tratamientos psicológicos tradicionales para el TOC, se utilizan ahora los cognitivos-conductuales, con unos resultados francamente satisfactorios.
Tratamientos modernos
La terapia cognitiva-conductual (TCC) es una categoría de tratamientos psicológicos utilizados con éxito para los trastornos obsesivo-compulsivos. Esta terapia es la mejor forma de reducir permanentemente los síntomas del TOC. Está estudiado científicamente y muestra que realmente puede cambiar la actividad en el cerebro de una persona—en el sentido de que a través del mismo se puede “reeducar” al cerebro.
El objetivo de la TCC es doble: cambiar pensamientos y a la vez comportamientos. La parte cognitiva incluye la identificación y análisis de los pensamientos irracionales, permitiendo afrontarlos. Por lo que hace a la parte del pensamiento, el terapeuta y el paciente trabajan unidos para cambiar los comportamientos compulsivos. Ello incluye técnicas como Exposición y Prevención de Respuestas, también denominado Exposición y Prevención Ritual.
La exposición y prevención de respuesta o ritual tiene éxito de un 75 a 80% en cuanto a reducir los síntomas, haciendo el tratamiento más efectivo para el TOC. La persona que padece sentimientos obsesivos (TOC), experimenta extrema ansiedad y ello origina la ejecución de compulsiones que alivian momentáneamente esa ansiedad. Su objetivo es exponer a los que padecen TOC directamente a las obsesiones que les producen ansiedad y luego prevenir la actuación de rituales compulsivas para aliviar esa ansiedad. Es un proceso jerárquico. El terapeuta debe definir y clasificar sus miedos, desde los más perturbadores hasta los que lo son menos. Una vez hecho, se insta al paciente a exponerse a cada uno de los miedos tan pronto esté preparado para ello. El terapeuta jamás obligará a su paciente a efectuar ninguna acción que éste no desee, ya que es preciso tener mucho cuidado en asegurarse de que el sujeto se encuentra listo para el siguiente paso—debido a ello el proceso se alarga en el tiempo. El paciente de TOC aprende que la ansiedad en sí misma no es grave.
Debido a que el solo pensamiento de afrontar al miedo puede ser disuasorio por parte de muchos pacientes, algunos se preguntan si es posible evitar una parte de la terapia. La terapia cognitiva sola puede ser útil si un paciente es incapaz de participar en los ejercicios, pero la parte del tratamiento del comportamiento es la clave del éxito.
El terapeuta asignará tareas para que las lleve a cabo el paciente y evaluará el proceso de los síntomas para asegurarse de que va mejorando. El terapeuta estimulará de alguna manera al paciente ya que quizá necesite que se le dirija para conseguir una mayor efectividad en el tratamiento, pero no más de lo que el paciente pueda controlar. Es un proceso difícil pero muy efectivo y gratificante. La TCC es también efectiva para la mayoría de trastornos de ansiedad y muchos trastornos del espectro obsesivo-compulsivo.
El terapeuta adecuado
Debido a que no todos los terapeutas poseen las enseñanzas especializadas sobre las técnicas de comportamiento, las personas con TOC deberían elegir a un profesional de salud mental con cuidado antes de iniciar un programa de tratamiento, asegurándose de poseer la suficiente experiencia por lo que hace a los tratamientos con técnicas de comportamiento para trastornos de ansiedad. Es común encontrar personas con TOC que han asistido a terapias psicodinámicas sin observar efectividad alguna ni mejoría durante largo tiempo. Incluso debería evitarse un terapeuta cognitivista sin la suficiente experiencia en el trato del comportamiento.
Las personas que siguen un tratamiento correcto deberían empezar a ver su mejoría después de unas pocas sesiones de terapia cognitivo-conductual.

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viernes, junio 06, 2008
2ª parte "Pensamiento mágico y obsesión"

Deseos
Nuestros deseos son probablemente lo más relacionado con el entorno mágico, así como las expectativas irrazonables. ¿Quién no se ha resistido a tener ciertos pensamientos de miedo o de mala suerte, formular un deseo mientras se soplan las velas de cumpleaños o intentar ayudar a un jugador de fútbol del equipo favorito a empujar el balón situado en el punto de penalti, utilizando sólo la esperanza y la concentración?

