la gestión, el manejo, la regulación de las emociones.


la gestión, el manejo, la regulación de las emociones.

Esta habilidad es probablemente la más difícil de conseguir de todas. Se trata de conseguir integrar eficazmente nuestras emociones en el pensamiento, en nuestras conductas para conseguir un mayor bienestar subjetivo y social. Gestionar las emociones es tener en cuenta la información que nos proporcionan las emociones y nuestros sentimientos, sabiendo también el efecto que pude causar el estado de ánimo que pueden deberse a razones desconocidas, se trata de hacer caso a nuestras emociones y cuestionar nuestros pensamientos en función de los estados de ánimo que tengamos. Gestionar ambas cosas nos va a permitir mejorar nuestra capacidad de recordar y procesar información.

Debemos tener cuidado en pensar que gestionar es suprimir o reprimir las emociones. A veces hay que pasar malos momentos y aprender de ellos para nuestro desarrollo como personas. Suprimir las emociones puede significar perder la información que nos están dando además de consumir mucha energía en el cerebro que nos puede dificultar el pensamiento. Esto, además, hay que hacerlo en diferentes contextos culturales donde las normas sociales, la cultura, marca muchas veces las emociones que se pueden sentir o no, las socialmente adecuadas, a lo que debemos añadir nuestras tendencias naturales de temperamento. Con esto queremos decir que tenemos que estar abiertos a las emociones y cuidarnos de los estados de ánimo.

Las emociones pueden llegar a dominarnos, incluso a hacernos daño a nosotros mismos o a los demás, con lo que también debemos aprender a controlarlas. Tenemos que aprender a no expresar algunas emociones en algunas situaciones. En algunas ocasiones utilizar la sabiduría popular como es contar hasta diez, no nos va a ayudar a tomar la mejor solución… aunque seguro que ayuda. Es curioso que la idea de que debemos compartir nuestras emociones no haga otra cosa que ponernos peor de lo que estábamos. Concluir que debemos también asegurarnos que la causa que le hemos atribuido a la emoción es la correcta, y no se debe a una mala interpretación nuestra. Sabremos gestionar inteligentemente las emociones cuando sepamos acercarnos y separarnos de ellas a nuestra voluntad, no cuando las reprimamos.

Las emociones son también fuente de motivación e inspiración. Son puro movimiento y nos llevan a la acción. Cuando la ira baja su intensidad podemos aprovechar el enfado para que nos de energía para llevar a cabo una acción positiva. Algunos investigadores afirman que precisamente es su orientación a la acción la que ha hecho posible el sistema emocional en los animales. Con todo lo dicho, parece claro que tenemos que ser conscientes de ellas y aceptarlas. Sin embargo, tenemos que aprender de ellas y descubrir lo que está pasando a base de hacernos preguntas del tipo ¿cómo me siento?, ¿son muy intensos?, ¿qué pensamientos me están generando?, ¿los siento frecuentemente?, ¿es normal?… Finalmente las tenemos que incorporar en nuestro pensamiento, integrarlas en nuestras conductas sin magnificarlas ni ocultarlas: sentirnos de una determinada forma puede ser bueno o malo dependiendo solo de la situación.

Nos comportamos por guiados por nuestros pensamientos y por nuestros sentimientos con lo que generaremos conductas más adecuadas, mejoraremos en nuestros procesos de toma de decisiones integrando ambos adecuadamente. Ser capaces de diferir recompensas, controlar nuestra angustia nos puede permitir controlar mejor nuestros impulsos y de esa forma evitar mucha violencia, consumo de drogas inadecuado o desajustes en la alimentación. Nos puede ayudar a evitar muchas indecisiones y a dejar de postergar muchas actividades.
fuente: http://www.blogseitb.com

La mayoría de las personas son incapaces de controlar sus emociones, piensan con la cabeza pero actúan llevados por su tormenta emocional. Incapaces de controlar su ego, orgullo, envidia, ira, depresión son despedidos del trabajo, expulsados de colegios, suspenden asignaturas, pierden amigos, son peores personas y jamás podrán ser la persona que quieren ser mientras las emociones sigan azotando con el látigo sus pensamientos y su corazón.

Lo cierto es que aunque seamos solo una persona, yo siempre he sentido como si fuéramos dos o más, y esto es realmente cierto, si fuéramos un único ser no habría discernimiento entre lo que pensamos, queremos hacer y lo que hacen nuestras emociones, incluso cuando estoy escribiendo este artículo si lo recito en voz alta no siento realmente que soy yo el que lo leo, si pienso fríamente me doy cuenta que es como si fuera 2 personas y esto es porque uno no tiene el pleno control de su cuerpo.

Tú no puedes ordenar a las defensas de tu cuerpo atacar o no atacar, tú no puedes ordenar a tus pulmones como respirar de forma automática, ni a tu corazón, tampoco puedes, en principio, controlar tus emociones, pero ten en cuenta una cosa, en este mar de individuos tu parece que eres el que vive el mundo consciente, el que controla la parte consciente del cerebro y a partir de allí se pueden controlar o mejorar las demás partes.

Una vida sana por ejemplo mejorará la respiración de tus pulmones, el latir de tu corazón e incluso tus defensas. De modo consciente estás mejorando tu mundo interno, o también puedes ser sumamente estúpido y hacer lo contrario. Verte morir engordando y fumando, contaminando tus pulmones, debilitando los mismos y debilitando tus defensas propiciando un cáncer que te mata lentamente.

Me juego la vida y estoy 100% seguro que si el efecto que tiene el humo en los pulmones se viera físicamente en la cara la gente dejaría de fumar en el acto, así de superficiales somos, así controlan tan poco sus emociones que para tener ese efecto y sensación sedante sacrifican sus pulmones, una parte de ellos mismos pero que realmente no la viven así.

