tu que prefieres tener razon o ser feliz




Da igual con lo que estés tratando: una separación, una estafa, un boicot, una muerte injusta. Realmente da igual. Aquí no interesa cuánto daño te han hecho, cuánto estás sufriendo y ni mucho menos quién tiene razón. Aquí interesa que quieres ser más feliz y en eso es en lo que nos vamos a centrar. Si te quieres sentir bien, realizad@ y feliz es imprescindible centrarse en el presente y buscar soluciones de reparación.

En muchos casos, especialmente muertes y traiciones graves, puede que necesites un tiempo de duelo para expresar libremente tus sentimientos de tristeza y rabia. Tú te conoces y sabes tus tiempos mejor que nadie. Sabes que para un plantón de una amiga, puedes permitirte sentirte frustrada media tarde; para la pérdida de un trabajo que te encantaba, puedes tirarte todo un fin de semana encerrada en casa, para un divorcio quizás tendrás que darte todo un año. Sea lo que sea no va a ser el fin del mundo, ni tu fin tampoco. El primer paso es adoptar una posición más objetiva. Cómo si te salieras de la película y la vieras desde fuera. ¿Qué opinarías si en lugar de tu historia, se tratara de la historia de otra persona? Observa tus sentimientos y ponte un plazo para pasar a la acción y empezar tu limpieza emocional. Date un tiempo breve para llorar y compadecerte de ti mism@ si lo necesitas, pero una vez concluido ese margen ponte en marcha inmediatamente.

Revolcarte en la depresión sólo hace aumentar la densidad negativa y hace que te sientas peor, aunque a veces puede que no te des cuenta. Por ejemplo, cuando les cuentas tus desgracias a alguien, te prestan atención y por lo tanto tu niñ@ interior herid@ tiene sus tres minutos de gloria. Esto puede parecer bueno, pero si lo alargas, harás que las personas positivas huyan de ti y sólo encuentres personas que te compadezcan haciendo que cada vez te sientas más impotente. La carga negativa que llevas se acumula y puede llegar a ser tan grande (imagínatela como una mochila llena de piedras que cada día pesan más) que si no la vacías en un ambiente controlado cualquier pequeño malentendido la hará derramarse cual una taza rebosante, muchas veces en el peor momento para ti, como con tu suegra, en una reunión de trabajo etc, y muchas veces de forma violenta como si realmente estuvieras tirando pedradas con las cargas de tu mochila, haciendo que te sientas culpable por el malestar que has causado a otros y creando un círculo vicioso que hará sentirte cada vez peor. Si, por el contrario, quieres salirte del lío, y volverte a sentir bien, tu simple intención, atraerá los recursos y situaciones que necesitas y con un par de ejercicios fáciles recuperarás enseguida tu paz interior.

El problema da lo mismo, incluso si has actuado deshonestamente o has causado algún daño a propósito puedes arreglarlo; si es una situación de vacío irreversible puedes encontrar otras cosas que le den sentido a tu Vida; si luchas con patrones de conducta muy reiterativa y no sabes qué hacer con ellos puedes buscar ayuda y solucionarlos. No tienes por qué hacerlo todo tu sol@. Pero sea lo que sea, nadie puede decidir por ti y mucho menos hacer tu limpieza por ti y tú no te vas a sentir bien hasta que actúes con coherencia interna.

EJERCICIO: ¿Prefieres ser feliz o tener razón? ¿Estás dispuesto a dejar marchar el pasado? ¿Estás dispuesto a entender que todo es un aprendizaje y que todo el mundo actúa lo mejor que puede con la información que tiene? ¿Puedes comprometerte a un espacio de trabajo personal diario durante algún tiempo? Escoge cuánto rato y con que frecuencia te vas a dedicar a tu limpieza emocional y actúa según tu plan de acción a partir de ahora.
fuente:www.mailxmail.com

FELICIDAD/BIENESTAR



FELICIDAD/BIENESTAR

Definir el concepto de felicidad es tarea ardua. Seguramente sea una de las definiciones más controvertidas y complicadas. El ser humano ha tendido siempre a perseguir la felicidad como una meta o un fin, como un estado de bienestar ideal y permanente al que llegar, sin embargo, parece ser que la felicidad se compone de pequeños momentos, de detalles vividos en el día a día, y quizá su principal característica sea la futilidad, su capacidad de aparecer y desaparecer de forma constante a lo largo de nuestras vidas.

Otra de las controversias en torno a este tema es dónde buscar la felicidad, si en acontecimientos externos y materiales o en nuestro interior, en nuestras propias disposiciones internas. Aún hoy es difícil responder a esta cuestión.Por esta razón, y desde un punto de vista psicológico, el estudio del bienestar subjetivo parece preferible al abordaje de la felicidad.

La felicidad, concepto con profundos significados , incluye alegría, pero también otras muchas emociones, algunas de las cuales no son necesriamente positivas (compromiso, lucha, reto, incluso dolor).

Es la motivación, la actividad dirigida a algo, el deseo de ello,su búsqueda, y no el logro o la satisfacción de los deseos, lo que produce en las personas sentimientos positivos más profundos.

