Cuando la vida estable no mata la pasión


Cuando la vida estable no mata la pasión
Texto de Sonsiles Fuentes

La pasión parece activarse en la medida que falta seguridad. La estabilidad, la confianza, roba erotismo a las relaciones de pareja. Por eso, recuperar las ganas y volver a entenderse requiere empeño y un poco de riesgo

Bastan unas cuantas conversaciones con personas que han pasado por una separación tras una larga y aburrida trayectoria matrimonial para descubrir un hecho recurrente: un alto porcentaje de ellos mantiene relaciones sexuales durante la ruptura, y estas vuelven a ser tan apasionadas o más como en el inicio del romance. ¿Qué han recuperado? Posiblemente, la incertidumbre. La vulnerabilidad, eso que tanto miedo suele dar y de lo que se huye buscando refugio en la estabilidad de la pareja, es el espacio en el que habita el erotismo.
¿Es inevitable la pérdida del erotismo para que el vínculo tenga fiabilidad? La antropóloga Helen Fisher, que ha centrado sus investigaciones en el proceso amoroso, asegura que el cóctel de hormonas que se desata en la primera fase del enamoramiento, la más lujuriosa, apenas dura unos años. En cambio la oxitocina, la que nos conduce al apego, es la más permanente. ¿Y no es posible añadir unas gotas de complicidad, juego y picardía cuando, además de la cama, se comparte el techo?

Un poco de riesgo
“El erotismo doméstico está cubierto por un velo de corrección”, escribe la terapeuta Esther Perel en su obra Inteligencia erótica (Temas de Hoy), que se ha convertido en un best seller en Estados Unidos. Y añade: “El rechazo sexual por parte de la persona que amamos es especialmente doloroso. Por lo tanto, nos sentimos menos inclinados a arriesgarnos eróticamente con la persona de la cual dependemos tanto, y cuya opinión es tan importante para nosotros. Preferimos censurarnos a nosotros mismos y mantener un guión erótico estrictamente negociado, aceptable y hasta aburrido, antes que arriesgarnos a salir lastimados”.
Esta profesora de la Universidad de Columbia no se corta en proponerle a una mujer que siente que ha dejado de resultar sexualmente atractiva para su marido que flirtee con otros hombres. “Nunca he sido infiel a mi marido, pero si coqueteo con mis compañeros de trabajo, descubro que todavía estoy en el mercado, y eso hace que me sienta segura de que conservo el magnetismo que atrajo a mi pareja”, comenta una enfermera de 42 años.
De hecho, hay parejas que utilizan los celos, en una versión alejada de la patología, como ingredientes para aliñar sus relaciones sexuales, que se tornan fogosas cada vez que se exponen a perder al otro. Lo que para algunos supone una humillación y daña su autoestima, a otros les erotiza desde el momento en que la relación deja de ser segura y se vuelve tan imprevisible como lo era al principio.
También hay personas que necesitan provocar los celos de la pareja porque sólo así se sienten valoradas y queridas, cuando comprueban que luchan por mantenerlas a su lado.

Familiaridad
Sin necesidad de tirar los tejos al compañero de trabajo o a la vecina, se puede agregar un nuevo ingrediente a la relación demostrando que uno no es tan previsible como el otro imaginaba.
Es un error frecuente en la pareja que después de unos años se dé por sentado que ya lo saben todo el uno del otro, que son capaces de descifrarse. Esta familiaridad ofrece confianza y seguridad, pero funciona como jarros de agua fría sobre la pasión. Con la pareja puede suceder lo que al niño al que le encanta un plato y, después de que su madre lo prepare casi a diario, deja de apetecerle. De ahí que tengamos que aliñarlo con nuevos ingredientes y que busquemos nuevas formas de degustarlo.
La satisfacción sexual en el ámbito doméstico requiere lo que se deja de lado: esfuerzo y perfeccionamiento, igual que hace el aficionado a la jardinería para disfrutar de ella, el que disfruta con el oficio con el que se gana la vida, o en la práctica de un deporte. Por el contrario, cuando se cree que, al emparejarse, el sexo se tiene asegurado, el individuo lo descuida, abandona la seducción y llega la apatía y la mediocridad en la cama.
Da igual que se pruebe con el sexo tántrico o que se apunten a un cursillo de striptease, todo vale para escapar de la rutina y aplicarse en las artes amatorias. Siempre, condición indispensable, que no se obligue al otro ni se le coaccione para hacer lo que no desea.
Salvo en aquellos casos en que la persona sufre un acoso moral dentro del matrimonio y termina por anularse, en el refugio hogareño uno se muestra tal como es, con libertad para expresarse sin miedo a ser juzgado. Es una confianza necesaria para el equilibrio personal y el de la relación. Pero no hay que perder de vista que existe un territorio inexplorado y que, incluso con quien se cree conocer al dedillo, surge alguna sorpresa.
Los asuntos del hogar, los problemas con los niños, los conflictos en el trabajo o con los parientes, las complicaciones económicas, todo ello ha de quedar aparte cuando se trata de crear un espacio y tiempo para el sexo, ya sea rápido o lento. Que nos descuidemos y sigan queriéndonos no significa que nos encuentren seductores, sobre todo, cuando ni nosotros estamos a gusto con nuestra imagen.
En el pasado, la incertidumbre de si lograremos o no seducir al otro era un excelente acicate del deseo. Tras unos años de convivencia, muchos se limitan a preguntar al consorte, o a depositar una mano sobre la nalga para averiguar si le dan permiso. Cuando toda la ceremonia queda reducida a estos gestos, puede ser tan frustrante para el que es buscado como para el que recibe la negativa.
Una mayor frecuencia no es petición exclusiva de los varones, y dedicar más tiempo e imaginación a cada momento erótico tampoco es demanda sólo de las mujeres.
Planificar un encuentro erótico con la misma pareja suscita lo que se llama una fantasía anticipatoria. Con ella, la mente, el principal órgano sexual, se pone en marcha para elaborar un afrodisiaco mucho más potente que cualquier fármaco. Genera una tensión sexual que se acumula hasta estallar al regresar a la alcoba.
Entonces, ¿por qué no hay más programación? En el imaginario colectivo se comparte el mito de que el buen sexo es espontáneo y el falso recuerdo de que las primeras experiencias con la persona amada eran fruto del deseo urgente, sin planificación. Sin embargo, casi todos los novios fijaban lugar, día, hora y urdían los preparativos. Se acicalaban mientras dejaban volar la imaginación con el juego, disfrutando de la espera, ideando conversaciones, gestos con los que hechizar, proyectando cómo aprovechar al máximo el poco tiempo del que disponían.
Al compartir techo, dan por sentado que contarán con el día al completo, y pronto descubren que esos momentos quedan reducidos a lo que el trabajo y las obligaciones cotidianas permiten.


a ausencia de sexo, cuando es mutua, no es necesariamente insatisfacción, pero cuando ese es el patrón de conducta, se ha entrado en una espiral de amargura y vacío

Pequeños intrusos
El espacio que se deja en la agenda para el erotismo se torna insignificante cuando llega la prole. Y en el peor de los casos desaparece. Se suele pensar que un hijo es un elemento de cohesión, pero si no ha existido un compromiso previo para mantener viva la pasión, la aparición de un bebé, tremendo consumidor de energías, actúa como una bomba de relojería que puede distanciar a la pareja.
De nada sirve instalarse en la queja del aburrimiento cuando no se buscan estrategias para alimentar el deseo. ¿Qué hace el hombre para rebajar el nivel de estrés de la mujer desganada? El equilibrio en el reparto de tareas entre padre y madre es una piedra angular en el bienestar de la relación. No sólo por el ahorro de energías que luego se invertirán en la experiencia sexual, sino también porque la mujer que se siente utilizada reprocha al compañero su falta de colaboración. Puede vivir como un abuso que después de dedicar 24 horas a las obligaciones familiares, aún se le exija algo más, y acaba por sentir rechazo.
A esto hay que añadir los cambios físicos que ocasiona el embarazo. La mujer se siente extraña y, a menudo, descontenta con su cuerpo, y algunos hombres no se atreven a acercarse a ella ni durante el embarazo ni después del parto.
Por supuesto, las necesidades del ser que acaba de llegar al mundo y del que los padres se hacen cargo son prioritarias. Pero ¿es necesario anular el vínculo erótico que dio pie a ese nacimiento? Es curioso que la mayoría de los padres haga un esfuerzo para afianzar esa seguridad creada con la llegada del bebé, y que se despreocupen de uno de los pilares que sostienen la buena salud de la relación: la sexualidad. A medida que esta deja de ser una necesidad por parte de uno de los cónyuges, crece la frustración de quien echa de menos el sexo. Con frecuencia se busca en otra parte: engaños, pornografía, internet…

La reconquista
Son muchos los que se quedan de brazos cruzados a la espera de que el deseo del otro salga de su estado de coma por arte de magia. Para conducir a la pareja hacia el jardín de las delicias hay que sugerir, invitar, provocar, seducir, jugar, tentarle y hasta reenamorarse. Y no unos minutos antes de tener sexo, porque entonces parecería que se busca un simple desahogo y de nuevo surge la sensación de ser utilizado. Las muestras de afecto no deberían significar siempre el inicio de una sesión de sexo. Se trata de crear un ambiente en el que la pareja sienta que su hogar es algo más que una guardería en la que el sexo ha sido sacrificado en pos de una entrega absoluta al cuidado de los hijos según la cultura imperante, que, por cierto, se distancia mucho de las anteriores generaciones, cuya concentración en la prole no era tan desproporcionada como ahora.
Atreverse a regalarse un fin de semana para sí misma, alejada de hijos y pareja, es algo que ayudaría a la madre a recordar que, por encima de todo, es mujer; recuperaría los placeres personales y descubriría, además, que su familia se las apaña mejor de lo que ella imaginaba sin que tenga que estar pendiente de todo. Una propuesta aparentemente sencilla como esta, aunque sea sólo una vez en la vida, conduce a muchas madres a un estado de ansiedad inimaginable.
Sin embargo, en casos así, la queja femenina de que no puedan valerse por sí mismos continúa. Y ellos, con la inercia, avalan la hipótesis. La postura que parece más cómoda
–aparentar que se es un inútil en los quehaceres domésticos– es en realidad una amenaza a la continuidad de la unidad familiar. Ellas se afianzan en su papel de imprescindibles, prefieren tener el último cachivache recogido antes de meterse en la cama con algo de predisposición para el sexo, y ellos, en el de seres tan dependientes como los menores. Algunos compiten con los pequeños en busca de las mismas atenciones que reciben de la madre.
En la mujer, la conexión con su parte más sexy pasa por una descarga de tareas: desde degustar unos alimentos que no ha tenido que cocinar y sin que implique recoger luego los platos, hasta invitarse a un tratamiento de belleza que le recuerde que tiene un cuerpo preparado para recibir algo más que las molestias posteriores al parto.
Una mujer que fantasea con hacer el amor con su marido en el cuarto de baño, cuando la casa está atestada de gente, con los niños y la visita de su familia política en la salita, puede que albergue la necesidad de construir un rincón secreto para su sexualidad. ¿Qué pasaría si en la larga lista de quehaceres se incluyera un ratito de lectura erótica, contemplar juntos un cómic porno o un vídeo casero colgado en internet?
A veces, para dar ese paso, la pareja tiene que enfrentarse al sentimiento de culpa interiorizado por la educación recibida.

Cambiando el patrón
“La ausencia de sexo, cuando es mutua, no es necesariamente un indicador de insatisfacción”, advierte Esther Perel, pero cuando el patrón de conducta refleja eso, cuando uno quiere y el otro tiene ganas de tener ganas, los miembros de la pareja han entrado en una espiral de frustración, desilusión, amargura, resentimiento y vacío.
La postura de la mayoría se limita a esperar a que el deseo regrese como las golondrinas.
La pareja, y no sólo los niños, puede hacer que uno se sienta especial, lo que además ayudará a afrontar más adelante el síndrome del nido vacío cuando los hijos crezcan.
Cuando no disponían de hogar y tenían que alejarse de los respectivos padres para tener sexo, la pareja aprovechaba media hora en el coche, en un recóndito lugar de la montaña o de la ciudad. ¿Y si hicieran lo mismo ahora, cuando los pequeños están al cuidado de otra persona? Puede que resulte menos cómodo que la cama, pero aportaría un poco de ese morbo que se echa de menos. Un morbo que, contra lo que casi todo le mundo piensa, llega de la mano de la intencionalidad y el sexo programado


Proposición nada indecente
Reavivar el deseo del otro implica escucharle y tomar nota de lo que le estimula. La terapeuta Flavia Limone propone un ejemplo: vemos en una película que la protagonista desgarra la camisa del amante, y él comenta que eso le gusta. Se guarda en la memoria o en una libreta para sorprenderle con la escena. Para no destrozar una buena prenda, puede pedírsele que se ponga una camisa vieja a la que previamente se han cosido los botones con muy poco hilo, de modo que facilite la tarea. Además de generar una situación erótica, le estamos comunicando al otro que tenemos en cuenta esas pequeñas locuras que le hacen feliz.
Un par de cajitas en las que guardar mensajes con nuestros deseos evitarán que nos pasemos la vida esperando a que el otro los adivine. Cada cual va llenando su caja de papelitos en los que ha escrito el regalo que quiere recibir alguna vez: un masaje con aceite de almendras, ser sorprendido en la ducha, despertarse con su canción favorita, untar de chocolate las zonas erógenas para que las deguste… La pareja puede acordar la frecuencia con la que abrirá la cajita del otro y hará realidad una de esas fantasías: cada semana, una vez al mes… Si se trata de un deseo que no puede ponerse en práctica en esa ocasión, se guarda de nuevo y se extrae otro.
Una llamada de teléfono, un mensaje al móvil o un correo electrónico son vías rápidas para sorprender al otro y contarle qué nos apetece hacer esa noche. El tono del lenguaje que se utiliza también es importante. No hablamos del mismo modo cuando estamos solos que delante de los niños. A veces puede ser romántico, otras picante, y no falta quien se excita cuando oye alguna obscenidad.
Retomar algunas conductas de la primera etapa de la relación permitirá recordar su lado más erótico: sentarse en la fila con menos público del cine para acariciarse, tocarse bajo la mesa del restaurante o en el descansillo de la escalera antes de entrar en casa…
Se trata, en definitiva, de poner energías para que el otro se sienta deseado, amado, y que uno mismo recuerde que le gusta su pareja.