A estas alturas es inútil ver todo tu cuerpo como uno solo porque se divide en varias partes y muchísimas funciones, el objetivo tuyo, de tu mente consciente es mejorar la comunicación con ellos. Al contrario de alargar la mano para coger la cuchara tú no puedes hacer lo mismo cuando sufres un ataque de pánico, ordenar: “para” y se para, por lo tanto tienes que aprender a mejorar esa comunicación.
No dejes que las emociones te dominen

Hace tiempo, debido a mi represión a la ley pura de Darwin aplicada a la era moderna aprendí a controlar mis emociones, internamente quería suicidarme y externamente nadie podía notar nada, a lo largo de los años he aprendido a calmarme, serenarme y controlar cada vez más mis emociones y no lo he hecho con parches, teniendo que comer toneladas de helado, hacerme un maratón de telebasura, meditación o cualquier otra actividad para distraer mi mente.

Estos recursos son buenos en casos puntuales (menos la telebasura), pero lo mejor para controlar tus emociones es adaptar tu mente para que se comunique excelentemente con ellas, es saber evolucionar tu mente para no solo superar la actual situación sino para prevenir situaciones similares en actos futuros.

Por ejemplo, si yo para sentirme bien y en paz conmigo mismo necesito 30 minutos al día para meditar y hacer ejercicios de respiración cuando me cabreo, ¿No es mejor situarse por encima y sencillamente eliminar la tristeza, envidia, ego, orgullo, infelicidad y traer solo y en la medida de lo posible emociones positivas?

Si cada vez que te insultan lloras, no avanzas, pero si cada vez que te insultan piensas sobre ellos y te dedicas a invalidar mentalmente las palabras de esas personas con argumentos, cada vez se reforzarán más esos argumentos y cada vez se invalidarán más esos insultos y tendremos a una persona depresiva y con baja autoestima que ha cambiado y es una persona normal con una autoestima normal, exteriormente nada ha cambiado, pero interiormente si, tú has sabido situarte por un nivel superior has sabido ponerte por encima de tus emociones.

Cada vez que controlas más tu mente y le haces entender lo que te rodea, menos tendrán que actuar tus emociones negativas y más las podrás despejar. Realmente todo esto es una ciencia que llevo practicando hace ya muchos años, con la cual consigo aflorar emociones para hacer bellos escritos, puedo aflorar ira, envidia, ego, indignación, humildad y para controlar las emociones negativas.

Cuanta más perspectiva le des a una situación, más la entenderás y cuanto más la entiendas, más podrás controlar las emociones que te produce. Cuando algo te afecta es porque realmente no lo entiendes ni lo comprendes, pero si haces todo lo posible por entenderlo y comprenderlo empezarás a verlo de otra manera y el verlo de otra manera es lo que inhabilitará esas malas emociones. No estamos suprimiendo esas emociones sino controlando cuando queremos sentir esas emociones.

Por ejemplo, cuando alguien te critica o insulta, si te afecta es porque tú le das esa importancia a esa persona y las que le hacen caso, imagínate que en tu blog tienes trolls, o en un foro te critican, basta con que entiendas e internalices el artículo: Don nadie en la vida, Dios en internet, para que sus argumentos sean como soplidos del viento, indiferentes para tu persona. Pero no hablo de solo entenderlo, sino de comprenderlo sabiamente, de internizarlo, no vale recitarlo como las lecciones de la escuela, los pensamientos deben estar dentro de ti, realmente debes verlo así y para ello tienes que meditar bien, entender y comprender la situación y con meditar me refiero a pensar mucho y profundamente desde distintos ángulos para apoyar tus argumentos.

Esto se puede hacer con todas y cada una de las emociones, por ejemplo con la envidia. Si la gente se pusiera en el lugar de la otra persona, en cómo se siente cuando la envidian y putean por ello, en lo inservible que es envidiar, si la gente meditara, entendiera y comprendiera bien esa envidia dejarían de tenerla, habrían controlado esa parte de su vida y por ente vivirían más felices y en paz consigo mismos.

Hay personas que envidian tanto y van tanto a hacer la puñeta a las personas envidiadas que luego se sienten mal consigo mismos y malas personas, no saben porque pero se sienten amargados y resquemados y son las típicas personas que las ves siempre con amargura e infelicidad, quizás critican siempre, quizás tratan como basura a los demás pero lo que está claro es que ¡SI! tienen un lugar en el mundo, ocupan un espacio y viven una vida, pero no la disfrutan y si no disfrutas tu vida estás desperdiciando un tiempo y un espacio que otra posible vida podría estar disfrutando.

La tierra no es infinita, tampoco lo es la vida ni las vidas que viven en ella, cada segundo que desperdicias tu vida con emociones negativas y repetitivas estás desperdiciando una vida que podrían vivir otras millones de posibles vidas que si sabrían apreciar la vida y lo que se les ofrece. Para finalizar diré que las malas emociones no son malas si son de forma más o menos aislada, lo que ocurre con ellas es que se suelen hacer repetitivas y can
sinas

La pasión secreta de Katharine Hepburn: Howard Hughes




«Fue el mejor amante de mi vida.» Así se confesaba Katharine Hepburn ante la grabadora de la escritora Charlotte Chandler. Y no se refería a Spencer Tracy. En esas entrevistas íntimas, nunca publicadas hasta ahora, la actriz habló con una naturalidad insólita del sexo y de los hombres. Especialmente de uno de ellos, Howard Hughes.



