¿Por qué es obsesivo por la limpieza?


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¿Por qué es obsesivo por la limpieza?

La culpa la tiene un gen. Hay personas que se lavan las manos hasta sangrar.
¿Piensa que su hijo adolescente pasa demasiado tiempo en el baño? Pues esto podría deberse a sus genes y esta manera de asearse podría realmente ser una conducta importante de sobrevivencia.
Científicos expresaron que habían hallado un grupo de genes que, cuando se desorganizan, hacen que los ratones se laman para asearse a tal punto que se quedan sin pelo.
Mario Capecchi, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Utah, que colaboró en el estudio, dijo que las personas tienen el mismo grupo de genes y también podrían presentar una conducta de aseo excesivo. En este caso, la realización de estudios más profundos podrían ayudar a explicar el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).
"Las personas con el trastorno obsesivo-compulsivo pueden pasar mucho tiempo lavándose las manos, hasta el punto de llegar a sangrar", dijo Capecchi en una entrevista telefónica.
Esa sólo es una manifestación del trastorno, que puede causar diversos tipos de conducta. Pero es lo suficientemente similar a lo que hacen los ratones. Capecchi cree que hay un vínculo. "En términos genéticos, somos similares en el 99%" a los ratones, dijo el genetista.
"Ahora lo que tenemos que hacer es ir a las poblaciones que padecen el trastorno obsesivo-compulsivo y comenzar a estudiar su ADN para ver si este gen en particular está afectado", añadió.
Los estudios con gemelos revelaron que el trastorno tiene una base genética, los mellizos idénticos tienen más probabilidades de desarrollarlo si su hermano gemelo lo padece, expresó Capecchi.
Su equipo examinó un grupo de genes, específicamente uno llamado Hoxb8. Estos genes son muy importantes en el desarrollo y son muy parecidos en todos los mamíferos. "Es un gen muy básico", dijo Capecchi.
"Es importante durante la primera parte de la vida. Participa en la formación de partes del cerebro, todos los huesos del cuerpo y los órganos", informó.
¿Cómo podría entonces influir sobre la conducta?
"Lo que estamos hallando es que los genes normalmente no tienen un solo papel. Tienen múltiples papeles", comentó Capecchi. "Este complejo integral puede estar muy presente en el adulto".
El científico dijo que tendría sentido que los mamíferos compartieran el gen del aseo. Hasta las moscas de la fruta se acicalan. "Con frecuencia lo subestimamos, pero en términos de sobrevivencia el aseo es realmente importante". (Reuters)

Tratamientos psicológicos eficaces para el trastorno obsesivo compulsivoMiguel Ángel Vallejo pareja


