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la punta del iceber



fuente:LI.
foro:webtoc


Hola a todos!

Soy nueva en este foro...

La verdad es que llevo un tiempo leyendo. Bueno, en realidad, hace un tiempo que me dio por leeros diariamente para calmar mi ansiedad que durante una época fue bastante fuerte, pero nunca participé aunque me pasé horas leyendo...hoy he vuelto a entrar y me han dado ganas de postear. Yo no tengo TOC, no diagnosticado ni nada de esto, y la verdad es que nunca he ido a un psicólogo. No sé si lo que me ocurrió a mí fue lo mismo, pero me he sentido muy identificada con algunos posts y sencillamente quería decir un par de cosillas con la esperanza de que quizá a alguien le sirva (me disculpo de antemano si digo cualquier cosa que pueda molestar!).

A mi me dio durante un tiempo por dudar de si quería a mi pareja, con quien estoy desde hace años, y lo pasé muy mal. Era algo completamente obsesivo y destructivo, muy en la linea que todos habéis descrito. Todo el día tenía esto metido en la cabeza, sin ser capaz de tomar una decisión en ningún sentido y sin sentir prácticamente nada más que ansiedad durante todo el día, dándole vueltas sin llegar a ninguna parte. Con sus más y sus menos, y aunque no era este el único ni verdadero motivo de mi ansiedad, estuve así una buena temporada, yo diría que casi dos años aunque la cosa fluctuaba un poco y a veces me daba por eso y a veces por otras cosas, sobretodo por temas familiares, o simultáneamente, a veces desaparecía y volvía...vamos, un festival xD

Yo no puedo hablar por los demás, pero en fin...intentaré describir un poco cómo he podido salir de esto, de esta obsesión y de la sensación de ansiedad generalizada...

En primer lugar, me di cuenta (aunque en realidad ya lo sabía, pero una cosa es saberlo y otra es querer verlo de verdad) de que esto no era el auténtico motivo de mi malestar. Me aferraba a esto, pensando que tenía que resolverlo, que tenía que afrontarlo, y en realidad, aferrándome a esto, estaba huyendo. He leído de alguien de por aquí que su psicólogo le decía que se regodeaba en la negatividad, que era "feliz" así o algo parecido. Bueno, esto es lo que me pasaba a mí (aunque no me parece precisamente felicidad)lo que me pasa desde hace un montón de tiempo, pero estaba tan metida que no me daba cuenta, era mi estado por defecto. Yo todavía no he llegado al fondo, pero sí puedo decir una cosa: al menos en mi caso, y pienso que puede ser en la mayoría, el aferrarse obsesivamente a un tema en concreto, ya sea la pareja, o cualquier otra cosa, solo es una manera de NO QUERER VER Y SENTIR lo que realmente hay debajo. Yo canalizaba mi ansiedad a través de esto, me quedaba sin energías y absorbía la de las demás y no llegaba a ninguna parte, al contrario, cada vez estaba más metida. Creo que llega un momento en que nos identificamos con esta ansiedad, con esta forma de ver el mundo llena de miedo, y en el fondo pensamos que somos así y que no podemos hacer nada por cambiarlo. Al menos esto me pasaba a mí. Pues no, NO ES ASÍ. 

Al menos en mi caso, me di cuenta de que la ansiedad y el miedo con el que afrontaba este tema no era exclusivo de esto, sino que en general mi forma de vivir y pensar era llena de tensión y miedo. Esto te da una pista sobre la validez de la ansiedad...es como si yo permanentemente estuviera en un modo mental de "atacar o huir", siempre llena de tensión. Así es imposible que fluyan los sentimientos. En realidad no se trata de si quieres a tu pareja o no, para nada. Aunque parezca paradójico, me parece que esta obsesión es precisamente una forma de evitar que fluyan los sentimientos, de bloquearlos. Cuanto más vueltas le das,  menos sientes y menos respuestas tienes. Y todo lo contrario: cuanto menos piensas en ello, más pueden salir, aunque tarden.

