Mostrando entradas con la etiqueta toc infantil. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta toc infantil. Mostrar todas las entradas

¿Es normal que mi hijo pequeño esté obsesionado con ordenar y organizar objetos?



Escrito para BabyCenter en Español

Penelope Leach


Aunque la obsesión de tu hijo por apilar, agrupar y clasificar objetos te parezca rara, es un comportamiento perfectamente normal para un niño entre 1 y 3 años. En realidad, notar las diferencias y similitudes que hay entre varios objetos y agrupar los que se parecen, es una de las tareas cognitivas más importantes que desempeña un niño pequeño. Es verdad que este constante agrupar, ordenar y clasificar puede parecerte un tic nervioso, pero ten en cuenta que tu hijo debe hacer este trabajo con sus manos para poder hacerlo después solamente con su mente.

Si observas a tu hijo con cuidado, con placer en lugar de con ansiedad, quizás notarás que separa cuidadosamente sus juguetes blandos de sus muñecas, y que los pone en filas muy ordenaditas, y quizás incluso lo verás dividirlos en categorías más pequeñas (las muñecas bebé en una fila y las Barbies en otra, por ejemplo). Si tienes suerte, quizás incluso lo verás plantearse dilemas más complejos, como si la manzana debe ir con la pelota (porque las dos son redondas) o con la galleta (porque las dos se pueden comer).

El trastorno obsesivo-compulsivo, por otra parte, es debilitante en lugar de constructivo. Un niño que padece obsesión compulsiva, en lugar de usar la organización para entender mejor su mundo, usa su obsesión para mantenerse alejado del mundo, y de la ansiedad y temor extremos que el mundo le causa. Quizás se quede en el baño durante horas lavándose las manos hasta que se le pelan, o no sea capaz de salir de casa sin completar una serie de complejos rituales. Estas obsesiones y compulsiones tienden a hacer más difíciles la interacción social, las actividades normales, y están acompañadas a menudo de problemas de insomnio, depresión, y hábitos alimenticios extraños.

Además, quédate tranquila, porque la obsesión compulsiva es muy rara en los niños pequeños. El comportamiento de tu hijo no es obsesión compulsiva, sino una señal de un adelanto cognitivo normal y muy saludable.


http://www.babycenter.es/toddler/comportamiento/es-normal-sea-organizado-expert/

Los niños que toman antipsicóticos ganan una media de ocho kilos de peso

http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/10/27/psiquiatriainfantil/1256671339.html
RIESGOS CARDIOVASCULARES

  • Un estudio con cuatro de estos fármacos revela efectos secundarios cardiometabólicos
  • En los últimos 10 años su consumo en menores se ha multiplicado por seis
  • Los expertos piden que se haga un uso juicioso de estos productos
(Ilustración: El Mundo)

(Ilustración: El Mundo)


PATRICIA MATEY

MADRID.- La sospecha de que los antipsicóticos de segunda generación (los más modernos conocidos también como atípicos), tienen más efectos secundarios en los niños y en los adolescentes que en los adultos se arrastra desde hace unos años. Ha sido ahora cuando un nuevo estudio ha puesto en negro sobre blanco la cruda realidad: elevan en cerca de un 7% el peso corporal, además de alterar los niveles de colesterol y triglicéridos. En definitiva, aumentan el riesgo cardiovascular.

En los últimos 10 años el consumo de estos fármacos en la población infantil se ha multiplicado por seis dentro de nuestras fronteras. Pese a este aumento, España mantiene tasas de prescripción de psicofármacos que están muy lejos de las que se registran en otros países como EEUU.

Pocos científicos, por no decir ninguno, dudan de la eficacia de los antipsicóticos de segunda generación a la hora de mejorar los síntomas, la evolución y prevenir las complicaciones o secuelas de las psicosis, el trastorno bipolar, las alteraciones severas del comportamiento asociados al autismo y otros trastornos del desarrollo, la hiperactividad, la agresividad o los tics de los más pequeños.

Pero "trabajos previos ya habían indicado la posible mayor sensibilidad de los niños y los adolescentes a sus efectos secundarios. Sin embargo, los datos no se consideraron definitivos porque podrían estar alterados si los participantes habían estado expuestos previamente a los fármacos clásicos", comenta Juanjo Carballo, psiquiatra infantil y de la adolescencia de la Fundación Hospital Jiménez Díaz de Madrid.

Este obstáculo acaba de ser superado por Christoph Correll, del Hospital Zucker Hillside en Nueva York [la división de Psiquiatría del Long Island Jewish Medical Center ], y su equipo que han llevado a cabo una investigación con 272 pacientes pediátricos de entre cuatro y 19 años que no habían recibido medicación antipsicótica previa. Todos ellos iniciaron un tratamiento con un antipsicótico atípico (olanzapina, quetiapina, risperidona y aripiprazol) o llevaban ya una semana o menos de consumo de estos productos. El grupo control se formó con 15 de estos participantes que rehusaron participar o que suspendieron el tratamiento.

Con solo 12 semanas de terapia

A los tres meses de terapia, y tal como publica el 'Journal of American Medical Association' (JAMA), todos los menores fueron sometidos a una serie de pruebas, como medición de peso y control de lípidos. Los datos revelan que aquéllos que habían consumido olanzapina habían ganado 8 kilos; los que tomaron quetiapina, 6,7; los que siguieron el tratamiento con risperidona, 5,3 y, finalmente, añadieron 4 kg a su peso los que ingirieron aripiprazol. Este aumento fue nulo en el grupo control.

Y no sólo. También se produjeron cambios metabólicos, es decir hubo alteraciones en los niveles de colesterol y triglicéridos . "Los más significativos en ambos perfiles se produjeron con el uso de olanzapina y quetiapina, mientras que con risperidona aumentaron de forma importante los de triglicéridos. Por el contrario, aripiprazol no modificó las cifras", destaca el estudio.

Ante estos resultados, "obviamente se recomienda un uso juicio de este tipo de fármacos, una frecuente monitorización de los pacientes y el manejo de los efectos secundarios que pudieran observarse a lo largo del tratamiento, lo que incluye chequeos cardiometabólicos bianuales tras los tres primeros meses de terapia", apunta el doctor Carballo.

Prescripciones sensatas

Los autores defienden que los especialistas hagan "un balance de los beneficios y riesgos cardiológicos de los antipsicóticos de segunda generación en los enfermos mentales y que sigan cuidadosamente las recomendaciones para la prescripción de estos productos, teniendo en consideración otras alternativas con menos riesgos".

En este sentido, Christopher Varley y Jon McClellan, ambos del Hospital Infantil de Seattle en Washington, recuerdan en un editorial que acompaña al trabajo que "la investigación se produce de una forma oportuna y a tiempo". Defienden que "estos medicamentos pueden salvar la vida de los menores con enfermedades psiquiátricas severas, como la esquizofrenia, el trastorno bipolar o la agresividad asociada al autismo. No obstante, dado el aumento de peso y la elevación del riesgo de problemas cardiovasculares y metabólicos a largo plazo, su uso extendido y cada vez más elevado en niños y adolescentes se debería reconsiderar".

Insisten también en que "buena parte del soporte científico que han recibido estos productos proviene de estudios financiados por la industria farmacéutica. Investigaciones recientes del Congreso así como de distintos medios de comunicación han sacado a la luz algunas de las estrategias de las compañías para influir en las prescripciones. Los tratamientos médicos tienen que dictarse por datos empíricos y no por anécdotas, presunciones o estrategias de márketing. Es fundamental que se lleven a cabo estudios a gran escala con fondos independientes que establezcan la seguridad y los beneficios de estos fármacos a largo plazo en la población infanto-juvenil".

toc en niños, sordos

http://www.raisingdeafkids.org/spanish

También puede ser llamado Desorden Obsesivo - Compulsivo (DOC) pero en español es mas usado el termino Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC).

Lea esta página, si su hijo/a se preocupa demasiado sobre lo que pueda suceder. O si necesita hacer algunas cosas una y otra vez, de manera repetida.

Lea que puede hacer Usted para ayudar a su hijo/a.

¿Qué es un trastorno obsesivo compulsivo?
Trastorno obsesivo compulsivo (ob-se-si-vo_com-pul-si-vo) es un problema médico que afecta el comportamiento. Existen dos (2) partes en este problema:

  • El estar "atorados" "atascados" o "atrancados" en un mismo pensamiento. Esto es lo que se llama Obsesión (Ob-se-sion). Para algunos niños estos son pensamientos que los pueden preocupar o volver tristes, como por ejemplo que algo malo esta pasando. Muchos niños se quedan en temas que pueden ser emocionantes, por ejemplo los resultados de los juegos de baseball, o la manera como el elevador funciona. En cualquiera de las formas que se presente (con preocupación o emocionante), ellos no pueden parar de tener estos pensamientos. Inclusive el tener estos pensamientos una y otra vez los conllevan a tener otros problemas o a volverlos tristes o asustados. Las obsesiones son muy difíciles de ver o percibir ya que son pensamientos. Así que, Usted probablemente solo se dé cuenta de ellas si la persona o el niño habla sobre sus obsesiones.
  • La necesidad de hacer una cosa una y otra vez, como por ejemplo verificar que la puerta este cerrada todo el tiempo. Esto se denomina Compulsión (com-pul-sion). Las cosas que algunos niños necesitan hacer o repetir como conducta, es posible que sean extrañas. Es posible que parezcan no tener sentido. La mayoría de las personas con trastorno obsesivo-compulsivo sabe que sus compulsiones no tienen ningún sentido. Pero, no pueden parar de tenerlas o de hacerlas. No pueden parar porque las compulsiones los hacen sentir bien por un periodo corto de tiempo. Pero, las compulsiones son actuaciones que Usted SI puede ver. La mayoría de los padres se da cuenta r ápidamente que sus hijos NECESITAN hacer estas cosas o tener estos comportamientos una y otra vez de manera repetida. Es difícil separar o distraer a su hijo/a de las cosas que esta haciendo, incluso si esto en ocasiones le causa dolor al niño o se hiere así mismo (como por ejemplo halarse el pelo permanentemente)

El trastorno obsesivo-compulsivo puede presentarse con otros problemas.
El trastorno obsesivo-compulsivo puede presentarse con otros problemas como:

  • depresión
  • déficit de atención (ADD sigla en Ingles) o déficit de atención con hiperactividad (ADHD sigla en Ingles)
  • tics o movimientos que el niño no puede controlar
  • halarse el pelo
  • agarrar cosas o robar cosas de manera compulsiva
  • atesorar, mantener cosas o recolectar cosas que tengan o NO sentido (como por ejemplo cajas de cereal ya terminadas, láminas de juegos, papeles de dulces que ya se comió etc).

Cualquiera puede padecer de trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)

  • Ambos niños y niñas pueden padecer de TOC
  • El trastorno obsesivo-compulsivo puede comenzar a cualquier edad. La gente tanto joven como mayor puede tenerlo. Pero, por lo general comienza cuando la persona esta en la infancia (se es niño) o en la adolescencia.

Las personas que padecen de TOC pueden obtener ayuda para esto. Pero para muchos niños o niñas sordos, las obsesiones y las compulsiones son parte de un problema mayor, como por ejemplo autismo o una infección que sucedió durante el embarazo de la madre.


Signos del Trastorno Obsesivo-Compulsivo

Aprenda cuales son los signos del trastorno obsesivo-complusivo en esta página.

Es posible que Usted no sé de cuenta si su hijo/a tiene obsesiones. Pero Usted sí notara si su hijo/a tiene compulsiones. Lleve un record o ponga suma atención a las cosas que le preocupan a Usted y que su hijo/a hace.

Algunos Ejemplos de Obsesiones

  • Permanecer asustado/a de contraer gérmenes.
  • Permanecer asustado/a de enfermarse o de herirse.
  • Permanecer asustado/a de lastimar o herir a alguien a quien Usted quiere o es importante para la familia o amigos. Incluso sabiendo que Usted jamás los lastimaría a propósito.
  • El estar enfocado/a una y otra vez sobre alguna meta, o en comprar algo.
  • No ser capaz de dejar de hacer algo o de dejar alguna actividad por nada del mundo.
  • Insistir permanentemente en una manera de hacer las cosas, a su manera siempre.
  • Tratar por todos los medios de ser perfecto/a y hacer las cosas perfectamente.