Desde pequeña nadaba casi cada día en el océano, fuese invierno o verano, hábito que mantuvo hasta pasados los 80 años. «Cuanto más amarga la medicina, mejor», decía. Una mañana de 1935 se presentó en el exclusivo club de golf de Bel Air y pidió un rival que estuviese a su altura. Nada de chicas, un hombre. Era muy competitiva. Minutos más tarde estaba jugando contra un profesional cuando oyó el estruendo del motor de una avioneta que volaba a ras de suelo. «Creí que iba a aterrizar sobre nuestras cabezas, pero nos sobrepasó y se posó en el green, justo delante de nosotros», recuerda. El piloto esquivó un par de búnkeres, evitó el lago y consiguió frenar sobre la hierba exquisitamente rasurada. «Hizo uno de sus típicos aterrizajes en un palmo de terreno, a los que pronto me acostumbraría. Enseguida supe quién era: Howard Hughes. No podía ser otro.» El multimillonario productor de cine y consumado aviador bajó de un salto. Llevaba una bolsa con sus palos de golf al hombro y se unió a la partida. «Los socios del club estaban furiosos. Pero él les dijo que pagaría la cuenta por el arreglo de los desperfectos. Howard pensaba que podía comprar cualquier cosa.»


Aquel vuelo acrobático tenía un objetivo: impresionar a la actriz. Estaba encaprichado de aquella altiva pelirroja desde hace un año. El alarde dio resultado. La invitó a cenar y empezaron a salir. A Hepburn le pareció guapísimo con su cazadora de cuero y sus gafas de piloto. «Fue el mejor amante de mi vida», resumió. La actriz tuvo muchos romances en Hollywood (Cary Grant, Douglas Fairbanks, James Stewart, George Cukor, Lawrence Olivier...), pero la intensidad física de aquella relación, ese gusto por la vida tan sincero, permaneció en secreto. En aquella época, Hepburn no concedía entrevistas, ni siquiera firmaba autógrafos. Tenía una lengua vitriólica y podía ser cortante. «Tengo cinco hijos: dos blancos y tres negros», le espetó a un reportero que osó preguntarle por su vida personal. Por su parte, Hughes estaba medio sordo. Era muy callado. Y ya tenía manías de lunático.


Por eso, hasta hoy, es la relación, bastante más tardía, de Hepburn con el actor Spencer Tracy la que se recuerda. La química funcionaba en la pantalla. Pero en la vida real no tuvo nada de glamour. Un amor sórdido entre un machista redomado y una pionera del feminismo que se dejaba avasallar. Tracy, casado, alcohólico y enfermo, no quiso dejar a su mujer. Se veían a escondidas. Hepburn fue siempre la segunda; más una enfermera que una amante. «Spencer nunca me dijo que me quería», se lamentaba. Ni siquiera pudo asistir a su funeral y le lloró en casa para no incomodar a la viuda. Con Hughes fue todo lo contrario. Gozo en estado puro. Plenitud física. Sexo sin culpa. Y lo más importante: Hepburn era ella misma; un espíritu libre. Con Tracy fue una sombra. La encarnación de sus propios demonios interiores.

Sólo en los años 70, cuando ya era la gran dama del Hollywood clásico y para muchos la mejor actriz de todos los tiempos, la única con cuatro Oscar, se confesó a la biógrafa Charlotte Chandler, que grabó largas conversaciones de sobremesa que se publican ahora (The real Kate: a personal biography, JR Books). Confidencias que Chandler jamás hubiera osado publicar en vida de Hepburn. «Howard era una persona muy orientada hacia el sexo. Yo no me sentía cohibida porque él no lo estaba en absoluto», se sinceró. Estuvieron juntos durante dos años. «Howard y yo compartíamos algunos rasgos de carácter que nos hacían muy compatibles. Nos educamos en casa. Estábamos tan mimados que ni siquiera nos dábamos cuenta. Y éramos dos solitarios. Íbamos por libre y hacíamos lo que nos convenía a cada uno.»


Que fueron dos niños mimados es evidente, pero sus infancias descarrilaron por sendas tragedias. Katharine Hepburn (1907-2003) era hija de un urólogo de Connecticut y de una sufragista. Sus padres defendían la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. Kate incluso llevó ropa masculina durante una época y exigía que la llamasen Jimmy porque pensaba que los chicos se divertían más. Idolatraba a su hermano mayor, Tom. Hepburn consideraba que el momento decisivo de su vida ocurrió a los 14 años, cuando descubrió el cuerpo sin vida de su hermano, ahorcado en un ático. El forense dictaminó suicidio, pero ella nunca lo aceptó. «Era un chico alegre y lleno de vitalidad. Estoy segura de que estaba intentando hacer un truco que nos enseñó mi padre, pero salió mal. Su muerte marcó la filosofía de mi vida: ser independiente, separarme de los demás para no volver a experimentar el dolor que sentí cuando murió.» La adolescente se sumió en una depresión. Dejó de ir al instituto durante meses. Durante décadas celebró el cumpleaños de Tom en lugar del suyo.


En cuanto a Howard Hughes (1905-1976), nació en Texas. Su padre inventó una broca para la extracción de petróleo y se hizo millonario. Su madre era sobreprotectora y padecía microfobia, terror a los gérmenes. Lavaba a su hijo a todas horas con un jabón de lejía. Murió cuando Hughes tenía 17 años. Un par de años más tarde falleció su padre. A la tristeza se sumó la progresiva pérdida de oído y su carácter obsesivo. «Creo que lo que más atraía a Howard de mí eran mi voz y mi dicción. Hay gente que encuentra mi timbre irritante, pero Howard podía escucharme porque yo hablo alto y claro. A veces había que susurrarle al oído, si le interesaba mucho lo que estabas contando. Si no, podías gritárselo con un altavoz y no te escuchaba», rememoraba Hepburn. «Era imponente. Alto, delgado. Yo fingía que no me impresionaba, pero era muy consciente de que era una persona extraordinaria. No nos sentíamos normales. Mi madre me advirtió que tuviese cuidado, porque estaba despertando la envidia de las mujeres a las que no cortejan aviadores. Me importaba un bledo. Howard tenía más encanto que las películas de Hollywood, porque su vida y sus aventuras eran reales.»


