Mostrando entradas con la etiqueta articulos toc. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta articulos toc. Mostrar todas las entradas

los sintomas del trastorno obsesivo compulsivo


fuente:guia practica del toc/editorial descle de brouwer.
aunque el trastorno obsesivo compulsivo pueda manifestarse de multitud de maneras,los sintomas mas comunes pueden ser las compulsiones de comprobacion y las de lavado o limpieza.otros sintomas incluyen la necesidad de simetria,los pensamientos sexualesy o agrsivos involuntarios,contar de modo compulsivo,la necesidad de preguntar costantemente para asegurarse,los rituales de ordenar y acumular.algunas personas son obsesivas puras.esto significa que sufren de obsesiones pero no compulsiones.es probable que tales individuos experimenten pensamientos repetitivos de un acto sexual agresivo que son censurables para ellos.otros presentan una lentitud obsesiva primaria, en estas personas,la parsimonia constituye el sintoma basico pueden dedicar varias horas al dia para asearse, vestirse y comer. el patron de presencia de los sintomas es variado.aunque muchas personas con trastorno obsesivo compulsivo presentan una sintomatologia alo largo de susu vidas,otros con frecuencia padecen obsesiones y compulsiones multiples.por ejemplo un comprobador,tambien puede ser alguien que se asea compulsivamente.ademas los sintomas pueden alternarse y trasformarsea lo largo del ciclo vital.por ejemplo,una persona con pensamientos intrusivos en la adolescencia puede superar dicho problema solo para convertirse en alguien que se lava compulsivamenteen la etapa inicial de la vida adulta y devenir despues en un comprobador.

