Hechos vitales que conducen al TOC


Hechos vitales que conducen al TOC
El origen neurobiológico del TOC no significa que no haya factores vitales que puedan contribuir a desencadenarlo en los sujetos predispuestos. Así, Zohar se ha referido a dos hechos biográficos que favorecen la aparición del trastorno: un episodio traumático y el embarazo. Durante este último y después del parto, se produce un aumento del riesgo de desarrollar conductas obsesivo-compulsivas.

"Es menos conocido, y también menos frecuente que la depresión postparto, pero también se produce; al parecer con el aumento de la oxitocina, una hormona que se ha relacionado con el trastorno".

En cuanto al trastorno por estrés postraumático, se calcula que un 30 por ciento de los afectados desarrollará el TOC. "El estrés postraumático es uno de los cuadros psiquiátricos donde se puede realizar tratamiento preventivo, evitando en el afectado la memoria emocional que lo desencadene".

PSICOCIRUGÍA


PSICOCIRUGÍA



La controvertida operación de la mente

La intervención más polémica de la medicina, que cauteriza una zona del cerebro para modificar la conducta, pasa días confusos en Chile. Dejó de realizarse el año 2000. Mientras una comisión delibera caso a caso la conveniencia de efectuarla, pacientes graves aguardan una respuesta. Silvia Vargas es uno de ellos.

Por Pia Rajevic

La tarde cae sobre la habitación de Silvia. La luz del sol acaricia tenue su cuerpo demacrado, de movimientos cansados, reclinado sobre su cama. De sus 39 años de vida, lleva por lo menos diez autorecluida en ese lugar, saliendo escasamente al baño, bajando rara vez al primer piso del departamento que comparte con su padre y su hermano en Ñuñoa, desde que su mamá muriera en 1995. Un trastorno obsesivo compulsivo la mantiene presa de rituales interminables, en los que irremediablemente se le va un día tras otro.

Ocupa una hora por lo menos en hacer la cama, que debe quedarle perfectamente estirada, con los estampados de sábanas cubrecamas, almohadas, cojines y hasta un par de peluches (un oso y un conejo blancos, que conserva desde pequeñita) perfectamente centrados. Necesita otro par de horas para vestirse, cuidando que todos los atuendos le queden perfectamente instalados a su manera, desde los zapatos a la polera. Claro, eso es cuando decide levantarse, porque sólo pensar que ponerse la ropa le va a robar tanto tiempo, la atemoriza, así es que hay días que se queda con pijama, pese a que sabe que eso no la eximirá de realizar algún otro ritual con la ropa de dormir puesta.

Concentra la ida al baño en una sola vez al día, porque puede tardar cuatro o más horas en eso. Por eso, para evitar tener que aumentar la frecuencia? ya que no desea quedarse ahí pegada? apenas ingiere comida y no bebe más de un vaso de agua diario. Está en los huesos: Mirar sus caderas, codos y clavículas, que despuntan filudos bajo la ropa, lastima. Con un metro y 59 centímetros de estatura, pesa exiguos 38 kilos. Sus fuerzas flaquean y se sostiene en pie con mucha dificultad. Palidísima, unas ojeras profundas le surcan el rostro.? Antes, cuando iba al colegio, podía hacer rapidito todas las cosas que ahora me cuestan tanto?, comenta.

Nos invita a sentarnos en una silla sobre la que ha puesto un pañuelo blanco, perfectamente simétrico, asunto en el que probablemente invirtió buen porcentaje de su jornada.? Me quedo pegada en todo lo que hago?, dice. Todo comenzó con una depresión en 1987.? Tenía un desgano y una pena horrible y sólo quería estar en mi casa?. Sus padres la hicieron tratar y consiguió un repunte, lo que le permitió incluso meterse al coro de la iglesia del barrio. Pero el desánimo volvió muy fuerte en 1992 y esta vez acompañado de manías que fueron en aumento y de las cuales no puede salvarse. Desde entonces está encerrada, le complica ir al médico, lo que la ha llevado a un constante cambio de psiquiatras.

?Lo que tengo sólo puedo resumirlo en que uno está presa de esto. Sólo puedo oír la radio, porque al ser algo que no se ve ni se toca, puedo ocuparme de eso sin involucrarme. Ya no son muchas las cosas que puedo hacer. Ya no soy joven y no me queda tanto tiempo por delante. Hace diez años que dejé de vivir: Abro los cajones y me encuentro la ropa de hace diez años, el tiempo para mí se ha detenido?.

Después de haber probado prácticamente todos los tratamientos y fármacos que le ofrece la medicina, y de haber recurrido incluso al electroshock, por recomendación de su último psiquiatra tratante, Silvia optó por la psicocirugía como solución a su trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Fue derivada al doctor Renzo Zamboni, el único médico que realiza este tipo de intervenciones en Chile.

La operación, llamada estereotaxia, actúa sobre las funciones del cerebro y no sobre las lesiones. Con esta técnica también se operan otras dolencias funcionales como el Parkinson o el dolor intratable. La psicocirugía es considerada una intervención poco invasiva y su práctica es aceptada para casos de TOC severos y depresiones mayores refractarias a los tratamientos con medicamentos. La operación consiste en una cauterización de una zona del lóbulo frontal del cerebro, cortando un camino por donde transitan los impulsos. La interrupción selectiva de conexiones cerebrales provoca un cambio de conducta, disminuyendo la influencia hacia el lóbulo frontal, que es el que determina en las personas el quehacer.

Renzo Zamboni inició su trabajo en esta técnica en el Hospital Psiquiátrico en los años `60, de la mano del doctor Mario Poblete, hoy retirado, con quien llegó a practicar unas 400 intervenciones de este tipo, incluyendo enfermos mentales agresivos. En los años `70 viajó a Alemania para adquirir mayores destrezas quirúrgicas. Desde 1980 ha realizado unas 80 capsulotomías frontales (técnica muy precisa desarrollada en Suecia por el Instituto Karolinska), cirugía que se usa especialmente para tratar los TOC. Aunque sólo en el último tiempo el doctor Zamboni ha iniciado un seguimiento minucioso de todos los pacientes que ha intervenido, señala que la gran mayoría de sus operaciones ha tenido buenos resultados.

Silvia Vargas estaba a punto de entrar al quirófano en octubre del año pasado, cuando a la dirección de la Clínica Dávila llegó la copia de un instructivo legal que recordaba la existencia de una reglamentación del ministerio de Salud desde el año 2000 respecto de estas intervenciones. La operación se suspendió. Silvia debió iniciar entonces un proceso de evaluación por la Comisión Nacional de Protección de las Personas con Enfermedad Mental, que la obliga a cumplir con un acucioso protocolo de evaluación, incluido el someterse al veredicto de un grupo médico especializado. Fue el último proceso que cumplió: Una comisión del Hospital Salvador compuesta por varias decenas de facultativos y presidida por el doctor Christian Osorio estudió su caso y en mayo de 2003 concluyó: Silvia Vargas padece? de TOC grave y resistente a numerosos tratamientos farmacológicos y psicológicos efectuados hasta ahora?. Advirtió:? La condición clínica de la paciente es grave y presenta riesgo vital a futuro?. Y propuso como? correcta y necesaria la realización pronta de la psicocirugía?.

Pero la instancia resolutoria del ministerio de Salud encargada de dar el visto bueno sigue sin darle el pase. Ha puesto nuevas exigencias: Debe someterse a una terapia cognitiva y volver rápidamente al tratamiento psiquiátrico que la paciente, en su desánimo, abandonó (?prefiero apagarme a seguir viviendo así, es la única forma de no seguir esclava de este problema yo y mi familia?). Ella se niega a más tratamientos, dice que en su estado de salud seis meses de prueba en una terapia cognitiva -tiempo mínimo requerido para ésta- le pueden costar la vida.

La historia de la psicocirugía es polémica. Tuvo su punto de partida en los años ï30, cuando el médico portugués Egas Moniz (Premio Nobel 1949) incursionó en el lóbulo frontal humano, rompiendo caminos del cerebro en los que circulaban ideas que se repetían con algunos estímulos, liberando así a los enfermos de actividades fijas que los afligían. Pero fueron los norteamericanos Freeman y Watts a mediados de los `40 quienes promovieron la operación con nuevos aportes y surgió la controvertida lobotomía frontal, que también mediante trepanación del cerebro provocaba un cambio en el estado afectivo y la conducta.

Como se contaba con escasos psicofármacos, la lobotomía se realizó a destajo y sin diagnósticos claros. Sólo en Inglaterra fueron sometidas a ésta más de 10 mil personas entre esquizofrénicos, obsesivo compulsivos, depresivos y agresivos. Y se llegó a practicar incluso en reos violentos, usados para experimentar so promesa de rebajar sus condenas. Tuvo férreos detractores: Fue definida como? el cuchillo del alma?, y apuntada como técnica para controlar la mente y ser potencial mutilador de todo aquel que escapa a la norma establecida.