No hay deber que descuidemos tanto como el deber de ser felices.
Stevenson, Robert Louis

La falta de las cosas que el hombre desea es un elemento indispensable de la felicidad.
Russell, Bertrand

Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una.
Voltaire, François Marie Arouet

La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación.
Kant, Inmanuel

Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias.
Locke, John

fuente:psicologia positiva

¡Qué delgada es la línea que separa estos estados de ánimo! Parece que no pero resulta “relativamente sencillo” empezar dudando y acabar viviendo en consecuencia a una obsesión.

Dudar es sano, es bueno y es positivo; bajo mi punto de vista creo que es uno de los motores de la evolución humana. Si Newton no se hubiera planteado por qué el cayó una manzana en la cabeza, ni le hubiera dado por pensar “y si fuera porque…” puede que no hubiera escrito jamás la ley de la gravitación universal, ¿no?

Pero como todo blanco tiene su opuesto… la duda puede llegar a ser el principio de una obsesión, de un estado emocional paralizado por el miedo y de actuar y vivir coherentemente con lo que se cree en ese momento independientemente de su veracidad o no. La obsesión comienza siempre con una idea o una situación de incertidumbre que nos asusta o que nos genera temor. Por ejemplo, yo tengo la costumbre de cerrar la puerta de casa con llave por la noche, pero si caigo en la tentación de volver a comprobar lo que estoy haciendo, estoy activando (seguramente de una manera inconsciente) la secuencia ‘duda-comprovación’ que me obliga a asegurarme cada vez que me asalta la duda para así quedarme más tranquila. Cuanto más lo hago, más necesidad tengo de hacerlo, hasta el punto que la repetición se convierte en compulsión y ya estoy totalmente presa del miedo a no haber cerrado la puerta… más de una vez he bajado al parking en plena noche para comprobar que el coche estaba cerrado!!

Este ejemplo de la llave por la noche puede resultar trivial, pero no lo es tanto cuando empiezas a dudar de las personas que te importan, de ti misma o de tus actos y tu desarrollo en la vida. Se activan de igual forma estos mecanismos que acaban autodestruyéndonos o alejándonos de esas personas queridas. Y es que una persona obsesionada utiliza una lógica correcta para responder a preguntas “equivocadas”, a veces el error está en lo qué nos preguntamos y de éste modo estamos alimentando unas inseguridades que nos paralizan, nos bloquean y nos impiden ver más allá de nuestro miedo. Más allá de lo oscuro y de lo negro.

Mi experiencia me ha llevado a la conclusión de que no existen soluciones teóricas para la vida, que más que pensarla; la vida está para vivirla y que la acción es el mejor antídoto contra la inseguridad. Y que el fracaso hay que intentar relativizarlo, no significa que nada te importe, no significa no implicarte en nada, significa darle la vuelta a todo y, por muy difícil que resulte mantener una actitud observadora ante las ideas que nos asaltan, sin intervenir ni combatir. Dejarlo pasar, aprender de lo que sucedió pero no abrazarnos a ese hecho que ya no podemos modificar y que seguramente nuestra actitud solamente lo empeorará o nos hará más daño. Desde aquí os puedo decir que la intención excesiva paraliza la consecución de aquello que se desea con todas las fuerzas. No es fácil… se recae… pero todo se puede superar y ya no os digo ¡!lo que se aprende!!

fuente:irene

"Hasta la raíz más pequeña encuentra su leñador."



"Hasta la raíz más pequeña encuentra su leñador."
Proverbio Arabe



¿Sabe usted manejar sus preocupaciones? ¿Cómo éstas le afectan? ¿Cuál es la razón de ser de sus preocupaciones? ¿Es usted obsesionado?¿Se deja llevar por la obsesión?¿ Está consciente del alcance, las repercusiones de la obsesión?, son algunas interrogantes que lo invitan a reflexionar sobre estos temas que inciden en su conducta, comportamiento. En este escrito nos adentramos en lo importante que es saber enfrentar las preocupaciones y obsesiones a fin de evitarnos conflictos que nos afecten psíquica y físicamente.

ASPECTOS BASICOS A SER TOMADOS EN CUENTA

Al permanecer activos en este plano físico y garantizar que nuestro tránsito debe ser lo mejor de lo mejor garantizando nuestra salud, felicidad, es necesario estar atento sobre cómo las preocupaciones y obsesiones inciden en nuestra conducta, comportamiento. Justamente al respecto de estos tópicos, Ana Muñoz nos comenta, que preocuparse de manera exagerada no sólo no conduce a nada bueno, sino que además produce un gran malestar, interfiere en el trabajo y no te deja dormir. Sin embargo, se pueden utilizar algunas técnicas sencillas para combatirla. Se nos dice además, que la persona preocupada tiene un predominio del lado intelectual sobre el emocional; vive más en su cabeza que en sus sentimientos. Analiza, piensa constantemente y en su cabeza hay una continua cháchara mental. "A veces me dan ganas de golpearme la cabeza contra la pared para que pare", dicen algunos. Es como si todo lo que llegara a la mente de estas personas fuera importante y digno de ser tenido en cuenta. Cada idea, cada recuerdo, cada imagen que surge en su cabeza. Nada se puede desechar y no son capaces de separar lo que verdaderamente importa de lo secundario. No es raro que padezcan de dolor de cabeza, generalmente localizado sobre los ojos. A nivel mental estas personas son poderosas y tienen una energía mental desbordante, pero, por desgracia, no saben cómo utilizarla o la usan de manera incorrecta y agotadora.

