¿SOY OBSESIVO COMPULSIVO?


Título: ¿SOY OBSESIVO COMPULSIVO?
Objetivo: Explicar en qué consisten la obsesión y compulsión, así como detectar sus principales manifestaciones y consecuencias.
Investigadora(s): Elena Cantú González
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La obsesión es una idea o pensamiento repetitivo e irrefrenable; la compulsión es una acción en contra de la voluntad del sujeto.

El psicólogo Arturo Ortiz explica: “para comprender el origen del trastorno obsesivo- compulsivo debemos entender que dentro de cada persona coexisten dos impulsos básicos: vida y muerte. El primero promueve la creatividad; el segundo, la destrucción. Ambos constantemente buscan la forma de salir. El truco es que cada persona aprenda a manejar ambos impulsos armónicamente. En este sentido, la persona obsesiva tiene la intención de dominar los impulsos que surgen por medio de pensamientos repetitivos en torno a un objeto real, pero es el objeto el que finalmente controla a la persona. La realidad sigue igual y cada vez hay mayor presión para manejar el impulso; entonces, la compulsión se dispara por un deseo irrefrenable de repetir incesantemente una conducta que se da en automático, es decir, sin planearla previamente. Aunque la persona esté consciente de que esta acción no tiene sentido, no puede pararla y empieza a sufrir las consecuencias”.

Si bien la obsesión y la compulsión se dan en cualquier individuo y bajo distintas circunstancias, cuando obstaculizan la adaptación en el sujeto, le impiden relacionarse y evitan que realice actividades cotidianas podemos estar frente a un caso patológico. Hasta cierto nivel, los rasgos obsesivo-compulsivos son positivos y necesarios para algunas profesiones, por ejemplo, para aquellas que implican presión, entrega, tenacidad, tiempo y constancia.

Aunque hay un sinnúmero de pensamientos y acciones obsesivo-compulsivas que se manejan a través de rituales, algunas suelen ser más representativas:


ü Rituales de limpieza: se evitan posibles focos, reales o imaginarios, de suciedad o contaminación: pasar al lado de la basura, junto a un hospital o un baño público, sintiendo posteriormente la necesidad de realizar complicados rituales de higiene y limpieza, como lavarse las manos o bañarse varias veces al día.

ü Rituales de repetición: pueden repetirse las más extrañas secuencias, por ejemplo, repetir un determinado número ante un pensamiento, seguir una secuencia de números pares en cualquier situación, etc.

ü Rituales de comprobación: hay multitud de posibles comportamientos, como comprobar repetidamente que se ha cerrado el gas o la puerta.

ü Rituales de acumulación: el sujeto tiene dificultad para desprenderse de cualquier cosa y acumula grandes cantidades de objetos, en su mayoría inservibles.

ü Rituales de orden: todo ha de estar en el mismo lugar, posición, de mayor a menor, etc. Cuando la persona nota un mínimo cambio en el acomodo de las cosas siente gran ansiedad y ocupa muchísimo tiempo ordenando nuevamente.

Una característica muy frecuente de los sujetos obsesivo-compulsivos es el perfeccionismo. Cuando este rasgo gobierna casi todas las actividades es probable que se convierta en una obsesión, aunque algunos niveles de perfeccionismo no caen en lo patológico y contribuyen a alcanzar un objetivo. Otras actividades ritualizadas por las personas obsesivo-compulsivas pueden ser: comprar, robar, comer, hacer ejercicio, desafiar el peligro, participar en juegos de azar, etc.

Independientemente del tipo de conducta o pensamiento que surja en la mente de la persona obsesiva-compulsiva, en todos los casos hay un hilo conductor. La persona se ve empujada por razones internas, usualmente inconscientes. Su comportamiento es persistente y recurrente. Usualmente, altera la continuidad de la vida personal, familiar o profesional; estas personas reiteran cierta conducta para aumentar la confianza en sí mismas, lo que les alivia el penoso sentimiento de la insuficiencia. Internamente, sus impulsos y su propia represión establecen un compromiso por el cual comparten un espíritu de desafío, no su afecto y ni un contacto genuino con los demás. Generalmente tienen cierta incapacidad para dar afecto, expresar sus emociones o entregarse a una relación.

La persona obsesiva-compulsiva parece defenderse de sus propios pensamientos y actitudes y trata de ocultarlos frente a los demás e incluso frente a sí misma, lo que conduce a uno de los mecanismos de defensa más característicos: el aislamiento emocional. Todo esto tiene un alto precio. Es posible que su conducta reste tiempo a la diversión y al tiempo libre. Esta privación puede provocar daños psicológicos y físicos: fatiga, irritabilidad, perturbación del sueño, dificultad de concentración, hipertensión, jaqueca, migraña, depresiones, problemas gastrointestinales y afecciones coronarias.

