GINECOLOGIA

TITULO: Actualización sobre el Síndrome de Insuficiencia Androgénica
AUTOR: Fernandes C, Rennó Jr J, Aguiar Petri Nahas E y colaboradores
TITULO ORIGINAL: Síndrome de Insuficiência Androgênica: - Critérios Diagnósticos e Terapêuticos
CITA: Revista de Psiquiatria Clínica 33(3):152-161, 2006
MICRO: Revisión de los principales criterios diagnósticos y terapéuticos del síndrome de insuficiencia androgénica.


Introducción
Las hormonas sexuales, en especial los estrógenos y los andrógenos, tienen efectos en la modulación estructural y funcional de muchos tejidos genitales. El término andrógeno se refiere a los esteroides con 19 átomos de carbono, precursores obligatorios para la síntesis de los estrógenos, asociados a la masculinidad y a sus caracteres sexuales. En las mujeres ejercen una función esencial sobre la sexualidad, influyen en el deseo, el estado de ánimo, la energía y el bienestar. Los andrógenos y los estrógenos también actúan sobre el sistema nervioso central, en la corteza y en estructuras hipotalámicas y límbicas.
Los andrógenos son los esteroides sexuales más abundantes en el torrente circulatorio. Los andrógenos principales producidos por las mujeres son la testosterona (TT), la adrostenediona (Δ4A), la dehidroepiandrosterona, el sulfato de dehidroepiandrosterona (S-DHEA) y la dehidrotestosterona (DHT). La TT es el representante principal de los andrógenos en las mujeres y circula en el suero en gran parte ligada a las proteínas, principalmente a la SHBG (sex hormone-binding globulin). La parte libre no ligada a las proteínas es la fracción libre de la TT y constituye su porción biológicamente activa.
Aproximadamente el 25% de los andrógenos plasmáticos circulantes son sintetizados directamente por los ovarios y otro 25% por las suprarrenales, mientras que el resto se produce por conversión periférica. La síntesis de estrógenos a partir de los andrógenos se realiza en los ovarios. La hormona adrenocorticotrófica es responsable del estímulo de la función esteroídica de la corteza adrenal como un todo y, por ende, estimula la secreción androgénica por la zona reticular adrenal. Por otro lado, las hormonas luteinizante y folículo estimulante regulan la síntesis de estrógenos a partir de los andrógenos en los ovarios. Por otra parte, es muy importante la conversión de esteroides precursores originarios de la adrenal o de los ovarios en andrógenos activos en los tejidos periféricos. Por medio de este mecanismo, la S-DHEA y la Δ4A pueden ser convertidas periféricamente en TT, y en los tejidos blancos en DHT. Otra alternativa es la conversión periférica de estos precursores androgénicos -en especial, de la androstenediona y de la TT- en estrona y estradiol, que puede suceder en varios sitios extragonadales, como el tejido adiposo, la piel, la unidad pilosebácea, los huesos, los músculos, el cerebro y el aparato cardiovascular, entre otros.
Los andrógenos en la posmenopausia
Los niveles plasmáticos de TT descienden en todo el período reproductivo: los observados en mujeres de 40 años representan cerca de la mitad de aquellos encontrados a los 21. Con la menopausia también aparecen alteraciones ováricas morfológicas y funcionales. Debido a la ausencia de actividad folicular y a una reducción significativa en la síntesis de estradiol, la estrona será el estrógeno plasmático predominante en este período. La fuente principal de estradiol en la menopausia es la conversión periférica de los andrógenos. Por otro lado, los ovarios son la fuente principal de TT en mujeres luego de la menopausia natural.
La deficiencia androgénica en mujeres
Los síntomas principales de la deficiencia androgénica en esta población incluyen compromiso del bienestar físico, estado de ánimo disfórico, fatiga persistente sin causa conocida, alteración de la función sexual -que incluye disminución de la libido, de la receptividad y del placer-, persistencia de síntomas vasomotores o de lubricación vaginal insuficiente en mujeres posmenopáusicas con terapia estrogénica (TE) apropiada, pérdida de masa ósea y compromiso de la fuerza muscular, alteraciones cognitivas y de la memoria, afinación o modificación del vello pubiano.
