dedicada a las madres, que asesinan psicologicamente a sus hijos


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Qué es el Maltrato Psicológico



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fuente:mesterio
Qué es el Maltrato Psicológico
fuente:http://www.pandeblog.org
Maltrato es toda aquella conducta o conjunto de conductas que ocasiona, causa o provoca en una o más personas un perjuicio, daño, sufrimiento, malestar y/o perturbación.

Existen dos tipos fundamentales de Maltrato, los cuales siempre deben considerarse íntimamente relacionados: Maltrato Físico y Maltrato Psíquico.

* El Maltrato Físico es todo Maltrato caracterizado por sus manifestaciones físicas, es decir, materiales o corporales. Ej. Violencia Doméstica, Abuso Sexual, Tortura Física, etc.
* El Maltrato Psíquico es todo Maltrato caracterizado por sus manifestaciones psíquicas, psicológicas, mentales o morales, es decir, a nivel emocional (de los sentimientos) y/o a nivel intelectual (de la inteligencia, la cultura, la memoria, etc.).
Ej. Acoso Laboral, Acoso Sexual, Racismo, Mobbing, Manipulación de las Masas, Acoso Escolar, etc.


Mujer MaltratadaEl Maltrato Psíquico es reconocido en las sociedades en general por medio de diversos nombres que lo describen en mayor o menor medida según diferentes contextos y criterios, nombres que recién en los últimos tiempos comienzan a resultar popularmente familiares, siendo, incluso, novedosos:

Mobbing, Acoso Laboral o Psicoterror Laboral, Mobbing Inmobiliario, Violencia Verbal, Violencia Psíquica, Acoso Escolar, Bullying, Acoso Moral, Daño Moral o Daños Morales, Daños y Perjuicios, Amenazas, etc.,(Términos Jurídicos), Acoso Sexual, Chantaje Emocional, Violación Psicológica, Inducción a la Depresión, Inducción al Suicidio, Discriminación, Extorsión, Machismo, Sexismo, Racismo, Lavado de Cerebro, Discurso Perverso, Tortura Psicológica, Guerra Psicológica, Desinformación, Sobreinformación, Demagogia, Manipulación de las Masas, Manipulación de los Medios de Comunicación, Terrorismo, Terrorismo Informativo, etc.
Los Efectos del Maltrato Psíquico

Toda situación de Maltrato Psíquico mínimamente intensa o prolongada provoca como efecto lógico y consecuente una serie de daños psíquicos y/o físicos de diferentes niveles de gravedad, como reflejo de la exposición a una estructura causal enferma y agresora en la que cualquier persona sana y/o normal se halla incapacitada para defenderse sin resultar notable o substancialmente afectada.

Asimismo, debe advertirse que la presencia o existencia de los efectos del Maltrato Psíquico está indicada fundamentalmente por la situación que el Maltratador impone, y no solamente por las reacciones relativamente subjetivas de la Víctima, reacciones que pueden variar marcadamente en cada caso. Recuérdese que las leyes generales de la Justicia no sólo contemplan los daños y perjuicios (es decir, los efectos), sino también la acción en sí misma e incluso la intencionalidad (es decir, las causas).

El grado o tipo de reacción, afectación, susceptibilidad, sensibilidad y/o resentimiento de la Víctima frente a las acciones del Maltratador son completa y terminantemente irrelevantes a fines de la corroboración de Maltrato Psíquico.

Todo Maltrato Psíquico -y Físico- tiene como consecuencia innegable, comprobable y necesaria un conjunto de efectos o reacciones psíquicas y físicas naturales en todo ser humano mental y físicamente sano, pero que pueden transformarse en efectos de extrema gravedad física y mental, lo que a su vez derivará en la aparición de otros problemas (económicos, sociales, laborales, escolares, sexuales, etc.)

Entre los Efectos Psíquicos, hallamos dos grandes grupos:

1. Los sentimientos, las sensaciones y las emociones que toda Víctima de Maltrato Psíquico -y Físico- manifiesta, los cuales siempre implican una desagradable y profunda sensación general y recurrente de sentirse: mal, humillada, agobiada, estresada, atormentada, acosada, maltratada, agredida, amenazada, perturbada, con impotencia, triste, dolida, apática, amargada, deprimida, tensionada, herida, molesta, enferma, despreciada, angustiada, irritable, al límite, sin esperanzas, acabada, abatida, infravalorada, insultada, confundida, desilusionada, al borde del suicidio, muy infeliz, desquiciada, trastornada, desorientada, perturbada, consternada, desesperada, perdida, ofendida, perjudicada, engañada, chantajeada, afligida, denigrada, asustada, alterada, aterrorizada, inútil, mortificada, perseguida, agredida, de mal humor, anulada, desacreditada, desprestigiada, estigmatizada, culpable, degradada, rebajada, cansada, fatigada, frágil, decaída, agotada, con los nervios destrozados, al borde de la locura, con baja autoestima, etc. Todos estos conocidos efectos del Maltrato Psíquico siempre han sido subestimados o menospreciados en su importancia por la sociedad -incluso por las mismas Víctimas- debido a su aparente carencia de sentido práctico, funcional o material. Muy por el contrario, debe saberse que los sentimientos, las sensaciones y las emociones de las personas poseen un sentido altamente práctico, funcional y material, que va más allá de la mera felicidad o bienestar personal, y que consiste en la natural disponibilidad de eficaces alarmas previas a la generación de muchos otros graves efectos del Maltrato Psíquico (como puede leerse a continuación).
2. Los Trastornos Psíquicos de la Salud de diferentes grados de gravedad, no siempre presentes, pero sí extraordinariamente frecuentes en toda Víctima, e íntimamente derivados del Maltrato. Estos surgirán toda vez que los sentimientos, sensaciones y emociones que la Víctima dispone a modo de alarmas o señales que indican que algo va mal, hayan sido pasados por alto o no se les haya prestado una atención adecuada (eficaz y eficiente). Podemos encontrar una extensísima variedad de Trastornos Psíquicos: desde leves alteraciones del sueño hasta graves psicosis paranoides, adicciones, etc., pero su aparición dependerá de cada caso en particular.