Antes que nada, es importante no prohibir determinadas conductas compulsivas. Aunque otras personas puedan sentir que la conducta compulsiva es incoherente e irracional, para alguien compulsivo estas acciones son necesarias; si no las realiza esto le genera angustia, ya que el impulso se contiene y no encuentra salida. El manejo de las obsesiones-compulsiones no es racional: sino se requiere una serie de herramientas emocionales psicoterapéuticas a fin de que el paciente logre identificar sus impulsos: cuáles son y de dónde vienen, de modo que aprenda a modularlos de una forma adaptativa.

fuente:canal once tv

es el enemigo...

Ponle un poco de sentido del humor a tu vida…

Ponle un poco de sentido del humor a tu vida…


Gran parte de nuestros problemas se deben a que nos tomamos las cosas de la vida y a nosotros mismos demasiado en serio, como si fuésemos el centro del Universo. Hay personas que no se permiten ser indulgentes consigo mismas. Se comportan de forma solemne y ceremoniosa, mantienen a toda costa la compostura y se flagelan si cometen algún error o inconveniencia.

La capacidad de reírse de uno mismo es una sana actitud para enfrentarnos a la vida. Es un recurso muy útil para aprender a distanciarnos emocionalmente de los problemas. Nos permite relativizar, restar dramatismo a lo cotidiano y escoger cómo queremos sentirnos.

Karl Valentin, el "payaso metafísico" —maestro de Bertold Brecht—, decía que todas las cosas tienes tres lados: uno positivo y uno negativo, y otro cómico. Incluso en las peores circunstancias podemos encontrar ese lado cómico. Cuentan que Tomas Moro, cuando era conducido al patíbulo para su ejecución, le dijo al verdugo: “Ayúdame a subir, hijo, que para bajar ya me arreglo solo”.

A menudo las personas piensan que o se tiene sentido del humor o no se tiene. Nada más lejos de la realidad. El sentido del humor se puede adquirir, cultivar y desarrollar. Es como cualquier otra habilidad: sólo requiere un poco de entreno y mucha práctica.

La e-zine de hoy es un alegato a favor del sentido del humor. Reírse es un signo de inteligencia y de madurez emocional. Reírse alegra la vida y libera endorfinas… ¿Sabéis que el sentido del humor es una de las cualidades que más valoran las mujeres en un hombre? Chicos, ¡hacedlas reír


Los beneficios del sentido del humor



La vida es demasiado importante como para tomársela en serio. Oscar Wilde



El animal más sufriente de la tierra se vio obligado a inventar la risa. Nietzsche




Parece ser que se el sentido del humor empieza a tomarse en serio en nuestro país. Últimamente psicólogos y psiquiatras están sumando esfuerzos para estudiar cómo el humor puede ser útil en el tratamiento de sus pacientes. Prueba de ello es que cada vez hay más publicaciones sobre el efecto favorable de la risa y el sentido del humor en la química cerebral y en el sistema inmunológico. (1)

Tener sentido del humor no significa ser un payaso o pasarnos el día contando chistes. Se trata de responder con una actitud positiva ante los retos o situaciones difíciles que nos encontramos en el día a día. El humor nos permite enfrentarnos a una situación difícil sin dejarnos secuestrar por las emociones negativas. Nos ayuda a crear ambientes más relajados y favorables para la toma de decisiones y la solución de conflictos; y nos protege, en cierta medida, contra el estrés.

El sentido del humor nos permite ver los problemas desde otra perspectiva, con mayor flexibilidad y autodistanciamiento. Como dice Luís Muñiz (2) “a través del humor la persona se siente inducida a abandonar su manera habitual de mirar las cosas —su lógica o su sentido de lo obvio— y a adoptar una manera más amplia que incluye lo cómico y nos mueve a cuestionar lo obvio, lo serio”.

Muchos expertos en el tema consideran que la esencia del humor está en la capacidad de reírse de uno mismo (3). Esta actitud se admite como signo de inteligencia y de buena salud mental. Reírnos de nosotros mismos significa que estamos a gusto en nuestra piel, a pesar de nuestras imperfecciones; que nos aceptamos como personas falibles, que pueden equivocarse. Si alguien se ríe de nosotros no nos importará demasiado porque nosotros nos habremos reído primero.

El sentido del humor es un buen antídoto contra el miedo. Reírnos de las cosas que nos asustan las vuelve menos amenazantes. Además, como dice Klein (4) “las personas que son capaces de reír ante los contratiempos dejan de sentir lástima de sí mismas”. Y es que no podemos sentir lástima y reírnos al mismo tiempo. Nuestro cerebro no puede actuar según dos órdenes opuestas.

Desde los griegos, numerosos filósofos, sociólogos y psicólogos han investigado sobre el humor y sus beneficios. El filósofo romano Plotino recomendaba ver la propia vida y el mundo entero como una obra de teatro y a uno mismo como un mero personaje. En la actualidad hay varias asociaciones científicas especializadas en la materia y en algunas universidades de nuestro país se han creado líneas de investigación específicas para estudiar los beneficios del sentido del humor.