Algunos Ejemplos de Compulsiones.

  • Lavarse las manos repetidamente.
  • Chequear o verificar permanentemente que las puertas están cerradas, repetir esto una y otra vez.
  • Guardar, recolectar cosas pequeñas que no tienen uso. Como por ejemplo restos de papel que ya no se uso, o pedacitos de comida.
  • Limpiar cosas que no están o estaban sucias.
  • Mantener un argumento o pelea sobre algo que ya esta resuelto, darle vueltas y vueltas al mismo asunto así ya haya pasado.

Los niños sordos pueden tener obsesiones diferentes de las que tiene los niños con audición normal o los niños oyentes.
Los niños y adolescentes sordos pueden también tener obsesiones y compulsiones, pero por lo general, los temas son diferentes. Por ejemplo, muchos niños sordos se obsesionan con los horarios. Esto tiene sentido, porque es mucho lo que sucede a sus alrededores sin ellos poderlo percibir o notar, porque no oyen lo que esta pasando.

Al principio, el estar obsesionados con los horarios los hace sentirse menos nerviosos con las cosas que suceden en su entorno. Desgraciadamente, esto puede continuar hasta que se sale de control. Su hijo entonces, necesitara consultar con usted o verificar diariamente los horarios unas 40 o 50 veces.

Los niños sordos pueden tener compulsiones diferentes a las de los niños oyentes o con audición normal.
Para algunos niños sordos, la compulsión es la necesidad de señalar o hablar con señas las mismas frases una y otra vez. Esto tiene sentido, ya que el aprender un lenguaje les costo mucho trabajo y repetición. O, algunos niños sordos harán la misma pregunta una y otra vez. El darle al niño la respuesta no siempre ayuda. Es posible que ellos continúen preguntando sin parar.

Tenga anotaciones o apuntes de lo que su hijo/a hace.
Si su hijo/a tiene algunos de estos signos, lleve algunas anotaciones para su record sobre lo que hace su hijo/a, cuando lo hace y con qué frecuencia. Luego, consulte a su doctor, no olvide llevar sus anotaciones!. Explíquele al doctor cuidadosamente lo que usted observa, es posible que al principio él solo este atento a la sordera. Pregúntele al doctor y a los consejeros de la escuela de su hijo sobre quien puede ayudarle. Con la ayuda correcta, su hijo/a puede salir adelante. El doctor posiblemente le recomiende el l nombre de un psicólogo (SI-CO-LO-GO) o psiquiatra (SIKIA-TRA). Estas son personas profesionales que saben mucho sobre los problemas de la mente, como el trastorno obsesivo-compulsivo. Con suerte, la persona que usted consulte también sabrá de niños sordos o sabrá quien le puede ayudar.


Como puede Usted Ayudar a su Hijo


Si su hijo /a tiene un trastorno obsesivo-compulsivo hay cosas que usted puede hacer para ayudarle.

Algunos niños con trastorno obsesivo-compulsivo no se molestan o percatan del problema, o pueden continuar su vida y convivir con el problema. Pero, algunos niños tienen el problema tan marcado que les es muy difícil llevar su vida normalmente. Necesitan de ayuda.

Con la ayuda adecuada, las personas con trastorno obsesivo-compulsivo pueden tomar control de sus propios pensamientos y comportamientos. La vida es mucho más fácil cuando los niños no están siendo controlados por sus propios pensamientos o hábitos extraños.

Los tipos de ayuda que Usted puede obtener.

La mejor ayuda de todas por lo general se compone de ambas: terapia y medicinas.

Terapia Comportamental

En terapia comportamental (COM-POR-TA-MEN-TAL), Usted y su hijo, hablaran con un doctor que sabe mucho sobre trastornos obsesivos-compulsivos. El doctor le ayudara y enseñara a su hijo sobre como ver el problema y como parar los pensamientos o las compulsiones.

Medicinas

El doctor posiblemente le prescriba a su hijo/a algunos medicamentos para ayudar a parar las obsesiones. La medicina le ayudará también a sentirse menos nervioso/a y con menos temores. La medicina no trabaja de manera inmediata. Pueden pasar algunos meses antes que usted note que el medicamento esta siendo efectivo. Tenga paciencia. Algunas veces los padres comienzan a ver mejorías luego de unas pocas semanas de tomar el medicamento.

En la actualidad hay cinco (5) tipos de medicina diferentes que pueden ayudar a la gente con trastorno obsesivo-compulsivo. Todas las 5 medicinas trabajan sobre la misma química del cerebro. Esa química es llamada serotonina (SE-RO-TO-NI-NA. Pero, las 5 medicinas no son todas iguales. Consúltele al doctor de su hijo/a cual es la mejor para El o Ella. Si una no funciona, es posible que otra si lo haga. El doctor posiblemente le sugiera un cambio si un primer medicamento parece no funcionar en su hijo/a.

Estas medicinas pueden tener efectos secundarios.

Algunas medicinas pueden tener efectos secundarios. Pregúntele al doctor sobre los efectos secundarios antes de que su hijo/a comience a tomársela. Algunos efectos secundarios pueden ser:

  • Cansancio
  • Constipación o estreñimiento (no poder defecar normalmente)
  • Dolores de estomago
  • Nerviosismo
  • Dolores de cabeza o migraña

La mayoría de estos efectos secundarios desaparecen luego de 1 o 2 semanas.

La medicina por si sola, por lo general no funciona tan bien como si se tiene, medicina y terapia al mismo tiempo. La medicina no actúa en lugar de la terapia. Trate de que su hijo/a obtenga ambos tipos de ayuda, este problema es mejor tratarlo cuando su hijo/a están pequeños aun. Los comportamientos obsesivos y compulsivos pueden convertirse en hábitos a lo largo de toda la vida.

Como encontrar ayuda si su hijo/a tiene un problema de audición y adicionalmente tiene un trastorno obsesivo-compulsivo.

Puede ser muy difícil encontrar la ayuda adecuada para un niño o niña sordo/a además con trastorno obsesivo-compulsivo, pero las cosas se pueden mejorar. Aquí hay algunas cosas que Usted puede hacer:

  • Pregunte en la escuela de su hijo por el nombre de un buen doctor que haya ayudado a otros niños sordos antes.
  • Pregunte o pida un intérprete para el día de la cita. O, planee como es que su hijo podrá entender lo que la gente esta diciendo, y como podrá decirle a otros lo que esta pensando.
  • Busque o consulte a un psicólogo o psiquiatra que sepa de niños sordos. Incluso si ellos no saben mucho de trastorno obsesivo-compulsivo, ustedes y él podrán buscar ayuda conjuntamente.. Trate de encontrar a alguien que entienda lo que su hijo esta diciendo y que a su vez hable de una manera que su hijo entienda. Si su hijo habla por medio del lenguaje de las señas, trate de buscar un doctor que hable o sepa de señas también.
  • Busque en librerías o bibliotecas, libros que le ayuden a entender y trabajar sobre el tema. Libros que ayuden tanto a adultos como a niños a entender el trastorno obsesivo-compulsivo, así como el ayudar a parar lo que esta sucediendo. Muéstrele estos libros al consejero o terapeuta de su hijo/a. Discuta sobre como ciertas paginas pueden ayudarle a su hijo. Tal vez usted necesitara re-escribirlas o pasarlas a una manera sencilla para que su hijo/a puedan entenderlas y sacarle el mejor provecho.
  • No se conforme ni acepte si su doctor le dice que este problema es porque su hijo es sordo/a y punto. La sordera NO CAUSA un trastorno obsesivo-compulsivo.

Aprenda más sobre el trastorno obsesivo-compulsivo

Visite estas páginas web o de Internet para obtener más información sobre el desorden o trastorno obsesivo-compulsivo. Tome en cuenta que estas páginas están en inglés, pero aun así le pueden ser muy útil a Usted y a su hijo.


niños y toc




http://www.aboutourkids.org/articles/acerca_del_trastorno_obsesivo_compulsivo_toc
Un niño con TOC sufre un trastorno de ansiedad caracterizado por la presencia de obsesiones y compulsiones lo suficientemente graves como para interferir en las actividades de la vida diaria. Las obsesiones son pensamientos reiterados e indeseados que a menudo se relacionan con miedos de contaminación. Las compulsiones son conductas reiteradas sin sentido. Se cree que la causa del TOC es neurológica y hereditaria. El tratamiento incluye una combinación de terapia conductual y medicamentos.
Historias de la vida real

Alex, de cinco años, no puede irse a dormir hasta que besa cinco veces a su madre en cada mejilla, después de que ella cierra el closet del niño de determinada manera. No tiene otras conductas fijas.

Jesse, de 10 años, se lava los dientes tan frecuentemente que utiliza una caja de palillos de dientes por semana y las encías le sangran abundantemente. Todos los días utiliza media caja de bastoncillos de algodón para limpiarse los oídos y un rollo de papel higiénico cuando va al baño. Cuando hace la tarea, Jesse puede estar una hora trabajando en la misma página, borrando y reescribiendo palabras porque está seguro de que no lo hizo bien.

Ashley, de 16 años,sostiene que cada vez que sale de un salón de clases, pasa por la oficina del director o se va de la escuela, tiene que imaginarse el número 12 en un reloj y desearse “buena suerte” a sí misma. Sostiene que no puede dejar de pensar en las palabras “buena suerte”. Si intenta evitar pensar en esas palabras, se pone muy ansiosa y se preocupa porque siente que tendrá un ataque cardiaco. En el salón de clases, se queda paralizada en su asiento y no puede responder. Se preocupa porque teme que cualquier decisión que tome hará que les suceda algo terrible a sus padres. Antes de irse a dormir, cierra cuatro veces la puerta de su habitación, prende y apaga las luces cuatro veces, y mira doce veces por la ventana y debajo de su cama.

A Alex, de 5 años, le preocupan los rituales adecuados para su edad. Son menores y no afectan que disfrute de la vida. A Jesse y Ashley les diagnosticaron que sufren trastorno obsesivo compulsivo.

Los rituales y las supersticiones de la infancia difieren con la edad. A los 2 años y medio aproximadamente, los niños comienzan a esperar rutinas. A la hora de comer, los rituales de la ducha y de irse a dormir son frecuentes, y ayudan a estabilizar el mundo del niño. Entre los cinco y seis años, los niños desarrollan rituales grupales, durante los cuales juegan con reglas y rimas. Los niños mayores comienzan a coleccionar objetos y pueden comenzar a preocuparse y obsesionarse con los pasatiempos. Las conductas ritualizadas ayudan a los niños a convertirse en seres sociales y a dominar la ansiedad. Sin embargo, cuando los pensamientos obsesivos se tornan tan frecuentes o intensos, o los rituales se tornan tan extensos que interfieren en el desempeño, se considera el diagnóstico del trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
¿Cuáles son los síntomas?

El TOC es un trastorno de ansiedad caracterizado por la presencia de obsesiones y compulsiones que el niño no puede controlar.

Obsesiones. Son pensamientos, ideas, deseos, impulsos o preocupaciones intrusivas e indeseadas que surgen en la mente de una persona de manera reiterada. A menudo las obsesiones no tienen sentido y son desagradables o incluso repugnantes. La persona debe intentar ignorar o reprimir estas obsesiones o neutralizarlas con algún otro pensamiento o acción. La persona que sufre de TOC reconoce que estos pensamientos surgen en su propia mente y que no son una intrusión psicótica. Algunas obsesiones comunes son: impulsos reiterados para matar a un familiar querido; preocupaciones incesantes sobre la suciedad, los gérmenes, la contaminación, la religión; pensamientos recurrentes sobre algo que no se realizó correctamente; sentimiento de que ciertas cosas deben estar siempre en ciertos lugares, posiciones u orden; pensamientos sobre palabras, sonidos, números o imágenes sin sentido. Para algunos niños, la cavilación y los rituales excesivos son el resultado de sus esfuerzos por imponer orden en los sentimientos internos de ansiedad y confusión.