En cuanto a los Efectos Físicos, también podemos hallar dos grandes grupos:

1. Trastornos Físicos de la Salud: Debe saberse que a corto o largo plazo, el Maltrato Psíquico no sólo eleva el riesgo de serios efectos psíquicos, sino también de serios trastornos de carácter físico, es decir, de la salud en el sentido tradicional. Son ejemplos típicos el estrés, las úlceras estomacales, los dolores de cabeza, las alteraciones de la presión arterial, etc., pero también puede llegarse a favorecer la aparición de problemas de salud mucho más graves, como problemas cardíacos, abortos espontáneos (pero inducidos), cáncer, etc. Cabe alertar seriamente que -para la gran mayoría de los casos- el pasaje de Maltrato Psíquico a cualquier clase de Maltrato Físico es altamente probable, debido a dos Factores de Riesgo:
2. El Maltrato Físico: Cabe alertar muy seriamente que -para la gran mayoría de los casos- el pasaje de Maltrato Psíquico a cualquier clase de Maltrato Físico es altamente probable, especialmente cuando confluyen Tres Factores de Riesgo:
* El elevado nivel de tensión y frustración generado en la Víctima, que puede llevar al Maltratador a utilizarlo como falsa justificación, para dar comienzo al uso de la Violencia Física.
* El elevado nivel de tensión y frustración propio del Maltratador, que puede llevarle a actuar de manera injustificadamente violenta.
* El elevado nivel de indefensión psíquica, física, legal, verbal, intelectual, etc. de la Víctima, que puede ser utilizado por el Maltratador como vía impune para dar comienzo al uso de la Violencia Física.

El Maltratador puede llegar a mantener sola y exclusivamente el Maltrato puramente Psíquico todo lo que la convivencia o relación con su Víctima se prolongue (incluso toda una vida). Mientras se mantenga sólo un Maltrato Psíquico Puro, el Maltratador únicamente se valdrá del mundo físico o material para agredir o maltratar de manera simbólica, es decir, con actos que representen un significado perjudicial para la Víctima, y no para agredirle físicamente.

Sin embargo, aunque del Maltrato Psíquico en sí no tiene por qué surgir el Maltrato Físico, debe tenerse bien claro que existe un elevado riesgo a que el segundo se sume al primero en aquellos casos donde éste sea más intenso y más reiterado, y, especialmente, en aquellos casos donde tal conducta resulte menos reprobable social y/o legalmente.

Durante las etapas iniciales de cualquier tipo de relación humana, es natural que la posibilidad de cualquier tipo de Maltrato pase desapercibida, dado el mutuo desconocimiento entre las partes. Sin embargo, siempre debe recordarse que la gran mayoría de los casos de Maltrato Físico comienzan bajo la forma aparentemente menos grave de Maltrato Psíquico.

Si bien puede resultar difícil predecir si un determinado Maltrato Psíquico realmente acabará derivarando en Maltrato Físico, la posible Víctima -e idealmente quienes conozcan su situación- deberá tomar serias medidas preventivas antes de que sea demasiado tarde.

Cuántas acciones de tipo amenazador, denigrante, de desprecio, etc. estará dispuesta a soportar una Víctima dependerá de cada caso, pero como mínimo ésta deberá considerar las mismas como serios avisos o indicadores de un elevado riesgo de pasaje al Maltrato Físico.
http://www.pandeblog.org/maltrato-psiquico-definicion-formas-y-consecuencias/

La homosexualidad verdadera y la homosexualidad como defensa


La homosexualidad verdadera y la homosexualidad como defensa.
Marco Antonio Dupont Muñoz*
http://www.psicologiamiradaintegral.com


La intención de este trabajo es explorar las fronteras que existen entre la homosexualidad que aquí denomino “verdadera” y aquellos otros cuadros clínicos donde la homosexualidad aparece como una fantasía o como una actuación, surgida bajo la ansiedad concomitante a una elaboración edípica perturbada. Ilustraré mi argumentación mediante casos clínicos de mi consulta privada.
Queda marginada en este escrito la consideración relativa a la etiología orgánica de la homosexualidad verdadera. Mi punto de vista contempla prioritariamente a los factores psicológicos genéticos, dinámicos y estructurales como determinantes, y en todo caso precipitantes, en ausencia o presencia de aquellos otros ligados a la biología.