¿Traen buena suerte los rituales?
“Siempre que vuelo, coloco mis manos sobre el fuselaje mientras subo al avión. El hábito viene desde que era niño y tenía temor a subir a cualquier tipo de máquina que volase; a través de los años y al comprobar que nada malo me sucedía, mi cerebro decidió que debía continuar con el ritual para mantener mi mente en paz por si acaso”.
Los antropólogos insisten en el hecho constatado de que no hay mejor laboratorio de estas repeticiones rituales sin sentido que en los deportes. Sólo hace falta prestar atención a las “danzas” o rituales elaborados por los jugadores durante un partido o cuando tienen el acierto de apuntarse un tanto.
Las personas que suelen confiar en sus rituales presentan un fenómeno conocido como “ilusión de control”, la creencia de que se tiene más influencia sobre el mundo de la que realmente se tiene. No es una mala cosa –un sentido de control anima a trabajar más duro que en caso contrario. En efecto, el completo control sobre las propias fuerzas, conocido como “realismo depresivo”, suele obsesionar a las personas que padecen depresión clínica, quienes suelen mostrar menos pensamiento mágico.
Dar nombre
A medida de que los pensamientos y objetos van adquiriendo poder también lo hacen sus nombres. La habilidad del lenguaje para asociarlos con nuestros actos actúa como un hechizo sobre nosotros. Piaget indicó que los niños a menudo confunden los objetos con sus nombres, un fenómeno que el etiquetó como realismo nominal. Rozin y sus colegas lo demostraron también en adultos. Después de ver poner azúcar en dos vasos de agua y luego fijar la etiqueta de “azucarado” en uno y “veneno” en otro, la gente prefirió beber del vaso que llevaba “azucarado”. (El subconsciente no procesa la negatividad). Rozin también encontró que las personas son reticentes a romper un pedazo de papel en el que figura el nombre de una persona amada. Los símbolos arbitrarios transportan la esencia de lo que representan. Siguiendo esta misma regla de tres, señala Rozin, “el nombre de Adolfo cayó en picado durante los años 40”.
La creencia de un mundo justo hace que nuestra mente esté en calma. Incluso si las cosas escapan a nuestro control, las cosas suceden por alguna razón. La simple idea de arbitrariedad en cuanto a dolor y sufrimiento es tan terrible de soportar para muchas personas que la necesidad de orden moral puede explicar la popularidad de la religión.
Jesse Bering, psicólogo de la Universidad de Queen en Belfast estudia la psicología evolutiva de la religión. Comenta que teniendo en cuenta que un ser omnisciente puede leer nuestros pensamientos y castigarnos por nuestra inmoralidad previene de malos comportamientos y de esa forma ser expulsados de nuestro grupo social. Preguntó si el ser el objetivo de un relampago podría explicar por qué sin embargo no siento la necesidad de tocar madera si pienso en cosascomo, “No he tenido un resfriado durante meses”. “Pensamos todavía que el universo a través de una dosis aguda de realidad. El ritual de tocar madera de alguna forma nos satisface o agrada al universo y previene del castigo intencionado.
La creencia de que el universo es bueno con nuestros deseos es creer que tiene mente y alma, aunque rudimentaria. A menudo vemos objetos inanimados como llenos de una fuerza de vida. Cuando era niño quería desesperadamente que mi osito tuviera vida. Cuando pregunté a mi madre si amando algo lo suficiente se haría real, ella me contestó que no. Aquello rompió mi corazón. No es que pensara que todo está lleno de vida—incluso los bebés se sorprenden cuando un objeto inanimado se mueve por sí solo—es que sentimos que todo tiene su potencial. Se intelectualmente que no puedo hacer que los objetos cobren vida, pero todavía siento una ira irracional hacia una tostada cuando cae de mi mano—y me han dicho que la pise como venganza.
Pensamiento mágico: ¿Positivo o negativo?
El pensamiento mágico puede estructurarse entre escépticos a un lado y esquizofrénicos en otro. Las personas que se ratifican en las ideas mágicas en un terreno que va desde inocuo (miedo ocasional de pisar sobre las grietas de la calzada) hasta extravagantes (los presentadores de TV saben que les está mirando) tienen más posibilidad de padecer una psicosis o desarrollarla más tarde durante sus vidas. Las personas que sufren de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) presentan altos niveles de paranoia, disturbios de percepción y pensamiento mágico, en particular “fusión de pensamiento y acción”, la creencia que los pensamientos negativos pueden originar daños. Estas personas sienten el fuerte impulso de realizar tareas repetitivas para contrarrestar sus pensamientos intrusivos como si dejar las puertas abiertas puede perjudicar a las personas amadas.
No obstante, a más pensamiento mágico no implica más problemas emocionales—lo que en realidad cuenta es si estos pensamientos interfieren en el devenir cotidiano y en nuestro funcionamiento. “Ser totalmente “realista” no es del todo sano”, dice Meter Brugger, jefe de neuropsicología en la Universidad Hospital de Zurich. Dispone de datos suficientes que indican de una forma fehaciente que la falta total de ideas mágicas, reporta la inhabilidad de sentir placer.
Brugger afirma que la habilidad para ver patrones y hacer asociaciones mejora la creatividad y también sirve a una función práctica: “Aunque esté en una pradera, siempre será mejor que, prudentemente, asuma que también allí puedo encontrar un tigre”.
Psychology Today Magazine

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viernes, mayo 30, 2008
Pensamiento mágico y obsesión

El pensamiento mágico nos transporta a cualquier lugar. Algunas creencias irracionales pasan sin dejarnos huella, pero otras las incorporamos a nuestra persona. La supervivencia requiere patrones reconocibles—la noche sigue al día, etc-- y debido a que echar de menos lo obvio a menudo hiere más que ver lo imaginario, nuestras habilidades en interferir en las conexiones están súper afinadas. Buscamos patrones porque odiamos las sorpresas y porque adoramos mantener el control de las cosas.
El estrés emocional y los eventos que representan un significado personal nos empujan fuertemente hacia la creación de significados mágicos. Eugene Subbotsky psicólogo de la Universidad de Lancaster relata un cuento ejemplar: “Estaba en Moscú paseando con mi pequeño hijo a lo largo de un bloque de casas vacío. De repente, un coche aparcado empezó a moverse sólo en dirección hacia ellos, finalmente se incrustó en una puerta de hierro solo unos centímetros de donde estaban. “Escapamos de la muerte por muy poco y sigo manteniendo mi pensamiento mágico sobre este episodio. A pesar de ser un hombre racional, soy científico, he estudiado este fenómeno; hay algunos acontecimientos en la vida de cada uno que no se pueden explicar de una forma racional. Bajo ciertas circunstancias siento como si alguien estuviese guiando mi vida y prestándome ayuda”.
"Existen diferentes capas de creencias”, dice Carol Nemeroff. "La respuesta de muchas personas, especialmente por lo que hace al pensamiento mágico es: “La mayor parte de mí no cree, pero otra parte sí lo hace”. Las personas saben que sus reacciones al respecto no tienen sentido, pero siguen teniéndolas.
No solemos reconocer nuestras creencias como absurdas, viendo casualidad en las coincidencias que nos pueden ocurrir antes incluso de que tengamos la oportunidad de pensar sobre ellas; los errores son algunas veces de percepción más que racionales. “Considere qué sucede cuando toca el claxon y justo en ese momento se apagan los semáforos”, observa Brian Scholl, director del Laboratorio de Cognición y Percepción deYale. "Ni por un momento creerá que su claxon ha originado que se apaguen las luces de tráfico, pero tendrá la percepción irresistible de relacionarlo. No es menos cierto que nuestro sistema visual rechaza creer en coincidencias. “Nuestros “entusiastas” ojos, en efecto, suministran las bases para caer en ideas más detalladas sobre superstición. No importa lo racional que nos consideremos, si la persona da un gran valor a las corazonadas se verá en un apuro si ha de lanzar dardos en un circulo en el hayan pegado una foto que nos produzca ternura, por ejemplo. De alguna forma estamos comparando imagen con realidad.
El valor de las cosas
Para algunos, el piano de John Lenon es sagrado. La mayoría de las personas considera su anillo de su boda como sagrado. Niños sin noción alguna de lo que esto significa echarán el pulmón por la boca lamentándose por la pérdida de su para ellos sagrada mantita. El valor personal que se le da a objetos inanimados podría denominarse como objetos sentimentales, pero ¿qué es sino pensamiento mágico? Existe un significado invisible en conexión con esas cosas: una esencia. Los objetos como un anillo de boda o una mantita de niño podrían ser reemplazados por otros idénticos o casi idénticos, pero ya no serían los mismos.
Lo que hace que una cosa sea sagrada para nosotros no es el material del que está construido sino su historia única, lo que hace que le demos valor. Los psicólogos Bruce Hood de la Universidad de Bristol y Paul Bloom de la de Yale convencieron a unos niños de edades comprendidas entre 3 y 6 años para que construyeran una “máquina de copiar”. Los niños se llevaron a casa muy satisfechos una copia de una pieza de metal precioso producido por la máquina, pero no fue así con una idéntica de una cuchara de la Reina Isabel II--¡querían la original!
En muchos casos el valor que se le da a un objeto viene de la persona a quien pertenece, la usó o la tocó, ejemplo de “contagio mágico”. Paul Rozin y Nemeroff de la Universidad de Pensilvania sostienen que el contagio mágico puede emerger de un evolucionado miedo a los gérmenes que, como la esencia, es invisible, fácilmente transmisible y tiene consecuencias de amplia repercusión. Antes de que los humanos tuvieran algún concepto acerca de la teoría de los gérmenes, poníamos en cuarentena a las enfermedades y evitábamos tocar los cuerpos de los muertos. La profunda intuición de que las cualidades morales o psicológicas se transmiten a través de las personas o un objeto hace que su historia se transporte con ésta, aunque no significa que seamos buenos evaluadores de fuentes de contagio. Nemeroff encontró que las personas perciben los gérmenes de las personas con quienes tienen amistad menos aterradores que los de sus enemigos, e indicaban que esos gérmenes les producirían menos daño.
Contagio mágico.
Las esencias no siempre son buenas. La Madre Teresa no podría neutralizar completamente la negatividad de una pieza de ropa llevada por Hitler, un hecho que encaja con la teoría de los gérmenes de contagio moral: Una gota de aguas residuales hace más a un cubo de agua clara que una gota de agua clara en un cubo de aguas residuales. La limpieza tradicional tampoco puede borrar las malas vibraciones. Estudios realizados por Rozin y sus colegas muestran que las personas tienen una fuerte aversión a llevar ropa procedente incluso de una lavandería que antes haya sido utilizada por un asesino o incluso por alguien que haya perdido una pierna en un accidente.
El contagio mágico puede también influir al revés. Muchas personas no querrían que un paciente de SIDA ocupase una cama de un hospital que acaba de dejar o incluso otros se sentirían a disgusto si una persona que no les resultase grata se quedase con su cepillo del pelo. “Ello cuadra con la percepción de que no hay separación entre espacio y tiempo”, dice Nemeroff. Unimos el cepillo del pelo y estar en contacto. En ese nivel mágico donde todo es uno, la acción sobre algo es la acción sobre nosotros mismos”.
Fin de la primera parte de Pensamiento mágico y obsesión