Los dos se habían casado jóvenes y se habían divorciado. «Desde el principio, nuestra relación estuvo cargada de electricidad sexual. Howard era el hombre más tímido con el que estuve nunca. Pero luego se desató, nos desató la pasión. No teníamos inhibiciones. Y nos sobraban salud y energía. Aprendí más sobre mí misma que sobre Howard. Fue algo misterioso, sorprendente. Teníamos la edad perfecta para la pasión: 30 años. A Howard no le gustaban las mujeres frágiles. Y yo era casi una atleta. Además, me habían educado para sentirme cómoda con la desnudez propia y ajena.» De hecho, su ex marido, el empresario Ludlow Ogden Smith, le pidió durante el noviazgo hacerle unas fotos semidesnuda. «¿Por qué hacer las cosas a medias?», lo desafió Hepburn, cuyo expediente académico en el prestigioso Bryn Mawr College estaba salpicado de faltas disciplinarias por fumar, saltarse el toque de queda y bañarse en cueros en una fuente. «Posé sin ropa y los retratos me encantaron. Estaba orgullosa de mi cuerpo.» El matrimonio con Ogden Smith duró seis años. «Fui un desastre como esposa. Ni siquiera lo intenté en serio. Fui egoísta y siempre antepuse mi carrera», reconoció Hepburn. Se divorciaron dos veces. La primera en México, pero no estaban seguros de la legalidad del trámite y, por si acaso, volvieron a divorciarse en Estados Unidos. «No tengo quejas de él. Estaba muy agradecido porque le di mi virginidad. Como amante, era considerado y gentil. Acostarse con él era agradable, aunque me pareció que la gente valoraba demasiado el sexo. Siempre fui una sabelotodo... Con Howard me di cuenta de que era posible algo más. Mi madre, que me había educado para ser una mujer antes que una esposa, no me había contado eso. Algunas cosas tienes que aprenderlas por ti misma. Sin inhibiciones. Sin sentirte avergonzada o preguntarte qué pensará tu pareja sobre ti después de hacerlas.»


Su relación consistió en una larga luna de miel interrumpida sólo por los rodajes de Hepburn y las hazañas de aviación de Hughes, que batió un récord al dar la vuelta al mundo en tres días y 19 horas. La actriz se alojaba en la mansión de 30 habitaciones del cineasta, donde tenía una suite y una limusina con chófer para ella. Un cocinero les preparaba cualquier plato a cualquier hora. Después de hacer el amor, se atiborraban a helados.

Hughes la enseñó a pilotar. «Volamos por todas partes. Con Howard no tenía ni pizca de miedo. Me sentía como un pájaro.» A Hepburn le entusiasmaba el hidroavión de Hughes, con el que amerizaban en cualquier lugar que les gustase. Entonces ella se quitaba la ropa y se zambullía en el mar, saltando desde un ala.

«Cuando no estaba con él, no sé si me era fiel. No estábamos comprometidos. No habíamos hablado del futuro, aunque él me pidió matrimonio varias veces. Nunca dije que sí. Nunca dije que no.» Hughes siguió pidiéndole a Kate que se casaran. «Era muy serio y muy intenso. Y escogía momentos románticos, pero nunca me lo preguntó cuando estábamos en la cama. Me dijo: ‘Kate, nunca te fíes de un hombre que te pide matrimonio cuando quiere acostarse contigo. Dirá lo que sea y se olvidará con la misma facilidad’. Agradecí su consejo, pero no me hacía falta. No estaba buscando un marido, ni siquiera a Howard.» En vista de su posterior descenso a la chifladura más absoluta, cuando vivió durante años como un ermitaño, con el pánico a los microbios y dilapidando su fortuna en producciones que se prolongaban durante meses porque a una actriz le sentaba mal un vestido, o no estaba satisfecho con el realismo de una batalla aérea (en uno de sus rodajes murieron tres pilotos), Hepburn quizá salió bien librada. Puede que intuyese que Hughes tenía serios problemas que aflorarían y no quiso dar el paso de comprometerse, aunque nunca le recriminó nada.


«Alguien puede decir que los dos éramos unos maniáticos de la limpieza. Mientras estuvimos juntos, el asunto siempre estuvo dentro de los límites de lo razonable, aunque fuese algo obsesivo. Yo incluso creí que estaba más obsesionada que él. Nos lavábamos las manos mucho tiempo. Y el agua debía estar muy caliente.» Hepburn cree que el descenso a los infiernos de Hughes empezó en 1946, cuando sufrió un accidente de aviación. Su aparato se estrelló en Beverly Hills y se incendió. Hughes salvó la vida de milagro, pero sufrió graves quemaduras y no le quedó un hueso sano. «Desde entonces vivió cada minuto de su vida con dolor. Y el dolor, como la sordera, te aísla del mundo. Llegó un momento en que estaba atrapado y vivía dentro de su propia mente.» Se convirtió, además, en adicto a la morfina.


­La historia de amor acabó en 1938, después de que un huracán arrasase Connecticut y una riada destruyese la casa familiar de los Hepburn. Kate, que estaba de visita, escapó con su madre, descolgándose con una cuerda por una ventana. La casa fue arrastrada por las aguas. Al día siguiente llegó el avión de Hughes, cargado de agua embotellada. Un gesto engañosamente generoso… «Supongo que se cansó de oírme decir \\\''\''no\\\''\'' cada vez que me pedía casarse conmigo. Lo supe a ciencia cierta después del huracán. Cuando su avión aterrizó y otra persona salió de él. Pensé que iba a ser Howard, pero no. Había mandado a otro piloto a traernos el agua. Cuando pienso en ello, es como si esas botellas llevasen un mensaje dentro. Y el mensaje era que lo nuestro había terminado.»
Carlos Manuel Sánchez

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Mantén el Entusiasmo
'Quien domina sus emociones controla su vida,
Anthony Robbins.

Las emociones no sólo nos ocurren; también las hacemos. Es decir: si bien de pronto te puedes percatar de que estás deprimido —o experimentando cualquier otro estado emocional— esta emoción no se da por casualidad. Más aun, no se mantiene por sí sola y requiere de ciertas condiciones para perdurar y crecer. Condiciones que está en ti detener y modificar para abrirle paso a otras energías.