Sobre el marco teórico. Considero tres factores que en su desarrollo generan las bases de la personalidad, estos son el narcisismo, la imagen corporal y la identidad. Tales factores surgen de las vivencias tempranas que modulan la vida instintiva bajo la influencia de las relaciones con el objeto.
Considero que la mente se construye a partir de la internalización del objeto primario y de sus funciones, y la función matriz del objeto primario es la contención y elaboración de la ansiedad del recién nacido.
La función del maternaje, internalizada por el bebé, termina siendo un objeto de identificación junto con sus funciones. Allí se construye el espacio que es continente de los contenidos mentales.
En esta virtualidad que hace unidad de la pareja materno infantil, la llegada del padre impone una triangularidad que plantea, sea el apareamiento con la madre que excluye al infante, o el apareamiento con el infante que excluye a la madre. La internalización de la figura del padre como un nuevo objeto de identificación, junto con las vicisitudes edípicas que promueve, serán los determinantes de la idea, entre realista e ilusoria, del sí mismo.
Considero que el “quién soy” y el “cómo soy”, como identidad y como imagen corporal, en calidad de gérmenes por desarrollar, se aglutinan en torno al narcisismo. En su origen, tal desarrollo deviene en el espacio mental que es producto de la internalización del objeto materno y de sus funciones. El ingreso del objeto paterno en el espacio mental del niño o de la niña, es posterior al de la madre y su influencia como objeto de identidad será determinado por los umbrales de tolerancia de la madre. Los umbrales de tolerancia lo son a la ruptura de la fusión materno infantil y a su diferenciación.
Considero que la homosexualidad verdadera se define cuando el desarrollo temprano aquí reseñado, ofrece valores negativos. Esto es, cuando el niño o la niña se han hallado atrapados preedípicamente en una matriz narcisista que interfiere en el juego interactivo e identificatorio con el tercero. Sólo la madre y sus objetos internos acceden al espacio mental de los infantes.
La homosexualidad como defensa aparece sólo cuando el triángulo edípico se ha establecido. Las alteraciones en la elaboración del Edipo generan deseos y fantasías incestuosas de gran fuerza, siendo responsables de cuadros clínicos donde la homosexualidad opera como una defensa ante la actuación incestuosa. El sentido funcional de la defensa es “primero homosexual que incestuoso”. En las entrañas del síntoma se descubre la ansiedad persecutoria retaliativa, la obsesividad y la periódica depresión. En estos casos, estando establecida la constelación triangular, aunque perturbada, es accesible su rectificación mediante la integración depresiva de los objetos primarios. La transferencia, y especialmente la contratransferencia, llegan a sugerir al analista que él, como objeto, puede tener acceso a los procesos identificatorios del paciente. Esto es algo que nunca ocurre en los casos de homosexualidad verdadera.


