trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es uno de los problemas de ansiedad más sobresalientes. Desde los tiempos más remotos su florida sintomatología: la recurrencia de pensamientos percibidos como ajenos y las compulsiones ligadas al alivio del malestar, han contribuido a caracterizarlo como el trastorno de ansiedad más grave. Esta gravedad obedece, principalmente, a su complejidad (a menudo se presenta asociado a otros cuadros clínicos, p.ej., la depresión) y a la tradicional dificultad que su tratamiento ha tenido.

El DSM-IV caracteriza las obsesiones y las compulsiones y relaciona estas últimas con el alivio del malestar generado por las primeras. Las obsesiones se definen como pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes que se experimentan como ajenos, intrusos e inapropiados y que causan ansiedad y malestar. Estos pensamientos, de mayor entidad que las preocupaciones más o menos excesivas de la vida normal, son combatidos por el paciente, quien, aun reconociéndolos como propios, se ve incapaz de controlarlos. Las compulsiones vienen definidas como comportamientos o pensamientos de carácter repetitivo, incluso reglado, a los que se ve impelido el paciente en respuesta a la obsesión y, con la finalidad de reducir la ansiedad y el malestar generado por ésta. Aun cuando la compulsión no está ligada de forma realista o proporcionada a combatir la ansiedad o el malestar percibido.

El TOC implica una pérdida de control, por parte del paciente, de sus pensamientos e incluso de sus conductas. Este hecho, además, se vive de forma paradójica, en tanto que el paciente reconoce como producto de sí mismo tales pensamientos y/o conductas. Ello lleva a ciertas complicaciones, como por ejemplo que el paciente deje de reconocer lo excesivo de sus obsesiones o compulsiones, en suma, que tenga poca conciencia de la enfermedad (aspecto éste sobre el que el DSM-IV llama explícitamente la atención).

La caracterización del TOC por el DSM-IV parte de los estudios de campo realizados en los que en el 90% de los casos se daban ambos componentes: obsesivo y compulsivo. Es más, cuando se consideran los rituales cognitivos, además de las conductas, como parte de las compulsiones, sólo un 2% de pacientes dicen tener obsesiones sin compulsiones (Foa y cols., 1995). Por otro lado, en lo que se refiere a la relación funcional explicitada por el DSM-IV entre obsesiones y compulsiones, sólo un 10% de los pacientes señalan que sus compulsiones no están relacionadas con las obsesiones (Foa y cols., 1995). En consecuencia, el TOC se caracteriza por la presencia de los dos componentes señalados (obsesiones y compulsiones), relacionados funcionalmente, y, en un porcentaje mínimo, la existencia de obsesiones sin ningún tipo de compulsión, o la falta de relación funcional entre obsesiones y compulsiones.

La prevalencia del TOC es baja. Un 2,5% de la población adulta de los EE.UU. de Norteamérica (Karno y Golding, 1991). Este porcentaje, a pesar de ser pequeño, es mucho mayor que el obtenido en estudios anteriores (Myers y cols., 1984 y Robins y cols., 1984). La tasa de prevalencia señalada para los EE.UU. mantiene un porcentaje similar al de otros países (Canadá, Puerto Rico, Alemania, Taiwan, Corea y Nueva Zelanda), tal y como queda recogido en el estudio de Weismann y cols. (1994). Por lo que respecta a su incidencia en niños y adolescentes, el porcentaje es similar al obtenido en la población adulta (Valleni-Basile y cols., 1994). Hay una incidencia diferencial por sexos. Tiene una mayor prevalencia en las mujeres, la razón mujeres-hombres varía de 1,6 a 1,2, según los estudios realizados (Rasmussen y Tsunang, 1986; Karno y Golding, 1991). Este razón llega al 2 en el caso de niños y adolescentes (Hanna, 1995).

El TOC se inicia de un modo gradual, sin un claro precipitante. No obstante, en algunos casos su aparición se ha visto asociada a determinados cambios, como es el caso de su ocurrencia post-parto (Neziroglu y cols., 1992). La edad media de inicio está entre los 22 y 35 años, comenzado en el 65% de los casos antes de los 25 años, y en muy pequeño porcentaje (15%) después de los 35 (Weismann y cols., 1994 y Rasmussen y Eisen, 1990).

Por último, destacar el grado de incapacitación que produce el trastorno. Esta incapacidad es especialmente relevante en el ámbito de las relaciones sociales: familiares y laborales, en las que la recurrencia de los rituales compulsivos plantean dificultades serias al comportamiento cotidiano, teniendo en cuenta la cronicidad y persistencia del trastorno (Rasmussen y Eisen, 1989 y Emmelkamp, de Hann y Hoogduin, 1990).

Definición y valoración de los tratamientos

El abordaje terapéutico del TOC ha sido tradicionalmente problemático. Los tratamientos del pasado de corte psicodinámico no lograron más que mínimas y transitorias mejorías, por lo que el TOC adquirió una reputada fama de problema intratable (Coryell, 1981). Posteriormente, desde la Terapia de Conducta, los acercamientos iniciales fueron también problemáticos. En efecto, si bien se produjo una mejora en el tratamiento del problema, ésta fue limitada. La aplicación de la detención del pensamiento y otros procedimientos basados en el control de contingencias, sólo fueron útiles en un reducido porcentaje de pacientes (menor del 50%) (Stern, 1978). La situación mejoró con la aplicación de las técnicas utilizadas en otros trastornos de ansiedad, más concretamente con las fobias. La aplicación de la desensibilización sistemática y otras técnicas como la intención paradójica centrada en la verbalización repetida de los pensamientos obsesivos, facilitó el abordaje del TOC aunque de forma poco significativa (Beech y Vaughan, 1978). El TOC se resistía a la potencia demostrada por el tratamiento rey de la Terapia de Conducta para los trastornos de ansiedad.

El tratamiento del TOC tuvo un impulso significativo mediada la década de los 60 con la aplicación de los procedimientos de exposición con prevención de respuesta. Al trabajo pionero de Meyer (1966) le seguirían muchos otros que terminarían por caracterizar este tratamiento como el de elección en el TOC. También en esta época se muestra la eficacia de los psicofármacos, la clomipramina (Fernández-Córdoba y López-Ibor Aliño, 1967), en lo que será el desarrollo de la otra alternativa terapéutica actual al TOC.

Las dificultades para el tratamiento del TOC han sido y son, como no puede ser de otra manera, muestra de los conocimientos sobre los factores que explican la adquisición y el mantenimiento del problema. Lo cierto es que la teoría de los dos factores propuesta por Mowrer (1939 y 1960) parecía ajustarse como anillo al dedo a este trastorno. Así lo consideraron Dollar y Miller (1950) y del mismo modo se ha constatado a lo largo de múltiples investigaciones (ver Steketee y Frost, 1998). En suma, unos determinados estímulos evocadores de ansiedad, que presumiblemente han sido condicionados por asociación entre un estímulo neutro y un estímulo aversivo, generan una respuesta emocional negativa de la que el paciente escapa a través de comportamientos o pensamientos (rituales) que producen una disminución momentánea de la ansiedad o del malestar presente. Esta explicación, si bien puede no satisfacer completamente el modo en que se adquiere el TOC, al igual que otros trastornos de ansiedad, sí permite comprender de forma suficiente cómo se mantienen, aspecto éste decisivo para el tratamiento.

No obstante, y a pesar de lo adecuado de la explicación basada en la teoría de los dos factores se ha recalcado, en las pasadas décadas, la importancia de los factores cognitivos en la adquisición y el mantenimiento del problema. Al igual que en otros ámbitos de actividad de la Terapia de Conducta, el impacto que el trabajo de Beck (1976) tuvo sobre el papel de los factores cognitivos en los trastornos emocionales, ejerció su influencia en el modo de entender y tratar el TOC. Así, hoy día, se destaca la importancia del papel de los pensamientos, concretamente de cómo interpretan y valoran los pacientes los pensamientos intrusivos y obsesivos (ver Rachman, 1998 y Salkovskis, 1999). En este ámbito las aportaciones de Salkovskis han sido las más relevantes (Salkovskis, 1985 y 1989). Para Salkovskis (1985) los pensamientos intrusivos son un fenómeno normal y común para la mayoría de las personas. El 90% de las personas reconocen tener ese tipo de pensamientos (Rachman y de Silva, 1978 y Salkovskis y Harrison, 1984). Sólo quienes interpretan inadecuada y catastróficamente estos pensamientos los transforman en obsesiones y pueden generar el TOC, tal y como se da en la clínica. La percepción de que las obsesiones informan sobre un daño que se puede producir a él o a otros, hace que el paciente asuma la responsabilidad de remediarlo a través de los rituales compulsivos.

La aportación cognitiva matiza, al menos aparentemente, tanto los factores relacionados con la adquisición como con el mantenimiento. En la génesis del trastorno, la consideración inicial del problema como normal y el paso a lo patológico en función de la valoración e interpretación de éste, supone un avance sobre el modelo de condicionamiento y una mejor explicación de cómo se origina el trastorno. Esto supone, desde el punto de vista terapéutico, incidir sobre cómo evalúa e interpreta el paciente los pensamientos intrusivos. Por otro lado, y en lo que respecta al mantenimiento del problema, se insiste en la responsabilidad, en la toma de conciencia del paciente para reducir el peligro existente. A este respecto, la aportación es más que cuestionable. Por un lado, se critica que realmente exista un peligro como tal (O’Connor y Robillard, 1995) y que en todo caso si se quiere ir más alla (caso de que fuera necesario) del papel dado a las compulsiones desde la perspectiva conductual, se debería insistir en las creencias disfuncionales relacionadas con el control del pensamiento, en suma en cómo interpreta o siente (depresión) el paciente su incapacidad para controlar los pensamientos (Clark y Purdon, 1993).

Hoy día los tratamientos del TOC que han demostrado de forma controlada su eficacia son: el tratamiento de exposición con prevención de respuesta y el tratamiento psicofarmacológico. Además, diversas variedades sobre ellos, incluyen, principalmente, el tratamiento cognitivo, modalidades de aplicación (exposición imaginaria, tratamiento de grupo, familiar, etc.), y los tratamientos combinados. A continuación se revisará la evidencia experimental disponible sobre la eficacia de dichos tratamientos.

Tratamiento de exposición con prevención de respuesta (EPR)

Como ya se ha señalado, es ampliamente aceptada, en atención al resultado de múltiples investigaciones desde los años 60, la eficacia del tratamiento de EPR. Los diversos trabajos publicados han sido revisados en diversas ocasiones utilizando la metodología del meta-análisis. De entre los meta-análisis realizados que reúnen los requisitos metodológicos de control adecuados (Marks, Hodgson y Rachman, 1975, Roper, Rachman y Marks, 1975 y Marks y cols., 1980) cabe señalar que la EPR es efectiva en el tratamiento del TOC, llegando incluso a seguimientos de 3 años, e insistiendo en su especial utilidad para el tratamiento de los rituales compulsivos.

La amplia evidencia a favor de la EPR no es homogénea. En primer lugar, porque en los más de 30 estudios controlados sobre el tema, las variaciones de los trabajos, que afectan tanto al número de sesiones aplicadas como a los períodos de seguimiento, implican, necesariamente, diferencias en los resultados. Aun así, la utilidad de la EPR en la mejora del problema se sitúa entre el 40-75% (Steketee y Shapiro, 1993).

Un reciente trabajo, bien controlado, realizado por Franklin y cols. (2000) ha puesto de manifiesto no sólo la utilidad de la EPR en el tratamiento del TOC, sino que dicha eficacia es similar cuando los sujetos reciben el tratamiento en un contexto clínico; esto es, cuando no hay un ensayo clínico que obliga a una asignación al azar a las condiciones experimentales, que cuando los sujetos son asignados al azar al tratamiento. El trabajo realizado con 110 pacientes en un centro clínico universitario argumenta a favor de los resultados obtenidos en los ensayos experimentales con asignación al azar de las condiciones experimentales, haciendo ver que las posibles expectativas negativas del paciente de no saber si está recibiendo el mejor tratamiento, no afectarían a la eficacia de la EPR.

La comparación de la EPR con otros tratamientos, en estudios controlados con asignación aleatoria a las condiciones experimentales, señala que es más eficaz que el entrenamiento en control de la ansiedad (Lindsay, Crino y Andrews, 1997), la relajación (Fals-Stewart, Marks y Schafer, 1993) o placebos farmacológicos (Kozack, Liebowitz y Foa, 2000).

Aceptada la eficacia de la EPR, los trabajos realizados han ido dirigidos a comparar dicha eficacia con otros tratamientos, a analizar separadamente los componentes de la EPR, o a estudiar la eficacia de distintas modalidades de ésta. Con ello, no sólo se alcanza un mejor conocimiento de cómo opera el tratamiento estudiado, sino que además se añaden datos sobre su efectividad.

Componentes de la EPR

Foa y Goldstein (1978) estudiaron la exposición y la prevención de respuesta aplicada de forma concurrente en una muestra de 21 pacientes. Los resultados mostraron una mejora del 86% en los rituales y del 57% en las obsesiones, ofreciendo no sólo datos sobre la eficacia de la EPR, sino también de la existencia de dos efectos, en cierto modo diferenciados, y en el que la EPR actuaría, preferentemente, sobre el componente compulsivo.

Un estudio posterior de Foa y cols. (1984) avanzó en el estudio de los componentes al comparar de forma independiente tres grupos: exposición, prevención de respuesta y EPR. El estudio que incluyó una asignación equiparando a los sujetos por la variables relevantes (sexo, nivel de depresión, etc.) mostró que la condición más efectiva fue la que incluía la exposición y la prevención de respuesta; esto es, la EPR, y aunque los componentes aplicados aisladamente producían una mejora de la sintomatología (del 25 al 29%), ésta no alcanzaba a la procurada por el tratamiento completo (63%).

Variaciones de la EPR

Además de aportar evidencia empírica acerca de la relevancia de los dos componentes esenciales de la EPR, es preciso contrastar también los elementos esenciales de la técnica a aplicar, lo que ha sido realizado en diversos aspectos que se recogen a continuación.

