El “Desequilibrio Químico” en los Problemas de Salud Mental


El “Desequilibrio Químico” en los
Problemas de Salud Mental
Joseph M. Carver, Ph.D., Psicólogo Clínico

Este artículo ha sido elaborado y redactado para ser usado como un folleto para pacientes. Puede ser reproducido o copiado para brindar información para pacientes.
Introducción
A través de los años, los avances en la neurología y la investigación han simplificado la manera en que los psicólogos, psiquiatras, y otros profesionales, diagnostican y tratan los problemas de salud mental. A lo largo de más de cien años de tratamientos de salud mental, los síntomas y las conductas relacionadas con ciertas enfermedades mentales continuaron siendo los mismos. Los trastornos sicóticos, en los cuáles las personas frecuentemente no pueden distinguir entre la realidad y sus fantasías, aún tienen alucinaciones auditivas. Las personas deprimidas aún no pueden dormir y continúan preocupándose por el pasado. Los niños hiperactivos (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad o ADHD, por sus siglas en inglés) aún exhiben un nerviosismo incontrolable.
Cuando los pacientes comenzaron a acostarse en el diván de los psiquiatras psicoanalíticos por primera vez, las personas deprimidas hablaban de su pasado. Esto llevó a los padres de la psicología y la psiquiatría a pensar que los problemas que comenzaban en la infancia causaban muchos problemas de salud mental. Peri quedaban muchas preguntas sin responder. ¿Por qué podría una mala relación con la madre causar la pérdida de apetito que se encontraba en los casos de depresión, especialmente cuando los problemas de la alimentación sólo habían comenzado varios meses antes de la sesión? ¿Por qué extraño mecanismo podía un problema de la infancia causar una alucinación auditiva, normalmente muchos años después del acontecimiento traumático informado? Muchas personas tuvieron infancias difíciles, pero no sufren de alucinaciones ni tiene problemas de apetito. Quedó claro que muchos problemas de salud mental también tenían un componente físico que involucraba cambios en la concentración, el sueño, el apetito, el patrón del habla, el nivel de energía, las percepciones (alucinaciones), y la motivación. Se iniciaron estudios para determinar la conexión, si había alguna, entre la enfermedad de un paciente y los signos o síntomas físicos que también estaban presentes.
Se pudo comprender el cuadro más fácilmente cuando se descubrieron unas sustancias químicas del cerebro llamadas “neurotransmisores”. El cerebro consiste de billones de neuronas o células que se comunican entre sí. La comunicación entre las neuronas mantiene todas las funciones corporales, nos informa cuándo se para una mosca en nuestra mano, o cuándo sentimos dolor. La comunicación entre las neuronas está controlada por el tipo y los niveles de neurotransmisores del cerebro. Los neurotransmisores son sustancias químicas que controlan y crean señales en el cerebro entre las neuronas y dentro de las mismas. Sin los neurotransmisores, no existiría comunicación entre las neuronas. El corazón no recibiría ninguna señal para latir, los brazos y las piernas no se moverían, etc.
A medida que se fue descubriendo más información sobre los neurotransmisores, comenzamos a identificar cuáles neurotransmisores controlaban ciertas funciones del cuerpo o cuáles se relacionaban con ciertos problemas emocionales o psiquiátricos. Se encontró que la serotonina, un neurotransmisor, estaba relacionada con la temperatura del cuerpo y el inicio del sueño. La investigación también identificó que la serotonina estaba relacionada con la depresión y, posteriormente, con una serie de enfermedades de salud mental como la anorexia y el trastorno obsesivo compulsivo.
Conforme continuaba la investigación sobre los neurotransmisores, los estudios entre los neurotransmisores y las enfermedades mentales revelaron una importante conexión entre las cantidades de ciertos neurotransmisores del cerebro y la presencia de enfermedades psiquiátricas específicas. Para usar un ejemplo de la vida diaria, nuestro automóvil funciona usando una diversidad de líquidos como el aceite del motor, el líquido de transmisión, el líquido de frenos y el refrigerante (anticongelante). Cada automóvil tiene una manera de medir los niveles o las cantidades de cada uno de esos líquidos necesarios, como por ejemplo la vara de medición del aceite y el líquido de transmisión y los indicadores que marcan los niveles del líquido de frenos y del refrigerante. Cuando usamos la vara para medir el aceite del motor, por ejemplo, podemos encontrar que le falta uno, dos, o hasta tres cuartos menos. También, después de un cambio de aceite reciente, la vara de medición puede indicarnos una cantidad excesiva de aceite en el motor. Para funcionar correctamente, todos los niveles de los líquidos deben estar dentro del “rango normal” que indica la vara de medición. Cuando nos hacemos un análisis de sangre, se muestran los valores de ciertos componentes de la sangre y también se muestran los valores del “rango normal”, lo cuál indicará si los componentes químicos están por debajo o por encima del rango normal.
La investigación neurológica ha identificado más de cincuenta (50) neurotransmisores del cerebro. La investigación también nos explica cuáles neurotransmisores se relacionan con los problemas de salud mental: Dopamina, Serotonina, Norepinefrina y GABA (Ácido Gama Aminobutírico). Hoy se sabe que demasiada concentración o una baja cantidad de estos neurotransmisores produce enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia, la depresión, el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo compulsivo y el ADHD.
Desafortunadamente, el cuerpo no tiene una vara de medición interna para medir los neurotransmisores, al menos una que no sea costosa para la práctica comunitaria de la salud mental. Las hay como las técnicas de diagnóstico por imágenes, como las tomografías de emisión de positrones (PET) que se utilizan en la investigación y en la elaboración de medicamentos que influyen directamente sobre los cambios de ciertos neurotransmisores específicos. Como la mayoría de los profesionales no cuenta con un tomógrafo PET, evalúan los niveles de los neurotransmisores mediante indicadores del pensamiento, la conducta, el estado de ánimo, la percepción, y/o el habla, que se considera que están relacionados con ciertos niveles de algunos neurotransmisores.
Quizás esto se ilustra mejor en personas con un estado de ánimo deprimido. Con frecuencia, el profesional de salud mental necesita separar aquellas personas que se beneficiarían con una terapia y aquellas que necesitarían una terapia y medicación antidepresiva. La clave está en buscar esos síntomas que se conoce que están relacionados con los cambios químicos del cerebro. Por ejemplo, una depresión circunstancial, a menudo produce expresiones de tristeza o preocupación, una actitud pesimista y otras características, pero no genera cambios prolongados en los síntomas físicos como cambios en el interés sexual, el apetito o el sueño. La presencia continua de los síntomas físicos nos dice que los niveles de los neurotransmisores del cerebro han cambiado.
Los aspectos técnicos de los niveles de los neurotransmisores, los síntomas psiquiátricos que producen y cómo se han desarrollado medicamentos para elevar o disminuir los niveles de estos neurotransmisores en el cerebro pueden ser muy complicados. Por esta razón, con frecuencia se usa el mismo procedimiento que se usa para explicar otras enfermedades dónde los medicamentos llevan los síntomas nuevamente al “rango normal”. A los pacientes médicos con un nivel de presión arterial alta, a un alto nivel de azúcar en sangre o de colesterol se les informa que los componentes químicos de su sangre están demasiado altos, o en algunos casos, demasiado bajos y deben corregirse con medicación.
Durante muchos años, los profesionales de salud mental han usado el término “desequilibrio químico” para explicar la necesidad de medicamentos que se usan para tratar las enfermedades mentales. Esta explicación simple que se usa comúnmente, reconoce que la enfermedad es un problema médico y que puede ser tratada con medicamentos. La explicación del “desequilibrio químico” también refleja el tema general del tratamiento: identificar cuáles neurotransmisores están involucrados en el cuadro sintomático y con la ayuda de la medicación, intentar volver a los neurotransmisores a su nivel adecuado dentro del “rango normal”.
Los Niveles de los Neurotransmisores y su Salud Emocional
Su salud emocional es una combinación de actitudes, personalidad, sistemas de apoyo y los niveles de los neurotransmisores de su cerebro. Actitudes positivas y una personalidad saludable nos ayudan a atravesar las dificultades de la vida y un buen sistema de soporte de la familia y los amigos también es valioso durante los tiempos difíciles. A pesar de contar con estos recursos, hay veces en que lidiar con nuestras experiencias y acontecimientos de vida cambia el estado de nuestros neurotransmisores. Al igual que un automóvil recalentado, comenzamos a tener dificultades para funcionar adecuadamente.
Todos corremos el riesgo de sufrir cambios en la química de nuestro cerebro. Más comúnmente, experimentaremos depresión, ansiedad o reacciones de estrés. A medida que nuestros neurotransmisores cambian, traen con ellos síntomas, conductas y sensaciones adicionales que se suman a nuestras dificultades del momento. Reconocer estos cambios es una parte importante del tratamiento que le permitirá volver a su vida normal y reducir su estrés.
A menudo se ofrece esta explicación para mostrar cómo el sistema de neurotransmisores del cerebro puede crear enfermedades psiquiátricas y problemas de salud mental. Se espera que la explicación brinde información valiosa para aquellas personas que sospechan que su sistema de neurotransmisores es el que están creándole problemas de alimentación.
La siguiente información habla acerca de los neurotransmisores y los conceptos actuales sobre cómo están involucrados estos neuroquímicos en las enfermedades psiquiátricas. Cuatro neurotransmisores, de los más de cincuenta, están siendo investigados exhaustivamente y se conoce que están relacionados con enfermedades psiquiátricas.
Dopamina: desde la Enfermedad de Parkinson y el ADHD hasta el Tabaquismo y la Paranoia
La dopamina es un neurotransmisor vinculado con los trastornos motores o del movimiento, el ADHD, las adicciones, la paranoia y la esquizofrenia. La dopamina tiene una fuerte influencia sobre las áreas motoras y del pensamiento del cerebro.
Un tipo de dopamina trabaja sobre el sistema motor y del movimiento del cerebro. Cuando el nivel de dopamina cae por debajo del “rango normal” comenzamos a experimentar problemas motores y de motricidad gruesa. Niveles muy bajos de dopamina en las áreas motoras del cerebro producen la enfermedad de Parkinson con síntomas como:
Parálisis y rigidez muscular
Postura inestable o encorvada
Pérdida del equilibrio y la coordinación
Trastornos en el andar (patrón de caminar)
Movimientos lentos y dificultad con los movimientos voluntarios
Caminar con pasos cortos o pequeños
Dolores musculares
Temblores y espasmos
Expresión facial fija o como si fuera una máscara
Habla lenta, monótona
Deficiencia de las habilidades de motricidad fina
Caerse mientras camina
Deficiencia de las habilidades cognitivas o intelectuales
La dopamina de las áreas de pensamiento del cerebro se considera como el neurotransmisor de la concentración y la atención. Bajos niveles disminuyen nuestra capacidad de concentrarnos en nuestro ambiente o “enfocarnos” en tareas, actividades o conversaciones. Bajos niveles de dopamina dificultan mucho la concentración y la atención, por lo que estos bajos niveles también se asocian con el trastorno de déficit de atención e hiperactividad o ADHD, por sus siglas en inglés (ADHD). En el otro extremo del nivel de la dopamina, cuando aumentan los niveles de dopamina en el cerebro, nos sentimos excitados o energizados, luego nos volvemos sospechosos y paranoicos, y finalmente hiperestimulados por nuestro ambiente. Con bajos niveles de dopamina, no logramos concentrarnos, mientras que con altos niveles de dopamina nos centramos demasiado y muy intensamente hasta el punto de enfocarnos en cada cosa de nuestro ambiente como si estuviera directamente relacionada con nuestra situación.
Los incrementos leves de la dopamina se asocian con las adicciones. Nicotina, cocaína y otras sustancias producen un estado de euforia excitante cuando se incrementan los niveles de dopamina en el cerebro. Cuando hay demasiada concentración de estas sustancias o componentes químicos, nos sentimos “energizados” ya que los niveles moderados de dopamina nos hiperestimulan – y le prestamos demasiada atención a nuestro ambiente por esta sobre estimulación y no logramos separar lo que es importante de lo que no lo es.
En un niño con ADHD, los bajos niveles de dopamina no le permiten al niño enfocarse o prestar atención a lo que sucede en su entorno, y parecen físicamente hiperactivos cuando corren por la sala o cuando de una actividad a otra debido a su falta de concentración. Conforme aumentan los niveles de dopamina por encima del rango normal, nuestra capacidad de concentrarnos aumenta hasta el punto de volvernos paranoicos. Los incrementos leves hacen que el ambiente sea sobre-estimulante y excitante.
Los niveles de dopamina moderadamente altos nos ponen en estado de alerta, nos hace sospechar de todo y nos vuelve propensos a malinterpretar las experiencias del entorno. Conocido como una “idea de referencia” en psiquiatría, comenzamos a pensar en experiencias no relacionadas como si se relacionaran de pronto, directamente con nosotros. Las personas que se observaban hablando mientras cruzaban la calle, ahora son percibidas como personas que están hablando sobre nosotros. A medida que la dopamina aumenta, puede volverse tan intensa que se puede llegar a pensar que la radio, la televisión y los periódicos contienen mensajes secretos dirigidos a nosotros desde Hollywood o cualquier otro lugar. Es como si estuviéramos tratando de incorporar o añadir todo lo que presenciamos en nuestra vida. Los aviones que vuelan sobre nuestras cabezas están tomando fotos de nosotros y los motociclistas que hablan por teléfono celular están pasando un informe sobre nosotros. La velocidad de nuestra mente aumenta y se acelera en un intento por añadir todo lo que vemos en nuestra vida. En un intento por tener sentido, podemos volvernos extremadamente religiosos, paranoicos o pensar que somos una persona muy importante. Un aumento de la dopamina también incrementa la percepción de nuestros sentidos, como si subiéramos al máximo el volumen de todos nuestros sentidos – audición, visión, gusto, olfato y tacto.
A medida que aumenta el nivel de dopamina, aquellos ruidos que oíamos fuertemente, de pronto se convierten en alucinaciones auditivas. Nuestros pensamientos internos ahora se oyen fuera de nuestro cuerpo. Estas “voces” comienzan a hablarnos y toman diferentes formas, desde derogatorias (nos abaten), hasta temas religiosos, órdenes (nos dicen que hagamos algo), o de contenido sexual. Las alucinaciones (experimentar algo que no existe en la realidad) pronto se desarrollarán en todos nuestros sentidos. Podemos comenzar a ver rostros en las nubes, alfombras o patrones. Podemos sentir el toque de los espíritus o movimientos dentro de nuestro cuerpo. Podemos experimentar olores o sabores inusuales.
Altos niveles de dopamina en el cerebro, a menudo nos hacen perder contacto con la realidad. Como si viviéramos una película de ciencia ficción, comenzamos a desarrollar ideas inusuales o bizarras acerca de lo que nos sucede. En nuestra paranoia, podemos experimentar delirios (falsas creencias) de persecución o podemos pensar que tenemos superpoderes (delirios de grandeza) y podemos creer que podemos predecir el futuro o leer las mentes. También se encuentran altos niveles de dopamina en la esquizofrenia, la intoxicación por drogas y otros trastornos sicóticos, dónde la capacidad de distinguir entre el mundo interior y el mundo real está deteriorada.