Explica el neurólogo Arnold Hoppe que en los años? 60 comenzaron a conocerse los efectos adversos de este tipo de cirugías: trastornos cognitivos, apatía, epilepsia, desinhibición, incontinencia y obesidad. Al mismo tiempo, se revolucionó el tratamiento con psicofármacos que dieron buenos resultados. No obstante, se comprobó su eficacia para los TOC graves y depresiones mayores y la técnica se refinó. El doctor Hoppe añade que el procedimiento es considerado mundialmente? de absoluta excepción?, debe contar con el consentimiento del paciente y la aprobación, además de los médicos tratantes, de una entidad fiscalizadora independiente.

Por eso, en los pocos países donde se realiza, está sujeta al cumplimiento de un estricto protocolo ético? como sucede en Chile desde hace dos años?, que exige agotar todo tipo de alternativas no quirúrgicas antes de indicarla.

La Comisión Nacional de Protección de las Personas con Enfermedad Mental no da explicaciones sobre Silvia Vargas. Admite que es el caso más grave que tiene en sus manos, pero lo considera confidencial. La doctora Angélica Monreal, que encabeza la instancia, no obstante, explica sus directrices: Velar por los derechos del paciente y poner el acento en la regulación de los tratamientos complejos y polémicos, como el electroshock, la esterilización quirúrgica de enfermos psiquiátricos y la psicocirugía. Cuenta que desde 2001 la comisión revisa 200 casos y afirma que desde su creación, en 2000, no ha autorizado ninguna operación de psicocirugía.

Asegura que están muy preocupados por la salud de Silvia y que detrás de su caso? no hay buenos y malos?. Y aunque acepta que la psicocirugía muestra rendimientos en TOC y depresiones gravísimas, matiza que? hay que aclarar a los pacientes que sólo modificará la evolución de su problema y que no constituye un tratamiento único y curativo, pues debe combinarse siempre con una atención psiquiátrica y un acucioso seguimiento.? El problema no es de riesgos, sino de una correcta aplicación y eso es lo que protegemos?. Mientras, el doctor Zamboni acusa a la instancia de? talibanes fundamentalistas contrarios a la psicocirugía, que no permiten la operación de esta grave paciente?.

El doctor Otto D”rr, quien formó hace un tiempo parte de la comisión, aclara que nunca tuvo inclinación por este tipo de intervenciones, pero? es un método legítimo, que se justifica en algunos casos severos? e incluso él mismo lo ha recomendado en dos oportunidades. Opina que es muy positivo que se haya creado una comisión especial? porque evita abusos e intervenciones exageradas?. Pero como ex miembro de la instancia, sostiene:? Desgraciadamente percibo una suerte de politización en una línea de rechazar todas las intervenciones?. Y añade que están primando consideraciones ideológicas por sobre las técnicas.

En la habitación de Silvia se ha hecho la noche y ella está pronta a iniciar su enésimo ritual. ¿Qué manía la ocupará? Eso tal vez le impida tenderse a descansar hasta altas horas de la madrugada. Cuando nos despedimos, comenta:

?¿Usted me preguntó por la tristeza? Sí, estoy muy triste. Tenía esperanza en la operación, como una última salida y todo se para. Yo creo en esa operación, hay gente que dice que no es la panacea, pero yo tengo derecho a pensar que es una oportunidad para mí. Así como estoy, lo único que quiero es morirme, no he hecho nada importante en mi vida. La comisión que no me deja operarme, dice que defiende los derechos del paciente, pero de qué derechos me hablan, si así como estoy me puede pasar algo grave. Ellos no me han visto nunca, no saben cómo soy y qué siento, todo lo que conocen de mí lo saben a través de papeles. Obligan a trámites y más trámites. Parece que fueran ellos los que se van a operar?.

fuente:soyunamujer.com

breves consejos toc


Si Ud. Sufre de T.O.C. ¿Qué puede hacer para ayudarse a sí mismo?

En primer lugar, debe Ud. darse cuenta de que no está solo. Una de cada 50 personas padece el trastorno y con toda probabilidad sufre de obsesiones y compulsiones que son muy similares a las suyas.

En segundo lugar, Ud. no se está volviendo loco, y no hay razón alguna para avergonzarse de tener T.O.C.

Reconozca que sus obsesiones y su conducta compulsiva están, por naturaleza, más allá de su control.

En tercer lugar, discuta sus síntomas con su médico en forma franca y completa. Este profesional se encuentra familiarizado con este trastorno, ha de tomar en serio sus síntomas y está capacitado para tratarlos en forma efectiva.

En cuarto lugar, cumpla y mantenga el tratamiento aún cuando al principio la presencia de efectos colaterales pueda resultar desalentadora. Tome en cuenta que el tratamiento puede tardar varias semanas en producir efectos terapéuticos.

En quinto lugar, manténgase activo y salga de casa. Afrontar sus temores y evitar llevar a cabo sus conductas compulsivas le resultará beneficioso al reducir la influencia que el T.O.C. ejerce en su vida.



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¿Cómo puede Ud. ayudar a alguien que padece de T.O.C.?

En primer lugar, no culpe a la víctima. El T.O.C. no tiene nada que ver con ninguna debilidad de carácter y el paciente no alberga intención alguna de perturbar la vida de Ud.

En segundo lugar, haga todo lo posible para alentar al paciente a que obtenga ayuda profesional y apoye sus esfuerzos para tratarse.

En tercer lugar, evite verse envuelto en las obsesiones y compulsiones del paciente, ya que ello sólo actúa como reforzamiento de sus conductas patológicas. Ud. puede demostrar su preocupación y solicitud por el paciente por otros medios.

En cuarto lugar, trate de disminuir el impacto de la conducta obsesivo-compulsiva concentrándose en una relación normal con el paciente.

En quinto lugar, estimule y aliente cualquier logro, por pequeño que parezca, que el paciente obtenga en su lucha por superar sus síntomas.

Cuando la ansiedad está a la mesa
JEFF BELL - 3/10/2008

EL TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO PUEDE DISPARARSE AL MOMENTO DE SENTARSE A COMER

The New York Times News Service.- Para algunos de nosotros, el problema comienza antes de que siquiera pongamos un pie en el restaurante. Si resulta que Carole Johnson, una administradora de escuela retirada que vive cerca de Sacramento en California, tiene un pensamiento angustiante cuando atraviesa una puerta, necesita “despejarlo” pasando por ella dos veces más, de tal forma que lo hace precisamente tres veces.

Mi propio reto es combatir la necesidad de regresar a mi coche estacionado para revisar una vez más que esté puesto el freno de mano. Si no lo hago, ¿cómo puedo estar seguro de que no rodará hacia algo o peor, hacia alguien?

Johnson y yo somos sólo dos de millones que batallamos con el trastorno obsesivo compulsivo, un trastorno de la ansiedad caracterizado por pensamientos molestos y angustiantes, y rituales repetitivos orientados a desplazarlos. Somos un grupo ecléctico que abarca cada muestra representativa imaginable de la sociedad, y combatimos una mezcla igual de ecléctica de obsesiones y compulsiones.

A algunos de nosotros nos obsesiona la contaminación, a otros, lastimar personas, y a otros más, la simetría. Casi todos nosotros podemos encontrar algo que nos obsesione en un restaurante.

En ocasiones, el problema es el elemento de exhibición que hay en el comedor, lo que significa que tenemos que ocuparnos de nuestros rituales con frecuencia penosos bajo la mirada de tantos extraños mientras tratamos de que no nos cachen. O podría ser el preocuparnos por que la comida y la gente que la sirve sean seguras.

Muchas de las situaciones que inquietan personas con trastorno obsesivo compulsivo -- conducir, por ejemplo -- provocan al menos cierto nivel de ansiedad en prácticamente todo el mundo. Sin embargo, los restaurantes están diseñados para ser tranquilizadores y relajantes. Es una de las razones principales por las que la gente come fuera.

Para muchos de nosotros con trastorno obsesivo compulsivo, esos placeres son invisibles. Entramos a un comedor calmado y civilizado, y vemos cosas que no podremos controlar. Esto alimenta directamente uno de los temas unificadores del trastorno: una incapacidad con frecuencia agobiadora de manejar lo desconocido.

Amenaza
“La amenaza común, creo yo, tiene algo qué ver con la certidumbre”, dijo el doctor Michael Jenike, director médico del Instituto de Trastornos Obsesivo Compulsivos del Hospital McLean en Belmont, Massachusetts, afiliado a la Escuela de Medicina de Harvard. “Si se padece el TOC, sin importar la modalidad, parece haber algún problema con tener certeza de las cosas, ya sea que sean seguras o que se hicieron correctamente”.

