Cuando un error en el diagnóstico diferencial puede ser "peligroso"


Cuando un error en el diagnóstico diferencial puede ser "peligroso": tratamiento por exposición en imaginación a las obsesiones de suicidio e inundación en vivo a los estímulos desencadenantes de las obsesiones de suicidio.
*Maldonado, A.L.; *Jiménez Pérez, M.A.; *Fernández Coello, S. y Rodríguez Pérez, E.
(*Centro de Psicología ALBORAN)


El diagnóstico diferencial entre el trastorno obsesivo compulsivo y la depresión presenta, en ocasiones, bastante dificultad para el psicólogo clínico. Cuando ese diagnóstico diferencial debe hacerse entre obsesiones de suicidio que podrían ser también ideación suicida en el marco de la depresión un error en el diagnóstico puede tener consecuencias muy negativas.

Presentamos un caso de obsesiones puras con temática de suicidio que tratamos con técnicas exposicionales.

La importancia del caso no está en las técnicas utilizadas sino en la dificultad del diagnóstico y en las dudas que puede plantear al clínico el tipo de tratamiento indicado en la literatura: exposición a las propias ideas de suicidio.

En el alta y el seguimiento de los tres meses los resultados del tratamiento son satisfactorios.

El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por la presencia de ideación obsesiva que suele aparecer acompañada de acciones y comportamientos que se realizan en forma de ritual. Este trastorno suele aparecer junto a una considerable angustia y malestar.

Las obsesiones no son experimentadas como producidas voluntariamente sino que se definen como pensamientos, imágenes, ideas o impulsos que invaden de manera persistente la conciencia. La persona no las desea ni se alegra de tenerlas sino que normalmente se resiste a tenerlas y trata de librarse de ellas. Por otro lado, las obsesiones en forma de pensamientos son más frecuentes que las obsesiones en forma de impulsos o imágenes. Cuando aparece la obsesión, la persona suele resistirse y trata de suprimirla. Si logra suprimirla, lo más probable es que vuelva al poco tiempo. En ocasiones, estas cogniciones se presentan de forma continua mientras que otras veces pueden aparecer por episodios y en relación a diversos estímulos ambientales o internos. Cuando se presentan estos fenómenos cognitivos el sujeto se siente incapaz de controlarlos o eliminarlos. El sujeto suele ser incapaz de explicarse estos fenómenos cognitivos por lo que los puede considerar repugnantes, sin sentido, amenazadores y contrarios a sus verdaderos sentimientos. Aunque en ocasiones puede existir cierta racionalidad en los miedos, el alcance de esos miedos suele ser reconocido como irracional por el mismo individuo. Algunos sujetos informan de pensamientos muy específicos (Ej. voy a matar a mi mujer) mientras que otros experimentan una vaga sensación de terror sobre algo que está ocurriendo o va a ocurrir. También puede existir una aprensión de que algún hecho terrible va a ocurrir (Ej. incendio del hogar, contraer una enfermedad mortal o causar la muerte de otra persona por contaminación o por negligencia). El sujeto no percibe que el pensamiento está originado en el exterior sino que reconoce y sabe que es su propio pensamiento.

Respecto a los contenidos de las obsesiones, (Akhtar, Wig, Verna, Pershod y Verna, 1975), encontraron que la suciedad y la contaminación eran el contenido más usual de las obsesiones. Estos temas iban seguidos, en orden decreciente, por la agresión y violencia, religión y sexo.

En las imágenes, el sujeto puede verse a sí mismo realizando un acto despreciable o ver cómo le está ocurriendo algo terrible a alguna persona cercana.

Hay que tener en cuenta que el factor crítico de las obsesiones no es su contenido sino la naturaleza intrusiva de los fenómenos cognitivos, el reconocimiento de que no tiene ningún sentido, la generación de angustia y malestar en el individuo y el nivel de creencia atribuido a ese fenómeno.

Las compulsiones son actos que pueden hacerse en público o en secreto y que en la mayoría de las ocasiones se asocian con la presencia de las obsesiones. Estos actos se suelen realizar de forma ritual o estereotipada y se les conoce como rituales compulsivos. Aunque la resistencia activa por parte del sujeto se considera esencial para el diagnóstico, en ocasiones (p. ej. en casos muy cronificados) es difícil encontrar dicha resistencia. Esto podría deberse a los nulos o escasos resultados que hayan dado los esfuerzos por controlar el comportamiento durante años.

Los rituales más comunes son: excesivo aseo y lavado de manos, limpieza, comprobación y recomprobación de elementos domésticos, puertas y ventanas, material relativo al trabajo y cuestiones relacionadas con la consecución de seguridad. Los rituales de aseo y limpieza suelen estar relacionados con miedos referidos a la contaminación. Las comprobaciones reflejan dudas sobre las ejecuciones personales o miedo de ser considerado responsable de acontecimientos catastróficos temidos.

Las comprobaciones y las conductas de aseo y lavado suelen ser graves pudiendo ocupar la totalidad del período de vigilia. En casos extremos el individuo puede permanecer todo el tiempo que puede despierto para continuar con sus rituales.

Los rituales pueden ser también cognitivos, en cuyo caso consistiría en un acto mental realizado de una forma específica y consistente en una serie de pasos concretos (Ej. recitar una oración, visualizar una imagen concreta, recitar una serie de frases o números, etc.). Los rituales cognitivos se diferencian de las obsesiones porque tienen un punto final determinado (Sturgis y Meyer, 1981). Los rituales son comportamientos finalistas. Desde el punto de vista del sujeto sirven para prevenir la contaminación, asegurarse la perfección o librarle de efectos catastróficos.



La mayoría de los rituales son vistos como una forma de evitación activa o pasiva. Por ej. el limpiado o lavado compulsivo es un tipo de evitación pasiva y la actividad puede interpretarse como una función reconstituyente (la limpieza elimina el contaminante). Los rituales de comprobación son una forma de evitación activa en que que la conducta se usa para prevenir la ocurrencia de un hecho catastrófico. Por otro lado, un sujeto puede mantener uno o varios tipos de rituales.

En la actualidad se acepta que los rituales están asociados a obsesiones concretas. Cuando aparece la obsesión, ésta provoca una urgencia incontrolable para realizar ciertos comportamientos. Desde la perspectiva conductual los rituales tienen la función de reducir la ansiedad. No obstante, Walter y Beech (1969) demostraron que en ocasiones se da un incremento de la ansiedad y el malestar tras el comportamiento ritualista. Este hecho se podría interpretar si se admite la posibilidad de que en algunos sujetos, el hecho de la falta de control sobre la conducta compulsiva sea el generador de la ansiedad. Así, inmediatamente después de realizar el ritual el individuo tiene un autoconcepto negativo. Rachamn y cols. (1985) demostraron que para la mayoría de los comprobadores y sujetos que practicaban rituales de lavado, estos se asociaban a una reducción de la ansiedad.

En ocasiones, los rituales no aparecen asociados a una obsesión sino que suelen ser autónomos. Turner y Beidel, (1988) afirman que en su práctica clínica este tipo de casos suelen aparecer aunque con poca frecuencia. Walton y Mather (1963) afirman que esos casos se pueden dar con mayor probabilidad en sujetos especialmente crónicos o en los que se da un trastorno muy grave y con cierta ambivalencia, lo que le impide establecer de qué forma están relacionadas las obsesiones con los rituales.

Rachman (1974) describió una forma de trasorno obsesivo-compulsivo llamado enlentecimiento obsesivo primario. El trastorno se caracteriza por una lentitud extrema para realizar diversas actividades como lavarse, vestirse o finalizar alguna tarea. Al parecer, estas conductas no se asocian a ningún ritual y no van seguidas de reducción de ansiedad. No está claro si este trastorno es una variante del TOC o si se encuentra entre el TOC y el trastorno compulsivo de la personalidad. Las personas que padecen este trastorno suelen tener también otras obsesiones o compulsiones.

Las personas con TOC suelen padecer ansiedad crónica desadaptativa y ciertos niveles de depresión. La ansiedad pueden manifestarla como nerviosismo, aprensión, irritabilidad, quejas somáticas o dudas que pueden manifestarse como ambivalencia o indecisión. También es frecuente que las personas con TOC tengan ataques de pánico. Como en el trastorno de angustia, esos ataques pueden ser espontáneos o precipitados por estímulos específicos. Casi todas las personas con TOC suelen tener una preocupación persistente. Comparados con los demás sujetos con trastornos de ansiedad, los obsesivos presentan mayor ansiedad y un patrón de miedo más persistente (Turner, McCann, Beidel y Mezzich, 1986).