La utilización de exposición en la imaginación ha sido estudiada en su capacidad para potenciar la EPR. Diversos estudios controlados han estudiado este punto. Hay que resaltar, en primer lugar, que en ningún momento se cuestiona que la exposición a las obsesiones debe ser real, lo que constituye el elemento esencial en la eficacia de la técnica (Rabavilas, Boulougouris y Stefanis, 1976). Añadir la exposición en la imaginación parece tener un efecto nulo (de Araujo, Ito, Marks y Deale, 1995), si bien hay constancia de que puede tener un efecto beneficioso. En efecto, Foa y Goldstein (1978) encontraron que la exposición en la imaginación mejoraba la EPR en el período de seguimiento (período medio de 11 meses). Esta mejoría a largo plazo parece tener que ver con aquellos pacientes que temen, en especial, las consecuencias de sus obsesiones (Foa, Steketee y Grayson, 1985).

El papel de la EPR controlada por el terapeuta, frente a aplicaciones en las que éste y su entorno familiar tienen una mayor relevancia, ha sido objeto de estudio. La auto-exposición se ha mostrado eficaz, aun cuando el paciente no siga de forma tan sistemática el procedimiento, como cuando éste es llevado a cabo por el terapeuta (Boersma, Den Hengst y Emmelkamp, 1976). La sistemática en la aplicación, a menudo pautada y guiada en las «tareas para casa» facilitadas al paciente es más importante que la mera presencia del terapeuta (Kirk, 1983).

La participación de la familiares del paciente en el tratamiento también ha sido investigada. Esta participación ha buscado, como el caso del tratamiento mediante exposición del trastorno de pánico, ayudar al paciente emocionalmente e integrar a la familia en un problema que también ellos padecen. El planteamiento supone un acercamiento psicoeducativo que implica a los miembros significativos del paciente (Marks, Hodgson y Rachman, 1975 y Calvocoressie y cols., 1995). La utilidad del apoyo familiar ha sido abordado en distintos estudios. En un primer estudio (Emmelkamp, de Haan y Hoogduin, 1990) no se encontraron diferencias significativas entre pacientes asignados aleatoriamente a un tratamiento EPR solos o en compañía de su pareja. Fue un estudio metodológicamente adecuado, si bien el número de sesiones de tratamiento (8 en total) fueron menores a lo usual en otros estudios. Esta cuestión, a pesar de que naturalmente afectó a ambos grupos experimentales, pudo dificultar la aparición de diferencias entre los grupos. De hecho, estudios posteriores sí han encontrado diferencias, a favor de la implicación familiar. Mehta (1990), en un estudio realizado en la India, encontró diferencias significativas en reducción de sintomatología en aquellos pacientes que participaron junto con sus familias en el tratamiento, frente a quienes fueron tratados solos. Esta mejora que se produjo en el postratamiento creció aún más durante el seguimiento.

La aplicación de la EPR en grupo constituye un intento por optimizar el uso de los recursos clínicos. Sólo se ha realizado hasta el momento un estudio controlado que compare el formato grupal frente al individual. Fals-Stewart, Marks y Schafer (1993) compararon el formato individual y grupal, junto con la relajación (considerada como condición de control). Los resultados del trabajo mostraron que la EPR individual y la grupal fueron igualmente eficaces, en comparación con la relajación. Si bien, el estudio de Fals-Stewart, Marks y Schafer (1993) cumplió múltiples requisitos metodológicos, la selección de los sujetos que excluyó sujetos con puntuaciones superiores a 22 en el BDI, entre otros aspectos, caracteriza a la muestra como atípica, con respecto a las características de los pacientes del TOC y a las, en general, aplicables a la mayoría de las investigaciones realizadas.

El número de sesiones de tratamiento y, en menor medida, su duración, constituyen una importante característica en la aplicación de la EPR. Cabe señalar que, en general, ha habido una tendencia con el paso del tiempo a reducir el número de sesiones. De los estudios revisados en este trabajo cabe señalar el rango de 10-20 sesiones como criterio que engloba la mayoría de los estudios. 10 sesiones son demasiado pocas, en general, puesto que la mayoría de los pacientes requieren un promedio de 15 (Emmelkamp, van der Helm, van Zanten y Plochg, 1980; Foa y Goldstein, 1978 y Stekette y Foa, 1985). El aumento de las sesiones más allá de las 15 señaladas no supone una mejoría significativa. Rachman y cols. (1979) comprobaron que duplicar el número de sesiones suponía una mejoría en el tratamiento, no obstante dicha mejoría no era significativa. La duración de las sesiones se sitúa entre 1 y 2 horas. En general, las sesiones con un tiempo inferior a 1 hora no facilitan el proceso de exposición, por lo que se prefieren sesiones largas a cortas (Rabavilas, Boulougouris y Stefanis, 1976).

Tratamiento cognitivo

No puede hablarse estrictamente de un tratamiento cognitivo del TOC, sino de aportaciones cognitivas dentro de la EPR. Así se han aplicado técnicas como el entrenamiento en autoinstrucciones, la terapia racional emotiva o la terapia cognitiva de Beck. Por otro lado, la hegemonía de la EPR ha hecho, con buen criterio, que la investigación se plantee en términos de qué puede aportar el enfoque cognitivo a la EPR. Este esfuerzo ha de matizarse, además, si se considera que la EPR ya ejerce cambios cognitivos, aunque no se produzcan de modo directo. Una forma elegante de mostrarlos es la ofrecida por Foa y Steketee (1979), quienes señalan que quizá la EPR no corrija los déficits cognitivos del paciente, sino que simplemente reclasifique las obsesiones o las preocupaciones como no amenazantes.

El primer estudio dirigido a evaluar la aportación cognitiva fue realizado por Emmelkamp, van der Helm, van Zanten y Plochg (1980) y en él se comparó la utilidad de añadir el entrenamiento en autoinstrucciones a la EPR. Los resultados mostraron más ventajosa la EPR sola que acompañada por el entrenamiento autoinstruccional. En un segundo intento, Emmelkamp, Visser y Hoekstra (1988) compararon la ERP con la terapia racional emotiva. Los resultados obtenidos en reducción de la sintomatología obsesivo-compulsiva fueron semejantes para los dos grupos. No obstante, algunas de las condiciones aplicadas al grupo de EPR, tales como una ajustada duración de la exposición (1 hora) y del tratamiento (10 sesiones), una muy graduada exposición y una escasa programación de las tareas de autoexposición, hizo que el tipo de EPR estudiada fuera en distintos factores distinta a la aplicada en otros trabajos con mejores resultados (ver Foa, Kozak, Steketee y McCarthy, 1992).

Emmelkamp y Beens (1991) utilizaron otro diseño para evaluar la utilidad de la terapia racional emotiva (TRE). En un grupo se aplicó TRE durante 6 sesiones y tras éstas, otras 6 sesiones de un tratamiento combinado de TRE y EPR, en el otro grupo a aplicaron 12 sesiones de EPR. Se realizó una comparación entre los grupos después de las 6 sesiones iniciales, tras las cuales había 4 semanas sin tratamiento. Los resultados mostraron una eficacia similar de la TRE y de la TRE-EPR, tanto a las 6 semanas de tratamiento como a la finalización completa de éste. La conclusión de los autores es que la TRE es, al igual que la EPR, efectiva en el tratamiento del TOC. No obstante, hay dos factores que permiten cuestionar esa conclusión. El primero, tal y como se comentó en el estudio de 1980 (Emmelkamp, van der Helm, van Zanten y Plochg, 1980), las características del tratamiento EPR aplicado no se ajusta a los estándares de esta intervención; y en segundo lugar, el argumento fundamental de igualdad entre tratamientos en la comparación tras las primeras 6 sesiones, queda debilitado al comparar tratamientos truncados, tanto en la RET como en la EPR.

Se ha tratado, también, de determinar la eficacia de la terapia cognitiva de Beck en el abordaje del TOC. El estudio realizado por van Oppen y cols. (1995) comparó la terapia cognitiva, adaptada al tipo de distorsiones cognitivas presentes en el TOC (Salkovskis, 1985), con la EPR. De forma parecida a la del estudio de Emmelkamp y Beens (1991) durante las seis primeras sesiones se manipularon los grupos experimentales. En el grupo de terapia cognitiva no se incluyeron experimentos conductuales y en el de EPR se eludió hablar sobre las consecuencias catastróficas de las obsesiones. Los resultados del trabajo mostraron que la terapia cognitiva y la EPR fueron igualmente eficaces en la disminución de la sintomatología obsesivo-compulsiva. El estudio fue metodológicamente adecuado, sin embargo, al igual que en los trabajos anteriores, el tratamiento EPR propuesto no se ajustó a los parámetros adecuados que garantizaran su plena eficacia. Por ejemplo, aunque se realizaron 16 sesiones de exposición, éstas tuvieron una duración de sólo 45 minutos. El estudio es cuestionado debido a la pobreza de los resultados de la EPR frente a los obtenidos en otras investigaciones (Steketee y Frost, 1998).

Finalmente, Ladouceur y cols. (1995) utilizaron un tratamiento combinado de EPR y terapia cognitiva para el tratamiento de las obsesiones y rumiaciones. Los resultados del estudio comprobaron la eficacia del tratamiento combinado, frente a una condición de lista de espera. No obstante, dadas las características del diseño, se hace imposible deslindar los efectos de la terapia cognitiva.

Tratamiento psicofarmacológico

Los psicofármacos han sido profusamente utilizados en el tratamiento del TOC. Durante un largo período, de los años 60 a los 90, el fármaco usado ha sido la clomipramina (Anafranil), un antidepresivo tricíclico al que tradicionalmente se relacionó su eficacia con la reducción de la sintomatología depresiva (Marks y cols., 1980). Al finalizar la década de los 80 aparecen un conjunto de nuevos fármacos, los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS), que, sustentados en el papel que la serotonina parece jugar en el TOC (Barr, Goodman y Price, 1992), han supuesto un paso importante en el tratamiento farmacológico de este trastorno. La eficacia de los ISRS no parece ligada a la existencia de sintomatología depresiva, y además tienen menos efectos secundarios que la clomipramina (Rasmussen, Eisen y Pato, 1993, Freeman y cols., 1994).

La clomipramina ha demostrado su eficacia en la reducción de la sintomatología obsesivo-compulsiva en diversos trabajos (Thoren y cols., 1980, Ananth y cols., 1981, Mavissakalian y cols., 1985, Volavka, Neziroglu y Yaryura-Tobias, 1985, Lei, 1986, Marks y cols., 1988, Greist y cols., 1990, Clomipramine Collaborative Group, 1991 y Zhao, 1991), en comparación con un placebo y con otros tricíclicos, como la nortriptilina, amitriptilina e imipramina. Se trata de estudios controlados, si bien en algunos casos han sido publicados en revistas que no cumplen todos los estándares científicos. También los ISRS, principalmente la sertralina, fluvoxamina y fluoxetina, se han mostrado eficaces en comparación con un placebo (Greist y cols., 1995a, Jenike y cols., 1990 y Tollefson y cols., 1994). Estos datos son ampliamente corroborados por el meta-análisis de Greist y cols. (1995b).

La comparación de la eficacia de la clomipramina y los ISRS no ha mostrado diferencias significativas. Los estudios muestran unos resultados similares (Den Boer y cols., 1987, Pigott y cols., 1990, Freeman y cols., 1994). En este sentido, el meta-análisis de Greist y cols. (1995b) no sólo recoge esta ausencia general de diferencias, sino que en determinados aspectos la clomipramina es superior a los ISRS, concretamente el porcentaje de abandonos para los ISRS fue del 23 al 27% y del 12,5% para la clomipramina. Este dato resulta sorprendente, habida cuenta, como se ha señalado, del mayor número de efectos secundarios de la clomipramina, debidos a su acción anticolinérica (disfunciones sexuales, cefaleas e insomnio, principalmente), que de los ISRS. De acuerdo con Jenike y cols. (1991), un 3% de ausencia de efectos en la clomipramina, frente a un 43% en la flouxetina.

Con independencia de la eficacia contrastada de la clomipramina y los ISRS, en comparación con el placebo, el beneficio clínico obtenido es limitado. Porcentualmente, supone de un 20 a un 40% de mejoría de la sintomatología, que alcanzaría al 40-60% de los pacientes (Greist y cols., 1995b). En suma, ni el número de personas que mejoran ni la magnitud de la mejoría es espectacular. Es por ello que se buscan otras opciones psicofarmacológicas para resolver esas deficiencias. Se trata de potenciar la eficacia de la clomipramina y los ISRS asociándolos a otros fármacos como el litio, el haloperidol, la buspirona, o el clonazepam. No obstante, los resultados obtenidos de la asociación de estos fármacos son poco esperanzadores, a excepción del clonazepam (Rauch y Jenikke, 1994).

Comparación y combinación del tratamiento psicológico (EPR) y del psicofarmacológico

Como ha quedado recogido hasta aquí tanto el tratamiento de EPR como el psicofarmacológico son efectivos en la reducción de la sintomatología obsesivo-compulsiva. Interesa, en consecuencia, conocer cuál de ellos es más efectivo y si la combinación de ambos es más efectiva que cada uno de ellos considerados por separado.

Son pocos los estudios realizados que permitan comparar, de formar adecuada, las cuestiones planteadas. El primer trabajo realizado, en este sentido, fue el del Marks y cols. (1980). Se trata de un estudio con un diseño complejo que incluye un grupo de mediación con clomipramina y un grupo placebo a los que posteriormente se añadirá la EPR o el entrenamiento en relajación. La clomipramina produjo una mejora en la sintomatología depresiva, sólo en aquellos pacientes que presentaban esa sintomatología. Por otro lado, la EPR produjo una considerable reducción de la sintomatología obsesivo-compulsiva, pero no produjo una mejoría en el estado de ánimo. El diseño, por otro lado, no facilitaba una comparación inequívoca, en el mismo período de tiempo, del tratamiento psicofarmacológico y la EPR, por lo que no permite responder de la comparación de ambos tratamientos. Un estudio posterior fue realizado también por Marks y cols. (1988), en él y a pesar de contar, al igual que en el estudio anterior, con un complejo diseño que dificulta las comparaciones, se puede concluir que la EPR es más efectiva que la clomipramina. Por lo que respecta al tratamiento combinado, la adición del fármaco potencia inicialmente la EPR, si bien esa potenciación desaparece rápidamente y no se observa en el seguimiento. Otra ventaja del tratamiento combinado es que posibilita que la mejora llegue a más individuos, en torno a un 20-25% más, aunque no aumenta la mejoría sintomática en los pacientes.