Trastorno obsesivocompulsivo


http://www.sietediasmedicos.com/index.php?option=com_docman&task=cat_view&gid=28&mosmsg=La+descarga+no+est%E1+autorizada+desde+ese+sitio.+%28www.google.es%29
www.edicionesmayo.es Tema de la semana
nº 793 • 19-VI-2009
Psiquiatría
Trastornos
psiquiátricos
no afectivos
Tema 3
Trastorno
obsesivocompulsivo
Coordinador:
J. García Campayo
Hospital Universitario «Miguel Servet».
Universidad de Zaragoza
El trastorno obsesivo-compulsivo
(TOC) es una enfermedad
psiquiátrica
que consiste, a grandes
rasgos, en la aparición
inesperada e incontrolable de pensamientos
que el afectado intenta combatir
mediante actos variados. Estos
pensamientos reciben el nombre de
obsesiones y los actos el de compulsiones,
y tienen una serie de características
que detallaremos a continuación.
Obsesiones
Las obsesiones consisten en contenidos
mentales repetitivos y, en general,
desagradables que, aunque el individuo
reconoce que provienen de su
propio pensamiento, los vive como
autoimpuestos y obligados. Los afectados,
en general, consideran absurdo
no poder controlar sus propios pensamientos,
por lo que suelen luchar contra
ellos, con la consiguiente ansiedad
que genera esta trifulca. Pueden manifestarse
en forma de ideas, dudas,
temores (fobias obsesivas), imágenes
o impulsos (fobias de impulsión).
Los contenidos más frecuentes son
agresivos, sexuales, religiosos, de contaminación,
de coleccionismo o acumulación
y de necesidad de simetría u
orden. Veamos algunos ejemplos: un
contenido agresivo puede ser tener
miedo a dañar a alguien o a que ocurra
alguna catástrofe o presentar imágenes
mentales de carácter violento. Se trataría
de un contenido sexual el tener
pensamientos perversos, y de contaminación
el temer contraer alguna enfermedad
o sentir disgusto por las secreciones
corporales. El resto de contenidos
tienen un nombre sufi cientemente explicativo
de en qué consisten.
Compulsiones
Las compulsiones son conductas o
pensamientos que el paciente lleva a
cabo para prevenir o disminuir el malestar
que le ocasiona el pensamiento
obsesivo; aunque generalmente el alivio
es sólo transitorio. El grado de elaboración
de las compulsiones es variable:
puede ir desde actos simples, como
tocar cosas o dar golpecitos, a complejos,
como limpiar, autolesionarse, acumular
objetos o comprobar cosas.
Aunque cabría esperar que la compulsión
estuviera relacionada con el
contenido de la obsesión, no siempre
es así, pues a veces el individuo elabora
las compulsiones de forma idiosincrásica.
Los contenidos más frecuentes
son de lavado o limpieza, de comprobación,
de recuento (contar cosas hasta
un número determinado), de arreglo
y orden, de acumulación y rituales de
repetición (por ejemplo, girar cinco veces
las llave).
El ya comentado intento de oposición
de resistencia ante las obsesiones,
dada la conciencia de absurdidad que
tiene el paciente, también se da en las
compulsiones; no obstante, cuando el
cuadro es muy grave o se ha cronifi cado
esta resistencia puede desaparecer,
de forma que el individuo acaba por
«abandonarse» a sus obsesiones y
compulsiones.
¿Son sinónimos compulsión
e impulsión?
No. La impulsión es una necesidad imperiosa
de llevar a cabo alguna acción,
de forma irracional y en ocasiones peligrosa,
ante la cual el individuo no puede
resistirse. Se caracteriza, por tanto, por
falta de control, desinhibición, búsqueda
de riesgo y placer y poca ansiedad anticipatoria.
La compulsión, en cambio, es
un acto cuyo objetivo es evitar el supuesto
peligro indicado por la obsesión, pero
que el individuo tiende a evitar hacer.
Trastorno obsesivo-compulsivo
A. Martín, V. Pérez
Servicio de Psiquiatría–CIBERSAM. Hospital de la Santa Creu
i Sant Pau. Universitat Autònoma. Barcelona
Objetivos
del aprendizaje
1
¿En qué consiste el trastorno
obsesivo-compulsivo?
2
¿Cómo se diagnostica?
3
¿Puede confundirse con otras
patologías?
4
¿Cuál es su tratamiento?
nº 793 • 19-VI-2009
Tema de la semana
34
www.edicionesmayo.es
¿Se trata de la misma patología
que el trastorno de personalidad
obsesivo?
No. En el trastorno de personalidad obsesivo
la persona presenta pensamientos
obsesivos, pero no los vive como
desagradables o extraños, sino como
algo normal, por lo que ni le generan
ansiedad ni emplea compulsiones para
combatirlos. Se preocupa de manera
excesiva por el orden, el perfeccionismo
y el control de las cosas, a expensas de
la espontaneidad y la efi ciencia. Cuando
únicamente se presentan rasgos, sin
llegar a conformarse en un trastorno de
la personalidad, si estas características
se canalizan de forma adecuada, hasta
pueden proporcionar al individuo buenos
rendimientos profesionales.
Dadas las similitudes podría pensarse
que el TOC no es más que una
exacerbación del trastorno obsesivo
de la personalidad, pero en estudios
epidemiológicos se ha visto que dicho
trastorno no es ni necesario ni sufi -
ciente para desarrollar un TOC.
Epidemiología
El TOC es relativamente frecuente: afecta
al 2-3% de la población general. La
edad media de inicio ronda los 20 años;
de hecho, en dos tercios de los casos los
síntomas aparecen antes de los 25 años,
y sólo en aproximadamente un tercio
ocurre pasados los 35 años.
Se considera que la incidencia es
similar en ambos sexos, aunque el
inicio tiende a ser más precoz en los
hombres, con frecuencia previo a la
pubertad. Éstos presentan una frecuencia
más elevada de obsesiones
de contenido sexual, de simetría y
orden, y rituales extraños. Las mujeres,
en cambio, suelen presentar más
síntomas de contaminación/limpieza
y agresión/comprobación.
Características clínicas
Como ya se ha comentado, el TOC se
caracteriza por la presencia de obsesiones,
compulsiones o ambas. Generalmente
se dan ambos síntomas, pues las
compulsiones nacen como un intento de
reducir la ansiedad generada por las
obsesiones; no obstante, se estima que
alrededor del 25% de los afectados padece
obsesiones puras, sin compulsiones.
Tanto en las obsesiones como en
las compulsiones puede haber multitud
de contenidos, aunque se ha visto que
suelen darse unos patrones sintomáticos
determinados, de los cuales a continuación
detallaremos los más habituales.
Patrones de síntomas
Contaminación
Es el patrón más frecuente, y está
constituido por una obsesión de contaminación
seguida de la compulsión
de lavado o de evitación del objeto
presumiblemente contaminado. Con
frecuencia los afectados creen que
cualquier mínimo contacto entre objetos,
personas o ambos es sufi ciente
para transmitir la contaminación.
Duda patológica
Consiste en la presencia de dudas
obsesivas, generalmente sobre algún
peligro o violencia, seguidas de compulsiones
de comprobación. Estos
pacientes también dudan acerca de
ellos mismos y se sienten culpables
por haber olvidado o cometido algo.
Pensamientos intrusivos
En este caso el paciente tiene pensamientos
repetitivos acerca de actos
sexuales o agresivos, de los cuales se
siente culpable; no suele presentar
compulsiones.
Simetría
Hay una necesidad de simetría u orden
que puede llevar a una compulsión
de lentitud, por la gran cantidad
de tiempo que el afectado invierte en
conseguir dicha simetría.
Otros patrones sintomáticos
Por ejemplo, obsesiones religiosas o
compulsiones de acumulación.
Aunque están descritos estos patrones,
en un mismo individuo pueden
solaparse síntomas de unos y
otros, así como variar a lo largo de la
evolución de la enfermedad.
Diagnóstico
Como en el resto de patologías psiquiátricas,
el diagnóstico es eminentemente
clínico y se basa en criterios bien
defi nidos. Estos criterios clínicos están
recogidos en dos sistemas de clasifi cación
de los trastornos mentales: el de
la Sociedad Americana de Psiquiatría
(DSM-IV-TR) y el de la Organización
Mundial de la Salud (ICD-10); dependerá
del criterio individual del clínico el
guiarse por unos u otros.
Aquí incluiremos los criterios según
el DSM-IV-TR, que están recogidos en
la tabla 1. Las únicas diferencias con
respecto al ICD-10 son que este último
tiene criterios distintos de duración
(propone una duración mínima de los
síntomas de 2 semanas) y de nomenclatura,
ya que se distinguen las obsesiones
de las compulsiones en función
de si se trata de pensamientos, ideas
o imágenes (obsesiones) o actos
(compulsiones), de manera que lo que
en el DSM-IV-TR se consideran compulsiones
mentales, en el ICD-10 se
recogerían como obsesiones. Antes de
analizar, sin embargo, si se cumplen
los criterios diagnósticos, se pueden
realizar una serie de preguntas de cribado,
recogidas en la tabla 2.
Aprovecharemos también para indicar
que en el DSM-IV-TR el TOC se
clasifi ca dentro de los trastornos de
ansiedad, ya que, como hemos visto,
ésta suele asociarse a las obsesiones
y a la resistencia a las compulsiones,
aunque esta clasifi cación está siendo
cuestionada, dadas sus características
diferenciales con el resto de trastornos
de ansiedad. En la ICD-10 se considera
una entidad clínica aparte.
Diagnóstico diferencial
y comorbilidad
Las obsesiones y las compulsiones no
son exclusivas del TOC, sino que pode35
www.edicionesmayo.es Tema de la semana
nº 793 • 19-VI-2009
mos detectarlas tanto en enfermedades
orgánicas como en psiquiátricas, recibiendo
entonces, en el caso de las obsesiones,
el nombre de ideas obsesivoides.
Esta coincidencia de síntomas, así como,
en ocasiones, de aspectos neurobiológicos
y de respuesta al tratamiento
ha motivado la descripción del llamado
espectro del trastorno obsesivo-compulsivo,
que incluye tres tipos de trastornos:
aquellos en que el paciente está
“obsesionado” por algún aspecto de su
cuerpo (como la dismorfofobia o la anorexia
nerviosa), los caracterizados por la
impulsividad (como la cleptomanía o la
tricotilomanía) y trastornos provocados
por alteraciones de los ganglios basales,
con actos repetitivos y rituales (como el
síndrome de Tourette, la corea de
Sydenham y el autismo).
Enfermedades orgánicas
Algunas enfermedades asociadas a los
ganglios basales, como la corea de
Sydenham o la enfermedad de Huntington,
comparten síntomas con el
TOC. El inicio tardío de los síntomas
puede hacernos pensar en estas entidades
dado que, como ya hemos visto,
el TOC suele debutar antes de los 30
años. Con respecto a la enfermedad de
Gilles de la Tourette, se estima que alrededor
del 90% de los afectados presenta
síntomas compulsivos y dos tercios
cumplen criterios para TOC.
Trastornos psiquiátricos
Trastornos psicóticos
De forma amplia, entendemos por trastorno
psicótico aquel en que el individuo
pierde en algún momento el correcto
juicio de la realidad, y se
caracteriza por la presencia de alucinaciones,
ideas delirantes o ambas. Una
alucinación es una percepción carente
de objeto o estímulo que la cause, pero
que el individuo cree real, y una idea
delirante es una creencia falsa, irrebatible
a la lógica, basada en una inferencia
errónea de la realidad.
¿En qué pueden confundirse un TOC
con un trastorno psicótico? A priori parecen
trastornos muy diferentes, pero
no olvidemos que en ambos hay alteraciones
del contenido del pensamiento,
y es precisamente en este nexo en común
donde pueden plantearse difi cultades
diagnósticas. Por poner un ejemplo,
podría ser difícil distinguir entre el
miedo a la contaminación (obsesión) y
la creencia de estar siendo envenenado
(delirio). Un truco para diferenciarlos es
tener en cuenta que en el caso de la
obsesión, como ya hemos visto, el paciente
la reconoce como propia pero la
rechaza e intenta resistirse a ella; en
cambio, en la idea delirante no existe
rechazo por parte del individuo porque
está completamente convencido de su
veracidad. Aunque son los menos, hay
individuos afectos de TOC que no tienen
conciencia de enfermedad, ergo no
critican la idea obsesiva y ésta puede
llegar a parecer delirante, lo que complica
el diagnóstico. También puede
darse que el paciente obsesivo presente
síntomas psicóticos, que suelen ser
ideas delirantes, pero son breves y remiten
íntegramente sin dejar defectos.
• Se cumple para las obsesiones y las compulsiones:
Las obsesiones se definen por 1, 2, 3 y 4:
1. Pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que
se experimentan en algún momento del trastorno como intrusos e
inapropiados y causan ansiedad o malestar significativos
2. Los pensamientos, impulsos o imágenes no se reducen a simples
preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real
3. La persona intenta ignorar o suprimir estos pensamientos, impulsos o
imágenes, o bien intenta neutralizarlos mediante otros pensamientos o
actos
4. La persona reconoce que estos pensamientos, impulsos o imágenes
obsesivos son el producto de su mente (y no vienen impuestos como en la
inserción del pensamiento)
Las compulsiones se definen por 1 y 2:
1. Comportamientos (lavado de manos, puesta en orden de objetos,
comprobaciones…) o actos mentales (rezar, contar, repetir palabras en
silencio…) de carácter repetitivo, que el individuo se ve obligado a realizar
en respuesta a una obsesión o con arreglo a ciertas reglas que debe seguir
estrictamente
2. El objetivo de estos comportamientos u operaciones mentales es
la prevención o reducción del malestar o la prevención de algún
acontecimiento o situación negativos; sin embargo, estos comportamientos
u operaciones mentales no están conectados de forma realista con aquello
que pretenden neutralizar o prevenir o bien resultan claramente excesivos.
• En algún momento del curso del trastorno la persona ha reconocido que
estas obsesiones o compulsiones resultan excesivas o irracionales (este
punto no es aplicable en los niños)
• Las obsesiones o compulsiones provocan un malestar clínico significativo,
representan una pérdida de tiempo (suponen más de 1 hora al día) o
interfieren marcadamente con la rutina diaria del individuo, sus relaciones
laborales (o académicas) o su vida social
• Si hay otro trastorno del eje I, el contenido de las obsesiones o
compulsiones no se limita a él (preocupaciones por la comida en un
trastorno alimentario, arranque de cabellos en la tricotilomanía, inquietud
por la propia apariencia en el trastorno dismórfico corporal, preocupación
por las drogas en un trastorno por consumo de sustancias, preocupación
por estar padeciendo una grave enfermedad en la hipocondría,
preocupación por las necesidades o fantasías sexuales en una parafilia o
sentimientos repetitivos de culpabilidad en el trastorno depresivo mayor)
• El trastorno no se debe a los efectos fisiológicos directos de una sustancia
(drogas, fármacos) o de una enfermedad médica.
Especificar si:
Con poca conciencia de enfermedad: si durante la mayor parte del
tiempo del episodio actual el individuo no reconoce que las obsesiones o
compulsiones son excesivas o irracionales
Tabla 1
Criterios diagnósticos del TOC, según DSM-IV-TR
nº 793 • 19-VI-2009
Tema de la semana
36
www.edicionesmayo.es
Otro aspecto a tener en cuenta es
que, aunque un paciente esté diagnosticado
de TOC, eso no implica que en
un futuro no pueda desarrollar un trastorno
psicótico; concretamente, se ha
visto que un número no despreciable
de pacientes con TOC desarrollan con
los años una esquizofrenia. Y, por otra
parte, en la esquizofrenia pueden darse
síntomas obsesivos, aunque suelen ser
obsesiones más extravagantes, con
menor carga afectiva y se viven con
cierta indiferencia, por lo que el paciente
las acepta pasivamente.
Depresión
Con frecuencia los pacientes con TOC
sufren también una depresión y son
difíciles de distinguir de aquellos que
presentan depresiones complicadas
con síntomas obsesivos. Se ha visto
que los pacientes depresivos con más
probabilidad de desarrollar obsesiones
son aquellos que padecen depresiones
psicóticas o agitadas, o que presentan
características obsesivas antes
de desarrollar la depresión.
Las obsesiones «secundarias a la
depresión» a menudo son de contenido
agresivo o de duda, suelen centrarse
en incidentes pasados más que en
sucesos actuales o futuros, se viven
más pasivamente, con escasa resistencia,
no implican rituales y tanto su
aparición como su desaparición se
hallan ligadas a la duración del trastorno
afectivo. Se ha estimado que la
prevalencia durante la vida de un episodio
depresivo mayor en un paciente
con TOC es del 67%.
Trastornos fóbicos
Entendemos por fobia un temor desproporcionado
a la situación que lo
crea, que no puede ser explicado o
razonado, se encuentra fuera del control
voluntario y conduce a la evitación
de la situación temida. Tanto en las
fobias como en el TOC los afectados
presentan conductas de evitación,
muestran respuestas autonómicas y
subjetivas intensas ante estímulos concretos
y responden a tratamientos conductuales
parecidos. Sin embargo, en
las fobias los temores suelen ser concretos
(por ejemplo, a la sangre) y las
conductas de evitación coherentes con
el temor y efi caces; en cambio, en el
TOC, lo que conocemos como fobias
obsesivas son temores mágicos (por
ejemplo, a que ocurra una desgracia)
y los rituales son independientes del
temor y generalmente inefi caces.
Curso y pronóstico
El inicio de los síntomas es brusco en
más de la mitad de los pacientes y aparecen
generalmente tras un suceso
estresante. Sin embargo, al principio el
afectado suele ocultar sus síntomas y
tarda unos años en solicitar ayuda médica.
El curso suele ser crónico y alterna
periodos de mejoría con otros de
empeoramiento, e incluso en un 5-
10% de los casos se va produciendo
un empeoramiento progresivo de los
síntomas. Otra posibilidad de curso es
• ¿Ha tenido pensamientos que aparecen en su mente sin que usted lo
desee?
– ¿Estos pensamientos le molestan?
– ¿Le es difícil controlarlos?
• ¿Tiene que hacer cosas repetidamente, como lavarse las manos una y otra
vez, o comprobar numerosas veces la misma cosa?
• ¿Ha de decir o pensar cosas como si fuera un ritual?
Tabla 2
Preguntas para cribado de TOC
Figura 1. Algoritmo de tratamiento del TOC
TCC: terapia cognitivo-conductual. ISRS: inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina.
IRS: inhibidores de la recaptación de serotonina (ISRS + clomipramina). CMI: clomipramina.
IMAO: inhibidores de la monoaminoxidasa. TEC: terapia electroconvulsiva.
TCC
TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO
Sin eficacia
IMAO
TEC
Psicocirugía
Clomipramina 150-300 mg/d ISRS
Fluvoxamina 100-300 mg/d
Fluoxetina 20-80 mg/d
Paroxetina 20-50 mg/d
Sertralina 50 -200 mg/d
Citalopram 20-60 mg/d
Escitalopram 20-40 mg/d
Sustitución:
Cambio IRS
CMI<-->ISRS
Combinación: de IRS
Potenciación:
Antipsicóticos (tics o sínt psicóticos)
Litio, antidepresivos, buspirona
triptófano, pindolol, clonazepam
antiandrógenos
IRS + TCC
37
www.edicionesmayo.es Tema de la semana
nº 793 • 19-VI-2009
el fásico, en el que hay episodios de la
enfermedad alternados con otros libres
de síntomas; este tipo de curso plantea
el diagnóstico diferencial con las depresiones
anancásticas (aquellas en las
que hay síntomas obsesivos).
Con respecto al pronóstico, se estima
que a lo largo de la evolución el
20-30% de los pacientes experimentan
una mejoría signifi cativa de sus
síntomas, el 40-50% una mejoría moderada
y el 20-40% restante no mejoran
o empeoran.
¿Cuán invalidante es la enfermedad?
Como ya hemos visto, uno de los criterios
para el diagnóstico de esta enfermedad
es que produzca un malestar
clínicamente signifi cativo y que la clínica
suponga una pérdida de tiempo
notable (más de 1 hora al día) o interfi
era acusadamente con la rutina diaria
del individuo, su rendimiento laboral o
sus actividades sociales o relacionales.
Así, ya vemos que por defi nición ha de
ser en cierto grado incapacitante. De
hecho, según una encuesta de la OMS,
el TOC se encuentra entre una de las
10 enfermedades –no sólo mentales–
más incapacitantes, con tasas similares
a las de la esquizofrenia. Entre las inconveniencias
que puede generar se
encuentran la baja autoestima (92%),
la interferencia en las relaciones familiares
(73%), la difi cultad para mantener
las relaciones (62%), los bajos resultados
académicos posiblemente por
difi cultades cognitivas (58%), la incapacidad
para trabajar (40%) y los intentos
de suicidio (13%).
Tratamiento
Para el TOC contamos con dos tipos
de tratamientos: los biológicos y los
psicológicos (terapia cognitivo-conductual).
En general, la fórmula ideal
consiste en la asociación de la farmacoterapia
con la psicoterapia, ya que
la acción de los fármacos utilizados
solos es evidente desde el punto de
vista clínico, pero las recaídas son muy
frecuentes si se suspende el tratamiento,
mientras que el tratamiento
cognitivo-conductual conlleva benefi -
cios que se mantienen en el tiempo.
En la fi gura 1 se muestra una propuesta
de algoritmo terapéutico para el TOC.
Tratamiento farmacológico
Como sucede en la mayoría de patologías
psiquiátricas, el tratamiento del
TOC consta de dos fases bien diferenciadas:
una primera de tratamiento del
episodio agudo y una segunda de tratamiento
de mantenimiento, cuyo cometido
es disminuir o prevenir los futuros
episodios de TOC. Varios autores
opinan que las dosis de mantenimiento
pueden ser inferiores a las de la fase
aguda, sin aumentar por ello el riesgo
de recaída, pero deberían mantenerse
años antes de intentar retirar el fármaco.
Veamos a continuación de qué
fármacos disponemos para el tratamiento
del TOC.
Fármacos de primera elección
A lo largo de estos años se ha visto que
los fármacos más efi caces para el tratamiento
del TOC son aquellos que inhiben
la recaptación de serotonina. Éstos constituyen,
por tanto, la primera línea de
tratamiento farmacológico en el TOC.
Actualmente disponemos de dos
tipos de fármacos que cumplen dicho
cometido, ambos ampliamente conocidos
en la práctica clínica por su
función antidepresiva: los inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina
(ISRS: citalopram, escitalopram,
sertralina, paroxetina, fl uoxetina
y fluvoxamina) y un tricíclico:
clomipramina. En nuestro país están
todos ellos aprobados para el tratamiento
del TOC; su elección dependerá
del clínico y, si no es el primer
episodio del paciente, de los antecedentes
de respuesta. Por lo general
se suele comenzar por un ISRS, dado
que suelen ser mejor tolerados, por
la ausencia de efectos adversos anticolinérgicos.
En la tabla 3 podemos
ver los efectos adversos más frecuentes
de estos fármacos.
Aunque se empleen los mismos fármacos
que en los cuadros depresivos,
la latencia de respuesta y las dosis varían.
Por lo general han de emplearse
dosis más altas (por ejemplo, 80 mg/día
de fl uoxetina hasta 300 mg/día de clomipramina),
y el inicio de la actividad
terapéutica puede prolongarse a 10-12
semanas. Como sucede en el caso de
la depresión, dado que la respuesta
farmacológica puede demorarse, hasta
el inicio de ésta pueden prescribirse
benzodiacepinas para el tratamiento de
la ansiedad concomitante.
ISRS Clomipramina
Tabla 3
Efectos secundarios de los inhibidores de la recaptación
de serotonina
Serotoninérgicos
Anticolinérgicos
(muscarínicos)
Antiadrenérgicos (alfa-1)
Antihistaminérgicos
Náuseas, vómitos, alteraciones gastrointestinales
Alteraciones del movimiento (acatisia,
parkinsonismo leve, distonías)
Mioclonos nocturnos, despertares nocturnos
Ansiedad en las primeras dosis
Disminución de la libido, alteraciones sexuales
Fluvoxamina y clomipramina: sedación
Sequedad de boca
Visión borrosa
Retención urinaria
Estreñimiento
Hipotensión ortostática.
Mareo
Sedación
Aumento del apetito
nº 793 • 19-VI-2009
Tema de la semana
38
www.edicionesmayo.es
Tratamiento del TOC resistente
Aunque el tratamiento farmacológico del
TOC con ISRS es efi caz en un porcentaje
importante de pacientes, un 40-
50% de casos no obtienen una mejoría
sufi ciente tras un tratamiento correcto.
Estos pacientes son los habitualmente
defi nidos como resistentes; aunque su
tratamiento debería realizarse en centros
especializados, creemos que puede
interesar al médico de atención
primaria conocer las estrategias más
empleadas.
El primer paso ante un TOC resistente,
como sucede en el resto de patologías
psiquiátricas, es plantearse las siguientes
cuestiones: ¿es correcto el
diagnóstico?; ¿se ha realizado un tratamiento
adecuado (fármaco, duración,
dosis, cumplimiento)?; ¿hay otra patología
psiquiátrica u orgánica asociada?;
¿hay efectos secundarios que difi cultan
el tratamiento del paciente? Una vez
confi rmado que efectivamente nos encontramos
ante un TOC resistente al
tratamiento adecuado con ISRS, disponemos
de varias estrategias terapéuticas,
que a continuación detallaremos.
–Estrategias farmacológicas
Para algunos autores, la estrategia
más recomendable es el cambio a otro
antidepresivo o la combinación de ISRS
y clomipramina. Otros recomiendan las
estrategias de potenciación, consistentes
en la adición de un fármaco que aumenta
la efi cacia del tratamiento inicialmente
ensayado (triptófano, sales de
litio, pindolol, u otras menos estudiadas
como clonazepam, clonidina o buspirona).
Dentro de las estrategias de potenciación
se encuentra la de añadir
antipsicóticos típicos o atípicos, especialmente
útiles en los pacientes con un
trastorno por tics concurrente, aunque
es una estrategia complicada, dado que
los antipsicóticos también pueden empeorar
los síntomas. Otra estrategia consiste
en el cambio a inhibidores de la
monoaminoxidasa (IMAO).
–Electroconvulsivoterapia
En los casos que no responden tampoco
a las estrategias farmacológicas
junto a psicoterapia, la electroconvulsivoterapia
es otra posible estrategia que,
aunque menos efi caz que la cirugía,
debería probarse antes; no obstante,
existen controversias acerca de su utilidad
en el TOC.
–Psicocirugía
Para casos extremadamente graves,
rebeldes a todas las estrategias farmacológicas
y psicoterapéuticas, existe la posibilidad
de obtener algún alivio mediante
la psicocirugía. Un procedimiento
típico es la cingulotomía, que es efectiva
en el 25-30% de pacientes resistentes.
Otras técnicas empleadas son la tractotomía
subcaudada, la leucotomía límbica
y la capsulotomía anterior. Actualmente
se están realizando estudios con otra técnica,
no ablativa y reversible, que consiste
en la introducción de electrodos en
varios núcleos de los ganglios basales; se
denomina estimulación cerebral profunda
y de momento se están obteniendo
resultados esperanzadores.
Psicoterapia
La terapia psicológica de elección en
el TOC es la cognitivo-conductual.
Varios estudios indican que la proporción
de pacientes que se benefi cian
de ella es mayor que la de los ISRS;
no obstante, como ya se ha indicado,
lo mejor es la combinación.
1. Vallejo Ruiloba J, Berrios G. E. Estados
obsesivos. 3ª Ed. Barcelona: Elsevier-Masson,
2006.
2. Hollander E, Simeon D. Trastornos de
ansiedad. En: Hales RE, Yudofsky S. C. Tratado
de Psiquiatría Clínica. 4ª Ed. Barcelona:
Masson, 2005; 581-594.
3. Bandelow B, Zohar J, Hollander E, Kasper
S, Möller H-J & WFSBP Task Force On Treatment
Guidelines For Anxiety Obsessive-
Compulsive Post-Traumatic Stress Disorders.
World Federation of Societies of Biological
Psychiatry (WFSBP) Guidelines for the
Pharmacological Treatment of Anxiety, Obsessive-
Compulsive and Post-Traumatic
Stress Disorders - First Revision. The World
Journal of Biological Psychiatry. 2008; 9(4):
248-312.
• El TOC es bastante prevalente (2-3%) y presenta con frecuencia
comorbilidad.
• Dado el elevado grado de limitación funcional que puede llegar a provocar,
se debería descartar ante la sospecha de que un paciente lo padece.
• Para el tratamiento de un TOC es recomendable empezar con un ISRS
en dosis adecuadas y mantenerlo un mínimo de 10-12 semanas antes
de asegurar su inefi cacia. Puede pautarse tratamiento con
benzodiacepinas para disminuir la ansiedad asociada hasta que
responda al antidepresivo.
• Pese a que responda al tratamiento farmacológico, es recomendable
mantener éste durante años y asociar también psicoterapia en aras
de disminuir la incidencia de posibles recaídas.
• Si se trata de un TOC resistente, debería derivarse a centros
especializados.

