Compulsiones y obsesiones más frecuentes


© 2000 Leslie E. Packer, PhD. Todos los derechos reservados. Versión española de M.D. Cebriánde-
Miguel

Compulsiones y obsesiones más frecuentes
Las obsesiones son pensamientos intrusivos no deseados e irracionales que generalmente
producen ansiedad al sujeto. Las compulsiones son conductas rituales y estereotipadas en las
que entra el sujeto, normalmente como respuesta al pensamiento obsesivo, si bien, en algunos
casos, basta para ello con que el sujeto tenga esa sensación de retortijones en el estómago
que simplemente le lleva a “tiene” que hacerlos.
Obsesiones habituales
La investigación intercultural realizada sugiere que ciertos temas tienden a producirse en
todas las razas, culturas y sociedades. Los temas que a continuación se relacionan figuran
entre los más recurrentes:
- Contaminación (gérmenes, suciedad, productos químicos). Este es uno de los síntomas
más habituales en materia de prevalencia a lo largo de la vida. Los sujetos pueden
tener un miedo morboso a contraer SIDA u otro tipo de infecciones, pueden tener
miedo a tocar los grifos del baño, y pueden manifestar una horrible ansiedad si alguna
persona toca su comida.
- Duda. Un sujeto con TOC puede conducir en sentido descendente por una calle y, de
repente, sentir miedo a atropellar a alguien.
- Orden o simetría específica. Los objetos han de estar alineados o colocados de una
forma determinada. La simetría se conoce también como “nivelar” .
- Sentir la necesidad de tener las cosas “justo así” o “ bien”.
- Imágenes agresivas u horrorosas (miedo a hacer daño a la familia o a la propia muerte
o la de otras personas).
- Imágenes sexuales (temas especialmente inapropiados).
- Temas morales o religiosos o “escrupulosidad”.
- Necesidad de experimentar una determinada sensación (como quemar o cortar).
- Tener que ser perfecto en algo.
- Obsesiones numéricas: los números como propiedades mágicas o inductoras del
miedo.
Conviene destacar que los niños o niñas suelen carecer de elementos de autoanálisis
para detectar la irracionalidad de las obsesiones y compulsiones, y que pueden creer que todo
el mundo piensa y siente como ellos. Cuando un niño o un adulto tiene esa capacidad de
introspección, a menudo sienten el miedo a hablar de sus obsesiones a otras personas por
temor a que se les tome por “locos”. De hecho, muchos pacientes con TOC cuentan que “se
consideraban locos” hasta que se les diagnosticó y se les explicó el trastorno que padecían.
Compulsiones habituales.
- Rituales de lavado e higiene.
- Contar cosas: puede combinarse con otras compulsiones. Contar es frecuentemente
un “ritual silencioso”. Los profesores y los empleadores pueden no darse cuenta de
que la persona en cuestión tiene que contar mentalmente las cosas al tiempo que
intenta procesar o completar el trabajo. Ya que la duda acompaña al TOC, es
probable que dicho sujeto comience, de repente, a tener dudas sobre si ha contado
correctamente y, en consecuencia, tener que empezar a hacerlo desde el principio.
- Comprobar y recomprobar. Las personas con TOC comprobarán y
verificarán
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excesivamente todo, ya se trate de ver si han cerrado la puerta, han apagado el horno o
cerrado el grifo en la cocina, o de comprobar que no han atropellado a ninguna
persona. No es infrecuente que los pacientes con este trastorno lleguen tarde al colegio
o al trabajo, debido a que invierten un tiempo excesivo en revisar y recomprobar todo
en la casa. Es posible que, tanto en el colegio como en el trabajo, no entreguen a
tiempo los ejercicios y tareas demandadas porque se encuentren verificando y
volviendo a revisar de forma compulsiva su trabajo.
- Ahorrar o atesorar.
- Buscar palabras tranquilizadoras /conformidad en otras personas.
- Ordenar o arreglar cosas o hacer cosas una y otra vez, hasta que se alcanza la
sensación de “justo así”. Es como arrascarse una picazón hasta conseguir exactamente
la sensación necesaria que nos dice que ya podemos parar. Un niño con
TOC puede estar jugueteando con su ropa o pellizcarse o chupar o tocar hasta
obtener la sensación de “justo así”. De igual forma, una niña puede pedir a su
madre o su padre que le cuente una y otra vez el cuento con el que se duerme,
hasta que las veces que éste o ésta lo cuenta sean tantas como las que el niño
necesita oirlo. Si el padre intentara recortar la historia o no le proporcionara el
“igual” a lo que el niño tuviera que escuchar, éste repetiría “cuéntamelo otra vez”.
- Perfeccionismo. Los niños que tienen compulsiones de perfeccionismo en el
colegio, pueden sentir la necesidad de borrar y volver a hacer el ejercicio de clase
hasta llegar incluso a hacer agujeros en la hoja de tanto rehacerlos. El perfeccionismo
puede llevarles a quedarse levantados hasta altas horas de la noche hasta
que consiguen la perfección en sus deberes. Un signo de perfeccionismo en la
escritura puede observarse en la repetición continuada del movimiento circular de
hacer el punto de la letra i, hasta que sea perfectamente redondo y negro, y hasta
que un formulario electrónico para cumplimentar tenga los círculos en negro
perfectamente rellenos (y en el que, por lo general, se dejarán restos de haber
efectuado muchas rectificaciones y haber borrado varias veces).
- Rezar, parlotear. Algunos sujetos se ponen a rezar sistemáticamente como forma
de hacer penitencia o de blindarse contra pensamientos amedrentadores. Los niños
que tienen obsesiones de escrúpulos pueden sentirse obligados a hablar en voz alta
cuando alguna persona ha sido errónea o falsamente acusada.
- Compulsiones de repetición. Un ejemplo de este tipo es el del niño o niña que tiene
que leer hacia atrás una línea que acaba de leer hacia delante para evitar que
suceda algo terrible, o el de la persona que tiene que andar hacia delante y luego
hacia atrás por su pasillo un determinado número de veces, o salir por una puerta,
de una determinada forma, un número de veces específico.
- Evitación compulsiva. Cuando un lugar o situación determinada ha quedad
asociada a una conducta compulsiva, es posible que la persona empiece a evitar la
situación o el lugar, por miedo a perder el control y quedarse “paralizados”
realizando el ritual. En otros casos, un suceso o estímulo concreto puede ir
asociado a pensamientos terroríficos y, entonces, el sujeto intentará evitar ese
estímulo.
http://www.tourettesyndrome.net/Files/Compulsiones_y_obsesiones_m%C3%A1s_frecuentes.pdf

TOC sin compulsiones, o trastorno obsesivo puro.


TOC sin compulsiones, o trastorno obsesivo puro.
fuente: http://www.portalesmedicos.com/blogs/trackback/1384
Una entrevista sincera con las 10 personas que tengamos más a mano nos aportaría unos resultados llamativos: todos hemos tenido ideas extrañas en algún momento de nuestra vida que en cuanto a su contenido encajan al 100% con los pensamientos de una persona que sufre TOC. Todos hemos tenido en algún momento de nuestra vida al menos uno de este tipo de pensamientos:
- Pensamientos de comprobación (¿habré cerrado el coche? ¿y desenchufado la plancha?)
- Pensamientos de lavado (cuando le he dado dos besos, ¿me ha infectado de un virus?)
- Me he fijado en esta persona de mi mismo sexo ¿seré homosexual?
- Pensamientos sexuales involuntarios hacia un/a extraño/a.
- Ideas de hacerle daño a un desconocido, sin motivo alguno.
- Pensamientos de saltar a la vía del tren, o metro, o desde la terraza de un edificio.

