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En el lenguaje cotidiano se denomina a las ‘obsesiones’ como ideas fijas que cada uno posee sobre un tema, una persona o hasta una situación. Las ideas fijas se entienden como pensamientos recurrentes que irrumpen de improviso en la mente, las cuáles pueden ser neutralizadas con un esfuerzo consciente. Los pensamientos recurrentes más comunes, según una encuesta realizada por psicólogos en Madrid, el trabajo, la vida en pareja, el miedo a ser abandonado, a envejecer y el dinero. También aparecieron preocupaciones por el éxito, el sexo, los celos, la imagen, la competencia, la seguridad propia y de los seres queridos y la preocupación por estar enfermo. El problema de estas ideas fijas reside en los posibles efectos que aparejan como son ansiedad, dolores de cabeza, insomnio, depresión, dolores en el pecho y hasta impotencia o frigidez. Las ideas fijas no suelen ser fuentes de conflictos graves, debido a que las personas logran desenvolverse habitualmente y convivir con ellas.

En cambio, la obsesión, como síntoma psicopatológico, se considera un pensamiento o sentimiento irresistible e insistente que no puede ser eliminado de la conciencia por medio de un esfuerzo, y que domina a la persona de manera intermitente, causando ansiedad.

Como las obsesiones provocan malestar, se recurre a las compulsiones para neutralizarlas, como un mecanismo de compensación.

Las compulsiones son, por lo tanto, una serie de conductas rituales (manifiestas o encubiertas) o acciones mentales que la persona se siente compelida a realizar como respuesta a una obsesión o a reglas que deben cumplirse ordenadamente. Estas disminuyen el malestar y/o la ansiedad de la persona, pero es llevada a cabo bajo la sensación de presión. Entre las compulsiones más comunes encontramos los rituales de limpieza, las comprobaciones, las repeticiones, la evitación, la meticulosidad y la precisión.

Es muy frecuente que las personas que sufren de obsesiones y compulsiones presenten una duda patológica, por la cuál, se encuentran compelidos a comprobar todo varias veces. La contaminación es otro tema sobre el cuál versan las preocupaciones excesivas. Debido a la misma pueden llegar a pasar horas lavando, eliminado posibles gérmenes.

Todos estos rituales traen aparejados un enlentecimiento del funcionamiento global de los individuos, invirtiendo varias horas de su rutina diaria en estos rituales o en la rumiación de los pensamientos, cuando las compulsiones son mentales.
Trastorno obsesivo-compulsivo
Anteriormente, se creía que el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) era un trastorno relativamente raro.

Hoy en día, gracias a las investigaciones, se estima que presenta este trastorno de un 2 a un 3% en la población general.

Si se llevara un ranking de enfermedades psiquiátricas, el TOC se encontraría en un cuarto puesto, luego de las fobias, los trastornos relacionados con sustancias y la depresión mayor.

El pensamiento actual sobre la causa de este trastorno es el funcionamiento anormal de áreas específicas del cerebro relacionadas con el malfuncionamiento de la serotonina, (neurotrasmisor, producto químico cerebral). A su vez, se cree que existen componentes genéticos hereditarios que influyen en el desarrollo de esta patología.

El trastorno obsesivo compulsivo es un trastorno crónico, cuyos síntomas pueden fluctuar mejorando y agravándose periódicamente.

Por el contrario, a través de un tratamiento adecuado, muchas individuos llegan a poseer un funcionamiento normal, en donde las obsesiones y compulsiones no tienen casi relevancia.

Las obsesiones son pensamientos, ideas, sensaciones o sentimientos recurrentes, ansiógenas (que provocan ansiedad) e intrusivos, y las personas las califican ajenas a su control, pero a su vez, propias. Los temas más frecuentes sobre los que versan las obsesiones son la contaminación, las dudas reiterativas, la necesidad de orden, impulsos agresivos y las fantasías sexuales.

En cambio, las compulsiones son conductas o actos mentales de carácter recurrente, conscientes y estereotipadas, que se llevan a cabo con el fin de calmar o prevenir la ansiedad, y no por placer o gratificación. La persona se siente compelida a realizar tales actos para, ya sea evitar algún acontecimiento negativo o para reducir el malestar que conlleva la obsesión. Inversamente, cuando un individuo se resiste a realizar la compulsión, la ansiedad se intensifica. Las compulsiones comunes se relacionan con tareas de lavado o limpieza, comprobaciones, exigencias de certeza, el orden de los objetos y actos repetitivos.

Las personas que padecen de trastorno obsesivo compulsivo, suelen reconocer la excesividad e irracionalidad de sus obsesiones y compulsiones.

Este trastorno puede llegar a ser muy perturbador, debido a la gran cantidad de tiempo que las obsesiones pueden insumir y a la interferencia que las compulsiones pueden provocar en sus rutinas normales, su trabajo o sus relaciones sociales. También, por su carácter perturbador, suelen ocasionar un detrimento de sus actividades cognoscitivas en donde necesiten del empleo de la concentración, como son la lectura o el cálculo.

A su vez, algunos sujetos acaban evitando o alejándose de objetos o situaciones que les provocan obsesiones y compulsiones, pudiéndose generalizar este comportamiento evitativo, limitando seriamente la actividad global del individuo. Las preocupaciones hipocondríacas son frecuentes, revelándose en las repetidas visitas médicas.

El tratamiento más adecuado para los síntomas obsesivos de este trastorno, son la farmacoterapia y la psicoterapia cognitiva-conductual.

Muchos individuos con este trastorno suelen resistirse al tratamiento, tanto como a rechazar los medicamentos, como las tareas que se les pide en la terapia. Por esta razón, un análisis dinámico de las resistencias del tratamiento es de gran utilidad para lograr que el cumplimiento del tratamiento se logre.

Las técnicas de la terapia cognitiva-conductual ayuda a las personas reducir la ansiedad asociada con la obsesión y reducir o eliminar las compulsiones. Generalmente las técnicas utilizadas incluyen el enfrentarse con mismas situaciones más temidas (la exposición), sin recurrir a los rituales compulsivos (prevención de respuestas). A veces se emplean otras técnicas de cognitiva-conductual para tratar obsesiones o compulsiones específicas.

Las últimas investigaciones develaron que esta patología posee un importante componente biológico, por lo tanto, la farmacoterapia ayuda a disminuir los síntomas. Los medicamentos que han sido sumamente útiles son los antidepresivos serotonérgicos. Menos comúnmente, las personas son ayudadas por otros antidepresivos o por medicamentos antipsicóticos o de anti-ansiedad.

Trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad
A diferencia del trastorno obsesivo-compulsivo, las personas que padecen de un trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo, presentan una exagerada preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control, lo que les provoca una merma en su flexibilidad, espontaneidad y eficiencia. Estas características se hacen patentes en el inicio de la edad adulta y tiñen su conducta en los diferentes contextos.

Son individuos con limitaciones para expresase emocionalmente, perseverantes, obstinados e indecisos. Suelen ser rígidos, escrupulosos, con conciencia y critica exagerada de sí mismos y de los demás. Tienen agudeza de juicios de tendencia a la exploración. Se ocupan de los detalles triviales, de las normas y las formas con gran ansiedad, tal que interfiere en su capacidad de tener una visión amplia de las cosas.

Tienen pocos amigos pero logran una estabilidad matrimonial y éxito personal. Sus relaciones interpersonales tienen una cualidad formal, seria y convencional.

Debido al exceso de minuciosidad con el que desenvuelven sus tareas, les resulta difícil tomarse vacaciones o momentos de placer y hasta a veces, por el tiempo que les implementa, pierden de vista la eficiencia o la finalización de las tareas.

Son personas que se sienten a gusto trabajando en posiciones en las que se requiere de un trabajo metódico, detallado pero sin grandes cambios.

A veces, en el transcurso de este trastorno, se pueden desarrollar obsesiones y compulsiones.

Adolescentes que padecen este trastorno de la personalidad pueden desarrollar una esquizofrenia, como crecer para convertirse en adultos abierto y amorosos.

Estas personas son las únicas, entre todos los otros trastornos de la personalidad, que reconocen estar sufriendo y buscan ayuda.

Se recomienda la terapia de grupo y la terapia conductual, por sus ventajas para este trastorno. El reconocimiento en grupo de sus cambios, es una recompensa que los lleva a seguir adelante, mientras que en el caso de la terapia conductual les proporciona estrategias de afrontamiento para disminuir la anticipación y la ansiedad elevada de estas personas.
http://www.sanamente.com.ar/t_obsesion.html

Trastorno Obsesivo-Compulsivo: Información para padres y educadores





Trastorno Obsesivo-Compulsivo: Información para padres y educadores
Por Leslie Z. Paige, NCSP, Fort Hays University.

El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) es un trastorno caracterizado por la presencia de pensamientos o rituales de ansiedad, que no se pueden controlar. Los comportamientos rituales asociados con el Trastorno Obsesivo Compulsivo son una forma de enfrentar a estos pensamientos obsesivos. Por ejemplo, un niño con pensamientos obsesivos referentes a las enfermedades o a la contaminación, estará con mucha frecuencia lavándose las manos. Los síntomas del trastorno pueden variar de suaves a severos, y pueden interferir en el desempeño del niño en el ámbito escolar e incluso el social.
Antecedentes
Aproximadamente de un 2 a un 3% de adultos y niños tienen el Trastorno Obsesivo Compulsivo. La tasa de incidencia en niños es aproximada al 1.9%. Debido a que los individuos con el TOC pueden tratar de esconder los síntomas, es probable que el número esté subestimado. Los síntomas en las mujeres usualmente comienza en la juventud, y en los hombres usualmente comienza en edades que varían entre los 6 y los 15 años. El Trastorno se manifiesta igual en ambos géneros, y en todos los grupos étnicos. Entre más pronto sea diagnosticado y tratado, se obtienen mejores resultados.

Las causas del TOC se desconocen, pero las investigaciones sugieren que posiblemente se deba a un problema con el procesamiento de información en el cerebro. El TOC aparece como resultado de un desbalance bioquímica que causa que el cerebro envíe mensajes falsos de peligro y alarma. También hay investigaciones que sugieren que el TOC puede deberse a una respuesta aprendida para reducir la ansiedad ante comportamientos compulsivos, posiblemente disparados por algún evento estresante. El diagnóstico del TOC debe hacerlo un profesional de salud mental, basado en la manifestación de los síntomas.
Características del Trastorno Obsesivo Compulsivo

Los individuos que padecen el trastorno, manifiestan pensamientos obsesivos y comportamientos compulsivos. Típicamente reportan que sienten que no pueden controlar sus pensamientos y sentimientos que los obligan a tener ciertos comportamientos. Los síntomas pueden empeorar cuando el niño está estresado, o duerme mal.

Síntomas y Patrones de Conducta

Obsesiones: El concepto se refiere a los pensamientos que son involuntarios, recurrentes, no deseados, que causan sentimientos de ansiedad o pánico. Las obsesiones son irracionales e interfieren con los pensamientos normales. Las obsesiones más comunes incluyen el temor a la contaminación, a la enfermedad, o a cosas que perjudican, imágenes sexuales, deudas, o miedos asociados con la religión.

