HOCD


Este es un enlace a una página en inglés, escrita por el Doctor Penzel, que es una especialista en TOC y en particular de este tipo de obsesiones.

http://www.homestead.com/westsuffolkpsych/am_i_gay.html

A continuación, paso a escribir lo más relevante de ese artículo para la gente a la que se le haga pesado tanto inglés.

Este tipo de obsesiones, puede también ir acompañado por compulsiones mentales y/o físicas, para tratar de aliviar la ansiedad producida por tan indeseados pensamientos.

Las compulsiones más comunes son: comprobaciones (sobre todo comprobaciones mentales), cuestionarse de manera compulsiva y la evitación.

Dentro de las comprobaciones más comunes destacan:

- Mirar a hombres o mujeres atractivos o fotos, para comprobar si uno se siente sexualmente atraído por ellos.
- Observarse mientras uno se comporta heterosexualmente para ver si realmente está disfrutando.
- Observarse para ver si se parece, se habla, se camina o se actúa como alguien que es gay.
- Volver a ver (recordar) compulsivamente y analizando, situaciones en las que se estaba con otros hombres o mujeres para ver si se actúa como alguien gay o se actua sexualmente hacia alguien del mismo sexo.
- Comprobar las reacciones de los otros para determinar si se está o no actuando apropiadamente o si le están mirando de manera extraña.


Estar continuamente comprobando produce una paradoja. El nerviosismo puede provocar que uno no se excite cuando está con las personas de distinto sexo, lo cual puede llevar directamente a pensar que uno es gay.

También puede ocurrir que el afectado no deje de preguntar a las personas cercanas preguntas del tipo: ¿Crees que soy gay? ¿Te parezco gay? ¿Cómo puedo saber si realmente soy gay?
Estas preguntas no tienen fin y ninguna respuesta es suficiente para calmar al obsesivo.

Entre las situaciones que se evitan se encuentran:

- Evitar permanecer cerca de personas del mismo sexo.
- No ver ni leer nada relacionado con la homosexualidad o cualquier tema gay.
- No decir las palabras "gay", "homosexual", "lesbiana" o cualquiera relacionada.
- Evitar parecer afeminado si se es un hombre o masculina si se es una mujer.
- No hablar sobre cosas relacionadas con temas gays con nadie.

Como para la mayoría de tipos de TOC, la exposición es la técnica que mejor funciona para poder avanzar y mejorar.

Para el HOCD como escriben los ingleses, HTOC que vamos a escribir a partir de ahora aquí en el foro para abreviar, hay ciertas exposiciones que se pueden hacer.

Cuando uno realiza estas exposiciones es inevitable sentir un tremendo aumento de la ansiedad pero luego, al "acostumbrarse" a la situación temida, tiende a reducirse un poco.

Pero lo mejor de esta exposición es que con el tiempo se irá sintiendo menos ansiedad antes las situaciones que antes causaban ansiedad elevada o extrema.

Algunos ejemplos de exposición son:

- Leer libros y ver películas sobre gays, temas gays o cualquier cosa relacionada con el tema.
- Pasearse por zonas gays de las ciudades.
- Ponerse una camiseta que ponga "Soy gay". (Esta me parece un poco extrema).
- Vestir ropas que hagan parecer afeminado a un hombre (jersey rosas por ejemplo) o masculina a una mujer (pantalones de pinzas).
- Mirar fotos de personas atractivas del mismo sexo y calificarlas según su atractivo.
- Permanecer al lado de personas del mismo sexo.


Cualquier otra cosa que se pueda ocurrir es bienvenida de formar parte de la terapia de exposición.

Una recomendación es que se trate, en la medida de lo posible, de no evitar aquello que pone ansioso. Es decir, si yo evito salir de fiesta porque hay muchas chicas monas, debo de forzarme a salir para ir exponiéndome a mis temores y ver que no ocurre nada, que no voy a volverme homosexual de repente.

fuente: avellana www.webtoc.org

pautas para sobrevivir a el toc

por mas que he buscado en la red no he encontrado las pautas para sobrevivir a el toc alguien las conoce ? por que entras en foros, y lees a alguien que no conoces y es como si estuvieses hablando tu en primera persona. pero eso no te hace sentir aliviad@ ni tranquil@ y te sigues sintiendo tan sol@ como al principio. te compras tres libros sobre el tema y los lees de cabo a rabo y cuando terminas los vuelves a leer por si se te a pasado la pagina donde estaba la formula de la mejoría. todas las paginas que lees por la red dicen casi lo mismo no vas a morir pero vas a sufrir hasta desear la muerte en muchas ocasiones. el temor a volverte loc@ no te lo quita nadie el sentimiento de que no eres tu no te reconoces en esas fobias ni en esas obsesiones y recuerdas cuando no las tenias y piensas es solo un pensamiento no soy yo pero la angustia y la opresión en el pecho es real te desahogas llorando a solas para que no te vean en casa llorar. y deseas que todo sea una pesadilla de la que en cualquier momento despertaras pero sabes que no es así no pasara continuaras sin despertar hasta que la ciencia sea capaz de dar una explicación y una solución mas allá de las tiritas y los parches para el toc y para entonces quizás para muchos de los que hoy lo padecen ya sea tarde de momento mas del 50% de la solución esta en las pastillas de colores. y el resto cosecha propia de cada cual. así que tendremos que seguir buscando estrategias y reinventando día a día nuestras pautas para sobrevivir a el toc

Jerrie Ledford sabía que se preocupaba demasiado. Se preocupaba por sus hijos. Se preocupaba por viajar. Incluso se preocupaba por preocuparse. "Toda mi vida, la gente me ha llamado una preocupona," dice la madre de dos hijos de Tennessee. "Pensaba que eso era sólo la forma en que era."

Miedo, ansiedad y estrés - tales como los exhibidos por Ledford - son todos componentes de la preocupación. Bill Crawford, PhD, autor de All Stressed Up and Nowhere to Go, define la preocupación como prever que algo malo puede pasar en el futuro.

"Hay una diferencia entre 'conciencia' y 'preocupación,'" dice el Dr. Crawford. Compara la conciencia con la luz roja en la defensa del carro; a ninguno le agrada ver la luz parpadeando, pero puede apreciar el mensaje, conforme lo motiva a tomar acción para manejar o evitar un problema. Compare eso con la preocupación, la cual el Dr. Crawford dice que implica agonizar sobre las situaciones acerca de las que se tiene poco control.

¿Una bendición disfrazada?

La preocupación es definida típicamente en términos negativos. No obstante, a cierto nivel no sólo es normal, sino de hecho útil. "El ser capaz de preocuparse sabiamente es muy útil y adaptable", dice el psiquiatra Edward, MD, autor de Worry: Hope and Help for a Common Condition . De hecho, la gente con una ausencia completa de preocupación puede parecer calmada, fresca y serena. Más probablemente, empero, ellos están en negación, dice el Dr. Hallowell, y pueden "meterse en muchos problemas" al ignorar las señales de peligro.