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El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es uno de los proble-mas de ansiedad más sobresalientes. Desde los tiempos más re-motos su florida sintomatología: la recurrencia de pensamientospercibidos como ajenos y las compulsiones ligadas al alivio delmalestar, han contribuido a caracterizarlo como el trastorno de an-siedad más grave. Esta gravedad obedece, principalmente, a sucomplejidad (a menudo se presenta asociado a otros cuadros clíni-cos, p.ej., la depresión) y a la tradicional dificultad que su trata-miento ha tenido.El DSM-IV caracteriza las obsesiones y las compulsiones y re-laciona estas últimas con el alivio del malestar generado por lasprimeras. Las obsesiones se definen como pensamientos, impulsoso imágenes recurrentes que se experimentan como ajenos, intrusose inapropiados y que causan ansiedad y malestar. Estos pensa-mientos, de mayor entidad que las preocupaciones más o menosexcesivas de la vida normal, son combatidos por el paciente,quien, aun reconociéndolos como propios, se ve incapaz de con-trolarlos. Las compulsiones vienen definidas como comporta-mientos o pensamientos de carácter repetitivo, incluso reglado, alos que se ve impelido el paciente en respuesta a la obsesión y, conla finalidad de reducir la ansiedad y el malestar generado por ésta.Aun cuando la compulsión no está ligada de forma realista o pro-porcionada a combatir la ansiedad o el malestar percibido.El TOC implica una pérdida de control, por parte del paciente,de sus pensamientos e incluso de sus conductas. Este hecho, ade-más, se vive de forma paradójica, en tanto que el paciente recono-ce como producto de sí mismo tales pensamientos y/o conductas.Ello lleva a ciertas complicaciones, como por ejemplo que el pa-ciente deje de reconocer lo excesivo de sus obsesiones o compul-siones, en suma, que tenga poca conciencia de la enfermedad (as-pecto éste sobre el que el DSM-IV llama explícitamente la aten-ción).La caracterización del TOC por el DSM-IV parte de los estu-dios de campo realizados en los que en el 90% de los casos se da-ban ambos componentes: obsesivo y compulsivo. Es más, cuandose consideran los rituales cognitivos, además de las conductas, co-mo parte de las compulsiones, sólo un 2% de pacientes dicen te-ner obsesiones sin compulsiones (Foa y cols., 1995). Por otro la-do, en lo que se refiere a la relación funcional explicitada por elDSM-IV entre obsesiones y compulsiones, sólo un 10% de los pa-cientes señalan que sus compulsiones no están relacionadas conlas obsesiones (Foa y cols., 1995). En consecuencia, el TOC se ca-racteriza por la presencia de los dos componentes señalados (ob-sesiones y compulsiones), relacionados funcionalmente, y, en unporcentaje mínimo, la existencia de obsesiones sin ningún tipo decompulsión, o la falta de relación funcional entre obsesiones ycompulsiones.La prevalencia del TOC es baja. Un 2,5% de la población adul-ta de los EE.UU. de Norteamérica (Karno y Golding, 1991). Esteporcentaje, a pesar de ser pequeño, es mucho mayor que el obte-nido en estudios anteriores (Myers y cols., 1984 y Robins y cols.,1984). La tasa de prevalencia señalada para los EE.UU. mantieneun porcentaje similar al de otros países (Canadá, Puerto Rico, Ale-Tratamientos psicológicos eficaces para el trastorno obsesivo compulsivoMiguel Ángel Vallejo ParejaUniversidad Nacional de Educación a DistanciaEl trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es uno de los trastornos de ansiedad de más difícil tratamien-to. Desde sus inicios el estudio empírico de la eficacia de los tratamientos para el TOC se ha centradoen los procedimientos de exposición. La exposición con prevención de respuesta (EPR) ha demostra-do ampliamente ser el tratamiento psicológico de elección para el TOC. Al igual que el tratamiento far-macológico han de ser considerados tratamientos bien establecidos. Las variaciones de la EPR, inclu-yendo la combinación con técnicas cognitivas y farmacológicas, no han demostrado aún su superiori-dad sobre la EPR. Finalmente, se consideran en términos de eficiencia la EPR y el tratamiento far-macológico y las perspectivas en la mejora de dicha eficiencia.Efficacious psychological treatments for Obsessive-Compulsive Disorder. Obsessive-Compulsive Di-sorder (OCD) is one of the most difficult anxiety disorders to treat. Since the begining, the empiricalefficacy studies of these disorders have been centered in the exposure procedure approach. The Res-ponse-Preventive Exposure (RPE) has consistently shown to be the first choice psychological treatmentfor OCD, and it must be accepted together with the pharmachological treatment as a well establishedstandard therapeutical options. Variations of RPE, including its combination with cognitive and phar-machological techniques has not shown any better results than RPE alone. Finally, EPR and pharma-chological treatment are considered in terms of their efficacy and the possibilities to increase it. Correspondencia: Miguel Ángel Vallejo ParejaFacultad de PsicologíaUniversidad Nacional de Educación a Distancia28040 Madrid (Spain)E-mail: mvallejo@psi.uned.esPsicothemaISSN 0214 - 9915 CODEN PSOTEG2001. Vol. 13, nº 3, pp. 419-427Copyright © 2001 Psicothema
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mania, Taiwan, Corea y Nueva Zelanda), tal y como queda reco-gido en el estudio de Weismann y cols. (1994). Por lo que respec-ta a su incidencia en niños y adolescentes, el porcentaje es similaral obtenido en la población adulta (Valleni-Basile y cols., 1994).Hay una incidencia diferencial por sexos. Tiene una mayor preva-lencia en las mujeres, la razón mujeres-hombres varía de 1,6 a 1,2,según los estudios realizados (Rasmussen y Tsunang, 1986; Kar-no y Golding, 1991). Este razón llega al 2 en el caso de niños yadolescentes (Hanna, 1995).El TOC se inicia de un modo gradual, sin un claro precipitan-te. No obstante, en algunos casos su aparición se ha visto asocia-da a determinados cambios, como es el caso de su ocurrencia post-parto (Neziroglu y cols., 1992). La edad media de inicio está entrelos 22 y 35 años, comenzado en el 65% de los casos antes de los25 años, y en muy pequeño porcentaje (15%) después de los 35(Weismann y cols., 1994 y Rasmussen y Eisen, 1990).Por último, destacar el grado de incapacitación que produce eltrastorno. Esta incapacidad es especialmente relevante en el ámbi-to de las relaciones sociales: familiares y laborales, en las que larecurrencia de los rituales compulsivos plantean dificultades seriasal comportamiento cotidiano, teniendo en cuenta la cronicidad ypersistencia del trastorno (Rasmussen y Eisen, 1989 y Emmel-kamp, de Hann y Hoogduin, 1990).Definición y valoración de los tratamientosEl ab o rdaje terapéutico del TOC ha sido tradicionalmente pro-blemático. Los tratamientos del pasado de corte psicodinámico nol ogra ron más que mínimas y tra n s i t o rias mejorías, por lo que elTOC adquirió una reputada fama de pro blema intrat able (Corye l l ,1981). Po s t e ri o rm e n t e, desde la Te rapia de Conducta, los acerc a-mientos iniciales fueron también pro blemáticos. En efecto, si biense produjo una mejora en el tratamiento del pro blema, ésta fue li-mitada. La aplicación de la detención del pensamiento y otros pro-cedimientos basados en el control de contingencias, sólo fueron úti-les en un reducido porcentaje de pacientes (menor del 50%) (Stern ,1978). La situación mejoró con la aplicación de las técnicas utili-zadas en otros tra s t o rnos de ansiedad, más concretamente con lasfobias. La aplicación de la desensibilización sistemática y otras téc-nicas como la intención paradójica centrada en la verbalización re-petida de los pensamientos obsesivos, facilitó el ab o rdaje del TO Caunque de fo rma poco signifi c at iva (Beech y Vaughan, 1978). ElTOC se resistía a la potencia demostrada por el tratamiento rey dela Te rapia de Conducta para los tra s t o rnos de ansiedad.El tratamiento del TOC tuvo un impulso significativo mediadala década de los 60 con la aplicación de los procedimientos de ex-posición con prevención de respuesta. Al trabajo pionero de Me-yer (1966) le seguirían muchos otros que terminarían por caracte-rizar este tratamiento como el de elección en el TOC. También enesta época se muestra la eficacia de los psicofármacos, la clomi-pramina (Fernández-Córdoba y López-Ibor Aliño, 1967), en loque será el desarrollo de la otra alternativa terapéutica actual alTOC.Las dificultades para el tratamiento del TOC han sido y son,como no puede ser de otra manera, muestra de los conocimientossobre los factores que explican la adquisición y el mantenimientodel problema. Lo cierto es que la teoría de los dos factores pro-puesta por Mowrer (1939 y 1960) parecía ajustarse como anillo aldedo a este trastorno. Así lo consideraron Dollar y Miller (1950) ydel mismo modo se ha constatado a lo largo de múltiples investi-gaciones (ver Steketee y Frost, 1998). En suma, unos determina-dos estímulos evocadores de ansiedad, que presumiblemente hansido condicionados por asociación entre un estímulo neutro y unestímulo aversivo, generan una respuesta emocional negativa de laque el paciente escapa a través de comportamientos o pensamien-tos (rituales) que producen una disminución momentánea de la an-siedad o del malestar presente. Esta explicación, si bien puede nosatisfacer completamente el modo en que se adquiere el TOC, aligual que otros trastornos de ansiedad, sí permite comprender deforma suficiente cómo se mantienen, aspecto éste decisivo para eltratamiento.No obstante, y a pesar de lo adecuado de la explicación basadaen la teoría de los dos factores se ha recalcado, en las pasadas dé-cadas, la importancia de los factores cognitivos en la adquisicióny el mantenimiento del problema. Al igual que en otros ámbitos deactividad de la Terapia de Conducta, el impacto que el trabajo deBeck (1976) tuvo sobre el papel de los factores cognitivos en lostrastornos emocionales, ejerció su influencia en el modo de enten-der y tratar el TOC. Así, hoy día, se destaca la importancia del pa-pel de los pensamientos, concretamente de cómo interpretan y va-loran los pacientes los pensamientos intrusivos y obsesivos (verRachman, 1998 y Salkovskis, 1999). En este ámbito las aportacio-nes de Salkovskis han sido las más relevantes (Salkovskis, 1985 y1989). Para Salkovskis (1985) los pensamientos intrusivos son unfenómeno normal y común para la mayoría de las personas. El90% de las personas reconocen tener ese tipo de pensamientos(Rachman y de Silva, 1978 y Salkovskis y Harrison, 1984). Sóloquienes interpretan inadecuada y catastróficamente estos pensa-mientos los transforman en obsesiones y pueden generar el TOC,tal y como se da en la clínica. La percepción de que las obsesionesinforman sobre un daño que se puede producir a él o a otros, haceque el paciente asuma la responsabilidad de remediarlo a través delos rituales compulsivos.La aportación cognitiva matiza, al menos aparentemente, tantolos factores relacionados con la adquisición como con el manteni-miento. En la génesis del trastorno, la consideración inicial delproblema como normal y el paso a lo patológico en función de lavaloración e interpretación de éste, supone un avance sobre el mo-delo de condicionamiento y una mejor explicación de cómo se ori-gina el trastorno. Esto supone, desde el punto de vista terapéutico,incidir sobre cómo evalúa e interpreta el paciente los pensamien-tos intrusivos. Por otro lado, y en lo que respecta al mantenimien-to del problema, se insiste en la responsabilidad, en la toma deconciencia del paciente para reducir el peligro existente. A esterespecto, la aportación es más que cuestionable. Por un lado, secritica que realmente exista un peligro como tal (O’Connor y Ro-billard, 1995) y que en todo caso si se quiere ir más alla (caso deque fuera necesario) del papel dado a las compulsiones desde laperspectiva conductual, se debería insistir en las creencias disfun-cionales relacionadas con el control del pensamiento, en suma encómo interpreta o siente (depresión) el paciente su incapacidad pa-ra controlar los pensamientos (Clark y Purdon, 1993).Hoy día los tratamientos del TOC que han demostrado de for-ma controlada su eficacia son: el tratamiento de exposición conprevención de respuesta y el tratamiento psicofarmacológico.Además, diversas variedades sobre ellos, incluyen, principalmen-te, el tratamiento cognitivo, modalidades de aplicación (exposi-ción imaginaria, tratamiento de grupo, familiar, etc.), y los trata-mientos combinados. A continuación se revisará la evidencia ex-perimental disponible sobre la eficacia de dichos tratamientos.MIGUEL ÁNGEL VALLEJO PAREJA420