El TOC suele comenzar en los primeros años de la etapa adulta encontrándose la mayor frecuencia de inicio entre los 18 y 25 años. Ingram y Pollit (1975) encontraron que la edad media de inicio se situaba en los primeros años de la veintena. Black (1974) informó que aproximadamente el 50% de su muestra de pacientes con TOC inició el trastorno antes de los 25 años y el 84% antes de los 35. No obstante, se conocen casos de TOC en niños (Rapoport, 1986). Según Turner y Beidel (1988) mucho antes de manifestarse el trastorno ya existen síntomas leves del TOC. Estos síntomas ocurren de forma esporádica, son de baja intensidad y suelen ser tan insignificantes que el sujeto no les presta atención.

El TOC suele afectar de forma variable a las áreas familiar, interpersonal, social y laboral de los pacientes. Aunque todos los pacientes obsesivos no van a sufrir el trastorno en sus formas más graves, hay que tener en cuenta que el efecto sobre las áreas significativas de estas personas va a ocurrir en algún grado y que los síntomas suelen empeorar con el curso del trastorno. La evolución más frecuente de este trastorno es la progresiva cronificación y las poco frecuentes remisiones. En períodos de seguimiento de 1 a 23 años se encuentra una tasa de remisión espontánea del 23% (Marks, 1991). Una minoría de los casos se caracteriza por un curso en episodios.

Este curso discontinuo también puede interpretarse como un período de síntomas residuales seguido de una exacerbación de los síntomas, lo que constituiría un episodio. Por otro lado, una vez que el trastorno se ha implantado es improbable que los sujetos puedan liberarse por completo de todos los síntomas (Turner y Beidel, 1988).

Respecto al pronóstico, el TOC se considera uno de los trastornos de más difícil tratamiento. Además los pacientes con TOC se consideran difíciles de tratar por algunas características que suelen presentar como: rabia, hostilidad y rigidez.

Los datos iniciales sobre efectividad de los tratamientos del TOC eran francamente pesimistas. Por ejemplo, (Kringlen, 1965), con una muestra de 90 pacientes encontró que sólo el 20% habían mejorado entre 13 y 20 años después del tratamiento. Grimshaw (1940) encontró que el 40% de su muestra presentaba una gran mejoría tras 14 años de seguimiento. No obstante, la introducción de los tratamientos conductuales ha mejorado mucho la efectividad de la intervención con estos pacientes.

Steketee, Foa y Grayson (1982) afirman que los tratamientos conductuales de exposición suelen aportar tasas de éxito situadas entre el 70-80%. Kirk (1983) con una muestra de 36 pacientes encontró que con seguimientos entre 1 y 5 años el 81% de los sujetos no precisó de ninguna intervención adicional. No obstante, estos datos optimistas son matizados por Turner y Beidel (1988) quienes afirman que es muy difícil determinar qué significa una "mejora importante" para los distintos autores. Además, en los casos tratados por ellos que han obtenido una mejoría significativa tras el tratamiento observan que suelen mantener una ansiedad residual por lo que consideran probable que el trastorno pueda reaparecer en situaciones futuras de estrés.

Los pacientes con TOC suelen sufrir niveles variables de depresión. La disforia puede situarse entre un ligero malestar debido a la imposibilidad de controlar los síntomas del TOC hasta una depresión grave con ideación e intentos de suicidio. Suelen padecer de insomnio, cansancio e incapacidad para la concentración.

Los pacientes con TOC también suelen presentar diversos problemas interpersonales, conyugales y familiares además de problemas académicos y/o laborales. En muchos casos va a ser difícil determinar si estos problemas asociados son consecuencia del trastorno o si contribuyen a él. También puede ocurrir que las dos cosas son ciertas y que se refuercen mutuamente en forma de círculo vicioso. No obstante, hay que tener en cuenta que en la mayoría de las ocasiones el intervenir en estas áreas asociadas va a ser difícil antes de tratar los síntomas del TOC. Suele ser frecuente encontrar que la persona con TOC ya tenía algunas peculiaridades o características especiales antes de que se desencadenara el trastorno. Por lo general estas características no suelen interferir significativamente y no suelen producir malestar personal. Estos elementos precursores del síndrome pueden detectarse en la adolescencia o incluso en la primera infancia.

Podría suponerse, por lo explicado hasta ahora, que el TOC es un síndrome fácil de detectar y diagnosticar. Es cierto que algunos casos se pueden reconocer fácilmente pero también es cierto que otros pueden poner en duda al clínico más experimentado. Eso se debe a la similitud y el solapamiento entre el TOC y otros trastornos. Además, los pacientes obsesivos suelen ocultar información, no son capaces de exponer toda la sintomatología o restan importancia a los síntomas. Otras veces es posible que los pacientes obsesivos acudan a tratamiento pero no revelen las obsesiones y las compulsiones. Por lo general se deben examinar las obsesiones y las compulsiones en cualquier trastorno de ansiedad.

En el grupo de los trastornos de ansiedad se encuentra aquellos caracterizados por la presencia de una ansiedad desadaptativa. Entre estos trastornos suele existir cierto solapamiento. Este solapamiento ha sido descrito por Boyd y cols. (1984), quienes demostraron que la presencia de un síntoma de trastorno de ansiedad eleva la probabilidad de que se presenten síntomas de otro trastorno de ansiedad. En este sentido, Barlow (1985) informó de la existencia de ataques de pánico en casi todos los trastornos de ansiedad. Los pacientes obsesivos obtienen puntuaciones similares a otros pacientes con ansiedad en varios instrumentos psicométricos aunque con tendencia a puntuaciones más extremas (Turner y cols., 1986).

Además, los pacientes obsesivos compulsivos suelen responder de forma favorable a los tratamientos conductuales utilizados en otros trastornos de ansiedad.

El miedo al pánico en los sujetos con trastorno de angustia es muy similar al miedo a perder el control en los obsesivos.

Por todo lo anterior, para diferenciar el TOC de otros trastornos de ansiedad debemos determinar si los síntomas obsesivos y compulsivos son predominantes. En ese caso es apropiado el diagnóstico del TOC aunque estén presentes síntomas de otros trastornos de ansiedad. El sistema clasificatorio actual (DSM) también permite el diagnóstico concurrente de varios trastornos de ansiedad.

Turner y Beidel (1988) admiten que existe gran confusión en el diagnóstico de los trastornos de ansiedad. Esa confusión se debería al papel predominante otorgado al trastorno de pánico y a la insistencia en el uso de los sistemas categoriales cuando es posible diferenciar aspectos dimensionales en muchos de estos trastornos.

El miedo y la ansiedad en las fobias suelen ser menores que los que existen en los trastornos de ansiedad. Varios tipos de fobias tienen gran prevalencia en los pacientes obsesivos compulsivos y en los que padecen otros trastornos de ansiedad. Rachman y Hodgson (1980) concluyen que existe una elevada asociación entre las fobias y el TOC. Además el TOC podría interpretarse como una fobia en la que la compulsión sería la conducta de escape. Kringlen (1965) encontró que más del 50% de una muestra de 90 sujetos obsesivos padecían fobias.

Las diferencias entre las fobias y el TOC son:

1. Las obsesiones se caracterizan por una preocupación continua por los pensamientos repetitivos y perturbadores.
2. El TOC se caracteriza por elevada ansiedad general y estado de ánimo disfórico.
3. Los rituales en los pacientes con TOC son necesarios aunque no se encuentren en presencia del estímulo fóbico.

Los pacientes obsesivos tienden a padecer depresiones más graves que los pacientes con otros trastornos de ansiedad. Vaughan (1976) encontró una incidencia de depresión entre pacientes obsesivos del 17 al 35%. Turner y cols. (1986) encontraron que todos los pacientes evaluados tenían un grado significativo de depresión evaluado mediante el BDI.

En la mayoría de las ocasiones la depresión suele ser secundaria al TOC. Rachman y Hodgson (1980) informaron que un 55% de sus pacientes no presentaban un trastorno depresivo antes de comenzar a padecer el TOC mientras que muchos de esos pacientes desarrollaron la depresión más tarde. Para Welner y Horowitz (1976) hay una probabilidad tres veces mayor de que la depresión siga al TOC en lugar de precederlo.