"La preocupación es el sistema de alarma de la naturaleza. Es como la presión arterial," añade - necesita un poco para estar vivo y saludable. Es cuando la alarma se dispara sin ninguna razón o el nivel permanece demasiado alto durante mucho tiempo- lo que el Dr. Hallowell llama "preocupación tóxica" - lo que ocasiona los problemas.

Reacciones químicas en el cuerpo

La preocupación causa una reacción química en el cuerpo, desencadenando la liberación de hormonas del estrés que lo preparan para responder a una situación peligrosa para combatir o escapar. Con la preocupación, empero, los peligros son frecuentemente imaginados más que percibirse como reales. Como resultado, explica el Dr. Crawford, "tenemos nuestro cuerpo en su modo hiperactivo, pero no estamos haciendo nada."

No sólo ha desperdiciado su tiempo y energía, también ha desatado químicos que pueden interferir con otros procesos corporales, tal como el sistema inmune, y de hecho obstaculizar su capacidad para actuar efectivamente. "Virtualmente cada sistema en el cuerpo es afectado por la preocupación tóxica," dice el Dr. Hallowell. "Es muy destructivo."

¿Quienes son los preocupones?

La preocupación frecuentemente es un comportamiento aprendido, "A la mayoría de nosotros se nos enseña a preocuparnos. A algunos se les enseña a preocuparse mucho y algunos otros a preocuparse poco," dice el Dr. Crawford. Otras personas empiezan a ser más preocupones después de que ocurre un trauma en la vida,volviéndolos temerosos de que el incidente vuelva a repetirse. Y una porción de la población, dice el Dr. Hallowell, está predispuesta al comportamiento; "hay definitivamente un factor genético. Algunas personas nacieron para preocuparse y está en sus genes."

Cruzando la línea

Así que ¿sabe cuando su preocupación ha cruzado la línea? "Cuando lastima," contesta el Dr. Hallowell. Necesita ver de cerca las fuentes de su preocupación cuando le impide hacer lo que quiere, tomar decisiones, o vivir tan plenamente como le gustaría.

¿Es un trastorno de ansiedad?

La preocupación crónica y sin revisión puede indicar una afección subyacente, tal como trastorno de ansiedad generalizada (GAD, por sus siglas en inglés) o trastorno obsesivo-compulsivo (OCD, por sus siglas en inglés). En sus extremos, ambos trastornos se caracterizan por la preocupación sin razón que es tan severa que puede impedir que los que la padecen dejen de funcionar en la vida cotidiana.

Hay algunas diferencias importantes entre los dos, dice Justine M. Kent, MD, psiquiatra asistente en el New York State Psychiatric Institute y profesor asistente de psiquiatría clínica en Columbia University. Aquellos con GAD - un estimado de 3-5% de la población - usualmente demuestran un patrón de vida de preocupación crónica sobre agentes de estrés comunes y cotidianos tales como la salud, el trabajo y la familia, pero a un grado insoportable. La gente que sufre de OCD, alternativamente, tienen pensamientos persistentes y penetrantes concentrándose en un área particular, tal como preocupación excesiva sobre gérmenes, dice el Dr. Kent. Los que tienen OCD frecuentemente dependen de rituales tal como lavarse las manos repetidamente.

Si piensa que puede tener un trastorno de ansiedad, "el primer lugar para empezar puede ser su médico general o su internista," dice el Dr. Kent. Una combinación de terapia y medicamentos ha demostrado ser efectiva en reducir la ansiedad.

¿Qué hago ahora?

Si no está sufriendo de un trastorno de ansiedad pero quiere minimizar su preocupación, el Dr. Crawford sugiere examinar el grado al que usa la preocupación -o miedo- como motivador. Por ejemplo, si usa la preocupación para motivarse a sí mismo a dar lo mejor de sí en el trabajo, vuelva a concentrarse en los premios en lugar de en los castigos; imaginar qué bien se sentirá al ser promovido más que cuán mal se sentirá si no la consigue.

El Dr. Hallowell también tiene recomendaciones concretas para desterrar la preocupación.

  • Nunca se preocupe solo
  • Tener contacto con otra persona y compartir sus preocupaciones frecuentemente es la mejor forma de combatir la preocupación incesante.
  • Consiga los hechos
  • "Muchas veces, la preocupación está basada en una falta o mala información," dice. Simplemente recolectar datos puede ayudarle a desarrollar un plan de acción o incluso decidir que no necesita preocuparse después de todo.
  • Haga un plan de acción
  • Al hacer un plan, asume el control de la situación. "La preocupación ama una víctima pasiva," explica. "Entre más se ponga bajo control y reduzca su vulnerabilidad, menos preocupación tóxica sentirá."

Los factores físicos tal como dormir lo suficiente, comer adecuadamente y ejercitarse también hacen una gran diferencia en la cantidad de preocupación que experimenta. Cuando su cuerpo se agota, usted es más susceptible de dejar que su mente se deje llevar. La oración y la meditación también pueden ayudar a calmar los pensamientos fugitivos, dice el Dr. Crawford. Si ninguno de estos métodos es útil, el siguiente paso es consultar con un profesional .

Aunque no es fácil romper el hábito de preocuparse, es posible - dependiendo de qué tan duro esté dispuesto a trabajar. Dice el Dr. Crawford, "He visto a gente que hacen cambios sorprendentes. Depende de qué tan importante sea para ellos."

las fobias llamadas por su nombre

Ablutofobia: Miedo a lavarse o bañarse.
Aeronausifobia: Miedo a vomitar.
Alektorofobia: Miedo a los pollos.
Alliumfobia: Miedo al ajo.
Amathofobia: Miedo al polvo.
Anthrofobia: Miedo a las flores.
Apotemnofobia: Miedo a personas con amputaciones.
Aulofobia: Miedo a las flautas.
Aurofobia: Miedo al oro.
Aurorafobia: Miedo a las auroras.


Bibliofobia: Miedo a los libros.
Blennofobia: Miedo al barro.

Caligynefobia: Miedo a las mujeres hermosas.
Carnofobia: Miedo a la carne.
Chaetofobia: Miedo al pelo.
Chorofobia: Miedo a bailar.
Chrometofobia: Miedo al dinero.
Chromofobia: Miedo a los colores.
Cibofobia: Miedo al alimento.
Crystallofobia: Miedo a los cristales.


Dendrofobia: Miedo a los árboles.
Didaskaleinofobia: Miedo a ir a la escuela.
Dikefobia: Miedo a la justicia.
Diplofobia: Miedo a la visión doble.
Dipsofobia: Miedo a beber.
Dishabiliofobia: Miedo a desnudarse delante de alguien.
Dromofobia: Miedo a las calles y los paseos.