Comportamientos compulsivos: Son comportamientos que se repiten para tratar de controlar las obsesiones. Estos comportamientos reducen temporalmente la ansiedad, pero la urgencia de repetir el comportamiento compulsivo se va volviendo más fuerte a través del tiempo. Otros comportamientos compulsivos pueden sumarse a los originales cuando éstos se vuelven inafectivos para reducir la ansiedad. El círculo vicioso del TOC hace que se elaboren rituales que son necesarios para proveer alivio hacia los pensamientos no deseados. Algunas veces es posible ver la conexión entre la obsesión y la compulsión, como el ejemplo del miedo a la contaminación y el lavarse las manos. Sin embargo, hay ocasiones en que no hay una liga lógica, como la necesidad de vestir cierto tipo de ropa para prevenir un robo. Algunos niños pueden retrasar el desarrollo de comportamientos compulsivos, pero esto es muy difícil y seguramente se manifestarán los comportamientos compulsivos después. Los comportamientos compulsivos más comunes, con:

· Lavar y limpiar excesivamente

· Revisiones excesivas (si se le puso llave a la puerta, si se apagó la estufa, si se cerró el refrigerador, etc.)

· Contar

· Hacer doblemente las cosas (abrir y cerrar, borrar y reescribir)

· Rezar (continua y excesivamente)

· Simetría (movimientos que deben combinar, cosas que deben verse igual)

· Acumulación de cosas (no poder deshacerse de ropa, calzado, muebles, etc.)

Algunos comportamientos compulsives no pueden ser observados (tales como la obsesión de contar), otras pueden ser fácilmente vistas (como la de lavarse las manos).

Impacto de los síntomas del TOC

Las preguntas claves cuando se diagnostica el TOC, incluyen:

· ¿Cuánto tiempo te consumen estos comportamientos?

· ¿Cuál es el grado de disminución del estrés?

· ¿Qué tanto estas obsesiones o comportamientos compulsivos interfieren con tu funcionamiento diario?

Aunque muchas personas pueden sentir ansiedad y revisan si dejaron la plancha perdida, y una vez que verificaron que está apagada, pueden seguir con su vida diaria. Individuos con el TOC necesitan verificar una vez, dos y hasta tres, y esto les toma una hora o más. Las cosas utilizadas para la limpieza de la casa tales como desinfectantes son parte normal de las compras requeridas para el mantenimiento de una casa, pero por ejemplo, limpiar los libros de la escuela a diario con desinfectante y lavarse las manos a cada rato pueden ser un indicativo de un problema.

Los resultados de las obsesiones y comportamientos compulsivos pueden ser muy negativos. Depresión, agitación, dificultad para poner atención, sentimientos de vergüenza, estrés, bajo desempeño (debido a todo el tiempo que les toma el cumplimiento de sus rituales) y otros problemas pueden asociarse con el bajo rendimiento académico y las dificultades con la familia y las relaciones sociales.

Tratamiento para el TOC

El diagnóstico temprano es importante. No hay una cura, pero la combinación de medicamento y la terapia cognitivo conductual es considerado el tratamiento más efectivo.

Medicamento: Hay medicamentos que son efectivos para el tratamiento del TOC. La medicación ayuda a disminuir los sentimientos de ansiedad y la intensidad de los síntomas, y ayudan al niño a ignorar o disminuir el volumen de los pensamientos obsesivos.

Terapia cognitivo conductual: Los niños con TOC se benefician del aprendizaje para enfrentar los pensamientos obsesivos y reducir los comportamientos compulsivos. Muchos individuos con TOC creen que se están volviendo locos y el saber que el trastorno se debe a un desbalance químico en el cerebro les ayuda a entender lo que les ocurre y les disminuye sus temores. La terapia ayuda a reducir los síntomas, provee explicaciones para los comportamientos, y les enseña a los niños las estrategias para enfrentar su TOC.

Las estrategias de tratamiento varían, dependiendo de la edad del niño y la severidad de los síntomas. Algunas veces el comportamiento es limitado agendando un tiempo límite. Por ejemplo, el niño que se obsesiona con rezar, se le disminuye y controla el tiempo que dedica a esto, reduciéndole de 2 horas a 10 minutos. Algunas veces se le pide al niño que realice sus rituales al revés, o se le engancha con actividades diferentes. El terapeuta puede ayudar al niño a encontrar la forma de retomar el control de sus vidas.
Apoyo de los familiares.

Vivir con un niño que tiene el TOC puede resultar muy difícil. El TOC puede desbaratar familias. Es inefectivo decirle simplemente al niño que deje de hacer eso. Algunas familias pueden accidentalmente fomentar los rituales; por ejemplo, pidiéndole al niño que apague y prenda la luz de determinada forma. Estas reacciones no reducen los sentimientos de ansiedad y peligro del niño. Muchos padres reportan sentimientos de miedo, frustración, o de miedo cuando sus hijos realizan estos rituales.

Es importante que los padres participen en sesiones de terapia para aprender acerca del TOC y cómo ayudar a su hijo. Los padres pueden ayudar aprendiendo sobre los tratamientos y dándole a su hijo el medicamento .Los grupos de apoyo también resultan de una gran ayuda para los padres.
Apoyo del personal de la escuela.

Identificando el TOC. Los niños con el TOC por lo general tratan de esconder el trastorno, lo que dificulta mucho el diagnóstico. Los maestros pueden ayudar si reciben educación acerca del TOC. Si ellos notan que tienen un alumno que consume demasiado tiempo en comportamientos extraños y repetitivos, que interfieren con su funcionamiento social o académico, deben consultar con el psicólogo escolar. Algunos niños con TOC exhiben comportamientos asociados comúnmente con el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad. Por ejemplo, los niños con TOC, pueden parecer inatentos porque están enfocados en sus pensamientos obsesivos. Una lección de matemáticas es menos importante que el miedo de que la casa se esté quemando o que de pensar que se tiene alguna enfermedad como cancer o SIDA. Ellos pueden sentirse agitados porque quieren realizar sus comportamientos rituales, pero tienen que cumplir con las reglas del salón y permanecer sentados.

Intervenciones: La comunicación entre casa y escuela es muy importante. Los maestros pueden ayudar trabajando con el niño y la familia para ayudar a aliviar los síntomas siguiendo algún plan de tratamiento que incluya las horas de la escuela. Los planes para enfrentar ciertos comportamientos que funcionan en la casa, pueden resultar útiles también en la escuela.

La información de algún doctor externo o del psicólogo escolar puede ser útil para el entendimiento y la ayuda al niño con TOC. La enfermera de la escuela puede administrarle las dosis de medicamento durante las horas de clase. El psicólogo escolar puede ayudar con estrategias educacionales y conductuales para disminuir la ansiedad y reforzar las habilidades del niño para enfrentar su TOC.

Un salón de clases bien estructurado, con expectativas claras, transiciones suaves, un ambiente calmado, es útil para la mayoría de los estudiantes, pero particularmente necesario para los niños con TOC. Ten cuidado si te das cuenta de problemas en las relaciones sociales. Castigar o avergonzar al niño, no es efectivo, y debe evitarse porque los comportamientos pueden empeorar. Los síntomas tienden a ponerse peor si el niño se siente estresado.

Los maestros necesitan saber cómo los pensamientos obsesivos y los comportamientos compulsivos están interfiriendo con los comportamientos académicos o sociales. Por ejemplo, algunos niños necesitarán tiempo extra durante un examen porque sienten obsesión por revisar sus respuestas. Los niños con temores hacia la contaminación, puede ser que no toleren ser tocados.
Resumen

Los síntomas del Trastorno Obsesivo-compulsivo pueden ser extremadamente negativos y preocupantes. Los niños con TOC, pueden ser ayudados con una combinación de medicamento y terapia cognitivo conductual diseñada para reducir la intensidad de las obsesiones y disminuir los comportamientos compulsivos. Es muy importante para los maestros y padres aprender acerca del TOC y cómo trabajar junto con el niño para manejar estos comportamientos e implementar los planes de tratamiento.

Publicado por la Nacional Association of School Psycologist, traducción voluntaria de Roxana Alanís Villalón.
http://www.deficitdeatencion.org/pd02.htm

las fobias



¿Qué son las fobias?

Un diccionario de psiquiatría define las fobias del modo siguiente: «Repulsión o temor angustioso específicamente ligado a la presencia de un ser, un objeto o una situación cuyos caracteres no justifican tal emoción.»

Como se ve por esta definición, es difícil separar en la infancia los miedos que he expuesto en el capítulo precedente, de las verdaderas fobias.

Por ello, los psiquiatras de niños, cuando hablamos de fobias infantiles, nos referimos a miedos exagerados, que no presentan mecanismos adaptativos, que aparecen o persisten a edades inadecuadas (el miedo a los perros es normal a los tres años, pero es una fobia a los quince), que se repiten ante la misma situación u objeto preciso, no ceden al desarrollo, son persistentes y, sobre todo, alteran la vida familiar y social del niño y son fuente de sufrimiento para él.

¿Cómo se generan las fobias? Cada escuela psiquiátrica tiene sus propias versiones de cómo nacen. Para unos existe una cierta predisposición natural, las más de las veces unida al padecimiento de obsesiones, que produce un tipo de personalidad que se llama «anancástica» o insegura de sí misma.

El psicoanálisis ha dedicado, ya desde Freud, numerosos estudios a estos problemas, y sostiene que siempre existe una ansiedad primaria que es proyectada a objetos o situaciones externas, que se convierten así en los aparentemente productores de las fobias.

Los conductistas explicaron el porqué de las mismas a partir de un famoso experimento del fundador de esta teoría, el norteamericano Watson que, en 1920, consiguió provocar una fobia en un niño llamado Albert, mediante un apareamiento entre la presencia de una rata blanca y un fuerte ruido que, a la séptima vez de haberse producido, provocó la aparición de la fobia del niño hacia la rata, a la que antes del experimento no tenía ningún temor.

Este mismo psicólogo logró, en otro experimento posterior, justamente lo contrario que en el primero: hacer que desapareciera la fobia asociando al objeto fobógeno un estímulo que evocara javascript:void(0)una reacción placentera, por ejemplo un dulce.

Desde aquellos años se han multiplicado experiencias que han confirmado la teoría del condicionamiento de las fobias y su tratamiento mediante técnicas de descondicionamiento y, aunque las cosas son algo más complicadas de lo que aquí se han expuesto, la terapia conductual sigue siendo la mejor para estos casos.


Fobias infantiles más frecuentes

Las fobias infantiles son muy variadas en su contenido y así, en cincuenta niños con este problema, los temas a que se referían fueron los siguientes:

El más frecuente fue el de los animales, en unos los grandes como perros, lobos, etc.; en otros los pequeños como hormigas o cucarachas y en uno la contestación fue la de pájaros, pero ésta en un niño que había visto hacía poco la famosa película de Hitchcock. Las enfermedades, y aun la muerte, son también, ya en estos años de la infancia temas bastante frecuentes, sucediendo lo mismo con dos fobias muy conocidas de los adultos: la agorafobia o temor a los espacios abiertos y la acrofobia o miedo a las alturas.

En los adolescentes es frecuente la fobia por su propio cuerpo, al que llegan a odiar, por no encontrarlo suficientemente atractivo, odio que se mezcla con el temor de que no cambie nunca y que apareció en cuatro casos de esta muestra de cincuenta.

Menos frecuentes fueron las siguientes respuestas: comidas y exámenes en dos casos cada una y aviones, puertas cerradas, personas deformes, ascensores, ruido desagradable, bomberos, máscaras, locura (en un adolescente) e inyecciones, con un caso por respuesta.