Ambos trastornos, el TOC y la depresión suelen agravarse mutuamente por lo que se produce un círculo vicioso. Por otro lado, el DSM IV permite el diagnóstico concurrente de ambos trastornos, considerándose diagnóstico principal a aquel que haya aparecido en primer lugar.

Respecto a la relación entre depresión y ansiedad encontramos posturas encontradas entre los distintos autores. Hay quienes mantienen que la ansiedad es una manifestación de un trastorno del estado de ánimo. No obstante, existen claras evidencias de que los dos síndromes, pese a su solapamiento presentan características diferenciadoras en cuanto a los síntomas, curso y pronóstico. Roth y Mountjoy (1982) afirmaron que la depresión se caracteriza por un grupo de síntomas estadísticamente diferentes de los de la ansiedad. Kendler, Heath, Martin y Eaves (1987), utilizando procedimientos multivariados encontraron características esencialmente distintas entre la depresión y la ansiedad. El pronóstico para recuperarse de una depresión es mucho mejor que para la ansiedad. Los antecedentes familiares, el curso clínico y la mortalidad en pacientes de ansiedad se pueden distinguir con claridad de un grupo apareado de pacientes con depresión (Coryell, 1981).

Turner y Beidel (1988), basándose en su experiencia clínica consideran el TOC como principal si se dio en primer lugar, con independencia de la gravedad de la depresión. No obstante, cuando concurren ambos trastornos, el tratamiento de la depresión se realiza siempre en primer lugar.

Durante mucho tiempo se ha especulado con una posible relación entre esquizofrenia y TOC. Investigaciones actuales no apoyan esta idea. Black (1974), con una muestra de 300 pacientes con TOC examinó la incidencia del desarrollo posterior de esquizofrenia encontrando cifras situadas entre el 0 y el 3,3%. Lo (1967) encontró que el 2,2% de una muestra formada por 88 pacientes con TOC desarrollaron una esquizofrenia con posterioridad.

Aunque las cifras anteriores sitúan el riesgo de sufrir una esquizofrenia entre los sujetos con TOC en porcentajes similares a la población general, la existencia de las ideas sobrevaloradas en el trastorno obsesivo sigue alimentando las especulaciones sobre la relación entre TOC y esquizofrenia.

Las ideas sobrevaloradas son muy importantes de cara al tratamiento. Los pacientes con ideas sobrevaloradas suponen un porcentaje muy pequeño de todos los pacientes con TOC. Mientras que la mayoría de los sujetos con TOC reconocen que sus pensamientos son irracionales o desproporcionados, los sujetos con ideas sobrevaloradas no consideran sus conductas sin sentido o irracionales sino que creen que sus preocupaciones están suficientemente justificadas y que sus rituales les protegerán de consecuencias desastrosas. Por otro lado, los sujetos con ideas sobrevaloradas cumplen los criterios para el TOC y normalmente reciben ese diagnóstico. Foa (1979) advierte que esos pacientes no responden bien al tratamiento cognitivo conductual. Contrariamente, basándose en su experiencia clínica (Turner y Beidel, 1988) no están de acuerdo con la conclusión de Foa (1979). Hay que tener en cuenta que el elemento clave en la ideación sobrevalorada no se centra en las diferencias en el contenido de las obsesiones sino en la validez que el sujeto otorga a esos pensamientos. Los sujetos con ideas sobrevaloradas suelen asignar una rigidez variable a esas ideas pero nunca admiten que no tengas sentido. En la forma más severa, las ideas sobrevaloradas constituyen un delirio monosintomático. No obstante estos sujetos no presentan otros síntomas de psicosis.

Aunque los delirios esquizofrénicos pueden asemejarse a las obsesiones y los esquizofrénicos pueden manifestar también conductas ritualistas, resulta fácil diferenciar ambos trastornos. Para realizar el diagnóstico diferencia entre el TOC y la esquizofrenia hay que tener en cuenta:

1. Los sujetos con TOC no manifiestan síntomas positivos como alucinaciones y trastornos del pensamiento.
2. La mayoría de los obsesivos (excepto aquellos con ideas sobrevaloradas) reconocen la irracionalidad de su comportamiento.
3. Los rituales en la esquizofrenia no parecen tener un objetivo u obedecen a alguna instrucción externa. Por el contrario, los rituales de los sujetos con TOC sirven claramente para alguna función específica.
4. Los obsesivos no experimentan la sensación de ser controlados o dirigidos por fuerzas externas y sus dificultades no se deben a la suspicacia y desconfianza característicos de la esquizofrenia.

Como ocurre con cualquier otro trastorno, los sujetos con TOC cumplen varios atributos patológicos de la personalidad. Algunos de estos pacientes cumplirán los criterios diagnósticos del trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad o del trastorno de la personalidad por dependencia.

Un estudio realizado por (Mavissakalian y Hammen, 1987) encontró que las características de la personalidad son importantes predictores del resultado del tratamiento en la agorafobia.

Se llegó a asumir que el inicio del TOC siempre estaba precedido por un trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad. Estudios recientes indican que este trastorno de la personalidad no se da siempre en el TOC.

También se indica en la literatura que algunos sujetos con TOC presentan trastorno esquizoide de la personalidad. Se afirma que estos pacientes serían los más resistentes a los tratamientos cognitivo conductuales y farmacológicos disponibles en la actualidad. En estos casos el proceso terapéutico es más dificultoso y aparentemente menos eficaz. El mantenimiento de los resultados suele ser también más problemático.

Aunque la presencia de un trastorno esquizoide de la personalidad no imposibilita el diagnóstico de TOC sí constituye una señal de pronóstico desfavorable debiéndose adaptar el tratamiento a este subgrupo de sujetos.

Las conductas obsesivas y los rituales pueden verse en otros trastornos. McKeon, McGuffin y Robinson, (1984) han descrito la existencia de obsesiones y compulsiones en sujetos que se encuentran en proceso de recuperación de traumatismos craneoencefálicos. En ocasiones esos síntomas permanecen durante años e incluso después de recuperado el daño neurológico.

Jenike y Brotman (1984) encontraron anormalidades electroencefalográficas en el 33% de una muestra de 12 sujetos con TOC. Las anormalidades se situaban en el lóbulo temporal. No obstante, en la actualidad no se considera que existan evidencias a favor de la relación entre el TOC y anormalidades electroencefalográficas. También se han identificado algunos parámetros biológicos asociados al TOC (Turner, Beidel y Nathan, 1985). Po ello, se debería hacer una evaluación rutinaria cuando existan consideraciones clínicas y, sobre todo, cuando la edad de inicio del trastorno se sitúe después de los 35 años.

También se ha relacionado el TOC con el síndrome de Gilles de la Tourette. Ambos trastornos se dan simultáneamente en algunos sujetos y se ha establecido una relación patofisiológica (Pauls y cols. 1986). Con frecuencia, los pacientes con síndrome de Gilles de la Tourette suelen tener obsesiones. También los sujetos con TOC suelen presentar en ocasiones conductas similares a tics. Rasmussen y Tsuang (1986) informaron que sólo el 4,8% de una muestra de 44 sujetos tenían ambos diagnósticos de forma concurrente. Cuando el sujeto cumple criterios de ambos trastornos pueden ser diagnosticados los dos.

En el trastorno dismórfico corporal también es frecuente encontrar síntomas depresivos y de personalidad obsesivo- ocmpulsiva.

Comparando el trastorno dismórfico corporal y el TOC se encuentran pocas diferencias entre ambos. Suele ocurrir que los dismorfofóbicos tienden a estar preocupados por una parte concreta del cuerpo que suele ser el rostro o el pecho. También suele ser frecuente encontrar características dismorfofóbicas en sujetos con trastorno obsesivo-compulsivo grave. Turner y Beidel (1988) informan que las técnicas terapéuticas y los resultados del tratamiento son muy similares para ambos trastornos.

La bulimia nerviosa también se suele caracterizar por la presencia de obsesiones. También los pacientes obsesivos suelen tener a menudo episodios de ingesta voraz, están preocupados por su funcionamiento corporal y suelen realizar rituales de ejercicio físico. En los bulímicos aparece una urgencia intensa por comer y la comida suele reducir la ansiedad. Ambos trastornos se pueden diagnosticar también de forma concurrente.