Si la falta de certidumbre es nuestro reto común, entonces evitar la incertidumbre es nuestra búsqueda común. Para algunos de nosotros combatir el trastorno obsesivo compulsivo significa tallarse las manos para estar seguros que están limpias o revisar y volver a revisar todo a nuestro alrededor en el nombre de la seguridad. Para otros, es la necesidad de arreglar varios artículos en cierto orden o repetir acciones en secuencias rituales en un intento vano por remover la duda.

Estas excentricidades conducen a algunas complicaciones serias en nuestras vidas, en especial cuando nos encontramos en un lugar que dispara la conducta obsesiva compulsiva como un restaurante. Una vez que Johnson logra atravesar la puerta, con frecuencia necesita probar unas cuantas mesas buscando una que se sienta bien, mientras un capitán de meseros observa frustrado.

En lo personal, me siento bien casi con cualquier mesa, aunque las tambaleantes pueden significar un problema grave. Tengo obsesión verificadora, lo que significa que me invade el temor de que otras personas resulten lesionadas por algo que yo haga o deje de hacer. Sentado a una mesa poco menos que maciza, conjuro imágenes de compañeros comensales aplastados o lastimados de alguna otra forma si yo no notifico la gerencia del restaurante. A esto se le denomina compulsión de informar en la jerga del trastorno, y antes de que aprendiera a combatir estos impulsos, hablé con muchos gerentes.

Olvida el mantel, me dice mi amigo Matt Solomon; es lo que está encima de la mesa, y precisamente dónde está, lo que realmente importa. Solomon es un abogado de 39 años de Fort Worth que padece compulsiones de orden. Para disfrutar una comida, tiene que separar el salero y el pimentero, e, idealmente, colocar un servilletero o cualquier otra cosa que divida en medio.

¿Por qué? No puede responder eso como tampoco Johnson puede decir porqué tiene que masticar la comida en series de tres bocados o tomar sus bebidas en tres sorbos a la vez. El tres es su número mágico. Esa es la respuesta más refinada con la que cualquiera de nosotros puede explicar nuestras compulsiones, rituales que comprendemos son totalmente ilógicos.

Algunas de nuestras otras preocupaciones pueden parecer familiares. Supongo que todas las cafeterías, por ejemplo, han notado y quizás hasta batallado para remover esas manchas blancas de detergente que en ocasiones se ven en los cubiertos. Sin embargo, son pocos, supongo, los que han llegado al grado de Jared Kant para deshacerse de ellas. Kant es ayudante de investigador de 24 años que vive en las afueras de Boston y padece temores obsesivos a la contaminación. (Me fijé en él por primera vez cuando leí el escrito autobiográfico que escribió sobre vivir con el trastorno obsesivo compulsivo.)

El año pasado fue a un restaurante de comida china con varios amigos, uno de los cuales señaló que los cubiertos estaban manchados y parecían sucios. Kant recogió todos los que había en la mesa e intentó esterilizarlos sosteniéndolos sobre la flamita en el centro de un platón con diversos platillos, con lo que atrajo rápidamente la atención de su mesero.

Ah, meseros y meseras. Y cantineros. Para algunos que padecen el trastorno obsesivo compulsivo, el éxito o el fracaso de una comida puede depender del aspecto del personal de un restaurante.

Solomon, por ejemplo, se siente obligado a inspeccionar las manos de quienquiera que lo atienda. Las cortadas y raspaduras son objetables porque, en su mente, pueden conducir a contraer una enfermedad que podría matarlo.

Como parte de mi obsesión de vigilancia, una de mis preocupaciones es que los gérmenes de mi boca dañarán otras personas. Aun cuando trato de mantener los dedos lejos de los labios y sus gérmenes cuando como, lo logro en pocas ocasiones (no es tan fácil como parece). Al terminar de comer, creo que mis manos están contaminadas. El problema es que necesito que alguien garabatee mi firma en la cuenta. Con suerte, habré recordado llevar mi propio bolígrafo; de no ser así, es posible que sienta la urgencia de “lavarme las manos en la mesa”, un pequeño truco que he ideado al correr de los años: uso el agua fría condensada en el exterior de un vaso para eliminar los gérmenes. (Por cierto, olviden lo de secar las manos; la servilleta sólo las volvería a contaminar.)

Una vez que queda firmada la cuenta, me tengo que asegurar de que realmente está firmada. En mis peores momentos, he abierto y cerrado la carpetita una y otra vez viendo mi firma en cada ocasión, pero sin poder sentirme seguro. He dejado la mesa sólo para regresar a checar otra vez. Y una vez más.

Hay ayuda disponible por medio de una terapia denominada exposición y prevención de la respuesta. Como lo indica su nombre, la técnica requiere que la gente con trastorno obsesivo compulsivo se exponga a situaciones que desencadenan las obsesiones para evitar actuar. La terapia parte de resolver ansiedades de bajo nivel para proseguir después.

Con la limpieza en los restaurantes, por ejemplo, es posible que el terapeuta pida a su paciente que clasifique su ansiedad respecto de los desafíos desde tocar cubiertos manchados hasta comer de un plato manchado. Luego, le pediría que enfrentara esas situaciones combatiendo la compulsión por limpiar o reemplazar las cosas manchadas.

Con la terapia, se intenta alterar la conducta, pero al parecer altera mucho más que eso. El doctor Sanjaya Saxena, director del programa de trastornos obsesivo compulsivos de la Universidad de California en San Diego, dijo que la terapia de exposición y prevención de la respuesta “ciertamente cambia el cerebro en el nivel molecular: es decir, en el nivel de proteínas particulares que se manifiestan y se crean, y en el de la función neurotransmisora”. En ese sentido, expresó, “la terapia conductual es una terapia biológica”.

No soy neurólogo del cerebro. Casi no entiendo nada de proteínas y neurotransmisores. Sin embargo, mi propio trabajo extenso con esta forma particular de tortura (es decir, tratamiento dirigido) con medicamentos, me ha permitido progresivamente recuperar gran parte de la vida que me robó el trastorno.

En la actualidad, viajo muchísimo, comparto mi historia de recuperación y trabajo con grupos como la Fundación Obsesivo Compulsiva para elevar la conciencia. En mi trabajo como presentador en un noticiero de radio, no tengo que comer fuera demasiadas veces, pero cuando estoy viajando por cosas relacionadas con el trastorno, termino comiendo en un montón de restaurantes. Puedo decir con toda honestidad que empiezo a disfrutarlo. De hecho, aunque todavía me gusta tomar agua helada con las comidas, con frecuencia encuentro que estoy bebiendo del vaso y no lavándome con él.