Ecclesiofobia: Miedo a la iglesia.
Eisoptrofobia: Miedo a los espejos o de verse en un espejo.
Eleutherofobia: Miedo a la libertad.
Elurofobia: Miedo a los gatos.
Emetofobia: Miedo a vomitar.
Enosiofobia: Miedo a confiar un pecado inperdonable o a la crítica.
Entomofobia: Miedo a los insectos.
Eosofobia: Miedo al amanecer.
Epistemofobia: Miedo al conocimiento.
Equinofobia: Miedo a los caballos.
Ereuthrofobia: Miedo a ruborizarse.
Ergofobia: Miedo al trabajo.
Erotofobia: Miedo al sexo o las preguntas sexuales.
Eufobia: Miedo a las buenas noticias.
Eurotofobia: Miedo a los órganos genitales femeninos.


Febrifobia: Miedo a la fiebre.
Frigofobia: Miedo a las cosas frías.

Geliofobia: Miedo a la risa.
Geniofobia: Miedo a la barba.
Genofobia: Miedo al sexo.
Genufobia: Miedo a las rodillas.
Gephyrofobia: Miedo a los puente.
Gerontofobia: Miedo a la gente vieja.
Geumafobia: Miedo al gusto.
Glossofobia: Miedo al los discursos en público o a intentar hablar.
Gnosiofobia: Miedo al conocimiento.
Graphofobia: Miedo a la escritura.
Gymnofobia: Miedo a la desnudez.
Gynefobia: Miedo a las mujeres.


Hadefobia: Miedo al infierno.
Hagiofobia: Miedo a los santos o las cosas santas.
Haphefobia: Miedo al tacto.
Harpaxofobia: Miedo al robo.
Hedonofobia: Miedo a la sensación de placer.
Heliofobia: Miedo al sol.
Helminthofobia: Miedo a la infestación de gusanos.
Hemofobia: Miedo a la sangre.
Herpetofobia: Miedo a los reptiles.
Heterofobia: Miedo al sexo opuesto.
Hierofobia: Miedo a los sacerdotes o las cosas sagradas.
Hippofobia: Miedo a los caballos.
Hippopotomonstrosesquippedaliofobia: Miedo a palabras largas.
Hobofobia: Miedo a los mendigos.
Hormefobia: Miedo a los choques.
Homichlofobia: Miedo a la niebla.
Homilofobia: Miedo a los sermones.
Hominofobia: Miedo a los hombres.
Homofobia: Miedo a la homosexualidad o de llegar a ser homosexual.
Hoplofobia: Miedo a las armas de fuego.
Hydrofobia: Miedo al agua o a la rabia.
Hydrophobofobia: Miedo a la rabia.
Hygrofobia: Miedo a los líquidos o la humedad.
Hylefobia: Miedo al materialismo.
Hylofobia: Miedo a los bosques.
Hypengyofobia: Miedo a la responsabilidad.
Hypnofobia: Miedo al sueño o a ser hipnotizado.
Hypsifobia: Miedo a la altura.

Iatrofobia: Miedo a ir al doctor o a los doctores.
Ichthyofobia: Miedo a pescados.
Ideofobia: Miedo a ideas.
Illyngofobia: Miedo a vértigo o al mirar abajo.
Iofobia: Miedo al veneno.
Insectofobia : Miedo a los insectos.
Isolofobia: Miedo a la soledad, estando solo.
Ithyphallofobia: Miedo a lo que piensen los demás de tener su pene erguido.


Kainofobia: Miedo a cualquier cosa nueva.
Kakorrhaphiofobia: Miedo a la derrota.
Katagelofobia: Miedo al ridículo.
Kathisofobia: Miedo a sentarse abajo.
Kenofobia: Miedo a los vacíos o los espacios vacíos.
Keraunofobia: Miedo a los truenos y relámpagos.
Kopofobia: Miedo a la fatiga.
Koniofobia: Miedo al polvo.
Kosmikofobia: Miedo a los fenómenos cósmicos.
Kymofobia: Miedo a las ondas.
Kyphofobia: Miedo a inclinarse.

Lachanofobia: Miedo a los vehículos.
Laliofobia: Miedo a hacer un discurso.
Leukofobia: Miedo al color blanco.
Levofobia: Miedo a las cosas del lado izquierdo del cuerpo.
Ligyrofobia: Miedo a los ruidos fuertes.
Lilapsofobia: Miedo a los tornados y huracanes.
Liticafobia: Miedo a los pleitos.
Lockiofobia: Miedo al parto.
Logofobia: Miedo a ciertas palabras.
Lygofobia: Miedo a la oscuridad.
Lyssofobia: Miedo a enojarse.


Macrofobia: Miedo a las esperas largas.
Mageirocofobia: Miedo a cocinar.
Maniafobia: Miedo a la locura.
Mastigofobia: Miedo al castigo.
Mechanofobia: Miedo a las máquinas.
Medomalacufobia: Miedo a perder una erección.
Medorthofobia: Miedo a un pene erguido.
Megalofobia: Miedo a cosas grandes.
Melissofobia: Miedo a las abejas.
Melanofobia: Miedo al color negro.
Melofobia: Miedo u odio a la música.
Menofobia: Miedo a la menstruación.
Merinthofobia: Miedo a la limitación.
Metallofobia: Miedo al metal.
Metathesiofobia: Miedo a los cambios.
Meteorofobia: Miedo a los meteoritos.
Methyfobia: Miedo al alcohol.
Metrofobia: Miedo u odio a la poesía.
Microbiofobia: Miedo a los microbios.
Microfobia: Miedo a las cosas pequeñas.
Misofobia: Miedo a la contaminación con la suciedad y gérmenes.
Molysmofobia: Miedo a la suciedad o de la contaminación.
Monofobia: Miedo a la soledad o de estar solo.
Mottefobia: Miedo a las polillas.
Musofobia: Miedo a los ratones.
Mycofobia: Miedo a los hongos.
Myctofobia: Miedo a la oscuridad.
Myrmecofobia: Miedo a las hormigas.

Nebulafobia: Miedo a la niebla.
Necrofobia: Miedo a la muerte o a las cosas muertas.
Nephofobia: Miedo a las nubes.
Noctifobia: Miedo a la noche.
Nomatofobia: Miedo a los nombres.
Nosocomefobia: Miedo a los hospitales.
Nostofobia: Miedo a volver a casa.
Numerofobia: Miedo a los números.


Obesofobia: Miedo a aumentar de peso.
Ochlofobia: Miedo a las muchedumbres o multitudes.
Odontofobia: Miedo a la cirugía dental.
Odynofobia: Miedo al dolor.
Oenofobia: Miedo a los vinos.
Olfactofobia: Miedo a los olores.
Ombrofobia: Miedo a la lluvia.
Oneirofobia: Miedo a los sueños.
Ophidiofobia: Miedo a serpientes.
Ophthalmofobia: Miedo a ser mirado fijamente.
Optofobia: Miedo a abrir los ojos.
Ornithofobia: Miedo a los pájaros.
Ostraconofobia: Miedo a los crustáceos.
Ouranofobia: Miedo al cielo.

