“No son valientes los que no tienen miedo, sino los que acaban conquistándolo”




EL APRENDIZAJE INADECUADO DEL MIEDO
Dirigido especialmente a los siguientes trastornos: Pánico, Agorafobia, Obsesiones, Hipocondría, Fobias específicas, Fobia social y Ansiedad Generalizada.
Desde el comienzo de la vida, el ser humano cuenta con un potencial innato, una herencia biológica, genéticamente transmitida, que representa la materia prima, la esencia a partir de la cual puede empezar a construir su personalidad.
La herencia de unos rasgos morfológicos y fisiológicos determinados ha supuesto para la especie humana, el resultado de un largo y sofisticado proceso de selección natural que ha tenido como fin último la adaptación al ambiente.
Así por ejemplo, el llanto en el recién nacido es una conducta innata de la especie humana que tiene como misión asegurar su autoconservación, pues gracias a ella, ha podido sobrevivir. La selección natural ha eliminado los genes de aquellos antepasados nuestros, cuyo llanto era débil o que tardaba en manifestarse puesto que de esta forma, dejaban de avisar a sus madres del peligro del depredador que les acechaba en la sabana.
El bebé ignora por completo la utilidad del llanto, de esta conducta adaptativa grabada en sus genes que ha perdurado a lo largo de los siglos favoreciendo nuestra supervivencia. Sencillamente la expresa a fuerza de pulmón. Sin embargo, a medida que crece e interactúa con su entorno, su cerebro madura y es entonces cuando empieza a aprender que al llorar, obtiene alimento, caricias o abrigo, es decir, aprende a utilizar el llanto para conseguir la atención que necesita. Es pues a partir de este aprendizaje cuando el niño comienza a tener un control sobre su entorno y a moldear su personalidad que originariamente no estaba definida.
El papel del aprendizaje es fundamental a la hora de comprender por qué muchos de los mecanismos que hemos heredado de nuestros antepasados y que han hecho posible que estemos actualmente sobre la faz de la Tierra se vuelvan en un momento determinado desadaptativos y nos produzcan sufrimiento.
Este es el caso de la ansiedad, gran aliada del hombre primitivo, expuesto a tantos peligros cuando andaba por la selva. De pronto, oía un ruido y veía cómo un tigre con dientes de sable salía del follaje dispuesto a devorarle. ¿Qué hubiera ocurrido si no se le hubiera disparado en milésimas de segundo ese mecanismo de alerta en su cerebro avisándole del peligro inminente?.
Su cerebro inmediatamente envió la alarma al resto de su organismo: sus músculos se tensaron, su respiración se hizo rápida mandando abundante oxígeno a su corazón, la adrenalina cabalgaba libremente por sus venas, sus pupilas se dilataron...todo ello era una súbita preparación del organismo que tenía como fin luchar, o mejor dicho, correr y subir al árbol más próximo para ponerse a salvo y no ser devorado por aquel animal salvaje.
Gracias a la rápida y eficaz respuesta fisiológica de nuestro primitivo amigo, nosotros estamos aquí y cada vez que hay peligro tenemos la misma forma de reaccionar, a la que denominamos ansiedad.
Como podemos comprobar, una vez más, hemos heredado este poderoso mecanismo de la ansiedad que nos avisa de los peligros reales o que nos prepara para la acción, para la competición o para la lucha y que nos hace altamente eficaces en esas determinadas situaciones.
Sin embargo, ocurre que esa gran aliada nuestra puede llegar a traicionarnos. ¿Cuándo pasa esto? Cuando se dispara en momentos que no entrañan peligro real, en aquellas situaciones donde el riesgo es inexistente o la probabilidad de peligro es muy pequeña (miedo a volar, a conducir, miedo hacia determinados animales, a las alturas, al ascensor...) o ante situaciones donde sí hay algo que está en juego y se requiere una actuación especial, pero la ansiedad es desproporcionada (miedo a hablar o a tocar un instrumento en público, a los exámenes...). En estos casos, la ansiedad en vez de cumplir su verdadera misión, la de facilitar nuestra adaptación y hacernos eficaces, se convierte en boicoteadora de nuestros verdaderos fines produciéndonos malestar.
En el proceso de esta reversión, de pasar de ser facilitadora a ser boicoteadora, interviene el aprendizaje inadecuado del miedo, el cual es esencial para comprender por qué a partir de una mala experiencia que nos produce temor se acabe desarrollando finalmente un trastorno psicológico.
Pongamos el caso de una persona que un día tiene un accidente de coche. Sale afortunadamente ileso pero se asusta muchísimo. A partir de ese momento algo pasa. Cada vez que entra en su coche y se dispone a conducir, su mente se ve invadida por terribles imágenes de accidentes, sus pensamientos son catastróficos pues cree que va a morir inevitablemente y su cuerpo reacciona súbitamente con una gran cantidad de ansiedad: palpitaciones, taquicardia, sudoración, espasmos...Ha aprendido a asociar conducir (una situación que para él antes era neutral) con peligro. Sin embargo, si en ese momento estuviera en sus manos comprender que se trata de una falsa alarma provocada por la experiencia negativa que tuvo, que lo único que está ocurriendo es que su cuerpo ha disparado el mecanismo innato del miedo y que lo único que debe hacer es aguantar el trago hasta que se le pase, podría desconectar esta asociación mal aprendida, conducir-peligro, pues comprobaría que a pesar de lo desagradable del momento (más adelante explicaré por qué es tan desagradable), nada de lo que teme puede pasarle, es decir, comprobaría que sus temores son infundados y que no existe ningún peligro real, por mucho que se lo hubiera creído en el momento y acabaría controlando la situación sin más consecuencias.
Pero desafortunadamente, esto no suele ocurrir así. Los pensamientos acaban disparando, como ocurrió con el hombre primitivo, el sistema de alarma, provocando las reacciones fisiológicas y éstas, a su vez aumentan todavía más los pensamientos catastróficos, formando un bucle, un círculo en el que la persona se encuentra inmersa. Para ponerse a salvo reacciona saliendo del coche, conducta que en principio puede parecer lógica, porque al hacerlo así siente un alivio inmediato. Sin embargo, al realizarla, está conectando más la falsa creencia de que esa situación, coche-conducir, es realmente peligrosa y la próxima vez actuará evitando / escapando más y tendrá más miedo. Ha aprendido de esta forma a tener una fobia. En definitiva, está diciendo a su mente y a su cuerpo que lo que teme es verdaderamente peligroso y evitará conducir, subir en coche, etc. generalizando ese miedo a más y más estímulos que estén directa o indirectamente relacionados con él. Justo lo que cree que le está poniendo a salvo, le está manteniendo el miedo a largo plazo