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Caso 1

Paciente mujer, de 24 años de edad, soltera y sin ocupación (nunca trabajó). Padre alcohólico. Fue criada por su madre y su padrastro, hasta los 11 años de edad, en que se separaron. Convivió desde entonces con su madre y su abuela materna en España hasta los 22 años. Esta última se suicidó, arrojándose desde un balcón (cuando la paciente tenía 17 años). Se presume que ésta padecía una Demencia Tipo Alzheimer. A la consulta en el Hospital Borda, manifestó las siguientes preocupaciones: 1) “No puedo dejar de pensar en mi pelo”, “si mi mamá pasa por al lado se me arruina”, “si paso debajo de un árbol tengo miedo que se me arruine”, “hay árboles que esquivo cuando voy por la calle” (por similar motivo), “si mi mamá tiene un cuchillo cerca, tengo miedo que se me arruine”, “no se cómo, ¿cómo tengo el pelo doctor?”, “sé que no lo tengo mal, pero dudo, no puedo dejar de pensarlo”, “tengo miedo que se me caiga”, “tengo mi shampoo, mi jabón y mi toalla”. 2) “Tengo mal el pelo, no sé cómo explicarlo pero lo tengo mal, fíjese...”, “estoy segura, no dudo...ay Dios, qué sufrimiento, que me pase esto..., tener el pelo así..., tener esta preocupación”, “cállate mamá que hablo yo...”, “si me pasan con un repasador cerca se me arruina, ...bueno no sé... mamá ¿cómo tengo el pelo?”. 3) “Tengo miedo que se me caiga si me lo toca (la madre)”, “no me dejes sola mamita, te quiero mucho”, “si, es cierto, me baño cuando no está (la madre), porque tengo miedo que le ponga lavandina al shampoo”, “bueno no estoy segura, ...pero ay Dios...”, “no me lo toques”. Es importante señalar que junto a estas quejas se deslizaban una serie de acotaciones necias de pretendido efecto humorístico, que daban a la escena como un aire de inautenticidad. A la edad de 13 años comenzó con irritabilidad y obstinación, fugándose de su hogar por sentirse ridícula luego de un peinado de peluquería. Veinticuatro horas más tarde aparecería, sin poder nunca explicar, cuál fue su paradero. La madre y la propia paciente recuerdan el hecho como extraño. Luego de cumplir 17 años, junto con su madre y abuela, viajó a España por razones laborales de la familia. En aquellos días comenzaron las “manías”: rituales de lavado de elementos de cocina, rituales de lavado (de manos y aseo personal), compromiso de terceros en los rituales (la madre y abuela debían revisar debajo de la cama, si efectivamente estaban su cepillo de dientes y su tasa). En 1990, a la edad de 20 años, luego de conocer la noticia de una atentado perpetrado por la ETA, en el que muriera una adolescente, la paciente comenzó con un intenso temor de correr igual suerte, permaneciendo en la cama la mayor parte del día, con accesos de ánimo triste y episodios de llanto, rechazando todo intento de tratamiento durante dos años. Luego dicha sintomatología desapareció, para instalarse la idea de tener su cabello arruinado, en mal estado, dañado o el temor a que se arruine el mismo, viéndose forzada a realizar cuidados ritualizados del mismo (lavados de cabello prolongados, siempre igual shampoo), permanentes preguntas de verificación a su madre y persistentes quejas sobre el estado del mismo. La idea parecía ser vivida por momentos como intrusa y egodistónica, mientras que de a ratos adquiría el carácter de una convicción que la llevaba a desconfiar de su madre como la causante del daño. Cualquier movimiento que su madre realizara a su alrededor podría dañar su cabello. Un cuchillo al cocinar, un repasador, un agente de limpieza en manos de la madre desencadenarían en la paciente el temor y la necesidad de ser tranquilizada, incluso a través de frases escritas del tipo de “no te arruiné el pelo”, en varios cuadernos que implicaron horas de escritura por parte de la madre, como así también, reacciones de enojo hacia ella. Temiendo que su madre le pusiera lavandina en el shampoo se negaba a salir de su casa. No obstante estos rituales, que no se mantenían estables en el tiempo, la actividad era desorganizada; la afectividad presentaba oscilaciones distímicas superficiales sobre un fondo aplanado y una absoluta falta de propositividad vital (en el sentido que Armando Roa le dio al término). Como referencia a tratamientos anteriores a la consulta se consignó un breve intento con clomipramina 25 mg/día, durante una semana, que le provocó agitación, insomnio y malestar y luego Bromperidol 5 mg/día, que le ocasionó una Distonía Aguda de la musculatura cervical. Ante los “fracasos” de estos tratamientos asistió a grupos religiosos, acompañada siempre por su madre, participando en ceremonias de “liberación”, en cuyo significado empezó a creer con intensa pero breve convicción, puesto que luego se diluyó sin mayores repercusiones. Para esa misma época referirá elementos alucinatorios visuales. En la guardia del Hospital fue medicada con trifluoperacina 10 mg/día, biperideno 4 mg/día, clonazepam 2 mg/día y levomepromazina 25 mg/día. Dos semanas después se la admitía en Consultorios Externos de dicha institución. El examen físico no reveló particularidades como tampoco lo hicieron los estudios complementarios (EEG y laboratorio). Se indicó como tratamiento farmacológico el aumento de la trifluoperacina a 12.5 mg /día más la medicación complementaria que ya traía al ingreso. La paciente no aceptaba mayores dosis de neurolépticos. Es importante destacar que para aquel año sólo existía la clozapina como alternativa a las mencionadas drogas. Luego de 3 meses, ante la falta de respuesta, se agregó clomipramina 25 mg día. A las 48 horas presentó un episodio de neotimias (despersonalización) en el que comenzó a sentir que “mi cabeza no es mi cabeza”, la sensación de no ser ella (desrealización), agitación y percepción de descargas eléctricas en su cuerpo. Dicha sintomatología desapareció tras la suspensión de la clomipramina. En cuanto a la Psicoterapia la madre y la paciente rechazaron los dispositivos familiares e individuales. Tampoco sostuvo Hospital de Día. En los meses posteriores la desorganización de la conducta, el malestar y la ambivalencia, conjuntamente con la ansiedad intensa que le ocasionaba la creencia de tener el cabello dañado (ya no el temor a que se arruine) fueron caracterizando la mala evolución, al mismo tiempo que agotaba a la paciente y a la madre. Con respecto a la mencionada idea del cabello, cuando se le repreguntaba sobre si creía que estaba arruinado, respondía en forma ambivalente aseverando y dudando. Quizás podría decirse que la esencia ambivalente de su respuesta pseudoobsesiva consistía en que no vivía como contradictorios ambos juicios. Se decidió prescribir Bromazepam 12 mg/día (agregado al esquema de base). La paciente respondió con ideación depresiva y suicida de mayor intensidad, menor grado de obsesionalidad y mayor grado de certeza. Finalmente luego de un confuso intento de suicidio en que la paciente se asomó por la ventana y ante el deseo de la misma de recluirse en un convento “para apartarse del mundo y protegerse” se indicó la internación. Fue dada de alta a los 7 días, por pedido de la paciente y su madre. Pero 15 días después intentó cortarse el pelo con un vaso de vidrio que rompió para tal fin y fue internada nuevamente durante un mes aproximadamente. Tras el alta, si bien se encontraba ordenada, mantuvo inmodificable la misma sintomatología durante dos años más, siendo refractaria a un curso completo de haloperidol 30 mg/día y de clozapina 850 mg/día. Finalmente ha presentado mejoría con Clozapina 850 mg y Fluoxetina 60 mg/día. Existen períodos en los que se muestra dubitativa y preocupada por la caída del cabello a consecuencia de la ingestión de algún alimento “prohibido” (carne o pastel de papa), realizando en consecuencia una dieta restrictiva. En dichas ocasiones mejora con 80 mg/día de fluoxetina, que luego deben reducirse por que se pone taquipsíquica. En otras ocasiones mejora con la disminución de la clozapina, que se vuelve a aumentar (hasta 900 mg/día) si aparece la disforia o la creencia en su cabello arruinado, que con el correr de los años ha dado lugar a otras preocupaciones de tinte hipocondríaco. Siempre en un tremendo tono de queja pertinaz e insistente. Hace 8 años que se encuentra estabilizada de esta manera, y nunca ha esbozado un proyecto para su vida, transcurriendo sus días sin hacer nada o ayudando a su madre en tareas de limpieza de escasísima complejidad.

Caso 2

Paciente de sexo masculino, de 25 años de edad, soltero, que vivía con sus padres y un hermano dos años menor que consultó por obsesiones vinculadas a sus fluídos corporales que le producían asco y rechazo: orina, semen y saliva. Esto generaba conductas evitativas de contacto con los mismos, para impedir posibles contaminaciones de su organismo o el de otros. Había llegado al extremo de orinar sentado, para no salpicar con su saliva su propio pene, y de esta manera no contaminarse (autocontaminarse). Decidió consultar en el Hospital Borda porque era una institución en la que curaban “locos”. Entre los antecedentes de su enfermedad se destacaban el inicio del perfeccionismo y de la simetría para el orden de las cosas entre los 5 y 7 años. Estas actitudes ocasionaban algunas molestias en su familia cuando cumplió los 13 años. A la edad de 10 años presentó tics vocales (carraspeo, repetición de propias palabras), motores (parpadeo, diducción, sonrisa, fruncimiento del ceño y levantamiento de la ceja) y motores complejos (revisarse la bragueta del pantalón). Estos movimientos le generaron problemas en el colegio. Hacia los 13 años desaparecieron los tics pero se intensificaron las obsesiones de simetría. Hacia los 15 años, luego de ser asaltado a mano armada aparecieron obsesiones de contaminación y rituales de limpieza. La sintomatología era egodistónica y consumidora de tiempo. Para limpiarse debía retirarse de los lugares en los que se encontrara para proceder a la realización de su ritual, que se llevaba a cabo en su casa. De este modo empezó a aguantar sus deseos de micción hasta que desarrolló una severa vejiga neurogénica. Esta sintomatología (la obsesiva-compulsiva) y la de orinar por rebosamiento, interferían su vida cotidiana, le impedían tener una vida sexual y desencadenaron un episodio depresivo. En una ocasión en que el paciente se encontraba en la calle volviendo de una disco, se orinó sin poder efectuar sus rituales. De esta manera, temió haberse contaminado como consecuencia del contacto de la orina con la vereda (por una especie de mecanismo ascendente) pero al mismo tiempo o inmediatamente después de eso, creyó que con su orina contaminaría la vereda y por lo tanto a otras personas. Ya de regreso en su casa, vencido en la eficacia de sus rituales (puesto que debería limpiar veredas, el taxi que lo trajo de regreso, etcétera), deprimido, sintiéndose culpable por haber contaminado a otros, intentó suicidarse con alcohol y psicofármacos. Entonces fue internado en un hospital psiquiátrico municipal en donde fue medicado con bajas dosis de clomipramina y lorazepam, presentando una mejoría tímica moderada, pero padeciendo efectos secundarios en la esfera sexual. Su cuadro se completaba con rituales de limpieza que incluían horas de ducha, verificaciones, compulsión de pensar “lo correcto”, colección de medicamentos, números y colores de mal presagio y confección de listas. Los estudios complementarios fueron normales, incluyendo una prueba de ASTO (por los tics y antecedentes de faringitis a repetición). Fue tratado con paroxetina 60 mg/día y psicoterapia cognitivo-conductual durante un año. Continúa con la misma dosis (puesto que con intentos de disminución presentó agravamiento de sus síntomas), trabaja como chofer y ha logrado una reducción importante de su sintomatología que le permite una vida más feliz y autónoma desde hace 4 años. No ha podido formar una nueva pareja.

