En su obsesión hay un peligro: la automedicación. Son enfermas imaginarias, hipocondríacas...


Adictas a las medicinas
Textos: Ángeles López (Asesorada por la catedrática en psicología Mª Dolores Avia)

http://www.novarevista.com/psicoego/Adictas_A_Las_Medicinas_6.html



Quién no ha experimentado, en algún momento de su vida, un temor irracional a un posible contagio o el pánico de padecer una grave enfermedad, a raíz de un síntoma, tan banal, como un leve picor? Cuando este tipo de conducta supone un obstáculo para la vida cotidiana de la persona que lo padece, deja de ser una leve aprensión para dar lugar a una patología de relativa importancia. Ésta recibe el nombre de hipocondria. Se estima que la “enfermedad de las enfermedades” es un problema para muchos españoles y para un 3% constituye un serio trastorno.

La doctora Mª Dolores Avia, catedrática de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, explica los rasgos principales del comportamiento hipocondríaco: “Existe un gran temor a la enfermedad, así como una gran preocupación por el cuerpo y sus funciones vitales y fisiológicas. La fobia a la muerte es un componente importante en la mayoría de ellos. Los casos más graves presentan temores relacionados con una posible confusión en los resultados de los análisis clínicos, errores de diagnóstico, incompetencia médica u ocultación por el especialista o la familia de datos relevantes”.

SUFRIR ENFERMEDADES DE MODA
Una modalidad de este trastorno consiste en padecer la enfermedad de moda. Es decir, en la Edad Media un hipocondríaco “sufría” la peste; en el siglo XIX, la sífilis; la tuberculosis en el XX y en la actualidad, el sida... Son los “enfermos imaginarios” de las patologías que están en boga.

Otros pacientes se caracterizan por “abonarse” a una, o más, enfermedades diarias, con todos sus síntomas, para padecer al día siguiente las mismas u otras distintas. Es pues, el hipocondríaco, “el enfermo más enfermo” de cuantos existen en el espectro médico.

¿Y quién tiene más posibilidades de serlo? El trastorno puede ser desarrollado por cualquier persona, pero destacan los ancianos varones que viven solos y mujeres mayores de 45 años, generalmente amas de casa, con hijos ya emancipados.



Las razones...


A menudo, la hipocondría se confunde con otras patologías como el estrés, la depresión y la ansiedad. Para no caer en errores, conviene estudiar las posibles causas de la primera que, según la experiencia clínica y las hipótesis más aceptadas, son las siguientes:

- El contacto frecuente con la enfermedad, propia o ajena, durante la infancia, puede desencadenar comportamientos hipocondríacos en la fase adulta.
- Perder a un ser querido tras una dolencia grave provoca en ocasiones en el familiar o amigo un proceso afectivo capaz de imitar los síntomas de la enfermedad mortal.
- Las imágenes de pacientes u órganos dañados que difunden la televisión o la prensa en campañas de prevención de enfermedades puede impactar en las personas más sugestionables y derivar en un “contagio” psicológico que incluye el padecimiento de sensaciones y molestias propias de la patología a prevenir.
- La incapacidad para asumir complejos y frustraciones puede dar lugar a reacciones, o impulsos violentos, que acaban trasformándose en desagradables sensaciones corporales. Los mismos efectos podrían ser generados a partir de una baja autoestima o de un sentimiento de culpa.
- Las crisis de identidad y los problemas de estructuración personal llegan a transmitir, al plano corporal, tensiones que adoptan forma de enfermedad.



María Sanz, 25 años: “Me relaja el olor de los hospitales, pienso que es un lugar seguro”


Es licenciada en Empresariales y trabaja para una consultora. Jamás ha padecido una enfermedad grave, pero la presencia continua de síntomas la empuja a la automedicación y a visitar cada poco tiempo a diversos especialistas.

¿Con qué regularidad acudes al médico?
No pasan quince días sin que acuda a mi médico de cabecera,como mínimo. Si no es la garganta, es porque me he detectado un pequeño bultito... O tengo principio de neumonía, o me he descubierto varices, o siento que se me está perforando el tímpano.

¿Qué te dice el médico?
Ya me conoce, procura tranquilizarme y aclararme las razones de mis “diversos síntomas”. Gracias a Dios, nunca he tenido nada grave.

¿Te gusta la literatura médica?
Mi casa está llena de libros médicos y prospectos que guardo en álbumes de fotos. Pero lo peor, es la posibilidad que me plantea internet.