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viernes, mayo 09, 2008
ADMINISTRACION DEL TIEMPO Y OBSESIÓN

Es mucho más efectivo, para controlar temperamentos obsesivos, terminar el día habiendo completado tres tareas importantes para usted, que cincuenta que no le aporten nada significativo.

Resulta realmente imposible administrar el tiempo. El tiempo tampoco puede ahorrarse, almacenarse o multiplicarse. El tiempo fluye independientemente de todos nuestros esfuerzos por controlarlo. A todos se nos conceden 24 horas cada día, y nosotros decidimos cómo usar dichas horas. La clave está en cómo lo hacemos. Podemos utilizarlas sabiamente, o podemos malgastarlas. Pero lo que nunca podremos hacer es ahorrarlas. Al final de cada uno de nuestros días, el tiempo que haya pasado se habrá ido para siempre.

Muchas personas se justifican pensando que han estado haciendo un montón de cosas durante el día, pero no quieren darse cuenta de que todas esas cosas que han hecho no eran las realmente importantes; es decir, las que pueden producir un avance significativo hacia el logro de sus mayores objetivos. Lo importante no es hacer más cosas, lo que puede generar una alta ansiedad y obsesionarnos, sino hacer las adecuadas.

Le resultará muy difícil motivarse si solo trabaja con “listas de cosas para hacer”. Lo único que produce motivación, es pensar en los resultados que pretendemos conseguir. A la hora de planificar su tiempo, piense siempre en resultados, nunca en tareas. Cuando tenga claro el resultado que desea conseguir, trace un plan de acción asignando las tareas que sean necesarias para lograr ese objetivo.

Las personas no están organizadas porque tengan un planificador o una agenda, sino que utilizan esas herramientas porque ya están organizadas. Esto que parece un juego de palabras es un factor crítico para conseguir grandes resultados con el uso de su tiempo.

Son muchas las personas que por influjo de las modas, o simplemente por aparecer ante los demás como organizadas, compran el mejor sistema de planificación disponible, a pesar de que jamás lo llegan a usar. La administración del tiempo efectiva es fruto de forjar hábitos en nuestra actitud con respecto al tiempo. No tienen nada que ver con el uso de un sistema determinado. Hay personas que logran resultados increíbles de su tiempo utilizando como herramienta un simple cuaderno de notas y a pesar de que esa herramienta no es la más adecuada, como sus hábitos de gestión del tiempo sí lo son, se producen increíbles resultados.

La verdadera clave no es planificar, sino “comprometer” espacios de tiempo a las tareas que ha decidido realizar. Hacer su lista de tareas del día solo es el primer paso. Forje primero la mentalidad adecuada para administrar adecuadamente su tiempo, y solo después preocúpese de disponer del mejor planificador que pueda encontrar.

Se dice que los mayores ladrones del tiempo son el teléfono, las visitas, las reuniones y los proyectos urgentes.A pesar de que estos factores pueden influir en mayor o menor medida en su efectividad a la hora de administrar el tiempo, no son realmente ladrones del tiempo; son parte de su trabajo. Los mayores ladrones del tiempo suelen ser auto impuestos por nosotros mismos: postergación, falta de enfoque, exceso de perfeccionismo, perder el tiempo en tareas triviales, etc… Nosotros mismos somos nuestros peores enemigos. Administrar eficazmente el tiempo tiene que ver con saber administrarse mejor uno mismo, no tratar de buscar excusas en las llamadas de teléfono que tenemos que atender.

Trabajar en una misma tarea hasta tenerla totalmente completada puede ser más eficiente, pero no es más efectivo. Generalmente es mucho más efectivo dividir todo proyecto o tarea de envergadura en pequeños trozos de una o dos horas de duración que manejarlo en grandes bloques.

El tiempo es mucho más que dinero, el tiempo es VIDA. Siempre se podrá conseguir más dinero, pero jamás se podrá conseguir más tiempo. El tiempo es el recurso más irreemplazable que existe. Una vez que ha pasado ya no vuelve jamás. Tome pues conciencia y comience a valorar su tiempo como la posesión mas preciosa que posee.

JOSE MARIA VICEDO

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martes, diciembre 18, 2007
Famosos y el T.O.C.

Aunque para algunos pueda parecer una vida llena de glamour, la de uno de los futbolistas ingleses más conocidos mundialmente, David Beckham, podría no tener nada que ver con la realidad; el deportista ha revelado que está siendo acechado por unos demonios particulares. El centro campista ha estado batallando durante muchos años con su trastorno obsesivo-compulsivo, una enfermedad altamente perturbadora que hace a quien lo padece realizar extraños rituales.