Como hemos visto en otros artículos de este blog, el tratamiento más efectivo, y por lo tanto el de elección para el tratamiento del TOC cuando existe compulsión/ritual, será la exposición a la situación temida con la prevención de respuesta compulsiva (es decir, evitar que se produzca el ritual).

En los casos de obsesión pura, en los que no existe una compulsión, se realiza exposición en imaginación. Para ello, es necesario tener un registro de al menos 2 semanas de los pensamientos obsesivos más frecuentes, que el paciente registra en una tabla. Veremos que la mayor parte de ellos se repiten durante esas dos semanas. A partir de ellos, seleccionamos los más comunes y realizamos una exposición continuada a ese pensamiento, eliminando todo deseo de borrarlo de la mente o de huir de él.

El resultado que encontramos en la consulta de psicólogo de Valencia es que el pensamiento puede continuar en la mente del paciente, pero esta exposición larga elimina la ansiedad asociada a ese pensamiento, según un proceso de habituación.

Tenemos que tener en cuenta que la ANSIEDAD es lo que hace que el pensamiento obsesivo se quede, y que por lo tanto llegue a ser obsesivo. Un pensamiento sin ansiedad asociada al mismo, puede aparecer, pero no se queda. Es la razón por la que la gente que ha tenido pensamientos idénticos a los que caracterizan el TOC como veíamos más arriba, no desarrolla TOC: porque esos pensamientos no van acompañados de ansiedad.

Fernando Pena
Psicólogo en Valencia
tnfo. 636816609
www.miconsulta.es

CUANDO YA NO TE TENGA MIEDO...


fuente:http://www.dsalud.com/crecimiento_numero65.htm
CUANDO YA NO TE TENGA MIEDO...

Las relaciones interpersonales se enmarcan entre dos fuerzas: el amor y el miedo. Y ambas son excluyentes así que a mayor cantidad de amor menor es el miedo; y exactamente lo mismo ocurre al contrario.
Mientras el amor nos impulsa a la unión, a la búsqueda de placer y a la entrega el miedo lo hace hacia la separación, hacia el dolor y hacia la huida. Pero ocurre que el miedo es una emoción poco agradable que a ninguno nos gusta reconocer y por eso hábilmente se disfraza con múltiples ropajes. Sólo si somos capaces de ser honestos con nosotros mismos buscando momentos de intimidad en los que uno mira hacia dentro buscando respuestas descubre hasta qué punto es prisionero de ese sentimiento.
Es el miedo el que nos hace protegernos de los demás eligiendo disfraces, máscaras y escudos detrás de los cuales nos sentimos más seguros. Sabemos, por otra parte, que ellos hacen lo mismo, con lo cual establecemos relaciones basadas en el engaño, poco estables, conflictivas y nada duraderas.
Imaginemos que nos plantamos frente a la persona con la que tenemos una relación más fuerte y que nos preguntamos: ¿De qué tengo miedo? ¿Qué me da miedo de ti?
Esa simple pregunta, si se hace con profundidad, destapa la caja de Pandora. Porque entre las respuestas nos vamos a encontrar que la mayoría de las cosas que figuran en esa lista corresponden a miedos propios. Es decir, a emociones y sentimientos que nacen de nosotros, que tienen más que ver con uno mismo que con la otra persona. De tal manera que todas las frases se pueden formular también si cambiamos el sujeto.

Tengo miedo de no gustarte.
Tengo miedo de que no me entiendas.
Tengo miedo de que te vayas.
Tengo miedo de que no me aceptes.
Tengo miedo de que descubras cómo soy.
Tengo miedo de que no estés cuando te necesito.
Tengo miedo a tu no compromiso.
Tengo miedo de que no me valores.
Tengo miedo de que encuentres a alguien mejor que yo.
Tengo miedo de que me rechaces.
Tengo miedo de no cumplir tus expectativas.
Tengo miedo de que te aburras conmigo.
Tengo miedo de que me hagas daño.
Tengo miedo de que me quieras.
Tengo miedo de lo que pienses de mí.
Tengo miedo de entregarme a ti.
Tengo miedo de que me gustes.

Cualquier matiz que coloquemos en esa lista tendrá siempre una contrapartida en nosotros. Recordemos que toda emoción, todo sentimiento, sea del orden que sea, antes de llegar a la otra persona siempre pasa por nosotros puesto que surge de nuestro interior. Es por tanto a nosotros a quien más afecta, a quien más beneficia -si es un sentimiento positivo- y a quien más perjudica -si es negativo-. Y es que tantos miedos nos hacen alejarnos de nosotros mismos, de quienes somos y de lo que sentimos; y a veces el autoengaño es tan grande que nos creemos la imagen que nos hemos construido para sobrevivir.
Hubo un tiempo en el que el miedo era vital para nuestra supervivencia como especie. Hoy sigue siéndolo, sobre todo para alejarnos del peligro físico. Si no tuviéramos miedo estaríamos arriesgando constantemente la vida. Lo malo es que ese mecanismo de defensa tan bien "armado" por la naturaleza, al no encontrar situaciones de peligro -pues vivimos en un mundo mucho más seguro- necesita otra vía de escape. Y la encuentra a través del mundo emocional.
La mente, como dueña y señora de nuestro universo, construye la realidad a cada paso que damos. Redibuja los hechos del pasado y proyecta nuestro futuro. Y nosotros seguimos esa "línea del tiempo" como verdaderos autómatas, apenas conscientes del paisaje que atravesamos.
Sólo en determinados momentos de crisis es cuando nos paramos a replantearnos si verdaderamente estamos haciendo lo que queremos. Es cuando la vida nos da un golpe que no esperamos, bien sea a través de un proceso de enfermedad, mediante la pérdida de alguien querido o por problemas laborales, o económicos, o afectivos.
En esas ocasiones, como necesitamos encontrar respuestas, solemos preguntarnos: ¿por qué me ha pasado esto a mí? Y para responder es necesario echar una mirada hacia dentro y ver qué hay ahí. En la mayoría de las veces nos encontraremos con que estamos viviendo algo que no tiene nada que ver con lo que dicta nuestro interior y que ni siquiera recordamos qué decisiones nos han llevado tan lejos de nuestro proyecto original, del propósito fundamental de nuestra existencia. Aunque lo más triste no es que hayamos utilizado tal o cual camino sino que hayamos perdido de vista hacia dónde queríamos ir.
Siempre que nos desconectamos de nosotros mismos generamos miedo y éste, como una tabla de salvación, nos ofrece una variada y atractiva colección de autoengaños. Cuando estamos fuera de nuestro centro interno, ese punto esencial de quietud y equilibrio del que nos hablan las filosofías orientales e, incluso, ese "reino de los cielos" del que nos hablaba Jesús de Nazaret y que en realidad está dentro de cada uno, es cuando estamos a merced de lo que sucede en el exterior, cuando dependemos de los demás y de las circunstancias.
Así que, ¿cómo será mi relación contigo cuando ya no te tenga miedo? Pues entonces podré disfrutar cuando estemos juntos... y también cuando no estés; podré mostrarme abiertamente porque no habrá juicios entre ambos; y no sentiré que tengo que responder a tus expectativas ni tú a las mías... porque no habrá expectativas entre nosotros. No existirán modelos a los que parecerse. Podré colocarme frente a ti en determinados momentos para mostrar las diferencias que nos enriquecerán a ambos y otras veces podré caminar a tu lado pero siempre con seguridad. Me sentiré tan bien como cuando estoy a solas, con esa tranquilidad interna de "estar en casa". En definitiva, no tendré miedo porque estaré en mí, no en ti.
Sólo de esa forma uno comprueba que lleva las riendas de su vida. A veces he tenido esa sensación durante un breve espacio de tiempo con alguna persona. Son momentos en que caen todos los escudos y protecciones y el alma se muestra tal cual es al otro. Pero sucede como en los instantes de éxtasis o iluminación: no se pueden mantener siempre. Visitas el hermoso jardín de un paraíso inimaginable pero no puedes permanecer en él por mucho tiempo. Aquí sucede lo mismo: gozas durante un rato de la plenitud que supone la comunicación con otro ser sin ningún miedo de por medio, percibes tu esencia al reconocerte en el otro y después, cuando ese momento mágico se acaba, has de volver a la "realidad" cotidiana en la que todavía imperan otras reglas del juego.
Sin embargo, esos momentos son tremendamente importantes porque nuestro cerebro -perfectamente diseñado aunque no siempre bien utilizado- registra todo aquello que vivimos y lo archiva y almacena de tal modo que esa experiencia de manifestación de nuestro ser se convertirá en un faro encendido que periódicamente nos recordará que eso es posible, que nosotros lo experimentamos en un momento determinado y que en cualquier momento podemos vivirlo de nuevo. Y así, gracias a ese recuerdo sabemos que podremos dirigir nuestra brújula hacia ese punto.