Un estudio con un diseño que permite unas más claras comparaciones es el realizado por Cottraux y cols. (1990). En él los tres tratamientos comparados: fluvoxamina, fluvoxamina + EPR, y placebo + EPR, produjeron una mejoría similar. Sólo el grupo de fluvoxamina + EPR obtuvo una ligera ventaja sobre los dos restantes. Esta ventaja casi desaparece en el seguimiento a los 6 meses y es mínima al cabo de 1 año.

No se han realizado más estudios en la actualidad que permitan determinar la eficacia diferencial y combinada del EPR y el tratamiento psicofarmacológico. El meta-análisis de van Balkom y cols. (1994) concluye que la EPR, sola o en combinación con los ISRS, es más eficaz que los fármacos ISRS solos.

Predictores de la eficacia terapéutica

El estudio de los factores relacionados con la eficacia del tratamiento ha sido relativamente amplio en el caso de la EPR y escaso en el tratamiento psicofarmacológico (ver Rauch y Jenike, 1998 y Zohar y cols., 2000).

En relación con la EPR puede decirse que, en general, se ha mantenido la creencia de que la presencia de psicopatología asociada al TOC constituiría un factor de reducción de la eficacia de la EPR. Los resultados de las investigaciones sobre el particular no permiten confirmar dicha creencia, aunque tampoco desmentirla. En el caso de la depresión, si bien hay estudios que indican que predice una menor eficacia de la EPR, especialmente cuando es severa (Abramowitz y cols., 2000), en otros trabajos no se ha encontrado esta relación (ver Steketee y Shapiro, 1995). Por otro lado, la concurrencia de trastornos de personalidad sí contribuye a disminuir la eficacia tanto de la EPR como de los fármacos ISRS (Jenike, Baer y Carey, 1986, Minichiello, Baer y Jenike, 1987, AuBuchon y Malatesta, 1994, Baer y cols., 1992, Fals-Stewart y Lucente, 1993 y Ravizza y cols., 1995), aun cuando hay algún estudio en que no se constata este efecto (Mavissakalian y cols., 1990).

Otras variables objeto de interés son el grado de motivación al tratamiento, especialmente importante en la EPR, o las expectativas en la eficacia o resultados del tratamiento. A pesar de la reconocida importancia clínica de estos factores, apenas han sido estudiados. En general, parece apoyarse la hipótesis de que el grado de motivación, así como unas buenas expectativas en el resultado del tratamiento es efectivo (Foa y cols., 1983, Hoogduin y Duivenvoorden, 1988, Cottraux y cols., 1993 y Keijsers, Hoogduin y Schaap, 1994), aun cuando la existencia de evidencia contraria (Lax, Basoglu y Marks, 1992) y, sobre todo, la falta de más estudios, aconseja no concluir sobre el particular.

Conclusiones y perspectivas

Antes de iniciar el comentario sobre la revisión realizada es preciso concluir que la categoría de Tratamiento Bien Establecido para el TOC incluye, al menos por el momento, solamente a la EPR, como tratamiento psicológico. También debe incluirse en esta categoría el tratamiento farmacológico con inhibidores de la recaptación de la setoronina, tanto de la clomipramina como de los inhibidores selectivos: flouxetina, fluvoxamina y sertralina.

Dentro de la categoría de Tratamiento Probablemente Eficaz deben señalarse algunos aspectos, principalmente variaciones y combinación de tratamientos, de los señalados en el apartado anterior. Concretamente, la utilidad de asociar el tratamiento o terapia cognitiva a la EPR, o la también asociación de la EPR con el tratamiento farmacológico.

En consecuencia, cabe señalar que el tratamiento psicológico de elección más eficaz es la EPR. Este tratamiento no sólo ha sido ampliamente estudiado de forma genérica, sino que han sido evaluados empíricamente sus principales componentes, así como su estructura: número de sesiones, duración de éstas, manuales de tratamiento, etc. En estas condiciones, constituye un punto de referencia seguro en el tratamiento e investigación del TOC. Es por esto que el «empuje» cognitivo: la importancia que técnicas o terapias cognitivas puedan tener en el tratamiento del problema, por extensión a lo ocurrido en el tratamiento de otros problemas de ansiedad, haya sido menor. No hay, por el momento, justificación empírica para modificar la EPR en términos cognitivos. Steketee y Frost (1998) señalan, se supone que producto del general conocimiento o del saber clínico, que los tratamientos cognitivos dirigidos a corregir las distorsiones cognitivas de los pacientes tienen unos efectos positivos, con o sin la EPR. Sin embargo, se reconoce que no hay datos que justifiquen ese particular, aunque de modo «informal» muchos clínicos hablen con los pacientes sobre sus creencias cuando éstas emergen durante las sesiones de exposición (pp. 384-385). Llama la atención, en este sentido, la extraordinaria potencia de la EPR, recordando el reciente trabajo ya comentado de Franklin y cols. (2000), en el que se observa cómo la EPR es efectiva aun cuando la persona pueda suponer verazmente que está recibiendo un tratamiento menos efectivo, placebo o experimental, o puesto en pasiva: la EPR no mejora por ser considerada por el paciente como el mejor y más deseable tratamiento.

La eficacia de la EPR queda constada, sin embargo ésta es limitada. Superar esa limitación tal vez requiera no sólo conseguir un más adecuado tratamiento, sino una mejor adaptación de éste a las características personales del paciente. Contar con un buen tratamiento constituye una excelente condición para determinar qué variables pronostican su eficacia y cómo ajustar éste a dichas variables. Otro aspecto a considerar es la permanencia a largo plazo de la remisión de la sintomatología. Ciertamente, muchos de los trabajos realizados cuentan con períodos que llegan, incluso, a los 6 años de seguimiento. Estos prolongados seguimientos permiten ver cómo las diferencias entre los grupos tienden a disminuir y a desaparecer en el tiempo. Es por ello que Abramowitz (1998) se planteó un estudio meta-analítico para contestar a la pregunta de si la EPR curaba el TOC. Esto es, no sólo si persistían en el tiempo las mejoras, sino si los pacientes se mantenían tan asintomáticos como la población general. Los resultados fueron que tras el tratamiento sí eran similares a la población, pero 5 meses más allá ya se presentaban diferencias en la sintomatología. Cabe pensar que tal vez esto no deba tener mayor importancia, siempre que no interfiera negativamente en la vida del paciente; sin embargo este efecto es inaceptable, por lo que ha de investigarse, prolongando los períodos de seguimiento sobre cómo mantener, en su sentido más amplio, las ganancias terapéuticas.

El tratamiento psicofarmacológico: clomipramina y los ISRS es también eficaz, aunque en menor medida que la EPR. Esta inferioridad es debida a dos factores: la menor reducción de la sintomatología obsesivo-compulsiva y la presencia de efectos secundarios, especialmente en el caso de la clomipramina. Un aspecto que facilitaría entender cómo operan estos fármacos en el control del problema sería saber sobre qué componentes del TOC actúan. Los datos son claros y fiables al reiterar cómo la clomipramina mejora el estado de ánimo, lo que no hace la EPR, pero qué influencia tiene esto sobre el tratamiento global del problema. Foa y cols. (1992) han trabajado sobre este aspecto, constatando que la imipramina reduce la depresión en los pacientes deprimidos, pero no reduce la sintomatología obsesivo-compulsiva ni en los pacientes deprimidos ni en los no deprimidos. ¿Cómo actúan entonces los antidepresivos sobre el TOC? Será preciso aclarar estos aspectos para utilizar más adecuadamente la potencia terapéutica de dichos fármacos. Tal vez un ámbito prometedor en ese sentido, aunque aún no ha ofrecido resultados positivos, es el abordaje neuropsicológico que trata de integrar los aspectos cognitivos, especialmente relacionados con la memoria, neuroquímicos y conductuales (Tallis, Pratt y Famani, 1999, Bolton y cols., 2000).

Contar con un buen tratamiento psicológico y con un tratamiento psicofarmacológico adecuado es un buen punto de partida para la práctica clínica y la investigación. Además, en este caso y a diferencia de otros trastornos de ansiedad, no parece darse una contraindicación de ambos tratamientos, sino al contrario pueden cooperar e incluso potenciarse (Silvestre y Aronowitz, 1997). En la actualidad, como se ha señalado, no hay suficientes datos para permitir delinear las normas básicas de esa cooperación, sin embargo, éste ha de ser uno de los ámbitos de desarrollo futuro del tratamiento del TOC, sobre todo si se hace, como también ya se ha comentado, integrando las características y variables personales del paciente en la ya mayor posibilidad de opciones terapéuticas.

Un aspecto de especial relevancia es el relacionado con la eficiencia de los tratamientos. En este ámbito, la ventaja inmediata del tratamiento farmacológico es evidente, habida cuenta de los menores recursos que consume. Ciertamente la ERP es menos accesible para la mayoría de los pacientes o tiene un coste económico (práctica privada) en clara desventaja con el uso de fármacos (Cottraux, 2000). La efectividad, en principio, también parecería favorecer al tratamiento farmacológico. Los efectos secundarios de los ISRS son prácticamente inexistentes (no así de la clomipramina), frente a las dificultades que para el paciente puede implicar el tener que seguir el programa de exposición. Resumiendo, el fármaco consume menos energías y recursos del paciente, del terapeuta y del sistema sanitario en términos económicos. Éste es, sin duda, el motivo por el que la EPR no se haya generalizado masivamente. Queda aún por cuantificar en qué medida esa ventaja en la eficiencia de lo farmacológico no alcanza, compensa o supera las ventajas sobre el control de la sintomatología obsesivo-compulsiva de la EPR.

Frente a esta desventaja de partida del tratamiento psicológico, en términos de eficiencia, cabe la de reducir y/o simplificar éste. La posibilidad de reducir el número o la duración de las sesiones de exposición queda, hoy por hoy, descartada. Los trabajos, como se ha señalado en la revisión, que han tratado de reducir estos parámetros han mermado la eficacia de la EPR. En este sentido, cabe destacar que en atención a los resultados de las investigaciones la EPR puede ser, en gran medida y en sus elementos básicos, protocolizada dejando un pequeño margen de adaptación a las características personales del paciente, problema y terapeuta. La alternativa para mejorar la eficiencia pasa por estudiar la auto-aplicación de la EPR, reduciendo al mínimo la necesidad del terapeuta (Kobak y Rienmann, 2000). Diversos trabajos de Greist y Marks (Greist y cols. 1998 y 1999 y Bachofen y cols., 1999) están poniendo de manifiesto la utilidad que el uso del teléfono y del ordenador, generando ayudas específicas interactivas, tienen en la aplicación de EPR.

hola a tod@s el año pasado en 12 meses tuve un mes bueno y algún día suelto en septiembre empecé a tomar un antidepresivo porque estaba cuestionando tirarme por el puente como yo digo le van a poner a un puente mi nombre y en noviembre empecé a encontrarme mejor optimista distinguía entre la realidad y el toc
Y lo deje. Pero me resfrié y e recaído como al principio empecé con las obsesiones a tope y a principios de enero estaba destrozada y he vuelto a tomar el antidepresivo pero no noto mucho efecto de momento. Me siento como si estuviese anestesiada a nivel emocional. I yo os pregunto vale la pena vivir así dado que por experiencia sabemos que no tiene solución pasamos por temporadas mejores y temporadas peores y estamos indefensos ante la obsesión que quiera venir sufriendo durante años
Con miedos absurdos limitando nuestras vidas ni la propia ciencia médica sabe que es lo que lo produce ni por que a veces la medicación funciona y a veces no. somos cobayas que buscan desesperadamente
Un alivio que hoy por hoy la ciencia está muy lejos de poder ofrecernos no hay más que ver que
los psicólogos y psiquiatras a los que habéis ido en muchos casos no os han podido ayudar no por que no quieran si no porque muchos de ellos no tienen la preparación necesaria para hacerlo y igual aciertan o igual no en el diagnostico y aun cuando acierten con el diagnostico y la medicación es crónico y siempre habrán recaídas fuertes en las a pesar de estar acompañados y de los especialistas y la medicación nos sentiremos solos y angustiados.

TRASTORNO PSICOLÓGICO: Causas

La conducta psicopatológica tiene dos tipos de causas: biológicas y ambientales.
Estas causas se suelen combinar en la mayoría de los trastornos psicológicos, llamándose a los modelos que la estudian "multifactoriales".

Uno de estos modelos es el llamado de "Vulnerabilidad-Estrés" (Zubin y Spring, 1977), que quizás sea el aplicado por la mayoría de los psiquiatras y psicólogos clínicos para dar cuenta de los factores causales de los distintos trastornos.

El modelo referido propone que los trastornos suponen una crisis en el funcionamiento psicobiológico de la personas con una cierta vulnerabilidad (disposición o características de personalidad) ante determinados estresores (situaciones que generan tensión y necesidades de adaptación).

La vulnerabilidad incluye predisposiciones determinadas genéticamente que a su vez influyen sobre, por ejemplo, determinados niveles de sustancias bioquímicas en el cerebro del individuo.

También incluyen procesos y habilidades psicológicas, como la capacidad atencional, los procesos de memoria, los estilos de pensamiento personales y las habilidades de conducta para afrontar determinadas situaciones.

Se supone además que esos factores se pueden consolidar y hacerse más persistentes en las épocas tempranas de la vida, donde la maduración del sistema nervioso está iniciándose y las influencias ambientales provenientes del medio sociofamilar pueden dejar una fuerte huella.