“Es para mi imperativo tener todas las cosas en perfecta alineación o en pares de objetos”, confiesa. “Debo colocar las latas en el frigorífico en línea recta y si hay demasiadas en una, las coloco en perfecto orden en otro estante. Cuando voy a un hotel, antes de poder relajarme, debo colocar todos los folletos o los libros que encuentro encima de los muebles en un cajón”.

Durante una entrevista en la televisión David admitió que podía pasarse horas poniendo rectos los muebles de su casa en Madrid. Para paliar de algún modo su ansiedad, solía estrenar un par de botas de fútbol en cada partido y comprar exactamente 20 paquetes de espaguetis cada vez que iba al supermercado.

Su esposa Victoria ha sido testigo de los problemas de su marido. “Todo debe estar perfecto en casa”, reveló recientemente.

Al preguntarle si había intentado tratar de superar el trastorno Becks dice: “Me gustaría y lo he intentado, pero no puedo controlarlo”. Decidió no desvelar su secreto a sus compañeros de su equipo del Real Madrid, debido a que en su anterior equipo, Manchester United, sus compañeros le gastaban bromas durante sus desplazamientos.

David no es la primera estrella que sufre el trastorno, considerado por la World Health Organisation como una de las enfermedades más perturbadoras que existen. Pueden contarse también como pacientes personajes tan populares como los actores Billy Bob Thornton y Alec Baldwin, junto con figuras históricas como Florence Nightingale, considerada una de las pioneras en la práctica de la enfermería y creadora de su primer modelo conceptual, así como Charles Darwin, el célebre biólogo británico. Quizás una de las figuras más célebres que han tenido que batallar con el trastorno fue el multimillonario Howard Hughes, que fue interpretado en la pantalla por Leonardo DiCaprio en “El Aviador”.

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jueves, noviembre 22, 2007
Pensamiento repetitivo

El pensamiento repetitivo u obsesivo es el que, como un hamster en una jaula, se va sucediendo en su cerebro como si fuese en círculos. Significa obsesión sobre problemas, pérdidas, cualquier clase de obstáculos o ambigüedades sin poder ejercer control sobre el mismo.
Como ha demostrado la Dra. Susan Nolen-Hoeksema, la tendencia a ocuparse en el pensamiento repetitivo revela una gran diferencia de género en el control de las experiencias emocionales. El problema con el pensamiento repetitivo es doble. Mientras se piensa, éste se va haciendo más profundo, intensificando los niveles de ansiedad y depresión. Los problemas quedan sin resolver e incluso se magnifican al no poder ponerle remedio.
Las mujeres tienen más tendencia a este tipo de pensamiento, porque valoran mucho más las relaciones a las que suelen dedicar más tiempo y energía mental para procesar sus contenidos, a menudo ambiguos. Allí se pierden, obsesionándose sobre temas en los que no se actúa. Los hombres, en general, proceden de forma distinta. Prefieren lanzarse a la acción sin quizá tomarse el tiempo suficiente para pensar sobre el problema, redundando en soluciones poco eficientes o directamente enfocadas al mismo.
Cuando se trata de estilos de pensamiento, los hombres y las mujeres necesitan aprender unos de otros.
He aquí algunas estrategias que pueden ayudarle a mejorar la forma de controlar sus pensamientos en situaciones difíciles:
• Evalúe su propia tendencia a obsesionarse sobre los problemas. Piense en ello como si fuese una prueba para su cerebro. Pregunte a sus amigos y quizá a los que no lo son tanto sobre como ven en usted su grado de obsesión, en una escala que vaya desde moderada a elevada.

• Contrólese usted mismo sobre el tiempo que emplea en pensar sobre un problema, ya sea sobre una cuestión que involucre a sus hijos, o si comprar o no un electrodoméstico. Al finalizar los cinco minutos debería ya tener alguna pista sobre el siguiente paso a seguir para realizar la acción requerida y solucionar el problema.

• Si piensa sobre el problema durante más de cinco minutos, quizá tenga un pensamiento repetitivo.

• Los hombres pueden beneficiarse en especial al observar si reprimen sus pensamientos. ¿Cuánto tiempo aguanta antes de relatar sus emociones? ¿Pasan días o semanas antes dar a un pensamiento el valor de problema? De nuevo, pregunte a los demás—familia, amigos, o conocidos—para saber cuánto suele controlarse.
• Si en realidad es un controlador, asigne unos cinco minutos en pensar sobre un problema en particular. En realidad es todavía mejor si puede hablar sobre el problema con otra persona. Eso le dará otro concepto que le ayudará a abrir su mente y conducirle a la acción para conseguir un objetivo—con mayor probabilidad de ser más efectivo.

• Procure entender que la solución de un problema requiere siempre procesar sus pensamientos de una forma constructiva y tomar la acción sobre el mismo; ambos son necesarios. En situaciones difíciles es necesario saber cuándo procesar sea cual sea el tema conflictivo y cuándo no, así como cómo, lo que dependerá de la energía de que disponga.

• Un elemento clave para ganar control sobre el pensamiento que peca de obsesivo empieza a dar vueltas sobre sí mismo, es preciso cortar por lo sano aplicando maniobras de distracción. Vaya a dar un paseo. Entre en la cocina y prepárese algo. Abra un libro y lea, etc.

Puede intercambiar entre proceso y actividad tan a menudo como le tome hacer progresos sobre el tema que tiene atascado en el pensamiento repetitivo. Si avanza, va en la dirección correcta.

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jueves, noviembre 15, 2007
Atrapado en el tiempo

Seguro que a más de uno le ha pasado esto, por no decir que a todos; vives algo nuevo y tienes la sensación de haberlo vivido ya, es familiar, es conocido, puede tratarse de un déjà vu. Esta situación ha provocado que algunos científicos y médicos recopilen las vivencias déjà vu, para intentar esclarecer las causas cerebrales que lo producen.

Investigadores de la Universidad de Leeds (Inglaterra) están estudiando a un grupo de personas con un síndrome muy peculiar, un déjà vu crónico que, en ocasiones, llega a ser una obsesión; se trata del primer trabajo científico de esta índole. El estudio está liderado por Chris Moulin e intenta demostrar que la acción de recordar y la memoria trabajan por separado.