Ana Muñoz nos agrega, que se trata de personas concienzudas, dedicadas al trabajo, al cual dedican mucha energía, y tienen un gran sentido de la ética y la moral. Se esfuerzan siempre en hacer lo correcto de la manera correcta, lo que la mayoría de las veces quiere decir "a su manera", ya que suelen tener bastante claro cómo hay que hacer las cosas. Son perfeccionistas y detallistas. Les gusta el orden y la limpieza, la planificación y la rutina, catalogar, hacer listas. Nunca cometen imprudencias ni excesos y no les gusta tirar las cosas, ya que en un momento dado pueden llegar a necesitarlas. Les gusta trabajar y esforzarse y no les atraen las cosas fáciles de hacer. Debido a que se rigen por el intelecto y no por sus emociones o deseos, les cuesta perdonarse los pequeños errores que toda persona puede cometer y es entonces cuando aparece la culpa y la preocupación. Muñoz nos sugiere, que cuando todos estos rasgos se exageran, nos encontramos con el llamado trastorno obsesivo de la personalidad. Se trata de personas tan preocupadas por los pequeños detalles que es posible que hasta llegue a perderse el sentido inicial de la tarea que se traen entre manos o que no sean capaces de terminarla nunca, porque leen una y otra vez lo que han escrito para asegurarse de que no han cometido ningún error, se ahogan en posibilidades interminables e incluso pueden dedicar más tiempo a hacer listas u horarios que a realizar la tarea en sí. Están tan dedicados al trabajo que no tienen tiempo para las amistades o el placer. Son rígidos e inflexibles en cuanto a la ética y la moral, pudiendo llegar hasta el fanatismo. Son incapaces de desprenderse de objetos sin valor y jamás delegan tareas a nadie. Nunca reconocen que están equivocados. En muchas ocasiones, pueden resultar insoportables para los demás, a quienes no perdonan ni el más mínimo fallo. Viven continuamente atormentados por las preocupaciones, el miedo al trabajo y por estar dándole vueltas siempre a lo mismo. No pueden tomar decisiones ni terminar el trabajo porque nunca está perfecto del todo. Por tanto se puede afirmar entonces, que las obsesiones pueden consistir en ideas, imágenes o impulsos a hacer algo que no queremos y nos resulta aterrador (como matar a alguien). Aparecen como intrusos en la mente y producen una gran angustia, miedo o vergüenza. Intentas sacarla de tu mente pero es imposible. Entonces te ves impulsado hacer algo para combatirla y sentirte mejor (la compulsión).Desde luego, Ana Muñoz nos aclara como liberarse de las obsesiones. En primer lugar, cada vez que aparezca ponerle una etiqueta: preocupación absurda u obsesión irracional. El siguiente paso será aceptar esos pensamientos, después controlarlos voluntariamente y, por último, librarse de ellos.
Se sugiere además: Aceptar su obsesión. Es decir, cuando estas ideas, imágenes o impulsos aparecen en su mente y le resultan sumamente desagradables y quiere librarse de ellas, resistirse, luchar y sacarlas de su cabeza para siempre. Pero no puede; es algo que escapa a su control y si no puede controlarlo tampoco puede eliminarlo. Pero, ¿cómo controlar lo que parece incontrolable? Lo primero que tiene que hacer, aunque resulte paradójico, es aceptarlo y no tratar de combatirlo. Deje que esos pensamientos prosigan libremente. No los juzgue ni los analice. De este modo los estás transformando en voluntarios, (ya que has decidido libremente que está bien tener ese pensamiento y está bien que sea obsesivo), aumentando así su dominio sobre ellos. Se recomienda también, controlar la obsesión. Es decir, que una vez que estos pensamientos son voluntarios puedes empezar a controlarlos.

Para ello se puede hacer dos cosas:

1. Dejarlos para más tarde. Si está trabajando y empieza a preocuparse con algo, postergue su preocupación para dentro de un rato, eligiendo una hora determinada para obsesionarse. Pueden ser 5 minutos después, o una hora o incluso por la noche, dependiendo de la severidad de su problema y lo insistentes y frecuentes que sean sus pensamientos obsesivos. Si ha decidido dejarlo para cinco minutos después, por ejemplo, trate de posponerlo de nuevo cuando hayan pasado esos cinco minutos y así sucesivamente.

