El maltrato psicologico. acoso moral.tengo a profesora experta en casa


fuente:lucia007
enfemenino
El maltrato psicologico. acoso moral. para quienes lo necesiten.


Preambulo del libro el acoso moral. Edicion paidos.


Mari France llama a estos agresor@s "perversos narcicistas". Con este nombre define a aquellas personas que no son capaces de reconocerse a sí mismas como seres humanos, gente que no ha podido construir una identidad propia. Necesitan destruir la identidad de l@s demás para sobrevivir. Normalmente son personas que dan muy buena imagen, ya que su avidez de aprobación social y de poder no tienen límites. Así, son expert@s en habilidades sociales y normalmente sólo las víctimas llegan a conocer su lado oscuro. No tienen inquietudes propias, sus sentimientos sólo giran en torno a ell@s mismos. Son un gran vacío que intenta llenarse con estímulos externos y para ell@s la destrucción de los demás es una necesidad. Así como el tigre necesita matar para comer, el/la "perverso narcicista" necesita humillar y aniquilar para elevarse a sí mism@ . Se alimentan de los conflictos, y les es muy grato manipular a los demás para que se enfrenten entre sí.

El acoso moral se produce en un lenguaje totalmente indirecto. El/la agresor/a siempre puede negar la agresión. Esta se traduce en alusiones, insinuaciones y sobretodo con el lenguaje no verbal. El lenguaje no verbal pertenece al registro de lo intuitivo o sea, de lo que normalmente no se nombra. Actualmente se incide mucho en la significación de los gestos, actitudes, miradas, sonrisas. Sin embargo, así como resulta lógico defenderse ante un empujón o un insulto, poca gente se defiende de una mirada despreciativa, de odio, o una sonrisa llena de burla. Se sabe que el 80 % del significado de las palabras nos lo da precisamente lo que no se dice. Cuando la agresión se realiza con palabras, normalmente no estriba en lo que se dice sino en cómo se dice, ante quien se dice y qué sentido tiene.

El/la agresor/a sabe manejarse en un contexto ambiguo. Un abrazo lleno de afecto, un beso, un elogio dependiendo del contexto se combinan con miradas cargadas de desprecio, odio o frases aparentemente inocentes destinadas a minar la autoestima de la víctima. Esta ambigüedad busca que la víctima no sea capaz de localizar la agresión, de percibirla y por lo tanto, no sea capaz de defenderse ante ella.

La autora distingue dos fases del proceso de acoso: la primera, la llama seducción. El/la agresor/a actúa como lo que en realidad es, un/a depredador/a: examina a la víctima, localiza sus puntos débiles, sus inseguridades, sus posibles traumas si la conoce de manera personal . Mientras hace esto se muestra como una persona encantadora o como una persona indefensa. Capta a la víctima, la atrae a su juego, ya sea mostrándose como una persona muy sabia o como una pobre víctima necesitada. En esta fase el/ la agresor/a extiende sus redes: el fin es crear un área de influencia en torno a la víctima para conseguir manipularla. La manipulación ya es una agresión en sí misma. Ejemplos de manipulación son crear dudas sobre el propio comportamiento, sobre las capacidades de cada cual, intentar incidir sobre los sentimientos de los demás...

Esta manipulación da una clara sensación de poder: los demás son títeres a los que pueden manejar como se les antoje. No sólo las víctimas son títeres, sino todas las personas que les rodean, pues para el/la "perverso narcicista" l@ s demás no existen en cuanto a un "sí mismo" sino sólo en relación a ell@s. No sólo se relacionan con l@s demás con criterios de utilidad, sino también y sobre todo con criterios de apropiación.

La segunda fase es la fase de violencia: se produce cuando la víctima ve su posición de víctima. Percibe la agresión y la reconoce. Entonces el/la agresor/a pone en marcha su maquinaria destructiva. Aquí ya no busca la manipulación, pues la víctima se ha sustraído a su influencia, sino la destrucción del otro/a. En esta fase la víctima siente miedo y el/la agresor/a rabia fría. El miedo desestabiliza en gran medida, ya que las personas necesitamos seguridad. Otra consecuencia peligrosa del miedo es que produce ira como mecanismo de defensa. La ira es positiva en cuanto permite expresar la rabia contra el/la agresor/a, pero es nociva en cuanto respuesta de la víctima hacia ést@ .

La violencia psicológica tiene un gran problema: no deja huellas y la experiencia vivida es difícilmente explicable. Así como el/la paranoic@ cree que alguien intenta aniquilarle, la víctima puede parecer paranoica incluso ante sus propios ojos y no digamos ya ante los ojos de los demás. Es muy importante que la víctima confíe en sus propias percepciones para evitar este riesgo.