Panthofobia: Miedo al sufrimiento y la enfermedad.
Panofobia: Miedo a todo.
Papyrofobia: Miedo al papel.
Paralipofobia: Miedo a descuidar un deber o responsabilidad.
Parafobia: Miedo a la perversión sexual.
Parasitofobia: Miedo a los parásitos.
Paraskevedekatriafobia: Miedo a los viernes 13.
Parthenofobia: Miedo a las vírgenes o las muchachas jóvenes.
Patroiofobia: Miedo a la herencia.
Pediculofobia: Miedo a los piojos.
Pediofobia: Miedo a las muñecas.
Pedofobia: Miedo a los niños.
Peladofobia: Miedo a la gente calva.
Pentherafobia: Miedo a la suegra.
Phagofobia: Miedo a tragar.
Phalacrofobia: Miedo a convertirse calvo.
Pharmacofobia: Miedo a tomar una medicina.
Phasmofobia: Miedo a los fantasmas.
Philemafobia: Miedo a besarse.
Philofobia: Miedo a enamorarse.
Philosofobia: Miedo a la filosofía.
Photofobia: Miedo a la luz.
Phonofobia: Miedo a los ruidos o voces o de su propia voz.
Phronemofobia: Miedo al pensamiento.
Phthisiofobia: Miedo a la tuberculosis.
Plutofobia: Miedo a la abundancia.
Pneumatifobia: Miedo a los alcoholes.
Politicofobia: Miedo a los políticos.
Polyfobia: Miedo a muchas cosas.
Porphyrofobia: Miedo al color púrpura.
Potamofobia: Miedo a los ríos o al agua corriente.
Pharmacofobia: Miedo a las drogas.
Prosofobia: Miedo al progreso.
Psellismofobia: Miedo al tardamudeo.
Psychofobia: Miedo a la mente.
Psychrofobia: Miedo al frío.
Pteromerhanofobia: Miedo al vuelo.
Pteronofobia: Miedo al cosquilleo por las plumas.
Pyrexiofobia: Miedo a las alucinaciones de la fiebre.
Pyrofobia: Miedo al fuego.


Rhytifobia: Miedo a tener arrugas.

Satanofobia: Miedo a Satán.
Sciofobia: Miedo a las sombras.
Scotofobia: Miedo a la oscuridad.
Scriptofobia: Miedo a escribir en público.
Sesquipedalofobia: Miedo a las palabras largas.
Sexofobia: Miedo al sexo opuesto.
Siderodromofobia: Miedo a los trenes.
Siderofobia: Miedo a las estrellas.
Sitofobia: Miedo a comer.
Snakefobia: Miedo a las serpientes.
Socerafobia: Miedo a los suegros.
Sociofobia: Miedo a la sociedad o la gente en general.
Sophofobia: Miedo a aprender.
Soteriofobia : Miedo a la dependencia de otras personas.
Spacefobia: Miedo al espacio exterior.
Spectrofobia: Miedo a espectros o fantasmas.
Spheksofobia: Miedo a las avispas.
Stasibasifobia: Miedo a estar parado.
Staurofobia: Miedo a los crucifujos.
Stenofobia: Miedo las cosas o lugares estrechos.
Stygiofobia: Miedo al infierno.
Syngenesofobia: Miedo a los parientes.


Tachofobia: Miedo a la velocidad.
Taphefobia: Miedo a ser enterrado vivo.
Tapinofobia: Miedo a ser contagioso o contagiar alguna enfermedad.
Technofobia: Miedo a la tecnología.
Telephonofobia: Miedo a los teléfonos.
Textofobia: Miedo a ciertas telas.
Thaasofobia: Miedo a sentarse.
Thalassofobia: Miedo al mar.
Thanatofobia: Miedo a la muerte o morir.
Theatrofobia: Miedo a los teatros.
Theologicofobia: Miedo a la teología.
Theofobia: Miedo a los dioses o la religión.
Thermofobia: Miedo al calor.
Toxofobia: Miedo al veneno o al envenenamiento.
Traumatofobia: Miedo a las lesiones.
Tremofobia: Miedo a los temblores.
Triskaidekafobia: Miedo al número 13.
Tropofobia: Miedo a mover o de realizar cambios.
Trypanofobia: Miedo a las inyecciones.

Verbofobia: Miedo a palabras.
Vestifobia: Miedo a la ropa.
Vitricofobia: Miedo al padrastro.


Wiccafobia: Miedo a las brujas.

Xanthofobia: Miedo al color amarillo.
Xenofobia: Miedo a los extranjeros.
Xerofobia: Miedo a la sequedad.
Xylofobia: Miedo a los objetos de madera o bosques.


Zelofobia: Miedo a los celos.
Zeusofobia: Miedo a Dios o los dioses.
Zoofobia: Miedo a los animales.

Misofobia: el pánico a los gérmenes ataca a más de 16.000 españoles



Los enfermos llegan a lavarse las manos 40 veces en 20 minutos y a tirar la ropa nada más usarla. Algunos se encierran para no contaminarse.
«Mi mujer no deja que su familia se acerque a ella porque tiene un miedo irracional a que la contaminen. Su obsesión por los gérmenes y microbios es tal, que tira la ropa nada más ponérsela y no va a determinados pueblos o casas porque piensa que están viciados de seres patógenos. Además, extrema las medidas de acceso a habitaciones como el dormitorio y el baño, de tal forma que para entrar en ellos debemos ingresar desnudos y alejar la vestimenta diaria de estas zonas de “culto”». Así comienza el testimonio de Óscar cuando intenta explicar la enfermedad de su mujer. «Está obsesionada con la contaminación. Ella dice que los virus se transmiten por el aire y los asocia a determinados lugares, personas o cosas. Este problema ha condicionado toda su vida, y la mía». Óscar está desesperado y no sabe qué hacer. Su esposa padece un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) al que algunos expertos denominan misofobia. Se caracteriza por un temor irracional a los gérmenes patógenos y esto significa que todo el sentir, pensar y actuar de esa persona se centra primordialmente en evitar cualquier tipo de contagio. Es una conducta extremista. Es como una droga, ya que esa sensación les centra todos sus días. Basan su vida en ese problema, y esto hace que se cronifique la enfermedad. Piensan que nada de lo que hacen es suficiente para no contaminarse.
A Lola le ocurre lo mismo. «Tiene sus manos dañadas por el uso excesivo de la lejía que utiliza para librarse de todo posible germen. El problema es que está obsesionada con infectar a su familia de cáncer a pesar de saber que esto no es factible. Su temor le ha llevado a seguir una serie de rituales para evitar cualquier posible contagio. Por ejemplo, lavarse escrupulosamente las manos en muchas ocasiones. Hay días que hasta cuarenta veces en veinte minutos. Pero no es lo único, ni la única. Ha llegado a implicar a su familia. Su marido y sus hijos deben quitarse los zapatos al entrar en casa y cambiarse toda la ropa, ya que cualquier indicio de contaminación le supone un sufrimiento y una angustia enorme». Ésta es la historia que relata la psicóloga y experta en trastorno obsesivo compulsivo (TOC), Isabel Larraburu. «Es una paciente mía. Su actividad se centra solamente en limpiar, frotar y volver a empezar. Tiene la sensación de que le faltan horas del día y nunca está satisfecha».
Las causas de esta patología no son claras. Según Luisa Lázaro, jefa de sección del Servicio de Psiquiatría infantil y juvenil del Hospital Clínico de Barcelona, «no hay una razón concreta. Es un trastorno neurobiológico en el que influyen diversos factores. Entre ellos, el genético. En ocasiones, hay una serie de experiencias específicas, basadas en situaciones traumáticas, que hacen aflorar la patología, pero esto no es la causa en ningún caso, sino el detonante».