El tratamiento para las enfermedades psiquiátricas o médicas está asociado con el desequilibrio de la dopamina, que como es de esperar, involucra un aumento o una disminución de los niveles de dopamina en el cerebro. Los trastornos causados por bajos niveles de dopamina se tratan con medicamentos que incrementan la cantidad de dopamina en el cerebro. En el caso de la enfermedad de Parkinson se prescribe L Dopa y en el caso del ADHD, se prescriben medicamentos que sean psicoestimulantes. Las anfetaminas y otros medicamentos con una acción similar disminuyen la hiperactividad de los niños (ADHD) incrementando la dopamina – llevándola a un nivel dentro del rango normal, permitiéndoles así concentrarse y prestar atención.
Los incrementos leves de dopamina se asocian con las adicciones como los narcóticos, el “speed” y la nicotina o el tabaquismo. De esta manera, los medicamentos usados en el tratamiento de las adicciones, de hecho bloquean o disminuyen la producción de dopamina. Si un medicamento bloquea la dopamina, también bloquea los efectos de la sustancia adictiva y la sensación de necesidad. El medicamento que ayuda a los fumadores, el Zyban, es en realidad el antidepresivo Wellbutrin que se sabe que bloquea la dopamina.
Los niveles de dopamina entre altos y moderados, asociados con las enfermedades psiquiátricas severas como la paranoia y la esquizofrenia, son tratados con medicamentos que bloquean o reducen la cantidad de dopamina en el cerebro. Estos medicamentos, llamados antisicóticos, han estado disponibles durante muchos años. No obstante, los primeros medicamentos antisicóticos, reducían el nivel de dopamina en todo el cerebro, incluyendo la dopamina localizada en las áreas motoras o del movimiento. Por esa razón, los antiguos medicamentos antisicóticos producían problemas motores o de movimiento que se asemejaban a la enfermedad de Parkinson – andar de pasos cortos, expresión facial fija, temblores, falta de equilibrio, etc. Los medicamentos más nuevos tienen menos efectos secundarios en las áreas motoras, ya que pueden actuar específicamente sobre un tipo de dopamina.
Normalmente, los niveles de dopamina cambian muy lentamente. Los pacientes que desarrollan paranoia y/o esquizofrenia, con frecuencia experimentan un incremento gradual de los niveles de dopamina en el transcurso de varios años – experimentando también un incremento en la severidad de los síntomas en ese periodo de tiempo. Un estudiante típico de la escuela preparatoria o la universidad puede desarrollar un sentido de estar en el límite o sentimientos inusuales, volviéndose gradualmente desconfiado y sintiéndose alienado, pasando a tener alucinaciones auditivas y finalmente, desarrollando falsas creencias bizarras (delirios) de persecución o una exagerada auto-importancia en los años subsiguientes. Con frecuencia el estrés puede incrementar rápidamente la dopamina, pero rara vez ocurre de la noche a la mañana.
Cuando una persona se vuelve sicótica, paranoica y alucina en tan sólo unos pocos días, debemos sospechar de una fuerte intoxicación con la medicación o las drogas o de problemas neurológicos – algo que podría incrementar los niveles de dopamina dramáticamente y casi de inmediato. El uso prolongado de anfetaminas (speed) o esteroides puede producir una pérdida de la realidad y una paranoia súbita. Como suele suceder, un trabajador de la construcción que toma “speed” para incrementar la productividad de su trabajo se encuentra que su mano o su pie le habla (alucinaciones auditivas) y decide cortarlos. La presencia súbita de las psicosis (alucinaciones, delirios, paranoia, etc.) en una persona con antecedentes de una adaptación normal previa sugeriría la necesidad de estudiar reacciones adicionales intensivas, médicas y neurológicas.
Serotonina: de la Dicha a la Angustia
La serotonina, aislada por primera vez en 1933, es el neurotransmisor ha sido identificado en múltiples trastornos psiquiátricos como la depresión, el trastorno obsesivo compulsivo, la anorexia, la bulimia, el trastorno dismórfico corporal (la nariz no se ve perfecta después de diez cirugías), la ansiedad social, las fobias, etc. La serotonina es un regulador principal y participa en los procesos corporales como el sueño, la libido (interés sexual), la temperatura corporal y otras áreas.
Quizás la mejor manera de comprender la serotonina es, de nuevo, con el ejemplo del automóvil. La mayoría de los automóviles de los Estados Unidos están fabricados para andar a 70 millas por hora, velocidad perfecta para las carreteras interestatales y las vacaciones de verano. Si colocamos ese mismo automóvil en una pista de carreras y lo conducimos todos los días a 130 millas por hora, ocurrirán dos cosas. Comenzarán a fallar sus partes y sobrecalentaremos el motor tanto que se evaporará o se quemará el aceite. La serotonina es el “aceite” del cerebro.
Al igual que un automóvil normal en una pista de carreras, cuando nos encontramos viviendo una situación con lato nivel de estrés por un periodo de tiempo prolongado, consumimos más serotonina de la que normalmente podemos reemplazar. Imagine una lista de sus presiones, responsabilidades, dificultades y problemas ambientales (un trabajo difícil, un mal matrimonio, una vivienda inadecuada, un vecindario peligroso, etc.). La exposición prolongada a un nivel de estrés tan alto, gradualmente disminuye nuestro novel de serotonina. A medida que continuamos “soportando”, desarrollamos síntomas de una depresión producida por el estrés.
Un automóvil puede tener uno, dos o tres cuartos de aceite menos. Usando el automóvil como ejemplo, imagine que la serotonina del cerebro pasa por etapas similares, tener un nivel bajo (un cuarto menos), moderadamente bajo (dos cuartos menos) y severamente bajo (tres cuartos menos). Cuanta menos cantidad de serotonina haya disponible en el cerebro, más severa será nuestra depresión y sus síntomas relacionados.
Cuando el nivel de serotonina es bajo, experimentamos problemas con la concentración y la atención. Nos volvemos dispersos y desorganizados. Las responsabilidades rutinarias ahora parecen abrumadoras. Nos lleva más tiempo hacer las cosas y nuestra planificación es deficiente. Perdemos las llaves de nuestro automóvil y colocamos cosas extrañas en el refrigerador. Llamamos a las personas y nos olvidamos para qué las llamamos o vamos a la tienda de comestibles y olvidamos lo que necesitábamos. Les decimos a las personas las mismas cosas dos o tres veces.
Conforme el estrés continúa y nuestro nivel de serotonina continúa bajando, nos deprimimos más. En este punto, con un nivel moderadamente bajo o con “dos cuartos menos”, se producen cambios importantes en las funciones del cuerpo reguladas por la serotonina. Cuando el nivel de serotonina es moderadamente bajo, tenemos los siguientes síntomas y conductas:
· Fatiga crónica. A pesar de las horas adicionales de sueño y siesta, continuamos cansados. Nos sentimos “agobiados o quemados”.
· En el trastorno del sueño, típicamente no podemos irnos a dormir por las noches porque nuestra mente funciona a gran velocidad. Los pacientes describen esto como “¡Mi mente no se detiene!” También es común despertarse a las 4:00 de la mañana, momento en el que es difícil volver a recuperar el sueño, nuevamente debido a los pensamientos veloces.
· Se presentan trastornos del apetito, usualmente de dos tipos. Experimentamos una pérdida del apetito y subsiguiente pérdida de peso o tenemos una imperiosa necesidad de comer dulces y carbohidratos cuando el cerebro trata de producir más serotonina.
· También puede haber una pérdida total del interés sexual. De hecho, hay una pérdida de interés en todo, incluyendo aquellas actividades e intereses que se disfrutaban en el pasado.
· Retraerse socialmente es algo común – no responder el teléfono, dejar el hogar rara vez, dejar de llamar a los amigos y la familia, y dejar de participar en eventos sociales.
· También es común sentir una tristeza emocional y tener ataques de llanto frecuentes.
· La autoestima y la confianza en uno mismo disminuyen.
· Las sensaciones del cuerpo, debido al rol de la serotonina como regulador corporal, incluyen sofocaciones y cambios de temperatura, dolores de cabeza y malestar estomacal.
· Pérdida de la personalidad – una sensación de que nuestro sentido del humor nos ha abandonado y nuestra personalidad ha cambiado.
· Comenzamos a tomarnos todo personalmente. Los comentarios, las miradas y las situaciones son percibidas como algo personal y negativo. Si alguien nos habla, nos irrita. Si no nos hablan, nos enfadamos y nos sentimos ignorados.
· Su familia tendrá la sensación de que usted se ha “diluido”. Usted hablará menos, reirá menos y se quedará sentado por horas sin notar a nadie.
· Su conducta se vuelve extraña. Los familiares pueden hallarle sentado en la oscuridad en la cocina a las 4:00 de la mañana.
Las personas pueden vivir muchos años con una depresión moderada. Desarrollan compensaciones para el sueño y otros síntomas, usando medicamentos para dormir o alcohol para adormecerse. Aunque se sienten crónicamente tristes y pesimistas, explican su situación diciendo “Así es mi vida” Es posible que no terminen de reconocer totalmente el componente depresivo.
Los niveles muy bajos de serotonina típicamente llaman la atención del médico familiar de la persona, su empleador u otras fuentes de ayuda. Una pérdida severa de serotonina produce síntomas que son difíciles de ignorar. No sólo hay síntomas severos presentes, sino también las ideas o pensamientos del cerebro se vuelven desagradables y torturantes. Cuando el nivel de serotonina es severamente bajo, usted experimentará algunos de los siguientes síntomas (o todos):
· Aumenta la velocidad del pensamiento. Tendrá dificultad para controlar sus propios pensamientos. El cerebro se enfoca en recuerdos torturantes y le resultará difícil dejar de pensar en estos recuerdos o imágenes desagradables.
· Se sentirá emocionalmente adormecido. No sabrá cómo se siente acerca de su vida, su matrimonio, su empleo, su familia, su futuro, la persona que ama, etc. Es tan difícil como si todos los sentimientos hubieran sido apagados. Cuando otras personas le preguntan cómo se siente – su respuesta puede ser “No lo sé”.
· Comenzará a tener ataques de llanto, típicamente de dos tipos. Aparecerán ataques de llanto espontáneos, sin mucho aviso previo. También tendrá ataques de conducta. Si rompe la punta de un lápiz, arrojará el lápiz al otro extremo del cuarto. Tendrá ataques de berrinches. Es posible que se vaya muy enfadado de una oficina o de un lugar público.
· Comenzará a tener fantasías de escape. La más común: fugarse. El cerebro le sugerirá empacar sus pertenencias y dejar su familia y su comunidad.
· Los recuerdos comenzarán a torturarle. Su cerebro, pensando a 100 millas por hora, buscará en su memoria las experiencias más traumáticas o desagradables. De pronto comenzará a preocuparse con experiencias horribles que pueden haber ocurrido hace diez, veinte o treinta años atrás. Revivirá la muerte de un ser amado, un divorcio, un abuso durante la infancia – cualquier cosa que el cerebro pueda hallar para torturarle – y sentirá como si hubiera ocurrido ayer.
· Tendrá pensamientos malos. Las madres primerizas tendrán pensamientos de sofocar a sus bebés. Los pensamientos de dañar o matar a otras personas son comunes. Quizás lo torturen imágenes o fotos en su memoria. Es como si el cerebro encontrara sus puntos débiles más sensibles y luego lo aterrorizara con ellos.
· Cuando el nivel de serotonina (uno de los principales reguladores del cuerpo) están bajos, su cuerpo comienza a desequilibrarse. Experimentará cambios en la temperatura corporal, dolores, calambres musculares, problemas intestinales o de vesícula, sensaciones de ahogo, etc. Los “malos pensamientos” podrán decirle que esos síntomas se deben a una enfermedad terminal. Las personas deprimidas nunca tienen gases – se trata de cáncer de colon. Un hematoma es leucemia.
· Desarrollará un tipo de pánico de necesidad de cambiar. Comenzará a pensar que un cambio en su estilo de vida (crisis de la mediana edad), un divorcio, una aventura extramatrimonial, un nuevo empleo o un Corvette cambiarán su estado de ánimo. Alrededor del 70 por ciento de los empleos se pierden en momentos en que las personas están deprimidas y gradualmente se diluyen de su vida. La mayoría de los amoríos extramatrimoniales ocurren durante este tiempo.
· Como los bajos niveles de serotonina se relacionan con los trastornos obsesivos compulsivos, es posible que se encuentre a sí mismo empezando a contar cosas, preocuparse por los gérmenes y las enfermedades, preocuparse excesivamente de apagar los electrodomésticos y que las puertas estén cerradas, preocuparse por apagar el televisor en un canal impar, etc. Puede llegar a desarrollar rituales sobre la seguridad y el recuento de cosas. Un trabajador de una planta de ensamble de automóviles comenzó a creer que su trabajo echaría una maldición sobre los automóviles si su número de serie, al ser agregado, no igualaban a un número par.
· Cualquier característica, actitud o rasgo normal de personalidad que tenga, se verán triplicadas de pronto. Un perfeccionista se volverá súbitamente ansioso y abrumado por el desorden del entorno o se distraerá con las hojas que caen por minuto en el jardín. Las personas ahorrativas comenzarán a preocuparse de pronto con el consumo eléctrico y del agua en el hogar.
· Un acontecimiento “disparador” puede producir conductas bizarras. Con un nivel ya bajo de serotonina, cuando un animal lo pica o lo rasguña, puede hacer que usted se preocupe acerca de la rabia. Una historia en los medios de comunicación sobre los efectos nocivos de la radiación puede hacerle recordar un visita a una planta nuclear durante su adolescencia – sintiendo de pronto que todos sus síntomas actuales son el resultado de la exposición a la radiación.
· Cuando usted toca fondo con un nivel “severamente bajo” de serotonina, llegará el “camión de la basura”. Todas las personas que tienen niveles muy bajos de serotonina oyen las mismas cosas. Usted oirá que: 1) Es un mal esposo, padre, hijo, empleado, etc., 2) Es una carga para quienes lo aman o dependen de usted, 3) Está empeorando la vida de quienes le rodean, 4) Quienes se preocupan por usted estarían mejor sin usted, 5) Usted estaría mejor sin usted, y 6) Usted y quienes le rodean estarían mejor si usted ya no existiera más. En ese punto, usted desarrolla pensamientos suicidas.
La depresión clínica es quizás el problema más común de salud mental que se encuentra en la práctica profesional. Uno de cada cuatro adultos experimentará depresión clínica en el transcurso de su vida. La depresión es el “resfriado común” de la práctica de la salud mental – muy común y mucho más fácil de tratar hoy que en el pasado.
El tratamiento de la depresión, como puede esperarse, involucra un incremento de los niveles de serotonina del cerebro. Desde mediados de la década de los ochenta, los medicamentos han estado disponibles en un intento por tratar específicamente e incrementar la serotonina. Conocidos como Inhibidores Selectivos de Absorción de Serotonina (SSRI, por sus siglas en inglés), estos medicamentos, como Prozac, Zoloft y Paxil funcionan habilitando más serotonina a disposición del cerebro.
Al igual que todos los neurotransmisores, también podemos tener un exceso de serotonina. Mientras que niveles altos de serotonina producen una sensación de bienestar, dicha y “ser uno con el universo” – demasiada serotonina puede producir una enfermedad que pone en peligro la vida conocida como Síndrome de Serotonina (SS).
Lo más probable es que se produzca accidentalmente al combinar dos medicamentos o sustancias que incrementen la serotonina. El Síndrome de Serotonina (SS) produce temblores violentos, una profunda sudoración, insomnio, náuseas, repiqueteo de los dientes, escalofríos, estremecimientos, agresividad, excesiva confidencia, agitación e hipertermia maligna. Se requiere un tratamiento médico de emergencia, utilizando medicamentos que neutralicen o bloqueen la acción de la serotonina como tratamiento para el Síndrome de Serotonina (SS).