Caso 3

Paciente de 20 años que consultó por: temores de perder objetos que puedan resultar importantes (que objetivamente eran intrascendentes), acumulación de todos los elementos escolares en su mochila personal, rituales de verificación de la misma que progresó desde insumir cinco minutos diarios a más de seis horas. Precisamente por temor a perder sus pertenencias, ha dejado de salir a la calle y cuando lo hace, vuelve sobre sus pasos para repasar y revisar que no se le hubiere caído nada de los bolsillos. Por lo tanto al caminar lo hacía dando vuelta su cabeza hacia atrás para verificar permanentemente que esto no ocurra. Las últimas salidas las hizo con un pantalón sin bolsillos, para que nada pudiera caerse de los mismos y para que nada pudiera entrar en ellos. Al llegar a su casa dejaba las zapatillas en la entrada para que no ensuciaran la casa, dejando su cédula de identidad sobre las mismas para tener la constancia de que no la ha perdido. Al respecto no logró articular una explicación satisfactoria de la lógica de aquel ritual. Luego de esto, en la cocina de su casa se desvestía y revisaba que cada pertenencia estuviera en su lugar. Si por alguna razón se hubiera visto obligado a interrumpir su ritual, le dedicaría horas del día siguiente a revisar toda la casa. El proceso de examinación le llevaba tantas horas que comenzó a postergar el mismo, y a aislarse dentro de la propia vivienda (para poder cumplir con los rituales atrasados). También presentaba obsesiones de contaminación, con rituales de limipieza. Su principal fuente de preocupación son los baños de la casa. En ocasiones por no haber podido controlar lo que tocó en la calle, se quedaba vestido durante días. Por creer que difundió su suciedad en su habitación, había decidido dormir en un sillón del living (desde hacía un año). Ha dejado hace tiempo de ofrecer resistencia hacia sus compulsiones, no estando del todo convencido en la actualidad de la condición patológica de sus ideas y de sus actos. De hecho no cumplió con las indicaciones psicoterapéuticas (cognitivo conductuales) y no tomó la medicación en forma completa por temor a que lo durmiera y le impidiera realizar sus rituales. En las escasas veces que ha entrado en contacto con otras personas padece intensos síntomas de ansiedad social. Solitario, sin deseos de tener amigos, creía en ocasiones que si no realizaba determinados rituales, podrían pasar cosas graves en el mundo y a su madre. Buscaba pensamientos positivos para conjurar pensamientos negativos, y lo hacía en un número de cinco veces (que era un número que mágicamente logra su efecto). Su discurso era pobre, vago y estereotipado. Su coeficiente intelectual era estándar. Como antecedentes de la enfermedad se destacaban temores panfóbicos desde muy corta edad y síntomas obsesivos desde los 7 años. Fue tratado por distintos psiquiatras en dosis y en tiempos variados con inhibidores de la recaptura de Serotonina (clomipramina e ISRS), no habiendo aceptado nunca dosis óptimas de estos ni de neurolépticos. La madre presentaba un claro Trastorno Paranoide de la Personalidad, carecía de conciencia sobre la enfermedad del hijo, habiendo desarrollado una actitud querellante hacia los médicos que trataron a su hijo, acusándolos de los efectos nocivos de la medicación o de maltrato, que asemejaba a la querulancia hipocondríaca que describiera Clerambault. Los vínculos familiares se caracterizaban por agresividad verbal, física, emoción expresada, y ambivalencia en cuanto al tipo de tratamiento a seguir para el paciente. Finalmente consultaron con un “médico naturalista energético” que les prometió que lo curaría sin medicación. Cuatro años después el paciente continúa encerrado en su casa, se acentuó el componente mágico de sus pensamientos, y se atiende con un nuevo psiquiatra, de quien sólo acepta parcialmente algunas de sus indicaciones y del cual la madre también se queja.

Discusión

Caso 1

Bleuler y Mayer Gross consideraban a los obsesivos crónicos como esquizofrénicos de hecho, al tiempo que otros, como Henry Ey y Huber, contemplaban a los síntomas obsesivos como posibles pródromos hacia la Demencia Precoz(58,36,22). En este último sentido, Carlos Pereyra inmortalizaría en su monografía sobre aquella entidad, las formas de comienzo pseudobsesivas: “...la iniciación de la Demencia Precoz puede afectar la forma de la mayor parte de los síndromes psiquiátricos:... (aún) simples cuadros neuróticos... (como) la psicastenia”(69). En estos pacientes “los comienzos son acompañados de una gran lucidez, y se caracterizan por la instalación más lenta de la afección, ...los signos del período de estado no se hacen presentes o están profundamente disimulados”(69). Con respecto al tipo de demanda de su entrevistador, el discípulo de Bosch agregaba: “...cuando se queja, los hechos desfilan con escaso colorido afectivo, el sujeto se limita a relatarlos, poco o nada espera del interlocutor y sobretodo (falta) la voluntad de cambiar este estado de cosas, ...es como si hubiera cumplido su obligación con descargar eso”(69). Por su parte, revisten singular interés, por la vigencia que el tema presenta en la actualidad, las descripciones de Leonhard sobre las formas anancásticas de las esquizofrenias sistemáticas al resaltar el trasfondo distímico depresivo tras la queja, el carácter machacón de la misma (como lo describiera genialmente Goldar en su Introducción al Diagnóstico de las Psicosis de 1994), su carácter predictor de incipiente defectuación para la Hebefrenia Excéntrica y la ritualización estereotipada, vacía y sin ideación que la sustente, en sujetos de expresión amímica para la Catatonía Amanerada(32,17). Con relación a esto último Silvano Arietti encontraba una relación particular psicopatológica entre los síntomas catatónicos y los obsesivos, considerando que la indecisión, la obstinación, el negativismo y el temor a la incertidumbre eran complejos sintomáticos compartidos(2). Otros autores también abordaron la cuestión de la relación con la Catatonía(18,22,64,65). Es interesante observar que hasta los años 1980, a excepción de Leonhard, se había impuesto la noción que los síntomas obsesivos constituían una “buena noticia” en la evolución de la esquizofrenia (de las esquizofrenias), puesto que “preservaba la desintegración de la personalidad” (Stengel)(54). De hecho existe un trabajo en la actualidad que sostiene que la presencia de síntomas obsesivos en el primer brote (no en el pródromo) atempera la gravedad de los síntomas positivos (trastornos formales del pensamiento) y los síntomas negativos (el aplanamiento del afecto), especulando nuevamente con la idea del “efecto protector” sobre la psicosis(70). Sin embargo esta idea ha sido categóricamente refutada por numerosas investigaciones que han demostrado que los pacientes esquizofrénicos con síntomas obsesivos compulsivos presentan, cuando se los compara con pacientes esquizofrénicos sin síntomas obsesivos, un curso clínico más grave, una peor respuesta al tratamiento, un mayor deterioro en las funciones ejecutivas (prefrontales) y un mayor deterioro biopsicosocial(14,4,24,25,34,48,13). Existen estudios que correlacionan la sintomatología obsesiva compulsiva con una mayor severidad de los síntomas negativos y otros agregan también los síntomas positivos(24,34). En este caso en particular, considerando lo antedicho como fundamento, puede concluirse que la paciente en cuestión presentó según Pereyra una forma insidiosa pseudoobsesiva de comienzo de Esquizofrenia(69), que se caracterizaba precisamente por no acompañarse de los clásicos síntomas schneiderianos, que se exteriorizaba a través de quejas permanentes con tendencia al lamento, que constituían la expresión de las distimias superficiales. Siguiendo a Goldar (1994) “...existen casos de Hebefrenia con quejas casi constantes, presentadas con machaconería, ...que agotan la paciencia de las personas más tolerantes”, estas al manifestarse “junto a la broma, ...tal como lo enseña Hecker, hace del cuadro hebefrénico una escena con intenso colorido inauténtico”(17). La evolución crónica, sin actividades socio-laborales y sin horizonte, sin un mundo que la coordine, dirija y atraiga -en el decir de Armando Roa-; puede ser interpretado como la falta de propositividad vital que este autor describiera, como un signo deficitario primario o como el defecto de la voluntad que en definitiva Kraepelin y Jaspers le asignaran a la Esquizofrenia(18,29,49). En una historia clínica del Hospital Borda, con fecha del 24/6/1977, se puede leer una epicrisis de un joven Dr. Goldar donde fundamentaba la psicosis en un caso de Catatonía amanerada, en ausencia de alucinaciones y delirios, que se transcribe a continuación por considerarse pertinente para el caso del ejemplo: “el paciente tiene una vida plena de rituales y fobias, ...(teniendo) su proyecto de existencia... el sello de la demencia pragmática, pues más allá de su temática fóbica no parecen existir otros intereses. Sólo por esto su estar-en-el-mundo es psicótico”. La combinación de puerilidad, machacononería y oscilaciones distimicas superficiales siguiendo a este último (y a través de él a Hecker), avalarían el diagnóstico de Hebefrenia. Por último la presencia de la tendencia depresiva, con la queja pertinaz y los anancastismos aproximarían al diagnóstico de Esquizofrenia Sistemática: Hebefrenia Excéntrica (combinada con elementos de la Catatonía Manerísitica: amaneramientos de omisión, de acción y amimia). Desde el plano de la respuesta farmacológica, existieron síntomas positivos con el agregado de clomipramina, que avalaron también el diagnóstico, puesto que el agravamiento está descrito(62,68,23). La Psiquiatría norteamericana ha tenido problemas para resolver esta cuestión. Esta plantearía que podrían existir al menos tres alternativas:1) comorbilidad de dos trastornos (TOC y Esquizofrenia); 2) un subtipo de esquizofrenia (que como se ha visto no constituye una novedad porque ya fue muy bien descrita en los últimos 100 años) o 3) síndromes asociados a Esquizofrenia(48,24,5). Esta última si bien ha eludido en términos pragmáticos la cuestión nosológica y etiológica, permitió que la mencionada escuela pudiera contemplar la presencia de síntomas obsesivos en Esquizofrenia, lo cual en la serie de los DSM-III estaba prohibido porque los diagnósticos mayores se excluían(5). A continuación se transcribe una cita de Pereyra que invita a la reflexión y a la polémica sobre este tema: “Para Dide y Guiraud, que han considerado detalladamente estas formas, existe la predominancia de alguno de los síntomas fundamentales, que es preciso despistar hábilmente, para no confundir estos cuadros con las afecciones que simulan. La psicastenia es, de entre ellas, la que más se presta a errores diagnósticos, y a su propósito señalan los autores citados el hecho de que... ‘si se lee con cuidado el trabajo fundamental de Janet, se verá que muchas observaciones de psicastenia pertenecen a la Demencia Precoz’”(69).