Estas dificultades que pueden aparecer en el diagnóstico diferencial del TOC tienen mayor relevancia cuando se necesita realizar el diagnóstico diferencial entre dos conductas problema: ideación suicida en un caso de depresión u obsesiones de suicidio en un caso de obsesiones puras con depresión secundaria.

La necesidad de realizar el diagnóstico diferencial correcto se debe a lo siguiente: a) Si nos encontramos con obsesiones de suicidio el tratamiento de elección es la exposición y la técnica de reestructuración cognitiva, no sólo no es efectiva sino que también puede conllevar el que el sujeto convierta las "racionalizaciones" en conductas de neutralización, agravando así el problema. (observación de un caso de obsesiones puras que había sido tratado antes por otro psicólogo con racionalización). b) Si el sujeto tiene ideación suicida en el marco de una depresión y realizamos exposición disminuiríamos la ansiedad que le producen esos pensamientos incrementando el riesgo de suicidio. Además el trastorno no mejoraría sino que la exposición a los pensamientos negativos haría empeorar la sintomatología depresiva.


METODO

Sujeto

T inició tratamiento en nuestro Centro en octubre de dos mil. Es una mujer en la década de los veinte y residente en un pueblo de la costa de unos cinco mil habitantes. En la actualidad reside en Granada donde se encuentra ocupada en realizar cursos y estudiar las oposiciones a matrona.



Resultados de la Evaluación psicométrica:

+ Inventario de Ansiedad de Beck (Beck, Epstein, Braun y Steer, 1988): 33 (9-10-00); 23 (23-10-00). (Clínicamente significativo)

+ Inventario de Depresión de Beck: 21. (9-10-00) (Depresión moderada). 12 (23-10-00) (Depresión leve).

+ Inventario de Preocupación (PSWQ) (Meyer, Miller, Metzger y Borkovec, 1990): 66. Clínicamente significativo.



Resultados obtenidos mediante la técnica de entrevista

En la primera entrevista afirma "Tengo mucho miedo porque creo que me voy a morir. Mi padre se intentó suicidar. Creo que me voy a morir pero no quiero suicidarme ni creo que sea capaz. Cuando pienso que me voy a suicidar me da la diarrea y me da un ataque de ansiedad. Cuando veo árboles pienso que me voy a colgar. Empeoré porque se suicidó una chica de un pueblo."

(16-10-00): "Antes de venir he visto a una amiga con una cuerda y me he puesto peor. Me daba mucho miedo a coger la cuerda, que fuera a hacer algo con la cuerda. Miedo de coger la cuerda y apretarme."

(23-10-00): "Ansiedad he tenido siempre. Cualquier cambio me da ansiedad. No quiero escribir el contenido de los pensamientos porque me da miedo. Los pensamientos son sólo sobre suicidio. Sólo desde mediados de septiembre. Mi padre intentó suicidarse. Ganas de apretarme en el cuello. Un muchacho se suicidó en octubre y me puse muy nerviosa. Pensaba: ¿seré yo capaz de tomarme pastillas?"

(2-11-00): "Pienso en suicidarme. Esta mañana me venía el pensamiento. Siempre imágenes. Veo la cuerda. Cuando voy a tomar pastillas pienso que a lo mejor me da el impulso de tomármelas todas. Me viene el pensamiento. Pienso que me veo muerta en un ataúd. Tengo imagen de estar encerrada en un nicho o debajo de la tierra. Algunas veces me daban ganas de coger una cuerda y apretarme el cuello. Al lado de mi casa hay un sitio donde lo hizo mi padre. En la ducha me da miedo de cerrar la puerta para que no me vaya a dar el impulso ese. Algunas veces he pensado ¿y si me corto las venas? Eso tiene que doler mucho. Intento quitarme esos pensamientos."



Diagnóstico diferencial entre depresión y obsesiones

Para el diagnóstico diferencial en este caso han resultado de ayuda las siguientes cuestiones:

* La ansiedad es el síntoma principal: "siempre he tenido ansiedad".
* Según la premisa anterior, el trastorno de ansiedad es el trastorno primario ya que apareció antes que los síntomas del estado de ánimo y es el que más preocupa a la cliente al ser el motivo de consulta.
* No se detecta la presencia de "desesperanza".
* No tiene deseos de morir.
* Los pensamientos le producen ansiedad e intenta evitarlos.
* Los estímulos relacionados con el inicio del problema (intento de suicidio del padre, suicidio de dos personas de su entorno) es más probable que actúen como desencadenantes de obsesiones que de ideación suicida.
* Evita exponerse a los estímulos desencadenantes de las obsesiones.
* No presenta pensamientos depresivos.
* No presenta síntomas propios de depresión.
* Acude a consulta preocupada por esos pensamientos (lo que en un paciente suicida sería impensable).
* Los pensamientos le "asaltan".
* Tiene impulsos e imágenes.
* Considera los pensamientos como irracionales: "¡Qué tontería!



Estímulos desencadenantes de la obsesión

* Ver: cuerda, cordón de bata, árboles, cables de teléfono, barra de cortina, una funeraria, armas de fuego.
* Conversaciones sobre: muertos, suicidios, etc.
* Noticias de muertos en el telediario o en el periódico.



Tratamiento

Mientras continuamos la evaluación vamos intentando mejorar el estado de ánimo mediante el Programa de Actividades Agradables.



Exposición a los pensamientos mediante el uso de grabadora y la instrucción de mantener los pensamientos todo el tiempo que pueda cuando "le vengan".

Después de obtener todos los datos posibles sobre el contenido de la obsesión se elabora un relato que incluya todos los estímulos posibles.

Una vez elaborado el relato se le pide que lo lea en voz alta para grabarlo. Va repitiendo el relato hasta que rellena una cara de media hora.

Con la grabadora se realiza la exposición en la consulta, primero en la consulta con el psicólogo y después de tres sesiones está ella sola en uno de nuestros despachos con la puerta cerrada.

La duración de la exposición fue de una hora diaria durante unas cuatro semanas.

Mientras está realizando la técnica se le instruye para que cuando le vengan los pensamientos obsesivos intente mantenerlos durante todo el tiempo posible.

Inundación en vivo a los estímulos desencadenantes de las obsesiones

La mayoría de los estímulos reseñados en párrafos anteriores se expusieron en la consulta. Se colocaban los estímulos encima de la mesa y se le pedía que permaneciera en su presencia concentrándose en la observación de los mismos durante aproximadamente una hora. Se le instruía para que los cogiera y tocara. Los estímulos utilizados fueron: cuerda, cable eléctrico, cable de teléfono, cordón de bata, diversas cajas de medicamentos, cuchillo, cuchilla y tubo flexible de la ducha.



Autoexposición

Una vez que la ansiedad que produce la exposición a los pensamientos mediante grabadora disminuye se le manda dicha autoexposición como tarea para casa pidiéndole que varíe horas, situaciones, etc.

Se le instruye la autoexposición a. observar árboles, escuchar noticias sobre muertes, leer noticias sobre muertes y suicidios en el periódico.

Por sí misma comienza a exponerse a ducharse con la puerta cerrada y a cerrar la puerta de su dormitorio.



Técnicas de manejo de la ansiedad

Una vez terminadas las técnicas de exposición y dado que sigue experimentando niveles relativamente intensos de ansiedad se entrena en consulta la relajación progresiva de Jacobson y la respiración diafragmática lenta.



RESULTADOS

Las técnicas aplicadas disminuyeron progresivamente la ansiedad producida por los pensamientos obsesivos. Posteriormente disminuyó la frecuencia de dichos pensamientos. En el seguimiento de los 3 meses se mantienen los resultados.



CONCLUSIONES

En un caso como el descrito el diagnóstico diferencial correcto es de gran importancia para diseñar un tratamiento apropiado.

El conocimiento detallado de las características de los trastornos es fundamental para realizar un diagnóstico diferencial correcto.

El diagnóstico diferencial y derivar los tratamientos a partir de la realización de un análisis funcional es fundamental para los psicólogos.

