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Las obsesiones mezclan rituales y creencias

Son de cualquier tipo e intensidad y acompañan a todas las personas. Descubrir su sentido es la clave para liberarse de ellas.
“¿YO, MANIATICO?” Las causas de las obsesiones compulsivas pueden ser la inseguridad social la incertidumbre generalizada y el estrés.

“Limpiando, siempre limpiando”

“A mí gus­ta que to­do es­té muy lim­pio. Cuan­do lle­gan vi­si­tas y veo que apo­yan el va­so en la me­sa afue­ra del po­sa­va­sos me de­ses­pe­ro. No pue­do es­tar quie­ta, siem­pre ten­go que es­tar lim­pian­do al­go, lo que sea. Mi ma­ri­do siem­pre se que­ja por­que di­ce que pa­re­ce que quie­ro co­rrer a las vi­si­tas”, cuen­ta Mar­ce­la Las­tra.
Se­gún Car­los Lu­na, su ob­se­sión es con el ba­ño, por­que siem­pre que en­tra se fi­ja si la ta­bla es­tá lim­pia. “En al­gu­nas oca­sio­nes y lu­ga­res pue­do ‘con­vi­vir’ con el de­sor­den. En don­de no lo so­por­to es en la co­ci­na. No pue­do co­ci­nar si hay pla­tos y ca­ce­ro­las su­cias o si la me­sa­da es­ta se­miocu­pa­da. Ne­ce­sa­ria­men­te ten­go que or­de­nar to­do y lue­go re­cién co­mien­zo a co­ci­nar. Ade­más, mien­tras lo ha­go voy la­van­do lo que en­su­cio, ti­ran­do los res­tos a la ba­su­ra y lim­pian­do el es­pa­cio en el que apo­yo los ali­men­tos o las fuen­tes”, se­ña­la Mi­riam.
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“Dentro de la billetera tengo que tener acomodados todos los billetes por valor, comenzando por los más chicos. Además las imágenes de los próceres deben estar mirando para arriba”, cuenta Juan, licenciado en Relaciones Internacionales.
Cuando de obsesiones se trata, hay algunas que son de lo más pintorescas y acompañan a la persona en diferentes momentos de su vida: antes de dormir, al levantarse, durante el almuerzo o en el trabajo. Pueden aparecer en cualquier circunstancia y lugar.
Los especialistas explican que se trata de pequeños “rituales” que acompañan al sujeto, en los cuales se mezclan temores y hasta supersticiones. “Una obsesión es algo que se introduce en el pensamiento de manera recurrente”, explica Alfredo Ygel, psicoanalista.

“Extrañezas”
Nadie se salva, todos conviven con algunas “extrañezas” que determinan parte de la personalidad. Mientras no se conviertan en un obstáculo para desarrollar las actividades cotidianas y tampoco generen problemas a las personas con las que se convive, entonces todo está dentro de los parámetros de la “normalidad”.
“Hay personas que tienen temor a salir de noche, por ejemplo; eso puede servirles para ser cautelosos, pero si se trata de un temor que no los deja salir de casa, entonces puede derivar en un problema patológico”, agrega el psicoanalista, quien alerta sobre algunos temores que derivan en fobias, las cuales necesitan un tratamiento médico especial. La clave, señala, está en la intensidad de estas obsesiones.

Revisando puertas
Según la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA), en el país el 3 % de la población sufre trastornos “obsesivos compulsivos”. Dentro de este grupo están las personas que no pueden ver los objetos fuera de lugar, los que deben revisar que las puertas estén cerradas cientos de veces y quienes siempre se visten comenzando por la cabeza hasta llegar a los pies. Además de las obsesiones compulsivas, están las ansiedades que las sufren, por ejemplo, personas que siempre están preocupadas por algo. Las causas pueden ser: la inseguridad social, la incertidumbre generalizada, la violencia y el estrés. En cuanto al Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) las estadísticas dicen que afecta por igual a varones y a mujeres y que generalmente se manifiestan en la adolescencia, entre los 11 y 12 años. A nivel mundial, alrededor de un 28 % de la población sufre algún trastorno de ansiedad. Cuando se les pregunta la primera vez todos lo niegan: “¿Obsesiones, yo? No, la verdad que no”. Pero cuando se comienza a indagar un poco más, la mayoría se acuerda de esas pequeñas mañas con las que convive.
“La obsesión tiende a convertirse en un ritual, en algo que hacemos para evitar un mal mayor. Por ejemplo: ‘si salto las baldosas de dos en dos, entonces evitaré que mi madre muera’”, explica Ygel.

Por el mismo camino
Muchas veces las supersticiones se mezclan en estos comportamientos obsesivos de manera inconsciente. Claro que hay obsesiones que son graves y que, según el especialista, “no sueltan al sujeto”.
“Conocí a una persona que cuando iba a algún lugar por un camino, al regreso debía volver por el mismo. Esto era un problema porque si iba en auto, el camino de vuelta no podía hacerlo por las mimas calles porque debía andar a contramano, entonces se volvía caminando”, recuerda.
Para lograr superar estas manías o rituales, especialmente, los que alteran la armonía personal es importante que quienes conviven con la persona no se rían ni se burlen de este comportamiento.
“Lo que hay que descubrir es que sentido tiene para el sujeto ese rito obsesivo, eso lo puede ayudar a liberarse ”, comenta Ygel.

