¿Podemos relacionarnos saludablemente con una persona obsesiva?

imagen:jhm. http://www.ojodigital.com/foro/paisajes/159726-lo-que-el-viento-se-llevo.html
http://www.amor.net.in/a-p/podemos-relacionarnos-saludablemente-con-una-persona-obsesiva.html

¿Podemos relacionarnos saludablemente con una persona obsesiva?

No es fácil vivir con alguien que te evalúa todo el tiempo y que además exige un estándar de rendimiento inalcanzable. En este tipo de exigencia hay un dejo de indignación que no podemos negar. El individuo obsesivo piensa que siempre tiene la razón y, como toda persona dogmática, no aceptará fácilmente revisar sus creencias y dudar de sí misma. Por eso, si intentas dialogar con ella o él, te encontrarás con una muralla de razones y fundamentos irrevocables. El amor obsesivo es un amor estancado en la rutina y la normatividad, es un amor que no fluye ni se renueva. No tienes mucho que pensar al respecto: rompes el dique o te contaminas.

ESTRATEGIAS DE SUPERVIVENCIA AFECTIVA
Frente a la «dureza mental» y la disciplina intransigente del individuo obsesivo, sus parejas suelen optar por dos caminos opuestos: someterse a la fiscalización del otro o romper la contención y dejar que el desorden natural de la vida haga de las suyas. Veamos cada una.
Someterse al control obsesivo y reglamentar el amor. Esta forma de encarar la relación tiene dos facetas. La primera, que ya comentamos con anterioridad, está orientada a mimetizarse en el otro. Tal como ocurre con el Síndrome de Estocolmo, algunas víctimas de los obsesivos terminan identificándose con el secuestrador, que en este caso sería más bien un inquisidor que regula, dirige y examina el «buen proceder». La premisa sería como sigue: «No soy capaz de irme de su lado, así que prefiero hacer lo que me pide sin protestar». Este proceso de conversión al obsesivismo puede ser consciente o inconsciente.
La otra estrategia consiste en contrarrestar de manera sutil la psicorigidez del amor perfeccionista. Equilibrar «cuidadosamente» el acoso normativo y los «debería» de la pareja, justificando sus comportamientos con argumentos conciliadores y actitudes compensatorias, no importa el coste. La táctica es como sigue: «Si mi pareja es normativa, yo seré un poco inconformista; si es solemne, intentaré tener algo de buen humor; ante su dogmatismo, seré un poco más flexible; si está demasiado pendiente de los errores, trataré de cometer algún desliz de vez en cuando». La idea es introducir pequeñas dosis de liberación a cuentagotas y con guantes de seda para que el otro no se altere. Una forma de autoengaño que pretende crear la ilusión de que no todo es horrible. Sería como estar bajo el agua y respirar con un tubo para no ahogarse, en vez de salir a la superficie.
Veamos algunos comportamientos que definen estas actitudes:
• Ser tolerante y dejar que la pareja obsesiva continúe con sus hábitos. Ponerle al mal tiempo buena cara y ayudarse con el buen humor y la paciencia. Ser flexible con la inflexibilidad del otro para evitar confrontaciones.
• Tener una vida con pocos cambios y sin introducir novedades para evitar el estrés de la pareja.
• No esperar expresiones intensas de afecto y renunciar a una vida sexual interesante y variada. Resistir sin desanimarse y tratar de acostumbrarse.
• Evitar cualquier lucha por el poder porque son muy hábiles para argumentar. Cada discusión los hará más fuertes. Si no ganan, empatan.
• Comprenderlos y seguirles la corriente o, si el amor es mucho, adoptar la función de «obsesivo secundario» y trasformar el propio estilo de vida.
• Dejar que la pareja se encargue de los detalles.
• Tratar de cometer el mínimo de errores.
• Mantener una vida austera y sin gastos innecesarios.
• Rechazar el ocio y rendir culto al trabajo.
No creemos que entregarte ciegamente al estilo obsesivo te haga feliz, aunque algunas víctimas intenten mostrar la cara alegre de vivir atrapadas en una maraña de normas, horarios y listas de todo tipo.

Rechazar las exigencias del amor perfeccionista y desordenar la vida cotidiana
Si lo que quieres es ponerle límites al perfeccionismo de la persona que amas, tienes que esperar un fuerte contraataque por su parte. Oponerse a la obsesión del otro y meterlo de cabeza en el desorden normal de la vida aumentará su estrés de manera notable. El obsesivo verá minadas sus fuentes de seguridad y tratará de defender su modo de vida a cualquier coste, incluso alejándose definitivamente y rompiendo la relación. Su devoción por la sistematización y el control puede llegar a ser mayor que el amor por ti, y si intentas arrebatárselos, estarás declarándole la guerra.
Veamos algunos comportamientos que definen esta actitud:
• Ser espontáneo e imprevisible.
• Dejarse llevar por los sentimientos y no sólo por la razón y la lógica.
• Tomar el control sobre parte del dinero y darle el uso que se quiera.
• Despreocuparse por los detalles y dejar espacio a la improvisación.
• No controlar el humor y la risa, así se salgan de los cauces «normales» de la adecuación y el buen comportamiento.
• Hacer del ocio una opción válida y constructiva.
• Producir cambios en la vida cotidiana (decoración, alimentos, ropa) y explorar lo nuevo libremente.
• No resignarse a una vida sexual y afectiva limitada y aburrida, y exigir las dosis adecuadas de amor y placer.
• Hacerse cargo de decisiones y actividades comunes, aunque al otro no le guste delegar funciones.
• Cometer los errores naturales sin disculparse ni comprometerse a ser perfecto.
Cada uno de los comportamientos mencionados será una estocada al corazón del sujeto obsesivo. Una falta irreparable a sus «buenas» y «recomendables» costumbres, un acto de irresponsabilidad sin precedente. La crisis tomará dimensiones existenciales, porque lo pondrás cara a cara con su déficit y con los miedos irracionales que se desprenden de su estilo. Te convertirás de la noche a la mañana en un ser despreciable. Un paciente obsesivo/compulsivo, cuya esposa inició una «revolución de descontrol», decía entre triste e indignado: «No hay nada que hacer, no me merece y listo». Al preguntársele si consideraba que la mujer tenía razón en algún punto del desacuerdo, respondió: «No puedo negociar con una persona de su calaña. Me destruyó la vida, sólo una persona mala haría eso». Los que no están conmigo están contra mí, es la premisa de una mente autoritaria.