OBSESIVO COMPULSIVOS 20 DE CADA MIL MENORES DE 15 AÑOS


OBSESIVO COMPULSIVOS 20 DE CADA MIL MENORES DE 15 AÑOS

*Sufren por fijación de ideas o conductas recurrentes, que realizan involuntariamente


*Ansiedad, pesimismo y reacciones emocionales exageradas, las consecuencias


El Trastorno Obsesivo Compulsivo afecta aproximadamente a 20 de cada mil menores de quince años, de acuerdo a apreciaciones derivadas de estudios realizados en distintos países y años, que aun cuando se han practicado de manera aislada coinciden en el promedio detectado en las muestras, lo que sumado a la experiencia en la consulta de los psiquiatras indica que este promedio se incrementa sensiblemente en los adultos.

Así lo expresó el doctor Enrique González Duelas, paidopsiquiatra y expresidente de la Asociación Psiquiátrica Mexicana, durante una conferencia impartida al personal de la Clínica de Especialidades Neurológicas y Psiquiátricas Tlatelolco del ISSSTE.

Si se analizan las características de este padecimiento se determina que quizá muchas personas lo padecen sin atenderse, lo cual afecta su calidad de vida. González Duelas definió a la persona obsesivo-compulsiva como un individuo pesimista, ansioso y con respuestas emocionales exageradas.

La causa de estas reacciones es que los pacientes refieren ser "asaltados de manera intrusiva e involuntaria por ideas, imágenes o conductas que se fijan en la mente como obsesiones recurrentes y repetitivas que desvían su concentración presente en el trabajo y afectan sus relaciones interpersonales con una alterada percepción de la realidad".

El carácter de las personas afectadas por esta enfermedad se caracteriza por ser perfeccionista e hiperresponsable; no obstante, ellos mismos se complican la realización de sus actividades cotidianas, usan mucho tiempo en tareas simples y frecuentemente llegan tarde, lo que los mantiene en un estado de ansiedad y pesimismo.

Aunque los enfermos son conscientes de su alteración y reconocen los pensamientos como productos de su mente, refieren incapacidad para suprimir, ignorar o neutralizar sus impulsos.

En el ISSSTE se ofrece un tratamiento con base en antidepresivos y terapia correctivo-conductual, que en primer término abate la ansiedad y en segundo entrena a la mente para identificar y comprender las obsesiones y posteriormente a modificar su respuesta ante ellas.

El resultado es la recuperación de la confianza, la tranquilidad y la capacidad funcional del individuo en sus ámbitos afectivo, social, emocional y productivo.

Respecto al diagnóstico y tratamiento en los niños, González Ruelas dijo que es más difícil, pues como no es una alteración que produzca dolor, muchas veces pasa desapercibida, aunque provoca bajo aprovechamiento escolar y puede complicarse en la edad adulta, por lo cual recomendó a los padres mayor sensibilidad y observación de la conducta de sus hijos, con el fin de que enfermedades como ésta se corrijan oportunamente.

LOS NIÑOS HASTA DE 4 AÑOS PUEDEN DESARROLLAR TRASTORNOS OBSESIVO COMPULSIVOS


LOS NIÑOS HASTA DE 4 AÑOS PUEDEN DESARROLLAR TRASTORNOS OBSESIVO COMPULSIVOS

Incluso niños desde los cuatro años pueden desarrollar el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), señala un estudio reciente.

El estudio, publicado en línea en la revista Journal of Psychopathology and Behavioral Assessment, encontró muchos paralelos entre los niños pequeños que tienen TOC y sus compañeros de más edad con el trastorno de ansiedad. Por ejemplo, ambos grupos tenían obsesiones y compulsiones similares, diagnósticos psiquiátricos múltiples, y altos índices de trastorno obsesivo compulsivo en su historia familiar. Sin embargo, los niños más pequeños eran menos propensos a sufrir de depresión que los de más edad.

"Nuestros hallazgos ofrecen el primer vistazo a las características y variables que emergen durante el TOC de inicio en la niñez temprana, y esperamos que lleve a más estudios que se enfoquen en la evaluación y tratamiento de este grupo de edad", dijo en un comunicado de la Clínica de investigación de la ansiedad pediátrica del Centro de investigación infantil Bradley Hasbro el autor del estudio Abbe Garcia, director de la clínica.

El trastorno obsesivo compulsivo provoca que una persona tenga pensamientos recurrentes no deseados (obsesiones) y/o conductas repetitivas (compulsiones). Estas compulsiones, como lavarse las manos, contar, revisar o limpiar, con frecuencia se llevan a cabo con la esperanza de prevenir los pensamientos obsesivos, o de hacerlos desaparecer. Realizarlas conlleva un alivio solamente temporal y no realizarlas aumenta la ansiedad marcadamente.

Hasta uno de cada 200 niños y adolescentes podrían tener trastorno obsesivo compulsivo, según la American Academy of Child & Adolescent Psychiatry.

En su estudio de 58 niños con TOC entre 4 y 8 años de edad, una quinta parte tenía un miembro inmediato de la familia con antecedentes del trastorno. Aproximadamente a un quinto de los niños también se les diagnosticó trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) o trastorno de ansiedad generalizada (TAG).

El 75 por ciento de los estudiados informaron tener obsesiones múltiples, siendo la más común un temor de contaminación y miedos catastróficos sobre la muerte o hacerse daño a sí mismo o a sus seres queridos. Casi todos tenían conductas compulsivas múltiples, con un promedio de cuatro por niño. Las más comunes eran lavarse, revisar y repetir.

Garcia señaló la importancia del estudio y afirmó que "el diagnóstico y la intervención precoces son críticos para reducir la gravedad de los síntomas y mejorar la calidad de vida".

Publicado en el Journal of Psicopathology

http://www.mipediatra.com/blog/2008_10_01_archivo.htm

Víctor Ingrassia (La Nación). Faltar a la verdad en forma repetitiva es un problema patológico que suele comenzar durante la niñez

Para el poeta inglés Alexander Pope, "el que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera".

Quizá no sean veinte, pero sin duda ése es el comportamiento de quien no puede dejar de mentir en forma compulsiva y hace de esto un hábito de vida.

Si bien la mentira forma parte del ser humano desde su niñez, la conducta repetitiva de faltar a la verdad desde que uno tiene uso de razón deja de ser normal y se convierte en un problema patológico que hoy puede resolverse con la terapia adecuada.

"La compulsión es la base de todo tipo de trastorno obsesivo y la mentira repetitiva está relacionada con problemas en personalidades inflexibles y de conducta rígida", afirmó el doctor Eduardo Grande, jefe de la División Salud Mental del Hospital General de Agudos Teodoro Alvarez. Según el psiquiatra, la mentira compulsiva es difícil de manejar terapéuticamente porque se oculta tras otras conductas, como la compulsión por el juego o las adicciones.

[Mas:]

Según estadísticas de 2005 del Servicio de Salud Mental del hospital, el 92% de los pacientes miente sobre el consumo de sustancias; el 25%, sobre el consumo de alcohol, y el 58%, sobre el juego patológico (ludopatía).

Una marca de la niñez

Aunque la personalidad del mentiroso compulsivo se manifiesta en la juventud o la adultez, los especialistas señalan que es durante la niñez cuando comienza a construirse.

Para el doctor Daniel Alberto Vidal, de la Asociación Argentina de Psiquiatría, mentir de chico "es una creación imaginativa espontánea común en los primeros años de vida, que forma parte del desarrollo psicoevolutivo normal". Como ejemplos señaló el mentir en los primeros diálogos con juguetes o mascotas y en los relatos de la vida cotidiana, que suelen adornar con situaciones y personajes imaginados.

"La conducta del mentiroso compulsivo tiene su raíz en los vínculos más primarios; es decir, aquellos que lo han formado como sujeto. En la niñez se forma su personalidad según la educación y el contexto en el que se vive. Está en constante asimetría con los adultos, por lo que se vale de mentiras inocentes para intentar igualarse", explicó la psicóloga Miriam Mazover, directora del Centro Dos.

Ahora, según la experta, el hecho de que los padres repriman las mentiras de su hijo le impide a éste generar una marca que lo caracterice y le suele dejar un trauma que se dará a conocer en la adultez. "Comienza a operar un mecanismo en la mente que quedó enquistado en la infancia, sin elaborar. Así, la mentira repetitiva toma el lugar del recuerdo fallido y surge en forma inconsciente", agregó Mazover.

Trastornos de la conducta

Según Vidal, existen cuatro tipos de manifestación de la mentira: la hecha en forma esporádica (todos alguna vez mentimos), la evolutiva (de niño), la que se dice como producto de un padecimiento sintomático (para obtener atención gracias a la creación de un falso personaje) y la efectuada como conducta repetitiva. Esta es la mitomanía, en la que se vive para y por la mentira.

"El mitómano utiliza la mentira como conducta de vida, falseando la verdad respecto de hechos, cosas y personas con el objeto de hacer un daño", destacó Vidal, psiquiatra del Departamento de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UBA.

Para Mazover, existen tres tipos de personalidad donde se asienta esa conducta obsesiva: la psicótica (producto de un delirio), la perversa (la mentira es un instrumento para falsear hechos y dichos) y la neurótica (el otro aparece como alguien que lo tiene todo y se necesita de la mentira para llamar su atención).

Según Mazover, la mentira compulsiva no es un motivo de consulta, pero sí subyace como un problema en el 35% de los pacientes tratados en el Centro Dos.

Cómo prevenir

Una forma de evitar que la mentira se transforme en una obsesión en la adultez es "no castigar a los chicos cuando dicen una mentira menor, ya que es propio de la imaginación infantil y forma parte de su maduración", explicó Vidal, para quien los padres deben explicar las diferencias entre fantasía y realidad.

Destacó, además, que el adulto que padece este trastorno en forma histriónica debe recurrir a terapia.

Pero para poder prevenir, es necesario detectar la conducta a tiempo. En este sentido, dos universidades estadounidenses difundieron en 2005 trabajos experimentales que sugieren que las mentiras podrían detectarse con un estudio de rutina. En uno, científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pennsylvania compararon imágenes obtenidas con resonancia magnética funcional del cerebro de sujetos cuando mentían y cuando decían la verdad. Según los resultados publicados en Nature, determinaron que las mentiras se pueden detectar con un 99% de precisión.

En el segundo estudio, expertos de la Universidad de California del Sur hallaron que el cerebro de los mentirosos compulsivos posee diferencias estructurales respecto de quienes dicen la verdad: en el lóbulo frontal tienen más sustancia blanca que materia gris.

Pero a pesar de que hay quienes aseguran que "todos los hombres nacen sinceros y mueren mentirosos", lo que acaba de leer es cierto... De verdad.

Fuente blogs.periodistadigital.

http://blogs.sawebsos.com/index.php/psicologosmadrid/2008/08/15/obsesion_a_mentir

Obsesiones, ¿pánico?



Obsesiones, ¿pánico?

""La armonía llega a tu interior a través de tu mente. El predecesor de toda acción es el pensamiento".

Wayne W. Dyer

Los trastornos de ansiedad son los más concurridos dentro de la patología neurótica del ser humano. En las salas de urgencias de Psiquiatría de cualquier hospital general suele observarse a diario cuando surge la crisis.
El episodio de crisis de pánico es quizás el más paralizante para la persona que lo vive porque el poder de los pensamientos en esos momentos es tan grande que la sensación de la persona es "ser atrapada por sí misma". La reacción: la huida del propio yo; algo realmente imposible.