El ambiente actual de la persona (incluyendo tanto factores psicosociales como físicos) desencadena los trastornos, en función de lo vulnerable que sea el sujeto a ellos, haciendo que la reacción de la persona a estos esté mediatizada por:

sus disposiciones biológicas (p.e determinados niveles de sustancias bioquímicas cerebrales),
su reacción corporal global,
sus procesos psicológicos básicos (p.e estilo de pensamiento y capacidad atencional),
y sus habilidades de afrontamiento (p.e sus métodos para resolver problemas).

Además la existencia de recursos externos apropiados, como el apoyo familiar, de los amigos o la existencia de servicios sociales o sanitarios disponibles, va a modular el mejor o peor manejo de las dificultades.

Resumiendo, la aparición del trastorno psicológico depende de la mayor o menor vulnerabilidad o predisposición personal, y de si la accesibilidad y calidad de los recursos externos es o no adecuada.


MODELO DE VULNERABILIDAD-ESTRES

Factores causales tempranos
Alteraciones genéticas
Experiencias sociofamiliares
Vulnerabilidad personal
Factores biológicos (p.e alteraciones bioquímicas)
Factores psicológicos (p.e capacidad atencional, estilo de pensamiento y habilidades de afrontamiento)
Factores actuales desencadenantes
Psicosociales (p.e tensiones familiares)
Físicos (p.e infecciones)


Fallo en los recursos personales o de apoyo social

TRASTORNO PSICOLÓGICO


Identifica los pensamientos preocupantes. Apenas pienses en algo que te preocupa, identifícalo como una preocupación. De esta manera, estableces una clara diferencia entre la realidad y un pensamiento. Reconoce que estás obsesionado/a.
Acepta que es irracional. No la analices.: Lejeune explica que como pensamos constantemente, resulta fácil confundir los pensamientos con nuestro yo, y llegar a creer que somos lo que pensamos. El explica que debemos ver los pensamientos solo como piezas sobre un tablero de ajedrez... y comprender que no somos las piezas, sino el tablero. No somos nuestros pensamientos; estos vienen y van, tanto los buenos como los que nos aterrorizan. Míralos desde una perspectiva superior, como algo que tú has creado y que puedes, de la misma forma, borrar. Esta práctica te ayuda a ver que eres más poderosa que las ideas que pasan por tu mente.
Esta comprobado que cuanto más rechazamos un pensamiento, más vuelve, más obsesivo se hace. La única forma de disminuir una obsesión es ACEPTANDOLA (Solo es un pensamiento) esto hace que la angustia disminuya ,CORTANDOLO( parada de pensamiento) y BUSCANDO PENSAMIENTOS ALTERNATIVOS. Ejemplos que nos podrían ayudar:
"Esta idea no es útil ahora"
"No es momento de pensar en ello ahora"
"Es irracional"
"No voy a argumentar con una idea irracional"
"Esto no es una emergencia, parece urgente, pero no lo es"
"No tengo que estar perfecto/a todo el tiempo, puedo permitirme equivocarme"
"Está bien equivocarse puedo aprender de ello"
"Yo conozco por mis experiencias pasadas que este miedo es irracional"
"Estoy dispuesto a tomar riesgos para ser libre"

• Desafio1: estar decidido a vencer tu problema
Este momento es el oportuno para cambiar lo que pasa, primero tienes que creer que tienes derecho a sentirte bien, es primordial. Tienes que creer que puedes superar este problema.

• Desafío 2: llegar a tomar conciencia de que sus problemas son irracionales
El trastorno obsesivo compulsivo es considerado un trastorno ansioso, esto se debe a que tienes una preocupación ansiosa por cuestiones irreales.

• Desafío 3: considera que la ritualización no es el único modo de reducir tu angustia

• Desafío 4: acepta tus obsesiones en vez de resistirte a ellas
El primer paso es hacer una relación de las cosas que a cada una nos resultan estresantes. Ante cada uno de los factores que nos producen estrés debiéramos preguntarnos: "¿puede ese factor ser cambiado o simplemente debe ser tolerado?". De este modo, aparecen dos técnicas en función de la respuesta, aunque lo ideal suele ser una combinación de ambas, según el caso:

SUPERAREMOS EL T.O.C.
• Ahora estoy decidido a vencer el problema
• Mis obsesiones son exageradas e irreales
• Existen otras opciones para reducir mi angustia
• Acepto mis obsesiones

POSICIÓN DE NO AYUDA
• Siempre estaré dominado por esto
• Mis obsesiones son exactas
• Los rituales son el único modo de reducir esta angustia que siento
• Debo poner fin a mis obsesiones



fuente: vida emocional

DESCUBIERTO UN GEN RELACIONADO CON EL TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO.

Se desconocen las causas exactas del TOC, pero existen evidencias de un componente genético en el que estaría involucrado el sistema neuroquímico de la serotonina (5HT), esencial en la comunicación entre las células, y es posible que los receptores que indican cuánta serotonina debe liberarse se hallen alterados en los pacientes con TOC.

Esta hipótesis es compatible con los resultados hallados en un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Toronto, publicado en el mes de septiembre de 2002 por la revista científica Molecular Psychiatry.

En dicho estudio, efectuado en familias con, al menos, un pariente afectado por trastorno obsesivo compulsivo (TOC), se ha hallado un gen receptor implicado en la patogénesis de esta enfermedad.

Los autores analizaron la secuencia genética de uno de los receptores del sistema 5HT, el 5HT1D beta, que regula la liberación de 5HT. Se observó que los padres de los afectados transmitían a sus hijos con mayor frecuencia que los demás una de las variantes del gen receptor 5HT1D beta, lo que aumentaría la probabilidad de padecer TOC.

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Las Obsesiones



Angel Enrique Pacheco, Ph.D.


Apreciado Dr. Pacheco, pienso demasiado y no lo puedo controlar, me preocupa mucho, pero hay un pensamiento que no puedo sacar de mi cabeza….


Así comenzaba la carta de una persona muy preocupada por el descontrol que sentía por los pensamientos que le atormentaban. Seguía su consulta con una detallada descripción de todo lo que le estaba aconteciendo, relacionado, en su caso, con un asunto sexual.

Este tipo de problema con las obsesiones es sumamente frecuente, por lo que he decidido hacer pública la contestación que di a esa persona, pues sé que muchas otras personas también se beneficiarán de lo aquí expuesto.

Desgraciadamente, no puedo diagnosticar su condición o problema a distancia, sin mucha más información. Un cierto número de diferentes trastornos de la salud mental podrían explicar los síntomas que usted está experimentando. Algunos de éstos son trastornos menores, pero podrían también ser el preludio de otros problemas de salud mental más significativos.

A saber, usted podría estar simplemente experimentado un problema leve de ideación relacionado con una fantasía. En el otro extremo, usted podría estar presentando los síntomas del debut de un trastorno de salud mental, tal como el trastorno obsesivo-compulsivo.

Dado que el rango de las posibilidades es tan amplio, creo que usted debería proceder a consultar a un especialista en salud mental en persona. Para determinar lo que le está ocurriendo a su salud mental, si es que tiene un problema, se requiere realizar una evaluación extensa a cargo de un experto. La situación ideal es que usted consulte a un experto en salud mental cara a cara, ya que de esta manera se podrá realizar una cuidadosa evaluación y se le sugerirá el tratamiento adecuado, si es que requiere alguno.

Usted aparenta, sin embargo, estar exhibiendo los síntomas de lo que llamamos un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), esto es, un problema de salud mental relacionado con la ansiedad y asociado precisamente a estos patrones conductuales que usted describe con tanta aptitud en su consulta.

El TOC es considerado una respuesta conductual aprendida y, por lo tanto, responde más favorablemente a intervenciones basadas en los principios y técnicas de la teoría del aprendizaje. Esta aproximación o modalidad terapéutica es llamada modificación de conducta, terapia conductual o terapia conductual cognitiva.

Sospecho que su problema es primordialmente uno de naturaleza obsesiva, más que directamente relacionado a su sexualidad. Por tanto, lo que sigue a continuación es mi consejo en caso de que el problema que usted está experimentando es un trastorno relacionado con la ansiedad, tal como un trastorno obsesivo-compulsivo. Debe saber que, dada la naturaleza del contenido envuelto, este problema puede producir en usted sentimientos e ideación depresiva.

Este proceso generalmente no depende del contenido actual de las cogniciones, esto es, de lo que usted está pensando, sino que está más bien circunstancialmente asociado a lo que usted piensa. En otras palabras, por ejemplo, usted puede tener pensamientos obsesivos acerca de una enfermedad de transmisión sexual (ETS), pero estos pensamientos se repiten de manera independiente y aún cuando usted esté enamorado de la persona con la cual está relacionada o aún cuando reciba los resultados de un laboratorio clínico indicándole que no está enfermo.

De hecho, cada vez que usted evita o escapa el encontrarse con esta persona o cada vez que se hace nuevos análisis clínicos por estos pensamientos o miedos, usted está reforzando el problema y está fortaleciendo y aumentando la probabilidad de ocurrencia de esta respuesta de miedo en el futuro. En otras palabras, usted está “aprendiendo” la respuesta que consideramos maladaptiva. Por esto no desaparecerá sin tratamiento con psicoterapia.

Le reitero, este proceso de ideación obsesiva no desaparecerá por sí mismo y no se le quitará con el tiempo. Es probable incluso que se hará más complicado o frecuente con el tiempo. Usted necesita ayuda profesional en salud mental simple y llanamente porque usted está sufriendo.

Asumiendo la posibilidad de que esté presentando un TOC, debe saber que este tipo de problema de salud mental está caracterizado por la presencia de pensamientos repetitivos e indeseados, acompañados o no por la necesidad imperiosa de producir algunas conductas parecidas a rituales.

A pesar de producir mucho malestar emocional y de implicar cantidades significativas de tensión y ansiedad, el pronóstico para el TOC puede ser favorable si usted procura ayuda de un experto en salud mental.

En el caso de que usted tenga un TOC, usted tiene que aprender técnicas cognitivas o conductuales específicas, tales como la de parar el pensamiento, procedimientos de manejo de contingencias y el entrenamiento en relajación muscular, con el fin de controlar los pensamientos indeseados y de poder cambiarlos por otros más apropiados.

Estas técnicas están disponibles para usted si consulta a un psicoterapeuta conductual o cognitivo y son consideradas las más efectivas para estos tipos de problemas.

En mi opinión, el tratamiento preferible para los trastornos relacionados con la ansiedad, incluyendo aquellos relacionados a la ansiedad anticipatoria, las fobias y los trastornos obsesivo-compulsivos, al igual que los ataques y el trastorno de pánico, es el que permite la terapia conductual. Normalmente, no recomiendo el uso de medicinas psicotrópicas para estos trastornos.

Una máxima en toda intervención clínica especifica que debemos emplear la técnica menos invasiva que sea efectiva en producir los cambios o resultados deseados.

Yo no favorezco el uso de medicinas en el tratamiento de este tipo de problemas, ya que considero que la terapia conductual es la aproximación más efectiva y eficiente, que además no comparte la naturaleza invasiva de las medicinas y que, adicionalmente, no produce efectos secundarios indeseados.

Los trastornos de ansiedad de este tipo, con un historial relativamente breve, son tratados frecuentemente con una alta probabilidad de éxito y en un período breve de tiempo por los psicólogos clínicos conductuales. Le sugiero que no pierda tiempo en consultar a uno de estos especialistas. El retrasar el inicio de la terapia solamente hará que usted sufra más.

Por supuesto, mientras más rápido usted inicia el proceso psicoterapéutico, mucho antes usted podrá empezar a liberarse de este TOC—si este es su caso o de cualesquiera que fuese el problema—ya que la terapia conductual es orientada a la acción, de naturaleza breve y generalmente exitosa. Recuerde que usted merece ¡Aprender a Vivir Mejor ®!

Raros e incomprendidos


Son esclavos de rarezas, manías, conductas repetitivas e ideas fijas. Mantienen unas relaciones de convivencia difíciles y sufren la incomprensión de su entorno. Son esos tipos raros, a menudo no diagnosticados, que padecen un trastorno mental conocido como obsesivo-compulsivo.

Les aterra contaminarse por gérmenes al tocar cualquier cosa. Dudan constantemente de si han apagado el gas o la luz y si han cerrado los grifos y la puerta de casa. Les asaltan pensamientos que ellos consideran prohibidos, sobre todo relacionados con la sexualidad y lo religioso. Temen de modo exagerado la pérdida súbita del autocontrol o el impulso irrefrenable de agresiones injustificadas, sobre todo verbales, hacia los demás.

Éstas son algunas de las obsesiones que más frecuentemente torturan a las personas que padecen el trastorno obsesivo-compulsivo. Tienen su correspondencia con ciertos rituales que esclavizan sus vidas. Se trata de una enfermedad mental (interpretada magistralmente por Jack Nickolson en Mejor, imposible) que ha registrado un notable aumento en los últimos años, entre otras razones porque se dispone de más conocimientos y medios diagnósticos.

“Pero es justo considerar que vivimos en una sociedad que sirve de caldo de cultivo a este trastorno al sobrevalorar los ideales de la ética protestante, como alcanzar el éxito y el triunfo en esta vida. Ahora se ensalzan la escrupulosidad, el perfeccionismo y la entrega al trabajo duro”, aclara el doctor Francisco Alonso-Fernández, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de honor de la Sociedad Europea de Psiquiatría Social. Si hasta hace poco más de dos décadas el trastorno obsesivo-compulsivo tan sólo afectaba a una de cada 10.000 personas, los estudios desarrollados en los años ochenta por Myers y Robins demuestran que actualmente tiene una prevalencia de hasta el 3% de la población general.

La enfermedad suele estar infradiagnosticada, excepto en sus formas más graves. Los expertos aclaran que los pacientes son tildados de raros, extravagantes e insoportables. Además de sus manías continuas e incomprensibles para los demás, a menudo se comportan de un modo desabrido, maleducado y desagradable. Construyen así un escudo para proteger la vulnerabilidad de sus sentimientos, miedos e inseguridades, con el que únicamente consiguen el rechazo de su entorno.