Desde el modelo médico no habría sido necesaria la diferenciación entre ambos trastornos pues los dos se suelen tratar con antidepresivos. No obstante, las intervenciones psicológicas requieren de un análisis detallado de los trastornos al, según nuestra experiencia, puede ayudar mucho la realización de un análisis funcional, a partir del cual se deriva el tratamiento y el orden de aplicación del mismo.

DISCUSION

El interés del caso se encuentra en el contenido poco frecuente de las obsesiones. Las obsesiones puras son poco frecuentes y aún menos frecuente es que esas obsesiones tengan como temática el suicidio.

Estos casos pueden plantear al psicólogo dudas y nos enseñan la importancia de evaluar los trastornos psicopatológicos con detalle.

El caso plantea la diferencia entre los pensamientos automáticos negativos y los pensamientos obsesivos. Ambos pueden aparecer al clínico como muy parecidos pero el tratamiento de uno y otro es totalmente diferente: reestructuración cognitiva y exposición, respectivamente. El error, en cualquiera de las direcciones, en la aplicación de ese tratamiento puede ser muy negativo.

fuente:psicologia online


13 de octubre: Día del Psicólogo
Por la licenciada Gabriela Martínez Castro (*), especial para Agencia NOVA.


La psicología fue mutando al compás de los cambios de las personas. Durante el siglo pasado eran más frecuentes los diagnósticos del estado de ánimo. Por el contrario, en esta última década, es usual diagnosticar en la mayor parte de las consultas, trastornos de ansiedad, como ser trastorno de pánico, trastorno por ansiedad social, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por ansiedad generalizada, trastorno por estrés postraumático, y fobias específicas.



La inseguridad cotidiana, la presión en el ámbito laboral, las consecuencias del cambio climático, el cansancio, las guerras, las catástrofes naturales, son una constante en la vida de muchos argentinos. Actualmente vivimos expuestos a una vorágine de stress que nos agobia y aturde, por eso cada vez hay más pacientes con trastornos de ansiedad.



Los trastornos de ansiedad son considerados el mal de este siglo, los motivos principales de su aparición son básicamente tres:



* Genéticos: Desde el punto de vista biológico, herencia familiar de primer grado (madreo/y padre)



* Factores del desarrollo social: Haber crecido en un medio social (cuidadores que se hacen cargo del niño) en el cual prima la ansiedad, la sobreprotección, el temor y la timidez.



* Factores desencadenantes: Sucesos estresantes, que dan lugar a la aparición del cuadro, como ser problemas económicos, laborales, familiares, haber pasado o presenciado situaciones traumáticas en donde se puso en riesgo la integridad psicofísica de la persona o de un ser querido.





Trastornos de ansiedad, una especialidad psicológica



Los trastornos de ansiedad son toda una especialidad en sí misma, que no cualquier psicólogo o psiquiatra está capacitado para tratar adecuadamente, dado que un correcto tratamiento, daría lugar al alta del paciente en pocos meses, pudiendo retomar sus actividades habituales.



La psicología y la psiquiatría son aliadas a la hora de tratar dichos cuadros, dado que es necesario evaluar la condición de cada paciente, para decidir o no, la aplicación de pequeñas dosis de medicación, siempre con el objetivo de retirarla.



A la hora de decidir qué y con quién someterse a un tratamiento, es necesario tener en cuenta la especialidad del profesional, preguntar con qué técnicas se maneja, si proporciona o no el nombre del diagnóstico a cada paciente, cuánto tiempo estima que dura el tratamiento, etc.





Más pacientes con trastornos de ansiedad



En los últimos años se ha registrado un considerable aumento de pacientes que padecen los denominados trastornos de ansiedad, enfermedad que hoy se conoce con nombre y apellido.



Actualmente los casos con trastornos de ansiedad van en aumento pues “como país, a partir de 2001, nos hemos visto enfrentados a situaciones de mucho stress que son desencadenantes de los más diversos trastornos de ansiedad y eso inevitablemente hace crecer el número de enfermos.



Lo que ocurre es que no es malo sentirse ansioso, ya que todos tenemos ansiedad, porque es algo corriente y normal en los seres humanos. Sin embargo, esta ansiedad debe establecerse dentro de determinados parámetros para que sea considerada como benévola, cuando supera límites normales, la ansiedad comienza a ser un problema. Cuando la ansiedad produce un deterioro en la calidad de vida de la persona, ahí estamos frente a un trastorno que no puede ser resuelto sin ayuda externa.



Lo cierto es que se consideran a estos trastornos como una patología y sus pacientes, si bien “se recuperan”, cargan con estos toda su vida, ya que son crónicos.



Sin embargo, la gente que los presenta suele no darse cuenta de tal situación. El psicólogo es el último profesional al que llega el paciente, ya que previamente hace el recorrido por todas las otras especialidades médicas. Hasta que se cansa de que todos le digan que ‘está sano y no tiene nada’, es ahí donde consulta a un terapeuta, ya sea psicólogo o psiquiatra”.





Los tipos



Entre los trastornos de ansiedad se encuentran: ataques de pánico; trastorno obsesivo compulsivo (TOC); fobia específica; stress post traumático; trastorno por ansiedad generalizada y trastorno por ansiedad social. Cada uno con sus características particulares, síntomas y efectos.



Respecto de los ataques de pánico, la edad aproximada de manifestación es a partir de los 18 años, cuando la persona está en la edad madurativa y se ve enfrentada a la toma de decisiones importantes. Esta patología presenta síntomas físicos: El paciente experimenta la sensación de estar cerca de la muerte, o la locura, sufre taquicardia, falta de respiración, ahogo, entre otros efectos.



Por lo general el primer episodio de pánico no se olvida jamás, a partir de allí es normal que el que lo ha sufrido tenga la sensación de que pronto volverá a ocurrirle. Quienes tienen ataques de pánico no pueden quedarse solos, porque a partir de que viven el primer ataque, su conducta cambia completamente; evita lugares donde sufrió la crisis, procura no realizar la acción que realizaba al momento de manifestarse el pánico; en fin, su conducta se ve limitada y la vida del paciente se restringe hasta el aislamiento”.



Esta tipología en particular de trastornos de ansiedad, suele avanzar rápidamente y tiene consecuencias graves.



El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) suele manifestarse espontáneamente o bien después de que la persona atraviesa un evento específico que lo desencadena. Los pacientes que lo sufren hacen que una cantidad considerable de rituales y pensamientos obsesivos imposibiliten el curso de una vida normal. Según la especialista “es el trastorno de peor diagnóstico” y siempre necesita la complementación con psicofármacos para tratarlo.



Otra de las psicopatologías es la fobia específica, que generalmente se gesta en la niñez. En este caso el enfermo reacciona a elementos que no tienen por qué ser fobígenos. Suele ser el de más rápida solución y no requiere la ingesta de psicofármacos”.



El stress post traumático también es otro trastorno de ansiedad cuya causa es una situación que pone en riesgo la integridad psicofísica de la persona (ya sean robos, accidentes, toma de rehenes, etc.) y lo pone en una situación de mucho stress. Lo curioso acerca de este trastorno es que “suele disparar otros”. Además una vez vivida la situación desencadenante, “el paciente acostumbra a revivirla continuamente con todos los sentidos, de modo que su rutina se ve interrumpida y sufre.



En cuanto al trastorno por ansiedad generalizada es común que se manifieste cerca de la vida adulta. En esta patología la persona se preocupa excesivamente por cuestiones de la vida cotidiana y no puede priorizar, pues le resulta igual de importante la operación de riesgo de un familiar que llegar impuntual a una cita.



Y por último, el trastorno por ansiedad social que suele desarrollarse en la adolescencia, y cuyo rasgo distintivo es el temor a ser rechazado o criticado negativamente, por lo cual el paciente evita situaciones sociales y se aísla.





La solución



A pesar de este panorama desalentador de aumento de estos trastornos de ansiedad, los profesionales especializados ofrecen una solución a este problema.



Es recomendable realizar terapias cognitivas conductuales que se caracterizan fundamentalmente porque son breves: De 6 meses a 1 año con una alta participación del paciente, con tareas para el hogar y acompañamiento del enfermo en la situación de dificultad.



Trabajar sobre los patrones de conducta que están distorsionados y que por lo tanto no son acordes a una vida saludable, como así también sobre el aspecto cognitivo, es decir, sobre las formas que adquiere el pensamiento de la persona, que en caso de ser enferma está alterado al realizar conclusiones erróneas. Dicha terapia se realiza en conjunto psicólogo-paciente, con la participación eventual de un acompañante terapéutico o co-terapeuta, por lo general alguien del círculo familiar.