Caso 2

Cuando se analiza la posibilidad de síntomas psicóticos en un caso de TOC, la primera pregunta que surge es si el TOC constituye un riesgo para el desarrollo de Esquizofrenia. Rosen describía tres mecanismos de transformación esquizofrénica de las obsesiones: a) la procedencia de si mismo se reemplaza por la idea de inserción de pensamiento, b) la conservación de la resistencia pero con la creencia en que la acción es impuesta por terceros y c) la pérdida del insight con defensa egosintónica de la idea(50). Sin embargo, esta postulación fue cuestionada por Lewis quién sostenía “...lo sorprendente no es que un obsesivo se transforme en esquizofrénico, sino que muy pocos lo hacen” y por Kraepelin en 1915 (citado por Gordon) quién consideraba “que la transición de las obsesiones hacia otras afecciones mentales, como la Paranoia, contrariamente a lo anteriormente creído, es improbable”(33,18,19,8). Kozak y Foa en los trabajos de campo para la confección del DSM-IV descartó que el TOC constituyera un riesgo para padecer Esquizofrenia, y sin en cambio para Depresión(30). Solyom citando a Bumke “las obsesiones son ideas delirantes in statu nascendi” proponía la “Neurosis Obsesiva Atípica” a la cual se arribaba por un mecanismo de sobrevaloración de las ideas, pero no una “esquizofrenización” de las mismas(53). Esta noción fue seguida por Insel y Akiskal quienes proponen un continuo alrededor de la noción de la idea sobrevalorada y la pérdida del insight(26) y encontraron que los pacientes TOC podían evolucionar hacia breves descompensaciones Psicóticas en dos direcciones: la melancolía o la reacción paranoide (hallazgo similar a lo reportado por Janet)(26,45). A estos cuadros los denominaron “Formas Reactivas de Transición” y surgirían como consecuencia de una pérdida progresiva de la resistencia o lucha ansiosa del psiquismo, con la consiguiente pérdida del insight caracterizándose por ser circunscriptos, transitorios y reversibles ad-integrum con la terapéutica con inhibidores de recaptura de serontonina (clomipramina e ISRS), sin necesidad de agregar neurolépticos. Es curioso que Akiskal, en el ciclo de conferencias que dictó en Buenos Aires en diciembre de 2000 criticó a Jaspers, pero sin embargo el mecanismo sugerido por el primero, se inscribe en la senda de la noción de Desarrollo Comprensible, que el segundo proponía(26,29). Estos son los pacientes TOC que pueden requerir internación. El paciente presentado en este caso parece ser alcanzado por la aplicación de este modelo, en la medida que su padecimiento presentaba egodistonía, resistencia, experiencia subjetiva de compulsión y reconocimiento de la procedencia de si mismo, que a fuerza de la gravedad y del sufrimiento que sus síntomas le ocasionaban, reaccionó con un episodio depresivo que contribuyó (mediante la catatimia) a sobrevalorar sus ideas (nutridas además de una modalidad mágica de pensamiento en el sentido que Piaget dió al término, al describir la inteligencia del período senosorio-motor) y a perder transitoriamente (pero gravemente) el reconocimiento de lo absurdo. De modo tal que el diagnóstico sugerido para este caso es el de Trastorno Obsesivo Compulsivo Primario, que al momento que al momento de la internación cursaba “sin insight” (DSM-IV) y con un segundo diagnóstico (comórbido) de Trastorno Depresivo Mayor. La posibilidad de un paroxismo psicótico se ha descrito en otros cuadros no psicóticos: en trastornos por pánico (síndrome de Roth), en las personalidades fronterizas (episodios micropsicóticos) y en las personalidades histéricas(11,20). La respuesta al tratamiento (clomipramina y posteriormente paroxetina) combinado (psicoterapia cognitivo-conductual) confirmó hasta el presente este diagnóstico.

Caso 3

Existen pacientes que presentan síntomas obsesivos graves, que esclavizan las libertades de quiénes los padecen, porque el insight está presente sólo de un modo marginal, porque pierden la resistencia en las situaciones en que se impone la tendencia compulsiva, o porque resisten de una modo tan patológico que alcanzan ribetes de bizarría. Estos son los enfermos que no responden a las alternativas de tratamientos actuales para el TOC: inhibidores de recaptura de serotonina (ISRS y clomipramina) y psicoterapia cognitiva-conductual. Cuando se estudiaron estos pacientes refractarios a los tratamientos, se encontró que la presencia de pensamiento mágico, de ideación sobrevalorada y de esquizotipia se asociaban con la mencionada malignidad(28,16,41,26,40,61,60). A estos pacientes Yaryura Tobías los llamó “TOC malignos” y otros los denominaron “Esquizoobsesivos” o “Esquizofrénicos Dubitativos”(61,59,23,26,12,50). En un estudio se evaluó la resistencia y el insight en 23 casos de TOC según criterios de DSM-III-R, estudiando diferentes dimensiones del fenómeno: el reconocimiento de lo absurdo, la creencia en las consecuencias, la resistencia y las extravagancias, encontrándose que un número importante de pacientes reconocía la idea obsesiva como absurda pero al mismo tiempo temía por sus efectos posteriores y que si bien podían resistir sus ideas en el trabajo, las mismas decrecían con la fatiga y se entregaban a sus síntomas en la intimidad(26). De esta manera se propuso la noción de un continuo dimensional en donde su extremo de mayor gravedad estaba representado por aquellos pacientes que no admiten lo patológico de sus rituales, el daño potencial o real que se infligen, que padecen pensamientos forzados que los vivencian como voces, fenómeno que ha sido descrito por Neziroglu y que recuerda a los “protofenómenos” de Armando Roa(26,42,49). Finalmente concluyeron que estos pacientes son atípicos por estar severamente comprometidos en su funcionamiento, por carecer de insight emocional, por resistir de un modo delirante, por no presentar ansiedad con relación a las obsesiones, por pertenecer a familias que se relacionan con vínculos patológicos y por presentar rasgos esquizotípicos de personalidad. Jenike(28) al igual que Fenton y McGlashan reportaron que la coexistencia de pensamiento mágico, ansiedad social, ideas de referencia, lenguaje extraño o estereotipado, rapport inadecuado, creencias perceptivas inusuales, afectividad inapropiada, suspicacia paranoide y falta de amigos (todos rasgos esquizotípicos) se correlacionaban negativamente con la evolución(15). Estos pacientes pueden “enganchar” a sus familias en un sistema de creencias sobrevaloradas que parten de las obsesiones que remedan los Trastornos Psicóticos Compartidos. Yaryura-Tobías y este autor han publicado este año un caso de Folie a trois donde el agente primario presentaba un TOC con ideas sobrevaloradas junto a un trastorno esquizotípico de personalidad(66). Las ideas sobrevaloradas han sido redefinidas por los norteamericanos (como siempre les gusta hacerlo) de las versiones originales de Wernicke y Jaspers(41). En la actualidad la APA las define como aquellas que presentan una intensidad menor que las delirantes, y se las describe como aquellas que están presentes en la anorexia, la hipocondría, la dismorfobia y el TOC atípico(41,60,58). Se describe en estos casos como estrategia de aumentación el uso de neurolépticos (haloperidol y pimozida) como así también dosis bajas de risperidona al inicio(28,1,35,39,40,51,55). De todas maneras el rol de los Antipsicóticos atípicos debe ser estudiado en detalle porque tienen la propiedad de producir síntomas obsesivos como efectos adversos(1,3,10,31,35,38,43,44,51,67). En este último caso, tomando como fundamento lo expuesto en este apartado, se considera que el joven paciente padece de una forma maligna de TOC (en el decir de Yaryura-Tobías), que ha sobrevalorado sus ideas, que ha cedido en su resistencia entregándose al servicio de sus rituales, que la ansiedad de no ritualizar ha sido reemplazada por una ansiedad de origen diferente, alimentada por una modalidad mágica de pensamiento aportada por la estructura esquizotípica de la personalidad. Esta combinación de esquizotipia y sobrevaloración le confieren el aspecto bizarro. El autor de este artículo considera que estos pacientes no son esquizofrénicos, pero tampoco son neuróticos(58). Siguiendo a Gunderson se caracteriza al trastorno esquizotípico de la personalidad como un desorden de personalidad ubicado en el extremo de la severidad considerándolo como un carácter prepsicótico o como la expresión fenotípica atípica de trastornos psicóticos(20). La evolución del paciente parece confirmar esta impresión. El tratamiento de estos pacientes debe consistir en el agregado de Antipsicóticos sobre el régimen de inhibidores de recaptura de Serotonina(39,40). Algo que no pudo lograrse por su baja adherencia.