“A veces les asaltan ideas mágicas y de tipo supersticioso, como no pisar determinadas baldosas o ir siempre por la calle por el lado interior o exterior de la acera. Los más religiosos se ven invadidos por terribles sentimientos de culpa si han tenido algún pensamiento que consideran prohibido en relación con el sexo y lo sagrado. Todo ello les genera una gran carga de ansiedad y algunos incluso se sumergen en una depresión, que también debe ser tratada. Generalmente no son violentos ni peligrosos”, comenta el doctor Eduardo García Camba, jefe del servicio de Psiquiatría del hospital de la Princesa de Madrid.

La prevalencia de dicho trastorno, según este especialista, es levemente superior en las mujeres y tiende a exacerbarse en este grupo de población cuando descienden los niveles de estrógenos (en el periodo premenstrual y durante el embarazo). En el sexo femenino suele debutar a partir de los 20 años, precedido generalmente por acontecimientos vitales desfavorables, y se manifiesta en crisis episódicas de variable intensidad. En los hombres suele aparecer más precozmente, de forma menos acusada y manteniendo un curso continuo.

Entre las posibles causas, se observa un déficit de serotonina y una hiperactividad de dopamina, dos neurotransmisores directamente implicados en este tipo de trastorno. También se pueden hallar, mediante técnicas de diagnóstico por imagen, alteraciones en la comunicación entre la corteza orbitaria –situada en la parte frontal del cerebro– y los ganglios basales, que son estructuras más profundas.

Tratamientos para una vida normal. El hospital público Ramón y Cajal de Madrid cuenta con un programa monográfico de acceso libre a pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo (número de teléfono para solicitar cita: 913 36 83 92). El doctor Jerónimo Saiz, jefe del servicio de Psiquiatría del centro, insiste en que este mal “está bastante infradiagnosticado, es incomprendido y genera mucho sufrimiento, tanto en el propio paciente como en sus familiares, amigos y cualquier tipo de relación social”. Este experto, en colaboración con un grupo de psiquiatras, ha fundado la asociación TOC (Trastorno Obsesivo-Compulsivo; www.asociaciontoc.org). En palabras de Saiz, los actuales tratamientos farmacológicos y de psicoterapia están dando resultados muy satisfactorios.

El doctor Rafael García de Sola, jefe del servicio de Neurocirugía de La Princesa, ha sido pionero en España en tratar desde hace dos años varios casos con un tipo de psicocirugía menos cruenta, publicados en Revista de Neurología. “Demuestran una clara evidencia científica de mejora en los pacientes”. En todo el mundo se han practicado, por el momento, pocas operaciones de este tipo. En breve empezarán a acometerse en otros centros españoles, como el Ramón y Cajal, de Madrid, y el hospital de Bellvitge, de Barcelona.

Síntomas y consecuencias

Según el doctor Francisco Alonso-Fernández, pueden establecerse tres tipos de conductas en el trastorno obsesivo-compulsivo: el lavado constante de manos y el miedo a ser contaminados o a contraer una enfermedad infecto-contagiosa, la comprobación y verificación continua de ciertos actos, y la precisión, lentitud y parsimonia en multitud de rituales.

Suelen ser muy reservados con relación a su problema y esperan una media de siete años y medio antes de solicitar ayuda médica. Sufren en silencio la enfermedad, implicando en sus rarezas y conductas incomprendidas a los más próximos a su entorno. “A veces les asaltan ideas mágicas y de tipo supersticioso, como no pisar determinadas baldosas o ir siempre por la calle por el lado interior o exterior de la acera. Los más religiosos se ven invadidos por terribles sentimientos de culpa si han tenido algún pensamiento que consideran prohibido en relación con el sexo y lo sagrado. Todo ello les genera una gran carga de ansiedad, y algunos incluso se sumergen en una depresión, que también debe ser tratada. Generalmente no son violentos ni peligrosos”, concluye el doctor Eduardo García Camba, jefe del servicio de psiquiatría del hospital de la Princesa, de Madrid.

querer es poder



Querer es poder
La impresionante plasticidad del cerebro abre infinitas posibilidades a la transformación humana
Cada persona puede, si quiere, transformarse a sí misma y a su realidad. Es una enseñanza que procede no sólo de la tradición oral (querer es poder), sino del budismo. Recientes investigaciones científicas corroboran además la validez de esta capacidad humana: somos libres para decidir qué tipo de persona deseamos ser. La piedra filosofal para la transformación es una mezcla de la voluntad, la intención y de la impresionante plasticidad del cerebro. La meditación permite cultivar cualidades nuevas que poco a poco se van incorporando de forma natural a la vida cotidiana. Por Angela Boto.

Cuando era pequeña mi abuela me repetía “querer es poder”. Aquello me ponía furiosa porque me daba la impresión de que no comprendía mis dificultades para lograr algunas cosas y que no veía los obstáculos que me encontraba en el camino. Después de los años y de alguna que otra lectura, he tenido que admitir que aquella dulce mujer que apenas había pisado una escuela, se había, con su rica sabiduría popular, adelantado a las conclusiones de las investigaciones neurocientíficas del nuevo milenio y al mismo tiempo, estaba describiendo los principios básicos de una tradición filosófico-espiritual que ni siquiera sabía que existía, el budismo. La enseñanza profunda que trataba de transmitirme mi abuela era que cada uno de nosotros puede, si quiere, transformarse a sí mismo y por extensión, su realidad. Del mismo modo, desde hace siglos los budistas sostienen que tenemos la capacidad de convertir el dolor en sabiduría, la envidia en compasión, la angustia en esperanza; que tenemos en nuestra mano la posibilidad de borrar las heridas del pasado y esculpir un futuro. Podemos aprender a ser felices y plenos. En los reinos de la ciencia, sin embargo, siempre se había pensado lo contrario. El cerebro, el capitán general de nuestro comportamiento y nuestro sentir, es inamovible, decían. No sólo no se puede cambiar, añadían, sino que a lo largo de la vida vamos perdiendo neuronas que nunca más se vuelven a recuperar. Fatalidad irreal Pero los últimos años de investigación neurocientífica demuestran que semejante fatalidad no es real. Más bien todo lo contrario. Y he ahí que la ciencia demuestra los principios del budismo: con la intención, con la voluntad, con el deseo se cambia lo que antes se consideraba escrito en piedra: la arquitectura cerebral. Desde hace dos décadas el Dalai Lama se reúne periódicamente con neurocientíficos occidentales con el objetivo de aunar dos aproximaciones con orígenes muy diferentes, pero con el objetivo común de comprender la mente humana, su realidad y los caminos para alcanzar el bienestar. De estos encuentros han salido infinidad de proyectos y datos muy valiosos. El Dalai Lama ha insistido desde el principio en que la fuerza de la mente puede cambiar el cerebro y con él nuestra manera de vivir y de crear el mundo que nos rodea. Sin embargo, ésta era una hipótesis difícil de aceptar para los científicos. La reunión de 2004 en Dharamsala (India) entre ciencia y budismo tuvo como tema de discusión la mencionada propuesta de Su Santidad. Parece que los investigadores han tenido que plegarse a las evidencias de los estudios y dar la razón al budismo. La periodista científica Sharon Begley ha recogido el encuentro en el libro Train your mind, change your brain (entrena tu mente, cambia tu cerebro), que acaba de publicarse en Estados Unidos, y en él se puede leer la siguiente cita de Michael Merzenich, un neurocientífico de la Universidad de California-San Francisco (EEUU), que testifica el cambio de pensamiento: “cada momento elegimos y esculpimos cómo va a trabajar nuestra siempre cambiante mente, elegimos quién seremos en el momento siguiente”. O dicho de otro modo, somos libres para decidir qué tipo de persona deseamos ser. La piedra filosofal La piedra filosofal para la transformación mental es una mezcla del querer es poder, es decir, de la voluntad, la intención o la fuerza de la mente y de la impresionante plasticidad del cerebro. Al igual que el entrenamiento físico fortalece los músculos, el entrenamiento mental modifica los circuitos del cerebro en la dirección que deseamos. Si uno se empeña y lo desea puede construir y potenciar los circuitos de la felicidad, de la armonía, de la empatía y todo el etcétera que se quiera. Para los budistas el entrenamiento mental por excelencia, la herramienta para cambiar el cerebro y la realidad, es la meditación. Así, el Dalai Lama habla del arte de la felicidad y cuenta su propio cambio gracias a la meditación. Explica que cuando era joven se enfadaba con mucha frecuencia y sentía rabia. Ahora, tras muchos años de meditación, esas emociones se han esfumado y no es porque pueda controlarlas, sino porque ni siquiera se presentan en su vida. Pero por supuesto no hace falta ser un monje budista para disfrutar de los efectos transformadores y creativos de la meditación. David Lynch, el siempre sorprendente director de cine, en su libro Catching the big fish (Atrapar el pez grande), explica cómo esa técnica ha influido en su creatividad y en su consciencia: “cuando buceas en tu interior, el auténtico ser está ahí y la verdadera felicidad está ahí. Hay un océano enorme, sin límites, de ella”. Nuevas cualidades La meditación permite cultivar cualidades nuevas que poco a poco se van incorporando de forma natural a la vida cotidiana. En un principio hay que tener la voluntad para dirigir la mente hacia el lugar que deseamos y de este modo se comienzan a formar nuevas conexiones cerebrales que son primero caminos y con el tiempo se convierten en autopistas cerebrales para la alegría, la compasión, la empatía… Para eliminar los pensamientos o emociones negativas no hay que luchar contra ellas sino reemplazarlas por otras positivas. Decir “no a la guerra” es seguir dando protagonismo al conflicto, afirmar “sí a la paz” crea un nuevo circuito y borra la huella de la guerra. Numerosos experimentos han demostrado que la práctica de la meditación altera la geografía neuronal de modo que se potencia la actividad en áreas relacionadas con las emociones positivas, el bienestar y la felicidad. “Lo que estamos viendo es que la felicidad no es simplemente un estado, sino que es un producto de habilidades que se pueden mejorar con entrenamiento mental”, afirma Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin-Madison (EEUU), uno de los primeros investigadores en llenar el cráneo de los monjes budistas de electrodos. Y de nuevo no es necesario ser un monje budista o pasar horas en estado meditativo: se ha visto que incluso las formas más básicas de entrenamiento mental producen efectos positivos. Se puede considerar como si se educara a un niño jugando, pero en este caso el niño es nuestro propio cerebro. Es lógico que los efectos en el cerebro de los monjes sean mucho más significativos, pero con tan solo una semana de meditación ya se pueden observar cambios en el cerebro de personas que nunca antes habían practicado esta técnica. La diferencia es que están más activas las áreas asociadas con el bienestar y el pensamiento positivo. Una clave muy importante para la transformación es la observación de uno mismo, ese buceo interior del que habla David Lynch. Experimento de Schwartz Un ejemplo clarificador de esta mirada interior es un experimento realizado por Jeffrey Schwartz, neuropsiquiatra de la Universidad de California-Los Ángeles (EEUU), con personas que padecían trastorno obsesivo compulsivo – la patología de las manías como el personaje de Jack Nicholson en Mejor Imposible que no dejaba de lavarse las manos y cada vez estrenaba una pastilla de jabón. Schwartz, budista y practicante de la meditación, quiso comprobar el potencial terapéutico de ésta. Siguiendo la idea de lo que se conoce como meditación consciente, es decir, observar lo que ocurre en el interior sin juzgar, enseñó a sus pacientes a separarse de su enfermedad; a observar los síntomas con la parte más lúcida de ellos mismos reconociendo que sólo eran manifestaciones de su trastorno. Una semana de entrenamiento fue suficiente para que los pacientes afirmaran que sentían que la enfermedad había dejado de controlarlos. Pero lo más extraordinario y sorprendente para los científicos fue que las pruebas de imagen cerebral demostraban que sus redes neuronales habían cambiado. La simple educación mental había reducido la actividad en los circuitos cerebrales que causan la enfermedad. Se han obtenido resultados similares en casos de depresión, pero no hace falta sentirse mal para comenzar a entrenar la mente y modificar nuestras vivencias. De hecho, otro de los principios fascinantes del budismo es que afirma que la realidad exterior es el producto de nuestras proyecciones. De modo que si se modifica el interior, el resto también cambiará. La influencia del entorno Hay quienes aseguran que todos deberíamos hacernos preguntas sobre nuestros conflictos internos a la vista de los que se producen en el mundo. Quizá una de las zonas donde los conflictos son más profundos es en Oriente Próximo. Y precisamente en la Universidad Bar Ilan de Israel, bajo la dirección de Phillip Shaver y Mario Mikulincer, se han llevado a cabo varios experimentos con conclusiones particularmente interesantes para esa zona del planeta. Un grupo de estudiantes israelíes judíos evaluó a otro grupo de estudiantes. Aunque los examinados eran todos judíos, Shaver y Mikulincer manipularon los datos e hicieron creer a los examinadores que algunos de ellos eran árabes. Como seguramente muchos supondrán, la percepción de los evaluadores fue mucho más negativa cuando pensaban que estaban ante un árabe. Los encontraban impulsivos, vagos, conflictivos… Pero hay esperanza. Cuando los científicos hicieron a los examinadores que recordaran momentos en los que alguien les daba amor, las calificaciones cambiaban radicalmente. Ya no había diferencia alguna en la percepción de judíos y árabes. Los experimentos se repitieron empleando distintos tipos de imágenes mentales, por ejemplo, sentirse rodeado de gente que te ama, te apoya y que está dispuesta a ayudarte y los resultados fueron siempre los mismos. Conclusión conmovedora La conclusión es conmovedora y esperanzadora. Los recuerdos de amor, de apoyo, activan circuitos mentales relacionados con la sensación de seguridad emocional, de solidez y de autoestima. Entonces el mundo y las personas que nos rodean se ven a través de ese cristal y lo que se percibe es tolerancia, comprensión, apertura y empatía. Cuando el mundo interior está en paz y armonía, el mundo exterior se contagia de esa paz y armonía. Y aquí es donde volvemos a encontrarnos con el budismo. Una de las formas principales de meditación está orientada a la compasión y su objetivo es entrenar la mente para alcanzar una profunda empatía por todos los seres vivos. Entre las técnicas que los budistas emplean para potenciar la compasión está revivir el amor de la madre. Continuando con los cuidados maternos, llegamos a la parte más extraordinaria del asunto. Con el “querer” se puede incluso doblegar la genética, burlar el supuesto determinismo del ADN. Los cambios que incorporamos a nuestro comportamiento a base de cultivar lo mejor de nosotros mismos se transmiten a las generaciones futuras igual que ocurre con el color de los ojos o de la piel. La ciencia lo ha constatado con animales de laboratorio en los que es posible hacer un estudio tan complejo. Amor maternal recuperado Los trabajos de Michael Meaney de la McGill Universitiy en Montreal (Canadá) han demostrado que ratas nacidas de madres poco amorosas repetían el comportamiento de sus progenitoras con sus propias crías. Sin embargo, cuando las hijas de las descuidadas madres eran criadas por otras cariñosas y solícitas dejaban de lado la genética y se volvían como sus progenitoras adoptivas. En la siguiente generación, aquellas que estaban abocadas por sus genes a no ocuparse de sus vástagos dieron un golpe de timón y cambiaron el curso de su descendencia. Si algo así se puede lograr con sólo el instinto animal, imaginemos hasta dónde se puede llegar con la voluntad consciente. Definitivamente “querer es poder”.