María Pinar Merino

¿MIEDO? ¡NO HUYA DE LA VIDA!


fuente:http://www.dsalud.com/crecimiento_numero17.htm
¿MIEDO? ¡NO HUYA DE LA VIDA!

Dicen quienes se consideran expertos en Psicología del ser humano que sólo hay dos emociones: el amor y el miedo. Y que ambas son tan antiguas como la vida. Pero mientras que la primera nos permite alcanzar la felicidad, la segunda se convierte en un hándicap tremendo que nos impide no sólo gozar de la vida sino disfrutar de buena salud tanto física como mental.
Nuestro cuerpo, como consecuencia de la herencia genética, tiene registrado un fortísimo impulso de supervivencia que está grabado en cada una de sus células. Cuando las condiciones de supervivencia eran muy adversas, nuestro cerebro desencadenó toda una serie de mecanismos inconscientes tendentes a protegernos del medio hostil que nos rodeaba. Miles de años después muchos de esos mecanismos siguen activos y, a pesar de que las condiciones externas han variado sustancialmente, hay situaciones que activan determinadas áreas cerebrales que desencadenan, igual que antaño, la producción de sustancias bioquímicas que se distribuyen por el torrente sanguíneo y provocan un vasto repertorio de alteraciones emocionales.
El problema es que -la mayoría de las veces- esas energías emocionales que se generan no encuentran una fácil canalización y se quedan almacenadas produciendo bloqueos que más tarde desembocan en problemas físicos.
Esto sucede porque el enemigo contra el que tendríamos que defendernos no está fuera sino dentro. Es decir, no hay algo externo que atente contra nuestra vida sino que son procesos mentales -a veces inconscientes- los que nos hacen saltar los resortes del miedo y su consecuencia inmediata: la inseguridad.

EL LABERINTO DE LA VIDA
Desde tiempos mitológicos se consideró la vida como un intrincado laberinto que teníamos que recorrer hasta alcanzar el centro donde se encontraba el tesoro: la superación, la iluminación, la conciencia... Durante el recorrido encontrábamos obstáculos, teníamos que superar continuas pruebas, tomar decisiones y riesgos; pero, sobre todo, era necesario vencer los miedos.
Esa es, sin duda, una de las principales batallas que hemos de librar, los miedos que se manifiestan con múltiples ropajes: inseguridad, angustia, temor, fobias..., toda una serie de emociones que nos impiden avanzar entre la niebla. Cuando estos sentimientos aparecen todo adquiere una importancia extrema y la mente no encuentra salida. La mayoría de las veces la persona entra en una cadena de causas y efectos que la mantienen atrapada y confusa, incapaz de superar las circunstancias en las que se halla inmersa.

DE LA INCONSCIENCIA A LA CONSCIENCIA
Saber qué nos produce miedo, fobia, angustia o inseguridad es el primer paso para poder librarnos de ello. La pregunta a responder sería pues: ¿A qué le tengo miedo? Después hemos de recordar alguna situación en la que nos vimos asaltados por ese sentimiento, observar nuestro comportamiento, nuestras respuestas ante el estímulo, los mecanismos inconscientes que funcionan a pesar de nuestros deseos o nuestra intención.
La segunda cuestión a plantear es: ¿Cómo se manifiesta ese miedo? Además, hay que identificar en qué situaciones se reproduce.
A continuación es importante identificar la raíz de esa emoción, su origen, recordar los hechos que la hicieron surgir anteriormente e ir recorriendo el camino hacia atrás hasta encontrar la causa primera: ¿De dónde arranca ese miedo?

RECUPERAR EL TERRENO PERDIDO
Evidentemente, los miedos -cualquiera que sea su manifestación- no se superan obviándolos sino enfrentándose a ellos. Y para hacerlo hay que echar mano de dos herramientas fundamentales y complementarias que nos proporcionan nuestros dos hemisferios cerebrales. Por un lado, hay que analizar la situación desde el razonamiento y la lógica y responder a las preguntas anteriores ¿Qué..., Cómo..., Cuándo..., Dónde...? Y, por otro, potenciar la imaginación y la visualización.
Encontraremos entonces que los miedos son tan variados como las personas ya que no hablamos sólo de miedos físicos como puede ser el temor a viajar en avión o barco, a estar en lugares cerrados o excesivamente abiertos, a los insectos, a la oscuridad, a la altura o a las aglomeraciones de gente sino que se han despertado otra serie de miedos psicológicos o emocionales producto de nuestro tiempo: miedo al ridículo, al qué dirán, a no ser aceptados, a no ser queridos o valorados, al fracaso, al error, a equivocarnos, a perder nuestra imagen, a las personas que amamos o a lo que poseemos.
Una vez enfocado el problema habrá que recurrir a las capacidades de nuestro hemisferio cerebral derecho: el pensamiento positivo, las afirmaciones y la visualización. Para ello basta con imaginar los obstáculos que nos impiden avanzar para alejar el miedo de nuestra vida, planteándonos -¿qué necesito para vencer este miedo?, ¿cómo puedo superarlo?, ¿con qué herramientas cuento?- e imaginar que todo es posible.
Y es ahí donde hay que recurrir a toda la fantasía y creatividad de que seamos capaces. El hecho de recrear las imágenes o teatralizar la situación nos permitirá generar en nuestra mente escenas en las que nos "veamos" superando sin dificultad los hechos que nos agarrotaban. Y recordemos una vez más que nuestra mente es creadora y que para conseguir que todo aquello que seamos capaces de "crear" se convierta en realidad hay que empezar por dar el primer paso que consiste en saltarse los propios límites.
En cualquier caso, hay que recordar que la única manera de perder el miedo a hacer algo es precisamente hacerlo. A medida que vayamos superando situaciones iremos ganando confianza y seguridad y eso generará un estado de satisfacción que, sin duda, redundará en beneficio de nuestra salud tanto física como psicológica y emocional.


