Una Terapia Integradora para las Obsesiones, …


FUENTE:http://www.cidai.com/documentos/terapia-integradora.pdf.
Una Terapia Integradora para las Obsesiones, …
Jaime Fúster Pérez.
Psicólogo Clínico
Resumen
Desde hace más de 25 años venimos aplicando con resultados satisfactorios, nuestra
“Terapia Integradora para las Obsesiones”, las grandes olvidadas en el TOC.
Desde la Teoría General de Sistemas (TGS) que exige una visión “holística” del
individuo, puesto que ve al hombre como un “sistema abierto” a su entorno, formado por
“subsistemas” (circulatorio, nervioso…) y formando parte de “suprasistemas” (familia,
sociedad,…), nos apoyamos en la filosofía, el lenguaje, la fisiología y la psicología y muy
especialmente en la neurología: cerebro, memoria, olvido, valores y emociones, así como su
filo y ontogenia, y sus circunstancias familiares, sociales… Conocimientos que transmitimos,
en su medida, a los pacientes, para que se integren en la terapia como protagonistas, tanto de
su problema como de su resolución. Con dichos conocimientos se harán conscientes de qué
se les pide y de qué, cuando, cómo y especialmente por qué deben actuar. Aunque se sientan
apoyados por su psicólogo, con él sólo están una o dos horas a la semana, durante las
restantes han de enfrentarse solos a conocer y superar su problema, para lograr que su vida
vaya siendo cada vez más completa, autónoma y feliz.
Posteriormente la hemos ido aplicando, con éxito, a muchos otros trastornos
(hipocondrías, adicciones, fobias, celos…) en los que se dan fases obsesivas.
Palabras clave: TOC, Obsesión, Terapia Integradora, Sistema, Cerebro, Olvido.
Abstract
For the obsessional cases we started with a comprehensive therapy and later we
applied it to other mind illnesses. From the general System Theory, we can think in “man” as
a completed system which is composed by group of systems like muscle system, blood
system…; that “man” is also a part of other bigger systems like family, society and so on.
The apply this therapy we count the man phisiology, in and his mind, his neuronal conexions,
his feelings, his personal values, his memory and his oversights. We also count his family
origens in, and his social enviroment origen too.
Key word: OCD, GST, therapy, obsesión, phobia, brain, memory
Page 2
2
El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)
Consideramos que el lector tiene conocimientos suficientes sobre él, por lo que sólo
vamos a dar unas muy ligeras pinceladas.
Figura en el DSM-IV-TR (Lopez-Íbor, 2001) en los Trastornos de Ansiedad como
F-42.8, del que entresacamos:
En las “Obsesiones” se dan pensamientos, impulsos, imágenes recurrentes y
persistentes, intrusivos, inapropiados; a veces ridículos y casi siempre absurdos. Causan
ansiedad o malestar a quien los sufre que aunque los trata de ignorar, suprimir o neutralizar,
porque se da cuenta de que no son verdad, mediante otros pensamientos o actos (las
Compulsiones) no lo consigue. Nunca son preocupaciones excesivas sobre problemas reales.
Pueden ser preocupantes, repugnantes, obscenas, blasfémicas, carentes de sentido o pueden
tener varias de estas características juntas. La obsesión es una experiencia pasiva: sucede a la
persona (Silva y Rachman, 1995).
Las “Compulsiones”, son conductas, físicas o mentales, repetitivas que en respuesta
a obsesiones o reglas, el sujeto se ve obligado a realizar para reducir el malestar o evitar algo
temido.
Ambas son reconocidas como propias y provocan malestar clínico, pérdida de tiempo
(más de 1hora al día), e interfieren la vida diaria, familiar, laboral, social, etc.
Otros conceptos a tener presentes en el TOC son:
“El Disparador”, que desencadena la obsesión o compulsión. Puede ser “externo”,
una visión, sonido, olor…; o “interno”, pensamientos, ideas, recuerdos...
En la “Compulsión”, la existencia de “temor”, basado en una lógica arbitraria, en
donde “no se diferencia lo posible de lo probable” y “lo pensado de lo hecho”. Con mucha
frecuencia la compulsión va acompañada de un “pensamiento mágico”: “!Si no doy dos
vueltas al semáforo…puede morir mi padre…!” y de “rituales” (secuencia rígida, ordenada),
en la que una “interferencia” en su ejecución suele obligar a la repetición desde su inicio.
También hay que recordar la tendencia de los obsesivos a pedir “confirmación” a la
familia o personas más próximas, con ella sólo se logra “reforzar e incrementar” la conducta
que se debería de evitar.
Al empezar hemos dicho que la nuestra era una Terapia para las Obsesiones porque
las consideramos las “grandes olvidadas” en los tratamientos del TOC, que suelen centrarse
en las Compulsiones, como se puede ver en la siguiente cita:
Page 3
3