Casos clínicos

El paciente A me fue referido por una colega después de un análisis prolongado donde se llegó a la conclusión de que A requiere de un analista que, como un padre, lo ayude a rectificar una homosexualidad que le resulta abrumadora.
El paciente es un hombre que pasa de los treinta, muy aliñado y de modales delicados. Su grado académico más alto es el bachillerato. Ulteriormente descubrió que poseía habilidades en el diseño de modas y logró suficiente éxito como para instalar su propia tienda y taller de modas. Su condición económica es más que desahogada.
Consumó un matrimonio con una agraciada joven de sociedad con la que muy pronto surgieron impedimentos derivados de una sexualidad insatisfactoria y querellas familiares con los suegros y cuñados. Un año después se consumó el divorcio.
El paciente es un gran narcisista en cuya historia, la belleza de su madre, su inteligencia, más innumerables virtudes, la han transformado en imagen idealizada e inalcanzable. La admiración y el respeto que le profesa se acercan a una religiosidad incuestionable. Los aspectos persecutorios que subyacen a esta visión materna son proyectados en el género femenino, con quien sólo se conecta sea mediante una rabiosa sumisión, el apaciguamiento, o con un desprecio arrogante.
El padre aparece en su historial como un puro satélite de la madre. Su diseño es el de un buen hombre, mediocre, al que desprecia e ignora. Solo en contadas ocasiones le reconoce el mérito de ser un buen proveedor.
Durante el proceso analítico conmigo, el intento de ingresar a su mundo interno como una figura consistente que accediera a la identificación, sólo quedó en una aceptación racional. No me fue difícil percibir que a pesar del mucho tiempo y esfuerzo invertido en el análisis de los objetos parentales, la figura masculina del analista sólo podría ocupar el nicho del padre con todas y cada una de sus características irreparables. La mente del paciente A, en mi contratransferencia, era como una catedral dedicada al culto de un ser supremo: su madre. Sólo pude ayudarlo a lograr una adaptación razonable a su homosexualidad, librándolo de buena parte de sus sentimientos de culpa y minusvalía.
En este paciente la fusión con el narcisismo, la imagen corporal y la identidad de la madre, hicieron imposible mi entrada en el área de la identificación. Es posible que así haya ocurrido con el objeto paterno al comienzo de su desarrollo.
El paciente B es un hombre entrado en los cuarentas. Es un profesionista exitoso que forma parte del bufete fundado por su padre en el que participan tres hermanos menores, todos de la misma profesión. B está casado con una mujer cuya madurez es dudosa. Procrearon tres hijos ya adolescentes. El paciente tiene en su haber varios intentos terapéuticos de lo más variado, que ha abandonado por resultarle insatisfactorio, sea el terapeuta o el procedimiento utilizado.
Desde las primeras entrevistas B expresó su motivación fundamental para buscar ayuda: su ansiedad persecutoria lo invadía periódicamente y cada vez en forma más aguda. El perseguidor estaba proyectado sobre diversos personajes relacionados con sus actividades profesionales. Muy pronto fue posible reducir su ansiedad persecutoria a motivos de trascendencia más básica: La vida del paciente se ha ido complicando gravemente dado que la vive doblemente, como honorable padre de familia, altamente responsable por el bienestar de su esposa e hijos, y como un personaje siniestro que asiste regularmente a tugurios y cines de barriada en cuyos sanitarios entra en contacto con jóvenes homosexuales con quienes su actividad preferida es el felatio y eventualmente la penetración. Allí encuentra una mezcla de placer y peligro que le resulta la experiencia más excitante. Sin embargo, la bisexualidad activa lo mantiene dividido.
B anhela ser un padre ejemplar, un modelo para sus hijos que ya crecen y sospechan de lo que él ha creído que es su vida secreta. La insatisfacción sexual de su esposa, que él trata de aliviar con dádiva tras dádiva, crece y las protestas y acusaciones hacen de la familia entera un caos.
La encrucijada en la que se halla este hombre, comenzó a descifrarse cuando sus sueños revelaron experiencias infantiles violatorias cuyo contenido se asemeja al de su vida secreta.
En la transferencia, yo soy un seductor-violador y también alguien que mágicamente lo va a salvar de su conflicto existencial, pero con una solución que le permita ambas vidas con la tranquilidad necesaria para gozar de lo que él considera una linda familia, y a la vez de su actividad erótica, perversa y homosexual.
En la historia de B, el padre actual se erige como el temible perseguidor, ya viejo y débil, al que procura cuidar con una mezcla de reverencia y desprecio.
En este caso fue posible aclarar las fantasías vindicativas, que en esencia pretenderían saldar cuentas con el padre, en nombre propio y de la madre, con quien B estaba completamente identificado. B dedicó gran parte de su vida a ello en la compulsión repetitiva de su trauma infantil. No me sorprendió que desertara del tratamiento, porque ni él parecía dispuesto a enfrentar su realidad infantil, ni yo poseía las dotes mágicas que él reclamaba.
La paciente C acudió a mi consultorio acompañada de su madre, quien concertó telefónicamente la entrevista. Llegaron ambas mujeres y la madre aguardó en la sala de espera.
La paciente C es una joven mujer de veintisiete años de edad aunque representa menos. Es casada y tiene dos hijos. Es alta, bien formada aunque un poco hombruna por su complexión casi atlética. Me dejó la impresión, por su pobre aliño, de que podría haber sido arrancada a toda prisa de su cama para acudir a la consulta. La madre, en contraste, se advertía cuidadosamente vestida y maquillada.
En esa primera entrevista encontré a C en una de sus más agudas crisis de angustia. Atropelladamente me relató que es homosexual desde tiempo atrás y con gran aprehensión se refirió a los pensamientos que la torturaban de manera obsesiva. El sentido de tales pensamientos, que la asaltan y no puede evitar, contiene el deseo de hacer el amor con una mujer, y experimenta un irrefrenable atractivo erótico hacia el cuerpo de las mujeres que ve en la calle, en la televisión o en las revistas. Estas experiencias la angustian en tal medida que ha llegado a recluirse primero en su casa, luego en su cama y hasta bajo sus cobijas.
La paciente, en los últimos tiempos, ha descuidado a sus dos pequeños hijos, al hogar y al marido. Su servicio doméstico ha cubierto algunas de las tareas que le corresponden, bajo el auxilio de la madre, quien en todo momento parece dispuesta a ayudarla. El marido le guarda mucha paciencia, la quiere lo suficiente como para tolerar los períodos críticos que padece, aunque ignora la razón de su padecimiento. A pesar de ello C no deja de advertir que su marido comienza a agotar su paciencia. Ella se obliga a aceptar los requerimientos sexuales de él sin experimentar ningún placer, aunque han habido períodos en que el placer ha sido pleno.
Aparentemente esta situación se instaló por primera vez a los dieciocho años y cedió rápidamente tras una breve intervención psicoterapéutica. Sin embargo, en adelante reapareció por breves períodos remitiendo espontáneamente y siempre con los mismos contenidos emocionales e ideativos. Es desde tres meses antes de la entrevista que el cuadro clínico descrito se ha mostrado irreversible y tiende a incrementarse. Nunca ha tenido actuaciones homosexuales, salvo juegos infantiles con condiscípulas.
