La eficacia del diván


Científicos estadounidenses del Instituto de Neuropsiquiatría de UCLA
acaban de demostrar que las terapias cognitivas del comportamiento producen
cambios en la función cerebral similares a los que se obtienen cuando los
pacientes con trastornos obsesivo compulsivos reciben medicación.
.

Woody Allen, no sólo estaría de acuerdo con el doctor Jeffrey Schwartz, sino
que se mostraría encantado de que la ciencia le proporcione más argumentos para
seguir defendiendo la psicoterapia. Un estudio liderado por este especialista,
del Instituto de Neuropsi-
quiatría de UCLA, Los Angeles, sugiere que este tipo de tratamiento puede
producir cambios en el cerebro similares a los que provoca la medicación en
pacientes obsesivo compulsivos. «Lo que quiere decir esta investigación es que
las terapias cognitivas del comportamiento eficaces pueden tener efectos
biológicos y no sólo psicológicos», declara el doctor Eric Hollander, de la
Escuela de Medicina del Mount Sinai, en Manhattan.
El trabajo del equipo de Los Angeles, publicado el pasado miércoles en The
Archives of General Psychiatry, irrumpe en el mundo de la psiquiatría en un
momento en el que los avances en neuroquímica estaban poniendo en entredicho la
eficacia de tumbarse en el diván del psicoterapéuta. Sin embargo, estos
expertos pudieron comprobar los efectos de la psicoterapia en nueve pacientes
obsesivo compulsivos utilizando una prueba que permite obtener imágenes del
cerebro, la Tomografía por Emisión de Positrones (PET).
Durante nueve semanas, los pacientes se sometieron a terapias cognitivas de
comportamiento. Posteriormente, los expertos comprobaron que seis de los nueve
enfermos mejoraron sustancialmente con la psicoterapia, mientras que los tres
restantes sólo mostraron un avance discreto. Las imágenes del PET revelaron dos
cambios significativos en la función cerebral. Uno de ellos se refiere al
«estrechamiento» ligado a la actividad de ciertas estructuras cerebrales.
«Nosotros sabemos que en los trastornos obsesivo compulsivos la clave está en
las estructuras que están "encerradas" de forma conjunta. Pero en los pacientes
que responden a la terapia estas estructuras pueden actuar de forma más
independiente, como sucede en el caso de las personas que no sufren este
trastorno», afirma Jeffrey Schwartz.
El segundo descubrimiento se refiere a una zona del cerebro conocida como
núcleo caudado. Dicha zona, normalmente inactiva, está activa en los pacientes
obsesivo compulsivos. «Nuestro segundo hallazgo, que confirma los resultados
obtenidos en otro trabajo realizado por nuestro equipo y que fue publicado el
año pasado, es que la actividad del núcleo caudal se reduce en los pacientes
que responden a la psicoterapia». Pero para los científicos de UCLA la
verdadera trascendencia de este trabajo reside en que se ha comprobado la
efectividad de la psicoterapia en este tipo de trastorno psiquiátrico. «Lo más
importante es que las terapias cognitivas del comportamiento pueden por sí
solas, y sin medicación, invertir los problemas que sufren estos pacientes».
No obstante, algunos expertos opinan que no todos los pacientes responden igual
a la psicoterapia. El doctor Don Black, director de la clínica de trastornos
obsesivo compulsivos de la Universidad de Medicina de Iowa, es uno de ellos.
«Para llevar a cabo este tipo de terapia se necesita que el paciente sea capaz
de enfrentarse a sus propios miedos y para algunos pacientes esto es demasiado,
y no pueden o no quieren hacerlo». Michael Jenike, director de una clínica para
el tratamiento de este trastorno en el Hospital General de Massachusetts
insiste en que, aunque está demostrado que el mejor tratamiento es el que
combina los medicamentos con la terapia, este estudio puede favorecer el que
los especialistas que sólo recurren a los fármacos incluyan la psicoterapia
como parte terapéutica de sus pacientes.
http://www.elmundo.es/salud/1996/190/01285.html

Howard Hughes y el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)


Explorando el papel que el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) tuvo que jugar en la desaparición de Howard Hughes
El Aviador, la película, que ganó Oscars en el 2001, cuenta la historia de los primeros cuarenta años la vida de Howard Hughes. Un hombre obsesionado con las mujeres hermosas (ninguna de las cuales lo hizo en una relación duradera con él), con la fabricación de películas (ninguna creadas en el molde de los clásicos como Ciudadano Kane, Lo que el viento se llevó o Casablanca), y con el diseño y vuelo de aviones más grandes y rápidos hasta cerca de su propio fallecimiento. Hughes padecía otra obsesión, ahora reconocida como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
La enfermedad no es tan poco frecuente: 1 de cada 50 de la población padece de la misma. El TOC se manifiesta por pensamientos obsesivos y comportamientos compulsivos. Hughes estaba obsesionado por la amenaza de infecciones microbianas de los alimentos y de su entorno, y reaccionó evitando el contacto con posibles fuentes de suciedad y por el lavado constante de las manos. Típico de los enfermos de TOC, tampoco podía dejar de repetir una y otra vez ciertas frases que le venían a la mente.

