Chomsky y las 10 estrategias de manipulación mediática

El lingüista norteamericano Noam Chomsky elaboró la lista de las “Diez Estrategias de Manipulación” a través de los medios de comunicación masiva, que reproducimos aquí y que van desde la estrategia de la distracción, pasando por la estrategia de la gradualidad hasta mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.
1. La estrategia de la distracción
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
3. La estrategia de la gradualidad
Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4. La estrategia de diferir
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad

Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…
9. Reforzar la autoculpabilidad
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
Por Noam Chomsky
http://www.elciudadano.cl/2010/10/04/chomsky-y-las-10-estrategias-de-manipulacion-mediatica/

Elsa Punset, hija de Eduardo Punset , guia para navegantes emocionales



A menudo me he preguntado por qué los seres humanos solemos encerramos en una soledad hermética que tanto dificulta el contacto con los demás. Es una soledad compacta, trenzada con mimbres diversos que se entrelazan hasta formar una coraza resistente que nos aísla del mundo exterior. Los mimbres engordan con el paso de los años pero desde muy pronto ya están allí, supuestamente para protegernos de los demás. Desde que nacemos nos convencen de que somos muy diferentes de quienes nos rodean, como desde la infancia nos enseñan a desconfiar de nuestros sentimientos porque son supuestamente irracionales y por tanto potencialmente peligrosos; empieza la represión del sentir y la imposición del ego individual que nos otorga una determinada imagen- una protección- frente a los demás. Desde allí aprendemos a relacionarnos con el mundo con una mezcla de pudor- no mostramos nuestros verdaderos sentimientos por si molestan a los demás- y de desconfianza- cuanto menos mostremos de nosotros mismo, menos vulnerables seremos. Si la imagen tras la cual nos escondemos se parece poco a nuestro verdadero ser, la distancia que sentiremos de cara a los demás será muy grande. Entre ellos y nosotros mediará un abismo, aún cuando estemos a pocos metros de distancia.
Cuando somos niños, los adultos no parecen respetarnos demasiado: se nos dice implícitamente que tenemos que formarnos de acuerdo a sus indicaciones, porque somos imperfectos e ignorantes. Nuestro ego- la imagen de nosotros mismos que ofrecemos a los demás- se afianza así paulatinamente a imagen y semejanza de ellos, de aquellos adultos que nos rodean en casa, en la escuela y en la sociedad. Cada vez nos parecemos menos a nosotros mismos y nos confundimos más con la ropa con la que nos están vistiendo. Poco a poco desaparece el niño verdadero y emerge el adulto con coraza. Algún día llegamos a olvidar- casi- quienes éramos de verdad. Los demás tampoco podrán saberlo.
Convencidos de que no pueden confiar en sus sentimientos y de que su mente es todavía débil, los niños entregan su autoridad a los adultos que les rodean: padres, maestros, familiares, vecinos... Probablemente no dejarán ya de hacerlo jamás -siempre temerán que sus decisiones conscientes, y por supuesto su forma de sentir la vida, sus emociones, no sean las adecuadas. Les habremos convencido de ello desde la cuna. Cuando somos adultos, nos amoldamos a una sociedad jerarquizada en la que dependemos de la opinión de los demás para poder sentirnos cómodos con nuestras decisiones y nuestros sentimientos. Necesitamos la aprobación de los demás para sentirnos adecuados. Si seguimos las normas, recibiremos esta aprobación.
Cualquiera que se salga del engranaje emocional y social se sentirá abandonado a su suerte, sin necesitar siquiera la desaprobación explícita de los demás. Simplemente, sentirá que ya no pertenece al grupo y asociará este sentimiento con la desaprobación, es decir, con la exclusión del grupo. Y esto es muy difícil de sobrellevar, porque el desprecio de los demás, por razones evolutivas, suscita el miedo inconsciente a la muerte.
Así, los demás se convierten poco a poco en fuente de seguridad para nosotros, porque dependemos de su aprobación para todo. No nos relacionamos como iguales, sino como dependientes. No hemos aprendido a relacionarnos de forma sutil, a través de los sentimientos, las afinidades, las necesidades afectivas espontáneas. Reconocemos al otro según los símbolos materiales que exhibe, las ideas que expresa, los periódicos que lee o el tipo de coche que conduce. Según el grupo al que queremos pertenecer, debemos asimilar determinados símbolos de pertenencia. Poco a poco, reemplazamos los vínculos genuinos entre seres humanos, la simpatía o el amor que brotan de forma espontánea, por esos intercambios estructurados que nos ofrecen la seguridad de pertenencia a un grupo humano, a cambio de la aceptación de determinadas normas.
Cuando el teatro de las relaciones humanas se nos queda demasiado estrecho, nos ahogamos en nuestra soledad. Entonces quisiéramos romper las barreras que nos separan de los demás, pero nuestro entrenamiento de años nos lo pone muy difícil: el miedo al ridículo, al rechazo o a la incomprensión nos acota en nuestra soledad. Hemos aprendido a hablar para confundirnos, pero no para comunicarnos. De nuestros afectos disimulamos más de lo que mostramos, a veces por pudor, otras para no sentirnos vulnerables. A los demás les pasa lo mismo. Nos pasamos la vida esperando que el otro de el primer paso, pero probablemente tampoco sea capaz de darlo, porque pocas personas mantienen la capacidad de expresarse genuinamente. En la edad adulta, resulta muy difícil escapar de la expresión convencional y limitada de los sentimientos de amor y afecto. Nos censuramos automáticamente, a diario, casi sin darnos cuenta, y pagamos un alto precio a lo largo de una vida en soledad.
Queda el refugio del amor romántico. Allí aún sigue siendo aceptable regirse por motivos irracionales que escapan a la camisa de fuerza de lo aceptable. En la maraña de relaciones sociales estructuradas que nos rodean, el amor apasionado, supuestamente irracional, nos permite escapar de la prisión de nuestras mentes y tender un puente entre dos personas, sin palabras. Es un milagro frágil y efímero. Cuando ocurre, la mirada y el roce de la piel resultan mucho más elocuentes que las formas admitidas de relacionarnos socialmente.
http://blogalejandragodoyh.bligoo.com/content/view/591925/Elsa-Punset-hija-de-Eduardo-Punset-guia-para-navegantes-emocionales.html