Pero vamos a intentar ordenar el tema para vuestra comprensión, empezando por la definición de trastornos de ansiedad. La ansiedad es aquella emoción que sentimos cuando creemos vernos amenazados por algo o alguien. Es una respuesta innata en el ser humano que de niño le preserva de muchos peligros y es normal que se experimente en determinadas situaciones.
Cuando la ansiedad surge sin que haya ningún estímulo temerario que justifique su presencia, entonces es una respuesta innecesaria que debe tratarse como trastorno psicológico.

Según la clasificación psiquiátrica de las diferentes enfermedades mentales, DSM IV, los trastornos de ansiedad se clasifican en:

1.

Trastorno de angustia sin agorafobia
2.

Trastorno de angustia con agorafobia
3.

Agorafobia sin historia de trastorno de angustia
4.

Fobia específica
5.

Fobia social
6.

Trastorno obsesivo-compulsivo
7.

Trastorno por estrés post-traumático
8.

Trastorno por estrés agudo
9.

Trastorno de ansiedad generalizada
10.

Trastorno de ansiedad debido a…
11.

Trastorno de ansiedad no especificado.

Pero como el objetivo de este artículo no es académico, hablaremos puramente de las crisis de pánico y las obsesiones.

Las denominadas crisis de pánico son episodios desbordantes de ansiedad en los que la persona deja de actuar paralizada por el miedo. No hay estímulo aparente que lo justifique, al menos en la realidad, porque ella cree que puede desvanecerse, sufrir un infarto o cualquier otra situación de pérdida de control. Los pensamientos se suceden rápidamente invadiendo todo criterio lógico y racional. A partir de aquel momento ya nada es lo que parece y la duda inunda todo raciocinio.

El sujeto sufridor de pánico teme cualquier acción y ningún lugar es seguro porque es su pensamiento el que le desborda, le descontrola. Los pensamientos que se suceden para desequilibrarlo siguen unos mismos esquemas:

*

Parecen taquigrafiados
*

Son repetitivos
*

Son específicos
*

Contienen palabras clave
*

Son irracionales, a pesar de lo cual casi siempre son creídos
*

Suelen ser difíciles de detener o desviar.
*

Dramatizan utilizando términos del tipo: "debería de", "y sí…"
*

Se viven como espontáneos.

La persona escucha atentamente esos mensajes que se envía a sí misma, se los cree y asume el descontrol y el miedo que la paralizan queriendo escapar a toda costa de sí misma, es decir de sus pensamientos. Los pensamientos automáticos al ser creídos se asientan con más fuerza en la persona formando parte de su cotidianeidad. Este hecho reduce la socialización en la persona que los sufre, quien limita salidas y contactos por el temor de que se vuelva a producir la crisis. Empieza por evitar aquellos lugares en los que sintió que le invadían esos pensamientos automáticos y poco a poco, con la generalización de sus ataques, se convierte en alguien incapaz de salir de su propia casa.

La solución a esta conducta tan limitativa está en trabajar los pensamientos que provocan esa desagradable emoción. Para ello contamos con diferentes técnicas dentro de la psicología cognitivo-conductual como la detención del pensamiento, la detección previa de esos pensamientos, la confrontación de esos con la realidad, etc.… La consecuencia que se pretende con ese intento de confrontar los pensamientos distorsionados con lo racional es para que uno mismo se crea lo absurdo del pensamiento paralizante y así eliminarlos del lenguaje interior.

Vamos a analizar un pensamiento distorsionante y su confrontación con la realidad para comprender mejor el proceso:

"Soy una persona que por motivos de mi trabajo suelo tener reuniones en los que dirijo a un grupo de subordinados cómo hacer su trabajo. Suelen ser rutinas que por mi propia y amplia experiencia no me suponen ningún temor. El problema surge el día en que como otros tantos días voy a una reunión más general de la firma y estando tranquilamente conversando con unos y otros, siento que se pronuncia mi nombre en alto y la sala queda en silencio en espera de que yo acuda a la "invitación" para contestar la pregunta en cuestión que se me hace y de la que no puedo acordarme. El miedo paraliza mis piernas y siento desfallecer, no soy capaz de moverme y mucho menos de mediar palabra, ¿qué me sucede? No puedo explicarlo pero aquel día hice totalmente el ridículo" -
Estas son las palabras introductoras del problema de pánico frente a situaciones sociales que padece un paciente de 38 años -. Y prosigue así:
"A partir de aquel día no he podido seguir desarrollando mi trabajo con la comodidad que me caracterizaba. Ahora temo cualquier reunión por más simple que sea y ha llegado un punto mi temor que no soy capaz de ir al trabajo por miedo a que soliciten mi presencia y mis palabras en una improvisada reunión."

Le pregunto cómo se siente y describe: "Me siento un fracasado, alguien poco cualificado y ridículo, sé que la gente se ríe de mí por incompetencia."
¿Qué crees te pasó aquel día? - solicito - "Vi demasiados ojos pendientes de mí y creí que no sabría que decir"
¿Acaso no eres alguien competente en tu trabajo? - cuestiono - "Antes sí, ahora ya no."
¿Qué te lleva a pensar así? - pregunto - "No haber podido abrir la boca aquel día".
¿Crees que la competencia en un trabajo se valora por un día y no por un cúmulo de situaciones? - insisto - "Vi sus caras y supe lo que pensaban".
Si tú hubieras pertenecido al grupo que estaba a la escucha, te hubieras preocupado en pensar que alguien que no respondía a una demanda era clasificado de incompetente - increpé yo - "Eso es algo diferente, yo era quién no pronunció respuesta".

Lo único cierto es que no diste respuesta a la solicitud de opinión, lo demás son conjeturas que tú mismo te haces sin ningún apoyo racional. Si en vez de ello no le hubieras dado importancia porque en definitiva todos podemos tener un mal día, no dejarías que un episodio sin más importancia que la que tu pretendas darle te estropee la vida. Si te hubieras reído de tu "pánico" en el instante en que sucedió considerando como normal el acontecimiento, ahora no estarías aquí. Te sentiste incómodo interpretando los pensamientos de los demás asistentes para ridiculizarte. Son tus pensamientos de aquel instante los que han mantenido tu conducta de pánico actual. - manifesté -.

* * *

En la vida, a diario, nos encontramos con situaciones que nos provocan el pánico. Si los pensamientos automáticos que nos invaden en aquel momento son irracionales y dramáticos tendemos con ello a prolongar la emoción desagradable, generalizándola en otras situaciones posteriores. El pensamiento genera una emoción que se mantiene si la situación que provocó el pensamiento fue vivida como amenazante.

Imagínate resbalando en plena sala de juntas cuando estás sirviendo un café. Ante el gran resbalón, los jefes se ríen y tú piensas: "Menudo ridículo acabo de hacer, seguro que han pensado que soy una inútil y tonta." La emoción sentida es de vergüenza y en un futuro evitarás servir el café en la sala de juntas. Si además, cada vez que te cruzas con uno de los que presenciaron el "desastre" piensas seguro que aún se ríe de mí, el pánico invadirá diferentes áreas de tu vida, evitando situaciones de tu entorno cotidiano. Cuanta más negatividad e irracionalidad le dieras a tus pensamientos, más agudo sería el pánico. "Lo que piensas" se traduce en tus acciones, por ello es importante que se intente mantener un buen contacto con la realidad a la hora de expresar el lenguaje interior.

Las obsesiones son pensamientos deformantes que se mantienen constantemente en tu mente creando una obsesión continua. La obsesión es un fenómeno que aparece en tu conciencia contra la voluntad del sujeto. Se vive como absurdo, ilógico, ajeno al yo. El fenómeno obsesivo puede ser: una idea, un recuerdo, un temor, un impulso, un acto, …puede tener un contenido indiferente para el sujeto pero lo normal es que sea algo vivido como intolerable y desagradable. Debido a ello, el sujeto tiende a desarrollar unas conductas defensivas y rituales para vencer la obsesión, es lo que denominamos "compulsión". Los obsesivos con personas con tendencia a la pulcritud y al orden, son perfeccionistas que exigen mucho de los que forman su entorno.

Pánico y obsesión corresponden a luchas internas de la persona que se siente continuamente amenazada por sí misma y sus pensamientos. La primera acumula una gran dosis de ansiedad paralizando toda reacción. La segunda, más rígida y controladora, manifiesta rituales para eliminar la obsesión que no puede evitar. Los dos sufren pero la clave para vencer ambos está en la detección de los pensamientos distorsionantes.

Trabaja tus pensamientos, confrontándolos con la realidad para vencer estos trastornos.

Gloria Marsellach Umbert - Psicólogo

http://usuarios.lycos.es/puntodevista/Pr/tema5/tema5.html

pruebas de realidad


este es el método "general" y "preferido" por la terapia cognitiva, pues contiene la base del método de esta terapia. Las pruebas de realidad consisten en una serie de preguntas que usted puede realizar dirigidas a sí mismo con el fin de comprobar el grado de validez que tienen sus pensamientos automáticos.

La primera prueba de realidad consiste en buscar las pruebas para mantener la seguridad en la creencia de un pensamiento automático: "¿Que pruebas tengo para creer esto? ¿Hay alguna prueba en contra de este pensamiento automático?
Una persona que esperaba ser vista por el médico, llevaba esperando media hora más de la cita acordada previamente. Le vino a su mente el pensamiento automático: "Mi caso no le interesa nada, debe de tener otros más interesantes", y comenzó a sentirse triste y con deseos de abandonar la consulta. Sin embargo se preguntó: "¿Que pruebas tengo para creer que al médico no le interesa mi caso?". Se respondió que en otras visitas el médico se había mostrado con mucho interés por su evolución, y que la media hora de tardanza se podía deber a otros motivos ajenos a ella. Esto le hizo animarse de nuevo y apartó su tristeza.

La segunda prueba de realidad consiste en buscar otras interpretaciones o valoraciones distintas y posibles al pensamiento automático, a esto técnicamente se le llama reatribución. Se utiliza una pregunta del estilo: "¿Puede haber otra explicación para esto?", o "¿Puede haber otras razones o motivos para esto?". Esta pregunta puede ser de utilidad para valorar la seguridad en los pensamientos automáticos referentes a las causas que asignamos a los sucesos.
Una chica estaba en su primera cita con su pareja, ambos estaban muy callados, y ninguno se atrevía a hablar por el momento. A ella se le vino a la cabeza: "Seguro que no le gusto”, y comenzó a sentirse triste y ansiosa. Sin embargo pudo encontrar otras explicaciones más validas para lo que estaba ocurriendo: Ambos parecían más bien tímidos, era su primera cita, les resultaba difícil empezar. Pensando esto redujo su malestar, y dijo a su pareja sonriendo:" Parece que estamos un poco nerviosillos, ¿no te parece?", lo que produjo también una sonrisa en su pareja y "rompió el hielo" para comenzar a conversar.





SITUACION




ESTADO EMOCIONAL

(0-100)




PENSAMIENTO AUTOMATICO

(0-100)




CONDCTA Y RESULTADO






MODIFICACION

COGNITIVA






NUEVAS CONSECUENCIAS



Describe la situación actual que conduce a la emoción desagradable; ó imaginaciones; ó corriente de pensamientos




1.Especifica: triste/ansioso, irritado...







2.Evalua: grado de emoción 1-100




1.Escribe : pensamientos automaticos que acompañan a la emoción.



2.Evalua el grado de seguridad en el pensamiento 1-100




1.Describe tu conducta ante esa situación: lo que hiciste o dijiste





2.Valora las consecuencias de tu conducta sobre ti o la reacción de otros




1. Utiliza las pruebas de realidad y escribe los nuevos pensamientos a esas pruebas

2. Evalua el grado de seguridad en esos nuevos pensamientos (0-100)




1.Vuelve a valorar el grado de seguridad en los pensamientos automáticos previos 1-100

2.Especifica las nuevas emociones y su grado 1-100



3. Nuevas conducta y rsultados






































Explicación: Cuando experimenta una emoción desagradable anote la situación que parece disparar dicha emoción. Si la emoción ocurre mientras estaba pensando o imaginando algo, anote esa circunstancia en la casilla situación. Luego, anote el pensamiento automatico relacionado con esa emoción. Valore el grado de seguridad que tiene ese pensamiento (1%=Nada seguro...hasta..100%=Completamente seguro) y valore también el grado de la intensidad de la emoción (1%=Casi nada intensa..hasta..100%=Lo más intensa posible). Posteriormente, intente y anote los nuevos pensamientos, interpretaciones o valoraciones a los que usted llega tras aplicarse las preguntas de prueba de realidad a sus pensamientos automáticos, asi como el grado en que cree en esos nuevos pensamientos (tambien de 1-100). Y finalmente, valore el grado de crencia final en sus pensamientos automáticos previos, su nuevo estado emocional ( y su intensidad de 1-100) y las nuevas conductas que aparecen.