El sentido del humor también ha empezado a irrumpir en el mundo de la empresa, donde todavía son demasiado frecuentes el juego de máscaras, la solemnidad y el color “ala de mosca”. En Estados Unidos, mucho más avanzados en el tema y, sabedores que bajo condiciones de diversión aumenta la productividad, no sólo se mide el IQ (cociente de inteligencia emocional) sino también el FQ (Fun quotient), que puede traducirse en algo así como el "cociente humorístico". (5)

Al otro lado del atlántico los libros y cursos sobre el humor en el trabajo se multiplican día a día. Hay empresas de primera fila que integran el humor en sus programas de formación y que incluyen, en la retribución de sus directivos, un variable, según lo divertido que resulta trabajar con ellos.

En España hay algunos expertos que se dedican a transformar empresas serias y aburridas en organizaciones alegres, estimulantes e imaginativas. Vean, sino, el trabajo de Eduardo Jáuregui (6). Este psicólogo destaca, como beneficios del humor en la empresa, los siguientes:

Atrae y retiene a los recursos humanos más valiosos.
Potencia la salud y las capacidades del empleado.
Fortalece la motivación individual y colectiva.
Estimula la innovación.
Optimiza la comunicación interna.
Favorece el aprendizaje.
Cohesiona los equipos humanos.

Vistos sus innumerables beneficios, es de esperar que muy pronto se desarrollen programas para implantar el sentido del humor en la empresa. Se ha demostrado sobradamente que la política del miedo es una estrategia de dirección completamente ineficaz. El sentido del humor no está reñido con la profesionalidad ni con la productividad. ¿Por qué no fomentar, entonces, el buen rollo?



Está en tus manos... mejorar el sentido del humor


Uno no deja de reír por hacerse viejo, se hace uno viejo por dejar de reír. Anónimo



Un hombre infantil no es un hombre cuyo desarrollo se ha detenido; al contrario, es un hombre que se ha dado a sí mismo la posibilidad de continuar desarrollándose mucho después de que la mayoría de los adultos se han refugiado en el capullo de la mediana edad, la rutina y las convenciones. Aldous Huxley



Tener sentido del humor es una habilidad que se puede aprender. Para demostrar esta tesis, Begoña García Larrauri, psicóloga y profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Valladolid, ha desarrollado un programa exhaustivo para mejorar el sentido del humor (7). En este trabajo se proponen actividades variadas para que el sentido del humor y el optimismo se conviertan en fuerzas capaces de transformar nuestras vidas en algo verdaderamente agradable.

Se proponen dos líneas de actuación complementarias: una conductual —actuar en el terreno de las conductas— y una cognitiva —actuar en el terreno de los pensamientos. A continuación recogemos un listado de las acciones que la autora nos recomienda para darle la bienvenida al sentido del humor.

Para promover el sentido del humor actuando sobre nuestras conductas y sentimientos:

Sonreír de forma habitual.
Mostrar una expresión gestual y corporal alegre.
Aprovechar las cosas que hacen reír y minimizar el resto.
Utilizar el lenguaje de manera positiva.
Elegir situaciones compensadoras de distensión y dedicarlo a actividades que nos agraden.
Relajarse de forma habitual.
Disfrutar de lo que se hace en cada momento.
Aprender a tomarse menos en serio a uno o una misma.
Reducir el sentido de ridículo.
Prever contratiempos y prepararse para restarles importancia.
Encontrar algo de humor en situaciones adversas.
Mostrar agradecimiento.
Elegir bien las batallas que merezcan la pena, no enredarse en asuntos de poca importancia.
Afrontar el enfado.
Respetarse y respetar: mostrar un comportamiento tolerante hacia los demás.
Relacionarse con gente positiva y con especial aptitud para ver el lado cómico de una situación.
Fomentar las habilidades de interacción positiva: dar y recibir afecto oportunamente

Para promover el sentido del humor actuando sobre nuestra forma de pensar:

Tomar conciencia del funcionamiento del estrés.
Tomar conciencia de los hábitos negativos.
Tomar distancia de las preocupaciones. Ver las cosas desde perspectivas más amplias.
Utilizar un estilo optimista de explicación ante fracasos y éxitos.
Evitar juicios negativos.
Aprender a relativizar las adversidades.
Seguir un proceso racional en la resolución de problemas.
Convertir los errores en oportunidades de aprender.
Ampliar miras, flexibilizar puntos de vista propios.

En nuestras manos está “amargarnos la vida” o “echarnos unas risas a diario”. Comportarse, pensar y sentir como lo haría una persona con buen humor supone vivir en coherencia y conseguir ese objetivo. No hemos de olvidar que las personas nos convertimos en aquello que más practicamos.

fuente:http://www.mproactiva.com

Algunas personas sólo viajan en el primer vagón del metro, y otras duermen con flores junto a su cama.


María Jesús Ribas/MCM/EFE - REPORTAJES

Algunas personas sólo viajan en el primer vagón del metro, y otras duermen con flores junto a su cama. Muchos artistas evitan vestirse con cierto color antes de desarrollar su actividad. Hay escritores que reescriben un párrafo para que no quede una palabra aislada en la última línea. Mucha gente no sale de su casa sin pañuelo, reloj o pulsera determinados.

Todos tenemos pequeñas obsesiones y compulsiones que consideramos normales. Pero las manías, que pueden formar parte de la personalidad, se convierten en una pesadilla cuando se viven como algo molesto e interfieren en la vida cotidiana. Conforman el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).