Elsa Punset: 'Emocionalmente, terminamos muriendo de aburrimiento'

La escritora Elsa Punset.La escritora Elsa Punset.

ÁLVARO COLOMER
No cabe duda, de casta le viene al galgo. Elsa Punset es hija del célebre Eduard Punset y sus libros irradian la misma capacidad divulgativa que los de su progenitor. Experta en la aplicación de la inteligencia emocional y los procesos de aprendizaje, así como responsable de un programa pionero sobre aprendizaje social y emocional en la Universidad Camilo José Cela, Punset publica ahora 'Inocencia radical' (Ed. Aguilar), un libro didáctico que pretende mostrarnos un camino para recuperar la curiosidad y la confianza que todos poseíamos cuando éramos niños.
  • La pregunta inicial es obligatoria: ¿por qué perdemos la inocencia que nos domina durante la infancia y por qué 'migramos hacia la concesión y la tristeza', según afirma en su libro?
  • Tenemos un cerebro programado para sobrevivir. Es un instrumento tan complejo y sofisticado que, de forma inconsciente, tiende a armarse de razones y de defensas para estar siempre alerta. Su lema podría ser: 'La mejor defensa es un buen ataque'. Es como una estrategia preventiva que ocupa buena parte de su energía y que lastra la vida diaria con miedos variopintos. Pretender sobrevivir con este exceso de defensas nos obliga a opciones de vida muy controladas, donde caben pocos riesgos, pero también pocas emociones, poca pasión, pocas sorpresas. Creo que terminamos muriendo, emocionalmente, de aburrimiento.
  • Imaginemos un caso: un niño pierde la inocencia porque sus compañeros de clase le pegan, le insultan, le ningunean. ¿Cómo será su vida adulta?
  • Lo que pierde un niño acosado es la confianza en el resto del mundo. Una confianza que formaba parte de su inocencia, claro está. ¿Cómo será su vida adulta? Las personas ponen en marcha su capacidad de resiliencia (capacidad innata de superación de obstáculos) con base en un elemento muy claro: la afectividad. Un ejemplo: en diversos experimentos se ha comprobado que los niños que han estado en orfanatos y que han logrado salir adelante con más éxito no eran necesariamente los que tenían las circunstancias menos adversas, sino los que encontraban mayores muestras de afectividad en su entorno. Así que, si el niño acosado logra deshacer ese primer aprendizaje que le hace ver el mundo como un lugar inseguro y cruel podrá salir adelante. Pero si el entorno refuerza esa triste lección inicial, entonces se convertirá en un adulto desconfiado y retraído.
  • Esto no es un ejemplo, sino una realidad: una de cada cuatro mujeres toma antidepresivos. ¿Por qué?
  • Dentro de unos pocos años, la depresión será la primera causa de enfermedad en Europa y un 20% por ciento de la población mundial sufrirá una enfermedad mental discapacitante, según la Organización Mundial de la Salud. Son datos impactantes, y no se está haciendo casi nada en el campo de la prevención. Los colectivos más vulnerables están en primera línea de fuego de este abandono emocional. Entre ellos, las mujeres. Para encontrar un remedio a esto hay que indagar las causas de ese dolor emocional. Por ejemplo, conocemos dos elementos cruciales del bienestar emocional: control sobre la propia vida y afectividad. Así pues, debemos preguntarnos: ¿tienen las mujeres suficiente sentido de control sobre sus vidas? y ¿cómo viven la afectividad? La respuesta a estas preguntas podría implicar cambios notables en la educación de los niños y niñas, y en la organización social del trabajo.