Trastorno obsesivo-compulsivo


http://www.revistainfotigre.com.ar
Trastorno obsesivo-compulsivo
fuente:Jose Luis Pereyra Comentar


Se estima que un 5-20% de la población sufre depresión en algún momento. Como las dos terceras partes de las personas con depresión no se dan cuenta de que tienen una enfermedad tratable y no buscan tratamiento. La ignorancia y percepciones erróneas de la enfermedad persistentes para el público, incluidos de muchos proveedores de salud, como una debilidad personal o en su defecto que se puede querer o desear lejos que conduce a la estigmatización dolorosa y evitar el diagnóstico de muchos de los afectados.
La ansiedad es un complejo sentimiento de temor, miedo, y la preocupación a menudo acompañada de sensaciones físicas pulmonares, cardíacas y otras. Es una condición ubicua, que varía desde la fisiológica a la patológica en su presentación. Cuando patológica, puede existir como un trastorno primario, o puede estar asociada con una enfermedad médica, los síndromes neurológicos, u otras enfermedades psiquiátricas primarias (por ejemplo, depresión, psicosis).

Introducción

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un trastorno neurobiológico significativo que puede perturbar gravemente el funcionamiento académico, social y profesional. La principal característica de este trastorno son obsesiones recurrentes y compulsiones que interfieren con la vida de una persona. Se creía que era relativamente rara en niños y adolescentes, el TOC ahora se cree que afecta hasta un 2% de los niños. Entre los adolescentes con este trastorno, la literatura indica que muy pocos reciben un diagnóstico apropiado y correcto, y menos aún reciben el tratamiento adecuado. Este resultado es lamentable, porque los tratamientos cognitivos, de comportamiento y farmacológicos están disponibles ahora y son eficaces.

Fisiopatología

El diagnóstico de trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) no es excluyente. Otros trastornos de ansiedad, trastornos de tics y trastornos de comportamiento perturbador, así como problemas de aprendizaje, son comorbilidades comunes con TOC. Otros trastornos obsesivo-compulsivos tipo, tales como el trastorno dismórfico corporal, la tricotilomanía, y los problemas de hábito (por ejemplo, morderse las uñas) son menos comunes, pero ciertamente no es raro.

El TOC es considerado un trastorno neuropsiquiátrico. En la historia del tratamiento, la psicoterapia introspectiva no parece mejorar el TOC, y la comprensión psicodinámica no era útil. Los síntomas de TOC no parecen representar los conflictos intrapsíquicos en los individuos. De hecho, son relativamente pocos los comportamientos TOC que existen, y que tienen experiencia en mucho de la misma manera para los pacientes, independientemente de sus historias interpersonales.

Frecuencia

En los Estados Unidos, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es mucho más común en niños y adolescentes de lo que se creía y tiene una prevalencia del 6-mes de aproximadamente 1 de cada 200 niños y adolescentes, mientras que la prevalencia de este trastorno que ocurre en cualquier momento durante la infancia se supone que es 2.3 por cada 100 niños. Entre los adultos con TOC, los datos de las entrevistas indican que un tercio a la mitad han desarrollado la enfermedad durante la infancia. Lamentablemente, este trastorno a menudo pasa desapercibido en niños y adolescentes.

En una encuesta epidemiológica, 18 niños se encontraron con TOC, y sólo 4 estaban recibiendo algún tratamiento con un profesional de la salud mental. Ni uno solo de estos 4 fue diagnosticado correctamente. Razones aducidas para el subdiagnóstico y la falta de tratamiento incluyen algunos factores específicos para el TOC, como el secretismo de la enfermedad y la falta de comprensión por los pacientes. Además, muchos de los síntomas de TOC se encuentran en otros trastornos, que conduce a un diagnóstico erróneo.

El TOC se ha estudiado más ampliamente en el Instituto Nacional de Salud Mental con los pacientes que se refiere, que probablemente representan los casos más graves. En esos estudios, la edad modal de inicio fue de 7 años, la edad media fue de 10,2 años. Estas cifras implican la posible existencia de un grupo de inicio temprano y un segundo grupo con inicio en la adolescencia. Los niños tienen más probabilidades de tener un comienzo prepuberal y un familiar con TOC o el síndrome de Tourette. Las niñas son más propensas a tener la aparición del TOC durante la adolescencia. El TOC es más común en los blancos que los niños afroamericanos en muestras clínicas. Sin embargo, los datos epidemiológicos sugieren que no hay diferencias en la prevalencia en función del grupo étnico o región geográfica.

Curso clínico

Las obsesiones recurrentes y / o compulsiones causan angustia o pueden interferir con la vida de una persona que caracterizan el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Las obsesiones son definidas como pensamientos recurrentes y persistentes, imágenes o impulsos que son egodistónicos, intruso y, en su mayor parte, reconocen que carece de sentido. Las obsesiones suelen ir acompañados por disforía y afectan, como el miedo, las dudas, y el disgusto. Los niños y adolescentes con TOC normalmente primero tratan de ignorar, suprimir o negar los pensamientos obsesivos y no puede informar de los síntomas como egodistónicos o sin sentido. Sin embargo, al tratar de neutralizar los pensamientos excesivos, las personas con TOC muy rápidamente cambian sus conductas mediante la realización de algún tipo de medidas compulsivas, conductas intencionadas que son repetitivas y realizadas en respuesta a la obsesión. Por lo general, estas acciones repetitivas pueden seguir ciertas reglas o son muy estereotipadas.

Algunas compulsiones observadas y conductas tales como el lavado, contando, o alineación de los objetos. Otras compulsiones son actos mentales encubiertos tales como contar o leer un pasaje de una y otra vez. Estas compulsiones también sirven para reducir la ansiedad producida por los pensamientos obsesivos. Si hay algo que interfiere o bloquea el comportamiento compulsivo, el niño siente mayor ansiedad o miedo y pueden llegar a ser bastante molesto y de oposición.

Los criterios para el diagnóstico de TOC especifican que un niño o adolescente podrá disponer de obsesiones y compulsiones, aunque casi todos los niños con este trastorno tienen ambos. Los síntomas deben causar cierta angustia, consumen más de 1 hora por día, o de manera significativa debe interferir con la escuela, actividades sociales o relaciones importantes. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales, cuarta edición (DSM-IV) es evidente que en algún momento, los pacientes afectados con este trastorno tienen que reconocer que sus obsesiones vienen de dentro de sus propias mentes y no se preocupa por los verdaderos problemas. De manera similar, las compulsiones deben ser observadas como excesivas o poco razonables. Así, el clínico no incluye todas las noches antes de acostarse o de otros rituales típicos patrones normativos diario como sugerente de este trastorno.

Aunque la mayoría de los adolescentes y algunos niños con TOC reconocen la insensatez de la enfermedad, la exigencia de conocimiento de la enfermedad no es necesaria para el diagnóstico de TOC en los niños. Como ocurre con muchos trastornos neuropsiquiátricos, una enfermedad crónica debilitante y de advertencia de los síntomas se produce en la enfermedad crónica del TOC. Así, muchas familias optan por no buscar tratamiento, porque los síntomas se han reducido con tratamiento independiente en el pasado.

Otro requisito para hacer el diagnóstico es que el contenido específico de las obsesiones no pueden estar relacionadas con otro diagnóstico psiquiátrico (por ejemplo, los pensamientos obsesivos acerca de la comida puede ser el resultado de un trastorno de la alimentación, pensamientos paranoicos pueden estar relacionados con un trastorno de pensamientos psicóticos). No confundir con TOC con un el comportamiento ritual normal de la infancia es importante. La mayoría de los niños muestran actitudes típicas, dependientes de la edad, conductas compulsivas. Con frecuencia, los niños prefieren que los acontecimientos se producen de una manera particular, insisten en la hora de acostarse o rituales específicos a la hora de comer, y se convierten en dificultades si se interrumpen los rituales.

La investigación transversal de la conducta ritualista en niños demuestra que estas conductas aparecen cuando la persona tiene menos de 18 meses aproximadamente, el pico cuando el individuo es de aproximadamente 2-3 años de edad, y el declive después. La presencia de estos comportamientos, parece estar relacionada con la edad mental, por lo tanto, los niños que son retrasados mentales y tienen niveles cognitivos en una edad de desarrollo de 2-3 años pueden tener tasas más altas de conductas compulsivas, que son adecuadas a sus niveles de desarrollo cognitivo. Estas conductas se entienden mejor por reconocer que implican el dominio y el control de su medio ambiente, y, por lo general, disminuyen a niveles bajos por la mitad de la infancia. Como el niño crece, sus conductas compulsivas se sustituyen por sus aficiones o intereses centrados. Las conductas normativas compulsivas pueden ser discriminadas de TOC sobre la base de contenido, periodicidad y severidad. Las conductas normativas compulsivas no interfieren con el funcionamiento diario.

Una de las principales causas de muerte de los pacientes con TOC es el suicidio. Las estimaciones reflejan que hasta el 10% de los pacientes con TOC hacen intentos de suicidio en la adolescencia y edad adulta.

Características del comportamiento habitual

Los Juegos de obsesiones y compulsiones comunes se observan en pacientes pediátricos con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Normalmente, estos conjuntos se describe mejor como “sólo para que” los comportamientos, en la que ciertas cosas se tienen que arreglar o realizado de una manera particular para aliviar la ansiedad. La lista de verificación clínicamente más útil y detallada de los síntomas se incluye en la de Yale-Brown Obsessive-Compulsive Scale. El tema más común de las obsesiones son los temas de contaminación, y el comportamiento compulsivo es el lavado, lavado de manos por lo general compulsivo. Junto con los temas de contaminación, problemas con obsesiones agresivas, obsesiones sexuales, la necesidad de simetría y el orden, las obsesiones sobre el daño a uno mismo o a otros, y la necesidad de confesar que existen. Estos resultado de pensamientos excesivos es común en los comportamientos compulsivos de lavado, repetir, revisar, tocar, contar, arreglar, el acaparamiento, o rezando.