Existe también otra tendencia que perjudica a la víctima: la sociedad tiende a afirmar que si se produce una agresión es por alguna causa. Si alguien exhibe su riqueza, es normal que le roben, si una mujer exhibe su cuerpo, es normal que la violen, si alguien es agredido será "por algo". Así la víctima tiene a culparse, a examinar su actitud, a intentar saber que ha hecho para recibir semejante trato. Lo cierto es que no ha hecho nada. Es culpable de ser como es y de provocar con su personalidad los instintos apropiadores del/ la "perverso". La agresión es independiente de la conducta de la víctima. Haga lo que haga, el/la agresor/a lo interpretará como un ataque contra él/ella. Evidentemente, toda persona comete errores, sin embargo la violencia psicológica no tiene justificación real alguna. L@ s "perversos narcicistas" están muy cerca del delirio paranoico y así interpretan la conducta de la víctima como un ataque contra ell@s.

Las víctimas de acoso moral suelen ser personas con tendencia a culparse a sí mismas, personas inseguras que exhiben sus cualidades por su misma inseguridad, demasiado indulgentes con el comportamiento de los demás y exigentes con el propio, personas creativas, imaginativas, ricas, en suma, de cualidades interiores. El/la agresor/a desea estas cualidades para sí, pero como no es capaz de cultivarlas en sí mism@ necesita destruirlas en la víctima. Y los puntos débiles de la víctima le permiten su agresión, que una persona más segura de sí misma o menos condescendiente no toleraría.

En los capítulos finales del libro Mari France aconseja defenderse del acoso moral de distintas maneras según sea el contexto de la agresión, según se produzca en la vida privada o en el trabajo.

La víctima se sentirá tentada a agredir al/la agresor/a. No debe hacerlo. Si la víctima se convierte en una "mala persona" el "perverso narcicista" no sólo habrá ganado, sino que se sentirá justificad@ . Además, seguramente la víctima perderá en la confrontación, pues si está en posición de víctima no llegará a los grados de malignidad de que es capaz el/la agresor/a.

Si la agresión se produce en un contexto familiar, la separación es la única alternativa, ya que el/la "perverso narcicista" no parará nunca. Si el agresor/a es la pareja, hay que intentar acumular pruebas cartas, postales, testigos para intentar probar la violencia ante la justicia.

Si se produce en un contexto público, una vez identificada la agresión, además de intentar acumular pruebas, hay que prepararse psicológicamente: no responder de maneras agresivas, no ceder ante el impulso, en suma, desarrollar un control emocional y un autodominio ejemplares. Es necesario que la persona agredida reciba ayuda psicológica, para que pueda resistir la agresión. Si no, la única salida será abandonar, ya sea el trabajo, ya sea la actividad que realice.

La violencia psicológica es muy difícil de detectar. Puede producirse en público y que sólo la persona agredida perciba la agresión. Por eso es necesario que no responda. Si lo hace, se la considerará desequilibrada o violenta. La víctima necesitará estar en alerta constante y su único recurso es tener un comportamiento irreprochable. La víctima debe luchar contra su sensación de impotencia e indefensión. Existe una agresión muy real y debe defenderse. Si el/la agresor/a ve como fracasan sus intentos, empezará a equivocarse.

Cada caso es un mundo y cada persona es distinta. No es lo mismo sufrir una agresión de este tipo en la vida privada o en el trabajo. No es lo mismo sufrirla en la infancia por el padre o por la madre o a una edad adulta. Cada persona además tiene recursos distintos para protegerse y / o defenderse. El tiempo también es importante: no es lo mismo una agresión de meses o de años.

Eso sí: la violencia psicológica deja secuelas graves en la persona que la ha sufrido, puede llegar incluso a ser traumática ya que esta agresión primero es una violación mental, después, un intento de asesinato psíquico y es sólo intento cuando fracasa.


Para concluir incidiré en los siguientes puntos:


Existe una víctima y un/a agresor/a


La agresión no responde a motivos reales sino a un deliro, a una necesidad de destruir lo que no se puede tener.


Se desean normalmente cualidades personales: iniciativa, inteligencia, sensibilidad, bondad.


El/agresor/a no concibe a l@ s demás como personas. No siente remordimiento ninguno. Ante sus ojos, es la víctima quien pretende destruirl@ .


La violencia se manifiesta en dos fases: la manipulación y la violencia en sí.


Esa violencia es una necesidad. El "perverso" necesita víctimas para sobrevivir. Ante l@s que no son elegidos como víctimas, su conducta es irreprochable.


El "perverso", una vez iniciado el ciclo de violencia, no parará nunca. Evitará siempre la confrontación directa. Culpará, indirectamente, a la víctima.


Es muy difícil probar la violencia psicológica. La única alternativa en la vida privada es la separación. En la vida pública, el autodominio y el control emocional o el abandono.


La agresión se produce de maneras indirectas, pulsando los resortes débiles de la víctima.


Se pretende su corrupción o su destrucción.


Proceso de defensa: identificar la agresión, creer en las propias percepciones, pedir ayuda psicológica adecuada, poder hablar de lo que ocurre con personas de confianza que crean la realidad de la agresión. Control emocional.


La agresión de los "perversos narcicistas" se produce fundamentalmente con los ojos, con la mirada. La voz, los gestos, son añadidos, preparativos. Los ojos son su arma fundamental. Si sufres la agresión de una de estas personas recuerda: No les mires a los ojos.