De manera implícita se da por supuesto que, una vez que desaparezcan las
compulsiones, las obsesiones desaparecerán también” (Gavino, 2005, página 137).
Actuaciones terapeúticas de aplicación en este trastorno
Los métodos Psicológicos más en boga para la resolución de este trastorno son:
- Actuación sobre la “Ansiedad”, en la que está encuadrado el TOC. “Se parte, pues,
de los planteamientos de que sin ansiedad no hay trastorno como tal, es decir no se dan las
obsesiones ni las compulsiones” (misma cita, pagina 138). Aunque tenemos claro que la
ansiedad siempre está presente en este trastorno, y por eso “siempre actuamos” para
reducirla, no está tan claro que sea siempre un antecedente obligado. La idea obsesiva puede
surgir por asociación de ideas, como veremos más adelante y ser ella la que origina la
ansiedad subsiguientemente.
-La “Prevención de Respuesta” (PR), por la que se trata de conseguir que el
paciente no realice la “Compulsión” aunque se den las circunstancias que normalmente la
desencadenan. Como también se dice en el articulo de la anterior referencia: “La PR
interviene directamente en las conductas externas. En el caso del TOC en las Compulsiones”.
La consideramos un método de elección y también la usamos.
-La “Exposición” para las Obsesiones. En la que se expone al paciente a aquellas
ideas o situaciones que le provocan ansiedad. Hemos encontrado en Internet la siguiente
información del The Harvard Mental Health, July 1995, en la que se explica como hacen la
exposición allí: “En nuestra clínica, los pacientes son expuestos durante dos horas, cinco
días a la semana durante tres semanas a situaciones, objetos, imágenes o pensamientos que
evoquen su distrés obsesivo”. Esta puede ser una de las razones por las que “alrededor del
25% de los pacientes tratados no se beneficia del PR” y de que exista también “un 25 % de
pacientes con este trastorno que rechazan este tipo de tratamiento” (Gavino, 2005, páginas
143 y 144). Porque la vemos excesivamente agresiva, larga y costosa hemos introducido
nuestra terapia.
Consideramos además que en la exposición se da otro factor que nos parece muy
importante. En ella, con esas repeticiones intencionadas y continuadas, se realiza un proceso
de aprendizaje, hiperaprendizaje decimos nosotros, que hace que en la memoria del paciente
se fije con más intensidad la idea de la que se quería librar. A pesar de ello no rechazamos la
exposición, pero preferimos empezar por otra forma de actuar más suave, la que llamamos
Olvido Activo (OA). En ella se empieza por rechazar la idea y, conocidos los mecanismos
Page 4
4
por los que se graba, consolida y
recupera la memoria, se actúa para evitar ese
hiperaprendizaje al que nos hemos referido.
Desde el Olvido Activo, caso de no dar el resultado apetecido es factible pasar a la
exposición, sin embargo la recíproca no es posible.
Su aplicación a otros trastornos
Tras muchos años de usarla satisfactoriamente con las obsesiones, aplicamos esta
terapia a otros desórdenes (de ahí los puntos suspensivos del título). Algunos trastornos del
“espectro de las obsesiones” y otros en los que personas que no sufren realmente un TOC,
“se obsesionan”, dicho en términos coloquiales, con determinados asuntos, enfoques y
modos de reaccionar o de responder y actúan de forma parecida a como lo harían si lo
sufrieran. En todos esos desórdenes se da lo que llamamos “fases obsesivas” porque tienen
características de las obsesiones (“… pensamientos, o imágenes recurrentes, persistentes,
intrusivos, que causan malestar significativo” DSM IV-TR)
Las vemos en las “fobias”,
“hipocondrías”, “celos”, “adicciones”,
“preocupaciones excesivas” y en otros casos en los que simplemente se requiere modificar
un viejo hábito, que quizás útil en su momento, es ahora desadaptativo y entorpecedor.
Nuestra actuación terapéutica en esa fase obsesiva, es semejante a la que proponemos para
las obsesiones.
Usando como ejemplo la fobia a los perros, distinguimos claramente dos fases:
una fase fóbica, cuando la persona se ha de enfrentar al perro y la “fase obsesiva” cuando,
sin presencia del perro, se dedica a imaginar lo horrible que sería encontrárselo. La
importancia de la fase obsesiva radica en que durante mucho tiempo, cada día, de forma
habitual, la persona tiene “vivencias fantaseadas muy intensas y emotivas” (con miedo en
este caso) sobre el motivo de su fobia, que de ese modo se consolida y crece por una
constante actualización que la mantiene presente en su conciencia la mayor parte del tiempo,
desplazando e impidiendo otras actividades o pensamientos y llegando a entorpecer los más
sencillos actos de la vida, de la misma forma que ocurre con las obsesiones.
“Las fases obsesivas”, en algunos de los casos nombrados serían:
-En los celos, cuando sin que ocurra nada, el celoso piensa en sus temores futuros
o en sus celos pasados.
-En las adicciones, el tiempo en que se fantasea en lo bonito que sería tomar, o
entretenerse con la adicción (drogas, alcohol, tabaco, juego, internet, sexo…).
Page 5
5
- Cuando se pretende lograr un desenamoramiento, el tiempo en que se recuerde
a la persona a la que se quiere olvidar, sean sus virtudes y encantos o defectos.
-En las hipocondrías, obsesiones y preocupaciones excesivas, cuando se piensa
intensamente en la obsesión, hipocondría o preocupación.
Terapia Integradora
La Evolución hasta llegar a esta Terapia Integradora ha ido ocurriendo
progresivamente a lo largo de años de ejercer y vivir la Psicología. Tras muchas terapias,
mucho observar, comentar, leer, estudiar e investigar; desde mi propia experiencia vital y de
un contacto, anterior y extenso, con la Investigación Operativa, desde la que me familiaricé
con una nueva forma de acercarse a la realidad, la “Teoría General de Sistemas” (TGS).
Según su creador, el biólogo Bertalanffy (1901-1973), es una “integración entre las ciencias
naturales y sociales” necesaria por el agotamiento del modelo “cartesiano-newtoniano” qué,
con sus enfoques “analítico-reduccionistas” y sus principios “mecánico-causales”, era
incapaz de explicar los organismos, las sociedades y las relaciones entre sus elementos
partiendo de una “imagen inorgánica” del mundo. Frente a ello la TGS reconoce la
“totalidad orgánica” con el “S
ISTEMA
” como modelo al que define como:
“Conjunto de partes interrelacionadas con un objetivo propio, superior y, en
ocasiones, distinto a los de las partes que lo constituyen”.
La importancia de esas interrelaciones las explica Watzlawick (1993) diciendo: “Cada
una de las partes de un sistema está relacionada de tal modo con las otras que un cambio en
una de ellas provoca un cambio en todas las demás y en el sistema total”.
A esa superioridad se la denomina “S
INERGIA
”, que suele expresarse por:
2 + 2 = 5 ó más.
Pese a la novedad del concepto es una idea tan conocida que el poeta Mario Benedetti hace
referencia a ella cuando dice en sus versos:
Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Page 6
6
La visión holística del paciente
Por llegar a la Psicología desde una experiencia de varios años con ese enfoque
holístico me chocó el método “científico-analítico” con el que se nos conminaba a estudiar
al hombre. Tan sólo procedía observar sus conductas externas y era acientífico preguntar al
paciente por aquello en qué creía, pensaba o sentía. Me pareció un modo “reduccionista”,
una forma de mirar como a través de una rendija, que más que aproximarnos nos alejaba de
su realidad al no considerar aquello que lo caracterizaba como persona, cuando era
precisamente a la persona, la que disfrutaba, sufría, temía, actuaba, amaba u odiaba, “diera o
no muestras externas de ello”, a la que como Psicólogos necesitábamos conocer.
Años después, ya con muy larga experiencia profesional, refiriéndome a la necesidad
de esa visión global del hombre como sistema, decía a mis alumnos de la Facultad de
Psicología:
“Ser psicólogo y terapeuta es sencillo, solo hay que saber T
ODO
lo que ocurre”.
Ese T
ODO
incluye conocer con el máximo detalle al paciente y a su problema. Los
orígenes de ambos; la historia personal, familiar, ambiental, laboral; lo que siente, cómo vive,
cómo ha llegado a su situación actual; su fisiología, su forma de pensar, de afrontar, de
resolver; sus valores, los de su entorno, sus recuerdos, su memoria… toda su ontogenia e
incluso los factores debidos a la filogenia de nuestra especie que, naturalmente, siguen
presentes en él. Igualmente ese todo debe tener en cuenta los posibles efectos que las terapias
suelen tener sobre la persona como “sistema”, tanto en sus “subsistemas” como en los
“suprasistemas” en los que está integrado.
Por otra parte la TGS nos recuerda que aunque todos los organismos tienden a la
desorganización (E
NTROPÍA
) tratan de compensarla mediante la H
OMEOSTASIS
. Es esta una ley
conservadora, parecida a la Ley de la Inercia, en Física, que, como dice Fechner, da a los
organismos una “tendencia a la estabilidad, que pretende evitar los cambios en sus
condiciones de vida, conservando (o restableciendo) el equilibrio alcanzado”.
La consecuencia más importante, que explica muchas de las circunstancias que se dan
en nuestros pacientes y en sus problemas y que debe ser considerada como una premisa para
cualquier terapia, es:
“Las personas se acostumbran a vivir como viven”.
Page 7
7
Por ello el cambio que los psicólogos buscamos para nuestros pacientes, siempre será
dificil y generará resistencia y miedo, como señalaba Watzlawick en su libro “Cambio”.
También Berkowitz en “Cómo ser el mejor amigo de ti mismo”, cuenta que cuando trataba de
conseguir que un paciente suyo cambiase, este le dijo airado:
“¡Pero no se da cuenta de que si hago eso será reconocer que he estado equivocado
los cuarenta primeros años de mi vida!”
Puntos de vista múltiples
Nuestra terapia es integradora también porque consideramos la conveniencia no solo
de ver todos los aspectos del paciente-cliente, sino además verlo desde distintos enfoques
Psicológicos, aunque sea uno el dominante.
Aplicamos una terapia claramente “Cognitiva” en la que fomentamos la adquisición
de conocimientos por parte de nuestro paciente. Nos apoyámos en la “Terapia Racional-
Emotiva” de Ellis (1981) y en la “Cognitiva” de Beck (1983).
Empleamos, métodos de la “Psicología del Aprendizaje”, con el peso decisivo de los
“Refuerzos” en la adquisición o evitación de hábitos de comportamiento.
Tenemos en cuenta lo que desde la “Psicología Dinámica” se conoce como el
“Desplazamiento de Síntomas”, que en ocasiones explica la aparición de algunos como
consecuencia de situaciones vitales no afrontadas ni resueltas, que mediante ellos muestran la
necesidad de que sean atendidas y la de muchos de los “Mecanismos de Defensa”. Igualmente
nos parece importante el concepto de “Inconsciente”, en el que quedan muchas de nuestras
vivencias, siendo la definición de “Jung” la que nos parece más aceptable para cualquier
enfoque psicológico:
“El Inconsciente describe un estado de cosas extremadamente fluido: todo aquello
que conozco pero en lo que no estoy pensando en este momento; todo aquello de lo que
otrora estuve consciente pero he olvidado; todo lo que mis sentidos perciben pero que mi
mente consciente no capta; todo lo que involuntaria e inadvertidamente siento, pienso,
recuerdo, quiero y hago; todas las cosas futuras que están tomando forma en mí y que en
algún momento llegarán a la conciencia: todo eso es el contenido del inconsciente” (Daryl
Sharp, 1994).
Page 8
8
Con todo ello aunque admitimos el peso que su infancia pueda tener en los problemas
presentes, solemos iniciar las terapias desde el “Aquí y Ahora”.
Ciframos como objetivo la “Mejoría”, no la “total desaparición del problema”, con
frecuencia muy difícil de conseguir, por lo que su búsqueda puede ser la de una frustración.
Eso dará lugar, con mucha frecuencia, a que sea la “Aceptación” el primero de los pasos en
nuestras terapias, puesto que en ocasiones su actual trastorno ha sido una solución para
adaptarse a sus circunstancias del momento.
Desde la “Neurología” buscamos los modos y las formas en que el funcionamiento
del cerebro puede estar incidiendo, en el problema. Tenemos en cuenta el funcionamiento de
la “Memoria”, la importancia de las “Emociones”, de la “Asociación de Ideas” y el
inapreciable “Valor del Olvido”. Cómo, la reiteración de conductas, entendidas como
actividades humanas de cualquier tipo, observable o no, genera los “hábitos”, estilos de
respuesta económicos y automatizados.
La Integración del paciente en su terapia
El tercer nivel de integración de nuestra terapia, quizás el más importante, es
conseguir que nuestro cliente (paciente) adquiera el máximo de conocimientos sobre todo lo
que acabamos de nombrar, para que entendiendo por si mismo como inciden todas sus
circunstancias en él y él en ellas, vaya sabiendo con sus terapeutas, como debe de
comportarse, qué hacer para mejorar y qué conductas le pueden hacer empeorar, de forma que
“no sean un paciente obediente”, sino que por si mismo promueva las acciones más
interesantes, terapeuticamente hablando. Hemos de tener presente que con su psicólogo, desde
nuestro enfoque, estará como mucho una hora a la semana y que las restantes 167 estrá sólo
con su problema y que la adquisición de un nuevo hábito tan sólo es posible con tiempo y
reiteración.
Tratamos de conseguir que nuestros pacientes adopten un “locus de control interno”
(Rotter,1966) desde el que se sepan los principales y casi siempre los únicos actores en la
resolución de su problema.
Page 9
9
El Cliente y su Cerebro
Desde esa visión globalizadora nos parece especialmente importante la idea de
Rogers, de sustituir la idea de paciente por la de cliente, porque coincidimos con él en que las
terapias han de ser “CON nuestro cliente”, en vez de “SOBRE nuestro paciente”.
Para poder actuar CON él…, hemos de tener presente que las personas viven
consecuentemente a cómo piensan y sienten, a sus valores e intereses, etc. Todo eso y
consecuentemente toda acción y/o reacción que se produzca en una persona como tal, “se
produce en, desde y por su cerebro”. Como consecuencia consideramos necesario conocerlo,
así como en la forma en que se va desarrollando desde el nacimiento, aunque sólo sea a nivel
fenomenológico.
“Al tiempo de nacer, el cerebro de un niño tiene el máximo número de neuronas –
cerca de cien billones- sin embargo su volumen es solo el 26% del de un adulto” (Akarin
2002). Eso se debe a “que al nacer las conexiones neuronales son escasas y muchos de sus
axones aun no están cubiertos por la mielina, pero se crean a enorme velocidad en la
infancia” (Carter 2002, págs. 21 y 22).
Lo dicho señala la “enorme importancia de los primeros meses y años de la vida, en
si mismos y en su influencia posterior continuada”. Conforme el niño crece se ponen en
conexión un número cada vez mayor de áreas cerebrales ya que la “Mielinización” se va
extendiendo poco a poco. “Los lóbulos frontales, que no entran en juego hasta alrededor de
los seis meses, no se mielinizan del todo hasta la plenitud de la edad adulta” (Carter 2002).
Creemos que cuando Locke se refería a la “Tábula Rasa” no pensaba en lo que
acabamos de nombrar, pero la realidad es que la aparición y el crecimiento de las conexiones
entre neuronas y la mielinización de sus axones, pese a ser operaciones absolutamente
fisiológicas, son las que van integrando y conformando esa Psikhe, que aún hay psicólogos
que consideran ajena al cuerpo. Como dice Punset (2007) “El Alma está en el Cerebro”.
Neuronas, sinapsis, engramas y hábitos
Múltiples experiencias en nuestro hacer terapéutico, nos han mostrado que “Viejos
Hábitos Indeseables” de nuestros pacientes, “curados” mediante terapias adecuadas,
reaparecían de improviso tras varios años durante los que se había “confirmado y mantenido
aquella curación”. Más asombrosa que la reaparición de aquellos hábitos era la coincidencia
en la forma en que los clientes se expresaban: “He sentido absolutamente lo mismo”. Eso
Page 10
10
indicaba que aquellos hábitos, aunque ocultos se habían mantenido intactos a lo largo del
tiempo. Consideramos que ese hecho insistentemente repetido debe de tener un sustrato
neurológico que lo explique; de la misma forma que debe tenerlo eso, que todo el mundo
sabe, de que “andar, escribir, vestirse, leer, nadar, montar en bicicleta, etc.” nunca se olvida.
El viejo refrán español: “Genio y figura hasta la sepultura”, nos hace pensar en esas mismas
bases.
Ya “Pinillos” en su obra “Principios de Psicología” (1977), dice: “...al tocar los
aspectos biológicos de la memoria es necesario decir que las supuestas huellas o
ENGRAMAS mnésicos son, por ahora, construcciones hipotéticas muy verosímiles, pero no
entidades neurológicas realmente observadas. De alguna manera, no cabe duda, los
conocimientos retenidos por el sujeto han de estar representados en su cerebro”.
“Luria” se refiere a “la conservación duradera de HUELLAS en el sistema nervioso”
de los animales y concluye “…el cerebro humano es capaz de conservar huellas precisas del
estímulo…” durante un tiempo muy largo (Ruiz Vargas, 1994).
Así pues esos Engramas, están materialmente presentes en el cerebro (como
conjuntos de conexiones neuronales o sinapsis). Se han formado y se mantienen, amplian y
consolidan en respuesta a sensaciones, pensamientos, necesidades, ideas, acciones,
sentimientos, etc. Cada nueva vivencia estará condicionada por las informaciones anteriores,
acumuladas ya en el cerebro, pues como dice Delgado (1989) “el sistema nervioso no está
rígidamente organizado por determinación genética, sino que existe un alto grado de
adaptabilidad durante el desarrollo de las conexiones nerviosas”.
Los engramas, cánones, patrones o redes neurológicas, actúan a modo de programas
informáticos para resolver cualquier tarea, sea motora o cognitiva, pero, al ser programas
vivos (formados por sinapsis), se consolidan, actualizan, amplían y enriquecen cada vez que
entran en funcionamiento. Ellos constituyen el “sustrato neurológico” a que antes nos
referíamos al hablar de aquellos “viejos hábitos de nuestros pacientes que permanecían
intactos a lo largo de mucho tiempo”.
Está claro que la repetición perfecciona la realización de cualquier actividad, y
que en cada ejecución el cerebro da las instrucciones precisas a cada nervio, músculo u
órgano que ha de intervenir. Las personas cada vez realizan mejor sus tareas pese a que le
prestan menos atención, porque los procesos se va automatizando. Para aprender una nueva
actividad, por ejemplo montar en bicicleta, se usa la corteza cerebral, pero cuando esa
habilidad se domina, se vuelve automática y la responsabilidad de su ejecución pasa a las
neuronas de partes menos superficiales del cerebro, con lo que quedan neuronas libres en la
corteza para nuevos aprendizajes; lo mismo sucede con los actos cognoscitivos. Señala Ratey
Page 11
11
(2003): “Al principio se usa la corteza para aprender cuatro por cuatro o a formular una
pregunta gramaticalmente correcta, pero cuando se dominan esas tareas se transfieren a
partes inferiores del cerebro y se vuelven automáticas”.
El engrama, que da lugar al hábito, permite actuar sin que sea necesario
reflexionar cada uno de los pasos, como sí que ocurre mientras se está aprendiendo una
conducta nueva. Es por ello por lo que los hábitos son considerados métodos económicos y
auntomaticos de funcionamiento.
En los engramas, habrá “huellas genéticas y aprendidas”. De estas últimas las de los
primeros momentos de nuestra vida, tendrán mucha importancia pues habrán influido en la
construcción de la mayoría de los engramas posteriores
1
. Habrá huellas de todos los actos,
situaciones, emociones, deseos y miedos, salud y enfermedades etc. Tanto de los que hemos
sido conscientes como de los que permanecen en el inconsciente.
Memoria, Olvido y Ruido
Las huellas o engramas a que nos estamos refiriendo forman la “memoria”, que se
puede definir como “la capacidad de los organismos vivos de adquirir, retener y utilizar
información o conocimiento” y cuya “función primaria en el hombre es dotarlo del
conocimiento necesario para guiar una conducta adaptativa con independencia de la
complejidad de la situación” (Ruiz Vargas, 1994). Por otra parte se ha de tener en cuenta que:
“La memoria registra todo lo que recibe, sin seleccionar nada, por lo que también registra,
recuerdos irrelevantes” (o.c.).
Cada huella mnémica, está constituída por un conjunto de imágenes, sonidos, olores,
texturas, asociados a palabras o frases con una semántica propia y también a estados
emocionales concretos. De este modo, esas huellas se interrelacionan entre sí formando
estructuras que actúan como elementos de consulta en el momento de establecer una
actividad. En esa función adaptativa de la memoria, las “Emociones”, que son las que
señalan lo que es importante, la potencian para “conseguir que aumente la probabilidad de
que los sucesos ocurridos en ese estado (emotivo) sean recordados en el futuro –y evitados, si
son desagradables-, o evocados, si agradables” (Carter, 2002, Pág. 164).
La recuperación en la memoria se ve facilitada cuando las ideas se asocian
cumpliendo las leyes de “Semejanza, Contigüidad y Causalidad” que formuló el filosofo
inglés Hume (1711-1776). En un sentido parecido Acarín recientemente (2002, pág. 197)
1
El lenguaje popular que suele ser tan expresivo dice: Las primeras papillas nunca son digeridas.
Page 12
12
dice: “De la misma forma que evocamos un recuerdo, como el de la maestra que de niños nos
enseñaba una canción, podemos rememorar también la emoción, el olor, los colores y las
imágenes de aquella escena, incluso cuando no recordamos la canción. El recuerdo ha
quedado disperso en distintos puntos del córtex cerebral y al estimular una parte salen los
demás detalles como si tiráramos del hilo en una madeja”.
“El OLVIDO es la incapacidad de retener o actualizar información, sea por pérdida
de la misma o por dificultad al acceso a la memoria a largo plazo”. Siempre lo hemos visto
como una deficiencia, sin embargo ya W. James sostenía que “ La función especial de la
memoria no es el recuerdo sino el Olvido”, ya que sin él sería muy difícil abstraer, razonar,
pensar y sobre todo resolver y actuar adaptativamente. Ruiz Vargas (1994) dice así
mismo:…”del mismo modo que sería un grave problema la incapacidad para olvidar
información irrelevante, lo sería aun más no poder olvidar cosas con una fuerte carga
emocional negativa, por ejemplo una violación”.
Como dijimos al hablar de las Obsesiones, nos apoyamos en usar el olvido mediante lo
que llamamos “Olvido Activo”, procurándolo voluntariamente para que no crezcan y se
consoliden determinadas ideas que consideramos indeseables.
Así ampliamos el dicho popular: “El tiempo todo lo cura”, cambiándolo por:
“El tiempo todo lo cura… si le dejas”
Y aquí hacemos clara referencia a ese modo activo de que el olvido atenúe las viejas huellas y
en especial que estas no se mantengan de actualidad permanente, cosa que ocurre cuando
alguien se obsesiona por una idea, sea esta una obsesión propiamente dicha o una
preocupación de cualquier tipo, como hemos señalado al referirnos a las “fases obsesivas”.
Si hablamos de memoria, recuperación y olvido, nos parece conveniente
hacerlo de otro factor que también influye, el RUIDO. En Teoría de la Comunicación, se
considera “ruido toda información ajena a la que se trata de transmitir, que puede
enmascararla u ocultarla y que entorpecerá la adquisición, consolidación y recuperación de
la memoria”, de tal forma que con ruido las huellas de memoria serán más débiles que sin él.
Como hemos dicho del olvido, el ruido, no siempre será nocivo y será útil para estas terapias.
También como hacemos con el olvido, frecuentemente usamos el ruido para realizar una
interferencia que dificulte tanto la grabación, como la consolidación y la recuperación de la
memoria a determinadas ideas o pensamientos que queramos extinguir, o al menos debilitar.
Page 13
13
Desde la base neurológica, desde las neuronas, las sinapsis, los engramas o cánones,
consideramos ahora explicables, tanto las recaídas de nuestros pacientes, no solo en estos
trastornos sino en cualquiera otro, a las que no encontrábamos justificación; como lo de que
nadar, montar en bicicleta, etc. no se olvida; la facilidad de muchos ancianos en contar viejas
historias que a veces nunca habían nombrado durante su vida; la de que una persona que había
estudiado la carrera de piano de niña, sin haberlo nunca tocado durante treinta años,
mantuviera su conocimiento y su capacidad aunque en principio se viera reducida su
habilidad manual; cosa que por otra parte es habitual para casi todo lo que en algún momento
haya sido una habilidad sea esta manual o cognitiva.
Todo ello confirma nuestras experiencias, y nos lleva a otra conclusión, que
consideramos de gran importancia porque explica muchas de las cosas que en nuestro
quehacer terapeútico no tenían explicación. Por ello a tener en cuenta en todo tipo de terapias:
“Nada de lo que se aprende se puede desaprender”.
Está claro que no nos referimos a temas de estudio, ni a las palabras sin sentido de la
psicología experimental, sino a aquello que voluntaria o involuntariamente, de forma
consciente o inconsciente hemos aprendido para adaptarnos a la realidad o a lo que en su
momento nosotros considerábamos como tal.
Por otra parte estimulamos a cualquiera a una simple reflexión individual que le servirá de
confirmación.
Cambios en nuestras terapias
El objetivo de las terapias es: Sustituir viejos hábitos indeseables por otros nuevos
más adaptativos. Refiriéndose a los hábitos, Delgado (1989) dice: “ …son una forma de
actuar rápida, ordenada y habilidosa” y, más recientemente añade: “Nuestros actos son
completamente automáticos, dependiendo de largos períodos de aprendizaje que cristalizan
almacenándose en la memoria como fórmulas de respuestas más o menos complicadas. El
automatismo robotizado de la mayoría de los pensamientos, de los sentimientos y de las
conductas es normal” (Delgado,1994).
Con lo visto creemos que hemos de cambiar en algo los modos y las ideas de nuestras
terapias.
Lo señalado sobre hábitos y engramas nos es útil para tratar de realizar “ese
sustituir” de que hablábamos, ya que, por repetición de conductas “es posible construir
Page 14
14
nuevos engramas” que se manifestarán en hábitos nuevos más adaptativos que sustituirán a
los viejos e inadecuados.
De todos modos hemos de recordar que “no se destruyen los viejos engramas”, que
permanecerán en nuestro cerebro. Lo que haremos intencionadamente será no usarlos, para
evitar que sigan creciendo e insistir en nuevas conductas para que crezcan y se confirmen
nuevos engramas que progresivamente por su repetición se irán haciendo más poderosos y
llegando a ocupar los primeros planos de nuestra conciencia se sobrepondrán a los antiguos.
Pero todo esto, que los psicólogos sabemos, lo han de realizar nuestros clientes. Por
ello es conveniente que sepan y entiendan lo más claramente posible, qué, por qué, para
qué y cómo han de hacer para evitar los viejos hábitos y sustituirlos por las nuevas conductas
que sugerimos, que al principio al no ser habituales tendrán que imponérselas razonadamente
a sí mismos cada vez.
Consideramos que es este el más importante de los cambios en nuestras terapias, el
de la integración y actuación de nuestros clientes en ella, de forma que cada uno sea
consciente de que sus acciones u omisiones, inciden en su terapia y producen
retroalimentaciones en prácticamente todos los sistemas que lo integran y en los que está
integrado. Es algo parecido a lo que se conoce como el efecto mariposa.
Cómo lo explicamos a nuestros pacientes
A continuación señalamos la forma en que explicamos a nuestros pacientes, lo
relativo al funcionamiento de su memoria. Se trata de un nivel muy divulgativo, que podrá
ampliarse desde los textos nombrados en la bibliografía y que conviene ajustar al nivel
cultural de cada uno.
L
A
M
EMORIA
Usando como símil una cinta magnetofónica para representar la memoria, en esta,
como en la cinta los sonidos, las percepciones (todas: sonidos, visiones, sabores, texturas,
emociones, recuerdos,…) “se graban secuencialmente”, una tras otra, conforme van
ocurriendo.
Si, por ejemplo, en la cinta queremos guardar y que se pueda recuperar con facilidad
una información, que representamos por la letra “a”, podemos grabarla en distintos lugares de
la cinta, “repitiéndola” (Figura 1); o bien, en un solo lugar de la cinta ocupar mucho espacio
como si grabáramos un sonido “a” continuado, “durante mucho tiempo” (figura 2) ; o
combinando ambos métodos. También podríamos, grabarla una sola vez con una intensidad
Page 15
15
de sonido mucho mayor, como un grito, que representaremos con una “A” mayúscula (Figura
3). En cualquiera de los casos la probabilidad de recuperar el sonido "a" al pasar la cinta
deprisa será mayor que si sólo se hubiese grabado una sola “a” en tono normal.