  • Otro dato real: en determinadas disciplinas artísticas, como por ejemplo la literatura, hay muchísimos más hombres que mujeres. Se ha debatido mucho sobre los motivos de este desequilibrio y se han dado argumentos de todos los colores. A tenor de las teorías que usted esboza sobre la creatividad, ¿podemos encontrar alguna justificación a dicha diferencia?
  • Este debate ya no tiene sentido, a tenor de lo que hoy sabemos acerca del cerebro humano, un órgano sofisticado, plástico y dotado para la creatividad en ambos sexos. De modo que no existe una justificación genética. Pero las explicaciones de tipo social son evidentes: el poder del entorno sobre el individuo es tremendo, para bien o para mal. No hace falta recordar en qué condiciones han vivido las mujeres europeas durante los últimos siglos, ¿verdad? Ni tampoco cómo siguen malviviendo en una gran mayoría de países, ante el silencio y la indiferencia generalizada. Pero, sinceramente, lo previsible es que, dentro de 200 o 300 años, estas desigualdades se habrán diluido, convirtiéndose en anecdóticas. Al menos en las sociedades que hoy intentan aplicar criterios de igualdad.
  • El último ejemplo: una mujer tiene miedo, mucho miedo, al futuro. Cree que la despedirán, que no podrá pagar la hipoteca, que sus amigas la despreciarán, que su marido dejará de verla como a una mujer interesante... Esa misma noche, sale a cenar con su esposo, pero ella no disfruta del ambiente porque no puede dejar de tener miedo por su futuro. ¿Por qué se recrea esa mujer en las emociones negativas, en vez de focalizar sobre las positivas?
  • ¡Ah!, ésa es una trampa típica de un cerebro sofisticado, que no encuentra un cauce constructivo para la energía y las posibilidades que encierra. Tenemos una corteza cerebral muy desarrollada: es el lugar desde el cual soñamos, elucubramos, inventamos, decidimos, hablamos... Pero también es el lugar desde el cual tememos, dividimos el mundo en buenos y malos, excluimos, nos proyectamos en un futuro supuestamente peligroso. Hay que ayudar al cerebro miedoso para que logre expresar su caudal de energía de forma constructiva.
  • He leído por ahí que una de las grandes herencias que su padre le ha legado es la creencia de que las ideas pueden cambiar el mundo. Pero, ¿cree que el mundo, tan ajetreado como está, tiene tiempo para escuchar nuevas ideas?
  • La vida es fluida. Se nutre de energías muy diversas, que conforman un ecosistema siempre en movimiento. Nada es estático. Creo que una parte de nuestras vidas las dedicamos a la conservación y la explotación de recursos, pero la otra parte necesita cuestionar, crear, inventar o reinventar. Y eso se plasma no sólo en nuestras vidas individuales, sino en las estructuras sociales. No vivimos en un mundo impermeable, queramos o no, todo remueve y cambia. En vez de resistirse al cambio, resulta más constructivo formar parte de ese cambio de forma deliberada. http://www.elmundo.es/yodona/2009/11/19/actualidad/1258628157.html

¿Se puede vivir el presente?

