Obsesiones compulsivas


Oscar tiene 58 años y hace años que no se va de vacaciones con su familia: está seguro de que si lo hace se van a matar en un accidente. A Martín le pasa algo distinto pero parecido: se tiene que lavar las manos a toda hora; cree que si no se limpia va a contagiarse alguna enfermedad. Lo que le sucede a Javier es otra cosa: dejó de estudiar y de trabajar porque no puede estar con gente. Ni bien sale a la calle, sufre horrores porque está convencido de que va a hacer el ridículo adelante de todos. Fernando tiene la misma edad que Javier pero una obsesión diferente: no puede parar de contar tejas. Una, dos, tres, diez veces. Tiene que contar tejas porque si no se desespera. Ni Oscar ni Javier ni Martín ni Fernando se habían visto antes o conocían de sus problemas. Desde hace un tiempo, sin embargo, ellos forman parte del grupo que todas las semanas se reúne para hacerle frente a los trastornos obsesivos compulsivos (Toc) que padecen a diario. Como ellos, decenas de personas se juntan en La Plata con la idea de no caer derrotadas ante sus propias obsesiones.

Estela Serafini es una de las coordinadoras del grupo. Ella comenzó a armar los encuentros hace dos años, luego de ir y venir con su hijo por infinidad de psicólogos sin que ninguno supiera darle alguna solución a los ataques de hipocondría que le agarraban todo el tiempo. "No hacemos terapia, compartimos experiencias", aclara Estela, y agrega: "todos tenemos nuestras obsesiones, pero acá se juntan las personas cuyas ideas obsesivas no las dejan vivir y necesitan de rituales para poder estar más aliviadas. Esos rituales pueden ser lavarse las manos, contar mentalmente, tener la necesidad de tocar objetos o repetir palabras de manera silenciosa".

Esta enfermedad, explican, se representa mediante pensamientos o ideas involuntarias y recurrentes que generan ansiedad y preocupación. Las ocurrencias más frecuentes están centradas en la suciedad y la contaminación, presagios catastróficos o en la necesidad imperiosa del orden. "Hablamos de Toc -explica Estela- cuando los rituales demandan más de una hora diaria. Si alguien se lava las manos muy seguido puede ser normal. Pero si alguien se las lava a cada rato, hasta que las manos queden rojas, entonces estamos frente a una obsesión compulsiva".

Si bien antes se pensaba que el Toc era un trastorno poco habitual, muy raro, en los últimos años se produjo un aumento progresivo en la frecuencia de su diagnóstico, y en la actualidad se calcula que cerca del 3 por ciento de la población padece esta enfermedad. Sin embargo, dado que los pacientes con Toc suelen ser muy reservados en relación con sus síntomas y que esperan una media de casi 8 años antes de acudir a la consulta psiquiátrica, se supone que la presencia real de personas con este problema debe ser incluso mayor.

"Es una enfermedad muy difícil de aceptar -reconoce Oscar Gangenova, quien hace 15 años que padece Toc-. Las ideas que uno tiene son vergonzantes, estrafalarias. Yo no sabía cómo decirle a mi mujer y mis hijas que no podía ir de vacaciones por miedo a matarnos. Tenía pánico de que pensaran que estaba loco. Incluso yo tenía miedo de estar volviéndome loco. Por suerte ellas me ayudaron, me acompañaron y ahora estoy superando la enfermedad poco a poco. No digo que estoy curado, pero al menos puedo vivir algo más tranquilo".

El Toc puede iniciarse en cualquier momento, desde la edad preescolar hasta la edad adulta. Sin embargo, según informan distintas asociaciones que tratan la problemática, en este último tiempo algunos estudios detectaron que el 80 por ciento de los adultos con esta enfermedad identifican el inicio de los síntomas antes de los 18 años. Como promedio, las personas con trastornos obsesivos visitan tres o cuatro médicos y pasan más de 8 años buscando tratamiento antes de recibir un diagnóstico correcto.

"Yo empecé con la enfermedad a los 10 años, y recién a los 20 pude arrancar con el tratamiento". El que lo cuenta es Javier Altamirano (38), quien no pudo seguir con los estudios universitarios ni con ningún trabajo debido al miedo al ridículo que sentía a cualquier hora y en cualquier lugar.

Para Estela, que se encarga de pautar los encuentros semanales y organizar charlas con especialistas sobre el tema, "el primer paso para iniciar la cura es reconocer el problema, educar al paciente y a la familia sobre lo que es el Toc y comenzar un tratamiento con asistencia médica. Hoy por hoy se considera que la combinación de medicación y psicoterapia es el método más efectivo, por eso nuestra tarea es escuchar, compartir experiencias y brindar información".

Las historias que se escuchan en cada encuentro son tan increíbles como reales. Puede ser Martín que tiene que lavarse las manos a cada rato o Marina que, sea donde sea, está convencida de que se va a morir. O incluso Susana, que cada vez que sale de su casa tiene que volver ocho o diez veces para asegurarse de que la llave de gas quedó cerrada. "A la tercera vez que regresó ella ya sabe que el gas está cortado -cuenta Estela-, pero tiene que volver una y otra vez porque si no se desespera, no puede vivir".

La pregunta del millón es obvia: ¿qué es lo que genera una obsesión compulsiva? La respuesta, aún incierta. El origen de la enfermedad es todo un misterio y dispara más de un debate entre los especialistas. Muchos sospechan de un desequilibrio en la bioquímica del cerebro, y apuntan contra un fallo en la neurotransmisión cerebral, específicamente en la sustancia (Serotonina) encargada de transportar mensajes. Pero claro: también aparecen los que hacen especial hincapié en los factores psicológicos y ambientales que puedan desencadenar los síntomas. Entre una y otra idea, mientras tanto, están los que sufren. Los que no pueden parar de lavarse las manos o de contar tejas todo el tiempo. Gente como todos. Como cualquiera. Hombres y mujeres que luchan a diario contra su peor enemigo: ellos mismos.

fuente:Facundo Bañez