amaxofobia


La primera vez yo también dije: “¿amax… qué?”. Ahora sé que “amaxofobia” es un término compuesto por amaxos, que significa “carruaje”, y fobia, que todo el mundo sabe lo que quiere decir. Quienes padecen amaxofobia sienten miedo irracional a conducir.

Un amaxofóbico cuenta su experiencia así: “me saqué el carné hace años, pero apenas conduzco. La idea de ir a según dónde me da pánico. Es superior a mí. A veces saldría corriendo del coche, y siento que la cosa es cada vez peor”. Eso es la amaxofobia.

La sufren casi un tercio de los conductores, muchas más mujeres que hombres, y suele confundirse con una especie de inseguridad que se quita con la práctica de la conducción. Pero no siempre es así: la amaxofobia requiere algo más de atención.


El miedo es una reacción natural que adoptamos para protegernos de los peligros. Los amaxofóbicos aprenden a tener miedo de situaciones que se les antojan peligrosas pero en realidad son neutras. Tener eso claro es comenzar a descubrir la irracionalidad del miedo. Luego, será útil conocer las situaciones que producen miedo para combatirlo.

Manejar un vehículo es una actividad compleja que exige de quien la ejerce una plena capacidad para percibir los diferentes estímulos que lo rodean, seleccionarlos, compararlos con su experiencia previa, decidir la respuesta adecuada y ordenar los movimientos para que esta se ejecute en el mínimo tiempo posible. Y eso no es fácil.

Un conductor poco experimentado suele salir del coche cansadísimo a nivel intelectual. Y eso es porque ha realizado un extraordinario esfuerzo por captar todos los estímulos que existían allá por donde pasaba: la señal, el semáforo, el niño de la pelota, el coche de la izquierda, el de tres barrios más allá y hasta la señora que tendía la ropa en el balcón.

La experiencia nos enseña a simplificar y seleccionar sólo los estímulos útiles para decidir qué acción emprender en cada momento y cómo llevarla a cabo en el aspecto psicomotriz: antes de llegar a una curva no es lo mismo pisar suavemente el freno que hundirlo hasta tocar el asfalto con el pie. También la respuesta del coche será diferente.

Y es que el coche no hace nada que no le pidamos nosotros. Dicho con otras palabras: no hay que aprender a controlar el coche sino a controlar nuestros pensamientos y nuestros movimientos. Y de paso hay que comprender por qué cada uno de nuestros movimientos desemboca en cada una de las respuestas del coche.

La presión del entorno y el camino hacia la solución

La conducción es un hecho social. Cuando conducimos, nos comportamos tal y como somos fuera del coche, y es la misma ansiedad del tráfico la que saca lo mejor y lo peor de cada cual. La tranquilidad, la autoestima y la motivación por la conducción segura son básicas para convivir con el resto de elementos del tráfico. Es como decir aquello de “ande yo caliente y ríase la gente”, pero llevado al mundo del volante.

El miedo atenaza cada uno de los procesos que se llevan a cabo durante la secuencia de la decisión e incluso bloquea los pensamientos previos. Suele ocurrir que los amaxofóbicos predicen negativamente las situaciones a las que se enfrentarán: “no seré capaz”. Resulta necesario dejar de lado los sentimientos para que tomen protagonismo los hechos, tanto aquellos que afectan a la naturaleza del tráfico como aquellos que afectan a la naturaleza del conductor.

Ante el sentimiento de que el tráfico es un caos sin solución cabe preguntarse si es así realmente. Pormenorizando, veremos que cada conductor se mueve siguiendo unas determinadas directrices. De la misma forma, se puede rebatir el sentimiento de que “no seré capaz”: ¿cómo sé que no seré capaz? Quizá sé que en alguna ocasión no he sido capaz, pero no tengo la certeza absoluta sobre el futuro.

La única fórmula milagrosa contra la amaxofobia consiste en trabajar el miedo. Según la gravedad del caso, puede ser imprescindible la ayuda de un especialista. En cualquier caso, daremos a continuación las bases para comprender los puntos necesarios a fin de superar el problema:

Identificar sobre el papel qué situaciones concretas del tráfico hacen saltar la alarma.
Idear con sosiego una respuesta para cada situación.
Estudiar las respuestas en voz alta hasta interiorizarlas.
Volver a conducir acompañado de alguien que nos ayude a recordar las respuestas.
Conducir adaptándose a las circunstancias, haciendo y no sintiendo.

Para finalizar, es necesario recordar que un aprendizaje se compone de éxitos y fracasos. El camino puede ser largo, pero cada vez que alguien supera un escollo aumenta su probabilidad de superar el siguiente. De la misma forma, cuanto mayor control experimenta una persona, más fácil será su integración en el tráfico.

fuente:Vía | Fundación Mapfre, amaxofobia.com