Es el caso de una persona que imagina que se asoma con su hijo por la ventana, perdiendo el control, con lo que el niño cae al vacío. Para aliviar el malestar que le ocasionan esas ideas inapropiadas, intenta suprimirlas o neutralizarlas con otros pensamientos o con acciones a las que da un valor casi mágico.

Si acaba con la idea, diciéndose que es una tontería o pensando en otra cosa, dejará de importarle, pero si ésta repite y no logra controlarla, inicia una conducta para protegerse de lo que piensa, por ejemplo rezar cada vez que tiene ese pensamiento. Este es un comportamiento característico del TOC.

Las obsesiones son ideas, pensamientos o imágenes que se repiten en la mente. Causan malestar y nerviosismo y la persona se siente incapaz de controlarlas, aunque sabe que son absurdas. No son preocupaciones, ya que alguien puede preocuparse por lo que hace su hijo fuera de casa, sin llegar a obsesionarse.

EN UN CÍRCULO VICIOSO

Los pensamientos obsesivos pueden dar paso a una compulsión: una o varias acciones que repiten o intentan evitar para reducir el malestar. La persona intenta oponerse a ellas, pero como así se siente peor, se comporta compulsivamente, aliviándose y relajándose. Cada vez que la obsesión reaparece, repite la compulsión para mitigar la molestia.

Otro componente del TOC son los rituales: una serie de compulsiones encadenadas o de actos efectuados de modo repetitivo, por ejemplo atravesar tres veces el umbral antes de entrar en la casa o sentarse en el sillón de determinada manera.

Un paciente con TOC puede apagar la luz, salir a la calle, volver a subir a su casa y volver a comprobar si estaba apagada, muchas veces, y aún así se queda con la duda de si lo ha hecho.

El TOC se caracteriza por “la presencia de obsesiones o ideas que acuden repetidamente a la mente y que el sujeto reconoce como propias, aunque las rechaza porque interfieren su actividad, y que a veces se acompañan de compulsiones y rituales.

Es un trastorno muy frecuente, que suele iniciarse en la adolescencia y afecta igualmente a mujeres y varones. Si no se trata, llega a invalidar la vida del paciente, ocupando todo su tiempo y tiranizando a las personas de su entorno.

Los pacientes ocultan su enfermedad durante años, creyendo que pueden controlarla, por miedo a estar enloqueciendo o debido a la vergüenza. Por ello omiten comentar el problema a sus allegados o consultar al médico, hasta que ya no pueden disimular.

La importancia de las obsesiones depende del grado en que afecten la vida cotidiana: si alguien tiene miedo a enfermar y deja de salir, relacionarse y trabajar, tiene un problema grave.

El límite a partir del cual las obsesiones se consideran patológicas y requieren un tratamiento, lo establece el paciente a partir del grado de pérdida de libertad que le producen.

Los rasgos obsesivos como el perfeccionismo, la puntualidad, el orden, los escrúpulos o la reiteración, se encuentran en muchas personas normales. El TOC se diagnostica cuando el enfermo rechaza sus ideas obsesivas y quiere librarse de ellas.

El origen de este desorden es incierto. Algunos expertos creen que tiene una base neurológica y se sabe que existe cierta predisposición hereditaria. La muerte de un ser querido, las tensiones en el trabajo, los problemas en la pareja o con el sexo, el agotamiento y el estrés, pueden desencadenar ideas obsesivas.

Asimismo, haberse educado en un ambiente restrictivo y carecer de un buen entorno social y de habilidad para comunicarse hacen a la persona más vulnerable a padecer ese trastorno.

INTERFERENCIA Y MALESTAR

Además de causar malestar, las obsesiones y compulsiones suponen una pérdida de tiempo. El hecho de tener continuamente unos pensamientos determinados, puede hacer que surjan dificultades para concentrarse en tareas como la lectura o el cálculo e interferir en la actividad laboral o profesional, así como en las relaciones con otras personas.

El individuo obsesivo sabe que sus pensamientos no tienen demasiado sentido, pero se siente incapaz de controlarlos. Puede ocultar su trastorno mucho tiempo porque evoluciona lentamente.

Finalmente, el paciente suele acudir al psicólogo por los síntomas asociados al TOC, como la ansiedad o la depresión.

La administración de antidepresivos, junto con la psicoterapia, es el principal tratamiento del TOC, efectivo en siete de cada 10 casos.

CUATRO PASOS

1. Diferencie obsesión de preocupación. Pregúntese: ¿Me vienen a la mente ideas, pensamientos o imágenes fuera de control? ¿se repiten a menudo? ¿me crea un gran malestar pensar en ello? ¿son ideas que no debería pensar? ¿realizo algún ritual o evito situaciones para eliminarlas? Si la respuesta a estas interrogantes es afirmativa, quizá sea una obsesión.

2.Busque las causas del malestar. Aunque las ideas obsesivas pueden hacerse realidad y son algo probable, conviene analizar ese pensamiento para contribuir a disminuir el malestar. Es importante enfrentarse a aquéllo que nos crea temor con el fin de descubrir que no tenemos de qué preocuparnos.