Hay una cualidad de la víctima que es la que le da el poder al agresor. La capacidad de empatía. Así el/la víctima se ve a sí misma con todo el desprecio y el odio del agresor/a. Por eso la desestabilización sufrida es tan grande.
http://foro.enfemenino.com/forum/pareja1/__f197118_pareja1-El-maltrato-psicologico-acoso-moral-para-quienes-lo-necesiten.html

Secuestradores de alma - Tú puedes ser una víctima :: Silvia Malamud ::


Secuestradores de alma - Tú puedes ser una víctima
:: Silvia Malamud ::

Traducción de Teresa - teresa_0001@hotmail.com

- ¿Sabes lo que es ser prisionero psicológico de la trama secreta y obscura de alguien?
- ¿Has tenido o estás en una relación en la cual te sientes prisionero y sin libertad para ser tú desde los aspectos más simples hasta los más profundos de tu ser? ¿Siempre abres mano de tus deseos y opciones en nombre de concertar tu relación con el otro, sintiéndote siempre deudor de algo no palpable?
- ¿Te percibes frecuentemente juzgado y criticado sin siquiera haberte equivocado?
- Sueles tener dificultad para discernir si tus sentimientos sobre tu libertad son verosímiles o no…
- ¿Dudas de ti mismo hasta el punto de sentirte culpable?
- ¿Te sientes obligado a hacer cosas en conjunto que por tu estilo de personalidad no te gustaría hacer ni juntos ni separados…?
- ¿Permaneces preso como andando en círculos repitiéndote en este tipo de situaciones desagradables para ti?

Si las respuestas son positivas es muy probable que estés siendo una víctima más de esa especie de secuestro emocional.

¿Qué tipo de personas suelen ser víctimas de esa clase de secuestradores?

- Por lo regular, son personas con carencias afectivas importantes, personas de buena índole con cierta dosis de ingenuidad en relación al otro y benevolencia por encima del límite. Personas sin mayor malicia. Personas que creen que la enfermedad emocional siempre va vivir al lado y nunca en la propia casa donde se vive.

¿Cómo proceden estos secuestradores de almas?

- El primer paso es el de la seducción sin límites. El secuestrador se transforma en aquello que la víctima más necesita en ese momento, y nunca las promesas son falsas, siempre las cumple. Las ofertas van desde el suplemento de carencia afectiva, hasta la oferta de trabajo, dinero, ropas, viajes, etc.

El problema comienza cuando el precio oculto en ese pack de supuesta bondad, donación y buena voluntad empieza a ser cobrado en un patrón de sofisticación intelectual en que la víctima difícilmente logra advertir que sea algún tipo de recobro, pero se siente culpable y en la obligación de servir a los deseos y reclamaciones del compañero. Éste, a su vez, en un mecanismo perverso, tiene por objetivo aprisionar al otro en un sistema sutilmente violento, donde la principal arma es la inserción del sentimiento de culpa, la descalificación y la negación de todo cuanto signifique la identidad del compañero.

Como resultado, una importante quiebra de la autoestima y confianza se establece, añadida a la comprensión de que solo se sobrevive psíquicamente a través de la dependencia emocional y de los dictámenes del supuesto secuestrador.

¿Cómo escapar de este enmarañamiento psicológico y de alma?

- En primer lugar, es preciso tener la plena consciencia de que algo está equivocado. Que las sensaciones diarias no son demasiado buenas y que algo ha de hacerse, aunque no se tenga clara la totalidad de la situación.
- En segundo, saber que podemos elegir en la vida, por más difícil que pueda parecer.
- En tercer lugar, si estás muy confuso y con dificultades para discernir lo acertado de lo erróneo, lo justo de lo injusto y sientes una constante desazón, no dejes de buscar el auxilio de amigos, si los tienes, de alguna convicción religiosa, y siempre busca apoyo en un procedimiento terapéutico.

Los daños causados por esa clase de vivencias, cuando éstas se prolongan demasiado, pueden ser devastadores en la vida de una persona.

Recuerda, tu vida es única, y estamos aquí para ser felices de verdad. No te acostumbres con lo que no te va bien, todo puede cambiar para mejor. Atrévete y conquístalo.

http://somostodosum.ig.com.br/stumes/articulos.asp?id=09720

eres todo en mi


te dedico este video de esta pelicula que tanto nos gusta, por estar a mi lado siempre en los buenos y en los malos momentos,por ser mi mejor amigo,mi confidente te puedo contar los pensamientos mas disparatados sin que salgas corriendo,mi amante,la persona que me pone los pies en la tierra cuando mis pensamientos estan en las nubes.solo tu has compartido mis alegrias y mis penas.y solo tu me conoces con mis virtudes y mis defectos gracias por los 20 años que llevas siendo todo en mi. tu haces que la vida sea aun en los dias mas dificiles, un agradable paseo por el parque y que valga la pena luchar por seguir caminando a tu lado.te quiero j.a.c

las fobias



¿Qué son las fobias?

Un diccionario de psiquiatría define las fobias del modo siguiente: «Repulsión o temor angustioso específicamente ligado a la presencia de un ser, un objeto o una situación cuyos caracteres no justifican tal emoción.»