Al igual que la dopamina, la serotonina puede incrementar accidentalmente o disminuir accidentalmente por diferentes sustancias. Se conoce que un método anticonceptivo produce una depresión severa porque disminuye los niveles de serotonina. Un medicamento específico para el acné también ha sido vinculado con la depresión y las ideas de suicidio. Por esta razón, informe siempre a sus médicos si está tomando alguna medicación para la depresión. También, evite combinar los antidepresivos con cualquier sustancia herbal reportada como una ayuda para la depresión como las de St. John’s Wort.
Norepinefrina: desde la Agitación al Pánico
La norepinepinefrina (noradrenalina o NE) es el neurotransmisor que normalmente se asocia con la respuesta “pelear o huir” ante el estrés. Está altamente vinculada con las respuestas y reacciones físicas, puede aumentar el ritmo cardíaco y la presión arterial como también crear una sensación de pánico y un temor abrumador. Este neurotransmisor es similar a la adrenalina y se cree que establece los niveles umbrales de la estimulación y la excitación o agitación. Emocionalmente, la ansiedad y la depresión se relacionan con los niveles de norepinepinefrina del cerebro, ya que este neurotransmisor parece mantener el equilibrio entre la agitación y la depresión.
Los niveles bajos de norepinepinefrina se asocian la pérdida del estado de alerta, una memoria deficiente y la depresión. La norepinepinefrina parece ser el neurotransmisor de la “agitación” y por esa razón, los niveles más bajos de lo normal de este neurotransmisor producen niveles de excitación e interés por debajo del promedio, un síntoma hallado en muchas enfermedades psiquiátricas como la depresión y el ADHD. Es por esta razón que los medicamentos para la depresión y el ADHD con frecuencia actúan sobre la dopamina y la norepinepinefrina, en un intento por restaurar los niveles normales de ambos.
Aumentos leves en los niveles de norepinepinefrina producen una agitación incrementada, algo conocido como lo que producen los estimulantes. Se considera que esta agitación o excitación es placentera y muchas “drogas callejeras” como la cocaína y las anfetaminas aumentan los niveles de norepinefrina del cerebro. Este aumentado estado de excitación es placentero, y vinculan estas sustancias con su potencial de adicción. La investigación nos dice que algunas personas consumen antidepresivos para desarrollar un estado de “hipomanía” o satisfacción emocional y excitación física de la misma manera. Por esa razón, se aconseja a las personas que consumen los antidepresivos modernos que notifiquen a sus médicos o psiquiatras si se sienten “demasiado felices”.
Los niveles moderados de norepinepinefrina crean una sensación de agitación que se vuelve incómoda. Cabe recordar que este neurotransmisor está fuertemente vinculado a las reacciones físicas. Un incremento moderado crea preocupación, ansiedad, un reflejo de respuesta exagerada, nerviosismo, temor a las multitudes y a los lugares cerrados, una concentración deficiente, alteraciones del sueño y cambios físicos. Los síntomas físicos pueden incluir una fatiga rápida, calambres o tensión muscular, irritabilidad y una sensación de vivir al límite. Casi todos los trastornos de ansiedad involucran incrementos de norepinepinefrina.
Los aumentos severos y súbitos de norepinepinefrina se asocian con los ataques de pánico. Quizás la mejor manera de visualizar un ataque de pánico es recordar la asociación con la respuesta “pelear o huir”. La respuesta de “pelear o huir” es una reacción química a una situación dramática y amenazante en la cuál el cerebro produce cantidades excesivas de norepinepinefrina y adrenalina – dándonos una fuerza extra, una mayor energía o excitación, rigidez muscular (para pelear o huir) y una desperada sensación de que debemos hacer algo inmediatamente. Esta respuesta animal fue activada al comienzo de la vida del hombre cuando un oso se presentó en su cueva o cuando se enfrentó con un tigre en la selva. En los tiempos modernos, imagine su reacción si cuando está mirando televisión tranquilamente, alguien o algo trata de derribar su puerta y atacarle. En la reacción de “pelear o huir”, la química de su cerebro y su cuerpo lo preparan para huir de la situación o pelear hasta la muerte.
Un ataque de pánico es la activación de la reacción química de “pelear o huir” sin que se presente un oso en su puerta. Es como una respuesta animal de auto protección que se activa accidentalmente, cuando no existe ninguna situación real que amenace su vida. Conocidos hoy como ataques de pánico, pueden presentarse mientras está en la tienda de comestibles, en la iglesia o cuando menos lo espera. Como la norepinepinefrina es un neurotransmisor que actúa rápidamente, el ataque de pánico puede durar menos de diez minutos (pero se siente como si durara horas), y se sentirá agitado y sacudido por varias horas. Los ataques de pánico son eventos fuertes, físicos y químicos e incluir los siguientes síntomas:
· Palpitaciones, aumento del ritmo cardíaco o latidos fuertes
· Sudoración y cambios en la temperatura corporal
· Temblores o espasmos
· Falta de aliento o sensación de ahogo
· Sensaciones de asfixia
· Dolor de pecho y malestar
· Náuseas o malestar estomacal
· Mareos, vértigo o sensación de desmayo
· Sentido de irrealidad, como si uno estuviera fuera de uno mismo
· Temor a la pérdida de control o a volverse loco
· Temor a morir
· Adormecimiento y cosquilleo en todo el cuerpo
· Escalofríos y calores
Si pensamos en el ejemplo del automóvil, un ataque de pánico es el equivalente de nuestro panel de controles encendiendo todas las luces de alerta – su nivel de estrés es demasiado alto. Los ataques de pánico, o las descargas de norepinepinefrina, también pueden ocurrir por accidente como cuando se crean por el consumo de ciertos medicamentos. Los medicamentos para algunas enfermedades médicas pueden causar un ataque de pánico o incrementar los niveles de ansiedad. Los medicamentos que se usan con frecuencia para el asma, por ejemplo, pueden generar ansiedad o ataques de pánico.
El tratamiento de los niveles bajos o altos de norepinepinefrina en el cerebro involucra diferentes estrategias. A menudo, los bajos niveles de norepinepinefrina se tratan utilizando antidepresivos más nuevos. Muchos antidepresivos nuevos, conocidos como inhibidores de reabsorción de serotonina y norepinepinefrina (SNRI) de marcas comerciales como Effexor y Serzone, tratan la depresión incrementando los niveles de ambos neurotransmisores, la serotonina y la norepinepinefrina.
El tratamiento para los niveles altos de norepinepinefrina, como los que se encuentran en los trastornos de ansiedad y pánico, involucran una disminución de los niveles del neurotransmisor, directa o mediante el uso de medicamentos que incrementan otro neurotransmisor que inhibe o disminuye la acción de la norepinepinefrina. Uno de esos neurotransmisores inhibidores es el GABA, también conocido como Ácido Gama Aminobutírico.
GABA: desde la Manía y las Convulsiones hasta la Relajación y el Control de los Impulsos
El Ácido Gama Aminobutírico (GABA) es un neurotransmisor inhibitorio, vale decir, que disminuye la capacidad de funcionamiento de otros neurotransmisores. El GABA está involucrado con nuestro nivel de excitabilidad. En lugar de promover la comunicación entre las células, como lo hacen la dopamina, la serotonina o la norepinepinefrina, el GABA reduce, interrumpe y bloquea la comunicación. Este neurotransmisor es importante en las áreas del cerebro vinculadas con la emoción y la ansiedad.
Cuando el GABA está dentro del rango normal en el cerebro, no nos sentimos sobreexcitados o ansiosos. Al mismo tiempo, tenemos reacciones adecuadas ante las circunstancias que nos rodean en el ambiente. El GABA es el controlador de la velocidad de la comunicación, Asegurando que todas las conexiones del cerebro funcionen a la velocidad adecuada y con la intensidad correcta. Cuando tenemos muy poca cantidad de GABA en el cerebro, la comunicación se vuelve fuera de control, sobre-estimulada, y químicamente instable. Demasiada cantidad de GABA nos hace sentir extremadamente relajados y sedados; con frecuencia, hasta el punto de afectar nuestras reacciones normales.
Los niveles bajos de GABA se asocian con el Trastorno Bipolar y la Manía. Con niveles de GABA por debajo del promedio, el cerebro está demasiado estimulado. Comenzamos a hablar rápidamente, nos quedamos despiertos durante varios días sin descansar y desarrollamos ideas audaces y grandiosas. En un estado maníaco, estamos tan “bien” y fuera de control, que suelen desarrollarse rápidamente problemas sociales, a menudo debido a la hipersexualidad, los gastos excesivos, las decisiones que se toman sin pensar, las conductas riesgos y las ideas grandiosas. Podemos sentirnos tan bien que pensamos que tenemos un espíritu celestial, somos unos genios intelectuales o que poseemos poderes extraordinarios. Personalmente, tuve un paciente que se encerró en su casa móvil y pasó una semana entera reescribiendo el Nuevo Testamento en un dialecto local. Otro paciente, con una educación limitada, comenzó a comprar libros sobre la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein, pensando que podría llegar a usar esa información pata inventar un “dispositivo de propulsión para naves espaciales”.
Los niveles bajos de GABA también se asocian con problemas de un control de los impulsos deficiente, e incluye enfermedades clínicas como el juego, los berrinches y los robos. Cunado hay un bajo nivel de GABA en el cerebro, las conductas impulsivas no son inhibidas (frenadas) por el pensamiento lógico o razonable.
Los bajos niveles de GABA también están asociados con la epilepsia o los trastornos convulsivos. Si nos imaginamos una convulsión como una tormenta eléctrica, la convulsión comienza en un lugar del cerebro cruzando rápidamente hacia otro y abarcando todo el cerebro, como una tormenta repentina. Los bajos niveles de GABA le facilitan al cerebro el desarrollo de las convulsiones, y ésta es la razón por la cuál las convulsiones forman parte de los síndromes de abstinencia de muchas sustancias que funcionan con el GABA, como el alcohol y los tranquilizantes (benzodiazepinas – Xanax, Ativan, Librium, Valium, etc.). Las sustancias que mantienen artificialmente un alto nivel de GABA, cuando cesan de consumirse, crean una caída violenta de los niveles de GABA, creando así el riesgo de sufrir convulsiones por abstinencia, debido a la inestabilidad química que se crea.
Altos niveles de GABA producen más control, relajación e incluso sedación. El alcohol funciona aumentando los niveles de GABA, y es por ello que todos los sistemas del cuerpo se relajan al principio – luego se sedan hasta el punto de hablar arrastrando las palabras, caminar tambaleándose y pensar distorsionadamente (sin claridad). La abstinencia del alcohol, o la repentina caída abrupta de los niveles de GABA, produce un nivel bajo de GABA y la posibilidad de sufrir convulsiones. Se sabe que la abstinencia de las benzodiazepinas sigue el mismo patrón. Si toma cuarenta miligramos de Valium por dos años, y de pronto deja de tomar la medicación, es muy probable que se produzcan convulsiones.
Los medicamentos para la ansiedad crean relajación y una disminución de la ansiedad aumentando los niveles de GABA en el cerebro. Las bebidas alcohólicas funcionan de la misma manera; el alcohol aumenta los niveles de GABA y produce una leve euforia, pérdida de la ansiedad social y otros síntomas de ebriedad o intoxicación. Una ingesta excesiva de benzodiazepinas y/o alcohol es extremadamente peligrosa ya que un alto nivel de GABA realmente interrumpe la comunicación entre las neuronas del cerebro – a veces, hasta el punto de llegar a una total falta de comunicación entre las neuronas – también conocida como muerte.
Los medicamentos para las convulsiones, los problemas de control de los impulsos y el trastorno bipolar y la manía funcionan aumentando los niveles de GABA sin la euforia colateral. El litio y los medicamentos anticonvulsivos incrementan el GABA hasta su rango normal, reduciendo la posibilidad de tener convulsiones y produciendo una estabilidad en la química del cerebro. Como el GABA es el neurotransmisor “policía”, los cambios del GABA pueden afectar a todos los neurotransmisores, y especialmente a la norepinepinefrina.
Tratamiento con Medicación para el “Desequilibrio Químico”
Comprender estos cuatro neurotransmisores ofrece la oportunidad de comprender la mayoría de las enfermedades psiquiátricas, desde la depresión hasta la esquizofrenia. Los profesionales de la salud mental usan evaluaciones psicológicas, entrevistas, cuestionarios y las historias clínicas de los pacientes para determinar primero si se ha producido un cambio en el sistema de los neurotransmisores, y segundo, para ver qué neurotransmisores están involucrados. Un diagnóstico clínico correcto lleva luego a establecer un tratamiento con medicación adecuado.
Los medicamentos se prescriben en un esfuerzo por regresar a los neurotransmisores del cerebro a su estado normal. Muy similar a cuando el médico le prescribe un medicamento para bajar su nivel de colesterol o incrementar otra sustancia química del cuerpo. Los profesionales de salud mental se ocupan de restaurar los niveles de los neurotransmisores a sus valores normales.
Los medicamentos para las enfermedades mentales funcionan de diferentes maneras:
· Algunos imitan al neurotransmisor, generando una respuesta como si el neurotransmisor original estuviera presente.
· Algunos bloquean el neurotransmisor para que no sea absorbido por las neuronas que lo rodean, conocido como bloqueo de reabsorción. Los inhibidores de la reabsorción bloquean la reabsorción de la serotonina o la norepinepinefrina y habilitan así, más neurotransmisores disponibles.
· Algunos fuerzan la liberación del neurotransmisor, causando un efecto exagerado. La cocaína hace esto con la norepinepinefrina y la dopamina mientras que el MDMA (Éxtasis – una droga de discoteca) hace esto con la serotonina.
· Algunos incrementan los neurotransmisores que disminuyen o reducen la producción de otros neurotransmisores.
· Algunos bloquean completamente la liberación de los neurotransmisores
· Algunos interfieren con el almacenamiento de los neurotransmisores, permitiéndoles salir de su almacenamiento y perder potencia.
Basados en la teoría de los neurotransmisores en las enfermedades psiquiátricas, podemos diagramar las enfermedades y ver cómo los profesionales de salud mental determinan el tratamiento con medicación, reconociendo cuáles neurotransmisores están involucrados:
Diagnóstico: Depresión producida por estrés
Neurotransmisor: bajo nivel de serotonina
Medicación: Inhibidor Selectivo de Reabsorción de Serotonina (SSRI)
Diagnóstico: Depresión con ansiedad o agitación
Neurotransmisor: bajo nivel de serotonina
Elevado nivel de norepinepinefrina
Medicación: SSRI y Medicamentos ansiolíticos o
Inhibidor de reabsorción de la serotonina y la norepinepinefrina (SNRI)
Diagnóstico: Depresión mayor con psicosis
(Depresión severa con alucinaciones o paranoia)
Neurotransmisor: elevado nivel de Dopamina
Bajo nivel de serotonina
Medicación: medicación antisicótica
SSRI
Diagnóstico: Trastorno bipolar, manía
Neurotransmisor: bajo nivel de GABA
Medicación: Anticonvulsivos o litio
Diagnóstico: Trastorno bipolar, depresión
Neurotransmisor: bajo nivel de GABA
Bajo nivel de serotonina
Medicación: Anticonvulsivos o Litio
SSRI
Pensamientos Finales
Hay una diversidad de situaciones y circunstancias que encontramos en la vida que pueden producir cambios en la química de nuestro cerebro. Estos cambios pueden crear problemas de salud mental. Durante años, hemos sabido que los componentes químicos y las sustancias del cuerpo pueden desequilibrarse como ocurre con la hipertensión arterial, un alto nivel de colesterol, un alto o un bajo nivel de azúcar en sangre, etc. No hay ningún estigma asociado con el uso de los medicamentos para volver estos componentes químicos o sustancias a sus niveles normales.
Los profesionales de la salud mental esperan que el público logre comprender la naturaleza médica y neuroquímica de las diversas enfermedades emocionales y psiquiátricas, eliminando el estigma que con frecuencia se asocia a los tratamientos. Los tratamientos modernos son muy eficaces y pueden eliminar años de sufrimiento emocional con muy poca intervención o tratamiento. Los tratamientos de salud mental están disponibles en todos los condados de los Estados Unidos.
 