El aprendizaje inadecuado del miedo se da en todos aquellos problemas emocionales que se basan en una desproporcionada ansiedad: fobias específicas, fobias sociales, agorafobia, pánico, obsesiones, trastorno de estrés postraumático, etc. Lo que cambia son los estímulos o situaciones que provocan el miedo y el contenido de los pensamientos de tipo catastrofista. En la fobia social, los estímulos serían las personas o las situaciones interpersonales, en las específicas determinados objetos o animales, en la agorafobia determinados lugares, en las obsesiones pensamientos concretos, en el pánico determinadas sensaciones fisiológicas etc.
Una de las razones por las cuales el ser humano huye fácilmente frente a las reacciones de temor, es la desagradable respuesta emocional que provoca el miedo. En el ejemplo del hombre primitivo, el mecanismo de la ansiedad se disparaba con el fin de prepararle para la acción: luchar, correr, trepar..., pero como hoy en día por lo general, no nos encontramos delante de ningún tigre feroz, no salimos corriendo despavoridos y como consecuencia, nuestro cuerpo cae en un estado de hiperventilación que provoca sensaciones extremadamente desagradables que, aunque inocuas y nada peligrosas, son difíciles de soportar.
El miedo es fruto de un aprendizaje inadecuado y puede desaprenderse utilizando la metodología adecuada. La investigación en Psicología ha demostrado que técnicas de tratamiento como la exposición in vivo consistente en un afrontamiento progresivo y controlado del miedo, es altamente eficaz para la superación con éxito de este tipo de trastornos, acompañado de otras técnicas dirigidas al control de los pensamientos y las emociones negativas.
El tratamiento cognitivo-conductual tiene éxito en la mayor parte de los casos (85-90%). Su eficacia se basa en teorías que han sido ampliamente demostradas por la investigación experimental.