¿Que subyace en el TOC?

En lo profundo de nuestro cerebro se encuentra una estructura llamada cuerpo estriado. Esta se compone de dos partes conocidas como el núcleo caudado y putamen. Cada parte consta de una masa de células nerviosas, que están involucradas en el procesamiento de mensajes de otras partes del cerebro. Los mensajes tienen que ver con la información sensorial (como ver una mancha de polvo) y con la traducción de esa información en los movimientos del cuerpo (como frotar las manos). En las personas con TOC, parece que el núcleo caudado puede no estar funcionando correctamente.
Normalmente la traducción de las entradas sensoriales en salidas motrices (movimientos de partes del cuerpo a través de la inervación de músculos particulares) es suave y finita: se ve una mancha de polvo, las manos reaccionan para limpiarlas. Fin de la historia. Algunos sentimientos mal dirigidos y movimientos extraviados son de alguna manera filtrados. En el TOC el mecanismo de filtrado es defectuoso. Movimientos obsesivos, como frotarse las manos o la repetición de frases, son los resultados.
El Dr. Jeffrey Schwartz, un neurocientífico de la UCLA y director del Instituto de Westwood para los trastornos de ansiedad, aconsejó a Martin Scorsese (Director de “El Aviador”) y Leonardo DiCaprio (quien interpretó a Hughes) sobre las manifestaciones del trastorno obsesivo compulsivo. Él está bien calificado para hacerlo. Muchos de sus pacientes padecen de TOC, y su libro, Cerebro y Mente, fue lo primero que lo condujo a DiCaprio. La estrella de cine luego pasó varios días con algunos de los pacientes de Schwartz.
Nadie tenía ni idea de cuáles eran las causas del trastorno obsesivo compulsivo en esos días. Como resultado, las personas con los síntomas eran estigmatizados y no se trataban adecuadamente, si es que se trataban, dice Schwartz. Ahora la situación ha cambiado. La terapia de conducta, de la mano del Dr. Schwartz, parece ser un éxito notable. Depende en que el paciente reconozca que los pensamientos que conducen a su comportamiento particular son resultado de las señales inadecuadas en el cuerpo estriado y aprenda a no reaccionar ante ellas. La terapia no es muy diferente a la utilizada para curar una fobia a las serpientes teniendo una pitón en el regazo y aprendiendo a acariciarla.
El tratamiento del Dr. Schwartz consiste en enseñar al paciente una serie de pasos que él/ella tiene que seguir. La esencia es reconocer los pensamientos intrusivos, e insta a reetiquetar los pensamientos obsesivos y compulsiones. Por ejemplo, aprender a decir “no siento la necesidad de lavarme las manos” Siento una necesidad compulsiva de realizar la acción de lavar mis manos.
Para otras obsesiones y compulsiones, como puertas y aparatos de chequeos, y conteo innecesario de ciertos objetos (no necesito revisar la puerta: la cerré con llave, y así sucesivamente). El objetivo es controlar las respuestas de los pensamientos, e instar, a no tratar de controlar y apresurar los pensamientos mismos. Si los pacientes aprenden a realizar estas acciones sobre una base diaria, y continúan con estas medidas esencialmente autodidactas por períodos de semanas o meses, su TOC gradualmente se va a curar.
El TOC de Hughes no fue tratado: simplemente se convirtió en un recluso y murió en gran parte del hambre – a los 71 años de edad – solo en una habitación del Hotel Acapulco Princess en México, con las ventanas y la puerta selladas por cinta adhesiva.
Aquellos que han visto “El Aviador” recordarán las últimas palabras de la película, que narrado obsesivamente por Leonardo DiCaprio como Howard Hughes: El camino hacia el futuro, el camino hacia el futuro, el camino hacia el futuro. Creo que la película nos recuerda tres hechos. Uno al que ya me he referido: el TOC ya no debe ser considerado como un estigma, sino un trastorno tratable.
La segunda es que las ambiciones Hughes no excluyen la realización de dinero. Si Hughes no es el legado de sus películas o sus aviones (o descendientes de bonito), es en el éxito final de sus operaciones financieras. Antes de morir, dejó su fortuna para financiar todo lo que se ha convertido en una de las mayores fundaciones privadas de medicina en el mundo: el Instituto Médico Howard Hughes. La filantropía de Hughes lo pone firmemente junto a los hombres como Andrew Carnegie, Sir Henry Wellcome, y John D. Rockefeller. ¿De qué otro magnate del cine se puede decir lo mismo?
El tercer punto se refiere a mi encuentro con Jeffrey Schwartz, en Pasadena, California, como resultado de una entrevista para una revista titulada Vision Journal for a New World. Esta es la revista interna de una organización llamada Vision. Su objetivo es llevar la esperanza de que era inherente a la Iglesia Cristiana temprana la vuelta al mundo sin dogma litúrgica, de Judíos y Cristianos, Musulmanes y no creyentes por igual.
Ahora, ¿Qué hay de malo en eso?
http://maspsicologia.com/2010/07/howard-hughes-y-el-trastorno-obsesivo-compulsivo-toc/#more-4279