Aclaremos que la cinta no está vacía, solo con la información “a”, como hacemos
figurar para mejor comprensión, sino que en los espacios que aparecen sin nada habrá otras
informaciones o música, palabras, ruidos, etc.
Yendo desde el símil a la memoria, representamos en cada pedazo de cinta la memoria
de las 24 horas de un día. Si se ha experimentado una vivencia, pensamiento, sensación, idea,
etc.., cuatro veces, cuatro se habrá grabado y la probabilidad de recordarla, o de que acuda a
nuestra conciencia sin pretenderlo, será mayor que si sólo lo hubiese sido una vez. Lo mismo
ocurriría si esa experiencia hubiese durado mucho tiempo (figuras 1 y 2).
Estos dos modos de “memorizar” (solos o combinados), “repetición y duración”
han sido formas clásicas de estudio (recordemos las tablas de multiplicar repetidas una y otra
vez durante mucho tiempo). La tercera opción corresponde a “vivencias de gran emoción”
(una boda, el nacimiento del primer hijo, un accidente...) que pese a ser muy breves o antigua,
se recuerdan como si se acabaran de vivir. También en la enseñanza se han usado estas formas
de estimular la memoria, mediante competiciones, desafios entre grupos, etc. y a esa forma se
le ha llamado “estudio activo” (figura 3). Con los tres sistemas, sólos o combinados, se
puede conseguir no ya un aprendizaje sino un “hiperaprendizaje”.
Hemos de tener presente además que por la “ley de asociación de ideas”
(Semejanza, Contigüidad y Causalidad) nos pueden aparecer pensamientos o recuerdos
inesperados, debido a que hayamos recibido algunos estímulos sin darnos cuenta.
Recordar es volver a vivir
Por otra parte es importante destacar que “Recordar” no es, como en algún momento se
ha dicho, extraer una ficha de un fichero, leerla y volverla a poner en el fichero. En las
personas no hay fichas sino conexiones neuronales (vivas) que resuenan juntas en un
momento dado. Por ello, “Recordar es volver a vivir” es, además del título de una vieja
canción, una afirmación correcta en cuanto al funcionamiento de la memoria. Los recuerdos
constituyen una nueva vivencia, vuelven con la carga afectiva que pudieron tener en su
Page 16
16
momento, pero además se adaptan a las circunstancias de cada aparición y se van
modificando (es muy significativo el título del libro: “El Cerebro nos engaña” de Rubia, J.).
La modificación de los recuerdos no es sólo en cuanto a sus valores representativos sino
incluso a nivel afectivo, de forma que “nunca volveremos a experimentar dos veces lo mismo
con absoluta exactitud” (Carter 2002). Cuantas más veces recuperemos un recuerdo más irá
creciendo y ampliándose su huella mnésica, cuanto más afectivamente lo recibamos,
indistintamente sea con afecto o rechazo, con alegría o temor, más importante lo haremos y
también más fácilmente nos volverá a nuestra conciencia.
Hemos de tener presente que en la memoria y por esa función adaptativa que es su
razón de ser, las huellas mayores corresponden a las cosas más importantes y las cosas son
importantes o por su peso afectivo o por la frecuencia con las realizamos. En todo esto hay
por lo tanto una retroalimentación que consecuentemente hace que las cosas con huella
afectiva se recuerden más que las que son neutras.
Aplicando todo lo dicho estaríamos en condiciones de hacer un buen aprendizaje,
“hiperaprendizaje”, que aquello que hemos querido aprender quede muy fijo y destacado en
la memoria. Consecuentemente es lo destacado lo que más veces nos aparecerá lo busquemos
o no; una vez más hay un refrán que nos lo confirma: “De la abundancia del corazón habla la
boca”.
Nuestro objetivo y el del propio trastorno
En el caso que estamos considerando tanto en las obsesiones como en todos los
trastornos en los que se den esas fases obsesivas que citamos, lo que pretendemos es lograr
todo lo contrario a ese hiperaprendizaje, atenuar las huellas de esas ideas. Por ello nuestra
conducta ha de ir en dirección contraría a si quisiéramos conseguirlo.
El propio trastorno que actúa como si intencionadamente quisiera mantenerse,
tendiendo a crear inseguridad en el paciente que con frecuencia se pregunta si realmente
quiere dejar de pensar en eso y si el psicólogo tendrá razón en lo que le dice. Además
favorece ese hiperaprendizaje porque:
– Repetidamente trae eses ideas, cosa “que no es posible evitar” (recordar la figura 1
y la ley de asociación de ideas).
– Ideas sobre las que normalmente se reflexiona, aunque sea tratando de rechazarlas
con razonamientos. Con ello se le dedica atención y tiempo (duración, figura 2), que
incrementa la huella en la memoria, por lo que “se deben rechazar de inmediato, sin
reflexionar sobre ellas”. Hay que tener en cuenta que el hecho de reflexionar es muy natural
Page 17
17
y el que hemos aprendido para resolver los problemas que se nos presentan, sin embargo
podemos darnos cuenta de que, en estos casos, nuestras reflexiones siempre son semejantes y
prácticamente nunca aportan nueva información. Se asemejan a la acción del animal que hace
girar la noria de un pozo vacío, no se obtiene más que el sufrimiento del animal.
– Además en la mayoría de las ocasiones esas ideas viene acompañadas de “temor, o
deseo”, (emociones, figura 3) incluso en los caso en los que ya hemos decidido rechazarlas,
nos produce rabia el hecho de que vuelvan a llegar, cosa por otra parte esperable (no debería
sorprendernos lo esperable) ya que son ideas muy enraizadas en nosotros. “Debemos evitar
todas las emociones anejas”, porque todas sirven para hacer más destacada e importante la
huella en nuestra memoria y repetimos, cuando más importante sea más veces y con más
intensidad nos volverá a acudir.
Resumiendo de las ideas que queremos rechazar, hemos de:
– “EVITAR:” “Repetirlas”, “reflexionar” sobre ellas (que “duren”),
“emocionarnos” positiva o negativamente por ellas, incluso “enfadarnos” por el hecho de
que lleguen.
–“PROCURAR”: “Olvidarlas, (OA)” y “entorpecer su grabación, consolidación y
recuperación en la memoria” mediante cualquier tipo de acción simultánea, que supondrá
un ruido.
El modo de hacer.
Empezamos con una evaluación exhaustiva, según dijimos al hablar de la Teoría
General de Sistemas.
Como casi todos los trastornos que hemos nombrado van acompañados de
“A
NSIEDAD
” con la que se produce una constante retroalimentación, tratamos de resolverla o
atenuarla desde el principio y estamos pendientes de su evolución durante toda la terapia.
Usamos siempre cuestionarios para determinar su nivel, como la “Escala de Hamilton”, la de
los “Life events” de Holmes y Rahe (1974) u otras.
En los casos, relativamente frecuentes, en los que hemos encontrado CRISIS

DE PANICO

, dado lo relativamente sencillo que suele ser la terapia para conseguir que al menos
no haya repeticiones, lo hacemos preferente e inicialmente. El éxito en ello, como cualquiera
Page 18
18
obtenido en los pacientes del TOC debe ser usado como refuerzo y apoyo a una terapia que
suele ser larga y cuya mejoría es muy paulatina.
Es también frecuente que el TOC aparezca junto algún trastorno de tipo

DEPRESIVO
”, por lo que también administramos siempre
algún cuestionario,
preferentemente el de “Beck”.
En los supuestos de que la ansiedad o la depresión fuera muy elevadas, remitiríamos el
paciente al
PSIQUIATRA
”, puesto que en tales casos no se encuentran en condiciones de
hacer frente a las importantes demandas que le vamos a hacer para que se enfrente con sus
obsesiones y/o sus compulsiones o las ideas en cualquiera de los otros trastornos
mencionados.
El cuanto al TOC y los otros trastornos citados, nuestra atención se centra en las
obsesiones y en las fases obsesivas.
Interesa que el sujeto rellene una serie de cuestionarios para determinar hasta que
punto su trastorno es importante. Usamos los cuestionarios o escalas de Padua (Inventario de
Obsesiones), la Heteroaplicada de Yale-Brown para el Trastorno Obsesivo Compulsivo,
aunque es un tanto dificultosa de administrar y corregir, el Inventario de Maudsley y una
escala del Síndrome Obsesivo. Con esta información establecemos una línea base y luego
cuando se consigue mejoría se puede volver a aplicar, porque resulta reforzador el darse
cuenta de esa mejoría.
En el TOC solemos empezar actuando en la forma habitual de las terapias cognitivo-
conductuales sobre las compulsiones, ya que por tratarse de conductas concretas es más fácil
conseguir éxitos iniciales, que aprovechamos para estimular al sujeto a que se siga
esforzando, dada la mayor dificultad de la actuación con las obsesiones.
Hemos de advertir que para resistirse a las compulsiones es inevitable el sufrimiento,
debido a la ansiedad que se genera al rechazar o disminuir sus demandas (de hecho solemos
decir que si no hay algo de sufrimiento no se va a lograr la mejoría). Podemos también
explicar que en caso de ir cediendo, las compulsiones irán siendo cada vez más insistentes,
por lo que ese sufrimiento del rechazo, tras un período relativamente corto será menor que el
que se tendría en caso de acceder a las compulsiones.
Centrados ya en las obsesiones o fases obsesivas, nuestro modo de actuar es diferente al
modelo médico, con el que seguramente llega nuestro paciente. Aquí no hablamos de
curación, de total desaparición del trastorno, se trata de construir nuevos engramas, capaces
de generar nuevos hábitos que sustituyan a los viejos. El objetivo será la mejoría en sí misma,
que por una parte indica que el camino es el adecuado, por ello la consideramos como
objetivo, no como fin, sino como refuerzo para continuar, y, por otra, permite vivir más
Page 19
19
cómodamente. Tampoco hablamos de pacientes, que sufren y esperan a ser curados, sino de
clientes, que colaboran activamente en su terapia.
El énfasis lo ponemos en esa integración del paciente, basada en el conocimiento de su
proceso: Cómo se originó y consolidó; cómo y qué, mantiene y hace crecer su trastorno;
armas de las que dispone para luchar contra él durante la terapia y tras ella; cuáles de sus
actuaciones son oportunas o contraproducentes para mejorar y en qué forman inciden sobre
sus hábitos y sobre los engramas de su cerebro para consolidar o atenuar el trastorno y
conseguir nuevas formas de respuesta.
Tanto a las “obsesiones” como a las ideas de las “fases obsesivas” de los otros
trastornos las llamamos “ideas inconvenientes (ii)”, porque originan angustia y aparecen con
demasiada presión, reiteración e inoportunidad, ocupan excesivo tiempo en nuestra
conciencia. Para ambos tipos usaremos los mismos métodos para combatirlas. Sin embargo
mientras que las obsesiones suelen ser absurdas (al principio de nuestra terapia las
llamábamos ideas locas) y por lo tanto prescindibles, las ideas que subyacen en los demás
casos en que se dan las fases obsesivas suelen ser reales, aunque en ocasiones sean
exageradas. El rechazar las obsesiones es más fácil dado lo absurdo de su contenido, para
rechazar las ideas inconvenientes (ii) en los otros trastornos hay que apoyarse en el hecho de
que son realmente inconvenientes y en ningún caso resolutivas del problema al que se
refieren, aunque no sean falsas, ni absurdas.
La primera acción con nuestros clientes es convencerlos de lo innecesario de esas
ideas (ii), en ambos casos, y que por lo tanto no se angustien por su llegada, que al principio
seguirá ocurriendo con frecuencia, dado lo muy cultivadas que han sido por ellos mismos, ni
tampoco por su significado, sea el que sea.
Recordando cómo se graban, consolidan, asocian y recuperan las ideas en la memoria,
deberán, como hemos reseñado en lo dicho a los pacientes:
1) Evitar la repetición, duración y emotividad de la idea inconveniente (ii).
2) Favorecer el olvido (Olvido Activo, evitando todo aquello que pudiera favorecer
el hiperaprendizaje al que nos hemos referido).
3) Facilitar el ruido, para dificultar la consolidación. (cualquier actividad
simultaneada con la (ii) actuará como ruido puesto que requerirá cierto grado de
atención, de forma que para la (ii) no se dispondrá del cien por cien).
Haciéndolo así para no reforzar su engrama, rechazándolas tranquilamente, sin emoción
(para lograrlo mejor se les enseña la “Detención de Pensamiento”). Debe quedar muy claro
que el reflexionar sobre una idea, aunque sea para rebatirla, la enraiza en la memoria (el: No
piense usted en un elefante azul, lleva a pensar en él).
Page 20
20
Hay que advertir para que, a más largo plazo, tampoco se asusten y sepan cómo
reaccionar cuando una idea que creían ya extinguida les aparece de nuevo (los viejos
engramas no se destruyen).
Conviene que sean conscientes que durante la mayor parte del tiempo estarán solos
frente al problema. Es conveniente por ello que aprendan a auto-reforzarse por todos sus
éxitos y todas las veces, deben considerar éxito cualquier esfuerzo, sea positivo o no su
resultado; no son fracasos las recaídas que son esperables (seguir actuando según los viejos
hábitos, no es un fracaso, pues los hábitos siempre son muy fuertes y automáticos), cuando
ocurran y es normal que ocurran, no hay que ser derrotistas y seguir actuando. Sólo se
considera fracaso el no proponerse a continuar esforzándose en el futuro.
Han de ser conscientes también que ellos son los verdaderos protagonistas de la
resolución de su problema y que “las terapias (todas) requieren tiempo, dedicación,
constancia y cierta dosis (en ocasiones alta) de sufrimiento”, al actuar contra los hábitos
establecidos. También que la inseguridad y la falta de confianza son típicas de los
obsesivos. Pese a ello deben evitar pedir confirmación (¿verdad que no es posible que yo…?)
a la familia o a los próximos. Esta ha de reforzar la actuación en pro de la terapia pero ni
tranquilizarlos ante sus dudas angustiosas, ni mucho menos facilitarles la realización de
ningún ritual de tipo compulsivo. Debe quedar claro que aunque la familia también sufre
consecuencias del problema, este es realmente su problema.
Secuencia resumida de cómo actuar ante una idea indeseable (ii)
– Llega la idea: Ni asustarse, ni enfadarse. Es normal que sigan llegando al principio,
están muy cultivadas y aprendidas. Es imposible evitarlo a corto plazo.
– Analizar la idea. Puede ser “nueva” o “conocida”.
a) Es Nueva: Reflexionar sobre ella, tomando notas (a comentar luego con el
psicólogo) para evitar entrar en “bucles de pensamiento”. Si se califica como intrascendente
o inconveniente, este debe de ser un “criterio inamovible” futuro. “Rechazarla ya siempre,
automáticamente y sin emoción”.
b) Es Conocida y calificada ya como “inconveniente”. “Rechazarla” sin
emocionarse, ni filosofar sobre ella, ya ha sido estudiada y calificada. Si no se lograr rechazar,
reflexionar con lápiz y papel, como en las nuevas.
Page 21
21
Estilos Obsesivos. Clases de Ideas
En muchos casos tanto en los “obsesivos” donde es frecuente que de una idea obsesiva
se pase a otra, en los “hipocondríacos”, en los que tras una enfermedad aparece otra
diferente, en algunos “adictos” que también pueden pasar de una a otra adicción, en los
“preocupados”, etc. encontraremos más que una idea o preocupación obsesiva un “estilo
obsesivo” de actuar propio de esa persona. Hay que explicar por lo tanto que podrá establecer
una especie de “clase de ideas” que en él aparecen con más frecuencia, entonces lo que debe
de tener claro es que “cualquier idea de esa clase debe de ser rechazada”.
Conclusión
En nuestra experiencia los pacientes suelen entender muy bien todo el proceso de los
engramas, memoria, olvido y ruido, especialmente el más sencillo. Les gusta conocerlo y
entienden cuándo hacen las cosas bien y cundo no, comprobando en la práctica que lo que han
aprendido es cierto, que son capaces de aplicarlo y obtener resultados.
Tras muchos años de aplicarla, primero en obsesiones y después en muchos otros
trastornos, consideramos que es una terapia muy eficaz y esperanzadora en el abordaje de las
obsesiones y de muchos otros trastornos de tipo muy diverso.
De todos modos aquí no hemos dado más que una visión general de la terapia, muchos
de los puntos requerirían un desarrollo mayor (de hecho hemos impartido cursos sobre esta
terapia de más de 20 horas de duración), pero nos saldríamos de nuestro objetivo que es
simplemente presentar esta terapia que usamos satisfactoriamente. De todos modos creemos
que con lo dicho y reflexionando sobre ella puede ser aplicable. Y facilitamos nuestro correo
por si alguien quiere realizar algún tipo de consulta.
Enero del 2008
Jaime Fúster Pérez
Psicólogo Clínico
jaime@cidai.com
Page 22
22
Bibliografía
-Acarin,N.(2002).El cerebro del rey. Barcelona. RBA.
- Almendro Manuel (2002) Psicología del Caos. Vitoria. La llave D.H.
-Alonso, M.(2001) Patología obsesiva. Madrid. Neurociencias.
-Austin,T.(2000).Teoría de sistemas y sociedad. Fundamentos socioculturales de la educación.
Universidad”Arturo Prat”.
-Barbara,L.Michel,T.Rasmussen,S.(2001). Aprender a vivir con el trastorno obsesivo-compulsivo. Barcelona.
Atoc.
-Barcia, D. (1992) Trastornos de la Memoria. Barcelona. MCR.
-Bear,M.F.Connors,B.W.Paradiso,M.A.(1998). NEUROCIENCIA. Explorando el cerebro .Barcelona. Masson.
-Beck,A y otros.(1979).Terapia cognitiva de la depresión. Bilbao. Desclèe de Brouwer.
- Boer, J. & Westenberg, H. (1997) Trastornos del Espectro Obsesivo Compulsivo Ámsterdam Synthesis
-Braillon,M.G.(1980). El sistema nervioso central. Madrid. Alhambra.
-Carter,R.(2002).El nuevo mapa del cerebro. Barcelona. RBA.
-Constance,H.(2002).El trastorno obsesivo-compulsivo en el mundo infantil y juvenil. Barcelona. Atoc.
- Crespo, A. (1997) psicología General. Memoria Pensamiento y Lenguaje. Madrid. Centro de Estudios Ramón
Areces.
- Cruzado, J. (1993) Tratamiento comportamental del Trastorno Obsesivo Compulsivo. Terapia de Conducta y
Salud. Fundación Universidad Empresa.
- Daryl Sharp (1994) Lexicon Jungiano. Cuatro Vientos Editorial. Santiago de Chile
-Davinson, G.Neale,J.(1980).Psicología de la conducta anormal. México. Limusa
- Delgado, J.M.R.(1989 ) La felicidad. Temas de hoy. Madrid. 11ª Edición
-Delgado,J,M.(1994). Como descubrir y utilizar los secretos de la mente. Madrid. Temas de Hoy
- Delgado, J.M.R.(1996) Mi cerebro y yo. Temas de hoy. Madrid. 3ª Edición
- Delgado, J.M.R.(2001) La mente del niño. Madrid. Aguilar
- Diez-Quevedo, C y Sánchez Planell, L. (2001). El espectro obsesivo-compulsivo. Patología Obsesiva, 7-18.
Edit Neurociencias
-Deutsch,G.Sally,P.(2001).Cerebro izquierdo-Cerebro derecho .Barcelona. Ariel.
- Ellis, A. Grieger, R. (1981). Manual de Terapia Racional Emotiva Bilbao. Desclée de Brouwer.
- Frank Tallis (1999) Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Una perspectiva Cognitiva y Neurológica. Bilbao.
Desclée de Brouwer.
-Gail,B.Torchia,M.(2002). El profesor : Un eslabón crítico en la detección del trastorno obsesivo-compulsivo en
el mundo infantil y juvenil. Barcelona. Atoc.
- Gavino,A. Godoy,A. Moreno,B. Esteve,R. Rodriguez-Naranjo, C. 1988. Obsesiones: Teorías, evaluación y
tratamiento. Promolibro. Valencia
Page 23
23
- Gavino, A Trastornos Obsesivo-Compulsivo: Criterios diagnósticos y tratamiento Psicológico. Revista de
Psicología General y Aplicada, Abril 2005 Valencia Promolibro
-Gonzalez,A.Jiménez,S.(2000). Tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos obsesivo-compulsivos.
Primer Congreso Virtual de Psiquiatría.
- Hawkins, J. & Blakeslee, S. (2005) Sobre la Inteligencia Madrid Espasa Calpe S.A.
- Ian Jakes (2001) Enfoques Teóricos del trastorno obsesivo-compulsivo Bilbao. Desclée de Brouwer.
- Jakes, I. Enfoques teóricos del trastorno obsesivo compulsivo DDB. Bilbao
- Jenique, M.A. Baer, L. Minichiello, W (2001) Trastornos obsesivo-compulsivos. Madrid. Harcourt
- Llinás, R. (2003) El cerebro y el mito del yo Barcelona Belacqua
- Lopez-Ibor J. y Valdés M. (2001) DSM IV-TR Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.
Masson. Barcelona
-Mallinger, A. De Wize, J. (1993) La obsesión del perfeccionismo. Barcelona. Paidos
- Mark F. Bear. Barry W. Connors.,Michael A. Paradiso (1998) Neurociencia. Explorando el cerebro.
Barcelona. Masson
-Menchon,J 1997. Espectros y trastorno obsesivo compulsivo. Psiquiatría Biológica. 4-5-176.
-Michael,A.Lee,B.William,E.(2001).Trastornos obsesivo-compulsivos. Madrid. Harcourt.
-Mora,F.(2002).¿Cómo funciona el cerebro?.Madrid. Alianza.
-Mora,F.(2003).El sueño de la inmortalidad. Madrid. Alianza.
-Mora,F.(2002).El reloj de la sabiduría. Madrid. Alianza.
-Padmal de Silva y Stanley Rachman (1995) Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Los hechos. Bilbao. Desclée de
Brouwer.
-Peter,E. Jack, M. Neil, J.(2002).Tratamientos de los trastornos mentales. Madrid. Alianza.
- Pichot, P. Giner, J. Ballus, C. (1990) Estados Obsesivos, Fóbicos y Crisis de Angustia. Madrid. Aran
- Pinillos, J.L (1977) Principios de Psicología. Alianza Universidad 4ª Edición
-Pirrafé,J.(2001).Estrategias terapéuticas en el toc refractario. II Congreso Virtrual de Psiquiatría.
- Punset, E (2007) El Alma está en el Cerebro Aguilar 7ª Edición Madrid
-Ratey, John J (2003) El cerebro: Manual de instrucciones. Barcelona. Debolsillo
- Romero, P & Gavino A. Trastorno Obsesivo-Compulsivo: Influencia Recíproca entre la evolución del concepto
y los tratamientos psicológicos. Revista de Psicología General y Aplicada, Abril 2005 (156—171) Valencia
Promolibro
- Ros Montalban, S. Gracia Marco, R. Rodríguez Castro, R. 1998.Terapéutica de los Trastornos Obsesivo-
Compulsivos . Barcelona. Esteve.
- Ruiz Vargas J, (1994) La memoria humana: función y estructura, Alianza. Madrid
- Samuel M. Turner y Debora C. Beibel Tratamienbto del Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Barcelona. Martinez
Roca
- Sharp D (1994) . Lexicón Jungiano Santiago de Chile. Cuatro Vientos editorial
Page 24
24
- Silva, P y Rachman, S. (1995) Trastorno obsesivo-compulsivo. Los hechos. DDB. Bilbao.
- Tallis, F. (1999) Trastorno Obsesivo Compulsivo. Una perspectiva Cognitiva y Neuropsicológica DDB.
Bilbao.
-Vallejo,J.(2000). Avances y futuro en relación a los trastornos obsesivos. Primer Congreso de Psiquiatría.
-Vallejo,J.Berrios,G. (1995). Estados obsesivos. Barcelona. Masson.