“No son valientes los que no tienen miedo, sino los que acaban conquistándolo”
fuente: Victoria González Alfonso

Colegiada CV7455

http://www.terapia-conducta.com/art1.htm

Nuevos aportes a la comprensión de mecanismos obsesivos


Nuevos aportes a la comprensión de mecanismos obsesivos



Reprodución del trabajo presentado en las
II Jornadas Aragonesas de Psicología de Octubre de 1993
Autor: Jose Luis Catalan Bitrian
Palabras Claves: PSICOTEEAPIA OBSESION
La simulación de conducta por métodos artificiales para la construcción de servomecanismos, sensores y sistemas expertos en la toma de decisiones, han reforzado poderosamente la idea de que la conducta se reorganiza jerárquicamente con subsistemas de relativa autonomía y autocontrol (1).

Esta idea jerárquica de la organización de la conducta está de acuerdo con la hipótesis piagietiana de las habilidades sensorio-motrices que constituirían la base de la acción más compleja.

La mayoría de las obsesiones se centra más en requisitos básicos para llevar a cabo un propósito que en el hecho de que éste último fuese problemático. Es más atasco en el manejo de medios que en el establecimiento y sostenimiento de finalidades.

Si consideramos las rutinas básicas adquiridas como servomecanismos inducidos por acciones más complejas, la conducta obsesiva se nos aparecería como el caso de un programa mal diseñado cuyas condiciones de éxito difícilmente se cumplen, entorpeciendo por esta razón la fluidez del curso de la acción.


El fracaso en el cierre del acto


La pragmática del acto intencional (2) cuenta con tres momentos básicos en los que un acto se inicia, desarrolla temporalmente su curso realizativo y finaliza (querer-hacer, hacer y haber-hecho).

El momento de inicio de un acto, sobre todo si pensamos en actos rutinarios al estilo de anotar un número o apagar un interruptor, se establece por esquemas organizativos de clase superior (siguiendo los ejemplos anteriores, podrían tratarse de anotar una dirección o salir de casa).

El momento de finalizar un acto consiste en realizar una evaluación rápida acerca de si se han cumplido las condiciones de satisfacción para ese acto.

El fracaso del cierre del acto se da en la obsesión por:

- deslizamiento conceptual de objetivos y condiciones
-inseguridad de haber realizado otra operación distinta o contraria
-inseguridad acerca de si algo ha sucedido realmente o si se trata de un recuerdo engañoso
- inseguridad de que haya pasado desapercibido un error
- inseguridad de que el cerebro esté funcionando correctamente

Se pueden entender estos casos de fracaso del acto no tanto como falsas percepciones cuanto temores que apuntan a una desconfianza acerca del funcionamiento mental.


Transgresión de categorías cognitivas convencionales


Las máquinas de traducción automática están forzando a la lingüística y a las ciencias cognitivas en general al estudio de cómo ser organiza el conocimiento, de forma que pueda ser expresado en diferentes lenguas naturales (3).

Las dificultades de elaborar las ambigüedades del lenguaje y establecer cómo se organiza el conocimiento han ido poniendo de manifiesto el papel del contexto, la categorización y la tipicidad semántica (4).

La relevancia que posee alterar los prototipos cognitivos del significado de /limpio/, /ordenado/, /seguro/, etc. puede tener graves implicaciones en la conducta obsesiva.

Así, por ejemplo, cuando se entiende por suciedad no sólo las manchas visibles o el tacto pegajoso de la mano, sino también una suciedad invisible o una falta de brillo o blancura de la mano que conducirán a que se produzca una evaluación de fracaso de la conducta de lavado.


Y si..