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Tratamiento de exposición con prevención de respuesta (EPR)Como ya se ha señalado, es ampliamente aceptada, en at e n c i ó nal resultado de múltiples inve s t i gaciones desde los años 60, la efi-cacia del tratamiento de EPR. Los dive rsos trabajos publicados hansido revisados en dive rsas ocasiones utilizando la metodología delmeta-análisis. De entre los meta-análisis realizados que reúnen losrequisitos metodológicos de control adecuados (Marks, Hodgson yR a chman, 1975, Roper, Rachman y Marks, 1975 y Marks y cols.,1980) cabe señalar que la EPR es efe c t iva en el tratamiento delTOC, llegando incluso a seguimientos de 3 años, e insistiendo ensu especial utilidad para el tratamiento de los rituales compulsivo s .La amplia evidencia a favor de la EPR no es homogénea. Enprimer lugar, porque en los más de 30 estudios controlados sobreel tema, las variaciones de los trabajos, que afectan tanto al núme-ro de sesiones aplicadas como a los períodos de seguimiento, im-plican, necesariamente, diferencias en los resultados. Aun así, lautilidad de la EPR en la mejora del problema se sitúa entre el 40-75% (Steketee y Shapiro, 1993).Un reciente trabajo, bien controlado, realizado por Franklin ycols. (2000) ha puesto de manifiesto no sólo la utilidad de la EPRen el tratamiento del TOC, sino que dicha eficacia es similar cuan-do los sujetos reciben el tratamiento en un contexto clínico; estoes, cuando no hay un ensayo clínico que obliga a una asignaciónal azar a las condiciones experimentales, que cuando los sujetosson asignados al azar al tratamiento. El trabajo realizado con 110pacientes en un centro clínico universitario argumenta a favor delos resultados obtenidos en los ensayos experimentales con asig-nación al azar de las condiciones experimentales, haciendo ver quelas posibles expectativas negativas del paciente de no saber si estárecibiendo el mejor tratamiento, no afectarían a la eficacia de laEPR.La comparación de la EPR con otros tratamientos, en estudioscontrolados con asignación aleatoria a las condiciones experimen-tales, señala que es más eficaz que el entrenamiento en control dela ansiedad (Lindsay, Crino y Andrews, 1997), la relajación (Fals-Stewart, Marks y Schafer, 1993) o placebos farmacológicos (Ko-zack, Liebowitz y Foa, 2000).Aceptada la eficacia de la EPR, los trabajos realizados han idodirigidos a comparar dicha eficacia con otros tratamientos, a ana-lizar separadamente los componentes de la EPR, o a estudiar la efi-cacia de distintas modalidades de ésta. Con ello, no sólo se alcan-za un mejor conocimiento de cómo opera el tratamiento estudiado,sino que además se añaden datos sobre su efectividad.Componentes de la EPRFoa y Goldstein (1978) estudiaron la exposición y la preven-ción de respuesta aplicada de forma concurrente en una muestra de21 pacientes. Los resultados mostraron una mejora del 86% en losrituales y del 57% en las obsesiones, ofreciendo no sólo datos so-bre la eficacia de la EPR, sino también de la existencia de dosefectos, en cierto modo diferenciados, y en el que la EPR actuaría,preferentemente, sobre el componente compulsivo.Un estudio posterior de Foa y cols. (1984) avanzó en el estudiode los componentes al comparar de forma independiente tres gru-pos: exposición, prevención de respuesta y EPR. El estudio que in-cluyó una asignación equiparando a los sujetos por la variables re-levantes (sexo, nivel de depresión, etc.) mostró que la condiciónmás efectiva fue la que incluía la exposición y la prevención derespuesta; esto es, la EPR, y aunque los componentes aplicadosaisladamente producían una mejora de la sintomatología (del 25 al29%), ésta no alcanzaba a la procurada por el tratamiento comple-to (63%).Variaciones de la EPRAdemás deap o rtar evidencia empírica acerca de lare l evanciadelos dos componentes esenciales de la EPR, es preciso contra s t a rtambién los elementos esenciales de la técnica a ap l i c a r, lo que hasido realizado en dive rsos aspectos que se re c ogen a continu a c i ó n .La utilización de exposición en la imaginación ha sido estudia-da en su capacidad para potenciar la EPR. Diversos estudios con-trolados han estudiado este punto. Hay que resaltar, en primer lu-gar, que en ningún momento se cuestiona que la exposición a lasobsesiones debe ser real, lo que constituye el elemento esencial enla eficacia de la técnica (Rabavilas, Boulougouris y Stefanis,1976). Añadir la exposición en la imaginación parece tener unefecto nulo (de Araujo, Ito, Marks y Deale, 1995), si bien hayconstancia de que puede tener un efecto beneficioso. En efecto,Foa y Goldstein (1978) encontraron que la exposición en la ima-ginación mejoraba la EPR en el período de seguimiento (períodomedio de 11 meses). Esta mejoría a largo plazo parece tener quever con aquellos pacientes que temen, en especial, las consecuen-cias de sus obsesiones (Foa, Steketee y Grayson, 1985).El papel de la EPR controlada por el terapeuta, frente a aplica-ciones en las que éste y su entorno familiar tienen una mayor rele-vancia, ha sido objeto de estudio. La auto-exposición se ha mos-trado eficaz, aun cuando el paciente no siga de forma tan sistemá-tica el procedimiento, como cuando éste es llevado a cabo por elterapeuta (Boersma, Den Hengst y Emmelkamp, 1976). La siste-mática en la aplicación, a menudo pautada y guiada en las «tareaspara casa» facilitadas al paciente es más importante que la merapresencia del terapeuta (Kirk, 1983).La participación de la familiares del paciente en el tratamientotambién ha sido investigada. Esta participación ha buscado, comoel caso del tratamiento mediante exposición del trastorno de páni-co, ayudar al paciente emocionalmente e integrar a la familia en unproblema que también ellos padecen. El planteamiento supone unacercamiento psicoeducativo que implica a los miembros signifi-cativos del paciente (Marks, Hodgson y Rachman, 1975 y Calvo-coressie y cols., 1995). La utilidad del apoyo familiar ha sido abor-dado en distintos estudios. En un primer estudio (Emmelkamp, deHaan y Hoogduin, 1990) no se encontraron diferencias significati-vas entre pacientes asignados aleatoriamente a un tratamiento EPRsolos o en compañía de su pareja. Fue un estudio metodológica-mente adecuado, si bien el número de sesiones de tratamiento (8en total) fueron menores a lo usual en otros estudios. Esta cues-tión, a pesar de que naturalmente afectó a ambos grupos experi-mentales, pudo dificultar la aparición de diferencias entre los gru-pos. De hecho, estudios posteriores sí han encontrado diferencias,a favor de la implicación familiar. Mehta (1990), en un estudio re-alizado en la India, encontró diferencias significativas en reduc-ción de sintomatología en aquellos pacientes que participaron jun-to con sus familias en el tratamiento, frente a quienes fueron trata-dos solos. Esta mejora que se produjo en el postratamiento crecióaún más durante el seguimiento.La aplicación de la EPR en grupo constituye un intento por op-timizar el uso de los recursos clínicos. Sólo se ha realizado hastael momento un estudio controlado que compare el formato grupalTRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS EFICACES PARA EL TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO421
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frente al individual. Fals-Stewart, Marks y Schafer (1993) compa-raron el formato individual y grupal, junto con la relajación (con-siderada como condición de control). Los resultados del trabajomostraron que la EPR individual y la grupal fueron igualmente efi-caces, en comparación con la relajación. Si bien, el estudio deFals-Stewart, Marks y Schafer (1993) cumplió múltiples requisitosmetodológicos, la selección de los sujetos que excluyó sujetos conpuntuaciones superiores a 22 en el BDI, entre otros aspectos, ca-racteriza a la muestra como atípica, con respecto a las caracterís-ticas de los pacientes del TOC y a las, en general, aplicables a lamayoría de las investigaciones realizadas.El número de sesiones de tratamiento y, en menor medida, suduración, constituyen una importante característica en la aplica-ción de la EPR. Cabe señalar que, en general, ha habido una ten-dencia con el paso del tiempo a reducir el número de sesiones. Delos estudios revisados en este trabajo cabe señalar el rango de 10-20 sesiones como criterio que engloba la mayoría de los estudios.10 sesiones son demasiado pocas, en general, puesto que la mayo-ría de los pacientes requieren un promedio de 15 (Emmelkamp,van der Helm, van Zanten y Plochg, 1980; Foa y Goldstein, 1978y Stekette y Foa, 1985). El aumento de las sesiones más allá de las15 señaladas no supone una mejoría significativa. Rachman y cols.(1979) comprobaron que duplicar el número de sesiones suponíauna mejoría en el tratamiento, no obstante dicha mejoría no erasignificativa. La duración de las sesiones se sitúa entre 1 y 2 horas.En general, las sesiones con un tiempo inferior a 1 hora no facili-tan el proceso de exposición, por lo que se prefieren sesiones lar-gas a cortas (Rabavilas, Boulougouris y Stefanis, 1976).Tratamiento cognitivoNo puede hablarse estrictamente de un tratamiento cognitivodel TOC, sino de aportaciones cognitivas dentro de la EPR. Así sehan aplicado técnicas como el entrenamiento en autoinstrucciones,la terapia racional emotiva o la terapia cognitiva de Beck. Por otrolado, la hegemonía de la EPR ha hecho, con buen criterio, que lainvestigación se plantee en términos de qué puede aportar el enfo-que cognitivo a la EPR. Este esfuerzo ha de matizarse, además, sise considera que la EPR ya ejerce cambios cognitivos, aunque nose produzcan de modo directo. Una forma elegante de mostrarloses la ofrecida por Foa y Steketee (1979), quienes señalan que qui-zá la EPR no corrija los déficits cognitivos del paciente, sino quesimplemente reclasifique las obsesiones o las preocupaciones co-mo no amenazantes.El primer estudio dirigido a evaluar la aportación cognitiva fuerealizado por Emmelkamp, van der Helm, van Zanten y Plochg(1980) y en él se comparó la utilidad de añadir el entrenamiento enautoinstrucciones a la EPR. Los resultados mostraron más venta-josa la EPR sola que acompañada por el entrenamiento autoins-truccional. En un segundo intento, Emmelkamp, Visser y Hoeks-tra (1988) compararon la ERP con la terapia racional emotiva. Losresultados obtenidos en reducción de la sintomatología obsesivo-compulsiva fueron semejantes para los dos grupos. No obstante,algunas de las condiciones aplicadas al grupo de EPR, tales comouna ajustada duración de la exposición (1 hora) y del tratamiento(10 sesiones), una muy graduada exposición y una escasa progra-mación de las tareas de autoexposición, hizo que el tipo de EPRestudiada fuera en distintos factores distinta a la aplicada en otrostrabajos con mejores resultados (ver Foa, Kozak, Steketee y Mc-Carthy, 1992).Emmelkamp y Beens (1991) utilizaron otro diseño para evaluarla utilidad de la terapia racional emotiva (TRE). En un grupo seaplicó TRE durante 6 sesiones y tras éstas, otras 6 sesiones de untratamiento combinado de TRE y EPR, en el otro grupo a aplica-ron 12 sesiones de EPR. Se realizó una comparación entre los gru-pos después de las 6 sesiones iniciales, tras las cuales había 4 se-manas sin tratamiento. Los resultados mostraron una eficacia si-milar de la TRE y de la TRE-EPR, tanto a las 6 semanas de trata-miento como a la finalización completa de éste. La conclusión delos autores es que la TRE es, al igual que la EPR, efectiva en el tra-tamiento del TOC. No obstante, hay dos factores que permitencuestionar esa conclusión. El primero, tal y como se comentó en elestudio de 1980 (Emmelkamp, van der Helm, van Zanten yPlochg, 1980), las características del tratamiento EPR aplicado nose ajusta a los estándares de esta intervención; y en segundo lugar,el argumento fundamental de igualdad entre tratamientos en lacomparación tras las primeras 6 sesiones, queda debilitado al com-parar tratamientos truncados, tanto en la RET como en la EPR.Se ha tratado, también, de determinar la eficacia de la terapiacognitiva de Beck en el abordaje del TOC. El estudio realizado porvan Oppen y cols. (1995) comparó la terapia cognitiva, adaptadaal tipo de distorsiones cognitivas presentes en el TOC (Salkovskis,1985), con la EPR. De forma parecida a la del estudio de Emmel-kamp y Beens (1991) durante las seis primeras sesiones se mani-pularon los grupos experimentales. En el grupo de terapia cogniti-va no se incluyeron experimentos conductuales y en el de EPR seeludió hablar sobre las consecuencias catastróficas de las obsesio-nes. Los resultados del trabajo mostraron que la terapia cognitivay la EPR fueron igualmente eficaces en la disminución de la sinto-matología obsesivo-compulsiva. El estudio fue metodológicamen-te adecuado, sin embargo, al igual que en los trabajos anteriores,el tratamiento EPR propuesto no se ajustó a los parámetros ade-cuados que garantizaran su plena eficacia. Por ejemplo, aunque serealizaron 16 sesiones de exposición, éstas tuvieron una duraciónde sólo 45 minutos. El estudio es cuestionado debido a la pobrezade los resultados de la EPR frente a los obtenidos en otras investi-gaciones (Steketee y Frost, 1998).Finalmente, Ladouceur y cols. (1995) utilizaron un tratamientocombinado de EPR y terapia cognitiva para el tratamiento de lasobsesiones y rumiaciones. Los resultados del estudio comprobaronla eficacia del tratamiento combinado, frente a una condición delista de espera. No obstante, dadas las características del diseño, sehace imposible deslindar los efectos de la terapia cognitiva.Tratamiento psicofarmacológicoLos psicofármacos han sido profusamente utilizados en el tra-tamiento del TOC. Durante un largo período, de los años 60 a los90, el fármaco usado ha sido la clomipramina (Anafranil), un an-tidepresivo tricíclico al que tradicionalmente se relacionó su efica-cia con la reducción de la sintomatología depresiva (Marks y cols.,1980). Al finalizar la década de los 80 aparecen un conjunto denuevos fármacos, los inhibidores selectivos de la recaptación de laserotonina (ISRS), que, sustentados en el papel que la serotoninaparece jugar en el TOC (Barr, Goodman y Price, 1992), han su-puesto un paso importante en el tratamiento farmacológico de es-te trastorno. La eficacia de los ISRS no parece ligada a la existen-cia de sintomatología depresiva, y además tienen menos efectossecundarios que la clomipramina (Rasmussen, Eisen y Pato, 1993,Freeman y cols., 1994).MIGUEL ÁNGEL VALLEJO PAREJA422