Yo no sé cuál será vuestro caso...en el mío, esta obsesión era solo una fachada que no me dejaba ver el fondo (y el fondo no es "en realidad no quiero a mi pareja"!) y cuando os leo, me da la misma sensación, porque yo escribía y sentía cosas similares (perdonad si me equivoco) En mi caso, era solo una pequeña manifestación de algo mucho más hondo que he tenido que ir sacando. La meditación me ha ayudado muchísimo. Es muy importante parar la verborrea mental que no te deja ver más allá de la obsesión. Yo he tenido que hacer, y estoy en ello, todo un cambio de paradigma mental, que ya no funcione desde el miedo y la desconfianza, hacia mí y hacia los demás. Después de mucho pensar sobre un montón de cosas, de indagar en el pasado y blablabla, me parece que este es el probblema: la forma como, en general, afronto mi vida, con tanto miedo. Gracias precisamente a mi pareja, que me ha ayudado muchísimo, he aprendido que cuando pienso en que tengo que ir más al fondo para ver lo que hay detrás, ya pienso en cosas negativas. Que tengo un monstruo dentro de mí, cosas terribles que no quiero destapar. Y que en realidad, lo que he estado reprimiendo era todo lo contrario: las ganas de vivir, de dejarme vivir sin miedo, dejándome sentir las cosas, dejando que los demás y sobretodo él pudieran llegar a mí.

De hecho, después de unas semanas poniéndome intensamente con meditación, reduciendo verborrea mental ansiosa y todo esto, ayer tuve como un punto álgido de sentirme como mierda. Todo el miedo que dispersaba en ansiedades, en cosas como esta obsesión, se concentró, y lo sentí tan fuerte que me daban arcadas y como pequeñas convulsiones, no podía dejar de llorar y gritar durante un rato. Y ahora es como si me hubiera limpiado aún más...y la ansiedad que me ha perseguido meses y años, ha desaparecido prácticamente. Ya no me identifico con mi miedo (al menos lo intento).

Tengo la sensación de que he sido muy desordenada...pero bueno, me ha salido así. Solo queria compartir un poco mi experiencia y lo que he pensado y sentido.

Un saludo a todos, y mucho ánimo.
testimonio:de li. foro webtoc
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No podemos ignorar los problemas, pero podemos tomar la decisión de cómo afrontarlo, es mejor ver el vaso medio lleno, no solo por la realización de tus objetivos sino para mantener la salud tanto física, como mental.
Una de las etapas del ser humano más compleja es él aprender a caminar, es un entramado de enlaces neuronales que se van tejiendo mucho antes de nuestros primero pasos, debemos manejar una serie de informaciones y coordinar nuestros movimientos, es proceso psicomotriz complejo pero un momento grandioso para el bebé y para nosotros los padres cuando lo vivimos. Todo esto es posible por nuestra corta edad, la naturaleza es muy sabia, si nos tocara aprender a caminar de mayores seguramente no lo haríamos, si intervienen nuestros miedos y pensamientos negativos jamas aprenderíamos. Imaginen por un momento un bebe en edad para dar sus primeros pasos, pensando no voy a poder hacerlo, me puedo caer, no estoy preparado, esto no es para mí, los otros bebe son mejores que yo. Suena absurdo un bebe nunca pensaría de esta forma, pues es un pequeño ejemplo de la inmovilidad de nuestros pensamientos.
Ten actitud positiva. Groucho Marx decía: “Me he pasado la vida preocupado por cosas que nunca han llegado a suceder”. Así que no inviertas tanta energía en cosas triviales, un problema real deja de serlo cuando enfocas tu energía en la solución y no en el problema.
Es tan real yo por ejemplo he perdido mucho tiempo y energías preocupado por cosas que nunca llegaron a pasar, y no se trata de vivir en una burbuja o ser irresponsable con tus deberes, no, se trata de tener un pensamiento objetivo de esta forma saber programar e identificar hacia donde deben dirigirse nuestros recursos y esfuerzos para dar cumplimiento a los propósitos que nos tracemos en todas las situaciones, si enfocamos mal las energías cuando llegue el momento de afrontar un problema verdadero estaremos agotados y sin herramientas para buscar la mejor solución.
http://nomecuentesnada.blogspot.com/2009/05/ignorar-lo-negativo-y-educar-el.html