Un caso raro fue el de una niña de dos años que, a la vista de su propia cuna, se echaba a llorar y se negaba a meterse en ella, cosa que le pasaba desde que había ingresado en un hospital y dormía en una cuna parecida a la suya. La explicación es la de que esta fobia se había condicionado por una situación traumática anterior.

Una cosa que salió también en este estudio es que la mayoría de los casos de condicionamiento muy claro y evidente se producía en niños con edades entre los dos y seis años, mientras que en los mayores era más difícil de ver, lo que significa que con la edad aumenta la resistencia al condicionamiento.

En una cosa muy importante se diferencian los miedos normales de las fobias, pues así como los primeros tienen muy buen pronóstico y desaparecen con el tiempo, no sucede así con las fobias que tienen una cierta tendencia a persistir en la juventud y aun en la edad adulta, aunque a veces puedan cambiar de contenido. De todas maneras, hay casos en que desaparecen también por completo y los exfóbicos presentan una total normalidad.

Una fobia un poco especial, que puede producir muchos quebraderos de cabeza a los padres, es la llamada «fobia escolar», que consiste en que hay niños o adolescentes que se niegan a ir al colegio sin motivos reales y conocidos, reaccionando con cuadros de ansiedad y pánico cuando se intenta obligarlos.

Se trata de algo muy diferente a lo que vulgarmente se conoce con los nombres de «hacer novillos» o «hacer pellas», pues realmente el fóbico desea ir a clase y tiene ambiciones escolares, mientras que los otros no tienen ningún interés por el colegio ni por los estudios y suelen ser niños rebeldes, al revés que el fóbico que es un chico angustiado y conformista en todo, menos en lo de asistir a clase.

Esta ansiedad se manifiesta en forma de llantos, súplicas, depresión y hasta agitación cuando llega la hora de ir a clase o bien sufre una conversión psicosomática con aparición de dolores de cabeza o abdominales, náuseas, vómitos o diarreas, síntomas que desaparecen los sábados y domingos y en vacaciones.

Algunos adolescentes encubren muy bien la ansiedad y son capaces de salir de casa para el colegio sin que se les note nada pero, en vez de entrar en clase, se ponen a deambular por las calles hasta la hora de terminación de la jornada escolar, regresando después a su casa como si no hubiera pasado nada. Naturalmente la superchería acaba por descubrirse.

En los niños pequeños la fobia escolar, más que una fobia en sí, es un cuadro que se conoce con el nombre de «ansiedad de separación», producido por el temor del niño, no a ir al colegio, sino a separarse de su madre.

En los chicos mayores se trata más bien de una sobrevaloración de sí mismos que no coincide con la realidad y el muchacho, para mantener su autoestima, el famoso «self», opta por huir a su casa, en la que se encuentra a salvo. Por ello es frecuente fobias escolares a esta edad cuando se ha producido un cambio de colegio, de uno que tiene pocas exigencias a otro que las tiene mayores o simplemente, cuando ha sufrido una humillación en clase o fuera de ella, pero siempre dentro del colegio.

Es evidente que la fobia escolar desaparece sola con el tiempo, cuando al chico se le pasa la edad de asistir al colegio, pero para entonces habrá producido un fracaso escolar, y con él, el cercenamiento de muchas posibilidades vitales. Además de este grave problema la experiencia me dice que, por lo general, aparecen posteriormente signos neuróticos más o menos acentuados y tienen una integración familiar y social no demasiado buena.

De todo ello se deduce que las fobias infantiles deben ser tratadas siempre, por muy banales que parezcan, por un especialista y ya hemos dicho que son las técnicas conductuales las que dan mejor resultado, aunque, sobre todo en la fobia escolar, ha de unirse una psicoterapia que, en este último caso, puede ser larga y costosa.


Obsesiones y compulsiones

Bastante relacionadas con las fobias se encuentran las llamadas «obsesiones», que si bien son menos frecuentes, también se pueden ver en la infancia y que, en la adolescencia, pueden aparecer en forma de verdaderas neurosis obsesivas.

Todo el mundo habla de obsesiones y de estar obsesionado, pero ¿qué son realmente las obsesiones? Pues las podemos definir como «ideas que se imponen a la conciencia a pesar de no ser aceptadas por ella (si lo fueran se trataría de ideas fijas) vivenciándolas el niño como algo extraño a él, que se le impone por la fuerzas. En muchas ocasiones, estas ideas obsesivas conducen a la ejecución forzada de actos, llamados «compulsiones» y que no son más que una defensa para evitar la angustia que tales ideas le producen.

El primer caso infantil de que tenemos noticia fue descrito por el psiquiatra francés Moreau de Tours, en un tratado que se llamaba nada menos que “La locura en los niños”, que fue publicado en 1888 y en que relataba el caso de un niño que fracasó en sus estudios porque tenía que estar repitiendo constantemente el número trece.

En el niño pequeño, antes de los cinco o seis años, es posible ver actos que, en un adulto, podrían ser considerados como obsesivos pero que, a esta edad, son completamente normales. De este tipo son los «rituales» de la comida (la misma cuchara, la misma silla, la misma persona que tiene que dársela), del sueño (dormirse abrazado al mismo muñeco, oír la misma canción, chupar el mismo pañuelo) o de los juegos (hacer y deshacer repetidamente las mismas torres de tacos, colocar y descolocar el mismo número de coches sin que pueda faltar ninguno, pasar y repasar las hojas del mismo cuento) y que, si no se cumplen, despiertan la ira y el llanto del niño.

Estos rituales pseudo-obsesivos pasan sin dejar ninguna huella y es solamente a los siete u ocho años cuando empiezan los verdaderos síntomas obsesivo-compulsivos.

Las ideas obsesivas son de muy diversa temática y dependen en parte de las circunstancias y condicionamientos exteriores. Antes, por ejemplo, eran muy frecuentes los «escrúpulos» o ideas de pecado, tanto en niños como en adultos, y a este propósito recuerdo muy bien el caso de un chico que tenía una imagen de la Virgen clavada en la cara interna de su pupitre y que, a lo mejor en mitad de una clase, se acordaba que había dejado encima de todos los libros el de Historia Sagrada, que tenía un dibujo de Adán y Eva desnudos y, rápidamente, levantaba la tapa del pupitre, quitaba el libro y lo metía debajo de todo «para que no tocara la estampa» y así se quedaba tranquilo por el momento aunque, al poco tiempo empezaba a pensar que ahora el libro que estaba arriba era el de Historia, que también tenía hombres primitivos no muy vestidos y comenzaba otra vez la misma operación, pasándose así la clase para desesperación de los profesores y la ansiedad del niño que racionalmente comprendía que era una tontería, pero no podía dejar de hacerlo.

Es frecuente también el miedo a las enfermedades y la idea obsesiva de que puede contagiarse de mil modos diferentes, tal como sucedía en varios casos vistos por mí, en los que, cada vez que se hacían un arañazo corrían angustiados a que se les pusiera la inyección antitetánica.

La misma muerte es también motivo de obsesiones, aun en los niños, como es el caso de una niña de siete años que empezó a hablar continuamente de la muerte y a hacer preguntas del tipo de «Y si me meten en una caja, ¿ya no respiro?» o «¿Qué pasa cuando se muere uno?» y vivía con el continuo temor de que se le muriera su madre y la dejara sola.

Las compulsiones son también frecuentes acompañantes de estas ideas obsesivas, tal como la de lavarse las manos muchas veces por la creencia de que están sucias y pueden enfermar (cuando digo muchas veces me estoy refiriendo a treinta o cuarenta), recorrer con un dedo las cuatro paredes de un cuarto para que a su padre no le pase nada porque está de viaje o, como un niño de nueve años que vi en cierta ocasión, que comenzó a pasarse horas y horas moviendo rítmicamente una cuerda, que se metía en la boca si se intentaba quitársela y que, solo al cabo de mucho tiempo, confesó que lo hacía para que le aprobaran en el colegio, mejor dicho, para que no le suspendieran, porque estos rituales suelen ser de evitación de cosas desagradables.

Durante la pubertad aparecen preocupaciones obsesivas de tipo metafísico o filosófico como la existencia de Dios, el origen del hombre, la locura, el infierno, pero siguen persistiendo las anteriores y otras muchas, más o menos extravagantes, como el temor de ser homosexual, siendo éste el caso de una chica de catorce años que vio una vez un travestí y, desde entonces, no hacía más que pensar que ella podía serlo, o el de un chico, también de la misma edad, que me confesaba angustiado que le invadía el pensamiento de que podía estrangular a su madre.

Estos dos últimos ejemplos son un exponente de lo que se llaman «obsesiones por contraste», es decir, que lo último que querrían hacer es precisamente el objeto de las mismas.

Y así multitud de ideas, que a los demás nos parecen extravagantes, pero que para ellos son de una certeza absoluta. ¿Qué les parece el caso de un niño de doce años que tenía miedo a comer por si la comida tuviera algún pequeño trozo de cristal, por haberse roto algún vaso cerca?

En los niños, pero sobre todo en adolescentes, además de las ideas y de las compulsiones, puede verse lo que se conoce con el nombre de «carácter obsesivo», caracterizado por una meticulosidad y un orden tan excesivos, que se hace muy difícil convivir con ellos.

Una de las características de los niños y adolescentes obsesivos, que les diferencian de los obsesivos adultos, es la de que, así como éstos «rumian» sus ideas sin comunicárselas casi nunca a nadie, aquellos las exponen una y otra vez a los padres buscando que les liberen del suplicio de la idea o del acto impuestos, pero como éstos recurren al raciocinio para convencerles de lo infundado de los temores, no hacen sino aumentar su ansiedad, pues los primeros convencidos de lo infundado de su irracionalidad son los propios niños.

Uno de los casos en que con más crudeza se manifestaba lo último que acabo de describir, fue el de un adolescente de trece años, que obligaba a su madre a pasar dos y tres horas todas las noches junto a él, cogiéndole la mano cuando estaba ya acostado, para contarle sus obsesiones, con la esperanza de que ella se las disipara, terminando siempre con una crisis de ansiedad en que culpaba a la madre de lo que le pasaba.

Naturalmente no todas las obsesiones son tan intensas, hay toda una gradación. ¿Qué chico no ha sentido alguna vez el impulso de no pisar las rayas de una acera o quizá contar los escalones de una escalera? Y esto es absolutamente banal. Más importantes son ya los síntomas obsesivos aislados de los siete a diez años, pero también suelen pasar sin dejar ninguna huella, no así los que van estructurando una personalidad obsesiva, que se manifiesta ya con toda su fuerza en la adolescencia, en la que estas ideas y actos llegan a constituir una verdadera neurosis obsesiva.

Para terminar esta descripción de lo que son los trastornos obsesivo-compulsivos en estas edades, hay que alertar a los padres cuando éstos son muy intensos y duraderos, sobre todo a la edad de la adolescencia, pues pueden constituir los primeros síntomas de una psicosis que comienza.

Para su tratamiento hay que consultar a un especialista psiquiatra pues, aunque se debe hacer también una psicoterapia profunda y una terapia conductual, hay que recurrir en el 90% de los casos a un tratamiento con imipramina.

http://www.interrogantes.net/Francisco-J0-Mendiguchia-Fobias-y-obsesiones-/menu-id-29.html:

Ansiedad, educación y aprendizaje


Ansiedad, educación y aprendizaje

- ¿Por qué una persona tiene un trastorno de ansiedad? ¿Cuáles son sus causas? ¿Qué factores están implicados en la adquisición y el mantenimiento de los trastornos de ansiedad?

