Anidación multimodal en psicoterapia focal: caso clínico de un paciente oncológico y narcisista




Anidación multimodal en psicoterapia focal: caso clínico de un paciente oncológico y narcisista
Publicado en la revista nº016
Autor: Rodríguez del Álamo, Alfredo


Terapia focal como marco teórico general

La anidación es un recurso técnico proveniente del campo de las psicoterapias focales, inicialmente surgidas en los desarrollos de las terapias dinámicas breves y de objetivos limitados (Knobel, 1987; Groves, 1992; Poch y Maestre, 1994) pero que posteriormente se ha incluido en la técnica de las terapias psicoanalíticas de larga duración (Coderch, 1987) e incluso se ha generalizado a otras orientaciones tal como las terapias cognitivas (Caro, 2003) y las terapias de familia (Haley, 1987; Madanes, 1993). Por lo tanto antes de desarrollar los aspectos teóricos y usos clínicos de la anidación focal multimodal, primero revisaremos en este artículo los conceptos de foco, focalización y terapia focal.

Múltiples autores han señalado la conveniencia de focalizar (Braier, 1984), es decir centrar la labor terapéutica en una determinada área, síntoma o problema del paciente que se denomina foco y que adquiere prioridad a lo largo del tratamiento, que por ello es llamado terapia focal. Podemos citar a autores tales como Alexander y French (1946, 1968), Wolberg (1968), Small (1972), Fiorini (1973, 1987), Braier (1984, 1990), Lemgruber (1984), Knobel (1968, 1987), Bellak (1988, 1992), Garske (1989), Pérez-Sánchez (1990), Farré y Hernández (1992), Poch y cols. (1990, 1994). Pero fue sobre todo Malan (1963, 1976, 1983) en la clínica Tavistock de Londres junto con el matrimonio Balint (1961, 1967, 1986), quien inicialmente se ocupó mas exhaustivamente del foco terapéutico y promovió la denominación de “terapia focal” (Malan, 1963; Balint, Ornstein y Balint, 1986).

El trabajo terapéutico en terapias breves se ciñe y estructura alrededor de un foco, esto es, el área concreta o problema seleccionado sobre el que privilegiadamente se van a centrar la atención y esfuerzos conjuntos del terapeuta y cliente en las sesiones, desatendiendo estratégica y voluntariamente otras áreas o aspectos de potencial interés (Fiorini, 1973), ya que la finalidad de las llamadas short-term and time-limited therapies no es la amplia remodelación de la personalidad global sino la resolución de un problema concreto en un tiempo limitado (Farré, Hernández y Martínez, 1992; Groves, 1992). Una de las principales utilidades clínicas del foco estriba en establecer sin ambigüedades el objetivo asequible de una psicoterapia breve y por ende poder evaluar la eficacia de sus resultados (Poch y Maestre, 1994; Braier, 1984; Malan, 1963).

¿A qué llamamos foco terapéutico?. No resulta fácil delimitar de forma unívoca la noción de foco entre las numerosas opiniones de los diferentes autores. La diversidad de significados del término ha creado una situación un poco ambigua en la que coexisten varias definiciones de la naturaleza de “foco”.

Unas veces el foco claramente vendrá dado por una situación de urgencia, por ejemplo en la intervención en catástrofes para evitar un trastorno post-traumático, o en fallecimientos recientes de un ser querido para evitar un duelo complicado, o una crisis evolutiva tal como el nacimiento del primer hijo, etc. Otras veces desde una perspectiva psicopatológica (Coderch, 1987; Braier, 1984) el foco se identifica con el motivo clínico de consulta del paciente debido a un molesto síntoma (por ejemplo fobia a volar) o a un rasgo caracterial que resulta desadaptativo para el sujeto (por ejemplo incapacidad de hallar una carrera satisfactoria) o su entorno (por ejemplo celos de la pareja) (Lemgruber, 1984). Desde un enfoque técnico exclusivamente centrado en el trabajo del terapeuta, también se ha definido el foco como aquella interpretación nuclear o esencial que soportará el peso de toda la terapia (Malan, 1963), lo cual aclara poco la naturaleza específica del foco.

Desde una orientación terapéutica psicodinámica más operativa, el foco elegido para trabajar sobre él no se considera al síntoma emergente ya sea clínico o ya sea caracterial, sino a un elemento específico funcional o estructural del psiquismo. Por ejemplo basándonos en el modelo propuesto desde el Enfoque Modular-Transformacional (Bleichmar, 1999) el foco terapéutico bien puede consistir en el trabajo analítico centrado sobre el módulo motivacional inconsciente más preeminente en un paciente en concreto y cuya activación (por ejemplo por frustración) está condicionando prioritariamente su patología: deseos y defensas relevantes para los sistemas sensual-sexual, auto-heteroconservación, de regulación psicobiológica, narcisista, de apego, o referente a la agresividad. Por ejemplo en unos casos una depresión (Bleichmar, 1996) puede ser producto de un derrumbe de la autoestima por fracaso narcisista al ser despedido del trabajo y saberlo la familia y amistades, otras veces una depresión puede acaecer por ausencia vincular de objetos satisfactorios de apego en huérfanos sin figuras remedo-parentales adecuadas (depresión anaclítica), otras veces el problema será la introyección culposa de la agresividad dirigida en la fantasía contra la persona amada o necesitada; también la depresión puede basarse en la representación primaria devaluada de sí mismo generada a través de una previa identificación con padres depresivos o hipercríticos, etc. En cada uno de estos casos el foco exigirá aplicar unas intervenciones terapéuticas diferenciadas para no trabajar en la periferia del problema (ya que el terapeuta siempre puede encontrar algo interesante de qué ocuparse en cualquier sujeto aunque no sea relevante para el núcleo genético del trastorno: un sueño, la relación del paciente con su madre, sus intereses sexuales, sus anhelos incumplidos), así como evitar aplicar técnicas de intervención generalistas y monocordes (Bleichmar, 1997). Según este modelo, un foco seleccionado y específico implica también planificar y aplicar técnicas específicas sobre el módulo motivacional selecccionado y sus circuitos transformacionales teniendo en cuenta el estado predominante del inconsciente: lo reprimido tras ser consciente, lo aún no constituido en el inconsciente, lo inscrito directa y originalmente por identificación, lo desactivado sectorial y temporalmente, etc. (Ingelmo, 1999).

También es necesario apuntar que el foco no se puede asimiliar siempre a conflicto o síntoma individual (Lemgruber, 1984). En determinados casos el foco terapéutico será la relación interpersonal, por ejemplo en desajustes conyugales y en algunos trastornos por anorexia y bulimia. En estos casos la terapia de elección será la modalidad de pareja o familia (Berenstein, 1990; Haley, 1987; Whitman y Stock, 1985) y el foco consistirá en el análisis y la modificación de las tramas de relaciones intersubjetivas que contribuyan a la génesis o al mantenimiento del problema.

Entonces, ¿cómo se detecta el foco terapéutico?. Algunos autores lo infieren de la frecuencia con que el mismo tipo de conflictos se repiten en la vida actual del paciente en situaciones diferentes (Knobel, 1987). Otros autores lo encuentran en la temática-clave deducida de la exploración de tres puntos: la sintomatología presente en la demanda con la que el paciente viene a consulta, su biografía anterior, y la relación transferencial que mantiene con el terapeuta (Malan, 1963). Es opinión de algunos otros autores que se puede considerar como focal aquella zona de conflicto mas perturbada y que vaya a poder ser asequible para el tratamiento teniendo en cuenta las limitaciones temporales de la terapia breve (Pérez-Sánchez, 1990).

Sin embargo, hacemos la precisión que aunque todas estas opiniones aportan elementos de interés, opinamos que no alcanzan a encuadrar adecuadamente el problema de la focalización: el foco es un concepto que básicamente se define desde la metodología, pero no desde la estadística ni desde su temática o gravedad psicopatológica. “Foco” será, sencillamente, aquel o aquellos aspectos del paciente que el terapeuta y paciente encuentren aceptables y decidan elaborarlos en las sesiones conjuntamente, de forma privilegiada frente a otro posible material (atención selectiva y descuidos selectivos). Por ello el foco no preexiste en el paciente antes de un tratamiento tal como el bacilo de Koch sí preexiste a que un enfermo sea diagnosticado o no de tuberculosis por su médico El foco se construye, desarrolla y transforma en el campo de la intersubjetividad (Stolorow, Brandchaft y Atwood, 1987; Dunn, 1995) durante el proceso terapéutico en función de lo aceptado por la díada particular terapeuta-paciente en el encuadre común de la alianza de trabajo.

Desde luego que es responsabilidad del terapeuta identificar inicialmente un foco y proponerlo para su abordaje preferencial, pero es trabajo de la pareja en interacción el aceptar y elaborar tal plan y alcanzar suficientemente la meta terapéutica (Mitchell, 1993). La elección inicial por parte del terapeuta del foco depende de su formación teórica en una corriente en especial dentro del psicoanálisis (freudianos clásicos, klenianos, kohutianos…), de sus criterios personales, de sus propios escotomas o áreas de conflicto no resueltas, de su experiencia previa, del encuadre en el cual el profesional trabaja (gran hospital, servicio sociocomunitario, consulta privada, instituto psicoanalítico), etc. Por ello se puede esperar que frente a un mismo caso, dos o mas terapeutas llegaran a diferir en la selección del foco sobre el cual trabajarían (Braier, 1984).

¿El terapeuta debe comunicar o no al paciente explícitamente cual será el foco sobre el que trabajarán en las sesiones de terapia focal?. De nuevo diferentes autores mantienen variadas opiniones (Poch y Maestre, 1994). En general aquellos que se adscriben a una metodología mas cercana al psicoanálisis estricto, tienden a desaconsejarlo (Coderch, 1987; Pérez-Sánchez, 1990) en un esfuerzo por preservar la asociación libre del paciente; consideran que la terapia focal es una terapia libre para el paciente y focalizada para el terapeuta quien con sus intervenciones, sus preguntas y sus silencios irán delimitando las áreas selectivas de intervención. Otros autores más cercanos a la experiencia de la terapia breve son partidarios de comunicar el foco al paciente (Garske y Molteni, 1988) e incluso negociarlo con él (Levenson, 1995); con ello se consolida la alianza de trabajo, y se proporciona al paciente un insight inmediato acerca de sus dificultades además de ofrecer empatía y comprensión por parte del terapeuta. Finalmente también se encuentran posturas intermedias (Poch, Notó y Trepat, 1990), afirmando que no hay norma fija y que el terapeuta deberá elegir en cada caso lo que crea más oportuno según el grado evolutivo, defensas y motivaciones del paciente para participar en el proceso terapéutico y hacerse cargo de sus propios problemas.