Compulsiones. Son conductas reiteradas sin sentido que generalmente se producen en respuesta a una obsesión. La conducta es un intento por neutralizar o evitar un hecho, situación o pensamiento temido. Una persona puede o no reconocer que la conducta es obsesiva o irracional. Algunas compulsiones comunes son: lavarse las manos, ducharse y controlar los cajones y cerraduras de manera excesiva. Las conductas reiteradas pueden incluir vestirse y desvestirse, amontonar objetos, tratar de asegurarse de que algo sucedió o no. Los síntomas pueden incrementarse y reducirse. A menudo no hay una relación lógica entre la obsesión o compulsión y los miedos que supuestamente deben contrarrestar. En vez de reducir la ansiedad, las obsesiones y compulsiones generalmente la incrementan.

Para un diagnóstico del TOC, las obsesiones y compulsiones deben ser lo suficientemente graves como para consumir tiempo o causar un marcado estrés o un deterioro significativo. En los adultos, en algún momento durante el curso del trastorno, la persona reconoce que las obsesiones o compulsiones son excesivas o irracionales. Esto no siempre se aplica a los niños, ya que algunos todavía no cuentan con las habilidades cognitivas necesarias para emitir este juicio.

Los niños con TOC pueden desempeñarse satisfactoriamente a nivel académico y en otras actividades escolares, pero pueden tener dificultad para realizar la tarea y sus composiciones, ya que se concentran en que todo salga perfecto. Si sus síntomas son graves y consumen tiempo, pueden ocasionar problemas de autoestima e interferir en el desempeño con sus amistades y familiares.
¿Quiénes son más propensos a tener trastorno obsesivo compulsivo?

El TOC afecta al 3% de la población general, casi un millón del cual son niños y adolescentes. Estos datos estadísticos se traducen a entre tres y cinco jóvenes con TOC por escuela primaria de tamaño promedio y a veinte jóvenes en una escuela secundaria urbana grande. A diferencia de la alta proporción entre mujeres y hombres en otros trastornos de ansiedad, la proporción entre varones y niñas es de 2:1.

La edad de inicio en más del 50% de los casos de adultos con este trastorno es anterior a los 15 años. Se han informado casos de TOC en los años de preescolar, con un pico de inicio máximo a los diez años aproximadamente. El veinte por ciento de los jóvenes con TOC tiene otro familiar que sufre este trastorno.
¿Por qué sucede?

Se cree que el TOC tiene un origen neurológico. La evidencia sugiere que el TOC se vincula con una deficiencia en la serotonina del cerebro. El trastorno que causa el TOC se transmite en las familias; estudios recientes demuestran que el 20% de los jóvenes con TOC tiene un familiar que sufre de este trastorno.
¿Cómo se trata?

El tratamiento recomendado es una combinación de terapia y medicamentos. La terapia conductual incluye prevención de la respuesta y exposición. Se obliga al niño a enfrentarse con sus miedos y a encontrar el modo de controlar la ansiedad. Se puede enfrentar al niño con el objeto o hecho temido y, de esta forma, se puede combatir la conducta obsesiva compulsiva de forma cuidadosa. La terapia conductual cognitiva se concentra en cambiar las creencias irracionales y los pensamientos perturbados que contribuyen con este trastorno. El objetivo es ayudar a los niños a reconocer la naturaleza ilógica de sus miedos y cambiarlos. Los medicamentos recetados para el TOC incluyen inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (Specific Serotonin Reuptake Inhibitor, SSRI): Luvox (fluvoxamina), Paxil (paroxetina), Prozac (fluoxetina) y Zoloft (sertralina). La mayoría de los niños que están medicados mejoran, pero pueden recaer y necesitar tratamiento adicional.
Preguntas y respuestas

¿Cuál es el mejor tratamiento para un niño con TOC?

Un terapeuta que trabaje con un niño con TOC debe evaluar y documentar cuidadosamente el grado y la intensidad del síntoma. Para un niño con TOC nuevo o leve, lo que ha resultado eficaz es realizar primero una terapia conductual cognitiva, la cual puede resultar suficiente.

¿Qué sucede si la terapia conductual cognitiva no funciona?

Si el niño sufrió de TOC durante un período prolongado, la estrategia consiste en utilizar la terapia conductual cognitiva durante un tiempo y luego sumarle la administración de medicamentos. Si un niño tiene síntomas graves, se recomienda comenzar con la terapia conductual cognitiva y la administración de medicamentos.

¿Pueden cambiar los síntomas?

Los síntomas del TOC generalmente cambian con el transcurso del tiempo. A veces cuando un niño ya no tiene un síntoma, puede desarrollar otro. Por ejemplo, un niño puede dejar de lavarse las manos pero comenzar a obsesionarse con el control. La terapia conductual cognitiva le enseña al niño cómo controlar los síntomas independientemente de lo que sean. Se le enseña al niño cómo reconocer los síntomas de manera oportuna y cómo utilizar el mismo enfoque.

¿Por qué no puedo decirle solamente que deje de hacerlo?

Los padres pueden involucrarse inadvertidamente en un ciclo. Decirle al niño que deje de hacer algo puede intensificar el síntoma accidentalmente. La atención puede hacer persistir el problema. En la terapia conductual cognitiva, los padres aprenden a convertirse en terapeutas del hogar. Los padres deben aprender cómo alejarse de la conducta y a recompensar al niño cuando afronta el problema de manera adecuada.

¿Durará para toda la vida?

Los niños siempre pueden tener esta tendencia; sin embargo, el tratamiento los ayuda a reconocer y controlar los síntomas.
Sobre los autores

La Dra. Robin F. Goodmanes psicóloga clínica y está realizando su especialización en temas relacionados con el duelo.

pensar bien sentirse bien


www.edesclee.com/Pdf/9788433021748.pdf
El nombre de terapia cognitivo-conductual (TCC) se utiliza para describir las
intervenciones que tienen por objeto reducir el malestar psicológico y las
conductas desadaptativas mediante la modificación de los procesos cognitivos
(Kaplan et al., 1995). La TCC se basa en el supuesto subyacente de que las
emociones y las conductas (lo que sentimos y lo que hacemos) constituyen
en su mayor parte un producto de las cogniciones (de lo que pensamos)
y de que, en consecuencia, las intervenciones cognitivo-conductuales pueden generar
cambios en la forma de pensar, sentir y actuar (Kendall, 1991). La TCC incluye, pues,
los elementos esenciales tanto de las teorías cognitivas como de las teorías
conductuales, y Kendall y Hollon (1979) la definen como una terapia que pretende:
preservar la eficacia de las técnicas conductuales si bien dentro de un contexto
menos doctrinario, que incluye las interpretaciones cognitivas que realiza el
niño además de sus atribuciones acerca de los acontecimientos.
Existe un creciente interés por la aplicación de la TCC a niños y adolescentes
Dicho interés se ha visto alentado por toda una serie de estudios que
concluyen que la TCC constituye una intervención terapéutica prometedora y
eficaz para el tratamiento de los problemas psicológicos infantiles (Kazdin y
Weisz, 1998; Roth y Fonagy, 1996; Wallace et al., 1995). La TCC ha demostrado
ser eficaz aplicada al tratamiento de los trastornos por ansiedad generalizada
(Kendall, 1994; Kendall et al., 1997; Silverman et al., 1999a), los trastornos
depresivos (Harrington et al., 1998; Lewinsohn y Clarke, 1999), los problemas de
relación y la fobia social (Spence y Donovan, 1998; Spence et al., 2000), las fobias
Pensar bien Sentirse bien


simples (Silverman et al., 1999b), el absentismo escolar (King et al., 1998) y los
abusos sexuales (Cohen y Mannarino, 1996, 1998), así como en la forma de
afrontar y de sobrellevar el dolor (Sanders et al., 1994). Se ha aducido
igualmente que la TCC genera efectos positivos en otra serie de problemas que
aparecen en los adolescentes, como son los trastornos de conducta (Herbert, 1998),
los trastornos de la alimentación (Schmidt, 1998), los trastornos por estrés
postraumático (March et al., 1998; Smith et al., 1999)
y los trastornos obsesivo-compulsivos (March, 1995; March et al., 1994).
La terapia cognitivo-conductual se concentra en la relación existente entre:
• las cogniciones (lo que pensamos);
• los afectos (lo que sentimos);
• las conductas (lo que hacemos).
La terapia cognitivo-conductual ha demostrado tener efectos positivos en el
tratamiento de toda una serie de problemas psicológicos frecuentes en las
poblaciones jóvenes.
Las bases empíricas de la terapia cognitivo-conductual
Los fundamentos teóricos de la terapia cognitivo-conductual han venido
evolucionando en virtud de la influencia de una serie de importantes
investigaciones. La revisión de estas investigaciones sobrepasa el objetivo de este
libro, si bien es conveniente resaltar algunos de los conceptos y de los modelos
claves que han contribuido a consolidar y dar forma a la TCC.
Una de las primeras influencias es la de Paulov y el condicionamiento
clásico. Paulov contribuyó a clarificar que, en virtud de sucesivos apareamientos,
las respuestas que se producían de forma natural (e.g., la salivación) podían ser
asociadas (es decir, condicionadas) a unos estímulos específicos (e.g., el sonido
de una campana). La investigación de Paulov demostró que las respuestas
emocionales (e.g., el miedo) podían ser condicionadas en virtud de acontecimientos
y situaciones específicos.
• Las respuestas emocionales pueden quedar condicionadas a acontecimientos
específicos.
MAIOR
L a
t e r a p i a
c o g n i t i v o - c o n d u c t u a l
Wolpe (1958) aplicó el condicionamiento clásico a la conducta humana y
los problemas clínicos, y desarrolló el procedimiento conocido como
desensibilización sistemática. Mediante el apareamiento de estímulos que inducen
miedo con un segundo estímulo que genera una respuesta antagónica (a
saber, la relajación), es posible inhibir recíprocamente la respuesta del miedo.
En la actualidad el procedimiento se utiliza ampliamente en la práctica
clínica e incluye la exposición gradual, in vivo y en la imaginación, a una serie
jerarquizada de situaciones temidas al tiempo que manteniendo la respuesta
de relajación.
• Las respuestas emocionales pueden ser inhibidas recíprocamente.
La segunda mayor influencia conductual la constituye la obra de Skinner
(1974), que subrayó el importante papel de las influencias ambientales sobre la
conducta. A ello se lo conoce como condicionamiento operante, el cual se
centra en la relación existente entre los antecedentes (las condiciones del contexto),
las consecuencias (el refuerzo) y la conducta. En esencia, si una determinada
conducta aumenta su frecuencia por el hecho de venir seguida de unas
consecuencias positivas, o de no venir seguida de unas consecuencias negativas, en
tal caso decimos que dicha conducta ha sido o ha quedado reforzada.
• La conducta se ve afectada por sus antecedentes y sus consecuencias.
• Las consecuencias que aumentan la probabilidad de que aparezca una
conducta se denominan reforzadores.
• La modificación de los antecedentes y de las consecuencias puede generar
cambios en la conducta.
Una importante ampliación de la terapia conductual con objeto de explicar el
papel mediador de los procesos cognitivos fue desarrollada por Albert Bandura
(1977) y su teoría del aprendizaje social. No deja de reconocerse la importancia
del entorno, al tiempo que se subraya el efecto mediador de las cogniciones que
intervienen entre los estímulos y la respuesta. La teoría de Bandura enfatiza que
el aprendizaje puede tener lugar en virtud de la observación de alguna otra
persona, al tiempo que propone un modelo de autocontrol basado
en la autoobservación, la autoevaluación y el autorrefuerzo.
Pensar
bien