Inicié su tratamiento recibiéndola tres horas a la semana frente a frente porque no aceptó el uso del diván. Tras un largo período catártico y evacuativo, comencé a vislumbrar el sentido de sus síntomas que derivaban en una trama primariamente defensiva de carácter obsesivo. La primera crisis que recuerda, a los dieciocho años, apareció tras de que su hermano mayor, de quien se consideraba la consentida, contrajo matrimonio. La novia del hermano, ahora su cuñada, le despertaba una rivalidad irrefrenable, la criticaba y despreciaba, la odiaba intensamente. Sin embargo, tras el matrimonio, la cuñada se fue tornando en “su mejor amiga y confidente”. Paralelamente a estos eventos, la paciente se sintió enamorada de un joven condiscípulo con quien estuvo muy cerca de mantener relaciones sexuales, cosa que no ocurrió gracias a los consejos de su cuñada y confidente. Fue en este punto cuando apareció la primera crisis donde se declaraba homosexual. En adelante, la reaparición del cuadro clínico fue coincidente con eventos semejantes, es decir: el vínculo con una mujer que le despierta sentimientos hostiles y que llega a odiar conscientemente, a la que se somete, e inconscientemente transforma el odio en amor. Se trata de la formulación inversa a la freudiana que reza “no la amo, la odio”, ahora obsesivamente transformada en “no la odio, la amo”.
En la actualidad, la crisis por la que se encontraba C en mi consultorio, parecía despertada bajo el estímulo de su relación con la suegra, descrita como una mujer poderosa que capitaneaba una empresa con su pequeño ejército de hijos, el más pequeño y sometido de los cuales es el marido de mi paciente. La suegra ejerce su dominio no sólo en el trabajo sino igualmente en el hogar de los hijos, a tal punto que a mi paciente le ha resultado absolutamente insoportable todo aquello que debería tolerar con una sonrisa complaciente, igual que sus concuñas. Sin embargo, la rebeldía y el odio que le despierta la suegra ha podido ser transformado en una cariñosa tolerancia y hasta en una dulce resignación. Paralelamente, gracias a su mecánica obsesiva, surgía rampante la angustia homosexual.
El análisis ha hecho posible rastrear los orígenes del padecimiento y de la sintomatología de C. Primero ha sido en la transferencia donde la paciente se conduce como una chiquilla entre coqueta, juguetona y temerosa. Luego, a través de su comunicación verbal donde se advierten las vicisitudes de un edipo en el que figura una madre sobreprotectora, atrapante y abrumadoramente controladora, quien como rival fue la mujer más odiada, denigrada y despreciada por la paciente.
El amor de ambas mujeres al mismo hombre, el padre de C, las convirtió en rivales de amores, lo cual parecía divertir al padre, quien es un atractivo señor, ya entrado en años, pero muy seductor con la hija.
En este caso, la homosexualidad de la paciente adquirió un carácter defensivo frente al conjunto de circunstancias que privaron en la situación triangular primaria. Estas son: El juego seductor del padre, la homosexualidad latente de la madre, su control sobre la hija, la rivalidad entre ambas y la predominante mecánica obsesiva de la paciente.
El paciente D está en análisis conmigo desde hace ocho años. Es un hombre que tiene y representa treinta y seis años de edad. Es soltero, estudia un doctorado y trabaja en una empresa familiar que él fundó al lado de sus hermanos. Cuando solicitó tratamiento me advirtió que era la alternativa para seguir con vida. Su soledad, aislamiento, vacuidad e incapacidad para entablar relaciones duraderas con los seres humanos ya le eran insoportables. El nivel de sufrimiento del paciente era tan extremo que los pensamientos suicidas eran su único alivio. Su vida se restringía al trabajo, donde siempre se desempeñó con excelente eficiencia e iniciativa, la universidad, donde siempre fue buen estudiante y su departamento pequeño y descuidado, atendido una vez por semana por una señora que se encargaba de la limpieza y un orden dudoso en las mínimas pertenencias de su habitante. Nunca pudo hacerse de un amigo, una novia, una compañera. Su único acompañante era el perro de unos vecinos al que le tenía mucho miedo, pero del que extrañaba sus ladridos nocturnos. Buscó ayuda siguiendo la recomendación de una maestra de la licenciatura a quien sin duda despertó simpatía y conmiseración.
Este paciente experimentaba todo género de prejuicios en relación a su sentimiento de minusvalía. Se sentía desplazado y maltratado ante la más leve crítica. Era, y en alguna manera es todavía, fácilmente irritable por todo aquello que le haga sentir insuficiente. A estas alturas de su vida sólo ha tenido un fracasado intento de relaciones sexuales con una mujer pública, intento que para su infortunio lo enfrentó con un travesti.
La triste experiencia de este paciente esquizoide, promovió que, estando ya en análisis, aflorara su convicción de ser homosexual, asunto que muy cuidadosamente me había ocultado todo el tiempo, y con el que justificaba su gran timidez ante los hombres y las mujeres. Como bien puede advertirse, el temor de ser homosexual y las fantasías que lo acompañaban, no fue la razón por la que buscó ayuda, sino un descubrimiento que surgió al intentar vincularse con una mujer. La convicción de ser homosexual venía formando parte de su constelación esquizoide total.
Fueron años de trabajo los que permitieron vislumbrar la naturaleza defensiva de la convicción que tenía el paciente de ser homosexual. La historia de su vida consigna que su padre falleció cuando él contaba con cuatro años de edad. Pero desde que tenía tres, la madre cayó en un cuadro crónico que se diagnosticó como depresión mayor del que no se recuperó, falleciendo cuando D contaba con diecinueve años de edad.
Con la muerte del padre, la familia se halló en condiciones críticas en cuanto a lo económico, que se agudizó ante la necesidad de atender a la madre enferma. Mi paciente fue el quinto entre seis hermanos, y cuando falleció el padre, con la relativa ayuda de un tío lejano, los hermanos mayores, que apenas eran adolescentes, pudieron sacar adelante a la familia entera. Los seis hermanos son profesionistas y personas trabajadoras. El hermano menor está recluido en una institución psiquiátrica y se le considera un enfermo crónico.
Estas circunstancias, que privaron mientras la madre vivió y se le atendió en una casa, fueron la razón de que los dos hermanos menores, los que no podían más que estudiar y estar en casa, fuesen los encargados de atender a la madre enferma. Esto significaba administrarle sus medicamentos, alimentarla y atender sus necesidades personales de aseo y limpieza, para lo cual se turnaban el hermano menor y mi paciente.
Lo que ha comunicado D, con mucho sufrimiento y dolor, se refiere a la excitación sexual que le despertaba la atención íntima de su madre, cuando había la necesidad de bañarla, vestirla y ayudarla a realizar sus necesidades fisiológicas. El llegar a masturbarse, sistemáticamente tras cumplir sus tareas, es un hábito que aún conserva al llegar a su departamento, pero que en aquellos años se convirtió en un ritual en el que las fantasías eróticas con mujeres ajenas disfrazaban la persona de la madre.
En este caso, como en el anterior, parece evidente que la angustia homosexual posee el mismo contenido defensivo de ansiedades derivadas de una elaboración incompleta o defectuosa del edipo, en el que la fantasía incestuosa es relevante.