 
Este artículo ha sido presentado como un servicio público
por el Dr. Joseph M. Carver, Ph.D., Psicólogo clínico.
Revisado: enero de 2002

Actitudes obsesivas que descontrolan nuestra vida


Actitudes obsesivas que descontrolan nuestra vida
OBSESIONES

Hay personas que sienten la necesidad de chequear una y otra vez las cosas o realizan rutinas y rituales una y otra vez, si no realizan estos actos desarrollan una gran ansiedad.
Dr. Javier Martínez Dearreaza.

I parte

Muchas veces, todos chequeamos las cosas dos veces antes de salir, por ejemplo: verificamos si todos los quemadores de la cocina están debidamente cerrados, si todos los grifos están cerrados o comprobamos si las puertas quedan debidamente cerradas; este es un comportamiento normal pues no queremos que suceda algún incidente o robo mientras estamos fuera de casa.

Pero hay personas que sienten la necesidad de chequear una y otra vez las cosas, o tienen pensamientos y realizan rutinas y rituales una y otra vez, y si no lo hacen desarrollan una gran ansiedad, estas personas sufren de una enfermedad que se llama Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).

El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) es una enfermedad que hace que las personas tengan pensamientos no deseados (obsesiones) y repiten ciertos comportamientos (compulsiones) una y otra vez, estos comportamientos interfieren en su vida diaria.

La mayoría de las personas con TOC saben que sus obsesiones y compulsiones no tienen sentido, pero no las pueden ignorar y tampoco frenar.
¿Qué son obsesiones?
Las obsesiones son ideas, imágenes e impulsos que pasan por la mente de una persona una y otra vez. Una persona con TOC no desea tener estos pensamientos y los encuentra perturbantes, pero la persona no puede controlarlos. A veces estos pensamientos sólo aparecen de vez en cuando y son levemente molestos. Otras veces, tiene los pensamientos perturbantes todo el tiempo.
¿Qué son compulsiones?
Los pensamientos obsesivos hacen que las personas que tienen TOC se sientan nerviosas y con miedo. Ellos tratan de deshacerse de estos pensamientos teniendo ciertos comportamientos de acuerdo a “reglas” que ellos mismos elaboran. Estos comportamientos se llaman compulsiones, a éstas, también se les llama rituales.

Por ejemplo, una persona que tiene TOC puede tener pensamientos obsesivos relacionados con los gérmenes. Por causa de estos pensamientos la persona puede limpiarse en extremo como un paciente que me comentaba que después de hacer todos sus mandados cotidianos el debía bañarse y lavarse continuamente durante unas tres horas para quedar libre de todo microbio.