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El poeta e inmunólogo húngaro Miroslav Holub comenta que en el 73% de todos los poemas en alemán leídos en voz alta, los versos duran entre dos y tres segundos. Los poemas con versos más largos se leen con una ligera pausa inconsciente en medio de cada verso. “En este caso, nuestro yo dura tres segundos”, afirma.
Al parecer, dos o tres segundos es la duración sobre la que nuestra mente percibe los datos sensoriales recibidos como una experiencia única. Si no, ¿desde cuándo los relojes hacen tic-tac? Un reloj hace tic tic tic… Siempre el mismo sonido. Pero eso es lo que ocurre con los relojes de mesilla e noche; un gran reloj de pared hace tac, tac, tac… Aquí la duración entre los golpeteos es mayor aproximadamente a 3 segundos. En el de mesilla percibimos tic-tac si la duración es menor a esos 3 segundos e integramos dos tics en una única experiencia tic-tac.
Y no sólo eso. El ahora tiene sus problemas incluso en la lengua castellana. ¿Quién usa el presente, “yo bebo”? Nadie. Lo que hacemos es utilizar la perífrasis verbal “estoy comiendo”. En castellano el presente no existe. Por su parte, los psicólogos han intentado comprender lo que significa el ahora para nosotros en una serie de experimentos conocidos como el fenómeno phi.
En una habitación oscura se encuentran dos pequeños puntos luminosos, ligeramente separados, que se encienden y se apagan alternativamente cada 50 milisegundos y permanecen encendidos 150 milisegundos. Para los sujetos sometidos a la prueba, la situación se percibe como un único punto luminoso que se mueve de derecha a izquierda: el cerebro “rellena” de algún modo esos 50 milisegundos. Pero lo más fascinante es cuando los dos puntos tienen distinto color. Entonces lo que perciben es que el punto cambia bruscamente de color a mitad de la falsa trayectoria, e incluso algunos llegan a señalar con un puntero dónde lo hace.
La cuestión de qué es el presente, para poder decidir si se puede vivir el presente, es, en esencia, un problema de percepción del paso del tiempo. En el caso de la industria cinematográfica, que nos hace pasar una película por la realidad, el presente es cada fotograma de la bobina. Y como proyectan 25 en un segundo, el ahora dura 1/25 segundos.
http://masabadell.wordpress.com/2007/05/10/%C2%BFse-puede-vivir-el-presente/

una racha muuuuuuuuy mala


a perro flaco todo son pulgas,por si no tuviese bastante con la racha que llevo con la pierna
desde el dia 25 de noviembre en que me cai y me fracture el perone,he estado una semana malisima con gastroenteritis,y ahora me parto una muela estupendo
como me encuentro tan bien fisica y psicologicamente.tengo la pierna hinchada como una bota.  con edema hoy he empezado la rehabilitacion,y la  traumatologa dice que pasaran meses hasta que baje la hinchazon,con peligro de trombo por la mala circulacion. todo este tratamiento previo pago, ya que la seguridad social no a sido capaz ni de  ponerme una ferula  esta situacion me esta produciendo mucho estres, me siento culpable de que mi marido este sobrecargado de trabajo y por el desenbolso de dinero que tenemos que realizar por el tratamiento. y los problemas los descargo durmiendo. tengo  bruxismo y en temporadas como esta  que estoy pasando me cargo las piezas dentales que es un gusto.
para gastar mas dinero,para preocuparme mas,habeis tenido vosotros alguna racha  tan mala  como la que llevo yo aparte de la caida a principios de noviembre tuve un virus,lumbagia,dolor de riñones de origen desconocido,y por ultimo la caida, gastroenteritis,y rotura de una muela.creeis que es todo un cumulo de casualidades¿?

Las crisis individuales
por Gustavo Román Rodríguez


Juan busca ayuda médica de urgencia, pidiendo "tranquilizantes" para calmar los nervios. No ha podido conciliar el sueño desde hace dos semanas, cuando su esposa le dijo que no viviría más con él. El trastorno se precipitó ayer, cuando confirmó una pérdida económica importante en un negocio. "Estoy absolutamente fracasado". Está confundido, se queja de dificultad para respirar, de dolor abdominal. Cree que le va a dar un infarto o que se va a 'enloquecer'. Podríamos decir en una buena definición, que Juan está en "crisis". ¿Pero que es la "crisis"? ¿Es un signo de neurosis o de otra psicopatología?.

Una crisis es un estado temporal de trastorno y desorganización emocional, caracterizado por la incapacidad del individuo para enfrentar una situación particular y obtener un resultado positivo o dar alguna solución al problema.

Todos los seres humanos estamos expuestos en ciertas ocasiones de nuestras vidas, a experimentar crisis, con mayor o menor perturbación emocional y mayor o menor bloqueo de las estrategias para enfrentarla.

