¿Qué es la duda?



¿Qué es la duda?

La duda no es vacilación ni falta de confianza. En su centro, la duda es miedo.

* Miedo…

Miedo de lo arcaico, de lo primitivo, de lo incontrolable --- miedo de la vida y miedo del destino, miedo del abismo que quien duda se crea, por no poseer las herramientas para vencer los obstáculos que les impiden seguir adelante, o calificarlos para ser dueños de una historia congruente, que defina y organice sus vidas adaptándolas de una manera racional y feliz.

* La duda es falta de autoestima

Quien duda vive atormentado por la creencia de no ser querido --- de no ser aceptado.

Para ser aceptado, quien duda recurre a todo subterfugio que conoce para despertar el amor tan apetecido; y el favor, tan necesario, de quien busca ser aprobado --- aunque lo haga a un precio de sacrificios extraordinarios y de vejaciones increíbles.

* La duda es pérdida de control

Quien duda ha perdido un sentido de dirección y de disposición en su vida. Avanza en medio de un sendero tortuoso donde las señales son imprecisas y donde abunda el recelo.

La duda hace de quien guíe una persona de poca esperanza, porque quien está confundido no sabe el camino, ni puede indicarlo. Los padres que se abandonan a la duda, abandonan a sus hijos de esta manera injusta.

* La duda es enfermedad del alma

Desde la antigüedad más remota, los frenólogos se ocupaban con el estudio de lo que entonces se conociera como la folie de doute (la manía de dudar) --- lo que hoy se estudia como parte integral del trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Los que así dudan se sumergen en los abismos crueles de sufrimientos penosos y paralizantes de la mayor magnitud.

Muchas personas indecisas se congelan frente a las indecisiones con que manejan sus asuntos, coartando y limitando sus opciones.

* La duda deprime y nos crea ansiedades existenciales

La duda fatiga y agota las fuentes de nuestra energía emocional drenando nuestros recursos de adaptación. La duda nos hace presa fácil para todos los males derivados del estrés.

La duda nos condiciona a vivir en medio de una existencia de aislamiento prolongado y de retiro perenne.

* La duda quebranta la fe

La fe es una fuente incomparable de fortaleza y valor para confrontar las incertidumbres de la vida. La fe es un proceso ético/moral que nos habilita para comunicarnos con el Dios mismo (si es que somos creyentes) que nos gobierna y nos rige.

La fe es mina de conocimientos ciertos, de verdades trascendentales y de direcciones seguras, cuando el panorama de la vida se oscurece con las nubes del dolor o con las sombras de la incertidumbre.

Quien duda, se pregunta: ¿Por qué a mí? En lugar de ¿Por qué no…? --- En la semántica entre esas dos interrogaciones existen diferencias básicas que gobiernan nuestra capacidad de sobreponernos al destino con todos sus caprichos arbitrarios.

El que duda se pierde y no encuentra salida de su marisma de arenas movedizas --- donde se atasca y sucumbe.

* La duda es indecisión

Cuando dudamos, nuestra vida se atasca en un proceso de ambivalencias y de tendencias hacia la irresolución que nos agobia y nos hace víctima de los arroyos tributarios que nutren el estrés. El estrés desborda pronto, inundando nuestras economías psíquicas con el derrotismo inactivo, o peor aun, con la decisión impensada y, muy a menudo, desacertada.

Cuando dudamos no somos confiables, porque no confiamos en nosotros mismos, ni en los mecanismos de equilibrio que lográramos incorporar en experiencias terapéuticas pasadas --- nuestras direcciones son irrelevantes ya que no se hacen ni por medio de la reflexión ni con el uso de la perspectiva.

La duda quizás sea una de esas enfermedades psicológicas que desafían solución.

Volvamos, entonces, a la pregunta que soslayáramos unas páginas atrás.
¿Por qué dudamos?

Dudamos, porque tememos poner a prueba nuestras capacidades de confrontar cara a cara nuestras propias adversidades sin temor al rechazo, porque no podemos tolerar lo que nos significaría la pérdida de prestigio adquirido tras las mentiras de las apariencias --- lo que otros, de nosotros, pensarían.

Dudamos porque no nos consideramos dignos de lo que tenemos ni tampoco dignos de tener más.

Dudamos porque poseemos una inclinación innata hacia la autodecepción y la mentira, donde decimos lo que no sentimos y hacemos lo que no queremos hacer.

Dudamos porque somos esencialmente débiles --- por eso dudamos.
¿El remedio?

Una historia verdadera del rito de pasaje del adolescente de nuestro país lo explicará.

"Nibaje…" es el nombre de una barriada que quedaba en la ribera del Yaque al pie del pináculo donde se construyera el siglo antepasado la infausta Fortaleza San Luis, lugar de tortura para los enemigos de Trujillo.

Cuando el Yaque del Norte se desbordaba, lo que, en ese entonces, a menudo ocurriera durante las lluvias de mayo y junio, el nombre de Ni Bajes (contraído a Nibaje) se entendería como apto para el lugar.

Fue en el año 1949 cuando el río se desbordó de manera nunca vista, amenazando con sus aguas la seguridad de los residentes de Nibaje --- para todos quienes aprendieran a nadar en el río, zambullirse en él cuando los peligros eran mayores era un aspecto del ser hombres --- de ser "guapos" --- sí, como ser el más famoso de todos los guapos…

Por supuesto, para ir al río, como jóvenes de familia, contábamos todos con nuestros propios permisos, ya que el de nuestros padres nunca podría obtenerse bajo las circunstancias. Ramón, que se ocupaba de los negocios de mi papá y de mí, me aconsejó que no bajara ni siquiera a ver cómo estaba el río --- pero yo no le hice caso alguno.

Mis amigos y yo bajamos una tarde, cuando brillaba el sol y cuando la "costa" familiar estaba clara, ya que se suponía que estábamos en un pasadía del colegio.

Conmigo llegaron seis de mis amigos de escuela; y juntos nos aprestamos a encontrar un sitio desde donde saltar para zambullirnos en las aguas turbias y alborotadas del torrente fluvial.

Encontramos un barranco escarpado, desde el cual nos aconsejaran los vecinos del lugar no tratar de saltar --- precisamente, porque nos lo aconsejaban es porque decidiéramos hacerlo --- lo crucial era decidir entre todos quién sería el primero en hacerlo --- quién sería el más guapo, en otras palabras.

Nadie tenía una excusa para desear ser el conejillo de Indias en esta experiencia, y, cuando uno de mis amigos bravucones me señaló a mí, indicando que sería un acto de cobardía si yo rehusaba --- sin pensarlo, porque esas cosas no se piensan, acepté el reto.

Subir la barranca fue muy difícil porque no solo era empinada, sino que las lluvias la habían vuelto resbaladiza. Nunca miré para atrás, hasta que llegué a un rellano pequeño de la altura de un edificio de siete pisos --- la llamaban "El Hotel Mercedes" en referencia al hotel de esa misma altura que, en esos tiempos, dominaba el centro de la ciudad de Santiago de los Caballeros.

Era muy alto de veras, y mis amigos me parecían hormigas a la distancia por debajo --- quizás era el miedo o quizás fueran las dudas --- pero me lucían diminutos.

Mi amigo, el que me seleccionó para la hazaña, dándose cuenta de que había peligros serios en el salto, y que podrían ser achacados a él, me gritó desde abajo conminándome a que abandonara la idea y descendiera para retornar a nuestras casas juntos --- y, quizás, intactos.

Yo traté de bajar, pero estaba muy resbaloso y la caída sería peor, porque aterrizaría en la roca por debajo --- tenía que saltar.

El salto

Para evitar caer en la base rocosa del barranco había que propulsar el cuerpo hacia delante, uno dos metros por lo menos, algo que la estrechez del andén prohibía, ya que no había espacio para adquirir impulso.

El salto y la caída fueron una experiencia inolvidable, ya que entré al torrente rozando con mi nariz la roca que, por debajo, quedara --- un poquito más adentro y adieu.

fuente:

Dr. Félix E. F. Larocca

f.larocca[arroba]codetel.net.do

el magnate estadounidense Howard Hughes padecía un mal que sufren una de cada 20 personas:


El magnate estadounidense Howard Hughes padecía un mal que sufren una de cada 20 personas: el trastorno obsesivo-compulsivo. De él se cuenta que repetía sin parar las mismas frases a sus subordinados aunque las hubieran entendido a la primera y verificaba hasta diez veces que la puerta estuviera cerrada, que hubiera línea en el teléfono y que su traje estuviera bien planchado. Pero lo que más le hacía sufrir era el miedo a los gérmenes: a menudo se recluía agobiado por la ansiedad y obligaba a sus ayudantes a lavarse las manos una y otra vez y a usar guantes para manipular documentos que después él iba a tocar.

El trastorno obsesivo-compulsivo es, como otros problemas mentales, cuestión de grado. A todos nos invaden pensamientos extraños que no logramos rechazar o mostramos comportamientos compulsivos. ¿Quién no ha vuelto a casa para comprobar si se ha dejado un grifo abierto? ¿Quién no se ha puesto a ordenar algo frenéticamente? ¿Quién no ha sentido un miedo irracional incontrolable?

Cuando no estamos a gusto nos detenemos continuamente en pensamientos destructivos o en comprobar cuestiones triviales. La diferencia es que Hugues vivía estas situaciones cada vez más intensamente y nunca intentó acabar con ellas. Decía que se había acostumbrado a sufrir y no encontraba tiempo para subsanar lo que él reconocía como el problema más importante de su vida.

Según el Ministerio de Sanidad y Consumo, los trastornos mentales constituyen la causa más frecuente de enfermedad en Europa, por delante de los problemas cardiovasculares y del cáncer. Un 15% de la población padecerá alguno a lo largo de su vida. A nivel mundial, según el informe de la OMS en 2007, 1.000 millones de personas sufren trastornos psicológicos. La importancia de la estabilidad psicológica en nuestra vida es obvia, sin embar go, muchas personas dicen lo mismo que Hugues: que no tienen tiempo para ocuparse de ello.

Uno de los objetivos de esta serie sobre Salud Mental es ayudar a solucionar ese problema de la falta de tiempo. Mes a mes, ofrecerá información suficiente para realizar un chequeo de su estado psicológico y poner en práctica unos primeros auxilios en caso de que detecte señales de alarma.

La otra razón fundamental es actualizar la información. El número y el tipo de trastornos, así como el concepto de salud psíquica, cambian con el tiempo. Por ejemplo, el 9 de diciembre de 1973, la homosexualidad era una enfermedad mental. A partir del 10 de diciembre, la APA (American Psychiatric Association) dejó de considerarla como tal y fue eliminada del DSM, el manual de diagnóstico más usado entonces. Hoy ser gay no puede ser etiquetado científicamente como problema psicológico. El paso de una sociedad más comunitaria hacia una cultura más individualista está acabando con ciertos problemas mentales y creando otros nuevos. Por eso hemos de incorporar datos del siglo XXI, nuevos trastornos (síndrome de la falta de diagnóstico, enfermedad de Morgellons, tecnoestrés...), enfoques alternativos para problemas viejos...