Obsesiones y pensamientos intrusivos

¿Quién no ha sufrido alguna vez una idea o pensamiento que se repite y nos angustia?
Las obsesiones son eso, ideas, pensamientos, impulso o imágenes que son experimentadas como intrusivas e inapropiadas y que causan ansiedad o angustia. Son pensamientos incontrolables e involuntarios que se producen en nuestra mente repetidamente. La persona que experimenta las obsesiones con frecuencia sabe que no tienen sentido, pero se siente incapaz de detenerlas.
Obsesiones comunes en las personas que sufren trastorno obsesivo-compulsivo son el temor de contaminación, el miedo a la suciedad o nada “sucio incontrolable sexual imágenes o pensamientos que puede ser desagradable e imposible de detener, supersticiones y la excesiva atención a las cosas considera afortunado y la mala suerte, y un deseo de orden y la simetría donde las cosas deben colocarse o alineados de una manera particular o patrón. Realmente no es necesario padecer un TOC para sufrir un pensamiento intrusivo u obsesionarse con cualquier tema o persona que tenga más o menos relevancia para nosotros.
Pensamiento intrusivo es lo que literalmente suena, un pensamiento que se “cuela” en la mente y se repite en contra de la voluntad de la persona, hasta provocar preocupación, malestar. Como una canción que repetimos a cada instante sin darnos ni cuenta.
En muchas ocasiones puede ser algo que no cause malestar a la persona y que desaparece al cabo de un tiempo más o menos largo. Otras veces se requiere aprender alguna técnica que ayude a superarlo. Es algo que le ocurre a muchas personas. De hecho, psicólogos ingleses investigaron los pensamientos obsesivos en una muestra de 302 personas de la población general y el 84 % informó que habían experimentado el asalto de pensamientos, imágenes o impulsos indeseados más de una vez en su vida.
Quizá lo que haya cambiado con el paso del tiempo son los temas. Antes solían ser temas religiosos o de culpa y en los últimos años se refieren más a miedo a tener un determinado virus, a padecer una enfermedad. No es alarmante el tener este tipo de ideas, lo peligroso es confundirlas con la realidad, ya estaríamos hablando de pensamiento mágico propio de un trastorno obsesivo compulsivo.
Se puede entender mejor con un ejemplo histórico:
Tolstoy le dijo un día a su hermano – “Quédate en el rincón hasta que dejes de pensar en un oso blanco.” A pesar de ser una instrucción fácil, el hermano no pudo llevarlo a cabo. Se quedó horas en el rincón pensando sin parar en osos blancos.
Eso es lo que nos pasa a todos cuando queremos dejar de pensar en algo. Cuánto más luchamos contra la idea, ésta se hace cada vez más frecuente e insistente. Siempre que deseamos dejar de pensar en algo logramos el efecto contrario. Así se mantienen las ideas obsesivas. Es un paradoja pero en realidad hay que aceptar la idea y no luchar contra ella para que no os obsesione.
Si cree que no es capaz sólo de superar sus pensamientos intrusivos o si cree que puede sufrir un trastorno obsesivo
Damián Ruiz
www.eoriocc.com