El estado de crisis está limitado en tiempo (el equilibrio se recupera de 4 a 6 semanas) y casi siempre hay un suceso precipitante próximo. La resolución final de la crisis depende de numerosos factores, incluyendo la gravedad del suceso precipitante, los recursos personales del individuo (fuerza del Yo, experiencia con crisis anteriores) y los recursos sociales de que se disponga.


Los sucesos precipitantes son universalmente impactantes, de modo que casi siempre son capaces de precipitar una crisis: desde la muerte del cónyuge, la separación marital, la muerte súbita de un familiar cercano, lesiones personales o una enfermedad grave, un fracaso económico, un secuestro; hasta la jubilación, un embarazo, cambio de trabajo o de residencia, pueden generar situaciones de crisis.

Las primeramente anunciadas facilitan la crisis por sí mismas; las segundas deben contemplarse en el marco del desarrollo del individuo, y observarse lo que significa el suceso externo para la persona, en el contexto de su historia personal. También pueden darse las crisis en el desarrollo, relacionadas con el traslado de una etapa del crecimiento a otra (crisis de la adolescencia, crisis de la edad adulta o de la llegada a la vejez) : cada etapa del desarrollo se relaciona con ciertas tareas y adaptaciones, y cuando hay interferencia en su realización, es probable una crisis.

Uno de los aspectos más obvios de la crisis es el desequilibrio emocional grave, con sentimientos de cansancio y agotamiento, sentimientos de desamparo, sentimientos de confusión, síntomas físicos (palpitaciones, cefaleas, trastornos digestivos) ansiedad, insomnio, desorganización del funcionamiento laboral y en las relaciones familiares y sociales. Cuando un individuo siente que ya no es capaz de enfrentarse a la situación, y le parece que todo se va a acabar, como si ya no hubiera nada que defender, es cuando requiere la ayuda inmediata del especialista o experto que le encaminará a:
Explorar activa y racionalmente la situación; expresar sin reservas sus sentimientos; empezar a tolerar la fustración; pedir ayuda a otros cuando es necesario; jerarquizar los problemas, diferenciando lo urgente de lo importante y -trabajando con uno cada vez- buscando soluciones en ese orden.

Igualmente, tratar de dominar los sentimientos hasta donde se pueda, cuando interfieren en la búsqueda de las soluciones y ser flexible cuando se requiera.

Finalmente, confiar en sí mismo y en otras personas y tener un optimismo básico en los resultados.

En chino, el término "crisis" se compone de dos caracteres que significan peligro y oportunidad. Las crisis se contemplan como puentes decisivos entre los riesgos y las oportunidades. La resolución de una crisis empieza con la restauración del equilibrio emocional, al cual seguirán el dominio cognoscitivo de la situación, el desarrollo de estrategias de enfrentamiento, cambios de conducta y el uso apropiado de los recursos externos. Casi siempre esto conduce a una resolución positiva, que permitirá recuperar la confianza en sí mismo y un fortalecimiento para el futuro.



© Gustavo Román Rodríguez   ( Todos los derechos reservados por el autor )
  Preguntas, comentarios o referencias: roman@avan.net