Los algoritmos utilizados para controlar la conducta básica forman parte del aprendizaje de esa conducta y por lo general funcionan de forma transparente al sujeto. No obstante aun la conducta más simple puede ser problematizada y ello conduce a interferir su curso espontáneo.

Se supone que hemos aprendido a caminar correctamente, a utilizar las posturas corporales adecuadamente, a utilizar el lenguaje de una forma bien construida y, en fin, todos los recursos operacionales que nos entregan datos y maniobran nuestro cuerpo según nuestro deseo.

Pero en la obsesión, el sujeto se plantea una profunda desconfianza y actúa como si el cuerpo se fuera a rebelar y conducirle a las más siniestras situaciones. Este temor es el motor de un conjunto variopinto de sospechas (y si tuviera un impulso asesino.., y si me hubiera dejado la llave de gas abierta...)

Conforme se practica la desconfianza aumentan la frecuencia e intensidad de las sospechas, la vigilancia y toda suerte de mecanismos de control. Se llega al punto en el que lo que teme el obsesivo y lo que hace para defenderse de ese temor, entran en tan íntimo comercio que producen una confusión gradual y una penosa inseguridad sobre la calidad de su rendimiento.


Supuestos pragmáticos


La pragmática ha estudiado el papel que cumplen ciertos supuestos conceptuales que no necesariamente están explícitos pero que proporcionan el contexto en el que la conducta se hace inteligible (5).

Beck (6) ha explotado en su análisis de la depresión los "supuestos depresógenos". De igual modo podríamos hablar de supuestos obsesivos cuya detección y análisis pueden jugar un papel decisivo en la psicoterapia.

.La idea de que la obsesión es algo así como la introducción de una locura que está generando.
.El control es imposible, por lo que iniciado un impulso no hay forma de parar bajo pena de arrastrar las más peligrosas consecuencias.
.No hay participación voluntaria en la ideación obsesiva.

En ocasiones los supuestos se mezclan con ideas supersticiosas y/o acientíficas con las que el sujeto se justifica


¿En qué puede fallar mi cerebro?


Podemos aspirar a la realización de deseos complejos siempre que podamos confiar en nuestro bagaje de recursos disponibles. En la obsesión, muy ligada a procesos depresivos, existe una notoria visión reducida de la imagen propia, instalándose creencias de auto-ineficacia e indefensión que hacen aparecer inquietantes hipótesis de un mal funcionamiento psíquico.

Estos temores suscitan a su vez conductas defensivas.. Una búsqueda extraordinaria de seguridad acaba interfiriendo en conductas de naturaleza semiautomática que funcionan óptimamente en un régimen de desatención.

Los lenguajes de inteligencia artificial suelen presumir de poseer cualidades no procedurales, es decir, trabajan con múltiples soluciones. Mientras que una pregunta de tipo precedural se conforma con la primera respuesta correctaun_dato_correcto(X) - X=A

una pregunta de tipo no procedural busca agotar todas las respuestas posiblesun_dato_correcto(X)- X=A,B,...Z

Cada vez que se necesita sacar una conclusión, utilizando el último tipo de preguntas, se establecería una diferente para cada uno de los diferentes puntos de partida.

Esta conducta exploratoria es similar a las sospechas y temores obsesivos cuya pregunta es:que_podría_estar_estar_fallando(X) - A,B,... Z

La conducta exploratoria es adecuada bajo ciertas circunstancias, pero suele ser ineficaz cuando más que explorar lo adecuado es utilizar una rutina ya comprobada en la historia del aprendizaje.


La creación de lo temido


Hay un mecanismo de especial peso en el mantenimiento y crecimiento de las obsesiones, y es aquel por el cual el sujeto pretendiendo exorcizar lo temido lo crea con sus exceso de celo.

Esto es lo que viene a suceder si se tiene miedo de que aparezca un impulso asesino y al sujeto no se le ocurre cosa peor que coger fuerte un cuchillo para que "no se escape", o temiendo quedar "enganchado" a una idea horrorosa que ese mismo temor encienda la mecha de la primera vez que lo hace.