Conclusiones. Esquema de Integración Final

Puesto que la literatura sobre TOC y Psicosis ha sido abundante, pero a primera vista no concluyente, se resumen las tres metodologías seguidas por la Psiquiatría y cuáles fueron sus aportes.

1) Estudios de síntomas obsesivos-compulsivos en Esquizofrenia: posibilitó la admisión de una realidad clínica cierta, como lo es el hecho de que algunos pacientes esquizofrénicos padecen síntomas obsesivos compulsivos y refutó la idea de la función protectora de los mismos en la psicosis.

2) Estudios de síntomas psicóticos en TOC: permitió discriminar la posibilidad de estados transitorios psicóticos, pero no por ello esquizofrénicos; de otros casos que sin ser esquizofrénicos asumen una existencia psicótica por la modalidad con la que se entregan a sus rituales.

3) Estudios de complejos sintomáticos compartidos: son los que realizó Yaryura Tobías al evaluar los síntomas recíprocos en poblaciones de pacientes esquizofrénicos y TOC que no presentaban asociación de sintomatología. Esta línea de pensamiento rescata la idea de enfermedad única de Griesinger, al proponer la posibilidad de fluctuación entre Esquizofrenia y TOC, contemplando la existencia de pacientes ubicados en una pars intermedia de un continuo dimensional transnosográfico(59).

Este artículo ilustra la aplicación del modelo de abordaje para la cuestión de la relación entre TOC y Psicosis que el autor de este artículo publicara en 1999, y que consiste en la consideración de tres posibilidades clínicas diferentes(58):

A) Pacientes Esquizofrénicos con síntomas obsesivos-compulsivos (caso 1) que se caracterizan por presentar estos síntomas desde antes o en forma simultánea al inicio de los síntomas psicóticos mayores. Son en su mayoría hombres solteros (aunque el caso elegido fue el de una mujer), cuyas dos dimensiones sintomáticas principales marchan independientemente, siendo infrecuente la posibilidad de transformación esquizofrénica de los síntomas obsesivos. Estos pacientes presentan un curso crónico con un marcado deterioro psico-socio-laboral. El tratamiento farmacológico deberá consistir primariamente en la indicación de drogas antipsicóticas a las cuales se deberá agregar inhibidores de recaptura de Serotonina siguiendo una titulación lenta, para alcanzar la dosis mínima efectiva que no produzca el agravamiento de los síntomas psicóticos. En el caso de utilizarse Antipsicóticos atípicos, deberán ser titulados lentamente y en el caso en que aparezcan síntomas obsesivos compulsivos, se deberá disminuir su dosis o agregar antidepresivos serotonérgicos.

B) Pacientes con un cuadro clásico de TOC que presentan en forma reactiva un episodio transitorio psicótico (caso 2) por una modificación progresiva de sus ideas, en la forma de un desarrollo en ciertos aspectos comprensibles, a expensas de la pérdida de la resistencia y del insight. Las posibilidades de desarrollo son hacia la forma melancólica o la forma paranoide. Estos cuadros se denominan “Formas Reactivas Transitorias” y se deben abordar farmacológicamente aumentando la dosis del agente antiobsesivo-compulsivo o potenciándolo, pero evitando el uso de antipsicóticos. Estos son los pacientes TOC que pueden requerir internación.

C) Pacientes TOC cuya principal característica es el modo patológico en que se aferran a su sintomatología (caso 3). Aquí los sujetos han perdido el insight por sobrevaloración y la resistencia ha adquirido una modalidad incapacitante y bizarra, debido a las ideas sobrevaloradas, al pensamiento mágico y al Trastorno Esquizotípico de Personalidad que padecen. La ansiedad ante la obsesión puede faltar, pero en cambio es notable la misma ante las consecuencias temidas o en situaciones sociales. Son sujetos hipersensibles a la exposición y presentan familias con una severa Psicopatología. El tratamiento debe consistir en un abordaje farmacológico a base de antidepresivos serotonérgicos en dosis plenas con el agregado de Antipsicóticos en titulación lenta. El dispositivo psicoterapéutico debe incluir necesariamente la terapia familiar.

Estas tres categorías propuestas deberían ser sometidas a investigaciones sistematizadas con criterios operacionalizados, con diseños prospectivos para demostrar si presentan validez y confiabilidad, y luego sobre la base de éstas realizar estudios farmacológicos controlados para formular tratamientos amparados en el método científico y no en la comunicación de reportes empíricos o en estudios con poblaciones muy pequeñas, que en definitiva es con lo que se ha contado hasta ahora. Pero la Psiquiatría actual se aleja progresivamente de este camino, cada vez que se vuelve sobre la noción de Interfase utilizando los diagnósticos categoriales del DSM, puesto que la primera corresponde a un sistema nosológico dimensional, siendo quizás útil en la investigación genética y psicológica, pero de muy difícil aplicación en la práctica clínica cotidiana. De alguna manera, cada vez que se habla de comorbilidad de entidades del DSM, la nosografía y la Psiquiatría Clínica, mueren un poco. Lamentablemente.


fuente:revista alcmeon.
Médico Especialista en Psiquiatría. Coordinador de Programas de Actualización en Psicofarmacología. Departamento de Docencia e Investigación. Hospital “José T. Borda”. Jefe de Trabajos Prácticos de Farmacología, 1ª Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina, UBA. Email: etoro@xlnet.com.ar

no somos "responsables" de los pensamientos.

Trastorno Obsesivo-Compulsivo
Las obsesiones son ideas, pensamientos, imágenes o impulsos que parecen no tener sentido alguno pero que, sin embargo, continúan viniendo a la mente. A modo de ejemplo podríamos citar las imágenes violentas o la idea de hacerle daño a alguien o el miedo de dejar las luces o la cocina encendida o no cerrar la casa. La persona se da cuenta de que estos pensamientos o miedos son irracionales y trata de suprimirlos, pero durante horas, días, meses o inclusive más tiempo, continúan viniéndole a la mente. Estos pensamientos o imágenes no son simplemente una excesiva preocupación por los problemas cotidianos de la vida, y por lo general no están relacionados con un problema real.

Las compulsiones son comportamientos o rituales que se realizan para mitigar la ansiedad causada por las obsesiones. Por ejemplo, lavarse las manos varias veces para mitigar el miedo de contaminarse, verificar una y otra vez que la cocina esté apagada o mirar constantemente el espejo retrovisor para disipar el miedo a chocar. La persona se da cuenta de que estos rituales no tienen lógica, pero siente una compulsión a realizarlos para mantener alejada la ansiedad asociada con esa obsesión en particular. El conflicto entre el deseo de liberarse de la compulsión al ritual y el deseo irresistible de realizarlo origina ansiedad, vergüenza y hasta desesperación. Al final, puede dejar de luchar contra la compulsión y entregarse a ella por completo.