La enfermedad de la duda
A pesar de que la enfermedad pueda ser desconocida para muchos, es una de las más frecuentes dentro de los trastornos obsesivo-compulsivos. El presidente de la Asociación de Pacientes con TOC, Julio Vallejo, afirma que «el 0,8 por ciento de la población española sufre TOC. De éstos, el 50 por ciento tienen un trastorno referente a la contaminación». La frontera que divide a la gente con ligeras manías de los enfermos con trastorno obsesivo compulsivo, y en concreto, los misófobos, es la incertidumbre. «Las personas que sufren este trastorno no pueden vivir con ninguna duda. Por ejemplo, yo si voy al metro me puedo contaminar o no al tocar la barandilla. Es una incertidumbre. Existe esa duda. La diferencia es que yo supero y afronto esa sospecha. Soy capaz de vivir con ella. Sin embargo, los enfermos no pueden vencer esa sensación de inseguridad y necesitan imperiosamente, por ejemplo, entrar en una cafetería y lavarse de forma compulsiva las manos. Tienen que tener un control absoluto de todo», explica Begoña Fernández.
Otro rasgo en la mayoría de los enfermos es que son conscientes de su problema, aunque no todos responden igual. «Hay algunos que minimizan los síntomas y los tratan de esconder y ocultar, y hay otros que, por el contrario, enseguida buscan ayuda de profesionales», explica Luisa Lázaro.
En el caso de Óscar, su mujer sabe que tiene un problema y solicitó ayuda -junto a su marido- profesional. No obstante, todavía no han encontrado un buen especialista que les aconseje y tan sólo está tomando medicamentos antidepresivos. Ahora ella está embarazada, y Óscar teme lo peor. «Tiene que dejar los fármacos, porque si no el bebé corre riesgo de sufrir malformaciones. Pero el problema es que no puede abandonar el tratamiento. Su salud está en juego».
Sin embargo, el problema añadido del embarazo no resta importancia a que Óscar no haya encontrado todavía un buen experto que trate de continuo a su mujer.

Psicodiagnóstico
Según explica Lázaro, «es imprescindible un profesional que haga un adecuado psicodiagnóstico para posteriormente aplicar un buen tratamiento. Generalmente éste se basa en dos terapias: psicológica y farmacológica. La primera suele ser una terapia cognitivo-conductal, que por así decirlo, es un tratamiento de choque», afirma. «Este método consiste en exponer al paciente a sus compulsiones, es decir, a sus miedos. Para ello, deberá estar siempre acompañado de un terapeuta que siga el proceso. Por ejemplo, cuando la persona se sienta sucia y tenga una necesidad imperiosa de lavarse, hay que evitar por todos los medios que lo haga para que vea que no ocurre nada. Teniendo en cuenta la obsesión de los enfermos, es un método bastante fuerte. Por ello es necesario que siempre esté un especialista acompañándole. Si no, un familiar que le ayude», concluye Lázaro.
La familia es muy importante y juega un papel primordial. No obstante, en los casos de TOC deben llevar un excesivo cuidado, ya que con sus actos pueden reforzar el trastorno. «Si una mujer no quiere beber en un vaso porque está contaminado, y el marido se lo limpia está perjudicando a la paciente», asegura Begoña Fernández. Pero Óscar sabe que no todo es tan sencillo: «Yo siempre le intento explicar que lo que le pasa es una enfermedad, pero hay veces que no puedo más y cedo. Por ejemplo, si sé que una prenda le causa mucha intranquilidad acepto que la elimine».
En general, la mayoría de los expertos está de acuerdo en que los familiares suelen ayudar y comprender a los enfermos, aunque siempre existe alguna excepción. Óscar lo sabe. «Los familiares son muy crueles con mi mujer porque es muy difícil entender que algo no funciona bien en su cerebro y que sus actos no son muy racionales. Siempre hay gente que dice que son sólo tonterías, y no se creen que no lo pueda controlar.
Pese a todo, Óscar no se rinde y en su angustia es capaz de mirar el lado positivo: «Cuando no sabíamos de qué se trataba estuvimos a punto de separarnos. Ahora, sin embargo, la patología nos ha unido mucho más».


El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) es una verdadera enfermedad neuropsiquiátrica y como tal puede ser tratada con medicamentos y psicoterapia.

El TOC se caracteriza por la irrupción de pensamientos, impulsos o imágenes incontrolables que se repiten en la mente y se vivencian como intrusivos e inapropiados. Estas preocupaciones (obsesiones) son capaces de provocar ansiedad, duda y sufrimiento significativos. La mayoría de las veces la persona reconoce que estas ideas son producto de su propia mente e intenta ignorarlas, suprimirlas o neutralizarlas a través de la realización de actos mentales o comportamientos repetitivos ( compulsiones) que el individuo se ve obligado a realizar para prevenir los peligros que anuncian las obsesiones o calmar la angustia que estas le provocan, cumpliéndolos de manera ritualística o excesiva.

Ejemplos de obsesiones típicas son las preocupaciones excesivas por la suciedad, los gérmenes, la contaminación, el miedo a actuar con impulsos agresivos o violentos (ejemplo: miedo a empujar a alguien al vacío), sentirse responsable de provocar daño a otros o de ser responsable de accidentes, pensamientos religiosos o sexuales prohibidos o espantosos, preocuparse demasiado por el orden y la simetría de las cosas, no poder desprenderse de objetos inservibles y dudar.

Ejemplos de compulsiones típicas son el lavado excesivo de manos, limpieza, chequeo de medidas de seguridad (cierre de hornallas, cerraduras), conductas repetitivas como necesidad de tocar ciertos objetos, arreglar o “emparejar” las cosas de forma simétrica, de ordenar o clasificar los objetos en forma excesiva, necesidad de hacer cálculos mentales o contar objetos ( compulsiones mentales), o la reiteración de actos cotidianos, sin poder controlarlos.

Las personas pueden tener algunos o varios de estos síntomas con un grado variable de severidad y de eso dependerá que consideremos que alguien presenta sólo comportamiento o rasgos obsesivo-compulsivos (COC) o un verdadero trastorno que repercute desfavorablemente en uno o varios aspectos de su vida (TOC).

El TOC puede presentarse en niños, adolescentes y adultos.