La etiología de los trastornos de ansiedad es compleja y a menudo poco conocida. Como ocurre en otros trastornos, no existe una única causa o factor implicado en su génesis y mantenimiento. En los trastornos de ansiedad interactúan factores biológicos o constitucionales y factores ambientales. Entre los primeros se encuentran los factores genéticos, biológicos (alteraciones en la anatomía cerebral, en los neurotransmisores, etc.) o constitucionales, como el temperamento. El temperamento sería ‘el conjunto de pautas reactivas emocionales y autorreguladoras de origen en buena parte innato que se mantienen constantes a lo largo del desarrollo’ (Echeburúa, 1993). Dicho de otra forma, el temperamento sería la parte innata de la personalidad. Estos factores predisponen al individuo a padecer trastornos de ansiedad. Estos factores biológicos y constitucionales interactúan con otros ambientales dando lugar a un trastorno de ansiedad. Entre estos factores ambientales destacan los acontecimientos vitales o situaciones traumáticas, el estilo educativo de los padres, y, en general, los procesos de socialización del niño-adolescente-adulto en los diferentes ámbitos de su vida: familia, escuela, amigos, trabajo, etc.

El papel y el peso de cada uno de estos factores dependerá de cada persona y de cada trastorno de ansiedad. Así, por ejemplo, un joven puede desarrollar un miedo intenso a los perros (o fobia a los animales) tras la mordedura de uno de éstos (situación traumática). Su aversión a los perros puede ser mayor si ha visto en otras personas, por ejemplo en su familia, comportamientos de rechazo o miedo relacionados con los perros, o si este joven es bastante ansioso desde pequeño y lo manifiesta en diferentes ámbitos de su vida (tiene cierta predisposición a la ansiedad). En otros trastornos, por ejemplo en el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), puede jugar un papel importante la herencia o carga genética del trastorno. Es frecuente que una persona que padezca TOC tenga antecedentes familiares de este trastorno o de otros trastornos emocionales. Sin embargo, en este caso la genética no se lleva todo el protagonismo. La gravedad de este problema también depende del grado en que la familia o las personas cercanas al que lo padece participan en sus rituales y le ayudan de algún modo a mantenerlos. En la fobia a los animales los factores ambientales pueden jugar un papel principal; en el TOC es probable que el inicio del problema se asocie a factores genéticos y biológicos y que su mantenimiento se explique por factores ambientales.

En este trabajo nos centraremos en los factores ambientales que pueden estar implicados en el inicio y el mantenimiento de los trastornos de ansiedad. Las situaciones traumáticas o acontecimientos vitales (accidentes, lesiones, incendios, inundaciones, separaciones, muertes, etc.) pueden precipitar la aparición de un trastorno de ansiedad. Por ejemplo, muchas fobias específicas se suelen iniciar tras la vivencia de un suceso traumático relacionado con el objeto fóbico: miedo a los ascensores tras quedarse encerrado en uno de ellos, miedo a ir en coche o a conducir tras sufrir un accidente al volante, etc.

En otros casos, puede jugar un papel importante la forma en que los padres educan a sus hijos. Por ejemplo, la sobreprotección de las madres puede ser clave en el trastorno de ansiedad de separación. En esta situación, las madres limitan el grado de autonomía y de socialización del niño porque les preocupa de forma excesiva que éste tenga un accidente o sufra algún daño. Así, por ejemplo, prefieren que los amigos de su hijo jueguen en casa antes que el niño vaya a la de sus colegas, no quieren que los niños jueguen en la calle, no fomentan la relación con otros niños impidiendo que vayan de colonias, o se muestran muy restrictivos en los horarios de llegada a casa.

Por otro lado, la forma en que las personas importantes para el niño (familiares, amigos, profesores) se comportan y las experiencias que éste tiene a lo largo de la vida también pueden influir en los trastornos de ansiedad. Un niño tímido con unos padres tímidos y muy poco contacto social (poca o nula relación con vecinos, familiares y amigos, trabajos rutinarios e individuales, etc.) es probable que aprenda que ésta es la forma adecuada de comportarse. Si este niño a lo largo de su vida no tiene experiencias que le enseñen que hay otros modos de relación o no se encuentra en situaciones que le ‘obligan’ a adquirir nuevas habilidades, difícilmente superará su timidez.

-¿Por qué una situación traumática, el estilo educativo de los padres, o la familia, la escuela y los amigos pueden influir en los trastornos de ansiedad? Es decir, ¿cuáles son los mecanismos o modelos etiológicos que explican esta relación?


Se considera que estos factores ambientales influyen en la adquisición y mantenimiento de los trastornos de ansiedad a través del aprendizaje. Los principales modelos etiológicos o mecanismos de aprendizaje implicados son el condicionamiento clásico, el condicionamiento operante o instrumental y el aprendizaje vicario u observacional.

Condicionamiento Clásico

Es un tipo de aprendizaje asociativo en el que un estímulo aparentemente neutro acaba suscitando la misma respuesta o similar que otro estímulo cuando aparecen asociados. Imaginemos que un perro muerde a un joven. La reacción de éste será probablemente de dolor y de miedo. Se dice que esta respuesta (dolor y miedo ante la mordedura de un perro) está incondicionada o es automática. Si este joven días más tarde se encuentra con otro perro es posible que sienta malestar y que muestre hacia él recelo y temor. Se dice que este estímulo aparentemente neutro (el nuevo perro) ha desencadenado una respuesta condicionada (temor). Este joven ha aprendido a reaccionar de esta forma cuando se encuentra ante estímulos asociados a la situación de la mordedura.

Una parte importante de las fobias específicas se pueden explicar por el condicionamiento clásico. Sin embargo, en muchos casos no existe un acontecimiento traumático que preceda la aparición de la fobia. Muchas personas, siguiendo el ejemplo del miedo a los perros, tienen fobia hacia este tipo de animales y en cambio nunca han sido mordidos o atacados por uno de ellos.
No es infrecuente el miedo a volar. Las personas que tienen este miedo evitan coger un avión porque les preocupa tener un accidente y morir en él o la posibilidad de perder el control, padecer un ataque al corazón o sentir mucho malestar físico durante el vuelo. En algunos casos la experiencia de un vuelo lleno de turbulencias, o de algún otro suceso relacionado con el avión puede desencadenar este miedo. En otros no aparece ningún acontecimiento asociado que explique este temor a volar. Algunos autores señalan que hay otros factores, a parte de los sucesos traumáticos, que pueden explicar la adquisición de las fobias. Por ejemplo, en muchos casos las fobias comienzan tras un suceso vital doloroso (muerte de un ser querido, divorcio, una enfermedad, etc.) que no está relacionado con el tipo de fobia que experimenta la persona. Otros autores sugieren que las personas con un nivel general de activación elevado son más propensas a desarrollar fobias que las que poseen niveles más bajos. Es decir, las personas con cierta predisposición general a la ansiedad pueden tener más problemas de este tipo que las que no tienen esta ansiedad ‘de base’. Asimismo, el modo en que interpretamos las situaciones puede ser un factor mediador importante en el desarrollo de las fobias.

Los principios del condicionamiento clásico se han aplicado en el tratamiento psicológico de algunos trastornos de ansiedad. El objetivo principal de estas técnicas es romper la asociación existente entre el estímulo condicionado (por ejemplo todos los perros del mundo) y su respuesta condicionada (temor), sin presentar el estímulo incondicionado (el perro que muerde). Veamos con mayor detalle esta estrategia: si una persona tiene miedo a los perros porque uno de ellos le mordió, el tratamiento psicológico de elección será exponer a esta persona al contacto con los perros, para que compruebe que no hay peligro y su respuesta de temor y evitación desaparezca. Este proceso se puede llevar a cabo de varias maneras: se puede pedir al cliente que permanezca en una habitación con un perro durante un período de tiempo largo hasta que note que su ansiedad ha disminuido. Esta técnica recibe el nombre de inundación. En muchos casos este proceso se realiza pidiendo al cliente en primer lugar que imagine esta situación (inundación imaginada). En una segunda fase se expone in vivo al cliente al objeto fóbico (inundación in vivo). En algunas situaciones es poco recomendable o simplemente no es posible exponer in vivo a la persona a los estímulos que le elicitan miedo. Es el caso de los miedos a algunos animales (serpientes) o algunas situaciones naturales (tormentas, truenos...). En estos casos la exposición en imaginación es el tratamiento de elección.

La desensibilización sistemática es un técnica muy utilizada en el tratamiento de los trastornos de ansiedad. En estos casos se persigue que los estímulos que provocan las reacciones de miedo queden condicionados a respuestas incompatibles con el mismo, como la respuesta de relajación. Esta técnica tiene dos componentes: aprender a relajarse y exponerse de forma gradual a diferentes situaciones relacionadas con la situación fóbica. El cliente aprende primero a relajarse. A continuación debe establecer una jerarquía de diferentes situaciones temidas y ordenarla en función del grado de ansiedad que le genera cada una de ellas. El cliente comenzará por enfrentarse a la situación que le provoca menos ansiedad. En ella practicará la técnica de relajación. Una vez disminuida la ansiedad que experimenta en esa situación podrá enfrentarse a la siguiente, y así de forma sucesiva hasta completar la lista. En el miedo a volar, por ejemplo, el cliente realiza una lista de las situaciones relacionadas que le producen ansiedad. Una posible lista sería: preparar las maletas, ir en coche hasta el aeropuerto, facturar el equipaje, despedirse de sus familiares, embarcar, el avión se dispone a despegar, etc. El cliente debería exponerse a cada una de estas situaciones en imaginación o in vivo aplicando las técnicas de relajación que ha aprendido.

Condicionamiento operante o instrumental

Mediante este tipo de aprendizaje asociativo se puede explicar cómo se adquiere y, sobre todo, se mantiene la conducta. Sus principios básicos son los siguientes: si la realización de una conducta va seguida de una consecuencia positiva (una recompensa o refuerzo positivo) o bien de la desaparición o evitación de una consecuencia negativa (refuerzo negativo) aumentará la probabilidad de que esa persona repita la conducta. Si, en cambio, tras la realización de esa conducta la consecuencia es negativa (un castigo) es probable que esa conducta no se realice de nuevo. Finalmente, si la ejecución de una respuesta no tiene consecuencia dicha conducta dejará de realizarse (extinción).

Veamos varios ejemplos. Si un niño recoge la mesa y la madre lo elogia y felicita por ello es probable que el niño realice esta tarea de nuevo. Del mismo modo, si un niño llora porque quiere un juguete y los padres se lo compran, esta conducta (llanto) queda reforzada de forma positiva porque tiene una recompensa (un juguete). Por este motivo, el niño llorará en un futuro cada vez que quiera conseguir algo. Si, en cambio, cada vez que el niño pega a su hermano pequeño los padres lo castigan sin ver la TV o sin tocar el ordenador, el niño dejará de hacerlo, dado que ha aprendido que esa conducta (pegar al hermano) va seguida de consecuencias negativas (no ver la TV o no tocar el ordenador). Si, finalmente, los padres no prestan atención al niño cuando se porta mal, el niño dejará de portarse así (extinción), porque verá que su comportamiento no va seguido de ninguna consecuencia (que los padres le presten atención).