Cuando recuerdas algo en concreto, se activa un circuito del lóbulo temporal creando la experiencia de recordar a la vez que la persona revive el pasado. Por lo visto, hay quien no tiene el automático en condiciones y este circuito está activado permanentemente creando falsos recuerdos.
En el laboratorio de la Universidad, se están realizando experimentos con neuroimágenes que incluyen además la inducción a través de la hipnosis de un déjà vu. A los sujetos en cuestión se les proporciona una palabra para que la memoricen y después se les hipnotiza para que la olviden.
Cuando la persona despierta, se le enseña la palabra para poderle inducir el sentimiento de haberla visto antes. Esta última parte del invento ha traído alguna que otra polémica, ya que varios científicos aseguran que no se puede hacer un borrado de la memoria a través de la hipnosis y por tanto, el experimento no tiene validez.

La verdad es que este fenómeno puede ser una auténtica pesadilla cuando se repite continuamente, la vida normal y la vida social son afectadas por el déjà vu. Algunas personas se ven abocadas a la depresión, otras consumen una gran cantidad de antipsicóticos. Es una rara enfermedad que los científicos antes o después desvelarán y así librarán a estas personas del falso “Atrapado en el tiempo”

T.O.C. Trastornos Obsesivo Compulsivos o Neurosis Obsesiva


T.O.C. Trastornos Obsesivo Compulsivos o Neurosis Obsesiva



La represión es el mecanismo por excelencia de las neurosis, a merced de la cual se lleva al olvido algo que es doloroso y costoso para la economía psíquica, vale decir, el reconocerlo sería sinónimo de profunda tristeza, angustia, depresión y un sinnúmero de sensaciones displacenteras. Como hemos visto en anteriores artículos, el retorno de lo reprimido será en forma de síntomas, acciones sintomáticas, sueños camuflados, chistes, actos fallidos, etc.

Cuando esta angustia reprimida retorna a los pensamientos concientes, busca ser ligada y controlada pero no lo logra por las vías habituales: llantos, darle nombre a la situación angustiosa recordándola, etc. Esta angustia flota buscando enlazarse a alguna representación externa y evitable como en el caso de las fobias; en un órgano del cuerpo como en el caso de las histerias funcionales manifestándose en dolores, parálisis o paroxismos sin base orgánica; o queda simplemente flotando como en el caso de los ataques de pánico y se descarga de modo acotado en momentos impensados con síntomas somáticos contundentes: palpitaciones, sudoración, temblores, etc.


Dentro del crisol de alteraciones que pueden sobrevenir también esta la Neurosis Obsesiva, cuya finalidad es controlar la angustia por medio de rituales patológicos compulsivos. Lo que realmente entristece al paciente ha sido despojado de importancia, es decir el recuerdo doloroso ya no lo es, pues su afecto displacentero ha sido desplazado hacia los rituales de modo que no existen vínculos asociativos entre el episodio traumático y la angustia. Tal es así que pueden contar por ejemplo episodios de maltrato físico infantil desgarradores infringidos por un padre sádico, con total indiferencia, es decir sin tristeza, angustia o rabia.

En la esfera de lo psíquico, los pensamientos triviales y obsesivos se le IMPONEN al paciente sin poder controlarlos. En la esfera del comportamiento, los actos compulsivos TOMAN la vida del paciente. Al revés de las esquizofrenias en que los pensamientos que ocupan su mente son percibidos como impuestos desde afuera, aquí los pensamientos se portan mas como un asunto privado, ya que son reconocidos como propios además de absurdos.



La pendulación mental (duda), la oscilación de los pensamientos obsesivos llamada también rumia y los ritos, sitian al paciente dentro de una fortaleza de la cuál no puede salir para volver a ser él mismo.



Las compulsiones en el plano mental se reflejan por ejemplo en la aritmomanía: resolver cálculos aritméticos infinitos, en las obsesiones religiosas enfervorizadas que evidencian muchas veces un carácter patológico, en la onomatomania: deseo incontenible de pronunciar palabras obscenas o de carácter coprolálico en recintos religiosos, velorios, reuniones familiares, etc.



Sus dudas metafísicas o sobre asuntos sin importancia son analizadas excesivamente sin llegar a una síntesis.



La duda corroe poco a poco aun aquello de lo que solemos estar seguros al máximo, como por ejemplo dejar una luz apagada, para lo cual acuden 5 veces seguidas llegando finalmente a la conclusión de que esta perfectamente apagada.



Todo desemboca en una creciente indecisión, una falta cada vez mayor de energía, lentitud y restricción de la libertad.



Muestran una extremada conciencia moral, son correctos y escrupulosos más de lo habitual, todo esto para contrarrestar los pensamientos agresivos que pueden también ocupar su mente.



La duda y la oscilación permanente sobre un solo tema que puede ocuparles todo el día, hace que se pierda la potencialidad ideo práxica del pensamiento, es decir el ejecutar el acto que pensamos llevar a cabo, aquí hasta el más mínimo quehacer cotidiano se ve retardado o imposible, no sin antes cumplir determinados rituales de carácter rígido que harán que el acto tenga éxito, podemos observar así una regresión al pensamiento mágico, propio de los niños y de los pueblos primitivos, para quienes con un canto y una danza pueden suspender o llamar la lluvia, lograr una buena cosecha en determinado año, etc. El neurótico obsesivo cree firmemente que sus cábalas son imprescindibles para poder continuar adelante con lo que va a ejecutar, gracias a la protección mágica lograda con esos ritos, sumándose la omnipotencia de las ideas que lo hacen pensar que sus conjuros lograrán matar, resucitar, y hasta hacer milagros.



Las llamadas acciones obsesivas, con cosas ínfimas, inofensivas, las mas de las veces repeticiones, floreos ceremoniosos sobre actividades de la vida cotidiana.



Una de las particularidades de esta alteración es la Fobia al contacto, a ser tocado, a ser contagiado por gérmenes ajenos o que abunden en el ambiente.



El obsesivo puede desplazar una obsesión pero no suprimirla: como por ejemplo el lavarse las manos 35 veces por día, será sustituido por otra compulsión: meter y sacar la llave 20 veces antes de utilizarla definitivamente para abrir una puerta. Con el tiempo, la desplazabilidad de todos los síntomas se aleja de su primera compulsión como una de las características principales de este cuadro.



Frente a los pensamientos agresivos o de exhibirse desnudo en lugares sagrados ó públicos se crea un mecanismo de defensa: la FORMACION REACTIVA ANTAGONICA: rezar, persignarse, tener una conducta pudorosa exagerada.



El lavarse las manos tiene un significado de limpieza, que no es específicamente la higiene corporal, podría estar contrarrestando un deseo sexual coprofílico u otro de carácter atípico.