Sentirse
bien
El interés suscitado por las cogniciones recibió nuevos impulsos a partir de
los trabajos de Meichenbaum (1975) y el entrenamiento en autoinstrucciones.
Este modelo subraya la idea de que gran parte de la conducta está bajo el
control de los pensamientos o de los diálogos internos. La modificación de las
autoinstrucciones puede conducir a desarrollar unas técnicas de autocontrol
más apropiadas. El modelo de Meichenbaum adopta una perspectiva
evolutiva y pone de manifiesto el proceso mediante el cual los niños aprenden a
controlar su conducta. El resultado es la descripción de un proceso en cuatro
pasos que incluye observar a otra persona realizando una tarea, ser
guiado verbalmente por otra persona durante la realización de la misma tarea,
hablarse a sí mismo en voz alta durante la realización de la tarea, y finalmente
susurrarse en voz baja y para sí las instrucciones hasta acabar por interiorizar
• La conducta está influida por los acontecimientos y los procesos cognitivos.
• El cambio de los procesos cognitivos puede generar cambios en la conducta.
El vínculo existente entre las emociones y las cogniciones fue subrayado por
Albert Ellis (1962) en la llamada terapia racional-emotiva. El modelo de Ellis
propone que la emoción y la conducta se derivan de la forma en que se
interpreta lo que sucede, más que de lo que suceda en sí mismo o del
acontecimiento per se. Según este modelo, los sucesos activadores (A, activating events) se
valoran a la luz de las creencias (B, beliefs), lo que genera a su vez unas
consecuencias emocionales (C, consequences). Las creencias pueden ser racionales o
irracionales, y las creencias irracionales tienden a suscitar y perpetuar los
estados emocionales negativos.
El papel de las cogniciones desadaptativas y distorsionadas en el desarrollo
y el mantenimiento de la depresión fue analizado a lo largo de la obra de Aaron
Beck, culminando en la publicación de Cognitive Therapy for Depression [Terapia
cognitiva de la depresión] (Beck, 1976; Beck et al., 1979). El modelo de Beck -
propone que los pensamientos desadaptativos respecto de uno mismo, del mundo
y del futuro (la llamada tríada cognitiva) inducen distorsiones cognitivas que
generan sentimientos negativos. El modelo presta una atención particular a los
MAIOR
L a
t e r a p i a
c o g n i t i v o - c o n d u c t u a l
llamados supuestos o esquemas nucleares –esto es, a las creencias fijas que se
desarrollaron y consolidaron durante el transcurso de la niñez y en relación con
las cuales se evalúan los acontecimientos. Una vez activadas, estas creencias fijas
generan una serie de pensamientos automáticos. Estos pensamientos y creencias
automáticos pueden a su vez estar sujetos a una serie de distorsiones o errores
lógicos, lo que contribuye a asociar un mayor número de cogniciones negativas
al estado de ánimo deprimido.
• Los afectos y las emociones están influidos por las cogniciones.
• Las creencias y esquemas irracionales o las cogniciones negativas están -
asociadas a los afectos negativos.
• La modificación de los procesos cognitivos puede generar cambios en los
afectos.
La relación existente entre los procesos cognitivos y otros estados emocio-
nales y problemas psicológicos además de la depresión, se encuentra
actualmente bien documentada (Beck et al., 1985; Hawton et al., 1989). Intereses más
recientes han llevado a profundizar en el papel desempeñado por las creencias
y los esquemas en el desarrollo y el mantenimiento de los problemas
psicológicos. Ello queda resumido en la labor consagrada al estudio de los esquemas
cognitivos desarrollada por Young (1990), quien propone que los esquemas
desadaptativos que cristalizaron durante el transcurso de la niñez desembocan
en unas pautas contraproducentes de conducta, las cuales se repiten una y otra
vez a lo largo de la vida. Los esquemas desadaptativos estarían asociados a
unos determinados estilos de educación por parte de los padres, y se ven
impulsados en el caso de que las necesidades emocionales esenciales del niño no
sean satisfechas. Existe evidencia a favor de la existencia de 15 esquemas
principales (Schmidt et al., 1995).
• Los esquemas cognitivos desadaptativos se desarrollan durante la niñez y
pueden estar asociados a determinados estilos de educación por parte de los
padres.
Pensar bien Sentirse bien

Qué son las fobias?


http://www.interrogantes.net/Francisco-J0-Mendiguchia-Fobias-y-obsesiones-/menu-id-29.html
Qué son las fobias?

Un diccionario de psiquiatría define las fobias del modo siguiente: «Repulsión o temor angustioso específicamente ligado a la presencia de un ser, un objeto o una situación cuyos caracteres no justifican tal emoción.»

Como se ve por esta definición, es difícil separar en la infancia los miedos que he expuesto en el capítulo precedente, de las verdaderas fobias.

Por ello, los psiquiatras de niños, cuando hablamos de fobias infantiles, nos referimos a miedos exagerados, que no presentan mecanismos adaptativos, que aparecen o persisten a edades inadecuadas (el miedo a los perros es normal a los tres años, pero es una fobia a los quince), que se repiten ante la misma situación u objeto preciso, no ceden al desarrollo, son persistentes y, sobre todo, alteran la vida familiar y social del niño y son fuente de sufrimiento para él.

¿Cómo se generan las fobias? Cada escuela psiquiátrica tiene sus propias versiones de cómo nacen. Para unos existe una cierta predisposición natural, las más de las veces unida al padecimiento de obsesiones, que produce un tipo de personalidad que se llama «anancástica» o insegura de sí misma.

El psicoanálisis ha dedicado, ya desde Freud, numerosos estudios a estos problemas, y sostiene que siempre existe una ansiedad primaria que es proyectada a objetos o situaciones externas, que se convierten así en los aparentemente productores de las fobias.

Los conductistas explicaron el porqué de las mismas a partir de un famoso experimento del fundador de esta teoría, el norteamericano Watson que, en 1920, consiguió provocar una fobia en un niño llamado Albert, mediante un apareamiento entre la presencia de una rata blanca y un fuerte ruido que, a la séptima vez de haberse producido, provocó la aparición de la fobia del niño hacia la rata, a la que antes del experimento no tenía ningún temor.

Este mismo psicólogo logró, en otro experimento posterior, justamente lo contrario que en el primero: hacer que desapareciera la fobia asociando al objeto fobógeno un estímulo que evocara una reacción placentera, por ejemplo un dulce.

Desde aquellos años se han multiplicado experiencias que han confirmado la teoría del condicionamiento de las fobias y su tratamiento mediante técnicas de descondicionamiento y, aunque las cosas son algo más complicadas de lo que aquí se han expuesto, la terapia conductual sigue siendo la mejor para estos casos.


Fobias infantiles más frecuentes

Las fobias infantiles son muy variadas en su contenido y así, en cincuenta niños con este problema, los temas a que se referían fueron los siguientes:

El más frecuente fue el de los animales, en unos los grandes como perros, lobos, etc.; en otros los pequeños como hormigas o cucarachas y en uno la contestación fue la de pájaros, pero ésta en un niño que había visto hacía poco la famosa película de Hitchcock. Las enfermedades, y aun la muerte, son también, ya en estos años de la infancia temas bastante frecuentes, sucediendo lo mismo con dos fobias muy conocidas de los adultos: la agorafobia o temor a los espacios abiertos y la acrofobia o miedo a las alturas.

En los adolescentes es frecuente la fobia por su propio cuerpo, al que llegan a odiar, por no encontrarlo suficientemente atractivo, odio que se mezcla con el temor de que no cambie nunca y que apareció en cuatro casos de esta muestra de cincuenta.

Menos frecuentes fueron las siguientes respuestas: comidas y exámenes en dos casos cada una y aviones, puertas cerradas, personas deformes, ascensores, ruido desagradable, bomberos, máscaras, locura (en un adolescente) e inyecciones, con un caso por respuesta.

Un caso raro fue el de una niña de dos años que, a la vista de su propia cuna, se echaba a llorar y se negaba a meterse en ella, cosa que le pasaba desde que había ingresado en un hospital y dormía en una cuna parecida a la suya. La explicación es la de que esta fobia se había condicionado por una situación traumática anterior.

Una cosa que salió también en este estudio es que la mayoría de los casos de condicionamiento muy claro y evidente se producía en niños con edades entre los dos y seis años, mientras que en los mayores era más difícil de ver, lo que significa que con la edad aumenta la resistencia al condicionamiento.

En una cosa muy importante se diferencian los miedos normales de las fobias, pues así como los primeros tienen muy buen pronóstico y desaparecen con el tiempo, no sucede así con las fobias que tienen una cierta tendencia a persistir en la juventud y aun en la edad adulta, aunque a veces puedan cambiar de contenido. De todas maneras, hay casos en que desaparecen también por completo y los exfóbicos presentan una total normalidad.

Una fobia un poco especial, que puede producir muchos quebraderos de cabeza a los padres, es la llamada «fobia escolar», que consiste en que hay niños o adolescentes que se niegan a ir al colegio sin motivos reales y conocidos, reaccionando con cuadros de ansiedad y pánico cuando se intenta obligarlos.

Se trata de algo muy diferente a lo que vulgarmente se conoce con los nombres de «hacer novillos» o «hacer pellas», pues realmente el fóbico desea ir a clase y tiene ambiciones escolares, mientras que los otros no tienen ningún interés por el colegio ni por los estudios y suelen ser niños rebeldes, al revés que el fóbico que es un chico angustiado y conformista en todo, menos en lo de asistir a clase.

Esta ansiedad se manifiesta en forma de llantos, súplicas, depresión y hasta agitación cuando llega la hora de ir a clase o bien sufre una conversión psicosomática con aparición de dolores de cabeza o abdominales, náuseas, vómitos o diarreas, síntomas que desaparecen los sábados y domingos y en vacaciones.

Algunos adolescentes encubren muy bien la ansiedad y son capaces de salir de casa para el colegio sin que se les note nada pero, en vez de entrar en clase, se ponen a deambular por las calles hasta la hora de terminación de la jornada escolar, regresando después a su casa como si no hubiera pasado nada. Naturalmente la superchería acaba por descubrirse.

En los niños pequeños la fobia escolar, más que una fobia en sí, es un cuadro que se conoce con el nombre de «ansiedad de separación», producido por el temor del niño, no a ir al colegio, sino a separarse de su madre.

En los chicos mayores se trata más bien de una sobrevaloración de sí mismos que no coincide con la realidad y el muchacho, para mantener su autoestima, el famoso «self», opta por huir a su casa, en la que se encuentra a salvo. Por ello es frecuente fobias escolares a esta edad cuando se ha producido un cambio de colegio, de uno que tiene pocas exigencias a otro que las tiene mayores o simplemente, cuando ha sufrido una humillación en clase o fuera de ella, pero siempre dentro del colegio.

Es evidente que la fobia escolar desaparece sola con el tiempo, cuando al chico se le pasa la edad de asistir al colegio, pero para entonces habrá producido un fracaso escolar, y con él, el cercenamiento de muchas posibilidades vitales. Además de este grave problema la experiencia me dice que, por lo general, aparecen posteriormente signos neuróticos más o menos acentuados y tienen una integración familiar y social no demasiado buena.

De todo ello se deduce que las fobias infantiles deben ser tratadas siempre, por muy banales que parezcan, por un especialista y ya hemos dicho que son las técnicas conductuales las que dan mejor resultado, aunque, sobre todo en la fobia escolar, ha de unirse una psicoterapia que, en este último caso, puede ser larga y costosa.


Obsesiones y compulsiones

Bastante relacionadas con las fobias se encuentran las llamadas «obsesiones», que si bien son menos frecuentes, también se pueden ver en la infancia y que, en la adolescencia, pueden aparecer en forma de verdaderas neurosis obsesivas.

Todo el mundo habla de obsesiones y de estar obsesionado, pero ¿qué son realmente las obsesiones? Pues las podemos definir como «ideas que se imponen a la conciencia a pesar de no ser aceptadas por ella (si lo fueran se trataría de ideas fijas) vivenciándolas el niño como algo extraño a él, que se le impone por la fuerzas. En muchas ocasiones, estas ideas obsesivas conducen a la ejecución forzada de actos, llamados «compulsiones» y que no son más que una defensa para evitar la angustia que tales ideas le producen.