¿Pero qué significa estar mal psicológicamente? En los años cuarenta, el Secretario de Defensa de EE UU empezó a decir a todo el mundo que se sentía espiado y que le seguían por la calle agentes secretos israelíes. Fue internado en un psiquiátrico y se suicidó saltando al vacío. Después se descubrió que, efectivamente, el Mossad andaba tras él –como dice Woody Allen, incluso los paranoicos tienen enemigos–, pero fue considerado un trastornado.

Este caso demuestra que la definición de trastorno mental no es sencilla. Por una parte, sabemos que los problemas mentales existen porque a veces sufrimos por los nuestros propios y otras veces por los de quienes nos rodean. Por otra parte, casos como el cita do demuestran que el diagnóstico es complicado. Gerald Caplan, psiquiatra y profesor en Harvard, recuerda que históricamente para etiquetar un problema como trastorno mental se suele usar una conjunción de factores. Primero, el sujeto afectado tiene que tener percepciones anormales o atípicas. Además, sus emociones, pensamientos o conductas deben considerarse injustificables y desproporcionadas respecto a su situación objetiva. Por último, su conducta tiene que resultar perturbadora para la sociedad.

Antes, para diagnosticar una personalidad delirante –el estereotipo es el que se cree Napoleón– se usaba el primer criterio: las percepciones anormales. Pero muchos delirios se refieren a religión, moral o fenómenos paranormales, temas en los que no es fácil usar parámetros objetivos, por eso los profesionales de la salud mental buscan otros factores que ayuden a decidir cuándo están ante una idea delirante. Por ejemplo, la incorregibilidad: los delirantes son especialmente rígidos en su idea; cualquiera que sea la evidencia en contra, el delirio permanece firme. El problema es que hay seres humanos que persisten en ideas y conductas irracionales u objetivamente peligrosas para la salud –fumar, drogarse–, pero no por eso pueden ser llamados delirantes.

Otra característica de los delirantes es la tendencia a la preocupación: están continuamente rumiando sus delirios. Pero este rasgo no sirve para todos los casos. Algunos estudios sugieren que sólo sirve para adjetivar a los delirantes que acaban siendo internados en hospitales psiquiátricos. Los individuos con delirios aceptados socialmente no están allí: los encontramos en partidos políticos, religiones, empresas... Este rasgo no define un trastorno a no ser que vaya acompañado de los otros dos.

El segundo criterio, la desproporción de la reacción, es también difícil de atrapar. ¿Cuándo es desmedida una reacción? Aunque las emociones son parecidas en todos los seres humanos, cada cultura nos dicta cómo debemos manifestarlas, con qué intensidad, ante cuánta gente... En determinadas sociedades, una expresión melodramática de emociones se considera falsa o egoísta y las personas que muestran sus sentimientos de forma contundente son vistas como perturbadas. En cambio en otras culturas las emociones tienen que expresarse con fuerza para que los demás las vean; el silencio se percibe como algo extraño e insano. Por eso sería injusto clasificar como trastornada a una persona sólo por la forma de manifestarse.

Y eso nos lleva al tercer criterio: que el comportamiento resulte inadaptado. Algunos autores hablan de falta de normatividad. El hombre normativo es capaz de usar nuevas normas en función de sus requerimientos externos e internos. La persona que no sabe adaptarse, que está limitada por criterios rígidos, tiene problemas. Pero ese baremo también es discutible: ¿la sumisión a las reglas socia les indica salud mental? ¿Están más trastornados los rebeldes que los conformistas?

Por todo esto, hoy usamos otro criterio: el sufrimiento. Si alguien se siente mal y reúne alguno de los rasgos citados –percepciones extrañas, reacciones desproporcionadas o falta de adaptación al medio– tiene un problema de salud mental. En eso se basará esta serie, que no irá enfocada como un catálogo de diagnós ticos de enfermedades. En el siglo XXI, se mira más a la prevención y al forta lecimiento de las estrategias de afronta miento de las personas, un enfoque positivo que busca aumentar la salud en vez de aminorar la enfermedad. Tratará de conceptos como la resiliencia –capacidad de sobrepo nerse a tragedias o periodos de dolor emocional– y nos alejaremos del estigma que sufren los tratornos psicológicos para centrarnos en su buena canalización.
fuente:vida sana

Si se puede vencer el TOC:fuente:harrier


Hola a todos, quiero decirles que creo que tengo toc desde hace muchisimo tiempo y durante ese tiempo el toc me a hecho batallar mucho limitandome en todo y tenido obsesiones muy complejas y dificil de sobre llevar , al principio no entendia bien este trastorno , solo se lo que todos sabemos que se alimenta de nuestros temores y que te deja muy poco tiempo de pensamientos con claridad en la mente , e estado muy desesperado por eso , hace como unos 4 dias que , me propuse a vencer el TOC
descubri creo que es la clave para hacerlo, y es aplicandole la ley del hielo a esos pensamientos indeseables,
Claro que hacerlo es la parte dificil, ya que en mi caso tengo mucho tiempo con ellos pero he tenido mucha disiplina con esto , y creo que voy mejorando increiblemente, lo que trato es no generar ninguna respuesta a esos pensamientos ni mental ni fisica, al principio cuesta mucho , pero despues esa actitud en uno cobra fuesa y se facilita, no se si es la tecnica adecuada para vencer el toc.
Pero yo pienso que nuestro cerebro es como una increiblemente compleja computadora , pero que es configurable , y con mucha disiplina y teniendo madures mental se puede lograr , yo creo que uno configura su cerebro cuando uno va venciendo miedos en la vida , y aprendiendo habilidaddes nuevas , de la misma forma pienso que se puede vencer el toc , es cuestion de tener la firme creencia que esos pensamientos , no son de uno , se disparan en nosotros pero no son creados por nosotros , asi que no deben de hacernos mal, tan solo es cuestion de aplicarles la ley del hielo , ignorarlos totalmente , para que se alejen. Pero eso es lo que crreo ahora despues de tanto tiempo de pasar por esto.
Es mi experiencia personal

Saludos
fuente:harrier
fuente:ansiedad org

¿SOY OBSESIVO COMPULSIVO?


Título: ¿SOY OBSESIVO COMPULSIVO?
Objetivo: Explicar en qué consisten la obsesión y compulsión, así como detectar sus principales manifestaciones y consecuencias.
Investigadora(s): Elena Cantú González
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La obsesión es una idea o pensamiento repetitivo e irrefrenable; la compulsión es una acción en contra de la voluntad del sujeto.

El psicólogo Arturo Ortiz explica: “para comprender el origen del trastorno obsesivo- compulsivo debemos entender que dentro de cada persona coexisten dos impulsos básicos: vida y muerte. El primero promueve la creatividad; el segundo, la destrucción. Ambos constantemente buscan la forma de salir. El truco es que cada persona aprenda a manejar ambos impulsos armónicamente. En este sentido, la persona obsesiva tiene la intención de dominar los impulsos que surgen por medio de pensamientos repetitivos en torno a un objeto real, pero es el objeto el que finalmente controla a la persona. La realidad sigue igual y cada vez hay mayor presión para manejar el impulso; entonces, la compulsión se dispara por un deseo irrefrenable de repetir incesantemente una conducta que se da en automático, es decir, sin planearla previamente. Aunque la persona esté consciente de que esta acción no tiene sentido, no puede pararla y empieza a sufrir las consecuencias”.

Si bien la obsesión y la compulsión se dan en cualquier individuo y bajo distintas circunstancias, cuando obstaculizan la adaptación en el sujeto, le impiden relacionarse y evitan que realice actividades cotidianas podemos estar frente a un caso patológico. Hasta cierto nivel, los rasgos obsesivo-compulsivos son positivos y necesarios para algunas profesiones, por ejemplo, para aquellas que implican presión, entrega, tenacidad, tiempo y constancia.

Aunque hay un sinnúmero de pensamientos y acciones obsesivo-compulsivas que se manejan a través de rituales, algunas suelen ser más representativas:


ü Rituales de limpieza: se evitan posibles focos, reales o imaginarios, de suciedad o contaminación: pasar al lado de la basura, junto a un hospital o un baño público, sintiendo posteriormente la necesidad de realizar complicados rituales de higiene y limpieza, como lavarse las manos o bañarse varias veces al día.

ü Rituales de repetición: pueden repetirse las más extrañas secuencias, por ejemplo, repetir un determinado número ante un pensamiento, seguir una secuencia de números pares en cualquier situación, etc.

ü Rituales de comprobación: hay multitud de posibles comportamientos, como comprobar repetidamente que se ha cerrado el gas o la puerta.

ü Rituales de acumulación: el sujeto tiene dificultad para desprenderse de cualquier cosa y acumula grandes cantidades de objetos, en su mayoría inservibles.

ü Rituales de orden: todo ha de estar en el mismo lugar, posición, de mayor a menor, etc. Cuando la persona nota un mínimo cambio en el acomodo de las cosas siente gran ansiedad y ocupa muchísimo tiempo ordenando nuevamente.

Una característica muy frecuente de los sujetos obsesivo-compulsivos es el perfeccionismo. Cuando este rasgo gobierna casi todas las actividades es probable que se convierta en una obsesión, aunque algunos niveles de perfeccionismo no caen en lo patológico y contribuyen a alcanzar un objetivo. Otras actividades ritualizadas por las personas obsesivo-compulsivas pueden ser: comprar, robar, comer, hacer ejercicio, desafiar el peligro, participar en juegos de azar, etc.

Independientemente del tipo de conducta o pensamiento que surja en la mente de la persona obsesiva-compulsiva, en todos los casos hay un hilo conductor. La persona se ve empujada por razones internas, usualmente inconscientes. Su comportamiento es persistente y recurrente. Usualmente, altera la continuidad de la vida personal, familiar o profesional; estas personas reiteran cierta conducta para aumentar la confianza en sí mismas, lo que les alivia el penoso sentimiento de la insuficiencia. Internamente, sus impulsos y su propia represión establecen un compromiso por el cual comparten un espíritu de desafío, no su afecto y ni un contacto genuino con los demás. Generalmente tienen cierta incapacidad para dar afecto, expresar sus emociones o entregarse a una relación.

La persona obsesiva-compulsiva parece defenderse de sus propios pensamientos y actitudes y trata de ocultarlos frente a los demás e incluso frente a sí misma, lo que conduce a uno de los mecanismos de defensa más característicos: el aislamiento emocional. Todo esto tiene un alto precio. Es posible que su conducta reste tiempo a la diversión y al tiempo libre. Esta privación puede provocar daños psicológicos y físicos: fatiga, irritabilidad, perturbación del sueño, dificultad de concentración, hipertensión, jaqueca, migraña, depresiones, problemas gastrointestinales y afecciones coronarias.

Antes que nada, es importante no prohibir determinadas conductas compulsivas. Aunque otras personas puedan sentir que la conducta compulsiva es incoherente e irracional, para alguien compulsivo estas acciones son necesarias; si no las realiza esto le genera angustia, ya que el impulso se contiene y no encuentra salida. El manejo de las obsesiones-compulsiones no es racional: sino se requiere una serie de herramientas emocionales psicoterapéuticas a fin de que el paciente logre identificar sus impulsos: cuáles son y de dónde vienen, de modo que aprenda a modularlos de una forma adaptativa.

fuente:canal once tv

es el enemigo...