Cuando se manifiesta, observable conductas compulsivas son relativamente fáciles de observar para hacer el diagnóstico (por ejemplo, lavado, repetir, revisar, tocar); comportamientos encubiertos (por ejemplo, contar, rezar, leer algo una y otra vez) son más difíciles de valorar y evaluar. Si el TOC se sospecha, y si un niño está tomando un tiempo extremadamente largo para completar algunas tareas, existe una alta probabilidad de que el niño pueda ser encontrado en uno de estos rituales secretos.

Autor: W Douglas Tynan, PhD, Jefe de Psicología, Salud y Prevención de Nemours División de Programas y Director de Atención Primaria del Programa de Salud Mental, Hospital de AI Dupont para Niños; Consulting Psicólogo, Nemours Gestión Clínica
Colaborador de Información y Divulgación

Trastorno de personalidad obsesivo/compulsivo La perfección andante


http://www.lahora.com.gt/notas.php?key=52912&fch=2009-07-30

CONVERSANDO CON LA PSIQUIATRA
Trastorno de personalidad obsesivo/compulsivo La perfección andante
Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
crismodenesi@gmail.com



Este trastorno de personalidad se reconoce por su rigidez, en su pensamiento, su falta de flexibilidad. Son personas con poca expresión de sus emociones, con tendencia a guardarlas de manera profunda, capita por capita, tal como las distintas capas de una cebolla. Mejor si no se siente para no sufrir; sin embargo, esto también le evita sentir sentimientos agradables y placenteros.




Sus expresiones faciales con poca mutación, la espontaneidad, la diversión y lo jocoso se omite en la cotidianidad. Son poco afectuosos, el pensamiento domina ante las emociones; y podrían asumir un papel poco empático hacia los demás.

El cual es moralista, crítico, siendo personas que piensan que las cosas han de suceder como lo planificado, de manera contraria, les provoca malestar y enojo. También consideran tener la razón de las cosas y que solo ellas o ellos pueden hacerlas de manera adecuada. Necesitan obtener el control de las situaciones que se le presentan, no es fácil que deleguen algo.

Perfeccionismo, orden, limpieza son algunas de sus necesidades. Tienen cierto apremio por acumular riquezas, son un tanto tacaños, coleccionistas de objetos. Tienen muchas reglas para vivir la vida y las imponen a su alrededor. Pueden llegar a ser adictos al trabajo, por lo cual, en los lugares de selección de personal los rasgos obsesivos de un trabajador llegan a ser atractivos en su contratación.

Pese a toda esta escrupulosidad en tanto al orden y limpieza pueden manifestar o expresar situaciones contrarias. Como ejemplo, alguien muy obsesivo en su higiene personal puede olvidar limpiar sus zapatos o sus uñas.

Entre otras de sus características podemos describir: La falta de decisión, dudas y precauciones excesivas, que reflejan una profunda inseguridad personal; preocupación excesiva por el tiempo, orden, limpieza y el dinero; obstinación, al punto de terquedad.

Pueden cursar con consecuencias tales como: Depresión, ansiedad y dificultades para convivir y compartir con otras personas, dada su conducta rígida y su dificultad para ser flexible.

Les resulta necesaria la consulta psiquiátrica, cuando el perfeccionismo les impide realizar su trabajo y otras actividades de la vida cotidiana, así como, cuando sus relaciones interpersonales les resultan escasas, se aíslan y subsecuentemente pueden entrar en cuadros depresivos.

El trastorno comienza a inicios de la edad adulta y se refiere más frecuente en hombres. Generalmente el tratamiento se enfoca en ayudar a las personas a aceptarse así mismas, a cambiar su inflexibilidad y a tener más claros sus sentimientos y la expresión de los mismos. En algunos casos, los medicamentos antidepresivos pueden ayudar a reducir los rasgos de personalidad obsesivo/compulsiva.

El trastorno de la personalidad obsesiva/compulsiva (TPOC) no ha de confundirse con el Trastorno de ansiedad obsesivo/compulsivo (TOC), aunque las dos enfermedades comparten similitudes. Pero el segundo es un padecimiento más severo e incapacitante. Sin embargo, las personas con ambas patologías pueden llevar vidas relativamente normales.

EL TPOC, también ha sido denominado como personalidad anancástica que proviene del griego anankos, que expresa obligación, necesidad, algo que se impone, algo que limita la libertad.

Entre los factores de riesgo para el desarrollo de este tipo de personalidad encontramos los siguientes: Historia familiar de esta enfermedad o de trastorno obsesivo compulsivo, antecedentes de disciplina severa, ser el mayor de los hijos/as, el sexo masculino y la edad adulta temprana.

Actualidades: el trastorno obsesivo-compulsivo


http://www.redmedica.com.mx/medicina/compusivo.html

Actualidades: el trastorno obsesivo-compulsivo
En la primera ampliación de sus formulaciones psicológicas, Sigmund Freud separó de los síntomas histéricos somatosensoriales un grupo de síntomas caracterizados por su naturaleza psíquica, pero inicialmente no pudo diferenciar entre los fenómenos fóbicos y los obesivo-compulsivos; esto último se produjo mas tarde, con el desarrollo de su esquema psicodinámico. Sin embargo, existían buenas razones para esta confusión primitiva. Los síntomas fóbicos y los obesivo-compulsivos no solamente tienen rasgos en común, sino que las características que se utilizan para diferenciarlos clínicamente no siempre conducen a una separación clara. De hecho, los fenómenos clínicos subyacen o se distribuyen a lo largo de un espectro. Están claramente diferenciados en los extremos de éste, pero hay formas intermedias en las cuales es difícil decidir cual es la categoría que les corresponde.

A pesar de la existencia de zonas intermedias de confusión, es posible designar ciertos síntomas como observaciones y compulsiones, para distinguirlos de otras manifestaciones clínicas, por sus características específicas. La observación directa de los propios fenómenos proporciona el enfoque mas seguro para una definición de estos dos síntomas.

Obsesiones
Las obsesiones son ideas, pensamientos, impulsos o imágenes persistentes que se experimentan, por lo menos inicialmente, como intrusas y sin sentido; por ejemplo, un padre o una madre sienten impulsos repetidos de matar a su hijo, o una persona religiosa es asaltada por ideas blasfemas. El individuo intenta ignorar o suprimir este tipo de pensamientos o impulsos, o bien trata de neutralizarlos con otros pensamientos o acciones. El individuo reconoce que estas obsesiones son producto de su mente y no están impuestas desde afuera ( tal como ocurre con las ideas delirantes de inserción del pensamiento). Las obsesiones mas frecuentes son pensamientos repetidos de violencia (matar al propio hijo), de contaminación (infectarse dando la mano a los demás) y de duda (por ejemplo, preguntarse repetidamente si efectuó correctamente su trabajo o si apagó todas las luces al salir de su casa).

Compulsiones
Las compulsiones son conductas repetitivas finalistas o intencionales, que se efectúan como respuesta a una obsesión, de forma estereotipada o de acuerdo a determinadas reglas. La conducta esta diseñada para neutralizar o impedir el malestar o algún acontecimiento o situación temida. Sin embargo, o bien la actividad no se halla realmente conectada de forma realista con lo que se pretende neutralizar o prevenir, o por lo menos es claramente excesiva. El acto se realiza con una sensación de compulsión subjetiva que, al mismo tiempo, se asocia con un deseo de resistir la compulsión ( por o menos, inicialmente). El individuo reconoce que su conducta es excesiva o irrazonable ( esto quizá no deba aplicarse a los niños ni tampoco a aquellas personas cuyas obsesiones se han desarrollado a partir de ideas sobrevaloradas). Reconoce también que no obtiene ningún placer por llevar a cabo tal actividad, aunque le produce un cierto alivio de la tensión. Las compulsiones mas frecuentes son lavado de manos, contar repetidas veces, comprobar y tocar.

Cuando un individuo intenta resistir la compulsión aparece en seguida un aumento de la tensión, que puede aliviarse inmediatamente cediendo a la compulsión. A lo largo de la enfermedad y después de fracasos repetidos en tratar de resistir las compulsiones, el individuo puede abandonarse a ellas y no experimenta mas el deseo de resistirlas.

Probablemente sea difícil encontrar una persona que no haya tenido alguna vez en su vida la experiencia de un pensamiento obsesivo o de una conducta compulsaba. La incidencia exacta de la neurosis obsesivo-compulsiva es difícil de determinar. Quienes se dedicaron a estudiar la historia natural de la enfermedad, encuentran una incidencia que nunca es superior a 5% de todos los pacientes psiconeuróticos; este porcentaje, por supuesto, se reduce mucho cuando se incluye en la población total a los pacientes psicóticos. Por otra parte, existe evidencia de una mayor incidencia en las familias de pacientes obsesivo-compulsivos que en poblaciones control.

El comienzo de la enfermedad ocurre predominantemente en la adolescencia o en la adultez temprana.

En dos terceras partes de los casos los síntomas aparecen por primera vez hacia los 25 años y con frecuencia antes de los 10. En menos de 5% de los pacientes los síntomas empiezan después de la cuarta década de la vida. Comparados con los pacientes que sufren síntomas histéricos o de ansiedad, los obsesivo-compulsivos buscan ayuda profesional a una edad mas temprana.

Las características fundamentales de los fenómenos obsesivo-compulsivos tienen validez y utilidad general para distinguir este cuadro de las manifestaciones de otras alteraciones emocionales. Sin embargo, el intento de categorizar las diversas manifestaciones obsesivo-compulsivas es una tarea complicada, puesto que la multiplicidad de variables hace difícil diseñar una clasificación que diferencie adecuadamente un tipo de síntoma obsesivo de otro.

Los fenómenos pueden manifestarse psíquica o conductualmente, experimentarse como ideas o como impulsos, referirse a acontecimientos futuros o acciones ya realizadas, expresar deseos y necesidades o medidas protectoras contra esos deseos, ser actos e ideas simples y no complicadas o bien pautas de pensamiento o de conducta muy elaboradas y ritualizadas; su significado puede ser obvio para el observador menos perspicaz o el resultado final de condensaciones y distorsiones psicológicas de altísima complejidad, qué sólo revelan su secreto a un investigador sumamente hábil.

Ningún esquema clasificador puede hacer justicia a acontecimientos clínicos que se hallan compuestos por tantos rasgos, casi en una variación infinita. Quizás uno de los rasgos mas salientes sea que el trastorno obsesivo-compulsivo suele asociarse con demasiada frecuencia con depresión y ansiedad.

Los datos sobre el curso y pronóstico de esta neurosis se encuentran falseados por la carencia de conocimientos detallados sobre su historia natural. El numero de trabajos en los que se llevaron a cabo estudios longitudinales es pequeño, y las cifras que se presentan sólo deben considerarse como aproximadas.

En su primera consulta al médico dos tercios de los pacientes refieren una historia anterior de síntomas obsesivo-compulsivos, y alrededor de 10 a 15% experimentaron estos síntomas antes de los 10 años de edad. La mayor parte de los pacientes, sin embargo, sólo tuvo uno de estos ataques, aunque un buen numero, casi 20%, llevan experimentados dos o tres episodios. En 85% de estos ataques la duración suele ser menor de un año, aunque algunos refieren duraciones que exceden los 4 años.

Las cifras dadas para el pronóstico varían ampliamente de una serie a otra, pero puede hacerse la siguiente afirmación general para los pacientes que fueron seguidos entre 1 y 10 años, después de cualquier tratamiento, excluida la leucotomía: aproximadamente 15% se encuentra bien, 45% mejoraron, y el restante 40% se encuentra sin cambios o peor. Aquellos que se consideran mejorados caen dentro de dos grupos: 1) pacientes cuyos síntomas disminuyeron hasta el punto de que son capaces de trabajar y desempeñarse socialmente en forma correcta, y 2) aquellos que siguen un curso fluctuante, a menudo con largos períodos de remisión completa de sus síntomas.

En general puede decirse que la neurosis obsesivo-compulsiva constituye una alteración crónica que, a menudo, sigue un curso de recaídas. El pronóstico es mejor 1) cuanto menor es la duración de los síntomas anteriores al momento en que el paciente es visto por primera vez; 2) cuanto mayor es el factor de estrés ambiental asociado con el comienzo de la alteración; 3) cuanto mejor es el ambiente en el cual el paciente debe volver después del tratamiento, y 4) cuanto mejores sean su adaptación y sus relaciones sociales, en general.

Las características descriptivas estructurales de los síntomas obsesivo-compulsivos como tales permite, por lo general diferenciarlos de otros síntomas psicógenos como la depresión, los fenómenos de conversión y las fobias. Sin embargo, cuando la atención del observador se dirige a las neurosis obsesivo-compulsivas como síndrome, con lo cual se involucran consideraciones sobre el curso y las formas de los síntomas en la vida de los pacientes individuales, se hace difícil separarlas de otras alteraciones psicógenas, es especial de la neurosis fóbica y de la depresión.

La neurosis fóbica se caracteriza por una ansiedad de que el individuo pueda sufrir algún daño a partir de un objeto o situación externa; el paciente controla esta ansiedad evitando este objeto. Ademas, los mecanismos importantes de la formación de las fobias son el desplazamiento y la proyección, y los conflictos subyacentes suelen ser de naturaleza edípica. Por supuesto, esto esta en claro contraste con la neurosis obsesivo-compulsiva, en la cual el paciente teme que sea él quien pueda hacer daño a los otros y su ansiedad se controla mediante actos compulsivos y mecanismos de deshacer y de aislamiento, mientras que los conflictos subyacentes son predominantemente de naturaleza preedípica.