Los principios del condicionamiento operante están implicados en la adquisición y el mantenimiento de algunos trastornos de ansiedad. La fobia a los perros, por ejemplo, se mantiene a lo largo del tiempo porque la persona no se enfrenta a ellos, los evita. La evitación del estímulo fóbico (perro) es un refuerzo negativo, dado que si no ve o no está cerca del animal no experimentará ansiedad o temor (consecuencia negativa). La evitación de las situaciones que provocan ansiedad constituye un potente refuerzo negativo que mantiene el trastorno. Imaginemos una persona que padece agorafobia. Esta persona tiene miedo a perder el control si sale fuera de casa y se encuentra en lugares con mucha gente o donde escapar puede ser difícil (o embarazoso). Por este motivo evita ir al cine, a unos grandes almacenes, a conciertos, a supermercados, a ir en metro, etc. La negativa a estar en esas situaciones reduce la posibilidad de que la persona experimente ansiedad. Para esta persona su conducta de evitación es algo positivo (no siente ansiedad), por eso la realiza. En el TOC, realizar la compulsión (por ejemplo, lavarse las manos) reduce o elimina la posibilidad de que la persona adquiera una enfermedad (obsesión). La ejecución de la conducta compulsiva reduce la ansiedad asociada al temor de una posible enfermedad o contagio. Desde este punto de vista, la obsesión se mantiene porque la compulsión actúa como un reforzador negativo. En ambos casos, sin embargo, la persona no comprueba la validez o no de sus temores (¿perderá el control si sale de casa?, ¿se contagiará de una enfermedad si no se lava las manos?) porque no se enfrenta a las situaciones que le producen ansiedad.

La reacción de ansiedad puede ser directamente reforzada por otras personas. Tras una respuesta de miedo la madre puede coger al niño en brazos, acariciarlo o, simplemente, prestarle más atención. Este exceso de atención es una forma de recompensa para el niño y puede mantener la aparición de la respuesta de ansiedad. Otro ejemplo: muchas personas con ansiedad generalizada necesitan constantemente que alguien cercano les refuerce, tranquilice y confirme que su actuación es la adecuada, que aquello que temen no va a suceder, etc. Esta excesiva atención a sus dudas y preocupaciones (refuerzo positivo) las ‘alimenta’ y las mantiene inalterables.

Estos principios de aprendizaje se han aplicado en el tratamiento de los trastornos de ansiedad. Un importante componente en muchos de estos trastornos es la evitación del objeto o situación que provoca la ansiedad, manteniendo así el problema. Por ejemplo, en la fobia a los animales se evita entrar en contacto con ellos, en el miedo a volar no se coge un avión, en la agorafobia se evita acudir a ciertos lugares, en el TOC se evita tocar determinados objetos y, si esto no es posible, se realiza la compulsión de lavado, etc. Por este motivo, el tratamiento de estos trastornos tiene por objetivo romper con este reforzamiento negativo del miedo. Para ello, el cliente debe exponerse a estas situaciones que le producen ansiedad en vez de evitarlas. Esto se puede realizar de forma gradual, mediante aproximaciones sucesivas, o de forma brusca. Se puede considerar que la exposición integra elementos del condicionamiento clásico (habituarse a la ansiedad ante el estímulo fóbico) y del operante (eliminar las conductas de evitación). En el caso del TOC, la técnica psicológica de elección se denomina exposición con prevención de respuesta. En ella el cliente se debe exponer al estímulo fóbico (por ejemplo, tocar un billete con las manos) pero no puede realizar la compulsión (en este caso, lavarse las manos).

Cualquier tratamiento de un trastorno de ansiedad implica reforzar de forma positiva (elogios, pequeños premios o fichas en el caso de los niños, etc.) las conductas de aproximación a la situación u objeto que genera ansiedad. La práctica reforzada es una técnica psicológica para el tratamiento de algunos trastornos de ansiedad en niños y adolescentes. Al niño se le dan instrucciones precisas acerca de lo que debe hacer. El niño ensaya de forma gradual y repetida la conducta de aproximación al objeto fóbico. Cada pequeño avance es reforzado por el terapeuta, los padres y/o los profesores. Esta técnica se ha aplicado en el tratamiento de la fobia escolar y de la fobia social. En la fobia escolar, por ejemplo, el niño acude a la escuela y permanece en el aula durante períodos progresivamente más prolongados. Al niño se le refuerza constantemente por ello. A este refuerzo positivo, se le suma la nula atención que los padres y maestros deben prestar a las quejas del niño (extinción).

Aprendizaje vicario u observacional

Se trata de un aprendizaje complejo que implica adquirir nuevos comportamientos o modificar otros a partir de la observación de la conducta de los demás. Como se comentaba anteriormente, no todas las personas que experimentan una fobia han sufrido un acontecimiento o suceso traumático previo. En muchos otros casos, estas personas han podido observar las experiencias traumáticas que han vivido otros (por ejemplo, observar cómo al vecino le muerde un perro, ser testigo televisivo de un accidente de avión) o simplemente actuar del mismo modo que sus familiares u otras personas cercanas (evitar entrar en contacto con un perro porque sus padres se apartan cada vez que ven uno). Se considera que en estos casos la experiencia es indirecta y producto del proceso de socialización al que todos estamos sometidos desde que nacemos. Sin duda, las personas que nos rodean actúan como modelos o ejemplos de conducta a seguir. Retomando un ejemplo del principio de este texto, una persona podría tener muchas dificultades para relacionarse con los demás porque no ha adquirido las habilidades sociales necesarias para ello. Esto puede ser debido, al menos en parte, a la ausencia de modelos a imitar, o a que estos modelos no tenían unas habilidades adecuadas. Si un niño tímido tiene unos padres tímidos y con pocas habilidades sociales, difícilmente este niño las aprenderá (al no ser que tenga otros modelos de socialización: hermanos, familiares, profesores, amigos).

Este tipo de aprendizaje facilita la adquisición de nuevas conductas y la reactivación de otras que se realizaban con menor frecuencia. Por otro lado, permite la modificación de conductas inadecuadas. La técnica psicológica que se basa en este tipo de aprendizaje se denomina modelado. Esta técnica se aplica en el tratamiento de diferentes fobias (por ejemplo, fobia a los animales, fobia a las inyecciones-sangre, miedo al dentista), en la fobia social (y en general en el entrenamiento de habilidades sociales), etc. Existen diferentes procedimientos de modelado. En el modelado simbólico, el niño o adulto ansioso puede observar películas o fotos en las que otras personas interactúan con los estímulos temidos (por ejemplo, un video en el que un niño toca un perro, lo acaricia y juega con él). En el modelado encubierto el cliente se imagina primero una situación ansiógena para después representar mentalmente cómo un modelo importante para él (un héroe, un ídolo...) resuelve dicha situación llevando a cabo las conductas temidas. En el modelado en vivo, el cliente observa cómo actúa un modelo (frecuentemente el terapeuta o un colaborador) con el objeto o situación temida. Finalmente, en el modelado participante el propio cliente se enfrenta, ayudado por el modelo (terapeuta) y recibiendo constantemente refuerzo social, a la situación temida. El modelado participante es la variante técnica más interesante y utilizada, junto con el modelado simbólico, en la práctica clínica.

El entrenamiento en habilidades sociales se basa en estas técnicas. Normalmente, en una primera fase el terapeuta o un colaborador hace de modelo y en una situación ficticia realiza la conducta a aprender o a modificar (modelado). En una segunda fase, es el cliente el que debe imitar al modelo (ensayos de conducta o role-playing). En el entrenamiento en habilidades sociales se comienza por aquellas habilidades más básicas o más sencillas y se avanza de forma gradual hasta la adquisición de habilidades más complejas.

Una última consideración...

A pesar de que en el texto se han descrito de forma separada diferentes técnicas psicológicas con una finalidad meramente didáctica, es preciso hacer notar que en la práctica clínica se utilizan todas de forma combinada. Durante la desensibilización sistemática, por ejemplo, el cliente es reforzado positivamente por sus avances. Del mismo modo, en el entrenamiento en habilidades sociales se combina el modelado y el ensayo de conducta durante la sesión clínica con la práctica en situaciones reales (exposición).
http://www.clinicadeansiedad.com/02/154/Ansiedad_educaci%C3%B3n__y_aprendizaje.htm

Las conductas obsesivo-compulsivas pueden manifestarse en cualquier edad


Las conductas obsesivo-compulsivas pueden manifestarse en cualquier edad
Trastornos
Las manías son costumbres y conductas que se repiten muy a menudo, y que ayudan al niño a controlar algunos acontecimientos externos. A medida que va creciendo estas rutinas algunas suelen seguir y reforzarse, y otras desaparecen ya que las manías que duran demasiado tiempo o que se refuerzan mucho pueden empezar a interferir en la vida diaria normal del niño, y convertirse en obsesiones. Las obsesiones son ideas o pensamientos repetitivos, inquietantes, desagradables y no deseados, que surgen reiteradamente y de forma incontrolable en la mente del niño, causándole un temor persistente y un alto grado de ansiedad.

Las conductas obsesivo-compulsivas pueden manifestarse en cualquier edad. Las más frecuentes en la infancia son:
- Lavado o preocupación por coger enfermedades
- Las conductas repetitivas para acostarse o vestirse
- A la hora de dormir necesitan que se le vuelvan a contar las historias y los cuentos ya conocidos, ya que esto los ayuden a estabilizar sus expectativas y la comprensión de su mundo.

Los niños en el colegio suelen desarrollar rituales en grupo cuando aprenden a jugar, a hacer deportes en equipo. Los niños más mayores y los adolescentes comienzan a coleccionar objetos y a desarrollar actividades favoritas. Son síntomas transitorios asociados al desarrollo, a la autoafirmación y a la constitución como sujeto.

Cuando el niño sufre de obsesiones y compulsiones
Se considera que los niños tienen un Trastorno cuando estas manías, obsesiones y compulsiones ocupan tanto tiempo al día, que les impiden el funcionamiento diario normal, e interrumpen de modo significativo sus actividades cotidianas. Cuando los niños no pueden hacerlo sufren una ansiedad desmedida, que ellos manifestarán en llantos, gritos, tirones de pelo, conducta agresiva con sí mismo o hacia los demás, etc.
En el Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) en niños predominan los comportamientos compulsivos frente a los pensamientos obsesivos.

Diagnóstico y tratamiento del trastorno obsesivo-compulsivo
El diagnóstico precoz de la enfermedad así como la aplicación de un tratamiento especial cuando se observan los primeros síntomas contribuye a aumentar la calidad de vida del niño y a prevenir que el trastorno se desarrolle a un estado más serio. Para poder realizar el diagnóstico es muy importante el apoyo y la implicación de los padres.
Para calmar la ansiedad provocada por el pensamiento obsesivo, se realiza la compulsión. Una compulsión es un comportamiento ritualizado que se lleva a cabo durante mucho más tiempo de lo normal, de forma repetitiva y sin interrupción.

El tratamiento del TOC más efectivo y recomendable sería combinar la terapia psicológica y medicamentos. El tratamiento psicológico incluye técnicas cognitivas y conductuales:

- Las técnicas cognitivas ayudan al niño a identificar y comprender sus miedos y a aprender nuevas formas de resolverlos o disminuirlos sin sentir la ansiedad que le provocaban y le llevaban a la compulsión como evitación;

- Las técnicas conductuales ayudan al niño y a sus familias a hacer contratos o poner pautas para limitar o cambiar comportamientos. Los medicamentos que se usan para tratar el TOC son inhibidores selectivos de la reabsorción de la serotonina que sirven para paliar los pensamientos obsesivos y por lo tanto mejorar las conductas compulsivas; y siempre deben ser indicados y tomados bajo supervisión del pediatra.