Una persona realizó el siguiente autorregistro:



SITUACION






ESTADO EMOCIONAL

(1-100)




PENSAMIENTO AUTOMATICO

(1-100)




CONDUCTA Y RESULTADO




MODIFICACION

COGNITIVA

(1-100)




NUEVAS CONSECUENCIAS



-PENSAMIENTO

AUTOMATICO

PREVIO (1-100)



-ESTADO EMOCIONAL

NUEVO (1-100)





-NUEVA CONDUCTA



Mi novio me ha dejado tras 2 años de relación
















-Tristeza (100)



-Ansiedad (90)





-Culpa (80)




- “Jamas encontraré otro hombre tan cariñoso como el”

(80)



-”No puedo vivir sin el”

(90)



-”Es culpa mia que hayamos roto”

(80)








-Casi todo el dia llorando encerrada en casa



-No tengo ganas de salir con las amigas





-Noto que estoy llegando a una depresión




-”En realidad no tengo pruebas para decirme que no encontraré otro hombre que me guste. Simplemente estoy anticiopando sin base alguna”

(100)



-”Estoy exagerando al creer que no puedo vivir sin el, es logico que estñe algo triste, pero podré salir adelante aunque me cueste mas al principio”

(90)



-”Los problemas de pareja se debió a ambos, quizas a una falta de entendimiento”

(75)






-Mi valoración ahora despues de la modificación cognitiva, en mis tres pensamientos automáticos iniciales es: 20, 0 y 10. (“jamas..no puedo.. Es culpa mia..)



-Ahora me siento mas animada (70)



-Voy a quedar en salir esta tarde con amiga Marta.


http://www.fobiaclub.com/concurso/muestras_01.htm

En primer lugar, es necesario hacer una distinción fundamental. Tanto las fobias como las obsesiones son síntomas, en muchas ocasiones se presentan juntos, es decir dentro del mismo cuadro patológico y/o en la misma persona que lo sufre; sin embargo, las obsesiones pertenecen a una estructura clínica definida, la neurosis obsesiva; y en cambio las fobias, no arman una estructura clínica, esto es, que pueden existir fobias, como síntoma en otras estructuras clínicas como la histeria y la psicosis.

También es posible encontrarnos con elementos obsesivos en otras estructuras clínicas como la histeria ( ya que podriamos decir que no existen cuadros clínicos puros).

Esto nos permite argumentar que las obsesiones están plenamente integradas en el cuadro de las neurosis obsesiva.

Empecemos con las fobias. Casi todas las personas han experimentado, a lo largo de su trayectoria vital, temores,. En la infancia, éstos se plantean dentro del propio desarrollo y maduración del niño( pesadillas, animadversión a animales pequeños y grandes ,etc.).

Las fobias tratan de un temor irracional, incontrolable frente a un objeto, situación o personas determinadas, que derivan en un afecto especifico: la angustia. Ante la aparición de ésta, el sujeto plantea una distancia de seguridad, que atempere la misma, o bien la propia evitación del estímulo que suscita la angustia.

Podemos citar dos grupos que se caracterizan por el objeto de la angustia: las fobias de carácter común ( aquellas personas que sienten miedo, muchas veces en demasía, a la soledad, la muerte, la enfermedad, la noche) y las fobias ocasionales, donde la angustia emerge en circunstancias especificas: agorafobia, temor a los espacios abiertos, y la claustrofobia, espacios cerrados. Se diferencian del primer grupo, que éstas últimas no inspiran temor en las personas sanas.

En los últimos años, se añade una nueva sintomatología: fobia social; temor al contacto de relación con las personas, creándose una situación de angustia emergente ante la exposición personal en las relaciones humanas.

En las obsesiones, se trata, por un lado, de representaciones mentales, ideas, que se presentan en la mente de una persona de carácter irrefrenable y, en la mayoría de las veces insoportable. Bien emergen en una proposición de dos términos “ si hago tal cosa, sucederá otra” – ésta segunda parte de la proposición es mortal -, o bien con objetos concretos y cotidianos – sillas, mesas, pomos de puertas, telefonos, almohadas, etc –Y por otra, el estado emotivo: la angustia, la ira, la duda y el remordimiento – la culpa-. La parte importante en las obsesiones es ésta última, la afectiva. Persiste, a pesar de que el motivo asociado pueda variar o transformarse a lo largo del tiempo. Las personas que dudan, lo pueden realizar en muchos elementos o cosas, sin embargo el estado afectivo es el mismo, permanece de forma intacta.

Este estado está justificado, es algo que proviene de la propia historia de la persona con un sello patológico determinado y que se eterniza. Lo que varía en el tiempo, no es el afecto suscitado, sino las ideas asociadas a él. De tal forma que podemos encontrar representaciones mentales que suscitan un afecto de culpa muy intenso, y en cambio no está justificado que deriven en dicho afecto, esto es, podemos tener ideas inocuas asociadas a sentimientos de culpa muy intensos.

Estas ideas son sustitutivas de la original, que sí justifica el afecto concomitante señalado. Estas ideas, representaciones mentales, han sido reprimidas, que no olvidadas, por el sujeto, justamente por lo que suponen para la propia persona. Además, estas sustituciones, desplazamientos en fin, permiten atemperar el monto afectivo resultante porque pueden caer en la racionalización del sujeto y le ayudan a no vivir permanentemente angustiado. Igualmente, para ejercer la defensa contra la angustia, la persona puede desplegar un ritual determinado, que impide que “algo” suceda ( “ si coloco la ropa en este lugar y de esta forma, esto indicará que mañana todo irá bien” ).

Estas ideas o representaciones mentales se postulan a descubrir en un proceso terapéutico. Han sido reprimidas y sustituidas porque son inconciliables para el yo de un sujeto; y en cambio lo que permanece de forma invariable es el carácter insoportable del afecto derivado.

Los ejemplos de obsesiones son los pensamientos negativos, que una y otra vez se imponen al sujeto, sin que la persona pueda hacer “algo” para sustraerse a ellos. Podemos plantear la obsesión como un intento de solución a un temor particular que soporta una persona.

FUENTE: APERTURAPSICOLOGICA
http://www.aperturapsicologica.com/articulo02.html

¿Qué es el Trastorno Obsesivo-Compulsivo?



¿Qué es el Trastorno Obsesivo-Compulsivo?

El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) es una verdadera enfermedad neuropsiquiátrica y como tal puede ser tratada con medicamentos y psicoterapia.

El TOC se caracteriza por la irrupción de pensamientos, impulsos o imágenes incontrolables que se repiten en la mente y se vivencian como intrusivos e inapropiados. Estas preocupaciones (obsesiones) son capaces de provocar ansiedad, duda y sufrimiento significativos. La mayoría de las veces la persona reconoce que estas ideas son producto de su propia mente e intenta ignorarlas, suprimirlas o neutralizarlas a través de la realización de actos mentales o comportamientos repetitivos ( compulsiones) que el individuo se ve obligado a realizar para prevenir los peligros que anuncian las obsesiones o calmar la angustia que estas le provocan, cumpliéndolos de manera ritualística o excesiva.

Ejemplos de obsesiones típicas son las preocupaciones excesivas por la suciedad, los gérmenes, la contaminación, el miedo a actuar con impulsos agresivos o violentos (ejemplo: miedo a empujar a alguien al vacío), sentirse responsable de provocar daño a otros o de ser responsable de accidentes, pensamientos religiosos o sexuales prohibidos o espantosos, preocuparse demasiado por el orden y la simetría de las cosas, no poder desprenderse de objetos inservibles y dudar.

Ejemplos de compulsiones típicas son el lavado excesivo de manos, limpieza, chequeo de medidas de seguridad (cierre de hornallas, cerraduras), conductas repetitivas como necesidad de tocar ciertos objetos, arreglar o “emparejar” las cosas de forma simétrica, de ordenar o clasificar los objetos en forma excesiva, necesidad de hacer cálculos mentales o contar objetos ( compulsiones mentales), o la reiteración de actos cotidianos, sin poder controlarlos.

Las personas pueden tener algunos o varios de estos síntomas con un grado variable de severidad y de eso dependerá que consideremos que alguien presenta sólo comportamiento o rasgos obsesivo-compulsivos (COC) o un verdadero trastorno que repercute desfavorablemente en uno o varios aspectos de su vida (TOC).

El TOC puede presentarse en niños, adolescentes y adultos.

Las obsesiones y las compulsiones suelen ir cambiando a lo largo del tiempo según cambian el tipo de preocupaciones humanas a lo largo de la vida. Por eso clásicamente los niños presentan más preocupaciones relativas a la seguridad y hacia sus figuras de apego (padres, hermanos) mientras los adolescentes suelen preocuparse más por sus características corporales (delgadez, granos, apariencia) y por su desempeño. Los adultos más clásicamente sufren de excesiva preocupación por las medidas de seguridad, limpieza y salud (deben cuidar su cría). Sin embargo hay obsesiones y compulsiones que pueden presentarse en todas las edades y algunas permanecen inalteradas a lo largo de la vida.



¿Qué otros síntomas suelen acompañar al TOC?

Es raro que las personas presenten TOC aislado. En general suelen asociar otros trastornos de ansiedad (fobias, ansiedad de separación, ansiedad generalizada), depresión y otros trastornos llamados del espectro TOC como por ejemplo el hábito de arrancarse los pelos (pestañas, cejas, bellos) o cabellos (tricotilomanía), la preocupación desmedida por un defecto corporal existente pero magnificado (dismorfofobia), la realización de actos dañinos autodirigidos de magnitud variada (autoinjuria), los trastornos de la conducta alimentaria del tipo de la anorexia nerviosa y la preocupación excesiva por las enfermedades (hipocondría).

Un grupo más reducido de personas que presentan síntomas obsesivo-compulsivos presentan en algún momento de su vida tics motores (movimientos involuntarios) y/o fónicos ( emisión involuntaria de sonidos, ruidos, o palabras) que suelen aparecer entre los 7 y los 18 años. La asociación de tics motores y fónicos que persisten por más de un año constituye el Síndrome de Gilles de la Tourette (ST) que también es considerado un trastorno del espectro TOC. Estos pacientes suelen presentar junto a sus tics un subtipo de TOC donde predominan obsesiones agresivas, sexuales , somáticas, de orden y simetría, así como compulsiones que consisten en una marcada tendencia a los actos repetitivos ( golpear, morder, patear) que realizan hasta sentir que “ya está bien” (en inglés: fenómeno “just right”), destacándose la necesidad de tocar objetos y de realizar actos en forma simétrica (ej: rozar la silla con un brazo y luego con el otro). Dichos actos revisten en ocasiones características autoinjuriantes (ej: morderse los labios hasta sangrar, hurgarse una herida hasta que duela, golpearse el pecho en respuesta a una obsesión). Estos síntomas pueden acompañarse de la necesidad de repetir palabras (ecolalia) o de decir lo inapropiado y aún de proferir palabras obscenas (coprolalia) en forma involuntaria (tics fónicos complejos).

De especial importancia es la asociación de depresión en los pacientes con TOC la cual es muy frecuente y parece relacionarse con el hecho de tener que soportar a lo largo del tiempo y a veces en forma oculta el TOC, una afección potencialmente invalidante que va socavando la autoestima de los pacientes a partir de las limitaciones que implica para su normal desenvolvimiento personal, familiar y social a lo largo de la vida.



¿Cuántos individuos sufren de TOC?

Se estima que entre el 2 al 3% de la población sufre de esta enfermedad que en general afecta igual a hombres que a mujeres, excepto las formas de TOC infantiles que suelen predominar en varones (ver edad de comienzo).



¿A qué edad suele comenzar y cuánto dura el TOC?

Lo más habitual es que comience en la adolescencia o en la adultez temprana. Sin embargo hay algunas formas de TOC de comienzo más temprano como el TOC de aparición prepuberal (11-12 años) que suele ser severo y que predomina en varones. Algunas formas de TOC como el TOC asociado a tics (ST) predomina en varones y corre en familias. Los familiares de estos pacientes pueden presentar indistintamente TOC y/o tics. Por eso es importante investigar la presencia de TOC en las personas que tienen o han tenido tics en su infancia y en sus familiares cercanos.



¿Cómo evolucionan los síntomas Obsesivo Compulsivos en el tiempo?

Librado a su evolución natural el TOC tiene tendencia a persistir en el tiempo y a esta tendencia hacia la cronicidad se debe su condición invalidante. Aunque en algunos casos los síntomas OC desaparecen sin tratamiento, lo más frecuente es la tendencia a empeorar y a persistir durante toda la vida de no mediar un diagnóstico temprano y un tratamiento específico.



¿Porqué el TOC es incapacitante?

El grado de impedimento puede ser leve, moderado o severo según el tipo de obsesiones y compulsiones, el tiempo que les obliga a consumir, el grado de vergüenza o aflicción o la vivencia de descontrol. Algunas veces el grado de deterioro es tal que los pacientes requieren ser hospitalizados. Algunas personas con TOC piensan que algo anda mal en su cabeza o que están locos. Por eso tienden a ocultar sus síntomas durante mucho tiempo y a postergar la consulta médica. Los niños con TOC expresan con más facilidad sus fantasías de locura y descontrol diciendo por ejemplo que tienen “un tipito” adentro que les hace hacer cosas que no quieren.