Reacción del sistema inmune causaría trastornos obsesivos


http://www.panoramadiario.com/salud/articulo/articulo/239/reaccion-del-sistema-inmune-causaria-trastornos-obsesivos/
Las personas que sufren de trastorno obsesivo compulsivo (TOC) tienen pensamientos que les "llegan a la mente" por sí solos. Son temas muy desagradables, que no pueden controlar. Por ejemplo, una madre piensa que sería capaz de atentar contra su hijo o una persona cree que los microbios que hay en la habitación le provocarán males catastróficas.

Quienes sufren TOC pierden horas en el día pensando lo mismo sin poder evitarlo. Para alejarse de las obsesiones, recurren a las llamadas compulsiones, que son actos repetitivos para evitar los acontecimientos a los que temen, como limpiarse las manos de forma repetida. Tal como el protagonista de la película Mejor Imposible, que no podía pisar las rayas del piso o abrir la puerta sin limpiar antes la manilla.

Sobre las causas, se ha hablado de genes que influyen y factores ambientales que desencadenan la patología. Sin embargo, un estudio de la U. de Columbia (EE.UU.) indica que estos trastornos, el síndrome de Tourette y otros desórdenes de tics podrían desarrollarse, en alguna proporción, por una respuesta inadecuada del sistema inmune al atacar a una bacteria llamada estreptococo que causa infecciones en la garganta.

MAYOR INVESTIGACIÓN
Esto no significa que todos los TOC tengan este origen, pero sí se abre la investigación sobre un mal que afectal al 3% de las personas.

El estudio demostró esta nueva arista con pruebas en ratas. Los científicos sabían que las bacterias estreptocócicas -las mismas que causan faringitis- pueden causar trastornos autoinmunes, como tics incontrolables, que se asocian al TOC. Por ello, introdujeron la bacteria en dos grupos de roedores: los primeros con un sistema inmune normal y los segundos con uno deficitario. Estos desarrollaron conductas repetitivas relacionadas al TOC.

Como dice Roberto Amon, siquiatra y director de la Asociación Chilena para el Estudio de Trastornos Obsesivo Compulsivos (Atoc), el estreptococo tiene ciertas proteínas que el sistema inmune deficitario reconoce como peligrosas y emite anticuerpos contra ellas. La estructura de las proteínas de esta bacteria, sin embargo, en algunas personas se parece a los ganglios basales, estructura cerebral encargada de planificar hábitos cognitivos y motores. Por eso, el sistema inmune lo ataca también y se generan síntomas obsesivos agudos.

De todos modos, hace falta más investigación, ya que la bacteria explicaría sólo un porcentaje del TOC. El resto de las causales sigue siendo una combinación de genes y factores ambientales que se mezclan.

DEL DIVÁN A INTERNET


http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/08/20/neurociencia/1250776969.html
DEL DIVÁN A INTERNET
Psicoterapia 'on line' en tiempo real
La terapia del comportamiento a través de Internet es eficaz contra la depresión
Puede 'derrumbar' las barreras que impiden el acceso a esta forma de tratamiento


fuente:PATRICIA MATEY

Lo tiene todo, o casi todo. Es eficaz, accesible, menos costosa y se imparte en Atención Primaria. La psicoterapia a través de la Red ayuda a la recuperación de los pacientes deprimidos, tal y como acaba de demostrar un nuevo estudio. El 'secreto', en esta ocasión, es que se obtiene un mayor rendimiento del tratamiento 'on line' porque se administra en tiempo real por un experto.

"El Gobierno de Reino Unido se comprometió a mejorar el acceso a las terapias psicológicas en las personas con depresión. El plan incluía la formación a 3.600 terapeutas con el fin de que pudieran impartirlas. La terapia cognitiva del comportamiento forma parte de él, pero hasta ahora los trabajos han demostrado que el acceso a ella es difícil, especialmente en Atención Primaria", comentan los autores del trabajo liderados por David Kessler, del Centro Nacional de Investigación de Atención Primaria en la Universidad de Bristol.

Por ello, en los últimos años se ha desarrollado material de autoayuda específico sobre esta terapia, que incluye programas informáticos interactivos. "El uso del teléfono para proporcionar este tratamiento es más eficaz que la forma tradicional de consulta... Sin embargo, los métodos desarrollados para aplicarla a través del ordenador son inflexibles y puede que no se adapten a las necesidades individuales de los pacientes. Por este motivo, la adherencia a la terapia se reduce", insisten los autores.

Sin embargo, el trabajo que ve la luz en el último 'The Lancet', cuyo número es un monográfico sobre salud mental, abre un nuevo camino en la accesibilidad a la psicoterapia y en el seguimiento del tratamiento por los pacientes. Lo constatan los 119 enfermos que han participado en el grupo de intervención con psicoterapia 'on line'.

Ellos, junto con otros 148 pacientes que formaron el grupo control, fueron reclutados de 55 centros de Atención Primaria de Londres, Bristol y Warwickshire. Un tercio era mujer, con una media de edad de 35 años. "El grupo de intervención recibió la terapia tradicional más la psicoterapia a través de Internet con un experto en cada sesión, mientras que los que formaron el control siguieron los cuidados normales, mientras esperaban ocho meses a recibir la terapia cognitiva por ordenador", determina el estudio.

La psicoterapia en la Red se administró en 10 sesiones de 55 minutos cada una, a través de mensajes de texto y se prolongó en determinados casos durante 16 semanas. "Un total de 113 de los participantes del grupo de intervención y 97 del control completaron los cuatro meses de seguimiento", aclaran los investigadores.

Los datos inclinan claramente la balanza a favor de la psicoterapia 'on line'. Así, un 38% de los que la siguieron se recuperó de la depresión en comparación con el 24% de los que recibieron la fórmula tradicional. A los ocho meses, la proporción de pacientes que se había 'curado' en el primer grupo era de un 42% frente al 26% del segundo.

"La terapia cognitiva del comportamiento 'on line' en tiempo real con un terapeuta ofrece la flexibilidad y responde al 'cara a cara' de este tratamiento y es apropiada para las personas con síntomas severos", concluyen los autores. Y no sólo. Permite, también, un acceso más equitativo al tratamiento "además de proporcionar un servicio en aquéllas zonas donde no está disponible".


--------------------------------------------------------------------------------


El Movimiento Global para la Salud Mental 'gana velocidad'
Nació hace un año a propósito de la publicación de una serie de artículos de salud mental en la revista 'The Lancet' en los que se demandaba, entre otras cosas, el mejor acceso a los tratamientos adecuados, la protección de los derechos humanos de los afectados y un impulso de la investigación de los trastornos psiquiátricos en los países con menos recursos.

Caló profundo, y hoy su misión está en manos de 50 organizaciones, además de medio centenar de individuos. A principios de septiembre, todos ellos se verán las caras en Atenas (Grecia) para celebrar la primera conferencia del Movimiento, copatrocinado por Wellcome Trust, la Iniciativa Global de Psiquiatría y la Fundación MacArthur. "La reunión es la piedra clave del esfuerzo realizado por el Movimiento cuya misión es mejorar la atención a las personas con enfermedad mental de todo el mundo", aclaran los editores de 'The Lancet' en la página de opinión de su último número monográfico.

"El número de la revista debuta con los cambios y logros alcanzados por la campaña global contra la enfermedad mental". reza el documento. Como el estudio aportado por el doctor Kessler y su equipo. Otro avance es el "crecimiento rápido que está experimentando la salud mental como disciplina en los países menos desarrollados".

Pese a ello, los editores de la publicación, así como otros miembros del Movimiento recuerdan "que su misión es elevar la conciencia sobre la necesidad de favorecer la salud mental de la población, acabar con el estigma y la discriminación que aún acompañan a las enfermedades mentales, especialmente en los grupos más marginados y vulnerables". Proponen para lograrlo que "ocupe el mismo lugar del que gozan hoy otros programas globales como el del sida o la malaria".

El trastorno obsesivo-compulsivo


fuente:http://www.infocoponline.es/view_article.asp?id=2210

Gemma García-Soriano1, 2, Amparo Belloch1 y Carmen Morillo3
1Universidad de Valencia; 2 Universitat Jaume I (Castellón); 3Departamento de Salud nº 5. Agencia Valenciana de Salud, Valencia


El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) se caracteriza por la ocurrencia repetida de obsesiones y/o compulsiones que consumen al menos una hora al día, si bien en la práctica, la interferencia y el malestar que genera supera con creces ese tiempo. Aunque desde los inicios de su caracterización se ha considerado como un trastorno unitario, en la práctica clínica se observan grandes diferencias tanto en la forma como en el contenido de los síntomas a través de los cuales se manifiesta en los distintos pacientes. Estas diferencias se traducen, entre otras cosas, en la respuesta a los tratamientos disponibles, en el malestar y la interferencia cotidianos que genera, o en las elevadas tasas de comorbilidad con otros trastornos y, especialmente, con los depresivos. Esta complejidad es cada día más patente en la investigación y en la práctica clínicas, y es por ello que se está dedicando un esfuerzo creciente al estudio de la misma.




El desarrollo de un sistema de subtipos o modalidades de TOC sencillo, fiable, válido, comprensible y significativo, no sólo proporcionaría una descripción más exacta y definida de la psicopatología del trastorno, sino que podría tener además importantes repercusiones tanto para comprender su etiopatogenia (p. ej., búsqueda de causas comunes para la explicación del trastorno, junto a otras más específicas para el desarrollo de una modalidad concreta), como de evaluación y diagnóstico (p. ej., mejores herramientas de evaluación, cribado, diagnóstico precoz, etc.), y terapéutico (p. ej., desarrollo de protocolos de tratamiento específicos y más eficaces.


El acercamiento a la heterogeneidad del TOC se ha realizado a nivel tanto teórico como empírico, y empleando criterios muy diversos (edad de inicio del trastorno, gravedad de los síntomas, etc.). No obstante, la aproximación que hasta la fecha ha resultado más fructífera ha sido la que se ha centrado en los contenidos de las obsesiones y en los de las compulsiones, si bien éstas se supone que están funcionalmente vinculadas a las primeras. A nivel teórico, una de las clasificaciones más utilizadas es la que divide a los pacientes TOC en función de la presencia o ausencia de compulsiones observables (p. ej., rituales de limpieza): "obsesivos con compulsiones manifiestas" y "obsesivos puros". Sin embargo, esta clasificación ha inducido a asimilar cualquier estrategia de afrontamiento de las obsesiones con una modalidad de ellas: la compulsión, que a su vez se asocia a rituales más o menos estables y complejos. Esta identificación no se corresponde con la realidad clínica, puesto que ni todos los pacientes desarrollan rituales, ni éstos son siempre manifiestos u observables.


A nivel empírico, los diferentes trabajos utilizan listados de síntomas evaluados por medio de autoinformes para estudiar las diferentes manifestaciones del TOC. Para ello, se han desarrollado tanto instrumentos de síntomas obsesivo-compulsivos, como de pensamientos intrusivos-obsesivos análogos a las obsesiones (PIO), y se ha empleado tanto población clínica TOC como no clínica. El estudio de los PIO en población general se ha basado únicamente sobre intrusiones obsesivas, excluyendo así a las compulsiones.


Dentro de este enfoque, y empleando el Inventario de Intrusiones Obsesivas Revisado de Purdon y Clark (1993, 1994), Lee y Kwon (2003) han obtenido una estructura de dos factores a partir de la cual han desarrollado un modelo teórico sobre los PIO que extrapolan a las obsesiones clínicas y que, por el momento, cuenta con un aval empírico escaso. Este modelo recuerda a la distinción clásica de obsesiones con y sin compulsiones, pero intenta ir más allá de la mera presencia o ausencia de compulsiones: centrándose en la importancia de los contenidos obsesivos, plantean una explicación sobre los posibles factores cognitivo-conductuales implicados en el desarrollo de los dos tipos de obsesiones a los que denominan "autógenas" y "reactivas".


Hemos realizado varios trabajos sobre este tema mediante un instrumento de diseño propio, el Inventario de Pensamientos Intrusos Obsesivos (INPIOs) (Belloch et al., 2004; Morillo, Belloch, y García-Soriano, 2007). Nuestros datos indican que los diversos contenidos de PIO se agrupan en 6 factores de primer orden: agresivos; sexuales, religiosos, repugnantes, existenciales, y conductas socialmente inadecuadas; simetría y orden; dudas y comprobación; limpieza y contaminación; y superstición. Estos factores se engloban a su vez en una estructura superior de dos factores: en el primero se incluyen los PIO de los factores 1 y 2, y en el segundo los de los 4 restantes. Otros estudios se han centrado en población clínica con TOC y han analizado la presencia tanto de síntomas obsesivos como compulsivos mediante la lista de síntomas de la Escala Yale-Brown de Obsesiones y Compulsiones. Aunque no existe consenso entre los diferentes trabajos, se constata en general la presencia de cinco conjuntos de contenidos obsesivos, de los que tres suelen aparecer con claridad: contaminación/limpieza; simetría/orden; obsesiones religiosas y sexuales. Junto a ellos aparecen otros dos, ya sea como factores únicos o asociados a los anteriores: acumulación, y agresión/ comprobación.


En términos comparativos, por tanto, hay al menos cuatro contenidos de PIO y Obsesiones que surgen de forma consistente, tanto cuando se examina población general como personas con TOC: agresión; sexo/religión; simetría/orden; limpieza/contaminación. En nuestra opinión, el modelo derivado a partir del INPIOs resulta muy interesante y clínicamente significativo porque permite aunar el modelo bifactorial derivado del estudio de los PIO normales, con los multifactoriales obtenidos mediante listados de síntomas obsesivo-compulsivos en población clínica. En todo caso, y aunque el estudio de la heterogeneidad del TOC está todavía en sus inicios, los datos disponibles muestran que el TOC es una psicopatología mucho más compleja y heterogénea de lo que cabía esperar hace tan sólo un par de décadas, lo que indica la necesidad de su investigación dadas las más que probables repercusiones que ello tiene en su comprensión y, como consecuencia, en su diagnóstico y tratamiento adecuados.