Los padres juegan un papel de apoyo vital en cualquier proceso de tratamiento apoyando al niño en todas las etapas del trastorno y de su tratamiento.

Este artículo nos ha sido enviado por Blanca Betes Tejero, psicóloga clínica de Psiceduca
http://www.guiainfantil.com/manias-obsesiones-infantiles-en-los-ninos.htm

Relacionan el trastorno obsesivo compulsivo con algunos síntomas en la infancia


Relacionan el trastorno obsesivo compulsivo con algunos
síntomas en la infancia
Un equipo liderado por el investigador del Departamento de Psiquiatría y de Medicina Legal de
la UAB Miguel Ángel Fullana, psicólogo del Instituto de Atención Psiquiátrica del Hospital del Mar e investigador del
King's College Institute of Psychiatry de Londres, ha realizado el primer estudio que relaciona los síntomas obsesivos
y los rituales compulsivos en la infancia con el riesgo de sufrir un trastorno obsesivo compulsivo en la edad adulta.
Una de las principales conclusiones de la investigación es que tener obsesiones y rituales compulsivos reiterados en
la infancia aumenta notablemente este riesgo.

La investigación se ha hecho a partir de los datos del llamado "estudio Dunedin" que ya hace 36 años que se lleva a cabo
con la población de Dunedin, en Nueva Zelanda. Se trata del único lugar en el mundo donde se ha hecho un seguimiento
de diversas variables psicológicas a largo plazo, desde el nacimiento hasta la edad adulta, sobre una muestra de 1000
personas. Los investigadores han evaluado la evolución de dos variables en los participantes en diversos momentos de sus
vidas, a los 11, a los 26 y a los 32 años de edad: la presencia reiterada de ideas obsesivas (pensamientos recurrentes y no
deseados de poder hacer daño a los demás, por ejemplo) y de rituales compulsivos (como la necesidad de lavarse las manos
reiteradamente, de comprobar una y otra vez las pequeñas acciones del día a día, o de hacer actividades repetitivas sin
sentido).

A partir del análisis de estos datos, los investigadores han obtenido, por primera vez, evidencias objetivas de que existe una
correlación entre las obsesiones y rituales en la infancia (cuando los sujetos estudiados tenían 11 años), y la probabilidad
de sufrir trastorno obsesivo compulsivo en la edad adulta (observado a los 26 y a los 32 años de edad en las personas
consultadas). Concretamente, los niños y niñas de la muestra que tenían síntomas obsesivos o compulsivos reiterados a los
11 años, un 8% en la población estudiada, tenían seis veces más probabilidades que el resto de sufrir el trastorno obsesivo
compulsivo cuando eran adultos.

"Aun así, no hay que alarmarse ante casos de niños con estos síntomas, son muy habituales entre los 8 y 10 años, y la
frecuencia de la enfermedad en la edad adulta no llega al 2%. Pero sí que sería necesario enfocar los esfuerzos preventivos en
estos niños, ya que hemos visto que en el resto de la población este riesgo es mucho menor", afirma el doctor Fullana.

Según indican los autores del estudio, los resultados de la investigación son extrapolables a nuestro contexto, aun habiendo
sido obtenidos sobre una muestra de Nueva Zelanda, ya que las características y la incidencia de este trastorno mental son
similares en todas partes.

El trastorno obsesivo compulsivo está generalmente condicionado por antecedentes familiares con la enfermedad, y su
tratamiento tiene una componente psicológica, basada en técnicas de exposición y de prevención de respuesta, y una parte de

En la investigación, publicada en la revista American Journal of Psychiatry, han participado investigadores del King's College
de Londres; de la Universidad de Duke en Durham (EUA); de la Universidad de New South Wales en Sidney (Australia); i de
la Universidad de Otago (Nueva Zelanda); coordinados por el doctor Miguel Ángel Fullana, investigador del Departamento de
Psiquiatría y de Medicina Legal de la Universidad Autónoma de Barcelona, del Instituto de Atención Psiquiátrica del Hospital del
Mar de Barcelona, i del Instituto de Psiquiatría del King's College de Londres.
Relacionan el trastorno obsesivo compulsivo con algunos síntomas en la infancia
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El maltrato emocional se origina en el comportamiento de los padres y afecta sicológicamente al niño


Humillación, predisposición e inseguridad son los sentimientos que se pueden ver refejados en el futuro cuando un pequeño padece este tipo de situación en la niñez.
Siempre que se oye hablar de maltrato infantil, se asocia con el hecho de que los adultos golpeen físicamente a los niños; sin embargo, existe otra clase, mucho más sutil, pero no por ello menos dañina: se trata de un maltrato silencioso, que abarca el ámbito emocional y sicológico.

“Este lo padecen los niños que constantemente son ignorados, ridiculizados, insultados, rechazados, confinados, despreciados, regañados o subvalorados ante los demás por sus propios padres”, explica la sicóloga infantil María Isabel Guerrero.

El maltrato emocional proviene principalmente de los padres, pues ellos son la fuente de autoestima del niño. Así que si ellos no les brindan la aprobación y el reconocimiento que requieren para consolidar y fortalecer su personalidad, su estabilidad emocional puede tambalear.

Los padres no deben olvidar que la capacidad para crear ideales y obtener logros está relacionada con el reconocimiento permanente que los adultos le dan al niño.

Por eso, “las figuras paternales deben funcionar como ‘un espejo de aumento’, en el cual el niño vea reflejada su importancia, su certeza de ser capaz de vivir y sortear todas las vicisitudes de la vida”, asegura Clara Maya Gallego, sicóloga sicoanalista.

Este tipo de maltrato puede originarse desde la gestación por una madre que no quiere a su hijo. De la misma manera, sucede con padres que no aceptan al niño porque no pueden tolerar algunas de sus características personales, como su llanto, su ansiedad, su dificultad para aprender, entre otras.

En este sentido, no hay que olvidar que el niño se hace sujeto en la relación que establece con los otros, inicial y especialmente con los padres; es decir, que sobre ellos recae una gran responsabilidad, pues al “aceptar la existencia del hijo, su género y sus características personales, el niño internaliza –es decir, hacer propia– esta aceptación, lo cual hará que se sienta contento con su existencia”, comenta Maya.

Ahora bien, si, por el contrario, los padres rechazan al hijo, él lo percibirá e internalizará una imagen del mundo y de personas ‘malas’, hostiles y amenazantes, frente a las cuales tendrá que defenderse, contraatacar, retraerse del medio o refugiarse en sí mismo.

Autoestima lesionada
“Cuando las personas significativas para el niño –como sus padres, hermanos y maestros– lo humillan, lo comparan con otro para recalcar sus falencias, se burlan de él y lo ridiculizan, el niño se siente vulnerado y atacado, y como consecuencia va a tener sentimientos de inseguridad, dificultad para valorar a los otros y establecer vínculos; también, resentimiento con otras personas, que impulsan deseos de venganza y retaliación”, dice Maya.

Igualmente, el niño se asustará frente a los retos, perderá o no adquirirá la capacidad para superar obstáculos y manejar las frustraciones e incertidumbres propias de la vida.

Además, esto crea las condiciones para el desarrollo de trastornos síquicos serios.

Efectos del maltrato
Por su parte, el médico sicoanalista Juan Rafael Padilla afirma que cuando un niño es maltratado de esta manera, le queda imposible establecer un vínculo confiable –también llamado apego seguro– con sus padres. En su lugar, crea una serie de apegos inseguros; es decir, formas particulares de relacionamiento con que se protege de vivencias de angustia y dolor emocional que no encontraron un receptor adecuado en los padres.

“El niño puede crear tres tipos de apego inseguro: el apego rechazante, en que crea una barrera frente a los demás, mostrándose indiferente a las necesidades emocionales, tanto propias como de los otros. El apego preocupado, en que el infante extrema la necesidad de cercanía para protegerse del temor. Finalmente se encuentra el apego desorganizado, en que pierde momentáneamente contacto con la realidad para no percatarse de que la fuente de su temor es justamente la o las personas que deberían proporcionarse tranquilidad y sosiego”, concluye el especialista.

Secuelas del maltrato
El médico sicoanalista Juan Rafael Padilla señala que cuando un niño es maltratado emocionalmente, esto lo predispone a presentar ciertas actitudes, reflejadas, por ejemplo, en el matoneo o intimidación escolar. “Esto sucede porque el infante ha creado una barrera frente a los demás; eso lo hace incapaz de identificarse con las necesidades emocionales de los demás, tal como sus padres fueron incapaces de hacerlo con él. De esa manera, fácilmente se convertirá en el ‘matón’ del curso. Otro niño maltratado, que suele necesitar de protección, mostrará abierta e inconscientemente su indefensión e inseguridad y será el ‘matoneado’ ”.

