Las amenazas del próximo manual sobre salud mental

Autor: ESTHER SANZ 9 diciembre 2010
“Cuando todo es enfermedad ya no queda nada de responsabilidad y sin responsabilidad corremos el peligro de quedarnos sin derechos y sin la capacidad de actuar dentro de un marco de libertad”. Con esta sencilla frase podemos condensar el fin último del artículo que sigue, que no es ni más ni meno que centrar nuestra atención y con ella nuestra alerta en las consecuencias de la próxima edición, en el año 2013, de la quinta versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) de la Asociación Psiquiátrica Americana.

Y es que de “la próxima biblia de la psiquiatría” va a depender la separación entre personas sanas y enfermas y, si no nos fallan las cuentas, van a ser tantos los trastornos y tan flexibles sus mediciones, que por primera vez en la historia de la humanidad nos vamos a encontrar con un planeta poblado por una mayoría de enfermos mentales.
Ante semejante panorama nos asalta la inevitable pregunta de si no tenemos suficientes patologías mentales con el actual DSM-IV (297, concretamente), a la que los contenidos del proyecto que ha sido puesto en marcha del DSM-V parecen contestar de forma negativa. De ahora en adelante las tasas de trastornos mentales estarán al alza. La subida se producirá de dos maneras:
  • Habrá nuevos diagnósticos que podrán ser extremadamente comunes en la población general (¿se fabricarán nuevas enfermedades mentales?).
  • Los umbrales de muchos desórdenes ya existentes serán más bajos (el diagnóstico será posible con síntomas más leves).

El nuevo manual podría desencadenar en un exceso de prescripción farmacológica (imagen: usuario de Flickr).
Los nuevos diagnósticos “problemáticos” serán el síndrome de riesgo de psicosis, que dará lugar a una tasa de falsos positivos de entre el 70% y el 75%, con lo que miles de adolescentes y jóvenes adultos recibirán tratamientos psicofarmacológicos innecesarios para su supuesto riesgo de padecer en el futuro un trastorno psicótico; el trastorno mixto ansioso depresivo, que podrá convertirse en uno de los más comunes desórdenes mentales, psiquiatrizando y psicologizando reacciones normales ante la vida; el trastorno cognitivo menor, definido por síntomas inespecíficos de desempeño intelectual reducido y que le dará entidad de enfermedad a déficits cognitivos que son normales a partir de los 50 años; el trastorno de atracones, que tendrá en la población general una tasa del 6 % al considerar como patología el darse un atracón al menos una vez por semana durante 3 meses; el trastorno disfuncional del carácter con disforia que considerará enfermedad los exabruptos del carácter (la mala leche o el mal genio); el trastorno coercitivo parafílico, con lo cual muchos violadores ya no serán criminales sino enfermos; el trastorno por hipersexualidad (sobran los comentarios); y las adicciones conductuales, que podrán incluir en la categoría de adicciones a sustancias, por ejemplo, el juego patológico o bien otras no especificadas como a comprar, al sexo, al trabajo, a la tarjeta de crédito, a los videojuegos…, con lo que se nos dotará de una excusa ideal para descargar nuestra responsabilidad personal en una etiqueta diagnóstica.
En el caso de umbrales más bajos para categorías ya existentes, los cambios introducidos en los criterios de algunas enfermedades mentales producirán un gran aumento de diagnósticos como el de trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad (con el consecuente abuso de fármacos estimulantes para su tratamiento), el trastorno de adicción ( que llevará a etiquetar con la dura palabra de adicción a aquellos cuyo problema esté restringido al uso intermitente de sustancias), el trastorno del espectro del autismo (alimentando la epidemia del pobremente definido autismo), la medicalización del duelo normal (transformándose en un blanco muy apetecible para ya sabemos quién), o la pedohebefilia (¿el sexo con individuos de 14 ó 15 años debe ser una cuestión legal o psiquiátrica?, ¿tener relaciones con un adolescente menor de edad debe entenderse como una conducta regulable por la ley en cada sociedad o como un síntoma de enfermedad mental?).
Ojalá podamos retractarnos de nuestro alarmismo y que el DSM-V definitivo y la propia práctica clínica de los profesionales de salud mental subsanen, lo que bajo nuestro punto de vista, son errores con graves consecuencias para el ser humano: la medicalización de trastornos inexistentes o de reacciones normales a la vida, o la peligrosa tendencia a quitarnos de encima la responsabilidad de nuestros actos, la cual va indisolublemente unida al ejercicio de una libertad a la que no se puede renunciar.
Para todos los que nos habéis leído os enviamos un saludo desde Saltando Muros, el blog desde el que intentamos materializar ideas como las aquí esbozadas, porque más allá del diagnóstico, aquí, a tu lado y al mío, está la persona, el afectado, su sufrimiento, sus ilusiones, su historia, sus afectos, su responsabilidad, su fuerza, su dignidad… y solo desde estos elementos podremos contribuir a su recuperación.
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enamoramiento&amor