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La clomipramina ha demostrado su eficacia en la reducción dela sintomatología obsesivo-compulsiva en diversos trabajos (Tho-ren y cols., 1980, Ananth y cols., 1981, Mavissakalian y cols.,1985, Volavka, Neziroglu y Yaryura-Tobias, 1985, Lei, 1986,Marks y cols., 1988, Greist y cols., 1990, Clomipramine Collabo-rative Group, 1991 y Zhao, 1991), en comparación con un place-bo y con otros tricíclicos, como la nortriptilina, amitriptilina e imi-pramina. Se trata de estudios controlados, si bien en algunos casoshan sido publicados en revistas que no cumplen todos los estánda-res científicos. También los ISRS, principalmente la sertralina, flu-voxamina y fluoxetina, se han mostrado eficaces en comparacióncon un placebo (Greist y cols., 1995a, Jenike y cols., 1990 y To-llefson y cols., 1994). Estos datos son ampliamente corroboradospor el meta-análisis de Greist y cols. (1995b).La comparación de la eficacia de la clomipramina y los ISRSno ha mostrado diferencias significativas. Los estudios muestranunos resultados similares (Den Boer y cols., 1987, Pigott y cols.,1990, Freeman y cols., 1994). En este sentido, el meta-análisis deGreist y cols. (1995b) no sólo recoge esta ausencia general de di-ferencias, sino que en determinados aspectos la clomipramina essuperior a los ISRS, concretamente el porcentaje de abandonos pa-ra los ISRS fue del 23 al 27% y del 12,5% para la clomipramina.Este dato resulta sorprendente, habida cuenta, como se ha señala-do, del mayor número de efectos secundarios de la clomipramina,debidos a su acción anticolinérica (disfunciones sexuales, cefalease insomnio, principalmente), que de los ISRS. De acuerdo con Je-nike y cols. (1991), un 3% de ausencia de efectos en la clomipra-mina, frente a un 43% en la flouxetina.Con independencia de la eficacia contrastada de la clomipra-mina y los ISRS, en comparación con el placebo, el beneficio clí-nico obtenido es limitado. Porcentualmente, supone de un 20 a un40% de mejoría de la sintomatología, que alcanzaría al 40-60% delos pacientes (Greist y cols., 1995b). En suma, ni el número depersonas que mejoran ni la magnitud de la mejoría es espectacu-lar. Es por ello que se buscan otras opciones psicofarmacológicaspara resolver esas deficiencias. Se trata de potenciar la eficacia dela clomipramina y los ISRS asociándolos a otros fármacos comoel litio, el haloperidol, la buspirona, o el clonazepam. No obstan-te, los resultados obtenidos de la asociación de estos fármacos sonpoco esperanzadores, a excepción del clonazepam (Rauch y Je-nikke, 1994).Comparación y combinación del tratamiento psicológico (EPR) ydel psicofarmacológicoComo ha quedado re c ogido hasta aquí tanto el tratamiento deEPR como el psicofa rm a c o l ó gico son efe c t ivos en la reducción dela sintomat o l ogía obsesivo - c o m p u l s iva. Interesa, en consecuen-cia, conocer cuál de ellos es más efe c t ivo y si la combinación deambos es más efe c t iva que cada uno de ellos considerados por se-p a ra d o .Son pocos los estudios realizados que permitan comparar, deformar adecuada, las cuestiones planteadas. El primer trabajo rea-lizado, en este sentido, fue el del Marks y cols. (1980). Se trata deun estudio con un diseño complejo que incluye un grupo de me-diación con clomipramina y un grupo placebo a los que posterior-mente se añadirá la EPR o el entrenamiento en relajación. Laclomipramina produjo una mejora en la sintomatología depresiva,sólo en aquellos pacientes que presentaban esa sintomatología. Porotro lado, la EPR produjo una considerable reducción de la sinto-matología obsesivo-compulsiva, pero no produjo una mejoría en elestado de ánimo. El diseño, por otro lado, no facilitaba una com-paración inequívoca, en el mismo período de tiempo, del trata-miento psicofarmacológico y la EPR, por lo que no permite res-ponder de la comparación de ambos tratamientos. Un estudio pos-terior fue realizado también por Marks y cols. (1988), en él y a pe-sar de contar, al igual que en el estudio anterior, con un complejodiseño que dificulta las comparaciones, se puede concluir que laEPR es más efectiva que la clomipramina. Por lo que respecta altratamiento combinado, la adición del fármaco potencia inicial-mente la EPR, si bien esa potenciación desaparece rápidamente yno se observa en el seguimiento. Otra ventaja del tratamiento com-binado es que posibilita que la mejora llegue a más individuos, entorno a un 20-25% más, aunque no aumenta la mejoría sintomáti-ca en los pacientes.Un estudio con un diseño que permite unas más claras compa-raciones es el realizado por Cottraux y cols. (1990). En él los trestratamientos comparados: fluvoxamina, fluvoxamina + EPR, yplacebo + EPR, produjeron una mejoría similar. Sólo el grupo defluvoxamina + EPR obtuvo una ligera ventaja sobre los dos res-tantes. Esta ventaja casi desaparece en el seguimiento a los 6 me-ses y es mínima al cabo de 1 año.No se han realizado más estudios en la actualidad que permitandeterminar la eficacia diferencial y combinada del EPR y el trata-miento psicofarmacológico. El meta-análisis de van Balkom ycols. (1994) concluye que la EPR, sola o en combinación con losISRS, es más eficaz que los fármacos ISRS solos.Predictores de la eficacia terapéuticaEl estudio de los factores relacionados con la eficacia del trata-miento ha sido relativamente amplio en el caso de la EPR y esca-so en el tratamiento psicofarmacológico (ver Rauch y Jenike, 1998y Zohar y cols., 2000).En relación con la EPR puede decirse que, en general, se hamantenido la creencia de que la presencia de psicopatología aso-ciada al TOC constituiría un factor de reducción de la eficacia dela EPR. Los resultados de las investigaciones sobre el particular nopermiten confirmar dicha creencia, aunque tampoco desmentirla.En el caso de la depresión, si bien hay estudios que indican quepredice una menor eficacia de la EPR, especialmente cuando es se-vera (Abramowitz y cols., 2000), en otros trabajos no se ha en-contrado esta relación (ver Steketee y Shapiro, 1995). Por otro la-do, la concurrencia de trastornos de personalidad sí contribuye adisminuir la eficacia tanto de la EPR como de los fármacos ISRS(Jenike, Baer y Carey, 1986, Minichiello, Baer y Jenike, 1987, Au-Buchon y Malatesta, 1994, Baer y cols., 1992, Fals-Stewart y Lu-cente, 1993 y Ravizza y cols., 1995), aun cuando hay algún estu-dio en que no se constata este efecto (Mavissakalian y cols., 1990).Otras variables objeto de interés son el grado de motivación altratamiento, especialmente importante en la EPR, o las expectati-vas en la eficacia o resultados del tratamiento. A pesar de la reco-nocida importancia clínica de estos factores, apenas han sido estu-diados. En general, parece apoyarse la hipótesis de que el grado demotivación, así como unas buenas expectativas en el resultado deltratamiento es efectivo (Foa y cols., 1983, Hoogduin y Duivenvo-orden, 1988, Cottraux y cols., 1993 y Keijsers, Hoogduin y Scha-ap, 1994), aun cuando la existencia de evidencia contraria (Lax,Basoglu y Marks, 1992) y, sobre todo, la falta de más estudios,aconseja no concluir sobre el particular.TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS EFICACES PARA EL TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO423
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Conclusiones y perspectivasAntes de iniciar el comentario sobre la revisión realizada espreciso concluir que la categoría de Tratamiento Bien Establecidopara el TOC incluye, al menos por el momento, solamente a laEPR, como tratamiento psicológico. También debe incluirse en es-ta categoría el tratamiento farmacológico con inhibidores de la re-captación de la setoronina, tanto de la clomipramina como de losinhibidores selectivos: flouxetina, fluvoxamina y sertralina.Dentro de la categoría de Tratamiento Probablemente Eficazdeben señalarse algunos aspectos, principalmente variaciones ycombinación de tratamientos, de los señalados en el apartado an-terior. Concretamente, la utilidad de asociar el tratamiento o tera-pia cognitiva a la EPR, o la también asociación de la EPR con eltratamiento farmacológico.En consecuencia, cabe señalar que el tratamiento psicológicode elección más eficaz es la EPR. Este tratamiento no sólo ha sidoampliamente estudiado de forma genérica, sino que han sido eva-luados empíricamente sus principales componentes, así como suestructura: número de sesiones, duración de éstas, manuales de tra-tamiento, etc. En estas condiciones, constituye un punto de re-ferencia seguro en el tratamiento e investigación del TOC. Es poresto que el «empuje» cognitivo: la importancia que técnicas o te-rapias cognitivas puedan tener en el tratamiento del problema, porextensión a lo ocurrido en el tratamiento de otros problemas de an-siedad, haya sido menor. No hay, por el momento, justificaciónempírica para modificar la EPR en términos cognitivos. Steketee yFrost (1998) señalan, se supone que producto del general conoci-miento o del saber clínico, que los tratamientos cognitivos dirigi-dos a corregir las distorsiones cognitivas de los pacientes tienenunos efectos positivos, con o sin la EPR. Sin embargo, se recono-ce que no hay datos que justifiquen ese particular, aunque de mo-do «informal» muchos clínicos hablen con los pacientes sobre suscreencias cuando éstas emergen durante las sesiones de exposición(pp. 384-385). Llama la atención, en este sentido, la extraordina-ria potencia de la EPR, recordando el reciente trabajo ya comenta-do de Franklin y cols. (2000), en el que se observa cómo la EPRes efectiva aun cuando la persona pueda suponer verazmente queestá recibiendo un tratamiento menos efectivo, placebo o experi-mental, o puesto en pasiva: la EPR no mejora por ser consideradapor el paciente como el mejor y más deseable tratamiento.La eficacia de la EPR queda constada, sin embargo ésta es li-mitada. Superar esa limitación tal vez requiera no sólo conseguirun más adecuado tratamiento, sino una mejor adaptación de éste alas características personales del paciente. Contar con un buen tra-tamiento constituye una excelente condición para determinar quévariables pronostican su eficacia y cómo ajustar éste a dichas va-riables. Otro aspecto a considerar es la permanencia a largo plazode la remisión de la sintomatología. Ciertamente, muchos de lostrabajos realizados cuentan con períodos que llegan, incluso, a los6 años de seguimiento. Estos prolongados seguimientos permitenver cómo las diferencias entre los grupos tienden a disminuir y adesaparecer en el tiempo. Es por ello que Abramowitz (1998) seplanteó un estudio meta-analítico para contestar a la pregunta de sila EPR curaba el TOC. Esto es, no sólo si persistían en el tiempolas mejoras, sino si los pacientes se mantenían tan asintomáticoscomo la población general. Los resultados fueron que tras el trata-miento sí eran similares a la población, pero 5 meses más allá yase presentaban diferencias en la sintomatología. Cabe pensar quetal vez esto no deba tener mayor importancia, siempre que no in-terfiera negativamente en la vida del paciente; sin embargo esteefecto es inaceptable, por lo que ha de investigarse, prolongandolos períodos de seguimiento sobre cómo mantener, en su sentidomás amplio, las ganancias terapéuticas.El tratamiento psicofarmacológico: clomipramina y los ISRSes también eficaz, aunque en menor medida que la EPR. Esta in-ferioridad es debida a dos factores: la menor reducción de la sinto-matología obsesivo-compulsiva y la presencia de efectos secunda-rios, especialmente en el caso de la clomipramina. Un aspecto quefacilitaría entender cómo operan estos fármacos en el control delproblema sería saber sobre qué componentes del TOC actúan. Losdatos son claros y fiables al reiterar cómo la clomipramina mejorael estado de ánimo, lo que no hace la EPR, pero qué influencia tie-ne esto sobre el tratamiento global del problema. Foa y cols.(1992) han trabajado sobre este aspecto, constatando que la imi-pramina reduce la depresión en los pacientes deprimidos, pero noreduce la sintomatología obsesivo-compulsiva ni en los pacientesdeprimidos ni en los no deprimidos. ¿Cómo actúan entonces losantidepresivos sobre el TOC? Será preciso aclarar estos aspectospara utilizar más adecuadamente la potencia terapéutica de dichosfármacos. Tal vez un ámbito prometedor en ese sentido, aunqueaún no ha ofrecido resultados positivos, es el abordaje neuropsico-lógico que trata de integrar los aspectos cognitivos, especialmenterelacionados con la memoria, neuroquímicos y conductuales (Ta-llis, Pratt y Famani, 1999, Bolton y cols., 2000).Contar con un buen tratamiento psicológico y con un trata-miento psicofarmacológico adecuado es un buen punto de partidapara la práctica clínica y la investigación. Además, en este caso ya diferencia de otros trastornos de ansiedad, no parece darse unacontraindicación de ambos tratamientos, sino al contrario puedencooperar e incluso potenciarse (Silvestre y Aronowitz, 1997). Enla actualidad, como se ha señalado, no hay suficientes datos parapermitir delinear las normas básicas de esa cooperación, sin em-bargo, éste ha de ser uno de los ámbitos de desarrollo futuro deltratamiento del TOC, sobre todo si se hace, como también ya se hacomentado, integrando las características y variables personalesdel paciente en la ya mayor posibilidad de opciones terapéuticas.Un aspecto de especial relevancia es el relacionado con laeficiencia de los tratamientos. En este ámbito, la ventaja inmedia-ta del tratamiento farmacológico es evidente, habida cuenta de losmenores recursos que consume. Ciertamente la ERP es menos ac-cesible para la mayoría de los pacientes o tiene un coste económi-co (práctica privada) en clara desventaja con el uso de fármacos(Cottraux, 2000). La efectividad, en principio, también pareceríafavorecer al tratamiento farmacológico. Los efectos secundariosde los ISRS son prácticamente inexistentes (no así de la clomipra-mina), frente a las dificultades que para el paciente puede implicarel tener que seguir el programa de exposición. Resumiendo, el fár-maco consume menos energías y recursos del paciente, del tera-peuta y del sistema sanitario en términos económicos. Éste es, sinduda, el motivo por el que la EPR no se haya generalizado masi-vamente. Queda aún por cuantificar en qué medida esa ventaja enla eficiencia de lo farmacológico no alcanza, compensa o superalas ventajas sobre el control de la sintomatología obsesivo-com-pulsiva de la EPR.Frente a esta desventaja de partida del tratamiento psicológico,en términos de eficiencia, cabe la de reducir y/o simplificar éste.La posibilidad de reducir el número o la duración de las sesionesde exposición queda, hoy por hoy, descartada. Los trabajos, comose ha señalado en la revisión, que han tratado de reducir estos pa-MIGUEL ÁNGEL VALLEJO PAREJA424
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rámetros han mermado la eficacia de la EPR. En este sentido, ca-be destacar que en atención a los resultados de las investigacionesla EPR puede ser, en gran medida y en sus elementos básicos, pro-tocolizada dejando un pequeño margen de adaptación a las carac-terísticas personales del paciente, problema y terapeuta. La alter-nativa para mejorar la eficiencia pasa por estudiar la auto-aplica-ción de la EPR, reduciendo al mínimo la necesidad del terapeuta

