Las obsesiones de Felipe II


Las obsesiones de Felipe II

AUTOR:JESÚS CALLEJO CABO

En sus últimos años, el rey Felipe II estaba obsesionado por cuatro asuntos: El Bosco, las reliquias, la alquimia y los perros negros.

1.- Los cuadros de El Bosco. En 1570 compró "El carro de heno" para colgar en El Escorial. Perseguía por Europa todas las obras del Bosco que pudiera adquirir, ya que le gustaba mucho el estilo del pintor flamenco. De esta manera consiguió para su monasterio la propiedad de “El jardín de las delicias” y la “Mesa de los pecados capitales", la cual era una de las obras preferidas del rey, que llegó a colgar en su dormitorio en 1574. Las obras estuvieron en El Escorial hasta la Guerra Civil momento en el que fueron trasladadas al Museo del Prado.

¿Por qué esta devoción por un pintor extraño que hacía alarde de gustos aparentemente tan contrarios a los de nuestro “rey prudente”? Dicen que El Bosco pertenecía a una sociedad secreta, herética, llamada los Adamitas, una facción desgajada de los Taboritas.

De ellos se puede decir que fueron los primeros nudistas convencidos de la historia: rezaban siempre desnudos mientras esperaban el Fin del Mundo. No admitían ninguna propiedad privada, pero lo malo es que tampoco respetaban la de los demás. Algunos autores, como Fraenger, han considerado que El Bosco pudo pintar El jardín de las delicias como ilustración de los contenidos de esta secta hereje. La escena representaría el Paraíso sensual de los Adamitas, libre de prejuicios y frustraciones y en íntimo contacto con la divinidad a través del amor espiritual y físico. Los “Hermanos del Espíritu Libre”, también así llamados en el siglo XIII, basaban su doctrina en la creencia de que tanto el bien como el mal dependían de manera exclusiva de la voluntad divina y de que, por tanto, el hombre no puede merecer la vida eterna por sus propios méritos. La humanidad, en consecuencia, estaba destinada a la salvación eterna y la existencia del infierno era una fábula. Todo esto les llevó a la depravación y a su disolución como secta.

2.- La acumulación de reliquias. En el monasterio se albergan más de 7000 reliquias. Incluso se dice que en su colección existen nada menos que 7.422 reliquias de lo más variadas. Se pueden encontrar desde la cabeza de san Hermenegildo a la grasa y algunos huesos de san Lorenzo, así como despojos de vírgenes, santos y mártires distribuidos en relicarios ubicados en altares, y a lo largo de todo El Escorial como instrumentos de protección. Con todos los huesos se podían recomponer 10 cuerpos enteros de santos, 144 cabezas y 306 brazos y piernas. La fe en las reliquias del monarca fue tanta que llegó a introducir el cuerpo del monje incorrupto Diego de Alcalá en el lecho de su hijo, el príncipe Carlos, que salió de su agonía al cabo de un mes, abriendo las puertas de la santidad al fraile franciscano fallecido un siglo antes. Mención aparte merece la milagrosa hostia incorrupta de El Escorial, con tres agujeros en su interior debidos a la bota de un soldado cuando la pisoteó en Gorcum (Holanda) en 1572, manando sangre por ellos al instante. Hoy puede ser vista tan sólo dos días al año: cada 29 de septiembre y 28 de octubre durante su solemne exposición en la basílica del monasterio. Felipe II contaba, en su nutrida colección de reliquias, con su propia copia a escala de la Sábana Santa de Turín, de 32 cm. fechada en 1590, una reproducción exacta que puede ser contemplada aún en sus aposentos del monasterio de El Escorial.

3.- La alquimia. Se ha considerado que el interés de Felipe por la alquimia era meramente material. No fue un adepto del arte sagrado, sino que pretendió utilizarlo para conseguir su objetivo, que era la obtención del oro que precisaba y para alargar su vida todo lo que pudiese. Mandó construir un laboratorio de “destilación” en El Escorial y se convirtió en el más importante de Europa. El interés de Felipe II también iba encaminado a la preparación de medicamentos químicos, faceta que posibilitó la entrada en España de nuevas corrientes como las de Paracelso. En ese laboratorio algo trágico debió ocurrir en el mes de julio de 1577 que se camufló como si se hubiera tratado del impacto de un rayo.

Los mayores destrozos de la explosión ocurrieron en la torre de la Botica, donde fundió sus campanas y quemó toda la madera. El fraile relojavascript:void(0)
Publicar entradajero, que tenía su celda cerca del carillón, se vio desde entonces acometido de una fuerte melancolía, dejó de comer y murió sin que nadie acertara a remediarlo a las pocas semanas.


4- Los perros negros: Uno de los episodios más enigmáticos que tuvieron lugar mientras se construía El Escorial ocurrió en el año 1577. Los monjes franciscanos aseguraban ver a un perro negro que daba portentosos saltos a la luz de la luna. Y sus aullidos de ultratumba eran claramente audibles.

También se oían en los subterráneos del monasterio, bajo los aposentos de Felipe II. El padre Villacastín -y tres monjes más- comprobaron que se trataba en realidad de un perro negro al que sujetaron con un collar y que pertenecía a un personaje de la Corte. El monarca entonces toma una decisión drástica y casi inexplicable: lo manda ahorcar de una de las ventanas del monasterio a la vista de todo el mundo, donde permaneció colgado hasta pudrirse.

Se rumoreó que el perro era Can Cerbero, el mitológico monstruo que protegía el acceso al Averno. El escritor Ricardo Sepúlveda contaba en 1888 que el perro negro se dejó ver en los momentos claves de la vida de Felipe II:

a) el día de la muerte del príncipe D. Carlos (1568)
b) el día de la muerte de la reina Isabel de Valois (1568)
c) el día de la muerte de Juan de Austria
d) el día del fallecimiento de Felipe II

Fray José de Sigüenza nos cuenta los últimos meses de existencia del monarca y su obsesión por el perro negro. En un diálogo que mantiene con uno de sus asesores, mientras estaba en La Fresneda (Teruel), pregunta:

- Y el perro negro ha vuelto a presentarse?
- Señor, desde que el padre Villacastín le dio caza y V.M. dispuso que le ahorcasen, no se le ha vuelto a ver en el Monasterio
- Yo le veo y le oigo en todas las partes, sus ladridos me despiertan. Es preciso hacer conjuros para que no vuelva, me causa miedo.

A medida que va avanzando en edad, la salud de Felipe II se iba deteriorando y los ataques de gota se repetían con mayor frecuencia. Llegará un momento en que no pueda firmar debido a la artrosis de su mano derecha. A finales del mes de junio de 1598 Felipe sufrió unas fiebres tercianas que le postraron en la cama, sufriendo dolores tan intensos que no se le podía mover, tocar, lavar o cambiar de ropa. A las cinco de la madrugada del domingo 13 de septiembre de 1598 fallecía Felipe II en el monasterio de El Escorial. Tenía 71 años y su agonía había durado 53 días.

fuente:http://www.laplaza.com.es