la gestión, el manejo, la regulación de las emociones.


la gestión, el manejo, la regulación de las emociones.

Esta habilidad es probablemente la más difícil de conseguir de todas. Se trata de conseguir integrar eficazmente nuestras emociones en el pensamiento, en nuestras conductas para conseguir un mayor bienestar subjetivo y social. Gestionar las emociones es tener en cuenta la información que nos proporcionan las emociones y nuestros sentimientos, sabiendo también el efecto que pude causar el estado de ánimo que pueden deberse a razones desconocidas, se trata de hacer caso a nuestras emociones y cuestionar nuestros pensamientos en función de los estados de ánimo que tengamos. Gestionar ambas cosas nos va a permitir mejorar nuestra capacidad de recordar y procesar información.

Debemos tener cuidado en pensar que gestionar es suprimir o reprimir las emociones. A veces hay que pasar malos momentos y aprender de ellos para nuestro desarrollo como personas. Suprimir las emociones puede significar perder la información que nos están dando además de consumir mucha energía en el cerebro que nos puede dificultar el pensamiento. Esto, además, hay que hacerlo en diferentes contextos culturales donde las normas sociales, la cultura, marca muchas veces las emociones que se pueden sentir o no, las socialmente adecuadas, a lo que debemos añadir nuestras tendencias naturales de temperamento. Con esto queremos decir que tenemos que estar abiertos a las emociones y cuidarnos de los estados de ánimo.

Las emociones pueden llegar a dominarnos, incluso a hacernos daño a nosotros mismos o a los demás, con lo que también debemos aprender a controlarlas. Tenemos que aprender a no expresar algunas emociones en algunas situaciones. En algunas ocasiones utilizar la sabiduría popular como es contar hasta diez, no nos va a ayudar a tomar la mejor solución… aunque seguro que ayuda. Es curioso que la idea de que debemos compartir nuestras emociones no haga otra cosa que ponernos peor de lo que estábamos. Concluir que debemos también asegurarnos que la causa que le hemos atribuido a la emoción es la correcta, y no se debe a una mala interpretación nuestra. Sabremos gestionar inteligentemente las emociones cuando sepamos acercarnos y separarnos de ellas a nuestra voluntad, no cuando las reprimamos.

Las emociones son también fuente de motivación e inspiración. Son puro movimiento y nos llevan a la acción. Cuando la ira baja su intensidad podemos aprovechar el enfado para que nos de energía para llevar a cabo una acción positiva. Algunos investigadores afirman que precisamente es su orientación a la acción la que ha hecho posible el sistema emocional en los animales. Con todo lo dicho, parece claro que tenemos que ser conscientes de ellas y aceptarlas. Sin embargo, tenemos que aprender de ellas y descubrir lo que está pasando a base de hacernos preguntas del tipo ¿cómo me siento?, ¿son muy intensos?, ¿qué pensamientos me están generando?, ¿los siento frecuentemente?, ¿es normal?… Finalmente las tenemos que incorporar en nuestro pensamiento, integrarlas en nuestras conductas sin magnificarlas ni ocultarlas: sentirnos de una determinada forma puede ser bueno o malo dependiendo solo de la situación.

Nos comportamos por guiados por nuestros pensamientos y por nuestros sentimientos con lo que generaremos conductas más adecuadas, mejoraremos en nuestros procesos de toma de decisiones integrando ambos adecuadamente. Ser capaces de diferir recompensas, controlar nuestra angustia nos puede permitir controlar mejor nuestros impulsos y de esa forma evitar mucha violencia, consumo de drogas inadecuado o desajustes en la alimentación. Nos puede ayudar a evitar muchas indecisiones y a dejar de postergar muchas actividades.
fuente: http://www.blogseitb.com