Cuatro de cada cien niños tienen patología compulsiva


Cuatro de cada cien niños tienen patología compulsiva
Un estudio relaciona los casos más graves con padres con enfermades mentales


VERÓNICA MARTÍN SANTA CRUZ DE TENERIFE Hay niños que no pueden dormir por la noche porque tienen un temor atroz a que alguno de sus familiares muera o enferme. Hay niños que no son capaces de vivir sin que todo, absolutamente todo, esté en orden tal y como ellos entienden el orden. Se trata de niños que padecen algún trastorno obsesivo o compulsivo. El psiquiatra infantil del Hospital de Día Infantil y Juvenil Diego Matías Guigou y Costa, Pedro Javier Rodríguez, asegura que se trata de "entre un tres y un cuatro por ciento de los niños, aunque a las consultas llegan muy pocos porque sus síntomas se suelen confundir".
El especialista es coautor del Estudio descriptivo de una serie de pacientes con trastorno obsesivo compulsivo en el que se estudian once casos de forma sistemática y a lo largo del tiempo en niños tratados por su unidad. El psiquiatra infantil explica que "es muy importante acudir al Pediatra en cuanto se tengan sospechas de que puede haber comportamientos anormales" porque una de las principales conclusiones es que "cuanto más pequeños son los niños, mejor responden al tratamiento, necesitan menos psicofármacos y se curan en menos meses".

Temor a la muerte. Las obsesiones más frecuentes en estos niños son el temor a la muerte y a padecer una enfermedad, mientras que las compulsiones más habituales son la limpieza y el orden. El 55 por ciento de la muestra presentan, al mismo tiempo, otras enfermedades psiquiátricas y en el 65 por ciento de los casos alguno de los padres tiene un diagnóstico psiquiátrico.
Pedro Javier Rodríguez explica que hay dos tipos de trastornos "unos en niños de once o doce años en los que hay antecedentes familiares de enfermedad mental, que evolucionan más lentamente; y otros en pacientes de ocho o nueve años donde la obsesión o compulsión actúa de una forma más benigna y, normalmente, en un año están ya curados".
El especialista apunta que la diferencia entre estos trastornos y los "rituales del desarrollo que son obra del normal neurodesarrollo del niño está en que, en el caso de la patología, impide al niño realizar de forma correcta su vida".
Insiste en que "todos hemos ido saltando por la calle pisando sólo los adoquines de un color determinado o hemos ido contando los coches que pasan o nos ha gustado comer con determinado cubierto o plato" pero "el signo de alarma es cuando esas manías impiden el desarrollo normal de la vida". Por ejemplo, que el niño se niegue totalmente a comer sin ese tenedor al que está acostumbrado y pierda peso o que la negación de esas manías lleva a horas de conflicto. "Si ese tipo de cosas suponen dos o tres horas de pataletas diarias, entonces puede ser un problema que hay que consultar al pediatra".
En niños mayores, los síntomas podrían ser más sutiles porque, en ocasiones, al menor "le da vergüenza decir a sus padres que no duerme porque piensa todo el rato en la muerte", remarca el psiquiatra y explica que "en esos casos, hay que estar atentos a los signos secundarios como el rendimiento escolar, a que esté más irritable de lo normal o a los problemas de sueño".