María Pinar Merino

TODOS SOMOS RESPONSABLES DE TODOS


http://www.dsalud.com/saludyarmonia_numero27.htm
TODOS SOMOS RESPONSABLES DE TODOS

¿Cuántas veces, nada más sonar el teléfono y antes de levantarlo para preguntar, sabía usted ya quién le llamaba? ¿Cuántas ha soñado con alguien que hacía tiempo no veía y a la mañana siguiente se lo ha encontrado? ¿Cuántas ha sentido la necesidad de darse la vuelta y descubrir así que alguien le estaba mirando fijamente? ¿Y cuántas se ha arrepentido de no haber hecho caso a su mujer cuando le dijo que no se fiara de aquella persona por la que usted se hubiera jugado hasta el pellejo?
Recuerdo que en una ocasión tenía necesidad de contactar urgentemente con una colega peruana para concretar un trabajo para la Organización Panamericana de la Salud pero había perdido sus datos. Me surgió entonces un viaje imprevisto a México. Tomé el avión, hice trasbordo en Panamá y, a mitad de vuelo, mientras seguía preguntándome cómo localizarla, me dirigí al baño trasero. Bueno, pues, para mi sorpresa, ¡allí estaba ella! Iba igualmente a México, a un congreso de botánica médica. Y antes de que pudiera decirla nada, la oí exclamar: ¡Usted! ¡Pero si no hago más que pensar desde hace días en cómo localizarlo!
Ni en Lima, ni en Medellín, ni a través de Internet nos habíamos podido comunicar... y he aquí que, a treinta mil pies de altura, en medio del océano, teníamos la cita que no habíamos podido concertar.
¿No ha vivido usted nunca experiencias "casuales" que parecen marcadas por el destino? ¿Casualidades como las que han llevado a algunas personas a enfadarse enormemente por perder un avión... para luego enterarse, conmovidos, de que el aparato se había estrellado?
Estando en una ocasión ejerciendo como médico en el macizo del Darién -zona selvática entre Colombia y Panamá-, yo también renegué un día de mi suerte. Había salido a recorrer diversas trochas para vacunar a los colonos cuando se me echó la noche encima y me perdí en la selva. Al amanecer, cuando pude encontrar la salida, hallé a toda una familia gravemente enferma. Les traté y se salvaron. Pero, ¿qué hubiera sido de ellos si no me hubiera perdido "accidentalmente"?
¿"Coincidencias"? No creo en ellas. Sé que en el universo todo está interconectado. Algo que las culturas orientales ya explicaban hace milenios y recién empieza a reconocer hoy nuestra ciencia occidental.
La moderna Física nos habla hoy de un universo interconectado, indivisible y participativo, un universo conformado más que de causalidades de sincronicidades y en el que todas las partículas son apenas los puntos de cruce de una red de relaciones más real que la materia que tocamos. ¿Cuándo entenderá -y aplicará- eso la "ciencia" médica?
No renuncie usted a su lugar en la red universal. Porque usted está ahora mismo en donde debe estar. Así que viva intensamente cada momento y absorba toda la enseñanza que le traiga. Porque la corriente de la vida pronto le llevará a aprender, en otro lugar, una nueva lección. No desaproveche la actual.
En cuanto a la ciencia médica, un día volverá a integrar en lugar de dividir. Y abandonará su costumbre de separar la materia del espíritu, la conciencia del cerebro, la cardiología de la neurología, la medicina de su humanidad y la psicología del alma humana que decía estudiar. Porque hoy hemos llegado a separar en la práctica -obviamente, no en la teoría- hasta la salud de la alimentación. Y así, en los hospitales se mandan dietas hiposódicas, hipo o hipercalóricas, hiper o hipoproteicas... sin saber nada de nutrición.
Aún hoy, los genios de la medicina molecular pretenden reducir la vida a ecuaciones ocultas en el genoma humano. Y hasta nos siguen diciendo que la emoción o la personalidad nada tienen que ver con manifestaciones patológicas orgánicas como el cáncer. Para algunos "adalides" de la ciencia moderna, la Medicina pareciera no haber trascendido del estudio de un espécimen de fósil animal definido por el análisis de tejidos y sustancias muertas. Gente capaz de responder con más facilidad al paciente sobre lo que dice el último número de The Lancet respecto de la actividad mitocondrial de los linfocitos T de una cepa equis de ratones... que a la simple pregunta de qué debe o no comer un enfermo.
Con el bisturí de la lógica -que no el de la razón- se niegan analogías, correspondencias y sincronicidades. Y lo malo es que hasta las llamadas medicinas alternativas empiezan a quedar reducidas a un vademécum con recetas rígidas que niegan el fluir único e irrepetible de una vida que se constituye también de símbolos y sueños. ¿Cómo conciliar, pues, el arte de curar y la ciencia? ¿Cómo construir una visión viva del hombre que enferma, de la Tierra que habita, del universo que lo determina? ¿Cómo volver a mirar la Luna llena y sentir que, como todos los mares, también con ella asciende la marea de la creatividad? ¿Cómo regresar a la sabiduría sencilla del saber que sabe que en la salud cada cosa, cada órgano, cada función y sentimiento tienen su tiempo y su lugar en el concierto del cuerpo? ¿Cuándo devolver el poder al ser para concluir con esta ya interminable y ciega dependencia? ¿Cuándo vamos a aprender, también para sanarnos, la lección de la enfermedad?