2. Cambiar la forma de preocuparse.

Otra manera de adquirir mayor control sobre su pensamiento es cambiando la forma que tiene de responder a la obsesión. Para ello puede hacer varias cosas: Anote tus pensamientos exactos en una libreta cada vez que aparezcan, incluso si aparecen unos minutos después de haberlos anotado y tienes que volver a escribir lo mismo una y otra vez. Esto le ayudará a darse cuenta de lo absurdos que son y el esfuerzo de escribirlos continuamente disminuirá su aparición por puro aburrimiento. Cambie la situación. Si su obsesión o preocupación consiste en una imagen mental, trate de modificar esa imagen. Por ejemplo, si consiste en ver su casa ardiendo, póngale un marco a esa imagen y luego imagine que dicho marco se encoge poco a poco hasta ser demasiado pequeño como para distinguir lo que hay en su interior. Si su pensamiento obsesivo consiste en imaginar que golpea a alguien con un martillo, transfórmelo en un enorme martillo de goma espuma incapaz de hacer daño a nadie.

Cante su obsesión: elija una música alegre y cante: "me van a despedir", "no llegaré a fin de mes", o cualquier frase que resuma su preocupación. Esto hará que disminuya su ansiedad, ya que el hecho de cantar es incompatible con ella y le ayudará a distanciarte de esas emociones desagradables. Cuando ts sientas mejor deje de cantar y centre su atención en otra cosa.

LAS OBSESIONES


DEL SUFRIMIENTO A LA PAZ
IGNACIO LARRAÑAGA

LAS OBSESIONES

Las obsesiones.

Un sujeto está en su habitación. Entra un enemigo en ese recinto y cierra la puerta. El sujeto no puede expulsar al intruso, ni tampoco puede salir. Eso es la obsesión.

Yo he quedado asustado en más de una ocasión al comprobar cómo el fenómeno de la obsesión es un mar sin fondo y sin orillas de sufrimiento. Decenas de veces me he sentido absolutamente impotente, con el natural abatimiento que causa toda impotencia, para liberar a muchas personas de sus obsesivos círculos cerrados. El fenómeno está emparentado con la ansiedad y la angustia, pero en sí mismo es otra cosa. Entre ambas -obsesión y ansiedad-angustia- hay una relación de causa a efecto, a modo de un círculo vicioso, como veremos; pero encierran, repito, contenidos específicamente distintos.

El yo se siente ajeno a la representatividad obsesiva, como si un cuerpo extraño se hubiera incrustado en la personalidad. Se trata, en definitiva, de representaciones que se le imponen al sujeto y se le hacen presentes en el primer plano de la conciencia contra su voluntad; y le resulta difícil, casi imposible, alejarlas. Lo específico de la obsesión es, pues, que el sujeto que la padece se siente dominado; se da cuenta de que el contenido obsesivo carece de sentido y que se ha instalado ahí sin motivo alguno. Pero, a pesar de todo, se siente impotente para ahuyentarlo. Esto es lo más característico del fenómeno obsesivo. La mayor desdicha que puede experimentar un hombre es el no poder ser señor de sí mismo, el sentir se interiormente vigilado y paralizado por la presencia de un gendarme; es como si le hubieran encadenado de pies y manos, como si su libertad hubiera sido gravemente herida en un ala y se sintiera totalmente impotente para volar, para ser verdaderamente dueño y señor de sí mismo, de su propio mundo.

Una vez más tenemos que precisar que no estamos hablando aquí de enfermos obsesivos, que necesitan una atención clínica, sino de aquellos que se ingenian para disimular su situación, y consiguen conducirse en la sociedad como personas normales, lo que, ya de por sí, es un indicador de que no se trata de enfermos clínicos; pero, al mismo tiempo, sufren intensamente, si bien a intervalos y en una variada escala de altibajos. De hecho, la obsesión acaba convirtiéndose en uno de los más abundosos surtidores de sufrimiento humano.

Ejemplos: Las representaciones obsesivas se dan en la más variada gama de matices, tonalidades e intensidad. El pueblo se expresa con una frase plenamente certera y feliz cuando dice: se le pone, se le puso.

Una mujer vivió durante muchos años cuidando de su padre, enfermo, y lo hizo con esmero y cariño. Meses después de fallecido el progenitor, se le puso en la cabeza a la hija que no había cuidado con suficiente solicitud a su padre mientras vivió. Se daba cuenta de que este pensamiento no tenía base alguna, pero no podía evitar que la dominara; y la dominó hasta el punto de que, cuando yo la conocí, vivía en una angustia mortal, al borde de la depresión.

Hay personas a las que, en lo mejor de una fiesta o en el día más feliz, se les pone la idea de que aquello va a acabar; y esta idea las domina de tal manera que las incapacita totalmente para disfrutar. He conocido personas a quienes le sucede lo siguiente: al acostarse, por la noche, se les pone la obsesión de que, si se duermen, la muerte les va a sorprender en pleno sueño y van a morir sin darse cuenta. Y esta idea fija les provoca una ansiedad tal que les impide dormir. En los preparativos del viaje abren siete veces las maletas para comprobar si han metido algún objeto importante, u otras tantas veces vuelven a casa o se levantan de la cama para averiguar si la puerta estaba bien cerrada, o necesitan lavarse las manos o los dientes una y otra vez.