Algunos autores diferencian conflictos focales (superficiales, derivados y preconscientes) de los conflictos nucleares (profundos, radicales e inconscientes) (Balint, Ornstein y Balint, 1986). Sería propio de la terapia psicoanalítica tratar el primer tipo de conflictos, mientras que sería propio del psicoanálisis tratar el segundo tipo de conflictos (Ornstein y Kalthoff, 1967). Sin embargo este esquema así propuesto no es totalmente satisfactorio por dos razones: en primer lugar repetimos que el foco se define desde la metodología y no desde la topología metapsicológica, es decir “foco” será aquel elemento que centra la atención del terapeuta o analista de forma privilegiada y selectiva, ya sea consciente, preconsciente o inconsciente; y podrá ser elaborado de una forma más superficial o más profunda con diferentes técnicas según la habilidad del terapeuta y de otras consideraciones prácticas. En segundo lugar solamente desde el prejuicio, pero no desde la comprobación experimental, se puede seguir manteniendo hoy día que las psicoterapias dinámicas y de orientación psicoanalítica sean poco más que “psicoanálisis incompletos” de segunda clase con efectos terapéuticos escasos, inestables y superficiales (Ávila, 1989; Greenspan y Scharfstein, 1981; Smith y Glass, 1977; Luborsky, Singer y Luborsky, 1975; Hoch, 1968), de mero alivio sintomático, y únicamente aplicables a los pacientes cuya psicopatología sea leve, reactiva y reciente (Kernberg, 1999; Malan, 1976).

El que una terapia se conceptualice como “focal” no implica que el foco sea inamovible ni que tenga que ser necesariamente siempre el mismo desde el principio al fin del tratamiento. A lo largo del proceso terapéutico el foco se puede ir reajustando e incluso modificando sustancialmente de acuerdo con las necesidades y los avatares particulares de cada proceso. Si bien en terapias breves y de objetivos limitados lo usual es que el foco sea único y que la terapia concluya con la resolución del problema inicialmente seleccionado (Crits-Christoph y Barber, 1991; Groves, 1992), en psicoterapias psicoanalíticas prolongadas se van desplegando una sucesión de focos, cada uno de ellos caracterizando una etapa del proceso en función de la conflictiva que el paciente va serialmente revelando (Fiorini, 1973). Así se ha llegado a desarrollar el concepto de focalidad analítica (Malan, 1976; Farré, Hernández y Martínez, 1992) que remite a la conceptualización del proceso terapéutico como un campo estructurado, y por lo tanto evaluable, en focos flexibles pero concretos bien sean sucesivos (lo más frecuente y operativo) o simultáneos.

De hecho el propio psicoanálisis estándar puede ser entendido según éste modelo como un tratamiento focal continuado, de duración indefinida y con foco cambiante en continua movilidad (Chamorro, 1994). Sería labor del analista ir eligiendo en cada momento los focos adecuados para que se vaya produciendo el cambio en el paciente (Thoma y Kachele, 1989), ya que “el no-foco es una imposibilidad…es el analista, con lo que hace o deja de hacer, quien va marcando focos de significación, activando y dirigiendo el psiquismo del paciente hacia ciertos estados mentales” (Bleichmar, 1997, p. 364). Mas aún, desde el punto de vista de la ineludible subjetividad del analista (Renik, 1993), se ha señalado que al iniciarse el proceso psicoanalítico se genera una superabundancia de material de posibles “hechos importantes” de modo que se plantea al clínico cierto riesgo de desbordamiento por inundación potencial de datos, que son focalizados o encauzados (y, por ende, seleccionados) a través del dispositivo mental perceptivo-preferencial y ordenador-sistematizador al alcance del analista (Braier, 1990) en función de su formación teórica, su experiencia profesional, su personalidad y la peculiar relación paciente-analista que se establece muy prontamente. De esta forma el análisis se hace posible y viable, pero a la vez se excluyen ciertos círculos de temas; esta consecuencia inevitable se pone de manifiesto cuando analistas de diferentes corrientes teóricas interpretan retrospectivamente un mismo caso y plantean los principios fundamentales del tratamiento, lo que remite a la polémica sobre la unicidad o pluralidad del psicoanálisis como teoría y como práctica (Wallerstein, 1988; Pine, 1988, 1998), cuestión sobre la que no profundizaremos en el presente artículo.

La cualidad de focalidad intrínseca a todo psicoanálisis apuntaría a que un analista “sin memoria y sin deseo” (Bion, 1970) resultaría ser un ideal imposible, aunque con dicha formulación se intentara legítimamente preservar la atención libre flotante y la neutralidad del clínico al interpretar. Esta perspectiva es articulable con los importantes cuestionamientos actuales dentro del psicoanálisis del analista pasivo como mero espejo objetivo y neutral (Goldberg, 1994; Renik, 1993), de la revisión de la denominada “Regla de la Abstinencia” incluyendo la consideración de la naturaleza de la provisión óptima para cada paciente en el intercambio analítico debiendo evitar la gratificación pulsional (Killingmo, 1997; Lindon, 1994), y en general de la reflexión sobre la adecuada participación del analista y su subjetividad en el proceso del análisis en interacción con el paciente (Levine, 1994; Mitchell, 1997; Stern y cols, 1998) y en especial en el desarrollo del campo común de la trasferencia-contratransferencia (Gabbard, 1995).

Y ya por último citar que numerosos autores hacen notar la existencia de un foco universal final tanto en terapia breve como en psicoterapia psicoanalítica y en el propio psicoanálisis: la finalización del tratamiento (Poch y Maestre, 1994; Fiorini, 1987). El fin del tratamiento siempre puede movilizar diferentes tipos de ansiedades que deben ser elaboradas, convergiendo en el duelo y en la ansiedad por la pérdida de la relación terapéutica y el reconocimiento de la propia capacidad del paciente para utilizar por sí solo en la vida cotidiana las mejoras logradas durante el tratamiento (Pérez-Sánchez, 1990). El trabajo sobre este foco universal tendrá una importante influencia en la consolidación de los resultados terapéuticos (Malan, 1983).

La técnica de la anidación.

El técnica de la anidación focal sucesiva y multimodal expone la pertinencia para el tratamiento de algunos pacientes de no seguir necesariamente un esquema lineal en el mantenimiento del foco sintomatológico inicialmente seleccionado, ni en la orientación o tipo de técnica inicialmente utilizada. Ello implica que a veces puede ser conveniente cambiar de foco pero sin modificar la técnica con la que se encara su manejo (recurso conocido con el término inglés de “to flex focus”), o bien incluso de variar de orientación terapéutica y con ello la técnica básica además del foco elegido (recurso del tipo “therapy shifting”).

Al aparecer o detectarse un nuevo problema o incidencia pero de un tipo totalmente diferente al tratado hasta entonces, surge la necesidad para el terapeuta de cambiar radicalmente de foco ya sea terapéutico (nuevo síntoma) o ya sea conceptual (nueva orientación teórica y metodológica) y pasar a ocuparse selectiva y prioritariamente (re-focalización) de éste nuevo problema hasta solucionarlo. Es decir que, siempre en función de las necesidades de la evolución del tratamiento del caso en concreto, se defiende la oportunidad de incrustar o anidar temporalmente una intervención secundaria con una técnica específica (que bien puede ser de modo o naturaleza diferente a las técnicas hasta entonces privilegiadas) en el proceso terapéutico general y previo, para luego volver a la línea de intervención terapéutica que constituye el eje del tratamiento.

Sin esta intervención anidada multimodal el tratamiento puede correr el riesgo de sufrir una impasse o de interrumpirse definitivamente, al quedarse un importante problema sin resolver (Rosenfeld, 1990). Idealmente una vez desbloqueado el proceso concluye la anidación, volviendo al régimen anterior de foco y técnica terapéuticos con el que antes se venía trabajando.

Podemos encontrar antecedentes y paralelismos de la técnica de la anidación en otros autores psicoanalíticos: citaremos, entre otros, los trabajos de Ferenczi, el concepto del recurso técnico del uso de parámetros, y la aplicación de abordajes analíticos de Gabbard a diferentes cuadros psicopatológicos. Finalmente, y aunque no sea una autora psicoanalítica, podemos recalcar el inteligente uso que Madanes realiza de micro-anidaciones en una terapia familiar compatible con aportes psicodinámicos.

En primer lugar resaltamos como pionera la propuesta de Ferenczi de 1920 en el Congreso de la Haya de aplicar en casos seleccionados la llamada técnica activa (Ferenczi, 1921, 1926; Ferenczi y Rank, 1923): incitar a un paciente a realizar una conducta en la vida real o a evitar su emisión, o estimular una fantasía provocada en particular, o realizar ejercicios de relajación y otras movilizaciones psicocorporales. Sugiere aplicar este recurso como “una técnica auxiliar en casos de excepción, como un complemento dentro del análisis y que nunca debe reemplazarlo” (Ferenczi, 1921) en cuadros resistentes de neurosis fóbicas graves, neurosis obsesivas, cuadros que hoy llamaríamos borderline (“psicosis privadas”) y en momentos de impasse terapéutico. Hay que hacer notar que Ferenczi no tuvo en mente la intención de crear una “Psicoterapia Activa” como alternativa al psicoanálisis, sino más bien desarrollar un recurso excepcional que se aplicase en un momento determinado dentro del proceso psicoanalítico general (afinidad con la anidación), para dinamizar y relanzar tal proceso, superar ciertas resistencias bien consolidadas, descubrir nuevo material reprimido y continuar finalmente el análisis. Sin embargo Ferenczi fue consciente de los riesgos que entrañaría el abuso y generalización de tales técnicas activas, intentó señalar sus contraindicaciones y finalmente su postura fue de mucha cautela frente a sus propuestas iniciales.

En segundo lugar se puede citar el concepto técnico de parámetro. Éste término introducido por Eissler (1953, 1958) se define estrictamente como una desviación programada de la técnica analítica estándar, que por alguna razón puede precisar en un momento del tratamiento una modificación estratégica siempre eventual y transitoria (afinidad con la anidación), cuidando que únicamente trasgreda la técnica estándar el mínimo indispensable. Una vez resuelta la causa que exigió el cambio del parámetro, tal modificación se elimina por innecesaria (Etchegoyen, 1986; Coderch, 1987). Sin embargo se ha popularizado también un uso mas general del término “parámetro” dentro de las psicoterapias psicoanalíticas, ya no el psicoanálisis estricto, esto es el de adaptación estructural de todo el tratamiento (Ross y Myers, 1988) a las particularidades del paciente o a patologías específicas tales como los trastornos borderline, las psicosis o las situaciones de crisis ambientalmente condicionadas (considérese como ejemplo la práctica de la Psicoterapia de Foco Transferencial en el tratamiento del paciente fronterizo de Clarkin, Yeomans y Kernberg, 1999).

En tercer lugar encontramos un ejemplo del uso de una técnica integrativa multimodal afín al de la anidación en un reciente trabajo de Gabbard (2001) sobre el tratamiento integrado del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) en el contexto teórico-páctico de una psiquiatría psicodinámica muy orientada a la práctica clínica. Este autor propone para algunos casos de TOC de difícil manejo, la recomendación de una intervención analítica puntual como tratamiento secundario o coadyuvante dentro de otro tratamiento no-analítico (afinidad con la anidación con variación de la terapia o therapy-shifting), por ejemplo cuando se ha detectado que determinados rasgos caracteriales del paciente están dificultando la implementación exitosa de un programa de modificación de conducta propuesto inicialmente como tratamiento de elección del TOC.

Y finalmente reseñamos el uso de micro-anidaciones que recomienda realizar Madanes (1993) según su método para el tratamiento del abuso sexual a través de 16 pasos estandarizados en un programa desarrollado por ésta autora y sus colaboradores. Dentro de una línea-base de terapia familiar estratégica con asistencia de todos sus miembros incluidos agresor y víctima, incrusta sesiones de terapia individual para la víctima (elaboración y expresión de emociones no asumidas de odio, venganza, culpa, etc) así como sesiones de terapia de grupo para el agresor (incremento de socialización).