En este mecanismo magnificador del miedo el sujeto parece ir hacia lo que teme empujado por algún tipo de fuerza imposible de controlar, excitando el miedo como una liebre que corriera tras una zanahoria que se ha colgado ella misma ante la cara, o mejor aún, como una de esas estructuras recursivas autogeneradas y autoperpetuadas que Hofsttadter (7) nos ha mostrado.

El desfallecimiento ante la idea de estar sucumbiendo parte de:

.la premisa de estar desarmado

.de la confusión entre lo que provoca y lo que interpreta como acaecido sin su consentimiento (v.gr. producido por trastorno cerebral)

.de lo que tiene de prueba de descontrol el fracaso del control habido hasta ese momento (la imposibilidad de cambiar una vez que se ha empezado mal).


Causalidad mágica y superstición


La tremenda sensación de vivir en una pesadilla que pueda terminar en tragedia propia o de algún allegado viene acompañada de la dependencia de un ritual cuyo cumplimiento evita o provoca la maldición.

Se pone preferentemente el énfasis en la de seguridad que proporciona el ritual y se desatiende la precaución previa de asegurarse de la realidad del peligro.

El sujeto se pregunta a sí mismo que podría ocurrir de malo y el cerebro responde con la misma diligencia que si se le hubiera pedido una lista de palabras que empiecen por 't' y terminen en 'a'. Para asombro del obsesivo, que espera que ningún suceso horrible pudiera surgir en ese momento, el cerebro le responde con A, B... Z diabólicas posibilidades.

El coqueteo con los posibles terrores antes los que uno se sentiría impotente tiene la virtud de irrealizar la indefensión del sujeto ante sucesos potenciales, le provoca suficiente ansiedad como para titubear, dar un paso en falso y dudar en exceso de su seguridad.

El abuso (adicción) del estudio de posibilidades aciagas que podrían suceder se convierte en un hábito contraproducente.

Cuanta más excesiva seguridad instala el obsesivo para evitar lo fatídico más un fatídico artificialmente poderoso vence imaginarias debilidades e indefensiones, desafiando poco a poco al triunfo de la acción cotidiana con la sombra de la sospecha.


Puntos claves para una psicoterapia de la obsesión


El considerar la obsesión como una especie de temor (dirigido fundamentalmente al propio funcionamiento mental o a la capacidades de desarrollar la estructura básica de la acción) sugiere el tipo de estrategia a seguir:

.exponer al sujeto a lo temido, esto es, aquello A,B,...Z que sucedería si no hiciera A1,B1,...Z1.

.preparar con recursos de control de la ansiedad para el momento en el que realice la exposición.

.elaborar la naturaleza de la obsesión ( oponer miedo a ataque de locura)

.clarificar los mecanismos concretos que han mantenido y acrecentando las obsesiones (los enumerados en los epígrafes anteriores y similares)

.en la medida que se tengan datos suficientes, explicar la historia genética de los síntomas con el fin de impedir la especulación de un origen genético, enfermedad mental, contagio, etc.

.realizar pruebas empíricas de que el sujeto posee control voluntario sobre la conducta (deshacer la quimera de la voluntad perdida) eligiendo para ello:

-ramificaciones menores y más sencillas de abordar -generalmente las más recientes o nuevas-
-técnicas de conducta paradójica
-técnicas de manipulación de la atención

.clarificar las categorías típicas que rigen normalmente el acto particular elegido por la obsesión (v.gr. que podemos entender por /limpio/, /seguro/, /correcto/ etc.) con toda suerte de ejemplos, demostración ad absurdum, y exposición minuciosa de argumentos.

.Discriminar la conducta de "sospechar", de forma que el sujeto tenga clara conciencia de cuando lo hace, qué efectos tiene, y por qué razón debería renunciar a ella. Las sospechas por lo general versarán sobre especulaciones que comienzan con el "y si...".

.trabajar las relaciones del nivel de ánimo/inseguridad, propiciando estrategias que permitan al sujeto una mejoría de su animación general que indirectamente refuercen la seguridad de sujeto de que realmente dispone de recursos básicos suficientes.