En las mujeres, la deficiencia de andrógenos es normal con el aumento de la edad; además, otras condiciones que alteran la producción de TT incluyen ooforectomía, insuficiencia ovárica y adrenal, hipopituitarismo y enfermedades crónicas. Por último, otra de las causas de reducción de los niveles plasmáticos de TT es el tratamiento con fármacos (corticosteroides, TE).
La medición de los niveles reducidos de TT en suero se dificulta por la ausencia de pruebas de laboratorio confiables y fidedignas pero se han presentado algunos algoritmos para facilitar esa tarea; entre éstos, los autores presentan el propuesto por el consenso de Princenton: ante un cuadro que sugiera síndrome de insuficiencia androgénica (SIA) se debe verificar si la paciente recibió estrógenos. En caso positivo se considerará la terapia androgénica (TA).
Andrógenos y sexualidad femenina
En casi todos los tejidos del organismo femenino existen receptores para las hormonas sexuales con mayor expresión en los órganos genitales y el cerebro, lo que sugiere la influencia de las hormonas sobre la conducta y la sexualidad a nivel central y periférico.
Los niveles plasmáticos muy bajos de estradiol (< 50 pg/ml) por lo general se asocian con molestias como sequedad vaginal, quemazón y dispareunia.
Los andrógenos, por medio de sus efectos nueroestructurales en el hipotálamo y sistema límbico, influyen sobre la liberación de algunos neurotransmisores involucrados en las reacciones de la percepción y el placer. Según las evidencias disponibles, los estrógenos y andrógenos participan en la estructuración de la respuesta sexual femenina al involucrar sus efectos en los genitales y el cerebro.
El tratamiento con estrógenos y andrógenos
Los estrógenos tratan la dispareunia vaginal al mismo tiempo que restauran el epitelio vaginal, el pH y el aporte sanguíneo, pero no se observa mejoría en el deseo y la actividad sexual. Por lo tanto, como monoterapia no han resultado eficaces para solucionar el problema de la libido. De esta manera, hay un interés en la TA cuando se diagnostica una disfunción sexual femenina, más cuando se detecta disminución de la libido.
Como regla general no se debe ofrecer TA a mujeres posmenopáusicas sin el uso concomitante de TE, dado que ésta puede proporcionar una mejoría en el alivio de los síntomas menopáusicos, de la sequedad vaginal y un aumento de la sexualidad femenina, sin requerir TA.
La TE incrementa las concentraciones plasmáticas de SHBG y contribuye en la reducción de la TT libre. Este efecto es más evidente con la administración de este tratamiento por vía oral y se atenúa con otra forma de aplicación.
Casi no existen estudios respecto del uso de la TA sola sin TE o TEP (estrógenos + progestágenos) durante la posmenopausia; en cambio, sí hay con TA asociada a TE o TEP en mujeres posmenopáusicas con evidencias de mejora en el deseo, la respuesta y la frecuencia de la actividad sexual. Por otro lado, no se han publicado trabajos bien controlados acerca de los efectos de la TA en mujeres en la menacma, pero un estudio aleatorizado, a doble ciego, controlado con placebo y cruzado evaluó los efectos de la TT en forma de gel transdérmico en mujeres durante el período de vida reproductiva que referían disminución de la libido. La conclusión señaló una mejoría de la función sexual y del estado de ánimo en las usuarias de TT.
Debe destacarse que, en las mujeres posmenopáusicas bajo TE, el uso de andrógenos no garantiza la protección endometrial; entonces, se requiere el empleo concomitante de progestágenos.
Cómo emplear andrógenos