Realizar estos comportamientos sólo hace que las sensaciones nerviosas desaparezcan por un tiempo corto. Cuando el miedo y la ansiedad vuelven a aparecer la persona que tiene TOC repite la rutina nuevamente.
Algunas obsesiones comunes
• Miedo a la suciedad o a los gérmenes.

• Disgusto por los desechos o los líquidos corporales.

• Preocupación por el orden, balance y exactitud.

• Preocupación de que una tarea no se haya realizado bien, incluso cuando la persona sabe que no es cierto.
• Miedo de tener pensamientos malos o pecaminosos.
• Pensar en ciertos sonidos, imágenes, palabras o números todo el tiempo.
• Necesidad de asegurarse continuamente de las cosas.
• Miedo a hacerle daño a un miembro de la familia o a un amigo.
Algunas compulsiones comunes.
• Limpiar y arreglar, lavarse las manos, tomar baños, cepillarse los dientes una y otra vez.

• Revisar cajones, puertas y aparatos eléctricos para asegurarse de que están cerrados, con seguro y apagados.

• Repetir, salir y entrar por una puerta, levantarse y sentarse de un asiento o tocar ciertos objetos varias veces.
• Ordenar y disponer cosas de cierto modo.
• Contar una y otra vez hasta cierto número.

• Guardar periódicos, correspondencia, revistas, empaques que ya no son necesarios.

• Buscar seguridad y aprobación continua.
¿Qué tan frecuente es el TOC?
Por muchos años se pensó que el TOC era raro. Algunos estudios recientes demuestran que puede haber aproximadamente tres millones de estadounidenses entre 18 y los 54 años de edad con TOC en cualquier momento específico. Esto es aproximadamente el 2,3% de las personas en ese grupo de edad. El TOC afecta por igual a hombres y mujeres.
¿Qué causa el TOC?
No se ha encontrado una causa específica, a veces puede ser genético, otras veces puede ser porque las sustancias químicas del cerebro (neurotransmisores) no están en cierto nivel; últimamente se piensa que existen subtipos de TOC que pueden estar asociados con las hormonas.
TOC y embarazo.
Un nuevo estudio aportó más pruebas de que el embarazo agravaría o causaría síntomas del Trastorno Obsesivo Compulsivo en algunas mujeres, lo que sugiere que en algunos casos existiría una respuesta anormal a los cambios hormonales.

Por lo general, los síntomas del TOC aparecen en la infancia y la adolescencia, pero algunos estudios han demostrado que también puede aparecer durante o inmediatamente después del embarazo.

Otros estudios revelan que la gestación puede agravar en algunas mujeres los síntomas del TOC que habían desarrollado antes del embarazo, pero en algunas se observó que los síntomas mejoraban, y las mujeres en las que el trastorno empeoraba en los días previos a la menstruación tenían más riesgos de sufrir una exacerbación de los síntomas durante el embarazo.

Esto respalda la idea de que existe un subtipo de TOC “asociado con las hormonas” que afecta a algunas mujeres. Esas mujeres tendrían otra sensibilidad a las hormonas reproductivas; en ellas, el embarazo dispararía o exacerbaría el TOC.
Enfermedades asociadas al TOC.
Las personas que tienen TOC, con frecuencia padecen otros tipos de ansiedades, tales como las fobias (por ejemplo, miedo a las arañas o a volar) o ataques de pánico.

Las personas que tienen TOC también pueden padecer depresión, trastorno de déficit de atención, trastornos alimentarios, dislexia, síndrome de Gilles de la Tourette.
Una enfermedad con tintes obsesivos.
Un trastorno psiquiátrico poco común pero debidamente conocido como Síndrome de Referencia Olfativa (SRO), es cuando las personas están convencidas de que emiten olores horribles, y debido a esto con frecuencia se aíslan o incluso intentan suicidarse.

Los pacientes sufren muchísimo como resultado de esta falsa creencia y parecen tener gran discapacidad en cuanto a su funcionamiento. También parece que tienen mayores índices de tendencia al suicidio.

En un estudio realizado a 20 pacientes que sufrían esta enfermedad, se encontró que tenían edad promedio de 33.4 años y habían estado sufriendo el SRO desde que tenían 15 ó 16 años. El 60% era del sexo femenino.

El 95% de estos pacientes tenía al menos una conducta compulsiva a diario debido a su convicción de oler mal. El 80% se olía a sí mismo de forma continua; el 68% se duchaba obsesivamente y el 50% se cambiaba de ropa continuamente.

Muchos usaban talco o perfume (a veces incluso bebían perfume), desodorante, chicle y otros productos para deshacerse del mal olor.

El síndrome también dejó a muchas personas aisladas y tres cuartas partes afirmaron evitar interacciones sociales debido al hedor.

El 40% informó haber estado encerrado en su casa al menos durante una semana. Más de dos tercios habían pensado en el suicidio.


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Dr. Javier Martínez Dearreaza.

Universitá degli Studi di Pavia-Italia.

Clínica San Francisco.

De donde fue Camas Luna Montoya 90 varas arriba.

Tel. 2222-24 94. Cel. 8877-1894.

http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2010/07/25/variedades/128770

El embarazo dispararía o agravaría los síntomas de TOC


El embarazo dispararía o agravaría los síntomas de TOC
Diferencias en los genes que regulan o son regulados por las hormonas reproductivas.

Medlineplus


Por Amy Norton

NUEVA YORK (Reuters Health) - Un nuevo estudio aportó más pruebas de que el embarazo agravaría o causaría síntomas del trastorno obsesivo compulsivo (TOC) en algunas mujeres, lo que sugiere que en algunos casos existiría una respuesta anormal a los cambios hormonales.

El TOC es un trastorno de ansiedad que produce pensamientos continuos e indeseados que impulsan a repetir rutinas y rituales una y otra vez. La obsesión con la limpieza, por ejemplo, llevaría a una persona a lavarse las manos constantemente.

Unos 2 millones de adultos en Estados Unidos tienen el TOC, cuyos síntomas suelen aparecen en la niñez o la adolescencia. Pero algunos estudios demostraron que también pueden aparecer durante o inmediatamente después del embarazo, que además podría agravarlos en algunas mujeres.

El nuevo estudio confirma y amplía esos resultados, según la doctora Ariadna Forray, de la Escuela de Medicina de la Yale University, en New Haven, Connecticut.

Tras analizar las historias clínicas y entrevistar a 126 mujeres tratadas en la Clínica de TOC de Yale, el equipo halló que el 32 por ciento de las 78 mujeres que habían estado embarazadas habían tenido los primeros síntomas de TOC durante o inmediatamente después del embarazo.

Además, el equipo observó que la gestación agravó los síntomas en la tercera parte de las mujeres que habían desarrollado TOC antes de quedar embarazadas. Pero en el 22 por ciento de los embarazos, los síntomas mejoraron.

Y las mujeres en las que el trastorno empeoraba en los días previos a la menstruación tenían más riesgo de sufrir una exacerbación de los síntomas durante un embarazo. Esto respalda la idea de que existe un subtipo de TOC "asociado con las hormonas" que afecta a algunas mujeres.

"Esas mujeres tendrían otra sensibilidad a las hormonas reproductivas; en ellas, el embarazo dispararía o exacerbaría el TOC", dijo Forray.

Aunque se desconoce la causa de esas diferencias en la sensibilidad hormonal, la autora apuntó a diferencias en los genes que regulan o son regulados por las hormonas reproductivas.

Para Forray, los resultados sugieren que las mujeres con TOC y sus médicos deberían saber que el embarazo puede agravar los síntomas, sobre todo si habitualmente empeoran en el período premenstrual.

El tratamiento del TOC incluye terapia cognitiva-conductual, antidepresivos y ansiolíticos. Las pacientes y los médicos deberían tener en cuenta también que el TOC puede aparecer durante o inmediatamente después del embarazo.

Es normal que las embarazadas o las madres primerizas estén ansiosas y tengan preocupaciones. Pero Forray señaló que si ciertos pensamientos y conductas, como la preocupación por el orden, la limpieza o el bienestar del bebé, empiezan a causar estrés e interferir con las actividades diarias, entonces es tiempo de conversar con el médico.

FUENTE: Journal of Clinical Psychiatry, online 18 de mayo del 2010
http://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoID=66048

Las patologías alimentarias


Las patologías alimentarias

La anorexia se caracteriza por un alto nivel de exigencia, búsqueda de la perfección, no solo en su cuerpo sino en todo lo que realizan. Mantienen muy buen desempeño escolar, mientras sus condiciones psicofísicas se lo permiten.

Mantienen la necesidad de completar los mandatos de sus padres, aun aquellos que son implícitos. Proviene de familias con altos niveles de exigencia, sobre todo hacia esta hija en particular.
Tal es el caso de la paciente F, 19 años, estudiante universitaria que al escuchar una conversación de su padre, con un nivel de rigidez y exigencia muy pronunciado, que entabla con un familiar y comenta que la hija de un amigo terminó tal carrera universitaria en tres años; Cree que a través de este discurso le esta determinando que debe finalizar sus estudios en ese periodo u otro aun menor. Creen en la exigencia “implícita”. Se idealiza una forma de vida, con una búsqueda de perfección.
Presentan una alteración en la imagen corporal. Aun con pesos mórbidos sé auto encuentran frente al espejo gordas. A esta deformación de la imagen corporal se la denomina DISMORFOFOBIA.
Se observa una perdida significativa de peso. Superior al 15 % por debajo de los índices de las tablas, teniendo en cuenta talla y edad. Tienen un miedo intenso a la obesidad. A la vez que presentan un peso bajo mantienen la intención de seguir bajando. Eligen un peso determinado, fijado subjetivamente y alejado de una realidad saludable.
Hay una negativa a alimentarse.

Los desordenes alimenticios son enfermedades conductuales devastadoras producidas por una serie de factores que pueden incluir trastornos emocionales, presiones familiares, sensibilidad genética o biológica, cultura de sobreabundancia de comida y obsesión con la delgadez.
La bulimia y la anorexia comparten características muy similares, como por ejemplo la depresión, la ocultación de alimento y la obsesión por la perdida de peso. Estos trastornos alimenticios existen desde hace mucho tiempo, pues fue en 1873 cuando se hizo la primera descripción y definición de estas enfermedades.

Bulimia: Esta enfermedad generalmente empieza a principio de la adolescencia y la juventud, cuando las mujeres jóvenes intentan las dietas restrictivas, fracasando y reaccionando con exceso de comida.
En respuesta a esta conducta los pacientes intentan bajar de peso mediante la ingesta de laxantes, pastillas para adelgazar, medicamentos para reducir líquidos o a través de la provocación del vomito.