Por: Dr. Enrique Sánchez, Psicoanalista Clínico.


Por: Dr. Enrique Sánchez, Psicoanalista Clínico.

http://carlosdragonne.com/2009/02/07/salud-%C2%BFobsesivo-compulsivo/


en esta ocasión quiero hablar de una patología que “todo el mundo conoce”, del que todos hacen referencia pero de la que en realidad se sabe poco. Me refiero a la Neurosis Obsesiva. Esta patología está en los labios de todos. Incluso, está de moda que cualquiera que sea muy ordenado y limpio sea llamado “obsesivo”, y no sobran aquellos que, aquejados por una fuerte psicosis o un trastorno grave, van por la vida pensando que tienen TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo, según su nomenclatura psiquiátrica).

El problema de esta patología (como la mayoría de los padecimientos psíquicos), es que la gente cree conocerlos, dominarlos, entenderlos. Nada más equivocado. Los profesionales aparecen en la radio dando un par de características de la neurosis obsesiva y ahí están miles de personas buscándolo en Internet, encontrando las descripciones teóricas del TOC y utilizando sus pesquisas para ir por la vida afirmando que tienen TOC. “Tengo TOC, tengo TOC”, dicen como si fuera algo que presumir. Lo curioso es que de todos estos que usan el “tengo TOC” como una manera de defender sus deficiencias psicológicas, rara vez sufren de este padecimiento, sino de uno mucho más grave.

Porque, antes de iniciar, tengo que dejar algo muy claro. Ninguna patología se presenta pura; un obsesivo tiene siempre características y comportamientos de otras patologías. Por ello no es común ver personas sanas con comportamientos o contenidos psicóticos, o psicóticos con comportamientos obsesivos (no sobra decir que la psicosis es una enfermedad mucho más grave que la neurosis obsesiva).

Pero bueno, después de tanta introducción, voy a ello. Empecemos por el principio, la neurosis obsesiva se gesta desde los primeros años de vida. Se basa en el aprendizaje inconsciente del niño de que su madre es una mujer obsesionada por la limpieza, el comportamiento y las reglas, junto a un padre exigente. Ambos se inclinan constantemente por evitar que el niño cometa actos impulsivos… el orden por sobre todas las cosas. No seguir las reglas se convierte para el niño en un temor profundo, temor ante el castigo que los padres puedan imponerle por no someterse.

Por eso las personas obsesivas tienen una auto-exigencia brutal y se persiguen todo el tiempo para lograr la perfección. Poco menos que la perfección los hace sentirse culpables, subvalorados, merecedores de castigo. Obviamente este castigo y esta persecución vienen de dentro de la misma persona, su propio sistema psíquico crea estos castigadores internos, estos “padres” psicológicos que lo observan constantemente, buscando a toda hora el cumplimiento de las reglas.

“¿O sea que si no robo por un conflicto de consciencia eso son los padres psicológicos?”, podrían preguntarme y mi respuesta sería Sí. La diferencia es que no es lo mismo un padre psicológico que te dice que no robes a un padre psicológico que te pide que no dejes arrugas en tu cama al tenderla, o que engrapes las hojas a la misma altura, o que entregues un trabajo de 9 hojas cuando el jefe comentó que lo prefería de 10 (aunque probablemente no le importe un bledo).

Sin embargo, la persona obsesiva no se cruza de brazos, sino que lucha constantemente en contra de estos padres psicológicos, su propio deseo e inclinación hacia la obediencia. Por tanto, el obsesivo no sabe si seguir las reglas o ser revoltoso, ser obediente o ser desafiante. De aquí a la constante duda de los obsesivos, a los que una difícil elección entre dos opciones puede introducirlos en un verdadero ataque de pánico. “¿Voy de viaje o ahorro?”, “¿debería decirle algo o lo dejo por la paz?”, “¿le hago caso a mis amigos o a mi familia?” Estos pacientes no pueden invitar a varios grupos de amigos a la fiesta, porque se siente culpable de prestarle atención a unos más que a los otros.

¿Por qué se les dice “obsesivos-compulsivos” y porque se hace la diferencia entre “obsesión” y “compulsión”?

La obsesión es un pensamiento, una fantasía, un recuerdo, un deseo, etcétera que aparece en la mente todo el tiempo, a pesar de que la persona no lo desee o incluso intente llevar a cabo técnicas para evitarlo. Bueno, también puede amar esta clase de pensamientos, deseos y recuerdos, quizá el obsesivo va en su carro y fantasea sobre su muerte, o sobre salvar a alguien de un asalto, etcétera. La compulsión es, en cambio, un impulso necio que constantemente lleva a la persona a realizar rituales para eliminar la ansiedad que produjo la obsesión. Aunque la persona puede pensar que sus rituales son ilógicos, aun así los hace, como aquél personaje de la película “Los Tramposos”, que tenía que cerrar la puerta tres veces para eliminar la ansiedad de que pudiese quedar abierta; o aquellas personas que, a medio camino hacia su trabajo, empiezan con la idea obsesiva de que quizá dejaron prendida la estufa y por ello tienen que regresar una y otra vez a verificarlo. Otro caso es el de aquellos que, temerosos de que el agua se derrame sobre el piso de la cocina, tienen que probar una y otra vez que las llaves del agua estén bien cerradas.

Las personas obsesivas, más que ninguna otra, utilizan el intelecto para no estar en contacto con sus sentimientos. Los afectos les cuestan tanto trabajo, que prefieren llenarse la cabeza de razones, ideas, intelecto… no hablan sobre el sufrimiento de los niños hambrientos en África, habla del porcentaje de ayuda médica de la Cruz Roja en África. No hablan de lo mucho que les dolió ser abandonados por su novia, sino que hablan de las razones de la separación, dividiendo claramente los aspectos positivos y los negativos de la relación, como si fueran una encuesta nacional. Siempre que pueden, llevan las emociones al campo que conocen: el de la habladuría, las teorías y el intelecto.

