trastorno psicosomático


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término no tiene una definición precisa. En la mayoría de los casos se aplica a los trastornos que se consideran originados por factores psicológicos. Sin embargo, no existen trastornos físicos que estén originados exclusivamente por factores psicológicos. Es más, un trastorno físico necesariamente tiene que tener un componente biológico (un factor esencial para que ocurra la enfermedad).

Por ejemplo, para contraer la tuberculosis, una persona tiene que estar infectada por la bacteria Mycobacterium que causa la enfermedad. Pero muchas personas infectadas por el Mycobacterium tienen sólo una enfermedad leve o sencillamente no la padecen. Son necesarios otros factores para que se produzca la tuberculosis como tal enfermedad, lo cual incluye posiblemente una predisposición hereditaria, factores ambientales (como vivir en condiciones de hacinamiento), la presencia de desnutrición y el estrés social o psicológico (como la pérdida de un ser querido) y su consecuente reacción emocional, la depresión. Los factores biológicos, ambientales, sociales y psicológicos se combinan para que alguien infectado por el Mycobacterium enferme de tuberculosis. El término psicosomático abarca esta combinación de factores.

Interacción cuerpo-mente

El estrés social o psicológico puede desencadenar o agravar una amplia variedad de enfermedades, como la diabetes mellitus, el lupus eritematoso sistémico (lupus), la leucemia y la esclerosis múltiple. Sin embargo, la importancia relativa de los factores psicológicos varía ampliamente entre diferentes personas con el mismo trastorno.

La mayor parte de la gente, basándose en su intuición o en su experiencia personal, cree que el estrés emocional puede precipitar o alterar el curso incluso de enfermedades físicas más importantes. No está claro cómo estos factores estresantes pueden actuar de este modo. Las emociones pueden obviamente afectar a ciertas funciones corporales como la frecuencia cardíaca, la sudación, los patrones del sueño y el ritmo de las evacuaciones intestinales pero el establecimiento de otras relaciones parece menos obvio. Por ejemplo, no han sido identificadas las vías de comunicación y los mecanismos por los cuales interactúan el cerebro y el sistema inmune. ¿Puede la mente (el cerebro) alterar la actividad de las células blancas (leucocitos) de la sangre y con ello el sistema inmune? Si esto es así, ¿cómo se comunica el cerebro con las células de la sangre? Después de todo, los leucocitos de la sangre se mueven por todo el cuerpo por el flujo sanguíneo o en el interior de los vasos linfáticos y no están unidos a los nervios. Sin embargo, las investigaciones han demostrado que esas relaciones existen. Por ejemplo, la urticaria puede producirse por una alergia física o por una reacción psicológica. La depresión puede inhibir el sistema inmune, haciendo que una persona deprimida sea más predispuesta a ciertas infecciones, como las causadas por los virus del catarro común.

Por lo tanto, el estrés puede causar síntomas físicos aunque no exista enfermedad orgánica. El cuerpo responde fisiológicamente al estrés emocional. Por ejemplo, el estrés puede causar ansiedad, que a su vez activa el sistema nervioso autónomo y las hormonas, como la adrenalina, aumentan el ritmo cardíaco, la presión arterial y la cantidad de sudor. El estrés también puede causar tensión muscular, que producirá dolores en el cuello, la espalda, la cabeza o en otros lugares. La alteración emocional que desencadenó los síntomas puede ser pasada por alto si tanto el paciente como el médico asumen que éstos eran causados por una enfermedad orgánica. Pueden llegar a realizarse muchas pruebas diagnósticas infructuosamente, tratando de descubrir la causa del aumento del ritmo cardíaco, de los dolores de cabeza o de los dolores de espalda, por ejemplo.

Los factores psicológicos pueden influir indirectamente el curso de una enfermedad. Por ejemplo, algunas personas gravemente enfermas niegan estarlo o niegan su gravedad. La negación es un mecanismo de defensa que ayuda a reducir la ansiedad y hace más tolerable una situación amenazadora. Si la negación alivia la ansiedad, puede resultar beneficiosa. Sin embargo, la negación puede impedir que una persona cumpla un tratamiento, lo cual puede acarrear consecuencias graves.