angustia

me siento desolada angustiada no quiero seguir asi tengo tanto miedo los pensamientos no paran
y no puedo continuar no tengo vida no veo la tele, no oigo la radio, tengo miedo a la prensa,me paso el dia pensando pensando creo que mi vida nunca volvera a ser la que fue mi chico dice que si que no haga caso y volvere a la normalidad. me dan tanto miedo estos malditos pensamientos
estoy cansada de comprobar de evitar estos dias estoy evitando la ritualizacion se dice asi no ?
y que? me la como la ansiedad con patatas el resumen es que no quiero vivir asi antes de que esta obsesion viniese podia vivir con mucho miedo es cierto pero 10 años de miedo sirven para saber que
de el miedo a los murcielagos y la rabia no te mueres por lo menos en los ultimos años. estoy cansada y por lo que parece nadie puede ayudarme a salir de estas obsesiones y no tengo paciencia para esperar a que venga otra mas terrorifica y me salve

entrevista Enzo Cascardo especialista en psiquiatría


Por LAURA E. ROTUNDO

Enzo Cascardo es especialista en psiquiatría y Secretario General de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad.
En diálogo con La Mañana de Neuquén, el Director del Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad, explicó en detalle las características del “Trastorno Obsesivo Compulsivo” -más conocido como T.O.C.-.
Actualmente, este problema afecta a 25 personas de cada mil y cada vez es más frecuente padecerlo en la infancia.

¿Qué es el T.O.C.?
La sigla significa “Trastorno Obsesivo Compulsivo” y se trata de un trastorno clasificado de las irregularidades de ansiedad, que se caracteriza por la presencia de obsesiones y compulsiones.
Llamamos obsesiones a la aparición de ideas intrusivas e irruptivas que surgen de golpe y que generalmente tienen que ver con una misma temática. Por ejemplo, ideas excesivas e irracionales de pensar que cuando se toca un elemento, uno está siendo contaminado. También son comunes las ideas de dudas, de pensar si hice o no una acción; la necesidad de simetría y de necesitar que las cosas guarden un cierto orden.
Estas ideas hacen que la persona tenga muchísima ansiedad, que sólo se logra calmar cuando se ejecuta algunas compulsiones que se llaman “rituales”. Estos actos también son repetitivos e irracionales... la persona que piensa que se contamina cuando toca algún objeto, precisa lavarse las manos permanentemente y los seres humanos que todo el tiempo dudan, necesitan verificar muchas veces si cerraron la llave del gas, si dejaron la cerradura abierta o no cuando entraron o salieron de su casa. Quienes, en cambio, tienen la necesidad de llevar un orden determinado, son las que están siempre poniendo todo en su lugar.
Otra obsesión tiene que ver con no poder desprenderse de sus cosas y esto puede abarcar desde una colección de algo hasta la orina propia, en casos más graves.
Estos casos son los más comunes.
La primera característica común de todas las obsesiones y compulsiones es que suelen ser irracionales y hasta son reconocidas en algún momento, por quien las tiene, como actitudes sin sentido... por eso muchas personas llegan a la consulta.
Otra cualidad es que son muy intensas, pueden ocupar desde una hora hasta todo el día, por lo que hay gente que no puede hacer nada y por eso se genera su vida social y laboral... su calidad de vida en general.

¿Es más común en mujeres u hombres o en niños o adultos?
Todos los trastornos de ansiedad, son bastante más frecuentes mujeres que en hombres, excepto el T.O.C. que aparece igual en ambos sexos.
La edad promedio de una primera consulta, suele estar alrededor de los 22 años. Pero, sospechamos -porque a medida que pasa el tiempo, lo vemos más- que cada vez hay más T.O.C. infantil y más pacientes no dicen que empezaron con este trastorno a más temprana edad.

¿A qué razones se atribuye la aparición de este trastorno?
Del T.O.C. es del que más se sabe sobre su base neurobiológica.
Es un trastorno donde la genética juega un rol fundamental. Si bien, no se transmite como una diabetes, sí se trasladan vulnerabilidades importantes. En padres con T.O.C., suele darse una descendencia con T.O.C.
Por otra parte, el trastorno tiene que ver con los primeros momentos de la vida... traumas infantiles o maltrato infantil y además, tiene una base orgánica muy fuerte y ya hay evidencia de cuáles son los circuitos cerebrales y neuronales involucrados en hetiopatogenia.

¿Qué significa?
Hetiopatogenia son los mecanismos por los cuales se produce el T.O.C.. Los circuitos motores, tanto directos como indirectos, son los afectados por este trastorno.

¿El T.O.C. se cura o se controla?
Sin dudas, de todos los trastornos de ansiedad, el T.O.C. es uno de los más difíciles de tratar. En realidad, la eficacia de los tratamientos no va más allá del 60 por ciento y los que mejor resultan, son aquellos que combinan la medicación y la terapia.
Respecto a los medicamentos, los mejores son los llamados agentes inhibidores de la recaptación de serotonina -que habitualmente se usan como antidepresivos pero también son antiobsesivos, a dosis altas- y la terapia es a denominada “cognitivo - conductual”, que es específica para este tipo de problemas.
Si se cura o se recupera el paciente es difícil de responder.
En mi caso, en los tratamientos que realizamos, existen distintos objetivos: el primero es que el paciente se mejore en más de un 50 por ciento. Una vez lograda esta meta, la segunda es que el paciente pueda recuperar su calidad de vida, el tercer propósito es que se muestre totalmente asintomático y el cuarto es que la persona afectada por T.O.C., pueda dejar la medicación.

¿Y eso sucede?
No es común que un paciente con T.O.C. pueda dejar la medicación en algún momento de su vida. Pero que no sea habitual, no significa que sea imposible. Es un cuadro que lleva años de tratamiento.

¿Existen varios tipos de T.O.C.?
Hay varios tipos. Dos grandes divisiones serían: los pacientes que son altamente conscientes de su enfermedad -que son los que evolucionan mejor al realizar el tratamiento- y otro grupo, que tiene muy baja conciencia del mal que los afecta -que son los que menos progresan-.

¿Pero por qué algunos pacientes no se dan cuenta de lo que tienen y otros sí?
Porque la ligazón entre la obsesión y la compulsión es un poco “mágica”.
Hay pacientes que no se hacen nada si se les ocurre, en un momento determinado, un pensamiento malo. Por ejemplo, si una persona afectada sale de la casa y en ese instante cree que algo malo puede pasarle a un hijo, tiene la necesidad de volver atrás y hasta que no esté seguro de lo contrario, no va hacer nada.
Esto afecta muchísimo la calidad de vida de las personas.

Y en el caso de no tratarlo a tiempo, ¿en qué puede derivar?
En general, el T.O.C. no es una patología que se va agravando y que nos hace vulnerables a otro tipo de cosas.
Sí está muy asociado a la depresión porque, de hecho, los pacientes se desaniman mucho.
El T.O.C. es lo suficientemente importante como para complicarle la vida a un ser humano y como para no desembocar en otros problemas más graves.
Otro tipo, tiene que ver con un grupo de patologías que llamamos del espectro obsesivo – compulsivo, entre las cuales están los trastornos con tics, el arrancamiento de pelo compulsivo, la cleptomanía, la piromanía y una serie de conductas impulsivas que ya sabemos que están relacionadas con el T.O.C..

Existen algunas versiones que sostienen que la medicación, a largo plazo, puede producir efectos adversos en los pacientes, ¿esto es así?
Los medicamentos tienen un potencial para causar efectos adversos, también a corto plazo.
Hoy por hoy, de cómo está la industria farmacéutica, hay fármacos muy específicos a disposición de los pacientes.
La verdad es que si los pacientes tienen que ingerir durante mucho tiempo este tipo de fármacos, como el inhibidor de la recaptación de serotonina, no suelen provocar efectos adversos graves.
Los ansiolíticos pertenecen a otra línea de medicamentos y en el T.O.C. está absolutamente comprobado que no tiene ninguna eficacia.
El problema es que la mayoría de las veces, la gente se automedica y después surgen los problemas. Esto tiene que llevar un control periódico por un médico.

¿Cómo tiene que tratar la familia, a un integrante que padece T.O.C.?
Es una pregunta que suelen hacernos y es muy difícil responder.
Los familiares siempre cuestionan... ¿le decimos todo que sí al enfermo o le discutimos todo? Lo ideal sería pararse en una situación intermedia.
No se encuentra en la misma situación, la familia que está en tratamiento, que la que no. Lo primero que deben hacer los familiares es interiorizarse acerca del T.O.C. y leer mucho sobre este trastorno.
Es necesario hablar con el terapeuta de la persona afectada, para ver cómo los más cercanos a él pueden facilitar el tratamiento del paciente. Una de las claves es que el paciente prevenga las respuestas... esto significa que cuando aparece la idea obsesiva, se “aguante” la ansiedad que ésta le provoca, sin llevar a cabo el ritual.
Si deja pasar unos minutos, media hora o puede esperar a que la ansiedad baje, ya no tiene la necesidad de lavarse, por ejemplo, en el caso de pensar que está contaminado.
De esta manera se va reeducando y se van extinguiendo las respuestas mal adaptativas, generando respuestas más adaptativas. En esto de ayudar a que “banque” la ansiedad, la familia puede colaborar muchísimo.
En todo caso, lo que no se tiene que hacer es hacer sentir mal al paciente diciéndole que ya es grande para hacer tal o cual pavada, porque además de no poder controlar lo que les sucede, se desaniman más al oír estas afirmaciones... que no ayudan.

¿El T.O.C. no tiene nada que ver con la locura, entonces?
No, no tiene nada que ver con la locura ni con la ezquizofrenia, aunque algunos autores sostengan lo contrario.
Una idea obsesiva es obsesiva y una idea delirante, que tienen las personas con trastornos psicóticos, es algo absolutamente diferente.

¿Existe alguna estadística sobre las personas que padecen el T.O.C.?
El T.O.C. tiene una prevalencia, según todos los estudios que hubo hasta el momento, del 2,5 por ciento, a lo largo de la vida. De cada 1000 personas, 25 de ellas tuvieron, tienen o tendrán este trastorno.
Sin embargo, en junio de 2005 se realizó un informe en Estados Unidos que ubica la prevalencia en el 1,6 por ciento. Lo que aumentó, en realidad, es el número de consultas.

¿El vivir tan acelerados influye de alguna manera en que exista más gente afectado con el T.O.C.?
El vivir acelerados seguramente traerá más ansiedad. Pero no toda la ansiedad que produce esto, es patológica ni toda es mala.
Sí es cierto que los desafíos que nos proponen los tiempos modernos, que tienen que ver con algunas incertidumbres, en personas vulnerables genéticamente pueden desencadenar en más trastornos de ansiedad.