¿Tu peor experiencia?
Muchas. En concreto, recuerdo una vez que me dijeron que tenía una inflamación de las cuerdas vocales, debido a que soy fumadora. Pasé un calvario documentándome en internet. En mi imaginación me veía con una traqueotomía.

¿Visitas a familiares o amigos en los hospitales?
No lo evito. En los hospitales, suelo sentirme cómoda. El olor de los centros médicos me relaja porque pienso que estoy en un lugar seguro. Además, soy de esas pesadas que comprueba la medicación prescrita y le gusta curiosear las radiografías.

Bárbara pulido, 24 años: “Empecé guardando las medicinas en un cajón y ya tengo un baúl”


“Cuando me emancipe, en lugar de hacerme el ajuar, mi madre tendrá que prepararme una maleta llena de remedios magistrales”, asegura esta estudiante de informática.

¿Qué llevas ahora en el bolso?
Termalgín con codeína, por si me duele la cabeza; la codeína potencia los efectos del paracetamol, porque es un vasoconstrictor. Si te lo tomas con un café, que también es vasoconstrictor, ¡es mano de santo!

¿Qué pasa si alguien te dice que tienes mala cara?
Si me dicen que estoy un poco amarilla, comienzo a computar los síntomas y las enfermedades que puedo tener: un cólico hepático, cálculos... ¡prefiero no imaginarlo! Y eso que nunca he tenido enfermedades serias.

¿E hipotéticas?
¡A montones! Cada mes, cuando me viene la regla, me da por pensar si no tendré un mioma. He llegado a imaginar que tengo un tumor y me sensibilizo de tal forma que puedo sentir mareos y tener la visión borrosa. Me dicen que tenía que haberme matriculado en Medicina, en lugar de en Informática... ¡Pero creo que eso sería mucho peor!

¿Y tu relación con los médicos?
Les molesta que alguien llegue a la consulta diciendo cosas del tipo: “Tengo un esguince cervical entre la 5ª y la 6ª vértebra”. Te dicen cosas como:“Señorita, eso tendré que decirlo yo, ¿no le parece?”. Pero me he encontrado con algunos especialistas que les parece estupendo que el paciente se interese por su cuerpo.

¿Tienes muchas medicinas?
¡Un arsenal! Antiinflamatorios, antibióticos, vitaminas, antipiréticos, ansiolíticos, relajantes... Empecé con un cajón de la cómoda y he terminado comprándome un bonito baúl





Lo eres si...


LO ERES SI...

- Tienes la certeza de estar mala y, aunque las pruebas lo descartan, optas por visitar a más especialistas o por la automedicación.
- Te dan pánico las enfermedades y sueles “rastrear” tu cuerpo para encontrar pistas que confirmen sus sospechas.
- Notas síntomas físicos como palpitaciones, picores, calambres... El origen de estas molestias es la excesiva atención a las sensaciones corporales.
- Te alivia leer prospectos y libros médicos. También lo eres si evitas información sobre las enfermedades.
- Sufres ansiedad y depresión, unas “malas compañías” que contribuyen a empeorar el estado general.

PLÁNTALE CARA


Un grado leve de hipocondria no suele precisar asistencia especializada ya que, en general, la persona aprende a sobrellevarla o remite por sí sola. Cuando la afección interfiere en la vida cotidiana de quien la padece es el momento de hablar de enfermedad, paciente y tratamiento.

Cada caso presenta unas particularidades que el especialista deberá tener en cuenta. Una vez aclaradas las líneas generales del diagnóstico, el paciente ha de ser debidamente informado sobre el problema que padece, las posibles causas y la terapia más adecuada.

En algunos casos se prescriben fármacos para paliar los síntomas (como la depresión o la ansiedad) que acompañan a la hipocondria, pero no siempre hacen falta. Estos sí son los recursos más eficaces:

- Acudir al psicólogo. La mayoría de los profesionales consultados se inclinan por emplear la psicoterapia cognitiva conductual. Esta técnica consiste en transformar las ideas irracionales que dan lugar al trastorno, en soluciones prácticas para la vida del paciente.

- Hacer ejercicio físico. Practicar regularmente ejercicio físico moderado, frecuentar parajes naturales donde abunde el aire puro y el sol y realizar ejercicios de respiración y relajación (como yoga y tai-chi) son buenos recursos.

- Poder expresarse. Es importante evitar, en la medida de lo posible, estar sola en casa. Se recomienda expresar sentimientos mediante movimientos corporales (bailar, golpear una almohada, etc),