Anorexia: Las personas con anorexia nerviosa enflaquecen al punto de inanición, perdiendo por lo menos de un 15 a un 60 % del peso corporal normal.
Los síntomas de la anorexia son la repulsión por la comida, temor abrumador por tener sobrepeso junto con una imagen distorsionada de sus propios cuerpos, llegando al punto de convertir a los alimentos en enemigos.
Se generan situaciones de aislamiento y restricciones sociales, seguidas a las restricciones alimentarias enlazadas a una vida hiperactiva, en algunos casos ligadas al gasto calórico. Se idealiza un “cuerpo puro” sin alimento, en realidad una conducta mortal.
Presentan amenorrea, (Perdida o ausencia del periodo menstrual). La personalidad definida también con carteles obsesivos compulsivos, nos refiere a la tendencia a la perfección e idealización de actos, posturas, ropa, cuerpo, sujetos.
Deseos de no comer, deseos de nada. ¿Se puede desear la nada? Si, se puede desear no comer nada, no pesar nada. ¿Sé esta deseando la nada? La nada es no estar. No estar vivo.
Les cuesta mucho decir lo que sienten, lo que les pasa. Hablamos y comemos por el mismo agujero: la boca. Cuando empiezan a hablar de los que les acontece comienzan a comer. Hablamos de alimento y palabra.
Cuesta entender tal necesidad de lograr el control absoluto de todo: del peso, de las notas frente a los exámenes, del cuerpo de la comida y el agregado de un deseo teñido de perfección sobre todo lo que toca y hace. Porque no hay un placer sobre las actividades, en realidad hay una sensación de “deber hacer”, de “obligación”. El lograr el control de todo también conlleva a la búsqueda de controlar el hambre.
¿Cómo puede tolerarse el hambre? ¿Se pierde el deseo de comer? El hambre esta en relación con contracciones gástricas, sin embargo si se impide sentirla, por ello no estaría ligado a un fenómeno localizado. Coexisten las incidencias endocrinas, metabólicas, la influencia del sistema nervioso y el deseo.
Debemos distinguir entre hambre y apetito. El hambre es un estado somático provocado por la privación de alimento y que desaparece con la ingestión de comida. El apetito es un estado consciente caracterizado por el deseo de comer, condicionado por una experiencia anterior y provocado por el gusto de una comida concreta.
Se pierde el hambre, se pierde el apetito y se pierde, sobre todo, la auto confianza en sus deseos de hambre o apetito. Son tan negados que cuesta mucho recuperarlos.
La creencia errónea del “vivir del aire”. Del abandonar la necesidad de comer. Sienten “miedo a la comida”.
Las dietas hipe restrictivas generan mal humor, destruyen el humor y rompen las relaciones sociales, además del daño físico en ocasiones irreparables.
Expresan miedo o terror frente a las comidas.
Esta “represión alimentaria”, esta “imposibilidad de expresión”, también representa la negación frente a la sexualidad.
Ambas patologías alimentarias evidencian altos niveles de estrés, acompañadas de imposibilidad de elaborar situaciones traumáticas.
Se ha observado en los pacientes que padecen anorexia nerviosa el síndrome TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) caracterizado por: obsesiones con relación a la limpieza (recordamos una paciente que subía la enceradora a la mesada de la cocina, a la mesa, etc. aun con bajo peso), lavado de manos o utensilios por sensaciones de asco, chequear cerraduras, llaves de paso, frenos de mano, etc. Una conducción a la “duda permanentemente”. Tal compulsión inhabilita el desarrollo de la vida cotidiana del sujeto. Presenta trastorno de ansiedad. Recibe imágenes obsesivas, automatización patológica de la conducta, sensación de molestia permanente. Actos visibles (como el chequear llaves, revisar, lavar, etc.) o invisibles (los que realizan mentalmente) como forma de controlar la ansiedad. La función de las obsesiones tienen que ver con limitar -erróneamente- o manejar esta ansiedad, y a diferencia del paciente que padece BED o bulimia, no comen, realizan determinados actos. También el TOC se manifiesta en pesarse constantemente.
La incidencia de TOC frente a la anorexia nerviosa se estima en el 30% de las pacientes. Y en el 60% de las pacientes con anorexia nerviosa se observa personalidad obsesiva, perfeccionista, rígida e introversión. Con relación a los alimentos pueden almacenarse, desmenuzarse, ocultarse, tirarlos, dárselos al perro, etc.
Los trastornos obsesivos compulsivos se agravan con la pérdida de peso. Con relación a ello se recuerda el estudio de 1950 de Minesotta con veteranos de la 2º guerra mundial. Si el paciente no recupera el peso los TOC no se curan.
Hasta un año después de la consolidación del peso normal puede persistir la sintomatología del TOC. El TOC es utilizado como descarga.
Aun en niños pequeños pueden detectarse en la forma de guardar los juguetes, en sus aprendizajes, métodos de estudio, como acomodan su ropa, etc.
En realidad tras esta obsesión permanente por el peso hay “otras cosas”. Son invadidos por una sensación permanente de que todos los cambios son bruscos, ya que esta imposibilidad de crecer (reemplazada en el imago por el engordar) les impide aceptar cualquier imprevisto, cambios, nuevas etapas, etc., ya que cualquier imprevisto los descontrola. Presentan una conducta retraída ante las dificultades.
Se la observa con la piel seca, áspera, amarillenta y fría. Puede presentar además en manos y pies. Visten con ropa amplia y suelta, aunque hay pacientes que utilizan talles minúsculos. Oscilan entre la depresión y la hiperactividad. Su cabello es pajoso y quebradizo. Presentan constipación crónica, perturbación en el sueño y perdida del interés y apetito sexual.
Si el comienzo de la enfermedad es prepuberal se presenta baja estatura. Se observa arritmia cardiaca, hipo o hipertensión arterial. Aspecto depresivo, deshidratación y desnutrición.

Cuando la enfermedad persiste por lo largo tiempo se observa: modos de comportamiento más rígidos y auto controlados, la agresividad (que antes se hallaba reprimida) se vuelve contra sí misma y contra los otros.
Los criterios diagnósticos de esta afección son: (DSMR 1987, ICD 10 1986, DSM IV 1993)
*Peso 15% por debajo del peso normal sobre talla y edad y/o detención del crecimiento.
*Miedo intenso por el peso y las formas corporales.
*Distorsión del esquema corporal.
*Trastornos en el interés y apetito sexual.
*Amenorrea.
*Ninguna enfermedad física que pueda dar cuenta de este trastorno.
*Cuentan con imposibilidad de crecer
Expone la paciente B de 19 años de edad “... supongo que mi mamá me quiere tanto que no puede aceptar que crecí y me sigue tratando como a una nena, a veces me hace reproches como cuando era chica, quiere que obedezca y que me salga todo perfecto...”

En la anorexia, al igual que el resto de las patologías alimentarias, las pacientes viven una especie de “catástrofe permanente”. Quiere decir que ante un incendio o un derrumbe lo que menos vamos a pensar es en comer. Bueno, estos pacientes viven en un cuadro de movilización de angustia permanente, definido como “estrés crónico”.
La anorexia causa perdidas de masa ósea al 90 % de las mujeres afectadas por este problema.
Investigadores del Hospital General de Massachussets han observado en pruebas realizadas con 130 pacientes que un 38 % de los casos podrían encuadrarse, además, en lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera osteoporosis.
La anorexia nerviosa es una perdida de peso extrema relacionada con restricciones en la alimentación, un miedo irreal a ganar peso y una imagen equivocada sobre el propio cuerpo.
Se trata de un problema que afecta especialmente a las jóvenes y ha alcanzado gran trascendencia entre las modelos y el mundo de la moda, en el que la perdida de peso se puede llegar a convertir en una obsesión.
La anorexia y la pérdida de masa ósea que lleva asociada son un problema médico muy grave.
La ingestión suplementaria de hormonas femeninas (estrógenos) o parece reducir el riesgo de perdida de masa ósea.
La perdida de masa ósea es un problema relacionado con las mujeres con anorexia.
Los científicos del Hospital General de Massachussets indican que se ha confirmado la perdida de masa ósea en un 92% de las mujeres estudiadas, sea en las caderas, extremidades o espina dorsal. La investigación se ha realizado con 130 mujeres de entre 20 y 25 años que padecen anorexia nerviosa la mayoría de ellas con irregularidades en el periodo de la menstruación.
La perdida de la menstruación, que esta asociada con la alteración de los niveles de las hormonas femeninas, es un claro indicio de anorexia entre mujeres jóvenes.
El deterioro en la masa ósea conduce en ocasiones a la aparición de fracturas, es una complicación de la anorexia, pero hasta ahora no se sabía si era el resultado de la falta de estrógenos o de la mal nutrición.
“Algunas mujeres jóvenes están experimentando, por culpa de la anorexia, una perdida de masa ósea comparable a la que sufren mujeres varios decenios mayores que ellas “ por los problemas hormonales asociados a la menopausia, a declarado Anne Klibanski, responsable de la Unidad Neuroendocrina del Hospital de Massachussets.
Los investigadores han advertido que llegado un determinado grado de perdida de masa ósea debido a la anorexia, los resultados pueden ser irreversibles.

La bulimia se caracteriza por:
*Deseos de anorexia.
*A diferencia de los pacientes con anorexia, tienen conciencia de que el patrón alimentario es anormal.
*Tienen episodios recurrentes de voracidad, lo que denominamos “atracón”. A posterior surgen las CCI (conductas compensatorias inadecuadas) tales como: el vómito autoprovocado, el uso de laxantes, los diuréticos, la gimnasia excesiva, la rumiación. Temen no ser capaces de parar la ingesta voluntariamente. Y luego de cada episodio de voracidad padecen de sentimientos auto despreciativos.
*Alternan períodos de dietas restrictivas, episodios de atracón y conductas compensatorias. Una vez roto el período de dieta, la compulsión de comer vorazmente es mayor. Luego surge la búsqueda de “borrar lo que comió”, “sacárselo de encima”, desembarazarse de la comida”. En esta última frase hay una ligazón particular al embarazo, a la sexualidad, al rol materno, al abuso.
*Baja tolerancia frente a la frustración. Todo debe “salir perfecto”.
Nos hallamos frente a la búsqueda de aprobación permanente, necesidad del “aplauso”. Viven con una “autoestima prestada”. Quizá por ello conviven con deseos de ser “otro”. Por ello se sienten de acuerdo a las expresiones de los demás.
Así como se presentan como colaboradoras y solidarias sustentan un nivel de competitividad altísimo por temáticas corporales.
Recuerdo el informe de un acompañante terapéutico que describe su primera salida con su acompañada padeciente del trastorno que nos ocupa, donde ésta volteaba la cabeza y seguía los cuerpos de las personas que transitaban cerca de la confitería en la que se hallaban. Comentaba en forma crítica a cerca de sus cuerpos, despreciaba a las “hiperdelgadas”, hablaba sobre sus formas, ropas y peinados.
Bulimia significa “hambre de buey”. Se inician en la enfermedad como en las pacientes con anorexia: todo empieza con una dieta, pero no tienen el mismo “control” hacia el no-comer que la paciente con anorexia logra, y luego del período de control restrictivo comen todo lo que no comieron. Comen mucho y cualquier cosa, en general hidratos de carbono. Actualmente se han observado ingestas elevadas, utilizando productos denominados “diet”, como algunos pacientes relatan atracones que incluyen un kilo de dulce de leche diet, frascos de mermelada light, una docena de alfajores bajos en calorías, productos lácteos, entre otros. Las ingestas se producen en general a solas. La rapidez de las mismas generan rupturas de esófago y estómago. Si bien antes se estimaban que se desarrollaban en horas de la tarde, en la actualidad los atracones se presentan en diversos horarios e incluso, en algunos casos, varias veces por día.
Para efectuar un diagnóstico de bulimia se recurre a la frecuencia mínima de dos episodios semanales durante tres meses. Pueden mantener peso normal, bajo o sobrepeso. En la anorexia puede sospecharse de la enfermedad ante la pérdida significativa de peso sin causa orgánica o delgadez excesiva, incluso ante la negativa a alimentarse. En la bulimia no está determinada con la misma “detección superficial” la enfermedad, pues puede tener peso normal, pueden alimentarse, en apariencia, normalmente.
En general, provienen de familias dietantes, miembros con obesidad o temor mórbido a engordar.
La no resolución de estas conflictivas pueden contemplar abusos de drogas e, incluso, serias depresiones.
Las características de las pacientes con este padecimiento, en la medida que no reciben atención terapéutica adecuada, empeoran porque tienen importantes tendencias impulsivas: riesgo al abuso de sedantes, anfetaminas, cocaína, alcohol, robos, promiscuidad sexual. Estados variables de ánimo con períodos depresivos, angustia y desesperación, aislamiento social, vergüenza. Atracones en forma disimulada, secreta y planificada. Padecen extrema culpa y autoaborrecimiento después de cada atracón. Presentan los siguientes signos clínicos: alteraciones del esmalte dental (dientes amarillentos amarronados) en vomitadores, lesiones en los nudillos de los dedos, voz ronca y/o dolor crónico de garganta por lesión de mucosa esofóbica). Pueden alternar entre un aspecto saludable (hasta con sobrepeso) y un aspecto descuidado o depresivo.
Cuanto más comen, más quieren comer. Son ansiosos e impulsivos. Se visten y se arreglan según su estado de ánimo. Los criterios diagnósticos (DSMIII-R, ICD-10, DSM IV 1986, 1987 y 1993) son: miedo intenso por el peso y las formas corporales, atracón, conductas compensatorias inadecuadas (laxantes, vómitos autoinducidos, diuréticos, gimnasia excesiva), pueden haber tenido episodios de anorexia, imposibilidad de control de impulsos, preocupación constante por la comida y sensación de haber traicionado su aspiración de peso ideal, vestimenta de acuerdo al estado de ánimo.
Relata la paciente A, de 18 años y diagnóstico de bulimia: “...No niego que me siento mal después de todo lo que comí anoche y no vomité; me siento un cerdo y no sé cómo sacarme todo de adentro. Ayer me sentía tan mal que casi lloro, tenía ganas de hablar con alguien, pero no sé por qué cuando tengo la posibilidad de hacerlo no lo hago. Soy una frustrada, Nunca logro lo que quiero... Me siento mal y me siento bien, quiero cambiar. En realidad, no sé qué me pasa... Siento a veces que Nunca podré dejar de vomitar, pero por otros instantes que sí, me siento no sé cómo... Siempre pensé que cuando sea flaca voy a parar. Pero no puedo...”.