Ponle un poco de sentido del humor a tu vida…

Ponle un poco de sentido del humor a tu vida…


Gran parte de nuestros problemas se deben a que nos tomamos las cosas de la vida y a nosotros mismos demasiado en serio, como si fuésemos el centro del Universo. Hay personas que no se permiten ser indulgentes consigo mismas. Se comportan de forma solemne y ceremoniosa, mantienen a toda costa la compostura y se flagelan si cometen algún error o inconveniencia.

La capacidad de reírse de uno mismo es una sana actitud para enfrentarnos a la vida. Es un recurso muy útil para aprender a distanciarnos emocionalmente de los problemas. Nos permite relativizar, restar dramatismo a lo cotidiano y escoger cómo queremos sentirnos.

Karl Valentin, el "payaso metafísico" —maestro de Bertold Brecht—, decía que todas las cosas tienes tres lados: uno positivo y uno negativo, y otro cómico. Incluso en las peores circunstancias podemos encontrar ese lado cómico. Cuentan que Tomas Moro, cuando era conducido al patíbulo para su ejecución, le dijo al verdugo: “Ayúdame a subir, hijo, que para bajar ya me arreglo solo”.

A menudo las personas piensan que o se tiene sentido del humor o no se tiene. Nada más lejos de la realidad. El sentido del humor se puede adquirir, cultivar y desarrollar. Es como cualquier otra habilidad: sólo requiere un poco de entreno y mucha práctica.

La e-zine de hoy es un alegato a favor del sentido del humor. Reírse es un signo de inteligencia y de madurez emocional. Reírse alegra la vida y libera endorfinas… ¿Sabéis que el sentido del humor es una de las cualidades que más valoran las mujeres en un hombre? Chicos, ¡hacedlas reír


Los beneficios del sentido del humor



La vida es demasiado importante como para tomársela en serio. Oscar Wilde



El animal más sufriente de la tierra se vio obligado a inventar la risa. Nietzsche




Parece ser que se el sentido del humor empieza a tomarse en serio en nuestro país. Últimamente psicólogos y psiquiatras están sumando esfuerzos para estudiar cómo el humor puede ser útil en el tratamiento de sus pacientes. Prueba de ello es que cada vez hay más publicaciones sobre el efecto favorable de la risa y el sentido del humor en la química cerebral y en el sistema inmunológico. (1)

Tener sentido del humor no significa ser un payaso o pasarnos el día contando chistes. Se trata de responder con una actitud positiva ante los retos o situaciones difíciles que nos encontramos en el día a día. El humor nos permite enfrentarnos a una situación difícil sin dejarnos secuestrar por las emociones negativas. Nos ayuda a crear ambientes más relajados y favorables para la toma de decisiones y la solución de conflictos; y nos protege, en cierta medida, contra el estrés.

El sentido del humor nos permite ver los problemas desde otra perspectiva, con mayor flexibilidad y autodistanciamiento. Como dice Luís Muñiz (2) “a través del humor la persona se siente inducida a abandonar su manera habitual de mirar las cosas —su lógica o su sentido de lo obvio— y a adoptar una manera más amplia que incluye lo cómico y nos mueve a cuestionar lo obvio, lo serio”.

Muchos expertos en el tema consideran que la esencia del humor está en la capacidad de reírse de uno mismo (3). Esta actitud se admite como signo de inteligencia y de buena salud mental. Reírnos de nosotros mismos significa que estamos a gusto en nuestra piel, a pesar de nuestras imperfecciones; que nos aceptamos como personas falibles, que pueden equivocarse. Si alguien se ríe de nosotros no nos importará demasiado porque nosotros nos habremos reído primero.

El sentido del humor es un buen antídoto contra el miedo. Reírnos de las cosas que nos asustan las vuelve menos amenazantes. Además, como dice Klein (4) “las personas que son capaces de reír ante los contratiempos dejan de sentir lástima de sí mismas”. Y es que no podemos sentir lástima y reírnos al mismo tiempo. Nuestro cerebro no puede actuar según dos órdenes opuestas.

Desde los griegos, numerosos filósofos, sociólogos y psicólogos han investigado sobre el humor y sus beneficios. El filósofo romano Plotino recomendaba ver la propia vida y el mundo entero como una obra de teatro y a uno mismo como un mero personaje. En la actualidad hay varias asociaciones científicas especializadas en la materia y en algunas universidades de nuestro país se han creado líneas de investigación específicas para estudiar los beneficios del sentido del humor.

El sentido del humor también ha empezado a irrumpir en el mundo de la empresa, donde todavía son demasiado frecuentes el juego de máscaras, la solemnidad y el color “ala de mosca”. En Estados Unidos, mucho más avanzados en el tema y, sabedores que bajo condiciones de diversión aumenta la productividad, no sólo se mide el IQ (cociente de inteligencia emocional) sino también el FQ (Fun quotient), que puede traducirse en algo así como el "cociente humorístico". (5)

Al otro lado del atlántico los libros y cursos sobre el humor en el trabajo se multiplican día a día. Hay empresas de primera fila que integran el humor en sus programas de formación y que incluyen, en la retribución de sus directivos, un variable, según lo divertido que resulta trabajar con ellos.

En España hay algunos expertos que se dedican a transformar empresas serias y aburridas en organizaciones alegres, estimulantes e imaginativas. Vean, sino, el trabajo de Eduardo Jáuregui (6). Este psicólogo destaca, como beneficios del humor en la empresa, los siguientes:

Atrae y retiene a los recursos humanos más valiosos.
Potencia la salud y las capacidades del empleado.
Fortalece la motivación individual y colectiva.
Estimula la innovación.
Optimiza la comunicación interna.
Favorece el aprendizaje.
Cohesiona los equipos humanos.

Vistos sus innumerables beneficios, es de esperar que muy pronto se desarrollen programas para implantar el sentido del humor en la empresa. Se ha demostrado sobradamente que la política del miedo es una estrategia de dirección completamente ineficaz. El sentido del humor no está reñido con la profesionalidad ni con la productividad. ¿Por qué no fomentar, entonces, el buen rollo?



Está en tus manos... mejorar el sentido del humor


Uno no deja de reír por hacerse viejo, se hace uno viejo por dejar de reír. Anónimo



Un hombre infantil no es un hombre cuyo desarrollo se ha detenido; al contrario, es un hombre que se ha dado a sí mismo la posibilidad de continuar desarrollándose mucho después de que la mayoría de los adultos se han refugiado en el capullo de la mediana edad, la rutina y las convenciones. Aldous Huxley



Tener sentido del humor es una habilidad que se puede aprender. Para demostrar esta tesis, Begoña García Larrauri, psicóloga y profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Valladolid, ha desarrollado un programa exhaustivo para mejorar el sentido del humor (7). En este trabajo se proponen actividades variadas para que el sentido del humor y el optimismo se conviertan en fuerzas capaces de transformar nuestras vidas en algo verdaderamente agradable.

Se proponen dos líneas de actuación complementarias: una conductual —actuar en el terreno de las conductas— y una cognitiva —actuar en el terreno de los pensamientos. A continuación recogemos un listado de las acciones que la autora nos recomienda para darle la bienvenida al sentido del humor.

Para promover el sentido del humor actuando sobre nuestras conductas y sentimientos:

Sonreír de forma habitual.
Mostrar una expresión gestual y corporal alegre.
Aprovechar las cosas que hacen reír y minimizar el resto.
Utilizar el lenguaje de manera positiva.
Elegir situaciones compensadoras de distensión y dedicarlo a actividades que nos agraden.
Relajarse de forma habitual.
Disfrutar de lo que se hace en cada momento.
Aprender a tomarse menos en serio a uno o una misma.
Reducir el sentido de ridículo.
Prever contratiempos y prepararse para restarles importancia.
Encontrar algo de humor en situaciones adversas.
Mostrar agradecimiento.
Elegir bien las batallas que merezcan la pena, no enredarse en asuntos de poca importancia.
Afrontar el enfado.
Respetarse y respetar: mostrar un comportamiento tolerante hacia los demás.
Relacionarse con gente positiva y con especial aptitud para ver el lado cómico de una situación.
Fomentar las habilidades de interacción positiva: dar y recibir afecto oportunamente

Para promover el sentido del humor actuando sobre nuestra forma de pensar:

Tomar conciencia del funcionamiento del estrés.
Tomar conciencia de los hábitos negativos.
Tomar distancia de las preocupaciones. Ver las cosas desde perspectivas más amplias.
Utilizar un estilo optimista de explicación ante fracasos y éxitos.
Evitar juicios negativos.
Aprender a relativizar las adversidades.
Seguir un proceso racional en la resolución de problemas.
Convertir los errores en oportunidades de aprender.
Ampliar miras, flexibilizar puntos de vista propios.

En nuestras manos está “amargarnos la vida” o “echarnos unas risas a diario”. Comportarse, pensar y sentir como lo haría una persona con buen humor supone vivir en coherencia y conseguir ese objetivo. No hemos de olvidar que las personas nos convertimos en aquello que más practicamos.

fuente:http://www.mproactiva.com

Algunas personas sólo viajan en el primer vagón del metro, y otras duermen con flores junto a su cama.


María Jesús Ribas/MCM/EFE - REPORTAJES

Algunas personas sólo viajan en el primer vagón del metro, y otras duermen con flores junto a su cama. Muchos artistas evitan vestirse con cierto color antes de desarrollar su actividad. Hay escritores que reescriben un párrafo para que no quede una palabra aislada en la última línea. Mucha gente no sale de su casa sin pañuelo, reloj o pulsera determinados.

Todos tenemos pequeñas obsesiones y compulsiones que consideramos normales. Pero las manías, que pueden formar parte de la personalidad, se convierten en una pesadilla cuando se viven como algo molesto e interfieren en la vida cotidiana. Conforman el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).

Es el caso de una persona que imagina que se asoma con su hijo por la ventana, perdiendo el control, con lo que el niño cae al vacío. Para aliviar el malestar que le ocasionan esas ideas inapropiadas, intenta suprimirlas o neutralizarlas con otros pensamientos o con acciones a las que da un valor casi mágico.

Si acaba con la idea, diciéndose que es una tontería o pensando en otra cosa, dejará de importarle, pero si ésta repite y no logra controlarla, inicia una conducta para protegerse de lo que piensa, por ejemplo rezar cada vez que tiene ese pensamiento. Este es un comportamiento característico del TOC.

Las obsesiones son ideas, pensamientos o imágenes que se repiten en la mente. Causan malestar y nerviosismo y la persona se siente incapaz de controlarlas, aunque sabe que son absurdas. No son preocupaciones, ya que alguien puede preocuparse por lo que hace su hijo fuera de casa, sin llegar a obsesionarse.