Asistencia Psicológica Ramon Llull

http://www.cop.es/colegiados/A-00512/obsecop.html

estresada estoy


Estrés
por Roberto Mainieri C.


CONTENIDO:

A. Definición: Qué es el estrés?
B. Tipos de estrés
C. Psicología del estrés

Enlaces a otros artículos del mismo autor

A. Definición - Qué es el estrés? Ir al final Siguiente sección

La palabra Estrés se deriva del griego STRINGERE, que significa provocar tensión. Esta palabra se utilizó por primera vez en el siglo XIV y a partir de entonces se empleó en diferentes textos en inglés como STRESS, STRESSE, STREST y STRAISSE.

En forma simplista, el estrés es a veces definido como una condición meramente muscular: "es una rigidez o endurecimiento de los músculos y del tejido conjuntivo que excede del tono necesario para su funcionamiento normal" . Sin embargo es mucho más que eso. El estrés es una respuesta importante. El Dr. en medicina Hans Selye, pionero en las investigaciones sobre el estrés, lo define como "una respuesta corporal no específica ante cualquier demanda que se le haga al organismo (cuando la demanda externa excede los recursos disponibles) . Esta respuesta es parte normal de la preparación del organismo para el enfrentamiento o para la huida. Así, por ejemplo, las pupilas se agrandan para mejorar la visión y el oído se agudiza, los músculos se tensan para responder al desafío, las frecuencias cardiaca y respiratoria aumentan de manera que la sangre es bombeada en forma más abundante y rápida para aumentar la llegada de oxigeno a las células y favorecer la demanda de las respuestas al peligro. Para ello la sangre es dirigida a áreas prioritarias, como lo son corazón, pulmones, riñones, hígado, músculos grandes y el cerebro. Funciones no prioritarias en ese momento, como la digestión y circulación periférica son disminuida en forma dramática.

En línea con la anterior definición, la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) postula que el estrés es "el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara al organismo para la acción". Para Richard Lazarus (1966) sería "el resultado de la relación entre el individuo y el entorno, evaluado por aquél como amenazante, que desborda sus recursos y pone en peligro su bienestar".

El estrés puede considerarse como una reacción física y emocional compleja. El Dr. Selye identifica 3 fases en el estrés: (1) se da una reacción de alarma en respuesta a un factor de tensión que activa el sistema nervioso autónomo, (2) la fase de resistencia ocurre mientras el cuerpo se aclimata y ajusta al factor de estrés, y (3) la fase de fatiga, si la tensión persiste por mucho tiempo, agregándose factores residuales que pueden llevar a la enfermedad y hasta la muerte. Las investigaciones han demostrado que el estrés excesivo es uno de los factores que contribuyen a el desarrollo de muchos males tanto físicos como emocionales.


B. TIPOS DE ESTRES
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1. Estrés y distrés.

El estrés actúa como factor de motivación para vencer y superar obstáculos. Puede decirse que es un elemento que nos ayuda a alcanzar el éxito, es el combustible para el logro de nuestras ambiciones. Este nivel normal y deseable podría denominarse simplemente como estrés. No obstante ese nivel puede ser superado llegando a ser potencialmente perjudicial; pudiéndose diferenciar tal estado con el nombre de ?distrés?. La diferenciación entre estrés y distrés que se ha hecho en este acápite, destaca la diferencia entre una condición necesaria y normal vs. otra que excede estos límites. Sin embargo a lo largo del trabajo, salvo en pocas excepciones, se utilizará la palabra estrés para designar lo que aquí hemos definido como distrés.

2. Estrés físico y estrés mental.

Algunos autores diferencias entre el estrés físico y el estrés mental, mientras que otros combinan ambas definiciones cuando hablan del estrés. Según un artículo en el Biomonitor, esta diferenciación depende de el origen o causa del estrés, definiendo al estrés físico principalmente como fatiga o cansancio físico. Puede expandirse esta definición para incluir exposición al calor o al frío, al peligro, o a sustancias irritantes. Por otro lado, el origen del estrés mental está en las relaciones interpersonales, frustraciones y apegos, conflictos con nuestra cultura o religión o por la preocupación por alguna enfermedad.