Anidación multimodal en psicoterapia focal: caso clínico de un paciente oncológico y narcisista




Anidación multimodal en psicoterapia focal: caso clínico de un paciente oncológico y narcisista
Publicado en la revista nº016
Autor: Rodríguez del Álamo, Alfredo


Terapia focal como marco teórico general

La anidación es un recurso técnico proveniente del campo de las psicoterapias focales, inicialmente surgidas en los desarrollos de las terapias dinámicas breves y de objetivos limitados (Knobel, 1987; Groves, 1992; Poch y Maestre, 1994) pero que posteriormente se ha incluido en la técnica de las terapias psicoanalíticas de larga duración (Coderch, 1987) e incluso se ha generalizado a otras orientaciones tal como las terapias cognitivas (Caro, 2003) y las terapias de familia (Haley, 1987; Madanes, 1993). Por lo tanto antes de desarrollar los aspectos teóricos y usos clínicos de la anidación focal multimodal, primero revisaremos en este artículo los conceptos de foco, focalización y terapia focal.

Múltiples autores han señalado la conveniencia de focalizar (Braier, 1984), es decir centrar la labor terapéutica en una determinada área, síntoma o problema del paciente que se denomina foco y que adquiere prioridad a lo largo del tratamiento, que por ello es llamado terapia focal. Podemos citar a autores tales como Alexander y French (1946, 1968), Wolberg (1968), Small (1972), Fiorini (1973, 1987), Braier (1984, 1990), Lemgruber (1984), Knobel (1968, 1987), Bellak (1988, 1992), Garske (1989), Pérez-Sánchez (1990), Farré y Hernández (1992), Poch y cols. (1990, 1994). Pero fue sobre todo Malan (1963, 1976, 1983) en la clínica Tavistock de Londres junto con el matrimonio Balint (1961, 1967, 1986), quien inicialmente se ocupó mas exhaustivamente del foco terapéutico y promovió la denominación de “terapia focal” (Malan, 1963; Balint, Ornstein y Balint, 1986).

El trabajo terapéutico en terapias breves se ciñe y estructura alrededor de un foco, esto es, el área concreta o problema seleccionado sobre el que privilegiadamente se van a centrar la atención y esfuerzos conjuntos del terapeuta y cliente en las sesiones, desatendiendo estratégica y voluntariamente otras áreas o aspectos de potencial interés (Fiorini, 1973), ya que la finalidad de las llamadas short-term and time-limited therapies no es la amplia remodelación de la personalidad global sino la resolución de un problema concreto en un tiempo limitado (Farré, Hernández y Martínez, 1992; Groves, 1992). Una de las principales utilidades clínicas del foco estriba en establecer sin ambigüedades el objetivo asequible de una psicoterapia breve y por ende poder evaluar la eficacia de sus resultados (Poch y Maestre, 1994; Braier, 1984; Malan, 1963).

¿A qué llamamos foco terapéutico?. No resulta fácil delimitar de forma unívoca la noción de foco entre las numerosas opiniones de los diferentes autores. La diversidad de significados del término ha creado una situación un poco ambigua en la que coexisten varias definiciones de la naturaleza de “foco”.

Unas veces el foco claramente vendrá dado por una situación de urgencia, por ejemplo en la intervención en catástrofes para evitar un trastorno post-traumático, o en fallecimientos recientes de un ser querido para evitar un duelo complicado, o una crisis evolutiva tal como el nacimiento del primer hijo, etc. Otras veces desde una perspectiva psicopatológica (Coderch, 1987; Braier, 1984) el foco se identifica con el motivo clínico de consulta del paciente debido a un molesto síntoma (por ejemplo fobia a volar) o a un rasgo caracterial que resulta desadaptativo para el sujeto (por ejemplo incapacidad de hallar una carrera satisfactoria) o su entorno (por ejemplo celos de la pareja) (Lemgruber, 1984). Desde un enfoque técnico exclusivamente centrado en el trabajo del terapeuta, también se ha definido el foco como aquella interpretación nuclear o esencial que soportará el peso de toda la terapia (Malan, 1963), lo cual aclara poco la naturaleza específica del foco.

Desde una orientación terapéutica psicodinámica más operativa, el foco elegido para trabajar sobre él no se considera al síntoma emergente ya sea clínico o ya sea caracterial, sino a un elemento específico funcional o estructural del psiquismo. Por ejemplo basándonos en el modelo propuesto desde el Enfoque Modular-Transformacional (Bleichmar, 1999) el foco terapéutico bien puede consistir en el trabajo analítico centrado sobre el módulo motivacional inconsciente más preeminente en un paciente en concreto y cuya activación (por ejemplo por frustración) está condicionando prioritariamente su patología: deseos y defensas relevantes para los sistemas sensual-sexual, auto-heteroconservación, de regulación psicobiológica, narcisista, de apego, o referente a la agresividad. Por ejemplo en unos casos una depresión (Bleichmar, 1996) puede ser producto de un derrumbe de la autoestima por fracaso narcisista al ser despedido del trabajo y saberlo la familia y amistades, otras veces una depresión puede acaecer por ausencia vincular de objetos satisfactorios de apego en huérfanos sin figuras remedo-parentales adecuadas (depresión anaclítica), otras veces el problema será la introyección culposa de la agresividad dirigida en la fantasía contra la persona amada o necesitada; también la depresión puede basarse en la representación primaria devaluada de sí mismo generada a través de una previa identificación con padres depresivos o hipercríticos, etc. En cada uno de estos casos el foco exigirá aplicar unas intervenciones terapéuticas diferenciadas para no trabajar en la periferia del problema (ya que el terapeuta siempre puede encontrar algo interesante de qué ocuparse en cualquier sujeto aunque no sea relevante para el núcleo genético del trastorno: un sueño, la relación del paciente con su madre, sus intereses sexuales, sus anhelos incumplidos), así como evitar aplicar técnicas de intervención generalistas y monocordes (Bleichmar, 1997). Según este modelo, un foco seleccionado y específico implica también planificar y aplicar técnicas específicas sobre el módulo motivacional selecccionado y sus circuitos transformacionales teniendo en cuenta el estado predominante del inconsciente: lo reprimido tras ser consciente, lo aún no constituido en el inconsciente, lo inscrito directa y originalmente por identificación, lo desactivado sectorial y temporalmente, etc. (Ingelmo, 1999).

También es necesario apuntar que el foco no se puede asimiliar siempre a conflicto o síntoma individual (Lemgruber, 1984). En determinados casos el foco terapéutico será la relación interpersonal, por ejemplo en desajustes conyugales y en algunos trastornos por anorexia y bulimia. En estos casos la terapia de elección será la modalidad de pareja o familia (Berenstein, 1990; Haley, 1987; Whitman y Stock, 1985) y el foco consistirá en el análisis y la modificación de las tramas de relaciones intersubjetivas que contribuyan a la génesis o al mantenimiento del problema.

Entonces, ¿cómo se detecta el foco terapéutico?. Algunos autores lo infieren de la frecuencia con que el mismo tipo de conflictos se repiten en la vida actual del paciente en situaciones diferentes (Knobel, 1987). Otros autores lo encuentran en la temática-clave deducida de la exploración de tres puntos: la sintomatología presente en la demanda con la que el paciente viene a consulta, su biografía anterior, y la relación transferencial que mantiene con el terapeuta (Malan, 1963). Es opinión de algunos otros autores que se puede considerar como focal aquella zona de conflicto mas perturbada y que vaya a poder ser asequible para el tratamiento teniendo en cuenta las limitaciones temporales de la terapia breve (Pérez-Sánchez, 1990).

Sin embargo, hacemos la precisión que aunque todas estas opiniones aportan elementos de interés, opinamos que no alcanzan a encuadrar adecuadamente el problema de la focalización: el foco es un concepto que básicamente se define desde la metodología, pero no desde la estadística ni desde su temática o gravedad psicopatológica. “Foco” será, sencillamente, aquel o aquellos aspectos del paciente que el terapeuta y paciente encuentren aceptables y decidan elaborarlos en las sesiones conjuntamente, de forma privilegiada frente a otro posible material (atención selectiva y descuidos selectivos). Por ello el foco no preexiste en el paciente antes de un tratamiento tal como el bacilo de Koch sí preexiste a que un enfermo sea diagnosticado o no de tuberculosis por su médico El foco se construye, desarrolla y transforma en el campo de la intersubjetividad (Stolorow, Brandchaft y Atwood, 1987; Dunn, 1995) durante el proceso terapéutico en función de lo aceptado por la díada particular terapeuta-paciente en el encuadre común de la alianza de trabajo.

Desde luego que es responsabilidad del terapeuta identificar inicialmente un foco y proponerlo para su abordaje preferencial, pero es trabajo de la pareja en interacción el aceptar y elaborar tal plan y alcanzar suficientemente la meta terapéutica (Mitchell, 1993). La elección inicial por parte del terapeuta del foco depende de su formación teórica en una corriente en especial dentro del psicoanálisis (freudianos clásicos, klenianos, kohutianos…), de sus criterios personales, de sus propios escotomas o áreas de conflicto no resueltas, de su experiencia previa, del encuadre en el cual el profesional trabaja (gran hospital, servicio sociocomunitario, consulta privada, instituto psicoanalítico), etc. Por ello se puede esperar que frente a un mismo caso, dos o mas terapeutas llegaran a diferir en la selección del foco sobre el cual trabajarían (Braier, 1984).

¿El terapeuta debe comunicar o no al paciente explícitamente cual será el foco sobre el que trabajarán en las sesiones de terapia focal?. De nuevo diferentes autores mantienen variadas opiniones (Poch y Maestre, 1994). En general aquellos que se adscriben a una metodología mas cercana al psicoanálisis estricto, tienden a desaconsejarlo (Coderch, 1987; Pérez-Sánchez, 1990) en un esfuerzo por preservar la asociación libre del paciente; consideran que la terapia focal es una terapia libre para el paciente y focalizada para el terapeuta quien con sus intervenciones, sus preguntas y sus silencios irán delimitando las áreas selectivas de intervención. Otros autores más cercanos a la experiencia de la terapia breve son partidarios de comunicar el foco al paciente (Garske y Molteni, 1988) e incluso negociarlo con él (Levenson, 1995); con ello se consolida la alianza de trabajo, y se proporciona al paciente un insight inmediato acerca de sus dificultades además de ofrecer empatía y comprensión por parte del terapeuta. Finalmente también se encuentran posturas intermedias (Poch, Notó y Trepat, 1990), afirmando que no hay norma fija y que el terapeuta deberá elegir en cada caso lo que crea más oportuno según el grado evolutivo, defensas y motivaciones del paciente para participar en el proceso terapéutico y hacerse cargo de sus propios problemas.