Volviendo al actual marco psicoanalítico, la técnica anidada o de incrustación temporal de otro tipo de intervención puede mostrar potencia y utilidad por: A) su flexibilidad para intervenir en diferentes tipos de problemáticas detectadas en el mismo paciente pero pertenecientes a diversos rangos o modos de intervención, por ejemplo coexistencia de problemas enmarcables unos en el modelo del déficit y otros en el modelo del conflicto (Killingmo 1989; Adroer y Coderch, 1991; Ingelmo, Ramos y Mendez, 1998), o dificultades tanto individuales como de familia; B) eclecticismo y variedad en el arsenal terapéutico disponible ante cada caso; C) posibilidades de integración con otros tipos de terapias; D) reconocimiento de la complejidad del paciente y de sus problemas; E) planificación y especificidad de las intervenciones; F) adaptabilidad al caso concreto; G) promoción de coherencia respecto al foco diagnóstico y las técnicas operativas a usar; H) combatir el perfeccionismo narcisista y la omnipotencia del terapeuta, aceptando que no podrá modificar todo área problemática al mismo tiempo y con el mismo enfoque (Cfr. Malan, 1963; Farré, Hernández y Martínez, 1992; Ornstein y Kalthoff, 1967).

Sin embargo el proceso terapéutico o analítico también se puede ver expuesto a una serie de importantes riesgos con el uso y el abuso de las anidaciones focales: A) el de la actuación del terapeuta frente a su paciente, por ejemplo usando técnicas más activas y agresivas ante un paciente que no mejora lo suficientemente rápido tal y como el narcisismo del terapeuta exige; B) el de la multiplicación innecesaria de anidaciones sucesivas cambiando rápidamente de foco sin la mesura que debe acompañar a la calma reflexión sobre el caso, por ejemplo debido al “furor curandis” tanto por parte del terapeuta como por parte del paciente o sus familiares; C) el de la pérdida de la coherencia terapéutica e identidad del profesional como tal en el uso de híbridas mezcolanzas de técnicas según el “todo puede valer si va a resultar eficaz”; D) el recurso de la utilización de técnicas pseudocientíficas según el gusto particular del terapeuta con el consiguiente deterioro metodológico propio y disminución de la calidad asistencial al paciente; E) el del hecho de tener que tomar la difícil decisión de cambiar de terapeuta para la anidación (por ejemplo si se plantea un foco anidado de terapia familiar) o bien realizar el mismo terapeuta ambos tipos de intervenciones, con los posibles problemas transferenciales y contratransferenciales que ello puede generar.

Presentación del caso “Carlos”: un paciente oncológico y narcisista.

El resumen del caso que presentamos es el siguiente: un paciente con cáncer recidivante es inicialmente tratado con intervenciones médicas estándar incluyendo un programa psico-oncológico con técnicas psicosomáticas desarrolladas por el Dr. O.C. Simonton. El proceso avanza según lo esperable durante cuatro meses, periodo tras el cual se ve repetidamente paralizado por la patología narcisista que el paciente muestra, avatar clínico conceptualizado dinámicamente como reacción terapéutica negativa (R.T.N.). Por ello se suspende el programa psico-oncológico y se refocaliza el caso hacia este tipo de problema caracterial narcisista, trabajando el narcisismo desde un modelo de intervención de terapia psicoanalíticamente orientada. Esta intervención constituye una anidación focal con cambio de la orientación terapéutica (therapy shifting) que dura siete meses. Una vez elaborados suficientemente los elementos narcisistas de la R.T.N. se clausura la anidación y se reanuda el programa psico-oncológico inicial que consume otros cinco meses más.

Carlos es un paciente rondando los cincuenta años y en su tercera recidiva oncológica. Se le puede considerar un carácter narcisista “tipo DSM-IV” (American Psychiatric Association, 1995) con diagnóstico positivo en tal código según la Entrevista Clínica Estructurada para la Detección de trastornos de personalidad en el Eje II del DSM-IV, versión clínica (SCID-II VR) de Spitzer, First, Gibbon y Williams (1999), en el que priman los sentimientos de grandiosidad, excepcionalidad e invulnerabilidad. Primero ejecutivo agresivo con dos carreras y posteriormente empresario dueño de consultoría especializada, ha medrado exitosamente en un medio muy competitivo asociado a una firma internacional de prestigio. Vive en una urbanización de lujo de las afueras de una gran ciudad, casado con una mujer entregada a él, con tres hijos, siendo el primogénito con su mismo nombre el claro preferido de Carlos. Hijo único, proviene de una familia con cierta nobleza, pero venida a menos desde su desafortunado abuelo. El padre, también llamado Carlos, militar y ex-seminarista que tuvo que dejar el servicio a Dios para servir con las armas a la Patria, nunca ha renunciado a recuperar título y posición social, trasmitiéndole a su hijo el orgullo de la familia noble y la misión de la restauración; le contaba con frecuencia viñetas familiares heroicas, imbuidas de religiosidad fundamentalista y providencialista. Carlos recibió de niño todo tipo de regalos, atenciones, cuidados y privilegios, y de adulto se sabía destinado a un brillante futuro y que siempre que se esforzase “todo le saldría según sus deseos”, despreciando a la gente mediocre que se contenta con poco y aspira a menos.

Hasta la aparición de la enfermedad tumoral nunca había tenido que ir al médico por malestar alguno y no necesitó tomar medicamentos porque se consideraba que era inmune a todo. La primera y segunda recidiva oncológica las sobrellevó Carlos bastante bien, ya que pudo continuar su vida cotidiana con discreción, las tumoraciones no parecían especialmente malignas (estadio I) ni mostraban estigmas consumptivos y las expectativas de los médicos eran optimistas. Recuerda que incluso llegó a pensar que “ni el cáncer podía con él”.

Con la tercera recidiva el panorama cambió: hubo de ser ingresado hospitalariamente, el cáncer se volvió invasivo (estadio III), se tuvieron que tomar medidas extremas y casi paliativas, su aspecto macilento ya era el de un enfermo grave. Carlos se descompensó depresivamente (sobre los trastornos psicológicos más frecuentes en oncología véase American Cancer Society, 1994; Holland y Rowland, 1990; Bayés, 1990; Catalán, 1983), al derrumbarse la imagen grandiosa mantenida exitosamente hasta entonces, al sentirse vulnerable (podía morir), impotente (no podía hacer nada por sí mismo), expuesto socialmente (todos ya conocían su mal) y sometido y dependiendo pasivamente de las acciones de “los otros” (incluso enfermeros y celadores). Cuatro heridas narcisistas tan dolorosas como la enfermedad física en sí.

Mejoró algo el estado clínico del tumor y fue evaluado como candidato a ser incluido en un programa de terapia psicosomática de coadyuvación psico-oncológica para una mayor adaptación personal al cáncer y colaboración a la mejoría sintomática e incluso el incremento de la probabilidad de supervivencia (Romero, 2003; Vidal, 2002; Cruzado y Olivares, 1996; Moorey, Greer y Watson, 1994; Andersen, 1992; Spiegel, 1992). Se aplicó el Programa Simonton, inicialmente ideado por el Dr. Carl Simonton (1969, 1980) fundador del Cancer Counseling and Research Center de Los Angeles, California, y posteriormente desarrollado junto con su mujer Stephanie Matthews en Dallas, Texas, en los años 70 y finalmente en Little Rock, Arkansas (Simonton y Matthews-Simonton, 1975, 1978, 1981; Matthews-Simonton, 1984), basados en los aportes de la psiconeuroinmunología y otras disciplinas (Herbert y Cohen, 1993; Bovberg, 1991; Stoll, 1989; Doloman, 1969). Aunque éste programa es conocido sobre todo por el uso de la visualización inducida, realmente es más completo y complejo. Está diseñado para trabajar con el paciente a solas o en el grupo terapéutico (Cunningham y Edmonds, 1996) a través de diversas técnicas en tres áreas, unas individuales y otras de familia: A) la aceptación inicial realista de la enfermedad, reducción del distrés psicológico (evitando con ello reacciones emocionales extremas de negación o de depresión-ansiedad) y desarrollo de un espíritu de lucha con un estilo de enfrentamiento activo frente a la enfermedad (Greer y Watson, 1987; Pettingale, Morris y Greer, 1985); B) el aprendizaje de técnicas psicosomáticas consideradas como potencialmente efectivas para el control y en lo posible remisión de la enfermedad tumoral en sí: relajación psicofísica, facilitación de expresión de emociones en especial la ira y el resentimiento (externalización); control de pensamientos aterrorizantes a través de distracción guiada, comprobación de la realidad y búsqueda de alternativas; auto-instrucciones afirmativas; visualizaciones para la salud corporal a través de imágenes mentales positivas y desarrollo de un guía interno (Moen, 1994); trabajo sobre la imagen corporal si es necesario, por ejemplo en mastectomías (Fallowied y Clark, 1991); promoción de programa de ejercicios físicos y actividades; establecimiento de metas para el futuro; y enfrentamiento a los miedos a la recaída y a la muerte; C) la implicación de la familia transformándola en un sistema de apoyo grupal tanto a nivel emocional como instrumental (Matthews-Simonton, 1984).



Carlos rechazó tajantemente los módulos basados en terapia familiar, pero aceptó los de terapia individual. En poco tiempo el programa adquirió el ritmo de funcionamiento esperado, las sesiones de trabajo eran fructíferas y Carlos mejoró su depresión sin medicación adicional aunque se le propuso fluoxetina que rechazó. Adquirió las destrezas esperadas en el programa Simonton. Internamente Carlos rearmó paralelamente su autoimagen de alguien activo frente al cáncer y capaz de enfrentarse a su problema de forma exitosa. Además recibió un refuerzo externo para su identidad de exclusividad, ya que era consciente que el programa Simonton es aplicado por contados terapeutas españoles formados en USA a un número reducido de pacientes oncológicos.

Impasse por Reacción Terapéutica Negativa de tipo Narcisista.

Pero de repente Carlos desarrolló una actitud sumamente agresiva con respecto al terapeuta y la terapia en sí, denigrando la psicología como ciencia, polemizando toda propuesta de intervención oponiendo hipótesis suyas que, aunque disparatadas, las mantenía por ser de su invención. Resultó prácticamente imposible la progresión del tratamiento (Etchegoyen, 1986; Rosenfeld, 1990) debido al enrarecimiento del clima emocional en el hospital. Decía también que se sentía por dentro “peor que nunca” aunque de forma difusa sin poder concretar síntomas, y achacó directamente su empeoramiento subjetivo al erróneo programa terapéutico. Paralizado tal programa, se pospuso la continuación de las sesiones hasta después de unas pruebas oncológicas muy especializadas que tenía que realizar en otra provincia.

Carlos volvió tan deprimido como al principio, relatando que “todavía” tenía cáncer, ya que había incubado la idea que al “ponerse él directamente en funcionamiento”, su cáncer habría remitido (pensamiento mágico omnipotente) y ya no necesitaba de ninguna otra persona (médico, psicólogo, ATS) para su progresiva curación. Pero la realidad había vuelto a desmontar su invulnerabilidad imaginaria narcisista.