Lo importante es que es necesario tratarlos ya que con un trastorno de ansiedad es imposible vivir. Ninguno permite el curso normal de la vida, y la persona no puede solucionarlo sola, debe recurrir a ayuda profesional.



En este tipo de tratamientos se provee las herramientas necesarias para que quien lo padezca se sienta recuperado y pueda continuar una vida saludable.





(*) Especialista en Trastornos de Ansiedad y directora del Centro Especialista en Trastornos de Ansiedad (CEETA) con asiento en Pilar.



Comorbilidad de trastornos afectivos en trastorno obsesivo compulsivo - TOC. Caso clinico.3

Fisiológica



Tensión motora (temblor generalizado, fatigabilidad).

Hiperactividad vegetativa (sensación de calor, rubor facial, sudoración, taquicardia, respiración acelerada).

Mareo o aturdimiento.

Molestias digestivas.

Llanto continuo.

Insomnio.

Menor apetito.



Conductual



Mantiene pocas relaciones sociales.

Mantiene poco contacto con otros familiares.

No realiza actividades de ocio.

Discusiones familiares por su problema.

Pregunta mucho a su familia si no les ha hecho daño.

Déficit en asertividad.

Conductas excesivas y frecuentes relacionadas con las compulsiones: Lavado y limpieza excesiva, conductas de comprobación y seguridad, de arreglo y orden y de repetición y contabilización.



Diagnóstico y orientación



En este caso, la paciente presentaría, en el momento de realizar la evaluación, los siguientes diagnósticos de acuerdo al DSM-IV TR (8):



Eje I: Trastorno Obsesivo-Compulsivo (con buena conciencia de enfermedad). Más un Trastorno Depresivo Mayor, episodio único Moderado.

Eje II: Sin diagnóstico.

Eje III: Sin diagnóstico.

Eje IV: Estresores familiares (relacionados con la problemática que presenta).

Eje V: Escala de Funcionamiento Global de 41 a 50 puntos.



Antes de iniciar el tratamiento, es de importancia realizar un cuidadoso diagnóstico diferencial, es necesario saber si los síntomas obsesivo-compulsivos son el trastorno primario o aparecen en el contexto de otra entidad nosológica, si hay patología comórbida, como en el caso de nuestra paciente, ya que la depresión comórbida es un factor pronostico negativo en pacientes de larga evolución como este caso (9), además de tener en cuenta otros factores que pueden modificar el resultado terapéutico, factores como la ausencia de motivación, lesiones cerebrales, personalidad, apoyo familiar y nivel de funcionalidad previa.



El tratamiento a seguir requiere una combinación de tratamiento farmacológico y psicológico. En primer lugar se realizó la remisión de la paciente para la revisión psiquiátrica de la medicación que estaba tomando por propia iniciativa y para la instauración de medicación para la patología actual si procedía, en la primera consulta con el psiquiatra se instaura un tratamiento farmacológico compuesto por Anafranil (Clomipramina) 75 mg/día, Seroxat (Paroxetina) 20 mg/día y Orfidal (Lorazepam) 1 mg/día, y se indica la adecuación de recibir tratamiento psicológico además del farmacológico. Se empieza a diseñar tratamiento psicológico para su implementación (ya que hasta la fecha solo se han realizado 2 sesiones de evaluación, además de la consulta con el psiquiatra), el tratamiento estaría dirigido a intervenir en primer lugar sobre ideas suicidas y sintomatología depresiva (mediante el tratamiento de las ideas suicidas con control de estímulos, contrato conductual y terapia cognitiva. Intervención en la vergüenza y autocrítica patológica mediante psicoeducación. Implementación de un programa conductual para incrementar conductas deficitarias y reducir conductas problema. Control de estímulos, uso de familiares como coterapeutas, control de expresiones de disforia, modificación de la conducta verbal, programa de actividades agradables, terapia cognitiva basada en el modelo de Beck, habilidades sociales y resolución de problemas) y posteriormente sobre el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) (mediante exposición con prevención de respuesta, en imaginación y en vivo y entrenamiento en autoinstrucciones), ya que para abordar este último se trataría el episodio afectivo en primer lugar.





Conclusiones



Como conclusiones generales del caso descrito podríamos destacar:

La paciente, presenta obsesiones y compulsiones comportamentales que es la sintomatología característica del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), obsesiones y compulsiones que hacen referencia a los contenidos más frecuentes que son comprobación y limpieza (2-10), estas afectan a su vida familiar generando conflictos, lo que ocurre en el 80 % de los casos (11), e influyen en la sintomatología depresiva que aparece posteriormente, mostrando así lo que ocurre habitualmente en el paciente obsesivo con depresión, que la aparición de esta por importante que parezca, es secundaria al Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).



En cuanto al sistema de clasificación utilizado, en este, los rangos no son excluyentes entre sí y un mismo individuo puede pertenecer a más de una categoría, produciéndose un polidiagnóstico derivado del sistema multiaxial del DSM, así la comorbilidad psicopatológica, tan frecuente en la práctica clínica, puede ser debida en parte a la inespecificidad nosológica.

En cuanto al diagnóstico que se realice, la información que sobre este se dé al paciente debe ser cuidadosa en cuanto al contenido y la forma, ya que un diagnóstico psiquiátrico puede ser una etiqueta que estigmatice a la persona, como ocurre en este caso.



En cuanto a los tratamientos más eficaces para el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), se ha constatado la utilidad de asociar la terapia cognitiva con la exposición con prevención de respuesta o asociar la exposición con prevención de respuesta con el tratamiento farmacológico, ya que ambos tratamientos combinados potencian su efecto (12), en el caso presentado se han tenido en cuenta estos datos y se ha empezado a intervenir mediante la combinación de tratamientos, adecuándolos a la problemática concreta que presenta la paciente.



Por último, la alta coexistencia de episodios depresivos en el curso del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), plantea relaciones de dificultosa interpretación, ya que esta alta comorbilidad podría deberse a predisposición natural, a la existencia de un sustrato biológico común a ambos trastornos o a la presencia de síntomas afectivos como consecuencia de un sufrimiento crónico como el que generalmente padece el paciente con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).



Comorbilidad de trastornos afectivos en trastorno obsesivo compulsivo - TOC: un caso clínico.



Juan Antonio Becerra García.



Psicólogo. Master Psicología Clínica Aplicada. Doctorando Psicología. Centro Médico Castellar Salud SL.



En la psiquiatría y psicología la comorbilidad se refiere a la presencia de más de un diagnóstico que ocurre al mismo tiempo en un individuo. Las personas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) pueden desarrollar otras condiciones psicológicas que pueden existir junto con trastorno obsesivo-compulsivo. La condición coexistente más común que afecta a las personas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es la depresión. Específicamente, en el Eje I del DSM, el Trastorno Depresivo Mayor es el desorden comórbido más común en el trastorno obsesivo-compulsivo. En este trabajo se describe un caso clínico en el que se presenta la comorbilidad de un Trastorno Depresivo Mayor en el curso de un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), siendo el motivo de consulta la sintomatología depresiva que manifiesta la paciente. Se recoge la principal sintomatología, una vez evaluada, y el tratamiento farmacológico y psicológico que se inició.



Palabras Clave: Comorbilidad, Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), Depresión, Evaluación y Tratamiento.



Introducción:



En términos generales, la comorbilidad es la presencia de dos (o más) enfermedades, de etiopatogenia y fisiopatología distintas, en un mismo sujeto. La comorbilidad psiquiátrica sería la presencia de un antecedente o síndrome psiquiátrico concurrente que se suma al diagnóstico principal (1), aunque para considerar que los trastornos son comórbidos, ambos deben estar presentes como episodios con expresión completa.



En el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) suelen aparecer comórbidos una amplia variedad de trastornos del Eje I del DSM-IV (2-3), entre otros: Trastornos de ansiedad (fobia especifica y trastorno de pánico), trastornos depresivos, abuso de alcohol y juego patológico, trastornos de la alimentación, trastornos del control de impulsos (síndrome de Tourette, tricotilomania, cleptomanía), trastorno dismórfico corporal, hipocondría, esquizofrenia, sintomatología psicótica y trastorno de despersonalización.