Su obsesión por la simetría en las formas tiene por finalidad el poder controlar algo, ya que no pueden controlar sus propios pensamientos



Los impulsos que siente en el interior de sí pueden igualmente dar una impresión infantil y disparatada, pero casi siempre tienen el más espantable contenido como tentaciones a cometer graves crímenes, actos de piromanía, crueldad con las personas y animales, atropellos sexuales, suicidio, etc. de suerte que no solo los desmiente como ajenos, sino que huye de ellos, horrorizado se protege de ejecutarlos mediante prohibiciones (generalmente monetarias) y autocastigos a modo de purificarse de los mismos.



Cuando las ideas agresivas que pueden ocupar su mente son llevadas a cabo podemos decir que ha fallado la defensa obsesiva.

¿Qué son las obsesiones y las compulsiones?



¿Qué es el trastorno obsesivo-compulsivo?

¿Qué son las obsesiones y las compulsiones? La palabra obsesión proviene del vocablo latino obsessio-onis, que significa "asedio". Y, realmente las personas con este problema se sienten "asediadas" por sus pensamientos, imágenes o impulsos.

Las obsesiones se podrían definir como ideas, pensamientos, imágenes o impulsos persistentes que se experimentan (al menos inicialmente) como invasores. Ejemplos de obsesiones serían pensamientos repetitivos y persistentes acerca de que determinados objetos (pomos de puertas, teléfonos público, los asientos de un autobús, etc.), o pensar que las personas están contaminados o sucios y van a transmitirme la contaminación; imágenes repentinas acerca de la posibilidad de hacerme daño (por ejemplo, saltando a las vías de un tren en el momento en que éste circula, o arrojándome por una ventana) o de hacérselo a los demás (aunque sería incapaz de hacerlo); dudas persistentes acerca de si habré dicho un taco sin darme cuenta, si habré cerrado la puerta de casa, o el gas, o desconectado la plancha; ideas absurdas y sin sentido (si oigo una noticia sobre el mercado de valores, mi hijo tendrá un accidente), etc. Las personas pueden saber muy bien que sus obsesiones no tienen sentido, y la mayoría han intentado resistirse a ellas de algún modo, en algún momento. Sin embargo, tales intentos suelen resultar infructuosos y la persona siente que difícilmente puede deshacerse de ellas.

Por su parte, las compulsiones serían conductas o pensamientos que se efectúan de manera repetitiva y de acuerdo con determinadas reglas, como respuesta a una obsesión. Por ejemplo, lavarse las manos repetidas veces al día, con considerable cantidad de jabón o incluso desinfectantes, y siguiendo un orden determinado; repetirse mentalmente algunas frases para "conjurar" el peligro o pensar en "cosas buenas"; comprobar varias veces las cerraduras, el gas o la plancha; poner los objetos del escritorio, el cajón o el estante en un determinado orden, etc. La compulsión (también llamada ritual) es precedida por una sensación de "urgencia" compulsiva y, en general, como en las obsesiones, se acompaña de un deseo de resistirse a ella. Sin embargo, también como en el caso de las obsesiones, estos intentos no suelen tener éxito.

Este problema puede llegar a interferir seriamente en distintas áreas de la vida de la persona: en sus relaciones con los demás, en su rendimiento académico o laboral, en sus actividades de ocio, etc. Por ejemplo, imponiendo estrictas reglas de limpieza en casa; acumulando durante mucho tiempo revistas y periódicos viejos, o facturas porque piensa que algún día podría necesitarlos; empleando mucho tiempo en revisar si un documento está bien escrito; volviendo atrás varias veces para comprobar que no ha atropellado a alguien; llevando sus propios cubiertos a los restaurantes, etc.

Hasta mediados de los años 60 se consideró que el trastorno obsesivo-compulsivo era un problema muy resistente al tratamiento. En la actualidad, no obstante, contamos con técnicas y estrategias terapéuticas que han demostrado su eficacia en el tratamiento de los síntomas del trastorno obsesivo-compulsivo.

Puede ser que estés leyendo estas líneas porque te identificas con las descripciones que se han ofrecido del problema. Las preguntas del cuestionario sondean la presencia de algunos de sus aspectos característicos, teniendo en cuenta que no sustituyen al proceso de evaluación que se lleva a cabo para establecer un diagnóstico clínico, pero suponen un primer acercamiento y una exploración preliminar del mismo.

Si además, sientes un malestar importante o alguna de las áreas de tu vida (ocio, laboral, académica, familiar, etc.) se ha visto perjudicada por este tema, es posible el problema te esté afectando. Pero, recuerda: esto es sólo una aproximación al proceso de evaluación necesario antes de aplicar cualquier tratamiento. Si crees que presentas este problema, acude a un profesional que te asesorará para que puedas decidir si quieres recibir tratamiento.