El pensamiento obsesivo se manifiesta frecuentemente en forma de interrogación, la cual incluye el miedo, que, a su vez, es un auténtico detonante: ¿Y si no duermo esta noche? Esta duda se toma obsesión, y la obsesión en angustia, y la angustia les impide dormir. ¿Y si me pongo colorado ante esta persona? La idea fija y el miedo desencadenan un proceso, y le salen todos los colores. Lo que tanto temía y se esforzaba por reprimir, se le impone. ¿Quién sabe si la presencia de fulano en la sala, durante mi charla, no me pondrá nervioso? Y, efectivamente, la fijación de esa persona le bloquea completamente la inspiración. El barullo de la calle, el tictac del reloj, el ruido del agua, ¿no me perturbarán el sueño? Y se lo perturban. ¿No me impedirá estudiar el ruido del televisor? Y, por supuesto, se lo impide; pero no es el ruido, sino la idea obsesiva del ruido. . ¿No me impedirán dormir los ronquidos de mi compañero de habitación? Y claro que sé lo impiden; pero no son los ronquidos, sino la idea fija de los ronquidos. Sabes que aquella persona piensa y dice que tú eres antipático. Te encuentras con ella, tratas de mostrarte simpático, pero te comportas con mayor torpeza que nunca. La idea obsesiva desencadena el proceso contrario: lo que intentabas evitar se te impone y domina. Y si no doy bien la lección, si esta operación no me resulta, si se me olvida toda la materia de examen? Y claro que se le olvida, y opera desmañadamente, y da la lección de la manera más deslucida. La mayor parte de las llamadas dudas de fe se reducen a eso: el miedo represivo hace que aquello que se quiere evitar se le imponga y lo domine a uno. No son, pues, dudas de fe, sino reacciones psicológicas. La misma cosa acontece con los pensamientos o deseos deshonestos: lo que se teme y reprime contraataca en la medida en que se reprime; es como un resorte demasiado apretado: cuanto más se lo fuerza, más fácilmente salta. La duda degenera casi siempre en inquietud obsesiva; en relación con la salvación eterna, se plantea de esta forma: ¿quién sabe si me salvaré? ¿Y si estuviera predestinado a la condenación eterna?

He conocido sacerdotes ya ancianos con dudas (duda obsesiva) acerca de la validez de su vocación, y, por consiguiente, de sus misas y confesiones. ¿Cabe angustia mayor? La religión sobre todo si está basada en la culpa y el temor, es una de las fuentes más profundas de obsesión y angustia. Hay personas que se confiesan diariamente, y aun varias veces por día, porque se les pone en la cabeza que no manifestaron bien sus pecados. Y cuantas más veces se confiesan, más intranquilos están..., pensando si habrán consentido en tales o cuales pensamientos o imaginaciones. i Una tortura! Y dicen: si yo no tuviera el aguijón de estos escrúpulos sería la criatura más dichosa del mundo. Sobre su historia tiene setenta y cinco recuerdos halagüeños y tan sólo cinco negativos. Pero se les ponen e imponen en el primer plano de la conciencia esos cinco puntos negros, de tal manera que acaban dominando todo su horizonte histórico, como si su vida se resumiera en esos cinco recuerdos negativos, resultándoles imposible realizar una evaluación correcta acerca de sí mismos. Un solo fracaso les obsesiona a algunos de tal manera que, por largos años, respiran por esa herida; y desencadena en su interior un proceso general de inseguridad y de complejos de inferioridad, perturbando notablemente el desarrollo armónico de la personalidad y orientándola hacia actitudes pesimistas y reacciones negativas. De pronto, el rencor adquiere en algunas personas caracteres obsesivos: el personaje más desagradable (un "enemigo") invade su mente y se instala en ella con rasgos tan indelebles que son incapaces de expulsarlo. Y viven dominados por el recuerdo de ese "enemigo".

Ciertas fobias o manías contra una determinada persona tienen también un carácter obsesivo. Se trata de un impulso insuperable e incontrolable de antipatía; una obsesión que nació y vive a despecho del sujeto afectado; pero ahí está, y ¿quién podría desplazarla? Las presunciones o aprensiones son ideas fijas revesten la mente del sujeto de tal realismo que nadie convencerle de que lo que está suponiendo no » objetivo: fulano está en contra de mí; aquí nadie me quiere; el jefe ya se enteró; aquellos otros me han retirado su confianza; aquél no pasó a saludarme, lo que quiere decir que le "soplaron" lo que dije de él; entre bastidores están tramando desplazarme del cargo; ya nadie cree en mí... Son suposiciones que carecen de todo fundamento. Puros fantasmas. Pero estas personas los revisten en su imaginación de un realismo tal que los viven con caracteres de pesadilla. ¡Cuántas veces he visto despuntar la aurora de la alegría en sus rostros tan sólo con este toque de clarín!: ¡ Despierta!, todo eso es mentira, un puro fantasma de tu mente. Hay casos en los que no se dan propiamente contenidos, sino estados obsesivos; y esto es más grave. Estos sujetos no son torturados por obsesiones con perfiles concretos, sino por una confusa mezcla de recuerdos que los agobian, sombras que los entristecen, ansiedades que los turban, inquietudes punzantes llegadas en oleadas sucesivas sin que se sepa exactamente de dónde provienen ni a dónde los llevan, fondos oscuros, mundos ignotos, impresiones irracionales, sensaciones sin rostro..., todo lo cual envuelve a esas personas en un clima de temor confuso y oscuro, como si mil fieras invisibles se les cruzaran en el camino. Estos estados se dan en ciertas personas y en determinadas circunstancias, y, probablemente, necesitan atención clínica.