http://www.abcdelbebe.com/node/154231

Por Melissa Serrato Ramírez

Redactora ABC del bebé

UNA NEUROSIS OBSESIVA EN UNA NIÑA DE 6 AÑOS



UNA NEUROSIS OBSESIVA EN UNA NIÑA DE 6 AÑOS

Esta modificación en la actitud de la niña frente a sus padres se debió a los grandes cambios en su vida de ficción e instintiva. Su sadismo disminuyó y sus fantasías de persecución fueron menores en número e intensidad.
Se produjeron importantes cambios en su relación con la realidad, que se manifestaron entre otras cosas en una mayor infiltración de la realidad dentro de sus fantasías.
En este período del análisis, después de haber representado en el juego sus ideas de persecución, Erna decía a menudo con sorpresa: "Pero mamá realmente no pudo haber querido hacer esto. Realmente ella me quiere". Pero como su contacto con la realidad era mayor y su odio inconsciente a la madre se hizo consciente, comenzó a criticarla como persona real, con creciente libertad. Mejoraron al mismo tiempo sus relaciones con ella y aparecieron al mismo tiempo sentimientos maternales genuinos y tiernos frente a su hijo imaginario. Una vez, luego de haber sido cruel con él, me preguntó con voz profundamente emocionada: "¿Verdaderamente habré tratado a mis hijos así?" El análisis de sus ideas de persecución y la disminución de su ansiedad no sólo lograron afirmar su posición heterosexual sino que hicieron que las relaciones con su madre mejorara, aumentando sus propios sentimientos maternales.
Me gustaría decir aquí que, en mi opinión, la normalización de estas actitudes fundamentales que son las que permitirán más tarde al niño elegir su objeto amoroso y determinarán el curso total de su vida, es uno de los principios fundamentales del éxito del análisis de un niño.
La neurosis de Erna apareció muy temprano. Antes del año evidenció acentuados síntomas de enfermedad (debe hacerse notar que era mentalmente muy precoz). Desde entonces aumentaron las dificultades y entre los 2 y 3 años su crianza se transformó en un problema sin solución; su carácter ya era anormal y padecía de una franca neurosis obsesiva. Sin embargo, recién a los 4 años se percibió la naturaleza anormal de sus hábitos de chupeteo y masturbación. Se comprenderá, pues, que a los 6 años su neurosis obsesiva fuera ya crónica. En fotografías de sus 3 años ya se ve la misma expresión neurótica que se observaba en su rostro preocupado de los 6 años.
Querría dar al lector la impresión de lo excepcionalmente grave de este caso. Los síntomas obsesivos, que entre otras cosas privaban a la niña casi completamente del sueño, la depresión y otros signos de enfermedad, el anormal desarrollo de su carácter, eran sólo un débil reflejo de la anormal, incontrolable y extravagante vida instintiva subyacente. El pronóstico de una neurosis obsesiva como ésta, que desde años había tenido un carácter progresivo, era necesariamente grave. Puedo afirmar con seguridad absoluta que en un caso semejante la única posibilidad de curación está en un tratamiento psicoanalítico hecho a tiempo.
Entraré ahora a estudiar la estructura del caso con todo detalle. Los hábitos de limpieza de Erna no presentaron dificultad y se lograron tempranamente, cuando tenía un año. La severidad no fue necesaria; la ambición de esa niña precoz había sido un fuerte incentivo para la adquisición rápida de los hábitos de limpieza . Pero este éxito fue acompañado de un completo fracaso interno. Las tremendas fantasías analsádicas de Erna mostraron hasta qué punto estaba fijada en este estadío y cuánto odio y ambivalencia surgía de él. Un factor de este fracaso era la fuerte predisposición constitucional analsádica; pero otro factor que desempeñó un papel importante, ya señalado por Freud como uno de los factores de la predisposición a la neurosis obsesiva, fue el precoz desarrollo de su yo en comparación con el desarrollo de la libido. Además el análisis mostró otra faz crítica en el desarrollo de Erna que también se había cumplido con un aparente éxito externo. No había aceptado todavía el destete. Padeció también una tercera privación cuando tenía entre 6 y 9 meses: la madre advirtió el placer experimentado por la niña cuando limpiaban su cuerpo, especialmente los genitales y el ano. La hiperexcitabilidad de esta zona era evidente. La madre cuidó de ella con mayor discreción al lavar esas partes, siendo fácil de realizar cuanto mayor y más limpia se volvía la niña. Pero ésta, que había sentido la minuciosidad primera como una forma de seducción, sintió la reserva de su madre como una frustración. Los sentimientos de ser seducida, tras lo cual estaba el deseo de ser seducida, se repitieron constantemente en su vida. En cada relación, por ejemplo, con la niñera o con cualquier otra persona que se ocupaba de su educación, como también en el análisis, trataba de reproducir la situación de ser seducida o bien acusar de haber sido seducida. Analizando esta específica situación de transferencia fue posible seguir las huellas de su actitud hasta las situaciones más tempranas, es decir, hasta la experiencia de ser cuidada cuando era pequeña.
Así, en cada uno de los tres acontecimientos que llevaron a la producción de la neurosis de Erna, podemos discernir el papel desempeñado por los factores constitucionales . Ahora nos queda por ver de qué modo la experiencia de la escena primaria cuando tenía 2 años y medio, combinada con esos factores constitucionales, desencadenó el desarrollo de la neurosis. A los 2 años y medio, y otra vez a los 3 años y medio , compartió el dormitorio de sus padres durante un veraneo. Durante ese tiempo pudo observar el coito entre ellos. Los efectos de esto no sólo se observaron en el análisis, sino que se habían evidenciado externamente. Durante el veraneo en que hizo sus primeras observaciones se produjo en ella un cambio absolutamente desfavorable. El análisis mostró que el ver a sus padres copulando desencadenó la neurosis con toda su fuerza. Se intensificó su sentimiento de frustración y envidia en relación con sus padres y elevó a un punto agudo sus fantasías e impulsos sádicos frente a la gratificación sexual que ellos estaban obteniendo .
Los síntomas obsesivos de Erna fueron explicados como sigue . El carácter obsesivo de su chupeteo fue causado por fantasías de chupar, morder y devorar el pene de su padre y el pecho de su madre . El pene representaba a todo su padre y los pechos a toda su madre. Y además, como hemos visto, la cabeza, para su inconsciente, simbolizaba el pene. La acción de golpear la cabeza sobre la almohada tenía por objeto representar los movimientos del padre en el coito. Ella me dijo que durante la noche tenía miedo a ladrones y asaltantes no bien cesaba de golpear su cabeza. De este modo se liberaba de este temor identificándose ella misma con el objeto temido.
La estructura de su masturbación obsesiva fue muy complicada. Erna diferenciaba varias formas de masturbación: una presión de sus piernas que ella llamaba "ranking" ; un movimiento de balanceo, ya mencionado, que llamaba "sculpting"•, y un tirón en el clítoris, llamado "juego del armario", del que ella "quería sacar algo muy largo". Más aun, solía provocar una presión en la vagina tirando la punta de la sábana entre sus piernas. Varias identificaciones actuaban en estas diferentes formas de masturbación, de acuerdo con las cuales, en las fantasías que las acompañaban, ella representaba el papel activo del padre o el pasivo de la madre, o ambos a la vez. Estas fantasías de masturbación de Erna, que eran muy fuertemente sadomasoquistas, mostraban una clara conexión con la escena primaria y con las fantasías primarias. Su sadismo estaba dirigido contra sus padres en el acto del coito, y como reacción a esto tenía fantasías correspondientes de carácter masoquista.
Durante una serie de horas analíticas Erna se masturbó de estas diferentes maneras. Debido a la transferencia bien establecida fue posible inducirla a describir estas fantasías de masturbación en los períodos de intervalo. De este modo pude descubrir las causas de su masturbación obsesiva y así librarla de ella. Los movimientos de balanceo, que comenzaron en la segunda mitad de su primer año de vida, surgieron de su deseo de ser masturbada y se originaron en las manipulaciones relacionadas con su toilette cuando era muy pequeña. Hubo un período del análisis durante el cual describía a sus padres copulando por medio de distintas formas de juego, y luego desahogaba su furia contra la frustración que esto involucraba. Durante esas escenas no dejó nunca de producir una situación en la que ella misma se balanceaba adoptando una postura entre acostada y sentada, exhibiéndose y eventualmente pidiéndome abiertamente que tocara sus genitales y a veces que los oliera. En esa época asombró una vez a su madre pidiéndole, después del baño, que levantara una de sus piernas y la palmeara o tocara debajo, tomando al mismo tiempo la posición de un niño al que empolvan sus genitales, posición que ella no había adoptado durante muchos años. La explicación de sus movimientos de balanceo llevaron a la completa cesación del síntoma obsesivo.
El síntoma más rebelde de Erna fue su inhibición para aprender. Era tan intensa, que a pesar de todos sus esfuerzos tardó 2 años en aprender lo que habitualmente los niños aprenden en pocos meses.
Esta dificultad se vio francamente disminuida en la última parte del análisis, y cuando concluí el tratamiento había sido reducida, aunque no completamente dominada.
Ya hemos hablado del favorable cambio que se efectuó en la relación de Erna con sus padres y en la posición general de su libido como resultado del análisis, y hemos visto cómo sólo gracias al análisis fue capaz de dar los primeros pasos hacía una adaptación social. Sus síntomas obsesivos desaparecieron (masturbación obsesiva, chupeteo, balanceo, etc.), no obstante haber sido tal su gravedad, que ocasionaron en parte su insomnio. Con su cura y la disminución de su ansiedad su sueño se hizo normal. Las crisis de depresión también desaparecieron .
A pesar de todos estos resultados favorables no consideré que el análisis estuviera completo cuando fue interrumpido por razones externas después de 575 horas de tratamiento, habiendo durado 2 años y medio. La extraordinaria gravedad del caso, que no sólo se manifestaba en los síntomas presentados por la niña sino en la deformación de su carácter y en su personalidad completamente anormal, hubiera exigido un análisis adicional con el objeto de eliminar las dificultades que aún tenía. Se interrumpió en un estadío insuficientemente estable, lo que se veía cuando frente a situaciones difíciles tenía una marcada tendencia a recaer en algunos de sus antiguos trastornos, aunque estas recaídas eran siempre más leves que en la situación primera. En estas circunstancias podía temerse siempre que en situaciones difíciles, o a la entrada de la pubertad, pudiese enfermar otra vez o manifestar otros trastornos.
Llegamos con esto a un problema de importancia capital, y es el de saber cuándo puede decirse que el análisis de un niño está terminado. En el período de latencia, por buenos que sean los resultados obtenidos y por más que satisfagan a la gente que rodea al niño, no podemos considerar esto como evidencia suficiente de que el análisis está terminado. He llegado a la conclusión de que aunque un análisis haya tenido un desarrollo bastante favorable durante el período de latencia, cosa ésta muy importante, no es una garantía suficiente de que el desarrollo futuro del paciente sea exitoso . La transición a la pubertad y de ésta a la madurez parecería ser la prueba de si el análisis de un niño ha sido suficiente o no. Más adelante, en el capítulo 6, ahondaremos este problema, pero quiero dejar sentado el hecho empírico de que el análisis asegura la futura estabilidad del niño en proporción directa con la cantidad de ansiedad que ha podido resolver en las más profundas capas mentales. En esto, y en el carácter de sus fantasías inconscientes, o más bien en los cambios que éstas han sufrido por el análisis, debemos encontrar un criterio que nos ayude a juzgar si un análisis ha sido suficiente.
Volvamos al caso de Erna. Como ya he dicho, al finalizar el análisis sus fantasías de persecución habían disminuido tanto en cantidad como en intensidad. En mi opinión, sin embargo, el sadismo y la ansiedad pudieron y deberían haber disminuido mucho más, con el objeto de prevenir una enfermedad en la pubertad o al entrar en la adultez. Ya que no fue posible en ese momento continuar el análisis, el completarlo se dejó para el futuro.
Trataré ahora algunos problemas relacionados con la historia de Erna y que son de importancia general; algunos de ellos surgieron del análisis de este caso. He encontrado que, en el análisis de Erna, el trato extenso de temas sexuales y la libertad concedida en los juegos y fantasías condujo a una disminución y no a un aumento de la excitación y preocupaciones en materia sexual. Erna era una niña cuya excesiva precocidad sexual chocaba a todo el mundo. No solamente su tipo de fantasías sino su conducta y modales eran los de una niña púber muy sensual. Esto se mostró en su conducta provocativa frente a hombres y muchachos. En este aspecto también mejoró su conducta durante el análisis, y al finalizar éste mostraba una naturaleza más infantil en todo sentido. Aun más, así, con el análisis de sus fantasías de masturbación desapareció su masturbación obsesiva .
Otro principio analítico que quiero subrayar aquí es la necesidad de hacer consciente, tanto cuanto sea posible, las dudas y críticas albergadas por el niño en su inconsciente en lo que se refiere a sus padres y especialmente a su vida sexual. Su actitud frente al ambiente también se beneficia con esto, haciendo emerger a la conciencia las quejas inconscientes y los juicios adversos, que al ser confrontados con la realidad pierden su virulencia originaria, permitiendo así una mejoría en su relación con la realidad. Además, la capacidad de criticar conscientemente a sus padres ya es, como lo mostró el caso de Erna, el resultado de una mejoría en su relación con la realidad .
Llegamos ahora a un problema técnico especial. Se ha dicho más de una vez que Erna tenía frecuentes ataques de rabia durante la hora de análisis. Estas crisis de furia e impulsos sádicos no pocas veces asumían formas convergentes hacia mí. En los neuróticos obsesivos es común el hecho de que el análisis libere fuertes afectos, y en los niños la liberación es más directa e incontrolable que en los adultos. Muy al comienzo del tratamiento hice comprender a Erna que no debía atacarme físicamente, pero que tenía libertad de descargar sus afectos de otro modo; acostumbraba así a romper sus juguetes o despedazarlos, a derribar las sillas, desparramar los almohadones, patear el sofá, volcar agua, ensuciar papel, ensuciar los muñecos o el lavatorio, injuriarme, etc., sin el menor impedimento de mi parte . Pero al mismo tiempo yo solía analizar su ira y lograba así disminuirla, esclareciéndola a veces por completo. En la técnica analítica hay tres maneras de manejar estos estallidos emocionales durante el tratamiento: 1) El niño tiene que dominar parte de sus afectos, pero se le debería exigir esto únicamente cuando la realidad lo exige; 2) Puede liberar estos afectos injuriando, o por los otros modos ya mencionados; 3) Estos afectos disminuyen y se aclaran por continuas interpretaciones, rehaciendo el camino desde la situación presente a la originaria. Claro que el tiempo empleado en estos métodos varía mucho. Por ejemplo, con Erna, desde el principio yo había tenido que idear el siguiente plan:
En una época acostumbraba a tener crisis de rabia cuando le decía que su hora había terminado, y entonces abría yo las dobles puertas de mi cuarto para que se refrenara, sabiendo que le era muy penoso que la persona que la venía a buscar viese cualquiera de estas explosiones. En este período, cuando Erna se iba, mí cuarto parecía un campo de batalla. Cuando el análisis estuvo más adelantado se satisfacía desparramando rápidamente todos los almohadones antes de irse, y algún tiempo después dejaba mi cuarto perfectamente tranquila. He aquí otro ejemplo, tomado del caso de Pedro (3 años y 9 meses), que en una época tuvo también fuertes crisis de rabia. En el último período de su análisis dijo espontáneamente señalando un juguete: "Me basta con pensar que he roto eso" .
Conviene señalar acá que la insistencia con que el analista debe subrayar el ejercicio del control parcial de las emociones por parte del niño, regla que naturalmente el niño no siempre puede respetar, de ningún modo debe ser considerada como medida pedagógica. Tal exigencia se funda en las necesidades de las situaciones reales que puede comprender el niño más pequeño.
Del mismo modo hay ocasiones en las que yo no ejecuto en su totalidad todas las acciones que me han sido atribuidas en el juego, sobre la base de que su realización completa seria muy difícil o muy desagradable para mí.
Sin embargo, en tales casos, sigo las ideas del niño hasta donde sea posible. Es muy importante que el analista traduzca el mínimum de emoción posible frente a las crisis emocionales del niño.
Utilizaré ahora los datos obtenidos en este caso para ilustrar los puntos de vista teóricos obtenidos desde entonces y que desarrollaré en la segunda parte de este volumen . Las doradas lámparas de la locomotora, que eran para Erna "tan lindas, rojas y ardientes" y que ella chupaba, representaban el pene de su padre (así como el "algo largo y dorado" que ayudaba al capitán a salir del agua) tanto como el pecho de su madre. El sentimiento de culpa que acompañaba al acto de chupar se hizo evidente porque cuando yo representaba el papel de niño, el chupar esa lámpara era, según ella, mi falta más grave. El sentimiento de culpa puede ser explicado porque para ella chupar era también morder y devorar el pecho de la madre y el pene del padre. Quiero referirme aquí a mi creencia de que el proceso del destete, junto con los deseos del niño de incorporar el pene del padre y sus sentimientos de envidia y odio frente a la madre, son los que ponen en movimiento el complejo de Edipo. En la base de esta envidia está la primera teoría sexual infantil de que la madre, al copular con el padre, incorpora el pene de éste y lo retiene dentro de si .
En el caso de Erna comprobé que esta envidia era el punto central de su neurosis. Las agresiones que al comenzar el análisis ella realizaba en su papel de "tercera persona" contra la casa ocupada sólo por un hombre y una mujer, resultaron ser la descripción de sus impulsos destructivos contra el cuerpo de la madre y el pene del padre, que ella imaginaba en el interior de la primera. Estos impulsos, estimulados por la envidia oral de la niña, se expresaban en el juego de hundir un barco (su madre) y separar del capitán (su padre) la "cosa larga y dorada" y su cabeza, que lo hacía flotar, es decir, lo castraba cuando copulaba con la madre. Los detalles de sus fantasías de agresión mostraban lo intenso de su ingenio sádico para atacar el cuerpo de su madre. Ella quería, por ejemplo, transformar los excrementos en combustibles y explosivos para destrozarla. Esto se representaba en el incendio y destrucción de la casa y en la "explosión" de los que estaban dentro. El cortar papel (haciendo "picadillo" y "ensalada de ojos") representaba la completa destrucción de su padre en el acto sexual. El deseo de Erna de morder mi nariz y reducirla a flecos, era no sólo un ataque directo contra mí, sino también simbolizaba una agresión contra el pene incorporado de su padre, como se pudo ver en el material producido en conexión con esto .
Que Erna atacó el cuerpo de su madre no sólo con el fin de tomar y destrozar el pene del padre, sino también las heces y niños, se evidenció en las luchas que cada variedad de pescado, sucesivamente, despertaba entre la vendedora de pescado (su madre) y yo como la niña, en las que empleaba todos los recursos. Imaginaba, además, como hemos visto, que yo después de haber observado cómo ella y el policía batían juntos monedas y pescado, trataría de tomar el pescado por cualquier medio. El ver a sus padres en el acto sexual despertó en ella el deseo de robar el pene de su padre o cualquier otra cosa del interior de su madre. Recordarán que la reacción de Erna frente a su deseo de robar y destrozar completamente el cuerpo de su madre se expresó en el miedo que tuvo, después de luchar con la vendedora de pescado, de que una ladrona le robase todo cuanto tenía dentro de sí. Es este miedo el que he descripto en el capítulo 11 como perteneciente a las primeras situaciones de peligro en la niña y que equivale a la ansiedad de castración del varón. Quiero mencionar aquí la relación entre esta temprana situación de ansiedad de Erna y su extraordinaria inhibición para aprender, conexión que he encontrado después en otros análisis . Ya he señalado que en Erna se produjo un cambio de inhibición sólo después del análisis de las capas más profundas de su sadismo y de su temprana situación edípica. Su deseo de saber, fuertemente desarrollado, estaba tan intensamente enlazado con su intenso sadismo, que la defensa frente a este último la llevó a una completa inhibición de un número de actividades basadas en su deseo de aprender. La aritmética y la escritura representaban en su inconsciente violentos ataques contra el cuerpo de la madre y el pene del padre . Ellos significaban destrozar, cortar y quemar el cuerpo de su madre junto con los niños que contenía y castrar al padre. La lectura, también, como consecuencia de la ecuación simbólica entre el cuerpo de su madre y los libros, llegó a significar una violenta extirpación de sustancias, niños, etc., del interior de su madre .
Finalmente, haré uso de este caso para tratar otro punto al que, a través de mis experiencias posteriores, le atribuyo validez general. Creo que no sólo el carácter de las fantasías de Erna y sus relaciones con la realidad, típicas de los casos en los que actúan fuertes rasgos paranoides, sino también las causas subyacentes de estos rasgos paranoides y la homosexualidad a ellos asociada, son factores fundamentales en la etiología de la paranoia en general. En la segunda parte de este libro (cap. 9) discutiré este tema ampliamente. Aquí sólo he querido señalar con brevedad el hecho de haber descubierto rasgos fuertemente paranoides en varios análisis de niños, llegando así a la convicción de que una de las más importantes y prometedoras tareas en el análisis de niños es poner al descubierto y aclarar rasgos psicóticos en la primera infancia.
fuente:http://psicopsi.com/UNA-NEUROSIS-OBSESIVA-EN-UNA-NINA-DE-6-ANOS-I