3. Estrés agudo.

El estrés agudo es el producto de una agresión intensa (aún violenta) ya sea física o emocional, limitada en el tiempo pero que supere el umbral del sujeto, da lugar a una respuesta también intensa, rápida y muchas veces violenta. Cuando el estrés agudo se presenta se llega a una respuesta en la que se pueden producir úlceras hemorrágicas de estómago como así también trastornos cardiovasculares. En personas con factores de riesgo altos, pueden tener un infarto ante situaciones de este tipo.

4. Estrés crónico.

Cuando el estrés se presenta en forma crónica, prolongado en el tiempo, contínuo, no necesariamente intenso, pero exigiendo adaptación permanente, se llega a sobrepasar el umbral de resistencia del sujeto para provocar las llamadas enfermedades de adaptación. Es decir que cuando el organismo se encuentra sobreestimulado, agotando las normas fisiológicas del individuo, el estrés se convierte en distrés. El estrés crónico puede darse ya sea por una exposición prolongada y continua a factores estresantes externos (como en profesiones como periodistas, ejecutivos, pilotos o médicos) o por condiciones crónicas o prolongadas de la respuesta al estrés (como en sujetos deprimidos y en el estrés postraumático). Aquí el sujeto se ve expuesto prolongadamente a las llamadas hormonas del estrés (catecolaminas, adrenalina y noradrenalina liberadas por el sistema nervioso simpático; y los glucocorticoides).

Algunos autores catalogan como estrés agudo al que ocurre dentro de un período menor a 6 meses, y crónico, de 6 meses o más .

5. Distrés por subestimulación.

Debemos tomar en cuenta que también hay distrés cuando existe subestimulación del organismo. Poseemos un ritmo biológico que cuando se encuentra en una inactividad exagerada, poco solicitado o en reposo excesivo, la irritabilidad y fatiga resultante son índice de estrés por subestimulación.


C. PSICOLOGIA DEL ESTRES
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El estrés se inicia con una actitud mental que se apoya principalmente en la percepción. En otras palabras, si una situación es percibida como estresante, se responderá de acuerdo a ello. Lo que es estresante para una persona, no lo será necesariamente para otra. Nuestro cuerpo nos prepara para el estrés, a través de caminos tanto conscientes como inconscientes. Primeramente un pensamiento se registra en el cerebro el cual consecuentemente activa el sistema nervioso del organismo. Una serie de eventos complejos ocurren en un período de tiempo extremadamente corto. Pensamientos que causan tensión o miedo durante este período de tiempo, incrementarán los intentos del cuerpo para prepararse para la lucha o la huida (aunque la mayoría de los estresores a los cuales nos enfrentamos hoy en día no son del tipo contra los que podemos pelear físicamente o huir pero que generan mayor tensión muscular de la que necesitamos). Todo esto ocurre independientemente de que sea o no realmente necesario. De permanecer la situación estresante, la tensión tenderá a aumentar con el pasar de los días (efecto de escalera).

En síntesis, el estrés se inicia como una actitud mental ante situaciones demandantes, y repercuten en la fisiología del individuo. El componente actitudinal a instado a estudiosos de la personalidad a desarrollar perfiles psicológicos de personalidad que indiquen la predisposición al estrés.

Son muchas las enfermedades psicosomáticas producidas por el estrés o desencadenadas o agravadas por el mismo. Hemos mencionado algunos pero es indudable que analizando la acción de las hormonas y estructuras involucradas podemos inferir su acción sobre enfermedades digestivas, como úlceras, diarreas y estreñimiento; nutricionales y metabólicas; trastornos articulares y musculares; sexuales y ginecológicos; etc. y por supuesto, como agente provocador y desencadenante de trastornos psíquicos, pudiendo llevar hasta la depresión.


1. Patrón de conducta y estrés.
Debemos plantearnos primeramente a qué llamamos un Patrón de Conducta. No es más que la forma habitual de ver y reaccionar ante el mundo. El concepto que se expone en este apartado, es el resultado de la observación de determinadas características psicológicas y conductales en pacientes con cardiopatía isquémica (pacientes tipo A) y en neoplasias (pacientes tipo C).