De estos, la depresión es la patología comórbida más frecuente en Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), del 28-38% de pacientes con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) la padecen (2). Otros estudios con pacientes obsesivos detectan que el 85% presentaba un estado depresivo aunque sólo un 27% cumplían criterios diagnósticos de un trastorno depresivo, observándose que en el momento del diagnóstico, la tercera parte de los pacientes presentaba depresión mayor (1). Otros autores estiman que la cifra de pacientes obsesivos que cumplen criterios de Depresión Mayor oscila entre un 13-35 % (4).



Dependiendo del momento de aparición, se pueden establecer las siguientes relaciones entre Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y la patología afectiva: sintomatología depresiva que aparece en el curso del trastorno obsesivo; síntomas obsesivos que aparecen en el inicio o curso de un trastorno depresivo y episodios obsesivos periódicos, que se pueden interpretar como fases depresivas (5). Frecuentemente, el trastorno afectivo es secundario al Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) primario, Rachman y Hodgson informaron que un 55% de sus pacientes no presentaban un trastorno depresivo antes de comenzar a padecer el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), mientras que muchos de esos pacientes desarrollaron la depresión más tarde (6), para Welner y sus colaboradores, hay una probabilidad 3 veces mayor de que la depresión siga al TOC en lugar de precederlo (7). Según Vallejo, Gastó, Cardoner y Catalán, si se considera que los trastornos depresivos secundarios son más frecuentes en Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) que los primarios, las tasas de comorbilidad entre ambas patologías están próximas al 57% (1).



En este trabajo se presenta un caso clínico de comorbilidad entre un trastorno afectivo secundario a un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), el caso cumple criterios diagnósticos de diversos trastornos, cumple criterios para trastorno depresivo mayor y Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), siendo este caso de comorbilidad el que con más frecuencia se da cuando en el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) aparece concurrentemente otra patología del Eje I, según los datos anteriores, evidenciando este caso una situación que se da frecuentemente en consulta, la de la comorbilidad psiquiátrica.



Presentación del caso.



1. Datos personales. Mujer de 43 años, casada con una hija, actualmente es ama de casa.



2. Motivo de Consulta. En los últimos meses refiere encontrarse constantemente preocupada y triste, con muchas ganas de llorar y con dificultad para dormir.



3. Historia Clínica. La paciente ha realizado estudios escolares elementales, proviene de una familia integrada por los padres y una hermana mayor que ella, con nivel socio-económico medio-bajo. No hay antecedentes familiares somáticos o mentales relevantes, aunque refiere que su madre ha sido desde siempre algo “nerviosa”. Se considera una persona responsable tanto en su hogar como en otros trabajos que ha realizado (trabajos agrícolas, taller de confección). Siempre se ha preocupado y responsabilizado del bienestar de su familia. Vive con su marido, de 45 años y de profesión conductor de autobús, y su hija de 15 años.



Se define a ella misma como “obsesiva”, manifestando que esto es su gran “problema”. Durante su niñez su madre fue mordida por un perro, recuerda que esta se mostraba preocupada por lo que pudiera pasarle tras la mordedura, este hecho le afectó y le preocupó en gran medida. A los 6 meses de tener a su hija empezó a sentir una “sensación de asco” ante cualquier cosa desagradable (suciedad, basura, animales, etc.). A los dos años de nacer su hija, unas discusiones entre familiares de su marido con este hacen que empeore y aumente la “sensación de asco”, el nerviosismo y que adelgace mucho. No comenta a partir de esto ningún periodo en el que su malestar haya mejorado.



Lo que le ha llevado a iniciar un tratamiento ahora son las ideas de suicidio que tiene por la sensación de impotencia que experimenta al no poder salir de su problema, el ser “obsesiva”. Manifiesta no haber pensado en la forma de quitarse la vida, pero el tener estas ideas más frecuentemente en las últimas semanas ha hecho que aparezca un miedo a hacerse daño a sí misma, que aumente el malestar que experimenta por el hecho de poder dejar a su marido y a su hija solos, haciéndola sentir culpable por ser “mala persona”, además llora frecuentemente, principalmente cuando esta sola.

Comorbilidad de trastornos afectivos en trastorno obsesivo compulsivo - TOC. Caso clinico


Comorbilidad de trastornos afectivos en trastorno obsesivo compulsivo - TOC. Caso clinico.2

La paciente se ducha, de una a dos horas o más, a la vuelta a casa o cada vez que tiene que salir, debe entrar en casa siempre descalza y procurando no tocar nada desde que entra a hasta que llega al baño, cuando termina de ducharse lava su ropa. Hace que su marido y su hija hagan el mismo ritual antes de entrar a casa y limpia con una bayeta cada sitio que hayan podido tocar desde que entran (muebles, paredes, interruptores, pomos de puertas, etc.) y llegan al baño. Manifiesta que si no hace esto experimenta un gran malestar y que se siente culpable por sentirse mejor haciendo que se duchen. Limpia la casa durante varias horas, debe empezar siempre por la cocina y acabar la limpieza allí, e invierte mucho tiempo, según ella, en ordenar los muebles, adornos, etc. Limpia todo objeto inerte que entra a su casa (productos de la compra, ropa, papeles, etc.). Constantemente está preocupada por la suciedad que pueda entrar en su casa, y por lo que le pueda suceder a su marido y su hija, que enfermen, que sufran un accidente, etc., incrementándose este malestar cuando considera que puede que ocurra esto por su culpa.



Frecuentemente está comprobando que las puertas, cerraduras, ventanas estén bien cerradas, sobre todo cuando sale de casa, debe empujar a la puerta un mínimo de 4 veces y en algunas ocasiones ha tenido que dar la vuelta varias veces para comprobar de nuevo que la puerta no se había quedado abierta, además también comprueba el gas y otros electrodomésticos que considera peligrosos (horno, frigorífico, calefactores, etc.).



Las relaciones con su marido y su hija las cataloga como buenas, con su hija tiene comunicación y comparte tiempo con ella todos los días. Con su marido habla poco y comparte poco tiempo, más los fines de semana, por su trabajo. Frecuentemente discute con ellos porque no entienden su “problema”, por lo que dice sentirse incomprendida, avergonzada, mala y culpable, llegando en estas discusiones la mayor parte de las veces a llorar y a sentir la necesidad de que algún día la perdonen. En cuanto a la relación con su hermana también la define como buena en general, aunque comparten menos tiempo del que a ella le gustaría, refiriendo que por su “problema” no puede entrar a su casa y ella no sale lo que le gustaría, suele discutir con esta por el mismo motivo que discute con su marido y su hija.



No tiene amigos, ni otras relaciones sociales fuera de la familia, ni realiza actividades de ocio por las dificultades que le origina su “problema”. Su tiempo libre dice dedicarlo a dar algún paseo, conversar con su hermana y la familia de esta, aunque ambas cosas no muy frecuentemente.



En cuanto a sus actividades diarias y en fin de semana, durante la semana se suele levantar tarde aproximadamente hacia las 12 de la mañana todos los días, suele dormirse sobre las 5 de la mañana, no teniendo sensación de descanso al levantarse. Después de levantarse cocina y tras comer se dedica a hacer cualquier actividad doméstica, ver la televisión o salir a casa de familiares próximos y hacer la compra, pero solo si es necesario. Las tareas domésticas dice dejarlas para cuando tiene ganas, o cuando entra de estar en la calle que es cuando se pone a limpiar, ordenar, ducharse, lavar la ropa, etc.



Antecedentes Patológicos Personales: Preeclampsia, a la edad de 28 años, tratada con reposo y control médico.



Tratamientos Previos: Ha recibido tratamiento psicofarmacológico anterior, hace aproximadamente 5 años, según refiere, compuesto por Motivan y Trankimazin, de duración de unos 2-3 meses, que acabo abandonando por cuenta propia. Durante esta intervención recibe su primer diagnóstico psiquiátrico, que fue de “trastorno de ansiedad en forma obsesiva”, este marca a la paciente, pasando ella misma a considerarse como una persona “obsesiva” y sin posibilidad de hacer frente a esto. A la consulta inicial, refiere tomar por propia iniciativa Orfidal y Lorazepam, tras haberle sido recetado por el médico de atención primaria hace unos 2 años, cuando se encuentra nerviosa, no especifica nada más sobre dosis y tomas diarias.