En este sentido te ofrezco lo que, en mi opinión, son algunas estrategias básicas para evitar, o incluso revertir, una espiral depresiva:

Cambia tu Corporalidad
La depresión necesita de un cuerpo particular para crecer en ti: hombros caídos, cabeza hacia adelante, mirada baja, rostro “triste”, respiración pausada pero poco profunda, movimientos lentos.
Imagina a tu cuerpo como un conductor de las energías emocionales. Si cambias la forma de tu cuerpo, su conductividad se modifica: impide el “paso” de ciertas emociones y facilita el surgimiento de otras.

A veces es difícil salir de una depresión "pensando"; en estos casos, puede ser más rápido y efectivo intervenir en tus emociones a través de la corporalidad.
¿Quieres salir de una depresión o impedir que se amplifique? Cambia tu cuerpo. Activa tu fisiología. Haz ejercicios. Baila. Muévete de manera diferente, muévete más rápido. Sal a caminar. Practica un deporte. Haz el amor. ¡Sonríe!

Enriquece tus Significados
Tus emociones —sean éstas de baja o alta energía— se alimentan de tus interpretaciones, de cómo percibes los hechos. Parafraseando a Epícteto (filósofo griego), no son las circunstancias, sino tu opinión sobre ellas, lo que te afecta profundamente.
¿Cuál es el significado que le estás asignando a lo que te ocurre? Muchas veces, de manera automática y poco consciente, generamos conclusiones sobre los hechos que poco nos ayudan a sentirnos bien. Si cambias tu opinión, modificas tus interpretaciones y cuestionas tus conclusiones, puedes modificar tu sentir.

“La realidad en la que te encuentras puede ser alterada por ti en cualquier momento.
No se altera al cambiar lo que está afuera de ti; se modifica cambiando cómo
eliges procesar tu vida”.
—Wayne Dyer

Dos poderosas preguntas que pueden servirte para adueñarte de tus interpretaciones y encontrar aquellas que en vez de frenarte te impulsen a superar tus retos son:
Lo que ocurre, ¿qué otra cosa podría significar?
Si esta situación pudiera tener un significado positivo,
¿cuál podría ser?
Ante una circunstancia particular hay infinidad de interpretaciones posibles. ¿Por qué no elegir aquellas que te permitan sentirte mejor y darte las fuerzas para salir adelante?

Dirige tu Atención
¿A qué le estás prestando atención? ¿Con qué tipo de ideas y conversaciones estás alimentando tu mente?
Hay quienes en estos momentos consumen dosis intravenosas de CNN y otros canales noticiosos. Se necesita ser inhumano para ver noticias por cuatro horas al día (y eso que conozco a quienes se meten maratones de más horas) y no salir deprimido. ¡Ponte a dieta mediática! El mundo no va a cambiar por que tú veas, escuches o leas más o menos noticias. Pero tu mundo sí puede cambiar al conectarte con otro tipo de programas, ideas y conversaciones.

Además, el ver televisión es una actividad pasiva y la inactividad es terreno fértil para la depresión. Apaga el televisor y ponte a hacer algo que implique entrar en movimiento físico o mental hacia tus metas.

Dirige tu atención hacia situaciones y actividades que sean fuente de energía y no desagüe de tu vitalidad. Aquello en lo que te enfocas, crece; aquello que desatiendes, se debilita. Enfócate en tus posibilidades y desatiende tus limitaciones.

Aumenta tu Productividad
La depresión crece en la inactividad y se debilita en la acción. ¡Ponte en acción! Haz algo que te dé una sensación de productividad. No me refiero necesariamente a que "trabajes"; puede ser una actividad doméstica. Lo importante es que te de una sensación de avance y de logro inmediato.

Al deprimimos no nos provoca hacer prácticamente nada: echarnos frente al televisor, quedarnos encerrados, no hablar con nadie. Parte de la clave para surgir nuevamente está en decidir revertir esa tendencia y ponerte en acción productiva. Mientras más pronto lo hagas, mejor.

Fíjate una meta simple y de rápido alcance. Ponte a trabajar en función de ella. Obtén un logro, por pequeño que sea, y celébralo. De esta forma estarás alimentando la sensación de estar en control de tu vida y el hecho de que, incluso en medio de la incertidumbre, puedes progresar hacia tus metas.

Es clave reconocer que la depresión —así como toda emoción— si bien puede iniciarse por estímulos externos, sólo crece en tu interior a medida que le abres espacio para crecer. Muchos están en este momento cediéndole más y más espacio en su psique y su cuerpo a la depresión, mientras asfixian su entusiasmo; haz lo contrario: sofoca la depresión y ábrele las ventanas al entusiasmo.

Recuerda una idea fundamental: acción mata depresión. La única manera de contrarrestar esa emoción es poniendo éstas y otras ideas en práctica.
Si hay pasión y estás en acción, no hay depresión mas sí entusiasmo. Entonces, parte de la clave está en... ¡poner tu pasión en acción!

Tengo un reto para ti. Pero primero permíteme preguntarte algo:
¿Cuál es tu nivel de energía emocional en este momento de tu vida? En una escala del 0 al 10 —de la depresión absoluta al máximo entusiasmo— ¿en qué nivel te encuentras?
Sé honesto: ¿Dos? ¿Cuatro? ¿Siete?
No importa tu posición actual en la escala. Incluso si te encuentras en un eufórico diez, mi reto para ti es que lo eleves al doble en los próximos 14 días. ¿Al doble? Sí, es eso lo que te pido: un 100% más.

Imagina que en dos semanas, a esta misma hora, yo estaré ahí para preguntarte nuevamente por tu posición en esa imaginaria escala emocional. ¿Qué vas a hacer para lograr multiplicar por dos tu respuesta de hoy?

