La Personalidad Obsesiva y sus relaciones de pareja


La Personalidad Obsesiva y sus relaciones de pareja

Decimos que el hombre es un animal de costumbres y decimos esto porque la tendencia más general es la de dejar las cosas como están; esto es debido a que las modificaciones de cualquier clase, tienen como consecuencia que el individuo se altere, se intranquilice, se sorprenda o incluso que le perturbe su estatus o modo de vida. Vamos así a parar al hecho de que, por ejemplo, el ser humano tiende a mantenerse firme en sus opiniones, actitudes, experiencias y hábitos, pudiendo llegar a afirmar aquello de que "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer". Pero, aferrándose de tal manera a los hechos conocidos o habituales, resulta inevitable que a la hora de abordar cualquier novedad, ésta se vea mediatizada por prejuicios que, sin duda, entorpecen la correcta percepción de la misma, viéndose, efectivamente y confirmando su teoría, como algo negativo, dañino o, cuando menos, inútil. Y de esto, y sin el más mínimo esfuerzo, se pasa a continuación a lo que entendemos como personalidad obsesiva, en la cual, la nota predominante es su necesidad de seguridad y estrechamente relacionado, encontramos la prudencia, la previsión, la planificación de metas seguras, etc. Además, el problema de una personalidad obsesiva puede definirse como una cuestión de ansiedad frente a los riesgos, a los imprevistos y a las contingencias transitorias de la vida.

Una persona obsesiva lleva muy mal el hecho de que no existan principios absolutos e inamovibles; que no se puedan fijar y canalizar los actos; se ilusiona con la posibilidad de encasillarlo todo en algún sistema, a fin de poder dominarlo sin fallos, y de desarrollarlo con absoluta perfección. Estas personas tienen un miedo constante a que todo se vuelva inseguro, con el riesgo de convertirse en caótico si se muestran un poco más flexibles o si actúan de modo espontáneo, sin control consciente. Tienen miedo a dar el primer paso y son víctimas fáciles de la vacilación y las dudas. Por esto mismo, en la mayoría de las ocasiones, se dedican a preparar minuciosamente algo que tienen que hacer, pero luego se quedan sólo en esos preparativos, sin conseguir avanzar ni un ápice y, al menor intento de avance, volverán siempre para atrás, con el fin de comprobar si los preparativos son correctos.

Una teoría psicológica afirma que todo lo que se reprime, se acumula, con lo que el receptáculo psicológico se va llenando progresivamente, aumentando poco a poco la presión interior. La personalidad obsesiva necesitaría así, cada vez, más tiempo y energías para mantener ocultas sus represiones, lo que permite fácilmente comprender la estrechez de miras y la intransigencia que conlleva este comportamiento, rayando en el absolutismo. Sólo es consciente de que lo que quiere es hallar el punto justo, con lo que hace imposible la aparición de asociaciones libres que aligeran normalmente el modo de actuar de un individuo.

Y por más diferentes que sean las obsesiones, en todas ellas nos encontramos con una falta absoluta de espontaneidad; así todo resulta previsible, nada se modifica, no se pueden presentar sorpresas y esa persona consigue, por tanto, sentirse segura.

Los individuos que presentan rasgos obsesivos intentan, en todo momento, controlar sus sentimientos que, según ellos, no son dignos de fiar, por ser demasiado subjetivos y cambiantes; la pasión les resulta aún más sospechosa, ya que es totalmente imprevisible e irracional y constituye un signo de debilidad. Como consecuencia de todo esto, dosifican sus afectos y demuestran escasa comprensión con respecto a su pareja. Aunque manifiestan un alto sentido de la responsabilidad y mantienen sus decisiones (de matrimonio, de fidelidad, etc.) una vez que las han tomado. Además, desean que su pareja dependa de ellos por una necesidad de poder; pretendiendo moldearla con arreglo a su propia voluntad y considerándola de su exclusiva propiedad. Antes de contraer vínculo alguno, tienen grandes dudas, pero una vez decidido, ese vínculo ya es para ellos algo totalmente indisoluble. Cuanto más intensos son los rasgos obsesivos, tanto más se tomará el matrimonio como un contrato con derechos y deberes estrictos, se sobrevalora y se convierte en algo firme e indestructible. Mientras todo se mantenga en un marco que ellos consideran razonable, no hay nada que objetar; pero cuando desaparece la relación afectiva como tal, aparece entonces una verdadera lucha en torno a los derechos y a los principios; llegándose, incluso, bajo una apariencia de corrección, a descargar amargos sentimientos de hostilidad y exigencias de poder.

Para los individuos con rasgos obsesivos muy acentuados, lo más importante es que la pareja funcione; en lugar de un sano intercambio de ideas, actitudes y deseos, se imponen las condiciones y los reglamentos; la sexualidad se practica de acuerdo a un horario y a un calendario prefijado y es vista como un deber más, con el que hay que cumplir; además, esas manifestaciones le sirven para demostrar su dominio y su poderío y la pareja se convierte en un simple instrumento de comprobación.

Sin embargo, cuando una persona presenta unos rasgos obsesivos más leves, y por tanto más normales, aunque no es en general un amante apasionado, conviene aclarar, en su favor, que son constantes y dignos de confianza; proporcionan a su pareja un afecto permanente, apoyándola, defendiéndola y protegiéndola sin descanso; son previsores y atentos y sostienen sus relaciones afectivas basándose en el respeto, el cariño y la responsabilidad.



Ana I. Rico Prieto.
fuente:airema psicoterapia