La TT administrada por vía oral se absorbe a nivel intestinal y se metaboliza e inactiva en el hígado antes de alcanzar los órganos blancos. La capacidad hepática de metabolizar la TT depende de la edad y de la función hepática en sí misma. Así, la forma micronizada no es bien absorbida y los niveles plasmáticos son insuficientes para manifestar el efecto terapéutico; por otro lado, las formas alquiladas -metiltestosterona y fluoximestrona- también pueden administrarse por vía oral. Otra forma útil para esta vía de administración oral es el undecanoato de TT, empleado en algunos países para varones con libido disminuida y deficiencia androgénica; en mujeres también se indica en dosis de 40 mg/día. Las formulaciones orales de esta hormona pueden producir efectos colaterales por su primer paso y metabolización hepática; entre éstos se encuentra la reducción de los niveles plasmáticos del colesterol asociado a lipoproteínas de alta densidad.
La vía parenteral más evaluada para la administración de la TT es la transdérmica, dado que la hormona es bien absorbida por la piel. Las administraciones en gel o parches transdérmicos en dosis de 150 mcg a 300 mcg han dado buenos resultados sobre la sexualidad femenina, que incluyeron mejoría del deseo, la frecuencia, la satisfacción y la actividad sexual en mujeres posmenopáusicas. Además, se sugirió que estas formulaciones en forma de gel o crema podrían aplicarse en los sitios habituales (parte interna de los brazos, muslos y abdomen inferior) y en la región genital (clítoris, pequeños labios). Esta forma de empleo parece aumentar la sensibilidad local, aunque en muchos casos se observe irritación. Otro tipo de formulación para la aplicación genital tópica sería en aceite de petrolato con TT al 2%.
En 2005, la Sociedad Norteamericana de Menopausia (NAMS) concluyó un informe con recomendaciones para la TA en mujeres en el período posmenopáusico (Nams Position Statement, 2005). Las recomendaciones principales comprenden:
  • Son candidatas a TA las pacientes en período de posmenopausia con síntomas de insuficiencia androgénica, excluidas otras causas;
  • No se debe recomendar TA sin TE;
  • No deben utilizarse pruebas de laboratorio para el diagnóstico del SIA;
  • Realizar evaluación inicial de los lípidos y de la función hepática;
  • La TA debe administrarse en dosis bajas y por lapsos cortos;
  • La vía transdérmica (parches, crema, gel) parece preferirse a la oral;
  • Los implantes y las formulaciones intramusculares presentan el riesgo de dosis excesiva;
  • Los productos deberían adaptarse a las necesidades individuales de cada paciente;
  • No existen datos de seguridad sobre la TA en usuarias a largo plazo;
  • Los resultados deben ser evaluados con base en la mejoría de la sexualidad, del bienestar y la aparición de eventos adversos que orientarían a la reducción de las dosis o a la interrupción de la TA;
  • En el inicio deben respetarse las contraindicaciones asociadas con la TE;
  • La TA no debe indicarse en pacientes con cáncer de mama o endometrio, enfermedad cardiovascular y hepática.
Efectos colaterales y riesgos de la TA
Este tratamiento está contraindicado en embarazo, lactancia, ante la presencia de neoplasias andrógeno dependientes, alopecia androgénica, en casos de acné o hirsutismo graves y en aquellos en los que el aumento de la libido puede traer consecuencias indeseables.
Se debe proveer una cantidad de hormonas que causen una concentración plasmática normal o cercana al límite superior para no generar manifestaciones androgénicas masculinas como hirsutismo, acné, calvicie temporal o profundización de la voz. Cuando las hormonas superan el límite, los efectos no son fisiológicos y aparecen manifestaciones farmacológicas, como la hipertrofia del clítoris. Estos efectos desfavorables sobre el perfil lipídico y lipoproteico parecen limitarse administración por vía oral. Debe considerarse la reducción o interrupción del tratamiento en pacientes con exacerbación significativa de la sexualidad, con pensamientos y fantasías en exceso. Por último, no hay estudios concluyentes respecto de la posible relación entre TA y cáncer de mama.