EN UN CÍRCULO VICIOSO

Los pensamientos obsesivos pueden dar paso a una compulsión: una o varias acciones que repiten o intentan evitar para reducir el malestar. La persona intenta oponerse a ellas, pero como así se siente peor, se comporta compulsivamente, aliviándose y relajándose. Cada vez que la obsesión reaparece, repite la compulsión para mitigar la molestia.

Otro componente del TOC son los rituales: una serie de compulsiones encadenadas o de actos efectuados de modo repetitivo, por ejemplo atravesar tres veces el umbral antes de entrar en la casa o sentarse en el sillón de determinada manera.

Un paciente con TOC puede apagar la luz, salir a la calle, volver a subir a su casa y volver a comprobar si estaba apagada, muchas veces, y aún así se queda con la duda de si lo ha hecho.

El TOC se caracteriza por “la presencia de obsesiones o ideas que acuden repetidamente a la mente y que el sujeto reconoce como propias, aunque las rechaza porque interfieren su actividad, y que a veces se acompañan de compulsiones y rituales.

Es un trastorno muy frecuente, que suele iniciarse en la adolescencia y afecta igualmente a mujeres y varones. Si no se trata, llega a invalidar la vida del paciente, ocupando todo su tiempo y tiranizando a las personas de su entorno.

Los pacientes ocultan su enfermedad durante años, creyendo que pueden controlarla, por miedo a estar enloqueciendo o debido a la vergüenza. Por ello omiten comentar el problema a sus allegados o consultar al médico, hasta que ya no pueden disimular.

La importancia de las obsesiones depende del grado en que afecten la vida cotidiana: si alguien tiene miedo a enfermar y deja de salir, relacionarse y trabajar, tiene un problema grave.

El límite a partir del cual las obsesiones se consideran patológicas y requieren un tratamiento, lo establece el paciente a partir del grado de pérdida de libertad que le producen.

Los rasgos obsesivos como el perfeccionismo, la puntualidad, el orden, los escrúpulos o la reiteración, se encuentran en muchas personas normales. El TOC se diagnostica cuando el enfermo rechaza sus ideas obsesivas y quiere librarse de ellas.

El origen de este desorden es incierto. Algunos expertos creen que tiene una base neurológica y se sabe que existe cierta predisposición hereditaria. La muerte de un ser querido, las tensiones en el trabajo, los problemas en la pareja o con el sexo, el agotamiento y el estrés, pueden desencadenar ideas obsesivas.

Asimismo, haberse educado en un ambiente restrictivo y carecer de un buen entorno social y de habilidad para comunicarse hacen a la persona más vulnerable a padecer ese trastorno.

INTERFERENCIA Y MALESTAR

Además de causar malestar, las obsesiones y compulsiones suponen una pérdida de tiempo. El hecho de tener continuamente unos pensamientos determinados, puede hacer que surjan dificultades para concentrarse en tareas como la lectura o el cálculo e interferir en la actividad laboral o profesional, así como en las relaciones con otras personas.

El individuo obsesivo sabe que sus pensamientos no tienen demasiado sentido, pero se siente incapaz de controlarlos. Puede ocultar su trastorno mucho tiempo porque evoluciona lentamente.

Finalmente, el paciente suele acudir al psicólogo por los síntomas asociados al TOC, como la ansiedad o la depresión.

La administración de antidepresivos, junto con la psicoterapia, es el principal tratamiento del TOC, efectivo en siete de cada 10 casos.

CUATRO PASOS

1. Diferencie obsesión de preocupación. Pregúntese: ¿Me vienen a la mente ideas, pensamientos o imágenes fuera de control? ¿se repiten a menudo? ¿me crea un gran malestar pensar en ello? ¿son ideas que no debería pensar? ¿realizo algún ritual o evito situaciones para eliminarlas? Si la respuesta a estas interrogantes es afirmativa, quizá sea una obsesión.

2.Busque las causas del malestar. Aunque las ideas obsesivas pueden hacerse realidad y son algo probable, conviene analizar ese pensamiento para contribuir a disminuir el malestar. Es importante enfrentarse a aquéllo que nos crea temor con el fin de descubrir que no tenemos de qué preocuparnos.

3.Acote sus pensamientos. No pase todo el día pensando en la idea o imagen obsesiva. Para seguir con su vida normal, propóngase pensar en lo que le preocupa sólo durante un lapso determinado: por ejemplo en la media hora que tiene libre en algún momento del día, nunca fuera de ese horario.

4.Hable con un profesional. Si la obsesión es frecuente, le produce malestar y es incapaz de controlarla, consulte su problema con un psiquiatra o psicólogo.

PARA ALIVIARLAS

Posponga. Propóngase cumplir algo más tarde los rituales como comprobar la puerta del coche o la llave del gas. Así desarrolla una habilidad para controlarlos, mientras se enfrenta durante más tiempo al pensamiento que le preocupa.

Desacelere. En vez de comprobar rápidamente el coche o el gas, vaya caminando despacio, andando sin correr. Así podrá tener más control sobre la situación.

Modifique. Si se lava las manos del mismo modo, cambie algo que le haga descubrir que controla su conducta.

Interrumpa. Busque apoyo, una tarea que le distraiga o algo incompatible con el ritual, para no practicar el ritual. .

fuente:la prensa revista

Personajes de ficción, problemas de verdad


El detective Adrian Monk tiene muchas manías. Obsesionado por contagiarse algún virus se limpia las manos compulsivamente cuando toca algún picaporte o se la extiende a alguien en la calle o la oficina, evita los lugares con mucha gente y se obsesiona con cosas absurdas.

Similar es lo que vive el escritor Melvin Udall, que sufre un desorden obsesivo que lo hace intratable ante el resto de la humanidad, que anda por la calle sin pisar las líneas de las vereda por miedo a que algo terrible le suceda si lo hace y que utiliza cubiertos descartables cada mañana en la que asiste al mismo bar y donde exige que lo atienda la misma camarera. Tanto en la exitosa serie norteamericana “Monk” como en la taquillera película “Mejor imposible”, Tony Shalhoub y Jack Nicholson interpretan a obsesivos compulsivos que son víctimas de un trastorno que no pueden evitar auque les obstaculice el quehacer diario y aunque los vuelva extraños y difíciles de tratar ante la mirada de los otros.

Casi resignados a su problema, Monk y Melvin transitan sus días aterrorizados ante la posibilidad de alguna contaminación o buscando la exacta simetría de los objetos que los rodean, hecho que los vuelve peculiares y que causa gracia en quienes no los conocen en profundidad y, por tanto, saben que sufren.

Gracias a ellos, miles de espectadores reconocieron su problema y pudieron dar el primer paso hacia la curación: saber de qué se trata.

fuente:inforegion

La epidemia oculta


La epidemia oculta

El Trastorno Obsesivo Compulsivo es una alteración de la personalidad que sufre una gran cantidad de gente, pero, a diferencia de enfermedades como las fobias, suele ocultarse. Según la OMS es uno de los diez males más invalidantes, pero los médicos insisten en que puede superarse.


Todo empezó cuando era adolescente. Los días que me quedaba a estudiar hasta tarde comenzaba la pesadilla. No podía acostarme después que el resto de mi familia, porque se me hacía que iba a dejar las puertas y la llave del gas abiertas, que iban a entrar ladrones y nos iban a matar a todos o que iba a explotar la casa, y que todo sería mi culpa. Entonces daba inicio a un ritual que me consumía. Revisaba puerta por puerta y chequeaba la llave del gas hasta que me doliera la mano. Terminaba la ronda y volvía a empezar, una y otra vez, y cada vez que me encaminaba hacia mi habitación la duda volvía a asaltarme, y otra vez se ponía a andar la rueda. Rompí tres picaportes y dos llaves del gas en menos de siete meses. Los últimos tiempos después de ritualizar una o dos horas, cuando sentía que ya no daba más y cuando me invadía una sensación de irrealidad que creía que no me dejaba razonar, despertaba a mi hermano para que me confirmara que había cerrado todo. La certeza de que iba a ocurrir algo terrible era para mí cada vez más fuerte. Me moría de vergüenza, sentía que me estaba volviendo loca, pero no podía controlarlo”.

Con el relato de Ana Laura Q. (30) muchas personas podrían sentirse identificadas. La que hoy es una mujer adulta y profesional, cuenta los primeros síntomas de lo que después supo era el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), una patología que se ubica dentro del vasto grupo de los trastornos de ansiedad y que ataca, según diversos estudios, a una de cada 50 personas en todo el mundo.

Pese a que las víctimas del TOC se sientan “únicas”, distantes están de serlo. De acuerdo a datos difundidos por la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA), entre el 2% y el 3% de la población del país padece el mal, que en general afecta en la misma proporción a hombres y a mujeres y que si bien puede aparecer en cualquier momento de la vida, suele dar sus primeros indicios en los albores de la adultez.

De todos modos, los médicos advierten que las estadísticas “no deben tomarse al pie de la letra”. La experiencia del consultorio demuestra que muchos pacientes con TOC ocultan su problema por temor a ser mal vistos, dado que ellos mismos son concientes de que sus manías o sus ideas son absurdas y carecen de sentido. Y esa es, según los profesionales, una de las principales diferencias entre el trastorno obsesivo compulsivo y las fobias – estrellas por excelencia de estos tiempos si es que de ansiedad se habla-. “Mientras por la difusión que han tenido, las fobias comienzan a ser vistas como algo relativamente común o padecido por muchos, y en tanto, devinieron en patologías con cierto grado de aceptación social, el TOC tiende a esconderse porque sigue siendo una enfermedad que da vergüenza a quien la padece”, aseguran los expertos.

Lo cierto es que, considerado por la Organización Mundial de la Salud como una de la 10 enfermedades más invalidantes, el trastorno obsesivo compulsivo puede llegar a límites que rozan con la irracionalidad para quien lo observa fuera de la piel de quien lo sufre y es esto precisamente, lo que lleva al enfermo a ocultarlo.

“Yo empecé con el TOC a los 17 años. Íbamos a los boliches con mis amigas y yo temía conocer a alguien porque me obsesionaba la idea de contagiarme HIV. Fue un pensamiento que primero me pareció normal, pero después fue cobrando fuerza, hasta el punto en que no quería que nadie se me acercase. Todas las personas eran amenazas para mí, todas podían tener SIDA e infectarme, y así me fui aislando. Llegué a no sentarme en los colectivos y a usar guantes constantemente, porque temía que hubiese sangre en los pasamanos, o en el asiento, que la sangre traspasara el pantalón y llegara hasta mi pierna. Si por casualidad me lastimaba alguna parte expuesta del cuerpo faltaba al trabajo y a la facultad, porque tenía terror de que justo en esa lastimadura me entrara sangre infectada. Ni hablar de las relaciones sexuales, pasé más de cuatro años sin tener ningún tipo de contacto físico con nadie, porque el miedo al contagio era más fuerte que cualquier cosa. En el límite del ostracismo entre en una depresión muy fuerte, y recién ahí, ante la intervención de mi familia y la consulta con el médico supe que tenía TOC”, contó a Info Región Mariana P. (27).