TRASTORNO POR ATRACÓN
Citado en el manual de psiquiatría DSM IV, actualmente en listado de diagnósticos en revisión. También denominado BED (Binge Eating Disorders).
Confundido con la bulimia nerviosa, puesto que comparten las mismas características. Un error en su diagnóstico nos orientará sobre un camino de tratamiento incorrecto y, por ende, un fracaso en su curación.
Al igual que en la bulimia, los pacientes presentan un apetito desmesurado, tal como se ha descrito en un atracón en las características de bulimia.
La diferencia se evidencia en que en el trastorno por atracón no se presentan conductas compensatorias inadecuadas. Vale decir que estos pacientes no buscan “quitarse” de alguna forma errónea aquello que han ingerido. Aunque en realidad, al igual que en la bulimia, se sienten totalmente culpables por la cantidad y el tipo de comida recibida.
Una de las consecuencias de este padecimiento es la obesidad. Aunque si los atracones presentan mucha distancia entre uno y otro, si son poco frecuentes, el paciente también puede mostrar un peso prácticamente normal.
Se estima que esta patología de la conducta alimentaria afecta al 2% de la población y al 30% del público que acude a nutricionistas.
Si bien muestran que su desempeño diario puede ser normal, desarrollan, en mayor o menor grado, depresión. En general, no pueden dar cuenta frente a otro de lo que les sucede. Ocupan su boca con alimento y entonces no pueden hablar. Es trabajo terapéutico lograr que puedan conectarse con lo que sienten, con lo que les pasa. Padecen de trastornos en el sueño, crisis de llanto y de euforia, dificultades de convivencia con familias de origen y/o de pareja.
Como forma de calmar la angustia que sobrellevan en algunos casos, también recurren al abuso de sustancias y al alcohol. Desarrollan trastornos de ansiedad, conductas fóbicas sociales, escolares, de exposición ante su grupo familiar extenso, entre otros. Dentro de las diferencias también se describen que quienes padecen BED versus quienes sufren de bulimia se ha hallado que comen más durante cada comida, que no son tan “adictas” a las dietas como el grupo con bulimia. Así también persisten en conductas de “picoteo” entre comidas. En los períodos de “no dieta” surgen los atracones, lo que conlleva a “vivir a dieta”. Se han observado conductas de aislamiento, cambios en los estados de ánimo e, incluso, atribuciones irracionales en paradoja al pensamiento mágico que reina sobre la bulimia. Se ha detectado que en un grupo numeroso de pacientes que deja las CCI, egresando de la bulimia y aún no curado, atraviesa BED, como alternativa antes de lograr la superación de la patología alimentaria. Así mismo, hemos observado que otros pacientes luego de presentar mejorías en su cuadro anoréxico presentan síntomas bulímicos. Evidencian pensamientos variables en torno a los métodos para la pérdida de peso y mantienen una grave deformación de la imagen corporal.

¿EXISTEN OTROS TRASTORNOS?
Ya citamos a la anorexia, a la bulimia y a los trastornos por atracón. Nos referiremos a los T.A.N.E.S (Trastornos en la alimentación no específicos), anorexia bulimiforme y Bulimarexia.
Los T.A.N.E.S se presentan compartiendo las mismas características que la anorexia y la bulimia, sólo se exceptúan en uno de los criterios diagnósticos. Por ejemplo, pueden no poseer deformación de la imagen corporal. Evidencian el resto de los caracteres descriptos.
En el caso de la anorexia bulimiforme presenta idéntica descripción a la anorexia, con el agregado de alternar períodos hiperrestrictivas con ingestas y CCI (Conductas Compensatorias Inadecuadas). Manteniendo el desarrollo de la personalidad estructurada, rígida y obsesiva que se observa en la anorexia. En el caso de no curarse, algunos casos se recuperan y luego se manifiestan signos de bulimia nerviosa.
Cuando nos referimos a bulimarexia, hablamos de pacientes que evidencian los signos y síntomas de la bulimia, aunque difieren de ésta por presentar episodios de atracones, conductas compensatorias inadecuadas con períodos hipe restrictivos.




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¿CÓMO EVITAR EL ABURRIMIENTO EN LA PAREJA?


¿CÓMO EVITAR EL ABURRIMIENTO EN LA PAREJA?


Es necesario modificar actitudes y cambiar algunas pautas externas

En las parejas que llevan conviviendo un cierto tiempo, cabe la posibilidad de que la rutina de lo establecido diariamente convierta la relación en una inercia carente de sorpresas. Los días pasan sin que nada nuevo suceda. Existe la sensación de que ya todo está dicho. El sexo ha dejado de ser una novedad, los silencios terminan pesando y se cree tener un conocimiento exhaustivo de las reacciones del otro. Sin duda, el aburrimiento amenaza con convertirse en el tercer compañero de viaje.

Pero el aburrimiento se puede evitar. Como emoción negativa, nos lleva a percibir la vida vacía y sin sentido; como actitud personal, conduce al bloqueo mental y paraliza la posibilidad de emprender iniciativas para salir de una situación rutinaria. Aunque hay personas con tendencia a convertir el aburrimiento en un estado de ánimo permanente, por lo general, estar aburrido es una sensación esporádica, relacionada con la apatía y la pobreza de vida afectiva y social en determinado momento. En cualquiera de los casos, el aburrimiento nubla las perspectivas de futuro, reduce las relaciones personales y disminuye el interés por el entorno. Por ello, conviene combatirlo. Lo harán con menos ganas las personas que se han establecido en la rutina y en un estilo de vida ritual que, al menos en apariencia, les proporciona seguridad y les evita riesgos. Esta actitud individual pudiera perjudicar, o beneficiar si así se quiere, a esa persona. Pero cuando se vive en pareja es muy posible que genere conflictos, personales y de pareja.

La relación individual con el aburrimiento

El aburrimiento es consecuencia de la falta de motivación. La motivación puede ser interior o exterior. Si es interior se identifica con los planes y proyectos, los gustos y aficiones de la persona, sus principios e inspiraciones profundas que mueven a la acción. Si es exterior, se trata más bien de estímulos o condicionamientos presentes en el entorno, las personas o las circunstancias que nos rodean.

Cuando existe motivación interior y exterior, el resultado final será positivo y satisfactorio. Si hay motivación interior pero el entorno no favorece, el individuo puede moverse en la búsqueda de sus objetivos, pero trabajosamente, y puede justificarse en ello para rendirse y no intentar; aunque si se esfuerza puede incluso cambiar y superar la situación que le era adversa. Si hay motivación desde fuera, pero falta el dinamismo interno, el individuo se mueve muy a su pesar y el movimiento suele ser de poca calidad y corta duración. Pero el entorno se puede convertir en algo verdaderamente atrayente para cambiar la actitud interna y cambiar la apatía por entusiasmo. Cuando faltan ambas motivaciones, el aburrimiento será una realidad inminente. Se puede caer en la total abulia, el sinsentido y hasta la depresión.

La pareja y el aburrimiento

Cuando ambas partes de una pareja gozan de dinamismo personal, se puede decir que, aunque las circunstancias repetitivas de la vida en pareja induzcan a la rutina, existe la posibilidad de que a base de comunicación y diálogo auténtico se introduzcan variables que hagan la convivencia más amena y llevadera.

Si uno de los dos carece de dinamismo, se convierte en un peso para la pareja que intentará tirar de la otra persona procurando iniciativas nuevas que funcionarán en un primer momento, pero por el esfuerzo extra que implican de la parte motivada, acabará por ser desgastante y terminará por rendirse y dejar de intentar.

En el caso de que ninguno de los dos posea el entusiasmo suficiente, la vida en pareja se convierte en una coexistencia tolerada que se caracteriza por compartir la satisfacción de las necesidades básicas para seguir viviendo de una manera aparentemente digna, pero evidentemente tediosa.
Ocurre muchas veces que, sin palabras, se establece una especie de acuerdo para vivir aburridamente juntos el resto de sus vidas, que más que promesa de un alentador proyecto de vida, parece más una condena; alguno de los dos, o los dos, buscan fuera la novedad, los estímulos que les devuelven las ilusiones y las ganas de vivir. No tiene que ser un amante. A veces es el trabajo, otras serán nuevas amistades no compartidas con la pareja; nuevos o viejos pasatiempos individuales, aficiones o adicciones. Es como si se experimentase que la auténtica vida, al menos la más estimulante, está fuera de la pareja.

Muchas veces, cuando no se soporta más el tedio y sin haberse producido situaciones extremas, la pareja se disuelve.

¿Cómo combatir el aburrimiento en la pareja?

En primer lugar, tiene que haber interés en combatirlo, en que se suavice la rutina y se reestablezca el entusiasmo por la convivencia. Los escépticos suelen ser poco dispuestos a los intentos por cambiar, bien porque cuando lo han intentado no ha funcionado, bien porque no quieren hacer cambios en su persona con la excusa de que la otra parte tampoco va a cambiar.

Para evitar el aburrimiento y asegurarse una mejor calidad de la convivencia, es necesario:

Modificar las actitudes interiores

* Partir de la idea de que cada persona es un mar de misterios, que debe ir auto descubriendo. La vida en pareja se convierte entonces en una gran aventura que me garantiza cada día nuevos y deslumbrantes descubrimientos de lo que el otro es.
* Es preciso que cada uno de los dos crea firmemente que “a su edad” es posible cambiar.

* Es necesario que cada cual crea en su propia potencialidad, conocerla, valorarla.
* Es imprescindible que cada cual crea que la otra persona también es capaz de muchas cosas, aunque hasta el momento no lo haya demostrado.
* Es vital que cada cual redescubra en su interior cualidades escondidas que seguramente tiene y aún no se han manifestado.
* Puede ser incluso interesante acudir a ayudas externas profesionales para ayudarse en ese proceso de redescubrir la valía personal.

Alterar algunas circunstancias externas

* Hay que arriesgarse a que pasen cosas nuevas, probablemente no sujetas a un control total. El anecdotario de lo inesperado es lo que llena la vida de bellos recuerdos.
* Dejar que las sorpresas tengan un papel en la vida diaria, por muy pequeñas que sean, satisfacen a quien es objeto y a quien las procura.
* Establecer nuevos escenarios. Visitar lugares diferentes juntos, aunque sea una vez al año. Cuando no se puede materialmente, a veces la imaginación ayuda.
* Compartir nuevas relaciones, amigos y pasatiempos en común, participar de eventos culturales y artísticos. Cultivando aficiones nuevas.
* Para todo ello es necesario un cierto grado de valentía, de perder el miedo al ridículo, al control social y aceptar la posibilidad de que algunos de los nuevos intentos sean un fracaso, porque será un fracaso de ambos.
* Ser creativo e inventivo, proponiendo siempre, rompiendo esquemas. Sin dejar perder la capacidad de asombr

Cuando una pareja se involucra en este tipo de cambios, tanto en la actitud personal como en la modificación de las circunstancias y los hábitos, es imprescindible hablar sobre lo que se está intentando lograr con el fin de valorar el proceso, conocer cómo vive cada cual y estimar si es necesario rectificar o introducir otra serie de variables. Y de la misma manera que se valora el proceso conjunto, valorar el cambio individual. Para ellos debe existir el consenso de que cada cual tenga una cierta vida propia que procure una convivencia serena. Que dos personas se quieran supone, entre otras muchas cosas, la habilidad para crear espacios que faciliten que la otra persona sea ella misma, que tenga su propio espacio no compartido.
http://www.apoyomatrimonial.com/Reflexiones/aburrimiento_pareja.html

anonimo


fuente: Anónimo
Yo tengo una autentica obsesión, con mi actual pareja, antes de estar juntos era una chica muy abierta nunca habia tenido pareja estable solo rollos de una noche, lo cual era bastante habitual,(yo tampoco soy un santo). El caso es que llevo mas de tres años (ella tiene 33 y yo 38) con ella y no hay un solo dia que no me la imagine follando con otros, es a diario y constante, y tengo en la cabeza todas las historias que me ha contando, estoy desesperado,me golpeo contra pared, he estado de psicologos, ¿alguien le pasa algo parecido???

“Doctor, yo pastillas no quiero”: ¿fármacos, psicoterapias o charloterapia?


“Doctor, yo pastillas no quiero”: ¿fármacos, psicoterapias o charloterapia?