Si tu vida —o la de tus seres queridos— dependiera de ello, ¿podrías lograrlo? Estoy seguro que sí porque en el fondo sabes que es cierto: tu vida y la de quienes te rodean está siendo, para bien o para mal, severamente impactada por tu energía emocional.

No quiero entrar en detalles, pero créeme: tus emociones limitan o impulsan tus acciones; éstas a su vez determinan tus resultados; y de ellos se compone tu calidad de vida. ¿Quieres mejorar tu calidad de vida? Eleva tus emociones.
A continuación comparto algunas estrategias para pasar del tres —o el dos o el cinco o el nueve— a un nivel de energía emocional de 20 en la escala del cero al diez:

Decide que sí es posible
Para ver un cambio en tu emocionalidad, primero tienes que decidir que es posible. Cuando te propuse el reto de duplicar tu energía emocional en 14 días, ¿cuáles fueron tus primeros pensamientos?
En mis conferencias y talleres, en ocasiones pongo a la gente a realizar dinámicas retadoras que requieren soluciones creativas y fuera de lo común. En muchos casos la respuesta inmediata es: “imposible”, “no se puede”, “si nos dieras más tiempo”. Antes de empezar ya determinan que lograrlo está fuera de su alcance y se predisponen con una actitud derrotista.

Pero algunos pocos asumen el reto de otra forma y declaran: “tiene que haber una manera”, “no sé como, pero es posible”, “lo vamos a lograr”. Son ellos quienes consiguen la solución primero que nadie.

Confía en ti. Decide que sí es posible. Puede que todavía no tengas claro cómo lograrlo, pero el siguiente paso —luego de decidir que sí quieres elevar tu emocionalidad— es creer que es posible.

Obtén pequeños logros para generar grandes éxitos
Si te encuentras en nivel cuatro, por ejemplo, pensar en cómo duplicarlo podría parecer abrumador. Pero, ¿si te pido que pases del 4 al 4.5?
De hecho, hazlo ahora: ¿qué cambio podrías realizar —en tu cuerpo, en tus pensamientos, en tus palabras, en tus imágenes mentales— para elevar el nivel de tu energía emocional en medio punto (0.5) ¡ahora mismo!?

Quizá puedes ponerte de pie; respirar profundamente; colocar una sonrisa en tu rostro —mientras más estúpida sea la sonrisa, mejor; pensar en algo que te entusiasma; agradecer algunos de los miles de regalos que has recibido de la vida; concentrarte en una meta a lograr.
¡Vamos! ¡Inténtalo!
Pequeños ajustes hoy, mañana y pasado, pueden fácilmente llevarte a aumentar significativamente tu desempeño emocional en un par de semanas. El secreto está en... ¡comenzar!

Dirige tu pensamiento
Menos mal que tú no puedes leer mi pensamiento porque, en ocasiones, en mi mente surgen ideas que me avergüenzan —dudas de mi capacidad, juicios sobre otros, ideas nada constructivas, etc. Afortunadamente, son tan sólo expresiones sin sustento ni consecuencias, gracias a que decido no prestarles atención.

Esto me lleva al punto que quiero compartir contigo: no tienes por qué pensar en todo lo que piensas. Es decir, tú puedes elegir dirigir tu pensamiento hacia direcciones diferentes a las de esas ocasionales ideas que no te sirven.

Todas las emociones se alimentan de tus pensamientos. La apatía, la depresión, la ira, los celos, el resentimiento, requieren de la inyección mental recurrente de ciertas ideas para su fortalecimiento —de igual manera que los estados de entusiasmo, pasión, optimismo, gratitud, fe.
¿A qué tipo de pensamientos le estás prestando atención? ¿A cuáles estás alimentando?
Si no le das fuerzas a esos pensamientos debilitantes y decides, por lo contrario, dirigir deliberadamente tu mente hacia ideas positivas y constructivas, la calidad de tus emociones surgirá.

Hay dos claves en esto. La primera está en no prestarle atención a los pensamientos que no te sirven. Ellos surgen de pronto, pero no tienes por qué seguirles la pista. Ni siquiera pierdas tiempo preguntándote cómo es que llegaste a pensar tal o cual blasfemia.
La segunda clave: simplemente, ríete de ti mismo y emplea tu poder volitivo para redirigir tu energía mental hacia los pensamientos que más te enriquecen y permiten avanzar.

Los principios que he compartido contigo —decidir que es posible, pequeños pasos para grandes logros, redirigir tu pensamiento, aumentar tu energía— aplican para cualquier otro proceso de logro.

Así que quizá quieras ponerlos en práctica y aprovechar estas próximas dos semanas para, además de duplicar tu nivel emocional, alcanzar unas cuantas metas adicionales.


FUENTE:ESCORPIANA
http://www.encontrarse.com/notas/pvernota.php3?nnota=28490

HACIÉNDOTE CARGO DE TI MISMO


Mira por encima de tu hombro. Te darás cuenta de que tienes a tu lado un compañero que te acompaña constantemente. A falta de un nombre mejor llámalo (Tu-Propia-muerte.) Puedes tener miedo a este visitante o usarlo en tu propio beneficio. De ti depende la elección.



Siendo la muerte una propuesta tan eterna y la vida tan increíblemente breve, pregúntate a ti mismo: "¿Debo evitar hacer las cosas que realmente quiero hacer?", "¿Viviré mi vida como los demás quieren que la viva?". Lo más probable es que tus respuestas se puedan resumir en unas pocas palabras: Vive... Sé tú mismo... Goza... Ama.



Puedes temer tu propia muerte de forma negativa o usarla para ayudarte a vivir de modo positivo. Escucha al Iván Ilich de Tolstoi mientras espera al gran nivelador, contemplando un pasado completamente dominado por los demás, una vida en la que había desistido de ser dueño de sí mismo a fin de encajar en el sistema.