Como se ve por esta definición, es difícil separar en la infancia los miedos que he expuesto en el capítulo precedente, de las verdaderas fobias.

Por ello, los psiquiatras de niños, cuando hablamos de fobias infantiles, nos referimos a miedos exagerados, que no presentan mecanismos adaptativos, que aparecen o persisten a edades inadecuadas (el miedo a los perros es normal a los tres años, pero es una fobia a los quince), que se repiten ante la misma situación u objeto preciso, no ceden al desarrollo, son persistentes y, sobre todo, alteran la vida familiar y social del niño y son fuente de sufrimiento para él.

¿Cómo se generan las fobias? Cada escuela psiquiátrica tiene sus propias versiones de cómo nacen. Para unos existe una cierta predisposición natural, las más de las veces unida al padecimiento de obsesiones, que produce un tipo de personalidad que se llama «anancástica» o insegura de sí misma.

El psicoanálisis ha dedicado, ya desde Freud, numerosos estudios a estos problemas, y sostiene que siempre existe una ansiedad primaria que es proyectada a objetos o situaciones externas, que se convierten así en los aparentemente productores de las fobias.

Los conductistas explicaron el porqué de las mismas a partir de un famoso experimento del fundador de esta teoría, el norteamericano Watson que, en 1920, consiguió provocar una fobia en un niño llamado Albert, mediante un apareamiento entre la presencia de una rata blanca y un fuerte ruido que, a la séptima vez de haberse producido, provocó la aparición de la fobia del niño hacia la rata, a la que antes del experimento no tenía ningún temor.

Este mismo psicólogo logró, en otro experimento posterior, justamente lo contrario que en el primero: hacer que desapareciera la fobia asociando al objeto fobógeno un estímulo que evocara javascript:void(0)una reacción placentera, por ejemplo un dulce.

Desde aquellos años se han multiplicado experiencias que han confirmado la teoría del condicionamiento de las fobias y su tratamiento mediante técnicas de descondicionamiento y, aunque las cosas son algo más complicadas de lo que aquí se han expuesto, la terapia conductual sigue siendo la mejor para estos casos.


Fobias infantiles más frecuentes

Las fobias infantiles son muy variadas en su contenido y así, en cincuenta niños con este problema, los temas a que se referían fueron los siguientes:

El más frecuente fue el de los animales, en unos los grandes como perros, lobos, etc.; en otros los pequeños como hormigas o cucarachas y en uno la contestación fue la de pájaros, pero ésta en un niño que había visto hacía poco la famosa película de Hitchcock. Las enfermedades, y aun la muerte, son también, ya en estos años de la infancia temas bastante frecuentes, sucediendo lo mismo con dos fobias muy conocidas de los adultos: la agorafobia o temor a los espacios abiertos y la acrofobia o miedo a las alturas.

En los adolescentes es frecuente la fobia por su propio cuerpo, al que llegan a odiar, por no encontrarlo suficientemente atractivo, odio que se mezcla con el temor de que no cambie nunca y que apareció en cuatro casos de esta muestra de cincuenta.

Menos frecuentes fueron las siguientes respuestas: comidas y exámenes en dos casos cada una y aviones, puertas cerradas, personas deformes, ascensores, ruido desagradable, bomberos, máscaras, locura (en un adolescente) e inyecciones, con un caso por respuesta.

Un caso raro fue el de una niña de dos años que, a la vista de su propia cuna, se echaba a llorar y se negaba a meterse en ella, cosa que le pasaba desde que había ingresado en un hospital y dormía en una cuna parecida a la suya. La explicación es la de que esta fobia se había condicionado por una situación traumática anterior.

Una cosa que salió también en este estudio es que la mayoría de los casos de condicionamiento muy claro y evidente se producía en niños con edades entre los dos y seis años, mientras que en los mayores era más difícil de ver, lo que significa que con la edad aumenta la resistencia al condicionamiento.

En una cosa muy importante se diferencian los miedos normales de las fobias, pues así como los primeros tienen muy buen pronóstico y desaparecen con el tiempo, no sucede así con las fobias que tienen una cierta tendencia a persistir en la juventud y aun en la edad adulta, aunque a veces puedan cambiar de contenido. De todas maneras, hay casos en que desaparecen también por completo y los exfóbicos presentan una total normalidad.

Una fobia un poco especial, que puede producir muchos quebraderos de cabeza a los padres, es la llamada «fobia escolar», que consiste en que hay niños o adolescentes que se niegan a ir al colegio sin motivos reales y conocidos, reaccionando con cuadros de ansiedad y pánico cuando se intenta obligarlos.

Se trata de algo muy diferente a lo que vulgarmente se conoce con los nombres de «hacer novillos» o «hacer pellas», pues realmente el fóbico desea ir a clase y tiene ambiciones escolares, mientras que los otros no tienen ningún interés por el colegio ni por los estudios y suelen ser niños rebeldes, al revés que el fóbico que es un chico angustiado y conformista en todo, menos en lo de asistir a clase.