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TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO (TOC)
El TOC es un trastorno neuropsiquiátrico complejo caracterizado por la presencia de obsesiones y compulsiones. Las
obsesiones son imágenes o pensamientos intrusos no deseados que provocan mucha angustia o miedo, mientras que las
compulsiones son actos repetitivos que la persona realiza en un esfuerzo por aliviar el malestar generado por las
obsesiones. El TOC afecta a uno de cada 40 adultos y a uno de cada 200 niños, lo que equivale a aproximadamente 5
millones de personas en nuestro país. Afecta a varones y mujeres por igual y por lo general, comienza entre los 7 y los
25 años. Curiosamente, los síntomas en la infancia suelen ser muy similares a los de la adultez.
Las personas con TOC tienen gran dificultad para enfrentarse a la incertidumbre de muchas situaciones o recuerdos. Si
bien reconocen que sus obsesiones son pensamientos irracionales, no pueden suprimirlas y suelen verse forzados a
cumplir con rituales debido a los elevados niveles de ansiedad que sufren. Algunos pensamientos del TOC implican un
“pensamiento mágico” que, como las supersticiones, se relacionan con la creencia de que los pensamientos de uno
pueden afectar o controlar la suerte o el destino de otros.
¿El TOC no es sólo eso de lavarse las manos?
No. Si bien el miedo a la contaminación o a enfermarse es un síntoma común del TOC, hay muchos tipos de obsesiones
y compulsiones. Entre las obsesiones, hay: obsesiones agresivas, que incluyen ideas de dañarse o de dañar a otros (con
un puñal, a puñetazos, empujándolos a la calle, etc.); obsesiones religiosas, que consisten en tener pensamientos
blasfemos o preocuparse en exceso por la moral; obsesiones sexuales, que implican dudas sobre la identidad sexual o
miedo a tocar indebidamente a otros (a niños inclusive); y obsesiones somáticas, que implican una excesiva
preocupación por tener enfermedades como el SIDA. Una obsesión común entre los niños es la de necesitar "sentirse
bien", es decir el niño no se siente bien hasta tanto no satisface su compulsión.
Recuerde: las obsesiones son imágenes o pensamientos intrusos. Por ello, muchas veces, las familias no advierten que
su ser querido está tan preocupado. Si bien las personas con TOC son capaces de ocultar sus compulsiones, no pueden
hacerlo indefinidamente. Justamente, la presencia de conductas compulsivas es lo que despierta sospechas en la familia
y en la escuela. Las compulsiones suelen llevar a la persona a realizar cierto(s) acto(s) para eliminar la duda o la
incertidumbre generada por las obsesiones. Por ejemplo: para alguien con obsesiones agresivas, una compulsión común
consiste en evitar cuchillos y tijeras porque así erradica la posibilidad de lastimar a otras personas. La inspección de
ventanas, puertas, hornos o armarios o volver sobre los propios pasos sirven de compulsión para quienes creen que se
han equivocado o necesitan “sentirse bien”. Lavarse las manos, ducharse o arreglarse en exceso pueden constituir
formas para erradicar la posibilidad de enfermarse o diseminar enfermedades. Otras compulsiones consisten en releer,
ordenar y arreglar, contar, repasar conservaciones y pensamientos, buscar la justificación de otros, etc.
¿Cómo se presenta el TOC en la escuela?
El TOC puede afectar la capacidad de aprendizaje, enfoque, concentración e interacción social del niño. Hay varios
signos de advertencia que debe tener en cuenta si sospecha que su hijo tiene un TOC. Las compulsiones activas, como
volver físicamente sobre los propios pasos, borrar exageradamente, ordenar o arreglar las cosas que tiene en el escritorio
o en un armario, tamborilear los dedos y lavarse demasiado las manos, son síntomas comunes en la escuela. La
necesidad de evitar o hacer lentamente ciertas actividades también puede indicar un TOC. Por ejemplo: evitar la clase
de arte (quizá por no ensuciarse las manos), tardar demasiado en pruebas o trabajos escolares, pasar demasiado tiempo
en la enfermería (quizá para evitar determinadas actividades) y reaccionar desmedidamente ante hechos menores
pueden indicar un TOC encubierto.
¿Qué puede hacer la familia para tratar el TOC?
La vida tanto de la persona con TOC como de su familia es muy difícil. Muchas veces, los integrantes de la familia se
ven envueltos en compulsiones o ayudan a la persona a cumplir con los rituales o a evitar actividades, lo que puede dar
lugar a tensión familiar o de la pareja. Las personas con TOC también pueden experimentar depresión, aislamiento
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social, ira y disfunción sexual debido a que sienten que pierden el control sobre su vida. Por ello, es importante que
todos los involucrados busquen la ayuda de un psicólogo o psiquiatra para que éste realice una evaluación integral del
funcionamiento global.
Si bien el TOC no tiene cura actualmente, se dispone de un tratamiento muy efectivo. La modalidad que ha demostrado
más eficacia consiste en la combinación de una terapia cognitivo-conductual (TCC) con un tratamiento farmacológico.
La regla de oro en el tratamiento del TOC es la técnica dentro de la TCC conocida como “prevención de exposición y
reacción” (ERP, por sus siglas en inglés). La ERP se basa en que los miedos finalmente disminuyen si se los enfrenta
una y otra vez. Imaginemos que saltamos a una piscina que está fría. Primero, sentiremos la temperatura extrema, pero
cuanto más nos quedemos en el agua, más pronto nos adaptaremos. Lo mismo ocurre con la ansiedad. Si uno da lugar a
la ansiedad sin tratar de combatirla (compulsiones), uno se terminará adaptando. Sin embargo, es un proceso gradual
que debe realizarse con profesionales capacitados. La TCC también proporciona a los familiares habilidades y
estrategias para ayudar a sus seres queridos de manera positiva; les enseña a no consolarlos, ni a no colaborar con sus
rituales.
Si mi hijo está tan preocupado, ¿por qué no debo consolarlo?
Por supuesto, es lógico consolar a quien está preocupado, en especial si sabe que sus preocupaciones son irracionales.
Pero en el caso del TOC, el consuelo es contraproducente. La trampa está en que en el TOC, el consuelo es una
compulsión y cualquier compulsión refuerza el TOC. Pensemos en lo que pasa cuando nos pica un mosquito.
Inmediatamente después de la picadura, sentimos picazón en la piel. Si nos rascamos, sentimos alivio por un rato. Tan
pronto como dejamos de hacerlo, la picazón empeora. No importa quién rasque la picadura. Mientras la rasquemos,
sentiremos un alivio temporario. Así es como funcionan las compulsiones. Sólo calman la ansiedad en forma
temporaria. Tan pronto como se dejan, la necesidad de satisfacerlas nuevamente aumenta. La persona que padece un
TOC entiende que no puede adaptarse a la ansiedad, sino que debe apoyarse en las compulsiones para aliviarla.
Recursos útiles
He aquí recursos para las familias que atraviesan dificultades a causa de un ser querido con TOC. Si bien es útil que la
familia se informe sobre los síntomas y el tratamiento a partir de estos recursos, no suplen la evaluación integral y el
tratamiento prestados por un profesional de salud mental calificado.
Obsessive Compulsive Foundation (Fundación para obsesivo-compulsivos): www.ocfoundation.org
What To Do When Your Child Has Obsessive-Compulsive Disorder: Strategies and Solutions (Qué debe hacer si su
hijo tiene un trastorno obsesivo-compulsivo: Estrategias y soluciones) de Aureen Pinto Wagner.
The OCD Workbook: Your Guide To Breaking Free From Obsessive Compulsive Disorder (Manual sobre el TOC:
Una guía para liberarse del Trastorno Obsesivo-Compulsivo) de Bruce Hymand y Cherry Pedrick.

El TOC es un trastorno neuropsiquiátrico complejo caracterizado por la presencia de obsesiones y compulsiones




El TOC es un trastorno neuropsiquiátrico complejo caracterizado por la presencia de obsesiones y compulsiones. Las obsesiones son imágenes o pensamientos intrusos no deseados que provocan mucha angustia o miedo, mientras que las compulsiones son actos repetitivos que la persona realiza en un esfuerzo por aliviar el malestar generado por las obsesiones. Afecta a varones y mujeres por igual y por lo general, comienza entre los 7 y los 25 años. Curiosamente, los síntomas en la infancia suelen ser muy similares a los de la adultez.

Las personas con TOC tienen gran dificultad para enfrentarse a la incertidumbre de muchas situaciones o recuerdos. Si bien reconocen que sus obsesiones son pensamientos irracionales, no pueden suprimirlas y suelen verse forzados a cumplir con rituales debido a los elevados niveles de ansiedad que sufren. Algunos pensamientos del TOC implican un “pensamiento mágico” que, como las supersticiones, se relacionan con la creencia de que los pensamientos de uno pueden afectar o controlar la suerte o el destino de otros.