Reemprendió pues la quimioterapia y el programa psico-oncológico. Y al mes escaso una vez más el ciclo volvió a repetirse: al adquirir habilidades que le dan poder y control sobre el cáncer, se siente mejor y se rearma su imagen narcisista de ser superior y no necesitar a nadie, con lo que comienza a polemizar y rechazar agresivamente tanto a la terapia eficaz como al terapeuta que le presta ayuda. O sea, justamente el hecho de estar mejorado y que la terapia fuese efectiva, parecía ser condición necesaria para que Carlos desencadenase sus ataques contra el origen de sus progresos. Tal fenómeno sería encuadrable dentro del campo de la reacción terapéutica negativa (RTN) (Pontalis, 1989; Coderch, 1987; Etchegoyen, 1986; Asch, 1976; Rosenfeld, 1975; Olinick, 1964; Cesio, 1957; Riviere, 1949), en éste caso generada por rabia narcisista provocada por la experiencia humillante al sentir que es otro (el terapeuta y su saber inaccesible para el paciente) el que “le cura a él”: su mejoría no resultaba gratificante porque es otro el que controla el proceso; es otro el exitoso, el que sabe, el superior. De ahí la denigración del terapeuta y sus técnicas, la competición intelectual, la exhibición de síntomas de empeoramiento como muestra del fracaso del terapeuta: no podía permitir que nadie fuese más grande que él mismo ni depender de otro para su curación (Coderch, 1995; Kernberg, 1987; Saussure, 1979; Klein, 1957).

Es relevante precisar que Carlos mostraba un carácter narcisista funcionando en el nivel de organización neurótica de la personalidad, no en el borderline ni mucho menos en el psicótico (Steiner, 1993), tal como se puede poner de manifiesto en la “Entrevista Estructural Diagnóstica” de Kernberg (1981). Avalan este diagnóstico, entre otros indicadores, sus excelentes logros laborales en un área de negocio muy competitivo, el mantenimiento estable de relación de pareja y familia, un yo bien integrado sin difusión de identidad, afectividad no caótica ni explosiva, y ausencia del síndrome de narcisismo maligno o conductas agresivas bizarras en las manifestaciones de ira narcisista (Kernberg, 1994). Por todo ello y en otro contexto clínico diferente al de una unidad de oncología de hospital, este paciente probablemente sería buen candidato al tratamiento mediante psicoanálisis estándar antes que por psicoterapia expresiva o psicoterapia de apoyo (Kernberg, 1999; Luborsky, 1984; Schlesinger, 1969). También obviamente Carlos está mas cerca de los pacientes narcisistas grandiosos descritos por Kernberg (1985) según el modelo del conflicto y se encuentra menos reflejado en los casos de pacientes narcisistas desvitalizados según el modelo del déficit descritos por Kohut (1975), lo cual es relevante para la elección de la técnica del tratamiento (Killingmo 1989; Adroer y Coderch, 1991; Bleichmar, 1997; Ingelmo, Ramos y Mendez, 1998).

La anidación multimodal en el caso Carlos.

A los primeros inicios de reactivación de conflictividad, el programa psicosomático se suspendió en sus actividades ordinarias y se comenzó a tratar la propia cuestión de la agresividad creciente del paciente por humillación narcisista a través de dos sesiones semanales de psicoterapia psicodinámica (Bleichmar, 2000; Gabbard, 1997; Ingelmo, Ramos y Muñoz, 1994; Kernberg, 1970), constiuyendo una anidación focal con variación de la terapia o therapy shifting.

Por lo tanto se realizó una anidación estratégica: 1) cambiando el foco terapéutico dejando de atender la mejoría psicofisiológica del organismo y pasando a considerar la necesidad prioritaria de la flexibilización de la estructura narcisista grandiosa del carácter; y 2) modificando el tipo de técnicas: del entrenamiento de habilidades psicosomáticas hacia el incremento del insigth por interpretaciones parciales transferenciales (los sentimientos de malestar frente al terapeuta antes citados) y extratransferenciales (idénticas reacciones hacia otras personas del personal clínico hospitalario y hacia otras personas de su trabajo y otros entornos interpersonales), por señalamientos empáticos de sus procesos mentales internos (frustración de no poder cumplir con sus auto-expectativas de invulnerabilidad y suficiencia) y con reconstrucciones históricas de los mensajes familiares (especularización masiva por parte de sus padres e inducción infantil de identidad grandiosa). Se puso especial cuidado en valorar lo que el paciente discurría, aunque sin someterse necesariamente el terapeuta a sus opiniones, evitando una excesiva asimetría terapeuta-paciente restringiendo en lo posible la posición de experto del terapeuta, y cuidando en no denigrar directamente a sus idealizados padres ni descalificar su infancia feliz y su exitosa madurez.

En concreto, se abordaron en el curso de siete meses las siguientes cuatro áreas:

· Recuperación de experiencias a lo largo de su vida en la que se repitió la secuencia humillación narcisistaàagresión inmediata, por la que se mantiene su autoimagen de superioridad e independencia de otros aún a costa de sacrificar beneficios notorios para él mismo. Aplicaciones del esquema a la propia sesión terapéutica (transferencia-contratrasferencia), al hospital (relaciones con personal sanitario, otros médicos), al propio programa oncológico Simonton, y a hechos del mundo exterior: trabajo, amistades y propio matrimonio.

· Tendencia privilegiada a establecer relaciones de competición antes que de cooperación con personas consideradas “de poder”, y tendencia paralela a exigir relaciones de sumisión total a personas de menor estatus y por ello menospreciadas. Dificultad para soportar relaciones de dependencia emocional y de vinculación externa, así como prácticamente ausencia de empatía genuina: todas sus relaciones interpersonales eran o bien utilitaristas (instrumentales, en función de obtener beneficios materiales) o bien de aduladores para la satisfacción de su ego. Tendencia a reivindicar sus derechos respecto a las conductas de los demás (por ejemplo de trato preferente en el Hospital por pagar mucho dinero) y a la vez ignorancia de tales derechos y necesidades de los otros (empleados y mujer) que son interpretados siempre como debilidades infrahumanas que él no posee.

· Actuación a lo largo de su vida de los deseos de su padre, y no tanto de propios deseos originales: Carlos era el hijo-de-igual nombre que el padre y abuelo y que debería cumplir los anhelos insatisfechos paternos de restauración de la nobleza familiar, sometiéndose a tales deseos sin cuestionarlos. Discurso familiar que le había inducido una identidad personal con exigencia interior de éxito y triunfo continuo sin posibilidad de ser nunca satisfecha, a la par que unos rasgos pre-programados de excepcionalidad y elite que le distanciaba de los demás.

· Paralelamente, se puso de relieve otras reacciones desadaptativas suyas ante las diferentes condiciones de la realidad externa resistente a sus deseos (tal por ejemplo el tener cáncer recidivante) lo que le provoca: o bien depresión o bien sustitución por una fantasía narcisista irreal de invulnerabilidad.

El fin de la anidación.

Después de trabajar siete meses con éste enfoque psicodinámico, se le propuso a Carlos que la siguiente revisión oncológica hospitalaria resultaría una buena ocasión para retomar la inicial terapia Simonton contra el cáncer (clausura de la anidación). Estuvo el paciente de acuerdo, siendo reiniciado el programa psico-oncológico en el cual durante los cinco meses siguientes de tratamiento psicosomático se mostró más colaborador, activo y suficientemente menos resistente (nunca dejó de mostrar ciertos rasgos narcisistas) para llevar adelante el proceso sin demoras, finalizando adecuadamente el programa y logrando los objetivos propuestos sin mostrar reacción terapéutica negativa.

Actualmente se encuentra en un estatus morboso de cáncer en franca remisión y con escasos marcadores tumorales, y es colaborador eventual voluntario partícipe de grupos de auto-ayuda en los cuales comparte su experiencia exitosa con pacientes oncológicos recién diagnosticados.

Comorbilidad de trastornos afectivos en trastorno obsesivo compulsivo - TOC. Caso clinico.


Comorbilidad de trastornos afectivos en trastorno obsesivo compulsivo - TOC. Caso clinico.

La paciente se ducha, de una a dos horas o más, a la vuelta a casa o cada vez que tiene que salir, debe entrar en casa siempre descalza y procurando no tocar nada desde que entra a hasta que llega al baño, cuando termina de ducharse lava su ropa. Hace que su marido y su hija hagan el mismo ritual antes de entrar a casa y limpia con una bayeta cada sitio que hayan podido tocar desde que entran (muebles, paredes, interruptores, pomos de puertas, etc.) y llegan al baño. Manifiesta que si no hace esto experimenta un gran malestar y que se siente culpable por sentirse mejor haciendo que se duchen. Limpia la casa durante varias horas, debe empezar siempre por la cocina y acabar la limpieza allí, e invierte mucho tiempo, según ella, en ordenar los muebles, adornos, etc. Limpia todo objeto inerte que entra a su casa (productos de la compra, ropa, papeles, etc.). Constantemente está preocupada por la suciedad que pueda entrar en su casa, y por lo que le pueda suceder a su marido y su hija, que enfermen, que sufran un accidente, etc., incrementándose este malestar cuando considera que puede que ocurra esto por su culpa.



Frecuentemente está comprobando que las puertas, cerraduras, ventanas estén bien cerradas, sobre todo cuando sale de casa, debe empujar a la puerta un mínimo de 4 veces y en algunas ocasiones ha tenido que dar la vuelta varias veces para comprobar de nuevo que la puerta no se había quedado abierta, además también comprueba el gas y otros electrodomésticos que considera peligrosos (horno, frigorífico, calefactores, etc.).



Las relaciones con su marido y su hija las cataloga como buenas, con su hija tiene comunicación y comparte tiempo con ella todos los días. Con su marido habla poco y comparte poco tiempo, más los fines de semana, por su trabajo. Frecuentemente discute con ellos porque no entienden su “problema”, por lo que dice sentirse incomprendida, avergonzada, mala y culpable, llegando en estas discusiones la mayor parte de las veces a llorar y a sentir la necesidad de que algún día la perdonen. En cuanto a la relación con su hermana también la define como buena en general, aunque comparten menos tiempo del que a ella le gustaría, refiriendo que por su “problema” no puede entrar a su casa y ella no sale lo que le gustaría, suele discutir con esta por el mismo motivo que discute con su marido y su hija.



No tiene amigos, ni otras relaciones sociales fuera de la familia, ni realiza actividades de ocio por las dificultades que le origina su “problema”. Su tiempo libre dice dedicarlo a dar algún paseo, conversar con su hermana y la familia de esta, aunque ambas cosas no muy frecuentemente.



En cuanto a sus actividades diarias y en fin de semana, durante la semana se suele levantar tarde aproximadamente hacia las 12 de la mañana todos los días, suele dormirse sobre las 5 de la mañana, no teniendo sensación de descanso al levantarse. Después de levantarse cocina y tras comer se dedica a hacer cualquier actividad doméstica, ver la televisión o salir a casa de familiares próximos y hacer la compra, pero solo si es necesario. Las tareas domésticas dice dejarlas para cuando tiene ganas, o cuando entra de estar en la calle que es cuando se pone a limpiar, ordenar, ducharse, lavar la ropa, etc.



Antecedentes Patológicos Personales: Preeclampsia, a la edad de 28 años, tratada con reposo y control médico.