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En estos días estoy de bajón total. Y como es normal en mí duermo pero las obsesiones no me dejan ni en sueños. Y pienso que la vida ha terminado para mí y amargo hasta a el gato. Necesito que se vallan los miedos quiero certezas al 100x100 no soporto ni el más mínimo
Margen de incertidumbre en estos momentos las obsesiones son para mí terribles no las soporto. Y es difícil de
Comprender para alguien ajeno el que se le pueda tener tanto miedo a una idea lo que quizás no comprenden las personas que no sufren de toc es que son ideas dolorosas
No deseadas y aberrantes que no puedes sacar de tu cabeza y que te roban la vida día a día


serotonina y profaz




Serotonina y depresión El funcionamiento de los ISRS es, en principio, sencillo. La mayoría de las neuronas (células principales del sistema nervioso) se comunican entre sí mediante una sustancia química o neurotransmisor: en los lugares llamados sinapsis estas sustancias son liberadas por una neurona –la que envía información– y captadas por la superficie de otra –la que recibe la información.La liberación del neurotransmisor está siempre acompañada de la casi inmediata eliminación del mismo, de tal manera que tiene muy poco tiempo para actuar sobre la célula receptora. Si esta eliminación falla o se bloquea, el neurotransmisor tiene más tiempo para actuar, por lo que aumentan sus efectos. La serotonina es una de estas sustancias transmisoras de información. Actúa en muchísimas sinapsis del sistema nervisoso y está siendo eliminada continuamente por un proceso de re-captación: es absorbida, captada de nuevo por la neurona que la liberó. Los fármacos ISRS impiden esta recaptación, de tal manera que la serotonina permanece más tiempo de lo normal en las sinapsis, aumentando su efecto sobre las células receptoras.
La teoría inexistente Por razones todavía desconocidas, esta estrategia de aumentar los niveles de serotonina en las sinapsis ayuda a mejorar los síntomas en la mayoría de las depresiones. Este hecho dio lugar hace años a la teoría de que la depresión es un desequilibrio químico en el cerebro consistente en una disminución en los niveles de algunos neurotransmisores. En la actualidad, instituciones, médicos y el gran público tienen asimilado que esa relación (menos serotonina = depresión) es una teoría científicamete válida, pero no es así: no hay absolutamente ninguna evidencia científica seria que demuestre la existencia de una deficiencia de serotonina en la depresión, ni en ningún otro desorden psiquiátrico. Esta es al menos la tajante conclusión de Jeffrey R. Lacasse y Jonathan Leo, los dos autores del artículo de PLoS Medicine (del Florida State University College of Social Work y el Lake Erie College of Osteopathic Medicine repectivamente). El hecho de que los fármacos ISRS funcionen relativamente bien –el Prozac es el antidepresivo más recetado de la historia– dio lugar a la citada teoría, pero esto de buscar la causa de una enfermedad sobre la base de la respuesta a un tratamiento es un mal argumento; es algo así como decir que, ya que el Frenadol o la Couldina alivian los síntomas del catarro, éste se debe a la existencia de niveles bajos de esos compuestos en el cuerpo. La confusión está en todos los niveles: en el portal tecnociencia,gestionado por el Ministerio de Educación y Ciencia español, y con el apoyo técnico del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), puede leerse algo similar a lo que aparece en la publicidad de las campañas farmacéuticas se ha demostrado que la bioquímica del cerebro juega un papel significativo en los trastornos depresivos. Se sabe que las personas con depresión grave tienen desequilibrios de ciertas sustancias químicas en el cerebro, conocidas como neurotransmisores . Pues no, no hay nada demostrado en la literatura científica. Hay instituciones –como la británica National Institute for Clinical Excellence– que, tomando los datos científicos con rigor, aconsejan tratar la depresión moderada con métodos no farmacológicos (por ejemplo la psicoterapia). ¿De dónde viene la confusión? Los autores del artículo comentado creen que de la publicidad de las empresas farmacéuticas, que no dudan en utilizar frases científicamente inexactas para distribuir sus productos por el mundo. Esto –aseguran Lacasse y Leo– lleva a una sociedad hiper-medicalizada, con pacientes que acuden a las consultas influídos por lo que escuchan en los medios de comunicación y que pueden ser escépticos con los médicos que les dicen que es mejor una terapia alternativa a la farmacológica. Además de la intoxicación mediática, también entra en juego muchas veces el interés por la no-información, ya que estas compañías no sacan a la luz los datos de los estudios que no le son favorables –hay por ejemplo estudios que demuestran que sustancias placebo u otras como el extracto de hipérico (Hipericum perforatum) son tan eficaces en el tratamiento de la depresión como los ISRS–.

Llevo un mes sin tomar las pastillitas y lo he notado valla si lo he notado he caído en picado ganas de llorar conforme avanzaba la fecha de la regla y sentimiento de culpa a nivel general vuelta

a las obsesiones y con la misma fuerza que antes solo tengo ganas de dormir y dormir a pesar
de no descansar porque hasta durmiendo tengo pesadillas. de ay la búsqueda sobre la serotonina a pesar de que tengo la
Obsesión añadida de que a mí no me afecta nada físico por que yo debo de ser muy fuerte esta
Obsesión también es por haberme dejado las pastillas por que antes de tomarlas también me machacaba con esto y encima pienso
Que debo de ser mala persona por las cosas que pienso. así que estoy hecha un cromo
Mi chico me a dicho que las vuelva a tomar que no ay color de como estoy a como estaba
Pero se me ha metido en la cabeza el no tomarlas porque quiero avanzar por mi misma y así estoy.
Por lo menos sigo la auto terapia de exposición con la tele más o menos. pero lo que si estoy controlando son las compulsiones cuando algo me da miedo y automáticamente pienso hacer la
Compulsión la corto aunque me suba la ansiedad. a ver qué pasa también voy a empezar a hacer ejercicio y a hacer régimen que llevo
Un año y medio. sin hacerlo desde que nos estafaron que empecé con la ansiedad hasta hoy a ver si con todo esto mejoro
Sin necesidad de medicación y si no es así tendré que tomarla de nuevo a ver que pasa

LA SEROTONINA...Y NUESTROS ESTADOS DE ANIMO


Es una sustancia, que actúa sobretodo como neurotransmisor, que se distribuye por todo el organismo y que ejerce múltiples funciones, aunque las más significativas es su acción sobre el sistema `psiconervioso´.

Hablar de un "neurotransmisor" es decir de una biomolécula sintetizada (generalmente por neuronas) que se vierte a partir de vesículas existentes en la neurona presináptica, hacia la brecha sináptica y que produce un cambio en el potencial de acción de la neurona postsináptica.

Los neurotransmisores son por tanto las principales sustancias de las sinapsis.

Este neurotransmisor, la serotonina, posee una función fundamentalmente inhibitoria. Ejerce influencia sobre el sueño y se relaciona también con los estados de ánimo, las emociones y los estados depresivos. Afecta al funcionamiento vascular y la frecuencia del latido cardiaco, además de regular la secreción de hormonas, como por ejemplo, la del crecimiento.


Cambios en el nivel de esta sustancia se asocian con desequilibrios mentales como la esquizofrenia o el autismo infantil, así como el trastorno obsesivo compulsivo.

Entre las funciones fisiológicas de la serotonina destaca la inhibición de la secreción gástrica, la estimulación de la musculatura lisa y la secreción de hormonas por parte de la hipófisis.

Los bajos niveles de serotonina en personas con "fibromialgia" explican en parte el por qué de los dolores y los problemas para dormir. Dichos niveles bajos se han asociado también a estados de agresión, depresión y ansiedad e incluso a las migrañas, debido a que cuando los niveles de serotonina bajan, los vasos sanguíneos se dilatan o hinchan.

El comportamiento humano depende de la cantidad de luz que el cuerpo recibe por día. De esta manera se produce durante las estaciones menos soleadas (otoño e invierno) un aumento de la depresión y falta de estímulo sexual. Cuando llega la primavera y el verano, la serotonina se condiciona a la luz que recibe del organismo, lo que conlleva un aumento progresivo del bienestar y la felicidad con mayor estímulo sexual, producto de las concentraciones de este neurotransmisor en el cerebro.

Junto a todo lo dicho, no podemos olvidar su intervención en funciones comprometidas con la temperatura corporal, la actividad motora y las funciones cognitivas...

Los investigadores nos dicen que en seres humanos, la gran mayoría de la serotonina es producida por las células del intestino y por las neuronas.

A partir de la serotonina, la glándula pineal o epífisis produce la melatonina.


La serotonina (indolamina) es un neurotransmisor central que juega un importante rol en el humor, ansiedad, sueño, dolor, conducta alimentaria, sexual y en el control hormonal hipotalámico.

Genera diferentes tipos de funciones dependiendo de los diversos receptores a los cuales puede acoplarse. Sus efectos igualmente generarán enfermedades en la medida en la que haya exceso o defecto de tal sustancia en el organismo.

La serotonina (5-HT) tiene un efecto inhibidor de la conducta, sumado a un efecto modulador general.

Influye sobre la casi totalidad de las funciones cerebrales inhibiendo en forma directa o por estimulación de GABA. De este modo regula timia, sueño, actividad sexual, apetito, ritmo circadiano (el reloj biológico por el que sentimos sueño cuando llega la oscuridad y nos espabilamos cuando hay luz), funciones neuroendocrinas, temperatura corporal, dolor, actividad motora y funciones cognitivas.

En relación a la temperatura corporal podemos decir que:

La serotonina produce un efecto dual sobre la termia según cuál sea el receptor estimulado. La 5-HT1 produce hipotermia (frío) y la 5-HT2 interviene en el calor.

Se sabe que en la etapa del sueño de ondas cortas es cuando se produce el pico mínimo de temperatura.

Y ahora resulta interesante exponer lo que investigadores andinos han descubierto tras múltiples estudios.

El vivir en las grandes alturas, significa someterse a un medio donde predomina una baja presión de oxígeno.

Ante tal situación el organismo responde en diversas formas para obtener una adaptación a este medio hipóxico.

Los resultados demuestran diferencias endocrinas en el nativo de la altura, que están relacionados principalmente con el metabolismo intermedio y la reproducción, con respecto al nativo oriundo de zonas costeras o a nivel del mar.

La vida en las alturas representa una situación de mayor demanda energética para el individuo quien lo compensa a costa de diferencias en la morfología y fisiología que normalmente presenta el nativo del nivel del mar.

De estas diferencias morfológicas y fisiológicas se han estudiado los aspectos hematológicos, respiratorios, cardiovascular, antropológico, reproductivos y los endocrinológicos.

Actualmente, están bien reconocidos los efectos de los factores ambientales y emocionales sobre el sistema endocrino.

Se demostró que el hipotálamo era el nexo entre el sistema nervioso central y el sistema endocrino. Estas conexiones consisten en fibras aferentes y eferentes cuya función es regulada por los neurotrasmisores.

Las fuerzas ambientales, frío e hipoxia, producirían cambios en el sistema endocrino.

serotonina y toc

Explicación biológica

Hay muchas teorías diferentes acerca de la causa del trastorno obsesivo-compulsivo. Algunos investigadores han descubierto un tipo de anormalidad en diferentes estructuras del cerebro. La mayoría de los investigadores creen que hay algún tipo de anormalidad en el neurotransmisor Serotonina, aparte de otras posibles anormalidades psicológicas o biológicas; sin embargo, es posible que esta actividad sea la respuesta del cerebro al TOC, y no su causa. Se cree que la serotonina tiene un papel en la regulación de la ansiedad, pero también se cree que está involucrada en procesos como el sueño y la memoria. Este neurotransmisor viaja entre una neurona y otra a través de las sinapsis. Para enviar mensajes químicos, la serotonina debe estar situada en los receptores de la célula nerviosa. Hay una hipótesis sobre la cual se cree que los pacientes de TOC tienen bloqueados o dañados los receptores que evitan que la serotonina funcione con todo su potencial. Esta sugerencia está soportada por el hecho de que muchos pacientes de TOC se benefician del uso de inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS) - una clase de medicación antidepresiva que permite que haya más serotonina disponible a otras células nerviosas.

Investigaciones recientes han revelado una posible mutación genética que podría ser la causa del TOC. Investigadores del "National Institutes of Health" han encontrado una mutación en el gen humano transportador de la serotonina, hSERT, en familas inconexas con TOC. Es más, en su estudio de los gemelos idénticos, Rasmussen (1994) produjo información que soportó la idea de que hay un "factor hereditario para la ansiedad neurótica". Además, el notó que los factores ambientales también juegan un papel importante en cómo estos síntomas son expresados. De todas formas, varios estudios en este tema están todavía siendo llevados a cabo y la presencia de un enlace genético todavía no está claramente establecida.

Avances tecnológicos han permitido la posibilidad de imágenes cerebrales. Usando herramientas como la tomografía por emisión de positrones, se ha mostrado que aquellos con TOC tienden a tener una actividad cerebral que difiere de aquellos que no tienen este trastorno. Ésto sugiere que el funcionamiento del cerebro en las personas que tienen TOC puede estar discapacitada en algún sentido. Una explicación popular es la ofrecida en el libro "Brain Lock" por Jeffrey Schwartz, en la que sugiere que el TOC es causado por la parte del cerebro que es responsable de traducir intenciones complejas (por ejemplo: voy a coger esta taza) en acciones fundamentales (por ejemplo: mueve hacia adelante el brazo, etc.) fallando en comunicar correctamente el mensaje químico de que una acción ha sido completada. Esto es percibido como un sentimiento de duda e incompletitud que lleva entonces al individuo a intentar conscientemente reconstruir su propio comportamiento anterior - un proceso que induce ansiedad en la mayoría de la gente, incluso en las personas sin TOC.

Hay una teoría que sugiere que un fallo de comunicación entre el cortex orbito-frontal, el nucleo caudado y el tálamo puede ser un factor en la explicación del TOC. El cortex orbitofrontal (OFC) es la primera parte del cerebro en notar cuando algo está o no incorrecto. Cuando el OFC nota que algo está incorrecto, envía una "señal de precupación" al tálamo. Cuando el tálamo recibe esta señal, envía de vuelta una señal al OFC para interpretar el evento temido. El núcleo caudado está entre el OFC y el tálamo, y evita que la señal de preocupación inicial se envíe de vuelta al tálamo después de que haya sido recibida. Sin embargo, se ha sugerido que en personas con TOC, el núcleo caudado no funciona propiamente, y por eso no evita que esta señal vuelva. Esto causa que el tálamo se vuelva hiperactivo y cree un bucle virtualmente inacabable de señales de preocupación enviadas de ida y de vuelta entre el OFC y el tálamo. El OFC responde incrementando la ansiedad y enganchándose en comportamientos compulsivos en un intento de aliviar esta aprensión. Esta hiperactividad del OFC se muestra atenuada en pacientes que han respondido exitosamente a medicación ISRS. Se cree que la estimulación incrementada de los receptores de serotonina 5-HT2A y 5-HT2C en el OFC puede causar esta inhibición.


Fuente: Wikipedia

LA INTELIGENCIA DEL SISTEMA DIGESTIVO




LA INTELIGENCIA DEL SISTEMA DIGESTIVO


Recientes investigaciones científicas confirman lo que la sabiduría popular ya proclama desde hace milenios: el buen funcionamiento del aparato digestivo es fundamental para nuestro bienestar. El descubrimiento, todavía va más allá. Por extraño que pueda parecer, la producción de serotonina – substancia responsable de la alegría de vivir - depende del sistema gastrointestinal.

Se ha divulgado más ampliamente un secreto conocido hace miles de años por una minoría de privilegiados: la flora intestinal es, en gran parte, la auténtica responsable del sentirse con bienestar.