El primer caso infantil de que tenemos noticia fue descrito por el psiquiatra francés Moreau de Tours, en un tratado que se llamaba nada menos que “La locura en los niños”, que fue publicado en 1888 y en que relataba el caso de un niño que fracasó en sus estudios porque tenía que estar repitiendo constantemente el número trece.

En el niño pequeño, antes de los cinco o seis años, es posible ver actos que, en un adulto, podrían ser considerados como obsesivos pero que, a esta edad, son completamente normales. De este tipo son los «rituales» de la comida (la misma cuchara, la misma silla, la misma persona que tiene que dársela), del sueño (dormirse abrazado al mismo muñeco, oír la misma canción, chupar el mismo pañuelo) o de los juegos (hacer y deshacer repetidamente las mismas torres de tacos, colocar y descolocar el mismo número de coches sin que pueda faltar ninguno, pasar y repasar las hojas del mismo cuento) y que, si no se cumplen, despiertan la ira y el llanto del niño.

Estos rituales pseudo-obsesivos pasan sin dejar ninguna huella y es solamente a los siete u ocho años cuando empiezan los verdaderos síntomas obsesivo-compulsivos.

Las ideas obsesivas son de muy diversa temática y dependen en parte de las circunstancias y condicionamientos exteriores. Antes, por ejemplo, eran muy frecuentes los «escrúpulos» o ideas de pecado, tanto en niños como en adultos, y a este propósito recuerdo muy bien el caso de un chico que tenía una imagen de la Virgen clavada en la cara interna de su pupitre y que, a lo mejor en mitad de una clase, se acordaba que había dejado encima de todos los libros el de Historia Sagrada, que tenía un dibujo de Adán y Eva desnudos y, rápidamente, levantaba la tapa del pupitre, quitaba el libro y lo metía debajo de todo «para que no tocara la estampa» y así se quedaba tranquilo por el momento aunque, al poco tiempo empezaba a pensar que ahora el libro que estaba arriba era el de Historia, que también tenía hombres primitivos no muy vestidos y comenzaba otra vez la misma operación, pasándose así la clase para desesperación de los profesores y la ansiedad del niño que racionalmente comprendía que era una tontería, pero no podía dejar de hacerlo.

Es frecuente también el miedo a las enfermedades y la idea obsesiva de que puede contagiarse de mil modos diferentes, tal como sucedía en varios casos vistos por mí, en los que, cada vez que se hacían un arañazo corrían angustiados a que se les pusiera la inyección antitetánica.

La misma muerte es también motivo de obsesiones, aun en los niños, como es el caso de una niña de siete años que empezó a hablar continuamente de la muerte y a hacer preguntas del tipo de «Y si me meten en una caja, ¿ya no respiro?» o «¿Qué pasa cuando se muere uno?» y vivía con el continuo temor de que se le muriera su madre y la dejara sola.

Las compulsiones son también frecuentes acompañantes de estas ideas obsesivas, tal como la de lavarse las manos muchas veces por la creencia de que están sucias y pueden enfermar (cuando digo muchas veces me estoy refiriendo a treinta o cuarenta), recorrer con un dedo las cuatro paredes de un cuarto para que a su padre no le pase nada porque está de viaje o, como un niño de nueve años que vi en cierta ocasión, que comenzó a pasarse horas y horas moviendo rítmicamente una cuerda, que se metía en la boca si se intentaba quitársela y que, solo al cabo de mucho tiempo, confesó que lo hacía para que le aprobaran en el colegio, mejor dicho, para que no le suspendieran, porque estos rituales suelen ser de evitación de cosas desagradables.

Durante la pubertad aparecen preocupaciones obsesivas de tipo metafísico o filosófico como la existencia de Dios, el origen del hombre, la locura, el infierno, pero siguen persistiendo las anteriores y otras muchas, más o menos extravagantes, como el temor de ser homosexual, siendo éste el caso de una chica de catorce años que vio una vez un travestí y, desde entonces, no hacía más que pensar que ella podía serlo, o el de un chico, también de la misma edad, que me confesaba angustiado que le invadía el pensamiento de que podía estrangular a su madre.

Estos dos últimos ejemplos son un exponente de lo que se llaman «obsesiones por contraste», es decir, que lo último que querrían hacer es precisamente el objeto de las mismas.

Y así multitud de ideas, que a los demás nos parecen extravagantes, pero que para ellos son de una certeza absoluta. ¿Qué les parece el caso de un niño de doce años que tenía miedo a comer por si la comida tuviera algún pequeño trozo de cristal, por haberse roto algún vaso cerca?

En los niños, pero sobre todo en adolescentes, además de las ideas y de las compulsiones, puede verse lo que se conoce con el nombre de «carácter obsesivo», caracterizado por una meticulosidad y un orden tan excesivos, que se hace muy difícil convivir con ellos.

Una de las características de los niños y adolescentes obsesivos, que les diferencian de los obsesivos adultos, es la de que, así como éstos «rumian» sus ideas sin comunicárselas casi nunca a nadie, aquellos las exponen una y otra vez a los padres buscando que les liberen del suplicio de la idea o del acto impuestos, pero como éstos recurren al raciocinio para convencerles de lo infundado de los temores, no hacen sino aumentar su ansiedad, pues los primeros convencidos de lo infundado de su irracionalidad son los propios niños.

Uno de los casos en que con más crudeza se manifestaba lo último que acabo de describir, fue el de un adolescente de trece años, que obligaba a su madre a pasar dos y tres horas todas las noches junto a él, cogiéndole la mano cuando estaba ya acostado, para contarle sus obsesiones, con la esperanza de que ella se las disipara, terminando siempre con una crisis de ansiedad en que culpaba a la madre de lo que le pasaba.

Naturalmente no todas las obsesiones son tan intensas, hay toda una gradación. ¿Qué chico no ha sentido alguna vez el impulso de no pisar las rayas de una acera o quizá contar los escalones de una escalera? Y esto es absolutamente banal. Más importantes son ya los síntomas obsesivos aislados de los siete a diez años, pero también suelen pasar sin dejar ninguna huella, no así los que van estructurando una personalidad obsesiva, que se manifiesta ya con toda su fuerza en la adolescencia, en la que estas ideas y actos llegan a constituir una verdadera neurosis obsesiva.

Para terminar esta descripción de lo que son los trastornos obsesivo-compulsivos en estas edades, hay que alertar a los padres cuando éstos son muy intensos y duraderos, sobre todo a la edad de la adolescencia, pues pueden constituir los primeros síntomas de una psicosis que comienza.

Para su tratamiento hay que consultar a un especialista psiquiatra pues, aunque se debe hacer también una psicoterapia profunda y una terapia conductual, hay que recurrir en el 90% de los casos a un tratamiento con imipramina.
Tags:

< Anterior Siguiente >

LOS PROBLEMAS PSICOLÓGICOS EN LA INFANCIA Y SUS CAUSAS




http://www.persona-psi.com/wp/los-problemas-psicologicos-en-la-infancia-y-sus-causas/
LOS PROBLEMAS PSICOLÓGICOS EN LA INFANCIA Y SUS CAUSAS



Una vez resuelto el diagnóstico (tema tratado en otro artículo), querremos saber ¿por qué nuestro hijo tiene problemas psíquicos?.

Existe una tendencia, bastante generalizada hoy en día, a atribuir a todos los trastornos psíquicos causas biológicas (incluidas las genéticas, que también son biológicas), con lo que éstos ya no serían trastornos mentales sino trastornos cerebrales o neurológicos. La psiquiatría se reduciría así a una rama de la neurología y la psicoterapia perdería su razón de ser.

Sorprende muchas veces la ligereza con la que se afirma que tal o cual trastorno es de causa orgánica, cuando en realidad son muy pocos los trastornos psíquicos de probado origen orgánico. En la amplia mayoría de los casos el posible origen orgánico no pasa de ser una hipótesis.

Incluso el hallazgo de ciertas alteraciones bioquímicas que puedan presentarse, con relativa frecuencia estadística, asociadas a ciertos trastornos, no nos autoriza a afirmar que los originen. En ciencia las relaciones de simultaneidad no se confunden con las causas. Por ejemplo, el crecimiento del pelo y el de los dientes pueden ser simultáneos en un bebé, pero esto no significa que uno cause al otro, sino que ambos tienen una causa común (el programa genético).

El problema es aún más complejo en el tema que nos ocupa. Como explicamos en el artículo sobre depresión, sabemos que ciertos trastornos orgánicos producen una alteración de mecanismos receptores neuronales y depresión (que podemos suponer, en estos casos, secundaria a la alteración). Pero también sabemos que ciertos acontecimientos vitales traumáticos (muerte de un ser querido, separación o peleas de los padres, pérdida de un juguete valorado) producen depresión y alteración de mecanismos receptores neuronales (y en estos casos tenemos razones para suponer que el acontecimiento traumático ha producido esa alteración o, al menos, que la ha precedido). Con lo que nos encontramos ante la vieja disyuntiva entre la gallina y el huevo, para la que no hay una respuesta correcta simplemente porque la pregunta está mal planteada.

No es nueva la tendencia a atribuir una causa única a todos los trastornos mentales o psíquicos de todas las personas. Pero estas generalizaciones obedecen a razones más ideológicas que científicas (entiéndase bien, hablamos de ideologías psiquiátricas o psicológicas, no políticas). Así en los años 60, a partir del hallazgo realizado por algunos investigadores de que los trastornos psíquicos infantiles estaban frecuentemente asociados a problemas familiares, se generalizó la hipótesis de que dichos trastornos eran producidos por una disfunción familiar. Pero la experiencia clínica nos demuestra que esto puede ser cierto en algunos casos, pero no en todos, y que en muchas ocasiones nos encontramos con niños o adolescentes con dificultades psicológicas cuyas familias no pueden ser consideradas de ningún modo disfuncionales. Algo similar ocurrió con las hipótesis sociológicas habituales en los 70, y otras.

Creemos que el funcionamiento psíquico es un sistema complejo que responde a múltiples causalidades (orgánicas, psicológicas o psíquicas, relacionales) y que lo conveniente es estudiar en cada persona (niño o adulto) qué es lo que está fallando, es decir, funcionando de un modo que es perjudicial para la propia persona.

Todos estos factores seguramente han contribuido, aunque en diversa medida, a configurar la situación vital por la que el pequeño paciente ha sido conducido a la consulta. Nos encontraremos con algunos casos en los que la situación familiar (separación de los padres, conflictos con los hermanos, etc.), incluso la situación social, ejercen un papel significativo; en otros casos (pocos) encontraremos un factor orgánico definido; y habrán otros muchos en los que predominarán problemas psicológicos del propio niño o adolescente. ¿Por qué presuponer una causa única antes de haber escuchado al niño y a su familia?. Es como poner el carro delante de los caballos

NUEVAS EVIDENCIAS CIENTÍFICAS


http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/10/01/psiquiatriainfantil/1254389527.html

NUEVAS EVIDENCIAS CIENTÍFICAS
¿Obsesivos y compulsivos por culpa de una infección de garganta?
Varios trabajos han relacionado la infección por estreptococo con el trastorno obsesivo
En España, el primer caso documentado fue una niña de cinco años de Navarra
Un estudio niega que estos trastornos neuropsiquiátricos estén asociados a la bacteria

PATRICIA MATEY
MADRID.- PANDAS. Por este término se conocen los trastornos neuropsiquiátricos infantiles asociados a la infección por estreptococo B-hemolítico. En otras palabras, que las infecciones de garganta pueden ocasionar un subtipo de trastornos obsesivo-compulsivos (TOC) y de tics en los más pequeños.

La hipótesis PANDAS ha sido y sigue siendo controvertida. La comunidad científica 'colecciona' varios estudios epidemiológicos sobre esta asociación, pero tan sólo existe un trabajo con un grupo control, que fue realizado en niños de entre cuatro y 13 años. En él se 'encontró' que los pacientes diagnosticados de TOC o de tics tenían el doble de posibilidades de haber sufrido una infección por estreptococo los tres meses previos al dictamen psiquiátrico.