Esta ansiedad se manifiesta en forma de llantos, súplicas, depresión y hasta agitación cuando llega la hora de ir a clase o bien sufre una conversión psicosomática con aparición de dolores de cabeza o abdominales, náuseas, vómitos o diarreas, síntomas que desaparecen los sábados y domingos y en vacaciones.

Algunos adolescentes encubren muy bien la ansiedad y son capaces de salir de casa para el colegio sin que se les note nada pero, en vez de entrar en clase, se ponen a deambular por las calles hasta la hora de terminación de la jornada escolar, regresando después a su casa como si no hubiera pasado nada. Naturalmente la superchería acaba por descubrirse.

En los niños pequeños la fobia escolar, más que una fobia en sí, es un cuadro que se conoce con el nombre de «ansiedad de separación», producido por el temor del niño, no a ir al colegio, sino a separarse de su madre.

En los chicos mayores se trata más bien de una sobrevaloración de sí mismos que no coincide con la realidad y el muchacho, para mantener su autoestima, el famoso «self», opta por huir a su casa, en la que se encuentra a salvo. Por ello es frecuente fobias escolares a esta edad cuando se ha producido un cambio de colegio, de uno que tiene pocas exigencias a otro que las tiene mayores o simplemente, cuando ha sufrido una humillación en clase o fuera de ella, pero siempre dentro del colegio.

Es evidente que la fobia escolar desaparece sola con el tiempo, cuando al chico se le pasa la edad de asistir al colegio, pero para entonces habrá producido un fracaso escolar, y con él, el cercenamiento de muchas posibilidades vitales. Además de este grave problema la experiencia me dice que, por lo general, aparecen posteriormente signos neuróticos más o menos acentuados y tienen una integración familiar y social no demasiado buena.

De todo ello se deduce que las fobias infantiles deben ser tratadas siempre, por muy banales que parezcan, por un especialista y ya hemos dicho que son las técnicas conductuales las que dan mejor resultado, aunque, sobre todo en la fobia escolar, ha de unirse una psicoterapia que, en este último caso, puede ser larga y costosa.


Obsesiones y compulsiones

Bastante relacionadas con las fobias se encuentran las llamadas «obsesiones», que si bien son menos frecuentes, también se pueden ver en la infancia y que, en la adolescencia, pueden aparecer en forma de verdaderas neurosis obsesivas.

Todo el mundo habla de obsesiones y de estar obsesionado, pero ¿qué son realmente las obsesiones? Pues las podemos definir como «ideas que se imponen a la conciencia a pesar de no ser aceptadas por ella (si lo fueran se trataría de ideas fijas) vivenciándolas el niño como algo extraño a él, que se le impone por la fuerzas. En muchas ocasiones, estas ideas obsesivas conducen a la ejecución forzada de actos, llamados «compulsiones» y que no son más que una defensa para evitar la angustia que tales ideas le producen.

El primer caso infantil de que tenemos noticia fue descrito por el psiquiatra francés Moreau de Tours, en un tratado que se llamaba nada menos que “La locura en los niños”, que fue publicado en 1888 y en que relataba el caso de un niño que fracasó en sus estudios porque tenía que estar repitiendo constantemente el número trece.

En el niño pequeño, antes de los cinco o seis años, es posible ver actos que, en un adulto, podrían ser considerados como obsesivos pero que, a esta edad, son completamente normales. De este tipo son los «rituales» de la comida (la misma cuchara, la misma silla, la misma persona que tiene que dársela), del sueño (dormirse abrazado al mismo muñeco, oír la misma canción, chupar el mismo pañuelo) o de los juegos (hacer y deshacer repetidamente las mismas torres de tacos, colocar y descolocar el mismo número de coches sin que pueda faltar ninguno, pasar y repasar las hojas del mismo cuento) y que, si no se cumplen, despiertan la ira y el llanto del niño.

Estos rituales pseudo-obsesivos pasan sin dejar ninguna huella y es solamente a los siete u ocho años cuando empiezan los verdaderos síntomas obsesivo-compulsivos.

Las ideas obsesivas son de muy diversa temática y dependen en parte de las circunstancias y condicionamientos exteriores. Antes, por ejemplo, eran muy frecuentes los «escrúpulos» o ideas de pecado, tanto en niños como en adultos, y a este propósito recuerdo muy bien el caso de un chico que tenía una imagen de la Virgen clavada en la cara interna de su pupitre y que, a lo mejor en mitad de una clase, se acordaba que había dejado encima de todos los libros el de Historia Sagrada, que tenía un dibujo de Adán y Eva desnudos y, rápidamente, levantaba la tapa del pupitre, quitaba el libro y lo metía debajo de todo «para que no tocara la estampa» y así se quedaba tranquilo por el momento aunque, al poco tiempo empezaba a pensar que ahora el libro que estaba arriba era el de Historia, que también tenía hombres primitivos no muy vestidos y comenzaba otra vez la misma operación, pasándose así la clase para desesperación de los profesores y la ansiedad del niño que racionalmente comprendía que era una tontería, pero no podía dejar de hacerlo.