Asegura el psiquiatra y escritor Andrew Marshall que si hace pocos años el matrimonio era la piedra de toque de una sociedad dispuesta a que sus individuos mantuviesen el tejido social a cualquier precio, ahora rige el convencimiento de que los adultos tienen derecho a tener vidas afectivas plenas a lo largo de toda su vida.

El problema que ve Marshall es que el indicador que utilizamos para medir la vigencia de nuestras parejas ya no es el afecto o el amor, sino el enamoramiento. Y que el grito de guerra que más escucha en su consulta es “Te quiero… pero no estoy enamorado de ti.” ¿Y qué diantres puede contestar el otro ante semejante reproche?

A mí, de entrada, la simple idea de estar enamorada como el primer día me agota, literalmente. Me dan la razón los estudios más rigurosos, que afirman que el enamoramiento se parece como una gota de agua, químicamente y por sintomatología, a un desorden obsesivo-compulsivo. Sospecho que la única razón por la cual no han catalogado el enamoramiento como enfermedad común es que no pueden encerrarnos a todos.

El enamoramiento es un proceso puñetero pero que puede resultar útil de cara a la transformación y al aprendizaje personal. Es el momento, tal vez uno de los pocos, en el que logras hacerte vulnerable y por tanto abierto al cambio. El precio a pagar puede ser alto, porque a la naturaleza le importa un bledo que sufras o no: solo quiere asegurarse de que, desafiando el sentido común, dos personas formen un nido en el que criar a un par de ejemplares de la especie humana. Y casi todos picamos, sin tener en cuenta que el amor tiene etapas, y que, aunque cueste creerlo, todas podrían ser interesantes.
ste creerlo, todas podrían ser interesantes.

La naturaleza solo quiere es asegurarse de que, desafiando el sentido común, dos personas formen un nido (imagen: usuario de Flickr).

La piel de plátano en la que resbalamos para iniciar el proceso del enamoramiento se llama limerencia. Aquí nos sentimos de repente libres como el aire (qué paradoja, porque es justo entonces cuando nos ponemos la soga al cuello). En esos meses iniciales te acicalas, te obsesionas, fantaseas y sientes un deseo compulsivo de fundirte con el otro. Sospecho que es un proceso universal que resulta muy popular porque parece la respuesta a la plegaria con la que nacimos: “Tengo miedo, no quiero estar solo, quiero que me quieran.”

Bien, pues superado ese trance patológico, viene la sensatez (lo que Marshall denomina el establecimiento del “vínculo amoroso”). La diferencia entre la limerencia y el vínculo amoroso es sencilla: la primera, al ser una estrategia interesada de la naturaleza, funciona sola: no hay que hacer nada, solo dejarse llevar por las promesas del amor eterno. En cambio, el vínculo amoroso necesita cuidados y esfuerzos continuados. Y a veces, atosigados por las preocupaciones y el cansancio diarios, nos descuidamos… hasta que el vínculo amoroso se transforma en simple afecto. Allí empiezan los problemas, porque el afecto es perfecto para los hijos y para los amigos, pero que no vale para la pareja. La pareja necesita que mantengamos vivo el vínculo amoroso. ¿Cómo lo hacemos?

Básicamente, se trata de recuperar dos elementos: la conexión emocional y el contacto físico. ¿Recordáis cuando flotábamos, eufóricos, en la etapa de la limerencia? Podíamos pasar horas mirando, tocando y sintiendo al otro, sin más. Ese es el alimento del amor duradero. ¿Existen trucos para recuperar esa conexión? Si, ahí van algunos: de entrada, volver a escuchar a la pareja de forma que se sienta escuchada, no solo “oída” (esto implica parar el tiempo e interesarse de corazón por el otro). Ser generosos en lo grande y en lo pequeño, como cuando todo lo queríamos compartir con el otro. Reavivar el placer sencillo del contacto físico: caricias, miradas, abrazos… Y también derrochar a conciencia sentido del humor, porque la risa y la sonrisa son una fuente de alegría cómplice, fantástica y gratuita.