El TOC no sólo afecta a la persona sino también a su familia entera, la que con frecuencia tiene dificultad en comprender la naturaleza de los síntomas malinterpretándolos como intencionales. Las personas con TOC llegan a agotar a sus familiares quienes con frecuencia quedan involucrados en sus síntomas, consumiendo su tiempo y energía y por sus rasgos de rigidez comportamental que los hace personas con las que es difícil convivir. Tanto niños como adultos con TOC suelen presentar un temperamento obstinado, irascible y depresivo manifestándose en los niños con rabietas frecuentes, conducta oposicionista y aún problemas de aprendizaje mientras que los adultos con TOC refieren problemas en sus vínculos de pareja e interpersonales así como subempleo y menor rendimiento laboral y académico, constatándose en ellos frecuentes trastornos de la personalidad y depresión.



¿Cuáles son las causas del TOC?

Si bien este tema está aún bajo estudio los recientes avances en investigación ponen en evidencia que el factor biológico tiene un papel central en este trastorno. El hecho de que pacientes con TOC respondan bien a medicamentos específicos que afectan el neurotransmisor serotonina sugiere que el trastorno tiene una base neurológica. Por esa razón, el TOC ya no es atribuido sólo a actitudes que un paciente puede haber aprendido durante la niñez ( por ejemplo, aprendizaje de hábitos exagerados de limpieza o seguridad). Como en otras enfermedades neuropsiquiátricas se piensa que el TOC resulta de la interacción de factores neurobiológicos (falla en la neurotransmisión de las neuronas encargadas de regular patrones de conducta repetitivos) ambientales (factores perinatales, infecciosos, hormonales) y psicosociales (estrés y ansiedad) que determinan modos especiales de conocer la realidad (estilo cognitivo).



¿Qué puedo hacer si creo que tengo TOC?

Busca a un profesional (psiquiatra, psicólogo) especializado en TOC y cuéntale acerca de tus miedos, pensamientos y actos repetitivos no deseados, así como el tiempo que te insumen estos síntomas y el grado de interferencia que ocasionan en tu vida cotidiana.

Puedes pedirle también que descarte otras posibles causas de tus síntomas ya que algunas afecciones orgánicas e infecciosas son capaces de producir también síntomas obsesivo compulsivos.



¿De qué manera puede ayudarme un médico o un especialista en TOC?

Un médico especializado en TOC puede darte medicamentos específicos que reducen la intensidad de tus síntomas OC y así calmar tu ansiedad y temor excesivo. Los medicamentos tardan varias semanas en actuar por lo cual hay que esperar ese tiempo sin abandonarlos. En caso de no operarse una mejoría tu doctor tiene otros varios medicamentos como recurso.

Además de medicamentos te indicará seguir una psicoterapia, que está especialmente diseñada para personas con TOC y se conoce con el nombre de Terapia Cognitiva Conductual (TCC). Por medio de ella los profesionales especializados en esta forma de psicoterapia (psicólogos o psiquiatras especializados en TCC del TOC) te enseñarán técnicas para aprender a detener tus actos repetitivos y tus ideas obsesivas así como maneras de reducir y afrontar la ansiedad excesiva que éstas te provocan.

El avance de las técnicas de diagnóstico por imágenes cerebrales permite hoy visualizar alteraciones en el tamaño y función de las estructuras cerebrales que están implicadas en esta afección (ganglios de la base, corteza orbitofrontal y cingulada cerebral) Los progresos terapéuticos pueden ser también comprobados a partir de la corrección de las alteraciones en dichas neuroimágenes (PET, SPECT, RNM cerebrales).

fuente:AATA

http://www.trastornosdeansiedad.org/trastornos/t_obsesivo.html

Obsesiones y Compulsiones Imprimir E-Mail

¿QUE SON LAS OBSESIONES? Son ideas , pensamientos o imágenes que se repiten en la mente de la persona y que , en general crean malestar y nerviosismo.La persona sabe que esas ideas son producto de su mente , pero se siente incapaz de controlarlas.

Las obsesiones no son preocupaciones sin mas.Una persona puede estar preocupada por el examen que tendrá al día siguiente o por lo que estará haciendo su hijo hasta que llegue a casa, y esto no tiene que convertirse en una obsesión.

La valoración de la importancia de la obsesión dependerá del grado en que afecte a la vida cotidiana de la persona . Así , si alguien tiene miedo a contraer una enfermedad deja de salir , evita relacionarse con los demás y abandona el trabajo , nos encontramos ante una obsesión importante.En ese caso es probable que la persona haya iniciado una serie de conductas que se repiten de manera ritualizada y que , sirven para que la persona se sienta menos molesta con sus pensamientos .

Pensemos en nuestro ejemplo , la persona que cree que puede contraer una enfermedad , sabe que esos pensamientos no tienen demasiado sentido , pero se siente incapaz de controlarlos .Le da miedo contraer una enfermedad y , puesto que no puede evitar tocar ciertos objetos , decide que lo mejor que puede hacer es lavarse las manos después de haberlo hecho .Pero lavarse las manos también tiene su complicación , ya que para realizarlo tiene que coger el jabón , abrir los grifos , etc.con lo que es muy probable que lo repita varias veces , pues también puede haberse contagiado en ese momento.En ese caso la obsesión ha dado paso a una serie de conductas que se conocen con el nomñbre de compulsiones.

¿QUE SON LAS COMPULSIONES? Son las acciones o los rituales que la persona lleva a cabo o evita realizar con el fín de reducir el ,malestar que le ocasionan sus pensamientos obsesivos .Así la persona que estando acostada piensa que se ha dejado la puerta abierta , es posible que se levante una y otra vez a comprobar que lo ha hecho correctamente.

Las obsesiones y compulsiones crean un malestar muy importante en la persona , para la cual todo esto supone una pérdida de tiempo considerable y puede afectar al desarrollo de su vida cotidiana .Puede hacer que esos pensamientos cntribuyan a la aparición de dificultades a la hora de concentrarse en tareas diversas como son la lectura o el cálculo e interferir en la actividad profesional o laboral ,y en las relaciones con los otros.

OBSESIONES Y COMPULSIONES EN LA VIDA NORMAL.

Los pensamientos obsesivos y las compulsiones son algo muy frecuente en nuestras vidas.Si observamos la conducta de los niños o recordamos cómo era nuestro comportamiento a su edad , descubrimos muchos pensamientos que van seguidos de rituales , cuyo principal objetivo es protejernos .Así , entre los juegos infantiles figuran rituales como no pisar los bordes de las baldosas de la calle cuando van caminando ,porque creen que esto les va a dar suerte.En la vida adulta también hacemos cosas parecidas , por ejm, santiguarse al salir de casa, no salir sin reloj, sin un determinado pañuelo ......etc Todo esto que se considera normal , puede comvertirse en un problema cuando se vive como algo molesto e interfiere en el desarrollo de la vida cotidiana.

Las causas de las obsesiones.Son muy diversas , un hecho puntual puede ser el desencadenante, l a muerte de un ser querido , tensiones en el trabajo , escuchar una noticia .......No todo el mundo lo desarrolla , depende también de otros factores , hay que ser vulnerable a ello , la educación ,el ambiente hacen que seamos mas vulnerables a ello.

Tener un buen ambiente social y la habilidad adecuada para comunicarnos nos puede proteger de muchos trastornos .Si damos importancia al pensamiento que nos obsesiona y nos negamos a enfrentarnos a él, quizá se repita y nos va a seguir creando malestar.Sin embargo si contamos con apoyo y somos capaces de comunicarnos , nos daremos cuenta de que no hay nada que temer, y que también le han ocurrido a otras personas.Existen situaciones especiales como son las originadas por es estréss o el agotamiento que pueden favorecer la aparición de obsesiones y compulsiones.

¿Como superar las obsesiones?

Distinguir entre obsesiones y preocupaciones:

Puedes hacerte las siguientes preguntas:

¿Te vienen ideas o pensamientos que están fuera de tu control?

¿Se repiten con frecuencia estas ideas o pensamientos?

¿Te crea malestar pensar en ello?

¿Consideras que son idesas en las que no debias de pensar?

¿Tiendes a realizar un ritual o evitar situaciones con el fin de acabar con esos pensamientos ?

El paso siguiente si se ha contestado afirmativamente es enfrentarse a ellos , convencerse de que no se es un enfermo mental , y que es una conducta aprendid a , que se puede desaprender.

Anota los pensamientos que te causen malestar y analiza sus causas , puede ser algo probable en tu vida, que puede ocurrir , pero que no depende de tí como puede ser , un accidente, la muerte etc.Leer una y otra vez ese pensamiento hasta que notemos que no nos causa malestar, y sintamos que no nos tenemos que preocupar por ello.

Marcate un horario , para pensar en ello el resto del tiempo tienes que seguir con tu vida normal.Con ello vas a conseguir controlarlo de modo que no interfiera en la nomalidad de tuvida.

Consultar con un profesional.Si a pesar de todo ello te sigue creando malestar , y te sientes incapaz de afrontar la situación , hay que consultar el caso personal de cada uno con un psicologo.

ADAPTACIÓN DE :

"EL PSICÓLOGO EN CASA"

BERBABÉ TIERNO.EDITORIAL SIGLO.1997

http://www.psicologoencasa.es/index.php?option=com_content&task=view&id=82&Itemid=9