Es frecuente también el miedo a las enfermedades y la idea obsesiva de que puede contagiarse de mil modos diferentes, tal como sucedía en varios casos vistos por mí, en los que, cada vez que se hacían un arañazo corrían angustiados a que se les pusiera la inyección antitetánica.

La misma muerte es también motivo de obsesiones, aun en los niños, como es el caso de una niña de siete años que empezó a hablar continuamente de la muerte y a hacer preguntas del tipo de «Y si me meten en una caja, ¿ya no respiro?» o «¿Qué pasa cuando se muere uno?» y vivía con el continuo temor de que se le muriera su madre y la dejara sola.

Las compulsiones son también frecuentes acompañantes de estas ideas obsesivas, tal como la de lavarse las manos muchas veces por la creencia de que están sucias y pueden enfermar (cuando digo muchas veces me estoy refiriendo a treinta o cuarenta), recorrer con un dedo las cuatro paredes de un cuarto para que a su padre no le pase nada porque está de viaje o, como un niño de nueve años que vi en cierta ocasión, que comenzó a pasarse horas y horas moviendo rítmicamente una cuerda, que se metía en la boca si se intentaba quitársela y que, solo al cabo de mucho tiempo, confesó que lo hacía para que le aprobaran en el colegio, mejor dicho, para que no le suspendieran, porque estos rituales suelen ser de evitación de cosas desagradables.

Durante la pubertad aparecen preocupaciones obsesivas de tipo metafísico o filosófico como la existencia de Dios, el origen del hombre, la locura, el infierno, pero siguen persistiendo las anteriores y otras muchas, más o menos extravagantes, como el temor de ser homosexual, siendo éste el caso de una chica de catorce años que vio una vez un travestí y, desde entonces, no hacía más que pensar que ella podía serlo, o el de un chico, también de la misma edad, que me confesaba angustiado que le invadía el pensamiento de que podía estrangular a su madre.

Estos dos últimos ejemplos son un exponente de lo que se llaman «obsesiones por contraste», es decir, que lo último que querrían hacer es precisamente el objeto de las mismas.

Y así multitud de ideas, que a los demás nos parecen extravagantes, pero que para ellos son de una certeza absoluta. ¿Qué les parece el caso de un niño de doce años que tenía miedo a comer por si la comida tuviera algún pequeño trozo de cristal, por haberse roto algún vaso cerca?

En los niños, pero sobre todo en adolescentes, además de las ideas y de las compulsiones, puede verse lo que se conoce con el nombre de «carácter obsesivo», caracterizado por una meticulosidad y un orden tan excesivos, que se hace muy difícil convivir con ellos.

Una de las características de los niños y adolescentes obsesivos, que les diferencian de los obsesivos adultos, es la de que, así como éstos «rumian» sus ideas sin comunicárselas casi nunca a nadie, aquellos las exponen una y otra vez a los padres buscando que les liberen del suplicio de la idea o del acto impuestos, pero como éstos recurren al raciocinio para convencerles de lo infundado de los temores, no hacen sino aumentar su ansiedad, pues los primeros convencidos de lo infundado de su irracionalidad son los propios niños.

Uno de los casos en que con más crudeza se manifestaba lo último que acabo de describir, fue el de un adolescente de trece años, que obligaba a su madre a pasar dos y tres horas todas las noches junto a él, cogiéndole la mano cuando estaba ya acostado, para contarle sus obsesiones, con la esperanza de que ella se las disipara, terminando siempre con una crisis de ansiedad en que culpaba a la madre de lo que le pasaba.

Naturalmente no todas las obsesiones son tan intensas, hay toda una gradación. ¿Qué chico no ha sentido alguna vez el impulso de no pisar las rayas de una acera o quizá contar los escalones de una escalera? Y esto es absolutamente banal. Más importantes son ya los síntomas obsesivos aislados de los siete a diez años, pero también suelen pasar sin dejar ninguna huella, no así los que van estructurando una personalidad obsesiva, que se manifiesta ya con toda su fuerza en la adolescencia, en la que estas ideas y actos llegan a constituir una verdadera neurosis obsesiva.

Para terminar esta descripción de lo que son los trastornos obsesivo-compulsivos en estas edades, hay que alertar a los padres cuando éstos son muy intensos y duraderos, sobre todo a la edad de la adolescencia, pues pueden constituir los primeros síntomas de una psicosis que comienza.

Para su tratamiento hay que consultar a un especialista psiquiatra pues, aunque se debe hacer también una psicoterapia profunda y una terapia conductual, hay que recurrir en el 90% de los casos a un tratamiento con imipramina.

http://www.interrogantes.net/Francisco-J0-Mendiguchia-Fobias-y-obsesiones-/menu-id-29.html:

PSIQUIATRÍA EL POLÉMICO `DSM´ La biblia de todos los males


carlos lujan
fuente:elsemanalxl

PSIQUIATRÍA

EL POLÉMICO `DSM´
La biblia de todos los males
CARLOS LUJÁN

Adicción al sexo, síndrome del atracón, de oposición paterna.... Por raro que parezca un padecimiento, si lo recoge el `DSM´, la biblia de la psiquiatría, ese trastorno existe. Su listado tiene consecuencias jurídicas, médicas y, sobre todo, económicas cruciales para su vida. Sepa cuáles.