Es por todo ello que el obsesivo está siempre lleno de dudas, escrúpulos, inhibiciones… el obsesivo observa, con impotencia, como el carro de enfrente se salta con facilidad el camellón mientras él no puede llevarse a ello. En lo consciente, es la culpa, el actuar “honrosamente” y el respetar la ley lo que se lo evita. Incluso puede vivirse como respetuoso, socialmente adaptado, respetuoso de las reglas sociales. En realidad son sus padres psicológicos, su autoridad interna, la que le evita esta clase de comportamiento. En el mundo inconsciente, el castigo sería terrible de cometer un acto tan terrible. “Ay, ¿tan terrible? Ni que mataran a alguien”, pudieran decirme. Pero así es, el obsesivo encuentra lo prohibido y castigable hasta en actos tan inocentes como no tener limpia su habitación.

¿Qué hacer? Pues antes que nada: no crean que son obsesivos compulsivos porque tienen alguno de los síntomas que leen en Internet (incluida esta página), ven en la tele o leen en el radio, vayan con un profesional de la salud mental a que les eche un ojo. Y claro, creo que sobra decir esto, pero… ser obsesivo no es “malo”, es sencillamente ser obsesivo. Si los actos obsesivos y las compulsiones no les causan sufrimiento ni dificultades en su vida, entonces no pasa nada ni necesitan ninguna clase de tratamiento.

Mientras tanto, te deseo que esta noche tengas un sueño que resulte reparador y constructivo.

El TOC puede provocar discapacidad porque afecta las actividades cotidianas


Redacción > MD
http://www.medicinadigital.com/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=1323
Ciudad de México.- La Secretaría de Salud atienden aproximadamente a tres millones de personas que presentan distintas alteraciones mentales, de éstos, 10% padece Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), el cual afecta, principalmente, a personas de entre 25 y 40 años de edad. El TOC, es un trastorno que tiene como componente básico angustia y ansiedad y lo distingue el pensamiento repetitivo, difícil de eliminar y desagradable que invade la vida cotidiana, lo que causa malestar continuo.


El TOC puede provocar discapacidad porque afecta las actividades cotidianas, de ahí que entre 15 y 25% tiene problemas laborales serios y el 50% se divorcian, señaló el doctor Enrique Camarena Robles, Director General de los Servicios de Atención Psiquiátrica de la Secretaría de Salud.

Este pensamiento repetitivo desagradable que produce ansiedad, lo compensa con un acto. Por ejemplo: el pensamiento repetitivo de tener las manos sucias, ocasiona el acto obsesivo: lavarlas en repetidas ocasiones es el acto que el individuo cree eliminará el pensamiento obsesivo. No olvidar las llaves, hará que regrese a su casa en varias ocasiones o que constantemente las busque en la bolsa o ropa para constatar que no se olvidaron.

El doctor Camarena Robles precisó que el tratamiento a seguir debe incluir antidepresivos y ansiolíticos, así como terapia cognitiva-conductual e interpersonal, que, de llevarse adecuadamente, se podrá revertirlo en un periodo de tres a seis meses.

Según sea el grado de afectación, se puede producir incapacidad permanente, ya que los pensamientos obsesivos afectan a nivel intelectual a tal grado que abandona sus actividades laborales, y aún más, si padece el acto compulsivo abandona sus deberes para llevar a cabo la compulsión derivada del pensamiento obsesivo.

Resaltó que las señales de alarma en la detección del TOC se dan cuando se realizan actividades cotidianas fuera del patrón común como lavarse las manos más veces de lo acostumbrado.

Finalmente, el doctor Camarena Robles resaltó que la compulsión no siempre es inherente a la obsesión y que esta última prevalece en un 75% de los casos. El antecedente inmediato del TOC es la presencia de ansiedad generalizada por ello recomendó acudir a un especialista en caso de presentar este o cualquier tipo de trastorno mental.

En su obsesión hay un peligro: la automedicación. Son enfermas imaginarias, hipocondríacas...


Adictas a las medicinas
Textos: Ángeles López (Asesorada por la catedrática en psicología Mª Dolores Avia)

http://www.novarevista.com/psicoego/Adictas_A_Las_Medicinas_6.html



Quién no ha experimentado, en algún momento de su vida, un temor irracional a un posible contagio o el pánico de padecer una grave enfermedad, a raíz de un síntoma, tan banal, como un leve picor? Cuando este tipo de conducta supone un obstáculo para la vida cotidiana de la persona que lo padece, deja de ser una leve aprensión para dar lugar a una patología de relativa importancia. Ésta recibe el nombre de hipocondria. Se estima que la “enfermedad de las enfermedades” es un problema para muchos españoles y para un 3% constituye un serio trastorno.

La doctora Mª Dolores Avia, catedrática de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, explica los rasgos principales del comportamiento hipocondríaco: “Existe un gran temor a la enfermedad, así como una gran preocupación por el cuerpo y sus funciones vitales y fisiológicas. La fobia a la muerte es un componente importante en la mayoría de ellos. Los casos más graves presentan temores relacionados con una posible confusión en los resultados de los análisis clínicos, errores de diagnóstico, incompetencia médica u ocultación por el especialista o la familia de datos relevantes”.

SUFRIR ENFERMEDADES DE MODA
Una modalidad de este trastorno consiste en padecer la enfermedad de moda. Es decir, en la Edad Media un hipocondríaco “sufría” la peste; en el siglo XIX, la sífilis; la tuberculosis en el XX y en la actualidad, el sida... Son los “enfermos imaginarios” de las patologías que están en boga.

Otros pacientes se caracterizan por “abonarse” a una, o más, enfermedades diarias, con todos sus síntomas, para padecer al día siguiente las mismas u otras distintas. Es pues, el hipocondríaco, “el enfermo más enfermo” de cuantos existen en el espectro médico.

¿Y quién tiene más posibilidades de serlo? El trastorno puede ser desarrollado por cualquier persona, pero destacan los ancianos varones que viven solos y mujeres mayores de 45 años, generalmente amas de casa, con hijos ya emancipados.



Las razones...


A menudo, la hipocondría se confunde con otras patologías como el estrés, la depresión y la ansiedad. Para no caer en errores, conviene estudiar las posibles causas de la primera que, según la experiencia clínica y las hipótesis más aceptadas, son las siguientes:

- El contacto frecuente con la enfermedad, propia o ajena, durante la infancia, puede desencadenar comportamientos hipocondríacos en la fase adulta.
- Perder a un ser querido tras una dolencia grave provoca en ocasiones en el familiar o amigo un proceso afectivo capaz de imitar los síntomas de la enfermedad mortal.
- Las imágenes de pacientes u órganos dañados que difunden la televisión o la prensa en campañas de prevención de enfermedades puede impactar en las personas más sugestionables y derivar en un “contagio” psicológico que incluye el padecimiento de sensaciones y molestias propias de la patología a prevenir.
- La incapacidad para asumir complejos y frustraciones puede dar lugar a reacciones, o impulsos violentos, que acaban trasformándose en desagradables sensaciones corporales. Los mismos efectos podrían ser generados a partir de una baja autoestima o de un sentimiento de culpa.
- Las crisis de identidad y los problemas de estructuración personal llegan a transmitir, al plano corporal, tensiones que adoptan forma de enfermedad.



María Sanz, 25 años: “Me relaja el olor de los hospitales, pienso que es un lugar seguro”


Es licenciada en Empresariales y trabaja para una consultora. Jamás ha padecido una enfermedad grave, pero la presencia continua de síntomas la empuja a la automedicación y a visitar cada poco tiempo a diversos especialistas.

¿Con qué regularidad acudes al médico?
No pasan quince días sin que acuda a mi médico de cabecera,como mínimo. Si no es la garganta, es porque me he detectado un pequeño bultito... O tengo principio de neumonía, o me he descubierto varices, o siento que se me está perforando el tímpano.

¿Qué te dice el médico?
Ya me conoce, procura tranquilizarme y aclararme las razones de mis “diversos síntomas”. Gracias a Dios, nunca he tenido nada grave.

¿Te gusta la literatura médica?
Mi casa está llena de libros médicos y prospectos que guardo en álbumes de fotos. Pero lo peor, es la posibilidad que me plantea internet.

¿Tu peor experiencia?
Muchas. En concreto, recuerdo una vez que me dijeron que tenía una inflamación de las cuerdas vocales, debido a que soy fumadora. Pasé un calvario documentándome en internet. En mi imaginación me veía con una traqueotomía.

¿Visitas a familiares o amigos en los hospitales?
No lo evito. En los hospitales, suelo sentirme cómoda. El olor de los centros médicos me relaja porque pienso que estoy en un lugar seguro. Además, soy de esas pesadas que comprueba la medicación prescrita y le gusta curiosear las radiografías.

Bárbara pulido, 24 años: “Empecé guardando las medicinas en un cajón y ya tengo un baúl”


“Cuando me emancipe, en lugar de hacerme el ajuar, mi madre tendrá que prepararme una maleta llena de remedios magistrales”, asegura esta estudiante de informática.

¿Qué llevas ahora en el bolso?
Termalgín con codeína, por si me duele la cabeza; la codeína potencia los efectos del paracetamol, porque es un vasoconstrictor. Si te lo tomas con un café, que también es vasoconstrictor, ¡es mano de santo!

¿Qué pasa si alguien te dice que tienes mala cara?
Si me dicen que estoy un poco amarilla, comienzo a computar los síntomas y las enfermedades que puedo tener: un cólico hepático, cálculos... ¡prefiero no imaginarlo! Y eso que nunca he tenido enfermedades serias.

¿E hipotéticas?
¡A montones! Cada mes, cuando me viene la regla, me da por pensar si no tendré un mioma. He llegado a imaginar que tengo un tumor y me sensibilizo de tal forma que puedo sentir mareos y tener la visión borrosa. Me dicen que tenía que haberme matriculado en Medicina, en lugar de en Informática... ¡Pero creo que eso sería mucho peor!

¿Y tu relación con los médicos?
Les molesta que alguien llegue a la consulta diciendo cosas del tipo: “Tengo un esguince cervical entre la 5ª y la 6ª vértebra”. Te dicen cosas como:“Señorita, eso tendré que decirlo yo, ¿no le parece?”. Pero me he encontrado con algunos especialistas que les parece estupendo que el paciente se interese por su cuerpo.

¿Tienes muchas medicinas?
¡Un arsenal! Antiinflamatorios, antibióticos, vitaminas, antipiréticos, ansiolíticos, relajantes... Empecé con un cajón de la cómoda y he terminado comprándome un bonito baúl





Lo eres si...