Ahora, un nuevo estudio viene a 'echar más leña' a la polémica y a la confusión al afirmar que "la infección por estreptococo no parece causar o exacerbar los TOC o el síndrome de Tourette (tics)", tal y como recoge la versión online de 'Neurology'.

En nuestro país, 'Anales del Sistema Sanitario de Navarra' recoge en un artículo el caso de una paciente de cinco años que, "según la bibliografía consultada, es el primer caso de PANDAS identificado en Navarra y también el primero descrito en la literatura española. Además, se observa por vez primera la asociación entre la infección y la amigdalectomía [extirpación de amígdalas]. Queremos destacar que a pesar de que se haya descrito el caso de dos gemelos, uno con un cuadro de TOC y otro con un trastorno de tics, que mejoraron tras someterse a la intervención, en el de la paciente ha sido precisamente la cirugía la desencadenante del cuadro", documenta en el trabajo el equipo de científicos de la Unidad de Hospitalización Psiquiátrica del Hospital de Navarra y del Centro de Salud de Tudela.

Otros factores demográficos
Anette Scharg, del Departamento de Neurociencias Clínicas del Instituto de Neurología de la Universidad de Londres (Reino Unido), es la directora de la nueva investigación en la que han participado 225 pacientes de entre dos y 25 años [129 diagnosticadas de TOC y 126 de tics] que fueron comparados con 4. 519 personas sanas de edades similares un [grupo control].

"Valoramos si los pacientes habían estado expuestos a una posible infección por estreptococo los dos años previos a tener los primeros tics o síntomas obsesivo compulsivos. Pero, además, también si el contagio se había producido en los cinco años anteriores al diagnóstico", comunican los autores.

Reconocen, también, que 'rastrearon' la posible influencia de factores sociodemográficos en el desarrollo del TOC o de los tics. Los datos revelan que en el grupo de pacientes obsesivo compulsivos, un 15% había estado posiblemente expuesto a la infección por estreptococo en los dos años previos al diagnóstico. Un porcentaje similar al del grupo control. Entre los afectados por tics, un 10% pudo haber contraído la bacteria. De nuevo, el número de afectados por la infección mentalmente sanos fue el mismo.

Como consecuencia, los autores defienden "que las personas con TOC o tics no tienen más posibilidades de haber tenido una infección de garganta ni en los dos ni en los cinco años previos al diagnóstico que aquéllas sin trastornos neuropsiquiátricos".

Asumen, no obstante, que su trabajo tiene ciertas limitaciones como es el hecho de "que la posible infección no haya podido confirmarse con pruebas de laboratorio. Sin embargo, un estudio realizado con este test en una muestra larga de pacientes sería muy costoso", argumentan los autores cuyo trabajo ha estado financiado, precisamente, por la Asociación Síndrome de Tourette británica.

Para Inmaculada Escamilla, del Departamento de Psiquiatría de la Clínica Universitaria de Navarra, en Madrid, y especialista en TOC, "el diagnóstico de un PANDAS no es fácil en la práctica clínica. Los pacientes no recuerdan la infección si no se ha producido en las dos o tres últimas semanas y la detección de la bacteria en exudado faríngeo en muchos casos, cuando se sospecha la existencia de algún tipo de estos síndromes, es ya negativa y el otro marcador de laboratorio utilizado (ASLO) es bastante inespecífico".

Todavía se mantienen "múltiples dudas acerca de la etiopatogenia de estos síndromes y, en cualquier, caso no existe todavía evidencia científica que sustente el empleo del tratamiento con antibióticos a largo plazo o con inmunoterapia para prevenir recidivas de TOC. Su tratamiento hoy, y el de los tics, aún de los que se consideran PANDAS, sigue siendo el estándar", documenta la doctora Escamilla.

Orientaciones especiales para niños y adolescentes


http://gentenatural.com/astrolar/cursosgratis/psicologia/trastorno-obsesivo-8.htm?submit3=SIGUIENTE+LECCI%D3N
APRENDER A VIVIR CON EL TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO
Orientaciones especiales para niños y adolescentes



“Cuando mis padres me llaman estúpido, todo empeora. Yo sé que no soy estúpido, pero no puedo evitar hacer estas tonterías”. Al tratar de recordar cuándo comenzó el TOC, muchos adultos se remontan a su infancia. Acordándose de sus sentimientos de vergüenza, aislamiento y miedo, desearían que alguien se hubiera molestado en sentarse y hablar con ellos sobre su extraña conducta, en lugar de criticarlos. Los niños saben que hacen cosas que otros niños no hacen. De hecho, están muy acomplejados por ello. Tienen miedo de contarle a su padre o su madre (u otra figura con autoridad) sus rutinas al vestirse, la necesidad que tienen de cepillarse los dientes un número determinado de veces, su temor a los “gérmenes” presentes en su pupitre de la escuela, sus esfuerzos por escribir perfectamente el palito de la “t”, su incapacidad de lanzar la pelota de baloncesto hasta que un “buen” pensamiento no sustituye a otro “malo”, etc. Los niños (como los adolescentes y los adultos) intentan con todas sus fuerzas ocultar esas conductas compulsivas por miedo a que alguien lo descubra, ya que “me encerrarían”, “sabrían que estoy verdaderamente loco”, “me echarían de su lado”.
Desconocedores del tratamiento psiquiátrico, los niños suponen que hay algo intrínseco en ellos que funciona mal y que no pueden corregir. Como los adultos, también creen que quizá sean los únicos en tener ese problema. El primer paso consiste en reconocer una conducta excesivamente ritual. Tenga en cuenta, sin embargo, que la mayoría de los niños pasan por una fase del desarrollo rica en rituales. Los rituales a la hora de ir a la cama y las oraciones proporcionan seguridad y comodidad; lo mismo ocurre con los amuletos “de la suerte”, los juguetes ordenados o las colecciones de objetos “especiales”. Pero si los rituales y las “rutinas” empiezan a interferir en el funcionamiento social y escolar del niño –si se queda en casa para “acabar” tareas incompletas o abandona sus actividades habituales-, debe encenderse una luz de alarma. Además, si las interrupciones de una “rutina” crean excesiva ansiedad, frustración u hostilidad, probablemente sea hora de pedir consejo psiquiátrico.
Los problemas que los niños con TOC suelen afrontar se ilustran bien en una anécdota relatada por una mujer con TOC, que ahora tiene 34 años. Esa mujer recuerda que, como cualquier otra niña afectada por obsesiones agresivas (preocupación por la posibilidad de hacer daño a alguien), sufría un intenso dolor emocional. Lo peor era guardarse todos sus miedos, porque sus padres esperaban que “se olvidara de todo eso” y “se tranquilizara”. Insiste, como hacen otros, que los padres deben facilitar la comunicación. El intento de conectarse con el niño en un plano emocional les brinda la oportunidad de responder; es como tender la mano. Los niños precisan que se les dé una especie de marco para entender lo que les pasa. A veces no pueden explicarlo a menos que un adulto les ofrezca varias posibilidades. Un niño puede decir con alivio “£Sí! Eso es justo lo que me pasa.., ¿cómo lo sabes?”. Este fenómeno no es exclusivo de los niños. Ocurre a cualquier edad cuando alguien se siente desesperadamente solo en sus experiencias y encuentra a otra persona que siente lo mismo o le comprende.
Algunas propuestas para los padres sobre cómo iniciar una conversación con un hijo que podría tener un TOC, son las siguientes: “Oye, parece que andas preocupado todo el tiempo, ¿por qué no nos dices lo que te ronda por la cabeza?” “Todo el mundo tiene preocupaciones y es bueno que nos las cuentes.” “Nos hemos fijado que repites la misma acción, y tú, ¿te has dado cuenta? ¿Tienes miedo de algo? ¿Puedes tratar de hacerlo una sola vez? ¿Qué ocurre entonces? ¿Te parece que no queda bien?” Para tratar de sensibilizar y comprender mejor la lucha solitaria de un niño contra el TOC, ATOC ha producido un vídeo llamado Niños como Yo en el que se relatan experiencias personales. Ese vídeo se distribuye como instrumento educativo a especialistas y educadores. “Mis padres no entienden que quiera arreglármelas solo. Si no interrumpieran mis rituales, yo estaría bien.” De los adolescentes, al contrario que de los niños, se espera que sean más responsables y “maduros”. De hecho, el término “adolescente” procede del verbo latino “adolescere” que significa “crecer”. No obstante, siguen teniendo una gran dependencia de los padres para todo tipo de cosas. En el caso de los niños pequeños, no es 39extraño que los padres realicen tareas que deberían hacer los niños, o que les ayuden a vestirse, bañarse y comer. Pero a medida que la infancia va cediendo paso a la juventud, el deterioro funcional de los adolescentes con TOC afecta tanto a los padres como a los propios jóvenes. La esperanza de que el niño “deje atrás las rarezas” se vuelve menos probable. Las interferencias de los síntomas obsesivo-compulsivos con las actividades de la vida diaria se toleran peor. En lugar de discutir constantemente y amenazar en exceso con castigos, sería preferible pedir consejo médico y psiquiátrico. Sabiendo que el proceso de desarrollo equivale a alejarse emocionalmente de los padres, el adolescente con TOC se encuentra realmente en un aprieto, porque necesita a los adultos más que otras personas de su edad, lo que, a la vez, le molesta. Los sentimientos de ira y hostilidad pueden prevalecer más de lo normal. La excesiva preocupación por lo que piensan los demás y el intento de esconder los síntomas, puede dificultar el proceso de desarrollo de un adolescente que trata de adquirir una identidad positiva y de autoestima. El estigma social de la enfermedad mental puede agravar la presión existente de “encajar” en el entorno que el adolescente siente con intensidad. La tendencia de los adolescentes a formar grupos muy unidos de compañeros es indispensable en el proceso de descentralización del egocentrismo. Compartiendo ideas con sus compañeros, los adolescentes ponen a prueba sus teorías y descubren sus puntos débiles.
El grupo proporciona algunas de las comodidades de la familia, pero con una mayor sensación de independencia. Además, es un período de reflexión sobre la vocación profesional y la sexualidad. Muchos de estos procesos de desarrollo normales se ven dificultados o bloqueados por el TOC. Los adolescentes con TOC suelen sentirse muy aislados e incompetentes. Se pierden esa experiencia típica de pertenencia a un grupo y de individualización. Es habitual que se sientan muy atemorizados, preguntándose “¿Cómo podré trabajar algún día?”, o avergonzados de sus conductas: “¿Quién se casará conmigo?”. El creciente conflicto interno y la sensación de extrañeza, que se magnifican en presencia de los síntomas obsesivo-compulsivos, son especialmente dolorosos para los adolescentes presionados por el proceso “normal” de desarrollo. “Pero mamá, todo el mundo lo hace”. Ahora bien, no todos los jóvenes tienen un TOC. Puede que sea normal hacerse un agujero en las orejas, pero no tener las manos en carne viva de tanto lavarlas o visitar a un terapeuta. A veces es difícil conseguir que el adolescente colabore; en esos casos, el contacto con un grupo de apoyo integrado por otros jóvenes podía servir de ayuda. Además, los padres de adolescentes con TOC suelen olvidarse de que siguen siendo padres y pueden fijar límites. No conviene modificar las expectativas de que realicen ciertas tareas domésticas y participen en actividades familiares por el hecho de que presenten un TOC. Antes de que los síntomas terminen por descontrolarse, la familia puede adoptar una serie de medidas para evitar una situación desesperada: 1) Aprenda todo lo que pueda sobre el TOC. Acuda a un grupo de apoyo. Hable con otros padres y familias. 2) Sin juzgarlo, anime al adolescente a hablar sobre sus “preocupaciones”. Comparta toda la información que tenga con él/ella e intente que acuda a un grupo de apoyo con o sin usted.3) No altere las rutinas o las expectativas relacionadas con la casa. Si su hija saca la basura a cambio de una paga y deja de hacerlo por miedo a contaminarse, no siga dándole la paga “porque tiene un problema”. No haga las tareas domésticas que tengan asignadas sus hijos. Si normalmente se lavan su ropa y dejan de hacerlo porque creen que “no pueden”, no lo haga por ellos. Ofrézcase a enseñarles, pero no asuma las tareas que ellos deberían hacer.Recuerde que se encuentran en la etapa del desarrollo de adquirir independencia, no de perderla. Además, a los hermanos les molesta tener que realizar tareas adicionales que no les corresponden. 4) La familia proporciona modelos de rol y una misma forma de resolver los problemas, y es fundamental que ayude a fijar límites. Conviene recordar a la familia los problemas típicos de la adolescencia y cómo el TOC intensifica las preocupaciones normales, como puede ser la fijación de límites, hasta dónde se está dispuesto a tolerar y ceder. “Dividirse” puede también originar problemas (uno de los padres se rinde a las demandas del TOC y el otro se niega a ello). Es conveniente que ambos padres unifiquen sus reglas y expectativas, que posiblemente tendrán que revisar cada cierto tiempo dependiendo de la evolución del TOC. 5) La terapia de conducta de apoyo individual puede ayudar al adolescente en el proceso de separación y control de síntomas. 6) La medicación puede reducir los síntomas hasta un nivel controlable, de forma que toda la familia sea capaz de afrontar mejor el problema.7) Los Grupos de Apoyo Psicoeducacionales Multifamiliares pueden prestar ayuda y orientación a la persona con TOC y a todos sus familiares. 8) Un “colega” adolescente con TOC puede ofrecer el apoyo necesario entre compañeros. Una vez que empieza la recuperación de los síntomas del TOC, es conveniente que los familiares evalúen sus expectativas de forma realista. Si la persona ha “perdido” una serie de años de la adolescencia como consecuencia del TOC, no habrá pasado por la experiencia completa de la adolescencia. Es posible que tarde más tiempo en conseguir el permiso de conducir, un empleo, una pandilla y amigos íntimos, o decidir sobre su educación o carrera profesional. Todo eso quizá desanime a la persona con TOC, cuando mire a su alrededor y vea que sus amigos están haciendo ya todas esas cosas que tan lejos le parecen a ella, provocándole sentimientos de inutilidad o impotencia. Si reconoce usted estas señales o el adolescente puede hablar sobre ello, elogie sus esfuerzos por superar el TOC. Recuérdele con optimismo las destrezas que ha adquirido para ayudarse a sí mismo y que terminará “alcanzando” a los demás. Con paciencia y una actitud positiva, conseguirá usted ayudar a su familiar a seguir adelante. Los consejos de apoyo pueden beneficiar a la persona afectada o a la familia. De nuevo, no se olvide de la existencia de grupos de apoyo. Si un adolescente se niega a visitar a un profesional (con o sin padres), los padres no deben olvidar que pueden insistirle en que vaya. Eso requiere un serio compromiso por parte de los padres de ayudar verdaderamente a sus hijos con TOC a aprender todo lo que puedan sobre su trastorno y a pedir consejo profesional. Quizá tenga usted mismo que prepararse para fijar límites si la vida familiar se está deteriorando por las dificultades de controlar el TOC. Si llega a ese punto, es fundamental que se mantenga firme, coherente y persistente. Las consecuencias de no someterse a un tratamiento varían según el caso. A veces, los síntomas pueden ser tan graves que el adolescente posiblemente se arriesgue a tener que irse a vivir a otro sitio o ingresar en un hospital contra su voluntad si los síntomas llegan a suponer una amenaza para su vida o la de alguien que vive con él, decisión que debe recaer en un psiquiatra experto en este trastorno.