No estamos locos, estamos trastornados. Somos víctimas de nuestra propia angustia, de nuestra timidez, de nuestra fobia a conducir, de nuestra melancolía neurasténica, de nuestras obsesiones, de nuestros atracones, de nuestra promiscuidad... Elija a la carta. Si quiere saber cómo se llama su trastorno, abra el DSM (el manual diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría que se toma como referencia en todo el mundo) y busque su colección de síntomas (que es casi como decir `búsquese a sí mismo´). El DSM es la guía que se utiliza para diferenciar lo que se considera enfermedad de lo que no, es la biblia de la psiquiatría, y su clasificación tiene consecuencias jurídicas, sociales y económicas cruciales para su vida. El que una enfermedad esté o no codificada en el DSM determina que una aseguradora pague las facturas de un paciente, que una compañía farmacéutica haga ensayos clínicos sobre ella o la percepción social de una persona que lleva tal o cual etiqueta diagnóstica. De hecho, hasta que la tercera edición del DSM no la excluyó de su catálogo en los años ochenta, la homosexualidad siguió considerándose como una enfermedad.


El DSM-V, la quinta versión de este best seller sobre la condición humana de 900 páginas, se publicará en 2013 y actualmente su contenido está en plena discusión. La novedad es que, por primera vez, la Asociación Americana de Psiquiatría ha hecho públicas las conclusiones de los debates. Los editores no quieren ser acusados de secretismo ni de manipulación y han dado de plazo hasta el 20 de abril para que profesionales y neófitos en la materia manden sus opiniones vía e-mail sobre las nuevas categorías de salud mental.


¿Deberían considerarse enfermedades psiquiátricas comportamientos como trastorno de la apatía, síndrome de alienación parental, trastorno disfórico premenstrual, trastorno compulsivo de compras, adicción a Internet y trastorno relacional? Varios grupos de presión han presentado sus candidaturas, pero, por lo que ha trascendido hasta ahora, el borrador de la quinta edición no habla de ellas. Sin embargo, el DSM-V propone que los niños con excesivas rabietas y cambios de humor repentinos sufran una nueva enfermedad: el trastorno de desregulación del temperamento con disforia; mientras que los que coman desmesuradamente, al menos una vez a la semana durante tres meses seguidos y se sientan mal por ello, podrán ser diagnosticados con el trastorno por atracón.


Más allá del debate sobre trastornos concretos, desde fuera de la psiquiatría se cuestiona el DSM en sí, ya que los críticos consideran que este tipo de categorías, más que ayudar a sanar a las personas, están `psiquiatrizando´ dificultades de la vida cotidiana con etiquetas que sólo benefician a la industria farmacéutica. En el primer DSM, publicado en 1952, figuraban 106 trastornos mentales; en la segunda edición, 182; en la tercera, de 1980, 265 trastornos; y en la cuarta versión, la actual, 283. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué se multiplica el número de enfermedades mentales cada década? Miguel Ángel González Torres, jefe de Psiquiatría del hospital de Basurto y psicoanalista, lo relaciona con el hecho de que la atención en salud mental haya crecido en todo el mundo: «Observamos a la población con mayor detalle y eso nos permite fijarnos en las patologías con más precisión». Mientras, el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, Jerónimo Saiz, cree que «la sociedad ha cambiado mucho desde el primer DSM, pero también la psiquiatría. En aquella época, apenas había medicamentos para las enfermedades mentales y el único tratamiento era la reclusión en hospitales psiquiátricos. Es evidente que ahora sabemos mucho más sobre el funcionamiento del cerebro humano y afinamos más en el diagnóstico».


Cada nueva enfermedad incluida en el DSM supone un lucrativo nicho de mercado para la industria de los psicofármacos, como denuncia Miguel Jara, autor de La salud que viene: nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009). Jara está convencido de que «el número de trastornos crece, en buena medida, por los enormes intereses comerciales que tienen en ellos la industria farmacéutica y numerosos psiquiatras». En 2006 se publicó un estudio en la revista Psychotherapy and Psychosomatics titulado Nexos financieros entre los miembros del panel del DSM-IV y la industria farmacéutica, en el que concluyeron que más de la mitad de los 170 miembros del panel responsable del DSM y todos los `expertos´ encargados de los trastornos de la personalidad del manual tenían lazos financieros ocultos con la industria. «Los psiquiatras de la Asociación Psiquiátrica Americana –continúa Jara–, que son quienes realizan el DSM, no sólo se lucraron por expandir las enfermedades mentales a título individual; dicha asociación recibió 7,5 millones de dólares de las farmacéuticas en 2003 para su revista en concepto de publicidad, cantidad que se incrementó un 22 por ciento en un año, hasta llegar a los 9,1 millones, según este estudio.» Sin embargo, el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría niega estas conexiones y afirma que «precisamente para tratar de evitar esas críticas, los comités que trabajan en este proceso le piden a todos sus miembros una declaración de ausencia de conflictos de intereses con la industria farmacéutica y un compromiso de no aceptar ningún tipo de donación, relación ni vínculo con este tipo de compañías».