El hecho de que la obtención de la felicidad depende del sistema digestivo puede parecer extraño a algunos, pero no es una novedad para la filosofía espiritual, ni para los místicos de distintas religiones. Ayunos y dietas especiales siempre fueron decisivos en la vida de los sabios de todos los tiempos. Entre ellos, Pitágoras Jesús, Buda y Lao-tsé.

Cada célula de nuestro organismo posee una inteligencia implícita y coopera activamente con las otras dentro de una plan general de preservación de la vida. Pero el aparato gastrointestinal va más allá. También influye decisivamente en nuestros estados de consciencia. Ayuda a determinar lo que pensamos, lo que hacemos y cuales son nuestras emociones básicas.

La ciencia moderna revela que el sistema digestivo posee un verdadero cerebro propio y toma decisiones durante las 24 horas del día para proteger nuestra salud, con plena autonomía e independencia con relación a los otros sectores de coordenación inteligente del cuerpo. Desgraciadamente, gran parte de la población toma decisiones equivocadas a la hora de comer, lo que no sólo dificulta el trabajo del sistema digestivo, sino que desperdicia energía vital y amenaza la salud general del cuerpo.

La ecología del sistema gastrointestinal tiene un complejo equilibrio. La flora intestinal incluye una cantidad fabulosa de bacterias, hongos y otros microorganismos invisibles. Alojados en el intestino grueso, también llamado cólon y que circunda todo el intestino delgado, los microorganismos forman parte del ecosistema humano y son fundamentales para nuestra sobrevivencia. Tenemos más bacterias dentro del intestino, que células en nuestro cuerpo. Un adulto puede poseer más de 50 billones de esos microorganismos.

La ciencia sabe hace mucho tiempo que la alegría de vivir no ocurre por acaso, sino que depende de la serotonina, una sustancia neurotransmisora presente en el cerebro. Recientemente, se ha descubierto que la producción de la serotonina depende del sistema gastrointestinal.

No es exageración afirmar que la infelicidad puede ocurrir a partir de un problema gastrointestinal. Y eso quedó más evidente hace algunos años, cuando algunos especialistas descubrieron que la seratonina no es fabricada sólo en el cerebro, sino también en el intestino. En verdad, cerca del 90% de la serotonina de nuestro organismo se produce en ese órgano.

El intestino es responsable del 80% de nuestro sistema inmunológico. El plexo nervioso que rodea el intestino cuenta con nada menos que cien millones de neuronas, mientras que apenas tres mil células unen el intestino al sistema nervioso central, que está formado por el cerebro y la médula espinal. Los cien millones de neuronas garantizan no sólo la inteligencia, sino también la independencia operaciones del intestino.

Como todo proceso ecológico, la bioquímica de la felicidad humana depende de varios factores y algunos de ellos son bien conocidos:

· Practicar ejercicios físicos y convivir con la naturaleza.

· Comer sólo tres veces al día.

· Pequeños ayunos que ayuden a purificar el organismo.

· Reducir el consumo de azúcares.

Este último apartado merece una atención aparte. El hábito de comer dulces transforma a las personas que son normalmente bastante orgullosas de su independencia personal en pobres esclavos inconscientes de un pequeño germen intestinal, muy hábil, cuyo nombre científico es Clostridium difficile.

El Clostridium es astuto. Interesado en alimentarse de azúcares, manda desde los intestinos a nuestros cerebro cierto tipo de toxinas que inhiben la producción de serotonina. Seguidamente, la falta de serotonina provoca en nosotros una sensación de falta de felicidad y nos induce al deseo de “compensar eso” comiendo dulces. El dulce es la comida preferida del Clostridium, que prolifera con esta alimentación y así es capaz de mandar toxinas en una cantidad mayor, para inhibir aún más la presencia de serotonina en nuestro cerebro.

La abstención de dulces rompe ese círculo vicioso y facilita la obtención de felicidad. Pero es necesario tener una buena dosis de fuerza de voluntad para dejar de lado el azúcar y probar a esta bacteria que somos más expertos que ella. Un poco de pereza es suficiente para hacernos caer en su manipulación emocional a favor del azúcar. En verdad, raramente es fácil cambiar los hábitos personales. Hasta costumbres aparentemente sin importancia resisten a ser cambiadas. Una historia cuenta que, cierta vez, conversaban dos amigas.

“Me encuentro satisfecha. Después de 25 años intentándolo, conseguí que mi marido dejara de roerse las uñas”.

“¿Cómo?”

“Escondiéndole la dentadura postiza”.

Nuestra falta de consciencia corporal es otro factor que dificulta el trabajo inteligente de los intestinos, facilitando la vida de los “malos” del sistema digestivo. A pesar de las apariencias, el estímulo consumista al placer a corto plazo no nos coloca en sintonía con nuestro cuerpo, sino al contrario, nos distancia de él. No sabemos discernir nuestras verdaderas necesidades corporales.

El ritmo de la vida moderna, que nos hace comer apresuradamente y sustituir la comida por platos combinados, es una de las razones por las cuales evitamos el diálogo con nuestro cuerpo. Estamos sujetos a la publicidad masiva de productos alimentarios, que acaba interfiriendo en la escucha que deberíamos tener con nuestras necesidades nutricionales. La llamada a un buen bocadillo o un maravilloso helado, que aparecen en televisión, es mucho mayor que la auténtica reivindicación nutricia del organismo. Lo que podemos comprobar hoy es que el acto de comer dejó de ser el medio de restauración del organismo para transformarse en un instrumento de compensación de tristezas, ansiedad y frustraciones.

La prisa por comer produce adrenalina y otros elementos que bloquean la producción de serotonina. El camino de la felicidad pasa por recuperar el diálogo con nuestro organismo y volver a aprender el arte de lo que identificar lo que es bueno para él. No hay por qué esperar que surja una enfermedad para solo entonces dar valor a la salud. Actualmente, las prácticas de alimentación saludable se multiplican. El valor medicinal de los alimentos deja de ser una idea antigua para convertirse en una fuerte tendencia de mercado en materia de literatura.

¿Pero, cómo identificar los alimentos que previenen y curan ciertas enfermedades?

Vamos a intentar, como enseñaba Hipócrates, el padre de la medicina, hacer de los alimentos nuestro medicamento. Para muchos, puede ser un plan de salud. Comenzando por las restricciones veamos algunos que aumentan la paz del sistema digestivo y nuestra alegría de vivir.

· Es bueno evitar las carnes. Es un factor cancerígeno, así como la grasa en los alimentos.

· La elección es tuya: además de fumar, también las bebidas alcohólicas abren camino al cáncer.

· El azúcar debe ser ingerido con moderación, porque es desmineralizante y reduce las defensas del organismo, además de estar asociado a la depresión y la tristeza.

· En compensación, el aguacate beneficia las arterias, reduce el colesterol y dilata los vasos sanguíneos. Es antioxidante, por lo que evita el envejecimiento y mejora el estado general de salud.

· El ajo combate parásitos intestinales, es antibiótico, disminuye la presión arterial y limpia la sangre, evitando la formación de coágulos. Previene dolencias cardíacas, ayuda a curar la gripe y previene el cáncer, aumentando las defensas del organismo.

· La avena reduce el colesterol, tiene efectos antidepresivos y es un fuerte estimulante de las funciones intelectuales.

· El aceite de oliva protege las arterias y reduce el colesterol malo.

· La berenjena reduce el colesterol.

· El brócoli tiene una alta acción cancerígena, especialmente contra cáncer de pulmón, cólon y mama. Es mejor comerlo crudo o solamente cocido.

· La cebolla es antioxidante, anticancerígena, antiinflamatoria y antibiótica. Combate la bronquitis y otros problemas pulmonares. Mejora la sangre, combate el colesterol malo y aumenta el bueno. Debe ser ingerida en estado crudo o casi crudo.

· La zanahoria es un gran medicamento. Antioxidante y anticancerígena, protege las arterias. En ayunas, elimina parásitos intestinales. Combate el dolor del pecho (angina), mejora la visión, disminuye el colesterol malo y aumenta la inmunidad.

· La col combate y previene el cáncer, es antioxidante y combate varias dolencias.

· La espinaca, además de antioxidante, es uno de los vegetales que previene el cáncer con eficacia. Combate el colesterol malo. Debe ser comido cruda o levemente cocida.

· El gengibre es antidepresivo, ayuda en las enfermedades nerviosas, combate el dolor de cabeza, la congestión del pecho y el reumatismo. Es antioxidante y anticancerígeno.

· El yogur y los lactobacilos son benéficos para la vida del intestino.

· Pero el queso, la leche, la manteca y toda grasa de origen animal, aumentan el peligro de cáncer y no hace ningún bien a las arterias.

· Naranja, limón y lima purifican la sangre y protegen la salud.

· La manzana reduce el colesterol y contiene agentes anticancerígenos.

· La miel es un antibiótico y tranquilizante. Buena para el corazón.

· Las nueces previenen el cáncer y protegen el corazón.

· La pimienta evita coágulos de sangre y combate el dolor de cabeza. Es antiexpectorante y descongestionante.

· La soja tiene efecto preventivo con relación al cáncer de mama y próstata. Disminuye el colesterol y ayuda a impedir y disolver los cálculos renales.

· La uva roja tiene función anticancerígena y antioxidante, aumentando el colesterol bueno.

Así como todo lo que está en lo alto depende de lo que se encuentra en lo bajo, también cerebro y corazón de cada uno necesita el buen trabajo de la flora intestinal. Lo que es grande refleja lo que es pequeño y lo que es pequeño influencia lo que es grande, porque el Todo está contenido en cada una de sus partes.

Vivir es algo que se debe hacer con calma y los pequeños misterios bioquímicos - como la silenciosa digestión de los alimentos - son casi siempre más importantes que los grandes actos espectaculares. Los pacifistas del siglo pasado gritaban: “Más pan y menos cañones”. Y no se equivocaban. El pan es preferible al cañón y podemos afirmar, que la naranja y el aguacate son preferibles a las centrales nucleares. La zanahoria y el brócoli, así como la cebolleta verde, son mejores que los misiles. El ajo, la col y la berenjena son preferibles a los submarinos.

Porque el renacimiento de la civilización del hombre sólo puede ocurrir a partir de las pequeñas cosas cotidianas. El milagro de la vida depende de la lluvia, del viento, del Sol y de las nubes. Y de las hojas verdes que crecen del suelo y las frutas que producen los árboles.

Salvador Navarro Z.

Especialista en Homeopatía.

buenos principios para 2008


En este 2008 que ahora comenzamos he decidido de verdad de la buena no evitar casi nada lo que significa ver la tele con mucho esfuerzo
Y muchas compulsiones. Lo que escapa a él casi nada es mucho más amplio que la concesión que hago.
Por ejemplo llevo sin poner la radio del coche como 6 meses más o menos salvo que sea Cd y lo tenga controlado la última vez que la puse para escuchar los 40 principales
Casi me muero de la ansiedad
Y es lo que yo digo creo que la programación la hacen pensando en mi .también he hecho
Promesa de no temer a las personas pero necesito tiempo de hecho he vuelto a
Pasar por la puerta de la peluquería y cuando me iban a saludar he vuelto la cara por miedo y he hecho la compulsión salvadora tres veces pero bueno ver la tele es un comienzo no?
Aunque no la vea porque en realidad estoy contando 2.4.6.8.....100

sertralina para el trastorno premenstrual


La preregla puede ser una verdadera tortura. Muchas mujeres padecen síntomas
muy desagradables de ansiedad, depresión e irritabilidad cuando se aproximan
sus menstruaciones. La posibilidad de que este tipo de problemas psicológicos
pueda afectar seriamente a las relaciones interpersonales y al rendimiento
laboral de algunas mujeres ha motivado una intensa búsqueda científica de sus
causas y posibles soluciones.
En los últimos tiempos, algunos experimentos han sugerido que los fármacos
antidepresivos podrían convertirse en la mejor esperanza contra los trastornos
premenstruales hasta el momento. Las vitaminas, las hormonas, los minerales y
otras alternativas no han conseguido muy buenos resultados. Ahora, un nuevo
estudio acaba de demostrar que la sertralina, un fármaco antidepresivo, puede
reducir considerablemente los síntomas psíquicos relacionados con la
menstruación.
La doctora Kimberly Yonkers y sus colegas de la Universidad de Texas compararon
la eficacia de la sertralina con la de un placebo en un grupo de 447 mujeres
con síndrome premenstrual. Este experimento, que se ha publicado en el último
Journal of the American Medical Association, demostró que el antidepresivo era
mucho más eficaz que el placebo a la hora de combatir los problemas
psicológicos premenstruales.
El 62% de las mujeres que tomaron una dosis diaria de sertralina experimentó
una mejoría considerable durante sus periodos, mientras que el placebo sólo
consiguió estos efectos en el 34% de los casos. Por lo tanto, la doctora
Yonkers y sus colegas consideran que este fármaco podría convertirse en «una
opción terapéutica útil para combatir el síndrome premenstrual».
Afortunadamente, la sertralina no tiene efectos sedantes, ni es adictiva. Sin
embargo, el 18% de las mujeres que participaron en el estudio sufrió dolores de
cabeza, náuseas, diarreas, insomnio, fatiga e, incluso, una disminución de su
libido tras empezar a tomar la dosis diaria de sertralina. En un 8% de los
casos, este hecho llevó a las participantes a abandonar el tratamiento. Parece
evidente que, al menos para algunas mujeres, podría resultar peor el remedio
que la enfermedad.
Sin embargo, muchas de las mujeres que participaron en el estudio percibieron
una mejora de su rendimiento laboral, sus actividades sociales y sus relaciones
de pareja durante el periodo premenstrual. Para ellas, la sertralina fue una
solución eficaz que casi eliminó por completo los problemas psicológicos que
generalmente acompañaban a su síndrome premenstrual. Por lo tanto, a pesar de
que el tratamiento todavía es imperfecto y de que se necesitarán más estudios
para confimar su efectividad, se ha dado un paso importante en este campo.