3.Acote sus pensamientos. No pase todo el día pensando en la idea o imagen obsesiva. Para seguir con su vida normal, propóngase pensar en lo que le preocupa sólo durante un lapso determinado: por ejemplo en la media hora que tiene libre en algún momento del día, nunca fuera de ese horario.

4.Hable con un profesional. Si la obsesión es frecuente, le produce malestar y es incapaz de controlarla, consulte su problema con un psiquiatra o psicólogo.

PARA ALIVIARLAS

Posponga. Propóngase cumplir algo más tarde los rituales como comprobar la puerta del coche o la llave del gas. Así desarrolla una habilidad para controlarlos, mientras se enfrenta durante más tiempo al pensamiento que le preocupa.

Desacelere. En vez de comprobar rápidamente el coche o el gas, vaya caminando despacio, andando sin correr. Así podrá tener más control sobre la situación.

Modifique. Si se lava las manos del mismo modo, cambie algo que le haga descubrir que controla su conducta.

Interrumpa. Busque apoyo, una tarea que le distraiga o algo incompatible con el ritual, para no practicar el ritual. .

fuente:la prensa revista

Personajes de ficción, problemas de verdad


El detective Adrian Monk tiene muchas manías. Obsesionado por contagiarse algún virus se limpia las manos compulsivamente cuando toca algún picaporte o se la extiende a alguien en la calle o la oficina, evita los lugares con mucha gente y se obsesiona con cosas absurdas.

Similar es lo que vive el escritor Melvin Udall, que sufre un desorden obsesivo que lo hace intratable ante el resto de la humanidad, que anda por la calle sin pisar las líneas de las vereda por miedo a que algo terrible le suceda si lo hace y que utiliza cubiertos descartables cada mañana en la que asiste al mismo bar y donde exige que lo atienda la misma camarera. Tanto en la exitosa serie norteamericana “Monk” como en la taquillera película “Mejor imposible”, Tony Shalhoub y Jack Nicholson interpretan a obsesivos compulsivos que son víctimas de un trastorno que no pueden evitar auque les obstaculice el quehacer diario y aunque los vuelva extraños y difíciles de tratar ante la mirada de los otros.

Casi resignados a su problema, Monk y Melvin transitan sus días aterrorizados ante la posibilidad de alguna contaminación o buscando la exacta simetría de los objetos que los rodean, hecho que los vuelve peculiares y que causa gracia en quienes no los conocen en profundidad y, por tanto, saben que sufren.

Gracias a ellos, miles de espectadores reconocieron su problema y pudieron dar el primer paso hacia la curación: saber de qué se trata.

fuente:inforegion

La epidemia oculta


La epidemia oculta

El Trastorno Obsesivo Compulsivo es una alteración de la personalidad que sufre una gran cantidad de gente, pero, a diferencia de enfermedades como las fobias, suele ocultarse. Según la OMS es uno de los diez males más invalidantes, pero los médicos insisten en que puede superarse.


Todo empezó cuando era adolescente. Los días que me quedaba a estudiar hasta tarde comenzaba la pesadilla. No podía acostarme después que el resto de mi familia, porque se me hacía que iba a dejar las puertas y la llave del gas abiertas, que iban a entrar ladrones y nos iban a matar a todos o que iba a explotar la casa, y que todo sería mi culpa. Entonces daba inicio a un ritual que me consumía. Revisaba puerta por puerta y chequeaba la llave del gas hasta que me doliera la mano. Terminaba la ronda y volvía a empezar, una y otra vez, y cada vez que me encaminaba hacia mi habitación la duda volvía a asaltarme, y otra vez se ponía a andar la rueda. Rompí tres picaportes y dos llaves del gas en menos de siete meses. Los últimos tiempos después de ritualizar una o dos horas, cuando sentía que ya no daba más y cuando me invadía una sensación de irrealidad que creía que no me dejaba razonar, despertaba a mi hermano para que me confirmara que había cerrado todo. La certeza de que iba a ocurrir algo terrible era para mí cada vez más fuerte. Me moría de vergüenza, sentía que me estaba volviendo loca, pero no podía controlarlo”.

Con el relato de Ana Laura Q. (30) muchas personas podrían sentirse identificadas. La que hoy es una mujer adulta y profesional, cuenta los primeros síntomas de lo que después supo era el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), una patología que se ubica dentro del vasto grupo de los trastornos de ansiedad y que ataca, según diversos estudios, a una de cada 50 personas en todo el mundo.

Pese a que las víctimas del TOC se sientan “únicas”, distantes están de serlo. De acuerdo a datos difundidos por la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA), entre el 2% y el 3% de la población del país padece el mal, que en general afecta en la misma proporción a hombres y a mujeres y que si bien puede aparecer en cualquier momento de la vida, suele dar sus primeros indicios en los albores de la adultez.