Tratamientos Previos: Ha recibido tratamiento psicofarmacológico anterior, hace aproximadamente 5 años, según refiere, compuesto por Motivan y Trankimazin, de duración de unos 2-3 meses, que acabo abandonando por cuenta propia. Durante esta intervención recibe su primer diagnóstico psiquiátrico, que fue de “trastorno de ansiedad en forma obsesiva”, este marca a la paciente, pasando ella misma a considerarse como una persona “obsesiva” y sin posibilidad de hacer frente a esto. A la consulta inicial, refiere tomar por propia iniciativa Orfidal y Lorazepam, tras haberle sido recetado por el médico de atención primaria hace unos 2 años, cuando se encuentra nerviosa, no especifica nada más sobre dosis y tomas diarias.



Evaluación y sintomatología detectada



Evaluación psicométrica inicial, pruebas utilizadas y resultados: En el Inventario de Ansiedad de Beck (BAI) obtuvo un nivel de ansiedad moderada. Inventario de Depresión de Beck (BDI), nivel de depresión moderado. Escala de Ideación Suicida (SSI), ideación suicida leve-moderada. Inventario de Preocupación de Pensilvania (PSWQ), nivel de preocupación grave. Escala de Asertividad de Rathus (RAS), ligero déficit en asertividad. Cuestionario de Autoestima de Rosenberg, déficit de autoestima. Inventario Multifásico de personalidad de Minnesota (MMPI), en esta prueba mantiene un perfil dentro de la normalidad.



En la Escala de Obsesiones-Compulsiones de Yale-Brown (Y-BOCS), se encuadra en un nivel de sintomatología del TOC (obsesiones y compulsiones) grave, invierte de 3-8 horas al día en ellas, le producen interferencia y malestar grave en su vida diaria, siempre cede ante estas, tiene poco control sobre ellas y muestra buena conciencia sobre el problema. En el Listado de Obsesiones y Compulsiones de Yale-Brown, las obsesiones especialmente problemáticas son las de contenido de contaminación, contenido agresivo y otras de diverso contenido (necesidad de recordar y miedo a decir ciertas cosas). En cuanto a las compulsiones, las más problemáticas son las de lavado/limpieza, las de comprobación/seguridad, los rituales de repetición, arreglo y orden, y otras varias (rezar y necesidad confesarse).



Pruebas Complementarias: Análisis hematológico y bioquímico de sangre, bioquímica estándar y hematología normal. TSH normal.



Tras la evaluación realizada, la sintomatología detectada en la paciente se puede agrupar en cognitiva, afectiva, motivacional, fisiológica y conductual. Esta se recoge en la tabla 1.



Tabla 1. Sintomatología Detectada.



Cognitiva



Preocupación y temor excesivo por la suciedad y llegar a enfermar por la suciedad o por el contacto con otra persona enferma.

Preocupación por ser la responsable de que enfermen su marido y su hija.

Preocupación excesiva por ser la responsable de algún accidente que afecte a sus familiares.

Preocupación y temor excesivo a dañarse a si misma o a sus familiares y a estar haciendo algo embarazoso o decir algo erróneo.

Imágenes violentas en las que hace daño a su familia.

Miedo a perder el control y hacer daño a sus familiares o a sí misma.

Rumiación, sobre la necesidad de perdón por parte de su marido y su hija.

Ideas suicidas.

Autocrítica patológica por su debilidad y sus errores.

Creencias de que tiene un aspecto horrible.

Creencias de que será castigada.



Afectiva



Tristeza.

Desesperanza.

Ansiedad.

Culpa por hacer sufrir a su marido y su hija con su problema y porque ningún familiar puede entrar a su casa.

Vergüenza de sí misma.

Irritabilidad.

Sentimientos de fracaso.

Insatisfacción y aburrimiento.



Motivacional



Intenta no pensar en obsesiones pero no lo consigue.

Desinterés por las relaciones sociales.

Dificultad para tomar decisiones.

¿Preocupados u obsesionados?


¿Preocupados u obsesionados?

20 de abril de 2009.- Por doquier se escucha que estamos "obsesionados" por la crisis, que vivimos en una "psicosis" colectiva de miedo global. Es más, muchos aseguran que el principal problema de la crisis es el pesimismo y la desconfianza. Motivos hay, pero una cosa es estar "pesimistas y preocupados" y otra "obsesivos o psicóticos".

El paso de la "rumiación" pesimista de los problemas, a la obsesión psicológica incontrolable es sutil, pero dramático. De hecho eso es lo que diferencia a la gente angustiada, de las personas enfermas del famoso TOC, o "trastorno obsesivo compulsivo". Si hoy traigo a este post la especie, es porque con frecuencia se usan conceptos psicopatológicos –depresión, psicosis, obsesiones, compulsiones - en el lenguaje periodístico "metafórico", no sin riesgo para los afectados por estas enfermedades.

Pondré un ejemplo. Recientemente me visitó una paciente afectada por un TOC con ideas obsesivas de culpa, centradas en supuestos errores verbales cometidos, las cuales tenía que confrontar y verificar constantemente con sus familiares o allegados, lo que le ocupaba muchas horas y le causaba gran sufrimiento.

Es decir, padecía un TOC, pero decía que lo suyo no era realmente una enfermedad, sino una "obsesión que no se podía quitar de la cabeza", y que era parecido a lo que le ocurre a las personas se quedan en el paro por la crisis y, lógicamente, no puede dejar de pensarlo, pero que no por eso va a tener que ir al psiquiatra.

Obviamente su error era dramático. Se trataba de una mujer joven, universitaria, madre de dos hijos, activa, pero gravemente incapacitada por sus obsesiones y compulsiones, y lo peor es que no aceptaba estar enferma ni necesitar tratamiento.

Obviamente su pronóstico no era muy favorable. Traté de explicarle qué es el TOC, y sus graves consecuencias, pero sus defensas eran lógicas, 'racionalizantes' y fuertemente apoyadas por el lenguaje cotidiano. Es más le mostré una web de una asociación de afectados de TOC, en la que expertos explican muy bien que es esta enfermedad, que afecta al 1% de la población, se inicia en edad juvenil, se suele detectar tarde, y si no se trata acaba siendo crónica e incapacitante. Y además conocemos bien sus causas y sus tratamientos.

Básicamente se trata mediante una combinación de psicoterapia cognitiva (prevención y extinción de respuesta) y fármacos serotoninérgicos selectivos y potentes. Pero hay casos tan graves y resistentes, que incluso se requieren técnicas muy sofisticadas, como psicocirugía o estimulación transcraneal.

Obviamente estos son casos extremos, pero lo importante de estas reflexiones, es que con frecuencia se trivializa con conceptos psicológicos, como "obsesivo", o "psicosis", y un buen número de personas realmente enfermas no acceden a diagnósticos y tratamientos necesarios simplemente por que no creen estar enfermas, lo cual repercute seriamente sobre su evolución y pronóstico.

A lo mejor los periodistas, profesionales o aficionados, incluyendo los blogueros, deberíamos moderar el uso de ajustar nuestras palabras "médicas". ¿No le parece?


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Jesús J. de la Gándara es psiquiatra y jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos.

La serotonina determina el grado de impulsividad en nuestros comportamientos


fuente:tenoch


La serotonina determina el grado de impulsividad en nuestros comportamientosEscrito por sigloxiii Publicado en Ciencia, PsicologíaCientíficos de la Universidad de Cambridge han demostrado por vez primera una relación entre la actitud impulsiva al tomar decisiones en entornos sociales y los niveles de serotonina en el cerebro. Ya se sabía que este neurotransmisor condiciona el comportamiento en sociedad, pero hasta la fecha no habían podido relacionarse directamente. Reduciendo el nivel de serotonina de voluntarios sanos mediante la dieta y sometiendo a éstos a un juego económico, se descubrió que los participantes con niveles bajos de serotonina en su organismo eran más reacios a aceptar las injusticias, a pesar de que éstas le reportasen algunos beneficios, sin considerar la posible ganancia.

Mas serotonina = Más impulsividad


Harinas y chocolate suben los niveles de serotonina.
Una nueva investigación realizada por científicos de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, ha conseguido por vez primera reunir pruebas de que el neurotransmisor llamado serotonina, que actúa como mensajero químico entre las células nerviosas, juega un papel esencial en la regulación de la impulsividad y agresividad en la toma de decisiones en entornos sociales.

La Universidad de Cambridge explica al respecto en un comunicado que los resultados de esta investigación vierten luz sobre algunos trastornos clínicos, como la depresión, los desórdenes obsesivo-compulsivos y la ansiedad severa, en los que son frecuentes los niveles bajos de serotonina en el organismo. Estos trastornos suelen a su vez estar asociados con dificultades sociales.

Hace tiempo que se sabe que la serotonina juega un papel muy importante en el estado de ánimo, en la ansiedad, en el sueño, y en las conductas alimenticias y sexuales, además de regular las funciones neuroendocrinas y cognitivas de nuestro cuerpo. En el sistema nervioso central juega un papel importante en la inhibición del enojo o la impulsividad.

Desde hace tiempo, también, se había asociado la serotonina con ciertas actitudes en entornos sociales, pero su relación específica con la impulsividad había sido hasta ahora una cuestión controvertida. Aunque muchos especialistas habían teorizado acerca de esta relación, el estudio de los científicos de la Universidad de Cambridge ha demostrado que realmente existe un vínculo causal entre serotonina e impulsividad.

Los resultados de la investigación explicarían, por ejemplo, por qué algunas personas se vuelven más agresivas cuando no han comido. El aminoácido o molécula orgánica necesaria para que el cuerpo genere serotonina sólo se puede obtener de la comida y la dieta, por lo que los niveles de esta sustancia se reducen de manera natural cuando no comemos. Este mecanismo ha sido aprovechado por los científicos británicos en su experimento.

Los investigadores redujeron los niveles cerebrales de serotonina en voluntarios sanos durante un corto periodo de tiempo manipulando su dieta. Posteriormente usaron un juego conocido como “el juego del ultimátum” para observar las reacciones de estos individuos con bajos niveles de serotonina ante acciones injustas.




El juego del ultimátum es un juego económico experimental en el que dos partes interactúan de manera anónima y sólo una vez, por lo que la reciprocidad no es un problema. El primer jugador propone cómo dividir una determinada suma de dinero con el segundo. Si éste último rechaza la oferta, nadie obtiene nada. En cambio, si la acepta, el primer jugador obtiene lo que propuso y, el segundo, el resto.

En este juego, normalmente, los jugadores tienden a rechazar, alrededor de la mitad de las veces, aquellas ofertas que suponen menos de un 20-30% de la cantidad total, a pesar de que, con este rechazo, se quedan sin nada.

Sin embargo, con los niveles de serotonina más bajos de lo normal, la tasa de rechazo de las ofertas injustas por parte de los participantes se incrementó hasta el 80%, sin que a éstos les preocupara perder la recompensa que supone aceptar las ofertas, por nimias que fueran, explican los investigadores en Science. De hecho, los voluntarios no demostraron ningún cambio de humor, no siguieron un proceso básico de valoración de la recompensa ni mostraron una respuesta inhibitoria.

La científica Molly Crocket, co-autora del estudio, señaló en el comunicado de la Universidad de Cambridge que “estos resultados sugieren que la serotonina juega un papel fundamental en la toma de decisiones en entornos sociales, normalmente manteniendo las respuestas sociales impulsivas bajo control. Los cambios en la dieta y el estrés pueden ocasionar que los niveles de serotonina fluctúen, por lo que resulta importante comprender cómo estos cambios pueden afectar a nuestras decisiones cotidianas”.

