el sidrome del impostor


¿Se siente usted un fracasado a pesar de su éxito?, ¿le trae eso inconvenientes en su carrera y ascenso profesional?

En un estudio realizado en Estados Unidos, se encontró que entre la mitad y las dos terceras partes de los estudiantes universitarios experimentan el denominado “síndrome del impostor”.

Es decir que sienten que son un fracaso y viven con miedo de quedar expuestos como lo que creen que son.

Y lo mismo les ocurre a muchos profesionales y ejecutivos que, de ese modo, se ponen frenos inconscientes en su carrera, al creer que "no merecen progresar" y/o que si lo hacen "tarde o temprano los demás se darán cuenta de que son un embuste".

Todo comienza de chicos

Los adolescentes, cuando les va bien en el deporte, el arte o en sus exámenes, no se consideran brillantes o creativos, todo lo contrario: creen que engañaron a los demás. Adjudican su éxitos a la suerte, a los contactos o a un mayor esfuerzo que los demás, y no a sus propias habilidades mentales.

Estas personas corren un alto riesgo de sufrir depresión y ansiedad generalizada, todo esto agravado en el caso de las mujeres.

Cuando son más chicos, los que corren más riesgo de sufrir este síndrome son los que se sienten diferentes de sus hermanos, aquellos cuyos logros nunca fueron elogiados por sus padres y a los que constantemente se les transmitió el mensaje de que era esencial ser inteligentes y exitosos.

Esto crea una brecha entre la manera en que los percibe su familia y el modo en que lo hacen los demás.

Esto se agranda, cuando en la vida profesional consiguen empleos con responsabilidades considerables sin tener experiencia alguna o suficiente. A los 21 o 22 años, los profesionales sienten que los toman en serio cuando asesoran a personas que saben mucho más que ellos.

Madres e hijas

Entre las mujeres que corren más riesgo, están aquellas que observaban cómo sus madres hacían los quehaceres domésticos pero, al mismo tiempo, las instaban a seguir una carrera profesional. Al no poder recibir la educación y el empleo que deseaban, estas madres se propusieron que sus hijas lo hagan por ellas.

El resultado es que, inconscientemente, la hija no siente que ella sea la que triunfa cuando acumula éxitos.

El problema no se debe solo a factores individuales, sino que también deriva del cambio de una identidad colectiva a una identidad individualista que se dio en la sociedad desde 1950. Hoy en día la identidad se logra a través del desempeño educativo y profesional en vez de ser conferida por la clase, la posición familiar o por el género.

Esto sin lugar a dudas se vio aumentado por el consumismo. Tener un auto, un pantalón nuevo o una casa hablan por si mismo de quién soy. Pero como dijo Erich Fromm: “por más deslumbrantes que sean nuestra posesiones, a la hora de los sentimientos reales, tener no es sustituto de ser.”