DEL POTENCIAL HUMANO
lAhora y aquí son posibles todas estas cosas. No somos un número de historia clínica, ni "el del cuarto 333", ni una neumonía, ni un cáncer. Nuestro nombre no es el de la enfermedad. No se puede asimilar la vida sólo a la visión estrecha de un complejo orden molecular. Si hay personas que se curan del cáncer es posible revertir el cáncer. Si hay un solo milagro, los milagros son posibles.
Un día, una abuela me dijo que no podía morir de ese cáncer metastásico avanzado que se la había diagnosticado porque sus nietos se habían quedado huérfanos. Y vivió, con calidad de vida, más de doce años hasta que el primero de ellos pudo hacerse cargo de sus hermanitos. En otra ocasión, una monja -ciega a causa de un inmenso e inextirpable tumor cerebral- recuperó no sólo su visión sino, con ella, todas sus funciones... inmediatamente después de una oración colectiva de los niños de las granjas infantiles en las que servía. Un adicto que vivió más de quince años en la calle es hoy un padre ejemplar y director exitoso de un reconocido centro de tratamiento y reeducación de adictos. Los sanadores que practicaban una técnica de toque terapéutico lograron inducir picos de voltaje enormes en los cuerpos de los sanados sin contacto alguno. Las manos de un sanador entrenado pueden lograr un efecto regenerador sobre la actividad enzimática de la tripsina sometida a la radiación ultravioleta similar al logrado con un campo de 13.000 gauss.
¿Y cómo todo ese inescrutado potencial humano tiene su correspondencia en el orden molecular? -se preguntará el lector-. Quizás lo entienda si le explico que muchas de las macromoléculas biológicas se comportan como cristales con efecto piezoeléctrico, que son capaces de generar una corriente eléctrica directa que actúa sobre toda la fisiología. La misma melanina -esa molécula que produce el pigmento de la piel- se comporta como un supercomputador biológico capaz de producir una vibración mecánica (fonón) a partir de un quanto de luz (fotón). Las células están equipadas con gicosaminoglicanos, polímeros biológicos que funcionan como antenas capaces de detectar señales biofísicas de mínima intensidad. Por eso la aplicación de campos magnéticos débiles pulsantes a frecuencias precisas cambian la permeabilidad selectiva de la membrana celular a ciertos iones, en función del tipo de frecuencia empleada. La célula misma fue concebida por el nobel Szent Gyiorgi como un plasma electrónico activado y su vitalidad descrita en función de la concentración de electrones por unidad de volumen. El ADN es considerado hoy, en la emergente ciencia de la Fotobiología, como un polímero complejo con capacidad de almacenar fotones o quantos de luz que se emiten coherentemente estableciendo las bases moleculares para una transmisión biofísica de información. Los tejidos en proceso de reparación emiten una radiación procedente del ADN conocida como radiación fotorreparadora. Ya en el primer tercio del pasado siglo, el investigador ruso Gurvitch había descrito la radiación mitogenética, una radiación proveniente de un tejido vegetal en proceso de crecimiento que incrementa la tasa de crecimiento de un tejido del mismo tipo.
La investigación posterior demostraría que esa radiación pasa a través del cuarzo y no del vidrio por lo que se ubica también en el rango ultravioleta del espectro.
Y no sólo las moléculas y las células tienen un potencial de comunicación a través de emisiones electromagnéticas. Como cabía esperar por las propiedades de sus propios componentes, todo el cuerpo emite y recibe señales que determinan su estatus energético. El potencial de los puntos de acupuntura cambia durante las tormentas solares en buena parte de las personas. Un órgano enfermo genera una alteración del potencial sobre ciertos puntos de la piel adscritos al órgano y descritos en la Electroacupuntura del alemán Reinhold Voll, precursor de los métodos de biorresonancia.
El potencial humano no es un simple subproducto de actividades en el plano físico-químico. Que sus emociones y su mente tengan un efecto regulador sobre la salud es una cosa pero que un hombre pueda desarrollar la habilidad de vehicular a través de su propio campo de energía una información que restablezca el equilibrio de otro ser humano, de un animal o de un cultivo de bacterias es algo bien diferente que nos debe llevar a una reformulación de nuestros conceptos de conciencia, información, energía y materia. Miles de experiencias realizadas con rigor científico hacen insoslayable emprender científicamente la consideración de este tipo de fenómenos, que rebasan con mucho el consabido argumento del efecto placebo.
Ahora bien, al margen de su utilidad en el campo de la Medicina -que nos lleva a replantear la participación del individuo en la gestación de su propia salud-, la consecuencia más importante del modo de acción de las energías sutiles, en cuanto a los hombres se refiere, es que todos somos responsables de todos. Porque todos y cada uno de los seres humanos estamos unidos por lazos sólidos, quizá invisibles pero no por eso menos reales. Aunque no seamos conscientes de ello.


Jorge Carvajal Posada

Las Emociones Asociadas al Control Obsesivo
por: Mirta Dall`Occhio
Las Emociones Asociadas al Control Obsesivo
29/05/2008 - Por: Mirta Dall`Occhio

www.depsicoterapias.com/site/articulo.asp?...11 -

He observado que tanto los pacientes con trastorno obsesivo de la personalidad como los pacientes con trastorno obsesivo compulsivo persiguen un ideal de mundo personal que construyen en su imaginario y no ahorran esfuerzos ni miden costos para obtenerlo. Es frecuente encontrar pacientes que plantean metas en las distintas áreas de su vida tan idealizadas que dan poco o ningún margen al disfrute y la relajación. Sostienen actividades físicas y mentales persiguiendo sus metas sin tomar conciencia que son ellos con su única vida y su único cuerpo en el tiempo y espacio los que deben llevar a cabo el trabajo que los acerque al objetivo. Aparecen dificultades para reconocer los propios límites de recursos, ya sea tiempo, fuerza, capacidades o apoyos.
El perfeccionismo y la sobreexigencia se asocian en lo que algunos pacientes relatan con el “querer es poder” que vuelve a negar las diferencias de recursos y medios que a cada uno lo posicionan en sus circunstancias.
Borran las diferencias y omiten que parecido no es igual.
Usualmente están bajo mucho estrés, fatigados o con síntomas físicos, ya que su exigencia no les da tregua.
Tienen problemas con el sentido del humor, se toman la vida tan rígidamente que si desdramatizamos algo, o nos reímos de una idea, sólo de una idea pueden ofenderse “cómo te burlarás vos de los pacientes”. Les resulta difícil entender que otra persona pueda hacer cosas de manera responsable u obtener un buen resultado sin sobreexigirse, si se ríe o tiene sentido del humor les resulta sospechoso. Confunden seriedad con solemnidad. Son fáciles de ofender.
Sobrevaloran su pensamiento sin considerarlo una herramienta más de aproximación al conocimiento de los hechos, incluso en detrimento de las propias percepciones visuales, auditivas, kinestésicas. Tienen grave problema para hacerse cargo que hay un aspecto de su pensamiento que procesa la información del mundo de manera disfuncional. Piensan desafiando las evidencias o pruebas de realidad. Sufren de manera crónica y tienen periodos de alivio con recaídas frecuentes. Su tendencia al control indica claramente que creen que pueden hacer con la vida y sus circunstancias más de lo que en realidad depende de ellos.

He observado que estos pacientes rehuyen a la sensación de incertidumbre, ya que les resulta desorganizante para el sistema entrar en contacto con esta emoción. Intentan resolver rápidamente con un acto compulsivo o ritual mental. Lo que cuenta es restaurar rápidamente la idea de estar en control para bajar la ansiedad. Por lo tanto se observa en estos pacientes:

*Sobrevaloración del propio pensamiento
*Fusión Pensamiento y acción con consecuencias morales
*Perfeccionismo y sobreexigencia
*Responsabilidad excesiva
*Sobreestimación del peligro
*Dificultad en la integración de diferencias
*Importancia del control
*Intolerancia a la incertidumbre.