Estas observaciones llevaron a Prise (1982) a definirlo como las predisposiciones de determinados sujetos en cuanto a sus actitudes y el modo de afrontar situaciones condicionados por la escala de valores en uso en una sociedad determinada. Así el Patrón de Conducta de un sujeto reúne rasgos de personalidad, actitudes, creencias, conducta manifiesta y una determinada activación psicofisiológica.

1.1. Tipo A:

Los sujetos a los que se los denomina A, corresponden a perfiles psicológicos donde predomina una respuesta excesiva. Predomina la hiperactividad, irritabilidad, son ambiciosos, agresivos, hostiles, impulsivos, impacientes crónicos, tensos y competitivos, ya sea con su medio ambiente y con ellos mismos y sus relaciones interpersonales son problemáticas y con tendencia a la dominanción.

Los trastornos de personalidad según el DSM-IV, más frecuentes en este tipo de sujetos son los trastornos paranoide, esquizoide y esquizotípico de la personalidad. Los sujetos con estos trastornos suelen parecer raros o excéntricos.

Podemos mencionar entonces que los sujetos con Patrón de Conducta Tipo A con respuesta autonómica al estrés, poseen mayor predisposición a padecer patologías cardiovasculares. A su vez éstos tienen con frecuencia elevado el colesterol LDL y/o disminuido el colesterol HDL y acumulan asimismo otros factores de riesgo como obesidad, nicotinismo e hipertensión.

1.2. Tipo C:

El Patrón de Conducta Tipo C se presenta en sujetos introvertidos, obsesivos, que interiorizan su respuesta al estrés, pasivos, resignados y apacibles, extremadamente cooperadores, sumisos y conformistas, siempre controlando las expresiones de hostilidad y deseosos de aprobación social.

Los trastornos de personalidad listados en el DSM-IV que aparecen con más frecuencia en este tipo de sujetos son los trastornos por evitasión, por dependencia y obsesivo-compulsivo de la personalidad. Los sujetos con estos trastornos parecen ansiosos o temerosos.

Por otra parte los individuos con Patrón de Conducta Tipo C tienen estadísticamente mayor predisposición a reumas, infecciones, alergias, afecciones dermatológicas variadas e incluso el cáncer, este último asociado a la inhibición inmunitaria de la que padecen en general estos sujetos. El estado emocional predominante es displacentero, con miedo, ansiedad y depresión.

1.3. Tipo B:

Los sujetos con Patrón de Conducta Tipo B son en general tranquilos, confiados, relajados, abiertos a las emociones, incluidas las hostiles. El estado emocional es agradable por reducción de la activación o por activación placentera.

Los trastornos de personalidad listados en el DSM-IV, que aparecen con más frecuencia en este tipo de personalidad, son los trastornos antisocial, límite, histriónico y narcisista de la personalidad. Los sujetos con estos trastornos suelen parecer dramáticos, emotivos o inestables.

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Los Patrones de Conducta detectados, A, B, y C presentan en general características definidas que muchas veces permiten predecir algunos aspectos de su conducta como así también estadísticamente su riesgo patógeno.

Esto no implica qué características del A o el tipo C, por ejemplo, no aparezcan en otro patrón de conducta o su riesgo patógeno no coincida estadísticamente. En este sentido el DSM-IV advierte que hay que señalar que este sistema de agrupamiento, si bien es útil a efectos de investigación o docencia, tiene importantes limitaciones y no ha sido validada de forma consistente. Además, es frecuente que los individuos presenten al mimo tiempo trastornos de la personalidad pertenecientes a grupos distintos.

4. Género y estrés.

A juicio de algunos autores, en el sexo femenino el estrés se expresa más en la esfera afectiva, en tanto que en el sexo masculino se expresa más en la esfera conductual; diferencia que piensan que puede apoyarse en patrones culturales.

http://healthclub.fortunecity.com/hockey/91/estres.html