Ref: GINECO
Resumen objetivo elaborado por el
Comité de Redacción Científica de SIIC

en base al artículo original completo
publicado por la fuente editorial.
Sociedad Iberoamericana de Información Científica (SIIC)
2002

 © 1997-2007 Laboratorios Bagó S.A.
http://www.bago.com/BagoArg/Biblio/ginecoweb358.htm

Aspectos psicológicos del ciclo menstrual.
 
Tanto los científicos como los no profesionales saben que las mujeres experimentan cambios emocionales o de humor según la fase del ciclo menstrual en la que se encuentren. En este apartado revisaremos las pruebas acerca del carácter y la medida en que se producen estos cambios de humor y de comportamiento y su relación con los ciclos hormonales del ciclo menstrual.

En 1931, los investigadores denominaron tensión premenstrual a los cambios de humor que se producen en los tres o cuatro días inmediatamente anteriores a la menstruación (más o menos, entre los días 23 y 26 ó 28 del ciclo). Esta fase se caracteriza por los sentimientos negativos, que se extienden a la depresión, ansiedad, irritabilidad y la baja autoestima. Actualmente disponemos de una extensa bibliografía sobre este fenómeno y sobre el más general de las fluctuaciones de humor y de conducta correspondientes al ciclo menstrual.

Para documentar la existencia del síndrome premenstrual, se han utilizado cuatro tipos de estudios.

a) En primer lugar, se ha tratado de correlacionar las conductas observables con las fases del ciclo. Por ejemplo, se ha descubierto que una importante proporción de suicidios y actos criminales de violencia cometidos por mujeres tienen lugar durante los cuatro días premenstruales y los cuatro menstruales del ciclo. El 45% de las mujeres trabajadoras que enferman, el 46% de las que reciben atención psiquiátrica y el 52% de las que ingresan por urgencias a causa de accidentes se encuentran en el período de los ocho días premenstruales o menstruales. Además, las madres del 54% de los niños que llegan a los centros de salud con pequeños resfriados se encuentran en los ocho días premenstruales y menstruales, lo que quizá indique un aumento de su ansiedad en esos días. Por tanto, el síndrome premenstrual puede tener consecuencias importantes y de largo alcance.

Por otra parte, conviene señalar que los ocho días premenstruales y menstruales constituyen el 36% del total de un ciclo. Por tanto, una estadística como "el 49% de los actos criminales cometidos por mujeres se produce en estos días", que parece un tanto impresionante dicho así, quizá no represente un incremento sustancial o significativo con respecto al 36% que puede esperarse al azar. E incluso contando con estos presuntos efectos hormonales, hay que hacer notar que las mujeres cometen muchos menos crímenes que los hombres. Otros estudios que han tratado de demostrar cambios conductuales durante el ciclo menstrual no han descubierto tales fluctuaciones con respecto al rendimiento intelectual ni al tiempo de reacción.


b) El segundo tipo de estudio utilizado para documentar el síndrome premenstrual se basa en cuestionarios en los que se pide a las mujeres que informen en retrospectiva de sus síntomas y estados de ánimo en distintas fases del ciclo. Tales estudios carecen en gran medida de utilidad porque los relatos retrospectivos, sobre todo en fenómenos tan evanescentes como los estados de ánimo en relación con el ciclo menstrual, son muy poco fiables y no está demostrado que se correlacionen con otros indicadores del síndrome premenstrual; es decir, no está comprobada su validez.


c) El tercer tipo de estudio utiliza informes diarios de las mujeres a lo largo del ciclo. Esos estudios suelen poner de manifiesto estados de ánimo positivos en torno al momento de la ovulación y diversos síntomas premenstruales, como ansiedad, irritabilidad, depresión, fatiga y dolores de cabeza.


d) El cuarto enfoque evita las preguntas directas sobre los síntomas a las mujeres, utilizando, en cambio, una técnica proyectiva, según la cual las participantes cuentan relatos a intervalos regulares durante el ciclo. Estas historias se someten a examen, asignándoles una puntuación normalizada según los temas que traten. Un ejemplo de este enfoque es un estudio en el que grabaron los relatos espontáneos de 26 estudiantes universitarias en los momentos correspondientes a su ovulación y premenstruación durante dos ciclos menstruales, puntuando las historias mediante una escala determinada. Descubrieron que estas mujeres normales mostraban una ansiedad muy elevada con respecto a la muerte, la mutilación y la separación en la época premenstrual, mientras que, durante la ovulación, la confianza en sí mismas y la autoestima eran mayores.

Ahora veremos unos ejemplos de una mujer durante la ovulación:

"Cogimos nuestros esquíes y los colocamos en la baca del coche, partiendo hacia el norte. Solíamos dar largos paseos por la nieve, y eso resultaba fantástico, tranquilo y pacífico".