De acuerdo a la definición médica, el TOC es un trastorno cuyas características son las obsesiones, que son pensamientos o imágenes por lo general absurdas, repetitivas y negativas a las que la persona intenta rechazar pero no puede, y por ende le causan ansiedad, dudas y distrés. Si bien quien las tiene reconoce que estas ideas son producto de su propia mente, intenta ignorarlas, aunque no puede hacerlo. Según advierten los especialistas y confirman los pacientes que padecen la patología, las obsesiones tienen que ver con la contaminación o el contagio, con una preocupación excesiva por la suciedad, con el temor a ofender o dañar a los otros, -especialmente los seres queridos- con la acumulación de objetos por lo general inútiles y con la necesidad de simetría y precisión.

En tanto, las compulsiones, -otra característica del trastorno- son comportamientos o actos mentales que se repiten y que las personas afectadas sienten que deben realizar para evitar que suceda ese acontecimiento al que temen, hecho que los lleva a un acto característico del TOC: el ritual.

“Siempre fui una persona en general ansiosa y perfeccionista, sobre todo en cuanto a mis propias acciones y conductas, Y el TOC me atacó por todos los flancos. Primero empecé con la necesidad continua de lavarme las manos por miedo a las bacterias. Después seguí con la limpieza, y después con el orden: necesitaba que todos los objetos de mi escritorio estuvieran alineados de manera simétrica y exacta. Llegué hasta el extremo de ser el último en la oficina con la excusa de tener trabajo atrasado para poder ordenar todo de manera simétrica y que, por ejemplo, la línea de la calculadora me quedara exactamente paralela a la línea del monitor. Y así se me fueron agregando cosas. En el último tiempo antes del tratamiento se me había puesto que no debía pisar bordes. Entonces buscaba caminar siempre por el medio de las veredas, evitaba los umbrales y me cuidaba de no pisar las líneas de las baldosas o las rayas de la calle. Después comencé a repetir números mentalmente. Me proponía por ejemplo contar de tres en tres en todo el viaje de mi casa al trabajo y ponía atención para no equivocarme ni perderme, porque estaba seguro de que si lo hacía me iba a ir mal todo ese día. Es algo inexplicable lo que se llega a pensar, uno termina muy cansado y se siente incapacitado, porque el círculo de lo permitido se cierra cada vez más”, relató a este medio Héctor R. (56).

“El TOC es una enfermedad que no tiene mucha difusión pero la tiene mucha gente – aseguró a Info Región el psicólogo Gustavo Bustamante, vicepresidente de la fundación Fobia Club- Este trastorno se divide en la obsesión, que es una idea o un pensamiento desmedido y desproporcionado y las compulsiones o rituales, que son los que alivian y los que tranquilizan a la persona que teme que se cumpla ese pensamiento obsesivo. Claro que no siempre que hablemos de una obsesión hablamos de TOC. Nosotros tenemos dentro del diagnóstico un punto de corte, que puede ser discutible, pero que indica que para que una persona sea diagnosticada con TOC tiene que pasar al menos seis meses con los síntomas y debe sumar al menos una hora diaria de rituales. Para que sea TOC, el trastorno realmente debe interferir en la vida cotidiana, debe limitar y debe alterar la calidad de vida”, aclaró el profesional para evitar falsas alarmas.

En ese sentido, a la hora de darle una explicación a la enfermedad, desde el Distrito XIII del Colegio de Psicólogos de la provincia de Buenos Aires – con sede en Lomas de Zamora-, resaltaron que el trastorno es típico en personalidades perfeccionistas, que no toleran la sola idea de transgredir el marco de valores al que adhieren.

“Al paciente con TOC se le aparecen una serie de ideas que van en contra de su marco de valores. Si bien a todos nos pasa, quien no sufre de TOC tiende a pasar por alto estos pensamientos, pero un paciente con TOC los sobrestima. Produce un fenómeno que es la fusión pensamiento-acción. Cree que si piensa algo, eso que piensa pasa al orden de la realidad, pero esto es una distorsión. El paciente cree que si piensa que la llave del gas puede estar abierta es porque lo está, hay una confusión entre posibilidad y probabilidad. Si se le cruza la idea de que podría haber sido gay, por ejemplo, empieza a ponerse muy ansioso pensando cómo hará para desestimar o sacarse de la cabeza esa idea de ser gay. Los pacientes TOC son, como todos los pacientes de trastornos de ansiedad, muy controladores de la incertidumbre, y esto tiene su correlación con personalidades perfeccionistas y criticistas, que no pueden tolerar ideas contradictorias a su marco de valores”, aseguró el psicólogo Francisco Palacín.

Y las palabras del profesional tienen su correlato en el testimonio de los pacientes, que una vez recuperados o en tratamiento, pueden contar de qué se trata: “Cuando nació mi primer hijo mi vida hizo un click. Comencé a tener una obsesión por la limpieza muy fuerte por miedo a que el bebé se enfermase de algo grave. Me angustiaba mucho la sensación de que a mi hijo le pasaría algo terrible. Entonces baldeaba dos veces por día toda la casa, pasaba lavandina en todos los muebles y echaba desinfectantes ambientales constantemente, ante la incomprensión de mi familia. Pero después me pasó algo horrible. Comencé a tener terror de dañar a mi hijo, de tener un acto de locura y lastimarlo, y esa sola idea me paralizaba. Pensaba que estaba volviéndome loca, entonces evitaba quedarme sola con él. Fueron momentos muy difíciles, porque sentía que no se lo podía confiar a nadie, que iban a encerrarme. Me sentía un monstruo”, contó a Info Región Analía A. (31).

En este punto, Bustamante coincidió con Palacín y explicó que el temor a lastimar es otro de los síntomas del TOC.

“El obsesivo compulsivo teme cometer todas las conductas que moralmente están sancionadas. Tiene miedo de empujar a una embarazada o dañar un ser querido, por ejemplo. Imagina la situación y la vive con mucha angustia y culpa excesiva. En algún punto el trastorno obsesivo compulsivo está ligado a la culpa y esto hace que los pacientes teman desarrollar conductas moralmente incorrectas, pero deben saber que estas ideas no significan en absoluto que vayan a actuar así. Justamente porque no lo harían nunca se lo imaginan. Los obsesivos no hacen nada y sienten culpa como si hubieran hecho todo”, explicó el psicólogo.

Según admiten los profesionales, determinar cuál es el verdadero origen del TOC sigue desatando un debate en el plano de la ciencia. Mientras algunos insisten en una predisposición genética, otros no la desestiman, pero resaltan la importancia de factores externos que favorecen al desarrollo de la enfermedad.

“Existen varias teorías acerca del origen del TOC, desde compromisos neuro orgánicos hasta factores genéticos, como así también particularidades familiares, y algunos cuadros virósicos que dejan esta patología como secuelas –explicó a Info Región el médico psiquiatra Eduardo Grande, ex jefe de la División de Salud Mental del hospital Álvarez y presidente de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM)- De todos modos también es pertinente resaltar que muchas veces se encuentra en la historia vital de estas personas antecedentes de la infancia o de la adolescencia predisponentes, o bien ansiedades, pánico, depresiones, irritabilidad, trastornos de escolaridad, o de la alimentación, que terminan en TOC”, acotó.

Desde el Colegio de psicólogos, en tanto, Palacín destacó la incidencia que pueden tener los antecedentes familiares o el contexto de crianza en el paciente que manifiesta los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo, y aseguró que, muchas veces, hay eventos que desencadenan la patología.

“Hay contextos familiares claramente favorecedores para el TOC, como el hecho de que alguno de los padres haya sufrido algún tipo de trastorno de ansiedad por el cual hayan señalado ciertas situaciones como catastróficas, o peligrosas y hayan desarrollado la idea de que hay que controlar determinada cantidad de cosas para sobrevivir. También hay factores desencadenantes, situaciones de mucha ansiedad, situaciones sociales, como lo que pasó con los bancos en el 2001, por ejemplo. Los pacientes ansiosos no toleran la incertidumbre, piensan siempre que lo que va a venir es negativo, y como no puede controlar la incertidumbre, desarrolla niveles de control en otras áreas que no necesitan ser controladas. No puedo controlar que mis hijos crezcan, pero sí puedo controlar la limpieza de los azulejos del baño, limpio los azulejos del baño hasta que reluzcan. Siempre atrás de un ritual compulsivo hay una idea ansiógena”, explicó.

De todos modos, médicos, profesionales y pacientes recuperados prefieren dar un mensaje de optimismo, y resaltan una afirmación que muchos de los que padecen TOC y todavía no lo saben o lo ocultan pueden creen imposible: el mal se puede superar, y en la medida que desaparezca, se calmará la angustia, se recuperará la calidad de vida y se volverá a ser libre.

“Hoy en día quien sufra de TOC debe saber que existen tratamientos muy efectivos, que en general son combinados: por un lado se recurre a una terapia farmacológica y por el otro a un tratamiento cognitivo comportamental, porque la persona debe aprender a controlar las sensaciones y tratar de evitar los rituales. Para esto la familia debe colaborar y lo hará no ayudando con los rituales, y alejándose de una postura demandante o crítica”, opinó Bustamante.

Y Paladín reforzó esa idea: “Se han desarrollado muchos tratamientos eficaces y efectivos, y en la gran mayoría de los casos los pacientes muestran una muy buena respuesta. Lo primordial es animarse a asumir lo que sucede y a pedir ayuda”, enfatizó.

En los tiempos que corren, cuando la ansiedad parece ser un ingrediente más de la vida cotidiana de muchos, reconocer los efectos que puede producir parece ser el arma fundamental para combatirla. Y en este sentido, detenerse en el testimonio de quienes lograron salir adelante de epidemias silenciosas como el TOC se torna una estrategia válida para poner los ojos en la esperanza y aferrarse a la idea de que se puede recuperar la vida que alguna vez se tuvo.

“Hoy puedo volver a reír sinceramente, a abrazar a mi hijo sin miedo, a salir de mi casa sin sentir que va a explotar a mis espaldas, a compartir con los otros sin temer algo terrible y puedo volver a confiar en mí, en mi raciocinio y en mis actos. Todos deben saber que se puede, claro que se puede”, aseguró Analía.

OLIGOELEMENTOS CONTRA EL DECAIMIENTO


OLIGOELEMENTOS CONTRA EL DECAIMIENTO

Los oligoelementos son elementos minerales presentes en la materia viva en cantidades pequeñas. En terapéutica se utiliza como un método inocuo de tratamiento de las enfermedades funcionales.

La oligoterapia presenta grandes ventajas sobre otras terapias:

- Eficacia terapéutica con baja dilución

- Trata predisposiciones patológicas del individuo (el llamado terreno)

- Corrige trastornos funcionales que, de no ser tratados, evolucionarán a patologías orgánicas

En su caso le recomiendo que un médico naturópata le haga una buena historia clínica con el fin de determinar qué terreno tiene y cuál es su situación actual a nivel anímico y físico.



Existen diferentes asociaciones de oligoelementos para regular el estado anímico según su terreno particular:

- La asociación cobre-oro-plata. Se suele recomendar cuando hay una gran astenia global, estados depresivos y una gran depresión del sistema inmunitario.