Piensa mal que no acertarás. Paranoia.

Piensa mal que no acertarás. Paranoia.
paranoia El Dr. Daniel Freeman y la profesora Philippa Garety del Instituto de Psiquiatría en el king’s College de Londres hallaron en su estudio de 2006 que una persona de entre tres en la población general tiene miedos y sospechas paranoicas. La frecuencia de paranoia es mucho más elevada de lo que se creía anteriormente. Se estima que es una experiencia común que ocurre regularmente a un 10-15% de la población. Esto viene a equiparar en cantidad los pensamientos paranoides a los de contenido depresivo o ansioso. Los pensamientos de tema persecutorio más frecuentes en la población son los siguientes: “necesito cuidarme de los demás”, “los extraños me observan como si me examinaran” “la gente me critica por detrás” “se están riendo de mí” “me quieren provocar” “me quieren hacer enfadar” y otros.
“Entras como elefante en una cacharrería. No tienes ni gota de sensibilidad. Podrías mostrar cierto arrepentimiento”, dice el ofendido a su “presunto” ofensor.
Este último ha olvidado momentáneamente que el ofendido es como una figurita de cristal y se despacha en sus comentarios y opiniones sin tener en cuenta que el herido tiene la piel de un bebé.
Seguramente muchos de los lectores apoyarían la tesis del “hipersensible” mientras otros tantos, en la misma medida, apoyarían al brusco. Difícil es decir quién lleva razón, pero en opinión de los psicólogos, el que se ofende fácilmente debería hacer un trabajo personal de ecuanimidad, empatía y perdón. El ejercicio, muy elemental, consistiría en preguntarse si el otro tuvo o no mala intención. En el caso de que la intención fuera manifiestamente perversa, habría que considerarlo culpable y solucionar el conflicto basándose en hechos fehacientes. Pero en la mayoría de los casos esto no sucede así. Dejando aparte los aspectos legales del tema, que también los hay, ¿vale la pena pelear, enfadarse y guardar rencor si no hay mala intención? Es sabido que uno de los pasatiempos favoritos de estas personas es perseguir al culpable con demandas judiciales constantes. La verdad de los hechos nos dice que la mayoría de las veces hacemos daño sin querer y nos lo hacen a nosotros de la misma forma. Si nos perdonamos a nosotros mismos por eso, ¿por qué no perdonar a los demás y pasar al problema siguiente?