Algunos autores diferencian conflictos focales (superficiales, derivados y preconscientes) de los conflictos nucleares (profundos, radicales e inconscientes) (Balint, Ornstein y Balint, 1986). Sería propio de la terapia psicoanalítica tratar el primer tipo de conflictos, mientras que sería propio del psicoanálisis tratar el segundo tipo de conflictos (Ornstein y Kalthoff, 1967). Sin embargo este esquema así propuesto no es totalmente satisfactorio por dos razones: en primer lugar repetimos que el foco se define desde la metodología y no desde la topología metapsicológica, es decir “foco” será aquel elemento que centra la atención del terapeuta o analista de forma privilegiada y selectiva, ya sea consciente, preconsciente o inconsciente; y podrá ser elaborado de una forma más superficial o más profunda con diferentes técnicas según la habilidad del terapeuta y de otras consideraciones prácticas. En segundo lugar solamente desde el prejuicio, pero no desde la comprobación experimental, se puede seguir manteniendo hoy día que las psicoterapias dinámicas y de orientación psicoanalítica sean poco más que “psicoanálisis incompletos” de segunda clase con efectos terapéuticos escasos, inestables y superficiales (Ávila, 1989; Greenspan y Scharfstein, 1981; Smith y Glass, 1977; Luborsky, Singer y Luborsky, 1975; Hoch, 1968), de mero alivio sintomático, y únicamente aplicables a los pacientes cuya psicopatología sea leve, reactiva y reciente (Kernberg, 1999; Malan, 1976).

El que una terapia se conceptualice como “focal” no implica que el foco sea inamovible ni que tenga que ser necesariamente siempre el mismo desde el principio al fin del tratamiento. A lo largo del proceso terapéutico el foco se puede ir reajustando e incluso modificando sustancialmente de acuerdo con las necesidades y los avatares particulares de cada proceso. Si bien en terapias breves y de objetivos limitados lo usual es que el foco sea único y que la terapia concluya con la resolución del problema inicialmente seleccionado (Crits-Christoph y Barber, 1991; Groves, 1992), en psicoterapias psicoanalíticas prolongadas se van desplegando una sucesión de focos, cada uno de ellos caracterizando una etapa del proceso en función de la conflictiva que el paciente va serialmente revelando (Fiorini, 1973). Así se ha llegado a desarrollar el concepto de focalidad analítica (Malan, 1976; Farré, Hernández y Martínez, 1992) que remite a la conceptualización del proceso terapéutico como un campo estructurado, y por lo tanto evaluable, en focos flexibles pero concretos bien sean sucesivos (lo más frecuente y operativo) o simultáneos.

De hecho el propio psicoanálisis estándar puede ser entendido según éste modelo como un tratamiento focal continuado, de duración indefinida y con foco cambiante en continua movilidad (Chamorro, 1994). Sería labor del analista ir eligiendo en cada momento los focos adecuados para que se vaya produciendo el cambio en el paciente (Thoma y Kachele, 1989), ya que “el no-foco es una imposibilidad…es el analista, con lo que hace o deja de hacer, quien va marcando focos de significación, activando y dirigiendo el psiquismo del paciente hacia ciertos estados mentales” (Bleichmar, 1997, p. 364). Mas aún, desde el punto de vista de la ineludible subjetividad del analista (Renik, 1993), se ha señalado que al iniciarse el proceso psicoanalítico se genera una superabundancia de material de posibles “hechos importantes” de modo que se plantea al clínico cierto riesgo de desbordamiento por inundación potencial de datos, que son focalizados o encauzados (y, por ende, seleccionados) a través del dispositivo mental perceptivo-preferencial y ordenador-sistematizador al alcance del analista (Braier, 1990) en función de su formación teórica, su experiencia profesional, su personalidad y la peculiar relación paciente-analista que se establece muy prontamente. De esta forma el análisis se hace posible y viable, pero a la vez se excluyen ciertos círculos de temas; esta consecuencia inevitable se pone de manifiesto cuando analistas de diferentes corrientes teóricas interpretan retrospectivamente un mismo caso y plantean los principios fundamentales del tratamiento, lo que remite a la polémica sobre la unicidad o pluralidad del psicoanálisis como teoría y como práctica (Wallerstein, 1988; Pine, 1988, 1998), cuestión sobre la que no profundizaremos en el presente artículo.

La cualidad de focalidad intrínseca a todo psicoanálisis apuntaría a que un analista “sin memoria y sin deseo” (Bion, 1970) resultaría ser un ideal imposible, aunque con dicha formulación se intentara legítimamente preservar la atención libre flotante y la neutralidad del clínico al interpretar. Esta perspectiva es articulable con los importantes cuestionamientos actuales dentro del psicoanálisis del analista pasivo como mero espejo objetivo y neutral (Goldberg, 1994; Renik, 1993), de la revisión de la denominada “Regla de la Abstinencia” incluyendo la consideración de la naturaleza de la provisión óptima para cada paciente en el intercambio analítico debiendo evitar la gratificación pulsional (Killingmo, 1997; Lindon, 1994), y en general de la reflexión sobre la adecuada participación del analista y su subjetividad en el proceso del análisis en interacción con el paciente (Levine, 1994; Mitchell, 1997; Stern y cols, 1998) y en especial en el desarrollo del campo común de la trasferencia-contratransferencia (Gabbard, 1995).

Y ya por último citar que numerosos autores hacen notar la existencia de un foco universal final tanto en terapia breve como en psicoterapia psicoanalítica y en el propio psicoanálisis: la finalización del tratamiento (Poch y Maestre, 1994; Fiorini, 1987). El fin del tratamiento siempre puede movilizar diferentes tipos de ansiedades que deben ser elaboradas, convergiendo en el duelo y en la ansiedad por la pérdida de la relación terapéutica y el reconocimiento de la propia capacidad del paciente para utilizar por sí solo en la vida cotidiana las mejoras logradas durante el tratamiento (Pérez-Sánchez, 1990). El trabajo sobre este foco universal tendrá una importante influencia en la consolidación de los resultados terapéuticos (Malan, 1983).

La técnica de la anidación.

El técnica de la anidación focal sucesiva y multimodal expone la pertinencia para el tratamiento de algunos pacientes de no seguir necesariamente un esquema lineal en el mantenimiento del foco sintomatológico inicialmente seleccionado, ni en la orientación o tipo de técnica inicialmente utilizada. Ello implica que a veces puede ser conveniente cambiar de foco pero sin modificar la técnica con la que se encara su manejo (recurso conocido con el término inglés de “to flex focus”), o bien incluso de variar de orientación terapéutica y con ello la técnica básica además del foco elegido (recurso del tipo “therapy shifting”).

Al aparecer o detectarse un nuevo problema o incidencia pero de un tipo totalmente diferente al tratado hasta entonces, surge la necesidad para el terapeuta de cambiar radicalmente de foco ya sea terapéutico (nuevo síntoma) o ya sea conceptual (nueva orientación teórica y metodológica) y pasar a ocuparse selectiva y prioritariamente (re-focalización) de éste nuevo problema hasta solucionarlo. Es decir que, siempre en función de las necesidades de la evolución del tratamiento del caso en concreto, se defiende la oportunidad de incrustar o anidar temporalmente una intervención secundaria con una técnica específica (que bien puede ser de modo o naturaleza diferente a las técnicas hasta entonces privilegiadas) en el proceso terapéutico general y previo, para luego volver a la línea de intervención terapéutica que constituye el eje del tratamiento.

Sin esta intervención anidada multimodal el tratamiento puede correr el riesgo de sufrir una impasse o de interrumpirse definitivamente, al quedarse un importante problema sin resolver (Rosenfeld, 1990). Idealmente una vez desbloqueado el proceso concluye la anidación, volviendo al régimen anterior de foco y técnica terapéuticos con el que antes se venía trabajando.

Podemos encontrar antecedentes y paralelismos de la técnica de la anidación en otros autores psicoanalíticos: citaremos, entre otros, los trabajos de Ferenczi, el concepto del recurso técnico del uso de parámetros, y la aplicación de abordajes analíticos de Gabbard a diferentes cuadros psicopatológicos. Finalmente, y aunque no sea una autora psicoanalítica, podemos recalcar el inteligente uso que Madanes realiza de micro-anidaciones en una terapia familiar compatible con aportes psicodinámicos.

En primer lugar resaltamos como pionera la propuesta de Ferenczi de 1920 en el Congreso de la Haya de aplicar en casos seleccionados la llamada técnica activa (Ferenczi, 1921, 1926; Ferenczi y Rank, 1923): incitar a un paciente a realizar una conducta en la vida real o a evitar su emisión, o estimular una fantasía provocada en particular, o realizar ejercicios de relajación y otras movilizaciones psicocorporales. Sugiere aplicar este recurso como “una técnica auxiliar en casos de excepción, como un complemento dentro del análisis y que nunca debe reemplazarlo” (Ferenczi, 1921) en cuadros resistentes de neurosis fóbicas graves, neurosis obsesivas, cuadros que hoy llamaríamos borderline (“psicosis privadas”) y en momentos de impasse terapéutico. Hay que hacer notar que Ferenczi no tuvo en mente la intención de crear una “Psicoterapia Activa” como alternativa al psicoanálisis, sino más bien desarrollar un recurso excepcional que se aplicase en un momento determinado dentro del proceso psicoanalítico general (afinidad con la anidación), para dinamizar y relanzar tal proceso, superar ciertas resistencias bien consolidadas, descubrir nuevo material reprimido y continuar finalmente el análisis. Sin embargo Ferenczi fue consciente de los riesgos que entrañaría el abuso y generalización de tales técnicas activas, intentó señalar sus contraindicaciones y finalmente su postura fue de mucha cautela frente a sus propuestas iniciales.

En segundo lugar se puede citar el concepto técnico de parámetro. Éste término introducido por Eissler (1953, 1958) se define estrictamente como una desviación programada de la técnica analítica estándar, que por alguna razón puede precisar en un momento del tratamiento una modificación estratégica siempre eventual y transitoria (afinidad con la anidación), cuidando que únicamente trasgreda la técnica estándar el mínimo indispensable. Una vez resuelta la causa que exigió el cambio del parámetro, tal modificación se elimina por innecesaria (Etchegoyen, 1986; Coderch, 1987). Sin embargo se ha popularizado también un uso mas general del término “parámetro” dentro de las psicoterapias psicoanalíticas, ya no el psicoanálisis estricto, esto es el de adaptación estructural de todo el tratamiento (Ross y Myers, 1988) a las particularidades del paciente o a patologías específicas tales como los trastornos borderline, las psicosis o las situaciones de crisis ambientalmente condicionadas (considérese como ejemplo la práctica de la Psicoterapia de Foco Transferencial en el tratamiento del paciente fronterizo de Clarkin, Yeomans y Kernberg, 1999).

En tercer lugar encontramos un ejemplo del uso de una técnica integrativa multimodal afín al de la anidación en un reciente trabajo de Gabbard (2001) sobre el tratamiento integrado del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) en el contexto teórico-páctico de una psiquiatría psicodinámica muy orientada a la práctica clínica. Este autor propone para algunos casos de TOC de difícil manejo, la recomendación de una intervención analítica puntual como tratamiento secundario o coadyuvante dentro de otro tratamiento no-analítico (afinidad con la anidación con variación de la terapia o therapy-shifting), por ejemplo cuando se ha detectado que determinados rasgos caracteriales del paciente están dificultando la implementación exitosa de un programa de modificación de conducta propuesto inicialmente como tratamiento de elección del TOC.

Y finalmente reseñamos el uso de micro-anidaciones que recomienda realizar Madanes (1993) según su método para el tratamiento del abuso sexual a través de 16 pasos estandarizados en un programa desarrollado por ésta autora y sus colaboradores. Dentro de una línea-base de terapia familiar estratégica con asistencia de todos sus miembros incluidos agresor y víctima, incrusta sesiones de terapia individual para la víctima (elaboración y expresión de emociones no asumidas de odio, venganza, culpa, etc) así como sesiones de terapia de grupo para el agresor (incremento de socialización).

Volviendo al actual marco psicoanalítico, la técnica anidada o de incrustación temporal de otro tipo de intervención puede mostrar potencia y utilidad por: A) su flexibilidad para intervenir en diferentes tipos de problemáticas detectadas en el mismo paciente pero pertenecientes a diversos rangos o modos de intervención, por ejemplo coexistencia de problemas enmarcables unos en el modelo del déficit y otros en el modelo del conflicto (Killingmo 1989; Adroer y Coderch, 1991; Ingelmo, Ramos y Mendez, 1998), o dificultades tanto individuales como de familia; B) eclecticismo y variedad en el arsenal terapéutico disponible ante cada caso; C) posibilidades de integración con otros tipos de terapias; D) reconocimiento de la complejidad del paciente y de sus problemas; E) planificación y especificidad de las intervenciones; F) adaptabilidad al caso concreto; G) promoción de coherencia respecto al foco diagnóstico y las técnicas operativas a usar; H) combatir el perfeccionismo narcisista y la omnipotencia del terapeuta, aceptando que no podrá modificar todo área problemática al mismo tiempo y con el mismo enfoque (Cfr. Malan, 1963; Farré, Hernández y Martínez, 1992; Ornstein y Kalthoff, 1967).

Sin embargo el proceso terapéutico o analítico también se puede ver expuesto a una serie de importantes riesgos con el uso y el abuso de las anidaciones focales: A) el de la actuación del terapeuta frente a su paciente, por ejemplo usando técnicas más activas y agresivas ante un paciente que no mejora lo suficientemente rápido tal y como el narcisismo del terapeuta exige; B) el de la multiplicación innecesaria de anidaciones sucesivas cambiando rápidamente de foco sin la mesura que debe acompañar a la calma reflexión sobre el caso, por ejemplo debido al “furor curandis” tanto por parte del terapeuta como por parte del paciente o sus familiares; C) el de la pérdida de la coherencia terapéutica e identidad del profesional como tal en el uso de híbridas mezcolanzas de técnicas según el “todo puede valer si va a resultar eficaz”; D) el recurso de la utilización de técnicas pseudocientíficas según el gusto particular del terapeuta con el consiguiente deterioro metodológico propio y disminución de la calidad asistencial al paciente; E) el del hecho de tener que tomar la difícil decisión de cambiar de terapeuta para la anidación (por ejemplo si se plantea un foco anidado de terapia familiar) o bien realizar el mismo terapeuta ambos tipos de intervenciones, con los posibles problemas transferenciales y contratransferenciales que ello puede generar.

Presentación del caso “Carlos”: un paciente oncológico y narcisista.

El resumen del caso que presentamos es el siguiente: un paciente con cáncer recidivante es inicialmente tratado con intervenciones médicas estándar incluyendo un programa psico-oncológico con técnicas psicosomáticas desarrolladas por el Dr. O.C. Simonton. El proceso avanza según lo esperable durante cuatro meses, periodo tras el cual se ve repetidamente paralizado por la patología narcisista que el paciente muestra, avatar clínico conceptualizado dinámicamente como reacción terapéutica negativa (R.T.N.). Por ello se suspende el programa psico-oncológico y se refocaliza el caso hacia este tipo de problema caracterial narcisista, trabajando el narcisismo desde un modelo de intervención de terapia psicoanalíticamente orientada. Esta intervención constituye una anidación focal con cambio de la orientación terapéutica (therapy shifting) que dura siete meses. Una vez elaborados suficientemente los elementos narcisistas de la R.T.N. se clausura la anidación y se reanuda el programa psico-oncológico inicial que consume otros cinco meses más.

Carlos es un paciente rondando los cincuenta años y en su tercera recidiva oncológica. Se le puede considerar un carácter narcisista “tipo DSM-IV” (American Psychiatric Association, 1995) con diagnóstico positivo en tal código según la Entrevista Clínica Estructurada para la Detección de trastornos de personalidad en el Eje II del DSM-IV, versión clínica (SCID-II VR) de Spitzer, First, Gibbon y Williams (1999), en el que priman los sentimientos de grandiosidad, excepcionalidad e invulnerabilidad. Primero ejecutivo agresivo con dos carreras y posteriormente empresario dueño de consultoría especializada, ha medrado exitosamente en un medio muy competitivo asociado a una firma internacional de prestigio. Vive en una urbanización de lujo de las afueras de una gran ciudad, casado con una mujer entregada a él, con tres hijos, siendo el primogénito con su mismo nombre el claro preferido de Carlos. Hijo único, proviene de una familia con cierta nobleza, pero venida a menos desde su desafortunado abuelo. El padre, también llamado Carlos, militar y ex-seminarista que tuvo que dejar el servicio a Dios para servir con las armas a la Patria, nunca ha renunciado a recuperar título y posición social, trasmitiéndole a su hijo el orgullo de la familia noble y la misión de la restauración; le contaba con frecuencia viñetas familiares heroicas, imbuidas de religiosidad fundamentalista y providencialista. Carlos recibió de niño todo tipo de regalos, atenciones, cuidados y privilegios, y de adulto se sabía destinado a un brillante futuro y que siempre que se esforzase “todo le saldría según sus deseos”, despreciando a la gente mediocre que se contenta con poco y aspira a menos.

Hasta la aparición de la enfermedad tumoral nunca había tenido que ir al médico por malestar alguno y no necesitó tomar medicamentos porque se consideraba que era inmune a todo. La primera y segunda recidiva oncológica las sobrellevó Carlos bastante bien, ya que pudo continuar su vida cotidiana con discreción, las tumoraciones no parecían especialmente malignas (estadio I) ni mostraban estigmas consumptivos y las expectativas de los médicos eran optimistas. Recuerda que incluso llegó a pensar que “ni el cáncer podía con él”.