De todos modos, los médicos advierten que las estadísticas “no deben tomarse al pie de la letra”. La experiencia del consultorio demuestra que muchos pacientes con TOC ocultan su problema por temor a ser mal vistos, dado que ellos mismos son concientes de que sus manías o sus ideas son absurdas y carecen de sentido. Y esa es, según los profesionales, una de las principales diferencias entre el trastorno obsesivo compulsivo y las fobias – estrellas por excelencia de estos tiempos si es que de ansiedad se habla-. “Mientras por la difusión que han tenido, las fobias comienzan a ser vistas como algo relativamente común o padecido por muchos, y en tanto, devinieron en patologías con cierto grado de aceptación social, el TOC tiende a esconderse porque sigue siendo una enfermedad que da vergüenza a quien la padece”, aseguran los expertos.

Lo cierto es que, considerado por la Organización Mundial de la Salud como una de la 10 enfermedades más invalidantes, el trastorno obsesivo compulsivo puede llegar a límites que rozan con la irracionalidad para quien lo observa fuera de la piel de quien lo sufre y es esto precisamente, lo que lleva al enfermo a ocultarlo.

“Yo empecé con el TOC a los 17 años. Íbamos a los boliches con mis amigas y yo temía conocer a alguien porque me obsesionaba la idea de contagiarme HIV. Fue un pensamiento que primero me pareció normal, pero después fue cobrando fuerza, hasta el punto en que no quería que nadie se me acercase. Todas las personas eran amenazas para mí, todas podían tener SIDA e infectarme, y así me fui aislando. Llegué a no sentarme en los colectivos y a usar guantes constantemente, porque temía que hubiese sangre en los pasamanos, o en el asiento, que la sangre traspasara el pantalón y llegara hasta mi pierna. Si por casualidad me lastimaba alguna parte expuesta del cuerpo faltaba al trabajo y a la facultad, porque tenía terror de que justo en esa lastimadura me entrara sangre infectada. Ni hablar de las relaciones sexuales, pasé más de cuatro años sin tener ningún tipo de contacto físico con nadie, porque el miedo al contagio era más fuerte que cualquier cosa. En el límite del ostracismo entre en una depresión muy fuerte, y recién ahí, ante la intervención de mi familia y la consulta con el médico supe que tenía TOC”, contó a Info Región Mariana P. (27).

De acuerdo a la definición médica, el TOC es un trastorno cuyas características son las obsesiones, que son pensamientos o imágenes por lo general absurdas, repetitivas y negativas a las que la persona intenta rechazar pero no puede, y por ende le causan ansiedad, dudas y distrés. Si bien quien las tiene reconoce que estas ideas son producto de su propia mente, intenta ignorarlas, aunque no puede hacerlo. Según advierten los especialistas y confirman los pacientes que padecen la patología, las obsesiones tienen que ver con la contaminación o el contagio, con una preocupación excesiva por la suciedad, con el temor a ofender o dañar a los otros, -especialmente los seres queridos- con la acumulación de objetos por lo general inútiles y con la necesidad de simetría y precisión.

En tanto, las compulsiones, -otra característica del trastorno- son comportamientos o actos mentales que se repiten y que las personas afectadas sienten que deben realizar para evitar que suceda ese acontecimiento al que temen, hecho que los lleva a un acto característico del TOC: el ritual.

“Siempre fui una persona en general ansiosa y perfeccionista, sobre todo en cuanto a mis propias acciones y conductas, Y el TOC me atacó por todos los flancos. Primero empecé con la necesidad continua de lavarme las manos por miedo a las bacterias. Después seguí con la limpieza, y después con el orden: necesitaba que todos los objetos de mi escritorio estuvieran alineados de manera simétrica y exacta. Llegué hasta el extremo de ser el último en la oficina con la excusa de tener trabajo atrasado para poder ordenar todo de manera simétrica y que, por ejemplo, la línea de la calculadora me quedara exactamente paralela a la línea del monitor. Y así se me fueron agregando cosas. En el último tiempo antes del tratamiento se me había puesto que no debía pisar bordes. Entonces buscaba caminar siempre por el medio de las veredas, evitaba los umbrales y me cuidaba de no pisar las líneas de las baldosas o las rayas de la calle. Después comencé a repetir números mentalmente. Me proponía por ejemplo contar de tres en tres en todo el viaje de mi casa al trabajo y ponía atención para no equivocarme ni perderme, porque estaba seguro de que si lo hacía me iba a ir mal todo ese día. Es algo inexplicable lo que se llega a pensar, uno termina muy cansado y se siente incapacitado, porque el círculo de lo permitido se cierra cada vez más”, relató a este medio Héctor R. (56).

“El TOC es una enfermedad que no tiene mucha difusión pero la tiene mucha gente – aseguró a Info Región el psicólogo Gustavo Bustamante, vicepresidente de la fundación Fobia Club- Este trastorno se divide en la obsesión, que es una idea o un pensamiento desmedido y desproporcionado y las compulsiones o rituales, que son los que alivian y los que tranquilizan a la persona que teme que se cumpla ese pensamiento obsesivo. Claro que no siempre que hablemos de una obsesión hablamos de TOC. Nosotros tenemos dentro del diagnóstico un punto de corte, que puede ser discutible, pero que indica que para que una persona sea diagnosticada con TOC tiene que pasar al menos seis meses con los síntomas y debe sumar al menos una hora diaria de rituales. Para que sea TOC, el trastorno realmente debe interferir en la vida cotidiana, debe limitar y debe alterar la calidad de vida”, aclaró el profesional para evitar falsas alarmas.