La personalidad susceptible.
La suspicacia, el pensar mal, la susceptibilidad, la desconfianza, la negación de la presunción de inocencia, todo esto indica poca fe en el género humano. Detrás de eso subyace la idea de que tenemos que defendernos de nuestros congéneres. Porque si no, nos pueden dañar. Claro que cualquiera diría que hay que cuidarse por los tiempos que corren y demás argumentos. Pero detrás de esa defensa no es extraño que se esconda un ego temeroso y de frágil salud que intenta hacerse valer ante todo lo que percibe como ataque a su integridad. Pero ir con las uñas desplegadas de entrada solo sirve para darle a entender al prójimo que se espera lo peor de él. Y claro, este mensaje sienta mal. Además, muchas veces las profecías se auto cumplen. Por eso el susceptible no es un personaje simpático y cuesta bastante tener una relación espontánea con él.
Algunos podrían decir que la susceptibilidad es el aspecto realista de la paranoia. Pero la palabra paranoia, aunque ahora es ampliamente utilizada por el vulgo, tiene una resonancia de enfermedad mental delirante en su sentido estricto. Para hacerla más digerible, se le ha dado un apelativo alternativo más liviano a la vista de su gran presencia en la población: “desconfianza infundada”. Nadie de los que están leyendo estaría dispuesto a calificarse como paranoico, aunque sí podría admitir ser depresivo, obsesivo o ansioso. Con toda seguridad la mayoría de los lectores creerán que no tienen nada que ver con lo que describe este artículo. Pero veremos que investigaciones recientes provenientes del Reino Unido han hallado que estas ideas son frecuentes en un tercio de la población general. Algún comentarista en la prensa inglesa comenta irónicamente que aunque su corazón se compadece del tercio de la población supuestamente paranoide, no puede dejar de pensar en los otros dos tercios que seguramente lo son tanto que ni siquiera se han dado cuenta.
La personalidad del susceptible se podría enmarcar en lo que se llama trastorno paranoide de la personalidad. No es una enfermedad en sí misma, pero marca una tendencia a ver el mundo de un modo desconfiado y temeroso.

Ayuda para pareja, amigos, compañeros y familiares.
La manera de pensar del susceptible/paranoide provoca sufrimiento al que la padece pero, sobre todo, puede destruir amistades y afectos. Este tipo de persona puede llegar a ser descalificada en su entorno, ya que no es saludable para las relaciones ver a los demás como potenciales agentes de engaño y mentira. Muestra una tendencia a basar sus relaciones en la sospecha de que la acabarán traicionando, o tramarán algo contra ella o la defraudarán, incluyendo las personas más cercanas. La parte positiva es que estas personas suelen ser perspicaces y darse cuenta de aspectos que pasan inadvertidos a los demás y son más prudentes ante los negocios arriesgados. Pero la parte desafortunada para el que padece este trastorno es que su vida puede transformarse en un infierno tanto para él como para sus allegados a causa de las sospechas de engaños, infidelidades, traiciones y su continua falta de confianza. Por esta razón no es frecuente que vayan a pedir ayuda a un psicólogo, sino que son más bien sus familiares cercanos los que necesitan ayuda profesional.

¿Confiar o desconfiar?
Los datos que nos indican la frecuencia de los pensamientos paranoicos hacen pensar que al fin y al cabo a lo mejor no son tan inapropiados mientras no se transformen en excesivos. Es cierto que las personas a veces pueden ser potencialmente hostiles y es bueno cuidarse. A veces los amigos traicionan, así como las parejas. Por eso el dilema confiar/no confiar está siempre latente en cualquier interacción social. Todos nos hemos equivocado al confiar alguna vez, pero también al desconfiar. La desconfianza podría ser en ocasiones un proceso psicológico normal de supervivencia. Valoramos e interpretamos nuestras experiencias como buenas o malas. La desconfianza infundada y excesiva surge de la combinación de factores externos y procesos internos. El factor externo puede ser una información social ambigua que llega de manera no verbal, como una expresión facial, una mirada, una risa/sonrisa, o bien de un modo verbal, como un silencio en la conversación, una voz alzada o una interrupción. La interpretación persecutoria está influida por las experiencias previas, el estado emocional, recuerdos, personalidad, el proceso personal de toma de decisiones y estados fisiológicos que predisponen como el consumo de cannabis, cocaína o alcohol.
Las sospechas suelen exacerbarse en el contexto de turbulencia emocional, consecuencia de relaciones interpersonales conflictivas, acoso o aislamiento. El trasfondo de esas ideas es la creencia sobre si mismo como débil y vulnerable y la lectura de un mundo malo y amenazador.