Las conductas obsesivo-compulsivas pueden manifestarse en cualquier edad


Las conductas obsesivo-compulsivas pueden manifestarse en cualquier edad
Trastornos
Las manías son costumbres y conductas que se repiten muy a menudo, y que ayudan al niño a controlar algunos acontecimientos externos. A medida que va creciendo estas rutinas algunas suelen seguir y reforzarse, y otras desaparecen ya que las manías que duran demasiado tiempo o que se refuerzan mucho pueden empezar a interferir en la vida diaria normal del niño, y convertirse en obsesiones. Las obsesiones son ideas o pensamientos repetitivos, inquietantes, desagradables y no deseados, que surgen reiteradamente y de forma incontrolable en la mente del niño, causándole un temor persistente y un alto grado de ansiedad.

Las conductas obsesivo-compulsivas pueden manifestarse en cualquier edad. Las más frecuentes en la infancia son:
- Lavado o preocupación por coger enfermedades
- Las conductas repetitivas para acostarse o vestirse
- A la hora de dormir necesitan que se le vuelvan a contar las historias y los cuentos ya conocidos, ya que esto los ayuden a estabilizar sus expectativas y la comprensión de su mundo.

Los niños en el colegio suelen desarrollar rituales en grupo cuando aprenden a jugar, a hacer deportes en equipo. Los niños más mayores y los adolescentes comienzan a coleccionar objetos y a desarrollar actividades favoritas. Son síntomas transitorios asociados al desarrollo, a la autoafirmación y a la constitución como sujeto.

Cuando el niño sufre de obsesiones y compulsiones
Se considera que los niños tienen un Trastorno cuando estas manías, obsesiones y compulsiones ocupan tanto tiempo al día, que les impiden el funcionamiento diario normal, e interrumpen de modo significativo sus actividades cotidianas. Cuando los niños no pueden hacerlo sufren una ansiedad desmedida, que ellos manifestarán en llantos, gritos, tirones de pelo, conducta agresiva con sí mismo o hacia los demás, etc.
En el Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) en niños predominan los comportamientos compulsivos frente a los pensamientos obsesivos.

Diagnóstico y tratamiento del trastorno obsesivo-compulsivo
El diagnóstico precoz de la enfermedad así como la aplicación de un tratamiento especial cuando se observan los primeros síntomas contribuye a aumentar la calidad de vida del niño y a prevenir que el trastorno se desarrolle a un estado más serio. Para poder realizar el diagnóstico es muy importante el apoyo y la implicación de los padres.
Para calmar la ansiedad provocada por el pensamiento obsesivo, se realiza la compulsión. Una compulsión es un comportamiento ritualizado que se lleva a cabo durante mucho más tiempo de lo normal, de forma repetitiva y sin interrupción.

El tratamiento del TOC más efectivo y recomendable sería combinar la terapia psicológica y medicamentos. El tratamiento psicológico incluye técnicas cognitivas y conductuales:

- Las técnicas cognitivas ayudan al niño a identificar y comprender sus miedos y a aprender nuevas formas de resolverlos o disminuirlos sin sentir la ansiedad que le provocaban y le llevaban a la compulsión como evitación;

- Las técnicas conductuales ayudan al niño y a sus familias a hacer contratos o poner pautas para limitar o cambiar comportamientos. Los medicamentos que se usan para tratar el TOC son inhibidores selectivos de la reabsorción de la serotonina que sirven para paliar los pensamientos obsesivos y por lo tanto mejorar las conductas compulsivas; y siempre deben ser indicados y tomados bajo supervisión del pediatra.

Los padres juegan un papel de apoyo vital en cualquier proceso de tratamiento apoyando al niño en todas las etapas del trastorno y de su tratamiento.

Este artículo nos ha sido enviado por Blanca Betes Tejero, psicóloga clínica de Psiceduca
http://www.guiainfantil.com/manias-obsesiones-infantiles-en-los-ninos.htm