La ansiedad con respecto a la mutilación de la misma mujer, durante el periodo premenstrual:

"... giró, dio unos bandazos y volcó. Recuerdo cómo caía ese coche sobre rni mano, cómo me cortaba y toda aquella sangre extendida en el suelo. Después creyeron que la mano estaba rota porque, en cuanto me tocaba el dedo, sentía como si un clavo me atravesase la mano".

De otra mujer, en la ovulación:

"Hablo de mi viaje a Europa. Fue el mejor verano de mi vida. Nos encontramos con gente fabulosa en todos los sitios adonde fuimos y nos ocurrieron las cosas más extraordinarias".

La hostilidad de esta misma mujer, en la premenstruación:

"... hablo de mi hermano y de su mujer. La odiaba. Es que no podía aguantarla... Solía hacer cosas terribles para separarlos".

En resumen, los resultados de la investigación, utilizando estos enfoques, indican que el estado de ánimo fluctúa según las fases del ciclo menstrual.
Resulta tentador especular que estos cambios de ánimo estén relacionados con las variaciones de los niveles hormonales que se producen durante el ciclo o, quizá incluso, que estén provocados por ellos. En concreto, parece que los elevados niveles de estrógenos (en la ovulación) están relacionados con estados de ánimo positivos, mientras que los bajos niveles premenstruales de estrógenos se relacionan con estados de ánimo negativos.

No obstante, sobre la base de una serie de aspectos, esa conclusión ha recibido importantes críticas.

En primer lugar, prácticamente todos los datos presentados para apoyar esta postura (con las excepciones que mencionamos a continuación) son de carácter correlaciona!; por tanto, en el mejor de los casos, las inferencias causales efectuadas a partir de los mismos constituyen un procedimiento desafortunado. Es decir, los datos sólo demuestran una correlación entre la fase del ciclo o los niveles hormonales y el estado de ánimo. Esto no garantiza la corrección de la inferencia de que las hormonas causen o influyan en el estado de ánimo. De tales datos, también podría extraerse la conclusión de que el sentido de la causalidad fuese el inverso: los factores psicológicos influirían en los niveles hormonales y en la fase del ciclo menstrual. Por ejemplo, los textos de ginecología dicen que el estrés puede retrasar la menstruación o precipitar su comienzo; en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial, muchas mujeres dejaron de menstruar. Asimismo, los factores sociales también pueden influir; por ejemplo, las mujeres que viven juntas en un dormitorio universitario van sincronizando sus ciclos menstruales a medida que avanza el curso académico. En resumen, la inferencia de que el nivel hormonal influye en el estado de ánimo no puede justificarse por completo sobre la base de los datos disponibles, aunque otras evidencias que pudieran encontrarse permitieran decidir sobre la validez de la conclusión.

Un estudio que, en parte, responde a la objeción sobre los datos correlaciónales, consistió en otorgar puntuaciones a las historias relatadas en cuatro ocasiones por 102 mujeres casadas, durante el mismo ciclo menstrual: en los días 4,10 y 16 del ciclo y dos días antes de comenzar la menstruación. Se recogieron también otros datos para tratar de disimular el objetivo del estudio. Se clasificó a las mujeres en tres grupos:

1) las que no tomaban anticonceptivos orales y nunca lo habían hecho;

2) las que tomaban una pildora combinada (las pildoras combinadas proporcionan una elevada dosis regular de estrógenos y pro-gestina (progesterona sintética), durante 20 ó 21 días], y

3) las que tomaban píldoras de tipo sucesivo (estrógenos durante 15 días, seguidos de estrógenos y progestina durante 5 días, semejantes al ciclo natural, pero en cantidades más elevadas).


Las mujeres que no tomaban ninguna clase de pildoras experimentaban variaciones estadísticamente significativas de sus niveles de ansiedad y hostilidad durante el ciclo menstrual, como habían puesto de manifiesto otros estudios anteriores. Las mujeres que tomaban las pildoras sucesivas mostraron los mismos cambios de humor que las que no tomaban pildora alguna, lo que concuerda con el resultado previsto, ya que su ciclo hormonal artificial concuerda, a su vez, con el natural. Las mujeres que tomaban pildoras combinadas no mostraron los cambios de humor correspondientes al ciclo menstrual: sus niveles de hostilidad y ansiedad permanecieron constantes.