- La asociación manganeso-cobalto . En estados caracterizados por desequilibrios a nivel neurovegetativo, desadaptación y descenso progresivo de la vitalidad.

- La asociación manganeso-cobre . En un estado caracterizado por la poca reacción ante los estímulos; se manifiesta en un sistema inmunitario deprimido con tendencia a las infecciones.



Además existen una serie de oligoelementos unitarios usados para estos casos:
-Aluminio (Al). Regulador del Sistema Nervioso.

Indicaciones: trastornos del sueño. Retraso y debilidad intelectual.

-Litio (Li): regulador del sistema nervioso, antidepresivo.

Indicaciones: nerviosismo, ansiedad, agresividad, insomnio por ansiedad, obsesiones, tendencia a la depresión, trastornos del comportamiento.

-Magnesio (Mg). Estimulador de la autodefensa, regulador de la célula nerviosa y del metabolismo del calcio.

Indicaciones: fatiga psíquica e intelectual, desmineralización, raquitismo, espasmofilia, disfunciones paratiroideas, neuralgias, insuficiencias digestivas, trastornos intestinales crónicos, colitis, envejecimiento, prostatismo, artrosis.


La vía de administración más empleada es la sublingual, en la que es importante mantener y ensalivar los oligoelementos en la boca, al menos 30 segundos antes de
tragarlos.


Los oligoelementos no tienen contraindicaciones propiamente dichas y no se conocen referencias que indiquen una interacción peligrosa con otras terapias. Ciertos medicamentos inactivan su acción, especialmente corticoides y tranquilizantes. Pero recuerde siempre debe ser su médico quien le prescriba su tratamiento.


fuente:consejos de tu farmaceutico

El pensamiento obsesivo


El pensamiento obsesivo, es en realidad el mecanismo elemental a través del cual, el cerebro elabora las ideas y saca las conclusiones de la experiencia. Las obsesiones forman parte del procesamiento mental de los problemas y los conflictos. Las obsesiones ayudan a estructurar al sujeto, delimitar sus prioridades, organizar sus emociones, consolidar sus creencias y establecer los afectos perdurables. Al igual que otras facetas de la mente, el proceso obsesivo normal puede tornarse enfermizo, existiendo una frontera difusa e imprecisa entre las obsesiones normales y las patologicas, siendo muy dificil a veces la diferenciación. Las obsesiones patológicas con respecto a las sanas, se caracterizan porque provocan un alto grado de malestar subjetivo, son más irracionales, requieren enormes cantidades de tiempo empleado en su rumiación, se acompañan de actos compulsivos, suelen ser invalidantes y tarde o temprano, cristalizan en la estructuración de rituales. La obsesividad, es un proceso normal que se activa ante el afrontamiento de un peligro, pero pierde toda su eficacia cuando la idea obsesiva se torna recurrente, bizarra o irracional y conduce al ensimismamiento permanente o al aislamiento excesivo. Entonces, la persistencia de la idea obsesiva promueve el cuestionamiento del yo por el sujeto que la sufre o por los que le rodean, poniendo en entredicho al individuo y su narcisismo, acentuándose aún más la brecha de la diferenciación, sumiendo al sujeto en la soledad, encerrándole en su propio yo, enclaustrándole en su atribulado castillo mental.

compras compulsivas




El verano es esa época del año en donde disfrutamos del sol, del tiempo libre, y aprovechamos para organizar nuestras vacaciones.
Pero también, como sucede desde hace varios años y estando aún en plena temporada, las marcas arrancan con sus rebajas, y nos tientan con las vidrieras colmadas de carteles ofertando descuentos y liquidaciones de temporada. Frente a tal bombardeo de ofertas, como controlarse?

Hoy en día, el consumo se ha convertido en un factor valorado socialmente, que marca tendencias y define posiciones sociales. Siendo un recurso que ha quedado al servicio de la moda.

Por un lado, ir de compras puede resultar una buena terapia para evadirse de los problemas cotidianos. Pero como cualquier conducta placentera es susceptible de convertirse en adicción. En algunos casos, puede devenir en un impulso irrefrenable, difícil de controlar.
La adicción por las compras en sí misma, afecta a poca gente, pero es más común de lo que se cree. Se suele gastar más de lo que se puede en cosas que realmente son innecesarias, por el solo hecho de comprar.

Esta patología emergente de la sociedad moderna recibe el nombre de oniomanía (del griego onios: para la venta), refiriéndose al apego o adicción a las compras. La persona siente el deseo obligatorio y el impulso incontrolable de hacer compras. La compra genera la satisfacción de ese deseo y la sensación de bienestar. Pero como en toda adicción esa satisfacción es temporaria, luego sobreviene la culpa, la ansiedad y la depresión, y es necesario volver a comprar para apaciguar ese estado, cayendo en un círculo vicioso.

El síndrome del comprador compulsivo afecta a hombres y mujeres, comprendidos entre 30 y 40 años, que generalmente se caracterizan por la baja autoestima, poco autocontrol, sentimientos de inseguridad, tendencia a la fantasía, sensación de soledad o vacío espiritual.

Las compulsiones se definen como comportamientos o actos mentales cuyo propósito es prevenir o aliviar la ansiedad. Se presenta bajo la forma de una fuerza interna que presiona al sujeto, bajo la amenaza permanente de un incremento del nivel de angustia, y lo moviliza a realizar una determinada acción, o a pensar en alguna idea.

La causa que provoca la adicción a las compras se desconoce, pero los especialistas sostienen que hay diversas variables que intervienen a nivel causal: biológicas, sociales y psicológicas.
Desde el aspecto biológico se hace referencia a anomalías cerebrales vinculadas a ciertos neurotransmisores (serotonina), que determinan la falta de control sobre la impulsividad.
Entre las razones de orden psicológico los factores determinantes son el miedos, las depresiones, vacío emocional, y la autoestima baja. La compra es un intento para manejar estas sensaciones.
En el orden social, se juega la característica consumista de la sociedad actual, el valor social que adquiere la capacidad adquisitiva y la tendencia a crear necesidades donde no las hay.

Recientemente se ha publicado un artículo donde se sostiene que los compradores compulsivos comúnmente padecen otros trastornos psiquiátricos como depresión, trastornos de ansiedad y otros trastornos en el campo del control de impulsos, como el juego compulsivo y los atracones de comida. Esta tendencia se encuentra en la etapa de investigación.

La compra compulsiva, no es un diagnóstico psiquiátrico establecido aún, pero en este momento se está evaluando su inclusión en la próxima edición del Manual de Diagnósticos y Estadísticas de los Trastornos Mentales (DSM-IV).

En cuanto a pronóstico y tratamiento, esta adicción a diferencia de otras, es más difícil de detectar por el objeto de adicción en juego (las compras), y por la socialización del mismo. Y muy raramente, una persona acuda por cuenta propia en busca de ayuda profesional para tratar su tendencia a comprar compulsivamente. La mayoría de las veces no se lo considera un problema sino un comportamiento normal, hasta que comienza a afectar otros ámbitos como el laboral, se crean deudas, surgen las discusiones familiares, el malestar anímico y el incremento de ansiedad.

Lic. Eliana Maratea

fuente: activamente

Casos clínicos de TOC.




Casos clínicos de TOC.

Formas clínicas de la neurosis obsesiva.

Tema XI. PSICOPATOLOGÍA Y FENOMENOLOGÍA DE LA NEUROSIS OBSESIVA.

Psicopatología clásica para residentes MIR y PIR psiquiatría.

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Docencia residentes mir y pir psiquiatría y psicología de Aragón

La duda y el espíritu humano: versos de Lao-Tse.
"una vez soñé que era una mariposa, y al despertar me encontré hombre. Ahora una duda me atormenta: ¿es el hombre quién ha soñado ser mariposa, o es la mariposa la que sueña que es hombre?".

Extraido de: Bruno Cassinelli. Historia de la locura. Iberia-Joaquin Gil Editor. Barcelona 1942.



Queridos residentes de psiquiatría (MIR psiquiatría) y de psicología clínica (PIR psicología).

La finalidad de este texto es la reflexión psicopatológica de los pacientes que sufren de Trastorno Obsesivo Compulsivo, TOC, o "neurosis obsesiva".

Se adjuntas casos clínicos, extraídos de mi casuística, con el afán de reivindicar la clínica y semiología psiquiátrica.



Veamos pues, algunos ejemplos clínicos de TOC.

Pacientes con neurosis obsesiva.



Tipo reflexión obsesiva, racionalización obsesiva sobre temáticas filosóficas.

Caso 1. Varón 30 años.

-Rumiación obsesiva, tipo reflexión filosófica sobre la existencia humana.

Ideas que me obligan a reflexionar: una idea fija, intrusa, persistente, que me obliga a una reflexión obsesiva:

-¿Qué soy?. ¿quién soy?. “Que no soy nadie, que no soy nada”

-“El contraste de mi ser, con el universo: “Yo tan pequeño, versus el espacio inmenso, el cosmos infinito”.

-Reflexión obsesiva sobre el paso del tiempo:

“Vivo la lentitud del tiempo, y la necesidad de percatarme del paso del tiempo”.

“obligado a contar el tiempo, a contar los segundos, los minutos,....¿hasta la infinitud?”. (fijación por comprobar las manecillas del reloj, que se mueven, que transcurre el tiempo).

-Reflexión obsesiva sobre la vida y la muerte.

-¿Cuál es mi posición ante el mundo?. “El mundo seguirá sin mí”.

-Pensar sobre la muerte, la vida después de la muerte, ¿existe Dios?.

-¿el sentido de la vida?: “No encuentro sentido a nada, y empiezo a preguntarme cosas, y a dudar de todo”.

Búsqueda de antagonizar el pensamiento, cantar, gritar, para antagonizar la obsesión cognitiva reflexiva. Asociado a manía de comprobar y reflexionar sobre todo.



Caso 2. Varón de 25 años.

-Duda obsesiva sobre la identidad: idea de extrañeza yoica.

Necesidad de comprobarse a sí mismo, duda obsesiva sobre la propia existencia:

¿cómo sé que existo realmente?.

Necesidad de verificaciones variadas: el paso del tiempo, y mi imagen en el espejo.

“Un día creer que no era yo, necesidad de asegurarme de ser yo”



-Duda obsesiva sobre la corporalidad, e identidad física: mirarse al espejo, repasar los rasgos faciales, y físicos. ¡compulsión por mirarme¡. ¿si no me miro en el espejo me deformaré?. (asociado a ritual de auto-observación especular)

-Obligación –obsesiva- de mirarme en todos los espejos, y varias veces.

Ver también “dismorfofobia”: idea de fealdad, o malformación física.



Casos obsesivos de fijación corporal:

-Mirar mi nariz repetidamente, medirla, volver a mirarla, creer que es grande, deforme,...hasta ponerme pinzas, y deformarla.

-“Mi pelo es graso, y lacio, y me quedo calvo: lo miro, remiro, peino y repeino, lo repaso todo, no me lavo, no dejo que me lo toquen, es una idea fija, obsesiva,...que me aflige y me hace sentir feo, y evito mirar a la cara, salir a la calle”.