Conclusiones

La homosexualidad que denomino verdadera y aquella otra que considero defensiva, sólo es posible distinguirlas en la clínica. Las fronteras que las separa se ubica en el grado de presencia del tercero, el padre, en la pareja materno-infantil, y en la tolerancia de la madre para que el hijo o la hija accedan a la internalización de la imagen paterna.
En mi experiencia y en mi casuística, de donde he desprendido estos cuatro casos, lo que se podría denominar rectificación de la preferencia homosexual, sólo es posible cuando se trata de una homosexualidad de carácter defensivo y nunca de una homosexualidad verdadera. Pero repito, es mi opinión y es mi experiencia.
En este último sentido, la experiencia en la clínica, puedo añadir que contratransferencialmente es posible percibir en los casos de homosexualidad verdadera, la inaccesibilidad de la figura simbólica del analista a los procesos de identificación del paciente, lo que sí ocurre cuando se trata de una homosexualidad defensiva.
Por último, en la transferencia, resulta claro y obvio de qué manera se repiten pautas que privaron en el desarrollo temprano, muy a pesar de los procesos represivos que ofrezca el paciente. Tal cosa suele permitir la definición de qué tipo de homosexualidad es la que se enfrenta.




Resumen
Se exploran las fronteras que existen entre la homosexualidad que denomino “verdadera” y ciertos cuadros clínicos donde la homosexualidad es actuación de una fantasía derivada de un edipo mal resuelto.
Se definen las bases genéticas de la personalidad desde el narcisismo y sus vicisitudes, la imagen corporal y el logro de identidad. En su establecimiento, es fundamental y definitorio la calidad y características del objeto primario internalizado.
Se define la Homosexualidad Verdadera cuando sólo la madre y sus objetos internos acceden al espacio mental de los infantes, quedando atrapados preedípicamente en una matriz narcisista que interfiere en el juego interactivo e identificatorio con el tercero. En la homosexualidad como defensa, el triángulo edípico que sí se establece, mal elaborado aún, genera deseos y fantasías incestuosas de suficiente fuerza como para escapar del incesto mediante la racionalización de la homosexualidad. Para ilustrar lo anterior se describen cuatro casos clínicos.
Palabras clave: Homosexualidad verdadera, homosexualidad como defensa, triángulo edípico.

El maltrato psicologico. acoso moral.tengo a profesora experta en casa


fuente:lucia007
enfemenino
El maltrato psicologico. acoso moral. para quienes lo necesiten.


Preambulo del libro el acoso moral. Edicion paidos.


Mari France llama a estos agresor@s "perversos narcicistas". Con este nombre define a aquellas personas que no son capaces de reconocerse a sí mismas como seres humanos, gente que no ha podido construir una identidad propia. Necesitan destruir la identidad de l@s demás para sobrevivir. Normalmente son personas que dan muy buena imagen, ya que su avidez de aprobación social y de poder no tienen límites. Así, son expert@s en habilidades sociales y normalmente sólo las víctimas llegan a conocer su lado oscuro. No tienen inquietudes propias, sus sentimientos sólo giran en torno a ell@s mismos. Son un gran vacío que intenta llenarse con estímulos externos y para ell@s la destrucción de los demás es una necesidad. Así como el tigre necesita matar para comer, el/la "perverso narcicista" necesita humillar y aniquilar para elevarse a sí mism@ . Se alimentan de los conflictos, y les es muy grato manipular a los demás para que se enfrenten entre sí.

El acoso moral se produce en un lenguaje totalmente indirecto. El/la agresor/a siempre puede negar la agresión. Esta se traduce en alusiones, insinuaciones y sobretodo con el lenguaje no verbal. El lenguaje no verbal pertenece al registro de lo intuitivo o sea, de lo que normalmente no se nombra. Actualmente se incide mucho en la significación de los gestos, actitudes, miradas, sonrisas. Sin embargo, así como resulta lógico defenderse ante un empujón o un insulto, poca gente se defiende de una mirada despreciativa, de odio, o una sonrisa llena de burla. Se sabe que el 80 % del significado de las palabras nos lo da precisamente lo que no se dice. Cuando la agresión se realiza con palabras, normalmente no estriba en lo que se dice sino en cómo se dice, ante quien se dice y qué sentido tiene.

El/la agresor/a sabe manejarse en un contexto ambiguo. Un abrazo lleno de afecto, un beso, un elogio dependiendo del contexto se combinan con miradas cargadas de desprecio, odio o frases aparentemente inocentes destinadas a minar la autoestima de la víctima. Esta ambigüedad busca que la víctima no sea capaz de localizar la agresión, de percibirla y por lo tanto, no sea capaz de defenderse ante ella.

La autora distingue dos fases del proceso de acoso: la primera, la llama seducción. El/la agresor/a actúa como lo que en realidad es, un/a depredador/a: examina a la víctima, localiza sus puntos débiles, sus inseguridades, sus posibles traumas si la conoce de manera personal . Mientras hace esto se muestra como una persona encantadora o como una persona indefensa. Capta a la víctima, la atrae a su juego, ya sea mostrándose como una persona muy sabia o como una pobre víctima necesitada. En esta fase el/ la agresor/a extiende sus redes: el fin es crear un área de influencia en torno a la víctima para conseguir manipularla. La manipulación ya es una agresión en sí misma. Ejemplos de manipulación son crear dudas sobre el propio comportamiento, sobre las capacidades de cada cual, intentar incidir sobre los sentimientos de los demás...