Con la tercera recidiva el panorama cambió: hubo de ser ingresado hospitalariamente, el cáncer se volvió invasivo (estadio III), se tuvieron que tomar medidas extremas y casi paliativas, su aspecto macilento ya era el de un enfermo grave. Carlos se descompensó depresivamente (sobre los trastornos psicológicos más frecuentes en oncología véase American Cancer Society, 1994; Holland y Rowland, 1990; Bayés, 1990; Catalán, 1983), al derrumbarse la imagen grandiosa mantenida exitosamente hasta entonces, al sentirse vulnerable (podía morir), impotente (no podía hacer nada por sí mismo), expuesto socialmente (todos ya conocían su mal) y sometido y dependiendo pasivamente de las acciones de “los otros” (incluso enfermeros y celadores). Cuatro heridas narcisistas tan dolorosas como la enfermedad física en sí.

Mejoró algo el estado clínico del tumor y fue evaluado como candidato a ser incluido en un programa de terapia psicosomática de coadyuvación psico-oncológica para una mayor adaptación personal al cáncer y colaboración a la mejoría sintomática e incluso el incremento de la probabilidad de supervivencia (Romero, 2003; Vidal, 2002; Cruzado y Olivares, 1996; Moorey, Greer y Watson, 1994; Andersen, 1992; Spiegel, 1992). Se aplicó el Programa Simonton, inicialmente ideado por el Dr. Carl Simonton (1969, 1980) fundador del Cancer Counseling and Research Center de Los Angeles, California, y posteriormente desarrollado junto con su mujer Stephanie Matthews en Dallas, Texas, en los años 70 y finalmente en Little Rock, Arkansas (Simonton y Matthews-Simonton, 1975, 1978, 1981; Matthews-Simonton, 1984), basados en los aportes de la psiconeuroinmunología y otras disciplinas (Herbert y Cohen, 1993; Bovberg, 1991; Stoll, 1989; Doloman, 1969). Aunque éste programa es conocido sobre todo por el uso de la visualización inducida, realmente es más completo y complejo. Está diseñado para trabajar con el paciente a solas o en el grupo terapéutico (Cunningham y Edmonds, 1996) a través de diversas técnicas en tres áreas, unas individuales y otras de familia: A) la aceptación inicial realista de la enfermedad, reducción del distrés psicológico (evitando con ello reacciones emocionales extremas de negación o de depresión-ansiedad) y desarrollo de un espíritu de lucha con un estilo de enfrentamiento activo frente a la enfermedad (Greer y Watson, 1987; Pettingale, Morris y Greer, 1985); B) el aprendizaje de técnicas psicosomáticas consideradas como potencialmente efectivas para el control y en lo posible remisión de la enfermedad tumoral en sí: relajación psicofísica, facilitación de expresión de emociones en especial la ira y el resentimiento (externalización); control de pensamientos aterrorizantes a través de distracción guiada, comprobación de la realidad y búsqueda de alternativas; auto-instrucciones afirmativas; visualizaciones para la salud corporal a través de imágenes mentales positivas y desarrollo de un guía interno (Moen, 1994); trabajo sobre la imagen corporal si es necesario, por ejemplo en mastectomías (Fallowied y Clark, 1991); promoción de programa de ejercicios físicos y actividades; establecimiento de metas para el futuro; y enfrentamiento a los miedos a la recaída y a la muerte; C) la implicación de la familia transformándola en un sistema de apoyo grupal tanto a nivel emocional como instrumental (Matthews-Simonton, 1984).



Carlos rechazó tajantemente los módulos basados en terapia familiar, pero aceptó los de terapia individual. En poco tiempo el programa adquirió el ritmo de funcionamiento esperado, las sesiones de trabajo eran fructíferas y Carlos mejoró su depresión sin medicación adicional aunque se le propuso fluoxetina que rechazó. Adquirió las destrezas esperadas en el programa Simonton. Internamente Carlos rearmó paralelamente su autoimagen de alguien activo frente al cáncer y capaz de enfrentarse a su problema de forma exitosa. Además recibió un refuerzo externo para su identidad de exclusividad, ya que era consciente que el programa Simonton es aplicado por contados terapeutas españoles formados en USA a un número reducido de pacientes oncológicos.

Impasse por Reacción Terapéutica Negativa de tipo Narcisista.

Pero de repente Carlos desarrolló una actitud sumamente agresiva con respecto al terapeuta y la terapia en sí, denigrando la psicología como ciencia, polemizando toda propuesta de intervención oponiendo hipótesis suyas que, aunque disparatadas, las mantenía por ser de su invención. Resultó prácticamente imposible la progresión del tratamiento (Etchegoyen, 1986; Rosenfeld, 1990) debido al enrarecimiento del clima emocional en el hospital. Decía también que se sentía por dentro “peor que nunca” aunque de forma difusa sin poder concretar síntomas, y achacó directamente su empeoramiento subjetivo al erróneo programa terapéutico. Paralizado tal programa, se pospuso la continuación de las sesiones hasta después de unas pruebas oncológicas muy especializadas que tenía que realizar en otra provincia.

Carlos volvió tan deprimido como al principio, relatando que “todavía” tenía cáncer, ya que había incubado la idea que al “ponerse él directamente en funcionamiento”, su cáncer habría remitido (pensamiento mágico omnipotente) y ya no necesitaba de ninguna otra persona (médico, psicólogo, ATS) para su progresiva curación. Pero la realidad había vuelto a desmontar su invulnerabilidad imaginaria narcisista.

Reemprendió pues la quimioterapia y el programa psico-oncológico. Y al mes escaso una vez más el ciclo volvió a repetirse: al adquirir habilidades que le dan poder y control sobre el cáncer, se siente mejor y se rearma su imagen narcisista de ser superior y no necesitar a nadie, con lo que comienza a polemizar y rechazar agresivamente tanto a la terapia eficaz como al terapeuta que le presta ayuda. O sea, justamente el hecho de estar mejorado y que la terapia fuese efectiva, parecía ser condición necesaria para que Carlos desencadenase sus ataques contra el origen de sus progresos. Tal fenómeno sería encuadrable dentro del campo de la reacción terapéutica negativa (RTN) (Pontalis, 1989; Coderch, 1987; Etchegoyen, 1986; Asch, 1976; Rosenfeld, 1975; Olinick, 1964; Cesio, 1957; Riviere, 1949), en éste caso generada por rabia narcisista provocada por la experiencia humillante al sentir que es otro (el terapeuta y su saber inaccesible para el paciente) el que “le cura a él”: su mejoría no resultaba gratificante porque es otro el que controla el proceso; es otro el exitoso, el que sabe, el superior. De ahí la denigración del terapeuta y sus técnicas, la competición intelectual, la exhibición de síntomas de empeoramiento como muestra del fracaso del terapeuta: no podía permitir que nadie fuese más grande que él mismo ni depender de otro para su curación (Coderch, 1995; Kernberg, 1987; Saussure, 1979; Klein, 1957).

Es relevante precisar que Carlos mostraba un carácter narcisista funcionando en el nivel de organización neurótica de la personalidad, no en el borderline ni mucho menos en el psicótico (Steiner, 1993), tal como se puede poner de manifiesto en la “Entrevista Estructural Diagnóstica” de Kernberg (1981). Avalan este diagnóstico, entre otros indicadores, sus excelentes logros laborales en un área de negocio muy competitivo, el mantenimiento estable de relación de pareja y familia, un yo bien integrado sin difusión de identidad, afectividad no caótica ni explosiva, y ausencia del síndrome de narcisismo maligno o conductas agresivas bizarras en las manifestaciones de ira narcisista (Kernberg, 1994). Por todo ello y en otro contexto clínico diferente al de una unidad de oncología de hospital, este paciente probablemente sería buen candidato al tratamiento mediante psicoanálisis estándar antes que por psicoterapia expresiva o psicoterapia de apoyo (Kernberg, 1999; Luborsky, 1984; Schlesinger, 1969). También obviamente Carlos está mas cerca de los pacientes narcisistas grandiosos descritos por Kernberg (1985) según el modelo del conflicto y se encuentra menos reflejado en los casos de pacientes narcisistas desvitalizados según el modelo del déficit descritos por Kohut (1975), lo cual es relevante para la elección de la técnica del tratamiento (Killingmo 1989; Adroer y Coderch, 1991; Bleichmar, 1997; Ingelmo, Ramos y Mendez, 1998).

La anidación multimodal en el caso Carlos.

A los primeros inicios de reactivación de conflictividad, el programa psicosomático se suspendió en sus actividades ordinarias y se comenzó a tratar la propia cuestión de la agresividad creciente del paciente por humillación narcisista a través de dos sesiones semanales de psicoterapia psicodinámica (Bleichmar, 2000; Gabbard, 1997; Ingelmo, Ramos y Muñoz, 1994; Kernberg, 1970), constiuyendo una anidación focal con variación de la terapia o therapy shifting.

Por lo tanto se realizó una anidación estratégica: 1) cambiando el foco terapéutico dejando de atender la mejoría psicofisiológica del organismo y pasando a considerar la necesidad prioritaria de la flexibilización de la estructura narcisista grandiosa del carácter; y 2) modificando el tipo de técnicas: del entrenamiento de habilidades psicosomáticas hacia el incremento del insigth por interpretaciones parciales transferenciales (los sentimientos de malestar frente al terapeuta antes citados) y extratransferenciales (idénticas reacciones hacia otras personas del personal clínico hospitalario y hacia otras personas de su trabajo y otros entornos interpersonales), por señalamientos empáticos de sus procesos mentales internos (frustración de no poder cumplir con sus auto-expectativas de invulnerabilidad y suficiencia) y con reconstrucciones históricas de los mensajes familiares (especularización masiva por parte de sus padres e inducción infantil de identidad grandiosa). Se puso especial cuidado en valorar lo que el paciente discurría, aunque sin someterse necesariamente el terapeuta a sus opiniones, evitando una excesiva asimetría terapeuta-paciente restringiendo en lo posible la posición de experto del terapeuta, y cuidando en no denigrar directamente a sus idealizados padres ni descalificar su infancia feliz y su exitosa madurez.

En concreto, se abordaron en el curso de siete meses las siguientes cuatro áreas:

· Recuperación de experiencias a lo largo de su vida en la que se repitió la secuencia humillación narcisistaàagresión inmediata, por la que se mantiene su autoimagen de superioridad e independencia de otros aún a costa de sacrificar beneficios notorios para él mismo. Aplicaciones del esquema a la propia sesión terapéutica (transferencia-contratrasferencia), al hospital (relaciones con personal sanitario, otros médicos), al propio programa oncológico Simonton, y a hechos del mundo exterior: trabajo, amistades y propio matrimonio.

· Tendencia privilegiada a establecer relaciones de competición antes que de cooperación con personas consideradas “de poder”, y tendencia paralela a exigir relaciones de sumisión total a personas de menor estatus y por ello menospreciadas. Dificultad para soportar relaciones de dependencia emocional y de vinculación externa, así como prácticamente ausencia de empatía genuina: todas sus relaciones interpersonales eran o bien utilitaristas (instrumentales, en función de obtener beneficios materiales) o bien de aduladores para la satisfacción de su ego. Tendencia a reivindicar sus derechos respecto a las conductas de los demás (por ejemplo de trato preferente en el Hospital por pagar mucho dinero) y a la vez ignorancia de tales derechos y necesidades de los otros (empleados y mujer) que son interpretados siempre como debilidades infrahumanas que él no posee.

· Actuación a lo largo de su vida de los deseos de su padre, y no tanto de propios deseos originales: Carlos era el hijo-de-igual nombre que el padre y abuelo y que debería cumplir los anhelos insatisfechos paternos de restauración de la nobleza familiar, sometiéndose a tales deseos sin cuestionarlos. Discurso familiar que le había inducido una identidad personal con exigencia interior de éxito y triunfo continuo sin posibilidad de ser nunca satisfecha, a la par que unos rasgos pre-programados de excepcionalidad y elite que le distanciaba de los demás.

· Paralelamente, se puso de relieve otras reacciones desadaptativas suyas ante las diferentes condiciones de la realidad externa resistente a sus deseos (tal por ejemplo el tener cáncer recidivante) lo que le provoca: o bien depresión o bien sustitución por una fantasía narcisista irreal de invulnerabilidad.

El fin de la anidación.

Después de trabajar siete meses con éste enfoque psicodinámico, se le propuso a Carlos que la siguiente revisión oncológica hospitalaria resultaría una buena ocasión para retomar la inicial terapia Simonton contra el cáncer (clausura de la anidación). Estuvo el paciente de acuerdo, siendo reiniciado el programa psico-oncológico en el cual durante los cinco meses siguientes de tratamiento psicosomático se mostró más colaborador, activo y suficientemente menos resistente (nunca dejó de mostrar ciertos rasgos narcisistas) para llevar adelante el proceso sin demoras, finalizando adecuadamente el programa y logrando los objetivos propuestos sin mostrar reacción terapéutica negativa.

Actualmente se encuentra en un estatus morboso de cáncer en franca remisión y con escasos marcadores tumorales, y es colaborador eventual voluntario partícipe de grupos de auto-ayuda en los cuales comparte su experiencia exitosa con pacientes oncológicos recién diagnosticados.

Comorbilidad de trastornos afectivos en trastorno obsesivo compulsivo - TOC. Caso clinico.


Comorbilidad de trastornos afectivos en trastorno obsesivo compulsivo - TOC. Caso clinico.

La paciente se ducha, de una a dos horas o más, a la vuelta a casa o cada vez que tiene que salir, debe entrar en casa siempre descalza y procurando no tocar nada desde que entra a hasta que llega al baño, cuando termina de ducharse lava su ropa. Hace que su marido y su hija hagan el mismo ritual antes de entrar a casa y limpia con una bayeta cada sitio que hayan podido tocar desde que entran (muebles, paredes, interruptores, pomos de puertas, etc.) y llegan al baño. Manifiesta que si no hace esto experimenta un gran malestar y que se siente culpable por sentirse mejor haciendo que se duchen. Limpia la casa durante varias horas, debe empezar siempre por la cocina y acabar la limpieza allí, e invierte mucho tiempo, según ella, en ordenar los muebles, adornos, etc. Limpia todo objeto inerte que entra a su casa (productos de la compra, ropa, papeles, etc.). Constantemente está preocupada por la suciedad que pueda entrar en su casa, y por lo que le pueda suceder a su marido y su hija, que enfermen, que sufran un accidente, etc., incrementándose este malestar cuando considera que puede que ocurra esto por su culpa.



Frecuentemente está comprobando que las puertas, cerraduras, ventanas estén bien cerradas, sobre todo cuando sale de casa, debe empujar a la puerta un mínimo de 4 veces y en algunas ocasiones ha tenido que dar la vuelta varias veces para comprobar de nuevo que la puerta no se había quedado abierta, además también comprueba el gas y otros electrodomésticos que considera peligrosos (horno, frigorífico, calefactores, etc.).



Las relaciones con su marido y su hija las cataloga como buenas, con su hija tiene comunicación y comparte tiempo con ella todos los días. Con su marido habla poco y comparte poco tiempo, más los fines de semana, por su trabajo. Frecuentemente discute con ellos porque no entienden su “problema”, por lo que dice sentirse incomprendida, avergonzada, mala y culpable, llegando en estas discusiones la mayor parte de las veces a llorar y a sentir la necesidad de que algún día la perdonen. En cuanto a la relación con su hermana también la define como buena en general, aunque comparten menos tiempo del que a ella le gustaría, refiriendo que por su “problema” no puede entrar a su casa y ella no sale lo que le gustaría, suele discutir con esta por el mismo motivo que discute con su marido y su hija.



No tiene amigos, ni otras relaciones sociales fuera de la familia, ni realiza actividades de ocio por las dificultades que le origina su “problema”. Su tiempo libre dice dedicarlo a dar algún paseo, conversar con su hermana y la familia de esta, aunque ambas cosas no muy frecuentemente.



En cuanto a sus actividades diarias y en fin de semana, durante la semana se suele levantar tarde aproximadamente hacia las 12 de la mañana todos los días, suele dormirse sobre las 5 de la mañana, no teniendo sensación de descanso al levantarse. Después de levantarse cocina y tras comer se dedica a hacer cualquier actividad doméstica, ver la televisión o salir a casa de familiares próximos y hacer la compra, pero solo si es necesario. Las tareas domésticas dice dejarlas para cuando tiene ganas, o cuando entra de estar en la calle que es cuando se pone a limpiar, ordenar, ducharse, lavar la ropa, etc.



Antecedentes Patológicos Personales: Preeclampsia, a la edad de 28 años, tratada con reposo y control médico.



Tratamientos Previos: Ha recibido tratamiento psicofarmacológico anterior, hace aproximadamente 5 años, según refiere, compuesto por Motivan y Trankimazin, de duración de unos 2-3 meses, que acabo abandonando por cuenta propia. Durante esta intervención recibe su primer diagnóstico psiquiátrico, que fue de “trastorno de ansiedad en forma obsesiva”, este marca a la paciente, pasando ella misma a considerarse como una persona “obsesiva” y sin posibilidad de hacer frente a esto. A la consulta inicial, refiere tomar por propia iniciativa Orfidal y Lorazepam, tras haberle sido recetado por el médico de atención primaria hace unos 2 años, cuando se encuentra nerviosa, no especifica nada más sobre dosis y tomas diarias.