feunte:el psicologo en casa

El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es uno de los problemas



su florida sintomatología: la recurrencia de pensamientos
percibidos como ajenos y las compulsiones ligadas al alivio del
malestar, han contribuido a caracterizarlo como el trastorno de ansiedad
más grave. Esta gravedad obedece, principalmente, a su
complejidad (a menudo se presenta asociado a otros cuadros clínicos,
p.ej., la depresión) y a la tradicional dificultad que su tratamiento
ha tenido.
El DSM-IV caracteriza las obsesiones y las compulsiones y relaciona
estas últimas con el alivio del malestar generado por las
primeras. Las obsesiones se definen como pensamientos, impulsos
o imágenes recurrentes que se experimentan como ajenos, intrusos
e inapropiados y que causan ansiedad y malestar. Estos pensamientos,
de mayor entidad que las preocupaciones más o menos
excesivas de la vida normal, son combatidos por el paciente,
quien, aun reconociéndolos como propios, se ve incapaz de controlarlos.
Las compulsiones vienen definidas como comportamientos
o pensamientos de carácter repetitivo, incluso reglado, a
los que se ve impelido el paciente en respuesta a la obsesión y, con
la finalidad de reducir la ansiedad y el malestar generado por ésta.
Aun cuando la compulsión no está ligada de forma realista o proporcionada
a combatir la ansiedad o el malestar percibido.
El TOC implica una pérdida de control, por parte del paciente,
de sus pensamientos e incluso de sus conductas. Este hecho, además,
se vive de forma paradójica, en tanto que el paciente reconoce
como producto de sí mismo tales pensamientos y/o conductas.
Ello lleva a ciertas complicaciones, como por ejemplo que el paciente
deje de reconocer lo excesivo de sus obsesiones o compulsiones,
en suma, que tenga poca conciencia de la enfermedad (aspecto
éste sobre el que el DSM-IV llama explícitamente la atención).
La caracterización del TOC por el DSM-IV parte de los estudios
de campo realizados en los que en el 90% de los casos se daban
ambos componentes: obsesivo y compulsivo. Es más, cuando
se consideran los rituales cognitivos, además de las conductas, como
parte de las compulsiones, sólo un 2% de pacientes dicen tener
obsesiones sin compulsiones (Foa y cols., 1995). Por otro lado,
en lo que se refiere a la relación funcional explicitada por el
DSM-IV entre obsesiones y compulsiones, sólo un 10% de los pacientes
señalan que sus compulsiones no están relacionadas con
las obsesiones (Foa y cols., 1995). En consecuencia, el TOC se caracteriza
por la presencia de los dos componentes señalados (obsesiones
y compulsiones), relacionados funcionalmente, y, en un
porcentaje mínimo, la existencia de obsesiones sin ningún tipo de
compulsión, o la falta de relación funcional entre obsesiones y
compulsiones.
La prevalencia del TOC es baja. Un 2,5% de la población adulta
de los EE.UU. de Norteamérica (Karno y Golding, 1991). Este
porcentaje, a pesar de ser pequeño, es mucho mayor que el obtenido
en estudios anteriores (Myers y cols., 1984 y Robins y cols.,
1984). La tasa de prevalencia señalada para los EE.UU. mantiene
un porcentaje similar al de otros países (Canadá, Puerto Rico, Ale-
Tratamientos psicológicos eficaces para el trastorno obsesivo compulsivo
Miguel Ángel Vallejo Pareja
Universidad Nacional de Educación a Distancia
El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es uno de los trastornos de ansiedad de más difícil tratamiento.
Desde sus inicios el estudio empírico de la eficacia de los tratamientos para el TOC se ha centrado
en los procedimientos de exposición. La exposición con prevención de respuesta (EPR) ha demostrado
ampliamente ser el tratamiento psicológico de elección para el TOC. Al igual que el tratamiento farmacológico
han de ser considerados tratamientos bien establecidos. Las variaciones de la EPR, incluyendo
la combinación con técnicas cognitivas y farmacológicas, no han demostrado aún su superioridad
sobre la EPR. Finalmente, se consideran en términos de eficiencia la EPR y el tratamiento farmacológico
y las perspectivas en la mejora de dicha eficiencia.
Efficacious psychological treatments for Obsessive-Compulsive Disorder. Obsessive-Compulsive Disorder
(OCD) is one of the most difficult anxiety disorders to treat. Since the begining, the empirical
efficacy studies of these disorders have been centered in the exposure procedure approach. The Response-
Preventive Exposure (RPE) has consistently shown to be the first choice psychological treatment
for OCD, and it must be accepted together with the pharmachological treatment as a well established
standard therapeutical options. Variations of RPE, including its combination with cognitive and pharmachological
techniques has not shown any better results than RPE alone. Finally, EPR and pharmachological
treatment are considered in terms of their efficacy and the possibilities to increase it.
Correspondencia: Miguel Ángel Vallejo Pareja
Facultad de Psicología
Universidad Nacional de Educación a Distancia
28040 Madrid (Spain)
E-mail: mvallejo@psi.uned.es
Psicothema ISSN 0214 - 9915 CODEN PSOTEG
2001. Vol. 13, nº 3, pp. 419-427 Copyright © 2001 Psicothema
mania, Taiwan, Corea y Nueva Zelanda), tal y como queda recogido
en el estudio de Weismann y cols. (1994). Por lo que respecta
a su incidencia en niños y adolescentes, el porcentaje es similar
al obtenido en la población adulta (Valleni-Basile y cols., 1994).
Hay una incidencia diferencial por sexos. Tiene una mayor prevalencia
en las mujeres, la razón mujeres-hombres varía de 1,6 a 1,2,
según los estudios realizados (Rasmussen y Tsunang, 1986; Karno
y Golding, 1991). Este razón llega al 2 en el caso de niños y
adolescentes (Hanna, 1995).
El TOC se inicia de un modo gradual, sin un claro precipitante.
No obstante, en algunos casos su aparición se ha visto asociada
a determinados cambios, como es el caso de su ocurrencia postparto
(Neziroglu y cols., 1992). La edad media de inicio está entre
los 22 y 35 años, comenzado en el 65% de los casos antes de los
25 años, y en muy pequeño porcentaje (15%) después de los 35
(Weismann y cols., 1994 y Rasmussen y Eisen, 1990).
Por último, destacar el grado de incapacitación que produce el
trastorno. Esta incapacidad es especialmente relevante en el ámbito
de las relaciones sociales: familiares y laborales, en las que la
recurrencia de los rituales compulsivos plantean dificultades serias
al comportamiento cotidiano, teniendo en cuenta la cronicidad y
persistencia del trastorno (Rasmussen y Eisen, 1989 y Emmelkamp,
de Hann y Hoogduin, 1990).
Definición y valoración de los tratamientos
El ab o rdaje terapéutico del TOC ha sido tradicionalmente problemático.
Los tratamientos del pasado de corte psicodinámico no
l ogra ron más que mínimas y tra n s i t o rias mejorías, por lo que el
TOC adquirió una reputada fama de pro blema intrat able (Corye l l ,
1981). Po s t e ri o rm e n t e, desde la Te rapia de Conducta, los acerc amientos
iniciales fueron también pro blemáticos. En efecto, si bien
se produjo una mejora en el tratamiento del pro blema, ésta fue limitada.
La aplicación de la detención del pensamiento y otros procedimientos
basados en el control de contingencias, sólo fueron útiles
en un reducido porcentaje de pacientes (menor del 50%) (Stern ,
1978). La situación mejoró con la aplicación de las técnicas utilizadas
en otros tra s t o rnos de ansiedad, más concretamente con las
fobias. La aplicación de la desensibilización sistemática y otras técnicas
como la intención paradójica centrada en la verbalización repetida
de los pensamientos obsesivos, facilitó el ab o rdaje del TO C
aunque de fo rma poco signifi c at iva (Beech y Vaughan, 1978). El
TOC se resistía a la potencia demostrada por el tratamiento rey de
la Te rapia de Conducta para los tra s t o rnos de ansiedad.
El tratamiento del TOC tuvo un impulso significativo mediada
la década de los 60 con la aplicación de los procedimientos de exposición
con prevención de respuesta. Al trabajo pionero de Meyer
(1966) le seguirían muchos otros que terminarían por caracterizar
este tratamiento como el de elección en el TOC. También en
esta época se muestra la eficacia de los psicofármacos, la clomipramina
(Fernández-Córdoba y López-Ibor Aliño, 1967), en lo
que será el desarrollo de la otra alternativa terapéutica actual al
TOC.
Las dificultades para el tratamiento del TOC han sido y son,
como no puede ser de otra manera, muestra de los conocimientos
sobre los factores que explican la adquisición y el mantenimiento
del problema. Lo cierto es que la teoría de los dos factores propuesta
por Mowrer (1939 y 1960) parecía ajustarse como anillo al
dedo a este trastorno. Así lo consideraron Dollar y Miller (1950) y
del mismo modo se ha constatado a lo largo de múltiples investigaciones
(ver Steketee y Frost, 1998). En suma, unos determinados
estímulos evocadores de ansiedad, que presumiblemente han
sido condicionados por asociación entre un estímulo neutro y un
estímulo aversivo, generan una respuesta emocional negativa de la
que el paciente escapa a través de comportamientos o pensamientos
(rituales) que producen una disminución momentánea de la ansiedad
o del malestar presente. Esta explicación, si bien puede no
satisfacer completamente el modo en que se adquiere el TOC, al
igual que otros trastornos de ansiedad, sí permite comprender de
forma suficiente cómo se mantienen, aspecto éste decisivo para el
tratamiento.
No obstante, y a pesar de lo adecuado de la explicación basada
en la teoría de los dos factores se ha recalcado, en las pasadas décadas,
la importancia de los factores cognitivos en la adquisición
y el mantenimiento del problema. Al igual que en otros ámbitos de
actividad de la Terapia de Conducta, el impacto que el trabajo de
Beck (1976) tuvo sobre el papel de los factores cognitivos en los
trastornos emocionales, ejerció su influencia en el modo de entender
y tratar el TOC. Así, hoy día, se destaca la importancia del papel
de los pensamientos, concretamente de cómo interpretan y valoran
los pacientes los pensamientos intrusivos y obsesivos (ver
Rachman, 1998 y Salkovskis, 1999). En este ámbito las aportaciones
de Salkovskis han sido las más relevantes (Salkovskis, 1985 y
1989). Para Salkovskis (1985) los pensamientos intrusivos son un
fenómeno normal y común para la mayoría de las personas. El
90% de las personas reconocen tener ese tipo de pensamientos
(Rachman y de Silva, 1978 y Salkovskis y Harrison, 1984). Sólo
quienes interpretan inadecuada y catastróficamente estos pensamientos
los transforman en obsesiones y pueden generar el TOC,
tal y como se da en la clínica. La percepción de que las obsesiones
informan sobre un daño que se puede producir a él o a otros, hace
que el paciente asuma la responsabilidad de remediarlo a través de
los rituales compulsivos.
La aportación cognitiva matiza, al menos aparentemente, tanto
los factores relacionados con la adquisición como con el mantenimiento.
En la génesis del trastorno, la consideración inicial del
problema como normal y el paso a lo patológico en función de la
valoración e interpretación de éste, supone un avance sobre el modelo
de condicionamiento y una mejor explicación de cómo se origina
el trastorno. Esto supone, desde el punto de vista terapéutico,
incidir sobre cómo evalúa e interpreta el paciente los pensamientos
intrusivos. Por otro lado, y en lo que respecta al mantenimiento
del problema, se insiste en la responsabilidad, en la toma de
conciencia del paciente para reducir el peligro existente. A este
respecto, la aportación es más que cuestionable. Por un lado, se
critica que realmente exista un peligro como tal (O’Connor y Robillard,
1995) y que en todo caso si se quiere ir más alla (caso de
que fuera necesario) del papel dado a las compulsiones desde la
perspectiva conductual, se debería insistir en las creencias disfuncionales
relacionadas con el control del pensamiento, en suma en
cómo interpreta o siente (depresión) el paciente su incapacidad para
controlar los pensamientos (Clark y Purdon, 1993).
Hoy día los tratamientos del TOC que han demostrado de forma
controlada su eficacia son: el tratamiento de exposición con
prevención de respuesta y el tratamiento psicofarmacológico.
Además, diversas variedades sobre ellos, incluyen, principalmente,
el tratamiento cognitivo, modalidades de aplicación (exposición
imaginaria, tratamiento de grupo, familiar, etc.), y los tratamientos
combinados. A continuación se revisará la evidencia experimental
disponible sobre la eficacia de dichos tratamientos.
420 MIGUEL ÁNGEL VALLEJO PAREJA
Tratamiento de exposición con prevención de respuesta (EPR)
Como ya se ha señalado, es ampliamente aceptada, en at e n c i ó n
al resultado de múltiples inve s t i gaciones desde los años 60, la eficacia
del tratamiento de EPR. Los dive rsos trabajos publicados han
sido revisados en dive rsas ocasiones utilizando la metodología del
meta-análisis. De entre los meta-análisis realizados que reúnen los
requisitos metodológicos de control adecuados (Marks, Hodgson y
R a chman, 1975, Roper, Rachman y Marks, 1975 y Marks y cols.,
1980) cabe señalar que la EPR es efe c t iva en el tratamiento del
TOC, llegando incluso a seguimientos de 3 años, e insistiendo en
su especial utilidad para el tratamiento de los rituales compulsivo s .
La amplia evidencia a favor de la EPR no es homogénea. En
primer lugar, porque en los más de 30 estudios controlados sobre
el tema, las variaciones de los trabajos, que afectan tanto al número
de sesiones aplicadas como a los períodos de seguimiento, implican,
necesariamente, diferencias en los resultados. Aun así, la
utilidad de la EPR en la mejora del problema se sitúa entre el 40-
75% (Steketee y Shapiro, 1993).
Un reciente trabajo, bien controlado, realizado por Franklin y
cols. (2000) ha puesto de manifiesto no sólo la utilidad de la EPR
en el tratamiento del TOC, sino que dicha eficacia es similar cuando
los sujetos reciben el tratamiento en un contexto clínico; esto
es, cuando no hay un ensayo clínico que obliga a una asignación
al azar a las condiciones experimentales, que cuando los sujetos
son asignados al azar al tratamiento. El trabajo realizado con 110
pacientes en un centro clínico universitario argumenta a favor de