El estudio original en el que se basa este artículo puede encontrarse en:
García-Soriano, G., Belloch, A. y Morillo, C. (2008). Sobre la heterogeneidad del trastorno obsesivo-compulsivo: una revisión. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 13, 65-84.

Interesante conferencia sobre la evolución de la Psiquiatria. Sin desperdicio de los 70 hasta la actualidad.


http://lafelicidadradicaantetodoenlasalud.blogspot.com/2007/08/concepto-actual-de-locura-y-las-nuevas.html

Interesante conferencia sobre la evolución de la Psiquiatria. Sin desperdicio de los 70 hasta la actualidad.
Concepto actual de locura y las nuevas formas de tratamiento
Enrique González Duro

Texto íntegro de la conferencia de clausura del Ier Encuentro Estatal sobre "Perspectivas Críticas en Psicología y Psiquiatría". Málaga, Octubre 2001. Publicado en la revista El rayo que no cesa nº 4 (anuario 2002)

Hubo un tiempo demasiado lejano -o no tan lejano- en que un grupo de jóvenes psiquiatras, los que militábamos en la llamada corriente antipsiquiátrica, reivindicábamos de un modo un tanto provocador el uso de la noción y la palabra locura. Una palabra de amplio uso popular, ambigua y de múltiples acepciones, que se aplicaba sin ningún rigor, pero con la mayor naturalidad. Definir la locura era casi imposible, pero tampoco era necesario, porque no se trataba de un concepto científico-técnico sobre el que únicamente el "sabio" especialista podría pontificar. Era una concepción enteramente popular, que todo el mundo conocía, entendía y podía oponerse, precisamente por su ambigüedad y fácil revocabilidad.


Ciertamente, llamar loco a alguien porque incordiaba a los demás, podía resultarle fastidioso o denigratorio, pero nunca le significaba un calificativo definitorio y mucho menos definitivo, justamente por no estar avalado por un diagnóstico psiquiátrico. En cambio, diagnosticarse de demente, de esquizofrénico, de psicópata o simplemente de histérico le suponía casi automáticamente un estigma social negativo y el correspondiente tratamiento correctivo.

Con el diagnóstico psiquiátrico, el loco era reconvertido en enfermo mental y sometido a tratamiento, incluso en contra de su voluntad. Ya que, la psiquiatría de entonces era omnipotente frente al loco o enfermo mental, cuyo discurso se negaba por incoherente y cuya palabra sólo servía para verificar un diagnóstico. Era muy fácil diagnosticarle, tratarle y curarle, lo que a menudo suponía corregir su conducta, reeducarlo y domesticarlo. Lo curioso es que muchos enfermos curados de este modo debían pasar larguísimos años en el manicomio.


Entonces se decía que los enfermos mentales eran incurables, o que podían recaer si eran dados de alta. Sin embargo, la psiquiatría creía tener suficientes "armas terapéuticas" para curar a los locos, aunque para ello tuviera que encerrarlos y tratarlos coercitivamente: choques biológicos, abscesos de fijación, contención mecánica, celdas de aislamiento, lobotomías, altas dosis de psicofármacos, etc. Y de hecho, la psiquiatría curaba, tal vez demasiado, a unos enfermos que no se consideraban enfermos y que no deseaban ser curados, al menos de aquellos modos y maneras.

Con el diagnóstico y tratamiento psiquiátrico, el loco perdía gran parte de su condición humana y adquiría la categoría de enfermo, de simple portador de síntomas de una extraña enfermedad, que debían ser eliminados a toda costa. Porque el loco era peligroso, o -podía serlo en cualquier momento, y por eso era preciso detectarlo precozmente, internarlo, tratarlo y curarlo.


Frente a esta noción de enfermedad mental como algo incomprensible, de origen misterioso y con riesgo imprevisible de peligrosidad social, nosotros preferíamos la noción popular de la locura, que se presentaba como un fenómeno inclusivo de la condición humana, que surgía en un determinado contexto social-familiar, como el subproducto de un proceso contradictorio que había pesado sobre el sujeto a lo largo de toda su vida.


Para nosotros, la locura era un discurso, extraño, pero susceptible de ser analizado y comprendido en términos de dinámica interactiva, de la propia biografía, etc. Un discurso que, en el fondo, expresaba las contradicciones de la familia y de una sociedad racionalista en exceso, aunque alienada en cuanto a la verdadera satisfacción de las necesidades humanas. De una sociedad que, al no poder integrar "felizmente" a todos sus miembros excluía a los que no se adaptaban a la realidad normativa. Esa función exclusora y clasificadora la asumía la psiquiatría oficial.

La psiquiatría quiso "apropiarse" de la locura de un modo monopolista. Y la desenraizó del contexto en que emergía, la desocializó y la vació de contenidos personales, convirtiéndola en enfermedad mental, una categoría abstracta análoga a la verificada empíricamente en la enfermedad somática. La enfermedad mental fue considerada como un "desorden interior" de quien la padecía, que podía producir "desorden exterior" en la familia, en el trabajo, en la sociedad. Por eso era preciso corregir ese "desorden interior", sobre todo para normalizar la conducta desviada y restablecer el orden natural de las cosas.


Claramente se deducía la ideología conservadora e incluso reaccionaria de aquella psiquiatría, que desempeñaba una importante misión de "defensa social", aunque utilizando un hábil disfraz médico. Catalogando a los perturbados o perturbadores mentales como enfermos, y tratándolos como tales, los colocaba en una posición de inferioridad social y dependencia a la familia, al psiquiatra o al manicomio, se les negaba el derecho de gobernarse a sí mismos, incapacitándoles "de facto".

Por todo ello, nosotros preferíamos tratar más con locos que con enfermos mentales. A los locos no podía vérseles como seres inferiores, tarados o deficitarios, sino como gente que sentía, y sentía mucho, que sufría más de lo que se podía imaginar y que si, a veces, se mostraba de un modo poco inteligible, era su propia dificultad de comunicación, por su aislamiento y por el rechazo e incomprensión de quienes les atendían. Como locos, podíamos verlos como personas si sabíamos acercamos lo más posible y comunicarnos con ellos. Y cuando realmente lo hicimos, cuando acortamos la "distancia" que nos separaba de ellos, pudimos percatamos de que no eran tan "diferentes", que era posible la compasión, el sentir como ellos, el identificamos con ellos.


La locura de los otros podía servirnos como espejo más o menos deformante de nuestra realidad psíquica, de nuestra propia locura reprimida. Por eso la locura asustaba y tendía a proyectarse en otros, pero también atraía, fascinaba y contaminaba. La locura podía ser asimilada como un fenómeno colectivo, y redistribuida dentro de una misma comunidad, para que unos no fueran tan locos, ni otros tan normales. Y probablemente así todos seríamos más felices y más libres.

¿Fue aquello una utopía? Parcialmente, no. Se avanzó mucho, aunque también se regresó bastante. Se criticó eficazmente la función de la psiquiatría llamada científica, y se luchó duramente contra la Bastilla que representaba el manicomio. Se cuestionó la medicalización de la locura, y se abrió la posibilidad de intervención de otros profesionales, potenciándose métodos terapéuticos más comprensivos, más compasivos, más suaves: la psicoterapia, la terapia de grupo, la comunidad terapéutica, la terapia de familia. Y los psicofármacos, cada vez más eficaces y con menos efectos secundarios, se usaron con moderación. La psiquiatría tradicional hubo de recular y replantearse muchas cosas, aunque esperaba mejores tiempos, como los que en parte ya han vuelto.

Sucesivamente, se pusieron en marcha ambiciosos proyectos de reforma psiquiátrica en el sector público: la Psiquiatría Social en Gran Bretaña, la Psiquiatría Comunitaria en Estados Unidos y Canadá, la Psiquiatría de Sector en Francia y Suiza, la Reforma Italiana, la tímida y tardía Reforma Psiquiátrica en España, etc. Se progresó mucho en no demasiado tiempo, pero surgieron importantes contradicciones que se resolvieron mal o no se resolvieron. Y vinieron los fracasos con respecto a los objetivos planteados, los frenazos administrativos, la resistencia de los intereses creados, estancamiento, parálisis y hasta miedo a las represalias. Luego sobrevino ese híbrido de la llamada salud mental, cuyas políticas han sido diseñadas por gestores y no por profesionales. Pese a sus bellos proyectos preventivos y comunitarios, la salud mental se ha insertado administrativamente en el sistema de salud general, posibilitando la remedicalización, el retorno del objetivismo médico y de la psiquiatría biológica y la reconversión definitiva de la locura en enfermedad mental.

No obstante y con respecto a tiempos pasados, la situación de los enfermos mentales en la sociedad ha mejorado notablemente. La vida en la mayoría de los servicios de salud mental se ha humanizado, tienden a reconocerse los derechos humanos de los pacientes, y su organización como centros de servicio público se ha acercado a las crecientes demandas de buena parte de la población.


Pero, sin duda, lo más novedoso ha sido que, al cabo de los siglos, los locos están dejando de ser considerados como peligrosos sociales, siendo sustituidos en el imaginario colectivo de los horrores por otros chivos expiatorios: delincuentes, drogadictos, terroristas, inmigrantes, pilotos de Iberia o talibanes. Para la psiquiatría clásica, la peligrosidad del enfermo mental era una noción bastante misteriosa y profundamente paradójica, puesto que implicaba al mismo tiempo la afirmación de una cualidad inmanente en el loco (ser peligroso) y una simple probabilidad, la de que podría cometer una acción violenta. En realidad, era sólo una hipótesis nunca verificada en la mayoría de los casos: todos los locos, aún los más inofensivos, eran misteriosos portadores de una amenaza violenta, aunque la realización de esa amenaza era aleatoria y escasamente probable.


En caso de duda, el psiquiatra prescribía la reclusión manicomial del loco, o no le daba de alta aunque estuviese clínicamente "curado". A menudo, el encierro se perpetuaba simplemente como una brutal medida preventiva, y ese encierro indefinido del loco evidenciaba tautológicamente su peligrosidad social. Pero era una prevención en gran parte inaplicable, porque no se podía encerrar a gran cantidad de gente por una simple sospecha de peligrosidad, aunque sólo fuera porque el coste de esta operación sería enormemente desproporcionado.

Aún así, los manicomios, por numerosos y grandes que fueran, siempre estaban repletos de internos, en pésimas condiciones de vida. Y los límites del encierro se hicieron cada vez más evidentes, a medida que la peligrosidad del loco era una noción cada vez más extensa y polivalente. ¿Qué se podía hacer entonces? Al fin y al cabo de muchísimo tiempo se vio que no había otra salida que la humanización del enfermo. La popularización de la antipsiquiatría, allá por los años 60 y 70, derrumbó el secreto de la institución psiquiátrica, y la miseria humana que albergaba conmovió a la opinión pública, que se fue convenciendo de la escasa peligrosidad del loco y la injustificable crueldad de su encierro. Fue el comienzo del fin del manicomio, y el comienzo de la salida del "armario", del loco a la calle. La gente le fue perdiendo el miedo al loco, el loco se lo fue perdiendo al psiquiatra, en cuanto se percató de que éste podía atenderlo sin privarlo de su libertad, y el psiquiatra dejó de sentirse guardián del orden público, social o familiar.

Con la ayuda de los psicofármacos y el trato humanitario, y a veces psicoterapéutico, de los profesionales de la salud mental, resultó que los locos estaban menos locos de lo que todos imaginaban. Muchos aceptaron el status de enfermos, porque socialmente era más respetable y porque así podían ser escuchados, recibir consejo, medicinas y obtener alguna pensión o ayuda económica. Otros no se sometieron a ningún control y rechazaron las migajas que se le ofrecían, y sobre todo los que habían sido "salvajemente" desinstitucionalizados de los manicomios y abandonados a su suerte, se convirtieron en vagabundos callejeros.


Hubo gente, los buenos ciudadanos de siempre, que se escandalizó y protestó en los periódicos del "bochornoso" espectáculo de la miseria en la vía pública. En Nueva York la municipalidad tomó cartas en el asunto, y el psiquiatra español Rojas Marcos puso en marcha un programa para eliminar de las calles de Manhattan a los enfermos mentales sin hogar y someterlos a tratamiento coercitivo. Diariamente, las ambulancias llevaban al Hospital Psiquiátrico de Bellevue a decenas de personas sin hogar presuntamente necesitadas de internamiento inmediato y potencialmente peligrosas.


El Dr. Rojas Marcos declaró en 1987: "Este es el comienzo del renacimiento de la necesidad de los asilos o manicomios". Sin embargo, una de estas personas, la Srta. Brown, desafió el derecho del municipio a internarla y tratarla en contra de su voluntad, y finalmente logró ser liberada. De modo que aún persiste el prejuicio de la peligrosidad del enfermo mental, aún en países como Estados Unidos. Tan es así que el abogado de un reo para el que se pide la pena de muerte cometerá un grave error si alega enfermedad mental, porque el jurado creerá que el acusado, aunque no fuese el autor de ningún crimen, podría cometerlo en el futuro.

