Reflexiones de un Terapeuta Gestalt


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Reflexiones de un Terapeuta Gestalt

jueves 5 de febrero de 2009
Tengo un T.O.C.
En más de una ocasión, cuando tengo una primera sesión de psicoterapia con un paciente nuevo y llegado el momento le pregunto: "¿qué te trae a mi consulta?", suelo encontrarme con respuestas del tipo: "Veras, es que yo tengo un T.O.C." (Transtorno Obsesivo Compulsivo). "Yo tengo una Depresión". "Mi hijo tiene un TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad). "Yo es que tengo un Transtorno Bipolar". Algunos también se presentan diciendo "yo es que soy un siete" (refiriendose al eneagrama).

Me sorprende la necesidad tan grande que tienen algunos de ellos de ponerse etiquetas. Parece que les proporciona seguridad el poder nombrar, con una sola palabra, toda su experiencia y sufrimiento.

Creo que en parte esto es un mecanismo de defensa que les permite adquirir una cierta (aunque falsa) seguridad. Es como cuando a un niño, al comenzar a quedarse sólo a dormir por la noche sin la compañía de los papás (teniendo que enfrentarse a la separación del amor de éstos para adentrarse en las entrañas de la oscuridad de la noche, de la soledad, del miedo al abandono) y le sobrevienen todas esas sensaciones de angustia y miedo que no sabe como contener ni manejar, experiencias que le embargan y de las que no puede deshacerse, consigue, de pronto, anudarlas todas con una cuerda de seis simples letras: "el coco". Después, una vez identificado el problema, "el coco", hay que deshacerse de él, por lo que queda proyectado fuera del alcance de la experiencia del niño: "está dentro del armario", así que los papás tienen que ir y comprobar varias veces que ni en el armario, ni debajo de la cama, ni detrás de la silla, se esconde el personaje fantaseado. Estos pacientes a los que me refiero consiguen, al igual que el niño, experimentar una cierta (aunque como decía antes falsa) sensación de control sobre la angustia que experimentan.

Pero este mecanismo de defensa implica también una importante desresponsabilización de la experiencia, pues al igual que el niño cree que es "el coco" el problema y que él sólo lo padece, el paciente cree igualmente que el problema es "el T.O.C." que le acecha, que tiene, que padece, sin plantearse cuál es el papel activo que mantine él en la construcción de esta experiencia dolorosa.

A veces me apena que estén tan apegados a esos términos, acaban identificándose con ellos de tal manera que los introyectan hasta la médula, sin saber que uno se convierte en aquello con lo que se identifica.

A mí, como terapeuta, "no me interesan sus etiquetas". Yo estoy más interesado en el proceso de construcción de la experiencia. La vida es movimiento y no permite que la encasillemos ni la anudemos con una cuerda de letras tan infantiles como "el coco" , "el T.O.C." o cualquier otra variedad de seres que habitan en el interior de nuestros armarios en las noches tormentosas del alma.

Un precepto muy antiguo de la medicina dice:

"No preguntes qué enfermedad tiene el paciente,

sino quién es el paciente que tiene la enfermedad".

Os dejo con un vídeo que presenta este tema desde la óptica del humor sin perder por ello el mensaje sabio respecto de la falta de responsabilidad que implican estos juegos de palabras".