Características del susceptible (Estilo paranoide de personalidad).
  1. Hipersensibilidad a la crítica. Se siente frecuentemente atacado o herido en sus sentimientos y ve a los demás como culpables de su dolor.
  2. Sospecha de que los demás le están explotando, haciéndole daño o engañándole. Desconfía de sus intenciones.
  3. Extrae significados ocultos de menosprecio o amenaza en comentarios o acontecimientos triviales.
  4. Guarda rencor durante mucho tiempo. No perdona ni insultos ni desprecios.
  5. Tiene sospechas infundadas y recurrentes sobre la fidelidad de su pareja.
  6. Desconfía de la lealtad u honradez de sus amigos o asociados.
  7. Es reacio a abrirse a los demás por temor a que la información sea utilizada contra él.
  8. Percibe ataques a su persona o a su reputación y reacciona fácilmente con ira o contraataques.
  9. Preocupación por “conspiraciones” sin fundamento en los acontecimientos del entorno inmediato o en el mundo.
  10. Sentido combativo y tenaz de los propios derechos al margen de la realidad.
  11. Predisposición a sentirse importante con una actitud de auto referencia constante. Todo se refiere a él.
  12. Hostilidad flotante, irritabilidad a flor de piel.
  13. Se siente fácilmente decepcionado, todo le sienta mal, todo le disgusta.

Dejar de pensar mal
  1. Hágase un observador externo de sus propios miedos. Para eso utilice un diario y apunte sus ideas de sospecha para darse cuenta.
  2. Desarrolle un conocimiento detallado de las causas de sus sospechas. Se puede obtener mucha información a partir del origen de las ideas.
  3. Revise la interpretación de los hechos en lugar de aceptarla de inmediato. Piense en versiones alternativas a su experiencia.
  4. Ponga a prueba sus ideas en cuanto a evidencias y pruebas de realidad.
  5. Deje pasar las sospechas de largo. No se ponga luchar contra ellas. Déjelas ir. Focalice más bien en su actividad del momento y no en lo que está pensando.
  6. Reserve un período de tiempo al día, por ejemplo una media hora, para pensar en sus preocupaciones y sospechas. De este modo, puede llegar a reducir el tiempo dedicado a la preocupación que alimenta su malestar.
  7. Acepte que usted es responsable de cómo interpreta lo que le sucede. No son los demás los que le irritan, es usted el que se irrita con los demás. No son lo demás los que lo hieren, es usted el que se siente atacado.
  8. Usted es el responsable de la calidad de su vida, no debe pensar que es una víctima del maltrato de los demás.
  9. Si sus necesidades no son satisfechas, o está frustrado, o si sus relaciones no son buenas, usted es responsable de las elecciones que hace en su vida.
  10. Cuando se sienta susceptible y herido, no se detenga a preguntarse quién es el responsable de su dolor, sino pregúntese cómo puede resolver su malestar.
 http://www.isabel-larraburu.com/articulos/psicologia-general/203-piensa-mal-que-no-acertaras-la-susceptibilidad.html?lang=

Isabel s. larraburu

¿Felices desde la cuna?

  • Hay que volcarse en el aprendizaje social y emocional de los niños, dice Punset
  • No importan las circunstancias, sino la actitud al enfrentarse a ellas
  • Lo esencial es pasar a la acción, insiste Zerbino, superviviente de los Andes
¿Es usted feliz? Quizás lo lleve en los genes. Los seres humanos, a lo largo de la Historia, han indagado en las claves de la felicidad. Sin embargo, hace muy poco que esta búsqueda ha dado el salto al mundo científico, en un intento por encontrar herramientas para detectar, cuantificar y analizar la felicidad y su repercusión en el mundo que nos rodea.
Eso sí, de momento "no hay un termómetro para la felicidad", explica Sonja Lyubomirsky, doctora en Psicología y profesora de la Universidad de California. A algunos, la propia naturaleza les ayuda. "Las circunstancias que rodean la vida de cada uno no influyen tanto en la felicidad personal como los genes -hay gente que nace más feliz que otros- o cómo uno se toma las circunstancias que le rodean".