En ese sentido, a la hora de darle una explicación a la enfermedad, desde el Distrito XIII del Colegio de Psicólogos de la provincia de Buenos Aires – con sede en Lomas de Zamora-, resaltaron que el trastorno es típico en personalidades perfeccionistas, que no toleran la sola idea de transgredir el marco de valores al que adhieren.

“Al paciente con TOC se le aparecen una serie de ideas que van en contra de su marco de valores. Si bien a todos nos pasa, quien no sufre de TOC tiende a pasar por alto estos pensamientos, pero un paciente con TOC los sobrestima. Produce un fenómeno que es la fusión pensamiento-acción. Cree que si piensa algo, eso que piensa pasa al orden de la realidad, pero esto es una distorsión. El paciente cree que si piensa que la llave del gas puede estar abierta es porque lo está, hay una confusión entre posibilidad y probabilidad. Si se le cruza la idea de que podría haber sido gay, por ejemplo, empieza a ponerse muy ansioso pensando cómo hará para desestimar o sacarse de la cabeza esa idea de ser gay. Los pacientes TOC son, como todos los pacientes de trastornos de ansiedad, muy controladores de la incertidumbre, y esto tiene su correlación con personalidades perfeccionistas y criticistas, que no pueden tolerar ideas contradictorias a su marco de valores”, aseguró el psicólogo Francisco Palacín.

Y las palabras del profesional tienen su correlato en el testimonio de los pacientes, que una vez recuperados o en tratamiento, pueden contar de qué se trata: “Cuando nació mi primer hijo mi vida hizo un click. Comencé a tener una obsesión por la limpieza muy fuerte por miedo a que el bebé se enfermase de algo grave. Me angustiaba mucho la sensación de que a mi hijo le pasaría algo terrible. Entonces baldeaba dos veces por día toda la casa, pasaba lavandina en todos los muebles y echaba desinfectantes ambientales constantemente, ante la incomprensión de mi familia. Pero después me pasó algo horrible. Comencé a tener terror de dañar a mi hijo, de tener un acto de locura y lastimarlo, y esa sola idea me paralizaba. Pensaba que estaba volviéndome loca, entonces evitaba quedarme sola con él. Fueron momentos muy difíciles, porque sentía que no se lo podía confiar a nadie, que iban a encerrarme. Me sentía un monstruo”, contó a Info Región Analía A. (31).

En este punto, Bustamante coincidió con Palacín y explicó que el temor a lastimar es otro de los síntomas del TOC.

“El obsesivo compulsivo teme cometer todas las conductas que moralmente están sancionadas. Tiene miedo de empujar a una embarazada o dañar un ser querido, por ejemplo. Imagina la situación y la vive con mucha angustia y culpa excesiva. En algún punto el trastorno obsesivo compulsivo está ligado a la culpa y esto hace que los pacientes teman desarrollar conductas moralmente incorrectas, pero deben saber que estas ideas no significan en absoluto que vayan a actuar así. Justamente porque no lo harían nunca se lo imaginan. Los obsesivos no hacen nada y sienten culpa como si hubieran hecho todo”, explicó el psicólogo.

Según admiten los profesionales, determinar cuál es el verdadero origen del TOC sigue desatando un debate en el plano de la ciencia. Mientras algunos insisten en una predisposición genética, otros no la desestiman, pero resaltan la importancia de factores externos que favorecen al desarrollo de la enfermedad.

“Existen varias teorías acerca del origen del TOC, desde compromisos neuro orgánicos hasta factores genéticos, como así también particularidades familiares, y algunos cuadros virósicos que dejan esta patología como secuelas –explicó a Info Región el médico psiquiatra Eduardo Grande, ex jefe de la División de Salud Mental del hospital Álvarez y presidente de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM)- De todos modos también es pertinente resaltar que muchas veces se encuentra en la historia vital de estas personas antecedentes de la infancia o de la adolescencia predisponentes, o bien ansiedades, pánico, depresiones, irritabilidad, trastornos de escolaridad, o de la alimentación, que terminan en TOC”, acotó.

Desde el Colegio de psicólogos, en tanto, Palacín destacó la incidencia que pueden tener los antecedentes familiares o el contexto de crianza en el paciente que manifiesta los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo, y aseguró que, muchas veces, hay eventos que desencadenan la patología.