En consecuencia, parece que un nivel elevado y regular de ambas hormonas lleva a un estado de ánimo constante. Este estudio constituye un pseudoexperimento con respecto a los niveles hormonales, respondiendo, por tanto, en parte, a las objeciones sobre las inferencias causales en las relaciones entre las hormonas y la conducta.

La segunda crítica formulada sobre esta área de investigación consiste en que la expresión síndrome premenstrual (SPM) o síndrome de tensión premenstrual está definida vagamente. Por ejemplo, algunos autores la describen de forma muy amplia, de manera que incluya "cualquier combinación de características emocionales o físicas que se produzcan de forma cíclica en la mujer antes de la menstruación". Aunque sea conveniente saber qué porcentaje de la población femenina está aquejada de síntomas premenstruales, las estimaciones de dicho porcentaje varían considerablemente de una investigación a otra.

En un estudio, se encontró que la irritabilidad premenstrual aparecía en el 69% de la muestra; la depresión, en el 63%, y ambos síntomas en el 45%. En otro estudio, en las respuestas a un cuestionario, entre el 30 y el 50% de 839 mujeres jóvenes casadas indicaban ciclos de los estados de ánimo con respecto a la irritabilidad, la tensión y la depresión. Por otra parte, otro investigador señaló que el 56% de las mujeres de su muestra no mencionaba ningún síntoma significativo de tensión premenstrual. Ante la vaguedad de la definición, no sorprende la falta de consistencia de estas estimaciones y, hasta que no se defina el "síndrome" con mayor claridad, no podremos tener una estimación precisa de su incidencia. Al menos, a partir de estos datos, podemos concluir que el síndrome premenstrual dista mucho de tener un carácter universal entre las mujeres. Es posible que el 50% no lo padezca.

Un tercer problema, muy real, de esta área de investigación es el de las expectativas de los participantes. Es posible que quienes intervienen en estas investigaciones mencionen más sentimientos negativos premenstruales a causa del carácter normativo social de esos sentimientos (lavado de cerebro mediante los anuncios de fármacos menstruales) o porque creen que el investigador espera que aparezcan, dado que las mujeres son conscientes de su interés por su ciclo menstrual.

Unos investigadores realizaron un inteligente experimento para determinar si las expectativas de las personas influyen en sus informes sobre los síntomas premenstruales. Sometió a prueba a estudiantes universitarias en el sexto o séptimo día anterior al comienzo del siguiente período menstrual. Se les informó que participarían en un estudio sobre una nueva técnica para predecir la fecha de la menstruación mediante el electroencefalograma (EEG), método que ya había sido comprobado con éxito con mujeres mayores. Efectuado el EEG, se informaba a la mujer en cuestión de cuándo se produciría su siguiente período menstrual, dependiendo de a cuál de los tres grupos experimentales hubiera sido asignada:

1) se le decía que estaba en situación "premenstrual" y que su período se cumpliría en uno o dos días;

2) se le informaba que estaba en situación "intermenstrual" o "a mitad del ciclo" y que no tendría que esperar la regla hasta pasado un período entre una semana y diez días, o

3) no se le daba ninguna información sobre la fecha prevista de menstruación (grupo control).

A continuación, las mujeres rellenaban un cuestionario de informe personal sobre trastornos menstruales. Los resultados mostraron que quienes creían que estaban en fase premenstrual manifestaban una retención de agua, dolores y cambios de los hábitos alimenticios significativamente mayores que las que pensaban que se encontraban en la mitad del ciclo. (En realidad, no existían diferencias significativas entre las mujeres de estos grupos con respecto a la aparición de sus reglas respectivas.) No obstante, sobre las apreciaciones de estados de ánimo negativos, no se registraron diferencias significativas entre los grupos. Este estudio indica que probablemente, debido a las ideas aprendidas, las mujeres sobreestimen los cambios que se producen en los estados corporales durante el ciclo menstrual. Cuando creen estar en fase premenstrual, mencionan más problemas que cuando piensan que se encuentran en medio del ciclo.