Conseguir serotonina

Pero, ¿cómo podemos mantener unos niveles óptimos de serotonina en nuestro cerebro? Los especialistas señalan que consumiendo triptófano, que es un aminoácido esencial en la nutrición humana que promueve la liberación del neurotransmisor.

Alimentos ricos en triptófano son, por ejemplo, el pollo o el chocolate, aunque en general los niveles de serotonina en el organismo dependen de los niveles de azúcar en la sangre, y éstos pueden aumentarse también consumiendo, por ejemplo, harinas, que tienen un alto contenido en azúcar y, por tanto, pueden sustituir la tristeza, la angustia y el nerviosismo por alegría, sedación y felicidad.

Por otro lado, los niveles de serotonina también aumentan con el ejercicio físico, la vida al aire libre o las bebidas azucaradas. Con unos niveles óptimos se duerme mejor –la serotonina regula el reloj interno del organismo-, y también se tiene mejor memoria, porque este neurotransmisor ayuda a concentrarse y a recordar.

Un gen protege al cerebro de la ansiedad y el estrés


Un gen protege al cerebro de la ansiedad y el estrés
19/08/2008 12:16:57
Un equipo de investigadores del Instituto Cajal de Madrid, pertenecientes al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha descubierto que el gen de la adrenomedulina protege al cerebro de la ansiedad y el estrés, según aparece publicado esta semana en la revista "Proceedings" de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense (PNAS).

Para ello, se llevó a cabo un estudio observacional en ratones en el que comprobaron que aquellos individuos a los que se había suprimido este gen del sistema nervioso central se movían más que sus hermanos normales, pero con una mala coordinación motora. Los animales modificados genéticamente tenían más ansiedad y presentaban movimientos estereotipados, característicos del síndrome obsesivo-compulsivo.

Los autores del estudio, dirigido por Alfredo Martínez, utilizaron una batería de pruebas de comportamiento para entender el funcionamiento del cerebro de los ratones a los que les faltaba la adrenomedulina. Los resultados obtenidos indican que la ausencia de este gen hace que las neuronas de áreas concretas del cerebro tengan un citoesqueleto más rígido, lo que tiene consecuencias perjudiciales en el comportamiento animal. Los animales que carecen de adrenomedulina cerebral son mucho más sensibles a los agentes que dañan el cerebro.

Según Martínez, gracias a esta investigación se ha detectado que muchos de los defectos psicológicos observados en los ratones sin adrenomedulina se corrigen con la edad, de manera que "en individuos de más de seis meses --unos 30 años en humanos-- no se aprecian diferencias en animales con o sin el gen". Todo indica que tiene que haber un mecanismo de compensación dependiente de la edad responsable de esta normalización.

Los investigadores habían descrito con anterioridad que el cerebro en condiciones normales presenta niveles altos de adrenomedulina. Estos niveles aumentan en situaciones de daño cerebral. Los trabajos realizados hasta ahora por este equipo indican que la adrenomedulina es un factor que protege al cerebro tanto frente a las agresiones externas (isquemias, traumatismos, etc.), como a las internas (exceso de estrés y ansiedad).

En la actualidad, explicó el director de esta investigación, están trabajando en la búsqueda de sustancias de aplicación farmacológica que puedan aumentar la acción de la adrenomedulina cerebral y, de ese modo, "poder frenar el daño producido por el estrés y la ansiedad excesiva".TÉCNICAS DE INGENIERÍA GENÉTICA

Los autores tuvieron que sofisticar para este trabajo las técnicas empleadas, dado que la eliminación completa del gen de la adrenomedulina en ratones provoca la muerte de los embriones a los 14 días de vida intrauterina.

Para evitarlo, los investigadores eliminaron el gen del sistema nervioso central y lo dejaron intacto en el resto del organismo, lo que exigió la utilización de complejas técnicas de ingeniería genética.

MUCHOS ACCIDENTES INEXPLICABLES SE DEBEN A UNA SATURACIÓN CEREBRAL


MUCHOS ACCIDENTES INEXPLICABLES SE DEBEN A UNA SATURACIÓN CEREBRAL
http://www.dsalud.com/numero43_3.htm
fuente:discovery salud
El altísimo flujo de información que llega al cerebro en nuestra tecnificada sociedad hace que éste se colapse a veces y necesite "desconectarse" del cuerpo para poder hacer un proceso de "puesta a punto", algo que deja al organismo sin control y expuesto a numerosos riesgos. Le contamos las causas que llevan a este caos patológico, a ese desconcertante "bloqueo cerebral transitorio" y cómo se puede evitar de forma rápida e inocua.

"El gigantesco avance científico de las últimas décadas exige hoy al cerebro humano en las sociedades industrializadas procesar tanta información que a veces éste se satura inevitablemente y queda inactivo mientras se 'reprograma' -lo que en términos informáticos llamaríamos 'resetear el disco duro"-, algo que puede incluso poner en peligro nuestra vida". Al menos eso es lo que afirma Antonio Lamarca con el que ya hablamos hace unos meses sobre los peligrosos efectos del ruido en la salud (vea Discovery DSALUD nº 34). Pues bien, en esta ocasión hemos querido dar un paso más allá y hablar sobre lo que este experto define como "bloqueo cerebral transitorio", consecuencia de los abusos al que sometemos a nuestro cerebro.
"En el siglo XIX -comenzaría explicándonos Antonio Lamarca- en la sociedad predominaba el esfuerzo físico, del cual dependía la riqueza y la prosperidad. Los conocimientos científicos y el uso del intelecto no eran condiciones prioritarias para la supervivencia. En consecuencia, sólo la enfermedad y la falta de fuerza física atentaban seriamente contra la vida. Sin embargo, hoy -sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX- el esfuerzo físico se ha sustituido por el intelectual en los campos laboral, doméstico, de ocio, etc. Y desde entonces la 'parte' intelectual del cerebro está a veces sobreutilizada con consecuencias que muchos desconocen".
Un cambio que -según este investigador- explicaría el consumo creciente de tranquilizantes, sedantes, ansiolíticos y antidepresivos a los que hoy recurrimos para aplacar unos síntomas y sensaciones a las que muchas veces no sabemos dar explicación. Para Lamarca, empero, todas esas extrañas sensaciones que los médicos encasillan como "enfermedades" (estrés, depresión, ansiedad, falta de autoestima, etc.) no serían más que síntomas psicosomáticos (o "no-enfermedades", como las llama) que el cerebro emplea para avisar de que se está bloqueando y dejando al cuerpo sin control.
"Claro, la Medicina, al no saber interpretar esos síntomas -nos diría- busca las causas en lo inmaterial en lugar de hacerlo en el funcionamiento de los sentidos y, por ende, en el ordenador central que es el cerebro. Y mientras, esos colapsos, que los médicos etiquetan como 'ataques de pánico', se siguen produciendo, aumentan, se repiten y generan una espiral de temor en quien los padece. Es lógico, pues, que en algunos casos lleguen a producirse daños psíquicos e, incluso, suicidios. De ahí que intente dar a la sociedad la información que poseo a fin de que se sepa que existen límites cerebrales y qué se puede hacer en el caso de notar alguna alteración mental. Porque ello permitiría evitar muchos accidentes de fatales consecuencias".

UN ORDENADOR CENTRAL
Lamarca nos explicaría que en el cerebro humano el trabajo sensorial se reparte proporcionalmente según la función, complejidad y cantidad de energía que cada una requiere. Y nos explicaría también que todos disponemos de sensores que detectan constantemente la presencia de fenómenos físicos, térmicos, mecánicos y electromagnéticos... cada uno de los cuales consume una determinada cantidad de energía. Por ejemplo, los órganos de la audición y de la visión -por su sofisticación- son los que requieren más "memoria" -valga la expresión- del ordenador-generador de sensaciones que es el cerebro. En lo que se refiere a la carga sensorial, le sigue en importancia el aparato locomotor ya que de sus cientos de músculos dependen todas las interacciones, tanto internas como externas y de relación con los demás. Y luego el órgano más diseminado del cuerpo humano, la piel, con sus terminaciones sensibles al calor, tacto, corte, presión y punción -entre otras- que, en situaciones extremas, pueden solicitar del cerebro toda su capacidad. En suma, el ser humano depende del control cerebral consciente e inconsciente. Unos controles que se activan simultáneamente por los estímulos procedentes de cualquier órgano, glándula, músculo, etc. Es entonces cuando el cerebro valora toda la información y genera respuestas -internas y externas- adecuadas a cada fin dando órdenes concretas a cada órgano, glándula, músculo, etc., para resolver la situación planteada en cada instante.
Pero, ¿qué sucede si el área de procesamiento del cerebro se "satura" -valga el símil informático- o agota -en términos bioquímicos? Pues según Lamarca, como el cerebro está diseñado para la vida y no permite ser destruido pone en marcha los mecanismos oportunos para sobrevivir a la situación. Para lo cual reduce la precisión de control de los órganos y músculos y, a la vez, alerta al afectado. En esos casos éste, instintivamente, busca un entorno seguro y silencioso evitando la proximidad de sus semejantes. Y si aún así la situación de sobrecarga no se reduce el cerebro provoca entonces un rápido "reset" o "puesta a punto", proceso que suele durar entre 10 y 20 minutos. Es decir, se "desconecta" totalmente con lo que la persona pierde por completo el control del cuerpo experimentando una sensación de caos horrible. Esa situación ha sido médicamente etiquetada como "tormenta vegetativa" o "ataque de pánico" aunque Lamarca la llama "bloqueo cerebral transitorio". En tales casos ninguna ayuda externa sirve.

