Perdonarse



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Perdonarse
Enviado por Clau Navarrete el 20/02/2009 a las 17:14
Clau Navarrete

Los seres humanos por definición son imperfectos; cometen errores, muchos de los cuales los afectan a ellos mismos. Lo importante es saber que existe un camino de sanación, reparación y redención, aunque éste sea largo y arduo.

Algunas personas quedan tan heridas por los errores cometidos, que no logran perdonarse nunca más. Pasan la vida culpándose de sus malas decisiones, no cesan de castigarse por las faltas del pasado y se recriminan por lo que no les salió bien. Incapaces de superar el dolor y el daño sufrido, no pueden aceptar sus yerros como una instancia de cambio y aprendizaje. Se quedan pegados en la rabia, la culpa y la vergüenza. Desperdician el tiempo rumiando sus caídas y, paradójicamente, lamentando el tiempo que perdieron debido a ellas. Implacables, no se permiten ni perdón ni olvido.

Si usted se reconoce así de severo consigo mismo, ha llegado el momento de dejar de castigarse. Debe meditar por qué es tan duro e inflexible con su persona. Quizás es de aquellos que con el tiempo va agrandando las consecuencias perjudiciales de su conducta a tal punto que éstas, ya generadoras de una angustia desmesurada, no son susceptibles de ser digeridas. O acaso no posea la distancia emocional suficiente para evaluar con ponderación su propio comportamiento. O puede que usted sea tan exigente que encuentra desaciertos en demasiados actos de su vida. O quizás tanta autocrítica forma una totalidad demasiado grande e inabarcable, imposibilitando el análisis y elaboración de su real responsabilidad en cada caso. O quizás sea de los que no discriminan bien lo que efectivamente depende de su persona de lo que está fuera de su control y carga sobre sus hombros un exceso de peso. O puede ser de aquellos que experimentan una culpa tan colosal frente a los propios errores, que no encuentran nunca más sosiego después de haber cometido un desliz. En cualquier caso, su incapacidad de perdonarse le está amargando la existencia.

Los seres humanos por definición son imperfectos; cometen errores, muchos de los cuales los afectan a ellos mismos. Lo importante es saber que existe un camino de sanación, reparación y redención, aunque éste sea largo y arduo. Éste se inicia cuando se asume la propia responsabilidad en los hechos dolorosos y sólo termina cuando habiendo ya hecho el duelo por el pasado irreversible, se es capaz de enfrentar el futuro con el compromiso interior de no volver a repetir más la conducta destructiva. No es fácil aceptar verdades penosas acerca de sí mismo, expresar arrepentimiento, reconocer conflictos íntimos, aceptar lo irrecuperable o llorar por el tiempo perdido. Tampoco lo es derrotar el orgullo, decidirse a hacer cambios reales, rectificar el comportamiento, o pedir disculpas a quienes se ha herido. Pero lo más difícil de todo es dejar de castigarse y perdonarse a sí mismo.

Usted, que ha sido implacable y duro consigo mismo, dése tregua. Probablemente ha cometido faltas y ha tenido equivocaciones que le han costado caro en su vida, pero no es un delincuente como para merecerse un castigo tan largo y perjudicial. Se ha condenado, inmerecidamente, a cadena perpetua, de esa efectiva, inconmutable por buena conducta. En la época que sucedieron los hechos u omisiones de las cuales se arrepiente, no tenía la perspectiva, la serenidad, la sabiduría o la madurez que hoy le permiten ver las cosas de un modo tan diferente y juzgar su conducta como inconveniente. Está siendo injusto y poco compasivo con su persona. Pida luego la ayuda espiritual o psicológica que necesita para encontrar nuevamente la paz. Y entienda, por fin, que el mayor crimen de las personas no son sus errores, sino su incapacidad para salir de ellos. Siempre es posible expiar, reparar, pedir perdón y… perdonarse.

Eugenia Weinstein.