¿El TOC no es sólo eso de lavarse las manos?
No. Si bien el miedo a la contaminación o a enfermarse es un síntoma común del TOC, hay muchos tipos de obsesiones y compulsiones. Entre las obsesiones, hay: obsesiones agresivas, que incluyen ideas de dañarse o de dañar a otros (con un puñal, a puñetazos, empujándolos a la calle, etc.); obsesiones religiosas, que consisten en tener pensamientos blasfemos o preocuparse en exceso por la moral; obsesiones sexuales, que implican dudas sobre la identidad sexual o
miedo a tocar indebidamente a otros (a niños inclusive); y obsesiones somáticas, que implican una excesiva preocupación por tener enfermedades como el SIDA. Una obsesión común entre los niños es la de necesitar "sentirse bien", es decir el niño no se siente bien hasta tanto no satisface su compulsión.

Recuerde: las obsesiones son imágenes o pensamientos intrusos. Por ello, muchas veces, las familias no advierten que su ser querido está tan preocupado. Si bien las personas con TOC son capaces de ocultar sus compulsiones, no pueden hacerlo indefinidamente. Justamente, la presencia de conductas compulsivas es lo que despierta sospechas en la familia y en la escuela. Las compulsiones suelen llevar a la persona a realizar cierto(s) acto(s) para eliminar la duda o la incertidumbre generada por las obsesiones. Por ejemplo: para alguien con obsesiones agresivas, una compulsión común consiste en evitar cuchillos y tijeras porque así erradica la posibilidad de lastimar a otras personas. La inspección de ventanas, puertas, hornos o armarios o volver sobre los propios pasos sirven de compulsión para quienes creen que se han equivocado o necesitan “sentirse bien”. Lavarse las manos, ducharse o arreglarse en exceso pueden constituir formas para erradicar la posibilidad de enfermarse o diseminar enfermedades. Otras compulsiones consisten en releer, ordenar y arreglar, contar, repasar conservaciones y pensamientos, buscar la justificación de otros, etc.

¿Cómo se presenta el TOC en la escuela?
El TOC puede afectar la capacidad de aprendizaje, enfoque, concentración e interacción social del niño. Hay varios signos de advertencia que debe tener en cuenta si sospecha que su hijo tiene un TOC. Las compulsiones activas, como volver físicamente sobre los propios pasos, borrar exageradamente, ordenar o arreglar las cosas que tiene en el escritorio o en un armario, tamborilear los dedos y lavarse demasiado las manos, son síntomas comunes en la escuela. La
necesidad de evitar o hacer lentamente ciertas actividades también puede indicar un TOC. Por ejemplo: evitar la clase de arte (quizá por no ensuciarse las manos), tardar demasiado en pruebas o trabajos escolares, pasar demasiado tiempo en la enfermería (quizá para evitar determinadas actividades) y reaccionar desmedidamente ante hechos menores pueden indicar un TOC encubierto.

¿Qué puede hacer la familia para tratar el TOC?
La vida tanto de la persona con TOC como de su familia es muy difícil. Muchas veces, los integrantes de la familia se ven envueltos en compulsiones o ayudan a la persona a cumplir con los rituales o a evitar actividades, lo que puede dar lugar a tensión familiar o de la pareja. Las personas con TOC también pueden experimentar depresión, aislamiento social, ira y disfunción sexual debido a que sienten que pierden el control sobre su vida. Por ello, es importante que
todos los involucrados busquen la ayuda de un psicólogo o psiquiatra para que éste realice una evaluación integral del funcionamiento global.

Si bien el TOC no tiene cura actualmente, se dispone de un tratamiento muy efectivo. La modalidad que ha demostrado más eficacia consiste en la combinación de una terapia cognitivo-conductual (TCC) con un tratamiento farmacológico.
La regla de oro en el tratamiento del TOC es la técnica dentro de la TCC conocida como “prevención de exposición y reacción” (ERP, por sus siglas en inglés). La ERP se basa en que los miedos finalmente disminuyen si se los enfrenta una y otra vez. Imaginemos que saltamos a una piscina que está fría. Primero, sentiremos la temperatura extrema, pero cuanto más nos quedemos en el agua, más pronto nos adaptaremos. Lo mismo ocurre con la ansiedad. Si uno da lugar a
la ansiedad sin tratar de combatirla (compulsiones), uno se terminará adaptando. Sin embargo, es un proceso gradual que debe realizarse con profesionales capacitados. La TCC también proporciona a los familiares habilidades y estrategias para ayudar a sus seres queridos de manera positiva; les enseña a no consolarlos, ni a no colaborar con sus rituales.

Si mi hijo está tan preocupado, ¿por qué no debo consolarlo?
Por supuesto, es lógico consolar a quien está preocupado, en especial si sabe que sus preocupaciones son irracionales. Pero en el caso del TOC, el consuelo es contraproducente. La trampa está en que en el TOC, el consuelo es una compulsión y cualquier compulsión refuerza el TOC. Pensemos en lo que pasa cuando nos pica un mosquito. Inmediatamente después de la picadura, sentimos picazón en la piel. Si nos rascamos, sentimos alivio por un rato. Tan pronto como dejamos de hacerlo, la picazón empeora. No importa quién rasque la picadura. Mientras la rasquemos, sentiremos un alivio temporario. Así es como funcionan las compulsiones. Sólo calman la ansiedad en forma temporaria. Tan pronto como se dejan, la necesidad de satisfacerlas nuevamente aumenta. La persona que padece un TOC entiende que no puede adaptarse a la ansiedad, sino que debe apoyarse en las compulsiones para aliviarla.

Recursos útiles
He aquí recursos para las familias que atraviesan dificultades a causa de un ser querido con TOC. Si bien es útil que la familia se informe sobre los síntomas y el tratamiento a partir de estos recursos, no suplen la evaluación integral y el tratamiento prestados por un profesional de salud mental calificado.

* Obsessive Compulsive Foundation (Fundación para obsesivo-compulsivos): ww.ocfoundation.org
* What To Do When Your Child Has Obsessive-Compulsive Disorder: Strategies and Solutions (Qué debe hacer si su hijo tiene un trastorno obsesivo-compulsivo: Estrategias y soluciones) de Aureen Pinto Wagner.
* The OCD Workbook: Your Guide To Breaking Free From Obsessive Compulsive Disorder (Manual sobre el TOC: Una guía para liberarse del Trastorno Obsesivo-Compulsivo) de Bruce Hymand y Cherry Pedrick.(*)

(*)Fuente: Jerome Bubrick, Ph.D del NYU Child Study Center. 577 Fist Avenue. New York, NY 10016.