Centraré mi atención en la Intolerancia a la incertidumbre
Estos pacientes no toleran la incertidumbre, negando que vivimos en un mundo que guarda un delicado equilibrio entre lo estable y lo cambiante, entre lo previsible y el imprevisto, que es allí en donde nuestra vida se desarrolla en este permanente cruce de variables geopolíticas, ambientales, económicas, sociales y psicofísicas.
Intentan buscar certezas y reducir a cero los riesgos de la variable en cuestión con muchas dificultades para aceptar que eso nunca sucedió ni sucederá en el planeta. Ya que vivir conlleva riesgos. Podemos minimizar algunos pero inexorablemente hemos vivido desde nuestro origen y hasta nuestro último día con distintos riesgos en grado variable, los conozcamos o no. En el trabajo clínico exploro con ellos sus creencias acerca de lo permanente inherente a la vida desde el comienzo hasta el final. ¿Qué piensa acerca de la continuidad del ser humano desde que nace hasta su muerte? Hablamos de lo que se repite y garantiza la permanencia del si mismo, del ser esencial, rastreo sus creencias acerca de la vida, con el fin de observar cómo se explica la idea de sostén, permanencia y trascendencia, si es que la tiene o si no, que apoye en la parte material de su existencia en su ADN.
Trabajo con el paciente para que recupere la idea de base, de sostén que está allí siempre y en ese plano el tránsito vital transcurre. Me parece una parte importante del trabajo en particular con estos pacientes el rastreo y la reestructuración de creencias acerca de la continuidad y permanencia desde el origen hasta la muerte, ya que he observado en el curso de los tratamientos que ante el contacto con la sensación de incertidumbre, inherente por cierto a los procesos vitales, estos pacientes rehuyen con conductas de evitación, ya sea campos comportamentales o mentales. Creo que les resulta desorganizante para el sistema puesto que no confían en que todo pasa, y no pueden esperar que la emoción displacentera se resuelva. No integran que todo comienza, se desarrolla y tiene un final, así las secuencias se organizan en ciclos con un correlato emocional asociado.

Proceso de Autoobservación

Ya en el abordaje focalizado de sus pensamientos obsesivos y conductas compulsivas propiamente dicho intento ayudarlo a que su conciencia se autoobserve, que tome contacto con lo que su mente hace y con sus conductas para que luego trabajamos ese aspecto.
Utilizo planillas de automonitoreo de pensamientos y conductas obsesivo-compulsivas.
Que observe qué emoción acompaña ese pensamiento obsesivo y qué hace corporalmente, en qué lugar del cuerpo registra la tensión, que la describa. Que autoobserve el proceso de interrupción emocional y la defocalización que se produce una vez que interrumpe su emoción ritualizando (TOC) o persiguiendo compulsivamente un pensamiento idealizado acerca de alguna cuestión que él considera que debe ser de una manera específica, sólo porque así la construyó en su mente, sin integrar las variables ambientales intervinientes que le muestren que por mucho que se esfuerce existen otras variables intervinientes en el mundo que interactúan de manera permanente coconstruyendo su realidad psicofísica y ambiental, y que muchas de estas variables nunca dependieron ni dependerán de él.
Ante la aparición de la idea obsesiva se instala la urgencia del acto compulsivo (conductual o mental). El paciente a veces detecta la idea obsesiva asociada evaluada negativamente, a veces sólo detecta su urgencia por ritualizar. De todos modos así describe un circuito en el que queda atrapado ya que ante la presencia de la ansiedad que sube, realiza el acto compulsivo, la neutraliza, logra alivio y restaura la sensación de control. Todos sabemos que con este accionar el paciente perpetua el ciclo hasta que nuevos estímulos desencadenantes los disparen.
Le propongo al paciente que tolere la emoción que aparece sin interrumpirla, que se quede allí centrado en el presente, busco que gane confianza en que las sensaciones comienzan, se desarrollan y terminan. Que puede esperar que pase con la seguridad que pasará, que autoobserve que cuanto más resiste una emoción más la atasca y dificulta el proceso de resolución. Con esto intento que pare de ritualizar, ya que como dije antes, cuanto más lo hace, más lo refuerza y su aparato psíquico queda a merced de múltiples repeticiones que impiden el contacto con la confianza básica. Por lo tanto, los reprocesamientos son incompletos, ya que lo emocional y lo racional siguen disociados. De este modo el paciente nos dice que él entiende y sabe que sus ideas parecen sin sentido pero no puede evitar hacer los rituales.

- En este recorrido he observado que es difícil que los pacientes quieran conectarse con sus emociones. Quieren no tener obsesiones y no tener que ritualizar por el sabido costo que conlleva, pero rehuyen sentir su miedo y tolerarlo aún guiados. Pueden hablar de él pero al sentirlo automáticamente lo interrumpen. No confían en que sobrevivirán, rápidamente hacen cosas para restaurar la sensación de control, toman las que creen medidas de seguridad, resguardos, y diferentes maniobras para restaurar la sensación de control. Ya que su temor a la pérdida de la sensación de control les resulta muy desorganizante. Me parece importante en esta etapa acompasar a los pacientes en el miedo y el dolor que sienten cada vez que tienen que afrontar su sensación de incertidumbre, ya que están asociadas a niveles de ansiedad tan altos que les resultan desorganizantes. En esta etapa creo que es crucial realizar un sostén emocional muy firme con ellos para ayudarlos a confiar en que todo pasa.
Pienso que aquí la presencia emocional del terapeuta hace diferencias en los resultados, esto todavía lo estoy explorando y será material de otras investigaciones.


Intentos de Control

Cuando continúo trabajando con el paciente sus intentos de control, integro la duda obsesiva como un intento de control más, ya que enfoca su aparato psíquico evitando nuevamente el contacto con la confianza básica. Trabajamos con el paciente con las ideas y evidencias del mundo en que no sé, puedo no saber, no controlar, hay variables externas a mi que me condicionan (siempre las hubo) y aún así sigo viviendo, las cosas pasan, los cambios suceden y mi ser esencial sigue existiendo.
Trabajo con la autoobservación actual de su situación y le pido que reconozca cómo pensaba de algún tema en su infancia, adolescencia, hasta llegar a su edad actual. Que observe el recorrido del pensamiento y cómo ideas que en algún momento eran certezas fueron evolucionando y cambiando. Cómo las prioridades fueron cambiando, los objetivos, los recursos con que contaba en algún momento histórico y con los que cuenta ahora que integre los cambios y la permanencia.

Obstáculos Frecuentes

Los obstáculos más frecuentes que he encontrado son que el paciente confíe en que puede hacer algo por modificar su forma de pensar, ya que la sobrevalora y a lo largo de su vida ha solido identificarse con sus pensamientos. Trabajo “yo no soy mis pensamientos ni mis emociones y sensaciones” que los reconozcan, se autoobserve y transite un proceso de reatribución de nuevo significado personal.

En los pacientes obsesivos he observado una particular dificultad para dejar ir meta inalcalzable, ya sea en los pacientes con toc que buscan la certeza absoluta o garantía o en los pacientes con trastorno obsesivo de la personalidad la idea que la perfección es posible. Esta falta de habilidad para abandonar metas imposibles o cambiarlas por otras los lleva a continuos reprocesamientos de las distintas situaciones repetitivas.

Proceso de Aceptación

Trabajo con el paciente para reestructurar la meta imposible, el camino que recorremos incluye centrarse en el presente, la autoobservación del dolor corporalmente sentido y el tránsito por el mismo. Esta situación que ya he mencionado es rehuida por los pacientes pero debe ser estimulada y sostenida en un contexto de seguridad y apoyo por parte del terapeuta. Incluye la elaboración del duelo por la meta inalcanzable.
Este camino conduce a la aceptación de los límites propios y la integración de las diferencias entre lo deseable y lo posible.
No se trata de analizar el contenido de los pensamientos obsesivos sino de detener la respuesta automática del ritual físico o mental para conectar al paciente con la secuencia emocional asociada y la aceptación de la misma.
En primera instancia pudiendo transitarla sin interrupciones para luego reprocesarla, duelo mediante, y simbolizarla con la mayor cantidad de matices posibles para salir del absolutismo dicotómico todo-nada, ya que este camino ayudará al paciente a integrar diferencias, y sabemos que cuando aceptamos que la vida transcurre en diferencias y paramos de negarlas o pelear con eso algo del orden del sosiego y la calma comienza a aparecer.