“Los broches deben ser iguales”
“Cuando cuelgo la ropa, los broches que la sostienen deben ser iguales (mismo tipo, misma calidad, mismo color). Otra obsesión es con las llaves de luz en una habitación. Tengo una pieza cuya luz la encienden, indistintamente, dos llaves. Si prendí la luz con una, debo apagarla con la misma. No importa que me quede más lejos que la otra y que, por consiguiente, deba caminar en la oscuridad unos metros; siempre debo apagar la luz desde la misma llave con la que la prendí”, cuenta Santiago. Pero se preocupa por aclarar que lo mismo puede ponerse una remera que se secó sujetada de dos broches distintos o dormir si la luz la apagaron desde la otra llave.
“Cuando me devuelven las remeras lavadas y planchadas automáticamente las pongo debajo de la pila para no ponerme siempre las mismas e ir rotando. Lo mismo hago con los pantalones y las corbatas, los que usé al último van al principio para que pasen varios días hasta que me los vuelva a poner”, asegura Gustavo. “Las camisas van una en cada percha, no me gusta amontonar. Además, soy obsesivo con el planchado de las camisas, me gusta que estén impecables, si no, no me las pongo”, dice Martín.

“El tic tac no me deja dormir”
“Antes de salir de casa reviso que la llave del gas esté cerrada, a veces me ya estoy en la calle y no me acuerdo si la cerré o me da miedo que no haya quedado del todo girada la llave; entonces regreso, no me importa nada”, confiesa Luciana. “No puedo dormir cuando hay ruidos. Sobre todo cuando se trata de sonidos constantes y parejos, por ejemplo, el tic-tac de un reloj o el de un grifo que gotea. Para evitarlos cierro bien todos los grifos y las puertas que den hacia la cocina donde hay un reloj con agujas y en mi dormitorio solo tengo un despertador digital”, comenta la joven.
“Soy obsesivo con la limpieza. Tengo un hijo de 10 años y, cada vez que llego a casa, tengo que levantar todas sus cosas y limpiar el piso, pero jamás camino descalzo”, explica Jorge Fernández. Mientras Celeste, estudiante de Zootecnia, confiesa que tiene varias obsesiones, especialmente, cuando se trata de comida. En primer lugar, el vaso y los cubiertos deben estar a su derecha y la servilleta abajo del plato. Cuando come sandwichs, debe hacerlo siempre desde el borde hacia adentro, y con las mordidas debe ir moldeando la forma de algún animal. Siempre le pide a la persona que está comiendo con ella que adivine qué animal es son.

“Tiene una manía con los rulos”
“No puedo salir sin ponerme un par de aros que combinen con la ropa que llevo puesta. Si salí rápido y me los olvidé, entonces vuelvo a mi casa o me compro otros en el primer negocio que veo”, dice Nélida Linares, quien agrega que otra obsesión que tiene es la adelgazar, aunque para eso necesitaría tener más tiempo libre para hacer gimnasia. “Lo que intento es comprar todo natural y que sea de bajas calorías”, dice.
“No puedo acostarme maquillada. No importa la hora que sea o el cansancio que tenga. No puedo dormirme con los ojos endurecidos por el rimel o con rubor, siento que mi piel no puede respirar”, señala Josefina.
“Tengo una amiga a la que le obsesionan sus rulos. Le gustan, pero no que empiecen desde las raíces del pelo. Para evitarlo se pone toneladas de crema. Para peinarse utiliza peines muy finitos; de esa manera se aplasta los primeros cinco centímetros. Es muy gracioso porque pasa 10 minutos frente al espejo haciendo eso cada vez que tiene que salir”, cuenta Dolores.

“Miro todo el tiempo el reloj”
“Yo miro todo el tiempo el reloj, sin ningún motivo. A veces estoy en mi casa y no tengo ninguna obligación, pero a cada rato voy hasta la cocina para ver qué hora es”, dice Natalia.
Marcela Rosales explica que es “propietaria” de un montón de pequeñas obsesiones, pero la peor tiene que ver con los relojes. “Tengo pánico a que dejen de funcionar por la noche y no me suene la alarma para ir a trabajar. Por eso tengo tres sobre la mesa de luz y, además, programo el celular”, comenta.
“Igual que en la película ‘Mejor, Imposible’ yo tampoco puedo pisar las fisuras de las baldosas mientras camino. A veces me siento un poco ridículo y trato de controlarlo, pero es más fuerte que yo”, dice sonriendo Juan José.
José es actor y cuenta que debe llevar su reloj al baño para calcular que su ducha dure, exactamente, 20 minutos, ni más ni menos.

“Temo perder las llaves”
“Yo me desvivo por el tuneado del auto. Todos los meses tengo que invertir en algo para ponerle; ya tiene escape ‘silens”, vidrios polarizados, entre otras cosas. Para mí es como un hobby”, comenta Lalo.
María Estela Vega dice que tiene un temor recurrente que es el de perder las llaves: “Siempre me toco los bolsillos para ver si las tengo, lo mismo hago cuando salgo a la calle, me fijo en la cartera cientos de veces”.
“Nunca puedo salir de casa sin las llaves, un pañuelo y el celular en el bolsillo. Si me olvido alguna de estas cosas tengo que volver, no puedo dar ni un paso más”, dice Ignacio.
“Yo tengo varias manías, por ejemplo, no puedo dormir con las puertas del ropero abiertas o con la ropa encima de la silla, por lo menos tengo que doblarla si es que no la voy a guardar. Otra cosa que no me gusta es ver la cortina de la bañera corrida, eso me mata”, asegura María Laura García.