Específicamente, para los más decididos, Marshall sugiere un ejercicio que puede dejar atónitas a nuestras parejas pero que al parecer resulta muy eficaz: hay que mirar a la pareja a los ojos, sin decir nada, durante unos minutos, todos los días. Así conseguiremos empezar a reconectar, que es la esencia imprescindible del vínculo amoroso. Suerte, paciencia y al toro.

Elsa Punset
Reproducido con el permiso de la revista Telva
http://www.inteligenciaemocionalysocial.com/828/uncategorized/te-quiero%E2%80%A6-pero-no-estoy-enamorado-de-ti

Trastorno Obsesivo Compulsivo: Los Actos Obsesivos


Los actos obsesivos, que el sujeto se ve impelido a realizar sirvieron originariamente de alivio o de procedimientos protectores frente a las ideas obsesivas.
Actos en dos tiempos, cuya primera parte es anulada por la segunda, son típicos de la neurosis obsesiva. Naturalmente, son mal interpretados por el pensamiento consciente que tiende a racionalizarlos. Pero su verdadero significado está en la representación del conflicto entre dos impulsos antitéticos de aproximadamente igual magnitud, el amor y el odio hacia la misma persona.
Sabemos que un principio de enamoramiento es percibido muchas veces como odio, y que el amor que encuentra negada la satisfacción se torna fácilmente en odio, y los poetas nos aseguran que en estadios tempestuosos del enamoramiento pueden subsistir yuxtapuestos, como en una competición, ambos sentimientos contradictorios. Pero nos asombra encontrar una yuxtaposición crónica de amor y odio, muy intensos ambos y orientados hacia la misma persona.
Habríamos esperado que el amor hubiera dominado al odio o hubiese sido devorado por él. Pero el amor no ha podido extinguir el odio, sino tan sólo rechazarlo a lo inconsciente, instancia psíquica en la cual se encuentra a salvo de la acción de la consciencia y puede subsistir sin mengua alguna e incluso crecer. En tales circunstancias, el amor consciente suele alcanzar, a su vez, por reacción, especial intensidad para poder llevar a cabo constantemente y sin descanso la tarea de mantener en la represión a su contrario.
Si contra un amor intenso se alza un odio casi tan intenso como él, la consecuencia inmediata tiene que ser una parálisis parcial de la voluntad, una incapacidad de adoptar resolución alguna en cuanto a todos aquellos actos cuyo móvil haya de ser el amor. Pero, además, tal indecisión no permanece limitada por mucho tiempo a un solo grupo de actos. La indecisión se extiende paulatinamente a toda la actividad del sujeto. Con ello queda instaurado el régimen de la obsesión y de la duda, tal y como se nos muestra en la vida anímica de los neuróticos obsesivos.
La duda corresponde a la percepción interna de la indecisión que se apodera del sujeto, a consecuencia de la inhibición del amor por el odio, en cuanto el mismo se propone realizar algún acto. Duda, en realidad, de su propio amor, que debía ser para él subjetivamente, lo más seguro, y esta duda se difunde sobre todo lo demás, desplazándose preferentemente sobre lo más nimio e indiferente. Aquel que duda de su amor tiene que dudar de todo lo demás, menos importante.
El psicoanálisis es de gran utilidad para estos pacientes.

Si usted presenta uno de estos síntomas, es el momento de consultar a un psicoanalista.

"Comienzo a psicoanalizarme, no para curar ninguna  herida pasada, sino para vivir mejor los años futuros." Miguel Oscar Menassa http://www.articuloz.com/psicoanalisis-articulos/trastorno-obsesivo-compulsivo-los-actos-obsesivos-3489859.html

¿A dónde van los recuerdos?