Las obsesiones y las compulsiones suelen ir cambiando a lo largo del tiempo según cambian el tipo de preocupaciones humanas a lo largo de la vida. Por eso clásicamente los niños presentan más preocupaciones relativas a la seguridad y hacia sus figuras de apego (padres, hermanos) mientras los adolescentes suelen preocuparse más por sus características corporales (delgadez, granos, apariencia) y por su desempeño. Los adultos más clásicamente sufren de excesiva preocupación por las medidas de seguridad, limpieza y salud (deben cuidar su cría). Sin embargo hay obsesiones y compulsiones que pueden presentarse en todas las edades y algunas permanecen inalteradas a lo largo de la vida.

¿Qué otros síntomas suelen acompañar al TOC?

Es raro que las personas presenten TOC aislado. En general suelen asociar otros trastornos de ansiedad (fobias, ansiedad de separación, ansiedad generalizada), depresión y otros trastornos llamados del espectro TOC como por ejemplo el hábito de arrancarse los pelos (pestañas, cejas, bellos) o cabellos (tricotilomanía), la preocupación desmedida por un defecto corporal existente pero magnificado (dismorfofobia), la realización de actos dañinos autodirigidos de magnitud variada (autoinjuria), los trastornos de la conducta alimentaria del tipo de la anorexia nerviosa y la preocupación excesiva por las enfermedades (hipocondría).

Un grupo más reducido de personas que presentan síntomas obsesivo-compulsivos presentan en algún momento de su vida tics motores (movimientos involuntarios) y/o fónicos ( emisión involuntaria de sonidos, ruidos, o palabras) que suelen aparecer entre los 7 y los 18 años. La asociación de tics motores y fónicos que persisten por más de un año constituye el Síndrome de Gilles de la Tourette (ST) que también es considerado un trastorno del espectro TOC. Estos pacientes suelen presentar junto a sus tics un subtipo de TOC donde predominan obsesiones agresivas, sexuales , somáticas, de orden y simetría, así como compulsiones que consisten en una marcada tendencia a los actos repetitivos ( golpear, morder, patear) que realizan hasta sentir que “ya está bien” (en inglés: fenómeno “just right”), destacándose la necesidad de tocar objetos y de realizar actos en forma simétrica (ej: rozar la silla con un brazo y luego con el otro). Dichos actos revisten en ocasiones características autoinjuriantes (ej: morderse los labios hasta sangrar, hurgarse una herida hasta que duela, golpearse el pecho en respuesta a una obsesión). Estos síntomas pueden acompañarse de la necesidad de repetir palabras (ecolalia) o de decir lo inapropiado y aún de proferir palabras obscenas (coprolalia) en forma involuntaria (tics fónicos complejos).

De especial importancia es la asociación de depresión en los pacientes con TOC la cual es muy frecuente y parece relacionarse con el hecho de tener que soportar a lo largo del tiempo y a veces en forma oculta el TOC, una afección potencialmente invalidante que va socavando la autoestima de los pacientes a partir de las limitaciones que implica para su normal desenvolvimiento personal, familiar y social a lo largo de la vida.

¿Cuántos individuos sufren de TOC?

Se estima que entre el 2 al 3% de la población sufre de esta enfermedad que en general afecta igual a hombres que a mujeres, excepto las formas de TOC infantiles que suelen predominar en varones (ver edad de comienzo).

¿A qué edad suele comenzar y cuánto dura el TOC?

Lo más habitual es que comience en la adolescencia o en la adultez temprana. Sin embargo hay algunas formas de TOC de comienzo más temprano como el TOC de aparición prepuberal (11-12 años) que suele ser severo y que predomina en varones. Algunas formas de TOC como el TOC asociado a tics (ST) predomina en varones y corre en familias. Los familiares de estos pacientes pueden presentar indistintamente TOC y/o tics. Por eso es importante investigar la presencia de TOC en las personas que tienen o han tenido tics en su infancia y en sus familiares cercanos.

¿Cómo evolucionan los síntomas Obsesivo Compulsivos en el tiempo?

Librado a su evolución natural el TOC tiene tendencia a persistir en el tiempo y a esta tendencia hacia la cronicidad se debe su condición invalidante. Aunque en algunos casos los síntomas OC desaparecen sin tratamiento, lo más frecuente es la tendencia a empeorar y a persistir durante toda la vida de no mediar un diagnóstico temprano y un tratamiento específico.

¿Porqué el TOC es incapacitante?

El grado de impedimento puede ser leve, moderado o severo según el tipo de obsesiones y compulsiones, el tiempo que les obliga a consumir, el grado de vergüenza o aflicción o la vivencia de descontrol. Algunas veces el grado de deterioro es tal que los pacientes requieren ser hospitalizados. Algunas personas con TOC piensan que algo anda mal en su cabeza o que están locos. Por eso tienden a ocultar sus síntomas durante mucho tiempo y a postergar la consulta médica. Los niños con TOC expresan con más facilidad sus fantasías de locura y descontrol diciendo por ejemplo que tienen “un tipito” adentro que les hace hacer cosas que no quieren.

El TOC no sólo afecta a la persona sino también a su familia entera, la que con frecuencia tiene dificultad en comprender la naturaleza de los síntomas malinterpretándolos como intencionales. Las personas con TOC llegan a agotar a sus familiares quienes con frecuencia quedan involucrados en sus síntomas, consumiendo su tiempo y energía y por sus rasgos de rigidez comportamental que los hace personas con las que es difícil convivir. Tanto niños como adultos con TOC suelen presentar un temperamento obstinado, irascible y depresivo manifestándose en los niños con rabietas frecuentes, conducta oposicionista y aún problemas de aprendizaje mientras que los adultos con TOC refieren problemas en sus vínculos de pareja e interpersonales así como subempleo y menor rendimiento laboral y académico, constatándose en ellos frecuentes trastornos de la personalidad y depresión.

¿Cuáles son las causas del TOC?

Si bien este tema está aún bajo estudio los recientes avances en investigación ponen en evidencia que el factor biológico tiene un papel central en este trastorno. El hecho de que pacientes con TOC respondan bien a medicamentos específicos que afectan el neurotransmisor serotonina sugiere que el trastorno tiene una base neurológica. Por esa razón, el TOC ya no es atribuido sólo a actitudes que un paciente puede haber aprendido durante la niñez ( por ejemplo, aprendizaje de hábitos exagerados de limpieza o seguridad). Como en otras enfermedades neuropsiquiátricas se piensa que el TOC resulta de la interacción de factores neurobiológicos (falla en la neurotransmisión de las neuronas encargadas de regular patrones de conducta repetitivos) ambientales (factores perinatales, infecciosos, hormonales) y psicosociales (estrés y ansiedad) que determinan modos especiales de conocer la realidad (estilo cognitivo).

¿Qué puedo hacer si creo que tengo TOC?

Busca a un profesional (psiquiatra, psicólogo) especializado en TOC y cuéntale acerca de tus miedos, pensamientos y actos repetitivos no deseados, así como el tiempo que te insumen estos síntomas y el grado de interferencia que ocasionan en tu vida cotidiana.