Causas y remedios

He ahí la obsesión: noche de fantasmas, mar sin fondo de angustia y ansiedad. Leyendo las páginas precedentes, el lector se habrá preguntado: y ¿qué hacer para ahuyentar tantas sombras? El fenómeno es sumamente complejo. Hay personas cuya constitución genética, recibida a través de los cauces hereditarios, es muy proclive a las fijaciones obsesivas. Basta con que en su entorno vital haga, de pronto, su aparición un factor estimulante, a modo de detonador, y entran rápidamente en crisis, se sienten sitia- das por la obsesión y no ven la manera de salir de esa situación. Estos detonantes pueden tener tonalidades muy distintas. Podríamos multiplicar los ejemplos para demostrar cómo un mismo motivo, que a unos les provoca un pavor obsesivo, a, otros los deja fríos; o lo que hoy asusta y obsesiona a una persona, al mes siguiente no le causa ningún efecto, y viceversa. Como veremos; el fenómeno depende también de los estados de ánimo: cuando un sujeto se halla en un estado altamente nervioso o dispersivo, normalmente será fácil presa de las obsesiones, lo que no sucederá cuando se encuentra tranquilo y en una situación normal. . En otras ocasiones se dan una serie de motivaciones y móviles que, desde la oscuridad, actúan sobre la persona. En este caso, los contenidos obsesivos se hallan ligados a la historia vital intena de la persona, en la que unas vivencias se engarzan con otras, emergiendo en la obsesión como una síntesis de carácter simbólico entretejida de acontecimientos pasados. En este caso, un buen tratamiento de psicoanálisis puede ayudar a descubrir y sacar a la luz las oscuras motivaciones que engendraron la obsesión. Con frecuencia, el mero hecho de tomar conciencia de lo que sucede en el misterioso plano de los submundos interiores suele ser _el principio de la curación.

No nos estamos refiriendo aquí, lo repetimos una vez más, a los enfermos obsesivos, aquellos que necesitan una atención médica, sino a los que son obsesivos, sin olvidar que también éstos pueden caer, por emergencia, en crisis insostenibles. Según he podido observar, estos obsesivos normales entran casi siempre en este temible círculo vicioso: la vida agitada, las pesadas responsabilidades, así como un entorno vital estridente y subyugador, conducen a olas personas a una desintegración de la unidad interior, que rápidamente deriva en fatiga cerebral, ya que, en fin de cuentas, toda dispersión no es sino una pérdida de energías, como también sucede con la desintegración del átomo. Esta fatiga cerebral deriva inmediatamente en fatiga mental. Y fatiga mental no es otra cosa que debilidad mental, o lo que es lo mismo, incapacidad de ser señor de Sí mismo, de adueñarse del curso de la propia actividad interior. El sujeto se siente impotente para retener y controlar las riendas de sus recuerdos, imágenes y emociones. ES la impotencia. Al Sentirse la persona mentalmente débil, los pensamientos y recuerdos, por lo general desagradables y sin motivo ni razón de ser, se instalan en ella, apoderándose con facilidad de su mente y ocupando todo su territorio. Y siendo el enemigo -la obsesión- más fuerte que el dueño de la casa -la mente- ésta acaba siendo derrotada por aquélla. Viéndose dominado e impotente para enfrentar al enemigo, el hombre es fácil presa de la. angustia- ansiedad, que, a su vez, produce una fatiga y debilidad mentales cada vez mayores. Cuanto mayor es la debilidad mental, mayor es la fuerza de las obsesiones para adueñarse, sin contrapeso, del hombre, con la secuela de una angustia cada vez más intensa. Este es el círculo vicioso, mortífero y fatal, que mantiene a tantas personas, y por tanto tiempo, presas de insufribles agonías.


fuente:Por raulcelsoar

OBSESIONES Y ANGUSTIAS



OBSESIONES Y ANGUSTIAS

OBSESIONES Y ANGUSTIAS

Ignacio Larrañaga (El Arte de ser Feliz, Cap. 3)

Tú estás en tu habitación y, sin pedir permiso, entra en tu cuarto un enemigo y cierra la puerta. No puedes expulsar al intruso, ni tampoco puedes salir de tu habitación. Eso es la obsesión; es como tener que cohabitar con un ser extraño y molesto sin poder expulsarlo.

La persona que sufre de obsesión se siente dominada, se da cuenta de que la idea que le obsesiona es absurda, no tiene sentido, y de que se le ha instalado ahí sin motivo alguno. Pero, al mismo tiempo, se siente impotente para expulsarla y parece que, cuanto más se esfuerza por ahuyentarla, con más fuerza se le instala y se le fija.

La mayor desdicha que puede experimentar un hombre es la de sentirse interiormente vigilado por un gendarme, sin poder ser autónomo ni dueño de sí.