He observado que tanto los pacientes con trastorno obsesivo de la personalidad como los pacientes con trastorno obsesivo compulsivo persiguen un ideal de mundo personal que construyen en su imaginario y no ahorran esfuerzos ni miden costos para obtenerlo. Es frecuente encontrar pacientes que plantean metas en las distintas áreas de su vida tan idealizadas que dan poco o ningún margen al disfrute y la relajación. Sostienen actividades físicas y mentales persiguiendo sus metas sin tomar conciencia que son ellos con su única vida y su único cuerpo en el tiempo y espacio los que deben llevar a cabo el trabajo que los acerque al objetivo. Aparecen dificultades para reconocer los propios límites de recursos, ya sea tiempo, fuerza, capacidades o apoyos.
El perfeccionismo y la sobreexigencia se asocian en lo que algunos pacientes relatan con el “querer es poder” que vuelve a negar las diferencias de recursos y medios que a cada uno lo posicionan en sus circunstancias.
Borran las diferencias y omiten que parecido no es igual.
Usualmente están bajo mucho estrés, fatigados o con síntomas físicos, ya que su exigencia no les da tregua.
Tienen problemas con el sentido del humor, se toman la vida tan rígidamente que si desdramatizamos algo, o nos reímos de una idea, sólo de una idea pueden ofenderse “cómo te burlarás vos de los pacientes”. Les resulta difícil entender que otra persona pueda hacer cosas de manera responsable u obtener un buen resultado sin sobreexigirse, si se ríe o tiene sentido del humor les resulta sospechoso. Confunden seriedad con solemnidad. Son fáciles de ofender.
Sobrevaloran su pensamiento sin considerarlo una herramienta más de aproximación al conocimiento de los hechos, incluso en detrimento de las propias percepciones visuales, auditivas, kinestésicas. Tienen grave problema para hacerse cargo que hay un aspecto de su pensamiento que procesa la información del mundo de manera disfuncional. Piensan desafiando las evidencias o pruebas de realidad. Sufren de manera crónica y tienen periodos de alivio con recaídas frecuentes. Su tendencia al control indica claramente que creen que pueden hacer con la vida y sus circunstancias más de lo que en realidad depende de ellos.

He observado que estos pacientes rehuyen a la sensación de incertidumbre, ya que les resulta desorganizante para el sistema entrar en contacto con esta emoción. Intentan resolver rápidamente con un acto compulsivo o ritual mental. Lo que cuenta es restaurar rápidamente la idea de estar en control para bajar la ansiedad. Por lo tanto se observa en estos pacientes:

*Sobrevaloración del propio pensamiento
*Fusión Pensamiento y acción con consecuencias morales
*Perfeccionismo y sobreexigencia
*Responsabilidad excesiva
*Sobreestimación del peligro
*Dificultad en la integración de diferencias
*Importancia del control
*Intolerancia a la incertidumbre.

Centraré mi atención en la Intolerancia a la incertidumbre
Estos pacientes no toleran la incertidumbre, negando que vivimos en un mundo que guarda un delicado equilibrio entre lo estable y lo cambiante, entre lo previsible y el imprevisto, que es allí en donde nuestra vida se desarrolla en este permanente cruce de variables geopolíticas, ambientales, económicas, sociales y psicofísicas.
Intentan buscar certezas y reducir a cero los riesgos de la variable en cuestión con muchas dificultades para aceptar que eso nunca sucedió ni sucederá en el planeta. Ya que vivir conlleva riesgos. Podemos minimizar algunos pero inexorablemente hemos vivido desde nuestro origen y hasta nuestro último día con distintos riesgos en grado variable, los conozcamos o no. En el trabajo clínico exploro con ellos sus creencias acerca de lo permanente inherente a la vida desde el comienzo hasta el final. ¿Qué piensa acerca de la continuidad del ser humano desde que nace hasta su muerte? Hablamos de lo que se repite y garantiza la permanencia del si mismo, del ser esencial, rastreo sus creencias acerca de la vida, con el fin de observar cómo se explica la idea de sostén, permanencia y trascendencia, si es que la tiene o si no, que apoye en la parte material de su existencia en su ADN.
Trabajo con el paciente para que recupere la idea de base, de sostén que está allí siempre y en ese plano el tránsito vital transcurre. Me parece una parte importante del trabajo en particular con estos pacientes el rastreo y la reestructuración de creencias acerca de la continuidad y permanencia desde el origen hasta la muerte, ya que he observado en el curso de los tratamientos que ante el contacto con la sensación de incertidumbre, inherente por cierto a los procesos vitales, estos pacientes rehuyen con conductas de evitación, ya sea campos comportamentales o mentales. Creo que les resulta desorganizante para el sistema puesto que no confían en que todo pasa, y no pueden esperar que la emoción displacentera se resuelva. No integran que todo comienza, se desarrolla y tiene un final, así las secuencias se organizan en ciclos con un correlato emocional asociado.

Proceso de Autoobservación

Ya en el abordaje focalizado de sus pensamientos obsesivos y conductas compulsivas propiamente dicho intento ayudarlo a que su conciencia se autoobserve, que tome contacto con lo que su mente hace y con sus conductas para que luego trabajamos ese aspecto.
Utilizo planillas de automonitoreo de pensamientos y conductas obsesivo-compulsivas.
Que observe qué emoción acompaña ese pensamiento obsesivo y qué hace corporalmente, en qué lugar del cuerpo registra la tensión, que la describa. Que autoobserve el proceso de interrupción emocional y la defocalización que se produce una vez que interrumpe su emoción ritualizando (TOC) o persiguiendo compulsivamente un pensamiento idealizado acerca de alguna cuestión que él considera que debe ser de una manera específica, sólo porque así la construyó en su mente, sin integrar las variables ambientales intervinientes que le muestren que por mucho que se esfuerce existen otras variables intervinientes en el mundo que interactúan de manera permanente coconstruyendo su realidad psicofísica y ambiental, y que muchas de estas variables nunca dependieron ni dependerán de él.
Ante la aparición de la idea obsesiva se instala la urgencia del acto compulsivo (conductual o mental). El paciente a veces detecta la idea obsesiva asociada evaluada negativamente, a veces sólo detecta su urgencia por ritualizar. De todos modos así describe un circuito en el que queda atrapado ya que ante la presencia de la ansiedad que sube, realiza el acto compulsivo, la neutraliza, logra alivio y restaura la sensación de control. Todos sabemos que con este accionar el paciente perpetua el ciclo hasta que nuevos estímulos desencadenantes los disparen.
Le propongo al paciente que tolere la emoción que aparece sin interrumpirla, que se quede allí centrado en el presente, busco que gane confianza en que las sensaciones comienzan, se desarrollan y terminan. Que puede esperar que pase con la seguridad que pasará, que autoobserve que cuanto más resiste una emoción más la atasca y dificulta el proceso de resolución. Con esto intento que pare de ritualizar, ya que como dije antes, cuanto más lo hace, más lo refuerza y su aparato psíquico queda a merced de múltiples repeticiones que impiden el contacto con la confianza básica. Por lo tanto, los reprocesamientos son incompletos, ya que lo emocional y lo racional siguen disociados. De este modo el paciente nos dice que él entiende y sabe que sus ideas parecen sin sentido pero no puede evitar hacer los rituales.