Puedes pedirle también que descarte otras posibles causas de tus síntomas ya que algunas afecciones orgánicas e infecciosas son capaces de producir también síntomas obsesivo compulsivos.

¿De qué manera puede ayudarme un médico o un especialista en TOC?

Un médico especializado en TOC puede darte medicamentos específicos que reducen la intensidad de tus síntomas OC y así calmar tu ansiedad y temor excesivo. Los medicamentos tardan varias semanas en actuar por lo cual hay que esperar ese tiempo sin abandonarlos. En caso de no operarse una mejoría tu doctor tiene otros varios medicamentos como recurso.

Además de medicamentos te indicará seguir una psicoterapia, que está especialmente diseñada para personas con TOC y se conoce con el nombre de Terapia Cognitiva Conductual (TCC). Por medio de ella los profesionales especializados en esta forma de psicoterapia (psicólogos o psiquiatras especializados en TCC del TOC) te enseñarán técnicas para aprender a detener tus actos repetitivos y tus ideas obsesivas así como maneras de reducir y afrontar la ansiedad excesiva que éstas te provocan.

El avance de las técnicas de diagnóstico por imágenes cerebrales permite hoy visualizar alteraciones en el tamaño y función de las estructuras cerebrales que están implicadas en esta afección (ganglios de la base, corteza orbitofrontal y cingulada cerebral) Los progresos terapéuticos pueden ser también comprobados a partir de la corrección de las alteraciones en dichas neuroimágenes (PET, SPECT, RNM cerebrales).


LAS COSAS SON DEL COLOR DEL CRISTAL CON QUÉ SE MIRA

El pensamiento positivo parte del supuesto de que lo que determina cómo nos sentimos respecto a los sucesos que ocurren en nuestras vidas no son los propios sucesos, sino el significado que les damos en función de nuestras creencias, expectativas, valores y todo el bagaje de experiencias que hemos vivido anteriormente.

. Bajo ese prisma, podemos entender que hechos idénticos puedan suscitar reacciones emocionales diferentes en distintas personas. Para ilustrar esto nos viene bien aquella vieja historia de dos vendedores de zapatos a quienes sus respectivas empresas enviaron a Africa para vender sus productos. Tan pronto como desembarcaron, el primer vendedor vio que todo el mundo iba descalzo y mandó un telegrama a su jefe: “Vuelvo en el primer barco. Aquí nadie utiliza zapatos”. Una semana más tarde llegó un segundo vendedor, el cual se encontró con la misma situación: sólo se veía gente descalza por las calles. Pero éste envió el siguiente telegrama a su empresa: “Me quedo aquí. Perspectivas fabulosas. No tenemos competencia”.

. Todos hemos oído alguna vez aquello de “ver la botella medio vacía o medio llena”. Siempre podemos enfocar nuestra mente en el lado bueno de la situación en lugar de centrarnos exclusivamente en la parte negativa. Incluso las situaciones más desafortunadas pueden tener su lado positivo. Así, mientras que por ejemplo para algunos un serio contratiempo laboral, familiar o personal puede representar la confirmación de que “todo me sale mal”, “soy un/a perdedor/a”, “mi vida está arruinada”, etc. para otros puede suponer una oportunidad de aprendizaje y de cambio si eligen el enfoque positivo.

. En otras palabras, pues, podemos decir que la realidad externa –lo que nos ocurre en la vida- no es determinante de nuestro estado de ánimo y de nuestras emociones ya que, antes, pasa por el filtro mental de nuestra evaluación e interpretación. Lo que ocurre es que, a menudo, este proceso se da de forma automática y tan rápida –puede ser en unas fracciones de segundo- que no nos damos cuenta de que estemos aplicando este filtro interpretativo y creemos, erróneamente, que la realidad es tal como la “vemos” y la sentimos sin que nosotros podamos hacer nada al respecto. Es decir, si algo me pone triste automáticamente creo que “es” triste, si algo me preocupa pienso que “es” preocupante, si algo o alguien me enfurece pienso que es inevitable que me sienta así.

. Pues bien, la buena noticia es que podemos aprender a cambiar nuestra forma habitual de interpretar la realidad, aquellas actitudes que nos bloquean, nos hacen sentir mal y nos alejan de aquello que queremos y necesitamos por otra forma más positiva, más favorable a nuestro bienestar y a nuestro crecimiento personal: 1) Analizando cómo distorsionamos o deformamos la realidad, 2) Aplicando estrategias de pensamiento positivo.

FORMAS MÁS COMUNES DE DISTORSIONAR LA REALIDAD

. Existen unos mecanismos mentales, unos hábitos de pensar y de sentir, que nos conducen involuntariamente a una interpretación deformada de la realidad, y que nos conviene analizar. He aquí los más usuales:

- Pensamiento del tipo “todo o nada”. Equivale a ver la realidad en “blanco y negro”. Una cosa es correcta o incorrecta, buena o mala, positiva o negativa. No se admiten matices intermedios. Supone rigidez mental. La persona que utiliza con frecuencia este tipo de distorsión, tiende a pasar de la euforia al desánimo con mucha facilidad.

- Sobregeneralización: Cuando a partir de un acontecimiento puntual negativo, generalizamos excesivamente. Es decir, exageramos las conclusiones más allá de lo razonable. Es frecuente en este caso el uso de expresiones tales como “todo”, “nunca”, “siempre”, etc. Por ejemplo, se me estropea el coche y me digo: “Todo me sale mal”; un amigo me defrauda, y pienso: “No se puede confiar en nadie”.

- Filtro mental: Cuando escogemos un único detalle negativo de una situación determinada y centramos ahí toda nuestra atención, de manera que la perspectiva general se oscurece. Por ejemplo, recibo elogios de mis compañeros de trabajo por la presentación de un proyecto nuevo pero uno de ellos manifiesta una ligera crítica. Durante unos días me obsesiono con su reacción, olvidando todo lo positivo que me han dicho los demás.

- Descartar lo positivo: Cuando rechazamos las experiencias positivas de alguna cosa insistiendo en que “no cuentan”. Por ejemplo, realizo un buen trabajo en algo pero me autodesvalorizo diciéndome que cualquiera podría haberlo hecho.

- Precipitarse en las conclusiones o/y hacer predicciones negativas: Cuando interpretamos las cosas de forma negativa sin que haya suficientes hechos que avalen nuestra conclusión. O bien nos anticipamos al futuro pensando que algo va a salir mal. Por ejemplo, me encuentro con mi amigo Pedro, lo veo muy serio y, sin tener más datos, concluyo que está ofendido conmigo por algo. O tengo que ir a una entrevista de trabajo y antes de salir de casa ya estoy convencido de que saldrá mal.

- Lectura del pensamiento. Cuando asumo lo que determinadas personas están pensando o sintiendo, con poca o ninguna evidencia. Por ejemplo, me digo: “Sé exactamente por qué Patricia me contestó ayer de aquella manera”, sin más evidencia que mi “intuición”. O pienso que no hace falta pedirle directamente a mi pareja lo que necesito, en un momento dado, porqué “él/ella ya lo sabe” o “si me quisiera realmente, ya lo sabría”.