LO ERES SI...

- Tienes la certeza de estar mala y, aunque las pruebas lo descartan, optas por visitar a más especialistas o por la automedicación.
- Te dan pánico las enfermedades y sueles “rastrear” tu cuerpo para encontrar pistas que confirmen sus sospechas.
- Notas síntomas físicos como palpitaciones, picores, calambres... El origen de estas molestias es la excesiva atención a las sensaciones corporales.
- Te alivia leer prospectos y libros médicos. También lo eres si evitas información sobre las enfermedades.
- Sufres ansiedad y depresión, unas “malas compañías” que contribuyen a empeorar el estado general.

PLÁNTALE CARA


Un grado leve de hipocondria no suele precisar asistencia especializada ya que, en general, la persona aprende a sobrellevarla o remite por sí sola. Cuando la afección interfiere en la vida cotidiana de quien la padece es el momento de hablar de enfermedad, paciente y tratamiento.

Cada caso presenta unas particularidades que el especialista deberá tener en cuenta. Una vez aclaradas las líneas generales del diagnóstico, el paciente ha de ser debidamente informado sobre el problema que padece, las posibles causas y la terapia más adecuada.

En algunos casos se prescriben fármacos para paliar los síntomas (como la depresión o la ansiedad) que acompañan a la hipocondria, pero no siempre hacen falta. Estos sí son los recursos más eficaces:

- Acudir al psicólogo. La mayoría de los profesionales consultados se inclinan por emplear la psicoterapia cognitiva conductual. Esta técnica consiste en transformar las ideas irracionales que dan lugar al trastorno, en soluciones prácticas para la vida del paciente.

- Hacer ejercicio físico. Practicar regularmente ejercicio físico moderado, frecuentar parajes naturales donde abunde el aire puro y el sol y realizar ejercicios de respiración y relajación (como yoga y tai-chi) son buenos recursos.

- Poder expresarse. Es importante evitar, en la medida de lo posible, estar sola en casa. Se recomienda expresar sentimientos mediante movimientos corporales (bailar, golpear una almohada, etc),

Trastorno Obsesivo-Compulsivo



Trastorno Obsesivo-Compulsivo
Publicado por alejandra 9 Octubre, 2007

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El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es una enfermedad que hace que las personas tengan pensamientos que no desean (obsesiones) y que repitan ciertos comportamientos (compulsiones) una y otra vez. Todos tenemos hábitos y rutinas en nuestra vida cotidiana tales como cepillarnos los dientes antes de acostarnos.


Sin embargo, para las personas con TOC, los patrones de comportamiento interfieren con sus vidas cotidianas.

La mayoría de las personas con TOC saben que sus obsesiones y compulsiones no tienen sentido pero no las pueden ignorar ni tampoco frenar.

¿Qué son obsesiones?


Las obsesiones son ideas, imágenes e impulsos que pasan por la mente de una persona una y otra vez. Una persona con TOC no desea tener estos pensamientos y los encuentra perturbantes, pero la persona no puede controlarlos. A veces estos pensamientos solo aparecen de vez en cuando y tan solo son levemente molestos. Otras veces, una persona que tiene TOC tendrá pensamientos obsesivos todo el tiempo.

¿Qué son compulsiones?


Los pensamientos obsesivos hacen que las personas que tienen TOC se sientan nerviosas y con miedo. Ellos tratan de deshacerse de estos sentimientos realizando ciertos comportamientos de acuerdo a “reglas” que ellos mismos elaboran. Estos comportamientos se llaman compulsiones. Los comportamientos compulsivos a veces también se llaman rituales. Por ejemplo, una persona que tiene TOC puede tener pensamientos obsesivos relacionados con los gérmenes. Por causa de estos pensamientos la persona puede lavarse las manos una y otra vez después de usar un baño público. Realizar estos comportamientos usualmente sólo
hace que las sensaciones nerviosas desaparezcan por un tiempo corto. Cuando el miedo y los nervios vuelven a aparecer la persona que tiene TOC repite la rutina nuevamente.¿Cuáles son algunas obsesiones comunes?
Las siguientes son algunas obsesiones comunes:
* Miedo a la mugre o a los gérmenes
* Disgusto por los desechos o los líquidos corporales
* Preocupación con el orden, simetría (balance) y exactitud
* Preocupación de que una tarea no se haya realizado bien incluso cuando la persona sabe que no es cierto.
* Miedo de tener pensamientos malos o pecaminosos
* Pensar en ciertos sonidos, imágenes, palabras o números todo el tiempo
* Necesita asegurarse continuamente de las cosas
* Miedo de hacerle daño a un miembro de familia o amigo

¿Cuáles son algunas compulsiones comunes?


Las siguientes son algunas compulsiones comunes:
* Limpiar y arreglar, tal y como lavarse las manos, tomar baños o cepillarse los dientes una y otra vez
* Revisar cajones, puertas y aparatos eléctricos para asegurarse de que están cerrados, con seguro o apagados
* Repetir, tal y como salir y entrar por una puerta, levantarse y sentarse de un asiento o tocar ciertos objetos varias veces.
* Ordenar y disponer cosas de cierto modo
* Contar una y otra vez hasta cierto número
* Guardar periódicos, correspondencia o empaques que ya no son necesarios
* Buscar seguridad y aprobación continua

¿Qué tan común es el TOC?


Por muchos años se pensó que el TOC era raro. Algunos estudios recientes demuestran que puede haber tanto como diez millones de estadounidenses entre los 18 y los 54 años de edad con TOC en cualquier momento específico. Esto es aproximadamente 6% de la gente en este grupo de edad. El TOC afecta los hombres y las mujeres de igual manera.

¿Qué causa el TOC?


Nadie ha encontrado una causa específica y comprobada para el TOC. Algunas investigaciones muestran que tiene que ver con las substancias químicas en el cerebro que se encargan de llevar mensajes de un nervio al otro. Una de estas substancias químicas llamada serotonina ayuda a que las personas no repitan los mismos comportamientos una y otra vez. Una persona que tiene TOC puede no tener suficiente serotonina. Muchas personas que tienen TOC “pueden” funcionar mejor cuando toman medicamentos que aumentan la cantidad de serotonina en su cerebro.

¿Existen otras enfermedades asociadas con el TOC?


Las personas que tienen TOC con frecuencia tienen otros tipos de ansiedad tales como fobias (miedo a las arañas o a volar) o ataques de pánico.

Las personas que tienen TOC también pueden tener depresión, trastorno de atención con hiperactividad (TDAH), un trastorno alimentario o un trastorno del aprendizaje tal y como la dislexia.

Tener uno o más de estos trastornos puede hacer que el diagnóstico y tratamiento sea más difícil, por lo tanto, es importante hablar con su médico acerca de cualquier síntoma que usted tenga incluso si siente vergüenza al hacerlo.

¿Cuál es el tratamiento para el TOC?


Existen varios medicamentos disponibles para tratar el TOC. Estos medicamentos incluyen: clomipramina (nombre de marca: Anafranil), fluoxetina (nombre de marca: Prozac) sertralina (nombre de marca: Zoloft), paroxetina (nombre de marca: Paxil) y fluvoxamina (nombre de marca: Luvox). Estos medicamentos pueden causar efectos secundarios tales como fatiga, temblor, nerviosismo, sedación, ansiedad, insomnio, somnolencia, astenia, anorexia, náuseas, diarrea, cefalea, vértigos, rash, etc.

Algunas veces también afectan el funcionamiento sexual de una persona.

Puede tomar varias semanas antes de que usted vea mejoría con respecto a su comportamiento.

La terapia conductual también puede utilizarse para tratar el TOC bajo el cuidado de un terapeuta entrenado. En terapia conductual la gente se expone a situaciones que causan o desencadenan sus obsesiones y ansiedad. Luego, se les incentiva a no realizar los rituales que usualmente les ayudan a controlar sus nervios.

Por ejemplo, una persona que está obsesionada con gérmenes se motiva a usar un baño público sin lavarse las manos más de una vez. Para usar este método una persona que tiene TOC tiene que ser capaz de tolerar los niveles altos de ansiedad que esto puede generar.

La mente enferma domina al cuerpo y su fisiología
Los síntomas, con independencia de la influencia biológica que tengan, tienen significados, conscientes o inconscientes, para el paciente. Con frecuencia los conflictos psicodinámicos se apropian de las fuerzas bioquímicas del cerebro y las utilizan como vehículo de expresión.

Debemos ser conscientes de que un alto porcentaje de pacientes no responderán ni a la farmacoterapia ni a la terapia de conducta.

Conclusión Sivaíta
Pasamos mucho tiempo luchando contra todo aquello que no queremos, eso nos provoca ansiedad, angustia e inseguridad, en nuestras vidas sin darnos cuenta que sería mucho más saludable dedicar nuestros esfuerzos en lo que sí queremos. Sufrimos y perecemos debido a los esfuerzos mismos que hacemos por no sufrir y por no perecer.

Ya lo expuso sabiamente Lao Tsé, el viejo maestro del pensamiento paradógico. “Quienes se justifican, no convencen”. “Para conocer la Verdad hay que liberarse
del conocimiento”. “Nada más poderoso que el vacío”.
Swami Kurmarajadasa
Escuela Tántrica Sivaíta

¡TODO ME SALE MAL!



¡TODO ME SALE MAL!
[Revista Nro.73 Por Andrea López E.Bibliografía: Aguiló, Alfonso, “Educar los Sentimientos” y Dan Kindlon y Michael Thompson, “Educando a Caín”.
Como el Coyote, hay niños que sienten que nada les resulta. Alegan que no sirven para nada y el futuro se les presenta como una nube negra. Son pequeños pesimistas que frecuentemente se sienten vencidos antes de empezar. No reconocen sus habilidades y talentos y se sienten destinados a la mediocridad.

Un grito desaforado alarmó a Claudia. Era Vicente, su hijo, que en unos segundos se presentó ante sus ojos y con angustia le mostró una mancha de barro que había caído sobre sus pantalones.

-¡Límpialo, límpialo!- decía con desesperación.

Este hecho y la desproporción de la reacción llamó la atención de Claudia. Más aún, pensando en algunos comportamientos comunes de Vicente comenzó a darse cuenta que era un niño extremadamente maniático del orden y la limpieza.