Evaluación y sintomatología detectada



Evaluación psicométrica inicial, pruebas utilizadas y resultados: En el Inventario de Ansiedad de Beck (BAI) obtuvo un nivel de ansiedad moderada. Inventario de Depresión de Beck (BDI), nivel de depresión moderado. Escala de Ideación Suicida (SSI), ideación suicida leve-moderada. Inventario de Preocupación de Pensilvania (PSWQ), nivel de preocupación grave. Escala de Asertividad de Rathus (RAS), ligero déficit en asertividad. Cuestionario de Autoestima de Rosenberg, déficit de autoestima. Inventario Multifásico de personalidad de Minnesota (MMPI), en esta prueba mantiene un perfil dentro de la normalidad.



En la Escala de Obsesiones-Compulsiones de Yale-Brown (Y-BOCS), se encuadra en un nivel de sintomatología del TOC (obsesiones y compulsiones) grave, invierte de 3-8 horas al día en ellas, le producen interferencia y malestar grave en su vida diaria, siempre cede ante estas, tiene poco control sobre ellas y muestra buena conciencia sobre el problema. En el Listado de Obsesiones y Compulsiones de Yale-Brown, las obsesiones especialmente problemáticas son las de contenido de contaminación, contenido agresivo y otras de diverso contenido (necesidad de recordar y miedo a decir ciertas cosas). En cuanto a las compulsiones, las más problemáticas son las de lavado/limpieza, las de comprobación/seguridad, los rituales de repetición, arreglo y orden, y otras varias (rezar y necesidad confesarse).



Pruebas Complementarias: Análisis hematológico y bioquímico de sangre, bioquímica estándar y hematología normal. TSH normal.



Tras la evaluación realizada, la sintomatología detectada en la paciente se puede agrupar en cognitiva, afectiva, motivacional, fisiológica y conductual. Esta se recoge en la tabla 1.



Tabla 1. Sintomatología Detectada.



Cognitiva



Preocupación y temor excesivo por la suciedad y llegar a enfermar por la suciedad o por el contacto con otra persona enferma.

Preocupación por ser la responsable de que enfermen su marido y su hija.

Preocupación excesiva por ser la responsable de algún accidente que afecte a sus familiares.

Preocupación y temor excesivo a dañarse a si misma o a sus familiares y a estar haciendo algo embarazoso o decir algo erróneo.

Imágenes violentas en las que hace daño a su familia.

Miedo a perder el control y hacer daño a sus familiares o a sí misma.

Rumiación, sobre la necesidad de perdón por parte de su marido y su hija.

Ideas suicidas.

Autocrítica patológica por su debilidad y sus errores.

Creencias de que tiene un aspecto horrible.

Creencias de que será castigada.



Afectiva



Tristeza.

Desesperanza.

Ansiedad.

Culpa por hacer sufrir a su marido y su hija con su problema y porque ningún familiar puede entrar a su casa.

Vergüenza de sí misma.

Irritabilidad.

Sentimientos de fracaso.

Insatisfacción y aburrimiento.



Motivacional



Intenta no pensar en obsesiones pero no lo consigue.

Desinterés por las relaciones sociales.

Dificultad para tomar decisiones.

Resiliencia: el camino hacia la felicidad



Resiliencia: el camino hacia la felicidad

Si nos enfrentaran a la hipotética pregunta de si nos gustaría vivir en un mundo sin problemas ni contratiempos, sin disgustos ni tristezas, es posible que todos estuviésemos tentados a responder afirmativamente.

Pero tras un análisis más detenido nos daríamos cuenta de lo difícil que sería acostumbrarnos a esa “calma chicha”. Los seres humanos vivimos en un mundo caracterizado por los contrastes. Sin el mal no habría bien; sin la tempestad, la calma perdería todo su sentido. Necesitamos los contrastes para ser conscientes de la medida real de los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor (y dentro de nosotros mismos). Una vida en la que nunca ocurre nada acabaría por destrozar nuestra psique, por descompensar nuestro “equilibrio”.

Cada vez hay más padres que, en un intento de liberar a sus hijos de los males de este mundo tratan de evitarles todo contratiempo. Se pliegan a todas sus peticiones con la razón última de no contrariarles en nada para que no se sientan frustrados. Estos padres piensan que si evitan todas las situaciones que puedan suponer un problema para sus hijos, éstos llegaran a adultos sin haber conocido la pena ni la tristeza.

Es una teoría con escasa base científica, pero con más adeptos cada día. Imaginemos por un momento que esos padres consiguen evitar a sus hijos cualquier disgusto en su primera infancia, mientras se encuentran bajo el manto protector del hogar. ¿Pero qué ocurre cuando salen al mundo real, cuando llegan a la guardería o al colegio?

Lejos de la influencia de sus padres, estos niños son incapaces de encajar un no como respuesta a sus deseos, de esperar un turno para ser atendido o de adaptarse a los horarios de las distintas actividades escolares. Y lo que es peor, no saben cómo tienen que enfrentarse a esas situaciones.

Las personas desde que nacemos necesitamos enfrentarnos a pequeños contratiempos, adecuados a nuestro estadio del desarrollo evolutivo. Si se nos priva de estas experiencias se nos impide aprender a ser felices. Aunque suene a contradicción.

¿Qué es la resiliencia?

Todas las investigaciones apuntan a que las personas que se consideran más felices no son las que dicen tener menos problemas, como sería de esperar. Los más felices son aquellos que saben hacer frente a los problemas y han aprendido cómo superarlos. A esta capacidad se le ha denominado en Psicología resiliencia . Término tomado de la física donde la resiliencia es la cantidad de energía que puede absorber un material, antes de que comience la deformación plástica (es.wikipedia.org).

En Psicología esta capacidad nos indicaría el grado en que una persona está preparada para resistir ante los contratiempos, para tolerar las situaciones en las que se ve sometida a presión (tanto externa como interna). Nos indicaría la habilidad para enfrentarse a los problemas y salir fortalecido de ellos.

Se trata de una habilidad con la que nacemos todos los seres humanos, pero que se modifica según haya sido nuestra experiencia con el paso de los años. Es decir, que se puede entrenar, ya sea para mejorarla o para eliminarla de nuestro repertorio de conductas naturales.

Pensemos en un bebé que quiere agarrar el juguete que cuelga de su cuna. Si se frustrara al primer intento jamás llegaría a coordinar sus movimientos ojo-mano. Y cuando le llegase la hora de aprender a caminar, se quedaría sentado para siempre después de la primera caída. No volvería a intentarlo porque no le salió bien las doscientas primeras veces que lo intentó.

Con el paso de los años, la educación que recibimos de las personas que tenemos más cercanas hará que nuestra resiliencia aumente o llegue casi a desaparecer, haciendo de nosotros personas incapaces de enfrentarnos a las dificultades de la vida.

¿Cómo potenciar la resiliencia?

Hemos dejado claro que se trata de una habilidad que puede ser entrenada para mejorarla. Por tanto, las muchas dificultades que nos plantea la vida no pueden servir como excusa para justificar nuestro derrotismo.

Si deseamos aumentar nuestra resiliencia:

• Trabajemos en mejorar nuestra autoestima. Aprendamos a querernos y a encontrar esas capacidades que nos hacen especiales y diferentes al resto del mundo. Tratémonos, al menos, con el mismo respeto con el que tratamos a los demás.

• Permitámonos un tiempo para nuestro disfrute y para dedicarlo a nuestras aficiones.

• Encaremos las dificultades con flexibilidad y buscando soluciones creativas, tratando de encontrar diferentes respuestas posibles a cada situación a la que nos enfrentemos.

• Seamos proactivos anticipándonos a los problemas. No esperemos a que las situaciones nos superen, como suele decirse “agarremos el toro por los cuernos”. Debemos reflexionar antes de actuar.

• Perdamos el miedo a pedir ayuda. Una muestra de grandeza personal es saber pedir ayuda cuando la necesitamos.

• Y por supuesto, tratemos de buscar siempre el lado amable de las cosas. Si al final no nos queda otra que sufrir un revés de la vida, no nos quedemos sólo en lo mucho que sufrimos y padecemos, vayamos más allá tratando de aprender todo lo posible de esa situación. Busquemos siempre algo positivo, aunque sólo sea que “de esto también se sale”.