Tratamiento para las obsesiones

 publicamos un artículo sobre las obsesiones, quedaba por tanto complementarlo con este sobre como autoayudarse a superarlo.
El primer paso es saber detectar un pensamiento obsesivo. Es aquel que da vueltas una y otra vez en la cabeza aunque no se quiera pensar más en ello. Aunque se haya detectado, nuestro propio pensamiento intentará engañarnos y hacernos ver que tenemos que pensar en ese problema y volver sobre ese mismo tema.
Si un pensamiento le hace sentir mal deságase de él cuanto antes. Pensar más no es pensar mejor. Los pensamientos obsesivos reducen nuestra visión de la realidad y nos hacen filtrar sólo lo negativo, por ello es muy importante aprender a no hacerles caso.
Hay que desconectar. Para ello es muy importante respirar profundamente y dedicarnos a alguna actividad que nos mantenga concentrados. Puede ser salir de compras, llamar por teléfono a una familiar o amigo, jugar con niños y niñas pequeños, leer un libro, ver una película… trabajar como voluntario puede ser una buena alternativa porque pensar en otras personas, ayudarles y escucharles aumenta nuestra autoestima.
Hay que parar el pensamiento de forma contundente. Decir “basta ya”, tengo autoridad suficiente sobre mi pensamiento para controlarlo y que no me haga daño. No puede dejar que su propio pensamiento le venza. Debe llevar las riendas de su propia vida.
Nada más notar que una idea se vuelve repetitiva e intrusiva apúntela, siga con lo que esté haciendo y cuando pueda dedicarle tiempo analícela a ver si se trata de un pensamiento obsesivo.
Es recomendable aprender y practicar a menudo algún tipo de relajación mental o meditación y compatibilizarlo con ejercicio físico.
En resumen, hay una serie de cosas que pueden ayudarle y otras que le perjudicarán:
Le ayudará pasear y hacer ejercicio. Aprender a meditar, relajarse, leer, escuchar música. También sería buena para encontrar paz encontrar alguna aficción a la que dedicar parte de nuestro tiempo (pintura, manualidades, voluntariado…) Dedicarnos a otras personas nos saca de nuestro mundo y de la espiral de pensamientos obsesivos.
Empeorará las cosas el dar por buenos esos pensamientos y dejar que le arrastren a lo negativo (si no dejo de pensar que mi pareja no me quiere debe ser porque es así). La sensación de pérdida de control aumentará si se bebe alcohol, se abusa del café (porque sobreactiva nuestro pensamiento) o si se intenta solucionar comiendo (lo que además aumentará el sentimiento de culpa)
Si cree que necesita ayuda profesional Psicología 24 horas está a su disposición en
Damián Ruiz
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Tratamiento de la obsesión y del Trastorno obsesivo compulsivo
Esto es lo más parecido a vivir en una cárcel creada por uno mismo donde se es al tiempo preso y guardián.
¿Por qué se empeñará el cerebro de los obsesivos y ya no digamos de los afectados por un TOC en repetir y repetir el mismo tipo de pensamiento o el mismo tipo de conducta una y otra vez? Hagámonos otra pregunta: ¿Para qué le servirá al cerebro producir ese tipo de circuito neuronal tan fatigante? ¿Por dónde no quiere pasar? ¿Hacia dónde no quiere ir?
Imaginemos un juego virtual donde nos colocan en medio de un paisaje con diferentes espacios a los que se puede llegar a través de diversos senderos. Cada uno de esos caminos conduce a uno de esos espacios y en cada uno de ellos encontramos posibilidades y experiencias nuevas, podemos sentir emociones variadas y también podría ser que uno de esos lugares nos gustase tanto que decidiéramos quedarnos allí a vivir. Solo hay un problema: no podemos saber lo que hay al final del camino hasta que lleguemos, aunque durante el trayecto ya empecemos a intuir lo que habrá.
Imaginemos además que no tomar ninguna decisión nos obligaría a permanecer en un sitio pequeño y cerrado, en el que no ocurre nada malo aunque tampoco nada bueno, simplemente estamos allí repitiendo constantemente el mismo recorrido.
¿Quién haría eso? ¿Usted lo haría? ¿Qué temería que pasara si saliera de allí y empezase a caminar a través de uno de los recorridos? ¿Qué le hace a alguien permanecer sin moverse?

Bien, vamos a seguir activando nuestra imaginación y pongamos que uno de los caminos lleva al espacio donde se encuentran la rabia y al resentimiento, otro a la libertad individual, otro nos conduce a conectar radicalmente con aquello que somos, otro a un mundo mágico de fantasía, otro a una fuerte agresividad, competitividad social y ambición, y por último otro, podríamos añadir muchos más, que lleva a una sexualidad pletórica y lúdica.

Además demos por hecho que la persona que no se mueve de la primera casilla fue educada en un estricto ambiente o bajo paradigmas rígidos, independientemente que lo hicieran amablemente (las peores dictaduras son aquellas que se imponen con una sonrisa en los labios y ante las que uno no se puede ni rebelar). Y por lo tanto, si saca un pie de allí todos los terrores empiezan a hacer acto de presencia.

¿Comprendemos ahora un poco más por qué no sale?

Bien, la terapia sirve para moverse y empezar a jugar, y eso supone asumir algún riesgo.
Si algo se acerca a la idea de liberación es el proceso terapéutico que conduce al abandono de la obsesión.
Damián Ruiz
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