Por ejemplo, una persona con diabetes que niega la necesidad de las inyecciones de insulina y el control de una dieta estricta, puede sufrir marcadas variaciones en los valores de azúcar en sangre y corre el riesgo de tener complicaciones como el coma diabético. De forma similar, un alto porcentaje de personas con presión arterial elevada (hipertensión) o epilepsia no toman sus medicaciones como deberían hacerlo.

La interacción cuerpo-mente es una vía de doble dirección. No solamente pueden contribuir los factores psicológicos al inicio o al agravamiento de una amplia variedad de trastornos físicos, sino que también las enfermedades físicas pueden afectar al pensamiento de una persona o a su estado de ánimo. Las personas con enfermedades graves, recurrentes o crónicas, generalmente se deprimen. Aunque la depresión en estas circunstancias puede aparecer como una reacción normal, el estado mental merece atención. La depresión puede empeorar los efectos de la enfermedad orgánica y se añade a los padecimientos de la persona. A menudo mejora estas situaciones un tratamiento adecuado como el uso de antidepresivos.

Una persona que está ansiosa o deprimida puede expresar una preocupación por un problema físico. Este fenómeno es más frecuente en las personas deprimidas que parecen incapaces de aceptar que sus síntomas son primariamente psicológicos. La depresión puede conducir a insomnio, pérdida de apetito, pérdida de peso y cansancio extremo. En lugar de decir “estoy tan deprimido”, la persona cree que la causa de su sintomatología es causada por un trastorno físico. Esto se conoce como depresión “enmascarada”. Algunas personas son capaces de admitir que se encuentran deprimidas, pero entonces tratan de explicarlo como resultado de un trastorno físico.

Síntomas de conversión

Un mecanismo por el cual el estrés psicológico y social puede producir una enfermedad es la conversión. En la conversión, la persona inconscientemente convierte un conflicto psicológico en un síntoma físico. Esto desvía su atención de un problema emocional perturbador hacia un problema físico que puede ser menos temible. Cualquier síntoma virtualmente imaginable puede transformarse en un síntoma de conversión. A veces un síntoma de conversión es una metáfora del problema psicológico. Por ejemplo, una persona con dolor en el pecho puede estar sufriendo simbólicamente el dolor de un corazón herido después de ser rechazado por un ser querido o una persona con dolor de espalda puede estar sintiendo que sus problemas son demasiado difíciles de soportar.

Un síntoma de conversión puede también originarse por identificación con alguna otra persona que tuvo dicho síntoma. Por ejemplo, una persona puede tener dolor en el pecho, sugiriendo la posibilidad de un ataque cardíaco, después de que alguno de sus progenitores, parientes o compañeros de trabajo hayan sufrido un ataque cardíaco previo. O un varón puede desarrollar el síntoma de dolor torácico a medida que se aproxima a la edad en la que su padre murió de un ataque cardíaco.

Finalmente, el síntoma de conversión puede no ser ni una metáfora ni el resultado de la identificación con otra persona, sino la reedición de un síntoma de un trastorno físico previo. Por ejemplo, una persona que una vez tuvo una fractura ósea dolorosa puede volver a sentir aquel tipo de dolor óseo como expresión de un síntoma de conversión. Una persona que presenta episodios de dolor torácico debido a una enfermedad coronaria (angina), puede en ocasiones experimentar un dolor similar como expresión de un síntoma de conversión (el dolor entonces recibe el nombre de seudoangina)

Los síntomas de conversión difieren del trastorno de conversión en que en éste los síntomas físicos se asemejan más a menudo a los de una enfermedad neurológica. Los síntomas de conversión son más leves y transitorios y afectan a personas que no tienen una grave enfermedad psiquiátrica subyacente. Cualquiera puede tener síntomas de conversión. Los síntomas pueden ser difíciles de diagnosticar para el médico y es probable que un paciente que los presente tenga que someterse a varias pruebas diagnósticas que aseguren que no existe un trastorno físico como origen de los mismos.

En general, los síntomas de conversión desaparecen con bastante rapidez tras una evaluación de los mismos y una confirmación por parte del médico. Cuando estos síntomas reaparecen o se prolongan y llegan a hacerse discapacitantes, la causa puede residir en un trastorno somatoforme.



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