* * *
Pese a todo, ese prejuicio de la peligrosidad del enfermo mental está en franca regresión. Diversos investigadores han demostrado que muchos de los llamados síntomas psiquiátricos pueden interpretarse como intento de adaptación del sujeto ante una situación vivida como intolerable, cumpliendo funciones positivas. En especial, en el caso de las mujeres, entre quienes el reconocimiento de síntomas psiquiátricos no se toma como una forma de debilidad, tal vez porque esos síntomas no se apartan demasiado del estereotipo tradicional del comportamiento femenino, es muy probable que la enfermedad sea un intento positivo de afrontar una situación insostenible y de obtener apoyo de los demás. Esto se ve claramente en la depresión, en la que el enfermo o la enferma obtienen ventajas que de otro modo no tendría: apoyo y afecto de la familia, evitación de responsabilidades y exigencias cotidianas, atención médica o psicológica, etc.


De modo que el diagnóstico de enfermedad puede ser ventajoso para ciertos grupos sociales que carecen de recursos para manejar su vida de otra forma, sin dejar por ello de ser iatrogénico y encubridor de la problemática de base. El tratamiento médico puede aliviar los síntomas del paciente, pero si no se desentraña esa problemática, la enfermedad que la enmascara puede cronificarase y requerir la toma indefinida de medicamentos. Lo malo es cuando el paciente entrevé que su problemática es difícil o insoluble, porque entonces preferirá aliviar sus síntomas con medicamentos, aunque sea por tiempo indefinido.

Aunque la mayoría de las personas consideraría la estancia en un hospital o unidad psiquiátrica como una experiencia que ha de ser evitada a toda costa, hay individuos que creen obtener beneficios de su estancia hospitalaria: puede sacarles temporalmente de una situación particularmente tensa y difícil, proporcionándoles una tregua en la que pueden mejorar su relación con los demás. Corren, sin embargo, el riesgo del hospitalismo, por el cual creen que no pueden vivir sin la protección permanente del hospital. Las estadísticas revelan el hecho de que las mujeres, los pobres y aislados, los desempleados, los sin hogar y las personas de edad avanzada tienen más probabilidades de ser hospitalizados que los otros grupos sociales, precisamente por su carencia de otros recursos. No obstante, para la mayoría de la gente el ser clasificado como enfermo mental sigue siendo un estigma social negativo, que puede ser definitivo y que finalmente puede llevarle a la incapacitación civil. Lo que no impide que haya grupos de autoayuda que utilizan deliberadamente la clasificación estigmatizante, no por rebeldía o para intensificar su desviación social, sino todo lo contrario, para lograr un comportamiento más adaptado a la sociedad.


El ejemplo más definido es el de Alcohólicos Anónimos, cuyos miembros son forzados a declararse alcohólicos, como si el beber fuese un pecado original contra el que han de luchar de por vida. De este modo, se crea el extraño concepto del alcohólico que no bebe nunca, tras el convencimiento de que puesto que se es alcohólico por y para siempre, no se puede beber. Y con mucho voluntarismo, con la ayuda mutua y predicando con el ejemplo, el enfermo puede dejar de beber, pero no se cura, ya que es incurable y como es incurable, no precisa médico.

* * *
En el caso de los deficientes mentales, el rótulo se lo ponen los padres, tras los oportunos exámenes médicos y las evaluaciones psicológicas pertinentes. Con el rótulo de deficiente, los sujetos concernidos son enviados a circuitos especiales no médicos: escuelas especiales, talleres protegidos, centros de ayuda para el trabajo, etc., donde son invitados a trabajar de un modo no competitivo y escasamente productivo. El deficiente no será curado, entre otras cosas porque no es considerado enfermo, pero ni tan siquiera será rehabilitado o resocializado, y vivirá sobreprotegido por una familia angustiada que le impedirá el contacto con gente normal de su edad por miedo a que sea abusado. De ahí que los padres del deficiente hayan conseguido poder esterilizarlos en contra de su voluntad, pero legalmente. Un camino similar parecen haber emprendido las asociaciones de familiares de enfermos esquizofrénicos, que dicen luchar por la rehabilitación de sus hijos al tiempo que solicitan su incapacitación, o sea su muerte civil, y que en Estados Unidos han pedido que la esquizofrenia sea declarada una enfermedad puramente biológica, recomendando a sus miembros que no sigan terapias familiares, ¿Y qué decir de las familias autoorganizadas de las supuestas anoréxicas? En muchos casos, son esas familias las que han forzado el diagnóstico de la anorexia, multiplicando su número de tal modo que parece haberse producido una epidemia, al margen de cualquier control sanitario.

¿Quién está más loco? ¿Quién es más peligroso? La psiquiatría está en crisis, y no sabe que decir. ¿Y la Salud Mental? Con el neoliberalismo imperante, el Estado se inhibe y sólo presta los servicios mínimos a los más necesitados. El que quiera más salud, que se la pague y que elija entre las muchas ofertas del supermercado de lo "psi". Es el modelo americano.

* * * ****++++++ +++++++++ +++++++++++++++ ++++++++++++


Desde hace unos veinte años la psiquiatría se encuentra ante la dificultosa tarea de responder a la imparable demanda de mucha gente que tiende a psiquiatrizar o psicologizar el sufrimiento que le genera la dificultad de vivir, la frustración de su afán de éxito, la sensación de haber fracasado o el miedo a fracasar, la imposibilidad dé amar o ser amado, la soledad, el aislamiento, la carencia de raíces, la difusión de la propia identidad, etc., y que busca una solución rápida y efectiva para sus vidas. Desconectada de su pasado inmediato y con un futuro incierto, precisa de felicidad aquí y ahora, sin drogarse, sin beber, sin fumar y sin transgredir ninguna norma, y la busca en quien se la oferte.

En la medida en que los psiquiatras no quisieron o no pudieron despsiquiatrizar esos problemas, descodificando la demanda y ofreciendo vías de solución grupales o colectivas, mucha gente reorientó su demanda hacia otros profesionales o consejeros. Cayó el umbral de lo que la gente consideraba como enfermedad psíquica aumentando el volumen total de esas enfermedades, de lo que se beneficiaban los psicólogos, los trabajadores sociales y demás profesionales de la salud mental.


Para los psiquiatras cuyos ingresos provenían fundamentalmente de la práctica privada, fue preocupante esa potencial pérdida de clientela. Por eso tuvieron un claro interés en patologizar cualquier comportamiento más o menos anómalo o doliente, trivializando la patología psiquiátrica. Y así por ejemplo, ya en los años 60 los psiquiatras americanos no tuvieron inconveniente en definir como patológica la conducta rebelde de muchos jóvenes. Primero hablaron de una "disritmia cerebral difusa" y cuando este diagnóstico quedó descartado por absurdo, se pensó en la "hiperactividad y falta de atención de los escolares". En 1980 se reconvirtió en "trastorno de déficit de atención con hiperactividad", incluido en el famoso DSM-III. Nunca se llegó a saber ciertamente si los muchos escolares diagnosticados de "hipercinéticos" tuvieron efectivamente un trastorno orgánico verdadero, pero la cuestión era si esos jóvenes debían ser objeto de tratamiento médico o no. Y lo fueron: en 1995 los médicos americanos hicieron seis millones de recetas de "Ritalin", y dos millones y medio de escolares americanos tomaron dicho fármaco. Era una forma de mantener la cuota de mercado, frente a otros profesionales que no podían prescribir medicamentos.

Así mismo, los límites de lo que constituía una depresión fueron aumentando extraordinariamente, tornándose en el tanto monta de disforia o distimia, sinónimo de infelicidad, con pérdida de apetito e insomnio. De este modo, la depresión se fue convirtiendo en el trastorno por excelencia de la práctica psiquiátrica, que disponía de antidepresivos cada vez más eficaces. Los médicos preferían diagnosticar lo que podían tratar fácilmente con fármacos. Por otra parte, los "trastornos de personalidad" aumentaron considerablemente, convirtiéndose en el cajón de sastre de la psiquiatría.


Los llamados "trastornos de la personalidad múltiple" irrumpieron desde la oscuridad en los años 80 y se transformaron en casi una epidemia, que ya ha desaparecido tan misteriosamente como apareció; y de los "trastornos de la personalidad antisocial" podría decirse algo parecido. En muchos casos, estos y otros trastornos de personalidad no son sino una acentuación de los rasgos característicos de determinadas personalidades. Y dar categoría de enfermos a personas porque resultan problemáticas o difíciles para otras, no puede significar otra cosa que patologizar una conducta esencialmente normal, aunque molesta e inquietante. Con tales diagnósticos, se rebaja el umbral de los individuos que se consideran enfermos, y consecuentemente, aumenta el número de enfermos mentales. Y más aún, el número de pre-pacientes, con síntomas del "nivel subumbral" o con pródromos poco apreciables a simple vista.

Así, se diluye el concepto de enfermedad resultando altamente rentable para muchos. No es sólo interés económico, porque desde los años 60 y 70 la psiquiatría americana no quería quedarse rezagada con respecto a la psicoterapia, que por entonces se demandaba crecientemente y que el tratamiento psicoanalítico sólo podía cubrir en muy escasa proporción. Mientras la psiquiatría, medicalizándose, trataba de aumentar su cuota de mercado, la competencia en el mercado de la psicoterapia iba en aumento, porque mucha gente no se conformaba con medicamentos, y quería hablar, desahogarse, ser aconsejada. El desafío inicial le había venido de la asistencia social, cuyos profesionales, tras la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a hacer psicoterapia en grupos pequeños y entre familiares de enfermos. Los psicólogos entraron en el mercado de la psicoterapia a partir de 1951, cuando Carl G. Rogers publicó su libro "Terapia centrada en el cliente". La psicoterapia de Rogers no requería el dominio de un sistema terapéutico tan complejo como el freudiano, pues bastaba con la creencia en los buenos sentimientos para que el paciente pudiera reconstruirse a sí mismo. Según Rogers, "el individuo tiene dentro de sí mismo amplios recursos para la autocomprensión, para alterar el concepto de sí mismo, sus actitudes y su conducta autodirigida", y estos recursos podía utilizarlos si se le proporcionaba un clima de "actitudes psicológicas facilitadoras". O sea, era una psicoterapia simple que fácilmente podían realizar los psicólogos. Luego llegaron los conductistas, ofertando soluciones prácticas para muchos problemas psicológicos y psiquiátricos, incluida la homosexualidad.

Inicialmente los psiquiatras reaccionaron contra el intrusismo de todas estas psicoterapias no médicas, pero finalmente ganaron los psicólogos, aunque sólo fuera por su mayor número. Y la psicoterapia no médica se convirtió en una actividad en expansión, atendiendo inicialmente la demanda de gente descontenta de sus vidas, que no sufrían de síntomas característicos de enfermedades psíquicas, aunque podrían haber sido catalogados como pacientes. Pero la psiquiatría se venía abajo, porque iba perdiendo su sitio. Los psiquiatras habían sido preparados para tratar enfermedades psíquicas más o menos severas, pero en sus consultorios privados atendían sobre todo las psiconeurosis más leves y lucrativas. Al hacerlo así, se vieron compitiendo con los psicólogos y otros profesionales de la salud mental. Y para no perder su cuota de mercado, continuaron ampliando la definición de enfermedad, con objeto de incluir conductas y síntomas considerados pre-clínicos y responder a la gran demanda del público americano con una psicoterapia para atender sus problemas cotidianos.

* * *
El riesgo de errar por el desierto aumentó cuando la psiquiatría optó por el diagnóstico medicalizante. Porque no era fácil para la psiquiatría, donde, a diferencia de la medicina somática, la etiología era desconocida en la mayoría de los casos, y la enfermedad mental era clasificada en base a los síntomas y no a las causas. Otro riesgo añadido eran las distintas tradiciones nacionales en los criterios clasificatorios de las presuntas enfermedades mentales; nadie, ejemplo, utilizó tanto el diagnóstico de esquizofrenia como los psiquiatras americanos. Y contaba además con la resistencia de muchos psiquiatras de inspiración psicoanalítica, que daban mayor importancia a las claves psicodinámicas de los pacientes que a su diagnóstico psiquiátrico. Con todo, la psiquiatría comenzó pronto a plantearse la necesidad de obtener un diagnóstico correcto para el tratamiento de las enfermedades mentales. La disponibilidad de medicamentos específicos para la psicosis y la depresión hizo del diagnóstico médico una necesidad práctica.

En 1948 la Asociación Psiquiátrica Americana nombró un comité de nomenclatura que se puso a trabajar para elaborar un solo sistema de clasificación de enfermedades, y en 1952 publicó el "Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales", más conocido como el DSM-I. Dicho Manual reflejaba el saber del comité que lo había elaborado, de inspiración psicoanalítica en la mayoría de sus miembros, aunque seguía admitiendo el término de "reacción" (reacción esquizofrénica, reacción antisocial, etc.) como reconocimiento al pionero de la psiquiatría americana, Adolph Meyer. El auge del Psicoanálisis de los años 60 en la psiquiatría americana se reflejó aún más claramente en el DSM-II, que apareció en 1968: el término "reacción" fue sustituido por el de "neurosis", y el persistente término freudiano "histeria" apareció reemplazando a la "reacción de conversión" y a la "reacción disociativa"... Entre los que habían redactado el DSM-II figuraba el psicoanalista Robert Spitzer, que luego renegó del psicoanálisis y decidió llevar el diagnóstico psiquiátrico en dirección contraria, en el sentido de que el diagnostico fuese lo más preciso posible y que se correspondiese con lo que presumiblemente eran "entidades naturales" de la enfermedad; era lo que el alemán Kraepelin había comenzado a hacer a principios del siglo XX. Había que crear criterios operativos para determinar exactamente qué síntomas habían de estar presentes para que un médico pudiera hacer un diagnóstico.