"¿Y si toda mi vida ha sido una equivocación qué?" Se le ocurrió que lo que antes le había parecido completamente imposible, especialmente el hecho de que no había vivido como debería haberlo hecho podría después de todo ser verdad. Se le ocurrió que sus impulsos vitales, reprimidos brutalmente por sí mismo apenas los había experimentado, podrían haber sido lo único verdadero y real de su vida, y todo lo demás falso. Y sintió que sus obligaciones profesionales y toda la organización de su vida y de su familia, todos sus intereses sociales y oficiales, todo eso podría haber sido falso. Trató de defenderse y justificarse ante sí mismo y de pronto sintió cuán débil era lo que estaba defendiendo y justificando. No había nada que defender..."



La próxima vez que tengas que decidir acerca de tu propia vida, que tengas que hacer una elección personal, hazte una pregunta muy importante: "¿Cuanto tiempo voy a estar muerto?" Ante esa perspectiva eterna, puedes decidir ahora lo que prefieres, lo que eliges, y dejar a los que siempre estarán vivos las preocupaciones, los temores, la cuestión de si te lo puedes permitir y la culpabilidad.



Si no empiezas a actuar de esta manera, ya puedes formularte la posibilidad concreta de vivir toda tu vida tal como los demás piensan que debería ser. Ciertamente si tu estancia en la tierra es tan corta debería ser por lo menos agradable. En pocas palabras, se trata de tu vida; haz con ella lo que tú quieres.



LA FELICIDAD Y TU PROPIO C.I. (Coeficiente de Inteligencia)



El hacerte cargo de ti mismo significa dejar a un lado ciertos mitos muy generalizados. A la cabeza de la lista está la noción de que la inteligencia se mide por la capacidad de resolver problemas complejos; de escribir, leer y computar a ciertos niveles; y de resolver rápidamente ecuaciones abstractas. Esta visión de la inteligencia postula la educación formal y el conocimiento académico o la cultura como la verdadera medida de la realización personal. Fomenta una especie de esnobismo intelectual que ha obtenido consigo unos resultados muy desmoralizadores. Hemos llegado a creer que una persona es "inteligente" si tiene una serie de títulos académicos, o una gran capacidad dentro de alguna disciplina escolástica (matemáticas, ciencias), un enorme vocabulario, una gran memoria para recordar datos superfluos, o si es gran lector. Sin embargo los hospitales psiquiátricos están atiborrados de pacientes que tienen todas las credenciales debidamente presentadas –como de muchos que no las tienen-. El verdadero barómetro de la inteligencia es una vida feliz y efectiva vivida cada día y en cada momento de cada día.



Si eres feliz, si vives cada momento, aprovechando al máximo sus posibilidades, entonces eres una persona inteligente. La capacidad de resolver problemas es un aditamento útil a tu felicidad, pero si tú sabes que a pesar de tu falta de habilidad para resolver cierto tipo de cosas puedes elegir lo que te haga feliz, o que, por lo menos, puedes evitar lo que te hará infeliz, entonces se podrá decir que eres inteligente.



Las personas "inteligentes" no tienen crisis nerviosas porque están en control de sí mismas. Ellas saben cómo elegir la felicidad en vez de la depresión, porque saben enfrentarse con los problemas que hay en sus vidas. Nótese que no dije “resolver” los problemas. En vez de medir su inteligencia por su capacidad para “resolver” problemas esta gente la mide por su capacidad de seguir siendo igualmente felices y valiosos, se solucione o no el problema.



Aprender a hacerte totalmente cargo de ti mismo implica un proceso mental completamente nuevo, y que puede resultar difícil porque son demasiadas las fuerzas que en nuestra sociedad conspiran contra la responsabilidad individual. Debes confiar en tu capacidad de sentir emocionalmente lo que elijas sentir en cualquier momento dado de tu vida. Éste es un concepto radical. Probablemente tú has crecido creyendo que no puedes controlar tus propias emociones; que la ira, el miedo y el odio, al igual que el amor, el éxtasis y la alegría son cosas que te pasan. Un individuo no controla estas cosas: las acepta. Cuando sucede algún acontecimiento penoso, uno naturalmente siente pena, y espera que muy pronto sucederá algo bueno y alegre para poderse sentir bien.



ELIGIENDO COMO TE SENTIRÁS



Los sentimientos no son simples emociones que te suceden. Los sentimientos son reacciones que eliges tener. Si eres dueño de tus propias emociones, si las controlas, no tendrás que escoger reacciones de autoderrota. Cuando aprendas que puedes sentir lo que prefieres o eliges sentir, empezarás a encaminarte por la verdadera senda de la "inteligencia". Esta senda es nueva porque tú considerarás a una emoción dada como una opción y no como una condición de la vida. Éste es el meollo y el alma misma de la libertad personal.



Tienes el poder de pensar lo que se te ocurra. Si se te ocurre algo de improviso (algo que tú elegiste poner en tu cabeza, aunque no sepas por qué lo hiciste), aún tienes el poder de hacerlo desaparecer y por tanto sigues controlando tu universo mental. Yo te puedo decir: "Piensa en un antílope color rosa", y tú lo puedes volver verde o convertirlo en un jabalí, o puedes pensar simplemente en cualquier otra cosa que quieras. Sólo tú puedes controlar lo que entra en tu cabeza como un pensamiento. Si tú no crees en esto, contesta simplemente esta pregunta: "Si no eres tú el que controla tus pensamientos, ¿quién los controla? ¿Es acaso tu cónyuge, o tu jefe o tu madre?".



Y si son ellos los que controlan lo que tú piensas, entonces mándalos a ellos a que se hagan un tratamiento psicoterapéutico, y tú mejorarás inmediatamente. Pero tú sabes que no es así. Tú y sólo tú puedes controlar tu aparato pensante (fuera de casos extremos de lavado de cerebro o de experimentos de condicionamiento que no forman parte de tu vida). Tus pensamientos son tuyos, exclusivamente tuyos para hacer con ellos lo que quieras, conservarlos, cambiarlos, compartirlos o contemplarlos. Ninguna otra persona puede meterse dentro de tu cabeza y tener tus pensamientos como tú los experimentas. Eres tú quien controla realmente tus pensamientos, y tu cerebro es tuyo propio, y puedes usarlo como quieras y determines.