En la investigación del ciclo menstrual surge un problema sutil de interpretación. La conclusión típica es que los síntomas aumentan o que el estado de ánimo es negativo en la fase premenstrual. Sin embargo, quizá este estado sea el "habitual", produciéndose, de hecho, una disminución de los síntomas o la modificación positiva del estado de ánimo en el momento de la ovulación. Se trata, en realidad, del problema de establecer una línea base de conducta; pero, ¿cuál tiene que ser? ¿Debe ser el promedio de los varones? ¿O los varones son irrelevantes con respecto a estas investigaciones? Es una cuestión compleja que hace falta resolver.

Conviene señalar también las tremendas influencias culturales en los cambios de humor dentro del ciclo menstrual. Muchas sociedades y religiones primitivas consideran impura a la mujer menstruante, apareciendo diversos tabúes que impiden que su impureza se extienda a otros. Por ejemplo, puede que no se le permita cocinar mientras menstrua o, incluso, que se la aisle del resto de la comunidad, manteniéndola en una cabaña independiente, fuera del poblado. Estas supersticiones se hacen más sutiles en el mundo occidental moderno, pero persisten. Por ejemplo, muchas parejas se abstienen de las relaciones sexuales durante el período de la mujer. Una encuesta realizada a 960 familias de California puso de manifiesto que la mitad de los hombres y las mujeres nunca habían mantenido relaciones sexuales durante la menstruación.

Existen también diversas pruebas de las influencias culturales sobre los trastornos menstruales. Por ejemplo, se compararon grupos de mujeres casadas, según sus preferencias religiosas, en relación con sus actitudes frente a la menstruación y las variaciones de la ansiedad durante el ciclo. La mayoría de las judías y las católicas dijo que nunca practica el sexo durante la menstruación, frente a menos de la mitad de las protestantes. Estas últimas no experimentan grandes variaciones de su nivel de ansiedad entre la ovulación y las fases premenstruales, mientras que las católicas mostraban fluctuaciones extremas. Estas variaciones culturales con respecto a las actitudes y síntomas menstruales pueden relacionarse con la enseñanza religiosa sobre la menstruación. En todo caso, las mujeres protestantes, católicas y judías tienen los mismos ciclos hormonales, pero los ciclos psicológicos correlativos son diferentes, lo que indica que dichos ciclos están, sin duda, influidos por la cultura.

Por último, esta área de investigación ha prestado poca atención a los mecanismos de afrontamiento. La mayoría de las mujeres no se anega en lágrimas ni queda reducida a un estado de incompetencia entre tres y seis días de cada mes. No cabe duda de que elaboran mecanismos para afrontar los cambios de humor, sobre todo si éstos son regulares y previsibles. En realidad, sería razonable esperar que aquellas que experimentan mayores cambios de estado de ánimo elaborasen las mejores estrategias para afrontarlos. Por desgracia, disponemos de pocas pruebas empíricas sobre estas cuestiones. Parece ser que la estrategia más corriente consiste en aumentar la actividad, "mantenerse ocupadas". Otro mecanismo de afrontamiento es aumentar el tiempo dedicado al sueño, una especie de escapatoria, aunque también es un medio práctico para atajar las sensaciones de fatiga. Además, como el síndrome premenstrual es tan conocido, es fácil combatir los síntomas asociados, como la depresión (la mayoría de las mujeres reconocen rápidamente que la depresión está relacionada con el principio de la menstruación, dedicándose a sus cosas y despreocupándose de los graves problemas psicológicos que padecen, porque saben que esos síntomas desaparecerán a los pocos días).

Los enfoques feministas de la ciencia indican a menudo interpretaciones alternativas de los fenómenos. Pero también es cierto que las perspectivas de los distintos grupos étnicos sugieren nuevas interpretaciones. Las mujeres indias norteamericanas creen que la menstruación es un momento para centrarse y equilibrarse. El flujo que sale del cuerpo lava todas las impurezas y las cosas negativas que han ocurrido durante el mes. Reflejando la íntima conexión del pueblo indio con la naturaleza, la mujer india alude al período menstrual como estar "en la luna", que se considera un momento positivo.




http://www.proyectopv.org/2-verdad/aspectospsicol.htm




PICOLOGÍA | Expertos nos dan algunas pistas

¿Qué se puede hacer para ser feliz?