Spitzer conectó con un grupo de psiquiatras que trabajaban en Saint-Louis con intereses similares a los suyos: química cerebral, biología y clasificación, temas por entonces muy pasados de moda. Formaron el grupo de los "neokraepelinianos", que se fue haciendo famoso por sus trabajos de investigación biológica en las enfermedades mentales. En 1972 este grupo, dirigido por Feighner, publicó la primera serie de criterios rigurosos para realizar el diagnóstico. Así, para diagnosticar un paciente depresivo, este debía tener: a) un estado de ánimo disfórico; b) por lo menos cinco de una lista de ocho criterios, incluyendo el escaso apetito, los sentimientos de culpa, etc.; e) que la enfermedad durara por lo menos un mes antes de que el paciente buscara ayuda. Y sucesivamente se anunciaron una serie de criterios similares para una completa gama de trastornos psiquiátricos. Los "criterios de Feighner" permitieron la standarización del diagnóstico de una clínica a otra, de una universidad a otra, de un país a otro, y fueron plenamente asumidos por el citado Spitzer.

En 1974 el director médico de la Asociación Psiquiátrica Americana se reunió con Spitzer y con el psicólogo Theodore Millon, y de esa reunión salió el equipo encargado de elaborar el DSM-III, dirigido por el propio Spitzer y cuyos miembros se decantaban mayoritariamente por la psiquiatría biológica. El DSM-III se publicó en 1980, siendo recibido como una victoria de la ciencia. A partir del asentamiento presuntamente científico de este tercer Manual, la psiquiatría americana regresó al mundo de la medicina, aplicando el modelo médico al diagnóstico psiquiátrico y minimizando el modelo "biopsicosocial" de la llamada salud mental. Tal reposicionamiento de la psiquiatría americana tuvo un gran impacto en todas partes.


A principios de los 90, el DSM-III, o la versión revisada del que apareció en 1987 (DSM-III-R) se había traducido a veinte idiomas, convirtiéndose casi en el libro básico para la formación académica de los psiquiatras de todo el mundo, que pasaba página al enfoque psicoanalítico o psicodinámico. Se había vuelto a los principios positivistas del siglo XIX, rechazándose de plano cualquier planteamiento antipsiquiátrico.

Sin embargo, la psiquiatría al estilo del DSM-III parecía dirigirse, de algún modo, al desierto, porque, lejos de la rigurosidad diagnóstica que se pretendía, el umbral de lo patológico seguía bajando. Y así, de los 180 trastornos mentales descritos en el DSM-II se pasó a los 265 del DSM-III y a los 297 del DSM-IV, publicado en 1994. ¿Podía verdaderamente dividirse la "naturaleza psiquiátrica" en 297 partes? El interminable desfile de síntomas y trastornos causaba la impresión de que podría irse de las manos. Realmente, ya se había ido de las manos, porque el equipo que redactó el DSM-III tuvo que hacer concesiones a las muchas presiones ideológicas que recibió. En primer lugar, tuvo que eliminar de sus listas a la homosexualidad, porque los grupos autoorganizados de homosexuales fueron muy activos y se negaron en rotundo a ser considerados como entes patológicos: felizmente. Por contra, los psicoanalistas no tuvieron ningún éxito al oponerse a la desaparición del término "neurosis" del DSM-IV, con lo que Freud quedaba eliminado de un plumazo.

Otro caso curioso fue la invención del llamado "trastorno de estrés postraumático". En los años 70 los veteranos del Vietnam, constituidos en un poderoso grupo de presión, creían que sus dificultades para reintegrarse en la sociedad eran de carácter psiquiátrico y podían explicarse como resultado del trauma de la guerra: el "trauma masivo retardado" podía producir posterior "culpa, rabia, la sensación de ser un chivo expiatorio, torpeza y alienación". Hubo una fortísima campaña nacional, y el "trastorno del estrés postraumático" fue una realidad clínica, y como tal, incluida en el DSM-III. Como alguien dijo, "el trastorno del estrés ostraumático está en el DSM-III porque un grupo de psiquiatras y veteranos trabajaron consciente y deliberadamente durante años para ponerlo ahí. Estos, por fin, tuvieron éxito porque estaban mejor organizados, políticamente activos y tuvieron más suerte que sus opositores". La experiencia de los homosexuales y de los veteranos del Vietnam dejaba claro que el diagnóstico psiquiátrico, o el no diagnóstico, era para quien se lo trabajaba.

El "trastorno del estrés postraumático" ha sido considerablemente ampliado en el DSM-IV, aplicándosele secundariamente a los más diversos acontecimientos traumáticos: ataques personales violentos (agresiones sexuales y físicas), atracos, robos de propiedades, ser secuestrado, ser tomado como rehén, ser torturado, encarcelamiento como prisionero de guerra o en campos de concentración, desastres naturales o provocados por el hombre, accidentes automovilísticos graves, diagnóstico de enfermedades potencialmente graves, constancia de que el propio hijo padece una enfermedad muy grave, etc. etc. Si bien transformar las víctimas de todos estos traumas en pacientes ha permitido la consecución de pensiones o ayudas, también ha tenido consecuencias alienantes o encubridoras. El significado político y moral de un trauma como consecuencia de la violencia política o doméstica ha sido totalmente eufemizado o evitado. En su lugar, la violencia ha sido tratada como un trastorno autónomo y propio del sujeto afectado, susceptible de alguna terapia por haber sido apaleado, violado o por haber visto cómo asesinaban a sus familiares o amigos.

* * *
En el trasfondo de la evolución de las series del DSM yacía el continuo declive del psicoanálisis. Del DSM-IV se eliminó el término "neurosis" porque un nuevo grupo de trabajo se dio cuenta de que ahora tenía suficientes votos para acabar con él. Sin embargo irónicamente, la caída del psicoanálisis contribuyó a confundir a una psiquiatría que pretendía caminar hacia la ciencia y mantener su cuota de mercado, porque las psicoterapias no analíticas crecieron vertiginosamente de tal modo que en los años 70 se podían contar por lo menos 130 versiones: la gestalterapia, el rüfling, la bioenergética, el counseling, el análisis transaccional, el grito primario, la hipnosis, etc.


También hubo confusión y desorientación en el "ala biopsicosocial" de la psiquiatría comunitaria, y de la salud mental, cuyos planteamientos principales provenían de concepciones psicodinámicas. Sin Freud, ¿qué terapia aplicar a los pacientes? ¿La terapia de conducta, la terapia de grupo, la terapia familiar, el psicodrama o la farmacoterapia? Al cabo del tiempo, los psicofármacos parecen haber ganado la partida por goleada.

Entre las diversas causas que contribuyeron a la decadencia del psicoanálisis, fue importante la negativa o la resistencia de las compañías de seguros a pagar una psicoterapia tan larga como la analítica. Y el caso Osherof fue tremendamente significativo. Rafael Osherof era un médico de 42 años, que en 1979 fue ingresado en la famosa clínica psicoanalítica de Chesnut Lodge con síntomas de depresión. Durante 7 meses fue tratado con cuatro sesiones de psicoterapia analítica a la semana, negándosele toda medicación pese a su requerimiento. Por fin, el paciente fue traslado a otra clínica, donde fue tratado con medicamentos y en tres meses pudo ser dado de alta. En 1982 Osherof denunció a la Chesnut Lodge por procedimiento ilegal, basándose en que se le debería haber administrado una medicación de demostrada eficacia en lugar de dejarlo vegetar durante siete meses. Un jurado de arbitraje le compensó con 350.000 dólares. La resolución del caso dio la impresión de que tratar enfermedades psiquiátricas sólo con psicoanálisis era ilegal. Aunque ningún tribunal había fallado de forma definitiva que los tratamientos biológicos eran imprescindibles, a partir de entonces cualquier médico que tratara a pacientes sin psicofármacos corría el riesgo de incurrir en falta grave. En la Chesnut Lodge se introdujeron los tratamientos farmacológicos, lo que no ha podido evitar su reciente cierre final, pese al enorme prestigio acumulado.

El psicoanálisis se fue desmedicalizando a sí mismo, evolucionando más allá de la medicina psiquiátrica, hacía un espacio etéreo de artes y letras, donde parecía no tener problemas. Y sin embargo, el volumen de las enfermedades psíquicas no cesaba de aumentar. Estudios estadísticos dijeron que en 1990 el 10,3% de todos los americanos había tenido un episodio depresivo en los 12 últimos meses; otro 20% había sufrido algún trastorno fóbico, y otro 5%, ansiedad generalizada. Dichas dolencias, por tanto, parecían ser muy comunes, y para quienes las sufrían fue una buena noticia la aparición en el mercado de una panoplia de psicofármacos eficaces para los casos leves y que apenas tenía efectos secundarios aunque no tenían éxito en las enfermedades psíquicas más severas, para las cuales ya existían los antidepresivos tricíclicos y los neurolépticos. Pero, en cierto modo, era una mala noticia para la psiquiatría, porque los pacientes comenzaron a ver a los médicos más como meros transmisores de los nuevos productos que como consejeros capaces de utilizar la propia relación con fines terapéuticos. Con la introducción de esta "psicofarmacología cosmética", la psiquiatría había cerrado un círculo.

La historia de la "psicofarmacología cosmética", el uso de drogas con pocos efectos secundarios para eliminar la ansiedad cotidiana y la depresión leve, comenzó con la llegada del Meprobamato, la llamada "píldora de la felicidad", que salió al mercado en 1955 y cuya demanda fue muy superior a cualquier fármaco jamás vendido en Estados Unidos. Luego vino la primera benzodiacepina, el Librium, al que posteriormente suplió con mayor ventaja otra benzodiacepina, el Valium, comercializado en 1964. En 1970, una mujer de cada 5 y un hombre de cada 13 tomaba habitualmente benzodiacepinas, que los psiquiatras recetaban con mayor o menor entusiasmo en los casos leves y como alternativa a la psicoterapia. Pero hubo problemas, porque las benzodiacepinas resultaron ligeramente adictivas, en el sentido de que los pacientes empeoraban cuando dejaban de tomarlas, y su uso fue oficialmente restringido. Las ventas descendieron, pero los laboratorios farmacéuticos se percataron de que en los tranquilizantes menores estaban los mercados del futuro.

Cuando las empresas altamente competitivas lanzaron al mercado productos psicotrópicos, comenzaron a deformar el sentido propio del diagnóstico psiquiátrico. Tratando de hacerse hueco en el mercado, las empresas farmacéuticas aumentaron y ampliaron las categorías de las enfermedades. La disponibilidad de un tratamiento medicamentoso conducía a un aumento de la aceptación del trastorno que podía beneficiarse de dicho tratamiento. Se puede poner el ejemplo del llamado "trastorno del pánico", descrito en 1964 por Donald Klein, desgajándolo como entidad clínica diferente del "trastorno de ansiedad". Klein logró que un laboratorio farmacéutico le financiase un estudio para demostrar que los ataques de pánico podían prevenirse con medicación, y como también formaba parte del equipo que estaba redactando el DSM-III, consiguió que el "trastorno del pánico" fuese incluido en el mismo como entidad clínica independiente en 1980. Al año siguiente la compañía Upjohn comercializó un nuevo tipo de benzodiacepina supuestamente no adictiva, el Alprozolan o Trankimazin, presentándolo como específico contra la entidad clínica recientemente creada. Pues bien, en los años 90 el Trankimazin se convirtió en uno de los fármacos más en boga, recetados por muchos psiquiatras con la esperanza de acabar con la epidemia de "pánico" que asolaba a la nación americana. Hoy se sabe que el Trankimazin es la benzodiacepina que más adición produce.

Después llegó la Fluoxetina (el Prozac), un antidepresivo "limpio" y que no engordaba. El lanzamiento fue tal que todo el mundo quería probarlo, y si se le preguntaba al presunto paciente si estaba deprimido contestaba que ¡por supuesto que sí!. El Prozac se lanzó en 1987, y tres años después ciertos investigadores demostraron que también podía ser útil en el "trastorno de pánico" y en el "trastorno obsesivocompulsivo", y que además podía transformar la personalidad en sentido positivo. Como resultado de todo ello, en 1993 casi la mitad de todas las consultas a psiquiatras americanos lo eran por trastorno de ánimo. Y no sólo eso: con ayuda de los medios de comunicación, el Prozac se extendió entre el público como una panacea capaz de arreglar los problemas de la vida, incluso sin estar enfermo. Aquí se centraba parte fundamental del mercado de la Fluoxetina: con la promesa de una personalidad sin problemas y con menos peso, el nuevo psicofármaco despegó más rápido que ningún otro en la historia. En 1994 era el segundo fármaco más vendido en todo el mundo, después del Zantac, un producto para la úlcera de estómago. El cienticismo de la psiquiatría biológica se dedicó a transformar todo un cúmulo de dificultades humanas en la escala de la depresión -considerada ahora como la enfermedad más frecuente-, haciéndolas todas curables con un fármaco milagroso. Esa transformación fue posible sólo porque la psiquiatría biológica se había enredado ella misma con mucha fuerza en la cultura corporativa de la industria del fármaco.

Hace muy pocos años que ha caducado la patente de la Fluoxetina, que se ha convertido en un "fármaco genérico" que se puede vender a mucho más bajo precio. El laboratorio que lo había patentado ha perdido todo interés en ese producto, poniendo todas sus energías en el lanzamiento de otro psicofármaco "limpio", la Zyprexa, un antipsicótico de la última generación. El nuevo producto, específico contra la esquizofrenia, ha batido el récord de ventas. Concretamente en España, la Zyprexa se ha convertido en el medicamento de mayor facturación. No podrá extrañar que en los próximos años se multiplique el número de esquizofrénicos y de psicóticos en general. Y por si fuera poco, los medios de comunicación no paran de lanzar nuevas enfermedades, nuevos síndromes. El último, el "síndrome postvacacional" ¿Se estará preparando un nuevo fármaco para combatirlo?.