Tu premisa menor no es discutible si examinas las pruebas históricas y empleas tu sentido común. No puedes tener un sentimiento (emoción) sin antes haber experimentado un pensamiento. Sin el cerebro desaparece tu capacidad de "sentir". Un sentimiento es una reacción física a un pensamiento. Si lloras, o te sonrojas, te late más fuerte el corazón o te sucede cualquiera de las posibles reacciones emocionales de la interminable lista de posibilidades, quiere decir que primero has recibido una señal desde el centro del pensamiento. Cuando el centro del pensamiento de tu mente está dañado o ha sufrido un cortocircuito, no sientes emociones, no puedes sentirlas. Con cierto tipo de lesiones en el cerebro no se siente ni el dolor físico, literalmente tu mano puede quedar completamente achicharrada y frita al fuego y tú no sentir ninguna sensación de dolor.



Tú sabes que no puedes neutralizar tu centro del pensamiento y al mismo tiempo experimentar cualquier sensación en tu cuerpo. No es posible. Así tu premisa menor se apoya en una verdad. Todas tus sensaciones te llegan precedidas por un pensamiento, y sin la función el cerebro no puedes experimentar sensaciones. Si tú controlas tus pensamientos, y tus sensaciones y sentimientos provienen de tus pensamientos, entonces eres capaz de controlar tus propios sentimientos y sensaciones. Y puedes controlar tus sentimientos elaborando los pensamientos que los precedieron. Para simplificar podemos decir que tú crees que son las cosas o la gente los que te hacen infeliz, pero esto no es correcto. Eres tú el responsable de tu desgracia porque son tus pensamientos respecto a las cosas y a la gente que hay en tu vida los que te hacen infeliz. Para llegar a ser una persona libre y sana tienes que aprender a pensar de forma diferente. Cuando hayas logrado modificar tus pensamientos, entonces empezarán a surgir tus nuevos sentimientos y habrás dado el primer paso en el camino hacia tu libertad personal.



Esta misma lógica es aplicable a todos los acontecimientos, cosas y puntos de vista de las personas. La muerte de alguien no es lo que te apena; hasta enterarte no puedes haberte apenado, así que no es la muerte la causa de tu pena sino lo que tú te dices respecto a ese hecho. Los huracanes no son deprimentes por sí mismos; la depresión es algo exclusivamente humano. Si te sientes deprimido a causa de un huracán es que te estás diciendo a ti mismo cosas que te deprimen respecto al huracán.



Esto no quiere decir que te debas engañar diciéndote cosas que te hagan disfrutar del huracán, sino que más bien te preguntes a ti mismo: "¿Por qué voy a escoger la depresión? ¿Acaso deprimirme me ayudará a enfrentarme con el hecho del huracán de una manera más eficiente?".



Has crecido y te has desarrollado en un ambiente cultural que te ha enseñado que no eres responsable de tus sentimientos y sensaciones, aunque la verdad te demuestre que siempre lo fuiste. Has aprendido una cantidad de dichos para defenderte del hecho de que eres tú el que controla tus sentimientos. He aquí una pequeña lista de frases hechas que has usado una y otra vez. Examina los mensajes que envían estas frases.



- "Me ofendes."

- "Me haces sentirme mal."

- "No puedo evitar sentir lo que siento."

- "Simplemente estoy enfadado, no me pidas que te explique por qué."

- "Esa persona me enferma."

- "Tengo miedo a las alturas."

- "Me avergüenzas."

- "Me acelero cuando ella está cerca de mí."

- "Me haces hacer el tonto en público."



Esta lista podría seguir interminablemente. Cada frase contiene dentro de sí misma un mensaje que anuncia que no eres responsable de lo que sientes. Ahora vuelve a escribir la lista correctamente, o sea, de manera que refleje que eres tú quien controla lo que sientes y que tus sentimientos y sensaciones provienen de los pensamientos que tienes respecto a cualquier cosa.



- "Me ofendí por las cosas que me dije a mí mismo respecto a cómo reaccionaste tú ante mí."

- "Me hice sentirme mal.

- "Puedo evitar sentir lo que siento, pero he escogido estar enfadado."

- "He decidido sentirme enfadado porque generalmente puedo manipular a los demás con mi enfado puesto que ellos piensan que yo los controlo."

- "Yo me enfermo a mí mismo."

- "Yo me asusto a mí mismo en las alturas."

- "Yo me avergüenzo de mí mismo."

- "Yo me excito cuando estoy cerca de ella."

- "Yo hago el tonto por tomar más en serio tus opiniones respecto a mí mismo que las mías propias, y por creer que los demás hacen lo mismo."



Quizá tú crees que los dichos de la Lista 1 son simplemente figuras retóricas que se han convertido en clichés que se usan en nuestro ambiente cultural y que no tienen mayor significado. Pero si es así como piensas entonces pregúntate a ti mismo por qué las frases de la Lista 2 no se han convertido en clichés. La respuesta está en la influencia de nuestro ambiente cultural sobre nuestro pensamiento que nos enseña a pensar como la Lista 1 y nos aleja de la lógica de la Lista 2.



El mensaje es claro como el cristal. Eres tú el responsable de lo que sientes. Sientes lo que piensas, y puedes aprender a pensar diferentemente sobre cualquier cosa, si decides hacerlo. Pregúntate a ti mismo si vale la pena, si te compensa ser infeliz, estar deprimido o sentirte herido u ofendido.



Entonces examina, profundamente, el tipo de pensamientos que te están Llevando hacia estos sentimientos de debilidad.