“Hay contextos familiares claramente favorecedores para el TOC, como el hecho de que alguno de los padres haya sufrido algún tipo de trastorno de ansiedad por el cual hayan señalado ciertas situaciones como catastróficas, o peligrosas y hayan desarrollado la idea de que hay que controlar determinada cantidad de cosas para sobrevivir. También hay factores desencadenantes, situaciones de mucha ansiedad, situaciones sociales, como lo que pasó con los bancos en el 2001, por ejemplo. Los pacientes ansiosos no toleran la incertidumbre, piensan siempre que lo que va a venir es negativo, y como no puede controlar la incertidumbre, desarrolla niveles de control en otras áreas que no necesitan ser controladas. No puedo controlar que mis hijos crezcan, pero sí puedo controlar la limpieza de los azulejos del baño, limpio los azulejos del baño hasta que reluzcan. Siempre atrás de un ritual compulsivo hay una idea ansiógena”, explicó.

De todos modos, médicos, profesionales y pacientes recuperados prefieren dar un mensaje de optimismo, y resaltan una afirmación que muchos de los que padecen TOC y todavía no lo saben o lo ocultan pueden creen imposible: el mal se puede superar, y en la medida que desaparezca, se calmará la angustia, se recuperará la calidad de vida y se volverá a ser libre.

“Hoy en día quien sufra de TOC debe saber que existen tratamientos muy efectivos, que en general son combinados: por un lado se recurre a una terapia farmacológica y por el otro a un tratamiento cognitivo comportamental, porque la persona debe aprender a controlar las sensaciones y tratar de evitar los rituales. Para esto la familia debe colaborar y lo hará no ayudando con los rituales, y alejándose de una postura demandante o crítica”, opinó Bustamante.

Y Paladín reforzó esa idea: “Se han desarrollado muchos tratamientos eficaces y efectivos, y en la gran mayoría de los casos los pacientes muestran una muy buena respuesta. Lo primordial es animarse a asumir lo que sucede y a pedir ayuda”, enfatizó.

En los tiempos que corren, cuando la ansiedad parece ser un ingrediente más de la vida cotidiana de muchos, reconocer los efectos que puede producir parece ser el arma fundamental para combatirla. Y en este sentido, detenerse en el testimonio de quienes lograron salir adelante de epidemias silenciosas como el TOC se torna una estrategia válida para poner los ojos en la esperanza y aferrarse a la idea de que se puede recuperar la vida que alguna vez se tuvo.

“Hoy puedo volver a reír sinceramente, a abrazar a mi hijo sin miedo, a salir de mi casa sin sentir que va a explotar a mis espaldas, a compartir con los otros sin temer algo terrible y puedo volver a confiar en mí, en mi raciocinio y en mis actos. Todos deben saber que se puede, claro que se puede”, aseguró Analía.

OLIGOELEMENTOS CONTRA EL DECAIMIENTO


OLIGOELEMENTOS CONTRA EL DECAIMIENTO

Los oligoelementos son elementos minerales presentes en la materia viva en cantidades pequeñas. En terapéutica se utiliza como un método inocuo de tratamiento de las enfermedades funcionales.

La oligoterapia presenta grandes ventajas sobre otras terapias:

- Eficacia terapéutica con baja dilución

- Trata predisposiciones patológicas del individuo (el llamado terreno)

- Corrige trastornos funcionales que, de no ser tratados, evolucionarán a patologías orgánicas

En su caso le recomiendo que un médico naturópata le haga una buena historia clínica con el fin de determinar qué terreno tiene y cuál es su situación actual a nivel anímico y físico.



Existen diferentes asociaciones de oligoelementos para regular el estado anímico según su terreno particular:

- La asociación cobre-oro-plata. Se suele recomendar cuando hay una gran astenia global, estados depresivos y una gran depresión del sistema inmunitario.

- La asociación manganeso-cobalto . En estados caracterizados por desequilibrios a nivel neurovegetativo, desadaptación y descenso progresivo de la vitalidad.

- La asociación manganeso-cobre . En un estado caracterizado por la poca reacción ante los estímulos; se manifiesta en un sistema inmunitario deprimido con tendencia a las infecciones.



Además existen una serie de oligoelementos unitarios usados para estos casos:
-Aluminio (Al). Regulador del Sistema Nervioso.

Indicaciones: trastornos del sueño. Retraso y debilidad intelectual.

-Litio (Li): regulador del sistema nervioso, antidepresivo.

Indicaciones: nerviosismo, ansiedad, agresividad, insomnio por ansiedad, obsesiones, tendencia a la depresión, trastornos del comportamiento.

-Magnesio (Mg). Estimulador de la autodefensa, regulador de la célula nerviosa y del metabolismo del calcio.

Indicaciones: fatiga psíquica e intelectual, desmineralización, raquitismo, espasmofilia, disfunciones paratiroideas, neuralgias, insuficiencias digestivas, trastornos intestinales crónicos, colitis, envejecimiento, prostatismo, artrosis.


La vía de administración más empleada es la sublingual, en la que es importante mantener y ensalivar los oligoelementos en la boca, al menos 30 segundos antes de
tragarlos.


Los oligoelementos no tienen contraindicaciones propiamente dichas y no se conocen referencias que indiquen una interacción peligrosa con otras terapias. Ciertos medicamentos inactivan su acción, especialmente corticoides y tranquilizantes. Pero recuerde siempre debe ser su médico quien le prescriba su tratamiento.


fuente:consejos de tu farmaceutico