BLOQUEO CEREBRAL TRANSITORIO: EL QUID
"Le puedo asegurar -nos diría- que es la sensación más terrible que un ser humano puede sentir". Algo que asevera con rotundidad porque él mismo la ha sufrido ¡en más de 200 ocasiones! Es decir, que Antonio Lamarca se adentró en la búsqueda de respuestas a este problema -como tantos otros enfermos de muy distintas enfermedades- para intentar encontrar una explicación a lo que le sucedía ante la falta de respuesta de la Medicina convencional. Unas investigaciones que le llevaron a comprender que el cerebro tiene un límite de saturación y que cuando éste se sobrepasa se desconecta automáticamente. "Es como si fuera un ordenador y el disco duro se llenara y precisara reconfigurarse para seguir funcionando. En tales situaciones la "computadora cerebral" tiene que dejarlo todo y dedicarse exclusivamente a hacer el 'programa de mantenimiento'. Es decir, el cerebro, en situación límite y con el informe de su reloj interno de que faltan muchas horas para que el sueño reponga sus circuitos, opta por hacer un 'reset' -total o parcial- desconectándose del cuerpo y reconectándose luego ordenadamente 'cuando el procesador ya está en orden', al menos para los órganos principales del mantenimiento de la vida".
Un proceso que dura -según nos diría- entre 10 y 15 minutos y que si bien médicamente se conoce como "ataque de pánico" en realidad no sería sino una especie de desconexión transitoria.
Eso sí, en tales momentos la situación del afectado es caótica porque la desconexión del cerebro hace que la persona sea hipersensible al hábitat, a la meteorología, al mareo por movimiento, a los cambios de la presión, a las turbulencias y estratos del aire, a los cambios térmicos, a la aceleración y desaceleración en cualquier plano, a los infrasonidos, a los focos de luz, al ruido, etc. Es decir, prácticamente a todo. En resumen, durante esos minutos el ser humano está completamente indefenso.
Al preguntarle qué se puede hacer en esa situación la respuesta fue clara: "Nada. Limitarse a esperar a que el cerebro, por sí solo, se reconecte con el cuerpo y vuelva a la situación normal". Quisimos saber si además del exceso de información que llega al cerebro a través de los sentidos hay algún otro elemento que pueda provocar esta situación. "Pues sí. Verá -nos respondió-, en ocasiones sucede que incluso si se eliminan los agentes causales de tipo auditivo o visual los síntomas no desaparecen y también se produce el bloqueo cerebral transitorio. El seguimiento de estos casos determinó que también se puede generar sobrecarga cerebral por la radiación electromagnética del infrarrojo en su amplio espectro y que tal circunstancia se daba si el área de evolución del afectado resultaba ser de radiación heterogénea, o sea, si existían en torno a él dos o más longitudes de onda en lugar de una homogénea, es decir, con una sola longitud de onda. He observado que de la radiación homogénea depende la correcta fluidez de la neurotransmisión y que la radiación heterogénea produce sobrecarga cerebral hasta que, incluso por sí misma, provoca el bloqueo" (vea el recuadro sobre radiaciones homogéneas y heterogéneas).

EL PROCESADOR CEREBRAL
También ha observado Antonio Lamarca en estos veinte años de investigación que los bloqueos cerebrales aparecen y desaparecen de forma aleatoria sin que puedan determinarse las razones exactas que los desencadenan aunque se sepa que es sólo una la causa: un informe sensorial erróneo y/o excesivo. Un hallazgo que dio base a las siguientes premisas:
-El cerebro humano puede bloquearse transitoriamente por sobrecarga informativa, bien por no disponer de más capacidad para procesar datos -por ejemplo, por agotamiento o por no haber dormido lo suficiente-, bien por algún proceso bioquímico que lo afecte.
-La capacidad cerebral para procesar datos ininterrumpidamente supera las 24 horas y quizás pueda llegar a las 100. En todo caso, lo adecuado es dormir correctamente 8 de cada 24 horas sin recibir ningún tipo de estímulo sensorial.
-Cuando los ojos o los oídos sufren una alteración física y la información que llega al cerebro no es correcta éste tiene en tales casos que trabajar tanto que puede consumir su capacidad de procesamiento en menos de 16 horas. En ese punto es imposible ya que puedan reponerse todos los circuitos cerebrales en las ocho horas de descanso, lo que se empeora si el tiempo de dormir es alterado por nocturnidad, vigilia, etc. "Todos podemos estar una noche sin dormir -explica Antonio Lamarca- pero a las 48 horas el cerebro empieza a tener problemas para controlar los órganos".
-En situación de alta carga cerebral el ser humano es muy vulnerable a los cambios atmosféricos o del hábitat, incluidas las radiaciones de todo tipo.
-Las sensaciones y síntomas psicosomáticos leves son el indicador que alerta de que el bloqueo cerebral está próximo y de que la vida peligra si la situación en esos momentos es de alto riesgo (conducción de vehículos, trabajos en altura, etc.) por lo que se tiene que reducir inmediatamente el flujo informativo hacia el cerebro para evitar ese bloqueo.

SOLUCIONES SIMPLES
"Una característica de la sintomatología psicosomática -aclara nuestro entrevistado- es que la sobrecarga cerebral provocada por cualquier vía o sentido forma una sinergia negativa que potencia los síntomas generados por cualquier otra vía. De ahí que se recomiende ir poco a poco eliminando la carga sensorial para ayudar al cerebro en su proceso de reseteado". Por ejemplo -y como ya explicábamos en el número 34 de nuestra revista-, para reducir la carga cerebral provocada por vía auditiva existe un procedimiento muy simple que consiste en atenuar el ruido ambiental por medio de filtros auditivos de espuma. Es decir, con unos simples tapones se puede reducir la carga cerebral en más de un 80% y se puede pasar de una situación caótica -con más de 40 de los síntomas (ver recuadro adjunto)- a sentirse bien y seguro en menos de 30 minutos.
Si esto no es suficiente se recomienda cerrar un ojo -o los dos- durante 3 o 4 minutos, o bien no utilizar la visión para distancias cortas hasta que remitan los síntomas. Esta es la forma de atenuar la sobrecarga por el sentido de la vista.
Ahora bien, Lamarca también cita la influencia de las radiaciones electromagnéticas en la sobrecarga cerebral humana. Y, a ese respecto, ofrece una solución sencilla para obtener una zona de "sombra" sin radiación. Para conseguirla sólo es necesario reflejar todo el espectro óptico con una lámina reflectante, por ejemplo, un espejo. Para que se entienda: la persona que se sitúa en la parte trasera del espejo -la no reflectante- no recibe la influencia del campo electromagnético al que pueda estar sometida la zona en que se encuentra ya que éste "rebota" en la cara reflectante. Lamarca recomienda pues colocar un espejo bajo la cama. De esa forma, durante el descanso, la persona deja de recibir las radiaciones que -sin saberlo- mantienen en alerta al cerebro y le impiden eliminar la carga cerebral acumulada. Así se reduce la sobrecarga cerebral provocada por la neurotransmisión.
Es más, Lamarca dice que "las ondas de la telefonía móvil de un repetidor único no entrarían en el ámbito de este artículo por ser la longitud de onda muy larga pero es posible que muchos repetidores en el mismo punto más los teléfonos de los usuarios por superposición de portadoras y por la característica de la modulación generen trenes de ondas en la zona del infrarrojo que sí afectarían a la neurotransmisión y, en todo caso, a la correcta replicación celular. Y lo mismo se puede pensar de las redes de alta tensión, aunque yo creo que no sería por ser de alta tensión simplemente. En todo caso, el problema se podría generar en las fugas de los aisladores que soportan la red. De ser así, la solución estaría también habitando zonas con sombra electromagnética en el infrarrojo, o sea, la banda óptica (la luminosa es sólo una parte de la óptica). Es necesario, pues, investigar en este campo."
Para terminar, y respecto de los oídos, Antonio Lamarca insistió en la necesidad de advertir a los lectores de la importancia de evitar la entrada de agua y productos de limpieza en ellos durante el aseo personal. Nada, pues, de usar constantemente palillos con algodones. La entrada de líquido en el pabellón auditivo o la simple humectación del tímpano puede alterar el mensaje hacia el cerebro de tal forma que el mero hecho de evitarlo -por medio de tapones adecuados- resuelve en muchos casos los llamados "ataques de pánico". "La sutileza del cerebro en la interpretación de los impulsos electronerviosos provenientes de cada oído hace que el simple hecho de humectar los tímpanos aumente el trabajo cerebral exageradamente. Se puede pues imaginar qué puede suceder en el cerebro si en un oído hay un problema cualquiera, por ejemplo, exceso de cerumen o una infección. En cualquiera de esas situaciones, y en presencia de ruido ambiental continuo, es normal que el afectado tenga los llamados ataques de pánico".
Sólo nos resta añadir que los resultados prácticos están hoy dando la razón a Antonio Lamarca cuyas propuestas son fáciles de comprender y de experimentar. Con la ventaja de que las soluciones que aporta son sencillas, inocuas y económicas.


Laura Jimeno Muñoz

Sintomatología psicosomática
Estos son algunos de los síntomas y sensaciones que según Antonio Lamarca provoca el cerebro para hacernos saber que está próximo a bloquearse:
-Visión de puntos negros y cadenitas plateadas; sensación de presión interna en la cabeza; lengua de color blanco; dolor de estómago y pérdida de apetito; movimientos musculares incontrolables; ruidos, zumbidos y siseos en los oídos; insomnio progresivo con nerviosismo agobiante; pérdida de la actividad y cansancio; molestias en el tórax y respiración dificultosa; sensación de inestabilidad al estar de pie; frío extraño sin temblores (incluso en verano); boca seca y sin saliva aun masticando; pérdida de sensibilidad al tacto; alteración en el ritmo del corazón; sudoración de la mitad superior del cuerpo; orinar muy a menudo de forma incolora; palidez exagerada; temor a problemas del corazón; necesidad inexplicable de cambiar del lugar; miedo a la luz solar; turbidez mental; sensación de desmayo inminente; angustia desesperante y temor a un fin cercano; visión con barras en el campo visual periférico; reducción del campo visual y deformación de las imágenes; pérdida de la capacidad de percibir la tercera dimensión (profundidad); visión en blanco y negro o visión doble; zumbido y explosión potente en la cabeza; ataque de pánico; deslumbramientos con luz normal; luces centelleantes en el campo visual; dolor de cabeza entre presión y migraña; sensaciones raras e indefinibles en el cuerpo; síntomas de mareo en mayor o menor grado; dificultad de concentración mental; náuseas, vómitos y dolor de cabeza residual; pérdida de control sobre uno mismo.


Espacios electromagnéticos homogéneos y heterogéneos
Los espacios -por naturaleza o artificio- pueden ser homogéneos o heterogéneos, fijos o móviles. Como ejemplo podemos citar:
-Homogéneos fijos: cuando el subsuelo es uniforme, generalmente en llanos, playas arenosas, construcciones de madera, suelos sin cambio de densidad o forma, etc.
-Homogéneos móviles: radiación solar no interferida, radiación lunar no interferida y desplazamientos a velocidad constante.
-Heterogéneos fijos: subsuelos rocosos agrietados o nivelados con materiales de derribo y piedras de gran volumen, estructuras de los edificios en todos los planos, cuevas subterráneas, interrupciones y saltos por desnivel en los cauces de aguas subterráneas, proximidad a las paredes de montaña, márgenes, entresuelos, alcantarillados, túneles, máquinas grandes en plantas inferiores y/o superiores, garajes subterráneos, etc.
-Heterogéneos móviles: radiación solar o lunar con interferencias naturales o estructurales (de las construcciones, edificios, etc.), aglomeraciones de personas (supermercados, colas, grupos, espectáculos, formaciones, etc.), vehículos con aceleración y desaceleración repetitiva (transporte público urbano, marcha en caravana, ascensores, etc.), oscilación lateral o frontal (embarcaciones, aviones, etc.), edificios de gran altura, borrascas tormentosas (por radiación transversal propia o reflejada -aún no estando al alcance de la visión- o perpendicular cuando está cerca o encima).
Además, partiendo de la base de que las radiaciones las emiten todos los cuerpos y a cualquier temperatura y de que el alcance depende del espesor de la materia, de la temperatura en grados kelvin (0 ºk = -273 ºC)), de la constante del material -conociendo también que el suelo, por sí mismo, es emisor de radiaciones además del sol, la luna y de algunos fenómenos atmosféricos-, al incluir en este medio, por ejemplo, un edificio, en su interior nos encontraremos:
-Interferencia del subsuelo, fundación y estructura (jácenas, vigas, etc.), con la emisión propia del suelo -de abajo hacia arriba y en horizontal en los sótanos y entresuelos-, sin olvidar las propias del interior del terreno también en horizontal.
-Emisión propia de cada jácena y viga pues, al estar alineadas, se suman sus valores radiantes. -Divisiones de la planta con habitaciones de diferentes dimensiones pues las paredes intermedias de las habitaciones pequeñas afectan a las grandes. Pero no sólo habrá que considerar la distribución del propio edificio sino la de los edificios contiguos.
-Estructuras de soporte de refuerzo en los diferentes niveles (ejemplo de garajes subterráneos, plantas con maquinaria pesadas, incluidos vehículos, túneles, pozos, alcantarillado, etc).
Cabe añadir que las radiaciones celestes también han de tenerse en cuenta ya que el sol, la luna y las nubes tormentosas hacen el mismo efecto que la Tierra pero al revés, es decir, de arriba hacia abajo con la complicación de que al ser emisores o reflectores móviles varían continuamente su inclinación, aparecen, se desplazan y desaparecen las zonas heterogéneas.
Y todo ello formando sinergia con las sobrecargas cerebrales causadas por la audición, la visión y el aparato locomotor.