http://www.mundolatino.org/saludmental/criindi.htm


Las crisis emocionales pueden predisponer a sufrir accidentes

Las crisis emocionales pueden predisponer a sufrir accidentesCasi siempre hay factores identificables que ayudaron a que eso ocurriera.
El accidentado que atribuye su accidente sólo a la "mala suerte" dificulta su recuperación y se torna propenso a recaer.
A los accidentes habría que dejar de darles ese nombre, dicen muchos expertos en el estudio de los accidentes, porque esa sola denominación parece invocar a los insondables caprichos del azar, a la mera fatalidad o al "desastre", palabra en la que fácilmente se advierte la remota pero implacable influencia de los astros; en suma: lo inmanejable.
El caso es que a medida que los accidentes -y las personas que se accidentan- van siendo estudiados, se advierte que casi siempre hay factores identificables que ayudaron a que eso ocurriera y que, lejos de todo supuesto designio sobrenatural del destino, pudieron haber sido evitados.
Quienes sufren de asma, psoriasis, úlcera péptica o alguna ora afección psicosomática puede reconocer muchas veces, en su propio cuerpo, que su problema de salud empeora cuando están pasando por un momento de mucha exigencia emocional. En este caso es el factor psíquico que, junto con factores ambientales, influye sobre una determinada predisposición genética. En el accidente, en cambio, la violencia se da en un choque con lo externo, viene "de afuera", pero, ¿cuánto influye "lo de adentro", el factor emocional, en la posibilidad de sufrir un accidente? De esto se ha ocupado el psicoanálisis, y particularmente en la Argentina. Lo han hecho a partir de las ideas de Freud, quien dio la pista enmarcando al accidente dentro del campo del "acto fallido".
Hoy cualquiera puede tener una idea de lo que es un acto fallido: algo que uno "no quiso" decir o hacer, pero que por algún motivo se terminó "colando" sin querer entre los dichos o los hechos. Y efectivamente, nadie se accidenta a propósito -esto debe quedar bien claro a fin de evitar visiones culpabilizadotas-, pero en el accidente existe, dicen los psicoanalistas, una intencionalidad: "Es una intencionalidad inconsciente", explica la licenciada Verónica Miranda, integrante del Centro de Investigaciones para la Prevención y el Estudio de los Accidentes (Cipea), "una necesidad del psiquismo de descargar un dolor excesivo en el acto de accidentarse". Dicho de otro modo, un accidente puede ser analizado como una vía de expresión, cuyo costo suele ser, por supuesto, demasiado alto.
Pensarlo al revés
En el área de Traumatología del hospital Fernández, por ejemplo, un grupo de profesionales visita a los pacientes internados, "no sólo para contenerlos ante el dolor posterior al accidente, sino también investigando junto al paciente la situación nueva por la que atraviesa", explica Miranda.
Pero además, la clave parece ser saber -y hacer que el paciente lo sepa también- qué circunstancias personales estaba atravesando la persona antes de sufrir el accidente: "Creemos que puede rescatarse el sentido de un accidente y de ese modo prevenir futuros accidentes".
Independientemente de la situación es estrés postraumático, que desde luego es importante, la cuestión aquí es hallar el trauma previo, ese dolor contenido que llevó a la persona a una descarga involuntaria en forma violenta a través de un "acto fallido": el accidente. Así como la persona con urticaria se rasca la piel hasta lastimarse cuando su angustia es muy intensa, un accidente grave puede ser el síntoma de un gran conflicto emocional.
Si bien el azar existe y cualquiera puede sufrir un accidente, la forma en que cada persona haya aprendido a manejarse con sus situaciones traumáticas pude hacerlo más propenso a sufrir accidentes. Esa "accidentofilia" se acentúa en los momentos de crisis personal y puede manifestarse en movimientos más "torpes", o en actitudes demasiado "confiadas" (conducir con menos cuidado, o bebido), o en la exposición a peligros innecesarios. Sin descartar que, como reconoce Miranda, "hay factores o elementos externos sociales que colaboran en la causación de accidentes, como ser la falta de contención y de protección con leyes claras".
Las lesiones en el deporte
En los deportes, donde por lo general todo el cuerpo se pone en acción, se manifiesta de forma bastante clara la relación entre el factor psíquico y la ocurrencia de accidentes, con sus particularidades: los factores
"Los movimientos que se ejecutan al realizar un deporte requieren una tensión muscular óptima, que se logra con una preparación tanto física como psicológica", explica el psiquiatra y psicoanalista Ricardo Rubinstein, miembro de la Asociación Psicoanalítica argentina. Las vivencias emocionales inciden en ese estado de preparación, tanto como las circunstancias propias del deporte, en especial si es de alta competencia: contra quién se juega, a qué nivel, frente a qué público, en qué torneo.
El temor, la ansiedad y la frustración, indica este especialista en deportes, inciden tanto sean conscientes como inconscientes: "Podrán variar el tono muscular produciendo hipo o hipertonías asincrónicas con lo que el jugador necesite realizar en ese momento". Lo que sucede entonces es que cada patada, cada golpe, cada movimiento, "resultará en áreas de mayor fragilidad o disposición a la lesión", especialmente en los deportes donde hay fricción con el adversario.
La mayor dificultad para expresarse frente a esas tensiones que implica el juego, explica Rubinstein, suele traducirse en calambres y en lesiones: "En los deportistas, las lesiones, muchas veces reiteradas, son la vía de expresión de una conflictiva que no encuentra otro modo de canalizarse, una forma de parar, de decir basta".
De modo que puede que haya algo a lo que quepa llamar "mala suerte", pero conocerse un poco más a sí mismo permite evitar, según parece, el ir ciegamente a su encuentro una y otra vez, si es que existe.
http://www.sinmordaza.com/noticia/67115-las-crisis-emocionales-pueden-predisponer-a-sufrir-accidentes.html