El pueblo, para manifestar la idea de obsesión, se expresa de la siguiente manera: “se le puso tal idea”. Aquella mujer vivió durante largos años cuidando solícitamente a su padre enfermo, después que éste murió, se le puso la idea de que no lo había cuidado con suficiente esmero mientras vivió. Ella tenía la conciencia clara de que este pensamiento era absurdo, pero no pudo eludir que la obsesión la dominara completamente.

Hay personas que, una vez acostadas, se les pone la idea de que no van a poder dormir esa noche. La idea les domina de tal manera que, efectivamente, no duermen.

Hay personas que cuando preparan el equipaje de un viaje abren la maleta cinco o seis veces para comprobar si metieron aquel objeto; personas que se levantan varias veces de la cama para comprobar si está bien cerrada la puerta; personas que pasan todo el día lavándose las manos una y otra vez… Se podrían multiplicar los ejemplos.

Existe la obsesión de la culpa, la del fracaso, la del miedo, la de la muerte, la de las diferentes manías.

Hay personas que son y están predispuestas a las obsesiones por su propia constitución genética. Basta que se les haga patente en su entorno un factor estimulante para que entren rápidamente en una crisis obsesiva.

El estado de obsesión depende también de los estados de ánimo: cuando un sujeto se halla en un estado altamente nervioso será presa de una crisis obsesiva mucho más fácilmente que cuando está relajado y tranquilo.

Hay tres cosas que andan danzando en una misma cuerda: la dispersión, la angustia y la obsesión. Ellas tres actúan entre sí como madres e hijas, como causa y efecto. Pero, muchas veces, no se sabe quién engendra a quién, quién es la madre y quién es la hija. Incluso sus funciones pueden ser alternadamente indistintas: la angustia genera obsesión, la obsesión, a su vez, engendra angustia y, de todas formas, la dispersión siempre engendra, o al menos favorece, ambos estados.

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Las obsesiones nacen casi siempre en un temible círculo vicioso: la vida agitada, las responsabilidades fuertes y un entorno vital estridente y subyugador.

Todo esto conduce a una desintegración de la unidad interior con una gran pérdida de energías, por lo que el cerebro tiene que acelerar la producción de energías con la consiguiente fatiga cerebral.

Esta fatiga cerebral deriva rápidamente en la fatiga mental. La fatiga mental, a su vez, no es otra cosa que debilidad mental. Y debilidad mental significa que todos los estímulos exteriores e interiores se te prenden y te dominan, y tú no puedes ser dueño de tus mundos interiores porque precisamente los pensamientos y las emociones más desagradables se apoderan y se instalan en ti, sin motivo ni razón, dominan sin contrapeso los mecanismos de tu libertad. Y aquello a lo que temes y a lo que resistes se te fija y te domina en la medida en que lo temes y te resistes.

Esto sucede porque los pensamientos obsesivos son más fuertes que tu mente que está muy débil. Y está débil tu mente porque tu cerebro está muy fatigado porque tiene que producir aceleradamente grandes cantidades de energías. Esto, a su vez, sucede porque necesitas reponer muchas energías debido a la dispersión y nerviosismo que hay en ti. Y, siendo la obsesión más fuerte que la mente, ésta acaba siendo derrotada por aquella. Y la mente, al sentirse dominada por la obsesión es incapaz de expulsarla, queda presa de una angustiosa ansiedad que deriva en una fatiga y una debilidad mentales cada vez mayores, y entonces la fuerza de la obsesión es mucho más considerable y te domina sin contrapeso.

Este es el infernal y temible círculo vicioso en el que, como dijimos, danzan al unísono la dispersión o nerviosismo, la angustia y la obsesión, llevando a muchas personas a agonías insufribles y abriéndose de esta manera las puertas al enemigo más peligroso: la obsesión.

¿Qué hacer? Ciertos fármacos, como los sedantes, pueden ayudar en situaciones de emergencia pero son simples lenitivos, no atacan la raíz del mal. Otras soluciones, como las drogas, alcohol u otras formas de evasión son puros engaños para empañar los ojos a fin de no ver al enemigo.

Pero el enemigo está dentro y hay que enfrentarlo con los ojos abiertos porque no hay manera de escaparse de uno mismo. Los remedios son de varias clases y están al alcance de todos, pero no tienen efectos instantáneos como los fármacos. Al contrario, exigen un paciente entrenamiento, producen una mejoría lenta, a veces con altibajos, pero una mejoría real porque aseguran el fortalecimiento mental.

El primer remedio consiste en no resistirse a la obsesión misma: todo lo que se resiste o se reprime, no sólo no se suprime sino que contraataca con mayor violencia. Resistirse mentalmente equivale a apretarse contra algo, y todo apretarse es angustiarse, sentirse angosto, apretado. La obsesión si se la dejara, dejaría de apretar y, simplemente y por sí misma, se esfumaría.

Repetimos: lo que se reprime, contraataca y domina. La represión aumenta, pues, el poder de la obsesión. Si se le dejara, ella misma iría perdiendo fuerza. Y dejar consiste en aceptar que ocurra aquello que se teme. Aceptar que no vas a dormir, aceptar que no vas a actuar brillantemente ante aquellas personas, aceptar que éstos o aquellos no te quieran, aceptar que hayan hablado mal de ti, no haber acertado en el proyecto… Sólo con este aceptar disminuirán muchas de tus obsesiones y algunas desaparecerán por completo.