Evaluación y sintomatología detectada



Evaluación psicométrica inicial, pruebas utilizadas y resultados: En el Inventario de Ansiedad de Beck (BAI) obtuvo un nivel de ansiedad moderada. Inventario de Depresión de Beck (BDI), nivel de depresión moderado. Escala de Ideación Suicida (SSI), ideación suicida leve-moderada. Inventario de Preocupación de Pensilvania (PSWQ), nivel de preocupación grave. Escala de Asertividad de Rathus (RAS), ligero déficit en asertividad. Cuestionario de Autoestima de Rosenberg, déficit de autoestima. Inventario Multifásico de personalidad de Minnesota (MMPI), en esta prueba mantiene un perfil dentro de la normalidad.



En la Escala de Obsesiones-Compulsiones de Yale-Brown (Y-BOCS), se encuadra en un nivel de sintomatología del TOC (obsesiones y compulsiones) grave, invierte de 3-8 horas al día en ellas, le producen interferencia y malestar grave en su vida diaria, siempre cede ante estas, tiene poco control sobre ellas y muestra buena conciencia sobre el problema. En el Listado de Obsesiones y Compulsiones de Yale-Brown, las obsesiones especialmente problemáticas son las de contenido de contaminación, contenido agresivo y otras de diverso contenido (necesidad de recordar y miedo a decir ciertas cosas). En cuanto a las compulsiones, las más problemáticas son las de lavado/limpieza, las de comprobación/seguridad, los rituales de repetición, arreglo y orden, y otras varias (rezar y necesidad confesarse).



Pruebas Complementarias: Análisis hematológico y bioquímico de sangre, bioquímica estándar y hematología normal. TSH normal.



Tras la evaluación realizada, la sintomatología detectada en la paciente se puede agrupar en cognitiva, afectiva, motivacional, fisiológica y conductual. Esta se recoge en la tabla 1.



Tabla 1. Sintomatología Detectada.



Cognitiva



Preocupación y temor excesivo por la suciedad y llegar a enfermar por la suciedad o por el contacto con otra persona enferma.

Preocupación por ser la responsable de que enfermen su marido y su hija.

Preocupación excesiva por ser la responsable de algún accidente que afecte a sus familiares.

Preocupación y temor excesivo a dañarse a si misma o a sus familiares y a estar haciendo algo embarazoso o decir algo erróneo.

Imágenes violentas en las que hace daño a su familia.

Miedo a perder el control y hacer daño a sus familiares o a sí misma.

Rumiación, sobre la necesidad de perdón por parte de su marido y su hija.

Ideas suicidas.

Autocrítica patológica por su debilidad y sus errores.

Creencias de que tiene un aspecto horrible.

Creencias de que será castigada.



Afectiva



Tristeza.

Desesperanza.

Ansiedad.

Culpa por hacer sufrir a su marido y su hija con su problema y porque ningún familiar puede entrar a su casa.

Vergüenza de sí misma.

Irritabilidad.

Sentimientos de fracaso.

Insatisfacción y aburrimiento.



Motivacional



Intenta no pensar en obsesiones pero no lo consigue.

Desinterés por las relaciones sociales.

Dificultad para tomar decisiones.

¿Preocupados u obsesionados?


¿Preocupados u obsesionados?

20 de abril de 2009.- Por doquier se escucha que estamos "obsesionados" por la crisis, que vivimos en una "psicosis" colectiva de miedo global. Es más, muchos aseguran que el principal problema de la crisis es el pesimismo y la desconfianza. Motivos hay, pero una cosa es estar "pesimistas y preocupados" y otra "obsesivos o psicóticos".

El paso de la "rumiación" pesimista de los problemas, a la obsesión psicológica incontrolable es sutil, pero dramático. De hecho eso es lo que diferencia a la gente angustiada, de las personas enfermas del famoso TOC, o "trastorno obsesivo compulsivo". Si hoy traigo a este post la especie, es porque con frecuencia se usan conceptos psicopatológicos –depresión, psicosis, obsesiones, compulsiones - en el lenguaje periodístico "metafórico", no sin riesgo para los afectados por estas enfermedades.

Pondré un ejemplo. Recientemente me visitó una paciente afectada por un TOC con ideas obsesivas de culpa, centradas en supuestos errores verbales cometidos, las cuales tenía que confrontar y verificar constantemente con sus familiares o allegados, lo que le ocupaba muchas horas y le causaba gran sufrimiento.

Es decir, padecía un TOC, pero decía que lo suyo no era realmente una enfermedad, sino una "obsesión que no se podía quitar de la cabeza", y que era parecido a lo que le ocurre a las personas se quedan en el paro por la crisis y, lógicamente, no puede dejar de pensarlo, pero que no por eso va a tener que ir al psiquiatra.

Obviamente su error era dramático. Se trataba de una mujer joven, universitaria, madre de dos hijos, activa, pero gravemente incapacitada por sus obsesiones y compulsiones, y lo peor es que no aceptaba estar enferma ni necesitar tratamiento.

Obviamente su pronóstico no era muy favorable. Traté de explicarle qué es el TOC, y sus graves consecuencias, pero sus defensas eran lógicas, 'racionalizantes' y fuertemente apoyadas por el lenguaje cotidiano. Es más le mostré una web de una asociación de afectados de TOC, en la que expertos explican muy bien que es esta enfermedad, que afecta al 1% de la población, se inicia en edad juvenil, se suele detectar tarde, y si no se trata acaba siendo crónica e incapacitante. Y además conocemos bien sus causas y sus tratamientos.

Básicamente se trata mediante una combinación de psicoterapia cognitiva (prevención y extinción de respuesta) y fármacos serotoninérgicos selectivos y potentes. Pero hay casos tan graves y resistentes, que incluso se requieren técnicas muy sofisticadas, como psicocirugía o estimulación transcraneal.

Obviamente estos son casos extremos, pero lo importante de estas reflexiones, es que con frecuencia se trivializa con conceptos psicológicos, como "obsesivo", o "psicosis", y un buen número de personas realmente enfermas no acceden a diagnósticos y tratamientos necesarios simplemente por que no creen estar enfermas, lo cual repercute seriamente sobre su evolución y pronóstico.

A lo mejor los periodistas, profesionales o aficionados, incluyendo los blogueros, deberíamos moderar el uso de ajustar nuestras palabras "médicas". ¿No le parece?


--------------------------------------------------------------------------------
Jesús J. de la Gándara es psiquiatra y jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos.

La serotonina determina el grado de impulsividad en nuestros comportamientos


fuente:tenoch


La serotonina determina el grado de impulsividad en nuestros comportamientosEscrito por sigloxiii Publicado en Ciencia, PsicologíaCientíficos de la Universidad de Cambridge han demostrado por vez primera una relación entre la actitud impulsiva al tomar decisiones en entornos sociales y los niveles de serotonina en el cerebro. Ya se sabía que este neurotransmisor condiciona el comportamiento en sociedad, pero hasta la fecha no habían podido relacionarse directamente. Reduciendo el nivel de serotonina de voluntarios sanos mediante la dieta y sometiendo a éstos a un juego económico, se descubrió que los participantes con niveles bajos de serotonina en su organismo eran más reacios a aceptar las injusticias, a pesar de que éstas le reportasen algunos beneficios, sin considerar la posible ganancia.

Mas serotonina = Más impulsividad


Harinas y chocolate suben los niveles de serotonina.
Una nueva investigación realizada por científicos de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, ha conseguido por vez primera reunir pruebas de que el neurotransmisor llamado serotonina, que actúa como mensajero químico entre las células nerviosas, juega un papel esencial en la regulación de la impulsividad y agresividad en la toma de decisiones en entornos sociales.

La Universidad de Cambridge explica al respecto en un comunicado que los resultados de esta investigación vierten luz sobre algunos trastornos clínicos, como la depresión, los desórdenes obsesivo-compulsivos y la ansiedad severa, en los que son frecuentes los niveles bajos de serotonina en el organismo. Estos trastornos suelen a su vez estar asociados con dificultades sociales.

Hace tiempo que se sabe que la serotonina juega un papel muy importante en el estado de ánimo, en la ansiedad, en el sueño, y en las conductas alimenticias y sexuales, además de regular las funciones neuroendocrinas y cognitivas de nuestro cuerpo. En el sistema nervioso central juega un papel importante en la inhibición del enojo o la impulsividad.

Desde hace tiempo, también, se había asociado la serotonina con ciertas actitudes en entornos sociales, pero su relación específica con la impulsividad había sido hasta ahora una cuestión controvertida. Aunque muchos especialistas habían teorizado acerca de esta relación, el estudio de los científicos de la Universidad de Cambridge ha demostrado que realmente existe un vínculo causal entre serotonina e impulsividad.

Los resultados de la investigación explicarían, por ejemplo, por qué algunas personas se vuelven más agresivas cuando no han comido. El aminoácido o molécula orgánica necesaria para que el cuerpo genere serotonina sólo se puede obtener de la comida y la dieta, por lo que los niveles de esta sustancia se reducen de manera natural cuando no comemos. Este mecanismo ha sido aprovechado por los científicos británicos en su experimento.

Los investigadores redujeron los niveles cerebrales de serotonina en voluntarios sanos durante un corto periodo de tiempo manipulando su dieta. Posteriormente usaron un juego conocido como “el juego del ultimátum” para observar las reacciones de estos individuos con bajos niveles de serotonina ante acciones injustas.




El juego del ultimátum es un juego económico experimental en el que dos partes interactúan de manera anónima y sólo una vez, por lo que la reciprocidad no es un problema. El primer jugador propone cómo dividir una determinada suma de dinero con el segundo. Si éste último rechaza la oferta, nadie obtiene nada. En cambio, si la acepta, el primer jugador obtiene lo que propuso y, el segundo, el resto.

En este juego, normalmente, los jugadores tienden a rechazar, alrededor de la mitad de las veces, aquellas ofertas que suponen menos de un 20-30% de la cantidad total, a pesar de que, con este rechazo, se quedan sin nada.

Sin embargo, con los niveles de serotonina más bajos de lo normal, la tasa de rechazo de las ofertas injustas por parte de los participantes se incrementó hasta el 80%, sin que a éstos les preocupara perder la recompensa que supone aceptar las ofertas, por nimias que fueran, explican los investigadores en Science. De hecho, los voluntarios no demostraron ningún cambio de humor, no siguieron un proceso básico de valoración de la recompensa ni mostraron una respuesta inhibitoria.

La científica Molly Crocket, co-autora del estudio, señaló en el comunicado de la Universidad de Cambridge que “estos resultados sugieren que la serotonina juega un papel fundamental en la toma de decisiones en entornos sociales, normalmente manteniendo las respuestas sociales impulsivas bajo control. Los cambios en la dieta y el estrés pueden ocasionar que los niveles de serotonina fluctúen, por lo que resulta importante comprender cómo estos cambios pueden afectar a nuestras decisiones cotidianas”.

Conseguir serotonina

Pero, ¿cómo podemos mantener unos niveles óptimos de serotonina en nuestro cerebro? Los especialistas señalan que consumiendo triptófano, que es un aminoácido esencial en la nutrición humana que promueve la liberación del neurotransmisor.

Alimentos ricos en triptófano son, por ejemplo, el pollo o el chocolate, aunque en general los niveles de serotonina en el organismo dependen de los niveles de azúcar en la sangre, y éstos pueden aumentarse también consumiendo, por ejemplo, harinas, que tienen un alto contenido en azúcar y, por tanto, pueden sustituir la tristeza, la angustia y el nerviosismo por alegría, sedación y felicidad.

Por otro lado, los niveles de serotonina también aumentan con el ejercicio físico, la vida al aire libre o las bebidas azucaradas. Con unos niveles óptimos se duerme mejor –la serotonina regula el reloj interno del organismo-, y también se tiene mejor memoria, porque este neurotransmisor ayuda a concentrarse y a recordar.

Un gen protege al cerebro de la ansiedad y el estrés


Un gen protege al cerebro de la ansiedad y el estrés
19/08/2008 12:16:57
Un equipo de investigadores del Instituto Cajal de Madrid, pertenecientes al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha descubierto que el gen de la adrenomedulina protege al cerebro de la ansiedad y el estrés, según aparece publicado esta semana en la revista "Proceedings" de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense (PNAS).

Para ello, se llevó a cabo un estudio observacional en ratones en el que comprobaron que aquellos individuos a los que se había suprimido este gen del sistema nervioso central se movían más que sus hermanos normales, pero con una mala coordinación motora. Los animales modificados genéticamente tenían más ansiedad y presentaban movimientos estereotipados, característicos del síndrome obsesivo-compulsivo.

Los autores del estudio, dirigido por Alfredo Martínez, utilizaron una batería de pruebas de comportamiento para entender el funcionamiento del cerebro de los ratones a los que les faltaba la adrenomedulina. Los resultados obtenidos indican que la ausencia de este gen hace que las neuronas de áreas concretas del cerebro tengan un citoesqueleto más rígido, lo que tiene consecuencias perjudiciales en el comportamiento animal. Los animales que carecen de adrenomedulina cerebral son mucho más sensibles a los agentes que dañan el cerebro.

Según Martínez, gracias a esta investigación se ha detectado que muchos de los defectos psicológicos observados en los ratones sin adrenomedulina se corrigen con la edad, de manera que "en individuos de más de seis meses --unos 30 años en humanos-- no se aprecian diferencias en animales con o sin el gen". Todo indica que tiene que haber un mecanismo de compensación dependiente de la edad responsable de esta normalización.

Los investigadores habían descrito con anterioridad que el cerebro en condiciones normales presenta niveles altos de adrenomedulina. Estos niveles aumentan en situaciones de daño cerebral. Los trabajos realizados hasta ahora por este equipo indican que la adrenomedulina es un factor que protege al cerebro tanto frente a las agresiones externas (isquemias, traumatismos, etc.), como a las internas (exceso de estrés y ansiedad).

En la actualidad, explicó el director de esta investigación, están trabajando en la búsqueda de sustancias de aplicación farmacológica que puedan aumentar la acción de la adrenomedulina cerebral y, de ese modo, "poder frenar el daño producido por el estrés y la ansiedad excesiva".TÉCNICAS DE INGENIERÍA GENÉTICA

Los autores tuvieron que sofisticar para este trabajo las técnicas empleadas, dado que la eliminación completa del gen de la adrenomedulina en ratones provoca la muerte de los embriones a los 14 días de vida intrauterina.

Para evitarlo, los investigadores eliminaron el gen del sistema nervioso central y lo dejaron intacto en el resto del organismo, lo que exigió la utilización de complejas técnicas de ingeniería genética.

MUCHOS ACCIDENTES INEXPLICABLES SE DEBEN A UNA SATURACIÓN CEREBRAL


MUCHOS ACCIDENTES INEXPLICABLES SE DEBEN A UNA SATURACIÓN CEREBRAL
http://www.dsalud.com/numero43_3.htm
fuente:discovery salud
El altísimo flujo de información que llega al cerebro en nuestra tecnificada sociedad hace que éste se colapse a veces y necesite "desconectarse" del cuerpo para poder hacer un proceso de "puesta a punto", algo que deja al organismo sin control y expuesto a numerosos riesgos. Le contamos las causas que llevan a este caos patológico, a ese desconcertante "bloqueo cerebral transitorio" y cómo se puede evitar de forma rápida e inocua.

"El gigantesco avance científico de las últimas décadas exige hoy al cerebro humano en las sociedades industrializadas procesar tanta información que a veces éste se satura inevitablemente y queda inactivo mientras se 'reprograma' -lo que en términos informáticos llamaríamos 'resetear el disco duro"-, algo que puede incluso poner en peligro nuestra vida". Al menos eso es lo que afirma Antonio Lamarca con el que ya hablamos hace unos meses sobre los peligrosos efectos del ruido en la salud (vea Discovery DSALUD nº 34). Pues bien, en esta ocasión hemos querido dar un paso más allá y hablar sobre lo que este experto define como "bloqueo cerebral transitorio", consecuencia de los abusos al que sometemos a nuestro cerebro.
"En el siglo XIX -comenzaría explicándonos Antonio Lamarca- en la sociedad predominaba el esfuerzo físico, del cual dependía la riqueza y la prosperidad. Los conocimientos científicos y el uso del intelecto no eran condiciones prioritarias para la supervivencia. En consecuencia, sólo la enfermedad y la falta de fuerza física atentaban seriamente contra la vida. Sin embargo, hoy -sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX- el esfuerzo físico se ha sustituido por el intelectual en los campos laboral, doméstico, de ocio, etc. Y desde entonces la 'parte' intelectual del cerebro está a veces sobreutilizada con consecuencias que muchos desconocen".
Un cambio que -según este investigador- explicaría el consumo creciente de tranquilizantes, sedantes, ansiolíticos y antidepresivos a los que hoy recurrimos para aplacar unos síntomas y sensaciones a las que muchas veces no sabemos dar explicación. Para Lamarca, empero, todas esas extrañas sensaciones que los médicos encasillan como "enfermedades" (estrés, depresión, ansiedad, falta de autoestima, etc.) no serían más que síntomas psicosomáticos (o "no-enfermedades", como las llama) que el cerebro emplea para avisar de que se está bloqueando y dejando al cuerpo sin control.
"Claro, la Medicina, al no saber interpretar esos síntomas -nos diría- busca las causas en lo inmaterial en lugar de hacerlo en el funcionamiento de los sentidos y, por ende, en el ordenador central que es el cerebro. Y mientras, esos colapsos, que los médicos etiquetan como 'ataques de pánico', se siguen produciendo, aumentan, se repiten y generan una espiral de temor en quien los padece. Es lógico, pues, que en algunos casos lleguen a producirse daños psíquicos e, incluso, suicidios. De ahí que intente dar a la sociedad la información que poseo a fin de que se sepa que existen límites cerebrales y qué se puede hacer en el caso de notar alguna alteración mental. Porque ello permitiría evitar muchos accidentes de fatales consecuencias".