Trastorno obsesivo-compulsivo Jefa de la Sección de Psiquiatría Infantil, Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Madrid.



A lo largo de los últimos años se ha despertado un interés cada vez
mayor de los pediatras y médicos de Atención Primaria por los trastornos
psiquiátricos de los niños y adolescentes. Este interés está plenamente
justificado ya que las consultas que reciben por problemas
psiquiátricos son cada vez más frecuentes, y el número de pacientes
que presenta síntomas emocionales asociados a las enfermedades pediátricas
es cada vez mayor. Los pediatras y los médicos de Atención
Primaria se sienten ante el reto de detectar estas patologías y su responsabilidad
es enorme, ya que el diagnóstico precoz y el tratamiento
apropiado son la clave de la buena evolución cuando ésta es posible.
Se calcula que un 10% de los niños y un 20% de los adolescentes
padece en algún momento un trastorno psiquiátrico(1). El trastorno obsesivo-
compulsivo (TOC) afecta al 0,5-1%, una cifra que puede parecer
a primera vista insignificante desde el punto de vista cuantitativo, pero
que adquiere un inmenso significado cuando se conocen las características
del trastorno y el grado de sufrimiento y limitación que supone
para los pacientes. Hay que tener además en cuenta que el 50% de
todos los casos de TOC comienza en la infancia y adolescencia(2) y, si
no se trata, la sintomatología clínica puede permanecer prácticamente
inmodificada hasta la vida adulta. El período que va de los 5 a los 11
años es un momento típico para el inicio del cuadro clínico, que sin embargo
rara vez se sospecha, y que también puede empezar antes de
esa edad. Otro período clave será la adolescencia. Por tanto, el inicio
del TOC es en líneas generales muy precoz con algunas diferencias
en función del sexo, de tal forma que en los varones es más común el
comienzo en la infancia, y en las niñas el comienzo en la adolescencia(3).
Una de las características más destacadas del TOC en los niños es
que rara vez se diagnostica en la práctica clínica, lo que se debe a que
es un cuadro difícil de detectar ya que los niños –y también los adultos–
no saben expresar lo que les sucede, o sienten vergüenza de hacerlo,
dado el carácter irracional de los síntomas. Otro factor añadido es el desconocimiento
por parte del médico del cuadro clínico, lo que se traduce
en que no investiga y pregunta de forma adecuada al hacer la historia
clínica para descubrir si existe. Desde siempre se sabe que no se
diagnostica lo que se desconoce. Una última razón de los fallos en el
diagnóstico es la confusión de los síntomas obsesivos y compulsivos con
los rituales normales de la infancia(4). Todo esto explica que el período
que transcurre desde el comienzo de los síntomas hasta que se acude a
la consulta del médico sea por término medio muy largo, en torno a los
2-3 años, ya que los padres tardan en darse cuenta del carácter patológico
de los rituales del hijo(5,6). No parece, por tanto, descabellado deducir
que el comienzo del TOC tiene lugar en edades más precoces que
las reseñadas en la literatura. En un estudio realizado por nosotros de 29
niños y adolescentes con TOC la edad de comienzo de los síntomas es
de los 4 a los 14 años con una media de 10 años, y el tiempo que se
tarda en consultar oscila de 0 a 5 años, con una media de 1,8 años(7). Es,
por tanto, fundamental que todos los médicos y educadores relacionados
con la infancia conozcan mejor este cuadro psiquiátrico.
SINTOMATOLOGÍA CLÍNICA
El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza porque el paciente
sufre obsesiones y compulsiones que le producen intenso malestar
y que no puede evitar. Las ideas obsesivas invaden una y otra
vez la conciencia del sujeto, de forma persistente y repetitiva, prolongándose
durante horas a lo largo del día y limitando la vida personal,
lo que genera intensa angustia. La necesidad de dar vueltas una y otra
vez a la misma idea tiene un carácter imperioso, irreprimible, que resulta
agotador, ya que no se puede eludir, a pesar de entender su irracionalidad.
Las compulsiones, por su parte, son acciones que se repiten
según determinadas reglas, y que tienen aparentemente una finalidad.
Por ejemplo, comprobar numerosas veces que se ha cerrado
la puerta de la casa, o la llave del gas, o lavarse las manos para evitar
contaminarse, tantas veces, que terminan por aparecer lesiones en la
piel. Tanto las obsesiones como las compulsiones surgen y se fundamentan
en el fenómeno de la duda y en el temor a que algo malo suceda.
La duda lleva a dar vueltas una y otra vez a la idea obsesiva, y el
temor a que algo malo pase conduce a la realización de múltiples rituales
y compulsiones para evitarlo. Ambos mecanismos, la obsesión
y la compulsión, son inútiles para el fin que se propone, pero se imponen
a la conciencia del sujeto, que no los puede evitar.
El paciente considera la idea obsesiva como ajena a la propia personalidad
y aunque se siente incapaz de librarse de ella, reconoce que
se origina en sus propios procesos mentales y no en el exterior. Las obsesiones
pueden versar sobre los temas más variados: palabras, recuerdos,
números, experiencias, pensamientos, miedos, imágenes, música
u otros.
Las compulsiones son actos irreprimibles de carácter repetitivo, cuya
ejecución no se puede impedir, que tienen aparentemente una finalidad
y que se llevan a cabo según determinadas reglas. La conducta
sin embargo no tiene un fin en sí misma sino que pretende producir o
evitar un determinado acontecimiento y se traduce en un descenso, aunque
sea transitorio, de la tensión del sujeto. Tanto las obsesiones como
las compulsiones producen un intenso malestar e interfieren de un
modo significativo las relaciones personales y sociales. El intento de resistir
la compulsión suele acompañarse de un aumento de la tensión que
a su vez se alivia tras el acto compulsivo. La actividad compulsiva se lleva
a cabo de acuerdo con reglas bien establecidas respecto al momento,
orden, duración y número de actos, de tal forma que el no hacerlo con
esta exactitud significa que hay que volver a empezar.
Desde el punto de vista clínico el TOC puede comenzar por un único
síntoma que persiste a lo largo de meses, o incluso de años, y al que
se irán añadiendo nuevas obsesiones y compulsiones de forma progresiva.
Los síntomas cambian además a lo largo del tiempo y se sustituyen
unos por otros, aunque el contenido de alguno de ellos pueda
permanecer. Lo más típico es que se den obsesiones y compulsiones
conjuntamente, pero también puede presentarse un cuadro obsesivo
sin compulsiones(1).
Las obsesiones más frecuentes en los niños son las que se relacionan
con el temor a males potenciales como contaminarse, contagiarse
con gérmenes o con suciedad, temor a que acontezcan determinados
males a personas queridas, obsesión por la simetría y la exactitud, y escrúpulos
de tipo religioso. Otras obsesiones se relacionan con las funciones
corporales, preocupaciones de índoles sexual, e ideas agresivas,
como temor o necesidad de hacerse daño a sí mismo o a los demás.
En un estudio realizado por nosotros, y mencionado previamente(7)
de niños y adolescentes con TOC se constata que el temor a que algo
malo puede pasar lo refiere la totalidad de los pacientes, seguido de las
Trastorno obsesivo-compulsivo
M.J. Mardomingo Sanz
Jefa de la Sección de Psiquiatría Infantil, Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Madrid.
Profesora Asociada de la Universidad Complutense de Madrid
dudas, 45%; el temor a contaminarse o contagiarse, 34%; y las obsesiones
de contenido religioso, 28% y sexual, 24%. Vienen a continuación
las obsesiones de orden y simetría, la preocupación por temas domésticos
y las imágenes intrusivas y de tipo agresivo (Tabla I).
En cuanto a las compulsiones predominan las de comprobación y
de orden que afectan a casi la mitad de los pacientes, seguidas de la
necesidad de tocar o repetir acciones y movimientos, que afecta a la
tercera parte. Otras compulsiones frecuentes son: lavado e higiene personal,
contar, y limpiar la casa (Tabla I).
El temor a contagiarse obliga al niño, por ejemplo, a caminar por la
calle alejándose de las papeleras, usar guantes incluso en verano, abrir
las puertas empujando el pomo con los codos, y lavarse las manos cientos
de veces para eliminar cualquier mota o atisbo de suciedad. La obsesión
por la simetría y el orden se traduce en rituales que implican, por
ejemplo, tener que colocar la ropa personal y las zapatillas en un lugar
y forma exactos antes de acostarse, disponer los objetos y muebles de
la habitación de una manera determinada, o no tolerar el menor cambio
en la mesa de estudio o en el armario, lo que origina grandes trifulcas
con la madre o los hermanos. Otras veces se trata de ubicar
los libros y cuadernos y el material escolar con un orden y simetría previamente
establecidos y que adquieren un carácter inmutable.
Las obsesiones de tipo religioso pueden generar un especial malestar
y sentimientos de culpa, como refería un niño de seis años que
tenía la obsesión de insultar a Dios lo que le producía una angustia insoportable.
Las obsesiones de contenido sexual son más frecuentes en
la adolescencia. Una adolescente de 16 años tenía un temor terrible a
violar a su hermano o a otros niños, y a que la ropa fuera transparente
y la vieran desnuda por la calle. La chica comprendía el carácter irracional
de estas ideas pero no las podía evitar.
El miedo a que acontezcan males potenciales es muy típico de los
contenidos obsesivos de los niños. Miedo a enfermar, miedo a contaminarse,
miedo a peligros indefinidos, miedo a morir, miedo a equivocarse
o a haberse equivocado(8). Los niños pequeños tienen con frecuencia
obsesiones con los números, teniendo la necesidad de contar
o de repetir cosas un número determinado de veces, distinguiendo entre
“buenos números” y “malos números” con claras repercusiones en
la actividad y rendimiento escolar. Otras obsesiones consisten en recordar
oraciones, necesidad de rememorar punto por punto las palabras