En la Universidad de Boston se viene realizando una serie de investigaciones a través de las cuales se supo que los recuerdos que tenemos son consecuencia de una fórmula matemática y mediante ella se comunican las células nerviosas, dejando de ver la capacidad de recordar como una mera secuencia lineal de actos.
Recuerdos
El fin de estos estudios es saber la forma en quedan fijados los recuerdos en el cerebro humano. El encargado de dirigir este proyecto es Joez Tsien, quien por el año 1999 tuvo sus primeros indicios cuando descubrió que un ratón de laboratorio que fue mejorado genéticamente contaba con la capacidad de recordar por más tiempo que un ratón común.
Este hecho fue el disparador para continuar investigando acerca de la forma en que trabaja el ‘proceso mnemotécnico’. Para poder continuar con el proyecto era necesario mejorar los equipos ya que si bien podían ser investigados los cerebros de los monos, en el caso de los ratones se complicaba. Pero como era de esperar siguieron trabajando duro.
Luego de varias pruebas y con la valiosa colaboración de Longnian Lin se colocaron electrodos muy chiquitos en el cerebro de los ratones y se empezaron a grabar la actividad de mayor número de neuronas. Estos ratoncitos eran puestos en diferentes situaciones de estrés para ver que efecto tenían estos hechos en su cerebro y se comprobó que las malas experiencias dejan huellas en la memoria que eran difíciles de borrar. Para poder retener los malos recuerdos el cerebro necesita el trabajo de muchas células.
Para llevar adelante la experiencia de los ratones fueron puestos a prueba a siete episodios separados por dos recreos. Se supo que las neuronas se activaban en lo que denominaron ‘pandillas neuronales’ o ‘neural cliques’ que se iban activando de a grupos. Cada una de estas ‘pandillas’ cuenta con la capacidad de guardar diferentes aspectos vinculados a un recuerdo y conservando una serie de detalles concretos.
“Las observaciones apoyan la idea de que la organización jerárquica y por categorías constituye un principio universal dentro del nuestro cerebro” anunció Tsien. En lo que se refiere a la memoria se pueden crear tantos patrones como experiencias tengamos en nuestra vida.
El siguiente paso es poder diseñar un nuevo tipo de ordenador y redes que cuenten con sensores y una estructura parecida al hipocampo del cerebro humano. “Si se pudiera registrar en forma simultanea a la actividad de muchas neuronas, se podría leer los pensamientos de la gente”. Esto, entre otros benéficos permitirían generar adelantos en el campo de la medicina ayudado a ver si un enfermo de Alzheimer, por ejemplo, cuenta aun con la capacidad de comprender un dialogo habiendo perdido ya la capacidad de hablar.
Fuente: Revista Muy Interesante Número 275
Después de una experiencia traumática, el cerebro es capaz de recuperar viejos recuerdos y relacionarlos con dicha situación de estrés, incluso aunque ambos no tengan nada que ver. Varios experimentos realizados con ratas estresadas podrían ayudar a arrojar nuevas claves para atender a las personas que sufren el llamado síndrome de estrés postraumático.
Un equipo de investigadores de la Academia checa de Ciencias, junto con la Universidad de Nueva York (EEUU) acaba de publicar sus resultados en las páginas de la revista 'PLoS Biology'.
Según se desprende de sus experimentos con ratas de laboratorio, ante una situación estresante, el cerebro es capaz de reactivar ciertos recuerdos sin ninguna relación con la situación causante de su ansiedad y vincularlos entre sí. "El estrés traumático", explican, "es capaz de reactivar memorias previas al trauma y ligarlas a éste, facilitando una situación patológica".
En los laboratorios de Ciencias Neurales de la universidad neoyorquina, los animales de laboratorio fueron sometidos primero a una sencilla tarea de aprendizaje, que les obligaba a distinguir entre izquierda y derecha para poder tener acceso a su alimento. A continuación, les indujeron fuertes niveles de estrés obligándolas a nadar en un recipiente con agua (mientras que a la otra mitad de los animales les pusieron en un envase donde sólo cubría 1 centímetro).
Después de haber estado nadando durante 20 minutos, André Fenton y su equipo descubrieron con sorpresa que el grupo de animales más estresados eran precisamente los que mejor recordaban el camino hacia la comida. En experimentos adicionales descartaron que la tarea de aprendizaje fuese estresante en sí para los roedores, y reafirmaron cómo el estrés en el agua reafirmaba en los animales el recuerdo de su camino hacia el alimento.
Aunque con las cautelas propias de trasladar estos resultados a la mente humana, los investigadores subrayan que es más que probable que una situación traumática también sea capaz de reactivar en pacientes con estrés postraumático ciertos recuerdos sin ningún relación con dicha situación, alterando las asociaciones normales entre recuerdos de uno y otro signo. De manera que incluso memorias aparentemente inocuas, o situaciones del día a día, pueden ayudar a rememorar el trauma.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2010/12/21/neurociencia/1292959791.html