Esta es sin lugar a dudas la frase que con más frecuencia oímos de nuestros pacientes, y que es justo la contraria que suelen decir al resto de nuestros colegas cuando alguien acude a una consulta médica. La gente no quiere tomar pastillas para tratar sus dolencias mentales, pero les encanta tomarlas para “las otras enfermedades”, curioso, pero así son las cosas. ¿Cuál es la razón o razones que explican estas actitudes tan diferentes? ¿Por qué se rechazan tan frontalmente un tratamiento psicofarmacológico, y en cambio no ponemos inconveniente a tomar medicamentos como los antihipertensivos, analgésicos, antinflamatorios, antibióticos o cualquier otra pócima que nos prescribe nuestro galeno?

Los psicofármacos tienen mala fama, y ya saben aquel refrán que dice “cría buena fama y échate adormir”, pues algo parecido les ocurre a estos medicamentos sólo que al revés. Como son sustancias asociadas a la “locura” su fama no puede ser peor, y claro, el resultado no es otro que la desconfianza y las dudas con respecto a su eficacia. Además se les considera drogas peligrosas, sustancias adictivas, medicamentos con enormes e indeseables efectos secundarios, en fin, una “joyita, lo que se dice una joyita”. Pero lo peor no es que la mayoría de esas imputaciones sean absolutamente falsas, que lo son, lo más doloroso es que gracias a esas actitudes ignorantes muchas personas sufren y padecen cuando podrían evitarlo por negarse irracionalmente a tomar “esas drogas”.

No se trata de hacer una apología de los tranquilizantes, antidepresivos o de cualquier otro medicamento que empleamos en psiquiatría, ni es necesario ni sería este el lugar apropiado.. Sólo deseamos ser justos y dar a cada cual lo que le corresponde. Es obvio que los medicamentos que utilizamos en psiquiatría tienen sus indicaciones, sus efectos secundarios, interacciones y problemas, como cualquier otro fármaco, pero no más; incluso podemos afirmar que mucho menos que otras sustancias que pasan por ser más inocuas y que luego nos dan sorpresas muy desagradables.

La mejor forma de quitar tabúes y mitos es la información, por lo tanto permítanme que les presente a las sustancias que con más frecuencia les van a prescribir si van a la consulta de un psiquiatra. Vamos a hacer un recorrido panorámico y superficial, si después le quedan dudas, consulte a su medico. No cometa el grave error de acudir a Internet o a otro método similar de autoinformación, además de peligrosos para su salud, son ineficaces.

El primer grupo de psicofármacos que más utilizamos en nuestra especialidad son los tranquilizantes, bueno, en nuestra especialidad y se puede afirmar que también en otras muchas, ya que su uso se ha extendido, quizá excesivamente. Los tranquilizantes que hoy empleamos son en su mayor parte derivados de las “benzodiacepinas”, seguro que casi todos ustedes conocen a una muy famosa: el “Valium”. Nombre comercial del diacepam, de este han ido saliendo, “hijos”, “nietos”, “sobrinos”, en fin, toda una gran familia que ha servido para mejorar la calidad de vida de muchas personas.

Las benzodiacepinas son sustancias que reducen la ansiedad, nos relajan, disminuyen la angustia, nos hacen dormir e incluso pueden evitar convulsiones y también disminuir los vómitos. Como vemos son unos medicamentos muy útiles y polivalentes, lo curioso es que sólo se les conoce por su “capacidad adictiva”, es decir, por que son drogas que nos “enganchan”, y luego ya no las podemos dejar. Eso es falso, absoluta y radicalmente falso si lo dejamos así.

No debemos negar si queremos ser rigurosos, que los tranquilizantes pueden generar adicción, siempre que se tomen de forma indiscriminada, sin indicación ni control médico y para problemas alejados por completo de los que son sus acciones fundamentales. Por ejemplo, si utilizo un “tranquilizante” para relajarme por un mal día que he tenido en la oficina, o tras una discusión con mi marido, o para controlar mi agresividad cuando esta es más que justificada, estamos haciendo un uso incorrecto y más pronto que tarde pagaremos la factura.

Los tranquilizantes, al igual que el resto de los psicofármacos hay que utilizarlos con mesura y precisión, nunca como sustituto del deporte que todos debemos hacer, de la conversación con un amigo de confianza que nos gustaría tener, del relax que supone una relación sexual, o para conseguir dormir como un lirón tras una activa jornada cargada de tensiones. Los ansiolíticos o tranquilizantes se deben utilizar para controlar y disminuir la ansiedad patológica, es decir aquella que aparece sin ningún motivo o razón, o bien, aunque exista una cierta causa la respuesta ansiosa es claramente desproporcionada en cantidad y calidad.

Todos tenemos ansiedad, es necesaria su existencia ya que motiva y nos pone en acción. Sólo cuando la ansiedad sea desproporcionada y nos bloquee e inhiba, será el momento de tratarla. Es decir sólo cuando sea una enfermedad y no una reacción o respuesta proporcional y activadora deberá recibir el adecuado y oportuno tratamiento.

Otro tipo de medicamentos que también utilizamos los psiquiatras mucho son los antidepresivos, el mas conocido quizá sea el Prozac, cuyo nombre químico es fluoxetina. Estos fármacos son muy útiles para combatir la depresión, fíjense bien que he dicho depresión, no tristeza. Y es que muchas veces se confunde lo uno con lo otro y, obviamente, no es lo mismo. Una cosa es que el paciente con depresión este triste, y otra muy diferente que siempre que estemos tristes tengamos una depresión, en el apartado correspondiente se lo aclararemos con más precisión pero vaya por delante que la tristeza es una reacción normal, como lo es la alegría, y sólo cuando se convierta en una enfermedad será adecuado recurrir a los fármacos.

Los antidepresivos que tenemos hoy son sustancias seguras, eficaces, sin a penas efectos secundarios y muy útiles no sólo para tratar la depresión, sino también se pueden emplear como “fármacos antiestrés”, reguladores de la impulsividad patológica, antiobsesivos, antiansiedad, en fin, como vemos sus indicaciones son muy variadas y sólo el medico la debe realizar. A continuación les pongo una tabla donde se recogen los antidepresivos mas utilizados.


FARMACOS DE PRIMERA
ELECCIÓN POR SU EFICACIA Y SEGURIDAD
ISRS
Fluoxetina, Paroxetina, Sertralina, Citalopram
Escitalopram

FARMACOS DE SEGUNDA
ELECCIÓN POR SU POTENCIA
Venlafaxina
Mirtazapina
Reboxetina

TRATAMIENTO EXCLUSIVO POR
ESPECIALISTA

TRICICLICOS
LITIO
Terapia Electro Convulsiva

Hemos dejado para el final los llamados antipsicóticos y los estabilizadores del ánimo, ya que son sustancias cuya frecuencia de uso es menor y además solo se emplean para enfermedades muy concretas como son las psicosis y los llamados ahora Trastornos Bipolares y que antes se conocían como Psicosis Maniaco Depresiva. Si quiere conocerlos mejor le remitimos a libros que los estudian con detenimiento, no sin antes incidir en que a estas sustancias también se les llama tranquilizantes mayores, lo que nos da idea de cual va ser su efecto fundamental. Además de conseguir relajar a la persona son también los que van a neutralizar las ideas delirantes y por lo tanto a normalizar el contenido del pensamiento. Por lo que respecta a los eutimizantes el más conocido y clásico es el litio. Este es un metal que tiene la capacidad de regularizar el ánimo y evitar los altibajos que en algunos trastornos se producen. Es muy eficaz pero también puede ser peligroso se ingiere en gran cantidad por lo que precisa controles analíticos para evitar la intoxicación.

Pero no nos desviemos del objetivo fundamental de este artículo los psicofármacos en oposición a las psicoterapias. Absurdo y frecuente error, ya que lo correcto sería plantearlo de esta forma: psicofármacos y psicoterapia. Estos es, “lo cortes no quita lo valiente”, ya que unos casos será prioritario el uso de los medicamentos y en otros estarán mas indicadas los tratamientos psicológicos, y, la mayoría de las veces, lo más adecuado será la combinación de ambos.

Todo el mundo sabe que hay muchos tipos de pastillas para los nervios, y sino lo sabían se lo acabamos de descubrir, pero casi nadie sabe que también hay muchos tipos de psicoterapias. A nadie le gustaría que le dieran unas pastillas equivocadas, pero parece ser que a nadie le importa, aparentemente, que le hagan un tipo de psicoterapia no indicada para su padecimiento. Vamos a reflexionar sobre este interesante y desconocido aspecto del tratamiento psiquiátrico.

La gente cree que la psicoterapia es ese conjunto de normas y consejos que los expertos les damos para enseñarles a "vivir". No les preocupa qué tipo de psicoterapia les hagamos, ni para qué vale, ni como se hace, ni cuando empezar y cuando finalizar, no, nada de eso importa; si acaso les preocupa cuanto les va a costar, si se trata de una consulta privada. Y es lógico: no saben lo que es la psicoterapia.

“Pobres gentes ignorantes: no saben lo que es la psicoterapia", eso piensan para sus adentros algunos o muchos de los supuestos expertos en tan sesudas y enigmáticas técnicas. Y uno, en su simpleza, se pregunta: ¡no será más bien que si la gente no lo sabe es porque no sabemos explicárselo! Y me temo que esta versión es bastante más cierta que la anterior: la ignorancia está en nosotros, en que quizá somos farragosos, oscuros, mágicos, misteriosos y pedantes.

Claro que también puede ocurrir que interese que la gente siga en su ignorancia, no en vano hay muchos "intereses" en ciernes. Unas veces es el dinero, otras la sensación de dominio sobre el enfermo, otras la propia inseguridad del terapeuta, otras la falta de formación, de capacitación o de profesionalidad. Muchos intereses, tal vez por eso las psicoterapias siguen dominadas por círculos, escuelas, sociedades, o líderes carismáticos.

Con mucha frecuencia, cuando viene un enfermo a nuestra consulta y nos cuenta que ya ha estado en tratamiento con anterioridad, le preguntamos quien y cómo le ha tratado. La mayor parte de las veces recuerda mal el nombre del médico, fatal el nombre de las pastillas, no tiene ni idea de como se llama su enfermedad, etc. Pero si le trata un psicoterapeuta, sí suele saber su nombre, pero no tiene ni idea del tipo de psicoterapia que ha hecho; es más, ni siquiera sabía que había una "técnica" porque nadie le ha advertido que se le trataba con esta o aquella modalidad de psicoterapia. Y por supuesto, no sabe si habría otras alternativas, ni tampoco si esa es la técnica más indicada para su problema. Es como si creyese que sólo hay un tipo de pastillas para tratar todas las enfermedades.

En gran parte esto sucede por nuestra culpa, por nuestra poca capacidad didáctica y por nuestra escasa formación e información en psicoterapias. Habría que añadir que también es culpa de esa pseudocultura social de la salud, que confunde lo bueno con lo inocuo, lo eficaz con lo natural, lo seguro con lo suave. Poco bien le hacemos a las psicoterapias si las equiparamos a esas magias y misticismos, a tantas mentiras y fraudes como hoy en día asedian los aledaños de la salud. Es una falta de respeto a todos los investigadores de la mente humana que han ideado y desarrollado técnicas veraces y eficaces. Es una injusticia para el trabajo, la reflexión, el estudio sereno y templado de tantos psicoterapeutas, y, sobre todo, es un desafuero contra la mayor de las potencias humanas: La palabra. La palabra es la más eficaz y respetable de todas las fuerzas de que dispone el hombre, tan beneficiosa como peligrosa, dependiendo de cómo se utilice.

En resumen, las psicoterapias son técnicas que usan la palabra para curar. Se basan en hablar y escuchar, en guiar y aprender. Hay muchas y muy buenas, un enorme cesto lleno de psicoterapias posibles. Es como un baúl mágico sin fondo, en el que todo cabe. Lo abres y no dejan de salir autores y nombres, técnicas y escuelas, libros y más libros, y eso es bueno. Mucho escrito y mucho por escribir. Una enorme riqueza, pero también un enorme desorden. Por eso mismo hemos planteado este capítulo. Y la cosa es bien sencilla: Si usted o su familiar padece un trastorno psíquico, y le aconsejan que haga psicoterapia, primero infórmese, pregunte a su médico de cabecera, o a su psiquiatra o psicólogo de zona. Déjese aconsejar por los que saben y están limpios de intereses y libres de condicionamientos. Las psicoterapias son posibles, y además son útiles y eficaces cuando están correctamente indicadas y practicadas. Lo contrario, no es psicoterapia, es “charloterapia”.


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