-Todos los días antes de dormir, Vicente revisa que los soldados estén en la repisa y en perfecto orden. Constantemente está lavándose las manos para evitar que lleguen a él los gérmenes que conoció en un comercial de la televisión. Y ahora que entró al colegio ocupa más tiempo en borrar que en hacer la tarea, cuenta Claudia.

A simple vista, más que una preocupación esto podría ser para los padres de Vicente algo ideal. Niños como él son considerados casi perfectos, ordenados, limpios... Cualquier madre con un niño “terremoto” en casa, diría, «te envidio». Sin embargo, las actitudes descritas van más allá de lo que es ser «prudentemente ordenado». Tanto, que es probable que correspondan a niños que, si bien aún no presentan un trastorno obsesivo compulsivo, están, a pasos de desarrollarlo.

El límite de lo normal

La educación de la virtud del orden es importantísima. Esto, porque una persona ordenada no lo es sólo en cuanto a objetos materiales, sino que el orden incluye también a la inteligencia (orden en las ideas) y a la voluntad (orden en los afectos). Los padres debemos por eso saber que no basta con enseñar a nuestros hijos el orden de los juguetes sino que, a través de ello, educar el orden en la cabeza. Sólo así serán capaces de interiorizar una verdadera escala de valores y dar jerarquía a distintos aspectos de la vida.

Sin embargo, hay excesos y como en el caso de Vicente, el orden puede transformarse en una manía extrema, siempre rígida e intransigente, que lo lleva a no soportar que las cosas se muevan un milímetro del lugar asignado.

Para detectar cuándo la virtud del orden se desvirtúa hay ciertos criterios básicos que considerar:

- El fin lógico del orden: se refiere al propósito determinado del orden. Este debe ser un medio para lograr algo y no un fin en sí mismo. Por ejemplo, Vicente quiere ver sus soldados en la repisa perfectamente alineados sólo porque de lo contrario no puede cerrar los ojos y dormirse tranquilo. Es el orden por el orden, una manía. Distinto sería si Vicente quisiera ordenarlos para luego sacar otro juguete y evitar que se le confundan con las piezas del lego.

- Un tiempo prudente destinado al orden: este es otro importante criterio que delata cuando el orden ha caído en un exceso. Si un niño ocupa más tiempo en ordenar que en jugar, esto es clara señal de que ha confundido el fin del orden. Siguiendo con Vicente y sus soldados: ordenarlos en la repisa debiera implicar sólo unos minutos, pero como él necesita verlos en línea perfecta, mirando todos para un mismo lado y en una misma posición, obviamente que le demanda mucho tiempo. Lo mismo sucede con las tareas. Si en hacer una página de ejercicios ocupa toda la tarde, y no porque tenga dificultades sino que porque es extremadamente perfeccionista, este mismo hecho está demostrando que ha caído en una manía extrema.

- Rigidez en la conducta: Importante señal también es el hecho de que el niño sea extremadamente ritualista en sus acciones, inflexible y predecible en sus comportamientos. Si por unos días a Vicente le dio por ordenar y cuadrar a sus soldados, pero pasada una semana el interés por otro juguete lo sacó de esa rutina, no hay problema. Por el contrario, cuando es un comportamiento diario, algo que no perdona ni un sólo día, entonces ha caído en el extremo excesivo del orden, con una consecuencia negativa importante: niños con este comportamiento pierden la libertad de sus acciones. Un niño como Vicente, por ejemplo, puede llegar a no salir de su casa para impedir que le desordenen los soldados.

- La edad del niño: Independiente de estas señales es importante considerar que hay una edad, aproximadamente entre los seis y siete años, en que los niños entran en la reglamentación de los juegos, y todo para ellos comienza a regirse por normas. Aquí es muy corriente ver ciertos tipos de rituales y comportamientos, como no pisar la línea de la vereda. Pero estos son hechos aislados claramente diferenciables del niño que vive con manías constantes.

¡A desordenar!

Ante los comportamientos mencionados los padres y el ambiente deben contribuir a flexibilizar al niño y sus conductas.

Es importante no enganchar en sus manías y no contarlas como «gracias» a los amigos y parientes. Menos aún propiciarlas. Especialmente alerta hay que estar con los hijos mayores y con los hijos únicos, pues los papás, sin intención deliberada, pueden llenarlos de mañas: «la niña sólo usa toallas rosadas», «el niño tiene la colección completa de pokémon, no le falta ni uno sólo», «la niña no come ninguna fruta con pepa», «el niño se acostumbró al jabón de glicerina»...

Así como a un niño desordenado hay que enseñarle a ordenar, a niños como Vicente hay que invitarlos a desordenar. La idea es flexibilizarlos y en definitiva darle a sus actos una mayor libertad. Una buena manera de practicar esto es a través del juego. Por ejemplo, jugar a pintar con los dedos, a hacer pelotitas de barro, a hacer un club debajo de los cojines del sofá, transformar a los soldados en astronautas que vuelan por el aire... Son buenas ideas para romper los esquemas de “un viejo chico”.

Inicialmente estos niños se angustiarán, pero esto mismo es una oportunidad para ver que ¡no pasa nada! Al rato de tener las manos sucias o los soldados desordenados, todo puede volver a la normalidad. De una forma divertida y entretenida se dará cuenta que decirle adiós a las manías no trae consecuencias.

En esta táctica es importante que la mamá mantenga su actitud; no gana nada si después de cinco minutos de estar jugando y tirando los cojines ella misma se desespera y llama al orden. Para tener éxito en la flexibilización de un niño maniático no sirven experiencias cortas y aisladas, sino que debe ser el ambiente entero que de a poco lo lleve a relajarse.

Actuar y flexibilizar el ambiente a tiempo es importante porque de lo contrario a la larga se forman niños tensos, que actúan por obligación, que pierden la libertad y que en definitiva no lo pasan bien. Si por el contrario, los padres no lo sueltan y todo lo que rodea a este tipo de niño es hipercontrolador y demandante de perfección, es posible que desarrollen un trastorno obsesivo compulsivo.

El obsesivo compulsivo

¿Recuerda la película «Mejor imposible», protagonizada por Jack Nicholson? El protagonista era un adulto obsesivo y su cuadro está presentado con grandes cuotas de humor: se alimentaba siempre en el mismo restorán, atendido por la misma mesera, sentado en la misma mesa y con sus propios cubiertos que él llevaba siempre envueltos y casi esterilizados. Jamás pisaba las líneas del cemento en las veredas, cerraba las puertas con mil pestillos y se lavaba las manos en forma compulsiva. Verlo hacer su maleta era todo un espectáculo, al igual que contemplar el orden que había dado a su colección de CD... Todo este inventario de manías podría ser muy divertido de no ser por su carácter iracundo, intolerante a cualquier imprevisto e incapaz de resistir la más mínima frustración. Por ello mismo vivía en la profunda y absoluta soledad.

Vale la pena volver a ver esta película, sobre todo si los padres tienen dudas sobre si las «manías por el orden» de sus hijos son una virtud o un defecto. Luego de ver este filme se entiende mejor que:

- La señal que marca la diferencia entre el niño que es «extremadamente ordenado» y el que «ya se ha transformado en un obsesivo compulsivo» es la angustia que siente en forma periódica y permanente. Es decir, este niño tiene todas las características de un ordenado en exceso, pero además agrega la desesperación e irritabilidad constante si no puede realizar las cosas como a él le gustan. Por ejemplo, si Vicente efectivamente no puede conciliar el sueño porque cree que los soldados aún no están suficientemente alineados, su madre debiera conversar sobre este tema con su pediatra y valorar la posibilidad de pedir ayuda especializada.

Cuando el niño sufre, se angustia por el orden y la mamá no es capaz de tranquilizarlo, entonces ya se habla de un trastorno obsesivo compulsivo. Estos son niños que no pueden pasar por encima de sus manías y de hecho sólo el acto de llevarlas a cabo es lo que calma sus angustias.

La obsesión se manifiesta como una idea fija, una preocupación mental constante que, por lo general, los hace ser además terriblemente culposos y escrupulosos.

La compulsión se refiere al acto mismo de por ejemplo, ordenar, guardar, limpiar... Con estas características el niño obsesivo compulsivo es por definición un niño poco libre que siente la obligación constante de hacerlo todo a la perfección.

Hablan quienes en su niñez vivieron al estilo del “viejo chico”:

“No podía resistir que la luz entrara a mi pieza al momento de dormirme, y como al cerrar la puerta igual ésta entra por el suelo ponía una toalla para lograr la oscuridad total. También era una rutina infaltable cerrar las puerta de los clóset y volver todo a su lugar. Y lo más increíble de todo es que no podía dormir con otra almohada que no fuera la mía, tanto que, después de años de tenerla y grandes aventuras con ella -incluido viaje a europa- sólo fui capaz de dejarla hace muy poco y nada más que porque encontré una muy similar. El tiempo y sobre todo el matrimonio han ayudado a que me relaje y tolere cosas que antes no podía pasar por alto”.

Roberto, 34 años.

“Hubo en tiempo en que me lavaba las manos aproximadamente cada media hora. Si no lo hacía sentía que estaban llegando a mi cuerpo todos los gérmenes y bacterias que circulan por el aire. También aunque estuviera enferma con fiebre no perdonaba el baño. Hoy he superado en algo esta obsesión por la limpieza pero no supero el hecho de estar constantemente preocupada de cuántas infecciones podré agarrarme”.

María Jesús, 15 años.

“De chico me daban las 9 de la noche haciendo caligrafía. Sacaba veinte veces cada hoja, porque tampoco soportaba borrar. Yo torturaba a mi madre con el tipo de lápiz que me gustaba, y recuerdo haber pedido de regalo de cumpleaños un montón de ese tipo de lápices. Ella me tenía una paciencia de santa pero me acuerdo que un día le dio una especie de ataque y me arrugó el cuaderno y me partió por la mitad los lápices. Mi shock fue total: no quise hacer caligrafía como en un mes... Además de esa manía me gustaba guardar los zapatos en sus cajas y toda la ropa en bolsas. Cuando me casé mi señora conocía algunas mañas mías, como tener los calcetines separados por colores..., pero cuando quise ordenar las copas, los vasos y otras cosas de la cocina ella tuvo otro ataque como el de mi mamá antes y la verdad es que desde entonces lucho por controlar mis manías....”.

Juan José, 38 años.