Las obsesiones pueden aparecer solas, sin estar necesariamente acompañadas de compulsiones. De hecho, el 25 por ciento de las personas que sufren el trastorno obsesivo-compulsivo sólo tienen obsesiones, y en general se centran en el miedo de causarle daño a la persona amada.

Las compulsiones más comunes son el lavado, la verificación y la "cuenta". Si alguien es un "lavador", está constantemente preocupado por evitar la contaminación, evita tocar los picaportes, dar la mano o tomar contacto con cualquier objeto al que asocie con gérmenes, suciedad o sustancias tóxicas. La persona puede pasar, literariamente, horas lavándose las manos o bañándose para reducir la ansiedad de contaminarse. En general, tienen esta compulsión más las mujeres que los hombres. Sin embargo, los hombres son más verificadores que las mujeres. Necesitan verificar numerosas veces que la puerta esté cerrada para mitigar la obsesión de ser robados; verifican que la cocina esté apagada para mitigar la obsesión del incendio; o chequean el camino para mitigar la obsesión de chocar a alguien. Con respecto a la compulsión de contar, uno tiene que contar hasta un determinado número o repetir una palabra determinado número de veces para mitigar la ansiedad de que le suceda algo a uno o a otra persona.

Es frecuente que el trastorno obsesivo-compulsivo esté acompañado de depresión. De hecho, la depresión hace disminuir la preocupación acompañada de obsesiones. Este trastorno también puede estar acompañado de evasiones fóbicas. Por ejemplo en el caso de la obsesión de contaminación, se pueden llegar a evadir los baños públicos o el tocar picaportes.

Es muy importante darse cuenta de que por más extraño que pueda parecer el comportamiento obsesivo-compulsivo, no tiene absolutamente nada que ver con "estar loco". La persona obsesivo-compulsiva siempre se da cuenta de la irracionalidad y falta de lógica de sus pensamientos y conducta, y se frustra mucho (y también se deprime) al no poder controlarlos.

El trastorno obsesivo-compulsivo solía ser considerado una rara alteración de la conducta. Sin embargo, los estudios recientes han demostrado que un dos o tres por ciento de toda la población padece, en mayor o menor grado, el trastorno obsesivo-compulsivo. El motivo de la subestimación de la prevalencia del trastorno fue que los que la padecían eran renuentes a contar su problema. Este trastorno afecta a hombres y mujeres en igual proporción. A pesar de que muchos casos del trastorno obsesivo-compulsivo comienzan durante la adolescencia y primera etapa de la adultez, aproximadamente la mitad de los casos comienzan durante la infancia. Aparece antes en los niños que en las niñas.

No se sabe con exactitud las causas del trastorno obsesivo-compulsivo. Existe alguna evidencia de que el trastorno está asociado con la deficiencia de un neurotransmisor del cerebro llamado serotonina, o con una alteración en el metabolismo de dicho neurotransmisor. Se llega a esta conclusión por el hecho de que muchos de los que la padecen mejoran cuando se les administra medicación que aumenta los niveles de serotonina del cerebro. De todos modos, aún se requiere mayor investigación sobre el tema.

Podemos hablar de tres enfoques para los tratamientos que han dado resultado para aliviar las ideas obsesivas y las conductas compulsivas.

Uno de ellos, el "conductual", es una estrategia de modificación del comportamiento denominada exposición y prevención de la respuesta. Se caracteriza por la sistemática exposición a situaciones que originan pensamientos obsesivos y luego se previene la ejecución de la conducta compulsiva. Por ejemplo, si la persona tiene la obsesión de que va a contaminarse y se lava las manos compulsivamente, se le pide que se exponga a algo que considera sucio, como por ejemplo un picaporte, y luego se le pide que reduzca el número de veces que se lava las manos o que directamente se abstenga de lavarse las manos. Así mismo, si cada vez que se va de la casa, la persona verifica cinco veces que la puerta esté cerrada, se le pide que gradualmente reduzca el número de veces a una. En general, alguien tiene que acompañar a la persona en esas situaciones en las que tiende a ser compulsiva para poner en práctica la "prevención de la respuesta". La idea general es tolerar cierto nivel de ansiedad, ya sea prolongado la espera antes de iniciar la conducta o reduciendo la "cantidad" de respuestas.

El enfoque cognitivo, para la modificación de las conductas, consiste en vencer la " no-soport-itis " para lograr que la persona tolere el esperar para su ritual, o para reducir la frecuencia. Para los pensamientos que la persona quisiera evitar, el enfoque cognitivo consiste en reducir culpa miedo o ansiedad, al hacerle comprender que el tener pensamientos no implica que se vayan a transformar en conductas, que todos tenemos a veces pensamientos que no transformamos en conductas. Les explicamos que podemos ser responsables de nuestras conductas, porque dependen de nuestra voluntad, pero no somos "responsables" de los pensamientos.



TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL
Este abordaje cognitivo tiende a la tolerancia sin temor y sin culpa de los pensamientos reduciendo la ansiedad y a facilitar las tareas de exposición y prevención de la respuesta en los recursos conductuales.

El otro tipo de tratamiento que ha dado resultado es la medicación. De todas los medicamentos que han sido probados, el Anafranil y los antidepresivos Inhibidores de la Recaptación Selectiva de la de la Serotonina (IRSS) han sido muy efectivos. Los resultados han sido la mejoría o la desaparición de los síntomas en el 50-60 por ciento de las personas tratadas. Cuando la medicación se combina con los recursos cognitivos conductuales , el porcentaje de mejorías llega al 80 por ciento.

berrinche de domingo


Es muí curioso como afectan los cambios hormonales a los estados de animo en estos días estoy a mitad del ciclo hormonal y lo cierto es que lo noto ayer me encontraba de bajón y me encontraba bastante obsesiva y sin embargo esta mañana cuando me he despertado me encontraba bien lo primero que e pensado ha sido que bien me encuentro hoy estoy mucho mejor que el año pasado por estas fechas. He mirado la tele y me he dicho si es que últimamente puedo con todo pero no es así. No lo cierto es que sigo viendo el mismo DVD de los últimos doce meses por que me siento protegida y siguen molestándome la mayoría de cosas que salen por la tele es eso mejoría ?no.
Pues después de ese pensamiento nada ha ido bien toque de queda a las 5 de la mañana para desayunar mi chico trabaja a turnos y hoy entraba a esa hora cafetera en marcha pan, leche voy a por el café y la cafetera no había filtrado el café berrinche a el canto y dos cafeteras tiradas después desayunábamos deprisa y corriendo se que no tiene importancia pero me ha dado la mañana luego me he acostado un ratito pero ya no me he podido tranquilizar. Sobre las 12 mas o menos me he ido a caminar el primer día que lo hago lo necesito y entonces me han venido los Isis me da miedo caminar y perder peso es curioso. Me dan miedo los cambios y me da miedo no cambiar necesito perder el peso que he cogido este ultimo año y medio y voy a seguir haciéndolo. Las obsesiones no tienen límite. Pero la tarde no termina hay mi PC ha muerto sin remedio esta tarde y eso me a ocasionado el segundo berrinche grande del día y ha sido la gota que a colmado el vaso de hoy domingo. mi chico me dice últimamente tienes que tomarte las cosas con humor pero como puedo ver el lado positivo cuando el día cinco ya no teníamos dinero solo deudas y encima me encuentro de frente por la calle con la persona que nos ha puesto en esta situación y por mucho que pueda decirle no cambiara nada. El mal esta echo y no se siente culpable de lo que ha hecho. Yo por el contrario si
Me sigo sintiendo culpable de no haber hecho mas por haber evitado que nos hubiesen estafado pienso que es responsabilizada mía. Que podría haber pasado que hubiésemos
Discutido. Por que yo desconfiaba de su hermano. No habría sido nada irreparable y nos hubiésemos ahorrado todo este sufrimiento físico y mental.y me preocupa mucho este trabajo que tiene en estos momentos con cambios de turnos por que el padece de estrés crónico y no descansa y le esta afectando mucho a la salud y en estos momento no soy tan fuerte como me gustaría para poder ayudarle y aparte de lo que ya tenemos me tiene a mi con mis fobias y mis preguntas con mi bajones con mis eso quítalo de la tele que no me gusta. Yo no soy así nunca antes tuve esta fobia ni estas obsesiones mi pregunta es siempre la misma volveré a ser la misma persona feliz que era antes de toda esta ... si alguien quiere la dirección de el infierno que me lo pregunte a mi por que yo hay días que bajo a el a pasar un ratito. Necesitaba desahogarme con la de gente que hay con problemas de salud mucho mas graves que yo y sin embargo no consigo ser feliz después de todo esto he perdido la felicidad alguien sabe donde se compra una ración de obsesiones con la rabia y fobia a los murciélagos etc... No sabía lo feliz que era a pesar de esa obsesión hasta que la cambie por esta otra