Esta manipulación da una clara sensación de poder: los demás son títeres a los que pueden manejar como se les antoje. No sólo las víctimas son títeres, sino todas las personas que les rodean, pues para el/la "perverso narcicista" l@ s demás no existen en cuanto a un "sí mismo" sino sólo en relación a ell@s. No sólo se relacionan con l@s demás con criterios de utilidad, sino también y sobre todo con criterios de apropiación.

La segunda fase es la fase de violencia: se produce cuando la víctima ve su posición de víctima. Percibe la agresión y la reconoce. Entonces el/la agresor/a pone en marcha su maquinaria destructiva. Aquí ya no busca la manipulación, pues la víctima se ha sustraído a su influencia, sino la destrucción del otro/a. En esta fase la víctima siente miedo y el/la agresor/a rabia fría. El miedo desestabiliza en gran medida, ya que las personas necesitamos seguridad. Otra consecuencia peligrosa del miedo es que produce ira como mecanismo de defensa. La ira es positiva en cuanto permite expresar la rabia contra el/la agresor/a, pero es nociva en cuanto respuesta de la víctima hacia ést@ .

La violencia psicológica tiene un gran problema: no deja huellas y la experiencia vivida es difícilmente explicable. Así como el/la paranoic@ cree que alguien intenta aniquilarle, la víctima puede parecer paranoica incluso ante sus propios ojos y no digamos ya ante los ojos de los demás. Es muy importante que la víctima confíe en sus propias percepciones para evitar este riesgo.

Existe también otra tendencia que perjudica a la víctima: la sociedad tiende a afirmar que si se produce una agresión es por alguna causa. Si alguien exhibe su riqueza, es normal que le roben, si una mujer exhibe su cuerpo, es normal que la violen, si alguien es agredido será "por algo". Así la víctima tiene a culparse, a examinar su actitud, a intentar saber que ha hecho para recibir semejante trato. Lo cierto es que no ha hecho nada. Es culpable de ser como es y de provocar con su personalidad los instintos apropiadores del/ la "perverso". La agresión es independiente de la conducta de la víctima. Haga lo que haga, el/la agresor/a lo interpretará como un ataque contra él/ella. Evidentemente, toda persona comete errores, sin embargo la violencia psicológica no tiene justificación real alguna. L@ s "perversos narcicistas" están muy cerca del delirio paranoico y así interpretan la conducta de la víctima como un ataque contra ell@s.

Las víctimas de acoso moral suelen ser personas con tendencia a culparse a sí mismas, personas inseguras que exhiben sus cualidades por su misma inseguridad, demasiado indulgentes con el comportamiento de los demás y exigentes con el propio, personas creativas, imaginativas, ricas, en suma, de cualidades interiores. El/la agresor/a desea estas cualidades para sí, pero como no es capaz de cultivarlas en sí mism@ necesita destruirlas en la víctima. Y los puntos débiles de la víctima le permiten su agresión, que una persona más segura de sí misma o menos condescendiente no toleraría.

En los capítulos finales del libro Mari France aconseja defenderse del acoso moral de distintas maneras según sea el contexto de la agresión, según se produzca en la vida privada o en el trabajo.

La víctima se sentirá tentada a agredir al/la agresor/a. No debe hacerlo. Si la víctima se convierte en una "mala persona" el "perverso narcicista" no sólo habrá ganado, sino que se sentirá justificad@ . Además, seguramente la víctima perderá en la confrontación, pues si está en posición de víctima no llegará a los grados de malignidad de que es capaz el/la agresor/a.

Si la agresión se produce en un contexto familiar, la separación es la única alternativa, ya que el/la "perverso narcicista" no parará nunca. Si el agresor/a es la pareja, hay que intentar acumular pruebas cartas, postales, testigos para intentar probar la violencia ante la justicia.

Si se produce en un contexto público, una vez identificada la agresión, además de intentar acumular pruebas, hay que prepararse psicológicamente: no responder de maneras agresivas, no ceder ante el impulso, en suma, desarrollar un control emocional y un autodominio ejemplares. Es necesario que la persona agredida reciba ayuda psicológica, para que pueda resistir la agresión. Si no, la única salida será abandonar, ya sea el trabajo, ya sea la actividad que realice.

La violencia psicológica es muy difícil de detectar. Puede producirse en público y que sólo la persona agredida perciba la agresión. Por eso es necesario que no responda. Si lo hace, se la considerará desequilibrada o violenta. La víctima necesitará estar en alerta constante y su único recurso es tener un comportamiento irreprochable. La víctima debe luchar contra su sensación de impotencia e indefensión. Existe una agresión muy real y debe defenderse. Si el/la agresor/a ve como fracasan sus intentos, empezará a equivocarse.

Cada caso es un mundo y cada persona es distinta. No es lo mismo sufrir una agresión de este tipo en la vida privada o en el trabajo. No es lo mismo sufrirla en la infancia por el padre o por la madre o a una edad adulta. Cada persona además tiene recursos distintos para protegerse y / o defenderse. El tiempo también es importante: no es lo mismo una agresión de meses o de años.

Eso sí: la violencia psicológica deja secuelas graves en la persona que la ha sufrido, puede llegar incluso a ser traumática ya que esta agresión primero es una violación mental, después, un intento de asesinato psíquico y es sólo intento cuando fracasa.


Para concluir incidiré en los siguientes puntos:


Existe una víctima y un/a agresor/a


La agresión no responde a motivos reales sino a un deliro, a una necesidad de destruir lo que no se puede tener.


Se desean normalmente cualidades personales: iniciativa, inteligencia, sensibilidad, bondad.