(estudiar la diferencia fenomenológica con delirios de fealdad corporal, dismorfofobia, y delirio de desprendimiento de mal olor corporal)





Caso 3. Varón 40 años.

Comprobación, cognición mágica y clínica psicótica:

“necesidad –obsesiva- de dejar la pasta de dientes hacia la derecha, y cerrar el tape sin mirar, por si me quedo encerrado.

Obsesión: “¡Me puedo quedar encerrado dentro de una botella de agua”¡

Compulsión ritual: Comprobar que la cierro, y pensar que estoy fuera.



Antagonismo obsesivo, con significado mágico.

-Si pienso en “no”, tengo que imaginarme el “sí”.

-“Pensando algo bueno, puede pasar algo malo. Si pienso en mi madre, creo que por este motivo le pasará algo malo”..

La conducta se ritualiza según el pensamiento mágico: “botones, atarme las botas, etc. debo de estar pensando en algo bueno, y en alguien indiferente, por temor a la idea de muerte de un ser querido”.

-Al vestirme, o para cualquier actividad, sólo puedo hacerlo si pienso en el “sí”.

-Si oigo música, debo de antagonizar palabras, pensando en el si. Repetir la música, hasta que asocio a la palabra el “si”.

-Al cruzar un semáforo, tocar con la mano izquierda, por si un familiar cae enfermo.

-Si leo palabras “dormir”, creo que no podré despertar.

Solución mágica y ritual: imaginar una barra blanca, brillante, que oculta la palabra “mágica”.

Fenómenos de autoscopia, de desplazamiento del yo: me siento detrás de mí, como si escuchase mi propia voz. (en un paciente en particular. No siendo típico de la patología obsesiva)



Caso 4. Delirio de contaminación por brea.

Mujer. 35 años.

-“El buzón permanece sucio. Debo usar guantes y pinzas para coger las cartas, colocarlas en un plástico, que no toquen la mesa, ni la ropa”.

-Lugares sucios, a los que no se puede acceder, ni tocar, por temor a extender la suciedad.

-Impido que mis hijos y marido se acerquen, si lo tocan, les obligo a cambiarse de ropa, y lavarse, tirar la ropa que creo que está contaminada.

-Zapatos, ropa manchada de brea, que debe ser guardada en un armario “sucio”.

-Una amiga habló sobre la “brea”, ya no podrá entrar en mi casa, ni yo ir a la suya.

Evitar los pomos, paredes, calles sucias, y necesidad de rituales de lavado de manos, de forma repetida y ritualizada.

“No me puede tocar mi hija, hasta que no se lava, y le lavo la ropa de la calle”.



Caso 5. Varón con neurosis obsesiva. 50 años.

“si cojo algún objeto del suelo, me siento sucio, y debo ir a casa, a lavarme, ducharme por completo, cambiarme de ropa”.

-Ducharme, e ir al rellano de la casa, depositar una monedad (de 1 €) debajo del felpudo, sólo así me siento bien. Si no lo hago temo una desgracia.”

-Escribir en papeles las palabras que se me ocurren, si no las escribo no me quedo tranquilo, se queda la palabra en el aire, y creo que pasará algo grave.

-Repasar la conversación dicha, buscar las palabras en el María Moliner, comprobar que han sido bien dichas, que son las correctas.

Rituales agresivos sobre terceras personas:

“Golpear con el nudillo del dedo, un diente de mi mujer hasta que salga sangre, sólo así me quedo tranquilo”

Un caso de Cleptomanía obsesiva: sic “fumaban a mi lado, me sentí sucio, hasta que robé un mechero no me quedé tranquilo”. En ocasiones, siento la necesidad imperiosa de coger objetos de las tiendas, para librarme de las obsesiones.



Caso 6. Vida condicionada por los números:

Mujer de 65 años:

“Toda mi vida depende de los números” , “los hay buenos –p.ej: el 4 y el 7-, y malos como el 8”.

“Vivo encarcelada”. “con mis números y mis obsesiones”. “tengo la obligación de vivir, por haber tenido la desgracia de nacer”.

-Obsesión por contar todos mis actos:

-“Para beber agua, tengo que contar el número de tragos”

-“No puedo dejar el vaso, sino es con un número bueno”.

Apagar la TV bajando el sonido, o taparme los oídos, para no oír la última palabra, y evitar preguntarme. ¿cuántas letras tiene?. Necesidad de buscar otra palabra con las mismas letras.

-Andar por la calle, entrar en la iglesia, beber, comer, tocar los objetos, todo está condicionado por los números mágicos.



Caso 7. Niño de 12 años con neurosis obsesiva de inicio infantil. "Manía de hablar al revés".

“sufro de la manía de deletrear todas la palabras que digo”, “debo repetir los dígitos de una cifra, y deletrear al revés todas las palabras”

Si digo: No me pasa nada, debo decir: “on em asap adan”.

Si digo: “yotse neib”, quiero decir: “Estoy bien”.



Caso 8. Rituales protectores en mujer de 60 años.

“Debo escupir en el suelo, o en la silla”. “debo de mojarme los oídos con saliva”.

Si no escupo, ya no estaré bien, ya no seré tan perfecta, con mis cinco sentidos.

Para prevenir algo, para tener éxito, “un examen, una cita, etc.”, “ya es parte de mi vida”.

Rituales más simples, que acompañan la vida diaria, y que pueden pasar inadvertidos a los otros: “levantarme, ir a la puerta, tocarla, volver a sentarme”. “Levantarme, o ir andando, y dar un giro sobre mí misma”.



Caso 9. Joven con neurosis obsesiva tipo: Impulso irrefrenable a blasfemar.

Sic “ya de niño, estando en misa, me entraban ganas de blasfemar”.

“Para aliviarme, pensé en una blasfemia. Después me sentía un pecador, que decía sacrilegios, y empecé con rituales de rezos y oraciones, para calmarme”.

Creo que no soy dueño de mis pensamientos, que se me pueden escapar las palabras blasfemas. “En la mente, se me representan imágenes de sexo, y me tengo que rezar”.



Caso 10. Mujer que sufre de miedos irracionales.

“mi mente es como una cárcel, miedos irracionales a cosas que no son. Mis pensamientos contaminan lo que toco”.

Si llevo algo en las manos, y pienso en arsénico, puede contagiarse.

-Tiro los alimentos a la basura, la comida, y también ropa, por si se ha contaminado, a través de mis pensamientos forzados.

-Al pensar en algún tóxico, se me contaminan las cosas.

-Me impongo controlar mis palabras e ideas, repetir mi conducta –lavarme las manos, los platos 15 veces- hasta que mi pensamiento cambia.

-Si al colgar la ropa pienso “arsénico”, tengo que volver a lavarla. Le hago colgar la ropa a mi marido, el no sabe el motivo real, de mi conducta.



Inicio de mis miedos obsesivos e irracionales: En un viaje, al pasear por la calle, vi jeringuillas usadas, y tuve que tirar toda mi ropa. ¡como si hubiera podido cogerlas sin querer y pincharme, dudaba, muy insegura¡.



La obsesión con la palabra diablo: me dio por pensar en el diablo, por posesiones, por repetir la palabra “diablo”, y pensar que sucedería una desgracia.

Tenía que repetir todos mis movimientos hasta lograr pensar en la palabra “buena”, para deshacer la relación.

“mi mente es como una cárcel”. (expresión típica de muchos de nuestros pacientes)





Caso 11. Miedo a la basura, a los productos de limpieza considerados tóxicos.

P.ej: fobia y obsesión a la lejía.

“Miedo a salir a la calle, a tocar basuras". "Miedo a los productos de limpieza".

"Temor a la contaminación por lejía". "creo que tocado la lejía". "Hago lavar a mis hijos, y les obligo a cambiar de ropa, por que creía que había tocado lejía”



Caso 12. Mujer con ideas obsesivas de contenido sexual.

“Idea obsesiva de mirar el culo a los hombres por la calle”,

“el temor a perder el control, de tocar el culo a los hombres que pasan”.

“Me contengo, lucho contra la idea, lo evito con una gran lucha”.

-Fobias obsesivas de impulsión añadidas:

También, ideas de agredir a mi hijo, de clavarle un cuchillo, que evito, y me parecen odiosas. Miedo a los cuchillos, a las tijeras y agujas, los evito, los guardo en un cajón para no verlos.



Caso 13. “No puedo escribir cartas por temor a decir obscenidades e insultos”.

“sufro de un intenso temor a escribir palabrotas, obscenidades, e insultos en las cartas”. –“Tengo la obligación de releer las cartas que escribo muchas veces, de volver a leer. Pero dudo, no me convenzo, y si he leído mal, y si he escrito una palabra sin darme cuenta”

- “No me atrevo a echar la carta, ya no escribo postales, ni cartas a la familia, y amigos”.



Caso 14. Joven con obsesión por la perfección en los detalles, y que por ello sufre de lentitud obsesiva primaria. Obsesión por la "perfección" de los objetos y ropas.

-sic “Con 23 años, en la universidad, me obsesioné con la escritura”. “Las letras debía estar perfectas, rectas, y bien hechas, excelente caligrafía, ...perfecta”.

“Tenía que repasar letra por letra, comprobar la forma, no soportaba la imperfección caligráfica. (indiferente al contenido verbal)

-Después los libros. Repasar hoja a hoja, buscar dobleces, rayas, imperfecciones, hasta tirarlos a la basura recién comprados.

-Después los objetos de todo tipo: mirarlos a fondo, remirar, imaginármelos, tocarlos, repasarlos a fondo, hasta encontrar un defecto mínimo pero intolerable, y que me provoca gran irritabilidad. La ropa, mis zapatos, camisas, etc,..la mayoría no puedo estrenarlas, porque están con alguna falta, mancha, raya, o imperfección.



-Hasta dos horas para vestirme. Porque repaso todo, lo miro, y remiro, me quedo absorto, y no avanzo. Ensimismado, repaso todas las costuras, botones, dobleces, hasta que puedo avanzar, muchos días no me puedo vestir por no acabar de mirarlo todo bien.

Hasta cerrar los ojos para evitar fijarme en los defectos de la puerta, el baño, la pintura, etc,...me encerré un mes en la habitación para no ver los objetos, y evitar vestirme...”





Caso 15. Varón con miedo obsesivo al contagio del sida a través del tacto.

Duda obsesiva de escrúpulo a la enfermedad del SIDA.

-“Si veo una mancha roja, creo que es sangre.

-“Si veo un chicle en la calle, creo que lo he tocado, que lo he chupado, y que está contaminado”

-“Cualquier mancha roja, creo que la he podido tocar, que puede ser de sangre”

-“ Dudo, reconozco que no me he agachado, pero creo que estoy sucio, que tengo las manos sucias de la mancha, debo de lavarme y lavarme repetidas veces.

“llevo la idea fija en la cabeza durante días”. Por el contrario, soy cazador y me encanta abrir en canal a las presas, y no sufro por la sangre de los animales.



Caso 16. Mujer, 55 años, duda obesiva de contaminar la comida con jabón, o detergentes.

Temor obsesivo a provocar envenenamiento en su familia.