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En segundo lugar, debes ir adquiriendo la capacidad de desligar la atención, de interrumpir a voluntad la actividad mental, desviando voluntariamente el curso del pensamiento y de las emociones.

Y eso se puede adquirir acostumbrándose a hacer el vacío mental, a suprimir momentáneamente la actividad pensante, a detener el motor de la mente. Con este vacío mental se ahorran muchas energías mentales; con este ahorro el cerebro, la mente descansa y se fortalece. De esta manera, tu mente llegará a ser más fuerte que tus obsesiones.

Y así, llegarás a ser capaz de ahuyentarlas de tus fronteras, alcanzando el pleno poder mental hasta llegar a ser tú el único árbitro de tus mundos. Para conseguir tan anhelados frutos necesitas dedicarte, sostenida y sistemáticamente, a la práctica intensiva de los ejercicios que encontrarás en el capítulo V. Los resultados irán viniendo lenta pero firmemente y, paulatinamente, irás logrando la tan deseada tranquilidad mental.

Las obsesiones, en algunos casos, desaparecerán completamente y quizá para siempre. Pero no les sucederá así a quienes por constitución genética son portadores de tendencias obsesivas. Éstos deberán permanecer atentos todo el tiempo porque en el momento en que se haga presente un estímulo exterior o les llegue una fuerte fatiga, pueden entrar, de nuevo, en crisis.

En resumen, la salvación no se te va a dar como un regalo de Navidad. Eres tu mismo quién debe salvarse a sí mismo. Y, recuerda, la libertad no es un don sino una conquista.

El arte de ser feliz. Paulinas. Lima, 2003

El gen de la felicidad


Cada vez son más los estudios científicos cuyos resultados apuntan al origen genético de las enfermedades mentales. Encontrar los factores genéticos que puedan estar presentes en las enfermedades puede ser muy beneficioso para la humanidad, esto es indudable. Sin embargo, resulta preocupante ver cómo a veces la ciencia pretende reducir todo lo que le acontece a una persona a factores únicamente orgánicos.

El cerebro es un órgano cuya importancia no podemos negar. La neuropsiquiatría, como disciplina que estudia la relación cerebro-conducta, ha hecho aportes valiosos y está abriendo un amplio panorama de investigación. Sin embargo, sería desacertado caer en la tentación de creer que hay un gen para cualquier enfermedad psíquica. Ya se ha hablado del gen de la homosexualidad, del autismo, de la esquizofrenia, de los trastornos bipolares, de la depresión y de los trastornos obsesivo-compulsivos, por sólo mencionar algunos de ellos.

En busca de ese gen los neuropsiquiatras han recorrido cada centímetro del cerebro. Cada día sabemos más cómo funciona el cerebro como órgano, cada día sabemos más acerca de la importancia del sistema límbico, de la amígdala, de la corteza cerebral pero ¿ese conocimiento nos ayuda a conocer más a la persona que padece la enfermedad?

Cada enfermo es distinto, con sus particularidades y singularidades, a pesar de que tenga anomalías idénticas en sus genes. La gran cantidad de variaciones que se observan en pacientes psiquiátricos no puede ser explicadas por la genética. La biogenética tiene una importancia que no podemos desdeñar pero tampoco debemos sobreestimarla. Su sobreestimación entraña el peligro de dejar afuera precisamente a esa persona que se pretende estudiar. Además exonera a la persona de cualquier responsabilidad que pudiera tener en lo que le ocurre ya que nadie es responsable de los genes que tiene. Aquí surge una pregunta para reflexionar: ¿en qué sociedad viviríamos si son los genes y no el sujeto los que deciden el destino?

Una sociedad que suprime cualquier reflexión sobre sí misma es una sociedad que fomenta sujetos irresponsables. Si toda enfermedad es una enfermedad de los genes entonces la única salvación la ofrecen la ingeniería genética y la farmacología. Si los genes justifican cada aspecto de nuestra vida entonces todo, desde el color de los ojos hasta la felicidad estaría localizado en algún lugar de nuestro ADN.

Los genes pueden ser una disculpa fácil cuando no se desea sentirse responsable por las consecuencias de los actos propios. En vez de preguntarnos por qué somos así y qué podemos hacer para cambiarlo diremos: “Yo soy así porque mis genes son así“. La visión puramente genética niega el papel protagónico que tiene el sujeto en su propia vida. La genética no marca nuestro destino ni es la responsable de nuestros sufrimientos.

La naturaleza nos ofrece un ejemplo privilegiado: el de los gemelos univitelinos o gemelos idénticos. Si bien al comienzo de la vida estos gemelos son indistinguibles en la manera en la que sus genes son expresados sus personalidades adultas son muy diferentes. Sólo parte de nuestro destino está escrito en los genes, el resto dependerá de cuán comprometidos estemos en la construcción de la propia felicidad.

fuente:By Nicole Mitidieri.