Por su parte, el doctor González Torres pide que no se demonice al DSM, «porque no es perfecto, pero es el mejor instrumento del que disponemos actualmente para hacer diagnósticos en psiquiatría. Hay que tener en cuenta que hasta el año ochenta, cuando aparece el DSM-III, había una disparidad enorme entre la psiquiatría de distintos países, incluso entre los ingleses y los americanos, que no eran capaces de ponerse de acuerdo sobre lo que consideraban esquizofrenia. La unidad de criterio ha sido especialmente positiva para la investigación».


El contenido del `DSM´ se decide a través de 13 comités de expertos divididos por áreas, que a lo largo de nueve años se reúnen en grandes conferencias y pequeños comités para poner en común los avances científicos y llegar a un consenso. En los paneles participan miembros de la Asociación Americana de Psiquiatría, pero también los considerados mayores expertos mundiales en la materia. Se supone que las categorías deben cumplir una serie de criterios rigurosos antes de ser aceptadas en el manual, pero un consultor de la tercera edición –que prefirió mantener el anonimato– explicó a la revista The New Yorker que las reuniones editoriales sobre los cambios en el DSM a menudo eran caóticas: «Hubo muy poco trabajo sistemático y gran parte de la investigación era un batiburrillo disperso, incoherente y ambiguo. Por lo que creo que la mayoría de nosotros podría reconocer que nuestra aportación científica fue más bien modesta».


El presidente de la Sociedad Psiquiátrica Española reconoce que uno de los puntos calientes del debate del DSM-V tiene que ver con el trastorno bipolar en la infancia y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), cuyos diagnósticos se han convertido en una epidemia en Estados Unidos: «Dentro de la propia psiquiatría hay una fuerte crítica por la medicalización excesiva de estos trastornos, por lo que yo creo que la revisión del manual tenderá a cerrar un poco más los criterios de diagnóstico en la infancia y la adolescencia».


El trastorno bipolar en menores es muy polémico, sobre todo porque sólo se está controlando a través de medicamentos antipsicóticos que pueden provocar efectos secundarios importantes, incluidos cambios en el metabolismo, y algunos profesionales creen que se ha estado diagnosticando como bipolares a niños cuya enfermedad en realidad era otra. Miguel Jara denuncia que «el caso de la autorización del Prozac para niños es un claro ejemplo de cómo se utiliza el miedo para crear nuevos mercados de medicamentos abriendo el espectro de aplicación de esos fármacos hasta abarcar por completo nuestra vida. En 2006, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) aprobó Prozac para personas de entre ocho y dieciocho años. Lo hizo, como acostumbra, sin investigaciones propias y olvidando las, éstas sí, alarmantes advertencias de la institución que controla los fármacos en Estados Unidos, la FDA y las reacciones adversas que constata el propio fabricante».


Los trastornos atribuidos en el DSM a la población infanto-juvenil son muy discutidos, sobre todo porque muchos de ellos desaparecen al crecer. ¿Tiene sentido que la conducta hostil de un hijo hacia sus padres esté catalogada como conducta negativista desafiante o que exista el trastorno de ansiedad por separación? El profesor Jerónimo Saiz considera la ansiedad por separación un «auténtico problema, no porque los niños lloren cuando sus padres salen de casa, sino porque se traduce en una interferencia con la vida normal del niño, con el sueño, con su educación y con su conducta. Y lo mismo le podrían decir los padres de niños oposicionistas desafiantes, que saben que no estamos hablando de niños traviesos».


Inevitablemente, otros trastornos del DSM suenan a chiste, como la discalculia, que es una dificultad de aprendizaje específica en matemáticas; el trastorno de rumiación, para aquellos que mantienen la comida en la boca sin tragársela; o el trastorno de comportamiento perturbador no especificado, tan inespecífico como fantasmal. A Miguel Jara le parece «especialmente ridícula la fobia social, porque es la natural timidez que se está medicando con fármacos de probada peligrosidad», pero aún le parece más grave el trastorno de incumplimiento terapéutico, «que no es ni más ni menos que la libre decisión del ciudadano de no medicarse, llevada al paroxismo patológico y al puro totalitarismo».


¿Realmente estamos tan enfermos? El psiquiatra Miguel Ángel González Torres explica que «socialmente, en la calle, se tiende a hablar de enfermedad mental cuando alguien está grave, pero la mayoría de los diagnósticos psiquiátricos no lo son. La razón es que las enfermedades son dimensionales y en la mayoría de los casos tú no estás enfermo o sano, sino que desde la salud hasta la enfermedad más grave hay un continuo donde te encuentras gente que está muy sana, un poco menos sana, casi enferma, enferma y muy enferma. Una cosa es el dibujo de un mapa y otra muy distinta, el terreno que pisas con tus propios pies, y lo mismo ocurre con el DSM: que es un mapa, pero las enfermedades y los enfermos son otra cosa completamente diferente». Y los que viven con ella saben bien que la enfermedad mental no es cosa de chiste.