UN ORDENADOR CENTRAL
Lamarca nos explicaría que en el cerebro humano el trabajo sensorial se reparte proporcionalmente según la función, complejidad y cantidad de energía que cada una requiere. Y nos explicaría también que todos disponemos de sensores que detectan constantemente la presencia de fenómenos físicos, térmicos, mecánicos y electromagnéticos... cada uno de los cuales consume una determinada cantidad de energía. Por ejemplo, los órganos de la audición y de la visión -por su sofisticación- son los que requieren más "memoria" -valga la expresión- del ordenador-generador de sensaciones que es el cerebro. En lo que se refiere a la carga sensorial, le sigue en importancia el aparato locomotor ya que de sus cientos de músculos dependen todas las interacciones, tanto internas como externas y de relación con los demás. Y luego el órgano más diseminado del cuerpo humano, la piel, con sus terminaciones sensibles al calor, tacto, corte, presión y punción -entre otras- que, en situaciones extremas, pueden solicitar del cerebro toda su capacidad. En suma, el ser humano depende del control cerebral consciente e inconsciente. Unos controles que se activan simultáneamente por los estímulos procedentes de cualquier órgano, glándula, músculo, etc. Es entonces cuando el cerebro valora toda la información y genera respuestas -internas y externas- adecuadas a cada fin dando órdenes concretas a cada órgano, glándula, músculo, etc., para resolver la situación planteada en cada instante.
Pero, ¿qué sucede si el área de procesamiento del cerebro se "satura" -valga el símil informático- o agota -en términos bioquímicos? Pues según Lamarca, como el cerebro está diseñado para la vida y no permite ser destruido pone en marcha los mecanismos oportunos para sobrevivir a la situación. Para lo cual reduce la precisión de control de los órganos y músculos y, a la vez, alerta al afectado. En esos casos éste, instintivamente, busca un entorno seguro y silencioso evitando la proximidad de sus semejantes. Y si aún así la situación de sobrecarga no se reduce el cerebro provoca entonces un rápido "reset" o "puesta a punto", proceso que suele durar entre 10 y 20 minutos. Es decir, se "desconecta" totalmente con lo que la persona pierde por completo el control del cuerpo experimentando una sensación de caos horrible. Esa situación ha sido médicamente etiquetada como "tormenta vegetativa" o "ataque de pánico" aunque Lamarca la llama "bloqueo cerebral transitorio". En tales casos ninguna ayuda externa sirve.

BLOQUEO CEREBRAL TRANSITORIO: EL QUID
"Le puedo asegurar -nos diría- que es la sensación más terrible que un ser humano puede sentir". Algo que asevera con rotundidad porque él mismo la ha sufrido ¡en más de 200 ocasiones! Es decir, que Antonio Lamarca se adentró en la búsqueda de respuestas a este problema -como tantos otros enfermos de muy distintas enfermedades- para intentar encontrar una explicación a lo que le sucedía ante la falta de respuesta de la Medicina convencional. Unas investigaciones que le llevaron a comprender que el cerebro tiene un límite de saturación y que cuando éste se sobrepasa se desconecta automáticamente. "Es como si fuera un ordenador y el disco duro se llenara y precisara reconfigurarse para seguir funcionando. En tales situaciones la "computadora cerebral" tiene que dejarlo todo y dedicarse exclusivamente a hacer el 'programa de mantenimiento'. Es decir, el cerebro, en situación límite y con el informe de su reloj interno de que faltan muchas horas para que el sueño reponga sus circuitos, opta por hacer un 'reset' -total o parcial- desconectándose del cuerpo y reconectándose luego ordenadamente 'cuando el procesador ya está en orden', al menos para los órganos principales del mantenimiento de la vida".
Un proceso que dura -según nos diría- entre 10 y 15 minutos y que si bien médicamente se conoce como "ataque de pánico" en realidad no sería sino una especie de desconexión transitoria.
Eso sí, en tales momentos la situación del afectado es caótica porque la desconexión del cerebro hace que la persona sea hipersensible al hábitat, a la meteorología, al mareo por movimiento, a los cambios de la presión, a las turbulencias y estratos del aire, a los cambios térmicos, a la aceleración y desaceleración en cualquier plano, a los infrasonidos, a los focos de luz, al ruido, etc. Es decir, prácticamente a todo. En resumen, durante esos minutos el ser humano está completamente indefenso.
Al preguntarle qué se puede hacer en esa situación la respuesta fue clara: "Nada. Limitarse a esperar a que el cerebro, por sí solo, se reconecte con el cuerpo y vuelva a la situación normal". Quisimos saber si además del exceso de información que llega al cerebro a través de los sentidos hay algún otro elemento que pueda provocar esta situación. "Pues sí. Verá -nos respondió-, en ocasiones sucede que incluso si se eliminan los agentes causales de tipo auditivo o visual los síntomas no desaparecen y también se produce el bloqueo cerebral transitorio. El seguimiento de estos casos determinó que también se puede generar sobrecarga cerebral por la radiación electromagnética del infrarrojo en su amplio espectro y que tal circunstancia se daba si el área de evolución del afectado resultaba ser de radiación heterogénea, o sea, si existían en torno a él dos o más longitudes de onda en lugar de una homogénea, es decir, con una sola longitud de onda. He observado que de la radiación homogénea depende la correcta fluidez de la neurotransmisión y que la radiación heterogénea produce sobrecarga cerebral hasta que, incluso por sí misma, provoca el bloqueo" (vea el recuadro sobre radiaciones homogéneas y heterogéneas).

EL PROCESADOR CEREBRAL
También ha observado Antonio Lamarca en estos veinte años de investigación que los bloqueos cerebrales aparecen y desaparecen de forma aleatoria sin que puedan determinarse las razones exactas que los desencadenan aunque se sepa que es sólo una la causa: un informe sensorial erróneo y/o excesivo. Un hallazgo que dio base a las siguientes premisas:
-El cerebro humano puede bloquearse transitoriamente por sobrecarga informativa, bien por no disponer de más capacidad para procesar datos -por ejemplo, por agotamiento o por no haber dormido lo suficiente-, bien por algún proceso bioquímico que lo afecte.
-La capacidad cerebral para procesar datos ininterrumpidamente supera las 24 horas y quizás pueda llegar a las 100. En todo caso, lo adecuado es dormir correctamente 8 de cada 24 horas sin recibir ningún tipo de estímulo sensorial.
-Cuando los ojos o los oídos sufren una alteración física y la información que llega al cerebro no es correcta éste tiene en tales casos que trabajar tanto que puede consumir su capacidad de procesamiento en menos de 16 horas. En ese punto es imposible ya que puedan reponerse todos los circuitos cerebrales en las ocho horas de descanso, lo que se empeora si el tiempo de dormir es alterado por nocturnidad, vigilia, etc. "Todos podemos estar una noche sin dormir -explica Antonio Lamarca- pero a las 48 horas el cerebro empieza a tener problemas para controlar los órganos".
-En situación de alta carga cerebral el ser humano es muy vulnerable a los cambios atmosféricos o del hábitat, incluidas las radiaciones de todo tipo.
-Las sensaciones y síntomas psicosomáticos leves son el indicador que alerta de que el bloqueo cerebral está próximo y de que la vida peligra si la situación en esos momentos es de alto riesgo (conducción de vehículos, trabajos en altura, etc.) por lo que se tiene que reducir inmediatamente el flujo informativo hacia el cerebro para evitar ese bloqueo.

SOLUCIONES SIMPLES
"Una característica de la sintomatología psicosomática -aclara nuestro entrevistado- es que la sobrecarga cerebral provocada por cualquier vía o sentido forma una sinergia negativa que potencia los síntomas generados por cualquier otra vía. De ahí que se recomiende ir poco a poco eliminando la carga sensorial para ayudar al cerebro en su proceso de reseteado". Por ejemplo -y como ya explicábamos en el número 34 de nuestra revista-, para reducir la carga cerebral provocada por vía auditiva existe un procedimiento muy simple que consiste en atenuar el ruido ambiental por medio de filtros auditivos de espuma. Es decir, con unos simples tapones se puede reducir la carga cerebral en más de un 80% y se puede pasar de una situación caótica -con más de 40 de los síntomas (ver recuadro adjunto)- a sentirse bien y seguro en menos de 30 minutos.
Si esto no es suficiente se recomienda cerrar un ojo -o los dos- durante 3 o 4 minutos, o bien no utilizar la visión para distancias cortas hasta que remitan los síntomas. Esta es la forma de atenuar la sobrecarga por el sentido de la vista.
Ahora bien, Lamarca también cita la influencia de las radiaciones electromagnéticas en la sobrecarga cerebral humana. Y, a ese respecto, ofrece una solución sencilla para obtener una zona de "sombra" sin radiación. Para conseguirla sólo es necesario reflejar todo el espectro óptico con una lámina reflectante, por ejemplo, un espejo. Para que se entienda: la persona que se sitúa en la parte trasera del espejo -la no reflectante- no recibe la influencia del campo electromagnético al que pueda estar sometida la zona en que se encuentra ya que éste "rebota" en la cara reflectante. Lamarca recomienda pues colocar un espejo bajo la cama. De esa forma, durante el descanso, la persona deja de recibir las radiaciones que -sin saberlo- mantienen en alerta al cerebro y le impiden eliminar la carga cerebral acumulada. Así se reduce la sobrecarga cerebral provocada por la neurotransmisión.
Es más, Lamarca dice que "las ondas de la telefonía móvil de un repetidor único no entrarían en el ámbito de este artículo por ser la longitud de onda muy larga pero es posible que muchos repetidores en el mismo punto más los teléfonos de los usuarios por superposición de portadoras y por la característica de la modulación generen trenes de ondas en la zona del infrarrojo que sí afectarían a la neurotransmisión y, en todo caso, a la correcta replicación celular. Y lo mismo se puede pensar de las redes de alta tensión, aunque yo creo que no sería por ser de alta tensión simplemente. En todo caso, el problema se podría generar en las fugas de los aisladores que soportan la red. De ser así, la solución estaría también habitando zonas con sombra electromagnética en el infrarrojo, o sea, la banda óptica (la luminosa es sólo una parte de la óptica). Es necesario, pues, investigar en este campo."
Para terminar, y respecto de los oídos, Antonio Lamarca insistió en la necesidad de advertir a los lectores de la importancia de evitar la entrada de agua y productos de limpieza en ellos durante el aseo personal. Nada, pues, de usar constantemente palillos con algodones. La entrada de líquido en el pabellón auditivo o la simple humectación del tímpano puede alterar el mensaje hacia el cerebro de tal forma que el mero hecho de evitarlo -por medio de tapones adecuados- resuelve en muchos casos los llamados "ataques de pánico". "La sutileza del cerebro en la interpretación de los impulsos electronerviosos provenientes de cada oído hace que el simple hecho de humectar los tímpanos aumente el trabajo cerebral exageradamente. Se puede pues imaginar qué puede suceder en el cerebro si en un oído hay un problema cualquiera, por ejemplo, exceso de cerumen o una infección. En cualquiera de esas situaciones, y en presencia de ruido ambiental continuo, es normal que el afectado tenga los llamados ataques de pánico".
Sólo nos resta añadir que los resultados prácticos están hoy dando la razón a Antonio Lamarca cuyas propuestas son fáciles de comprender y de experimentar. Con la ventaja de que las soluciones que aporta son sencillas, inocuas y económicas.


Laura Jimeno Muñoz

Sintomatología psicosomática
Estos son algunos de los síntomas y sensaciones que según Antonio Lamarca provoca el cerebro para hacernos saber que está próximo a bloquearse:
-Visión de puntos negros y cadenitas plateadas; sensación de presión interna en la cabeza; lengua de color blanco; dolor de estómago y pérdida de apetito; movimientos musculares incontrolables; ruidos, zumbidos y siseos en los oídos; insomnio progresivo con nerviosismo agobiante; pérdida de la actividad y cansancio; molestias en el tórax y respiración dificultosa; sensación de inestabilidad al estar de pie; frío extraño sin temblores (incluso en verano); boca seca y sin saliva aun masticando; pérdida de sensibilidad al tacto; alteración en el ritmo del corazón; sudoración de la mitad superior del cuerpo; orinar muy a menudo de forma incolora; palidez exagerada; temor a problemas del corazón; necesidad inexplicable de cambiar del lugar; miedo a la luz solar; turbidez mental; sensación de desmayo inminente; angustia desesperante y temor a un fin cercano; visión con barras en el campo visual periférico; reducción del campo visual y deformación de las imágenes; pérdida de la capacidad de percibir la tercera dimensión (profundidad); visión en blanco y negro o visión doble; zumbido y explosión potente en la cabeza; ataque de pánico; deslumbramientos con luz normal; luces centelleantes en el campo visual; dolor de cabeza entre presión y migraña; sensaciones raras e indefinibles en el cuerpo; síntomas de mareo en mayor o menor grado; dificultad de concentración mental; náuseas, vómitos y dolor de cabeza residual; pérdida de control sobre uno mismo.


Espacios electromagnéticos homogéneos y heterogéneos
Los espacios -por naturaleza o artificio- pueden ser homogéneos o heterogéneos, fijos o móviles. Como ejemplo podemos citar:
-Homogéneos fijos: cuando el subsuelo es uniforme, generalmente en llanos, playas arenosas, construcciones de madera, suelos sin cambio de densidad o forma, etc.
-Homogéneos móviles: radiación solar no interferida, radiación lunar no interferida y desplazamientos a velocidad constante.
-Heterogéneos fijos: subsuelos rocosos agrietados o nivelados con materiales de derribo y piedras de gran volumen, estructuras de los edificios en todos los planos, cuevas subterráneas, interrupciones y saltos por desnivel en los cauces de aguas subterráneas, proximidad a las paredes de montaña, márgenes, entresuelos, alcantarillados, túneles, máquinas grandes en plantas inferiores y/o superiores, garajes subterráneos, etc.
-Heterogéneos móviles: radiación solar o lunar con interferencias naturales o estructurales (de las construcciones, edificios, etc.), aglomeraciones de personas (supermercados, colas, grupos, espectáculos, formaciones, etc.), vehículos con aceleración y desaceleración repetitiva (transporte público urbano, marcha en caravana, ascensores, etc.), oscilación lateral o frontal (embarcaciones, aviones, etc.), edificios de gran altura, borrascas tormentosas (por radiación transversal propia o reflejada -aún no estando al alcance de la visión- o perpendicular cuando está cerca o encima).
Además, partiendo de la base de que las radiaciones las emiten todos los cuerpos y a cualquier temperatura y de que el alcance depende del espesor de la materia, de la temperatura en grados kelvin (0 ºk = -273 ºC)), de la constante del material -conociendo también que el suelo, por sí mismo, es emisor de radiaciones además del sol, la luna y de algunos fenómenos atmosféricos-, al incluir en este medio, por ejemplo, un edificio, en su interior nos encontraremos:
-Interferencia del subsuelo, fundación y estructura (jácenas, vigas, etc.), con la emisión propia del suelo -de abajo hacia arriba y en horizontal en los sótanos y entresuelos-, sin olvidar las propias del interior del terreno también en horizontal.
-Emisión propia de cada jácena y viga pues, al estar alineadas, se suman sus valores radiantes. -Divisiones de la planta con habitaciones de diferentes dimensiones pues las paredes intermedias de las habitaciones pequeñas afectan a las grandes. Pero no sólo habrá que considerar la distribución del propio edificio sino la de los edificios contiguos.
-Estructuras de soporte de refuerzo en los diferentes niveles (ejemplo de garajes subterráneos, plantas con maquinaria pesadas, incluidos vehículos, túneles, pozos, alcantarillado, etc).
Cabe añadir que las radiaciones celestes también han de tenerse en cuenta ya que el sol, la luna y las nubes tormentosas hacen el mismo efecto que la Tierra pero al revés, es decir, de arriba hacia abajo con la complicación de que al ser emisores o reflectores móviles varían continuamente su inclinación, aparecen, se desplazan y desaparecen las zonas heterogéneas.
Y todo ello formando sinergia con las sobrecargas cerebrales causadas por la audición, la visión y el aparato locomotor.