- En este recorrido he observado que es difícil que los pacientes quieran conectarse con sus emociones. Quieren no tener obsesiones y no tener que ritualizar por el sabido costo que conlleva, pero rehuyen sentir su miedo y tolerarlo aún guiados. Pueden hablar de él pero al sentirlo automáticamente lo interrumpen. No confían en que sobrevivirán, rápidamente hacen cosas para restaurar la sensación de control, toman las que creen medidas de seguridad, resguardos, y diferentes maniobras para restaurar la sensación de control. Ya que su temor a la pérdida de la sensación de control les resulta muy desorganizante. Me parece importante en esta etapa acompasar a los pacientes en el miedo y el dolor que sienten cada vez que tienen que afrontar su sensación de incertidumbre, ya que están asociadas a niveles de ansiedad tan altos que les resultan desorganizantes. En esta etapa creo que es crucial realizar un sostén emocional muy firme con ellos para ayudarlos a confiar en que todo pasa.
Pienso que aquí la presencia emocional del terapeuta hace diferencias en los resultados, esto todavía lo estoy explorando y será material de otras investigaciones.


Intentos de Control

Cuando continúo trabajando con el paciente sus intentos de control, integro la duda obsesiva como un intento de control más, ya que enfoca su aparato psíquico evitando nuevamente el contacto con la confianza básica. Trabajamos con el paciente con las ideas y evidencias del mundo en que no sé, puedo no saber, no controlar, hay variables externas a mi que me condicionan (siempre las hubo) y aún así sigo viviendo, las cosas pasan, los cambios suceden y mi ser esencial sigue existiendo.
Trabajo con la autoobservación actual de su situación y le pido que reconozca cómo pensaba de algún tema en su infancia, adolescencia, hasta llegar a su edad actual. Que observe el recorrido del pensamiento y cómo ideas que en algún momento eran certezas fueron evolucionando y cambiando. Cómo las prioridades fueron cambiando, los objetivos, los recursos con que contaba en algún momento histórico y con los que cuenta ahora que integre los cambios y la permanencia.

Obstáculos Frecuentes

Los obstáculos más frecuentes que he encontrado son que el paciente confíe en que puede hacer algo por modificar su forma de pensar, ya que la sobrevalora y a lo largo de su vida ha solido identificarse con sus pensamientos. Trabajo “yo no soy mis pensamientos ni mis emociones y sensaciones” que los reconozcan, se autoobserve y transite un proceso de reatribución de nuevo significado personal.

En los pacientes obsesivos he observado una particular dificultad para dejar ir meta inalcalzable, ya sea en los pacientes con toc que buscan la certeza absoluta o garantía o en los pacientes con trastorno obsesivo de la personalidad la idea que la perfección es posible. Esta falta de habilidad para abandonar metas imposibles o cambiarlas por otras los lleva a continuos reprocesamientos de las distintas situaciones repetitivas.

Proceso de Aceptación

Trabajo con el paciente para reestructurar la meta imposible, el camino que recorremos incluye centrarse en el presente, la autoobservación del dolor corporalmente sentido y el tránsito por el mismo. Esta situación que ya he mencionado es rehuida por los pacientes pero debe ser estimulada y sostenida en un contexto de seguridad y apoyo por parte del terapeuta. Incluye la elaboración del duelo por la meta inalcanzable.
Este camino conduce a la aceptación de los límites propios y la integración de las diferencias entre lo deseable y lo posible.
No se trata de analizar el contenido de los pensamientos obsesivos sino de detener la respuesta automática del ritual físico o mental para conectar al paciente con la secuencia emocional asociada y la aceptación de la misma.
En primera instancia pudiendo transitarla sin interrupciones para luego reprocesarla, duelo mediante, y simbolizarla con la mayor cantidad de matices posibles para salir del absolutismo dicotómico todo-nada, ya que este camino ayudará al paciente a integrar diferencias, y sabemos que cuando aceptamos que la vida transcurre en diferencias y paramos de negarlas o pelear con eso algo del orden del sosiego y la calma comienza a aparecer.

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PENSAMIENTOS INTRUSIVOS


Pero cómo he podido pensar semejante tontería!». ¿Quién no se ha hecho alguna vez este reproche al verse asaltado por una idea que consideraba indigna para su inteligencia? Reacción espontánea y del todo natural pero tampoco muy razonable habida cuenta que nadie es dueño de sus reflejos mentales. «El cerebro es el más sobrevalorado de los órganos», se dice en una película de Woody Allen. Sobrevalorado e imprevisible ya que demasiadas veces va por libre, insumiso a la dictadura de nuestra voluntad, bullendo por sí solo ideas estupendas y profundas cogitaciones junto a gilipolleces y burradas morrocotudas. A estas últimas los especialistas les llaman «pensamientos intrusivos».

Los pensamientos intrusivos son impresiones cerebrales automáticas ajenas a todo encadenamiento lógico. Los hay de diversa entidad. Unos son del género memo: con frecuencia me viene la imagen de un canicón de goma que, a grandes botes, recorre los paisajes de mi ciudad. Increíble majadería contra la que nada puedo hacer. Otras veces son musicales, como esa melodía espantosa que se te pega al córtex cual galleta de galipote y no hay quien la despegue.

Hay pensamientos intrusivos que incomodan porque reflejan lo contrario de lo que uno piensa: una carcajada en el momento de presentar un pésame o el beso que te ves dándole a la persona que más detestas; una blasfemia en la mente de un sacerdote o la feliz madre de familia a quien, junto a las vías del tren, le relampaguea una tentación suicida.

Fijándonos bien, en nuestra vida cotidiana hallaremos elementos que pudieron tener ese origen inopinado. Un buen ejemplo, ahora que se acerca la Navidad, es el de esos belenes catalanes que, en lugar apartado, cobijan la figurita de un personaje evacuando. El famoso caganer tuvo que nacer de una de estas impertinencias de la mente, aunque con el tiempo cogió relieve y aceptación social hasta convertirse en símbolo de prosperidad.

Los especialistas dicen que no hay que rechazar los pensamientos intrusivos a riesgo de caer en la obsesión, según el conocido principio del oso blanco: si alguien te dice «no pienses en un oso blanco», de súbito se te aparece un enorme plantígrado polar tal que en un documental de la BBC. Pero si aprendemos a vivir con ellos, los pensamientos intrusivos pueden resultarnos valiosos y creativos. Desde el surrealismo, el arte viene explorando esos caminos y de ahí han nacido no pocas obras brillantemente desconcertantes.

Todo esto me lleva a la conclusión de que tan verdad es lo que decía Pascal, que el corazón tiene razones que la razón no comprende, como que la razón tiene pálpitos que en el corazón no laten. Pero no sé tú qué pensarás.

http://www.diariovasco.com/
FUENTE:JUAN AGUIRRE