En un momento en el que las palabras crisis, paro, recesión aparecen una y otra vez en los medios de comunicación, parece extraño que una persona admita que, hoy por hoy, es feliz. Pero basta con salir a la calle para comprobar que, con muy poco, nos conformamos.
Normalmente la familia y los amigos son los dos elementos que se señalan como primordiales para encontrarse en un estado de felicidad. Y es que, como nos aclaran varios expertos, las relaciones sociales son un elemento crucial y determinante para la felicidad.
"La felicidad, cuándo se comparte, crece"
Relaciones sociales que tienen su núcleo en la familia. Para la psicóloga Carmen Serrat-Valera, autora de 'Tú puedes aprender a ser feliz', la pareja y la familia son los primeros apoyos para encontrar la felicidad en una persona: "Sentirse útil y querido es fundamental".
La familia tiene un papel determinante para la felicidad de una persona, explica Javier Urra, psicólogo especialista en la educación y la infancia: se puede y se debe educar para la felicidad a los niños. ¿Cómo? "Educando en valores como la solidaridad o el compañerismo, en definitiva, en el respeto al otro. Porque es en los otros donde vamos a encontrar la felicidad", afirma.
Urra, autor del libro 'Recetas para compartir la felicidad', es uno de los promotores y ponentes en el Primer Congreso de la Felicidad, promovido por Coca-Cola, que se celebra esta semana en Madrid. "La felicidad, cuando se comparte, crece", asegura.

Dejar atrás el estrés

Pero a veces el objetivo no está en hallar, sino en dejar atrás. Para la psicóloga María Jesús Álava, autora entre otros de 'La inutilidad del sufrimiento', la clave está en huir del estrés que nos puedan provocar los problemas. "El 95% del sufrimiento es inútil, lo creamos nosotros mismos". Ella cree que, la mayoría de las veces los problemas surgen de nuestra manera de enfrentarnos a ellos, no de los hechos en realidad.
"Las emociones positivas nos predisponen para el trabajo"
Aprender a controlar nuestros sentimientos en las situaciones adversas es una aptitud importantísima para Álava. "En los momentos difíciles, tenemos que seguir confiando en nosotros mismos", afirma.
Y, aunque suene a broma, una buena estrategia puede residir en algo tan simple como potenciar el sentido del humor. Por ejemplo, ¿puede ser el trabajo una fuente de felicidad en lugar de una fuente de estrés? Pues para Eduardo Jáuregui, sí.
Jáuregui, psicólogo especializado en la risa, el humor y la psicología positiva, trabaja con empresas, aplicando sus tesis a las relaciones laborales para crear mejores ambientes de trabajo: "Muchas empresas se interesan por estas técnicas ya que está comprobado que mejoran los resultados del trabajador. Las emociones positivas al comienzo del día nos predisponen al trabajo", asegura.
Los cuatro expertos coinciden en la necesidad de tratar de hacer aquello que nos gusta: "Puede que no nos guste nuestro trabajo, pero siempre habrá alguna actividad que nos haga levantarnos todos los días, que haga que el tiempo se nos pase volando".

Decálogo para ser feliz

Y si eso no le llega, aquí le dejamos otras 10 recomendaciones que, dicen los que saben, le ayudarán a ser más feliz.
1. La felicidad no es un estado, es una actitud ante la vida.
2. Hay que proponerse ser felices.
3. Creer en nosotros mismos.
4. Aceptar las cosas tal y como nos vienen. Somos humanos y, por lo tanto, cometemos errores.
5. Ver los problemas desde la distancia. Anteponer los pensamientos a los sentimientos.
6. Desear lo que tenemos y disfrutar de ello.
7. Hacer lo que nos gusta. Buscar actividades que nos diviertan y nos permitan disfrutar del tiempo libre.
8. Adoptar una actitud optimista ante la vida.
9. Cultivar el sentido del humor. Es fundamental saber reírse de uno mismo.
10.Apoyarse en la familia. Hacer cosas por los que están a nuestro lado.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2010/10/15/neurociencia/1287152185.html