los resultados obtenidos en los ensayos experimentales con asignación
al azar de las condiciones experimentales, haciendo ver que
las posibles expectativas negativas del paciente de no saber si está
recibiendo el mejor tratamiento, no afectarían a la eficacia de la
EPR.
La comparación de la EPR con otros tratamientos, en estudios
controlados con asignación aleatoria a las condiciones experimentales,
señala que es más eficaz que el entrenamiento en control de
la ansiedad (Lindsay, Crino y Andrews, 1997), la relajación (Fals-
Stewart, Marks y Schafer, 1993) o placebos farmacológicos (Kozack,
Liebowitz y Foa, 2000).
Aceptada la eficacia de la EPR, los trabajos realizados han ido
dirigidos a comparar dicha eficacia con otros tratamientos, a analizar
separadamente los componentes de la EPR, o a estudiar la eficacia
de distintas modalidades de ésta. Con ello, no sólo se alcanza
un mejor conocimiento de cómo opera el tratamiento estudiado,
sino que además se añaden datos sobre su efectividad.
Componentes de la EPR
Foa y Goldstein (1978) estudiaron la exposición y la prevención
de respuesta aplicada de forma concurrente en una muestra de
21 pacientes. Los resultados mostraron una mejora del 86% en los
rituales y del 57% en las obsesiones, ofreciendo no sólo datos sobre
la eficacia de la EPR, sino también de la existencia de dos
efectos, en cierto modo diferenciados, y en el que la EPR actuaría,
preferentemente, sobre el componente compulsivo.
Un estudio posterior de Foa y cols. (1984) avanzó en el estudio
de los componentes al comparar de forma independiente tres grupos:
exposición, prevención de respuesta y EPR. El estudio que incluyó
una asignación equiparando a los sujetos por la variables relevantes
(sexo, nivel de depresión, etc.) mostró que la condición
más efectiva fue la que incluía la exposición y la prevención de
respuesta; esto es, la EPR, y aunque los componentes aplicados
aisladamente producían una mejora de la sintomatología (del 25 al
29%), ésta no alcanzaba a la procurada por el tratamiento completo
(63%).
Variaciones de la EPR
Además de ap o rtar evidencia empírica acerca de la re l evanciade
los dos componentes esenciales de la EPR, es preciso contra s t a r
también los elementos esenciales de la técnica a ap l i c a r, lo que ha
sido realizado en dive rsos aspectos que se re c ogen a continu a c i ó n .
La utilización de exposición en la imaginación ha sido estudiada
en su capacidad para potenciar la EPR. Diversos estudios controlados
han estudiado este punto. Hay que resaltar, en primer lugar,
que en ningún momento se cuestiona que la exposición a las
obsesiones debe ser real, lo que constituye el elemento esencial en
la eficacia de la técnica (Rabavilas, Boulougouris y Stefanis,
1976). Añadir la exposición en la imaginación parece tener un
efecto nulo (de Araujo, Ito, Marks y Deale, 1995), si bien hay
constancia de que puede tener un efecto beneficioso. En efecto,
Foa y Goldstein (1978) encontraron que la exposición en la imaginación
mejoraba la EPR en el período de seguimiento (período
medio de 11 meses). Esta mejoría a largo plazo parece tener que
ver con aquellos pacientes que temen, en especial, las consecuencias
de sus obsesiones (Foa, Steketee y Grayson, 1985).
El papel de la EPR controlada por el terapeuta, frente a aplicaciones
en las que éste y su entorno familiar tienen una mayor relevancia,
ha sido objeto de estudio. La auto-exposición se ha mostrado
eficaz, aun cuando el paciente no siga de forma tan sistemática
el procedimiento, como cuando éste es llevado a cabo por el
terapeuta (Boersma, Den Hengst y Emmelkamp, 1976). La sistemática
en la aplicación, a menudo pautada y guiada en las «tareas
para casa» facilitadas al paciente es más importante que la mera
presencia del terapeuta (Kirk, 1983).
La participación de la familiares del paciente en el tratamiento
también ha sido investigada. Esta participación ha buscado, como
el caso del tratamiento mediante exposición del trastorno de pánico,
ayudar al paciente emocionalmente e integrar a la familia en un
problema que también ellos padecen. El planteamiento supone un
acercamiento psicoeducativo que implica a los miembros significativos
del paciente (Marks, Hodgson y Rachman, 1975 y Calvocoressie
y cols., 1995). La utilidad del apoyo familiar ha sido abordado
en distintos estudios. En un primer estudio (Emmelkamp, de
Haan y Hoogduin, 1990) no se encontraron diferencias significativas
entre pacientes asignados aleatoriamente a un tratamiento EPR
solos o en compañía de su pareja. Fue un estudio metodológicamente
adecuado, si bien el número de sesiones de tratamiento (8
en total) fueron menores a lo usual en otros estudios. Esta cuestión,
a pesar de que naturalmente afectó a ambos grupos experimentales,
pudo dificultar la aparición de diferencias entre los grupos.
De hecho, estudios posteriores sí han encontrado diferencias,
a favor de la implicación familiar. Mehta (1990), en un estudio realizado
en la India, encontró diferencias significativas en reducción
de sintomatología en aquellos pacientes que participaron junto
con sus familias en el tratamiento, frente a quienes fueron tratados
solos. Esta mejora que se produjo en el postratamiento creció
aún más durante el seguimiento.
La aplicación de la EPR en grupo constituye un intento por optimizar
el uso de los recursos clínicos. Sólo se ha realizado hasta
el momento un estudio controlado que compare el formato grupal
TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS EFICACES PARA EL TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO 421
frente al individual. Fals-Stewart, Marks y Schafer (1993) compararon
el formato individual y grupal, junto con la relajación (considerada
como condición de control). Los resultados del trabajo
mostraron que la EPR individual y la grupal fueron igualmente eficaces,
en comparación con la relajación. Si bien, el estudio de
Fals-Stewart, Marks y Schafer (1993) cumplió múltiples requisitos
metodológicos, la selección de los sujetos que excluyó sujetos con
puntuaciones superiores a 22 en el BDI, entre otros aspectos, caracteriza
a la muestra como atípica, con respecto a las características
de los pacientes del TOC y a las, en general, aplicables a la
mayoría de las investigaciones realizadas.
El número de sesiones de tratamiento y, en menor medida, su
duración, constituyen una importante característica en la aplicación
de la EPR. Cabe señalar que, en general, ha habido una tendencia
con el paso del tiempo a reducir el número de sesiones. De
los estudios revisados en este trabajo cabe señalar el rango de 10-
20 sesiones como criterio que engloba la mayoría de los estudios.
10 sesiones son demasiado pocas, en general, puesto que la mayoría
de los pacientes requieren un promedio de 15 (Emmelkamp,
van der Helm, van Zanten y Plochg, 1980; Foa y Goldstein, 1978
y Stekette y Foa, 1985). El aumento de las sesiones más allá de las
15 señaladas no supone una mejoría significativa. Rachman y cols.
(1979) comprobaron que duplicar el número de sesiones suponía
una mejoría en el tratamiento, no obstante dicha mejoría no era
significativa. La duración de las sesiones se sitúa entre 1 y 2 horas.
En general, las sesiones con un tiempo inferior a 1 hora no facilitan
el proceso de exposición, por lo que se prefieren sesiones largas
a cortas (Rabavilas, Boulougouris y Stefanis, 1976).
Tratamiento cognitivo
No puede hablarse estrictamente de un tratamiento cognitivo
del TOC, sino de aportaciones cognitivas dentro de la EPR. Así se
han aplicado técnicas como el entrenamiento en autoinstrucciones,
la terapia racional emotiva o la terapia cognitiva de Beck. Por otro
lado, la hegemonía de la EPR ha hecho, con buen criterio, que la
investigación se plantee en términos de qué puede aportar el enfoque
cognitivo a la EPR. Este esfuerzo ha de matizarse, además, si
se considera que la EPR ya ejerce cambios cognitivos, aunque no
se produzcan de modo directo. Una forma elegante de mostrarlos
es la ofrecida por Foa y Steketee (1979), quienes señalan que quizá
la EPR no corrija los déficits cognitivos del paciente, sino que
simplemente reclasifique las obsesiones o las preocupaciones como
no amenazantes.
El primer estudio dirigido a evaluar la aportación cognitiva fue
realizado por Emmelkamp, van der Helm, van Zanten y Plochg
(1980) y en él se comparó la utilidad de añadir el entrenamiento en
autoinstrucciones a la EPR. Los resultados mostraron más ventajosa
la EPR sola que acompañada por el entrenamiento autoinstruccional.
En un segundo intento, Emmelkamp, Visser y Hoekstra
(1988) compararon la ERP con la terapia racional emotiva. Los
resultados obtenidos en reducción de la sintomatología obsesivocompulsiva
fueron semejantes para los dos grupos. No obstante,
algunas de las condiciones aplicadas al grupo de EPR, tales como
una ajustada duración de la exposición (1 hora) y del tratamiento
(10 sesiones), una muy graduada exposición y una escasa programación
de las tareas de autoexposición, hizo que el tipo de EPR
estudiada fuera en distintos factores distinta a la aplicada en otros
trabajos con mejores resultados (ver Foa, Kozak, Steketee y Mc-
Carthy, 1992).
Emmelkamp y Beens (1991) utilizaron otro diseño para evaluar
la utilidad de la terapia racional emotiva (TRE). En un grupo se
aplicó TRE durante 6 sesiones y tras éstas, otras 6 sesiones de un
tratamiento combinado de TRE y EPR, en el otro grupo a aplicaron
12 sesiones de EPR. Se realizó una comparación entre los grupos
después de las 6 sesiones iniciales, tras las cuales había 4 semanas
sin tratamiento. Los resultados mostraron una eficacia similar
de la TRE y de la TRE-EPR, tanto a las 6 semanas de tratamiento
como a la finalización completa de éste. La conclusión de
los autores es que la TRE es, al igual que la EPR, efectiva en el tratamiento
del TOC. No obstante, hay dos factores que permiten
cuestionar esa conclusión. El primero, tal y como se comentó en el
estudio de 1980 (Emmelkamp, van der Helm, van Zanten y
Plochg, 1980), las características del tratamiento EPR aplicado no
se ajusta a los estándares de esta intervención; y en segundo lugar,
el argumento fundamental de igualdad entre tratamientos en la
comparación tras las primeras 6 sesiones, queda debilitado al comparar
tratamientos truncados, tanto en la RET como en la EPR.
Se ha tratado, también, de determinar la eficacia de la terapia
cognitiva de Beck en el abordaje del TOC. El estudio realizado por
van Oppen y cols. (1995) comparó la terapia cognitiva, adaptada
al tipo de distorsiones cognitivas presentes en el TOC (Salkovskis,
1985), con la EPR. De forma parecida a la del estudio de Emmelkamp
y Beens (1991) durante las seis primeras sesiones se manipularon
los grupos experimentales. En el grupo de terapia cognitiva
no se incluyeron experimentos conductuales y en el de EPR se
eludió hablar sobre las consecuencias catastróficas de las obsesiones.
Los resultados del trabajo mostraron que la terapia cognitiva
y la EPR fueron igualmente eficaces en la disminución de la sintomatología
obsesivo-compulsiva. El estudio fue metodológicamente
adecuado, sin embargo, al igual que en los trabajos anteriores,
el tratamiento EPR propuesto no se ajustó a los parámetros adecuados
que garantizaran su plena eficacia. Por ejemplo, aunque se
realizaron 16 sesiones de exposición, éstas tuvieron una duración
de sólo 45 minutos. El estudio es cuestionado debido a la pobreza
de los resultados de la EPR frente a los obtenidos en otras investigaciones
(Steketee y Frost, 1998).
Finalmente, Ladouceur y cols. (1995) utilizaron un tratamiento
combinado de EPR y terapia cognitiva para el tratamiento de las
obsesiones y rumiaciones. Los resultados del estudio comprobaron
la eficacia del tratamiento combinado, frente a una condición de
lista de espera. No obstante, dadas las características del diseño, se
hace imposible deslindar los efectos de la terapia cognitiva.
Tratamiento psicofarmacológico
Los psicofármacos han sido profusamente utilizados en el tratamiento
del TOC. Durante un largo período, de los años 60 a los
90, el fármaco usado ha sido la clomipramina (Anafranil), un antidepresivo
tricíclico al que tradicionalmente se relacionó su eficacia
con la reducción de la sintomatología depresiva (Marks y cols.,
1980). Al finalizar la década de los 80 aparecen un conjunto de
nuevos fármacos, los inhibidores selectivos de la recaptación de la
serotonina (ISRS), que, sustentados en el papel que la serotonina
parece jugar en el TOC (Barr, Goodman y Price, 1992), han supuesto
un paso importante en el tratamiento farmacológico de este
trastorno. La eficacia de los ISRS no parece ligada a la existencia
de sintomatología depresiva, y además tienen menos efectos
secundarios que la clomipramina (Rasmussen, Eisen y Pato, 1993,
Freeman y cols., 1994).
422 MIGUEL ÁNGEL VALLEJO PAREJA
La clomipramina ha demostrado su eficacia en la reducción de
la sintomatología obsesivo-compulsiva en diversos trabajos (Thoren
y cols., 1980, Ananth y cols., 1981, Mavissakalian y cols.,
1985, Volavka, Neziroglu y Yaryura-Tobias, 1985, Lei, 1986,
Marks y cols., 1988, Greist y cols., 1990, Clomipramine Collaborative
Group, 1991 y Zhao, 1991), en comparación con un placebo
y con otros tricíclicos, como la nortriptilina, amitriptilina e imipramina.
Se trata de estudios controlados, si bien en algunos casos
han sido publicados en revistas que no cumplen todos los estándares
científicos. También los ISRS, principalmente la sertralina, fluvoxamina
y fluoxetina, se han mostrado eficaces en comparación
con un placebo (Greist y cols., 1995a, Jenike y cols., 1990 y Tollefson
y cols., 1994). Estos datos son ampliamente corroborados
por el meta-análisis de Greist y cols. (1995b).
La comparación de la eficacia de la clomipramina y los ISRS
no ha mostrado diferencias significativas. Los estudios muestran
unos resultados similares (Den Boer y cols., 1987, Pigott y cols.,
1990, Freeman y cols., 1994). En este sentido, el meta-análisis de
Greist y cols. (1995b) no sólo recoge esta ausencia general de diferencias,
sino que en determinados aspectos la clomipramina es
superior a los ISRS, concretamente el porcentaje de abandonos para
los ISRS fue del 23 al 27% y del 12,5% para la clomipramina.
Este dato resulta sorprendente, habida cuenta, como se ha señalado,
