Mejor imposible


Mejor imposible

SONIA CERVANTES

Más de uno y de una se vio reflejado en la pantalla de muchos cines cuando en 1997 Jack Nicholson interpretó magistralmente el papel de un obsesivo compulsivo en la película que da nombre al presente artículo. En ella, el actor debe hacer frente a la tortura diaria (de manera cómica y distendida) que supone el ser esclavo de las propias obsesiones y compulsiones que empujan a quien padece este trastorno a convertirse en un simple ejecutador de rituales para calmar la ansiedad que le provocan sus pensamientos recurrentes.
El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) se caracteriza por las obsesiones y/o compulsiones que consumen tiempo, son estresantes y/o interfieren con las rutinas, las reacciones interpersonales o el funcionamiento cotidiano. Las obsesiones constituyen impulsos, ideas, imágenes o pensamientos persistentes que se introducen en la mente de la persona y provocan una preocupación o ansiedad excesivas. Las compulsiones conforman actos o conductas repetitivos que se ejecutan como respuesta a las obsesiones para aliviar o evitar mágicamente algún acontecimiento temido, tal como la muerte, la enfermedad o algún infortunio percibido (Cherry Pedrick, Bruce M. Hyman).
Con un panorama como éste no es de extrañar que el sufrimiento de quien padece un TOC pueda llegar a ser incapacitante pues el consumo de energía y la dedicación diaria a cada uno de los rituales pertinentes, acaban por agotar y desesperar a cualquiera.
Quizá nos tomemos a excentricidad ciertos comportamientos como intentar no pisar las juntas de las baldosas, tener que cerrar la luz tres veces, contar los números de las matrículas de los coches una y otra vez o lavarse las manos decenas de veces al día por miedo a que los gérmenes puedan llegar a contagiar alguna enfermedad, pero no son más que los posibles síntomas de que si no ponemos remedio, con el tiempo acabaremos por controlar y ritualizar la mayoría de nuestros actos.
Según Pedrick y Hyman, autores del manual Guía práctica del trastorno obsesivo compulsivo, el TOC afecta aproximadamente al 2,5% de la población (lo que supondría que en un país de la población de Estados Unidos hay 6.600.000 hombres, mujeres y niños que lo padecen). Parece ser que más de la mitad desarrollan el trastorno antes de los 25 años y una pequeña proporción (aproximadamente el 15%) lo hacen pasados los 35. Y las mujeres nos llevamos la peor parte, pues los datos indican que la incidencia es superior en nosotras.
Si bien es cierto que la aparición de los síntomas es gradual, hay ciertas circunstancias vitales que pueden precipitar unas aparición súbita. Normalmente son situaciones en las que los niveles de estrés son elevados (cambios de residencia, embarazo, ruptura de pareja, etc.).
La complejidad del trastorno requeriría más líneas de las disponibles en el presente artículo, de manera que apuntaré brevemente lo que puede parecer estar en la base de casi todo trastorno: el pensamiento disfuncional asociado. Hay una serie de creencias erroneas que, a pesar de constituir errores cognitivos y por el hecho de seguir creyendo en ellos, pueden dar forma y llegar a crear esa incoherencia comportamental que se observa desde fuera, desde los ojos observadores de quien no padece dicha disfuncionalidad cognitiva y comportamental. En el caso del TOC, algunos de estos pensamientos hacen referencia a ideas que giran entorno a la creencia de un mundo hecho sólo de blancos y negros, a la búsqueda insaciable y estéril del perfeccionismo, a una moralidad excesivamente rígida, al pensamiento negativista exclusivo y a la baja o nula tolerancia a la incertidumbre.
Como pueden observar, casi siempre hablamos de miedo e inseguridad, dos terribles enemigos para la estabilidad emocional. De vez en cuando podríamos aprehender (con h) las sabias palabras de Helen Keller, un gran ejemplo de superación, cuando decía aquello de a pesar de que el mundo se encuentra lleno de sufrimiento, también está repleto de modos de superarlo. Y quien sufre TOC también puede llegar a conseguirlo.
www.soniacervantes.com
http://www.laverdad.es/alicante/20091014/opinion/mejor-imposible-20091014.html