LAS SIETE GRANDES LEYES MENTALES


LAS SIETE GRANDES LEYES MENTALES

fuente:http://www.carlos-luksic.com
PRIMERA

LEY DE LA SUSTITUCIÓN

Esta ley dice que la única manera de librarse de cierto pensamiento es sustituirlo por otro. No se puede descartar directamente un pensamiento. Sólo puede substituírselo por otro. En el plano físico no ocurre así, se puede dejar caer un libro o una piedra abriendo sencillamente la mano y soltando el objeto, pero en el pensamiento, ese recurso no funciona. Si quiere suprimir un pensamiento negativo, la única forma de conseguirlo consiste en pensar en algo positivo y constructivo, es como si, digamos, para dejar caer un lápiz, fuera necesario poner una pluma, un libro o una piedra en su mano cuando el lápiz caiga.

... Cuando lo invaden pensamientos negativos, no los combata, sino piense en algo positivo. ... a veces los pensamientos negativos parecen asediarlo con tanta fuerza que no puede superarlos, eso se llama un acceso de depresión, o de preocupación, o tal vez, un arranque de cólera. En ese caso, lo mejor es buscar a alguien con quien hablar de cualquier tema o distraerse, ir al cine o al teatro, o leer un libro interesante, una buena novela una biografía, o una crónica de viajes o algo así. Si se pone a combatir la marea negativa, lo que obtendrá, probablemente, será incrementarla.

Preste atención a algo muy distinto, negándose resueltamente a pensar en la dificultad o a recrearla y, más tarde, después que se haya alejado completamente del problema, puede regresar con confianza y afrontarlo mediante un tratamiento espiritual.

"Pero yo os digo: No resistais al que es malo".

Mateo 5:39







SEGUNDA

LA LEY DE LA RELAJACIÓN

En todo trabajo mental, el esfuerzo se derrota a si mismo. Mientras más esfuerzo realice, menos resultados obtendrá. Esto, es lo opuesto a lo que encontramos en el plano físico, pero no nos sorprende porque en muchos casos , las leyes de la mente son el reverso de las de la materia.

En el plano físico, generalmente, mientras más esfuerzo se realiza, mayor es el resultado. Mientras más fuerza se aplica a un taladro, más rápido se logra un agujero, mientras con mayor fuerza se martilla un clavo, más rápidamente penetrará la pared. ... Exáctamente lo contrario ocurre con el pensamiento.

Cualquier intento de presión mental está destinado de antemano al fracaso porque en el momento en que comienza la tensión, la mente deja de funcionar con creatividad y se limita a trabajar según el viejo molde habitual. Cuando uno trata de forzar las cosas mentalmente, cuando uno trata de apresurarse mentalmente, sencillamente detiene su poder creador. Para que la mente vuelva a ser creativa, hay que suprimir su tensión mediante un relajamiento consciente.

En todo trabajo mental, sea relajado, apacible y no se apresure, pues el esfuerzo se derrota a sí mismo.

"La quietud y la confianza serán vuestra fuerza"

Isaías 30:15







TERCERA

LEY DE LA ACTIVIDAD SUBCONSCIENTE

No bien el subconsciente acepta cualquier idea, de inmediato trata de llevarla cabo. Utiliza todos sus recursos (que son mucho mayores de lo que se suele suponer) para ese fin. Utiliza todo ápice de conocimiento que uno haya acumulado, la mayor parte del cual se ha olvidado por completo, para conseguir su propósito. Moviliza los numerosos poderes mentales que uno posee, la mayoría de los cuales uno nunca emplea conscientemente. Aprovecha la energía ilimitada de la mente. Alinea todas las leyes de la naturaleza a medida que éstas operan tanto dentro como fuera de usted para obtener lo que persigue.

A veces consigue inmediatamente su objetivo. A veces le toma un poco más de tiempo; otras veces, mucho tiempo, dependiendo de las dificultades que haya que superar. Pero si el objetivo no es completamente imposible, el subconsciente lo logrará, una vez que acepte la idea.

La ley se cumple tanto con las ideas buenas como con las malas. Esta ley, cuando se utiliza negativamente, provoca enfermedades, problemas y fracasos; cuando se utiliza positivamente, genera salud, libertad y éxito .... la armonía es inevitable cuando nuestros pensamientos son positivos, constructivos y generosos.

Lo único que hay que hacer pues, es conseguir que el subconsciente acepte la idea que queremos reproducir, y las leyes de la naturaleza harán el resto: producirán el cuerpo sano, las circunstancias armoniosas, la carrera exitosa. Nosotros damos las órdenes; el subconsciente hace el trabajo.







CUARTA

LA LEY DE LA PRÁCTICA

La práctica conduce a la perfección. Ese familiar proverbio encierra una de las grandes leyes de la naturaleza humana, la cual - como es una ley - nunca, bajo ninguna circunstancia, se viola.

Para ser hábil en cualquier campo, es preciso practicar. Sencillamente, no hay logro sin práctica, y mientras más se practique, siempre que se haga inteligentemente, mayor será la pericia y más pronto se la obtendrá. Esto se cumple en el estudio de la música, de un idioma, cuando se aprende a nadar, a patinar, a esquiar o a volar. Se cumple en todo aspecto imaginable de la actividad humana. La práctica es el precio de la pericia.

En la vida comercial, y en cualquier clase de administración o dirección, la experiencia es la forma que adquiere la práctica; una vez más es la práctica la que conduce a la perfección. De ahí que, si otros aspectos son iguales, se suele escoger a una persona mayor para puestos de responsabilidad, y no a una persona más joven.

En la metafísica los efectos de esta ley, son particularmente impresionantes. El control del pensamiento es por completo cuestión de práctica inteligente.... Pero observen que he dicho práctica inteligente. Forzar algo con violencia no es práctica inteligente, al igual que no lo es la lentitud monótona.

La práctica es el secreto del logro. Podemos parodiar a Dantón y decir: ¡Práctica...! ¡Y más práctica...! ¡Y todavía más práctica!.

"Poned la palabra en práctica, y no os contentéis sólo con oirla"

Santiago 1:22







QUINTA

LOS DOS FACTORES

Todo pensamiento está integrado por dos factores: el conocimiento y el sentimiento. Un pensamiento está integrado por una porción de conocimiento con una carga de sentimiento y es solo el sentimiento el que da poder al pensamiento. Por importante o magnífico que sea el contenido de conocimiento, si no está vinculado a un sentimiento, no pasará nada. Por otra parte, por poco importante o insignificante que sea el contenido del conocimiento, si hay una carga de sentimiento, algo pasará.

En la naturaleza, el pájaro simboliza esta ley natural. Un pájaro tiene dos alas, ni más ni menos, y las dos deben funcionar para que pueda volar.

No importa que el contenido de conocimiento sea correcto o no, mientras uno crea que es correcto, recuerde que lo que importa es lo que creemos de verdad. Un informe sobre algo puede ser muy inexacto, pero si usted lo cree, tiene el mismo efecto sobre usted que si fuera cierto; y ese efecto, una vez más, dependerá de la cantidad de sentimiento que contenga.

Cuando comprendemos esta Ley advertimos la importancia de aceptar sólo la Verdad concerniente a la vida en toda la fase de nuestra experiencia. No hay duda de que por eso Jesucristo dijo: "Conoced la Verdad, y la Verdad os hará libres." Ahora comprendemos por qué los sentimientos negativos (el miedo, la crítica, etc.) son tan destructivos y por que una sensación de paz y de buena voluntad constituye un enorme poder de curación.







SEXTA

AQUELLO EN LO QUE UNO PIENSA, CRECE

Aquello en lo que uno piensa, crece. Esta es una máxima oriental, y resume las mayores y más fundamentales de todas las Leyes de la Mente.

Aquello en lo que uno piensa, crece. Cualquier cosa a la que usted de acceso en su mente, se magnifica en su vida. El sujeto de su pensamiento puede ser bueno o malo; la ley funciona y la condición crece. Cualquier asunto que usted mantenga fuera de su mente, puede reducirse en su vida, pues lo que no se usa, se atrofia.

Mientras más piensa en su indigestión o en su reuma, más se agravarán esos males. Mientras más piense que usted está sano, que está bien, mejor estará su organismo. Mientras más piense en las carencias, los malos tiempos, etc.., peor andarán sus negocios; y mientras más piense en la prosperidad, la abundancia y el éxito, dará a su vida una proporción mayor de esos bienes.

Mientras más piense en sus cuitas, o en las injusticias que ha sufrido, más pruebas de ese tipo seguirá recibiendo; y mientras más piense en la buena suerte que ha tenido, más buena suerte recibirá.

Esta es la Ley Mental básica, fundamental, que lo abarca todo. En realidad toda enseñanza psicológica y metafísica no es mucho más que un comentario sobre esta Ley.

Aquello en lo que uno piensa, crece.

Filipenses 4:8







SÉPTIMA

LA LEY DEL PERDÓN

Es una ley mental inquebrantable que uno tiene que perdonar a otros si quiere superar las dificultades y lograr un verdadero progreso espiritual.

Quizá la importancia vital del perdón no sea obvia a primera visita, pero puede estar seguro de que no es simple coincidencia que todo gran maestro espiritual, comenzando por Jesucristo, haya insistido tan enérgicamente en el perdón. Debe perdonar las injurias, pero no sólo de palabra o como una cuestión formal, sino sinceramente de corazón; así es. Usted no perdonará por el bien de otra persona, sino por su propio bien. Para esa persona el perdón no significará gran cosa (a menos que fije una serie de valores a partir del perdón), pero para usted tendrá una gran significación. El resentimiento, la condena, la ira, el deseo de ver a alguien castigado son cosas que corrompen su alma por muy astutamente que usted disimule esos sentimientos, como esas cosas tienen un contenido emocional más vigoroso de lo que cualquiera sospecharía le afianzan sus problemas, los remachan. Lo encadenan a muchos otros problemas que en realidad no tienen nada que ver con los agravios originales.

Perdonar no significa que usted deba simpatizar con el delincuente o que quiera conocerlo, sino que usted debe desearle el bien. Usted, por supuesto, no debe permitir imposiciones o malos tratos; debe librar sus propias batallas, y librarlas con oraciones, justicia y buena voluntad no importa que usted pueda olvidar la injurias o no, aunque si usted deja de pensar en ellas, probablemente las olvide pero debe perdonar.