"¿Y si he echado -sin ser consciente- jabón en la comida?".

Necesidad de tirar la comida ante la duda. Necesidad de esconder y alejar los productos de limpieza de la cocina. Imposibilidad de cocinar si ha tocado recientemente el jabón de labar o detergente.

Reconoce lo exagerado e injustifiacdo de su obsesión, pero persiste la inseguridad y la duda obsesiva.

es una enfermedad relativamente frecuente. Probablemente cerca del 1% de la población presenta esta enfermedad.


Trastorno obsesivo-compulsivo

Trastorno obsesivo-compulsivo
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es una enfermedad relativamente frecuente. Probablemente cerca del 1% de la población presenta esta enfermedad.

La distribución por sexos es equitativa y, si bien puede aparecer a cualquier edad, aproximadamente en dos tercios de los casos los primeros síntomas aparecen antes de los 20 años de edad.

Por ser muy frecuente la presencia de ansiedad elevada, el TOC se incluye en las clasificaciones diagnósticas habituales entre los llamados trastornos de ansiedad. Se desconoce cuál o cuáles son las causas de la enfermedad. No ha podido establecerse ningún factor ambiental que predisponga claramente a padecer esta enfermedad; por el contrario, sí parece existir cierta predisposición genética.
Sintomatología del TOC

Dos síntomas son los característicos de esta enfermedad: las obsesiones y las compulsiones.

* ¿A qué denominamos obsesión en medicina? Una obsesión es un pensamiento, un impulso o una imagen, que se presenta de forma repetida y que el individuo que la presenta la vive como intrusa (es decir, la considera totalmente inadecuada, sin sentido). El paciente con TOC, justamente por no sentirse identificado con ese pensamiento, impulso o imagen que su cabeza repite de forma constante, acaba presentando una gran ansiedad. Un ejemplo de obsesión sería que el paciente, tras salir de casa estando seguro de que ha cerrado correctamente el grifo del lavamanos, tiene la cabeza que no le para de repetir “¿habré cerrado el grifo?”. Es decir, el paciente está seguro de que ha cerrado el grifo pero su cabeza acaba produciéndole ansiedad porque no para de repetir “¿has cerrado el grifo?”. En psiquiatría, si un individuo que espera los resultados de un escáner no hace más que pensar “tendré un cáncer”, diremos que está muy preocupado por un miedo real, pero no diremos que está obsesivo.
* ¿A qué denominamos compulsión en medicina? Una compulsión es cualquier acto (motor o mental) que el individuo realiza con la finalidad de reducir la ansiedad derivada de una obsesión. Por ejemplo, siguiendo el caso anterior, una compulsión sería que el paciente, para tranquilizarse, aunque sabe perfectamente que ha cerrado el grifo del lavamanos, vuelve a casa para comprobarlo. Pero a veces (es bastante frecuente) la compulsión no es tan lógica. Un ejemplo de compulsión no lógica sería que el individuo del ejemplo anterior en vez de volver a casa y mirar el grifo del lavamanos, decida que, para frenar la angustia por el grifo, también sería útil (aunque ni él mismo sabe por qué le resulta útil) no el volver a casa, sino por ejemplo, contar tres veces hasta 17.


Aproximadamente el 90% de los pacientes con diagnóstico de TOC tienen obsesiones y compulsiones. En el resto de los casos o sólo hay obsesiones o sólo hay compulsiones.


Tratamiento y pronóstico del TOC

El TOC es una enfermedad que, si bien se puede curar, tiene tendencia a cursar de forma crónica. Con ello quiero decir que al suspender el tratamiento hay muchas posibilidades de que reaparezca la enfermedad.

El tratamiento más adecuado es el tratamiento combinado farmacológico y psicológico. Entre los tratamientos farmacológicos, la fluoxetina, la fluvoxamina y la clomipramina son los fármacos probablemente más eficaces. Por lo que respecta al tratamiento psicológico, las técnicas cognitivo-conductuales son las que disponen de más evidencias científicas.

El tratamiento psicológico ha demostrado que, además de mejorar los síntomas de la enfermedad, reduce las posibilidades de que se produzca un reinicio de los síntomas en el futuro. Por el contrario, no hay evidencias que sugieran que los fármacos utilizados para frenar los síntomas agudos de la enfermedad también ayuden a evitar nuevos episodios de enfermedad en el futuro. Dicho de otra manera, el tratamiento psicológico mejora los episodios agudos y reduce el riesgo de recaídas, mientras que el tratamiento farmacológico reduce los síntomas de la enfermedad activa pero no reduce el riesgo de recaídas.

TRATAMIENTO EFICAZ PARA EL TOC INFANTIL



TRATAMIENTO EFICAZ PARA EL TOC INFANTIL
// fecha de publicación 28/05/2008 6:00:00

ISSN 1886-1385 © INFOCOP ONLINE 2007

A pesar de que el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) puede diagnosticarse a partir de los 5 años de edad, muy pocos estudios se han centrado en el desarrollo de tratamientos eficaces para este grupo de edad.

Un nuevo estudio publicado recientemente en Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry dirigido por J.B. Freeman, ha puesto de manifiesto que la terapia familiar cognitivo-conductual puede producir mejoras significativas en niños afectados de TOC. El objetivo de esta intervención es proporcionar una serie de herramientas tanto a los niños como a los padres para ayudarles a entender, manejar y reducir los síntomas del TOC.

Según la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, al menos 1 de cada 200 niños y adolescentes presenta TOC, un trastorno de ansiedad caracterizado por obsesiones recurrentes y compulsiones que pueden provocar dificultades en el funcionamiento diario. Las compulsiones consisten en conductas repetitivas como lavarse las manos, contar, conductas de comprobación o limpieza, etc., y son realizadas a menudo con el objetivo de prevenir los pensamientos obsesivos o eliminarlos. La realización de estos "rituales", sin embargo, sólo proporciona un alivio inmediato y el hecho de no llevarlos a cabo puede provocar un malestar y una ansiedad intensos interfiriendo notablemente con la rutina normal del niño, con su rendimiento académico, sus actividades sociales o sus relaciones personales. De esta manera, si un niño con TOC no recibe tratamiento la enfermedad puede causarle graves dificultades en su desarrollo y funcionamiento, así como cronificarse hasta la edad adulta.




En el estudio de Freeman, participaron 42 niños diagnosticados de TOC con edades comprendidas entre 5 y 8 años, que fueron asignados a dos grupos de tratamiento: tratamiento cognitivo-conductual-familiar y tratamiento de relajación-familiar (una aproximación que entrena al niño y a sus padres en técnicas de relajación para reducir la ansiedad asociada al TOC). Ambos grupos recibieron tratamiento durante 14 semanas, completando un total de 12 sesiones. Al finalizar este periodo, se observó que el 69% de los niños que participaron en el tratamiento cognitivo-conductual mostraron una mejora significativa en los síntomas asociados al TOC, frente a un 20% de los niños que completaron el programa de relajación.

De esta manera, la investigación proporciona la primera evidencia empírica de una intervención eficaz para el tratamiento del TOC infantil y pone de manifiesto que los niños con TOC, desde muy temprana edad, pueden participar activamente y beneficiarse del tratamiento cognitivo-conductual si éste es adaptado a su nivel de desarrollo.

Freeman y colaboradores señalan además algunas recomendaciones y consideraciones clínicas a la hora de elaborar tratamientos para niños con TOC:

*

La intervención será más eficaz si incluye a los padres en todas las fases del tratamiento.

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Los clínicos deben tener en cuenta las características individuales de desarrollo del niño y ajustar los componentes del programa (psicoeducación, exposición, trabajo en casa...) de acuerdo a su nivel de desarrollo.

*

Es necesario evaluar el contexto familiar y, particularmente, la respuestas de los padres ante la conducta ansiosa del niño.

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Es importante enseñar a los padres a tolerar su propia ansiedad.

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Es aconsejable promocionar el uso del humor, como estrategia para el afrontamiento del estrés.

Cuatro de cada cien niños tienen patología compulsiva


Cuatro de cada cien niños tienen patología compulsiva
Un estudio relaciona los casos más graves con padres con enfermades mentales


VERÓNICA MARTÍN SANTA CRUZ DE TENERIFE Hay niños que no pueden dormir por la noche porque tienen un temor atroz a que alguno de sus familiares muera o enferme. Hay niños que no son capaces de vivir sin que todo, absolutamente todo, esté en orden tal y como ellos entienden el orden. Se trata de niños que padecen algún trastorno obsesivo o compulsivo. El psiquiatra infantil del Hospital de Día Infantil y Juvenil Diego Matías Guigou y Costa, Pedro Javier Rodríguez, asegura que se trata de "entre un tres y un cuatro por ciento de los niños, aunque a las consultas llegan muy pocos porque sus síntomas se suelen confundir".
El especialista es coautor del Estudio descriptivo de una serie de pacientes con trastorno obsesivo compulsivo en el que se estudian once casos de forma sistemática y a lo largo del tiempo en niños tratados por su unidad. El psiquiatra infantil explica que "es muy importante acudir al Pediatra en cuanto se tengan sospechas de que puede haber comportamientos anormales" porque una de las principales conclusiones es que "cuanto más pequeños son los niños, mejor responden al tratamiento, necesitan menos psicofármacos y se curan en menos meses".

Temor a la muerte. Las obsesiones más frecuentes en estos niños son el temor a la muerte y a padecer una enfermedad, mientras que las compulsiones más habituales son la limpieza y el orden. El 55 por ciento de la muestra presentan, al mismo tiempo, otras enfermedades psiquiátricas y en el 65 por ciento de los casos alguno de los padres tiene un diagnóstico psiquiátrico.
Pedro Javier Rodríguez explica que hay dos tipos de trastornos "unos en niños de once o doce años en los que hay antecedentes familiares de enfermedad mental, que evolucionan más lentamente; y otros en pacientes de ocho o nueve años donde la obsesión o compulsión actúa de una forma más benigna y, normalmente, en un año están ya curados".
El especialista apunta que la diferencia entre estos trastornos y los "rituales del desarrollo que son obra del normal neurodesarrollo del niño está en que, en el caso de la patología, impide al niño realizar de forma correcta su vida".
Insiste en que "todos hemos ido saltando por la calle pisando sólo los adoquines de un color determinado o hemos ido contando los coches que pasan o nos ha gustado comer con determinado cubierto o plato" pero "el signo de alarma es cuando esas manías impiden el desarrollo normal de la vida". Por ejemplo, que el niño se niegue totalmente a comer sin ese tenedor al que está acostumbrado y pierda peso o que la negación de esas manías lleva a horas de conflicto. "Si ese tipo de cosas suponen dos o tres horas de pataletas diarias, entonces puede ser un problema que hay que consultar al pediatra".
En niños mayores, los síntomas podrían ser más sutiles porque, en ocasiones, al menor "le da vergüenza decir a sus padres que no duerme porque piensa todo el rato en la muerte", remarca el psiquiatra y explica que "en esos casos, hay que estar atentos a los signos secundarios como el rendimiento escolar, a que esté más irritable de lo normal o a los problemas de sueño".