del mayor número de efectos secundarios de la clomipramina,
debidos a su acción anticolinérica (disfunciones sexuales, cefaleas
e insomnio, principalmente), que de los ISRS. De acuerdo con Jenike
y cols. (1991), un 3% de ausencia de efectos en la clomipramina,
frente a un 43% en la flouxetina.
Con independencia de la eficacia contrastada de la clomipramina
y los ISRS, en comparación con el placebo, el beneficio clínico
obtenido es limitado. Porcentualmente, supone de un 20 a un
40% de mejoría de la sintomatología, que alcanzaría al 40-60% de
los pacientes (Greist y cols., 1995b). En suma, ni el número de
personas que mejoran ni la magnitud de la mejoría es espectacular.
Es por ello que se buscan otras opciones psicofarmacológicas
para resolver esas deficiencias. Se trata de potenciar la eficacia de
la clomipramina y los ISRS asociándolos a otros fármacos como
el litio, el haloperidol, la buspirona, o el clonazepam. No obstante,
los resultados obtenidos de la asociación de estos fármacos son
poco esperanzadores, a excepción del clonazepam (Rauch y Jenikke,
1994).
Comparación y combinación del tratamiento psicológico (EPR) y
del psicofarmacológico
Como ha quedado re c ogido hasta aquí tanto el tratamiento de
EPR como el psicofa r m a c o l ó gico son efe c t ivos en la reducción de
la sintomat o l ogía obsesivo - c o m p u l s iva. Interesa, en consecuencia,
conocer cuál de ellos es más efe c t ivo y si la combinación de
ambos es más efe c t iva que cada uno de ellos considerados por sep
a ra d o .
Son pocos los estudios realizados que permitan comparar, de
formar adecuada, las cuestiones planteadas. El primer trabajo realizado,
en este sentido, fue el del Marks y cols. (1980). Se trata de
un estudio con un diseño complejo que incluye un grupo de mediación
con clomipramina y un grupo placebo a los que posteriormente
se añadirá la EPR o el entrenamiento en relajación. La
clomipramina produjo una mejora en la sintomatología depresiva,
sólo en aquellos pacientes que presentaban esa sintomatología. Por
otro lado, la EPR produjo una considerable reducción de la sintomatología
obsesivo-compulsiva, pero no produjo una mejoría en el
estado de ánimo. El diseño, por otro lado, no facilitaba una comparación
inequívoca, en el mismo período de tiempo, del tratamiento
psicofarmacológico y la EPR, por lo que no permite responder
de la comparación de ambos tratamientos. Un estudio posterior
fue realizado también por Marks y cols. (1988), en él y a pesar
de contar, al igual que en el estudio anterior, con un complejo
diseño que dificulta las comparaciones, se puede concluir que la
EPR es más efectiva que la clomipramina. Por lo que respecta al
tratamiento combinado, la adición del fármaco potencia inicialmente
la EPR, si bien esa potenciación desaparece rápidamente y
no se observa en el seguimiento. Otra ventaja del tratamiento combinado
es que posibilita que la mejora llegue a más individuos, en
torno a un 20-25% más, aunque no aumenta la mejoría sintomática
en los pacientes.
Un estudio con un diseño que permite unas más claras comparaciones
es el realizado por Cottraux y cols. (1990). En él los tres
tratamientos comparados: fluvoxamina, fluvoxamina + EPR, y
placebo + EPR, produjeron una mejoría similar. Sólo el grupo de
fluvoxamina + EPR obtuvo una ligera ventaja sobre los dos restantes.
Esta ventaja casi desaparece en el seguimiento a los 6 meses
y es mínima al cabo de 1 año.
No se han realizado más estudios en la actualidad que permitan
determinar la eficacia diferencial y combinada del EPR y el tratamiento
psicofarmacológico. El meta-análisis de van Balkom y
cols. (1994) concluye que la EPR, sola o en combinación con los
ISRS, es más eficaz que los fármacos ISRS solos.
Predictores de la eficacia terapéutica
El estudio de los factores relacionados con la eficacia del tratamiento
ha sido relativamente amplio en el caso de la EPR y escaso
en el tratamiento psicofarmacológico (ver Rauch y Jenike, 1998
y Zohar y cols., 2000).
En relación con la EPR puede decirse que, en general, se ha
mantenido la creencia de que la presencia de psicopatología asociada
al TOC constituiría un factor de reducción de la eficacia de
la EPR. Los resultados de las investigaciones sobre el particular no
permiten confirmar dicha creencia, aunque tampoco desmentirla.
En el caso de la depresión, si bien hay estudios que indican que
predice una menor eficacia de la EPR, especialmente cuando es severa
(Abramowitz y cols., 2000), en otros trabajos no se ha encontrado
esta relación (ver Steketee y Shapiro, 1995). Por otro lado,
la concurrencia de trastornos de personalidad sí contribuye a
disminuir la eficacia tanto de la EPR como de los fármacos ISRS
(Jenike, Baer y Carey, 1986, Minichiello, Baer y Jenike, 1987, Au-
Buchon y Malatesta, 1994, Baer y cols., 1992, Fals-Stewart y Lucente,
1993 y Ravizza y cols., 1995), aun cuando hay algún estudio
en que no se constata este efecto (Mavissakalian y cols., 1990).
Otras variables objeto de interés son el grado de motivación al
tratamiento, especialmente importante en la EPR, o las expectativas
en la eficacia o resultados del tratamiento. A pesar de la reconocida
importancia clínica de estos factores, apenas han sido estudiados.
En general, parece apoyarse la hipótesis de que el grado de
motivación, así como unas buenas expectativas en el resultado del
tratamiento es efectivo (Foa y cols., 1983, Hoogduin y Duivenvoorden,
1988, Cottraux y cols., 1993 y Keijsers, Hoogduin y Schaap,
1994), aun cuando la existencia de evidencia contraria (Lax,
Basoglu y Marks, 1992) y, sobre todo, la falta de más estudios,
aconseja no concluir sobre el particular.
TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS EFICACES PARA EL TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO 423
Conclusiones y perspectivas
Antes de iniciar el comentario sobre la revisión realizada es
preciso concluir que la categoría de Tratamiento Bien Establecido
para el TOC incluye, al menos por el momento, solamente a la
EPR, como tratamiento psicológico. También debe incluirse en esta
categoría el tratamiento farmacológico con inhibidores de la recaptación
de la setoronina, tanto de la clomipramina como de los
inhibidores selectivos: flouxetina, fluvoxamina y sertralina.
Dentro de la categoría de Tratamiento Probablemente Eficaz
deben señalarse algunos aspectos, principalmente variaciones y
combinación de tratamientos, de los señalados en el apartado anterior.
Concretamente, la utilidad de asociar el tratamiento o terapia
cognitiva a la EPR, o la también asociación de la EPR con el
tratamiento farmacológico.
En consecuencia, cabe señalar que el tratamiento psicológico
de elección más eficaz es la EPR. Este tratamiento no sólo ha sido
ampliamente estudiado de forma genérica, sino que han sido evaluados
empíricamente sus principales componentes, así como su
estructura: número de sesiones, duración de éstas, manuales de tratamiento,
etc. En estas condiciones, constituye un punto de referencia
seguro en el tratamiento e investigación del TOC. Es por
esto que el «empuje» cognitivo: la importancia que técnicas o terapias
cognitivas puedan tener en el tratamiento del problema, por
extensión a lo ocurrido en el tratamiento de otros problemas de ansiedad,
haya sido menor. No hay, por el momento, justificación
empírica para modificar la EPR en términos cognitivos. Steketee y
Frost (1998) señalan, se supone que producto del general conocimiento
o del saber clínico, que los tratamientos cognitivos dirigidos
a corregir las distorsiones cognitivas de los pacientes tienen
unos efectos positivos, con o sin la EPR. Sin embargo, se reconoce
que no hay datos que justifiquen ese particular, aunque de modo
«informal» muchos clínicos hablen con los pacientes sobre sus
creencias cuando éstas emergen durante las sesiones de exposición
(pp. 384-385). Llama la atención, en este sentido, la extraordinaria
potencia de la EPR, recordando el reciente trabajo ya comentado
de Franklin y cols. (2000), en el que se observa cómo la EPR
es efectiva aun cuando la persona pueda suponer verazmente que
está recibiendo un tratamiento menos efectivo, placebo o experimental,
o puesto en pasiva: la EPR no mejora por ser considerada
por el paciente como el mejor y más deseable tratamiento.
La eficacia de la EPR queda constada, sin embargo ésta es limitada.
Superar esa limitación tal vez requiera no sólo conseguir
un más adecuado tratamiento, sino una mejor adaptación de éste a
las características personales del paciente. Contar con un buen tratamiento
constituye una excelente condición para determinar qué
variables pronostican su eficacia y cómo ajustar éste a dichas variables.
Otro aspecto a considerar es la permanencia a largo plazo
de la remisión de la sintomatología. Ciertamente, muchos de los
trabajos realizados cuentan con períodos que llegan, incluso, a los
6 años de seguimiento. Estos prolongados seguimientos permiten
ver cómo las diferencias entre los grupos tienden a disminuir y a
desaparecer en el tiempo. Es por ello que Abramowitz (1998) se
planteó un estudio meta-analítico para contestar a la pregunta de si
la EPR curaba el TOC. Esto es, no sólo si persistían en el tiempo
las mejoras, sino si los pacientes se mantenían tan asintomáticos
como la población general. Los resultados fueron que tras el tratamiento
sí eran similares a la población, pero 5 meses más allá ya
se presentaban diferencias en la sintomatología. Cabe pensar que
tal vez esto no deba tener mayor importancia, siempre que no interfiera
negativamente en la vida del paciente; sin embargo este
efecto es inaceptable, por lo que ha de investigarse, prolongando
los períodos de seguimiento sobre cómo mantener, en su sentido
más amplio, las ganancias terapéuticas.
El tratamiento psicofarmacológico: clomipramina y los ISRS
es también eficaz, aunque en menor medida que la EPR. Esta inferioridad
es debida a dos factores: la menor reducción de la sintomatología
obsesivo-compulsiva y la presencia de efectos secundarios,
especialmente en el caso de la clomipramina. Un aspecto que
facilitaría entender cómo operan estos fármacos en el control del
problema sería saber sobre qué componentes del TOC actúan. Los
datos son claros y fiables al reiterar cómo la clomipramina mejora
el estado de ánimo, lo que no hace la EPR, pero qué influencia tiene
esto sobre el tratamiento global del problema. Foa y cols.
(1992) han trabajado sobre este aspecto, constatando que la imipramina
reduce la depresión en los pacientes deprimidos, pero no
reduce la sintomatología obsesivo-compulsiva ni en los pacientes
deprimidos ni en los no deprimidos. ¿Cómo actúan entonces los
antidepresivos sobre el TOC? Será preciso aclarar estos aspectos
para utilizar más adecuadamente la potencia terapéutica de dichos
fármacos. Tal vez un ámbito prometedor en ese sentido, aunque
aún no ha ofrecido resultados positivos, es el abordaje neuropsicológico
que trata de integrar los aspectos cognitivos, especialmente
relacionados con la memoria, neuroquímicos y conductuales (Tallis,
Pratt y Famani, 1999, Bolton y cols., 2000).
Contar con un buen tratamiento psicológico y con un tratamiento
psicofarmacológico adecuado es un buen punto de partida
para la práctica clínica y la investigación. Además, en este caso y
a diferencia de otros trastornos de ansiedad, no parece darse una
contraindicación de ambos tratamientos, sino al contrario pueden
cooperar e incluso potenciarse (Silvestre y Aronowitz, 1997). En
la actualidad, como se ha señalado, no hay suficientes datos para
permitir delinear las normas básicas de esa cooperación, sin embargo,
éste ha de ser uno de los ámbitos de desarrollo futuro del
tratamiento del TOC, sobre todo si se hace, como también ya se ha
comentado, integrando las características y variables personales
del paciente en la ya mayor posibilidad de opciones terapéuticas.
Un aspecto de especial relevancia es el relacionado con la
eficiencia de los tratamientos. En este ámbito, la ventaja inmediata
del tratamiento farmacológico es evidente, habida cuenta de los
menores recursos que consume. Ciertamente la ERP es menos accesible
para la mayoría de los pacientes o tiene un coste económico
(práctica privada) en clara desventaja con el uso de fármacos
(Cottraux, 2000). La efectividad, en principio, también parecería
favorecer al tratamiento farmacológico. Los efectos secundarios
de los ISRS son prácticamente inexistentes (no así de la clomipramina),
frente a las dificultades que para el paciente puede implicar
el tener que seguir el programa de exposición. Resumiendo, el fármaco
consume menos energías y recursos del paciente, del terapeuta
y del sistema sanitario en términos económicos. Éste es, sin
duda, el motivo por el que la EPR no se haya generalizado masivamente.
Queda aún por cuantificar en qué medida esa ventaja en
la eficiencia de lo farmacológico no alcanza, compensa o supera
las ventajas sobre el control de la sintomatología obsesivo-compulsiva
de la EPR.
Frente a esta desventaja de partida del tratamiento psicológico,
en términos de eficiencia, cabe la de reducir y/o simplificar éste.
La posibilidad de reducir el número o la duración de las sesiones
de exposición queda, hoy por hoy, descartada. Los trabajos, como
se ha señalado en la revisión, que han tratado de reducir estos pa-
424 MIGUEL ÁNGEL VALLEJO PAREJA
rámetros han mermado la eficacia de la EPR. En este sentido, cabe
destacar que en atención a los resultados de las investigaciones
la EPR puede ser, en gran medida y en sus elementos básicos, protocolizada
dejando un pequeño margen de adaptación a las características
personales del paciente, problema y terapeuta. La alternativa
para mejorar la eficiencia pasa por estudiar la auto-aplicación
de la EPR, reduciendo al mínimo la necesidad del terapeuta
(Kobak y Rienmann, 2000). Diversos trabajos de Greist y Marks
(Greist y cols. 1998 y 1999 y Bachofen y cols., 1999) están poniendo
de manifiesto la utilidad que el uso del teléfono y del ordenador,
generando ayudas específicas interactivas, tienen en la
aplicación de EPR.
TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS EFICACES PARA EL TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO 425
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