- Magnificación. Minimización: Cuando exageramos la importancia de un problema, de nuestros defectos o puntos débiles, etc. o bien minimizamos la importancia de nuestras aptitudes y de las cosas buenas que hemos conseguido.

- Razonamiento emocional: Cuando utilizamos nuestras emociones como evidencia objetiva de algo o para validar una creencia o pensamiento, sin tener en cuenta otros aspectos de la situación. Por ejemplo, me siento inferior en algo y concluyo que lo soy realmente. O siento pánico de viajar en avión y concluyo que es muy peligroso.

- Pensamientos “debería/ debo/ tengo que...”, etc.: Cuando nos decimos a nosotros mismos que las cosas “deberían” o “deben” ser como nosotros queremos o esperamos que sean. Eso nos lleva fácilmente a sentimientos de culpa y frustración. Por ejemplo: “No tendría que haber cometido este error”, “las cosas tendrían que ser más sencillas”, “Fulano debería ser de tal o cual manera”. Es conveniente substituir los “debería...” por “me gustaría que...”, “estaría muy bien que...”, etc. Por lo que se refiere a obligaciones personales que nos imponemos, en algunos casos nos podríamos plantear si queremos realmente hacerlo o no, y asumir las consecuencias de nuestra decisión, en lugar de machacarnos con los “debería/ tengo que...”.

- Etiquetaje: Cuando hacemos alguna cosa de la que no nos sentimos orgullosos, cometemos alguna equivocación, etc. y en lugar de centrarnos en lo que hemos hecho, nos cuestionamos toda nuestra persona. O cuando alguien hace alguna cosa que nos molesta y, en lugar de referirnos a la conducta concreta que desaprobamos, generalizamos a toda su persona poniéndole una etiqueta. Por ejemplo, cometo un error en mi trabajo y me digo: “Soy tonto”, en lugar de: “Me he equivocado en tal o cual cosa”. O alguien hace algo que me molesta y le digo: “Eres un estúpido” en lugar de: “Me ha dolido que hicieras...”

- Personalización: Cuando asumimos toda la responsabilidad por un hecho que no está o estaba totalmente bajo nuestro control. Por ejemplo, mi pareja se separa de mí y automáticamente pienso que toda la culpa ha sido mía. O mi hijo me trae malas notas de la escuela y, en seguida, pienso que no le sé educar bien.

- Indefensión: Cuando nos sentimos víctimas indefensas en lugar de aceptar nuestra parte de responsabilidad en los hechos, o de hacer alguna cosa para mejorar la situación. Es el caso opuesto a la personalización. Por ejemplo, si me quejo constantemente de lo mal que me van las cosas pero no hago nada para cambiar mi “suerte”.

ESTRATEGIAS DE PENSAMIENTO POSITIVO

. Para adquirir el hábito de pensar de forma más positiva, podemos seguir los siguientes pasos:

1 – Tomar el hábito de anotar aquellas situaciones de la vida cotidiana que nos hacen sentir mal, formulándonos las siguientes preguntas: a) “¿Cuál es la situación concreta que me ha hecho sentir mal?”, b) “¿Cómo me he sentido/ me siento?”.

. Ejemplo: “Ayer fue mi cumpleaños y mi hermana no me felicitó. Me he sentido triste, con ganas de llorar”

2 – Plantearnos: “¿Qué conclusiones he sacado de esta situación?”, “¿qué he pensado cuando me ha ocurrido esto, qué imágenes, recuerdos, etc. se han cruzado por mi cabeza?”. Si no puedo responder a esto, también puedo preguntarme: “¿Qué intuyo que puedo haber pensado de esto que me haya hecho sentir mal, aunque no esté del todo segura/o?” o “si le hubiera ocurrido lo mismo a otra persona, ¿qué podría haber pensado él/ella?” Al principio puede no ser fácil responder a esto, pero es una cuestión de práctica. A medida que nos vayamos esforzando por contestar a esas preguntas, las respuestas irán saliendo cada vez de forma más fluida.

. Siguiendo el ejemplo anterior, podría ser: “Pienso que mi hermana no me quiere y que nadie me tiene en cuenta”.

3 – Preguntarnos: “¿Qué mecanismos mentales o formas de pensamiento distorsionado he aplicado?”, “¿de qué forma he deformado, exagerado o minimizado la realidad para llegar a dichas conclusiones?”, “¿qué evidencias –hechos objetivos- tengo de que las cosas son tal como yo las interpreto y no de otra forma?”, “¿Qué no he tenido en cuenta?”

. Siguiendo con el ejemplo podría anotar que he aplicado el pensamiento del tipo “todo o nada” (“si mi hermana no me felicita por mi cumpleaños es que no me quiere”); he exagerado mis conclusiones sobregeneralizando (“si mi hermana no me quiere, nadie me quiere”) olvidando, tal vez, las muestras de cariño de otras personas; he recurrido al victimismo (“nadie me tiene en cuenta”) culpando a los demás de mis sentimientos de soledad en lugar de ver qué papel juego yo en todo esto (tal vez, salgo poco, me muestro demasiado retraída/o o susceptible, etc.)

4 – Preguntarnos: “¿De qué otra forma más positiva podría enfocar la situación?”, “¿podría hacer algo, por pequeño o insignificante que sea, para mejorar la situación o que me hiciera sentir mejor?”, “¿qué le aconsejaría a una amiga/o mía en una situación similar?”.

. Por ejemplo, podría llamar a mi hermana y decirle que me siento dolida/o por lo ocurrido y que me gustaría que estuviéramos más cercanas la una de la otra. O tal vez se trate simplemente de darme cuenta de que es un poco olvidadiza y decidir que la cosa no tiene mayor trascendencia y que no vale la pena que me amargue el día por ello, y focalizar mi atención en las otras personas que sí se han acordado de mí y me quieren. O si me siento sola/o, considerar la posibilidad de acercarme yo también más a la gente, de abrirme más a los demás, de buscar maneras para hacer nuevos amigos, etc. En cualquier caso, eso son sólo ejemplos orientativos: cada uno debe hallar, en su propio estilo, aquellas respuestas o alternativas que mejor le funcionen, que le resulten más “creíbles” y que mejor “calcen” con sus necesidades, abriendo eso sí la mente al mayor número de opciones posible.

5 – Ante situaciones difíciles, evitar preguntas “victimistas” o “debilitantes” del estilo de: “¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?” o “¿qué voy a hacer ahora?” o afirmaciones del tipo “esto es insoportable”. En su lugar, plantearnos preguntas que nos den sentimientos de fuerza y esperanza, o que nos indiquen alguna opción alternativa: “¿Qué puedo hacer para resolver esto?”, “¿qué opciones tengo que todavía no he probado?”, “¿qué datos de la realidad podrían contradecir mis conclusiones más pesimistas?”, “¿qué tiene de bueno esta situación?”, “¿qué podría aprender de ella?”, etc.