Las emociones prohibidas, por Huriel Schifman



Las emociones prohibidas, por Huriel Schifman

Huriel Schifman

La agresión, la ansiedad y las obsesiones son corazas que encubren nuestros miedos más profundos. Todos tenemos puntos vulnerables donde debido a nuestra historia personal se despiertan ciertas emociones que nos resultan demasiado peligrosas como para expresar en público, o incluso para sentirlas nosotros mismos. Cuando una situación del momento nos mueve esta emoción "prohibida" tendemos a esconderla rápidamente y cubrirla con una emoción falsa. Cada vez que escondemos un sentimiento aparece la pseudo-emoción encubridora y en nuestro interior nos culpabilizamos por el fraude que hemos cometido contra nosotros mismos. El mecanismo es tan rápido que no podemos utilizar la inteligencia y experiencia para solucionar el problema en el acto.


Si el conflicto emocional es grave, es posible que necesitemos la ayuda de una persona experimentada (un psicoterapeuta, un coach o un amigo comprensivo y sincero). Pero para mejorar nuestra situación no es necesario llegar a comprender el entramado del problema. Basta experimentar la emoción prohibida para que con ello cambie nuestra visión. Si nos atreviésemos a sentir nuestras reacciones espontáneas, dejarían de interponerse sombras del pasado y seria más fácil vivir el momento antes de distorsionarlo y mal interpretarlo. Tras experimentar las emociones prohibidas, podemos utilizarlas convenientemente en lugar de que ellas nos "utilicen" a nosotros. Esto puede hacerse sin ayudas externas. Por eso puede llamársele autoterapia. He aquí un procedimiento:

Primer paso: Reconocer una reacción inapropiada
Cuando notemos que estamos reaccionando con falsedad ante una situación podemos preguntarnos: "¿Por qué me he sentido dolido?". A menudo nos cuesta reconocer este dolor, y por algo lo tratamos de encubrir rápidamente.

La agresión, la ansiedad y las obsesiones son reacciones inapropiadas, pues no son emociones genuinas, sino corazas que nos impiden sentir plenamente y encubren nuestros miedos. La tensión emocional, muchos dolores de cabeza y los síntomas psíquicos de ansiedad, como la dificultad respiratoria y las palpitaciones, son indicadores de que nos estamos ocultando algo a nosotros mismos.

Segundo paso: Sentir la reacción inapropiada
En ocasiones tratamos de evitar sentir incluso esta falsa emoción. Es importante sentirla por muy irracional que parezca, pues no hay atajos que nos lleven al inconsciente. No podemos llegar a conocer la verdadera emoción si no comenzamos pon sentir la falsa que está encubriéndola.

A veces la emoción aparente nos parece peligrosa ("estoy tan furioso que podría matarlo"). Como no es necesario que la llevemos a término, pues pensamientos y acciones son fenómenos separables, el mero hecho de sentirla no puede hacer daño. Podemos escribirla, gritarla o llorarla, que suele ser preferible a tragarla.

Si tratamos de explorar una falsa emoción que hayamos tenido hace poco podemos revivirla contándola a un buen amigo que sepa escuchar.

Supongamos que estamos escondiendo un sentimiento tras un dolor de cabeza. Hagamos como un buen detective y busquemos pistas en el camino. ¿Cuándo comenzaron los síntomas? ¿Qué nos había sucedido? ¿Cómo nos sentíamos?

Tercer paso: Profundizar en la investigación
¿Qué otros sentimientos surgieron justo antes de aparecer la falsa emoción? No tratemos de buscar tan pronto la emoción verdadera. Basta que recordemos las sensaciones breves que precedieron a la falsa: ¿Miedo? ¿Furia? ¿Tristeza?

Cuarto paso: ¿Qué recuerdos me trae?
¿Hemos reaccionado alguna otra vez de forma similar? ¿Qué recuerdos nos trae esta situación? ¿Hemos notado similitudes con antiguas reacciones ante hechos parecidos?

Si con todas estas preguntas aún no descubrimos ninguna pista importante, podemos tratar de observarnos desde el exterior. ¿Qué nos parecería si otra persona actuara tal como lo hemos hecho? ¿Qué sospecharíamos que oculta?

En este paso no conviene entretenerse buscando razones ni motivos. Dediquemos mejor la atención a buscar y sentir la emoción que desencadenó todo el proceso. La habremos hallado cuando sintamos que la falsa emoción pierde todo su valor o simplemente se desvanece.

Quinto paso: Desentrañar la estructura
Es preferible no perder el tiempo buscando razones. Tan sólo sacar a la luz ambas emociones falsa y verdadera. Puede que logremos predecir para situaciones posteriores cuál será nuestro probable mecanismo. Y a partir de este descubrimiento es más fácil que nos dé tiempo a vivir la verdadera emoción sin que se ponga en marcha el mecanismo automático y culpabilizante. O por lo menos pasaremos menos tiempo perdidos entre falsedades.

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