El/agresor/a no concibe a l@ s demás como personas. No siente remordimiento ninguno. Ante sus ojos, es la víctima quien pretende destruirl@ .


La violencia se manifiesta en dos fases: la manipulación y la violencia en sí.


Esa violencia es una necesidad. El "perverso" necesita víctimas para sobrevivir. Ante l@s que no son elegidos como víctimas, su conducta es irreprochable.


El "perverso", una vez iniciado el ciclo de violencia, no parará nunca. Evitará siempre la confrontación directa. Culpará, indirectamente, a la víctima.


Es muy difícil probar la violencia psicológica. La única alternativa en la vida privada es la separación. En la vida pública, el autodominio y el control emocional o el abandono.


La agresión se produce de maneras indirectas, pulsando los resortes débiles de la víctima.


Se pretende su corrupción o su destrucción.


Proceso de defensa: identificar la agresión, creer en las propias percepciones, pedir ayuda psicológica adecuada, poder hablar de lo que ocurre con personas de confianza que crean la realidad de la agresión. Control emocional.


La agresión de los "perversos narcicistas" se produce fundamentalmente con los ojos, con la mirada. La voz, los gestos, son añadidos, preparativos. Los ojos son su arma fundamental. Si sufres la agresión de una de estas personas recuerda: No les mires a los ojos.


Hay una cualidad de la víctima que es la que le da el poder al agresor. La capacidad de empatía. Así el/la víctima se ve a sí misma con todo el desprecio y el odio del agresor/a. Por eso la desestabilización sufrida es tan grande.
http://foro.enfemenino.com/forum/pareja1/__f197118_pareja1-El-maltrato-psicologico-acoso-moral-para-quienes-lo-necesiten.html

Secuestradores de alma - Tú puedes ser una víctima :: Silvia Malamud ::


Secuestradores de alma - Tú puedes ser una víctima
:: Silvia Malamud ::

Traducción de Teresa - teresa_0001@hotmail.com

- ¿Sabes lo que es ser prisionero psicológico de la trama secreta y obscura de alguien?
- ¿Has tenido o estás en una relación en la cual te sientes prisionero y sin libertad para ser tú desde los aspectos más simples hasta los más profundos de tu ser? ¿Siempre abres mano de tus deseos y opciones en nombre de concertar tu relación con el otro, sintiéndote siempre deudor de algo no palpable?
- ¿Te percibes frecuentemente juzgado y criticado sin siquiera haberte equivocado?
- Sueles tener dificultad para discernir si tus sentimientos sobre tu libertad son verosímiles o no…
- ¿Dudas de ti mismo hasta el punto de sentirte culpable?
- ¿Te sientes obligado a hacer cosas en conjunto que por tu estilo de personalidad no te gustaría hacer ni juntos ni separados…?
- ¿Permaneces preso como andando en círculos repitiéndote en este tipo de situaciones desagradables para ti?

Si las respuestas son positivas es muy probable que estés siendo una víctima más de esa especie de secuestro emocional.

¿Qué tipo de personas suelen ser víctimas de esa clase de secuestradores?

- Por lo regular, son personas con carencias afectivas importantes, personas de buena índole con cierta dosis de ingenuidad en relación al otro y benevolencia por encima del límite. Personas sin mayor malicia. Personas que creen que la enfermedad emocional siempre va vivir al lado y nunca en la propia casa donde se vive.

¿Cómo proceden estos secuestradores de almas?

- El primer paso es el de la seducción sin límites. El secuestrador se transforma en aquello que la víctima más necesita en ese momento, y nunca las promesas son falsas, siempre las cumple. Las ofertas van desde el suplemento de carencia afectiva, hasta la oferta de trabajo, dinero, ropas, viajes, etc.

El problema comienza cuando el precio oculto en ese pack de supuesta bondad, donación y buena voluntad empieza a ser cobrado en un patrón de sofisticación intelectual en que la víctima difícilmente logra advertir que sea algún tipo de recobro, pero se siente culpable y en la obligación de servir a los deseos y reclamaciones del compañero. Éste, a su vez, en un mecanismo perverso, tiene por objetivo aprisionar al otro en un sistema sutilmente violento, donde la principal arma es la inserción del sentimiento de culpa, la descalificación y la negación de todo cuanto signifique la identidad del compañero.

Como resultado, una importante quiebra de la autoestima y confianza se establece, añadida a la comprensión de que solo se sobrevive psíquicamente a través de la dependencia emocional y de los dictámenes del supuesto secuestrador.

¿Cómo escapar de este enmarañamiento psicológico y de alma?

- En primer lugar, es preciso tener la plena consciencia de que algo está equivocado. Que las sensaciones diarias no son demasiado buenas y que algo ha de hacerse, aunque no se tenga clara la totalidad de la situación.
- En segundo, saber que podemos elegir en la vida, por más difícil que pueda parecer.
- En tercer lugar, si estás muy confuso y con dificultades para discernir lo acertado de lo erróneo, lo justo de lo injusto y sientes una constante desazón, no dejes de buscar el auxilio de amigos, si los tienes, de alguna convicción religiosa, y siempre busca apoyo en un procedimiento terapéutico.

Los daños causados por esa clase de vivencias, cuando éstas se prolongan demasiado, pueden ser devastadores en la vida de una persona.

Recuerda, tu vida es única, y estamos aquí para ser felices de verdad. No te acostumbres con lo que no te va bien, todo puede cambiar para mejor. Atrévete y conquístalo.

http://somostodosum.ig.com.br/stumes/articulos.asp?id=09720