de una conversación, o en una enorme dificultad para tomar decisiones.
Los rituales de lavado y aseo suponen tardar horas en lavarse lo
dientes, afeitarse o ducharse, como en el caso de un muchacho que
pasaba tres o cuatro horas en la ducha pues, además de conseguir una
higiene perfecta, tenía que llevarse a cabo según un ritual estricto cuya
menor transgresión implicaba volver a comenzar.
La repetición de rituales y la comprobación de los más variados objetos
o situaciones del medio ambiente es otra de las compulsiones más
frecuentes. El niño puede dar un número determinado de pasos para
recorrer el pasillo de la casa, abre y cierra varias veces la puerta de entrada,
cuenta todos los apliques de la luz de una habitación, comprueba
si las ventanas están cerradas, el gas apagado, el horno encendido
o mira lo que hay debajo de la cama. Siente además una necesidad
irreprimible de tener todas sus cosas en un orden determinado, comprobándolo
una y otra vez, invirtiendo horas en colocar la ropa que se
pondrá al día siguiente, ordenar su escritorio, revisar la ropa del cajón,
ordenar los objetos de aseo, comprobar que nadie ha robado en
su ausencia, abrir múltiples veces el bolso para constatar que no se
le ha caído nada o que no le falta nada. Los rituales antes de acostarse
son típicos de los niños pequeños(8).
El temor a contaminarse puede llevar al niño a evitar el contacto
físico con otras personas, eludiendo tener que saludar, y por tanto con
serias repercusiones para su vida personal y social. Otras veces se dedica
con verdadera intensidad a la limpieza y orden de la casa, señalando
las madres que pasa horas enteras lavando, planchando o limpiando
el polvo. Los rituales pueden referirse también a la forma de moverse,
andar, o sentarse, así como al modo de hablar o escribir. Puede
decirse, en resumen, que la compulsión surge a partir de cualquier acción
o actividad de la vida cotidiana(8,9). En los adultos se ha descrito
como compulsiones predominantes las de comprobar, limpiar, contar,
lavarse las manos, lentitud de decisión y hacer cosas a base de números(
9-11).
En líneas generales el cuadro clínico comienza con una obsesión
o con una compulsión que dura meses o años y luego puede cambiar
a otra o a varias. La evolución del trastorno suele ser de tipo crónico(12,13),
siguiendo un curso fluctuante con períodos de mejoría y otros de empeoramiento.
La sintomatología puede ser extremadamente grave incapacitando
al niño y al adolescente para una vida normal. El paso
de un cuadro clínico grave a otro menos grave suele darse de forma
gradual, mientras que los empeoramientos se presentan indistintamente
de modo súbito o bien progresivamente(5,7).
Lo más habitual es que la consulta al médico, como se decía previamente,
se haga después de varios meses o incluso después de
años de haber comenzado el cuadro, dado el carácter secreto y la dimensión
absorbente de los síntomas(7,14). Es evidente que el momento de
la consulta depende de la percepción que tienen los padres de la situación
del niño y de la interferencia, mayor o menor, que el cuadro patológico
supone en la vida diaria tanto del propio niño como de la familia.
Otra característica clínica del TOC, que indica la complejidad del
trastorno, es la elevada frecuencia con que se acompaña de otros trastornos
psiquiátricos. En la Tabla II se observa cómo el 55% de los pacientes
tiene algún trastorno comórbido y de estos el 31% sufre uno; el
4 21% sufre dos, y el 3% tiene tres(7). Los trastornos psiquiátricos más co-
Síntomas N %
Obsesiones
Temor a peligros potenciales 29 100%
Dudas 13 45%
Contaminación por gérmenes o venenos 10 34%
Religiosas 8 28%
De contenido sexual 7 24%
De orden y simetría 4 14%
Otras 4 14%
Preocupación por temas domésticos 2 7%
Imágenes intrusivas 2 7%
Contenido agresivo 2 7%
Ideas de muerte 1 3%
Estéticas, de apariencia externa 1 3%
De números 1 3%
Compulsiones
De comprobación 14 48%
Ordenar 14 48%
Tocar 9 31%
Repetir acciones o movimientos 9 31%
Repetir palabras 6 21%
Lavado e higiene personal 6 21%
Contar 5 17%
Limpieza de la casa 4 14%
Evitar males 2 7%
Repetir preguntas 2 7%
Acumular 2 7%
Lentitud en las acciones 1 3%
Pedir perdón 1 3%
Rituales varios 1 3%
TABLA I. Sintomatología del TOC
munes son, en primer lugar, la depresión, seguida de la ansiedad generalizada,
el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y el trastorno
de tics o síndrome de Gilles de la Tourette (Tabla III).
De todo lo expuesto se deduce que el cuadro clínico del TOC es
amplio y complejo, el tipo de síntomas es semejante en el niño que en
el adulto, tiende a evolucionar de forma crónica y es esencial el diagnóstico
precoz para mejorar o prevenir ese tipo de evolución.
TRASTORNO OBSESIVO Y MEDIO FAMILIAR
El trastorno obsesivo es uno de los que genera una mayor angustia
y ansiedad en la familia. Los padres se preguntan cómo es posible
que su hijo, tan normal en otras esferas de su comportamiento, tenga
unos síntomas tan extraños y absurdos que no le dejan vivir ni a él, ni
al resto de los familiares(4). No es infrecuente que los padres oculten los
síntomas, nieguen que a su hijo le suceda algo patológico, y se opongan
a que el niño o el adolescente tome una medicación. El tratamiento
farmacológico y la terapia cognitivo-conductual son la forma más
eficaz de tratamiento y un factor de buen pronóstico, mientras que la
ausencia de tratamiento, las dosis farmacológicas bajas sin acción terapéutica,
o la adopción de otras medidas terapéuticas cuya eficacia
no ha sido probada, son un factor de mal pronóstico(6,15).
La oposición, prácticamente generalizada, por parte de los padres
y de muchos pediatras a que no se dé medicación a los niños con problemas
psiquiátricos, es una de las mayores dificultades para el correcto
tratamiento, una dificultad en ocasiones insuperable.
Todavía existe el mito y el prejuicio de que los problemas psiquiátricos
pertenecen al ámbito de la magia y se curan con voluntad, y
nada tienen que ver con el ámbito de la ciencia y la investigación biomédica.
Según esta creencia el médico, como el psicólogo, lo que
tiene que hacer es “hablar con el paciente” y la medicación lo único
que hace es “cambiar la personalidad y crear dependencia”.
Es obvio que “hablar con el paciente” es la base de la buena medicina
y es responsable en gran medida de la acción terapéutica no sólo
de la psicoterapia, sino de cualquier tipo de intervención. El diálogo
es el corazón de la relación médico-paciente, pero eso es complementario
y no incompatible con la aplicación, en cada caso, del tipo de
tratamiento que los estudios de investigación han demostrado que es
más eficaz, bien sea la administración de fármacos, la terapia cognitivo-
conductual, la terapia de conducta o de apoyo. Pero cada una tiene
sus aplicaciones concretas. No dar un fármaco cuando está indicado
es tan erróneo como darlo cuando no lo está. Y lo mismo sucede
con la psicoterapia(16).
El diagnóstico precoz y el enfoque adecuado del tratamiento son
esenciales no sólo para aliviar el sufrimiento del paciente, sino para preservar
la buena interacción de toda la familia.
BIBLIOGRAFÍA
1. Mardomingo MJ. Trastorno obsesivo-compulsivo en la infancia y adolescencia.
En: Mardomingo MJ. Psiquiatría del niño y del adolescente: Método,
fundamentos y síndromes. Madrid: Díaz de Santos 1994;315-47.
2. Bland RC, Newman SC, Horn H. Age of onset of Psychiatric disorders. Acta
Psychiatrica Scandinavica 1988;77(Sup. 338):43-9.
3. Rasmusen SA, Eisen JL. Clinical features and phenomenology of obsessive
compulsive disorder. Psychiatric Annals 1989;67-73.
4. Mardomingo MJ. Trastorno obsesivo-compulsivo. El clamor de las olas. En:
Mardomingo MJ. Psiquiatría para padres y educadores. Ciencia y arte. Madrid:
Narcea 2002;123-53.
5. Swedo SE, Rapoport JL. Phenomenology and differential diagnosis of obsessive-
compulsive disorder in children and adolescents. En: Rapoport JL
(ed.). Obsessive-compulsive disorder in children and adolescent. Washington:
American Psychiatric Press 1989.
6. Toro J, Cervera M, Osejo M et al. Obsessive-compulsive disorder in childhood
and adolescence: a clinical study. Journal of Child Psychology and
Psychiatry 1992;33:1025-37.
7. Mardomingo MJ, Sánchez P, Parra E, Espinosa A. Sintomatología clínica en
el TOC (No publicado).
8. Mardomingo MJ. Psicopatología de los trastornos obsesivos. Reunión Anual
Sociedad Española de Neuropsiquiatría Infanto-Juvenil. Algeciras 1989.
9. Rasmussen SA, Tsuang MT. Clinical characteristics and family history in
DSM-III OCD. Am J Psychiatry 1986;143:317-22.
10. Rachman SJ, Hodgson RJ. Obsessions and Compulsions. Englewood Cliffs,
NJ: Prentice-Hall 1980.
11. Welner A, Reich T, Robins E et al. Obsessive-compulsive neurosis: record
follow-up and family studies. Compr Psychiatry 1976;17:527-39.
12. Flament M. Epidemiology for obsessive-compulsive disorder in children and
adolescents. Encephale 1990;311:311-6.
13. Zohar AH. The epidemiology of obsessive-compulsive disorder in children
and adolescents. Child Adolesce Psychiatr Clin N Am 1999;8:445-60.
14. Flament MF, Whitaker A, Rapoport JL et al. Obsessive compulsive disorder
in adolescence: An epidemiologic study. J Am Acad Child Adolescent Psychiatry
1988;27:764-72.
15. Mardomingo MJ. Tratamiento con psicofármacos. Lo visible y lo invisible.
En: Mardomingo MJ. Psiquiatría para padres y educadores. Ciencia y arte.
Madrid: Narcea 2002;195-212.
16. Mardomingo MJ, Rodríguez-Ramos P, Velasco A. Psicofarmacología del niño
y del adolescente. Madrid: Díaz de Santos 1997.
5
N %
Total 29 100%
Sin trastorno comórbido 13 45%
Con trastorno comórbido 16 55%
1 trastorno 9 31%
2 trastornos 6 21%
3 trastornos 1 3%
TABLA II. Comorbilidad del TOC
N %
Total 29 100%
Depresión mayor 5 17%
Ansiedad generalizada 4 14%
Trastorno por déficit de atención 4 14%
Tics 3 10%
Crisis de angustia 2 7%
Trastorno de la conducta 2 7%
Ansiedad de separación 1 3%
Bulimia 1 3%
Síntomas psicóticos 1 3%
Trastorno de identidad sexual 1 3%
Trastorno oposicionista 1 3%
TABLA III. Comorbilidad del TOC