El gran reto para la sociedad

Es decir, que aunque uno no cuente con la mejor herencia genética del mundo en términos de felicidad, no está todo perdido. De hecho, como apunta el divulgador científico y escritor Eduardo Punset, el gran reto que nos queda por delante como sociedad es poner la 'semilla' de la felicidad en las personas. "Hemos descubierto nuestra capacidad para incidir en el cerebro de los demás y, por experimentos concretos, hemos descubierto que hay una ventana crítica entre los tres y los ocho años para hacerlo; así que si queremos adultos altruistas, solidarios, menores niveles de violencia en la sociedad, hay que volcarse en el aprendizaje social y emocional de los niños en estas edades".
Pero el trabajo no queda ahí. Lyubomirsky, una de las principales expertas en el tema y participante junto a Punset en el I Congreso de la Felicidad patrocinado por Coca-Cola que estos días se celebra en Madrid, afirma que su investigación demuestra que se puede aprender a ser feliz, pero es un trabajo duro. "Es como perder peso o mantenerse en forma. Si tu 'punto de ajuste de la felicidad' es bajo hay que esforzarse, cambiar los hábitos y practicar toda la vida".
Por lo pronto, asumir que no se es feliz -o al menos no tanto como quisiera- es un buen punto de partida. "Es el primer punto de inflexión para cambiar", afirma Gustavo Zerbino, un luchador nato. Él, junto con otros 15 compañeros, logró sobrevivir durante más de 70 días en la cordillera de los Andes tras un accidente aéreo en 1972.

No hay imposibles

"Yo les ofrezco a la gente la esperanza, la ilusión y la posibilidad de creer que hay una manera distinta de hacer las cosas. Si quieres tener resultados distintos hay que hacer las cosas distintas", explica con determinación. "No hay imposibles". Aquella experiencia, que muchos consideraron un milagro, le enseñó una lección esencial ante los problemas: "Lo primero es preguntarme qué quiero, y luego, el cómo llegar a ello". La clave, insiste Zerbino, está en pasar a la acción, en vez de "paralizarse en el análisis y ser uno más que padece la vida en vez de disfrutarla".
Ni siquiera la tan manida crisis le arredra: "Cuántos países tuvieron crisis reales, no como esta. Ustedes están nadando en la abundancia. No nos quejemos más, tomemos acción".
Si tampoco eso les consuela, está probado, cuenta Punset, que el dinero -una vez que se supera un nivel de subsistencia mínimo, claro está- es uno de los factores menos relevantes de la felicidad. ¿Qué es lo que de verdad importa? "La relación personal, tener el sentimiento de que controlas algo de tu vida, la sensación de que te estas sumergiendo en un proyecto que te interesa, todo ello son factores que tienen una correlación directa con la felicidad".

Disfrutar del camino

Punset recomienda no tener miedo, disfrutar de las cosas simples y exprimir el camino: "Tenemos que aprender a aprovechar las cosas que encontramos en el camino cuando buscamos un determinado objetivo. La gente se obceca con el objetivo y, cuando este llega -el gran amor consumado, el coche...- al poco tiempo se ha pasado todo".
Ahora bien, no siempre es fácil lograr el equilibrio deseado. El propio Zerbino, sobrecargado de compromisos, admite que él mismo tendrá que ponerse firme para redistribuir 'felizmente' su tiempo: "Voy a dejar de ir afuera para centrarme más en mi casa. La verdadera calidad empieza por casa y la tengo que practicar conmigo y con los seres queridos. Me he hecho esclavo del exterior y voy a tener que corregir algunas cosas que me están distorsionando el equilibrio para ser feliz".
Ya ven, hasta a los expertos les cuesta a veces ser plenamente felices; la diferencia es, quizás, que ellos se empeñan en lograrlo. Todo es cuestión de asumirlo y ponerse manos a la obra.

fuente:elmundosalud